Es maravilloso ver que el deseo sigue más allá

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“Es maravilloso ver que el deseo sigue más allá de los 70”
Anaitze Agirre Larreta
Su última investigación antes de jubilarse, que presentó recientemente en Donostia, profundiza en
la sexualidad de las mujeres a partir de los 50 años. En ella han participado 730 mujeres del
Estado español mayoritariamente y se han establecido grupos de mujeres de 50 años, 60 y de 70
en adelante. Para Freixas, la idea tan extendida de que la sexualidad desaparece a partir de la
menopausia es "una tontería de primera categoría. Ni la sexualidad ni el deseo desaparecen
nunca. Hemos constatado que hay una importante actividad sexual, cosa que según la teoría no
debería ser... Incluso en mujeres mayores de 70 años. Otra cosa es que las condiciones sociales
permitan a las mujeres llevar a cabo su deseo o encontrar una pareja sexual", abunda.
Ante el comentario de que estaría muy bien difundir el estudio y sus conclusiones entre mujeres,
se apresura a añadir un "¡Y entre muchos hombres también!" Interpelada sobre la invisibilidad que
sobreviene sobre las mujeres a partir de la edad madura, Freixas apunta que esto ocurre ‘cada
vez menos, cada vez vivimos más y hay mujeres más visibles que reivindican su posición en el
mundo, como seres sexuados’. Resumimos algunas de las claves que aportó durante la charla en
Donostia:
La idea tan extendida de que la sexualidad desaparece a partir de la menopausia es una tontería.
Otra cosa es que las condiciones sociales permitan a las mujeres llevar a cabo su deseo o
encontrar una pareja sexual
Mujeres mayores y educación. Las mujeres de nuestra investigación son hijas del franquismo y,
por supuesto, 40 años de franquismo y una iglesia católica, apostólica y romana hacen mella en la
educación sentimental de muchas generaciones de nuestro país. Hombres y mujeres que han
vivido una educación restrictiva, amenazada por el pecado, la culpa, la calvicie y el infierno. Esos
fantasmas no son fáciles de arrancar del cerebro.
Además de todo esto, ha sido una educación en la desinformación y en el desconocimiento de
todo lo relativo a la sexualidad, la afectividad, la reproducción. Todo esto ha llevado a las mujeres
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a tener una gran dificultad para separar diversos elementos que juegan en la sexualidad pero que
no son únicos. Incluso llegamos a pensar que algunas creencias son elecciones propias. Por un
lado, en generaciones anteriores se ha identificado la sexualidad con la genitalidad. La sexualidad
auténtica llevaba implicado el coito como una práctica, de manera que otro tipo de prácticas de
gran valor sexual y sensual quedan fuera de la idea de sexualidad.
Además, la educación restrictiva incluía la idea de sexualidad y reproducción. La relación entre
sexo y maternidad lleva a considerar la menopausia como el límite a la sexualidad, el fin del deseo
sexual legítimo. Genera la idea de que es inapropiado que las mujeres tengan deseo, así que de
alguna manera lo van extinguiendo porque no le dan espacio.
Deseo. El deseo se mantiene en todas las edades. Los datos se mantienen parecidos en los 50 y
60 años pero al llegar a los 70 hay una bajada impresionante en cosas como la oportunidad que
ellas ven para disponer de una pareja afectiva. Aún y todo, que siga existiendo deseo a los 70 me
parece maravilloso y va en contra del imaginario social. Por lo tanto, ante el dato de que el 40% de
las mujeres de 70 años practican la masturbación, no voy a destacar que el 60% no lo hacen.
Amor. Esta investigación no hablaba sobre el amor. Preguntábamos a las mujeres sobre su vida
sexual y sobre lo que les iba bien o mal, sus deseos, sentimientos, sobre homosexualidad,
autoerotismo, ideas y creencias sobre la sexualidad, etc. Pero en la investigación no poníamos en
relación amor y sexualidad. A pesar de todo, había dos o tres preguntas abiertas y en esas, el
amor ocupa multitud de folios.
