ORIGINALES Influencia de la dieta en la aparición del cáncer

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ORIGINALES
Influencia de la dieta en la aparición del cáncer
colorrectal en una población de Madrid
M. Juarranz Sanza, T. Soriano Lloraa, M. E. Calle Purónb, D. Martínez Hernándezb,
A. González Navarrob y V. Domínguez Rojasb
a
Centro de Salud Canal de Panamá. Área Sanitaria 4. Madrid. b Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública.
Facultad de Medicina. Universidad Complutense. Madrid.
Objetivo. Aunque el componente genético en el
carcinoma colorrectal (CCR) está bien establecido,
algunos factores ambientales, principalmente
dietéticos, pueden favorecer su aparición. El
objetivo de este estudio es evaluar la relación entre
el consumo diario de grupos específicos de
alimentos y la presencia de CCR.
Métodos. Realizamos en un área de Madrid un
estudio de casos controles, incluyendo 196
diagnósticos de CCR, con histología confirmada
y registrados en el registro de tumores de la
Comunidad de Madrid a fecha de mayo de 1998,
que se compararon con 196 controles pareados
por edad, sexo y ámbito geográfico. Todos
respondieron a un cuestionario que incluía
información sobre dieta, hábitos tóxicos, actividad
física, fármacos e historia familiar de CCR.
Resultados. El análisis de regresión logística
mostró una asociación débilmente positiva
para el consumo de carne (odds ratio [OR]: 1,02;
intervalo de confianza [IC]: 1,01-1,04); vísceras
(OR: 1,12; IC: 1,02-1,23), y embutidos
(OR: 1,07; IC: 1,03-1,1), y una modesta asociación
inversa para el consumo de yogur (OR: 0,97;
IC: 0,95-0,98); tomate (OR: 0,99; IC: 0,98-0,99);
fresas, cerezas (OR: 0,97; IC: 0,95-0,99);
naranjas, pomelos y zumos naturales de fruta
(OR: 0,99; IC: 0,98-1).
Conclusiones. Estos resultados intentan sumar
evidencias empíricas que habría que confirmar con
estudios prospectivos.
PALABRAS CLAVE: cáncer colorrectal, dieta, carne, fibra, vegetales, fruta, calcio o productos lácteos.
Influence of the diet on the development of
colorectal cancer in a population of Madrid
Objective. Although the genetic component in
colorectal carcinoma (CRC) is well established,
some environmental factors, mainly dietary, can
favor its development. The objective of this study
is to evaluate the relationship between daily
consumption of specific food groups and
development of CRC.
Methods. We carried out a case-control study in an
area of Madrid; 196 patients with diagnosis of CRC
with confirmed histology and registered to May
1998 in the Community of Madrid tumor register
were included, and they were compared with 196
controls matched by age, sex, and geographical
area. All of them filled out a questionnaire with
information on diet, substance abuse, physical
activity, drugs, and family history of CRC.
Results. The logistic regression analysis showed a
weakly positive association with meat (OR: 1.02;
CI: 1.01-1.04), viscera (OR: 1.12; CI: 1.02-1.23),
and sausage (OR: 1.07; CI: 1.03-1.1) consumption,
and a modest inverse association with consumption
of yogurt (OR: 0.97; CI: 0.95-0.98), tomato
(OR: 0.99; CI: 0.98-0.99), strawberries and cherries
(OR: 0.97; CI: 0.95-0.99), oranges, grapefruits,
and natural fruit juices (OR: 0.99; CI: 0.98-1).
Conclusions. These results are an additional
empirical evidence that must be confirmed through
prospective studies.
KEY WORDS: colorectal cancer, diet, meat, fiber, vegetables, fruit, calcium, dairy products.
Juarranz Sanz M, Soriano Llora T, Calle Purón ME, Martínez
Hernández D, González Navarro A, Domínguez Rojas V.
Influencia de la dieta en la aparición del cáncer colorrectal en
una población de Madrid. Rev Clin Esp 2004;204(7):355-61.
Introducción
El carcinoma colorrectal (CCR) es un tumor característico de los países occidentales desarrollados. Representa la segunda causa de muerte por cáncer,
después del cáncer de pulmón en los varones y
de mama en las mujeres. Según informe del Instituto de
Correspondencia: M. Juarranz Sanz.
C./ Corumba, 2, chalet.
28027 Madrid
Correo electrónico: [email protected]
Aceptado para su publicación el 25 de abril de 2003
00
Estadística de la Comunidad Autónoma de Madrid en
1997 se registraron 1.186 defunciones (el 12,76%
de todos los tumores malignos) 1.
