La literatura maya La literatura maya

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Año 4, No. 9 / Septiembre 2014
CÓDICE
Revista del Centro PEN Guatemala
La literatura
maya
—Noticias del Centro PEN Guatemala—
Fallece Roberto
Cabrera,
renombrado
pintor y escultor
oberto Cabrera fue pintor, escultor, grabador, crítico de arte
e investigador. Estudió en
la Escuela Nacional de Artes
Plásticas (Enap), de 1953 a 1959. Participó en la fundación, dirección, administración y promoción cultural de la Asociación
de Estudiantes de Artes Plásticas, de 1957
a 1962. En 1958 participó por primera vez
en una exposición en el extranjero. En 1961
expuso por primera vez su pintura junto a
una serie de dibujos en la Enap. Ese año
también participó en la Segunda Bienal de
París, y empezó su carrera como crítico y
ensayista de arte.
R
Cabrera fue maestro de arte tanto en la Facultad de Arquitectura de la Usac como en
la Escuela de Artes Plásticas en Costa Rica,
en donde también trabajó en investigación
histórica y antropológica.
En la década de los sesenta junto a Élmar
René Rojas y Marco Augusto Quiroa fundó el Grupo Vértebra que innovó la pintura en Guatemala.
Cabrera también se distinguió por la pintura de personajes de la cosmovisión maya
y sobre el conflicto armado que sufrió Guatemala entre 1960-1996.
Sus obras no solo han sido expuestas en su
país natal sino que también en varios países de América y Europa.
Fallece escritora María del
Carmen Escobar
aría del Carmen Escobar (1934-2014) falleció el pasado 29 de
septiembre de 2014. En 1954, al ser estudiante de la Escuela de
Comercio, obtuvo el primer lugar en prosa por Mi fiel amigo, en
un certamen organizado por el Día del Árbol. Ese mismo año
escribió la novela Corazones en tinieblas, que en 1961 fue llevada a la radio
Ciros. En 1986, la adaptación de esta fue transmitida por TGW.
M
Como actriz participó en más de 50 obras de
teatro. Como escritora ganó segundos lugares en
los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango en la rama de cuento: en 1962 con Pobre
chucho limosnero y en 1963 con Descansa en
paz. Cuatro menciones honoríficas en la rama de
teatro en el mismo certamen: en 1961 por
Renuncia; en 1962, La gente del palomar; en
1988, Flores de muerto y, en 1989, Herencia social.
Recibió mención honorífica en teatro en el Certamen 15 de septiembre, en 1962, por La gente del
palomar. Mención honorífica en cuento en la Tipografía Nacional en 1983 por El Santo. Primera mención honorífica en el
Premio Guatemalteco de Novela 1983, con 49 centavos de felicidad.
El Centro PEN Guatemala lamenta el sensible fallecimiento de tan destacada
escritora y amiga de nuestra asociación, quien en varias oportunidades nos
acompañó en los almuerzos -tertulias de Casa de Cervantes.
Carta del presidente de PEN
Internacional, John Ralston Saul
n septiembre estaremos en Biskek, la capital de Kirguistán, a invitación del PEN de Asia Central para el 80º Congreso de PEN. Nos
estaremos reuniendo en un momento de creciente violencia en muchas partes del mundo. Cualesquiera sean nuestra opiniones personales, ninguno puede evitar ver lo que está sucediendo en Irak, Siria, Palestina,
Rusia, Ucrania, Honduras.
E
Como siempre ha sido el caso, cada rompimiento de Estado o de violencia
insurgente representa un asalto hacia la libertad de expresión. Los escritores
son asesinados o callados. El debate es silenciado o marginalizado. La propaganda florece. Lo que sucede ahora no es ninguna excepción.
Debería de añadir que en muchos países el uso de leyes moralizadoras para dividir
a las sociedades y limitar la libertad de expresión continua creciendo; el gusto de
los gobiernos occidentales por la vigilancia y el secretismo no se ha disminuido; el
uso del populismo como herramienta para apuntar contra comunidades en específico y minar el debate civil continúa expandiéndose; y no ha habido mejoría en
otras áreas como la impunidad en Latinoamérica o la apertura en China.
***
El 23 de julio de 2014 falleció el artista guatemalteco Roberto Cabrera
(1939-2014), uno de los propulsores
de la pintura guatemalteca y fundador
del grupo Vértebra.
Una muy buena noticia es que ahora está confirmado Carles Torner como
nuestro Director Ejecutivo. El asumió la posición interina de esta función en
abril. Carles ha realizado una maravillosa tarea en este periodo de transición y
su posición se encuentra oficialmente confirmada. Él es un novelista catalán
reconocido. Posiblemente lo más importante, es que como presidente del
Comité de Traducción y Derechos Lingüísticos lideró el desarrollo de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos.
Presentación
Directorio
E
JUNTA DIRECTIVA 2013-2015
Carlos René García Escobar
Presidente
Karla Olascoaga Dávila
Vicepresidenta
Dennis Escobar Galicia
Tesorero
Gustavo Bracamonte Cerón
Secretario
Eduardo J. Blandón
Vocal I
Marco Antonio Luna
Vocal II
Antonio Arana
Vocal III
CONSEJO EDITORIAL
Dennis Escobar Galicia, Director
Eduardo Blandón
Karla Olascoaga
AUTORES DE ESTE NÚMERO
Carlos René García Escobar, Karla
Olascoaga Dávila, Jorge Estuardo
Molina Loza, Marco Antonio Luna,
Rudy Gómez Rivas, Vicente Antonio Vásquez Bonilla, Arturo Molina
Loza, Diego Alburez Gutiérrez, María Olga Fernández, Antonio Arana,
Dennis Escobar Galicia, Eduardo
Blandón.
DISEÑO
Hernán Guerra Sandoval
[email protected]
centropenguatemala.blogspot.com
Editoras
Editorial PEN
Editora Arizandieta
pen
INTERNATIONAL
ste número de Códice contiene producción literaria de miembros del Centro PEN Guatemala y de colaboradores que han
respondido a la convocatoria y cuyos trabajos han cumplido
los requerimientos de nuestras políticas editoriales.
Aprovechamos este espacio para publicar las instrucciones a los autores. Esto lo hacemos con el objetivo de que las colaboraciones se ajusten a los requerimientos y sean evaluadas en el Consejo Editorial.
Como ya es costumbre en la revista, este número lo dedicamos a otro
genio literario: Julio Cortázar, celebrando el centenario de su natalicio.
Instrucciones a los autores
Revista Códice
Medio impreso y electrónico en PDF que difunde nacional e internacionalmente los trabajos de creación artística (géneros literarios y periodísticos) de
los miembros del Centro PEN Guatemala, así como de colaboradores que de
una u otra manera estén vinculados con la organización.
La Revista Códice, de distribución gratuita, será el medio de divulgación
trimestral que reflejará la creación literaria, el quehacer y la opinión de sucesos
coyunturales relacionados con la libertad de expresión y de pensamiento.
La Revista incluirá secciones con temas relacionados a la producción literaria,
noticias del PEN Guatemala y de otros países, así como del PEN Internacional.
Además entrevistas, comentarios o ensayos sobre temas conexos con el arte,
el periodismo y la literatura. Los escritos deben ser inéditos y estarán sujetos
a un proceso de corrección y edición previo a ser publicados.
Los escritos a publicar no deben exceder de mil palabras en tamaño 12. Enviar
en formato Word. Se aceptarán propuestas para ilustrar los contenidos, pero
las mismas quedarán a total criterio del Consejo Editorial.
La revista contendrá las siguientes secciones:
• Editorial o presentación: reflejará la opinión institucional sobre hechos
trascendentales de la cultura o relacionados con la libertad de expresión.
• Análisis político: opinión sobre temas coyunturales de la cultura, especialmente lo literario o relacionados con la libertad de expresión.
• Espacio literario: inclusión de narrativa, cuentística, poética, ensayística.
• Entrevista: sobre temática literaria o la relacionada con los principios constitutivos del PEN.
• Reseñas de libros: preferentemente de literatura y de autores nacionales.
• Otros: caricaturas, fotografías, pinturas u otras expresiones artísticas icónicas.
Las opiniones vertidas incumben a los autores y al Consejo Editorial.
PEN
editores
Apoyamos la reproducción del material publicado en la Revista Códice,
siempre y cuando se cite la fuente: Revista Códice del Centro PEN Guatemala.
CÓDICE / 3
Avances de la literatura
guatemalteca contemporánea:
La literatura maya*
Carlos René García Escobar
uego de que la literatura
guatemalteca ha recorrido los avatares de su desarrollo escabroso, por
medio de generaciones
de escritores vanguardistas y conspicuos, rebeldes y conservadores a lo
largo del siglo XX, el siglo que ahora
comienza sopla con nuevos aires y,
los avances de las letras en Guatemala refrescan un ambiente ominoso,
tenebroso y sórdido que abarrotó todos los sectores sociales y culturales
del país.
