SEGUIR A JESÚS UNA EXPERIENCIA FUNDANTE a) Un verbo

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Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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SEGUIR A JESÚS UNA EXPERIENCIA FUNDANTE
a) Un verbo que marca la identidad cristiana
El origen de nuestra fe está intrinsecamente marcada por la experiencia que un grupo de
hombres y mujeres del siglo I vivieron junto a Jesús de Nazaret y que les cambió la
vida.
Las enseñanzas de Jesús, y sobre todo su fama como sanador y exorcista, atrajeron a
muchos, que se reunían con gusto en torno a él para escucharle y para pedir su ayuda.
En este grupo más amplio e indeterminado, destacaban: los recaudadores de impuestos,
los enfermos/as, los/as pecadores/as, los/as pobres... Todos aquellos/as que eran
marginados por la sociedad, pero que eran los principales destinatarios de la propuesta
del Reino1, que Jesús encarnaba. De entre la gente que escuchaba y aceptaba el mensaje
de Jesús fue surgiendo un grupo de amigos o simpatizantes, que formaron un segundo
círculo en torno a él. Entre ellos podríamos quizás contar a algunos fariseos como
Zaqueo (Lc 19,1-10), miembros del Sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47), o
la familia de Marta, María y Lázaro, que los acogía en Betania cuando iban a Jerusalén
(Jn 12,1-8; Lc 10,39-42). Eran las familias en cuyas casas él y sus colaboradores/as más
cercano/as2 se alojaban. A estos amigos sedentarios de Jesús irían seguramente dirigidas
muchas de las parábolas e instrucciones éticas recogidas en los evangelios en las que
parece presuponerse que los destinatarios viven asentados en poblaciones, trabajan, se
relacionan con sus vecinos y tienen que resolver el tipo de problemas prácticos que
caracterizaba la existencia cotidiana de las familias campesinas de Galilea3. Todos los
datos apuntan a que en la última etapa de su vida o casi inmediatamente después de su
ejecución el movimiento de Jesús perdió el apoyo de la multitud campesina a quien
había estado dirigido. Quedó entonces reducido al grupo de los que habían sido los
colaboradores más íntimos de Jesús y a las familias que habían empezado a vivir de
acuerdo con su mensaje. Estos dos grupos de personas fueron los que dieron
continuidad al movimiento, y ello explica que la familia tuviera un lugar tan importante
en los grupos cristianos surgidos después de la pascua.
En los evangelios, ser discípulo consiste en “seguir a Jesús” (Mc 1,18), “ir detrás de él”
(Mc 1,20) o “estar con él” (Mc 3,14). El discipulado fue un elemento central en el
ministerio de Jesús. Su actuación, su forma de vida y sus enseñanzas tuvieron como
primeros destinatarios al grupo de estos discípulos más cercanos, que observaban,
aprendían, preguntaban... Los discípulos desempeñaron también un papel decisivo en la
continuidad de su proyecto, pues fueron ellos quienes conservaron la tradición sobre
Jesús y quienes difundieron su mensaje.4
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2
3
Para Jesús el Reino de Dios, era la irrupción gratuita de Dios en la historia como misericordia y perdón.
Los/as que lo seguían a todas partes
En el mundo helenístico-romano la casa y el conjunto de la sociedad, representada en la
ciudad, no eran dos realidades contrapuestas y separadas. La casa era la célula básica de la
ciudad, la cual no era sino el resultado de la unión de varias casas. Es, por tanto, perfectamente
explicable que la estrategia de Jesús combinara la actuación en las plazas y lugares abiertos con
una acción en las casas. El resultado de esta acción fue que algunas de ellas se incorporaron
efectivamente a su movimiento brindando acogida y apoyo material al grupo de sus dirigentes.
La existencia de una red de casas activamente incorporada al movimiento de Jesús, además de
explicar la fuente de su economía, arroja también luz sobre el proceso de su transformación en
una religión fundamentalmente doméstica después de la muerte de su líder.
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J:D:G: DUNN, La llamada de Jesús al seguimiento, Sal Terrae, 1992
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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A partir de la pascua ya no se hacen distinciones entre los seguidores de Jesús. Seguir a
Jesús ahora es la característica de todo creyente y el discipulado son sus señas de
identidad.
Las comunidades cristianas tal y como se reflejan en la cartas de Pablo nos presentan un
ejemplo paradigmático de esta fusión entre seguimiento y discipulado. El principal
aporte paulino nace de configurar el movimiento cristiano dentro de un marco cultural
en el que no había nacido y con ello posibilitar su universalización. Este planteamiento
no está exento de dificultades, desafíos y de cuestionamientos para la vida de Pablo y el
futuro de sus comunidades. Pero, la estrategia evangelizadora de Pablo funcionó porque
respondía a las necesidades sociales y se ajustó a las posibilidades históricas de su
tiempo: Pablo introduce en la novedosa civilización urbana del siglo I un movimiento
nacido en los ambientes campesinos de Galilea.
¿Cómo?5
Convirtiendo en sedentario un movimiento que había nacido itinerante, a través
de la creación de comunidades autogestionadas, heterogéneas socialmente y mixtas
culturalmente (Gál 3,28), tal y como eran las ciudades mediterráneas de su tiempo.
Busca sobre todo que no sean comunidades cerradas, sino que se adapten a su entorno,
pero con fuertes vínculos entre sus miembros. Para Pablo el mundo es lugar de
presencia de Dios y además, sino sería difícil la acción misionera y no serían atractivas
para la gente de afuera. La cuestión estaba en como ser cristiano en una sociedad
pagana.
Proponiendo la casa6, como base de la constitución de la comunidad, una casa
que estaba constituida por una familia extensa dirigida por el paterfamilias, a la que
pertenecían mujer, hijos, esclavos y clientes7 y que era, inseparable de las propiedades
El movimiento de Jesús había generado problemas serios en las casas y en la estructura
familiar sin embargo Pablo opta por acomodarse a la casa. Esto tiene consecuencias
sociológicas y teológicas serias. En el comienzo de su evangelización busca una casa
desde donde irradiar el mensaje. Conocemos varias (Rm 16, 3-5; 1 Cor 16,19) Esto va a
suponer una transformación desde dentro de esa estructura a la vez que será el vehículo
de aceptación en el imperio del movimiento cristiano. Sus comunidades domesticas eran
ámbitos en donde se comparte la fe, se ayudan entre si, se acoge y se es plataforma
evangelizadora. Pablo entiende sus comunidades como plataformas sociales de
transformación, fraternas, que derriban fronteras y se situaban desde abajo. No fue
contra el poder, sino que buscó generar espacios alternativos, transformando desde las
estructuras cotidianas la realidad.
