la mujer en la empresa: pasado, presente y futuro

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LA MUJER EN LA EMPRESA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Voy a hablar del papel de la mujer en la empresa en Europa, haciendo un breve recorrido histórico,
que nos dé una perspectiva de su evolución: ¿De dónde venimos?, ¿Dónde estamos? Y hacia
dónde parece que podemos ir.
1. EL PASADO
Demos un salto hacia atrás en el tiempo de 36 años. Las que no habíais nacido, os podéis situar
recordando todo lo que se ha publicado sobre Mayo del 68.
Retrocedo a esa época porque es entonces cuando por primera vez percibí la existencia de los
movimientos que trabajaban por la igualdad de la mujer. De esa red llegaba un mensaje claro y
contundente: había que liberarse. Sí, era necesario que las mujeres nos liberáramos en todos los
planos: familiar, sexual, político y económico. Voy a centrarme en éste último plano, el económico,
porque es este afán de liberación económica el que, en mi opinión, movilizó en esos momentos a
la mujer para salir de casa e incorporarse al mundo de la empresa.
En el 69 conseguí mi primer empleo y desde entonces, por suerte, no me ha faltado nunca.
Hago una breve capitulación de cómo estaban las cosas en esos momentos:
- Respecto a la educación:
•
Si la familia no podía dar estudios a todos los hijos, las hijas eran las que dejaban
de estudiar, aunque tuvieran más talento.
•
Las mujeres rara vez accedían a estudios universitarios y, cuando lo hacían,
ingresaban en carreras “de letras”.
•
Era muy frecuente que la mujer dejara los estudios para casarse.
•
Había pocas profesoras universitarias y menos aún catedráticas.
- Respecto al trabajo:
•
Estaba mal visto que las mujeres trabajaran, porque sólo debían hacerlo si el
padre o el marido no ganaba lo suficiente para mantener a la familia.
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•
Las mujeres que trabajaban ocupaban puestos de escasa cualificación y
responsabilidad.
•
Solían dejar de trabajar para casarse y, si no lo hacían, porque sus maridos no se
lo exigían, las despedían. Como mucho, esperaban a que se quedara embarazada
para hacerlo.
•
Sólo en situaciones muy extremas, una mujer se hacía cargo de los negocios
familiares.
- Respecto a la sociedad:
•
Estaba mal visto que los hombres “ayudaran en la casa”.
•
Sólo había guarderías privadas, que eran escasas y caras.
•
La edad de escolarización empezaba a los 6 años y no era obligatoria.
Con este panorama, las pocas mujeres que seguíamos empeñadas en hacer una carrera
profesional, teníamos que aplicar grandes esfuerzos en formarnos más y ser más eficientes en la
administración del tiempo, para poder cumplir con la famosa “doble jornada”. Las que no contaban
con el claro apoyo de su familia y de su compañero, se veían obligadas a elegir entre la familia o la
profesión. La mayoría “elegía” la familia.
Para quitar todas estas trabas, fue necesario dar un gran salto. Lo dimos gracias a una serie de
medidas. En unos países antes, y en otros un poco después, se legalizaron los anticonceptivos y el
divorcio. Gracias a estas leyes, las mujeres estuvimos en posición de negociar con nuestros
padres y con nuestras parejas el rol a desempeñar cada uno en la familia. Y, poco a poco, esos
roles fueron cambiando.
Teníamos la rendija de la puerta abierta y fuimos pasando por ella en tropel. Empezamos a
necesitar y exigir guarderías, permisos maternales, trabajos a tiempo parcial. Y en nuestras casas,
negociábamos con nuestras parejas, cada una como podía. Casi nunca era fácil. De hecho, si
pensamos en las mujeres que conocemos que han conseguido desarrollar con éxito una carrera
profesional, nos damos cuenta de que hay un elevado porcentaje de divorciadas entre ellas.
Vamos a dar otro salto, esta vez de 20 años hacia adelante, para situarnos a finales de los 80. En
esta época creo que ya sí habíais nacido todas.
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Yo había terminado mi licenciatura, había tenido dos hijas y fué cuando empecé a hacerme un
hueco en el restringido mundo de los directivos de empresa.
Las mujeres en Europa ya estaban incorporadas al mundo laboral de forma masiva, pero
trabajando en puestos intermedios. Las empresas, cuando tenían que cubrir un puesto de trabajo
de cierta responsabilidad, solamente se planteaban contratar a una mujer si no tenían un hombre
que cumpliera minimamente el perfil del puesto. Para que una mujer fuera seleccionada, no valía
con que cumpliera perfectamente con los requerimientos del puesto, sino que tenía que tener la
suerte de que no hubiera un hombre que se ajustara al mismo.