Para las mujeres históricamente ha habido una relación clara entre la sexualidad y el amor. La
necesidad masculina de saber quiénes eran sus hijos e hijas y de mantener el patrimonio y el
linaje, implicaba controlar la sexualidad, el cuerpo y el deseo de las mujeres. Y para ello, una de
las mejores maneras era estigmatizar el deseo, limitar la libertad sexual de las mujeres a través
del fantasma de la prostitución. Y sobre todo, del miedo al castigo subsiguiente a cuando las
mujeres sacaban los pies del tiesto, por lo que perdían el derecho sobre las criaturas y eran
repudiadas, entre otras sanciones de enorme daño moral.
Es decir, ha habido un orden de control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas que se queda
pegado en alguna parte de nuestro pensamiento y que nos vamos transmitiendo de generación en
generación. Así hemos aprendido la necesidad de circunscribir nuestra sexualidad a las relaciones
de vínculo amoroso, a la existencia de una pareja con la que satisfacerla y otros pequeños líos que
realmente limitan nuestra libertad y sexualidad y por supuesto, nuestro cuerpo y deseo. Se impone
un límite muy importante a lo que sería una práctica lúdica, coyuntural, episódica de la sexualidad.
Mantienen un fuerte vínculo afectivo con una persona a la que quieren, pero con la que la
sexualidad hace tiempo que dejó de tener un significado. Muchas consiguen renegociar su
relación, llegar a acuerdos con la pareja en los que se separa el amor y la sexualidad
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Pareja. Hay un amplio espectro de posibilidades de relación que marcan las situaciones
personales. Con 50-60 años hay personas que tienen parejas de larga y larguísima duración, hay
gente que ha creado nuevas parejas, hay las singles (solas) de repente (mujeres que se separan o
se quedan viudas), las singles de toda la vida que no han tenido pareja y la gente que tiene
parejas esporádicas. Todas ellas tienen que bregar con el imaginario del ‘amor para siempre’, de
la pareja como el único espacio de visibilidad social y todas estas ideas que se oponen a nuestra
sociedad líquida de hoy, al ‘normal caos del amor’ que diría Ulrich Beck. La pareja masculina
presenta algunos problemas físicos en la edad mayor como pueden ser incapacidad o impotencia
y que no son capaces de sustituir con otras capacidades. O desinterés por la sexualidad, desamor,
incomunicación, mala salud, sobre todo posiciones de dominio y control, o pocas habilidades
sexuales. Por eso, muchas de estas mujeres hacen una diferenciación muy interesante entre lo
que es tener un fuerte vínculo afectivo con una persona a la que quieren, pero con la que la
sexualidad hace tiempo que dejó de tener un significado. Muchas consiguen renegociar su
relación, acuerdos con la pareja en los que se separa el amor y la sexualidad.
La cultura del amor romántico nos genera una especie de añoranza del amor, pero pasados los 50
hemos vivido muchas cosas y muchas de las mujeres no están para creerse que lo ideal es
llevarse un señor a su casa, un inútil funcional, porque van a tener que empezar con intendencia y
demás. Eso lo tienen claro. Valoran mucho la compañía, el cuidado, incluso la imagen social de
tener una pareja. Pero no están por la labor de resolvérselo todo. A mí me ha resultado interesante
ese rechazo, no universal pero bastante importante, a la pareja fija e institucional. Muchas desean
relaciones con compromiso afectivo pero sin cotidianeidad, y otras, incluso más cuanto más
mayores son, desean un encuentro sexual sin compromiso afectivo. Quienes desean encontrar
una pareja le ponen condiciones: que sea empática, cariñosa y afectiva, que respete la libertad,
sea afín en los valores y los gustos. Han vivido mucho y no están para tonterías. El rechazo a la
sexualidad mayor y el rechazo cultural de la sexualidad de las mujeres con hombres más jóvenes,
hace difícil el tema de tener una pareja sexual en la edad mayor. Me hace gracia que se rechace
la relación con un hombre más joven y se llame amor a la relación de una chica de 20 años con un
hombre de 60, seguramente incompetente sexualmente.