Apostando por un estilo de vida que es a la vez testimonio y estrategia
evangelizadora. Pablo vive de su trabajo porque no quiere ser gravoso a nadie, pero
tampoco quiere estar condicionado por la dependencia económica, así puede proponer
su mensaje desde la gratuidad y la libertad. Además, quiere demostrar con su estilo de
vida a quien está predicando. El trabajo manual en el mundo griego estaba mal visto, era
propio de esclavos. Por eso el hecho de presentarse como un curtidor de cuero le abre el
camino de la debilidad. El esfuerzo diario, las horas en el taller le hacen tocar el
sufrimiento y eso se convierte para él en demostración de la fuerza de la cruz de Jesús
(1Cor 2, 1-5). Por otro lado le posibilita también, el encuentro con la gente y una
plataforma evangelizadora.
El mensaje de Jesús situó a estas primeras generaciones cristianas de forma diferente
ante si mismos y antes los demás, ante Dios y ante la sociedad. Ellos y ellas no sólo
5
R. AGUIRRE, Ensayo sobre los orígenes del cristianismo. De la religión política de Jesús a la religión
doméstica de Pablo, Verbo Divino, 2001
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La ciudad era una organización de casas
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descubrieron en él la hondura de su humanidad, sino que percibieron en él la humanidad
de Dios. Aquella afirmación del Génesis de que estábamos hechos a imagen y
semejanza de Dios, se veía encarnada en aquel nazareno que les había cambiado la vida.
Su genuina experiencia, su testimonio, su vida comunitaria se fue desplegando a lo
largo de los siglos, a veces mejor y otras peor. Cada momento cultural fue destacando
aspectos y ocultando otros, pero manteniendo siempre viva aquel testimonio inicial,
nacido de la predicación del Reino, que se desplegaba en el actuar y vivir de Jesús.
El testimonio de Pablo habla de una fidelidad creativa y no repetitiva, que hay que
discernir las estructuras históricas y culturales que pueden ser aptas para encarnar la fe y
asentar las comunidades, sin sacralizar el pasado. Y nos anima reformular con libertad
lo recibido del pasado para que sea significativo para el presente y en el futuro, pero
siempre con voluntad de comunión.
b) El sustantivo de la discordia
Estos orígenes no exentos de conflictos y dificultades se habían caracterizado por una
actitud contracultural, un espacio de comunidad alternativa y de transformación social.
Desde los comienzos se fue viendo que el seguimiento de Jesús comportaba diversos
modos (carismas) que cada uno tenía que discernir, cuidar y sobre todo poner al servicio
de la comunidad.
A partir del siglo II el crecimiento cristiano y la necesidad de asentar estructuras
organizativas, generó un progresivo distanciamiento. entre los que ejercían cargos de
autoridad (ministros) y los que no (laicos). Con el tiempo esta separación dio paso a la
configuración de dos espacios diferentes, sobre todo por influencia del Antiguo
Testamento, los sacerdotes como hombres consagrados, ocupaban el espacio sagrado y
los laicos, de rango secular, ocupaban el espacio profano. Esto favoreció la desigualdad.
Y creo una separación que llega hasta hoy8
Cuando a partir del siglo IV el cristianismo se convirtió en religión del estado, la
jerarquización se hizo más fuerte y se comenzaron a destacar los carismas de tipo
institucional con más fuerza. La aparición del monacato como signo de radicalidad del
seguimiento, fue progresivamente ocultando ,esa otra dimensión más cotidiana del
seguimiento que era la más común, pero que iba considerándose por ello menos radical
y más centrada en los afanes del mundo. Progresivamente se fueron creando dos tipos
de seguimiento: uno que ocupaba el ámbito sagrado “se dedicaba a las cosas de Dios” y
otro “dedicado a las cosas del mundo”
La reforma protestante dio un impulso al laicado, con toda la teología nacida de la
escuela paulina de la justificación por la fe pero a la vez fue generando un cristianismo
demasiado intimista caritativo y burgués, que justificó un determinado estatus quo
social y ayudo a crecer al capitalismo de los siglos XIX y XX e impidió, de alguna
manera que el socialismo y el mundo obrero se acercasen al cristianismo. En el mundo
católico la fuerza otorgada a las obras generó un cristianismo más cohesionado y
combativo, con gran fuerza devocional, reforzando el ámbito de la misericordia a través
del asociacionismo de diferente índole y fuertemente jerarquizado, pero también
burgués. Será el concilio Vaticano II el que comience a recuperar la igualdad intrínseca
de los creyentes, pero esta filosofía está asentada aun en una estructura dualista
c) Un verbo y un sustantivo hermanados
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J.A.ESTRADA, La identidad de los laicos. Ensayo de eclesiología, 1990
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El siglo XIX es hijo del proceso secularizador de la ilustración y en el van a fraguar
diversos cambios en la relación de la Iglesia con el mundo. La fuerte separación entre
clero y laicado se va rompiendo a través de la aparición de las Congregaciones
religiosas, sobre todo femeninas, que van a romper el ámbito de la clausura por una
opción por el compromiso social, creando un puente entre el espacio sagrado y el
profano. Hombre y mujeres que sin pertenecer al estado clerical abren un espacio
sagrado en el mundo y una respuesta a los desafíos sociales de su tiempo, favoreciendo
y potenciando el asociacionismo laico que une misericordia y una fe fuertemente
marcada por lo devocional. Toda esta novedad no nace sin fuertes tensiones con la
jerarquía eclesiástica, que la favorece, pero a la vez intenta controlarla.
En este contexto nace el proyecto que encarna Bonifacia Una experiencia laical y
religiosa, que pone su huella en las manos del mundo trabajador y pobre. Una
experiencia que se nutre del dinamismo total de la Iglesia. Una experiencia que encauza
en un mismo sendero vida cotidiana y compromiso. Una experiencia que hermana
oración y trabajo, desde una comunidad alternativa, la del reino, que reconfigura desde
abajo todas las posibles felicidades.
2.- EL TALLER DE LA CALLE TRAVIESA (1865-1874)
Nos situamos en el entorno del sexenio revolucionario. En estos momentos Bonifacia
inicia un cambio de vida, se hace cargo de un taller como medio de vida y busca cauces
para expresar su experiencia de fe. Por un lado da forma a la Asociación josefina y por
otro orienta su futuro profesional en el taller con un deseo profundo en su corazón hacia
la vida religiosa.
a) La Historia
Cuando en noviembre de 1865 se casa su hermana Agustina se quedan en la casa de la
calle libreros Bonifacia y su madre. Curtida por la vida, pero dispuesta a salir adelante,
instala su primer taller propio de cordonería, pasamanería y otras labores. En un espacio
modesto, artesanal, comienza a hacer realidad en el día a día su experiencia de
encuentro con Dios en el trabajo, al estilo de la casita de José en Nazaret.
