(Des)Conexiones entre relato oral, relato escrito y relato audiovisual

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(Des)Conexiones entre relato oral,
relato escrito y relato audiovisual
El caso de Smoke
SMOKE
Wayne Wang, 1995
Ficha técnica
Año de producción: 1995
Dirección: Wayne Wang
Intérpretes: Harvey Keitel, Jared Harris, Stockard
Channing, William Hurt, Giancarlo Esposito, José Zúñiga,
Stephen Gevedon, Harold Perrineau, Forest Whitaker,
Ashley Judd.
Guión: Paul Auster
Música: Rachel Portman
Fotografía: Adam Holender
Distribuye en DVD: Cameo
Duración: 111 min.
Sinopsis
Todo empezó con una historia. En 1990, el escritor Paul Auster publicó en el New York Times
un relato titulado Cuento de Navidad de Auggie Wren, en el que narraba la historia de un
dependiente que cada mañana, precisamente a las ocho en punto, toma una fotografía de su
pequeño rincón en el mundo, una tienda de tabacos situada en la esquina entre la Calle 3 y
la Octava Avenida de Brooklyn. Esta pequeña anécdota fue el germen del guión de Smoke, la
primera aventura cinematográfica de Paul Auster que escribió para el realizador Wayne Wang.
En torno a este microcosmos situado en el corazón de Brooklyn se desarrollan las pequeñas
historias de un puñado de personajes solitarios cuyas vidas parecen marcadas por el azar: el
escritor Paul Benjamin, que trata de recomponer su vida tras la muerte de su esposa por culpa de
una bala perdida en un atraco; el joven Rashid Cole, que trata de encontrar a su padre, que le
abandonó cuando sólo era un niño; Cyrus Cole, que vive la amputación de su mano derecha como
un castigo divino; o el propio Auggie Wren, que guarda en su pasado algunos secretos de los que
no está del todo orgulloso.
Actividad 1. Relato oral y relato cinematográfico
Smoke se presenta como una especie de homenaje a la capacidad humana para inventar
historias y transmitirlas, una capacidad que permite comprender mejor la vida propia
y la ajena. A través de las narraciones que más o menos inventamos, somos capaces de
organizar nuestra experiencia y entender la de los demás. Paul Auster, uno de los
escritores más representativos de la novela norteamericana contemporánea, es el
autor del cuento explicado al final de la película y es, asimismo, el guionista del filme.
Auster consideraba, cuando se realizó Smoke, que la imagen no suponía una participación
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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activa del espectador, contrariamente a la novela, que movilizaba la imaginación y
la inteligencia gracias a las sensaciones y reflexiones que provoca.
1. ¿Estáis de acuerdo con la opinión de Auster? ¿O creéis, en cambio, que una imagen
vale más que mil palabras?
2. ¿Son literatura y cine dos formas distintas de narrar historias? ¿Se podría establecer
alguna jerarquía entre ellas?
3. Buscad información sobre Paul Auster y realizad una breve ficha biográfica que
contenga su perfil profesional como escritor, guionista y director de cine. Podéis
consultar en la wikipedia o en la página principal del autor.
Para comprobar la fuerza del relato oral y audiovisual, veremos las dos últimas
secuencias del filme. En la primera, Auggie (Harvey Keitel) le expone a su amigo Paul
(William Hurt) su cuento de Navidad. En la segunda, el relato de Auggie se transforma
en imágenes mientras suena la canción You’re Innocent When You Dream de Tom Waits.
Antes de proseguir, realizad una tormenta de ideas sobre qué sería para vosotros un
cuento de Navidad. ¿Sobre qué trataría? ¿Qué personajes saldrían en él? ¿Dónde
tendría lugar? ¿Qué elementos tendrían que aparecer?, etcétera.
1.era secuencia
Contesta a las siguientes preguntas después de visionar el primer fragmento.
Escena de la película Smoke, de Wayne Wang.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
2
En el cine, habitualmente, cuando un personaje recuerda o explica alguna cosa,
se sustituye su relato por imágenes. La palabra del narrador desaparece y sólo
vemos representadas las escenas de su relato. En Smoke, sin embargo, se visualiza
el acto de narrar sin sustituir los hechos relatados por imágenes.
Para responder a estas preguntas podéis consultar las siguientes páginas con
ayuda de un traductor:
● El Rebost de Cinescola
● Lenguaje cinematográfico
1. Resumid brevemente la historia narrada y comparadla con vuestras predicciones
iniciales. ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención?
2. ¿Podríamos decir que la escena es algo así como teatro filmado?
3. ¿Qué planos se han utilizado en esta escena? ¿Han tenido alguna funcionalidad?