L
La opresión estatal y oligárquica de
todos los tiempos provocó los nacimientos de épocas de escritores comprometidos con su tiempo. A la caída
de la dictadura de Manuel Estrada
Cabrera en 1921 le acompañó el surgimiento de escritores que se rebelaron contra ella y al tiempo se vieron
enaltecidos con el Premio Nóbel 1967
otorgado a Miguel Ángel Asturias. A
la dictadura de Jorge Ubico la acompañaron escritores que la Revolución
de 1944-1954 hizo destacar como los
Tepeu y los de Saker Ti algunos de
ellos en el exilio al entrar la “Liberación” que financió la CIA, cuyo apoyo ideológico a escritores se notó con
la presencia de Luis Cardoza y Aragón. El largo proceso de conflicto armado interno vivido durante 36 años
fue acompañado por una pléyade de
escritores comprometidos con la revolución izquierdista, unos exiliados
y otros confinados a sus posibilidades dentro de la nación. Así termina
4 / CÓDICE
ellos se encuentran jóvenes y adultos. La mayoría hombres.
Intentando una descripción comparativa puede decirse que priva en la
mayoría de ellos, cierta juventud generacional que adolece de distintas
cosmovisiones. Aquellos son occidentalizados y éstos, los mayas, abogan
por la ruptura de la occidentalización
y por la resistencia ideológico-político-cultural que se cifra en una literatura más vernácula vinculada a la tradición oral y al propio proceso histórico como sustento sustancial.
el siglo, con unos Acuerdos de Paz
incumplidos y aun sin resolverse la
crisis social y de todo tipo en que la
hundió el conflicto, con todo y un terremoto catastrófico en 1976.
En este periodo surgen nuevos escritores que proponen una nueva visión
de la historia, que serán en unos pocos años los representantes de una
siguiente cuarta época, que los observadores del fenómeno literario guatemalteco aún no han etiquetado. Se
trata de escritores jóvenes que aun no
presentan una postura histórica sino
su rebeldía, injustificada o no, ante
el proceso histórico y la toma de posición de sus antecesores y, la de los
escritores mayas, aparentemente fuera del contexto. Entre los primeros,
las edades oscilan entre los 18 y los
30 años y, entre los segundos, las
edades son variadas por lo que entre
Cabe citar a Rafael Gutiérrez quien
en el periódico Universidad (No. 120,
Noviembre, 2003, Pág. 6) destaca las
características del actual movimiento
juvenil literario citadino, refiriéndose
a los escritores jóvenes mestizo-ladinos: “Varios jóvenes comienzan a
crear y publicar agrupados alrededor
de proyectos editoriales, impulsados
por un espíritu de ruptura y renovación, algunos con cierta solvencia económica que les permite afianzar relativamente sus publicaciones, otros difunden individualmente su obra a través de revistas culturales que abren
sus páginas a diversas voces literarias. Es el caso de Editorial X y la
revista Tayer, para mencionar dos
ejemplos”. También menciona el rechazo de estos jóvenes escritores a
las formas literarias precedentes: “De
ahí una temática exhibicionista, íntima y por completo ajena a preocupaciones de carácter redentor pero que,
otra vez, resiente el peso de la violencia citadina” refiriéndose al clima de
violencia delincuencial que azota al
país como nunca antes.
En esta marea literaria de nuevo cuño,
cabe destacar la aparición de la literatura que escriben jóvenes, hombres y
mujeres mayas de distintas edades,
quienes después de 1992, cuando se
conmemoraba el V Centenario del
Descubrimiento de América y surgía
en definitiva el movimiento maya
guatemalteco, se destacaban por sus
distintos escritos de carácter poético
y narrativo publicados en su mayoría
con cierta dificultad y ennoblecidos
por el reconocimiento internacional en
casos aislados.
Me refiero a la literatura maya que ha
resurgido en las voces nuevas de finales del siglo XX y que a principios del
XXI, se perfilan como voces literarias
maduras y asentadas en la afirmación
de su propia cosmovisión tradicional
en las voces de los textos tradicionales vernáculos y, modernos a la vez,
uno de sus mayores antecedentes lo
constituye el poeta, cuentista y novelista kakchikel, Luis de Lión.
Algunos escriben en sus idiomas maternos y luego se traducen a sí mismos al español, otros no conocen idiomas maternos y escriben en español.
Y unos pocos escriben en inglés a
causa de los procesos migratorios al
exterior que el conflicto interno les
provocó. La temática de sus asuntos
poéticos y narrativos está vinculada
profundamente con la naturaleza y las
costumbres tradicionales, la mitología local y las creencias cosmogóni-
cas, para lo cual, sus propios idiomas
poseen los vocablos y la fonética adecuadas. En otros casos los asuntos
están relacionados estrechamente con
los procesos de genocidio y etnocidio que el Estado guatemalteco perpetró en las décadas pasadas y que
provocó la perdida de familiares y el
exilio o desmovilización. Todos estos
temas están permeados por un sentimiento de discriminación sociocultural sufrida secularmente en su calidad de grupos humanos en situación
de desventaja ante los grupos dominantes y hegemónicos.
Su literatura surge pues, con estos
denominadores y empieza a alcanzar
el reconocimiento nacional e internacional. Enumero algunos casos de
escritores que en sus obras reflejan el
retorno a sus raíces fundamentadas
en el conocimiento del Popol Vuh y
otros textos vernáculos, como fuente primordial de acopio.
Luis Enrique Sam Colop, quien
como antropólogo lingüista creó una
versión poética k’iche del Popol Vuh
y se dedicó profundamente a los estudios lingüísticos y sociológicos de
su cultura k’iche desde los años setenta.
Humberto Ak’abal quien poetizó magistralmente la tradición oral de su pueblo k’iché y ha publicado la mayor parte
de sus encuentros poéticos cosmovisionales en idioma español, lo que le
ha valido el reconocimiento internacional y nacional, siendo reconocido
Luis Cardoza y Aragón.
como Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2003.
Luego siguen otros escritores y escritoras mayas de distinta índole étnico cultural, tales como Víctor Montejo, Santos Alfredo García Domingo, y Gaspar Pedro González, kanjobales; Rolando Umul, Leonel
Jurakan, y Maya Cu,
kachikeles; y David
Lux, k’iche, y otros
que se están significando en ese proceso de
reencuentro con sus
raíces ancestrales.
Leonel
El signo que identifica Jurakan.
a los escritores mayas contemporáneos
guatemaltecos es precisamente su búsqueda y reencuentro con las raíces culturales ancestrales, como una forma
de resistencia idiosincrásica frente a la
secular dominación del poder hegemónico de raíz occidental.
La literatura guatemalteca en consecuencia, deambula en los reencuentros que se suscitan entre escritores
jóvenes, que se alzan presentando una
imagen propia de la historia displicentemente aprehendida a partir de la vorágine de desencanto por lo sufrido y
los nacientes escritores mayas que en
la misma vorágine que aparentemente intentan rescatar sus lazos perdidos desde el pasado.
*Ponencia presentada ante el 1er Congreso
de Las Américas en el marco del 69
Congreso del Pen Internacional en Ciudad
de México, noviembre 2003.
CÓDICE / 5
Los hombres
no lloran*
Karla Olascoaga Dávila
P
one las luces de parqueo, se quita el cinturón de seguridad, saca
las llaves y mira por el
retrovisor. Walter sale
de su fábrica de bolsos típicos y lo
espera al lado del Kia.
Manuel, apresurado y contento
porque le acaban de entregar su
nuevo DPI, baja del carro, saluda
a Walter, abre la maletera y le dice:
-Estos son los güipiles de que le
hablé- y abre el paquete para verlos y enseñárselos. Cuando abre
la bolsa negra, su olfato percibe
ese olor a humo, a leña, a pueblo;
ese olor que le acompañó mientras vivió en el altiplano. Le entrega la bolsa a su interlocutor
junto con un postit con su número de celular, le da la mano y se
despide.
Manuel se sube al carro, enciende el motor y empieza a viajar en
el tiempo. Recuerda la sala de tribunales y al montón de gente mirándolo con rabia, con odio. Se
recuerda a si mismo pasando entre esa multitud y sintiendo ese
mismo olor a humo, a leña. Se recuerda saliendo airoso de esa
batalla contra la bestialidad humana. Los matones montoneros
cobardes no le dan miedo, pero
su recuerdo de ese olor ahumado
6 / CÓDICE
como algo familiar y cálido desapareció ese día. No odia porque no
sabe odiar, pero no olvida. No olvida que por denunciar a los matones puso en peligro a su familia y
se puso en peligro él.
Sus recuerdos y su mundo interior
han estado plagados de esa memoria olfativa desde siempre. Lo sabe
como sabe que el olor de los marcadores de alcohol le recuerdan a
su hermana muerta, le recuerdan
a esa despedida a medias .Manuel
era pequeño, tenía entonces cuatro años. Sus padres invadidos por
el dolor ante la irremediable enfermedad de Ana, su hermana mayor,
lo apartaron de su lado justo al final.