Avanza el siglo y se acercan nueves de revolución, los tiempos son inestables, hay
deseos de cambio. Se busca un nuevo horizonte político y nuevas respuestas
económicas y sociales. En medio de este ambiente, que culminará con la proclamación
de la I República, llega en 1870 a Salamanca Francisco Butinyà, un jesuita nacido en
una familia industrial catalana, hombre inquieto e intelectual, que estaba fraguando en
su corazón y en sus escritos una respuesta al mundo del proletariado naciente, respuesta
que sólo tímidamente se estaba atreviendo a buscar el catolicismo oficial.
Bonifacia y su madre participaban con frecuencia en las actividades organizadas por los
jesuitas, de la Clerecía. Al conocer a este hijo catalán de la Compañía de Jesús, que
ejercía como profesor de teología en el seminario y pasaba largos ratos confesando y
animando actividades en la iglesia, lo elige para que acompañase su proceso de fe. Y lo
hace así porque más de una vez lo había escuchado decir que el trabajo no es un castigo,
sino colaboración con Dios en la creación, una manera de hacer a las personas más
libres e iguales, y que a través de él se puede ser testigos del Evangelio, comprometidas
con la realidad y eso era lo que ella quería vivir, lo que intuía su corazón en las largas
horas de aguja y dedal.
Bonifacia iba creciendo como mujer creyente. En su proceso comienza a sentirse
llamada a la vida religiosa y decide entrar en el convento de las Dueñas de Salamanca.
Lo habla con Butinyà, su amigo y confidente, pero él, que había conectado desde lo
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hondo con esta artesana sencilla y recta, que la había visto madurar y había
contemplado su seguimiento de Jesús trabajador en Nazaret, y que estaba preocupado
por hacer creíble a Dios en medio de la revolución industrial, le sugiere algo distinto: la
fundación de un nuevo instituto de vida religiosa que diese respuesta a la situación de la
mujer pobre que desde muy joven debía buscar empleo. Ella acoge con gusto la
propuesta, pues conocía esa realidad, porque era la suya; sabía del trabajo agotador, de
la explotación laboral a cambio de un sueldo mínimo y percibía lo que hay de riesgo, de
abuso, de enfermedad o de posibilidad de prostitución en la vida de las muchachas
humildes.
Comienzan a hacer planes. Bonifacia se va a Ávila con las Adoratrices a perfeccionarse
en labores. A la vuelta instala su taller en la calle traviesa y se va creando el grupo que
entre los últimos meses de 1873 y principios de 1874 se arriesga a iniciar una
experiencia comunitaria en casa de Bonifacia.
La situación ambiental era conflictiva, se estaba derrumbando la I República. Los
jesuitas acusados de opciones políticas contrarias al nuevo régimen, eran perseguidos.
La fundación debía apresurarse, y el 7 de enero de 1874 el obispo firma el decreto de
fundación de las Siervas de San José.
Esta mujer sencilla y trabajadora había hecho de su taller un lugar de acogida y de
encuentro, donde, con un grupo de amigas se reunía los días festivos. Allí charlan,
tenían ratos de oración, compartían la vida. A estos encuentros invitan a Butinyà y le
confían el deseo de hacer de estas reuniones algo estable. Y, bajo su asesoramiento
constituyen la Asociación de la Inmaculada y san José. En la casa de Bonifacia ponen la
sede. Era un grupo que buscaba respuestas a su realidad, que no se conformaban con los
que les venía dado. Todas sabían que había mucha confusión en su entorno, que las
ideologías, los planteamientos, iban y venían, que las soluciones a los problemas
sociales y políticos se dilataban en medio de la confrontación. Ellas eran mujeres
sencillas que no se dedicaban a debatirlas grandes cuestiones del momento, pero sí a
construir pequeñas respuestas que mejorasen el mundo que tocaban.
b) El taller espacio de convocación
El taller de Bonifacia en la calle Traviesa se convierte en el espacio de convocación
para el proyecto en su doble dimensión laical y religiosa (ahí nace la Asociación
Josefina y también las Siervas de San José). Para recontextualizarlo en el hoy y
redescubrirlo como el ámbito de referencia simbólico común, necesitamos mirarlo
desde un doble aspecto, uno el que se refiere al tiempo anterior a la fundación de la
Congregación como espacio de la Asociación Josefina y otro el que da forma las
constituciones de la Congregación de las Siervas de San José. Esta lectura nos va a
ayudar a descubrir los diferentes componentes que posibilitaron las fuentes de
inspiración del proyecto, que no sólo abarca la dimensión de vida religiosa, sino que
desde sus orígenes está engendrado también como esfera de vivencia laical del carisma.
Desde el comienzo, el taller se muestra como un espacio de construcción de la realidad
y su transformación, desde un proceso que posibilite la maduración humana de los
miembros, a la vez que la experiencia cristiana y tenga una proyección apostólica. Es
relevante destacar el dato de cómo Butinyà plantea la necesidad de una formación
profesional y de una formación espiritual de los miembros, primero de la Asociación y
luego de la Congregación9.
9
“El P. Butinyà les daba conferencias y en varias de ellas les decía: “Hhay muchos conventos de clausura
¿Cómo nos arreglaríamos para educar a las jóvenes?. A la M Margarita le dijo que estudiara para maestra;
y más tarde les dijo que a la manera de las Hijas de María, hicieran una Asociación Josefina, porque el
Padre tenía gran devoción a San José. Tenían que reunirse todos los domingos y algún día más, y lo
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• La propuesta en el ámbito de la Asociación Josefina
La Asociación Josefina nace como la primera cristalización de un carisma que surge a
partir del encuentro entre Bonifacia y Butinyà que hizo posible que confluyeran los dos
elementos proféticos que posibilitarían su configuración en la historia: la intuición
lucida de Francisco y la concreción existencial de Bonifacia.
Los datos que poseemos del desarrollo de la asociación son poco, pero suficientemente
elocuentes para posibilitarnos, al menos, un breve diseño que posibilite su
recontextualización en el hoy:
⇒ La asociación nace como cauce para la expresión y vivencia de valores
alternativos. En unos tiempos cargados de cambios sociales y políticos donde se
buscaba la estabilidad y se intentaba huir de los excesos que todo cambio cultural
provoca, son múltiples las propuestas que intentan asentar los procesos. La Asociación
brota en este humus y oferta desde el marco socioreligioso de la época un horizonte de
sentido y un espacio para le fe y el compromiso.
⇒ La asociación potencia la formación humano-cristiana de sus miembros,
buscando una capacitación profesional, en un contexto en el que se está debatiendo el
alcance y contenidos de la educación de las mujeres, hasta ahora tenida muy poco en
cuenta. A la vez que se cuestiona la relación positiva entre trabajo y mujer.
