Fray Toribio de Santo Tomás y Pumarada Arte General de Grangerías (1711-1714) Selección de textos Tomo I GRANGERÍA ESPIRITUAL El casamiento mejor [de un hijo], con arrimo a algún señor (págs. 166-167) Y reduzco mi razón fundamental a este otro adagio: “El pobre, para grangear, ha señores se ha arrimar”. Y es la razón, porque el pobre (y más aí en Asturias) es como la yedra; y assí como ésta, si no se agarra de tiesso a algún árbol o peña fuerte, es precisso por su flaqueza que ande abatida por essos suelos, expuesta a que la pissen quantos quieran, o la destruyan, o de raíz la corten, o se la coma un cabrón. De la misma suerte el pobre, que aí en Asturias no está bien arrimado (lo qual se hace por casamiento) a algún señor, de precisso andará siempre por los suelos abatido, con temores, y expuesto ha ser de qualquiera pissado, destruido o cortado; o a que algún cabrón se le coma de un bocado. La enseñanza de los hijos varones (págs. 208-211) En primer lugar, al hablar, cartilla en la mano, escuela y a ello. Sin levantar heras hasta que cada qual sepa bien leer, y escribir, y algo de contar. […] Porque el muchacho que sabe leer, escribir, y algo de contar, tiene salida para qualquier estado, y muchos caminos para acomodarse, o yéndose ha Indias, o poniéndose con algún mercader de mar o tierra, etc. Con qualquiera hombre, o señor, o príncipe, puede comerciar y corresponderse, a donde quiera del mundo que se halle; y dar quenta de sí a sus padres, muger, hijos, amigos y más personas a quien deba; y esto sin necessitar de valerse de otro, ni descubrirle su trato, sus secretos, ni su pecho, que es una gran cossa, de más monta a veces que muchas haciendas. […] La segunda lección es: Que a ningún hijo tuyo arrimes a aquel estado, o oficio, a que él no se inclina. Porque lo que no se toma de inclinación, es precisso vaya violento, y contra el natural; y lo violento no es perpetuo, dura poco, y siempre sale mal. Pero en aquel estado, o oficio a que el niño o mozo se inclina, siempre dura, va de mejor en mejor, y a veces para en ser hombre grande. […] Ittem, les procurarás con todo cuidado meter ha ingeniosos, y mañosos, que sepan hacer por su mano qualquier arbío y preseo que necessiten, assí en cassa como para el exercicio de un codicioso grangero. Pongo exemplos, que sepan con toda curiosidad hazer un carro, un bassorio, unos lladrales, un jugo, un llabiego, una vara, una traenta, un angazo, un forcado, un bieldo. Que sepan hacer un banco, una tayuela, una mesa, una arca, una cama, una cesta, un cesto, un macón, un cubo, una desca, una zapica, una ferrada, un barril, un barrica, una pipa. Que sepan pulidamente echar un mango a qualquiera preseo de cabar y cortar. Que sepan conocer de qualquiera preseo de fierro, si es bueno o malo, si está bien o mal echo, si tiene buen azero, mucho, poco o nada. Y sepan dar molde y traza para que se le hagan a gusto suyo, según el oficio que le han de mandar. Que sepan bien el arte de hacer tapias, y componer todos los trebejos que necesita. Que sepan hacer bien muria con barro. Que sepan hacer una cabaña, un llagar; coyer maderas, aserrarlas, labrarlas, ajustarlas en qualquiera pared o edificio. En efecto, ello se reduze ha que tus hijos sepan su mucho de carpintería, su poco de tonelería, otro poco de cantería, y que tengan también su algo de cestería, desquería, etc. Y para todos estos oficios tengan los instrumentos necessarios para su exercicio […]. La enseñanza de las hijas (págs. 220-224) Regla primera general (y más para un padre pobre) enseñarlas todas a leer y escribir lindamente. Y esto desde tamañitas. En sabiendo hablar, ruecas en la cinta y cartilla en la mano. Y esto en La Riera, y en todo el mundo debía ser. O digan los bestias rudos, padres sólo como sementales. ¿No veen, que todos los hombres discretos, ricos, cavalleros, condes, duques, marqueses, príncipes