Se recuerda jugando en los orificios
de las cerraduras de las puertas, incrustando muñequitos de plástico en
los espacios vacíos de esas cerraduras metálicas y se recuerda hablando solo. Recuerda su ansiedad
por ver a su hermana. Recuerda la
puerta cerrada de la habitación de
Ana. Recuerda su tristeza y el rostro pálido de su madre, perdida en
un dolor sin tiempo.
Luego de casi una semana, la
abuela le permitió estar con su hermana. Ana pintaba ese día en unas
hojas grandes. Ella dibujaba increíblemente bien para sus ocho años.
Manuel sintió una gran necesidad
de abrazarla pero se contuvo al
verla con uno de sus ojitos tapados por un parche. Y esa mañana
aspiró sin remedio el olor a alcohol que emanaba de los marcadores con que dibujaba su hermana
enferma.
Ella sonrió mucho al verlo y le hizo
un lindo dibujo: alguien que parecía un ángel abría los brazos hacia
el cielo mientras que otro personaje (que sin duda era un ángel) le
abría los brazos para recibirlo. Ana
le entregó orgullosa su dibujo. Manuel lo vio, lo olió, lo abrazó contento y le sonrió a su hermana
como un gesto de gratitud, sin saber que esa sería la última vez que
la vería.
Manuel maneja distraído su Kia,
no ve semáforos ni luces, ni gente, sólo ve obstáculos sin color ni
nombre, que va sorteando uno a
uno. Ya el olor ahumado ha desaparecido del carro y sin perca-
tarse empieza a hablar solo como
antes, como cuando era un niño:
pla a su pequeño hijo como un ovillito de su propia existencia. Y sus
ojos se iluminan.
-¿Por qué me apartaron? ¿Por qué
me quitaron ese preciado tiempo
para despedirme de ella? ¿Por qué
lo único que me queda de mi hermana es ese olor que me recuerda a la muerte? ¿Por qué todavía
la lloro? ¿Por qué?- se dice sin
consuelo mientras su vista se obnubila por las lágrimas.
- Los hombres no lloran- decía su
abuela y lo repetían su madre, sus
tías, sus primos.
Y vuelve a contestarse en voz alta,
metido en el carro sin ver el retrovisor ni las luces, ni las sombras ni
la tarde que se va haciendo densa
en su corazón atribulado:
-Los hombre sí lloran, los hombres
sí lloramos porque todo ese río de
Manuel traga saliva, se pasa el antebrazo por delante de esos ojos
llorosos y abre todas las ventanillas del Kia para que entre el olor
de la calle, el olor a tierra mojada,
el olor a vida, a humo de camionetas, a ciudad interminable.
dolor debe ir a parar a alguna parte. No puede quedarse estancado
en un perfume sin final- y respira
fuerte, profundo.
Ha empezado la lluvia, Manuel ha
caminado mucho por el mundo. Tiene 34 años y ya se siente viejo. Ama
la vida y se aferra a ella. Se siente
humano cuando recuerda. Se siente humano cuando ama, cuando
vive, cuando llora, cuando contem-
Abre las ventanillas para que entren todas las lágrimas del cielo
que esta tarde se empeñan en
acompañarle.
*Cuento ganador del primer lugar en el
TERCER CONCURSO DE ENSAYO,
POESÍA, CUENTO CORTO Y CUENTO
POLICIACO en homenaje a Juan
Fernando Cifuentes, organizado por la
Facultad de Humanidades y el Departamento de Letras y Filosofía de la
Universidad Rafael Landívar.
SÚPLICA
Jorge Estuardo Molina Loza
racias por venir. Te pedí un capuchino.
Supongo que todavía es tu favorito. Claro, después de seis meses podrían cambiar tus gustos. Imagino que sabrás por
qué te he citado. Sí, mi vida se volvió un
desastre. Ya no escribo. Sólo trabajo como estúpido.
Eso me hace me-nos atractivo para vos, lo sé. La ira
de cuando te encontré en nuestra cama con alguien,
quedó pequeña ante esta pena, este dolor. Casi la hace
desaparecer. Fui un patán, lo sé, pero la vida se me
derrumbó. Y ahora, no puedo más. Pensé mucho en
dar este paso, pero concluí en que no tenía otra opción.
Lo poco que me queda de razón me gritaba que no, que
no fuera idiota. “¿Cómo podés ponerte en esa situación ante ella? —me decía—. ¿Cómo podés ponerte
G
de entrada en una posición tan débil? ¿De qué te sirven las experiencias anteriores? Acordate de tu relación con Virginia, que te agarró como trapo sucio. Y tu
dignidad, ¿dónde está? ¿Y tu autoestima?” La dignidad… la dejé tirada no sé dónde. La autoestima…
bajo tierra. Decirte que volvás conmigo sería mucho
pedir. Lo sé. Sólo vengo a pedirte cualquier migaja. Lo
que me querrás dar. Será suficiente. Estoy seguro. No,
no digás nada. No ahora. Pensalo. Necesito terminar
mi poemario. A cambio —mirá qué ganga—, prometo
escribir todos los poemas para vos. Serán tuyos. Van
a ser los mejores, lo sé. Acepto todo. Inclusive que
sigás con ella.
CÓDICE / 7
Si grito ¿alguien me escuchará
al otro lado de esa niebla?
Maco Luna
L
a bruma dibuja una silueta: harapos de lágrimas y nostalgias son su
ropaje y por manto lleva un escalofrío.
Es la muerte, que en son de suspiro
le dice al oído: Te vengo a traer,
maestro, pero por ser vos te doy la
oportunidad de que escojás cuándo. Eso sí, espero que no lo sepa
nadie, mucho menos la fuerza del
sino.
El artista apenas se vuelve y en
medio de un bostezo se levanta y le
cede la silla a la fatal visitante: Por
fin puedo hablar con usted señora,
lo malo es que estoy bien ocupado.
Tengo que terminar mi novela porque la editorial ya me puso un ultimátum, además, estoy haciendo el
programa de mi próximo concierto.
Vos siempre tan ceremonioso e irreverente a la vez. No sé si reírme o
sentir pena. Pero tal vez eso me
atrae de vos.
Eso de que le atraigo me aterra, y
estaría jodido que le correspondiera. Podemos, eso sí, ser buenos amigos. Imagínese la fama que ganaría
si fuera el primero que platica con
la muerte. Por supuesto, nadie me
lo creería.
¡Siempre deseando que te admiren!
Yo he sido una de tus fanes, de la
música y de las letras.
8 / CÓDICE
No le creo…
Sí. Muchas veces detuve mi eterno
trabajo para verte vivir el rock. Me
llegaba un resto cuando cantabas
Never Say Die de Black Sabbath
¡era mi rola! A veces hasta te envidiaba. ¡Ah, cómo te aplaudían! Incluso te quería llevar y hacerte mío.
¿No sentiste mi presencia cuando
bailaba entre la mara?
Nunca yo siempre le di la espalda.
Lo mío es la vida.
Pues allí estaba con diadema de flores y mis caites de llanta. Me subía
al escenario pero nunca me sentí
deseada. En cambio vos, tan cercano a mí pero tan inalcanzable. Si no
te llevé al castillo de niebla fue porque quería ver el final de la novela,
quería verte saltar al abismo, como
hacen los artistas en busca de su
estrella.
Alguna vez quise hacerlo y dije que
ya me había inscrito en la gran carrera de las cajas de pino, pero de
eso hace mucho, me sobrepuso el
amor. Es más, uno comienza a morir
cuando renuncia a sus sueños, todo
cuanto se lleva a la boca tiene sabor
a nada.
El amor y los sueños… ni me toqués
esos temas porque entonces pospondría la partida otra vez. A ver, haga-
mos un trato ya, pues me tengo que
apurar. ¿Sabías que gracias al tiempo que llevamos platicando se han
salvado muchos pelones? Establezcamos un acuerdo, así, de buena
onda. ¿En qué mes te querés morir?
¿Te parece enero?
No, enero no, porque el año aún está
en capullo y yo me he quedado en
una nota larga, como si un disco se
quedara atascado entre mis fantasmas. Y si no puedo recordar las notas del principio no consigo acabar
la melodía de mi sueño.
Entonces, ¿febrero?
Okey, te espero para julio.
No, por favor, llueve mucho y la gente no iría a mi entierro.
¿Agosto?
No, agosto es un lindo mes para nacer, no para morir.
En septiembre no hay nada importante, y ya me estás sacando de onda,
maese.
Septiembre trae viento del norte, y
yo tengo mi vela desplegada hacia
el sur. Le advierto de que el aire
rugirá si me voy en el noveno.
No, no me gusta la ambigüedad del
bisiesto. Es humo amarillo que se
restriega el hocico en los cristales
para lamer los rincones de mi atardecer.