⇒ La asociación gesta en su seno la propuesta del taller josefino, llevada acabo
con la fundación de las Siervas de San José. La propuesta de la fundación tiene lugar en
y desde la realidad de las mujeres que forman la asociación. Allí se reconfigura la
vocación de Bonifacia, allí llegan los ecos de la realidad laboral de la clase trabajadora (
gran parte de sus miembros son trabajadoras artesanas), allí escuchan las inquietudes de
Butinyà y profundizan su propuesta, configurando su espiritualidad desde el espacio de
Nazaret y de aquellos modelos de hombres y mujeres creyentes que hicieron posible el
seguimiento de Jesús en una vida cotidiana y sencilla. Allí descubren el taller de
Bonifacia como paradigma de la experiencia. Toda la primera comunidad de Josefinas
son miembros de la asociación.
⇒ La Asociación mantiene su autonomía después de la fundación de
Congregación (Ésta sigue vigente hasta 1894) pero ambos grupos siguen vinculados
(Con el traslado de la comunidad a la calle Placentinos en octubre 1874 se adecua un
espacio para acoger las reuniones de la asociación, lo mismo que en la casa de Santa
Teresa) y sigue teniendo los mismos objetivos iniciales de crecimiento personal,
acompañamiento, espacio para el crecimiento en la fe y proyección apostólica.
• La propuesta en el ámbito de la Congregación
La carta Magna de la Congregación son las constituciones de 1874. En ellas se
diseña el como y el desde donde se va a encauzar el proyecto y en ellas se confirma la
reconfiguración del espacio profano y sagrado de una forma nueva y sobre todo una
nueva forma de relaciones y participación en el proyecto.
⇒ La concepción de la idea fundacional de la congregación parte de un doble
tipo de miembros: religiosas: Maestras industriales y ayudantas de maestra y laicas:
Aprendices y acogidas.
⇒ El espacio común de vivienda y de trabajo
⇒ Una economía compartida
⇒ Unos mismos derechos y obligaciones
⇒ La vivencia de la Espiritualidad es la misma para todas, marcada por los
rezos regulares y las jaculatorias del taller.
hacían en la clerecía o en la casa de Bonifacia; El P. Butinyà hacía que unas fueran maestras y las otras
aprendiesen un oficio”. Testimonio de Asunción de Cabo en el Proceso de Zamora 1954-1962
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Superando las restricciones de género de la época que separan drásticamente los
espacios femeninos de los masculinos y los elementos propios de la espiritualidad del
momento podemos recontextualizar estos datos diciendo:
⇒ dentro de la acostumbrada separación entre el convento y la casa aquí se
rediseña la dinámica conventual de las monjas para incluir a las laicas en el espacio del
hogar y del seguimiento de Jesús.
⇒ Se genera un espacio de transformación social desde dentro de la estructura
social, en los ámbitos del hogar y el trabajo.
⇒ Se diseñan relaciones de igualdad, fraternas y solidarias.
⇒ La proyección apostólica se inicia en el espacio de la vida diaria: en la
convivencia y en los espacios cotidianos de la vida.
Así nos podemos encontrar con:
1.- Dos entidades de construcción carismática: la asociación y la Congregación
2.- Dos tipos de miembros en el espacio del taller: laic@s y religiosas
3.- Un mismo proyecto en el marco del taller, como espacio de construcción de
identidades de relaciones y de trabajo y de una vivencia de la fe a la luz del carisma.
c) Elementos para la recontextualización actual del proyecto
• Seguimiento de Jesús como punto de partida.
Si el seguimiento de Jesús es el punto de arranque de toda experiencia cristiana, no lo
puede ser menos para la experiencia josefina. Todos los miembros de la Familia josefina
estamos vinculados de raíz por nuestra opción por el seguimiento de Jesús con la misma
radicalidad y coherencia. Los distintas formas que asumimos refieren el modo
existencial de vivirlo: Religiosas o Laic@s, pero siempre desde el mismo horizonte
carismático. Todas y todos somos seguidores/as de Jesús empeñados/as en defender que
otro mundo es posible, desde la genuina propuesta de Jesús que él definió en la
proclamación del Reino de Dios y encarnó en su palabra y acción.
• El taller como ámbito de pertenencia
El espacio del taller se convierte en el modelo operativo de nuestra vivencia del carisma
y de su proyección apostólica. Más allá del lugar histórico y real se convierte en punto
de referencia a la hora de diseñar el cómo y el desde donde vivir el seguimiento de Jesús
desde el carisma josefino. Desde los valores que emanan de él se definen las relaciones
los ámbitos de convivencia, el tipo de organización, y el modo de compromiso. Es en
definitiva el modo concreto que sustenta y define nuestro modo de vida cristiano y
perfila nuestro sentido de pertenencia grupal.
• El trabajo como lugar teológico
El trabajo se constituye en la Asociación josefina como un aspecto fundamental en la
vida de sus miembros como medio para la propia promoción y a la vez como un espacio
para la espiritualidad y la evangelización. No podía ser menos, teniendo en cuenta que
quien da forma a la asociación y la acompaña es Butinyà, un hombre muy preocupado
por la promoción de los trabajadores y por posibilitar espacios de encuentro con Dios en
le trabajo. En los orígenes de la congregación está muy claro como toda la experiencia
se define dentro del ámbito del trabajo y la referencia espiritual es la familia artesana de
Nazaret.
El trabajo es por tanto un lugar de encuentro con Dios y un espacio profético de anuncio
de la Buena Noticia y de denuncia de lo que destruye al ser humano.
2.- LOS RASGOS CARISMÁTICOS: UNA MIRADA QUE NOS DEFINE
a) Un espacio para la identidad
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• Hermanar oración y trabajo
Esta expresión es el eje transversal del carisma josefino y refleja el dinamismo que
unifica en el ser humano lo profundo con lo concreto, el esfuerzo con la esperanza. En
los orígenes del proyecto josefino la propuesta de hermanar oración y trabajo nace en el
contexto de la progresiva distancia que la revolución industrial había generado entre
trabajo y realización humana. La progresiva confrontación entre trabajo y capital, la
emergencia de una nueva identidad obrera y la aparición de la máquina como un
elemento distorsionador de las relaciones y de las condiciones laborales van a crear una
gran fractura entre la vivencia del trabajo y el proyecto humano. En este contexto
Butinyà, preocupado por dar una respuesta desde la fe a este desafío, encuentra en el
espacio donde confluyen oración y trabajo, el ámbito desde donde construir una
experiencia en la que Dios sostenga desde dentro de la historia al ser humano,
impulsándolo a la plena humanización de su vida, no desde los medios,sino desde el ser
que lo define como persona que es. Desde ahí, desde la hondura del encuentro con la
trascendencia, que nos proyecta mas allá de toda posible mirada plana de la realidad, es
posible construir sentido y caminos de lucha para lograr que el trabajo sea un ámbito de
transformación social posibilitando cauces de dignificación y realización personal.