Mi equipo fue creciendo, porque el negocio que dirigía iba en aumento y, como yo no hacía
discriminación en la selección de personal, en poco tiempo me encontré conque tenía bastantes
más mujeres que hombres trabajando conmigo. En el mundillo de la financiación internacional se
nos conocía, porque éramos líderes en crédito a la exportación, pero también porque éramos “Las
Chicas de Banesto”.
En esa época viajaba mucho. Me daba cuenta de que había pequeños inconvenientes que nos
hacían molestas como compañeras de viaje de negocios. Os cuento algunas de esas cosas:
•
Los hombres se sentían obligados a llevarnos la maleta
•
A cedernos el puesto en el mostrador de recepción del hotel o en el aeropuerto.
•
A dejarnos el asiento de ventanilla.
•
A pagar la cuenta en el restaurante, o dejarse invitar por una mujer.
•
A no decir tacos, no contar chistes subidos de tono.
También había cosas divertidas. Por ejemplo, mis compañeros de viaje estaban encantados que
les fueran a recoger sus esposas, cuando se enteraban de que viajaban con una mujer en el
grupo.
Era un mundo de hombres y tenías que aportar mucho valor añadido, todos los días, para que te
admitieran. Cualquier problema o fracaso, que hubiera sido pasado por alto a un hombre, servía
para que se cuestionase tu valía y tu posición.
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Recuerdo lo agradable y poco habitual que era encontrar otras mujeres en reuniones,
negociaciones, viajes y comidas de negocios. También recuerdo lo poco agradable que era que te
dieran la peor habitación del hotel, porque suponían que eras menos importante que tus
acompañantes, o que tuvieras que ir al servicio, en unas oficinas muy elegantes, y te encontrabas
con que estaba lleno de escobas y artículos de limpieza, o cuando presidí una delegación
empresarial a un país musulmán y al llegar a una cena oficial a la residencia del Ministro que nos
recibía, a mí me llevaron al harén y mis compañeros tuvieron que negarse a hablar si yo no estaba
presente. No se podían creer que una mujer fuera la que tenía la voz cantante.
2.- EL PRESENTE
En resumidas cuentas, lo cierto es que la situación en Europa había cambiado sustancialmente en
esos 20 años. La mujer se había incorporado al mundo universitario y al laboral. Las circunstancias
familiares y laborales que apuntaba antes prácticamente habían desaparecido. También, gracias a
la tecnología, habían desaparecido algunas “molestias”:
•
Las maletas tienen ruedas.
•
Las puertas se abren solas.
•
Los viajeros preferimos pasillo a ventanilla
•
Las tarjetas de crédito hacen que pagar la cuenta pase bastante desapercibido.
Pero siguen existiendo, y estamos aquí ahora porque persisten, muchas dificultades que impiden la
plena igualdad con el hombre en el ámbito de la empresa y del poder económico.
La realidad es que muy pocas mujeres ocupan altos cargos en las compañías europeas, a pesar
de que el número de tituladas universitarias supera en muchos casos al de titulados masculinos.
Con motivo del Día de la Mujer Trabajadora, que espero que en algún momento podamos dejar de
celebrar, se han publicado numerosos artículos, que aportan datos muy significativos, por ejemplo:
- En Francia, un estudio del Ministerio de Trabajo revela que el porcentaje de mujeres que ocupan
puestos directivos, sólo ha crecido un 3% en los últimos 10 años.
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- En Alemania, solamente hay una mujer que ocupe la presidencia de una de las 30 empresas del
índice bursátil Dax.
- En España sólo existen 17 mujeres entre los más de 500 consejeros de las empresa del índice
bursátil Ibex. Sólo una mujer se sienta en el Consejo del Banco de España y ninguna en la Bolsa.
Sólo cuatro de las grandes empresas están dirigidas por mujeres, es decir, apenas un 3% del total.
En cuanto al entorno familiar, todos los datos que conozco apuntan a que no ha habido un cambio
significativo en los últimos años en la distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres.
En un Seminario de Investigación en Salud Laboral, recientemente celebrado en Barcelona, se
ponía de manifiesto que, si bien los hombres comparten cada vez más el cuidado de los niños, la
mujer les dedica el doble de tiempo. También denunciaban que los hombres siguen sin compartir el
resto de tareas domésticas.
Apuntaban, asimismo, que para los hombres el principal gasto de energía es la actividad
profesional, mientras que para la mujer lo sigue siendo la casa y el cuidado de los hijos.
Por otro lado, la oferta de plazas de guardería para menores de tres años y ancianos sigue siendo
insuficiente y el porcentaje de hombres que utilizan, total o parcialmente, los permisos y
reducciones de jornada por tener hijos o cuidar familiares es prácticamente cero.
Es evidente que se ha avanzado muchísimo, pero también que nos queda mucho camino por
recorrer.