¿Se imagina a la familia, pasar la
Navidad entre suspiros y añoranzas?
No cabe duda de que para vos
cada día es un pretexto para vivir. Eso es bueno para los motivadores, pero no saben que gente como vos me la pone difícil,
sin embargo, no puedo tirar al
suelo mi reputación de irremediable y no me vas a convencer.
Así ha funcionado el mundo desde siempre, y en vista de que no
pude llegar a ningún acuerdo, ya
desconecté tu guitarra.
Muy bien. ¿En marzo?
¿Por qué me querés arrancar esta
primavera que pinta de flores los
campos y llega a mí con un brillo de
luz y de aire?, es precisamente este
florecer el que me lleva a bailar con
las musas.
De acuerdo, te propongo abril.
Lo siento, pero no tengo abril, no sé
quién me lo robó.
¿Y mayo?
Sería injusto que mi madre derramara crisantemos sobre mi tumba y
que el cielo en lugar de zompopos
enviara gotas de lamentos.
Sabía que te ibas a agarrar de eso.
Junio, pues.
Jamás: el cielo lloraría más de la cuenta y la lluvia, desesperada, hundiría
barquitos de papel en las calles.
Ah, buena, ahora te la llevás de profeta. A ver qué te inventás para octubre. ¿Qué le pasa, doña muerte?
Soy revolucionario y ese mes es intocable, ni aunque me lo pintara de
azul y le tapara la luna.
Mejor ya ni te pregunto… aunque,
por curiosidad, ¿qué hay en noviembre?
Ni lo piense. Noviembre es mes de
muertos y los cementerios se atestan de visitantes. No se puede ni
entrar, las almas limpian los cristales del recuerdo y se enredan en el
velo inmóvil de la nostalgia. Además, ya no me gustan las aglomeraciones.
Espérese señora, una última molestia :si grito, ¿alguien me escuchará al otro lado de esa niebla?
¡JAJAJAJÁ!
Una sombra camina a su lado
con sigilo, como si estuviese descalza no se oyen tacones ni sandalias. Un jirón de niebla le roza
la mejilla… el quejido del viento aúlla y forma un remolino que
con fuerza lanza un platillo de
la batería contra la pared y luego lo deja caer al suelo en medio del estruendo como buscando un último ritmo. El címbalo
gira y gira hasta que el bamboleo muere en un tenue vibrar…
¿Quién concluirá la novela?
¿Quién vibrará con el fuerte canto del rock?
Bueno –viendo su reloj– Se te acabó el año y llegaste a diciembre.
CÓDICE / 9
I
Sentado en la silla
recorro una y otra vez mi frente
el tiempo se desvanece entre mis dedos
asesinos
complacientes
irreverentes
acaricio mi cabello
testigo mudo del tiempo.
La vida
inquebrantable ruta hacia la muerte.
La carcajada es más libre.
II
Intento atrapar las hojas caídas
el viento trata de sacarlas de su viaje
aletargado
el otoño es un fantasma
las hojas reiterados fantasmas
el viento es un fantasma
la flor que nace de la hojarasca es un
fantasma.
En mí se cristaliza la exacta conjetura de la
muerte.
III
En mí se funde
toda la esencia de lo real.
Dios es un mito.
Creo en la muerte.
IV
Los úteros lloran
la muerte malogra su obra.
V
Dios trata de exorcizar a la muerte
a cambio nos promete un paraíso
que hasta ahora nadie ha visto
en todo caso
la muerte se vale de artimañas
para que al final terminemos creyendo en dios
como centinela la muerte nos observa
y aplaude su victoria
de cómo nosotros y dios
caemos de culo entre sus brazos.
le arrebato al olvido su resplandor oceánico.
Este drama termina cuando muero en los
laberintos del espejo.
VIII
Libros viajeros
calcetines olvidados
asesinos conDones
z
ropa
p
a
t
o
s
papeles testigos
pequeñas cajas.
Todo está en su lugar.
Desde la ventana
la muerte se contempla mejor.
IX
¿Qué es el tiempo
ante la esencia nimia de mis huesos
y de mis carnes?
El vaso ha quedado vacío.
X
La tarde está gris
mi pensamiento aun tiene luz
el pentagrama de reiteradas ciudades
fantasmales me consume.
XI
La sangre se bebe
el vodka se desperdicia
la leche ausente en vasos de papel
la pintura nos desdibuja
me bebo a sorbos esta muerte.
VI
El día se me regala sin medias tintas
sin complejos de mercado
sin perfumes baratos.
El día se me regala
dejando a un lado la escuálida conciencia
me asalta la alarma de la muerte
finjo ser alguien.
El llanto en la noche cada vez se hace más
fuerte.
XII
En esta ciudad polvorienta
la risa se esconde
se vende al mejor postor.
En esta ciudad empobrecida
con sus afiladas garras
la risa carcome las ganas
dibujando rostros caricaturescos.
En esta ciudad ausente
la risa asesina amaneceres
planta abismos multicolores.
En esta ciudad desvencijada
la risa desconecta realidades
improvisa circos.
En esta ciudad
la risa
es polvorienta
empobrecida
ausente
desvencijada.
VII
Recojo estrellas
mi cómplice la lluvia
recorro calles deshabitadas que no llevan a
ninguna parte
afloran recuerdos fantasmales que nublan la vista
XIII
Esta nostalgia de estar vivos
de quedarnos sin sabores en la boca.
Esta nostalgia de estar vivos
de romper fantasmas en reiterados espejos.
Esta nostalgia de estar vivos
10 / CÓDICE
Imperecede
Rudy Gómez Rivas
de derramar fragancias a granel en cuerpos sin
vida.
Esta nostalgia de estar vivos
de corrompernos rutinariamente las sienes
los ojos
los oídos
las manos
Esta nostalgia de estar vivos
Cristina esta nostalgia de estar vivos.
Esta nostalgia de estar vivos.
XIV
Vagabundos ojos
orgásmica esencia de estar vivos
boca oceánica
que pregona mi desnudez de siglos
en mis labios se calcinan palabras por (no)
saberme hombre.
XV
Ante la tv me persigno
recojo la sangre derramada en el concreto
con ella pinto realidades menos crueles.
Las flores se esconden en las heridas de su
corteza milenaria.
El niño comprende que el llanto no le sirve de
nada
saca la ametralladora
asesina a la inocencia.
La puerta se cierra.
Las sombras de la noche se ahogan
en las charcas dejadas por la lluvia.
Los perros sin patas se arrastran
lamen mis botas de charol
con el control de la tv en mano soy el dueño
del mundo
iluso creo serlo.
XVI
Durante el día lucho contra todo y contra
todos
revelo datos
estrecho manos muertas
finjo apretadas sonrisas
firmo papeles
la lluvia cae
no me moja
traspaso la puerta como experimentado
espectro.
Sentado a la orilla de la cama
la lluvia soy yo.
XVII
Ríos flores azules
despeinados vientos
amigas guitarras
era muerte
insospechados labios semillas que cantan
ángeles amaneceres ¿Seré un ángel?
Niños astronautas
planetas pechos que
amamantan
caminos que desgastan al tiempo
besos que te marcan caminos
pájaros invisibles que buscan el alba
muerte no me confundas
mejor
abrázame fuerte.
XVIII
El tiempo se desboca
se aniquila
se erige
construye monumentos
El tiempo
pájaro valiente que libra
batallas
El tiempo tormenta
desnudez de siglos
abundancia
ausente grano
El tiempo
canción de luna
estocada de
luz
anticipada sombra que me esfuma.
XIX
Tétrica realidad
se paga por ver
por tener
por fingir
escuálidos cuerpos
fantasmas a medias.
Las mariposas alzan el vuelo.
XX
Cementerios vacíos
vacíos vicios
vicios aniquilantes
aniquilantes ciudades
ciudades abundantes
abundantes cabelleras
cabelleras sedosas
sedosas sábanas
sábanas compañías
compañías noches
noches perras
perras fieras
fieras vaginas
vaginas calientes
calientes tormentas
tormentas de muerte donde se erige mi
desnudez.
XXI
Las calles inmensos circos:
domadores
equilibristas
saltimbanquis
trapecistas
que no saben si yacen muertos
o vivos en las nimias redes de la vida
payasos
magos
¿Qué soy?
La muerte grita
revive lejanos exilios.
XXII
Hay inquilinos
que me habitan las manos
con las piedras tallan una y otra vez
los tristes fantasmas que somos.
El perro como inquilino me observa
juega con su cola
que por momentos me seduce
es su carcajada
tormenta espejo.
El perro me observa
y en su monólogo triste
me deja saber que él es perro
y que yo
soy las cenizas que la lluvia diluye.
XXIII
Ese es el estereotipo
ella es ella, estela
elocuente
escogida
elegante
enfermera en espera
espectadora enferma
escuálida
exiliada
excomulgada
ella es ella, elena
esbozo escueto
esquelética
embudo
engañada
elenco
espectadora
enero
exposición
enhebrada explicación
está endosada.
