Guerra 1939 41 11 08

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Guerra 1939 41 11 08
Cayó Crimea. La marcha de la guerra La SI 08/11/41 p. p. 1-4
EE. UU ordena a Finlandia La SI 08/1/41 p. 5
Persia pierde su independencia. Un Dictado a Persia La SI 08/11/41 p. 5-6
Cayó Crimea. La marcha de la guerra
La SI 08/11/41 p. p. 1-4
La ola llegó a Crimea. Crimea es el mirador del Cáucaso. Gran Bretaña y Estados Unidos ríen con un ojo y con el otro
lloran. Lloran, porque ven que no hay quien pueda contener la aplanadora, que avanza con la facilidad de lo inevitable.
Ríen, porque, al decir Crimea, sospechan –y sospechan bien- que el Cáucaso está en capilla. Que, en
consecuencia, cuando la punta de lanza fatal hienda más allá de Rostov, se estará autorizado para invadir el
Cáucaso sin pedir permiso a Rusia. Y será llegada la hora histórica –que ellos creen erróneamente histórica- de
hacerse con el petróleo y con el resto. La han esperado durante más de siglo y medio, con paciencia benedictina del que
sabe sentarse cómodamente para esperar que la ocasión advenga.
Esta semana ha sido especialmente fatal para esa pobre Rusia, que soñaba avances y estabilidad y se halla en la
continua agonía de las eternas gloriosas retiradas. Trágica para la Rusia, no solo por los avances alemanes, sino
también por lo otro: por estar en potencia propincua de perder el Cáucaso, sobre el cual guiña socarronamente el ojo
el defensor de los rusos, mariscal Wavell.
Pero vayamos por partes. En esta portada hemos trazado un mapa con la totalidad de la Línea de Guerra, que marca los
avances del Eje en toda la longitud del frente. A él ha de acudir quien quiera ubicar la parte ubicable de esta ligera
crónica.
a) En la extremidad norte, de la cual no venían noticias desde hace algunas semanas, ha habido, en estos días, avances
que han permitido a los finlandeses y alemanes llegar hasta escasos kilómetros de Murmansk. Los telegramas precisan:
20. Los triplicaríamos y diríamos 60, en la seguridad de que, aún así, se trataría de algo de pésimas consecuencias para
los rusos.
Cierto que ese puerto tan codiciado –Murmansk- no sirve ya a los rusos, por haber los fineses cortado el
ferrocarril que va al sur por lo menos en cuatro partes. Más, aún así, es de gran importancia. El puerto de Murmansk,
por especiales circunstancias locales, no se hiela en todo el año. Es posible, por lo mismo, embarcar y trabajar
eficientemente en él. Desde la ciudad, además, sería posible correrse fácilmente hacia oriente de la península de Kola
y adueñarse de la entrada del mar Blanco. Con ello quedaría cortada la línea principal de ayuda a Rusia por parte de
Gran Bretaña y Estados Unidos.
La flecha a) del mapa muestra Murmansk. La flecha b) señala el ferrocarril que comunicaba Leningrado con el Ártico. A
estas alturas es donde, además del extremo sur entre Onega y Ladoga, ha habido esta semana pequeñas ofensivas,
que amenazaban cortar el ferrocarril también en su parte media, al sud del mar Blanco.
Si el lector echa una ojeada al ferrocarril que de Arkángel va a Vologda, verá cuál es el camino que sigue ahora la
ayuda aliada a Rusia y cómo la ocupación de la península de Kola lo inutilizaría absolutamente.
Como se ve, esta ofensiva en Murmansk tiene sus miras lejanas, no parando hasta Arkángel. Para completar la
inutilización de esa vía de ferrocarril que de Arkángel va a Moscú, pasando por Vologda, una nueva ofensiva, de fuerza
reducida, ha sido iniciada por el lado donde la flecha c) señala a lo largo del ferrocarril que de Leningrado va hacia el
Oriente, constituyendo, en rigor, el primer tramo del transiberiano.
Detrás de esa flecha, y siempre como parte del sector septentrional de la enorme línea de combate, Leningrado
aparece cercada. Durante esta semana los rusos han realizado conatos constantes de salida, para intentar romper la
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línea alemana de cerco. No lo han logrado. han sacrificado muchas armas y numerosos tanques, también muchas vidas.
La artillería alemana los ha segado en su hora. Las tres causas de esas contraofensivas locales son de fácil
comprender.
