rosencrantz y guildenstern han muerto

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Juan Andrés Pina
TEATRO
ROSENCRANTZ
Y GUILDENSTERN HAN MUERTO
Autor: Tom Stoppard
Grupo: Compañía Nacional
de Teatro.
Dirección Eugenio Gtizmán
Sala: Amonio Varas
¿Qué sucedería sí la acción dramática de miu tragedia se desviara
de sus archiconoeidos protagonistas
y asomasen esos personajes secundarios, esas criaturas anónimas, de
las cuales están llenas las obras teatrales del mundo?
La Compañía. Nación al tic Te uno
(dependiente de la Facultad di: Ciencias y Arles Musicales y de la Representación de la U. de Chile! nos
está dando, en parte, una respuesta
al montar lo que fuera un verdadero acontecimiento en el teatro británico hace algunos años. Se trata
de Rosencrantz y Guildeustem han
muerto del autor checoslovaco Tom
Stoppard. La obra de Stoppard no
es en ningún caso a la usanza de un
Anouilh, Sartre, Giraudoux, o cualquier i>tn> autor que teorizara sobre
el tratamiento de obras clásicas.
Aquí se procede de otra forma:
cambiar fundamentalmente el punto
de visla para enfrentar el material
entregado por Uliu de las más lamosas
piezas
de
Shakespeare:
Hftmlel, príncipe de Dinamarca.
Shakespeare como recurso
Stoppard problematiza la situación
de los personajes secundarios en
loda la historia de la trugedia. v la
dimensión de símbolos humanos que
ellos puedan alcanzar. Miles son
los personajes que pululan por !os
resquicios de todos los dramas de!
mundo, pero el caso de Rosencrantz
y Guildenstern es característico.
Recordemos que estos dos muchachos, dentro de la obra Hamiei, son
llamados por el rey Claudio y la
reina Gertrudis pidiéndoseles que
entretengan al príncipe Hamlel y le
sonsaquen el motivo de su —fingida— locura. Más tarde, al agudizurse la situación, y ver en el príncipe
un peligro, el rey le envía a Inglaterra para ser decapitado, por medio
de una orden que portan Rosencrantz
y Guildenstern. Hamlet. durante el
viaje en barco, cambia esta orden
por otra en la cual se ordena que
st-an los portadores de ella las víclimas, órdenes que son cumplidas.
Estos son los ínfimos papeles que
cumplen los caballeros isabe-linos en
toda la tragedia. Stoppard se acere i
a ellos con el afán de un investigador que quiere conocer la natnv.il. . .
íntima de estos personajes.
El montaje nos deja bien en claro
dos planos de realidad: por un lado
el de Rosencrantz (Alberto Chacón)
y Guildenstern, (jorge Guerra) l<i
mayoría del tiempo, y por otro el
del rey. la reina, Ofelia, etc., ocasionalmente. Stoppard deja que el
núcleo central de la tragedla se desarrolle afuera, mientras centra la
vista en la misérrima condición de
estos dos caballeros. El desarrollo de
lii obra es IÍI respuesta a la primera
interrogante: ¿que sucedería si el
i'L'ntro de atención dramático se desviara a los personajes secundarios de
1» Iragedia? F.sta es la tarea que
asume Stoppard. y estos sus punios
de vista.
Aquí no se parte de la nada. No
sólo porque la obra echa sus raíces
en Shakespeare, sino porque la historia de dos personajes como interrogante existencia! (en su sentido
menos peyorativo) ha sido un mo-
tivo común a machas obras de i^;itro contemporáneas. Rosencrantz y
Guildensiern se alinean en las misi filas de Vladimiro y Estragón,
loa (ios personajes de Esperando a
Gudol, de Beckelt. El ir a ninguna
parle, eí esperar en vano "»1gi>". el
estar suspendido? en un vucíu melafísico, son las características esenciales de este lipo de personajes.
