Experimentar con materiales en el 0-6

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EXPERIMENTAR
DESCUBRIMIENTO
DEL ENTORNO
CON MATERIALES
[0–6]
Experimentar con materiales
en el 0-6
M. Teresa Feu
Enseñar ciencias es organizar situaciones con la finalidad
de ayudar a los niños y niñas a explicarse lo que ocurre
a su alrededor. Se trata de ayudarles a organizar el conocimiento y estimularles a compartir las diferentes maneras de ver el mundo, a encontrar entre todos las explicaciones más ajustadas, y eso no puede hacerse si no
hay manipulación, experimentación e interacción con
materiales diversos, entre iguales y con los adultos.
Aprender ciencias implica aprender a cambiar
la manera de ver los fenómenos, la manera de
razonar, de hablar sobre ellos y de emocionarse (Arcà, Guidoni y Mazzoli, 1990).
A menudo, se considera que las ciencias
son unos conocimientos formales a los que no
tienen acceso los niños y niñas de educación
infantil y, muchas veces, se hace más hincapié
en lo que no pueden hacer que en lo que son
capaces de hacer. Hay que tener claro, en cambio, que desde muy pequeños a los niños les
gusta el descubrimiento y sienten curiosidad
por su entorno, una curiosidad que les impulsa
a explorar e intentar comprender lo que sucede a su alrededor.
Se aprenden ciencias jugando y viviendo,
hablando y observando, imitando e inventando. Y todo eso se da en la vida cotidiana: los diferentes acontecimientos y las situaciones
diversas, los materiales del entorno, las conver7 | Aula de Infantil Núm. 52. Noviembre-Diciembre 2009
saciones, los comentarios y las actitudes de los
adultos y de los compañeros les proporcionan
información que condiciona su pensamiento y
modifica su comprensión.
Enseñar ciencias es organizar situaciones
con la finalidad de ayudar a los niños y niñas
a explicarse lo que ocurre a su alrededor. Se
trata de ayudarles a organizar el conocimiento y estimularles a compartir las diferentes
maneras de ver el mundo, a encontrar entre
todos las explicaciones más ajustadas, y eso no
puede hacerse si no hay manipulación, experimentación e interacción con materiales diversos, entre iguales y con los adultos. Se trata de
organizar un ambiente en el que los niños se
encuentren con fenómenos y materiales que
les provoquen preguntarse por qué las cosas
ocurren como ocurren y, entre todos, encontrar
las mejores preguntas y las mejores explicaciones para responder. Estas explicaciones no
han de ser las exactas, sino tender a ser cada
vez más coherentes con el conocimiento
científico actual.
Como dice el currículo de educación infantil:
El aprendizaje depende en gran medida de la cantidad y de la calidad de ocasiones que se hayan
tenido. Las situaciones de vida diaria proporcionan muchas, pero es necesario que la escuela
asegure para todos los niños experiencias sufi-
TERESA FEU
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cientemente ricas y que los acompañe en los
aprendizajes, impulsando el planteamiento de interrogantes; encaminando la respuesta a sus preguntas; ofreciendo materiales, recursos y estrategias
adecuadas, y ayudando a través del lenguaje a
conectar y hacer conscientes las experiencias
vividas.
Manipular, experimentar, pensar
y comunicar
Los niños, desde muy pequeños, tienen la
necesidad de entender cómo funcionan los hechos de cada día para saber cómo y cuándo es
posible intervenir en ellos a fin de modificarlos,
o cuando, por el contrario, hay que resignarse y
padecerlos. Es a partir de la experiencia diaria
compartida con sus iguales y con las personas
adultas como aprenden a ajustar sus acciones y
sus demandas.
A fin de intervenir con éxito sobre los
hechos de su entorno, los niños han de tener
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una idea de cómo están hechas las cosas y
cómo se comportan en las diversas circunstancias. Por eso hacen cosas, por eso juegan;
porque el juego es una de las actividades que
les permite progresar más y mejor en este
sentido.
Pero no basta con manipular. Hay que
ayudar a los niños a establecer una correlación
entre experiencia y lenguaje.
Así pues, la enseñanza de las ciencias no
puede reducirse a la manipulación, aunque sea
mediante situaciones motivadoras. El maestro
o la maestra ha de provocar interrogantes en
los niños y estimular el establecimiento de relaciones con otros conocimientos y vivencias,
de manera que se ejercite la activación de la
memoria y la formulación y comunicación de
sus ideas y pensamientos. Los niños, por pequeños que sean, han elaborado sus modelos
interpretativos, a partir de sus predisposiciones
innatas y de las experiencias vividas. Dichos
modelos interpretativos varían de un niño a
otro, pero tienen aspectos generales compartidos por todos.
La verbalización de las ideas por parte de
los niños es, pues, imprescindible, ya que es
esta comunicación verbal la que favorece la organización de su pensamiento y, a la vez, su conocimiento por parte del maestro permite
adaptar la enseñanza y decidir cuáles serán las
estrategias didácticas más eficaces: qué situaciones hay que proponer, qué materiales hay
que proporcionar, qué intervenciones del maestro o de la maestra serán más adecuadas, qué
ayudas habrá que proporcionar, etc. (IRRISAE
Piemont, 1990).
A veces, los niños y niñas hacen cosas y
no saben explicar cómo las han hecho; otras,
explican lo que harán, pero acaban haciendo
algo muy distinto, y es necesario poner pala-
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bras a sus acciones o hacer las preguntas
adecuadas a fin de ayudarles a expresar aquello que están haciendo o piensan que quieren
hacer.
