318 Juan Andrés Pina TEATRO ROSENCRANTZ Y GUILDENSTERN HAN MUERTO Autor: Tom Stoppard Grupo: Compañía Nacional de Teatro. Dirección Eugenio Gtizmán Sala: Amonio Varas ¿Qué sucedería sí la acción dramática de miu tragedia se desviara de sus archiconoeidos protagonistas y asomasen esos personajes secundarios, esas criaturas anónimas, de las cuales están llenas las obras teatrales del mundo? La Compañía. Nación al tic Te uno (dependiente de la Facultad di: Ciencias y Arles Musicales y de la Representación de la U. de Chile! nos está dando, en parte, una respuesta al montar lo que fuera un verdadero acontecimiento en el teatro británico hace algunos años. Se trata de Rosencrantz y Guildeustem han muerto del autor checoslovaco Tom Stoppard. La obra de Stoppard no es en ningún caso a la usanza de un Anouilh, Sartre, Giraudoux, o cualquier i>tn> autor que teorizara sobre el tratamiento de obras clásicas. Aquí se procede de otra forma: cambiar fundamentalmente el punto de visla para enfrentar el material entregado por Uliu de las más lamosas piezas de Shakespeare: Hftmlel, príncipe de Dinamarca. Shakespeare como recurso Stoppard problematiza la situación de los personajes secundarios en loda la historia de la trugedia. v la dimensión de símbolos humanos que ellos puedan alcanzar. Miles son los personajes que pululan por !os resquicios de todos los dramas de! mundo, pero el caso de Rosencrantz y Guildenstern es característico. Recordemos que estos dos muchachos, dentro de la obra Hamiei, son llamados por el rey Claudio y la reina Gertrudis pidiéndoseles que entretengan al príncipe Hamlel y le sonsaquen el motivo de su —fingida— locura. Más tarde, al agudizurse la situación, y ver en el príncipe un peligro, el rey le envía a Inglaterra para ser decapitado, por medio de una orden que portan Rosencrantz y Guildenstern. Hamlet. durante el viaje en barco, cambia esta orden por otra en la cual se ordena que st-an los portadores de ella las víclimas, órdenes que son cumplidas. Estos son los ínfimos papeles que cumplen los caballeros isabe-linos en toda la tragedia. Stoppard se acere i a ellos con el afán de un investigador que quiere conocer la natnv.il. . . íntima de estos personajes. El montaje nos deja bien en claro dos planos de realidad: por un lado el de Rosencrantz (Alberto Chacón) y Guildenstern, (jorge Guerra) l<i mayoría del tiempo, y por otro el del rey. la reina, Ofelia, etc., ocasionalmente. Stoppard deja que el núcleo central de la tragedla se desarrolle afuera, mientras centra la vista en la misérrima condición de estos dos caballeros. El desarrollo de lii obra es IÍI respuesta a la primera interrogante: ¿que sucedería si el i'L'ntro de atención dramático se desviara a los personajes secundarios de 1» Iragedia? F.sta es la tarea que asume Stoppard. y estos sus punios de vista. Aquí no se parte de la nada. No sólo porque la obra echa sus raíces en Shakespeare, sino porque la historia de dos personajes como interrogante existencia! (en su sentido menos peyorativo) ha sido un mo- tivo común a machas obras de i^;itro contemporáneas. Rosencrantz y Guildensiern se alinean en las misi filas de Vladimiro y Estragón, loa (ios personajes de Esperando a Gudol, de Beckelt. El ir a ninguna parle, eí esperar en vano "»1gi>". el estar suspendido? en un vucíu melafísico, son las características esenciales de este lipo de personajes. Harold Pinter, por su parle, nos presenta a Gus y Ben, dos delincuenles manejados cumo marionetas, que destruyen e integran sistemáticamente el absurdo de su cotidiana dad. La desesperación es compartida. Y las interrogantes y dudas que aquejan a Rosencrütitz y Guildenstern raían manejadas por el autor con indudable maestría. Sin sufrir su obra una evolución dramática de hecho, utiliza a sus personajes para un endiablado juego matemático y geométrico: dudas metafísicas, juegos de azar, deslino implacable, preguntas sobre lu existencia, juego de probabilidades, divagaciones sobre el tiempo . . . Stoppard complica aún más las incesantes preguntas sobre la irracionalidad y el absurdo de la existencia cotidiana, que es uno de los sellos que marca las últimas décadas del teatro