Harold Pinter, por su parle, nos presenta a Gus y Ben, dos delincuenles
manejados cumo marionetas, que
destruyen e integran sistemáticamente el absurdo de su cotidiana dad.
La desesperación es compartida.
Y las interrogantes y dudas que
aquejan a Rosencrütitz y Guildenstern raían manejadas por el autor
con indudable maestría. Sin sufrir su
obra una evolución dramática de
hecho, utiliza a sus personajes para
un endiablado juego matemático y
geométrico: dudas metafísicas, juegos
de azar, deslino implacable, preguntas sobre lu existencia, juego de probabilidades, divagaciones sobre el
tiempo . . .
Stoppard complica aún más las
incesantes preguntas sobre la irracionalidad y el absurdo de la existencia cotidiana, que es uno de los sellos
que marca las últimas décadas del
teatro universal. La obra está en esta
línea, pero afinándola, y sin dejar
de lado su recurso fundamental;
Shakespeare.
Si bien la obra está formada por
un complicado material, el resultado
es de una limpieza sorprendente y
una exactitud matemática.
Dos son, a mi juicio, las principales ponencias de Sloppard, subra
yadas por el montaje: la alienación
y el desarraigo de los secundarios,
y la estratificación social que sus-
319
al calecer casi de estilo y personalidad y no lener curdón umbilical
que los amarre a algo, están desarraigados, alienados, solos. Se aterran
el uno al otro como única posibilidad de respuesta y salvación. Su desarraigo y alienación no es formal ni
superficial: son vitalmente "sub",
sufren de un entrenamiento por los
cuatro cosiüdos.
La tragedia es de los grandes
La insignificancia hecha drama.
cita una tragedia, cuino reflejo de
un mundo que todos compartimos.
Desarrollo y alienación
Rosencrantz y Giiildenslern son
dos personaje profundamente desarraigados de todo. Lo mismD da que
sean de Dinamarca o Ingialerra. Su
lenguaje es casi neutro, sus necesidades, las básicas. Los conocemos
poco antes de morir y en verdad no
es necesario conocer de ellos nuda
más. Poco importan su pasado, BU
espacio vital, sus recuerdos más íniirnos. "Hace tanto tiempo que empezamos al cara o cruz que mi memoria no logra apresar el recuerdo
entre sus dedos", dice Rosencrantz.
Su único "hacer" consiste L-II L'I in
terminable juego del cara o cruz y
el de las preguntas sin respuesta,
esperando algo que tampoco conocen.
Fl montaje ubica a lus dos personajes en un espacio vacío, inexistente, como una sala teatral a la que
hace mucho tiempo no se la decora,
lisas tablas frías, y ese escenario vacfo es el lugar en que debaten. Vanamente Guildenstcrn intentará ubicar el norle y el sur. ¿A qué o a
quien pertenecen? Diríase que su
Único íisidcro es el patético e incesante eucslionamienlo.
Los dos personajes van a la deriva, flotando en un espacio vacío. Ni
la palabra "hogar", ni la palabra
"tierra" ni !a palabra "compañía"
asoman jamás en la obra. Stopparcl
¡liega implacable e impecablemente
con sus personajes. Hamlet, en otro
plano, se desespera por el asesinato
de su padre, por la vileza de su madre, porque se le ha arrebatado el
trono v el honor. Claudio lucha por
el poder y Horacio por la amistad.
Todos usios son valores imporlantes.
tragedias humanas altamente calificadas. Son raíces Fuertes. Ninguno
de ellos va a la deriva: sus cauces
son claros y sus puertos seguros. Rosencrantz y üuildenslern miran desde su ángulo de segundones toda esta
faramalla y se preguntan con ungustia por qué a ellos no se les ha inyectado también una mínima razón
de existir
Stoppard no es majadero, pero ésta
es la historia de siempre. Sus personajes se pueden erigir en todo lo
símbolo que se desee. Hay muchos
como eilos a quienes representar, y
el autor lo sabe. En un momento
Ihimlel escupe despreciativamente al
público. Tiene la certeza de que hay
muchos Rosencrantz y Guildenslern
en la sala.