A pesar de que el componente genético está bien establecido 2, el hecho de que el 75% de todos los nuevos casos de CCR ocurran en personas sin factores
de riesgo para la enfermedad y el que la incidencia y
prevalencia varíen considerablemente de una determinada región geográfica a otra sugiere la influencia
de ciertos factores ambientales, principalmente dietéticos, en personas genéticamente predispuestas en el
desarrollo de esta neoplasia 3.
Rev Clin Esp 2004;204(7):355-61
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EN UNA POBLACIÓN DE MADRID
Estudios epidemiológicos observacionales en humanos han proporcionado múltiples evidencias de que
la dieta excesivamente calórica, la ingesta excesiva
de grasas, de proteínas de origen animal 4,5 y de carnes rojas en particular 6,7 se correlaciona con un incremento del riesgo de aparición de CCR. Estos hallazgos están en concordancia con investigaciones de
laboratorio, en las que se ha comprobado que ratas
alimentadas con una elevada proporción de grasas
en la dieta presentaron mayor incidencia de CCR
que las que se alimentaron con menor cantidad 8. La
dieta rica en grasas saturadas estimula la secreción
de ácidos biliares, los cuales podrían desempeñar un
papel promotor en este proceso, causando daño en
la membrana intracelular, mitocondrial o, por efecto,
genotóxico directo 9.
Respecto al consumo de fibra, ya Burkitt apuntaba
en sus trabajos la bajísima incidencia de cáncer de
colon en África, donde la dieta tiene un contenido
superior de fibra respecto a Occidente 10. El efecto beneficioso de la fibra podría deberse a que diluye carcinógenos presentes en el colon, inactiva promotores
carcinogenéticos, y al acelerar el tránsito intestinal,
disminuye el tiempo de contacto de los mismos con
la mucosa colónica 11. Además, tras la degradación de la
fibra dietética por las bacterias intestinales se produce ácido butírico que posee actividad antiproliferativa 12,13. No obstante, los resultados de los estudios
de casos y controles son contradictorios, de forma
que si bien algunos han demostrado los efectos beneficiosos del consumo total de fibra 14, del consumo de
cereales ricos en fibra insoluble 15, o del consumo
de fibra soluble procedente de frutas y vegetales 16-20,
otros no apoyan estas hipótesis 21, y en estudios de
intervención en los que se administró una dieta baja
en grasa y alta en fibra, frutas y vegetales, no se evidenció el papel quimiopreventivo de la fibra 22,23.
Por otra parte, estudios de carcinogénesis experimental 24 y otros estudios epidemiológicos 25,26 sugieren que otros factores como el calcio pueden tener un
papel quimioprotector, especialmente en los estadios
de inducción del cáncer de colon. Altas dosis de suplementos de calcio tienen capacidad de reducir la
proliferación de células epiteliales y disminuir la excreción de ácidos biliares, a los que se unen formando jabones insolubles 27.
El propósito de este trabajo es conocer el patrón de
consumo alimentario predominante en los sujetos
diagnosticados de CCR y evaluar la relación entre
consumo diario de grupos específicos de alimentos y
la presencia de esta neoplasia.
Material y métodos
El presente estudio ha seguido un diseño de casos-control
pareado por edad en el momento del diagnóstico (admitiéndose una diferencia máxima entre los pares de 4 años)
y por sexo. En cuanto al ámbito geográfico todos procedían
de la misma área de atención.
El ámbito de estudio corresponde al Hospital Gregorio Marañón y su área de influencia que incluye los distritos de Vallecas, Retiro, Moratalaz y Arganda, pertenecientes al Área
Sanitaria 1 de Madrid.
356
La población accesible de casos estuvo constituida por los
enfermos diagnosticados mediante Anatomía Patológica de
CCR que habían sido registrados durante el año 1997 en
el registro de tumores del Hospital General Universitario
Gregorio Marañón integrado en el sistema de intercambio
de datos de cáncer de la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid, y que continuaban vivos a fecha de mayo
de 1998. Con el fin de poder acceder a los datos de los pacientes se solicitaron las autorizaciones correspondientes.
La población control la formaron sujetos de la misma edad,
sexo y zona geográfica que los casos. Se seleccionaron entre los listados de usuarios con tarjeta sanitaria de los Centros
de Salud en función de los distritos a los que pertenecía la
población de casos. Se tomó un control por caso.
Se consideraron criterios de exclusión: haber fallecido al
inicio del estudio, no pertenecer al ámbito de la Comunidad
de Madrid, presentar enfermedad psiquiátrica grave, pacientes captados en estado agonizante, rechazos a participar en el estudio, y además en el caso de los controles presentar en el momento de la captación meoplasia o patología digestiva.