y reyes, dan a todas sus hijas esta escuela, esta enseñanza? […] La segunda lección es: Que con todo cuidado deben los padres (apretando sobre este punto a las madres) hacer, que en sabiendo hablar sus hijas, ande la rueca en la cinta. Que vayan tratando de deprender todos los oficios, y labores, y gobierno, que tocan a las mugeres que se intentan cassar. Sin alzar mano hasta sacarlas, con todo aseo y curiosidad, maestras, que pueda qualquier mozo de bien preciarse de tenerlas por sus espossas, etc. Pongo exemplos para aí las tuyas: Que sepan bien hilar de qualquier género, lino, cáñamo, y lana para calcetas, y medias bien delgadas, que aun lleven dos hilos; para lienzo delgado de pañiçuelos y tocas y tocadores; para lienzo de algo más cuerpo, de almoadas y sábanas ricas; para lienzo mediano, de sábanas y almoadas recias, ordinarias; para lienzo de buen cuerpo, de camisas de la gente y sabanotas; para telas de estopa, para saccos, gergones, trapos de cocina y otros menesteres. Y assí la lana, en dos, o tres suertes, para sayalico delgado, mediano y gruesso. Ittem todo género de coser: Hazer bien camissas de qualquiera moda, assí para varones como para hembras, calzoncillos, almoadas, sábanas, pañizuelos, tocas, tocadores a todo uso, corbatas, lienzos, etc. Y assí remendar con toda curiosidad, assí ropas de lienzo, como de lana y paño, conque galafete a sí, y a su marido y familia. Ittem que sepan con toda limpieza, y presteza, hacer una sazonada olla, o puchero, para qualquiera suerte de gentes, señores o no señores. Y de la misma suerte saber guisar qualquiera cosa, carne y pescado, en todas maneras que éstas se suelen guissar: un estofado, pisto, gigote, carnero verde, asados, guissos en cazuela, albondigas, fritada, etc. También los huebos, de muchas maneras. Y ensaladas de verduras y yerbas, de varios ingredientes. Y assí fabas, arbeyos y otras legumbres. Ittem que sepan amassar con toda sazón y tresnar qualquier género de pan, dando a cada qual su debido punto, conforme da de sí el grano de que se hace; ya el formiento si lo lleva; ya el sacarlo de massa; ya el llaldar; ya el hacer de las piezas en todas figuras y quantidad; ya el dar punto al forno que lo cueza, sin abrasarlo; ya sacándolo a tiempo, que no abure; ya dexándolo estar hasta que esté bien cocido y no sea pasta, etc. Y nota de contado, que la mayor falta que puede tener una muger para serlo de familias y governar una cassa es no ser muy maestra en esta matteria de hacer sazonado todo género de pan. Porque esto es el principal sustento. Esto lo que cría la gente. Esto lo que pone la messa cada momento. Esto lo que más cuesta. Esto lo que con ninguna otra vianda se puede fácilmente suplir. Esto lo que todo suple, y por sí solo alimenta a los hombres. Esto en fin, lo que no ay messa sin ello, y sólo ello hace messa. Pues ¿no será lastima que caiga en manos de una puerca y de una boñigona? A la tal le avían de quemar las manos y desterrarla del mundo por destruidora del principal sustento, por enemiga de la vida de los hombres, y por malogradora del sudor de todas las familias y sus trabajadores, etc. […] El débito conyugal (págs. 238-239) El primer casso en que la cassada debe no dar a su marido el uso carnal del propio cuerpo, ni consentir voluntariamente en ello, es quando el marido pretende entrar por la puerta trasera en el cuerpo de la muger, dexando la delantera, que es la natural. […] El segundo casso es: Quando el marido no quiere que ella se ponga con el modo y postura natural de su cuerpo, que enseña la naturaleza, esto es, echada en forma y boca arriba. La razón es, porque en todas las otras posturas de cuerpo, que en las mugeres ha inventado la lascivia de los hombres, se obra manifiestamente contra el bien de la generación, que es el fin principal del santo