El verbo hermanar tienen un doble significado en este contexto. Por un lado, está en
mismo campo semántico de hermano/a y por tanto hacer referencia a un tipo peculiar de
relaciones, las que se entablan desde la igualdad (fraternal y sororal) generadas en el
ámbito del parentesco, de la cercanía y el cariño. Por otro, de la misma manera que dos
ciudades se hermanan porque han descubierto lo que tienen en común, este verbo
proyecta una clave de compromiso mutuo, de presencia compartida, de caminos
conjuntos. Si en la propuesta josefina, lo que se hermana es la oración y el trabajo
tenemos que pensar que no puede ser una acción individual, que yo conmigo mismo/a
santifique mi trabajo uniéndolo con la oración, sino que el hecho de que lo que se
propone sea hermanar, colorea de una manera peculiar la relación entre oración y
trabajo: La experiencia personal de Dios, mi oración, se convierte así, en una realidad
comunitaria cuando se hermana con el trabajo y mi trabajo, mis tareas, mi realización
personal se transforman en un camino de construcción de fraternidad y sororidad que
redefine mis horizontes y mis opciones10
Hermanar oración y trabajo se convierte así, en la savia que alimenta la construcción del
taller. No es un mero propósito espiritual, para hacer presente a Dios en el trabajo, es
algo mucho mas radical, es vivir la experiencia honda de que Dios sostienen la vida y la
recrea junto a nosotros/as en cada instante, que acompaña nuestra libertad y nos está
haciendo ser lo que somos. Es descubrir que esa oferta de salvación (nuestra felicidad)
que pone en nuestras manos, sólo puede ser vivida con otros/as, pues nos ha creado para
la alteridad (Génesis) y nos ha hecho hijos/as en el hijo, es decir, miembros de la nueva
familia del reino, que sólo es posible entre hermanos/o, desde relaciones de igualdad,
con compromisos mutuos y un proyecto común. Por eso nuestro trabajo solo será
nuestro cuando genere redes de fraternidad y sororidad, cuando mejore la realidad en la
que vivo, cuando no sólo me dignifique a mi sino a los/as que están a mi lado, e incluso
más lejos en nuestro hoy globalizado.
Hermanar oración y trabajo, es en el carisma josefino una seña de identidad
comunitaria, con vocación de propuesta alternativa, que nace de nuestra opción creyente
y se proyecta en la vida cotidiana como elemento dinamizador de nuestra lucha por
transformar las estructuras injustas e ir creando pequeños espacios de construcción de
un mundo más justo, fraterno/sororal y solidario.
10
Ese es el sentido de las jaculatorias en el primer taller josefino: Trabajo y oración una experiencia de
fraternidad y sororidad
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9
Hermanar oración y trabajo es dejarse interpelar por la vida y dejarse acompañar por
Dios, encontrase con él en ese espacio tan humano como es el trabajo y no dejar que se
convierta en una carga, ni en una mercancía y menos en un ámbito de opresión, sino en
un lugar donde subvertir los valores y generar comunidad.
Hermanar oración y trabajo es dejarse interpelar por el Dios abbá de Jesús, haciéndonos
sus seguidores/as en la vida, evitando que la oración se convierta en un mero ejercicio
ascético o devocional, sino en un espacio provocador e interpelador personal y
comunitariamente.
Bonifacia sintetizó en su vida la experiencia de Dios y la experiencia de la vida. No
dejemos escapar su testimonio a la hora de hacer relato subversivo para nuestro tiempo
la experiencia de hermanar oración y trabajo.
• Nazaret
El humus donde se asienta la espiritualidad (estilo de vida y de fe) josefina, es en los
años vividos sin protagonismo por Jesús en Nazaret, de los cuales, se ha dicho y escrito
mucho con afán de justificarlos. Pero, sin pretender anular la importancia del esfuerzo
interpretativo de esas páginas evangélicas, una sola cosa me parece fundamental:
Nazaret remite a la simple historia humana. Alí es donde Jesús aprendió a ser hombre y,
no en abstracto, sino a ser él mismo.
Los datos que nos han llegado de ese largo período de su vida son pocos y a menudo
vagos y profundamente teologizados. En gran medida ha sido así no porque fuesen
intrascendentes, sino porque son cotidianos. Lo que allí ocurrió fue tan normal, tan
cercano, tan familiar que no era necesario hablar de ello porque lo llevamos con
nosotros, es lo que vivimos cada día.
Por otro lado, la profunda teologización de las raíces humanas de Jesús no sólo
pretendió justificar la diferencia del Mesías, sino enraizar en la historia la salvación de
Dios. Un elemento profundamente anclado en la teología de Israel que entendió desde
sus comienzos que Dios no se revela al margen del acontecer histórico, sino
precisamente en ese mismo acontecer, y de ello abunda en ejemplos el A.T.
Desde esta perspectiva, el acercamiento que solemos sintetizar en la palabra Nazaret no
es significativo porque resplandezca sino porque ese es el lugar teológico de la
encarnación.
La grandeza de Jesús no está preferentemente en lo milagroso de su vida sino en la
densidad de su humanidad y )dónde radica esa humanidad? En su concreción histórica,
o sea, en su pueblo y )dónde se aquilata la Historia? En lo cotidiano. Lo heroico es de
un instante, lo cotidiano es la permanencia con sus pequeños gestos y sabemos también
que las grandes respuestas se fraguan en los pasos ordinario de la vida. Dios no vino a
revelarse en el hombre en general sino en este hombre nacido y criado en Nazaret al que
nosotros llamamos Cristo.
El himno de filipenses pone su fuerza en el anonadamiento, pero esto no significa
negación sino apertura para asumir la cotidiana utopía de ser hombre. Dios en Jesús no
se disfraza de persona, sino que se desnuda y se hace criatura anclada en la historicidad
para no ser distinto a nosotros, quiso ser uno de tantos. No quiso mantenerse divino pero
esa humildad no es humillación sino cercanía, roce, relación y esa es la honda
significación de la salvación , de la Buena Noticia de Jesús, un tú a tú de Dios con los
hombres para abrirles la vida al futuro, a la plenitud. Así ya tiene sentido ser persona,
merece la pena el esfuerzo del crecimiento, de la esperanza, de la fe y la utopía y eso lo
hizo Jesús como encarnación de Dios y eso se manifiesta sobre todo en Nazaret.