Esta pareja pertenece a una i ierra de nadie. Al no estar ubicadas
ni en un espacio ni en un tiempo,
Stoppard, y la realización de] montaje, entran a romper el círculo sagrado de la tragedia clásica, no postulando un anli-Shakespeare, sino
cambiando los puntos de vista, variando en 180 grados la perspectiva
dramática de un clásico. Aquí se le
dan posibilidades de expresión a los
que nunca la tuvieron, l.os personajes secundarios de la historia (de
la historia de la tragedia y de la
historia humana, al fin y al cabo)
toman lo palabra y no* asomamos
con asombro a sus mínimas y oscuras existencias. Y hemos comprobado el tremendo desarraiga que preside sus vidas. Hay, aún, un grado
más de marginación.
Rosenerantz y Gutldenstern están
flotando en un espacio vacío, no
alineados a nada, sin pasado, con
un presente lleno de interrogantes y
un fuluro incierto. Aún cuando el
diálogo es ágil —dentro de su complejidad— y el drama avanza bien,
no hay evolución sicológica de los
personajes. El estatismo de los dos
protagonistas es claro, ya que su
participación en la obra origina! es
mínima. Son elementos accesorios,
pie/iis en la gran maquinaria. Es
imposible, pues, que sus caracteres
estén mínimamente delimitados. Son
Hamlel y los otros "grandes" los
que le dan una pequeña y cruel
razón dr existencia. Nada importan,
en realidad. Rosencrantz y Guildenslern, cuando la tragedia de Hamlet
>L t i \v.c L-n principal.
Estas dos marionelas de personas
son necesarias para los fines de esta
"tragedia de los grandes". Algo de
rebelión, duda y acatamiento es la
actitud de ellos. Su única manifestación vital us preguntarse sobre SU
existencia, con un tremendo horror
al vacío metafísieo. Si la tragedia es
de los grandes aquí hay obligadamente gradación social, escalas, y
marginación. Es así como Sloppard
se postula como un coherenle ideó-
320
logo. Quizá sin saberlo, al utilizar
fría y despiadadamente a nucslros
dos personajes, Hamlet acalla sus
voces, tapa sus rostros, les roba la
personalidad y se erige en poderoso
señor de la escena.
Desde su ángulo, Rosencrantz y
Guíldenstern piden una "condición
dramática". Quizá si su madre hubiera sida incestuosa, o su pudre un
rey (a riesgo do. exagerar) ellos se
hubieran sentido jusliíicudos. Pero
ni>: siguen suspendidos en una cuerda, oscilando entre el abismo de la
vida y de la muerte. Los grandes
pueden tejer y destejer estas vidas
insignificantes. Pueden utilizarlas
para llevar por buen rumbo su Ira£LTÜ;I y por ello sacrificarlas o ensalzarlas.
Cuando el príncipe regresa a Din.niKiivM. despwS I -. .ip.ir del barco que lo llevaba a la muerte, Horacio le pregunta: "¿De modo que
Guildenstern y Rosencrantz corren a
su pérdida?" Y Hamlet responde
(dándole a Stoppard la malcría prima para su drama): "¿Qué quieres
amigo mío? Ellos mismas accphtron
ese encargo amorosamente. No pesan
sobre mi conciencia; su perdición es
efecto natural de sus mismas oficiocidades. Fuerte peligro CP p;ira un
débil introducirse entre las puntas
de lus espadas de dos Fieros y polenles .-iJversarios".
La reflexión de Hamlel va más
allá de la mera anécdota que supone un cambio de L;II!LIS. [is la tragedia de los insignificantes, meros
comparsas en la orquesta do la gran
tragedia.