Se obtuvieron inicialmente 241 casos y 251 posibles controles. De los 241 casos elegidos, 11 residían fuera de la
comunidad, 10 habían fallecido, 2 rechazaron la intervención y no se pudo localizar a 22 enfermos. De los 251
controles, 15 fueron excluidos por presentar enfermedad
digestiva, 8 rechazaron la intervención, y de los 228 restantes se obtuvieron los 196 controles que mejor cumplían el
emparejamiento.
Los datos se obtuvieron mediante entrevista personal telefónica. Se cumplimentó una encuesta diseñada ad hoc,
siempre por el mismo entrevistador-investigador para evitar
la variabilidad interobservador y en la que se registraron variables sociodemográficas y de consumo de nutrientes, consumo de ácido acetilsalicílico (AAS) y otros antiinflamatorios no esteroideos (AINES), hábitos tóxicos, actividad física
e historia personal y familiar de CCR. El tiempo necesario
para responder el cuestionario fue de aproximadamente 30
minutos.
Los datos sobre la ingesta usual de alimentos se obtuvieron
utilizando un cuestionario de frecuencia de consumo cuya
validación y reproducibilidad había sido contrastada en
otros estudios 28-30. El mencionado cuestionario consta de
72 ítems repartidos en 10 grupos de alimentos (lácteos;
huevos, carnes y pescados; verduras y hortalizas; legumbres
y cereales; aceites y grasas; precocinados y preelaborados;
bollería y pastelería; frutas; bebidas y misceláneos), y en él
se estima la cantidad estándar por ración. La modificación
introducida por nosotros consistió en pesar cada unidad en
aquellos casos que carecían de tamaño definido de cada
porción de alimento, de este modo se marginó el desconocimiento del peso de las raciones. Las variables de consumo de alimentos se cuantificaron todas para obtener en todos los casos datos de tipo cuantitativo.
La información dietética de los 5 años previos (excluyendo
en los casos el período en el que variaron sus hábitos debido a que ya se encontraban enfermos) se obtuvo preguntando por la frecuencia de consumo de cada alimento diaria, semanal, mensual o anualmente y posteriormente se
transformó en frecuencias de consumo diario. La recuperación de la información de la exposición se facilitó ubicando
mentalmente al entrevistado en el tiempo y lugar apropiado, explicándole la importancia de contar con información
exacta sobre el período previo al diagnóstico de su enfermedad.
Los datos se procesaron en un ordenador personal con el
paquete estadístico SPSS para Windows.
Se realizó estadística descriptiva del conjunto de datos, expresando los resultados de las variables cuantitativas como
media y desviación estándar de la media, y los resultados de
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las variables cualitativas como frecuencia absoluta de cada
categoría y relativa. Se averiguó, mediante el test de Kolmogorov-Smirnov, que el conjunto de datos de la variable
en cuestión seguía una distribución normal, y el estudio de
la posible asociación se realizó utilizando la prueba del Chi
cuadrado de Pearson para datos cualitativos, y la «t» de Student para comparación de medias independientes en los
datos cuantitativos.
A fin de ver la influencia que el efecto combinado de distintas variables pudiera ejercer sobre la ocurrencia de CCR se
construyó un modelo de regresión logística múltiple por el
método Forward Stepwise.
Resultados
Se estudiaron un total de 392 pacientes, de los cuales 196 estaban diagnosticados de CCR y 196 formaron el grupo de controles.
Las características sociodemográficas de la población
se presentan en la tabla 1. La presencia de antecedentes familiares de CCR fue del 12,2% (24/196) en
los casos y del 8,1% (16/196) en los controles, siendo
las diferencias observadas no significativas (p = 0,07).
La ingesta media diaria de aquellos alimentos en los
que se encontraron diferencias estadísticamente significativas para casos y controles se presenta en la
tabla 2.