Primero, el estado desesperado de la ciudad. Cierto que la previsión bolchevista había sido notable, habiendo acumulado
en la antigua capital enormes cantidades de alimentos y de material de guerra. No se podía sospechar, sin embargo, que
vendría alojando más de cuatro millones de habitantes cercados completamente. Los que escapan de ella, desertando,
explican cosas verdaderamente trágicas. Seguramente que la realidad es más trágica todavía. el hambre y la peste
son los amos de la urbe. Con ellos, el Comisario, que fríamente sabe cumplir las
órdenes de los que desde Samara viven fuera del infierno de la guerra, exigiendo heroicidades y cosas raras a los que
están en las líneas de fuego.
Segundo, el haber probablemente sacado los alemanes numerosas tropas sitiadoras, para llevarlas, tal vez, a campos
más activos de combate. Así, al menos, han creído los rusos. No por esto han encontrado una resistencia menor en
parte alguna de ese círculo de fuego que está rodeando la antigua capital.
Tercero, el necesitarse las tropas que pudiesen escapar del cerco para la defensa de Vologda, siendo las encerradas en
Leningrado de las pocas que quedan bien entrenadas, procedentes de los primitivos ejércitos de cuatro meses atrás.
En los demás frentes, se trata de unos pocos siberianos y de numerosas masas bisoñas, liquidadas las formaciones
del ejército regular con que era comenzada la guerra.
b) En el sector central de la línea enorme se han iniciado en esta semana terribles combates. Todo hace sospechar que
el Comando alemán ha preparado todo para vencer de una vez la porfiada y heroica resistencia de los rusos, que ha
podido durante más de un mes hacer marcar el paso a los alemanes que conquistaban Kalinin y Mozaisk hace ya tres
semanas. Una nueva embestida parece haberse iniciado ahora con gigantescas montañas de material, para superar los
obstáculos y ver de rodear la ciudad (Moscú) o de tomarla directamente.
La primera pregunta es inquirir –más, sería imposible hacerlo, por falta de datos- si se proponen un asalto frontal,
o se intenta estructurar un nuevo bolsillo, dentro del cual quedase Moscú enjaulada. Las formidables embestidas
organizadas desde Kaluga y Orel, que han dado como resultado llegar a los suburbios de Tula (flecha f) parecen indicar
que se trataría de cercar la ciudad más de tomarla. Pero no han sido menos poderosas las embestidas desde Mozaisk y
Malorajoslavez (flecha d) donde un ataque frontal de proporciones gigantescas ha abierto brecha, habiéndose llegado a
los mismos suburbios de la capital, donde están atrincherados, en una sucesión de calles y avenidas, más de dos
millones de obreros y mujeres.
En la conquista de Kiev daba buen resultado esa coexistencia de dos ataques: uno frontal y otro cercador, encerrando la
ciudad dentro de un colosal anillo. Cuando éste se cerraba, el ataque frontal ya había tomado la urbe. Pero el cerco
servía espléndidamente para atrapar a los ejércitos que huían, cogiendo dentro del bolso a más de medio millón de
soldados en fuga. La maniobra se repite ahora en Moscú, aunque con fuerzas muy superiores, siéndolo también las
fuerzas rusas que defienden Moscú comparadas con las que defendían la capital ucraniana.
Todo hace pensar que se trata ahora, en ese centro de lucha, de la mayor batalla en que jamás se hayan empeñado
los hombres, tanto en volumen como en ferocidad. En los alrededores de Moscú pelean en estos instantes unos 6
millones de soldados, persiguiendo los rusos estabilizar el frente, clavando a los alemanes en trincheras y convirtiendo
la guerra de movimiento en guerra estática; mi8entras que los alemanes intentan de una vez acabar con Moscú como
centro de resistencia, con lo cual se lograría una desmoralización tan grande, que seguramente podrían dar un salto hasta
Gorka, a pesar de estar esa ciudad más de 500 kilómetros lejos de la capital rusa.
c) Si como maniobra inicial es ese centro moscovita donde hay que poner atención máxima, como tarea en plena
realización –llegando ya a su término- es en el sud donde han tenido lugar esta semana los acontecimientos más
interesantes. Diríamos que decisivos para el porvenir de la guerra en el Cercano Oriente.
La flecha g) muestra la realización de una operación derivativa, que ha dado buen resultado para los que la combinaban.