F.l texto de Stoppard, y el montaje
que hemus presenciado dejan bien en
claro la lejanía existente entre estus
dos personajes y el mundo de
Hamlet. Estas dos esferas sólo se
locan en escasos momentos, cuando
los "mayores" exigen de los "menores" un buen cumplimiento de sus
deslavados papeles. Stoppard no hace
variar un ápice el mecanismo original de Shakespeare. Las circtinstancías esenciales de éste se desarrollan
a su justa medida, aumentando de
esta forma la marginalidad de los tíos
muchachos.
Tenemos entonces a un Rosunerantz
y Guílderotern flotando en el vacío,
desarraigados de todo, instrumentos
de utilización, y además, con un destino -marcado implacablemente. La
Iragedia se afina. Los muchachos van
n la deriva desconociendo absolutamente su paradero. En un arranque
de entusiasmo, Guildenstern grita
las posibilidades que tienen de moverse dentro del barco. Saltar, correr,
tenderse .. . Después comprueba con
amargura que esos movimientos están dentro de otro mayor el cual no
pueden controlar. Su Iragedia no
cuenta para nuda.
Pareciera que en esta compleja y
oscura Iragedia sólo el Actor (Jorge
Nsvarrete) tiene algunas respuestas.
Rl ÜS el único que les escucha. Sabe
por donde va la rueda de la vida.
Cuando los muchachos le preguntan
"'¿quiénes somos?", el aclor responde: "Nada más que Uosencranlz y
Guildenstern". Nada más que eso. A
estas alturas ya comprendemos perfectamente el significado de estas
palabras.
El moni aje
Aunque a través de esle comentario hemos ¡do tomamlu en forma
simultánea el texto dramático con el
montaje, este úllimo merece comentario aparte. Son varias las cualidades que B primera vista notamos en
la realización del Departamento de
Arle Dramático. Ame todo una sobresaliente actuación del conjunto,
enuonlrando cada personaje una dimensión apropiada, siendo llenados,
los personajes, original y vitalmente.
El nivel de profesionalismo de este
grupo salla a primera vista.
Sumado a esto está un montaje
que distingue claramente los planos
de realidad dentro de la obra. Los
dos planos fundamentales están plomados en el escenario por una adecuada disposición de la escenografía
y de un montaje bien pensado. Su
director, Eugenio Cuzmán, logra
coordinar la tragedla íntima Je lus
pralagonislas. con un espectáculo
genera] que se desenvuelve adecúamentó. Una mezcla de sutil ironía y
consistente drama se desliza a través
de loda la obra, logrando estos elementos eneajar perfectamente sin
molestarse. El director ha entendido
la obra de Stoppard como un espectáculo serio, y estos dos son los
términos que predominan en el tono
general del montaje.
Evidentemente
Rose rieran tz
y
Guildenslern han niuurlo es una obra
para iniciados. Algo de Shakespeare
y algo de Hamlct h¡iy que conocer
ames de usistir a la representación,
además de mantener una continua
conciencia d e s c i f r a d o r a de las
claves que entregan los diálogos.
Aun así. la densidad y complejidad
están bien dosificadas en el montaje,
aliviando, en parle, lo oscuro \ complejo del texto.
El montaje de estu obra es un
apolle de categoría que hace esle
grupo dependiente de lu U. ile Chile,
ya que poner en escena Rosencranlz
y Guildenslern lian muerto, es escenificar una de las bromas más pesadas que lia jugado el teatro contemporáneo en los últimos años.
321
LIBROS
Para vencer
al Subdesarrollo
El Dr. Fernando Monckeberg es
bien conocido de los lectores de
mensaje pot !as contribuciones de
su especialidad: pediatría y nutrición.
Sus revelaciones sobre el esiüdo de
desnutrición de vastos sectores de
nuestro pueblo y sobre sus irreparables consecuencias han golpeado
fuertemente nuestras conciencias. En
su libro )aque al subdesarrollo, el
docíor se sale del campo de su especialidad —lo reconoce en el prólogo— para buscar "posibilidades
reales de solución" para esta hambre
y miseria. En este terreno deberá
conjugar múltiples factores de diverso orden económicos, educativos, sociales y culturales. Y darnos Incluso
algo de su visión del mundo y del
futuro de la humanidad.
