BESO DE DESPEDIDA Su piel estaba aún tibia cuando mi dedo recorrió una pequeña parte de su mejílla. Mi dedo rígido y tembloroso se posó con cariño y respeto sobre su faz y se hundió suavemente en su ya inerte piel. A los treinta años, hice hoy, lo mismo que cuando tuve tres solo que entonces era su cara joven y fresca como un clavel. Hoy mi dedo se hundió otra vez en su mejilla pero fue en su ya sin vida faz, como un beso de despedida, como aquel que le di algún día cuando solamente tenía tres. Manolo Gallardo 1967