matrimonio. Puesto que en todos essotros sus inventados modos en que las mandan ponerse, ay manifiesto peligro de bolverse ha salir de contado el semen que echan en el vasso de la muger, y que assí no pueda engendrar. Lo qual se verá claro considerando essos modos y posturas, que son las siguientes: Que unas veces los malvados mandan a la pobre muger ponerse boca abaxo, como apitorrada, para por entre los muslos (a la gatesca) entrar ha buscarle el vasso natural. Otras veces la mandan estarse en pie, arrimada. Otras veces quieren que esté sentada. Otras, que se ponga de lado, ha tocino. Y otras veces (que es lo peor) la mandan a la cuitada, que ella se ponga encima dellos. […] Mal gobierno de jueces y regidores (págs. 270-271) Aora cállate y aguarda, verás otras abominaciones mayores. Applícase un pobre (o no pobre) ha grangear en los montes, o donde mejor le convenga o se le amaña, sea heredad o sea prado, sea poco, sea mucho. Luego verás embargos, querellas, alborotos, de picones, embidiosos y malintencionados; que habitualmente están dados al diablo, por vengativos y de malas entrañas, etc. Y en estos cassos ¿qué hacen los juezes aí? ¿Qué consienten los regidores? Házense de manga todos, danse de ojo, van al rapa de su uña y al propio interés. Todos se ponen de parte del malvado que accussa al buen grangero o se querella de él. Y en vez de defenderle y alabar su grangería, le quieren comer; y lo que es bueno y santo se lo criminan por delito de lessa magestad. Y por buen favor (después de mortificarle, quizá con prissión, y limpiarle los cuartos) sale por sentencia que desista de su cierro y grangería. ¿Qué te pareze? […] Amado sobrino, ¿éstos son juezes christianos o son públicos ladrones? ¿Son padres de la república y sus cabezas, o son padrastos rapadores della? ¿Son zelosos del bien común, o enemigos de sus provechos? ¿Tienen el oficio para el honor, o para su interés? Responde lo que sientes, que mi sentir dos veces queda ya visto. Y es que, con tales goviernos en esse concejo, con tales injusticias, con tantas maldades, con tantos hurtos, a los juezes lleva el diablo por perjuros y no restituir lo mal llevado, y los daños que hacen y los provechos que quitan a muchos individuos. Y llévase también Satanás con ellos a los regidores por los mismos peccados, en virtud de consentir semejantes insultos y no opponerse a ellos, antes quizá ser los que para ellos meten mar adentro a los juezes, y a otros. Tomo II GRANGERÍAS TEMPORALES Introducción a las grangerías temporales (págs. 515-516) Aquí, amado sobrino, ya entramos en otra muy diversa provincia de la passada. Ya comienzan las grangerías temporales, que se reducen al arbolío, heredades, prados, ganados, casas, cabañas, abejas, palomar, etc. Aquí te considero pobre, que te acabas de cassar, y de muy pocos medios, tanto que si en essa tu Riera no te vales de la industria, arte y cuidado en grangear, y a puro de grangería tener con qué bien passar, te será precisso a ti y a tus hijos andar siempre miserables, rotos, hambrientos, con el saco a cuestas, y sobre todo esclavos de los señores caciques, que no por esso dexarán de apretar para sacaros la mayor renta que puedan, etc. Pero con todo esso no te imagino tam dexado, tam asno y tam rocín, que si puedes hallar arte para salir de essas miserias y biligornias, quieras vivir siempre en estado tam aborrecible y penoso, y que te sigan tus hijos y descendientes. Pues, amigo, buen ánimo, que te viene Dios ha ver. Aquí comienzo ha darte el remedio eficaz, si tú le quieres tomar, para salir de hambriento y miserable. Aquí estoy para darte modo de quitar el costal de acuestas, y de salir de la esclavitud de los caciques de esse pays, si es que me quieres creer. Aquí, en este libro segundo, y los tres siguientes, me empeño, si tu me quieres oír, en darte arbitrios evidentes para salir