Comienza echando un "vistazo general al mundo de hoy" (pp. 21-55):
revolución científica y técnica, contagio de expectativas, tensión entre
el mundo desarrollado y el subdesariolhido. prácticamente explotado por
aquél. Esto y la explosión demográfica lian causado en América latina,
en estos últimos cinco Liños una disminución de la producción alimenticia per cápita.
En una segunda parle —"Reconozcamos nuestra realidad"— hace un
-omero diagnóstico de ésta, que en
su objetividad científica resulta aterrador. Un 60% de la población diilena sufre de desnutrición, con todas
las consecuencias que esto acarrea.
Est0 carencia es particularmente grave en la madre embarazada, pues
"lesiona de modo definitivo al niño",
afectando entre otras cosas a su capacidad mental. "Más de un 40%
de los preescolares presenta un cuociente inleleetual inferior a 80". Desnutrición, subdesarrollo y marginalidad se condicionan mutuamente,
constiiuyendo un círculo vicioso.
Por otra parte, constata el autor,
las mismas élites de ios países subdesarrollados tienden a instalarse y
medioerizarse, oponiéndose a lodo
cambio que pudiera comprometer su
posición de fácil privilegio. Esta mediocridad se cierne también sobre el
importante capítulo de la investigación científica en estos países.
Pero, ¿qué hacer entonces frente
a esta dura realidad nuestra? Dos
cosas —contesta c! Doctor—:
a) generar recursos económicos.
b) emplearlos solidariamente para
erradicar In miseria y dar iguales
oportunidades de vida y desarrollo a
todos. Propone aquí varios programas para remediar la desnutrición y
otras urgentes necesidades sociales.
En cuanto a lo económico, el autor tiene l;i convicción de que "Chile
nú es un país pobre"; "podemos
vencer el subdesarrolla", "podemos
exportar y competir en el mercado
mundial". Recorre las riquezas naturales de Chile y explica los pasos
necesarios que habría que dar para
sumarse a los países desarrollados.
Insiste en la necesidad de preparar
hombres en el área de la ciencia y
la tecnología.
Detrás de esta obra se siente la
personalidad del autor. Contrariamente J tantos, oíros, el Dr. Monelct:berg no hu comentado hablando sino
haciendo. Asi, después de 15 años
de investigación y producción cienu'litjas, .su palabra adquiere el valor
de un testimonio vital. Las frías cifras contienen un llamado angustioso: el de los desnutridos y marginados. Este llamado —leitmotiv de sus
esfuerzos— nos lo comunica el doctor. Pero la dolencia tiene remedio,
y el doctor confía en la ciencia y la
técnica puestas eficazmente ul sorvició del hombre. Lilas sabrán romper
el círculo vicioso, dando desarrollo
económico a nuestro país, y sabrán
emplear lus recursos ohtenidos en
adecuados programas de asistencia
social. Las élites de científicos y técnicos son las que han de orientar
esta política y coordinar el esfuerzo
de todos.
Quedan, sin embargo, algunas dudas que quisiéramos plantear al Dr.:
Su fe en la eficacia de la cien a
y la tecnología para resolver los pro-
blemas humanos (',no resulta un poco
ingenua? AI menos, ya no es tan
compartida por los mismos científicos de lü postguerra mundial que ya
vienen de vuelta del optimismo de
sus predecesores. ¿Cómo creer que
los países desarrollados —que viven
de nuestro subdesarrollo— nos van
a ayudar a salir verdaderamente de
él? ¿Y cómo creer que nuestras élites, formadas en un liberalismo individualista, sabrán dar un empleo
solidario a los recursos que acumulen? ¿Y que nuestros científicos,
I. ¡pues de esa "formación masiva en
centros de excelencia de países desarrollados" (p. 187), no emigrarán
en masa a sumarse al 97% de los
científicos del mundo, que trabajan
en esos mismos países?