Respecto al consumo de lácteos, los casos refirieron
una ingesta media más elevada de leche entera, por
el contrario, los controles manifestaron una clara
tendencia al consumo de leche descremada y semidescremada, así como al consumo de yogur. No se
TABLA 2
Ingesta media diaria en casos y controles de los
grupos de alimentos seleccionados
Grupo de alimentos
Casos
—
X (DE)
Lácteos
Leche entera (cc/día)
162 (124)
Leche desnatada (cc/día) 29,3 (74,7)
Yogur
10,2 (21,3)
Huevos de gallina (g/día)
29,6 (14,8)
Carne (g/día)
Vaca, cordero, cerdo
43 (20,5)
Embutido (g/día)
12,9 (11,4)
Vísceras
2,54 (4,67)
Pescado blanco (g/día)
20,04 (12)
Verduras y hortalizas (g/día)
Col, coliflor, brécoles
10,3 (13,4)
Lechuga, acelga, espinaca 121 (68,3)
Tomate crudo
48,6 (37,4)
Berenjena,calabacín
28,1 (19,5)
Patata frita
22,7 (18,1)
Fruta fresca (g/día)
Naranja
119 (55,1)
Manzana, pera, melocotón 140 (71,5)
Fresa, cereza, picotas
12,5 (11,3)
Aceitunas
3,41 (4,3)
Zumo natural de fruta
(cc/día)
10,4 (26,7)
Legumbres (g/día)
Lenteja, garbanzo, alubia 14,2 (7,22)
Aceite (cc/día)
Oliva
25,4 (8,81)
Girasol
4,28 (8,6)
Bollos y pasteles
Ensaimada, croissant
17,7 (16,1)
Churros, porras
7,18 (12,9)
Controles
—
X (DE)
Estadístico
utilizado (t)
p
58,9 (138)
153 (138)
49,1 (52,8)
25,7 (15,6)
9,45
–11,6
–10,2
–2,63
< 0,001
< 0,001
< 0,001
0,09
29,2 (21,3)
5,62 (7,6)
0,99 (2,65)
27,5 (11,5)
6,76
7,54
4,13
–5,37
< 0,001
< 0,001
< 0,001
< 0,001
14,5 (18,8)
139 (71,5)
76,6 (47,4)
46,8 (35,9)
14,8 (20,9)
–2,63
–2,74
6,81
–6,80
4,25
0,009
0,006
< 0,001
< 0,001
< 0,001
167 (93,4)
175 (109)
19,4 (21,6)
5,62 (10,6)
–6,57
–3,9
4,24
–2,87
< 0,001
< 0,001
< 0,001
0,004
40,4 (63,4)
–6,49
< 0,001
12,3 (8,89)
2,34
0,01
27,1 (7,37)
2,77 (6,13)
–2,08
2,05
0,03
0,04
6,26 (12,1)
4,43 (11)
8,14
2,34
<0,001
0,02
Para todos los datos se indica la media y la desviación estándar (DE)
TABLA 1
Características sociodemográficas
de la población de estudio
Casos
(n = 196)
Sexo
Varón
103 (52,6%)
Mujer
93 (47,4%)
Edad
61,7 (DE 10,8)
Estado civil
Soltero
23 (11,7%)
Casado
154 (78,6%)
Separado
4 (2,0%)
Viudo
15 (7,7%)
Instrucción
≤ 6 años
149 (76%)
7-11 años
30 (15,3%)
≥ 12 años
17 (8,7%)
Ocupación*
1
12 (6,1%)
2
11 (5,6%)
3
27 (13,8%)
4
36 (18,4%)
5
15 (7,7%)
6
95 (48,4%)
Controles
(n = 196)
Estadístico
utilizado
p
107 (54,6%)
89 (45,4%)
61,6 (DE 9,8)
χ2 = 0,21
0,64
t = 0,88
0,93
27 (13,7%)
146 (74,5%)
8 (4,1%)
15 (7,7%)
χ = 2,27
0,51
147 (75,1%)
29 (14,7%)
20 (10,2%)
χ2 = 0,04
0,98
10 (5,1%)
16 (8,1%)
27 (13,8%)
30 (15,3%)
12 (6,1%)
101 (51,5%)
χ2 = 0,98
0,98
2
Para datos cuantitativos se indica la media y desviación estándar (DE). Para
datos cualitativos se indica la frecuencia absoluta y el porcentaje. * Ocupación: 1: directivos de la administración pública y de empresas de más de 10
asalariados. Profesiones con titulación de segundo y tercer ciclo universitario; 2: directivos empresas con menos de 10 asalariados. Profesiones con titulación de primer ciclo universitario. Técnico superior, artistas y deportistas;
3: administrativos, trabajadores por cuenta propia; 4: trabajadores manuales
cualificados; 5: trabajadores manuales semicualificados; 6: trabajadores no
cualificados.
00
apreciaron diferencias significativas entre casos y
controles en la distribución de la ingesta de queso,
petit suis, helados batidos y otros productos lácteos.