4. ¿Ha empleado el director el recurso de la profundidad de campo en algún momento?
¿Con qué finalidad?
5. ¿Qué punto de vista se ha utilizado?
6. ¿Habéis observado algún movimiento de cámara?
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
3
2.ª secuencia
Contesta las siguientes preguntas después de visionar el segundo fragmento.
Escena de los títulos
finales de la película
Smoke.
1. Resumid brevemente la historia narrada.
2. ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención?
3. ¿Os imaginabais a los personajes tal y como aparecen después en las imágenes?
4. ¿Compartís la opinión de Paul Auster sobre las diferencias existentes entre la
narración oral y la narración visual?
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
4
5. Completad este cuadro con aquellos elementos que son comunes o diferentes en
las dos narraciones.
Elementos de
comparación
Penúltima secuencia
Última secuencia
La narración icónica y
musical
Narración oral de Auggie
Personajes
La abuela Ethel
Auggie
Escenarios
Comedor
Baño
Cocina
Objetos
Comida de Navidad
Cámara
Trama principal
Tiempo de duración
Clímax
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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6. ¿Qué ha aportado la música a la historia? Te facilitamos la letra de la canción de
Tom Waits y un videoclip del autor para que puedas relacionarlo mejor.
Tom Waits – You’re Innocent When You Dream (Eres inocente cuando sueñas)
Ver el vídeo online.
The bats are in the belfry
the dew is on the moor
where are the arms that held me
and pledged her love before
and pledged her love before
Letra
Running through the graveyard
we laughed my friends and I
we swore we’d be together
until the day we died
until the day we died
Repeat chorus
Chorus
It’s such a sad old feeling
the fields are soft and green
it’s memories that I’m stealing
but you’re innocent when you dream
when you dream
you’re innocent when you dream
I made a golden promise
that we would never part
I gave my love a locket
and then I broke her heart
and then I broke her heart
Repeat chorus
7. Para conocer una historia o un relato, ¿con qué nos quedamos, con una imagen o
con mil palabras?
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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Actividad 2. El relato literario. Cuento de Navidad
de Auggie Wren, de Paul Auster
Puede parecer extraño pero a veces, un breve
cuento de pocas páginas tiene la suficiente calidad
como para basar en él una película de 111 minutos.
Esto es precisamente lo que ocurrió con Cuento de
Navidad de Auggie Wren, de Paul Auster. El director,
Wayne Wang, quedó tan fascinado por el cuento
que decidió proponerle a Auster que escribiera un
guión para adaptarlo al cine. Auster aceptó y, como
resultado, nació Smoke.
Después de haber visto las últimas secuencias
cinematográficas del filme, vamos a leer el cuento
original. Se trata de un texto deslumbrante y lleno
de belleza que nos introduce en el universo literario
de Auster. Asimismo, nos invita a conocer el
microcosmos del barrio de Brooklyn, en Nueva York.
El escritor Paul Auster en la Feria
del Libro de Brooklyn, 2010
(fotografía de David Shankbone).
Cuento de Navidad de Auggie Wren1
Paul Auster
Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo
menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero
nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida
de Navidad es exactamente como él me la contó.
Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de
un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene
los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante
mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una
sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que
siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de
Washington, y nada más.
Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando
casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba
acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros.
Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona
distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero
1 Texto
extraído de Letrópolis. El cuento original en inglés, Auggie Wren’s Christmas Story,
se puede consultar en Christmas Magazine. Opcionalmente, también se puede escuchar la
narración del cuento en la página web de NPR Books.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de
quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a
mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en
que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena
voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.
Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente.
En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes
de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de
cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había
detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete
y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto
ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y
todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de
diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.
Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar.
Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había
visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de
repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un
implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así
que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie
parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo
llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:
—Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.
Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada.
Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles,
me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el
ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente, pude detectar sutiles
diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las
mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los
sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en
segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar
todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.
Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte
de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios
superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los
invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido
ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el
tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula
esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había
elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo
con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar
un verso de Shakespeare.
—Mañana y mañana y mañana —murmuró entre dientes—, el tiempo avanza con pasos
menudos y cautelosos.
Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su
obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su
cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía
estoy esforzándome por entenderla.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me
había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de
Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable,
y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin
embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué
sabía yo de escribir cuentos por encargo?
Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O.Henry y
otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían
desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita
sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños
de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo
así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera
sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería
como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.
No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría
la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y
allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba.
Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.
—¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas
a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te
garantizo que hasta la última palabra es verdad.
Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami
y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una
mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.
—Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar
cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi
vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos
de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha
gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando
me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre,
y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la
avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había
caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con
tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara.
Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre
desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme
con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie
rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años
vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me
figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y,
además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?
Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero
lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me
encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa,
pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy
sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la
cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no
hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera
personalmente.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y
recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece
igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente
encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay
nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy
a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz
de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.
—¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.
Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es
ciega.
—Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en
Navidad.
Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.
Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y
corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las
palabras salían de mi boca.
—Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.
No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o
algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante
de la puerta y yo la abrazaba a ella.
No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que
parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos
habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer
sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no
notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que
yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.
Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero
basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa
ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que
había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le
conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.
—Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que
las cosas te saldrían bien.
Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa,
así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado,
sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de
cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los
dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos
nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos
en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que
me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas
dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de
Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.
Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón
de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus
cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un
sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente
nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas
bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.
No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había
quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar
los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía
lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de
despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de
su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la
historia.
—¿Volviste alguna vez? —le pregunté.
—Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber
robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de
devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el
apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.
—Probablemente había muerto.
—Sí, probablemente.
—Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
—Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
—Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
—Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
—La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la
quitaste fuese su verdadero propietario.
—Todo por el arte, ¿eh, Paul?
—Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.
—Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?
—Sí —dije—. Supongo que sí.
Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola
se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel
momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que
repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de
preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me
había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la
crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.
—Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme.
—Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos.
Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo
eres?
—Supongo que estoy en deuda contigo.
—No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.
—Excepto el almuerzo.
—Eso es. Excepto el almuerzo.
Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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Actividades sobre el cuento literario
1. Después de haber leído el texto y a partir de vuestros conocimientos previos,
razonad por qué creéis que es un cuento. Luego subrayad los párrafos que están
relacionados con las dos secuencias visionadas.
2. Habréis visto que en el texto se mencionan algunos autores conocidos justamente
por haber escrito otros cuentos de Navidad. Leed la información que encontraréis
pinchando sobre ellos y realizad una ficha como la de Paul Auster, añadiendo una
imagen de cada autor. ¿Por qué creéis que Auster los ha incluido en el texto? ¿Cuál
es la opinión del personaje Paul sobre los cuentos de Navidad?
3. Veréis que en el texto se han subrayado algunas expresiones. En este caso, tenéis
que buscar vosotros un hipervínculo para facilitar la comprensión de estos
fragmentos. Además de estas expresiones, elegid tres más en las que consideréis
relevante añadir un hipervínculo y justificad el porqué.
4. La secuencia que hemos visto de Smoke no recoge la primera parte del relato,
donde se narra la afición de Auggie por hacer fotografías y coleccionarlas. Es una
situación también muy interesante. Imaginaos que, como Paul Auster, debéis
confeccionar el guión técnico de esta primera parte del cuento. ¿Sabéis qué es un
guión técnico? Se trata de un documento de producción que contiene la información
necesaria para ejecutar cada uno de los planos que requiere la obra audiovisual.
En este caso tenéis que traducir el contenido del texto escrito a imágenes y
sonidos que deben organizarse en planos y secuencias.
El director interviene activamente en el guión técnico, en el cual se añaden
instrucciones técnicas precisas sobre el tipo de planos, la angulación, los
movimientos de cámara, los efectos sonoros, los efectos especiales, el decorado,
el vestuario, aspectos de ambientación interior y exterior o la música
correspondiente a cada parte. El resultado será como un libro de instrucciones
para los equipos de rodaje y de montaje.
A menudo, la información que contiene el guión —tanto el literario como el
técnico— se presenta en dos columnas. En la de la izquierda figura todo lo que
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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hay que ver y, a la derecha, todo lo que se debe oír (sonidos, ruidos, diálogos y
música). En cambio, hay directores que prefieren dibujar la idea para precisar
plano a plano la composición, el ángulo de encuadre, el decorado, la posición de
los personajes, etc.; luego, esto se seguirá al pie de la letra con el objetivo de la
cámara en el momento del rodaje. El dibujo no suele ser muy elaborado pero es
suficiente para hacerse una idea del trabajo que se desea desarrollar. Esta serie
de dibujos se llama storyboard y es muy utilizada en los filmes de animación y de
ciencia-ficción. Aquí tenéis un ejemplo de storyboard, que podéis consultar
también en la página de Cine_Cam.
Ejemplo de storyboard (fuente: Cine_Cam).
Actividad 3. Narrar en literatura, narrar en cine
Vamos a leer ahora el siguiente texto sobre las características narrativas de la novela
y del cine y, a continuación, responderemos a las cuestiones propuestas.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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Narrar en literatura, narrar en cine
El texto narrativo de una novela explica hechos y acciones. Se caracteriza por una
presencia abundante de verbos. La narración se puede presentar fundamentalmente
de dos maneras, en tercera persona o en primera persona.