Nos preguntamos además qué será
de nuestra masa de desnutridos, de
los niñoí en formación, si han de
esperar el pla/.o crítico que señala el
autor pava vencer al subdesarrollo:
"en el mejor de loa c a s o s . . . 10
años" (p. 117). Muchas de las situaciones descritas por el autor —é!
será el primero en estar de acuerdo—
no pueden esperar ni un solo año.
Brasil, país a que nos remite la estrategia de desarrollo que propone
el doctor Monckeberg. lleva 10 años
en el esfuerzo, y aunque su PNB hu
crecido notablemente, la situación de
hambre de grandes masas de lu población ha aumentado en lugar de
disminuir. Esto consta estadísticamente y por informes responsables
ip. ej., el Qe McNamara). Frente a
este caso, en cambio, tenemos el caso
de China, que —con un ingreso per
cápita menor que el brasileño y el
nuestro— ha dado solución al problema básico que nos angustia: el
hambre en sus diversas íorii;¡ .
Nos preguntamos en fin, por qué
el aulor parece aferrarse ai esquema
del "despegue" en pos de los países
llamados "desarrollados". Pues ni
estos países constituyen un ideal (ni
mucho menos), ni parece factible
ese "despegue" sin un [remendó costo
social, ¿Por qué no confiar más en
la capacidad di: nuestro pueblo —por
más marginados que estén muchos
LIC M.IS sectores— y darle la posibili-
dad de ter cambien sujeto y agente
<Jc M I propio desarrollo, durli: su l i -
I x i u d , inidaliva y pürlidpüeióti?
Trillarlo cuino masa amorfa en manos de ülitcs de científicos y lucntVITÍIHIS SL-ría LinH peligrusa ahi;rnieión.
Sin duda, el doctor Monckebeig concuerda UDII L-sU). P-TO echamos
IIIL'IK» un;i mayor explicitaeiÓn.
de
Y éste es sin duda, el mensaje
real
di? la obr;i
cjnc
L-om^niamos..
Partiendo Je la realidad chilena, de
nuestros
necesidades
impostergables
(la desnutrición ¿n primer
término)
y nuestros recursos posibles, propone
programas concretos de acción capaces de aunar las voluntades y los
esfuerzos de ludo chileno. Resultará
un "múdelo eliíleno" pura un bienestar integral y solidario, empezando por el deber primera de lodo humanismo y cristianismo: alimentar 11
la>
multitudes
Je hermanos
nues-
Uo- qiiL- sufren hambre.
| . A . L.
Dr
Fernando
MONCKEBERG,
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1974. 212 pp.
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W V 759 p.
Schultz, [ I . 1. — ¿RS ESTO DIOS — Uarcíloni, Editorial Herder, 1971. 284 p.
Signos de Liberación. Testimonios de la
Iglesia en Amerita Latina 1969-1973
Lima, Centro de Estudios y Publicaciones (CEP) 294 p.
1 A T E O L O G Í A A l , ENCUENTRO D E L
PROGRESO por ZolEán Ataeghy
Gerhnrd Bíiuer y otros — Bilbao, Desclíe de Brouwer, iV)73. 37» p.
Treamontont, Claude — EL PROBLEMA
DE LA R E V E L A C I Ó N — Barcelona,
Editorial Herder, W 5 . JJí p
Tresmontant, Claude EL PROBLEMA
1)1 I At.MA — Uarceluna. Edllorla!
Herder, 1974. 194 p.
Verne, luliu — V I A I E A L CENTRO DF.
LA T I E R R A — Buenos Aires. Editorial
Francisca de Aguirr--. 11J7>. 175 p.
Ziuiunlio. lusé — LA N O V i i l A HISTO
RICA EN C H I L E — Santiueo de Chile.
Editorial Francisco de Anuirre, S, A .
I97J. 158 p.
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