Se observaron diferencias significativas importantes
(p < 0,05) en el consumo de carne de vaca, cerdo o
cordero, embutidos, vísceras, huevos y pescado blanco. Los casos ingerían más carne, más embutidos y
más vísceras que los controles que refirieron ingestas
menores de estos grupos de alimentos. Cantidades
similares de consumo se observaron en relación a la
ingesta de pollo, jamón serrano, pescado azul, ahumados, moluscos y crustáceos.
En el grupo de verduras y hortalizas se observaron
diferencias significativas en la ingesta de todos estos
alimentos. Tanto en los casos como en los controles
el consumo más alto se observó en el grupo de lechuga, acelga, espinaca, etc. Los controles refirieron
una ingesta media diaria de coles y de tomate crudo
mayor que los casos.
El consumo manifestado respecto a los distintos tipos
de frutas fue algo mayor entre los controles, y las
preferencias corresponden en mayor medida al subgrupo de las manzanas, peras, melocotones, albaricoques o nectarinas, seguido por el subgrupo de naranjas y pomelos y por el de fresas y cerezas. Se
apreció una gran diferencia en el consumo de zumos
naturales de fruta fresca, con una estimación de ingesta media de 10,4 cc/día (DE: 26,7 cc/día) en los
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casos y de 40,36 cc/día (DE: 63,4 cc/día) en los
controles. No se apreciaron diferencias en la ingesta
media de plátanos, sandía, melón, frutas en almíbar,
así como tampoco en la estimación del consumo de
frutos secos.
Respecto al consumo de legumbres se evaluó el consumo usual de lentejas, garbanzos, judías y guisantes,
y los casos refirieron una ingesta media algo superior
que los controles.
En el apartado de grasas comestibles se observó una
gran preferencia por el consumo de aceite de oliva,
obteniendo valores algo superiores de consumo en
los controles que en los casos. Le siguió en frecuencia
el consumo de aceite de girasol, que obtuvo en
los controles una ingesta media algo menor que en los
casos. El consumo de aceite de maíz y de aceite de
soja tuvo menos relevancia. La población estudiada no manifestó realizar mezclas con distintos aceites. El consumo de margarina fue algo más alto que
el de mantequilla, encontrándose discretas diferencias en el patrón de consumo de margarina a favor
de los casos.
No se observaron diferencias en la ingesta media de
pan, arroz blanco, pasta, pizzas, así como tampoco
en el consumo de precocinados y preelaborados.
La ingesta de bollería del tipo de ensaimadas, donuts,
croissant, churros, mantecados, pastas, etc., obtuvo
un perfil medio de consumo superior en el grupo de
casos. No se obtuvieron diferencias en el consumo medio de productos de cacao en polvo, pasteles y galletas.
En la tabla 3 se muestran los resultados del análisis
multivariante. Se encontró una asociación débilmente
positiva para el consumo de carne roja, vísceras y embutidos y una discreta asociación inversa entre los sujetos que consumían yogur y algunos grupos de fruta.
Discusión
La determinación de las causas ambientales vinculadas a la aparición del cáncer proporciona valiosa información para reducir al mínimo la exposición a
agentes carcinogénicos.
En este trabajo se utilizó un cuestionario estandarizado
como medio de asegurar la comparabilidad de la información obtenida en los casos y en los controles. El
cuestionario de frecuencia FFQ se ha usado en numerosos estudios de casos y controles y de cohortes 4,20,31,32.
TABLA 3
Modelo de riesgo final de la población
Aceitunas
Carnes
Embutidos
Fresas, cerezas
Naranjas
Tomate crudo
Vísceras
Yogur
Zumo natural
Constante
358
B
SE
p
OR
LI
LS
–0,075
0,026
0,068
–0,029
–0,006
–0,008
0,115
–0,029
–0,009
–928
0,03
0,007
0,017
0,009
0,002
0,003
0,047
0,005
0,004
1,136
0,012
0,002
0,001
0,003
0,007
0,014
0,015
0,001
0,021
0,414
0,927
1,026
1,07
0,971
0,994
0,991
1,122
0,971
0,99
0,873
1,01
1,035
0,951
0,991
0,985
1,027
0,958
0,982
0,983
1,04
1,107
0,998
0,995
0,998
1,232
0,982
0,998
Bingham realizó un estudio con 200 sujetos que fueron seleccionados de forma aleatoria entre los primeros 2.000 incluidos en el estudio EPIC (estudio prospectivo europeo en el que se usa el citado cuestionario), y
concluyó que la correlación entre el nitrógeno procedente de la dieta (estimada por recuerdo) y la excreción en orina de 24 horas era alta (r: 0,78-0,87) 33.
La obtención de datos sobre consumo alimentario se
centró en la intensidad de la exposición y no en la
duración, basándonos en el supuesto de que la exposición ha sido relativamente constante en el tiempo.