El papel del maestro o de la maestra
La labor del maestro o de la maestra es,
sobre todo, crear un ambiente lo suficientemente rico como para promover interacciones
de calidad; un ambiente en el que los niños se
encuentren con fenómenos y materiales que les
provoquen preguntarse cómo es que las cosas
ocurren como ocurren y, entre todos, encontrar
las mejores preguntas y las mejores explicaciones para responder (Feu, 2009).
Para promover esta actividad mental, el
maestro o la maestra debería:
Aprender a observar cuál es el nivel del
niño en relación con los juegos y los
aprendizajes.
Estimular a los niños y niñas para que
expresen sus puntos de vista y tomarlos
en consideración.
Pensar con frecuencia en voz alta y cuestionarse el propio pensamiento y la propia
actuación; hacer partícipes a los niños de
los motivos que le llevan a tomar determinadas decisiones, y defender y argumentar los propios puntos de vista.
Ayudar al niño a recordar y a relacionar
los aprendizajes, poniendo palabras a sus
acciones, haciendo preguntas interesantes y estimulándolo para que explique sus
ideas y/o lo que está haciendo.
Promover discusiones que permitan un
ajuste continuo entre las experiencias de
unos y otros.
Compartir la enseñanza con los niños y
niñas y rectificar los propios errores sin
disimularlos.
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Esforzarse a fin de que la comunicación
sea fluida y en ambas direcciones. Para
ello, el maestro o la maestra deberá
intentar comprender los mensajes de los
niños, verbales y no verbales, y responder
en consonancia con los mismos.
Animar a los niños y niñas para que asuman más responsabilidad cuando estemos
seguros de que pueden hacerlo.
No preocuparse por dar más información
de la que pueden absorber, en cuyo caso
corremos el peligro de no promover su
progreso.
No se trata de hacer pequeños científicos que
sepan recitar teorías que no comprenden. Se
trata de integrar el conocimiento y fomentar la
comunicación a partir del lenguaje. No hay
que pretender que acaben llegando a teorías
científicas, y tampoco que sus propuestas sean
las exactas, las que nosotros esperamos. Se trata
de provocar que se cuestionen los propios modelos explicativos y que reformulen otros nuevos
que sean cada vez más cercanos a los modelos explicativos de las ciencias.
Los materiales
Los materiales han de ser ricos, variados
y adecuados, tanto en su tipología como en
cantidad.
En cuanto a la variedad, hay que tener
presente que si siempre se dispone de los mismos materiales, a menudo dejan de provocar
curiosidad y manipulación. Debe tenerse en
cuenta, también, la importancia de la diversidad: tendemos a utilizar, sobre todo con los
más pequeños, materiales de plástico que permiten poca exploración. Hay que pensar en
todos los materiales, como por ejemplo los de
desecho y, sobre todo, los del entorno.
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El material dependerá, por un lado, de los
intereses y necesidades de los niños (hay que
recordar que, con frecuencia, resultan interesantes aquellos materiales que son más significativos para los adultos de referencia).
Algunos pueden constituir un pequeño reto,
que promueva las ganas de investigar y de superarse, y otros han de permitir la investigación,
la formulación de preguntas y la búsqueda de
respuestas.
En cuanto a la cantidad, debe ser la adecuada: si hay poco material, no permite la exploración por parte de todos; y, si lo hay en
exceso, desborda, promueve el desorden y provoca que muchos niños vayan de un material a
otro sin profundizar en nada.
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que
los niños de estas edades están en la etapa
egocéntrica, de modo que no forzaremos que
se comparta el material. Cuando pretendemos
provocar una experimentación, no debemos escatimar material: debe haber el suficiente para
que todos puedan manipular, comprobar sus
predicciones y buscar explicaciones sobre su
comportamiento.
En conclusión
Para promover el aprendizaje de las ciencias, hay que dejar de lado el miedo a plantearse maneras diferentes de organizarse y de
actuar. Hay que hacer una escuela rica. Una escuela pobre en materiales, pobre en la relación
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que establece con los niños y con las familias y
pobre en expectativas en relación con los niños
y niñas, es una escuela que no promueve el
aprendizaje.
La labor del maestro o de la maestra debe
ser la de proponer situaciones en las que hacer,
pensar, hablar, darse cuenta de los hechos y
trabajar juntos sea algo natural y necesario.
No se trata de empujar a los niños y niñas
a encontrar la verdad o sólo la respuesta exacta; se trata de ayudarles a preguntarse cómo es
que las cosas suceden como suceden, y entre
todos encontrar las mejores explicaciones para
responder. Se trata de aprender estableciendo relaciones que permitan tejer una red que en algunos lugares es más tupida y en otros lo es
menos, pero que se puede recorrer, ampliar y
modificar en todas direcciones.
HEMOS HABLADO DE:
Descubrimiento del entorno.
Conocimiento y exploración del entorno.
Referencias bibliográficas
ARCÀ, M.; GUIDONI, P.; MAZZOLI, P. (1990): Enseñar
ciencia. Barcelona. Paidós / Rosa Sensat.
FEU, M.T. (2009): «Gaudir i aprendre amb els infants.
L'aigua i els canvis d'estat». Perspectiva Escolar, núm. 334.
IRRISAE PIEMONT (1994): Coneixement del medi natural. Actualització científica. Vic. Eumo.
M. Teresa Feu
Universidad de Vic
[email protected]
Este artículo fue solicitado desde AULA DE INFANTIL en junio de 2009 y aceptado en julio de 2009 para su publicación.
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