Son once en la cancha del tango

Anuncio
Espectáculos
Viernes 12 de junio de 2009
MUSICA POPULAR
Son once en la cancha del tango
El Sexteto Mayor y el Quinteto Real comparten un ciclo de conciertos
Muy bueno
((((
Sexteto vs. Quinteto Quinteto Real: César
Salgán (dirección y piano), Esteban Falabella
(guitarra), Carlos Corrales (bandoneón), Julio
Peressini (violín) y Juan Pablo Navarro (contrabajo,
reemplazado en la primera función por Oscar
Giunta). Sexteto Mayor: Horacio Romo (dirección
y bandoneón), Enrique Guerra (contrabajo), Fulvio
Giraudo (piano), Mario Abramovich y Eduardo
Walczak (violines) y Lautaro Greco (bandoneón).
Todos los viernes y sábados de junio. A las 22, en el
Torquato Tasso.
JUAN SANDOVAL
El Quinteto y el Sexteto se animan como noneto para los bises de la actuación
El golpe marketinero fue la presentación: parecía la gran pelea del
año (Sexteto Mayor vs. Quinteto
Real) o el estreno cinematográfico
más deseado (“el encuentro que hace 30 años que estamos esperando”).
Incluso, con sorna alguien pudo decir que se trataba de la “guerra de
los clones” porque en ninguno de
estos grupos hay actualmente músicos fundadores.
Pero nadie se pelea en este espectáculo. No hay posibilidad porque,
si bien manejan el mismo lenguaje,
estos grupos se paran de diferente
manera. El Quinteto Real fue y es,
en su esencia, vanguardia tanguera, y el Sexteto Mayor partió de algo
más clásico; le abrió la puerta a lo
moderno (porque supo actualizarse
con el paso de los años) y llevó sus
espectáculos por todo el mundo.
La convivencia sobre el escenario
es de lo más armónica. Eso demostraron el último fin de semana, al
comenzar el ciclo de actuaciones que
darán hasta finales de este mes.
El aplausómetro indica que gana el Sexteto Mayor. Pero se sabe
que, a mayor efusividad, tiende a
ser más efusiva la respuesta del
público. Y lo cierto es que el Sexteto Mayor tiene una tendencia a
la grandilocuencia, y también es
justo decir que en otras épocas,
como cuando incluía una batería,
esto era más notorio.
Desde la muerte de Pepe Libertella y el alejamiento de Luis Stazo
(sus fundadores), el sexteto encontró
en el bandoneonista Horacio Romo
un buen director. Suena muy bien y
tiene ese contraste entre la juventud
de los últimos que ingresaron y los
veteranos e históricos violinistas del
grupo (Mario Abramovich y Eduardo Walczak). Especialmente sacan
provecho de los matices que aparecen en la manera de tocar de estas
distintas generaciones, además de
hacer un poco de show en torno a
la veteranía de los dos violinistas
que el público ovaciona. Durante
su actuación, el sexteto se centra en
el repertorio de Libertella y agrega
piezas de otros autores hasta llegar
a tres títulos de Piazzolla.
El Quinteto Real lleva en sus venas la música de Horacio Salgán
aunque no suena exactamente igual
a la última formación del Nuevo
Quinteto Real que lideraba don Horacio y Ubaldo De Lio; esa que le pasó la posta a la que ahora encabeza
César (Salgán hijo).
No suena igual, y es lógico que esto
suceda. La música y los arreglos son
los mismos. El estilo salganiano se
disfruta plenamente en temas como
“Hotel Victoria”, “El entrerriano” o
“Gallo ciego”. Esteban Falabella ha
tenido que acercarse a la manera de
tocar la guitarra de Ubaldo De Lio.
Sin embargo, se nota otro tipo de interacción por algunos gestos entre
guitarra y bandoneón, o piano y bandoneón. Es saludable que aporten lo
suyo. Si no lo hicieran, todo quedaría
en la simple evocación de un swing
tanguero que parece inimitable.
En cambio, hay cosas que sí
pasan de una formación a la otra. El
humor, por ejemplo. Julio Peressini
imita el sonido de un pájaro con su
violín y Falabella simula bajarlo
de un hondazo. Ese mismo gag ya
lo hacían hace diez años, con un
poco más de gracia, Antonio Agri
y Ubaldo De Lio.
Cuando llega el momento de los
bises los músicos se juntan como
noneto. No llegan a ser 11 porque
la capacidad del escenario no lo
permite y, quizá, porque usar dos
contrabajos y dos pianos al mismo tiempo sería una tarea complicada, aunque posible (tal vez, más
adelante asuman ese desafío). Y ahí
están, todos juntos. A pesar de que
el escenario es chico, no suenan
amontonados.
Mauro Apicella
Orlando Vera Cruz
El cantor de las pilchas
gauchas llega al centro
El autor santafecino, esta noche, en el ND/Ateneo
Habla como un gaucho, con cru- en el ND/Ateneo– el cantante lleva
deza, sin matices, recordando esa en sus alforjas la obra testimonial
identidad costera, mezcla de moco- de Julio Migno, el poeta de San Javíes y criollos. Orlando Vera Cruz vier que lo signó por completo. “A
los ocho años me encontré
tiene su “rancho” en Sauce Viejo, su china que lo
con su poesía y comenPARA AGENDAR
acompaña, su sombrero,
cé a estudiarlo y tiempo
Orlando
su poncho y su celular, con
después a musicalizarlo.
Veracruz,
un ringtone que suena coUna maestra de escuela
el cantautor
mo un gallo anunciando el
tuvo la culpa de arrimarsantafecino
amanecer. “Yo estoy cruzame un poeta que pintó su
presenta su
do con nutria a mí no me
aldea. Nació en Santa Fe,
espectáculo
ahogas aunque quieras. Vide haber nacido en Salta
Pilchas gauchas.
vo al lado del río y puedo
seguramente Los Chalsalir andar en caballo. Esa
chaleros lo hubieran canND/Ateneo,
es mi vida”. Parece que se
tando. Si hubiera nacido
Paraguay
hubiera bajado recién de
en Santiago del Estero, ni
918. Hoy, a
las 21.
hablar, hubieran expriun caballo gateado. Lleva
con orgullo su doctrina de
mido la poesía de Migno
tierra adentro: “Todo es
hasta hoy. Pero nació en
una sabiduría, la que nos dejaron los una provincia rica, donde lo dejaindios y la de los gauchos”, apunta ron como al último convidador de
amargos, como al indio y al gaucho,
el cantautor santafecino.
A donde vaya –esta noche el autor confinados a la costa”.
de temas populares como “Pilchas
Caminando por esa huella soligauchas” y “Punta cayastá”, actúa taria, el músico que se consagró en
Bien gaucho, como se identifica
ARCHIVO
Cosquín en 1975 y sufrió un silenció discográfico hasta el retorno
democrático cuenta: “Nunca estuve
en cofradía folklórica, nunca pude
encontrarme en el ambiente y el
estudio me ha llevado a no salir de
mi lugar. No te alcanza la vida para
traducir la obra de Migno”.
Guiado por esa estrella, Vera Cruz
encontró su canto testimonial en el
Martín Fierro, José Pedroni y Migno.
“He navegado de niño con esa poesía entonces no puedo cantar otras
cosas. Siento que hago un servicio a
mi tierra. Envejecí galopeando con
vizcacheras. Nunca tuve un andarivel liso para andar. Será porque
hago un canto que molesta”.
Gabriel Plaza
LA NACION/Sección 4/Página 5
Descargar