de pobre en essa tu Riera, y passar ha ser hombre accomodado (aí en veinte años, o a lo más treinta), que tengas bien que dexar de herencia a tus hijos e hijas. Y te veas tú y ellos libres de pagar biligornias a los caciques, que aí llaman señores. Aquí es mi intento, si tu te quieres aplicar, sacarte maestro grangero en toda temporal grangería, que aí en tu Riera más te convenga para passar de pobre ha rico. Y esto sin que necessites de empeñarte, ni tomar censos, ni deudas. Ni tampoco de matarte en un día, ni en un año. Ni rebentarte trabajando, ni aun sudar mucho, ni de mucho afanar, ni de mucho madrugar, etc. Pues ¿cómo ha de ser? ¿Cómo en veinte o en treinta años tanta altura, y tanto bien, podrá un pobre en su Riera alcanzar? Respóndote, que queriendo. ¿Quieres respuesta más breve? ¿Quieres arbitrio más fácil? Pues sábete, que poco a poco, y con cuidado, se vee un gran camino andado. Sábete, que no ay mayor trabajador en el mundo que el cuidado. Éste es el que todo lo vence, éste es el que todo lo allana, éste es el mayor grangero, éste es el que edificó los palacios, y en fin éste es el que sacó paseantes infinidad de señores, etc. Y es breve la razón. Porque quien con cuidado, y sin afloxar, trabaja cada día un poco, al cabo del año hallará trabajado muy mucho. Y quien cada año, poco a poco, y con cuidado, trabaja mucho, al cabo de no cinquenta años, podrá tener bien qué comer y romper paños. La vestimenta de la familia (págs. 550-555) El buen grangero de La Riera no ha de vestir a lo señor. O como dizen, a la moda, y usos nuevos, que cada día inventa la vanidad del mundo. Quiero decir que el cuerdo grangero debe a sí propio, y a los de su familia, hacer de vestir a lo antiguo, que sea decente y de más dura. Porque si le sobraren de aí quatro reales, será lo mejor emplearlos en las compras arriba dichas, o en ganado, o en trastos para cassar una hija. […] Lo cierto es que qualquiera varón necessita para sobre la camissa un jubón de manga entera abierta por encima, como se dixo del para muger. Y para sobre el jubón no escusa su sayo o ropilla de tela recia y recio aforro, y falda larga, a la echura más honesta, sin rifasoles de locura. Para sobre este sayo también necessita una casaca larga, que baxe de la rodilla, y sirva contra el frío y contra las aguas. Y los hijos grandes necessitan de dos, como tú también. Una de sayalón, para el trabajo y monte. Y otra de paño, para las fiestas y honrra. Pero para en el monte, frío y aguas, y mejor para los pastores, usarás del arbitrio de rodamontes con sus turbantes, según el arte que verás en el libro quinto; porque aquí no es razón detenernos en tal explicación. Tampoco el varon escusa, para la honestidad y limpieza, de dos o tres pares de calzoncillos de lienzo, más o menos gruesso, según los posibles y calidad de la persona. Y del mismo modo, dos o tres pares de bragas calzones; y déstos a lo menos unos de paño para la honrra y fiestas. Para los quales, y coleticos, repara bien lo que enseño en dicho libro quinto, capítulo 5º. Después desto ningún varón escusa el calzado de pie y pierna, a la manera que se dixo de las hembras. Pero además ninguno, para el frío, aguas y monte, escusa polainas, a lo menos de sayalón. Véase el capíttulo citado del libro quinto, que también dize de medias y polainas, como de quadras y otros abrigos de la gente en cama y persona. […] Y quanto al aseo, y honestidad de las hembras, mugeres, hijas y criados, no ay mejor que emponerlas en que hagan sus camissas al uso de la Trasmiera, que es hacer los cuerpos divididos de las faldas. Y que los cuerpos baxen un poco de la cintura, todo en redondo y al ancho de la tela. Las faldas, con sus piernas añadidas, pero largas hasta una mano cerca del tovillo. Y a la cintura, una firma ancha dos dedos, y suave, que coja todo el hueco de barriga e hijares. Porque