MI ALMA ES HERMANA DEL CIELO Mi alma es hermana del cielo gris y de las hojas secas; sol enfermo del otoño, mátame con tu tristeza! Los árboles del jardín están cargados de niebla: mi corazón busca en ellos esa novia que no encuentra; y en el sueño frío y húmedo me esperan las hojas secas: si mi alma fuera una hoja y se perdiera entre ellas! El sol ha mandado un rayo de oro viejo a la arboleda, un rayo flotante, dulce luz para las cosas muertas. ¡Qué ternura tiene el pobre sol para las hojas secas! Una tristeza infinita vaga por todas las sendas, lenta, antigua sinfonía de música y de esencias, algo que dora el jardín de ensueño de primavera. Y esa luz de ensueño y oro que muere en las hojas secas, alumbra en mi corazón no sé qué vagas tristezas. (Arias Triste, 1903) COMENTARIO CRÍTICO DEL CONTENIDO DEL TEXTO El poema titulado “Mi alma es hermana del cielo” es un texto literario de género lírico. Su autor es uno de los poetas más destacados de la literatura española, Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura en 1956 y autor de una amplia obra poética en la que evoluciona desde una primera etapa modernista hacia una dimensión mucho más mística y vanguardista. El poema ante el que nos encontramos pertenece al libro Arias Tristes, que se encuadra dentro del primer periodo poético, con influencias del modernismo y el simbolismo. El tema principal del poema es un sentimiento de tristeza y melancolía que lleva al yo poético a querer fundir su alma con la naturaleza, en la búsqueda de algo indefinible y elevado por encima de la realidad. El título ya nos muestra la intención del poeta, que pretende igualar a su alma con el cielo, quizás para alcanzar la eternidad. En la búsqueda de esa fusión está muy presente la proyección de sentimientos en el paisaje. Se describe un jardín en otoño, lugar propio del modernismo que exaltan el mundo sensorial, a partir de la presencia constante del cromatismo. Recordemos que Juan Ramón Jiménez fue pintor antes que poeta, y que los colores juegan un gran papel en su poesía. En este poema destaca la “luz dorada” del sol que penetra en medio de la neblina y el gris del jardín lleno de “hojas secas”, constituyendo una antítesis notable en medio del tono de melancolía que inunda toda la composición. El léxico es sencillo, y la versificación empleada lo dota de una cierta musicalidad. Abundan en la descripción los adjetivos y adyacentes, mientras que la acción queda reducida a la búsqueda del protagonista por ese algo que no encuentra, y que en el verso 8 personifica en una mujer: “mi corazón busca en ellos/ esa novia que no encuentra”. Esto nos lleva a pensar que la tristeza del poeta es consecuencia de su soledad: parece ser que se siente solo ante el mundo, y sobre todo, ante la muerte, y de ahí la necesidad de fundirse con la naturaleza. En este sentido, es muy similar a otro poema de Arias Tristes, “Mi alma ha dejado su cuerpo…” en que está muy presente la disociación alma-cuerpo, así como la naturaleza entendida como algo superior y eterno. En conclusión, en este poema observamos a un Juan Ramón Jiménez que se mueve en un mundo poético muy sentimental y a la vez sensorial, y que entiende la poesía como vía de exploración de su mundo interno, más elevado que el externo. En este sentido, destaca al anticipar el núcleo temático de su poesía posterior, centrado en el ansia de trascendencia.