Ellas escombros
efímera existencia.
XXIV
Trágicos horizontes sin nombre
Luz transparente que siembra palabras
en los obscuros surcos de memorias
ausentes
sin tiempo
Pájaros que trasnochan sin luna
Mariposas que se destiñen en aguas
transparentes
Desnuda nostalgia riéndose de la alegría
Efímera ensoñación de labios apagados
que trasnochan en hogueras llenas de frío.
XXV
El amor intenta sobrevivir
en medio de esta vorágine social
iluso
regala caricias que mueren al ritmo de cirios
da besos en la boca agria del destiempo
intenta aniquilar relojes
que le marcan el paso
no encuentra el momento preciso
para sucumbir a plenitud
sin ataduras.
Al final de la jornada
lo convocamos y nos cubrimos con sus
harapos.
XXVI
Mis dedos cual lámparas modernas de neón
buscan mi cuerpo
espantados corren
y se resguardan detrás de la puerta de mi
amarilla infancia.
Planean la estrategia de como remendar
las múltiples heridas de la efímera jornada.
XXVII
Las rosas
brotan de oscuras piedras
que el silencio le roba por instantes a la
noche,
las rosas
labios frescos que el amor hace reventar
para mostrarse plenamente,
las rosas
suspiros alegres que muestran el color del
viento,
las rosas
niños ausentes de madres también ausentes,
las rosas
efímera ensoñación de la lluvia al despertar el
alba,
las rosas
fuego intenso que emana de la tierra
para mostrarnos que tan efímeros somos.
XXVIII
No pretende ser la esencia fugaz de días apagados
no pretendo reducirme a cuatro letras de mi
nombre
que ya no me nombran
no pretendo convertirme en sombra difusa
en medio de días también difusos
no pretendo ser ave migratoria
que se resguarde en la mítica piedad agnóstica
no pretendo ser río caudaloso
que transite en laberínticas noches sin cauce
tan sólo quiero ser polvo entre el polvo
efímero entre lo efímero
nada entre la nada.
CÓDICE / 11
El certamen literario *
Vicente Antonio Vásquez Bonilla
E
l escritor se presentó al concurso mundial de microficción con el cuento: Asombro, cuyo texto
completo era:
¡Oh!
¡Y ganó!
Cuando el jurado internacional, formado por literatos de
renombre dentro del universo de las letras, dio a conocer
el resultado, una cortina de incredulidad cubrió al mundo
intelectual.
Muchos académicos exigían explicaciones.
El presidente del jurado pidió calma y procedió a exponer
las razones que los llevaron a tomar la colegiada decisión.
—Cuando abrimos el folder que presentó el concursante
al certamen de microcuentos, encontramos un solo folio
que mostraba el título, el seudónimo del autor y, a continuación, en el centro, una sola palabra: ¡Oh! Nos vimos
con sorpresa e incredulidad.
»Al principio pensamos que se podría tratar de una broma de mal gusto que reñía con la seriedad del evento.
Luego, por aquello del peligro de los juicios a priori, buscamos dentro del sobre en que venía el trabajo presentado, por si se habían quedado algunos papeles dentro de
él, pero no encontramos nada.
»Le dimos vuelta al folio y tampoco había algo al reverso. Inclusive, recordando a artistas que han escrito extensos textos en la cabeza de un alfiler y aunque parezca
broma, tomamos una potente lupa y buscamos en los cuatro cantos de la hoja de papel, con
resultados negativos.
»Íbamos a tirar la hoja a la basura,
cuando pensamos que no podía ser
que el escritor que acudía a un concurso de tanto prestigio se burlara
de nosotros y que debía de haber
algo más, que de momento escapaba a nuestra comprensión; así
que analizamos el texto.
12 / CÓDICE
»Después de
largos debates,
llegamos la conclusión
de que se trataba de un
cuento de contenido implícito, con
inicio abierto y con final abierto y de ser factible, si se
deseaba, hasta con un posible desarrollo abierto, aunque
en ese caso dejaba de ser un microtexto. Algo que no se
había hecho antes. Algo que un valiente escritor y libre
de complejos, se atrevía a plantear y que de paso estaba
señalando un nuevo camino dentro del mundo de la literatura y que podría llegar a formar escuela.
»Las posibilidades estaban allí, a la vista, para la libre
interpretación de los lectores, cada uno de ellos podría,
en su mente, imaginar las acciones previas que dieron
motivos para ese expresivo ¡Oh!, y luego seguir con el
final abierto, hasta donde se quisiera, sujeto a mil y una
interpretaciones. O sea que el autor de Asombro, con
inteligencia, hace participar al lector de la actividad creadora y estimula su imaginación lúdica, dramática… según su experiencia de vida o fantasía.
»Al descubrir esa riqueza de caminos a seguir y el alcance del escritor para buscar la complicidad creativa del
lector, aunada a su asombrosa capacidad de síntesis, nos llevó a darle, por unanimidad, el premio.
Ante la explicación del docto jurado, el mundo intelectual maravillado por la profundidad del genial y
valiente autor, aceptó el veredicto
sin ninguna muestra de desagrado y
es más, la alabó.
Dado el resultado del acontecimien-
to y la aceptación general del mundo intelectual, el microcuento vino a
ser como el detonante para que surgieran múltiples ensayos, tratados y
tesis doctorales, analizándose en
cada uno de esos trabajos, las consideraciones planteadas por los miembros del tribunal calificador, que de
paso, vale decir, alcanzaron fama internacional, en donde se señalaban las posibilidades infinitas a que daba lugar el laureado cuento.
Aún hoy, siguen corriendo ríos de tinta, tratando de agotar los múltiples caminos que recorre la imaginación en
todas las direcciones del antes y el después del ¡Oh! que
virtualmente plantea el sesudo cuento.
Debido a la multiplicidad de lectores y del vasto universo
de la imaginación, las prehistorias plasmadas por cada
uno de ellos, vienen a ser como los rayos de luz provenientes de infinitas estrellas que llegan a converger al
famoso punto: ¡Oh! Y luego, después de aprovechar esa
maravilla de síntesis, salen con nuevos ímpetus para ingresar por la puerta del final abierto que presenta infinitas bifurcaciones que conducen al desenlace deseado por
cada lector. Y como si fuera poco, el ¡Oh! que forma el
total del cuerpo del microrrelato, si se desea, por no ser
una camisa de fuerza que limite la imaginación creadora,
podría pasar a ser el comodín de una historia central, en
el que, como lanzadera, se puede desplazar a lo largo del
nuevo cuerpo narrativo, ocupando uno o más de los movibles lugares dentro de una variable extensión, tal como
se le pueda ocurrir al soñador lector.
Esa es la inimaginable riqueza a que da lugar ese milagroso microcuento.
No cabe duda que, ante tanta sabiduría literaria implícita,
debe de haber sido Ganesha, el
dios hindú de las letras y de la sabiduría, quién con su poder ilimitado, iluminó el intelecto del laureado escritor y guió al jurado por los
caminos del culto dictamen.
Como anécdota, nunca falta alguien que presume de lector y es
incapaz de tocar un libro. Así, en
una reunión social, en donde se discutían temas literarios, escuchamos a una de estas personas a la
que le preguntaron:
—¿Leíste el cuento que ganó el concurso del que hablamos?
Y el engreído, dándose aires de intelectual, respondió:
—Lo estoy leyendo, pero no lo he terminado.
Varias sonrisas burlonas rodearon a su respuesta y ni se
dio por enterado.
Yo pensé, «éste, irá por el signo de admiración que abre
el texto o ya avanzaría hasta la “O”», porque es sabido
que algunas personas se toman su tiempo para leer y
otras, aunque no viene al caso, para comprender lo leído.
Es del dominio público, que se haga lo que se haga, se
diga lo que se diga, siempre habrá algún inconforme y en
un concurso literario, con mayor razón. Los resentidos
perdedores siempre dirán que su obra era mejor y que
debería de haber ganado o que el concurso estaba arreglado y mil cosas más. Así que un fulanito sin mayor
talento anda pregonando que su microcuento: Incógnita,
cuyo texto era simplemente:
¿Y?
Era más corto que el premiado y que abría la misma gama
de posibilidades que el del ganador y hasta podría haber
llegado a ser considerado como el cuento más corto de la
literatura.
Sin embargo, las bases del certamen rezaban que la decisión del jurado era inapelable y además, el docto cuerpo
calificador, llegó a considerar que el enunciado: ¡Oh! de
asombro, tenía mayor riqueza expresiva y peso que la
simple supuesta curiosidad que planteaba: ¿Y?, lo que
justificó su decisión.
El perdedor frustrado, agrega, que
ya no podrá presentar su obra en
otro concurso, porque ha dejado
de ser inédita y como consuelo,
añade, que nadie se la podrá plagiar, porque ya es hartamente conocido que él es el autor y que
cuenta con los derechos legales y
morales que le reconoce la ley de
la materia.