Parte de las tropas que conquistaban la gran ciudad de Charcow se corrían rápidamente hacia el norte –la
semana pasada- entrando en Bielgorod. Y esta semana, con una audaz marcha, se corrían nuevamente hacia el norte y
tomaban Kursk, ciudad industrial, que construye tanques, motores y diversas armas de guerra y de paz. Y, o mucho nos
engañaríamos, o esas fuerzas están en estos instantes volando hacia Woronez, con el intento de tocar al Don por este
lado y cortar los ferrocarriles que unen el mediodía ruso con Moscú, y, por lo mismo, separar los dos ejércitos que
defienden autónomamente esas dos zonas.
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En tanto (flecha h), un fuerte núcleo de tropas está realizando en el extremo Azof una doble tarea. Por un lado, se van
acercando más y más a Rostov, en la desembocadura del Don; y no sería raro fuese solo de días la caída de la ciudad
puerta del Cáucaso. Por otro lado, están empujando los restos de las tropas del misteriosamente desaparecido
mariscal Budenny (ahora comandándolas Timochensko) hacia el gran seno que forma el Donetz al confluir con el Don,
donde se ha pintado una pequeña estrella.
Pero la embestida principal ha sido dada en la península de Crimea, que el lector puede ver como un gigantesco balcón
dentro del mar Negro. Costaba una semana romper la resistencia que en el istmo de Perekop oponían los rusos. Se trata
de un istmo a lo más de seis kilómetros de ancho y todavía la ciudad levantada en él. Fortificaciones enormes, en parte
del tiempo de los zares y en parte ahora construidas; extensos lagunales que no permiten el paso de tanques ni de
infantería acorazada; enormes cantidades de soldados, que los mismos rusos han hecho llegar a 250.000; todo
conspiraba para que se hiciera de Crimea una especie de gigantesca trinchera desde la cual se anulase todo posible
ataque. Más, al abrir brecha los alemanes, en un furioso último ataque frontal, después de seis días continuados de
combates, la ola irrumpía vertiginosamente sobre la península, conquistaba la capital, Sinferopol, que en el mapa de la
portada lleva el número 2, y, ya aquí, la embestida se bifurcaba, sin detener el ritmo fulminante del ataque: un ala
(flecha i) se dirigía a la conquista del gran puerto del mar Negro, Sebastopol, que a estas horas debe estar ya alcanzado,
mientras otra ola, en dirección contraria, se dirigía a Kertch, en el estrecho de Yenikalé, donde caía la ciudad de Feodosia,
en plena extremidad oriental, solo una estrecha manga de agua separando a los alemanes de las tierras caucasianas.
La Crimea es una región histórica, en la cual se han encontrado los más opuestos intereses y las razas más diversas. Es
el famoso Chersoneso de los milenios prehelénicos, hacia cuyas riquezas se dirigían los griegos y en la opulencia de
cuyos jardines se hallaba el vellocino de oro, según viejas leyendas. Tiene 26.000 kilómetros cuadrados, con una
extensión semejante a la de Suiza o Bélgica, y más de mil kilómetros de costa. Tres cuartas partes de la región –las
norteñas- están formadas por peladas estepas y aguas muertas, la mayor parte saladas, en las cuales (falta de
iniciativas y perseverancia) se desarrolla una pobre vida desde cualquier punto de vista. Más la parte del sud, formando
una estrecha lonja marítima, ofrece un verdadero paraíso, superior a la Costa Azul en amenidad, fertilidad y cosas
amables. Feraces viñedos de racimos gigantes, olivares siempre verdes de sabrosas y suaves olivas, frutales de toda
clase ofrendando las más exquisitas frutas, naranjos y limoneros salpicando de oro los campos; y, más arriba,
ascendiendo las floridas laderas, bosques de claros laureles, macizos de robles añosos y granados en flor, y cerezos
de frutos bermejos, e higueras famosas por la dulcedumbre de sus brevas. Es el paraíso ruso, donde, huyendo de los
hielos petersburguinos acudían otrora las damas y las damiselas de la corte y los latifundistas provincianos, para
saborear las delicias de un clima y un lugar que no en vano atraía expediciones heroicas como las de los audaces
Argonautas.