universal. La obra está en esta línea, pero afinándola, y sin dejar de lado su recurso fundamental; Shakespeare. Si bien la obra está formada por un complicado material, el resultado es de una limpieza sorprendente y una exactitud matemática. Dos son, a mi juicio, las principales ponencias de Sloppard, subra yadas por el montaje: la alienación y el desarraigo de los secundarios, y la estratificación social que sus- 319 al calecer casi de estilo y personalidad y no lener curdón umbilical que los amarre a algo, están desarraigados, alienados, solos. Se aterran el uno al otro como única posibilidad de respuesta y salvación. Su desarraigo y alienación no es formal ni superficial: son vitalmente "sub", sufren de un entrenamiento por los cuatro cosiüdos. La tragedia es de los grandes La insignificancia hecha drama. cita una tragedia, cuino reflejo de un mundo que todos compartimos. Desarrollo y alienación Rosencrantz y Giiildenslern son dos personaje profundamente desarraigados de todo. Lo mismD da que sean de Dinamarca o Ingialerra. Su lenguaje es casi neutro, sus necesidades, las básicas. Los conocemos poco antes de morir y en verdad no es necesario conocer de ellos nuda más. Poco importan su pasado, BU espacio vital, sus recuerdos más íniirnos. "Hace tanto tiempo que empezamos al cara o cruz que mi memoria no logra apresar el recuerdo entre sus dedos", dice Rosencrantz. Su único "hacer" consiste L-II L'I in terminable juego del cara o cruz y el de las preguntas sin respuesta, esperando algo que tampoco conocen. Fl montaje ubica a lus dos personajes en un espacio vacío, inexistente, como una sala teatral a la que hace mucho tiempo no se la decora, lisas tablas frías, y ese escenario vacfo es el lugar en que debaten. Vanamente Guildenstcrn intentará ubicar el norle y el sur. ¿A qué o a quien pertenecen? Diríase que su Único íisidcro es el patético e incesante eucslionamienlo. Los dos personajes van a la deriva, flotando en un espacio vacío. Ni la palabra "hogar", ni la palabra "tierra" ni !a palabra "compañía" asoman jamás en la obra. Stopparcl ¡liega implacable e impecablemente con sus personajes. Hamlet, en otro plano, se desespera por el asesinato de su padre, por la vileza de su madre, porque se le ha arrebatado el trono v el honor. Claudio lucha por el poder y Horacio por la amistad. Todos usios son valores imporlantes. tragedias humanas altamente calificadas. Son raíces Fuertes. Ninguno de ellos va a la deriva: sus cauces son claros y sus puertos seguros. Rosencrantz y üuildenslern miran desde su ángulo de segundones toda esta faramalla y se preguntan con ungustia por qué a ellos no se les ha inyectado también una mínima razón de existir Stoppard no es majadero, pero ésta es la historia de siempre. Sus personajes se pueden erigir en todo lo símbolo que se desee. Hay muchos como eilos a quienes representar, y el autor lo sabe. En un momento Ihimlel escupe despreciativamente al público. Tiene la certeza de que hay muchos Rosencrantz y Guildenslern en la sala. Esta pareja pertenece a una i ierra de nadie. Al no estar ubicadas ni en un espacio ni en un tiempo, Stoppard, y la realización de] montaje, entran a romper el círculo sagrado de la tragedia clásica, no postulando un anli-Shakespeare, sino cambiando los puntos de vista, variando en 180 grados la perspectiva dramática de un clásico. Aquí se le dan posibilidades de expresión a los que nunca la tuvieron, l.os personajes secundarios de la historia (de la historia de la tragedia y de la historia humana, al fin y al cabo) toman lo palabra y no* asomamos con asombro a sus mínimas y oscuras existencias. Y hemos comprobado el tremendo desarraiga que preside sus vidas. Hay, aún, un grado más de marginación. Rosenerantz y Gutldenstern están flotando en un espacio vacío, no alineados a nada, sin pasado, con un presente lleno de interrogantes y un fuluro incierto. Aún cuando el diálogo es ágil —dentro de su complejidad— y el drama avanza bien, no hay evolución sicológica de los personajes. El estatismo de los dos protagonistas es claro, ya que su participación en la obra origina! es mínima. Son elementos accesorios, pie/iis en la gran maquinaria. Es