ha de aver sangría a la trasera, a donde se aten con sus cintas blancas de lienzo dichas faldas, al juste de la cintura de la persona, agarrando las cintas de unos oxalicos fechos en lo último de dicha firma. […] Viniendo aora a lo que se necessita para el aseo y limpieza de qualquiera muger en su cabeza. Visto es que no escusa un peine, tres cofias o tocadores, y tres o quatro paños de lienzo: uno para el cada día y otro para la honrra, doblando según se necessite. La razón es porque es mal sufrido que muger alguna ande a pelo descubierto, sino que le debe traer muy peinado de cada día, luego hacer sus trenzadicos y recogerlos con aseo debaxo de la cofia, y echar por último su paño encima. Pero cortarlo (sino que sea por enfermedad) es mal echo, aunque sean casadas, porque es desestimar la gala que Dios las dio para su hermosura en la cabeza. […] Y también es cossa indecente para qualquiera muger (y peor si es doncella) el andar descalza de pie y pierna. Solamente en Asturias passa semejante deshonestidad, que me da vergüenza. Y assí te ruego, que en tu cassa jamás lo passes, si no procurar traer a tu muger e hijas calzadicas del todo, con sus zapatatos o abarcas, y sus medias y calzetas, según el tiempo. Para los barros y aguas, hacerlas unas madreñicas ligeras, bien ferradicas, y sobre la media recios escarpines de sayal. Para otros trabajos en buen tiempo, y viajecillos al monte, o a Lastres, sus zapatos altos de recia baqueta. Y en ellos sobre la media unos escarpines de alguna telica de lana, que no salga en parte de atrás al borde del zapato. Para la honrra, y fiestas en buen tiempo, otros zapatos más ajustadicos, altos, y de muy suave baqueta, o recio cordobán, y sus escarpines de lienzo al tenor de los dichos. […] El provecho de castaños, avellanos y naranjos (págs. 604, 612 y 613) De los castaños se sacan dos grandes provechos, que son el de su fruto y el de las maderas. Las castañas ya aí se sabe que el que planta come las primeras, porque estos árboles dan presto fruto. Y nadie aí ignora que las castañas son de gran sustento para la gente, y duran, con secas y frescas, desde octubre hasta abril, y ahorran mucho pan en cassa, y secas valen sus realejos. También las ruines y malas montesinas de los castaños que se ordenan ha criar largas maderas, sirven muchíssimo para criar y engordar los zerdos, que son aí los que todo el año arman la olla. […] El provecho de los avellanos nadie negará que para aí es grandíssimo, y mucho más aviendo embarcación comercial a Inglaterra; porque los ingleses más llevan la avellana por el tinte, que de su casco hacen para paños finos, que no por el grano. Y por esso al mismo precio pagan la sana avellana que la mala. En estos árboles, pues, no ay que cessar nunca de criar y plantar, pues verás para ellos adelante sobrados suelos. Y luego que como queda dicho, en ellos dice grandemente el garfio de pumar, y de peral, que es otro provecho para la cría. […] Los naranjos, limones y limas tienen el provecho de sus maderas, que es de los francesses muy buscada para hacer peines, y de gallegos para hacer caxas de tabaco, y de otros en otras partes para embutir escritorios. Y es preciossa para hacer escudillas y platos. La naranja para Inglaterra también se paga bien, porque más la llevan los ingleses por el tinte que de su casco hacen para paños, que no por su zumo. Y como quiera es fruta regalada para besugos, y aí para en Castilla se venderá siempre a buen precio a los requeros. De los limones y limas siempre se saca buen interés, ya para embarcar, o ya para en Castilla. Y en Castilla se estima mucho una carga de regalo, señaladamente en Valladolid, etc. No te contentes sin seis pies buenos de cada género, y otros tantos que al punto les vayan sucediendo. […] Fábrica y gobierno de la sidra (págs. 689-690) Quando llegues ha tratar