Don Aureliano y doña Eduviges confirmaron así que el Espíritu

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Siglo nuevo
hubiera abrevado en los textos revolucionarios debía saber que la religión era el opio de los pueblos que históricamente había servido a quienes detentaban los medios de producción para explotar a los
trabajadores y por ende que ser religioso
equivalía a estar contra la emancipación
popular.
Sin embargo, Sofía no veía contradicción entre su visión materialista de la historia y la providencia divina. Tenía muy
presente el caso de Camilo Torres Restrepo y de otros sacerdotes revolucionarios.
Como ellos, creía que Dios intervenía a
favor de la liberación de los pueblos.
Además, le divertía descubrir que algunos compañeros que se proclamaban
como decididos ateos, siempre se persignaban antes de un examen importante o
al ir pasando ante un templo y escuchaba
a menudo en las rápidas conversaciones
de los pasillos de la escuela, expresiones
como Dios mediante o si Dios quiere. De hecho, constató que los camaradas Chema,
Gabriela y Pepelupe que habían participado en marchas de solidaridad con la revolución sandinista y con la revolución
salvadoreña, y que eran tan radicales que
rechazaban afiliarse al partido comunista o a los demás partidos de izquierda alegando que lo que había que favorecer era
una verdadera línea de masas, también
peregrinaban por la avenida Juárez cantando La Guadalupana en las multitudinarias visitas decembrinas al templo de la
Virgen morena.
A pesar de tantos rezos de sus progenitores, Sofía siguió estudiando sociología hasta graduarse. Para espanto de su
familia, hizo un año de servicio social voluntario en Nicaragua, donde participó en
campañas de alfabetización. Soñaba con
que se desterrara el analfabetismo de Nicaragua con la misma celeridad que se
desterró en Cuba, pero descubrió que una cosa es pretender y otra muy distinta
lograr. El jefe de su brigada, un sandinista managüense de modales ásperos, la
sacaba de sus casillas por darle órdenes
a gritos y por parar en seco todas las iniciativas que ella –la mexicana voluntarista
de mentalidad pequeñoburguesa- se atrevía a tomar, por ejemplo la de combinar
la didáctica alfabetizadora diseñada por
62 • Sn
de los marginados debería comenzar en
los barrios de la comarca lagunera. Después de otra experiencia infructuosa de
alfabetización, en que se descubrió inepta
para aplicar el liberador enfoque pedagógico de Paulo Freire, prefirió apoyar a los
indígenas que arribaban a la ciudad a vender artesanías.
Don Aureliano le ofreció conseguir una beca en el Instituto Panamericano de
Alta Dirección para estudiar administración estratégica y mercadotecnia. Sofía aceptó porque sentía la urgencia de adquirir competencias profesionales para
elevar el nivel de vida de los artesanos indígenas. El pragmático diplomado del IPADE además de una capacitación eficaz
le brindó la oportunidad de entrar en contacto con personas potencialmente benéficas para sus altruistas planes. Sabía que
las relaciones acaban determinando el
éxito de las empresas así que procuró alternar con esa gente. Encontró compañeros interesantes e hizo buenas migas con
ellos. Empero quien le fascinó fue Pascal
Couchepin, carismático facilitador académico recién llegado de la Confederación
Helvética. La fascinación fue mutua, y
tras un furtivo noviazgo en que ella practicó su francés y acabó haciendo el amor
a la francesa, sobrevino un conveniente
matrimonio.
La simpatía que el rubio Couchepin
despertó entre la gente bien de La Laguna permitió la reivindicación total de Sofía. No hubo reunión de prestigio a la que
ella y su flamante maridito suizo no fuesen invitados. Don Aureliano y doña Eduviges confirmaron así que el Espíritu
Santo siempre atiende los ruegos de sus
fieles y provoca los mejores desenlaces.
Por su divina intervención, finalmente el
linaje de los Treviño vería blanqueada su
epidermis y Sofía sería -años después- la
propietaria de una acreditadísima tienda
de regalos en el Mall de moda que ofrecería a su clientela VIP además de lujosos
asesores soviéticos con La pedagogía del objetos de ornato, discos new age, libros
oprimido del brasileño Freire.
variados (incluso de teología de la liberaVolvió a México decepcionada porque ción) y llamativas artesanías mexicanas
una legión de burócratas le impidió expo- por cuyo monto de venta ella daría genener sus nobles proyectos ante Daniel Or- rosamente el 12 por ciento a sus indígenas
tega, Sergio Ramírez y Tomás Borge. Re- fabricantes, reservándose -claro está- el
gresó convencida de que su trabajo en pro 88 por ciento restante. §
Don Aureliano y doña Eduviges
confirmaron así que el Espíritu
Santo siempre atiende los
ruegos de sus fieles y provoca
los mejores desenlaces
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