imposible, pues, que sus caracteres estén mínimamente delimitados. Son Hamlel y los otros "grandes" los que le dan una pequeña y cruel razón dr existencia. Nada importan, en realidad. Rosencrantz y Guildenslern, cuando la tragedia de Hamlet >L t i \v.c L-n principal. Estas dos marionelas de personas son necesarias para los fines de esta "tragedia de los grandes". Algo de rebelión, duda y acatamiento es la actitud de ellos. Su única manifestación vital us preguntarse sobre SU existencia, con un tremendo horror al vacío metafísieo. Si la tragedia es de los grandes aquí hay obligadamente gradación social, escalas, y marginación. Es así como Sloppard se postula como un coherenle ideó- 320 logo. Quizá sin saberlo, al utilizar fría y despiadadamente a nucslros dos personajes, Hamlet acalla sus voces, tapa sus rostros, les roba la personalidad y se erige en poderoso señor de la escena. Desde su ángulo, Rosencrantz y Guíldenstern piden una "condición dramática". Quizá si su madre hubiera sida incestuosa, o su pudre un rey (a riesgo do. exagerar) ellos se hubieran sentido jusliíicudos. Pero ni>: siguen suspendidos en una cuerda, oscilando entre el abismo de la vida y de la muerte. Los grandes pueden tejer y destejer estas vidas insignificantes. Pueden utilizarlas para llevar por buen rumbo su Ira£LTÜ;I y por ello sacrificarlas o ensalzarlas. Cuando el príncipe regresa a Din.niKiivM. despwS I -. .ip.ir del barco que lo llevaba a la muerte, Horacio le pregunta: "¿De modo que Guildenstern y Rosencrantz corren a su pérdida?" Y Hamlet responde (dándole a Stoppard la malcría prima para su drama): "¿Qué quieres amigo mío? Ellos mismas accphtron ese encargo amorosamente. No pesan sobre mi conciencia; su perdición es efecto natural de sus mismas oficiocidades. Fuerte peligro CP p;ira un débil introducirse entre las puntas de lus espadas de dos Fieros y polenles .-iJversarios". La reflexión de Hamlel va más allá de la mera anécdota que supone un cambio de L;II!LIS. [is la tragedia de los insignificantes, meros comparsas en la orquesta do la gran tragedia. F.l texto de Stoppard, y el montaje que hemus presenciado dejan bien en claro la lejanía existente entre estus dos personajes y el mundo de Hamlet. Estas dos esferas sólo se locan en escasos momentos, cuando los "mayores" exigen de los "menores" un buen cumplimiento de sus deslavados papeles. Stoppard no hace variar un ápice el mecanismo original de Shakespeare. Las circtinstancías esenciales de éste se desarrollan a su justa medida, aumentando de esta forma la marginalidad de los tíos muchachos. Tenemos entonces a un Rosunerantz y Guílderotern flotando en el vacío, desarraigados de todo, instrumentos de utilización, y además, con un destino -marcado implacablemente. La Iragedia se afina. Los muchachos van n la deriva desconociendo absolutamente su paradero. En un arranque de entusiasmo, Guildenstern grita las posibilidades que tienen de moverse dentro del barco. Saltar, correr, tenderse .. . Después comprueba con amargura que esos movimientos están dentro de otro mayor el cual no pueden controlar. Su Iragedia no cuenta para nuda. Pareciera que en esta compleja y oscura Iragedia sólo el Actor (Jorge Nsvarrete) tiene algunas respuestas. Rl ÜS el único que les escucha. Sabe por donde va la rueda de la vida. Cuando los muchachos le preguntan "'¿quiénes somos?", el aclor responde: "Nada más que Uosencranlz y Guildenstern". Nada más que eso. A estas alturas ya comprendemos perfectamente el significado de estas palabras. El moni aje Aunque a través de esle comentario hemos ¡do tomamlu en forma simultánea el texto dramático con el montaje, este úllimo merece comentario aparte. Son varias las cualidades que B primera vista notamos en la realización del Departamento de Arle Dramático. Ame todo una sobresaliente actuación del conjunto, enuonlrando cada personaje una dimensión apropiada, siendo llenados, los personajes, original y vitalmente. El nivel de profesionalismo de este grupo salla a primera vista. Sumado a esto está un montaje que distingue claramente los planos de realidad dentro de la obra. Los dos planos fundamentales están plomados en el escenario por una