de hazer tu sidra, es primera regla no pissar frutas podres con frutas sanas, sino sanas con sanas, y podridas con podridas; aora sean peras, aora sean manzanas. Y con las podres has de apartar las muy picapodres, y las ruinicas, y arrugadas, aunque sean bien sanas. La razón es porque destas segundas frutas debes hacer sidra aparte para criados, y obreros y otros lanzes, etc. Y de las frutas sanas has de sacar las sidras sanas, que te regalen y valgan sanos doblones. Y aun destas sanas, procura mayar aparte las de mejor calidad, más dulzes, cordiales y generosas. Y a otra parte, las sanas que no son tam buenas. Porque assí harás de las sanas dos géneros de sidra, y de la mejor sacarás en su venta doblado precio, que de la segunda. Y nota bien que más vale una pipa de sidra que dos. Para con esso no ser goloso en mayar a río rebuelto, y querer sacar muchas pipadas. Además, que por los dichos apartamientos, que no será sudar el hacerlos, no dexarás de sacar la misma cantidad de sidra, etc. Ahora, en primer lugar, avísote que todas las frutas podres, picapodres, tanadas, ruinicas y arrugadas, se han de pissar a río rebuelto, juntas, y su sidra toda en vassos aparte; y esto, assí sean peras o sean manzanas. Porque con las frutas sanas, ni siquiera una manzana, ni una pera podrida has de mezclar. Avísote también que con las manzanas sanas, quanta más pera mezcles, mejor sidra saldrá. Pero nunca eches sino mitad de pera, y tercera parte es lo bastante para doblar el precio sobre lo que sea de pura manzana. […] Sidra gorda puede llamarse a aquella que diximos hicieses a toda una de las frutas podres, picapodres, tanadas, y ruinicas y arrugadas. Ésta soy de parecer que la vendas desde Navidad hasta Resurreción, a temporadas si tienes mucha. Pero no es cossa de ir con ella a Lastres, sino aí en el lugar, y quando más algo en Colunga, a tu quenta, y venga dinerico. Y si tienes mucho, trasiega en la menguante de henero quanto hasta entonces no ayas vendido, porque se te acclarará mucho, y se purificará y mejorará, y por esso lo venderás a mayor precio, aunque no tenga sino solos quinze días de trasegado en tu bodega. […] Arte real para la venta de tus sidras (págs. 694-695) Lo primero, es necedad conocida vender un hombre su sidra en el mismo lagar. Y tambien, assí que fierve, estar con prissa para venderla, y tener por risa aguardar sin vender el tiempo del trasiego, como lo es venderla al fiado. La razón es porque en todos estos modos de vender doy yo a otro la ganancia, que a bien poca costa se me puede a mí quedar en cassa, o vendiendo a mi quenta mis licores a donde mejor me convenga, o esperando a venderlas después del trasiego, que es lo que dice el adagio: “Ten espera y haz trasiego, si quieres de tu sidra hacer talego”. Y es assí porque después del trasiego se mejoran muchíssimo los licores, consérvanse más puros y duran bellíssimos todo el verano, quando ay el calor, las fiestas, las romerías y otras circunstancias; conque viene una pipa de sidra ha valer entonces por dos, y tres, que se venden en el lagar, o después de fervir, o antes de trasegar. Y salen con evidencia necias las tales ventas. Pues amigo, no hagas tú semejantes necedades en la venta de tus sidras. Pues es evidente que los lastrinos, que en tales tiempos andan golosos de comprar, no es para dar la ganancia a ti que vendes, sino para doblar ellos el dinero que te dexan en la mano. ¿Y no será mejor doblarlo tú? El que te compra ¿no hace a Lastres el carretaje a su costa y sale con buena ganancia? Pues hazle tú con tus bueyes y carro y ganarás aún más que el de Lastres; porque él allá revende lo que compró y tú venderás la hacienda que Dios te dió. […] De la fábrica y gobierno del vino (pág. 699-700) La vendimia en luna menguante, tiempo enjuto, día claro, sereno, quando bien llena y madura la uba. Y el lagar y