Sexualidad impuesta. El mandato de la heterosexualidad obligatoria complica mucho la fluidez
del deseo en todas las edades. Fuera del coito, otras posibilidades de sexualidad se entienden
como insatisfactorias o como no sexo, pese a que resultan de gran valor para las mujeres en todas
las edades pero especialmente en la edad mayor, cuando la vida se complica en términos de la
fertilidad o tener pareja sexual masculina. Esa educación penaliza el autoerotismo en términos de
pecado y no favorece la incorporación de las mujeres a una satisfacción sexual individual, cuando
para muchas ésta puede ser la única práctica posible o la única fuente de placer sexual. Es
complicado deconstruir esos mandatos y encontrar bienestar desde la heterosexualidad al
lesbianismo pasando por todo lo que te dé la gana. Las mujeres se declaran muy cansadas, sin
tiempo para pensar en la sexualidad. Además, ni los hijos e hijas ni las residencias facilitan la
sexualidad de las personas mayores
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Feminidad y belleza. Nuestra cultura establece el vínculo entre feminidad y pasividad,
enfatizando que la falta de iniciativa e interés sexual es un signo de feminidad, que no está bonito
que las mujeres deseen, lo lleven a la práctica o manifiesten este deseo. Las mujeres interiorizan
estigmas como el de ser una puta o hacer cosas que no se deben hacer a estas edades. Se
autoexcluyen, por avergonzarse de estos deseos. A esto hay que añadir el mandato de la belleza,
cuyo ingrediente principal es la juventud y por lo tanto se asigna fealdad al cuerpo mayor.
Encuentran que su cuerpo no es atractivo sexualmente y esto genera sentimientos de ira y de
vergüenza.
Sería distinto si nosotras asumiéramos que nuestros cuerpos mayores, blanditos y arrugaditos,
con sus papadas, sus barriguitas y sus tetas un poquito más cerca del suelo también son bellos
Existe la asunción de un único modelo de belleza. Pero sería distinto si nosotras asumiéramos que
nuestros cuerpos mayores, blanditos y arrugaditos, con sus papadas, sus barriguitas y sus tetas
un poquito más cerca del suelo también son bellos. Una tía de 70 años con las tetas a la altura del
cuello me produce pánico, una señora con las tetas y el culo donde tienen que estar a esa edad
está mucho mejor. Es decir, el modelo de belleza único asociado a los 20 años nos impide
situarnos en un mercado sexual, decir 'puedo participar de este juego'.
Límites impuestos a la sexualidad. No nos damos permiso de sentir, nombrar o poner en
práctica nuestros deseos. Además de la falta de libertad para identificar y llevar a la práctica los
deseos, en la investigación sobresale que las mujeres están muy cansadas. Es curioso, nosotras
no contábamos mucho con esto. Muchas dicen: "¿Y cómo quieres piense en la sexualidad que con
esta vida tan estresada que llevo?" Otro límite es el hábitat: dónde, cómo, con quién vivimos...
Cuando vivimos en casa de los hijos y las hijas no es fácil disfrutar de la sexualidad, suelen ser
muy castigadores respecto a la sexualidad de sus padres, sobre todo de sus madres. Tampoco las
residencias facilitan la sexualidad de los mayores. Yo digo que cuando te meten en una residencia
te meten en un convento.