Más, todo esto son flores y música y vanidad para el hierro de la guerra. Esta tiene en cuenta más interesantes
puntos de vista para ella. Es éste el balcón del mar Negro. El se avanza hacia el sud en una extensión igual a la mitad de
la anchura de ese mar. Lo domina, por tanto. Esa península forma un trampolín magnífico para saltar por tierra a la
antesala del Cáucaso. Y decir Crimea en manos alemanas, quiere decir escuadra rusa perdida irremisiblemente,
aunque le sea permitido dar las últimas boqueadas.
En las dos puntas de Crimea muestra el mapa de la portada dos líneas gruesas. La de la izquierda marca lo que ya
podemos llamar “sitio de Sebastopol”. La de la derecha marca la única parcela no conquistada de ese
oriente, que lo será en horas no más.
La escuadra rusa de ese mar consta de no menos de 50 buques bien armados flanqueados por unos 50 submarinos.
Sus bases eran tres principalmente: Sebastopol, Odesa y Nicolaiev. Estos dos últimos puertos están en manos del
Eje. Sebastopol está rodeado por tierra. Y de tal modo bombardeado por el cielo, que no le será posible a la escuadra
permanecer un día más en ese puerto, a 2 minutos de los campos de aviación germanos. No le quedan más que tres
pequeños puertos en la costa caucásica: el mayor Novorosick (100.000 habitantes, aparece en el
mapa cerca del estrecho; Tuanse y Batum, fin de dos tubos petroleros, son ineptos para una escuadra y están
desguarnecidos. Los días de esa poderosa escuadra están contados.
Esperamos cosas graves por este lado. En esta península, a mediados del siglo pasado, las mayores potencias
europeas se reunían a tiros para disputarse ese Oriente que ya entonces hacía hinchar las narinas ávidas de los
pueblos imperialistas. Aquí Gran Bretaña, simulando amor a su aliada Francia, se la jugaba perfectamente. Porque
desde ese balcón se ven cosas excitantes y agradables; allá, hacia un lado, los petróleos rumanos, sobre ellos la sombra
de las garras de los insaciables; allá, hacia el sur, los famosos estrechos y entre jardines Estambul, llave y corazón del
oriente. Más allá, los aceites del Cáucaso, del rak, del Irán. Y el mar Rojo, y la India inmensa, y el acabose.
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Mientras nosotros estamos proyectando la imaginación sobre ese pasado de aquella guerra de Crimea y también sobre
el porvenir de esta guerra actual en el mismo sitio, otros no tienen tiempo de pensar: los infelices rusos que,
amontonados en Sebastopol y Kertch, están representando un bis de la gloriosa retirada de Dunkerque, al compás de
los recios stukas perseguidores de buques cargados de racimos humanos. Restos de los ejércitos crimeanos que la
radio de Moscú gritaba, hace ocho días no más, ser invencibles, inquebrantables, indestructibles.
Horas decisivas. Ellas constituyen el corazón mismo de la guerra.
EE. UU ordena a Finlandia
La SI 08/11/41 p. 5
Una de las salidas más pintorescas de la historia diplomática de Norte América será esa cómica orden dada por Mr.
Cordelio Hull al pueblo finlandés de que cese inmediatamente la guerra con Rusia, si no quiere perder la amistad
estadounidense.
Apenas sería concebible este acontecimiento para quien no tuviese nociones de psicología colectiva dentro de la cual se
registra lo que podría llamarse “ensoberbecimiento cómico”. Ataca especialmente a aquellos que, llevados a
la cumbre material por la vida de un montón de circunstancias externas, llegan a la convicción profunda de que son ellos el
centro del mundo y los creadores de las circunstancias que los han creado a ellos.
Cuéntase de un tal Darío, infatuado rey persa, que de tal laya tenía idea alta de sí mismo y de su poder, que daba las
órdenes más terminantes a todos, a los suyos y a los extraños, en la seguridad de que habían de ser inmediatamente
realizadas. El era rey de los reyes y señor de los pueblos. A la Grecia, entonces en su juventud, mandaba que
abandonase sin réplica las colonias que tenía bien cimentadas en las costas asiáticas. A los reyezuelos de la costa
asiria ordenaba que cesaran sus guerras con los potentados del Nilo. Por cierto que el pequeño pueblo griego no le
obedecía, y lo vencía además; que los señores asirios no hacían caso de los blufes del rey iránico. La soberbia y la ira
del trastornado señor llegaba a tales extremos, que mandaba a mil esclavos azotar al mar porque le habían las olas
desbaratado una expedición marítima.
