-¿Manolo? Tenemos que vernos: vamos a lanzar una opa sobre

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-¿Manolo? Tenemos que vernos: vamos a lanzar una opa sobre Endesa.
Quien hablaba así por el teléfono era Ricard Fornesa, presidente de La Caixa.
-No tenemos nada de que hablar, Ricardo -fue la respuesta lacónica del presidente de Endesa, la
compañía eléctrica sobre la que se cernían las garras de la banca catalana.
La negativa rotunda de Manuel Pizarro sorprendió a Fornesa, quien, sin argumentos, sólo acertó a
ceder el auricular a su segundo:
-Espera, te paso a Isidro -le indicó Fornesa. Se refería a Isidre Fainé, director general de La Caixa.
-Manolo, creo que deberíamos discutir el asunto: estamos decididos a lanzar una opa y sería mejor
hablarlo -insistió Fainé.
Pizarro se mantuvo en su posición inicial:
-No hay nada que hablar ni negociar: las opas las deciden los accionistas.
Esta conversación tuvo lugar hacia las dos de la tarde del 5 de septiembre de 2005 y fue el preámbulo
del lanzamiento de la opa de Gas Natural sobre Endesa. Ante la contundente negativa de Manuel
Pizarro a la operación, Gas Natural comunicó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores
(CNMV) su intención de hacer una oferta pública para adquirir el cien por cien de la eléctrica. De este
modo arrancó la operación más controvertida de la historia empresarial española.
La propuesta de Gas Natural pudo ser concebida en sus orígenes desde un punto de vista puramente
empresarial y tenía, además, todo el sentido del mundo. Por un lado la liberalización del mercado
gasístico estaba haciendo a Gas Natural perder cuota de mercado de manera acelerada: si las compañías
eléctricas comenzaban a operar en el sector del gas, parecía lógico que Gas Natural hiciera lo propio en
el campo de la electricidad. De hecho, tal era el escenario europeo: la integración de los mercados de
gas y electricidad para crear campeones energéticos. El modelo a imitar, curiosamente, era el de E.On,
pero al revés: en la estrategia diseñada por La Caixa la gasista se comería a la eléctrica.
Todo muy correcto, pero había un par de aspectos particulares. En primer lugar, que Gas Natural es
cuatro veces más pequeña que Endesa; además, sus directivos cometieron un grave error: plantear la
opa de forma hostil.
En realidad la propuesta representaba un nuevo intento para alcanzar una meta casi obsesiva para la
clase empresarial y financiera catalana: hacer de Cataluña la sede de un gran operador energético
internacional. De hecho, lo que Fornesa y Fainé planteaban con la Operación Endesa era volver a los
orígenes de Gas Natural.
Catalana de Gas, que nació en 1843 para gestionar la iluminación urbana de Barcelona, se convirtió a
principios del siglo XX en Catalana de Gas y Electricidad. Así pues, la idea de La Caixa era retomar
esos orígenes y crear una empresa catalana de gas y electricidad en pleno siglo XXI. Antes de llegar a
eso el paso siguiente lo dio Pere Durán Farell, mítico presidente de Catalana de Gas, que en 1965 creó
una filial -Gas Natural, S. A.- para gestionar el gas natural que quería traer desde Argelia a través de un
gasoducto que uniera los puertos de Orán y Barcelona. La idea, visionaria entonces, fue considerada
descabellada por el régimen franquista, siempre tan corto de miras.
Pasaron los años, pero el sueño de crear un gran grupo energético que suministrara gas y electricidad
desde Cataluña al resto de España seguía en la cabeza de los gestores que se fueron sucediendo tanto en
Gas Natural como en La Caixa.
En 2005 parecía llegado el momento político propicio. Los anteriores intentos de Gas Natural y La
Caixa habían chocado frontalmente con la doctrina Rato, contraria siempre a reducir el número de
operadores en los mercados energéticos, pero ahora, con el PP apartado del poder, era el momento
oportuno para lanzar la operación definitiva.
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