3.- EL FUTURO
Hemos hecho todo lo que podíamos con los medios que tenemos. Estamos preparadas, tenemos
formación y experiencia, nuestras parejas nos apoyan (más les vale) y necesitamos palancas que
nos permitan romper el famoso “techo de cristal”.
En mi opinión, estas palancas son cinco:
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1.- Horarios flexibles, que permitan una mejor organización de la pareja para atender a la familia.
Pero, cuidado, cuando digo flexibles, no quiero decir reducidos, o trabajo a tiempo parcial, porque
creo que las reducciones de jornada o este trabajo a tiempo parcial sin duda pueden ser una buena
solución coyuntural, ya disponible en toda Europa, pero es válida sólo a corto plazo si la mujer
pretende acceder a puestos de responsabilidad, en los que, no nos engañemos, no se puede estar
a tiempo parcial. Pero sí se pueden asumir modificaciones en los horarios de entrada y/ o salida, y
cierto porcentaje de tareas realizadas fuera del puesto de trabajo, gracias a internet y los
ordenadores portátiles.
2.- Mayor dotación de servicios sociales públicos y en las empresas. El disponer de fácil acceso a
guarderías, comedores, parking, nos hace mucho más eficiente el uso de nuestro precioso tiempo.
3.- Reparto de las tareas domésticas. Creo que ya está bien de que el hombre “ayude” en casa. Lo
que tiene que hacer es compartir las tareas. Aquí también nos ayuda la tecnología, porque es
menos duro que un hombre aprenda a poner el lavavajillas que pretender que friegue a mano los
cacharros. Y hacer la compra por internet puede resultar hasta entretenido.
4.- Reparto de los incentivos para tener hijos. Yo me atrevo a decir que debería ser obligatorio el
que los permisos por hijos se repartan entre ambos padres. Habría que distinguir el período de
baja, del periodo de permiso para atención del hijo. Si este último fuera de reparto obligatorio,
aunque se empezara por obligar a los hombres a tomar uno de los cuatro meses que existen como
media en Europa para estos fines, muchos hombres renunciarían a tomarlo, pero cada vez serían
menos y se conseguirían dos importantes objetivos: el primero, que se dejaran de considerar
“bajas maternales” para ser “permisos por hijos”, y el segundo, que las carreras profesionales de
las mujeres en edad de ser madres no estuvieran tan penalizadas por el temor de las empresas a
tener que soportar esos permisos. Sin duda las empresas lo verían de otra forma si los padres
también tuvieran que “parar”, para cuidar a sus hijos.
5.- Medidas de discriminación positiva en organismos y empresas. Muchas mujeres, yo entre ellas,
hemos tenido serias dudas en este tema. Hace unos días, aparecía en los periódicos salmón una
noticia que decía que las mujeres que estaban en puestos de responsabilidad no sentían que
hubieran sido discriminadas, ni tampoco pensaban que sus salarios fueran inferiores a los de
hombres de similar categoría. Esto es real, pero no es cierto.
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Para empezar, esas mujeres que “han llegado arriba” han tenido que esforzarse mucho más y,
sobre todo, ¿cuántas mujeres habrían llegado ya si hubieran tenido las mismas oportunidades que
los hombres? La discriminación sigue existiendo, porque los que toman las decisiones son
mayoritariamente los hombres. Hay que contrarrestar esta discriminación y, por lo que estamos
viendo, no parece que valga solamente con nuestro grandísimo esfuerzo. Estoy convencida de que
ahora sí se pueden aplicar medidas de discriminación positiva, sin miedo a generar situaciones
ridículas, que nos hagan retroceder, en lugar de avanzar, porque ahora sí hay en Europa mujeres
muy preparadas y con mucha formación y experiencia.
Seguramente entre todas veamos que pueden existir otras palancas, o que las que yo propongo
plantean riesgos difíciles de gestionar. Os animo encarecidamente a hacer lo que yo he hecho para
preparar esta charla. Pensad en vuestra vida, en la evolución de vuestra carrera profesional, en las
dificultades que habéis encontrado por el hecho de ser mujeres y en cómo se podrían superar esas
dificultades. Hay que echar una mano a las que están esforzándose en el camino. Hay que
procurar que nuestras hijas no lo tengan tan difícil.
Y, por último, hablando de futuro, no debemos, ni podemos, olvidar a todas las mujeres que viven y
trabajan en países que se encuentran en una situación igual, o mucho peor, de lo que yo he
descrito como nuestro pasado. Países en los que la mujer sigue siendo una propiedad más del
hombre. Esas mujeres tienen un camino mucho más largo que recorrer. No las podemos olvidar al
tejer las redes. Pero lo tendrán más fácil cuando haya más mujeres en el mundo que tomen
decisiones y compartan el poder social, político y económico con los hombres.
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