pozal bien remojados y limpios, como para la sidra se dixo. También los vasos al mismo tenor, y tamaños, y embreados y por embrear. Pero las carrales, cueros y pellejos y otras cossas, las de para sidra sirven también para el vino. Tres vinos has de hacer, dos buenos tinto y blanco, cada qual de por sí. Y después tercer vino chacolín para fresco y por aí gente. Para el buen tinto, solamente has de echar los racimos guapos bien maduros, y assí para hacer el buen vino blanco. Más para el chacolín has de apartar todos los racimos verdes o entreverados de la uba tinta y blanca. Y ésta a la postre se ha de pisar de por sí, y embolver su boruyo con lo de los otros vinos, el qual al último estorción debes ir arrimando en el lagar para este efecto. Y fecho de todo el pie, que será grande, en dando el primer estorción, has de calentar dos calderos de agua fresca, hasta casi fervir, y cortado el pie echárselo, y rebolverlo, y bolver ha armar dicho pie y apretar la viga bien. Y todo el licor que saliere, en vaso aparte, que esse será el vino chacolín. Y no tam malo, que valdrá por buena sidra en el bever y vender. […] Mayoral de tus pastores (págs 940-941) Debe ser éste ya hombre maduro, passado de mozo, de juicio, razón, cuidado, temor de Dios e intelligencia de la grangería de los ganados. O a lo menos, que tenga docilidad e capacidad para deprender y percivir quanto tú le enseñes accerca de dichas grangerías, y de lo que le toca hacer. Pero nunca le busques casado, ni desconocido, sino aí del lugar o del concejo. Y que sea solterón, que ya no tenga humos de casarse. O sea viudo, ya dexado de buscar matrimonio, y que no tenga hijas ni hijos chiquitos; o si tiene alguno, o algunos, que sean ya rapazotes, que puedan servir de pastores zagales en la guarda de tus ganados, y que tú para esso los puedas recibir como avías recibir a otros. La razón es porque no teniendo esta soltura y calidades el dicho mayoral, será admitir un ladrón por debaxo de cuerda disimulado, que te pellizque de aquí y de allí para la muger si la tiene, o si la busca, o para críar e acomodar sus hijitas, etc. Después desto el tal mayoral debe ser hombre de buen gobierno, y de punto para cumplir bien con su encargado oficio. Y que nada sea perezoso en visitar y dar sobre los pastores quando ellos menos piensen, y ver lo que hacen, cómo cada quales apastan el ganado en el campo, cómo lo dan su cena y desayuno y con qué orden lo recogen en la cabaña. Y allá en el puerto, en la majada, etc. Para lo qual debe tener a su mando un pollino pedrés capón, que traiga siempre a su vista, solteado quando pacia, que no se le escape; con el qual también vaya a cassa ha llevar los esquilmos de la leche y más cossas, y ha traer la provissión de pan y compango, y otras menestras para su sustento y de todos los pastores. Ittem, debe hacerse temer y respectar de todos los pastores. Y éstos estarle obedientes. Y él poderlos castigar quando lo merezcan. Y si no se emendaren, dar quenta al amo para que lo remedie, o despida al que no conviene. Si bien que el señor maioral debe llevar el gobierno de dichos pastores más por amor, cariño y apacibles razones, que por el rigor ni a palos. Porque es regla general que mejor se llevan las cossas por bien que no por mal. Ittem, el señor maioral debe ser buen padre de familias para sus pastores, y madre que a la noche les tenga buen hospedaje, señaladamente en el hibierno; teniéndoles su ollón de berzas, nabos, fabas y algo de carne, que escalienten las tripas. Y buena lumbre que les ensugue las ropas. Y a la mañana despacharlos con agasajo y alegría, echando a cada qual en el zurrón su comida para el día, y ración para los perros. Para lo qual el mayoral debe tener, cerca de la cabaña adonde ha de asistir, un buen huerto de berzas, y hacer cada año un buen naval. Y lo demás, que venga de cassa.