adecuada disposición de la escenografía y de un montaje bien pensado. Su director, Eugenio Cuzmán, logra coordinar la tragedla íntima Je lus pralagonislas. con un espectáculo genera] que se desenvuelve adecúamentó. Una mezcla de sutil ironía y consistente drama se desliza a través de loda la obra, logrando estos elementos eneajar perfectamente sin molestarse. El director ha entendido la obra de Stoppard como un espectáculo serio, y estos dos son los términos que predominan en el tono general del montaje. Evidentemente Rose rieran tz y Guildenslern han niuurlo es una obra para iniciados. Algo de Shakespeare y algo de Hamlct h¡iy que conocer ames de usistir a la representación, además de mantener una continua conciencia d e s c i f r a d o r a de las claves que entregan los diálogos. Aun así. la densidad y complejidad están bien dosificadas en el montaje, aliviando, en parle, lo oscuro \ complejo del texto. El montaje de estu obra es un apolle de categoría que hace esle grupo dependiente de lu U. ile Chile, ya que poner en escena Rosencranlz y Guildenslern lian muerto, es escenificar una de las bromas más pesadas que lia jugado el teatro contemporáneo en los últimos años. 321 LIBROS Para vencer al Subdesarrollo El Dr. Fernando Monckeberg es bien conocido de los lectores de mensaje pot !as contribuciones de su especialidad: pediatría y nutrición. Sus revelaciones sobre el esiüdo de desnutrición de vastos sectores de nuestro pueblo y sobre sus irreparables consecuencias han golpeado fuertemente nuestras conciencias. En su libro )aque al subdesarrollo, el docíor se sale del campo de su especialidad —lo reconoce en el prólogo— para buscar "posibilidades reales de solución" para esta hambre y miseria. En este terreno deberá conjugar múltiples factores de diverso orden económicos, educativos, sociales y culturales. Y darnos Incluso algo de su visión del mundo y del futuro de la humanidad. Comienza echando un "vistazo general al mundo de hoy" (pp. 21-55): revolución científica y técnica, contagio de expectativas, tensión entre el mundo desarrollado y el subdesariolhido. prácticamente explotado por aquél. Esto y la explosión demográfica lian causado en América latina, en estos últimos cinco Liños una disminución de la producción alimenticia per cápita. En una segunda parle —"Reconozcamos nuestra realidad"— hace un -omero diagnóstico de ésta, que en su objetividad científica resulta aterrador. Un 60% de la población diilena sufre de desnutrición, con todas las consecuencias que esto acarrea. Est0 carencia es particularmente grave en la madre embarazada, pues "lesiona de modo definitivo al niño", afectando entre otras cosas a su capacidad mental. "Más de un 40% de los preescolares presenta un cuociente inleleetual inferior a 80". Desnutrición, subdesarrollo y marginalidad se condicionan mutuamente, constiiuyendo un círculo vicioso. Por otra parte, constata el autor, las mismas élites de ios países subdesarrollados tienden a instalarse y medioerizarse, oponiéndose a lodo cambio que pudiera comprometer su posición de fácil privilegio. Esta mediocridad se cierne también sobre el importante capítulo de la investigación científica en estos países. Pero, ¿qué hacer entonces frente a esta dura realidad nuestra? Dos cosas —contesta c! Doctor—: a) generar recursos económicos. b) emplearlos solidariamente para erradicar In miseria y dar iguales oportunidades de vida y desarrollo a todos. Propone aquí varios programas para remediar la desnutrición y otras urgentes necesidades sociales. En cuanto a lo económico, el autor tiene l;i convicción de que "Chile nú es un país pobre"; "podemos vencer el subdesarrolla", "podemos exportar y competir en el mercado mundial". Recorre las riquezas naturales de Chile y explica los pasos necesarios que habría que dar para sumarse a los países desarrollados. Insiste en la necesidad de preparar hombres en el área de la ciencia y la tecnología. Detrás de esta obra se siente la personalidad del autor. Contrariamente J tantos, oíros, el Dr. Monelct:berg no hu comentado hablando sino haciendo. Asi, después de 15 años de investigación y producción cienu'litjas, .su palabra adquiere el