*Cuento destacado por la Sociedad
venezolana de arte internacional.
CÓDICE / 13
Historias vividas
Carlos Arturo Molina Loza
as mujeres siempre me fascinaron. Mis recuerdos de
infancia están poblados de
figuras femeninas. Me basta con cerrar los ojos para
transportarme a la escuelita
de párvulos y sentir la presencia perfumada de la seño Silvia. Era blanca, parecía de porcelana, olía a talco. Usaba unas
faldas largas y anchas. Muchas veces
nos dejó con la boca abierta al girar en el
centro de la clase. A mí, además, me cortaba el aliento. Comenzaba despacito y,
poco a poco, aumentaba la velocidad. Con
esto las enaguas subían en cámara lenta,
milímetro a milímetro, e insinuaban el comienzo de sus muslos.
L
Eso encendía mi fantasía. Un día en que
había hecho unos de sus teatrales giros
no me contuve y le pregunté: «Seño, ¿con
una falda de esas usted podría lanzarse
del Cerrito del Carmen y aterrizar como si
tuviera un paracaídas?» No sabría decir
cuál fue su respuesta, pero sí tengo presente su gesto: sonrió, se aproximó y me
pasó la mano por el cabello con cariño.
El Cerrito era para mí un Himalaya. Desde
sus alturas se dominaba la tierra y lanzarse desde su cima se me antojaba una hazaña sobrehumana. Soñaba con la seño
Silvia bajando graciosa hasta el suelo.
En la escuela primaria tuve otras profesoras. Muy pronto me di cuenta de que era
capaz de llamar su atención e, inclusive,
de seducirlas. Me aplicaba en los estudios, me interesaba por las materias, hacía mil preguntas. En quinto de primaria
nos dio clases la señorita Mónica. Era
morena, de ojos verdes y cabello rizado,
tenía decenas de resortitos colgantes que
14 / CÓDICE
Et, quand il arrosa une dernière fois la fleur,
et se prépara â la mettre à l’abri sous son globe,
il se découvrit l’envie de pleurer.
— Adieu, dit-il à la fleur.
Le Petit Prince
Antoine de Saint-Exupéry
se movían todo el tiempo. Me sentaba
justo frente a ella para verle las piernas.
Usaba faldas talladas y cortas, sus rodillas eran redondas y lisas. Cuando alzaba
los brazos y mostraba sus axilas depiladas me hacía perderla concentración.
Hubiera querido levantarme y abrazarla.
Lo curioso es que no recuerdo haber sentido atracción por ninguna de mis compañeras. Muchas me parecían lindas, pero
eso nunca significó que me atrajeran.
En quinto curso tuve clases de francéscon mademoiselle Claudette. Era muy bella, me cautivó de in-mediato. El dominio
de esa lengua se transformó en mi objetivo principal. Me metí en la cabeza que
debía aprenderla cuanto antes. En las clases no me perdía ni uno de sus gestos, me
encantaba verla pronunciar la u y la e. Su
boca, transformada en un encantador círculo carmesí, emitía aquellos sonidos,
mezclas de u con i, de u con e, que para mí
eran música. Ella no tardó en percibir mi
empeño y celebraba mis progresos. Sus
elogios me hacían estremecer. Muchas
veces tuve la impresión de que daba la
clase para mí.
Gracias a ella me interesé por la música
francesa. Conocí a Jaques Brel, a Charles
Aznavour y, claro, a Edith Piaf. A veces
me sorprendía tarareando «La vie en
rose»: «Et des que je l’aperçois alors je
sens en moi mon cœur qui bat». Por las
noches imaginaba mil maneras de abor-
darla. En mis pesadillas el año acababa y
nunca más la volvía a ver. No quería perderla.
Casi me desmayo un día en que, al terminar la clase, y cuando ya todos los demás
alumnos habían salido para el recreo, se
aproximó y me entregó un libro: «Tenez,
je suis certaine que ce livre va vous intéresser». Sentí el roce de sus dedos en mis
manos, se me nubló la vista, casi no consigo decirle nada. Sólo balbuceé un «mercibeaucoup mademoiselle Claudette».
Sentía las mejías hervir y las piernas temblar. Pasaron varios segundos antes de
que me diera cuenta de cuál era el libro
que tenía en las manos: Le Petit Prince,
de Antoine de Saint-Exupéry. Esa noche
no dormí. Leí sin entender, me contentaba con sentir. «Ya llegará la hora de comprender y saborear su contenido —me
repetía— por ahora me basta apreciar el
sonido de las palabras». Al leer tenía la
impresión de oír a mademoiselle Claudette recitar, una por una, las frases del libro.
El Principito aún tiene su voz.
La llegada del fin de año —a pesar de que
se suponía que debía alegrarme por mis
buenas notas, por mi graduación— me
provocó una profunda nostalgia. Mi nueva vida, el ingreso a la universidad y el
mundo que se abría delante de mí, no podían compensar mi desconsuelo. Sabía que
dejaría de ver amademoiselle Claudette.
Eso representaba una pérdida irreparable.
Mi congoja pasó por un momento de tregua en la fiesta de graduación, pues ella
estuvo presente. ¡Cómo me hubiera gustado sacarla a bailar aunque fuera sólouna pieza! Momentos antes de irse se acercó. Tuve la misma sensación que el Principito al despedirse de su Rosa. Mademoiselle Claudette me abrazó y me dijo al
oído: «Llevaré en el corazón tu recuerdo.
Has sido, Ángela María, más que una
buena alumna».
Mis amigos del Death Squad
Diego Alburez Gutiérrez
¿
Qué puedo decir? Nunca fui
buen estudiante. Después del
bachillerato pasé dos años en
una universidad privada, pero
eso nunca fue lo mío. En general, disfruté de una vida cómoda, empañada únicamente por la posibilidad de
ser secuestrado, torturado y amanecer
distribuido en pedacitos por la ciudad.
Y no es que fuera una persona importante o algo así, simplemente tuve la
ocurrencia de nacer y crecer en Guatemala. De niño escuchaba las historias
de guerra que contaba mi papá y por
las noches soñaba que me desplazaba
en una camioneta blanca recolectando
comunistas, a quienes imaginaba como
monstruos con uñas largas y dientes podridos.
cabo una labor cívica. Por ese entonces comenzamos a explorar la zona 1,
que resultó ser ideal para nuestras operaciones. Como nadie conocía el área,
las primeras noches fueron verdaderas
aventuras. Una noche nos perdimos en
la zona 6 y terminamos en el Puente
Belice convencidos de estar llegando al
puerto.
Con el tiempo, llegamos a conocer la
ciudad y cada quien se especializó en
un área. Yo llegué a ser el coordinador del grupo y casi no salía a las calles. El Gordo se encargó de las relaciones públicas y los trabajos de movilización-desaparición. Estela eligió el
trabajo físico. Quién lo hubiera dicho:
Estela tan frágil y bella, un as con el
revólver.
Pero realmente todo comenzó el día que
conocí a mis amigos del Death Squad:
el Gordo y Estela. Ellos, como yo, estaban sumamente preocupados por la
podredumbre moral de nuestra sociedad. El resto es historia. Desde el inicio
nuestra mayor preocupación fue hallar
un nombre que nos representara. Estela recordó un cierto Ejército Anticomunista. Lo consideramos, pero en cambio optamos por Death Squad, más
moderno y juvenil.
La economía siempre fue nuestra mayor limitación. Constantemente hay
materiales que adquirir, paquetes que
desaparecer: precauciones necesarias.
En una ocasión llegamos a necesitar
treinta mil billetes al mes. Era algo imposible, hasta que tuvimos nuestra propia gran idea: los auto-secuestros. En
pocos días caímos uno a uno en nuestras propias manos hasta que no quedó ya a quien secuestrar. En lo personal, logré negociar con mis padres una
herencia adelantada. Tras eso, mi fingida muerte (el rescate había sido in-
—Donde pongo el ojo... —dice con
una sonrisa pícara que me vuelve loco.
Cuando capturamos a alguien, se entretiene con él por horas en el sótano
de nuestra oficina. Después se arregla y salimos a tomar un café a Saúl.
No conozco los detalles y no me interesan.
suficiente) fue inevitable. Con el dinero al fin compré la camioneta blanca
de mis sueños. El resto lo usamos en
varias operaciones precisas: ninguna
huella, ninguna sospecha. Aquí no pasó
nada.