Además, desde un punto de vista de la relación causal interesa una evaluación de la dieta a nivel individual, pero no el consumo alimentario puntual de un
día concreto, sino la exposición sostenida en el tiempo, es decir, la dieta habitual muchos años antes del
comienzo de la enfermedad. En nuestro trabajo como en la mayoría de los estudios de casos y controles se estudia la ingesta de los 5 años anteriores al
diagnóstico, y se ha sugerido la hipótesis de que la
exposición alimentaria más relevante podría ser la de
edades más jóvenes, especialmente en la adolescencia 34.
Otros estudios han utilizado tablas de conversión a
nutrientes; sin embargo, el proceso de conversión en
sí mismo está sujeto a incertidumbre. Además, los
alimentos pueden ser causa de enfermedad, independientemente de que los componentes nutritivos que
los constituyen sean factores de riesgo, y la adherencia a las recomendaciones dietéticas puede ser mayor si se formulan en términos de alimentos.
Respecto al potencial sesgo de selección por el hecho de estudiar casos de cáncer colorrectal en estadios diferentes de progresión de enfermedad, en el
estudio realizado por Slattery et al no se observaron
diferencias en los modelos de asociación para la mayoría de las exposiciones ambientales y el estadio de
la enfermedad, excepto para el consumo de tabaco,
alcohol y la historia de cáncer colorrectal en familiares de primer grado, en cuyo caso la asociación era
más fuerte cuando el CCR se detectó en etapa de
progresión inicial que cuando se diagnosticó en etapas más avanzadas 35.
Con relación al consumo de lácteos los resultados son
variables según el tipo de productos estudiados. En
nuestra población el mayor consumo de productos
lácteos descremados entre los controles pudo rebajar
la contribución de este grupo de alimentos a la grasa
total de la dieta, manteniendo una buena disponibilidad para el calcio y otros nutrientes. Algunos autores
encuentran una relación inversa con el consumo de
yogur (OR: 0,82; IC: 0,71- 0,94) 36, y el consumo de
leche sin fermentar (OR: 0,33; IC: 0,10-0,94) 27. En
otros estudios la relación fue inversa pero no significativa 37,38, y en el trabajo de Iscovich et al 39 el consumo de lácteos se asoció con un aumento de riesgo
de CCR: OR de 1,93 para los cuartiles más altos de
consumo. Similares resultados encuentran Benito et
al 40 en un estudio realizado en Mallorca: OR: 2,12.
Por otro lado, aunque algunos autores apoyan el papel del calcio como agente quimiopreventivo en la
recurrencia de pólipos adenomatosos tras polipectomía 41, otros estudios de intervención ponen en duda
el valor de suplementos del calcio en la prevención
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del CCR, especialmente en individuos que ya consumen una cantidad adecuada del mismo 42-44.
La distribución de la variable consumo de huevos en
nuestra población fue muy similar entre casos y controles. En un estudio de casos-control realizado en
Australia, el consumo de huevos en el cuartil más alto
supuso un OR de 2,4 (IC: 1,12-5,29) para las mujeres, y además se detectó un efecto dosis respuesta 45.
Los huevos tienen alto contenido en colesterol, pero
el papel de éste en la etiología del cáncer de colon es
poco clara; no obstante, los huevos inducen contracción de la vesícula biliar y subsecuente liberación de
ácidos biliares al intestino.
La relacción entre consumo de carne y cáncer sigue
sin tener una explicación biológica consistente y los
resultados varían según el tipo de carne y modo de
cocinarla 7,31,45. En nuestro trabajo hemos encontrado
diferencias significativas en el consumo de carne de
vaca, cerdo, cordero, vísceras y embutidos y en el
análisis multivariante; esta variable se comportó como factor de riesgo leve. Estudios de cohorte han
demostrado que la asociación de CCR y carne roja no
puede ser explicada sólo por su contenido en grasa 46,
y se ha hipotizado que fuera su alto contenido en
hierro el causante del efecto citotóxico en la mucosa
colónica 47. En un reciente trabajo se ha cuestionado
que la baja prevalencia de CCR en África se deba no
tanto al aporte de fibra como a la ausencia en la dieta de grasas y proteínas animales, así como a diferencias en las bacterias de fermentación colónicas 48.