Jesús toda su vida fue Ael Nazareno@ (Mt 2,19-23) y eso marcó su vida y así cuando él
volvió a Nazaret fue confrontado por su pueblo: )no es éste el hijo del carpintero? (Mt
13,53-58) y fue cuestionado desde su cotidianidad y eso es lo que a veces nos asusta, el
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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ser familiares y por ello vulnerables y él lo fue. Nunca dejó de ser el nazareno, aunque
no fuera profeta en su tierra, y ése es el gran reto: ser profeta humano, en lo humano y
desde lo humano y ése es también el gran desafío de Dios: estar en la raíz de nuestra
humanidad, no en la nube de su cielo. Y todo única y exclusivamente por amor. Y
nosotros, como los paisanos de Jesús, le seguimos pidiendo milagros y él siempre nos
vuelve a remitir a Nazaret, a lo cotidiano, nuestro humus, que nos va haciendo crecer
como personas en nuestra grandeza y pequeñez; de tal manera que podemos decir que
Nazaret expresa todo un estilo de vida, pues lo que cuestiona en Jesús no es su
humildad, manifestada en los años oscuros de Nazaret, o el aparecer como hijo de un
pueblo insignificante (Jn 1,45-46) sino cómo vivió cada uno de esos momentos de su
vida, cómo experimentó la existencia, cómo miró el mundo y cómo se relacionó con los
demás. Y eso lo aprendió en aquel humilde hogar de artesanos.
Bonifacia se hizo eco de ese recuerdo y lo vivió. Así de sencillo. Sin más pretensiones.
Nunca se afanó en otra cosa que en llenar la vida de calidad en medio de un trabajo
responsable y unas relaciones con los demás tremendamente humanas.
Hoy ser memoria de Nazaret supone salir al encuentro de la gente, dejarse interpelar,
querer y dejarse querer, asumir el esfuerzo de cada día y, desde ahí, ser testig@s de un
Dios que se hace horizonte de felicidad.
Nazaret o lo es todo o no es nada, pues tras esta palabra se encierra toda una forma de
entender la vida, de comprender al ser humano, de descubrir a Dios. Los valores que
emanan de Nazaret quedan fosilizados si no se viven desde una pasión existencial por el
ser humano, si no son expresión de haber tocado fondo en nuestra experiencia de ser
hombres y mujeres de carne y hueso. Sólo así podrá ser escuchado nuestro relato en
medio de la historia dinámica y cambiante que nos toca vivir.
Bonifacia es un relato subversivo que pone en evidencia lo que es genuinamente
humano en una sociedad que frecuentemente quiere olvidar su realidad de creatura,
sublime pero finita.
• Mundo trabajador y pobre
Si hermanar oración y trabajo era el eje transversal del carisma y Nazaret el humus
donde se enraíza, el mundo trabajador pobre es la realidad hacia donde orientar nuestro
compromiso. ¿Por qué? Pues, porque él mismo es la pregunta que hizo nacer la
respuesta del proyecto josefino.
La gran inquietud de Butinyà es la promoción y dignificación del mundo trabajador y
pobre y la apuesta encarnada en la vida y obra de Bonifacia es la que nace de la opción
enraizada desde y para el mundo trabajador y pobre.
Comprometerse y optar por el mundo trabajador y pobre supone hoy para nosotr@s
como familia josefina:
⇒ Convertir el dinamismo espiritual que emana de hermanar oración y trabajo
en una opción radical por los/as que no tienen trabajo, por los/as que lo viven en
condiciones injustas, luchando contra los abusos laborales, por las discriminaciones
raza, género o cultura porque el rostro de Dios que emana de nuestra oración tiene
manos y mirada trabajadora y pobre.
⇒ Entender el seguimiento de Jesús, como un estar con él donde el estuvo, es
decir, en las fronteras sociales, sanado, acompañando y transgrediendo todo aquello que
impide la felicidad de los seres humanos. Y desde el carisma brota una frontera
preferencial, la que genera el mundo laboral y de mercado, sostenido por unas
estructuras económicas injustas, marcadas por sistemas sociales patriarcales y la
prepotencia cultural del norte sobre el sur.
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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⇒ Generar plataformas alternativas desde la dinámica del taller, que potencie la
inclusividad, la solidaridad y la promoción desde y con el mundo trabajador y pobre11
⇒ Vivir un estilo de vida que testimonie esta opción preferencial y discierna a
partir de ella.
⇒ Descubrir que Dios se encarna para nosotro@s en el mundo trabajador y
pobre Y ello nos desafía a escuchar la palabra de Dios a la luz del dolor, de la
esperanza, de los sueños de este mundo nos dará audacia y creatividad para encarnar el
compromiso.
Bonifacia es memoria viva de mujer trabajadora y pobre, capaz de hacer experiencia de
Dios en su misma realidad social, asumiendo los desafíos de su época y los riesgos que
conllevó la audacia de su misión.
b) Referentes éticos para una comunidad alternativa
Aquí intento presentar los hilos con que se teje el tapiz del estilo josefino. Son pequeñas
teselas de un gran mosaico, que hay que entender unas engarzadas en otras, porque unas
iluminan y confirman a las otras.
• Familia: el icono del Reino (Mc 10, 29-31)
El anuncio del Reino vino marcado para Jesús con la propuesta audaz de una comunidad
alternativa. Todo el proceso de discipulado que el inició se basó en la invitación de crear
una nueva familia (Mc 3, 31-35). Cuando proclama que su familia es quien cumple la
voluntad del Padre, no está rechazando a su familia biológica, sino que está
denunciando los valores en los que estaba asentada la realidad familiar en su tiempo. La
voluntad del Padre para Jesús era el Reino y cumplir su voluntad era posibilitar una
nueva comunidad donde fuese posible.
La Familia en el siglo I estaba sostenida por relaciones desiguales, donde el padre
ejercía la autoridad y del que dependían todos los miembros de la casa. Nadie podía
vivir al margen de la estructura familiar, porque de ella dependía su identidad y su
subsistencia. Jesús va a proponer una nueva familia (comunidad del reino) que va a
trastocar lo establecido. Existe un único Padre para tod@s, un padre que él llama Abbá
y que tiene entrañas maternas (Parábola del hijo prodigo), que perdona siempre y sólo
desde él se puede construir la casa. Y una nueva identidad la de hijo/a y unas nuevas
relaciones la de herman@s (todos somos iguales) y madres (cuidado y
acompañamiento), desde una sola actitud la del servicio.
Y esto Jesús no lo descubrió de casualidad sino que lo fue viviendo y construyendo en
Nazaret junto a María y José
José: el hombre que hizo lo que no se esperaba de él: el evangelio de la infancia de
Mateo tienen como protagonista a José y lo describe como un hombre justo, es decir,
fiel a la voluntad de Dios, pero si leemos despacio las narraciones descubrimos que su
fidelidad lo lleva a transgredir lo que se esperaba de un buen judío. José vive la
incertidumbre entre los principios heredados y lo nuevo que surge ante él. Como varón
se le pide que defienda el honor familiar repudiando a María, sin embargo él con temor
y temblor, opta por construir una nueva familia, desde el respeto a la dignidad de María,
construyendo juntos un hogar para Jesús. Como cabeza de familia debe dar estabilidad ,
honor y futuro a su familia, pero el opta por la inestabilidad y la novedad: se deja guiar,
discierne y renuncia al honor comenzando su camino familiar desde los últimos, en las
afueras de Belén. Y eso será lo que Jesús propone después a sus discípulos y discípulas.