Desde el inicio adoptamos un estricto
código de conducta y una lista de acrónimos que nos hizo sentir como en un
videojuego. Como en Grand Theft Auto,
pero con menos sangre y llevando a
Más allá de cualquier crítica a nuestros métodos, nadie puede negar que
en nuestros sectores la gente vive más
tranquila. La delincuencia común ha
desaparecido junto a los habitantes de
la calle: los inmigrantes rurales, los pequeños consumidores de droga y los
ladrones organizados. Me complace
ver a la gente caminar por nuestras
calles limpias, ordenadas. ¡Una verdadera tacita de plata! Creo que tiene
mucho que ver con nuestra entrega y
nuestra motivación personal. Después
de todo, hemos sacrificado todo con
la convicción de que los buenos somos más.
CÓDICE / 15
El cuidador de autos
María Olga Fernández
maneció lloviendo. La alarma en mi teléfono
me recordó la cita con el médico a las once de
la mañana. Tuve la esperanza de que saliera el
sol y dejara de llover para entonces. Odio
salir de casa en días como éstos. Me da pánico, malestar de estómago y sufro de una especie de parálisis.
A
sas y tomé la lista de compras. Volví a leerla, y con un bolígrafo empecé a tachar las que no eran prioridad, el dentífrico
entre ellas. He decidido lavarme los dientes con sal y bicarbonato. Me lamenté, mientras retumbaba en mi mente la
frase de Iliana, mi amiga: «debes ser agradecida». Pero me
tiene hasta el copete escuchar esa frase.
Debo de asistir a una terapia dos veces por semana. Desde el
accidente que tuve, hace cuatro años, mi espalda aún no se
recupera del todo. «Es cosa de paciencia y perseverancia»,
me repite el médico.
Manejé tranquila hasta la clínica. Estaba parqueando cuando un viejo de aspecto sucio se acercó a la ventanilla. Me
asusté y sentí desconfianza. Permanecí dentro simulando
buscar algo entre mi bolso. Bajé un poco el vidrio y escuché:« ¿le cuido su carro, seño?» Después de tranquilizarme
quité el seguro. Él abrió mi puerta y estiró su mugrienta mano
para ayudarme a bajar.
Dejé de conducir por dos años. No podía pensar en subirme
a un automóvil. El choque fue terrible, mi auto quedó destrozado. Fue un sábado, debía ir a Totonicapán para reunirme
con unos compañeros de trabajo. Salí a las seis de la mañana
y tomé la carretera rumbo al occidente. Recuerdo la constante llovizna, la poca visibilidad, el asfalto
mojado y el camión frente a mí. La
pesadilla aún me persigue. Cada
vez que llueve escucho la estridente bocina del camión.
Pasé tres meses en el hospital por
causa de dos vértebras fracturadas. No tendría que quejarme, estoy con vida, aunque no con la
movilidad que quisiera. Mi familia me dice que debería de
sentirme afortunada y estar agradecida de no haber quedado
en una silla de ruedas.
Luego vino la muerte de mi esposo. Parecía una seguidilla de
mala racha. En las casas de mis amigas viudas no faltan las
pinturas y fotos del difunto, algunas colgando en las paredes y otras sobre alguna mesa de la sala. No fue mi caso, su
legado fue una deuda y una hipoteca por la cual, dos años
más tarde, perdí mi casa.
Me mudé a un barrio más modesto. Mi hermano se compadeció y me dio un trabajo con horario flexible. Además, me
proporcionó un carro pequeño de su empresa. Puedo cubrir
mis necesidades básicas. Con el seguro social he podido
seguir con mi rehabilitación. Ahora tengo pocas amigas, ni
siquiera conozco a los vecinos.
Tras la ventana observé que se estaba despejando, las manchas azules pronosticaban la salida del sol. Preparé mis co-
16 / CÓDICE
Después de decirle que no estaba tan mal como para necesitar ayuda, agregué tajante: «no
gracias, siempre dejo el carro acá,
nadie lo cuida.»
—No pelee seño, sólo le estaba
ofreciendo ayuda —expresó en un
tono suave.
—Bueno, debo darme prisa, me espera el doctor.
Después de recibir mi terapia salí.
Allí estaba el harapiento viejo, recostado en mi carro.
—Fui clara con usted, no voy a pagarle nada.
—No le estoy cobrando. Sólo quería darle este papel. Es mi
número de teléfono.
—¿Por qué me da su número? Ya le dije que no necesito de un
cuidador de autos, tampoco tengo algún trabajo para usted.
—No seño, no se enoje. Es para que lo tenga guardado. Si
un día se siente sola y triste, la invito a bailar. Los domingos
en el parque central hay marimba y es gratis.
Entré al carro y arranqué. Entre mi mano y el volante conservé el papel hasta llegar a un alto mientras pensaba: ¿cómo
diablos sabe que soy infeliz? Entonces abrí el papel y leí:
«Nicolás Patzán». Seguido estaba su número y en otra línea
decía: «para bailar y reír.»
Mi ángel
Antonio Arana
or supuesto que me encolericé y estuve al borde
de la ira, en segundos se me desbordó la adrenalina y perdí los estribos, me olvidé de contar y relajarme para volver al equilibrio de mi estado emocional, no era para menos, desde luego que no, ya
fue viéndome entrar a la panadería, la dependiente, y sin esperar a que le expusiera el motivo de mi llegada, su apresurada
respuesta, que ya me tiene harta: “no hay pan, señora”. Hágame favor, le solicité una explicación, entonces dígame que días
y a que hora le traen pan a su tienda, no puedo creer que se
termine tan pronto, o es, acaso, que le traen muy poco. / Hasta
ahí la cosa, iba muy bien/. Luego vino la gota que derramó el
tinaco. Vea, señora, eso a usted no le importa, en lo absoluto, y
si no encuentra pan aquí puede buscarlo donde le dé la gana.
Ahí, ahí mero, en ese preciso instante sentí que la muy lamida
me había proferido una bofetada en pleno rostro, no pude
menos que dar la vuelta y volverme a casa, por que no me iba
a poner de tú a tú con la doméstica esa, durante el camino me
vine mascullando la cólera. Y, no me lo están preguntando,
pero cuando salí a la panadería; conste, además, que tampoco
es antojo, simple y sencillamente iba a comprar espumillas, yo,
no iba por pan, no se porque las espumillas de “El Pan Nuestro” me gustan tanto, son, de suyo, muy sabrosas, pero fue
cruzando el umbral de la panadería y otra vez la empleada de
mostrador, como si fuera disco rayado: “ya no hay pan, señora”. Sin saber ni preguntarme que quería yo, y la repetición de
sus trilladas palabras me cayeron como pedrada en la espinilla
y fue donde se originaron los dimes y diretes, lo cual me hicieron olvidar las benditas espumillas, en el camino a casa me
temblaban las piernas de la pura cólera al querer quitar llave en
la puerta, me costó un triunfo meter el llavín en la ranura, hasta
nublado veía, cuando lo logré entré apresurada no sin antes
somatar la puerta, tratando de sublimar mi enojo, fui a la cocina
P
y me bebí tres tragos de agua, luego entré a la sala y me desplomé sobre el sofá. Quise apartarme de lo ocurrido pensando en
algo diferente empero, lo inmediato del suceso me lo impedía,
cuando casi estaba por lograrlo la carota empurrada de la empleada de la panadería me salía al paso: sus ojos saltones, la
trompa respingada y su fisonomía de nudo ciego y luego la
respuesta sin requerírsela: “no hay pan, señora”. Es que en
ese preciso instante hubiera querido retorcerle el pescuezo y
por ello mejor di la vuelta y me vine, sí no: yo le digo tal cosa y
ella me contesta tal otra y así nos vamos y terminamos como
mujeres de mercado y los vecinos: ¡qué no hubieran dicho de
mí!, se me cae la cara de la vergüenza de sólo pensarlo, pero a
ella: ¡qué!, sí es de esa
gentuza que todo se le
resbala, y en tanto peleaba yo sola, justificando lo ocurrido y
arreglando las cosas a
mi manera, poniendo
en su lugar al hígado,
tranquilizando los nervios y acomodando la
adrenalina, sonó el
timbre, como si hubiera concluido el raund.
Me levanté malhumorada con el semblante aún enojoso, me encaminé a la puerta
respirando hondo pensando que al abrirla iba a encontrar a la
mujer esa, o a un vendedor de los que pasan vendiendo “ofertas” de puerta en puerta, o algún pedigüeño, o uno de esos
que andan comprando papel o botellas y en fracción de segundos la adrenalina se me empezó a subir de nuevo, obviamente
sin ningún motivo. No cabe duda que estoy a la defensiva y
como que ese día me levanté con el pie izquierdo, pero, vaya
usted a saber tamaña sorpresa la que llevé, quien tocaba era la
Quiqui, mi sobrina, la hija de Manque, mi hermano mayor, a la
que se le quemaron los encanelados para su fiesta de quince
años, por estarse besuqueando con Paco, el loro petenero
copete amarillo, y que le mordió la punta de la nariz. Bueno, de
inmediato la invité a pasar adelante y a que tomáramos un café,
pero ella no quiso, me dijo que iba muy apurada para el trabajo
y que sólo pasaba a dejarme unas espumillas de las que hizo
ayer por la tarde, me las trajo en un barnizado canastito de
mimbre envueltas en una panerita de popelina bien almidonada y super blanca, la cual tenía bordada la orilla con sedalina
crema a croché y en las esquineras ramitos de flores de durazno en cruceta y rococó, y en una esquina, la palabra jueves.
