1.27 - Jesucristo se presenta a dos discípulos en el camino a Emaús

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Kapitel07
10.01.2007
14:02 Uhr
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Jesucristo se presenta a
dos discípulos en el camino a Emaús
Lucas 24:13-31
Cristo, el Resucitado, se apareció a dos discípulos desesperados que no podían creer que había resucitado. No lo reconocieron.
Les explicó cuál era la razón de lo sucedido: «¡Oh, insensatos! ¿No tuvo Cristo que sufrir esto y entrar en su gloria?» Cuando partió el pan y oró al cenar con ellos, de pronto reconocieron en él al Señor Jesús. Pero en ese mismo instante volvió a desaparecer.
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Los niños aprenden que se puede encontrar a Jesucristo en formas diversas. Esto es algo que no
podemos comprender con nuestros sentidos. La única manera de reconocerlo, es con el corazón.
M
ucha gente abandonaba Jerusalén. El último
día de la fiesta de Pascua había concluido y los peregrinos
regresaban a sus hogares; cantaban y conversaban. En medio
de esta feliz multitud caminaban dos hombres a quienes se
veía encorvados y abatidos. Suspiraban y sacudían una y otra
vez su cabeza. «¿Por qué volvemos a casa, a Emaús? Desde
que murió el Señor Jesús el pasado viernes, en realidad no
me siento en casa en ninguna parte», se lamentaba Cleofas.
Su acompañante no estaba menos triste y opinó: «Éramos sus
discípulos y lo amábamos. ¿Cómo pudo abandonarnos de esa
manera terrible?»
«Tampoco lo sé. Quería erigir el reino de Dios».
«¡Y eso ahora se terminó!» Caminaron un rato en silencio y
cabizbajos hasta que Cleofas comenzó de nuevo: «Y después
esa historia de la tumba vacía y que el Señor había revivido.
¿Quién lo puede creer?»
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Entonces, se agregó un tercer hombre a ellos, éste les preguntó: «¿Por qué estáis tan tristes?»
«Tú eres un extraño porque de lo contrario sabrías lo ocurrido
con Jesús de Nazaret. No podemos dejar de pensar en ello. Fue
un gran profeta, hizo muchas cosas buenas y sabía narrar historias que todo el mundo entendía de inmediato, pero ahora está
muerto. Debió morir en la cruz. A pesar de ello, algunas mujeres cuentan que vive, pero nosotros no sabemos qué pensar.
Estábamos seguros, que llegaría ser un gran rey. ¿Por qué no
habrá vencido a sus enemigos?»
Lentamente se hacía de noche y el sol ya casi se había ocultado
por completo. El extraño había prestado atención a lo dicho y
replicó: «Vosotros esperabais un rey, pero ¿qué dicen las santas
escrituras, Moisés y los otros profetas sobre este rey? Se puede
leer que no se trata de un rey tradicional. No permite que otras
personas sufran por Él. No, Él deberá soportar grandes sufrimientos para que pueda cumplir con su cometido. Se transformará en rey celestial y el reino que quiere gobernar es el corazón de las personas. ¿Jesús nunca os dijo eso?»
Cuanto más tiempo escuchaban ambos hombres, tanta más seguridad cobraban y más felicidad sentían, ésa era la intención.
El Señor Jesús había muerto para regalar la vida eterna a las
personas. Su amor hacia los hombres era tan grande que pudo
realizar tal sacrificio. Había tenido poder suficiente para defenderse, pero soportó voluntariamente en su persona todo el dolor. Jesucristo es el Mesías, el Redentor. Al final, ambos discípulos habían recobrado el ánimo.
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Entretanto, casi habían llegado a Emaús. Pronto se había hecho de noche. Desde el momento en que ese hombre los comenzó a acompañar, ambos se sintieron bien. Sintieron el deseo, que los acompañara por siempre y lo invitaron, rogándole: «¡Quédate con nosotros! Ya es tarde».
Juntos entraron en la casa de Cleofas, se lavaron los pies y se
sentaron a la mesa. Observaban tímidamente al extraño,
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Jesucristo es la resurrección
quien tomó el pan, agradeció a Dios y lo partió en dos, dándole a ambos. «¡Jesús, eres tú!», exclamaron ambos discípulos
casi al mismo tiempo. En el mismo instante en que lo habían
reconocido, el Señor Jesús había vuelto a desaparecer. Entonces, se encontraron solos en la mesa sosteniendo el pan
con las manos.
Cleofas fue el primero en reaccionar: «¡Está con nosotros, y
vivo! ¿Por qué no lo reconocimos antes? Cuando comenzó a
hablar de los profetas y nos consoló, pensé que era como el
Señor Jesús, pero no lo quise creer».
«Sentí lo mismo que tú. ¡Oh, qué contento estoy! Hace unas
pocas horas todavía pensaba que me moriría de pena. Pero
ahora, me siento tan feliz. Ven, contemos a toda la gente la
experiencia maravillosa que tuvimos», dijo ahora su amigo,
tan felices se sentían, que apenas podían pronunciar palabra.
De inmediato tomaron la decisión de dejar todo tal cual estaba. Ambos se sentían tan llenos por lo vivido, que ya no
sentían cansancio. Tampoco la oscuridad les provocaba temor. Emprendieron el camino de regreso a Jerusalén con alegría. Sólo tenían un objetivo por delante: querían encontrarse
con los otros discípulos lo antes posible. Se habían separado
de ellos con tristeza y temor y se reencontrarían con ellos
contentos y felices. «María Magdalena será la que mejor nos
entenderá porque también vio al Señor Jesús. ¡Imagínate cómo se alegrarán todos cuando les demos la buena noticia!»,
opinó Cleofas entusiasmado. Conversaban vivamente y se
volvían a sorprender una y otra vez porque no habían reconocido de inmediato al Señor Jesús. Finalmente, transmitieron
a todos el feliz mensaje de que el Señor Jesús estaba vivo.
3
Dos discípulos se encaminaron a Emaús. Se sentían muy tristes porque el
Señor Jesús había muerto en la cruz. Entonces, se les acercó Jesús pero no
lo reconocieron. Los consoló y les explicó el plan que tenía Dios. Ambos
discípulos recobraron la alegría e invitaron a su acompañante. Lo reconocieron cuando dio gracias por el pan y lo partió. Se alegraron mucho. Encontrar a Jesucristo produce alegría y confianza.
1 Los niños se convierten en María Magdalena y cuentan a los discípulos lo acontecido en la mañana de Pascua
junto al sepulcro. (Breve repaso de la lección anterior.)
2 Motivamos a los niños para que cuenten otra vez con sus propias palabras por qué tuvo que morir Jesús.
(Cargó voluntariamente con todo el desprecio de los poderosos, todo el dolor y la muerte en la cruz. Gracias
a este gran sacrificio, pueden ser perdonados todos los pecados de los hombres. A Dios puede llegar únicamente quien encuentre perdón y pueda ser partícipe de este sacrificio.)
3 Contemplamos y describimos la ilustración. Los niños reflexionan por qué los dos discípulos no reconocieron el Señor Jesús desde un principio y luego estaban tan seguros de que era Él. (La Biblia nos
da como explicación que sus ojos primero estaban velados y luego se abrieron. Ciertamente, estaban tan sumidos en su dolor que esto los cegó. Tuvieron que liberarse primero para acercarse a Jesús y poderlo reconocer. Seguro que se fiaron de sus ojos en lugar de confiar en su corazón.)
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