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Una experiencia desde aquí la tenemos en Taller de Solidaridad
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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María la mujer que proclamó lo que no se esperaba de Dios: Ella es la protagonista en el
evangelio de Lucas y ahí descubrimos como cuando ella asume la sorprendente manera
que Dios tiene de encarnarse y la opción decidida que hace por una mujer sencilla como
ella, su respuesta es el Magnificat, que no es mas que el canto a la sorprendente manera
de actuar de Dios: que opta por los sencillos/as (Mt 11, 25-30), que su honor es la
misericordia y por eso trastoca el orden establecido. Ese nuevo orden que María
proclama en el Magnificat, es el que Jesús propone cuando proclama el Reino y cuando
instruye a sus discípulos/as.
El nuevo rostro de Dios que Jesús anuncia y que lo lleva a ser blasfemo en una cruz, y
el estilo de vida que propone a sus seguidores/as y que lo sitúa como trasgresor del
orden establecido, se había fraguado junto a José y María en Nazaret.
Tener como modelo de convivencia a la familia de Nazaret es altamente subversivo y
contra cultural. Tener un estilo familiar como el de los habitantes del taller de Nazaret
es construir un modelo nuevo de familia y de comunidad, desde la justicia de José y el
magnificat de María en la perspectiva del Reino.
• Sencillez: una propuesta de felicidad (Mt 5, 3-11)
Sencillez nos suena a menudo a descomplicación, a falta de conflicto, a cotidiano y eso
es verdad, pero a veces nos olvidamos de la carga de profundidad que esa palabra tiene.
La sencillez es una actitud ante la vida que define el tipo de relaciones que queremos
entablar y que nos obliga a bajar de los pedestales a los que nos subimos y a diferenciar
entre autoridad y poder. Es decidirse a ver la realidad desde la altura de los pequeños y
no pretender abarcarlo todo estirándose como un gigante. Es saber recibirlo todo como
don. Es no asumir la violencia como respuesta ni el poder como estrategia.
La proclamación de las bienaventuranzas, es una explicitación de esta actitud. Solo el
que se configura humanamente desde la sencillez, puede sentir a Dios trasformando su
vida. Porque sólo así es posible actuar construyendo paz aunque se esté perseguido/a.
Porque es la única manera de arriesgarse a vivir vulnerable y necesitado/a y así ser
capaz de ternura. Porque sólo así la tristeza, el mal, la injusticia no se adueñaran de
nuestro corazón.
Siendo sencillos/ nos sentiremos consolados/as, heredaremos el futuro, nos acogeremos
en las buenas manos de Dios y lo descubriremos en la vida, y viviremos el aquí y ahora
del Reino.
Sin embargo, en un mundo prepotente y violento como el nuestro, que estratifica las
relaciones desde el poder, que ignora lo débil y enaltece a los satisfechos, ser sencill@
es una provocación, que mina desde abajo las razones de los/as poderosos/as, que
molesta y que a menudo se intenta utilizar y abusar de la bondad que atesora. Militar en
la sencillez, es renunciar a los privilegios, enfrentar sin armas a los/as poderosos/as y
defender la bondad del corazón sin que el odio y la venganza nos la robe (Mt 11,29).
Todo ello supone lealtad y compromiso, supone fe y esperanza, supone ser
incomprendido/a e incluso ser perseguido/a (Mt 5,11), pero esa es la ética del Reino y
esa es también la ética del taller josefino y su desafío.
La manera de situarse Bonifacia ante la vida y las personas nos hablan de esta manera
de estar en el mundo.
• Humildad: la debilidad de Dios (1 Cor 1,17-2,5)
Cuando nos sabemos poseedores de la verdad o de la razón, tenemos la tentación de
mirar por encima del hombro, poniendo en evidencia a quien está equivocado/a. Cuando
dominamos un campo del saber o de la experiencia tendemos casi sin querer a avasallar
con nuestra sabiduría aunque no pretendamos imponernos y es ahí donde la humildad
actúa de correctivo de esos puestos de primera fila que a veces pretendemos otorgarnos.
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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Algo así les pasaba a la comunidad de Corinto cuando Pablo les propone el discurso de
la cruz. La máxima debilidad de la cruz se presenta como la máxima fortaleza de Dios.
La locura de un Dios que se revela en la cruz se convierte en una sabiduría nueva. Ese
es el mensaje y ese es el lugar de la humildad, que ahora se propone como actitud para
construir la comunidad (1 Cor 1, 26-30) y como estrategia para evangelizar (1 Cor 2,15) Asumir la humildad como medio de afrontar el conflicto convierte el silencio en
resistencia y la bondad en don. Narrar los caminos de humildad que brotan en nuestra
vida supone anunciar al Dios débil que se encarnó en Nazaret y permanecer
afincados/as en la esperanza y la confianza.
Así vivió Bonifacia el conflicto, así entendió su silencio, ahí sostuvo su permanencia y
su esperanza. Esa es la sabiduría y ese es el marco de la propuesta.
• Cotiniadeidad: Encarnar la utopía (Jr 32)
Cada vez que se ojea el periódico parece más lejana la posibilidad de un mundo feliz y
la esperanza queda limitada a construir pequeños oasis afectivos donde el placer
inmediato y las metas al alcance de la mano se convierten en normas de conducta y de
supervivencia. La espera de un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia es
hoy más que nunca un desafío para l@s creyentes, que no estamos vacunad@s contra la
tentación de convertir realismo en desesperanza. Es urgente, pues, recuperar la fe en el
futuro, sin sentimentalismos, ni ingenuidad, sino con creatividad, confianza y audacia,
trasformando en recuerdo subversivo la experiencia pascual.
Vivir esta tensión desde la vida cotidiana, es el gran desafío del carisma josefino. A
menudo parece que sólo se cambian las cosas desde los lugares de influencia o con
poder, así nos ha enseñado la historia cuando nos la cuentan desde los vencedores y
desde sus lideres, sin embargo debajo hay otra historia, la de la gente de a pie, que va
como las aguas subterráneas socavando a su manera lo que impide la vida y un futuro
mejor y muchas veces lo que hacen los pretendido/as protagonistas de la historia no es
más que aprovechar el momento en que se reblandece la tierra por efecto de las aguas.
El profeta Jeremías en uno de sus peores momentos (estaba preso) es invitado por un
pariente a comprar un campo en su pueblo natal. Una acción aparentemente profana se
convierte en una acción simbólica que anuncia la posibilidad de un futuro diferente. Un
momento de impotencia y desastre como el que vive es transformado en oportunidad
para apostar y proclamar la esperanza.
Este es el enfoque, convertir los pequeños gestos en utopía, sostener la esperanza en los
pequeños gestos diarios. Vivir encarnado la utopía sin pretender pasar a los libros de
historia, ni saltar a la fama. Seguir creyendo en ella aunque pretendan arrancarnosla.