Mr. Hull no ha llegado a los extremos de mandar azotar las aguas de Islandia. Pero esto habría sido menos pintoresco,
con serlo mucho, que esa orden al Gobierno de Finlandia de cesar inmediatamente su guerra con Rusia, so pena en
caer en desgracia del gobierno washingtoniano.
Lo primero que acudirá al juicio de los fineses es preguntar qué cosas le deben a la amistad de los norteamericanos, y
qué cosas pueden perder de no contar con ella.
Cuando concluía la guerra mundial, todos los pueblos de la tierra eran deudores de Estados Unidos. Desde Gran
Bretaña, que debía una montaña de millones de libras esterlinas, hasta Montenegro, que debía también, todos eran
deudores del Tío Sam, por haber sido, ya entonces, Estados Unidos, el arsenal de las democracias que despotizaron en
Versalles. Y se daba un caso notable: que esos pueblos deudores cerrasen todos herméticamente su bolsa,
negándose a reembolsar a Estados Unidos lo que le debían. Y se llegaba al extremo de un diputado británico que se
levantaba en los Comunes y preguntaba si no se había cobrado de sobras Estados Unidos todo lo que había prestado, al
vender a sus amigos material más del doble caro de lo que costaba usualmente. Y no pagaron. Derrochaban plata por
todos lados, pero
no pagaron. Ni han tenido jamás la menor voluntad de pagar nada de esto al prestamista que ellos creían usurario.
Más, he ahí que siempre hay algún leso entre una legión de vivos. Ese leso fue Finlandia. Fue el único pueblo deudor
que pagó constantemente su cuota anual de deuda, y encima sus intereses. El devolvía orgullosamente erguido lo que
Estados Unidos le había prestado. Lo cual le valía, en cierta ocasión, la siguiente alabanza, hecha por un grave senador
norteamericano: “un solo pueblo hace honor a su firma y se comporta como caballero: Finlandia”.
Cuando Rusia se echaba –no hace de ello muchos meses- sobre Finlandia, y, en una memorable campaña caía
esta vencida., obligaba a entregar la Carelia, dos comarcas más, la ciudad dinámica de Viborg, y la base de Hangoe,
Mr. Hull no hallaba palabras gruesas para denostar a Rusia. Era la época en que Churchill llamaba a Stalin
“déspota asqueroso” y Mr. Roosevelt arrojaba a la cara de los Soviets los mayores denuestos.
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Cierto que todo eran palabras y frases. Finlandia era un héroe. Pero cuando ésta pedía auxilio, Estados Unidos no
soltaba un solo cañón ni un solo dólar. Hacían servir a Finlandia –ahora, a otros países- de escabel y pretexto para
sus fines especiales, que entonces estaban contra los Soviets, y ahora están con ellos, porque ven que con la guerra
estos acabarán desangrados.
Al comenzar ahora la guerra finesa contra Rusia, para rescatar lo que Rusia le había quitado, todas las antipatías de
Estados Unidos estaban contra Finlandia. Nadie sabría hallar la razón de esta conducta contradictoria y absurda. Pero la
hallaría el que conociese el supremo materialismo marxista que es instrumento y camino de la Wall Street. Desde los
primeros instante de esta guerra, Estados Unidos estaba contra Finlandia. Mr. Knox, de acuerdo con Mr. Hull, apoyaban,
en los primeros días de la guerra, una expedición anglo-rusa contra Petsamo, para apoderarse de las minas finlandesas.
Con la circunstancia de que tanto Estados Unidos como Gran Bretaña estaban en paz con Finlandia. Y en todo instante
la cancillería norteamericana ha realizado, en estos últimos meses, cuanto le ha sido posible para perjudicar a los
finlandeses.
Cerremos los ojos a mil ayudas a Rusia contra Finlandia, pero no olvidemos que las armas vendidas por EE. UU. a
Rusia eran para matar a finlandeses en buena parte. Era esto lo que la amistad norteamericana valía a Finlandia. De ahí
que los fineses, al frente su gobierno, se preguntarán ahora atontados para qué necesitan la amistad o la enemistad
norteamericana y escudriñarán en los recovecos más íntimos de su memoria por si ha habido en verdad algo que sea
fruto de esa amistad y ellos no recuerden.
Dicen los franceses que hay una palabra que toam el peso a los hombres y a las colectividades: la mesura, o, para
decirlo en término que no tiene traducción adecuada, la “mesure”. Y lo peor que se puede decir de un
hombre conocido es que se salga de esa “mesure” dando una nota falsa dentro del campo de la proporción.