Gestión de la sexualidad. Queríamos analizar en qué medida los pasos que damos para
gestionar la sexualidad y la afectividad a lo largo del tiempo tienen el sustrato de la libertad, la
capacidad para decidir, optar, aceptar o negar. Quizás, y aunque creamos lo contrario, cuando
somos más jóvenes tenemos menos libertad para decir no. Y algo que se desprende de nuestra
investigación es el gran valor que las mujeres otorgamos a la calidad de la relación. Para nosotras
una relación empática, amorosa y en la que hay complicidad e intimidad es el sustrato sobre el
que apoyamos nuestro deseo. Cuando salió el viagra masculino, la compañía farmacéutica Pfeiffer
hizo un esfuerzo tremendo por sacar una viagra femenina y el propio presidente, varón, de la
Sociedad Americana de Sexología dijo que era absurdo intentar buscar una viagra femenina, dado
el gran valor que los aspectos contextuales tenían en la sexualidad de las mujeres mayores.
Itinerarios vitales
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Las de 50 sienten que están en el mercado sexual, que participan en el asunto y luchan por
mantenerse tanto en términos de cuerpo, belleza, vínculo, amor... La sexualidad es un tema por el
que pelean. Muchas empiezan a vislumbrar nuevos caminos. Un tema que sale mucho es el tema
de prescindir de la sexualidad. Hay quienes desean no tener una sexualidad. Y es una opción
como otra cualquiera. Muchas dicen: "La sexualidad no ocupa un espacio en mi vida o cada vez
menos, o me interesa más dedicarle esa energía a otra cosa". Encuentran nuevos caminos. Por
otro lado, muchas están desconcertadas con la menopausia. Con lo que la sociedad le va a cobrar
por entrar en el grupo de las mujeres no fértiles.
No es que el lesbianismo sea fácil, pero las heterosexuales llevan peor el deseo de mantenerse en
el mercado, no ser vistas como asexuales
Las mujeres de 60 Empiezan a sufrir. Siguen teniendo las mismas ganas que las de 50 pero se
dan cuenta de que hay una invisibilidad social y por lo tanto también sexual. Son vistas más como
asexuales. Quieren mantenerse en el mercado pero se les empieza a poner difícil. Y cuanto más
heterosexuales compulsivas son, más dificultad tienen en este aspecto. No es que el lesbianismo
sea la cosa sea más fácil, pero las heterosexuales están peor. Estas mujeres empiezan a quejarse
de la pareja, ya empiezan a verle las goteras, no solo las sexuales. También se quejan de que la
sociedad las desvaloriza. La vida les da menos de los que ellas desean, quieren más
protagonismo del que se les concede. Y con el amor tenemos un gran lío.... Las de 60 todavía
desean amor y una pareja, incluso para toda la vida, aunque también hay un grupo que no quiere
compromisos y se decanta por el sexo sin ataduras. Ya no están interesadas en el amor, pero sí
ven la posibilidad de una sexualidad esporádica que les pueda gustar y lo que ven claramente es
la dificultad para renegociar su vida sexual y amorosa con sus parejas, porque sus parejas son
mucho más del pleistoceno que ellas.
A partir de los 70 siguen teniendo deseos, incorporan nuevas experiencias, pero ellas ya son
conscientes de los enormes límites que la sociedad les impone. Muchas empiezan a pasar de la
sexualidad, pero no con el sufrimiento de las de 60.
Hay una investigación con mujeres jóvenes, de mediana edad y mayores sobre el deseo y la
imagen corporal, donde se pregunta qué es más importante para ellas: el peso, estar en forma o
ser atractiva sexualmente. Para las jóvenes lo más importante era el peso, para las de mediana
edad era estar en forma y para las mayores ser atractiva sexualmente. Esto manifiesta que hay un
deseo de gustar a todas las edades, y que el primer elemento del mismo está en nuestra
capacidad para reconocerlo y llevar a la práctica los elementos necesarios para que este gustar se
mantenga. Gustar gusta a todas las edades.