Desde esta perspectiva el camino recorrido por Bonifacia en el taller de Zamora se
convierte en lugar teológico a la hora de buscar marcos de referencia que animen a dar
sentido a las pequeñas realizaciones que, si bien en su inmediatez son insignificantes,
pueden ser recuerdo de esperanza., pues si es verdad que tras la experiencia de Zamora
el mundo no alcanzó la utopía, quedó dicho que es posible empeñar la vida en pequeños
sueños que sean luz hasta donde alcancen, y se conviertan en recuerdos subversivos de
que nada se pierde ni es inútil cuando se ha puesto en ello toda la vida. Zamora es la
profecía externa que anuncia que la utopía no está en el futuro incierto, sino que se
encarna en el amor de una vida que llega al final sin perder la confianza y la bondad.
• Fe: Arriesgarse a confiar (Mc 5,25-34)
Para la Biblia la fe no es asumir dogmas y verdades, o profesar una religión, para la
Biblia la fe es confianza y su contrario es el miedo. A veces hemos puesto la fe en
cumplir preceptos o mandamientos y nos dejábamos guiar por lo que venía de afuera y
no la vivíamos como una opción personal que marcaba a fuego nuestra existencia y que
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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nos exigía un diálogo continuo con Dios y una permanente actitud de confrontación con
la realidad. Eso ha achicado nuestra conciencia creyente, pues si bien el cumplimiento
aportaba una cierta tranquilidad, nos inhibía a menudo de toda responsabilidad personal
en el anuncio de nuestra fe y en su maduración. La fe vivida de esa manera adormece y
se quiebra en los momentos de dificultad o sin sentido.
Sin embargo al fe que reclama Jesús en sus seguidores/as es la que nace de la tradición
bíblica, la que nos empuja a confiar como lo hizo la hemorroisa (Mc 5,25-34), que
trasgrediendo las normas establecidas tocó el manto de Jesús y le arrancó la curación y
él confirmándola le dijo: Hija, tu fe te ha salvado. Esa es la fe auténtica, la que asume el
riesgo, la que confía, la que da un paso al frente, la que espera contra toda esperanza,
Vivir así la fe nos sitúa de forma diferente ante la vida y ante Dios. Ya no hay evidencia
sino certezas que nos sostienen en el camino y nos hacen audaces y comprometid@s.
No esperaremos de Dios milagros, ni nos escandalizaremos de su presunto silencio, en
los momentos difíciles. Pero si, buscaremos compartirla con otros/as, celebrarla en
comunidad, porque hemos descubierto también en nuestra vida la Buena Noticia y eso
nos ha cambiado la vida y nos ha hecho protagonistas audaces del hoy de la historia.
El taller josefino necesita hombres y mujeres con este tipo de fe desde la que enraizar
los valores alternativos que el taller anuncia y arriesgarse a vivirlos.
Bonifacia, una vez más nos precede y nos muestra como vivir sin tirar la toalla, sin
dejarse herir, asentados/as en una experiencia de fe que impulsa más allá de lo
predecible y sostiene más acá de lo esperado. Ella nos recuerda aquellas palabras de
Isaías al rey Ajaz: Si no os arriesgáis no experimentaréis que sois sostenid@s.
• Amor: Criterio de actuación (Rm 12, 9-21)
Con todo lo que llevamos dicho, sólo se puede esperar como última opción, el amor.
Así lo piensa también Pablo cuando escribe a los romanos. Después de un arduo
discurso teológico sobre la salvación que ha dado más de un quebradero de cabeza a los
estudiosos, el apóstol plantea como se vive y se trasmite esa salvación y lo resume en
una sola frase: que vuestro amor no sea una farsa, es decir, tomaos en serio el amor. Y a
continuación va a explicar donde y como se verifica que se ha tomado en serio el amor:
⇒ En los procesos de discernimiento de la vida (12,9)
⇒ En la gratuidad (2,10)
⇒ En el servicio (12,11)
⇒ En la alegría, esperanza y fe (12,12)
⇒ En la hospitalidad (12,13)
⇒ En ser bendición para el otr@ (12,14)
⇒ En hacer nuestra la experiencia del otr@ (12,15)
⇒ En la sencillez (12,16)
⇒ En el perdón (12,17)
⇒ En la paz (12,18)
⇒ En la no venganza (12,19)
Y al final resume: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal a fuerza de
bien” esto es amar y esto lo dice en singular para que se viva como actitud personal que
se traduce en las anteriores respuestas comunitarias.
Esta es la clave que hace posible y da sentido a todo lo anterior. No es un amor general,
es un amor concreto y eficaz. Es lo que hace posible la ética del taller y lo convierte en
propuesta alternativa, no por su eficacia, sino por el espacio de bendición que genera a
partir de unos valores que brotan desde abajo y se encarnan en una respuesta cotidiana
pero audaz. Una respuesta nazarena que sueña con cambiar la realidad desde el trabajo
Seguir a Jesús desde el cotidiano camino de Nazaret
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hermanado con la oración y convertirse en promesa y bendición para el mundo
trabajador y pobre, especialmente para la mujer.
Carmen Soto
Sólo el amor resistirá
Mientras caen como torres dinamitadas
Los días, los meses, los años.
Sólo el amor resistirá
Alimentando silencioso la lámpara encendida,
El canto anudado en la garganta,
La poesía en la caricia del cuerpo abandonado.
Algún día,
Cualquier día,
Doblará otra vez el recodo del camino,
Lo veré alto y distante,
Acercándose,
Oiré su voz llamándome
Y sabré que el amor ha resistido
Mientras todo se derrumbaba.
G. Belli
LOS PORTADORES DE SUEÑOS12
En todas las profecías
Está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan que el
hombre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida que siempre se
renueva
Engendraron también una generación
de amadores y soñadores;
Hombres y mujeres que no soñaron con
la destrucción del mundo, sino con la
construcción del mundo de las
mariposas y los ruiseñores. (...)
Así fue como proliferaron en el mundo
los portadores de sueños,
Atacados ferozmente por los
portadores de profecías habladoras de
catástrofes.
Los llamaron ilusos, románticos,
pensadores de utopías,
12
Gioconda Belli, El ojo de la Mujer, 2001, 215-18
Dijeron que sus palabras eran viejas
-y en efecto, lo eran porque la memoria del
paraíso es antigua en el corazón del
hombreLos acumuladores de riquezas le temían
Y lanzaban sus ejecitos contra ellos,
Pero los portadores de sueños todas las
noches hacían el amor
Y seguían brotando su semilla del vientre
de ellas
Que no sólo portaban sueños sino que los
multiplicaban
Y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró de nuevo
su vida como también había engendrado a
los que inventaron la manera de apagar el
sol. (...)
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