DON QUIJOTE DE LA MANCHA En un lugar de La Mancha cuyo nombre no sabemos sucedió esta historia añeja que pronto recordaremos. Si prestan mucha atención vivirán las aventuras del Quijote de La Mancha el de la Triste Figura. Rodeado de viejos libros vivía Alonso Quijano soñando con aventuras pero, tan solo soñando. Por su afiebrada cabeza las imágenes crecían, duques, pastores, princesas, allí encerrados vivían. la libertad y el amor, la muerte, la vida, el hambre, la injusticia y el dolor, le calentaban la sangre. Hasta que un día, de pronto, las visiones ahuyentó y buscando viejas latas de Caballero vistió. Cambió su nombre por otro que sonase importante Don Quijote de La Mancha fue aquel Caballero Andante. Como todo Caballero debe rendirse al amor, montó a su viejo jamelgo y pronto a su Dama halló. Aldonza Lorenzo era de aspecto poco garboso. La llamaría Don Quijote Dulcinea del Toboso. Con un yelmo en su cabeza, una gran lanza en su diestra y el corazón palpitante, partió hacia lejanas tierras. En sus primeros encuentros no le acompañó la suerte, le apalearon sin piedad y le dejaron sin dientes. Es por eso que emprendió dolorido, el regreso. Necesitaba curar sus desvencijados huesos. Sus amigos y parientes ansiosos lo recibieron. Pasados algunos días Don Quijote mejoró y con nuevas energías a partir se decidió. Ocurriósele de pronto que todo buen caballero que no se precie de tonto, debe tener escudero. Acordóse de un vecino pobre y de buen corazón, Sancho Panza se llamaba. Ya verán que sucedió. SANCHO: Mire señor Caballero Andante, espero que no se le olvide que me ha prometido una ínsula. Le aseguro que yo sabré gobernarla. DON QUIJOTE: Amigo Sancho Panza: es costumbre de los Caballeros Andantes hacer Gobernadores a sus escuderos. Pero, ¿quién lo duda? SANCHO: ¡Yo lo dudo! (Se arrepiente de su vehemencia) Pues creo señor, que si llovieran reinos sobre la tierra, ninguno le sentaría bien a mi mujer, Teresa Panza, que no vale para reina, apenas para condesa y con ayuda de Dios. DON QUIJOTE: (Muy excitado) ¡Oh, amigo Sancho Panza! ¡La ventura guía nuestros pasos! ¿Ves aquellos desaforados gigantes? SANCHO: (Mirando con atención hacia donde señala Don Quijote)¿Qué gigantes? DON QUIJOTE: Aquellos. Los de los brazos largos. Que algunos tienen varias leguas. SANCHO: Pero señor, aquellos no son gigantes sino molinos de viento. DON QUIJOTE: (Asombrado por la actitud de Sancho) Me parece, Sancho, que nada sabes de aventuras. Si tienes miedo apártate, que voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. SANCHO: (Con desesperación) ¡Deténgase señor! Pero, ¿qué locura es esta? DON QUIJOTE: ¡No huyan, cobardes criaturas, que solo yo los ataco! SANCHO: ¡Por Dios! ¿No le dije señor que eran molinos de viento? ¿Qué le pasa? ¿Ha perdido el juicio? DON QUIJOTE: (Muy dolorido) Calla, amigo Sancho. Más bien creo que algún encantador enemigo mío ha convertido estos gigantes en molinos de viento, para quitarme la gloria de su vencimiento. SANCHO: Señor, no delire usted... DON QUIJOTE: Pero han de poder poco sus magias contra la bondad de mi espada. SANCHO: (Ayudándolo a levantarse) Vamos señor. Despacio. No sea que se le haya quebrado algún hueso. (Caminan lentamente) DON QUIJOTE: ¿Sabes, Sancho? Me ha dicho el Ama que Frestón, el más grande encantador enemigo mío, montado en una gran serpiente se presentó en mi casa y se llevó uno a uno todos los libros de mi biblioteca. SANCHO: (Observando que su amo se encuentra muy débil) Siéntese señor y comamos algo que aquí traigo una cebolla y unos mendrugos de pan, aunque no sea manjar para un caballero como vos. DON QUIJOTE: ¡Qué mal me entiendes, Sancho! Que es honra de los Caballeros Andantes no comer en un mes y que cuando coman sea de aquello que hallen a mano, frutas y hierbas del campo. SANCHO: Bien. De ahora en adelante, proveeré las alforjas de frutas secas para usted que es Caballero y para mi que no lo soy, las proveeré de cosas más sustanciosas. (Se aleja para comer) DON QUIJOTE: ¡Sancho, ven aquí, siéntate a mi lado! Sé conmigo una sola persona, come en mi plato y bebe en donde yo bebo, porque de la Andante Caballería se dice lo mismo que del Amor: que todo lo iguala. SANCHO: Gran favor. Sepa usted que me cae mucho mejor lo que como estando solo aunque sea cebolla, pues así no estoy obligado a comer despacio, a limpiarse a menudo y a no toser ni eructar si tengo ganas. DON QUIJOTE: (Obligándolo a sentarse al lado de él) ¡Con todo, te has de sentar a mi lado! Aquí haremos noche, amigo Sancho. SANCHO: ¡Pero señor, mejor buscar posada que tenga cama y comida, que quien su cuerpo al cielo deja, aguas lo mojan! DON QUIJOTE: (Enojado) ¡Calla bellaco y deja de ensartar refranes! ¿No sabes que los Caballeros Andantes vamos por los campos y dormimos a cielo descubierto? SANCHO: (También enojado) ¡Sepa mi señor que de no ser por la ínsula que me tiene prometida, mejor estaría yo en mi casa con mi mujer y mis hijos!