La narración en tercera persona es la que nos presenta un narrador externo a la
acción. Según el punto de vista que adopte, el narrador puede ser:
● Omnisciente. Lo sabe todo, el pasado, el presente, el futuro... lo que sienten
los personajes. Puede explicar tanto los hechos externos como lo que pasa en
el interior de los personajes.
● Narrador-observador: Relata solamente lo que ve. No se introduce en el
interior de los personajes. Este tipo de narración se acerca a lo que nos ofrece
una cámara de cine y adopta un tono objetivo.
● Narrador focalizado en un personaje. Se narran los hechos en tercera persona
pero desde la perspectiva de uno de los personajes. Se presentan los hechos y
situaciones desde su punto de vista. En esta modalidad la narración adopta un
carácter más subjetivo.
La narración en primera persona la lleva a cabo un narrador que participa
directamente en la acción. Siempre tiene un punto de vista subjetivo y una visión
limitada, no omnisciente de los hechos.
En el cine, los hechos, generalmente, no son explicados oralmente o por escrito.
Los vemos. Tenemos la sensación de que lo que se ve es producto de una presentación
objetiva. Este es uno de los aspectos más seductores, que más nos subyugan del
cine.
El cine y las producciones televisivas de ficción tienden a la desaparición del
narrador y a la visión objetiva de los hechos. No obstante, es cierto que se puede
presentar, en ocasiones, el punto de vista de un personaje, pero no se acostumbra
a hacerlo a lo largo de todo un filme.
En el cine, los recursos de narración subjetiva más frecuentes son:
● La cámara subjetiva: el montaje alterna el personaje y lo que ve. De esta
forma, el público no sólo es espectador de los hechos que la cámara muestra
sino que, también, mediante las expresiones y gestos de los actores y actrices,
podrá enterarse de los sentimientos y emociones que esos hechos provocan en
los personajes.
● La voz en off: un personaje habla dándonos su visión de los hechos. En algunas
ocasiones, la intervención de la voz en off aparece al principio de la película
para situarnos y ponernos en antecedentes sobre lo que veremos a continuación.
Fuente: basado en un texto de www.cinescola.info.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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1. ¿Qué tipo de narrador se utiliza en la secuencia cinematográfica visionada? ¿Y en
el relato escrito?
2. ¿Qué recurso de narración subjetiva cinematográfica se utiliza en la secuencia
que hemos visto?
3. Hay diferentes detalles que aparecen en el relato escrito que, después, en el
cinematográfico, no se recogen. ¿Cuáles son? ¿Por qué creéis que la versión
cinematográfica no los ha recogido?
Actividad 4. El álbum de El cuento de Auggie Wren
En 2008, Isol, escritora e ilustradora argentina, ilustró el cuento con el que estamos
trabajando.
1. Mirad algunas de sus imágenes en este enlace. ¿Veis alguna relación icónica entre
las ilustraciones y la película?
2. Es obvio que Isol se inspiró en toda la parte visual de la película para crear sus
ilustraciones. A continuación os facilitamos algunas de ellas para que busquéis su
pareja en algún fotograma del filme. Fijaos en el punto de vista, el plano, el
encuadre, el color, la iluminación, los personajes, la escena, etc.
2008, p. 5
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
15
2008, p. 13
2008, p. 28
Actividad 5. Actividad de síntesis. La esquina de Auggie
Wren (Copiar a Auggie)
Os proponemos que, por parejas o grupos, realicéis el mismo experimento que Auggie:
fotografiar cada día a la misma hora una esquina o una plaza de vuestro barrio o
pueblo. En vez de hacer una fotografía, también podéis grabar una toma de 7 a
10 segundos con una videocámara. Llevad a cabo esta actividad durante un mes
(o quince días) y, a continuación, valorad la evolución y los cambios observados: la
luz, los transeúntes, las características meteorológicas, etcétera. Una vez tengáis el
trabajo, presentadlo mediante un blog o en PowerPoint. De forma opcional también
podéis escribir un cuento o una reflexión o valoración del producto. Os recomendamos
realizar un ejercicio de observación y descripción minuciosa de la realidad observada.
Antes de realizar la tarea, es conveniente que leáis en este blog lo que Alberto
Moreno ha hecho cautivado por la labor de Auggie. ¿Cómo es actualmente la esquina
de Auggie? Comprobadlo.
Autoría: Alba Ambròs Pallarès y Ramon Breu Panyella
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