CÓDICE / 17
¡De película!
Dennis Escobar Galicia
a sexta avenida de Guatemala, a finales del Siglo XX, se hallaba atiborrada de ventas callejeras que hacían intransitable el paso de los
parroquianos. Se ofertaba de todo, desde alimentos frescos hasta el último grito de la moda.
Algunos segmentos de las calles se habían convertido en
áreas especializadas de mercancías. De esa cuenta había una
de ropa deportiva, otra de útiles escolares, una más de jeans
importados y otras más de marcas pirateadas. Pero también
había un sitio muy especial y que era visitado por expertos.
Este era el de la venta de música y películas. Ahí era común
encontrar intelectuales y artistas. Todos ellos fisgoneando o
indagando por el nombre de una melodía o el título de una
película.
L
Fue en esa peculiar área del comercio informal que surgieron
famosos personajes, tal el caso de los gemelos, especializados
en vender música de autores poco populares en nuestro medio, o el Bucky, entendido en la venta de clásicos del cine.
La fama de estos se expandió a todo lo ancho del
territorio nacional e incluso allende de nuestras
fronteras. Esto también propició el surgimiento de otros competidores, mejorando
con ello los títulos y los precios. Dos de
ellos fueron sendos jóvenes. Uno se
llamaba Oliver y el otro lo apodaban el
araña.
Oliver era solícito con los compradores, especialmente con sus clientes, a tal punto que si no tenía la
película solicitada corría de venta en venta para adquirirla y proporcionársela a su demandante. Cuando no la
conseguía apuntaba el nombre y demás datos y prometía
tenerla para la próxima semana. Casi siempre era visitado por
una guapa adolescente que sentada en un banco mostraba
sus torneadas piernas bajo la falda del
uniforme colegial. Ella era, sin dudas,
la preferida, que sin regatear siempre se llevaba las mejores películas.
Un lunes se notó la ausencia
de Oliver en su venta e inmediatamente corrió la noticia: al enterarse que la apuesta muchacha solo lo
utilizaba para adquirir películas, el joven
enamorado se ahorcó en su dormitorio. Eso
había sucedido el sábado anterior, en horas de la noche, y el
domingo había sido sepultado. Acaso Oliver pensaría en un
título en especial como “El juego del ahorcado”.
El araña era inquieto y demasiado servicial. Escuchaba con
atención a los clientes que sabían
de cine para después él repetir lo
aprendido a otros compradores. Conseguía todos los títulos aunque para ello se tardara. Si llegaba un comprador que se identificaba con la pintura le mostraba todos los títulos
relacionados con los grandes artistas de esa especialidad, igual lo hacía con la música, la literatura y
demás disciplinas del saber. Se ofertaba como el vendedor de “películas basadas en libros”.
Cuando quitaron las ventas de la sexta, el araña (así apodado porque en su adolescencia se escapaba de la correccional trepando las paredes) se instaló en El Amate. Se volvió
más emprendedor y diversificó su venta, ya no solo ofertó
“películas basadas en libros” sino también series televisivas,
documentales y estrenos comerciales. Tenía en mente competir con su colega de al lado y crear una página para anunciar
sus películas y armar discusión cinéfila. Se veía tan realizado
en el negocio que hasta incrementó su prole. Pero un día su
salud declinó hasta el punto que ofrecía con desgano su producto; palideció y adelgazó mucho más de la noche a la mañana hasta que por fin cayó desvanecido. Sus colegas de venta
llamaron a los bomberos y fue llevado al hospital público.
El araña no tardó mucho tiempo en el nosocomio, falleció a
causa de un cáncer terminal en el cerebro. Su esposa, otra
activa vendedora de El Amate, quedó preñada de nueve meses. El estanquillo de las “películas basadas en libros” desapareció dando lugar al The End.
18 / CÓDICE
En la Feria
Internacional del Libro
en Guatemala 2014
“Guatemala por la
Lectura”
En el stand del Benemérito Comité Pro Ciegos y
Sordos de Guatemala estuvo en exhibición, en
sistema braile, el libro: Los adultos también gatean
del escritor guatemalteco Vicente Antonio Vásquez
Bonilla.
El autor nos muestra su libro en sistema
braille y en su formato tradicional.
Cortázar de la A a la Z: Un álbum biográfico
E
dición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles
Álvarez Garriga. Diseño Sergio Kern. Ed. Alfaguara. Edición especial: Alfaguara, 50 años
de buena literatura 1964- 2014. 2ª edición. Impresa en México. 319 páginas.
¿Por qué un álbum biográfico? Porque
no podíamos esperar más, sostiene uno
de sus autores en su introducción y
añade: “La internacional Cronopia reclamaba ya con demasiada insistencia
una nueva aproximación al escritor y
al hombre. Frente a tanta tristeza pensamos en la enorme diversión de sus
libros-almanaque y decidimos intentar
un volumen afín a su espíritu anticonvencional, antisolemne”.
Un diccionario biográfico ilustrado: una
fotobiografía con apuntes, anécdotas,
retratos de todas las épocas, fotos de
ediciones de sus libros, cuadros, documentos, cartas, manuscritos inéditos.
Diseñado con un orden alfabético subjetivo y original, datos fascinantes: su segundo nombre (Florencio), su estatura (1.92), su mirada siempre presente,
crítica, aguda, inteligente.
Edición dedicada a los 100 años del natalicio de Cortázar (26/09/1914)
“Que quien mire las imágenes y
lea las palabras, sepa –como la invitación que es su obra- cómo fue
su vida: un abrir las puertas para
jugar”, dirá Álvarez Garriga en la
nota justificativa que presenta el
libro.
Códice comparte con los lectores
este pequeño homenaje al genio
de la literatura, Julio Cortázar, celebrando un centenario de su natalicio.
(KOD).
CÓDICE / 19
Un centenario
mágico
Eduardo Blandón
l mundo literario celebra con bombos y platillos, no sin merecerlo, el centenario del nacimiento del escritor argentino Julio Cortázar. Un aniversario que se antoja oportuno
no solo para disfrutar la magia de la escritura de uno de los máximos representantes del boom latinoamericano, sino para divulgar su lectura en una sociedad que necesita más el cultivo de las letras.
E
Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914.
Se trasladó luego a Argentina, a los cuatro años, donde
vivió su niñez y adolescencia mayormente en un suburbio de Buenos Aires. Se graduó como profesor en letras y
trabajó como docente hasta
1945 por oponerse al peronismo. Casa tomada, uno de sus
primeros cuentos, fue publicado en 1946 por Jorge Luis Borges, en esa época secretario de
redacción de la revista Los Anales de Buenos Aires.
En 1951 ganó una beca y se largó a Francia. En París trabaja como traductor. En 1953
contrajo matrimonio con la argentina Aurora Bernárdez
y ambos trabajaron como traductores en la UNESCO.
Los que lo conocieron dicen que era delgado, muy alto
y de apariencia juvenil. Arrastraba las “erres” y era apasionado del jazz y el boxeo.
El mismo escritor recordaba esos años juveniles así: “De
1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente;
convencido de ser un solterón irreductible, amigo de
muy poca gente, melómano lector a jornada completa,
enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético”.
Esa actitud de burguesito cambiaría a partir de su visita
a Cuba, lugar donde le nace la conciencia y se enamora
de la lucha por la reivindicación de los pobres. Años
más tarde, visitó Nicaragua para apoyar con fervor la
revolución sandinista. Carlos Fuentes, su amigo y compañero del boom, lo definió como “el Bolívar de la novela latinoamericana”.
En 1968 concediendo una entrevista a la revista estadounidense Life, Cortázar decía: “...mi idea del socialismo latinoamericano es profundamente crítica... mi
humanismo es socialista... Cuando se me reprocha mi
falta de militancia política con
respecto a la Argentina, por
ejemplo, lo único que podría
contestar es, primero, que no
soy un militante político y, segundo, que mi compromiso personal e intelectual rebasa nacionalidades y patriotismo para
servir a la causa latinoamericana allí donde pueda ser más
útil... La terminología de la pasión es más fuerte que la teoría,
porque no solamente no soy un teórico sino que jamás
he escrito sobre estos temas como no sea incidentalmente, prefiriendo siempre que mi obra de ficción y mi
conducta personal mostraran a su manera y respectivamente una concepción del hombre y la praxis tendiente a facilitar su advenimiento”.
Cortázar muere en París luego de una breve estancia
en su natal Argentina. Tenía 69 años. Evocar su vida,
releer su obra e imitar su compromiso político valiente
es una de las tareas que legitimaría la fanfarria en este
centenario que sin duda también es mágico.
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