Invitación a no ser la viejecita esperable
Anna Freixas publicó 'Tan frescas’ en abril de 2013. Con prólogo de Rosa Regàs, en el libro
aborda multitud de temas que conciernen a las mujeres mayores sobre las que ha trabajado toda
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su vida desde una perspectiva feminista: la menopausia, la relación con el dinero, la belleza, el
papel de abuelas... ‘Todo mi pensamiento se lo debo al feminismo. Ha sido mi carta de
navegación y gracias a ello estoy aquí y estoy contenta con la vida. Por eso el feminismo atraviesa
todo el libro como una propuesta de reflexión y de transformación". La autora matiza que no es ni
un libro de autoayuda: "No da ni fórmulas ni soluciones. Creo que es una reflexión que nos afecta
a todas las mujeres, no solo para las de a partir de los 50. Hay la voz de las mujeres, de mis
amigas y de tantas mujeres que me han prestado sus conocimientos y también la voz de muchas
pensadoras". Todo ello contado con mucho sentido del humor.
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Freixas emplea el concepto del edadismo para hablar de la discriminación por razones de edad.
"Vivimos en una sociedad hostil hacia las personas mayores, hombres y mujeres, pero un poquito
más hacia las mujeres. Hay un edadismo en términos de belleza, laboral, afectivo". Además, se
refiere a la escasez de nuevos modelos para las mujeres mayores: "Nuestras mujeres
históricamente no han estado en el mundo público, no tienen reconocimiento en los medios. No
nos podemos mirar en muchas mujeres, tanto en nivel político social, económico, cultural, cuerpo,
belleza. Tendremos que plantearnos qué tipo de vieja queremos ser. ¿Qué tipo de ropa podremos
llevar? No queremos vestir de barbie ni de ancianita... ¿Qué nos queremos poner que nos permita
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sentirnos bien, cómodo, con glamour, que nos permita vivir bien en nuestros cuerpos?"
El libro parte de la idea de que hemos sido socializadas apartadas de nuestros deseos: "Nos
decían, haced feliz para ser feliz. ¡Esa es la perversión máxima! Permanecer activas es
importante, pero también darle un sentido a nuestras vidas. Uno de los mensajes del libro es
atrevernos a ser raritas, no ser la viejecita esperable".
Abuelas
"En tiempos de crisis, para muchas familias son el sustento económico, moral y afectivo. A los
hijos e hijas les doy unos repasitos porque creo que el cuidado de los nietos y nietas son
abusones. Una cosa son los cuidados puntuales de los nietos y otra es ese abuso que muchos
hacen de sus madres, que es un trabajo sistemático, perfecto y bien hecho y que además, está
estudiadísimo que perjudica su salud, su bolsillo y que se podría cobrar. Por eso, en mis
conferencias de agitar viejas les sugiero que cuando vuelvan a casa les cuenten a sus hijos que
vienen de ‘escuchar a una señora muy rara que decía que tenemos que cobrar por el cuidado de
los nietos’. Y así ya lo han dicho, porque ellas si no, no se atreven a decirlo", cuenta. También
critica el control que ejercen los hijos e hijas sobre la vida de las madres, en temas como al
sexualidad o el dinero.
Los cuidados constituyen un capital bueno "pero también tóxico: cuidamos de seres que son
perfectamente útiles y que no se cuidan porque estamos nosotras para hacerlo". "Uno de los
aprendizajes que deberíamos hacer es desprendernos de los cuidados que no nos pertenecen.
Cuando hacemos exclusivamente femenina esa cualidad que nos permite la vida sobre el mundo,
nos estamos cargando con un sobrepeso terrible", abunda.
Como asignaturas pendiente, la autora llama a reflexionar sobre "qué tipo de vejez queremos
vivir", desprendernos de la idea de la perpetuidad, del "para siempre", utilizar nuestra libertad sin
autocensura, y decidir cómo queremos morir: "¿Por qué hemos de legar nuestros bienes
obligatoriamente a unos hijos que quizás nos caigan fatal y no a unas amigas maravillosas que
tengo? Como dice una amiga mía: Cuando me muera mis hijos se van a llevar una sorpresa..."
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