valor de un testimonio vital. Las frías cifras contienen un llamado angustioso: el de los desnutridos y marginados. Este llamado —leitmotiv de sus esfuerzos— nos lo comunica el doctor. Pero la dolencia tiene remedio, y el doctor confía en la ciencia y la técnica puestas eficazmente ul sorvició del hombre. Lilas sabrán romper el círculo vicioso, dando desarrollo económico a nuestro país, y sabrán emplear lus recursos ohtenidos en adecuados programas de asistencia social. Las élites de científicos y técnicos son las que han de orientar esta política y coordinar el esfuerzo de todos. Quedan, sin embargo, algunas dudas que quisiéramos plantear al Dr.: Su fe en la eficacia de la cien a y la tecnología para resolver los pro- blemas humanos (',no resulta un poco ingenua? AI menos, ya no es tan compartida por los mismos científicos de lü postguerra mundial que ya vienen de vuelta del optimismo de sus predecesores. ¿Cómo creer que los países desarrollados —que viven de nuestro subdesarrollo— nos van a ayudar a salir verdaderamente de él? ¿Y cómo creer que nuestras élites, formadas en un liberalismo individualista, sabrán dar un empleo solidario a los recursos que acumulen? ¿Y que nuestros científicos, I. ¡pues de esa "formación masiva en centros de excelencia de países desarrollados" (p. 187), no emigrarán en masa a sumarse al 97% de los científicos del mundo, que trabajan en esos mismos países? Nos preguntamos además qué será de nuestra masa de desnutridos, de los niñoí en formación, si han de esperar el pla/.o crítico que señala el autor pava vencer al subdesarrollo: "en el mejor de loa c a s o s . . . 10 años" (p. 117). Muchas de las situaciones descritas por el autor —é! será el primero en estar de acuerdo— no pueden esperar ni un solo año. Brasil, país a que nos remite la estrategia de desarrollo que propone el doctor Monckeberg. lleva 10 años en el esfuerzo, y aunque su PNB hu crecido notablemente, la situación de hambre de grandes masas de lu población ha aumentado en lugar de disminuir. Esto consta estadísticamente y por informes responsables ip. ej., el Qe McNamara). Frente a este caso, en cambio, tenemos el caso de China, que —con un ingreso per cápita menor que el brasileño y el nuestro— ha dado solución al problema básico que nos angustia: el hambre en sus diversas íorii;¡ . Nos preguntamos en fin, por qué el aulor parece aferrarse ai esquema del "despegue" en pos de los países llamados "desarrollados". Pues ni estos países constituyen un ideal (ni mucho menos), ni parece factible ese "despegue" sin un [remendó costo social, ¿Por qué no confiar más en la capacidad di: nuestro pueblo —por más marginados que estén muchos LIC M.IS sectores— y darle la posibili- dad de ter cambien sujeto y agente <Jc M I propio desarrollo, durli: su l i - I x i u d , inidaliva y pürlidpüeióti? Trillarlo cuino masa amorfa en manos de ülitcs de científicos y lucntVITÍIHIS SL-ría LinH peligrusa ahi;rnieión. Sin duda, el doctor Monckebeig concuerda UDII L-sU). P-TO echamos IIIL'IK» un;i mayor explicitaeiÓn. de Y éste es sin duda, el mensaje real di? la obr;i cjnc L-om^niamos.. Partiendo Je la realidad chilena, de nuestros necesidades impostergables (la desnutrición ¿n primer término) y nuestros recursos posibles, propone programas concretos de acción capaces de aunar las voluntades y los esfuerzos de ludo chileno. Resultará un "múdelo eliíleno" pura un bienestar integral y solidario, empezando por el deber primera de lodo humanismo y cristianismo: alimentar 11 la> multitudes Je hermanos nues- Uo- qiiL- sufren hambre. | . A . L. Dr Fernando MONCKEBERG, laque al Subdcsarrollo, F.dii. Gabriela Mistral, Santiago de Chile, 1974. 212 pp. Grupo de les Dombes — / . H A C I A U N A MISMA KE EUCAR1STICA? — Hurcc lunu. bdituriui Henler, 1972. 77 p Hárinn. rietnbard — LOS KKL1GIOSOS DEL FUTURO — Barcelona, Editorial Herder, i l )72. 242 p. K05l"k, Kart! — D I A L É C T I C A \W LO CONCRETO lüsiudto sobre tos problemas del hombre y el mundo) M t xico. Ldilurial Grijulbu. 1 * 7 . 2W p. Kürainger, (oíef—LOS HECHOS DE LOS APOSTÓLES — Bareelani, Editorial Herder, 1974. 2 v. 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