Mr. Hoover, otros eminentes norteamericanos que no vegetan en los campos vírgenes de los “nouveaux
riches” políticos, se han enfurecido por ese desentono de la cancillería norteamericana, calificándolo de
imperialista, atropellador y fuera de todo derecho internacional. No valía la pena. No se trata de un traspiés inconsciente
y tampoco de un flagrante atropello a los derechos de un pueblo libre de limpia historia. Es simplemente un episodio
pintoresco y no más, más próximo a la zona de los “¿qué le dijo?” que a la de los serios, irritantes y
atentatorios atropellos.
Persia pierde su independencia. Un Dictado a Persia
La SI 08/11/41 p. 5-6
Las agencias mediocres que están infraadoctrinando al mundo, han dado a conocer lo que ellas llaman pomposamente
un Tratado entre el Irán y los dos países que, contra ka voluntad persa, han invadido su suelo, la fuerza atropellando al
derecho. Es interesante examinar si se
trata de un agravio más, o bien si, arrepentidos y volviendo atrás, han querido deshacer el agravio inferido,
restituyendo al país atropellado la soberanía.
No se conoce todavía el texto auténtico del Tratado, Dictado o lo que sea. Pero los puntos capitales han sido circulados
y dicen así:
1º El Irán no resolverá por sí negocio internacional alguno. Ellos serán tratados en conferencias tripartitas. (En ellas
los votos extranjeros primarán sobre el único voto persa: 2 contra 1).
2º Gran Bretaña y Rusia prestarán ayuda al Irán en forma de empréstito. (Persia no podrá buscar el dinero donde lo
encuentre en mejores condiciones y con autonomía nacional).
3º En caso de guerra contra alguno de los tres tratantes, sus ejércitos se auxiliarán mutuamente. (Los ejércitos y
recursos militares del Irán tendrán que pelear en la guerra a favor de Gran Bretaña. El Irán tendrá que pagar a los
soldados y el material gastadso para defender a Inglaterra).
4º Todas las líneas férreas iranesas se pondrán al servicio de las necesidades militares de los británicos y de los rusos.
5º Cuando el ejército iranés que no pelee fuera de las fronteras (para los intereses de los aliados)se dedicará a la
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construcción de carreteras estratégicas, que planearán y dispondrán británicos y rusos.
6º Gran Bretaña y Rusia se harán cargo de la defensa del Irán. (Es decir, ese país no podrá tener trato alguno con
otros países fuera del canal de sus conquistadores).
7º Depende de las circunstancias el que Gran Bretaña y Rusia comuniquen al Irán las acciones militares acordadas
por Gran Bretaña y Rusia. (Los dos países conquistadores acordarán la guerra, y los persas la realizarán y pagarán,
sin derecho a saber lo que en totalidad se pretenda realizar).
Después de ese radical y desarrapado imperialismo, reducido el país a la categoría de colonia, siguen dos acuerdos
nubes de humos, semejantes a los que intentan paliar la categoría de colonia que afecta a Egipto, Irak y otros países
víctimas de los procederes democráticos.
8º Las tropas soviéticas y británicas abandonarán el Irán en cuanto lo permitan las circunstancias del mundo a juicio
de los invasores.
9º Si el Irán lo desea, los dos países conquistadores le garantizarán sus fronteras.
A eso llaman Tratado los sargentos de la V1 Columna, y a eso se reduce la democracia británica, rusa y
norteamericana. Esta acepta esos tratos, objeto de conversaciones en la Conferencia del Atlántico.
Para que el gobierno persa acepte esos democráticos tratos, el “Times” diario campeón de la democracia,
recordaba a los persas que, por no haber accedido a la voluntad británica, el gobierno anterior fue derrocado y el Sha
ha sido desterrado a la solitaria isla Mauricio a bordo de un democrático buque de guerra británico.
Este Dictado revolverá las entrañas de los que sinceramente amen la libertad de los pueblos y crean en una honorable
democracia. Sin embargo, el no da motivos más que para el optimismo. Cuando los gobiernos de la llamada
democracia no han entendido todavía el que no estamos ya en Versalles y que han pasado más de veinte años de
aquél irritante Dictado, quiere decir que están destinados a desaparecer. Nada indica más un crepúsculo vespertino
que la inconsciencia de los que dirigen las maneras destinadas a morir
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