Willet et al 7 en un trabajo prospectivo realizado con
88.751 mujeres de 34 a 59 años de edad encontró
que las mujeres que comían carne de cordero, cerdo
o ternera a diario presentaron más del doble de riesgo de cáncer de colon que las mujeres que consumían estas carnes rojas menos de una vez al mes
(OR: 2,49; IC: 1,24-5,03), y al igual que en el trabajo
de Iscovich 39 la relación fue negativa para el consumo de carne hervida (OR: 0,47; IC: 0,27-0,82). Benito et al 40 en un trabajo realizado en España también
encuentran el consumo de carne fresca asociado al
aumento de riesgo de cáncer de colon (OR: 2,87,
con p < 0,01). Probst et al 49 encuentran un incremento de la prevalencia de adenomas en individuos
presumiblemente expuestos a alto consumo de aminas heterocíclicas presentes en la carne cocinada a
elevadas temperaturas y que presenta una superficie
chamuscada y ennegrecida (OR: 2,2; IC: 1,1-4,3).
Otros estudios también apoyan estos hallazgos, aunque la tendencia no fue significativa 45,50. Por el contrario, Thun et al 19 no hallan asociación entre el consumo de carne roja y la ingesta de grasas saturadas
con el riesgo de CCR.
Para algunos autores el consumo de pescado protege
frente a los efectos promocionales de la grasa animal, siendo la relación grasa poliinsaturada/grasa saturada mejor indicador de cáncer de colon que la
cantidad absoluta de grasa 51,52. El pescado contiene
ácidos grasos N-3 poliinsaturados que producen alteraciones en el metabolismo del carcinógeno en la fase de iniciación del proceso y modulan la síntesis de
prostaglandinas en la fase de postiniciación de la carcinogénesis. Las prostaglandinas del grupo E3 inter00
vienen en el control de la enfermedad neoplásica
mediante su efecto inhibidor de la proliferación celular anormal 53,54. En un estudio prospectivo realizado
con 14.727 mujeres entre 34 y 65 años de edad seguidas desde 1985 a 1994 se observó una progresiva disminución del riesgo con el incremento del consumo de pescado (OR: 0,49; IC: 0,27-0,89) 51. Otros
autores también apoyan estos hallazgos 55. Las características de nuestra población son bastante homogéneas en cuanto al nivel de consumo de pescado y
marisco.
Al valorar la influencia de la dieta rica en vegetales
no se conoce bien si el efecto protector frente al
CCR se debe a su contenido en fibra o en vitaminas;
por otra parte, no todos los componentes de la fibra
tienen el mismo valor protector, e incluso el mismo
tipo de fibra puede ser más o menos fermentable según la forma de preparación culinaria. En un metaanálisis con 23 estudios epidemiológicos sobre la
relación de la fibra y el riesgo de CCR, Trock 56
encuentra un efecto protector mayor entre el consumo global de vegetales y el CCR (OR: 0,48) que
cuando estima el efecto exclusivamente debido al
aporte de fibra (OR: 0,58), luego deben existir otros
factores en la parte no fibrosa de los vegetales que
actúen como protectores (folatos, fenoles indoles,
isocianatos, flavonoides, cumarinas, compuestos sulfurados e inhibidores de las proteasas) 34.
En nuestro estudio encontramos que el consumo de
vegetales de hoja verde fue significativamente diferente entre casos y controles, aunque no se pudo demostrar una asociación inversa con el CCR. Varios
estudios de casos y controles sí encontraron dicha
asociación 37,57,58; en cambio, en un reciente estudio
prospectivo realizado por Fuchs 21 el consumo de fibra procedente de los vegetales se asoció con un incremento de riesgo de CCR (RR: 1,35; IC: 1,051,72; p = 0,0004) después de ajustar para posibles
factores de confusión, entre ellos, el folato. En otros
estudios de cohortes: The Nurses Health Study Cohort 7 y Health Professional Follow-up study 6, tampoco se encontró efecto protector con la toma de
verduras.
La ingesta de crucíferas, entre las que se encuentran
todo tipo de coles, coliflores, berzas, brécol, berros y
rábanos, constituyen una familia vegetal con especial
protagonismo en la prevención del CCR. Su efecto
protector posiblemente se deba a que inducen una
mayor actividad de ciertas enzimas microsomales
que pueden depurar diversos carcinógenos 59. La ingesta de este grupo de alimentos en nuestra población
fue significativamente mayor en los controles. A este
respecto, en un estudio de casos y controles realizado
en Mallorca 40, el consumo de crucíferas presentó un
efecto protector tanto para el cáncer de colon (OR:
0,48) como para el de recto (OR: 0,5).
En nuestro estudio el consumo de tomates y de productos que los contienen fue más alto en los controles, y en el análisis de regresión logística el consumo
de tomate crudo se comportó como factor de protección. En el metaanálisis realizado por Giovannuci et
al 60 de los 72 estudios analizados 57 coincidían en
que el tomate reducía el riesgo de cáncer en diferen-
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tes localizaciones. En este trabajo se analizaron 5 estudios en los que se encontró relación inversa con el
CCR. Otros autores 61 encontraron un OR para los
más altos cuartiles de consumo de 0,3 (IC: 0,3-0,5)
para el cáncer de colon y de 0,42 (IC: 0,3-0,6) para
el cáncer de recto. El tomate contiene numerosos
componentes que pueden contribuir a la propiedad
anticáncer, entre ellos se encuentra el licopeno (un
carotenoide acíclico que contiene 11 dobles enlaces
conjugados y dispuestos linealmente en la forma alltrans), que protege a las células del daño oxidativo 62
e inhiben el efecto mutagénico de aminas heterocíclicas que se producen durante el cocinado de la carne
y el pescado 63. Mientras que para unos autores 64 la
absorción del licopeno se favorece en presencia de
grasa como el aceite de oliva, otros 60 sugieren que el
contenido en grasas y azúcares que contiene el tomate procesado podría no ser tan saludable.
La ingesta de patata frita fue mayor en nuestra población de casos, y en el trabajo de Esteinmentz et al 57
y de Benito et al 40 su consumo se asoció con un
aumento de riesgo para ambos sexos con unos OR
de 1,42 y de 2,20, respectivamente.
La contribución de las frutas en la reducción del riesgo de CCR podría deberse al contenido en fibra soluble y en vitaminas antioxidantes. En nuestro estudio
los controles consumían más fruta que los casos, y al
estudiar el efecto en la población se comportó como
leve factor de protección. Otros estudios de casoscontroles encuentran una disminución de riesgo pero
de forma no significativa (OR: 0,74; IC: 0,53-1,13) 16;
(OR: 0,80; IC: 0,34-1,89) para las mujeres 57. En un
estudio cohortes 21 se observó una disminución del
riesgo en la aparición de adenomas distales con la
toma de fibra procedente de la fruta (RR: 0,81; IC:
0,59-1,11), no observándose este efecto con la ingesta de cereales o vegetales. En el estudio prospectivo del grupo de mujeres enfermeras también se encuentra este efecto protector con la fibra procedente
de las frutas: (OR de 0,62; IC: 0,37-1,05) para el
quintil más alto de consumo 7. Por otro lado, otros
autores 40 encuentran un ligero aumento del riesgo
con el consumo de frutas, (OR: 1,59; IC: 0,981,09), aunque de forma no significativa.
Aunque el consumo de legumbres ha sido relacionado de forma inversa con el CCR tanto en estudios
epidemiológicos de casos-control 57,65 como en estudios prospectivos 17,38, en nuestra población no se pudo demostrar esta asociación (probablemente estas
diferencias pueden estar determinadas por variaciones en la forma de cocinarlas). Varias sustancias anticancerígenas se han encontrado en este grupo de alimentos: isoflavonas, fitoestrógenos e inhibidores de
proteasas, que inhiben el crecimiento de tumores inducidos experimentalmente en animales.
En experimentación animal los ácidos grasos poliinsaturados que se encuentran en el aceite de maíz y
de girasol muestran un efecto de estimulación de la
carcinogénesis inducida, mientras que las grasas monosaturados del aceite de oliva, especialmente el ácido oleico, tendrían un efecto protector 66. En nuestra
población el consumo de aceite de oliva y de aceitunas fue mayor entre los controles. En un estudio de
360
casos-control se encontró una aparente protección
para el CCR, derivada del consumo de aceite de oliva (OR de 0,89; IC: 0,76-1,02), y la asociación inversa pareció más marcada para el cáncer de colon
derecho (OR de 0,37; IC: 0,19-0,70) 32. Otros autores, en un estudio prospectivo, hallaron asociación
positiva para el consumo de grasas monosaturadas
(RR: 1,72; IC: 1,01-2,93), mientras que el consumo
de linoleico no se asoció como factor de riesgo (RR:
0,93; IC: 0,55-1,58) 7.
Aunque el presente estudio sólo intenta sumar evidencias empíricas respecto al papel de algunos componentes dietéticos en el campo de la prevención del
CCR, que habría que confirmar con estudios prospectivos de diseño más robusto, que incluyeran a
personas jóvenes y adultas con hábitos variados, sería conveniente en función de estos hallazgos promocionar en nuestra población una dieta variada, disminuyendo el consumo de productos cárnicos y ricos
en grasa y aumentando el aporte de lácteos descremados, frutas, verduras y hortalizas.
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