COMUNIDAD ESCOLAR. INFORMACIÓN 17 DE FEBRERO DE 1988. Por iniciativa de la Universidad de Friburgo (Suiza) y de la Katholischen Akademie Hamburg, expertos de los países de lengua alemana celebraron recientemente en Hamburgo unas jornadas de estudio sobre las causas del suicidio de adolescentes y acerca de las posibles acciones preventivas por parte de los docentes. Concluyeron que acercar la escuela a la vida, dar sentido transcendente a la enseñanza y lograr que los escolares se enfrenten con problemas reales son los medios más eficaces para ayudar a los adolescentes a superar con éxito un período de la vida intrínsecamente crítico. PUBLICACION: Comunidad Escolar. FECHA: marzo 13 de 1988. MOTIVO: Es un articulo que a partir de una situación límite como es el suicidio, realiza una serie de consideraciones de gran interés para nuestra reflexión personal. SELECCIONADO POR: JOSE RAMON COLELL. Hamburgo. C. MARTIN DE LA CALLE. Enseñanza y suicidio de adolescentes Un congreso de expertos ha estudiado en Hamburgo las causas que lo provocan y el papel preventivo de los docentes. El suicidio es un tema que despierta, por principio, reacciones defensiva, tanto más cuando se trata sobre las posible relaciones entre la enseñanza y el suicidio de adolescentes. Son actitudes que pueden observarse incluso en los medios directamente interesados en la educación. A pesar de todo, llegan con frecuencia a la opinión pública debates sobre en qué medida la enseñanza es responsable de los intentos de suicidio de adolescentes, si es el factor desencadenante o si, quizá, no influye para nada. Los argumentos y contra argumentos de estos debates suelen ser siempre los mismos. Por una parte, se culpa de todo a la enseñanza y a los docentes; por otra, se buscan factores extraescolares, como pueden ser perturbaciones psicológicas de los chicos, conflictos familiares, inadaptación social. Por ello, un grupo de expertos se ha reunido en Hamburgo para estudiar las relaciones entre circunstancias vitales y condicionantes psicológicas de los escolares, la estructura de las experiencias educativas de los alumnos, y las actitudes de los docentes y su posible intervención positiva. No ven el sentido de la enseñanza Son pocas, relativamente, las investigaciones sobre la relación entre los problemas que plantea la enseñanza a los adolescentes y los intentos de suicidio, aparte de que casi todas se basan en entrevistas con jóvenes pacientes que han protagonizado un intento frustrado. Hay que tener en cuenta que la dinámica subyacente a los intentos de suicidio (llamamiento angustiado en busca de ayuda, con la esperanza de ser oído) es muy diferente de la que fundamenta el suicidio preparado tan meticulosamente que no puede fracasar. No obstante, estas investigaciones indican claramente que, en un elevado número de casos, la experiencia escolar de los jóvenes influye decisivamente en su comportamiento suicida, si bien sigue siendo objeto de controversia en qué medida se mezcla con el efecto de problemas que los jóvenes pueden encontrar en sus relaciones familiares o con sus amigos. Sorprende, sin embargo, la frecuencia con que, en los debates sobre estos problemas, se atribuye unilateralmente la génesis del comportamiento suicida a conflictos familiares, a frustraciones de la primera infancia o sencillamente a perturbaciones psicológicas de carácter general. Para comprender mejor la posible relación entre enseñanza y suicidio, es preferible analizar los resultados de las investigaciones centradas en averiguar cómo sienten, viven y asumen hoy los escolares la enseñanza, a qué actitudes da lugar su interpretación de la experiencia escolar, y cómo esto influye en la imagen que tiene de sí mismo y en su auto aprecio. Sería inoportuno pretender desmenuzar aquí los numerosos estudios sobre esta cuestión; pero sí conviene señalar que sorprende la coincidencia de sus resultados fundamentales, a pesar de la variedad de métodos de obtención de datos y de bases de interpretación. Los presentados en el congreso de Hamburgo permiten concluir que sí se entremezclan las influencias escolares, extraescolares o personales en los comportamientos suicidas de los jóvenes. La primera conclusión general es que una alarmante proporción de adolescentes consideran sin sentido todo el proceso educativo. Por ejemplo, el 51 por 100 de los aproximadamente 1200 escolares objeto de estudio realizado en el Estado del Norte Renania-Westfalia declaran que la enseñanza carece de sentido para ellos, Ni siquiera la consideran justificada desde un punto de vista instrumental, como puede ser la posibilidad de, una vez terminado el Bachillerato, pasar a la enseñanza universitaria. Aun teniendo en cuenta que muchos escolares consideran “chic”, por decirlo así, mostrarse críticos y despectivos respecto de la enseñanza, es un dato notablemente alarmante, tanto más cuanto no son sólo los alumnos con bajo rendimiento los que emiten tales opiniones, sino también muchos de los que mejor rendimiento demuestran. Subcultura funcional Esta actitud se patentiza en la práctica en el comportamiento de compensación –tan bien descrito por Robert Musil o Hermann Hesse- que muchos escolares desarrollan en la “trastienda” de la escuela, abiertamente o a escondidas en las clases (jugando a las cartas, resolviendo crucigramas, leyendo “tebeos”, o hundiendo barcos), durante los recreos o en los lavabos, pero, sobre todo, cuando hacen novillos. Los escolares desarrollan todo un arsenal de tácticas para esquivar las exigencias de la enseñanza sentidas como imposiciones caprichosas o para responder negativamente a ellas, autoafirmándose mediante el incumplimiento de las prohibiciones. No son ya las travesuras que podemos recordar de nuestra época de escolares, ni actos de rebelión ocasionales e intrascendentes, sino muestras de la existencia de una auténtica subcultura dentro de la enseñanza. Merecería la pena investigar si esa subcultura es ignorada y tolerada incluso por la enseñanza institucional, exclusivamente porque es la única forma de poder seguir existiendo tal y como es. Lo que hacen los escolares en la “trastienda” de la vida escolar cotidiana puede entenderse como una labor de afirmación constructiva de su autoaprecio, que se contrapone al sinsentido impuesto de aprendizaje en la escena de la escuela. Convendría estudiar si son precisamente los escolares que sienten con especial intensidad esa supuesta carencia de sentido de la enseñanza y que simultáneamente, no participan en las conocidas actividades subculturales los que con mayor frecuencia protagonizan actos suicidas. La adolescencia, proceso intrínsecamente crítico Complejo es el entramado de sentimientos de autoprecio, valores asumidos en la familia y experiencias con compañeros en los adolescentes. El adolescente no tiene definida aún su identidad; no ha tenido ocasiones suficientes para confrontar su “persona” (C. G. Jung), es decir, la imagen que proyecta de sí mismo al exterior, con su “sombra”, el componente reprimido de su psique que acabará manifestándose a través de sus amigos, sus hermanos queridos o las personas a quienes ame. Es muy sensible a cualquier influencia externa contraria o imitable. Ese es el sentido en el que la adolescencia es un proceso crítico. De esa crisis impregnada de desorientación, inseguridad afectiva y desintegración social, salen los adolescentes con profundas frustraciones, graves riesgos y dolorosas perturbaciones. Su sentido incondicional de la justicia, su adhesión rigurosa a los principios y un código de valores morales absolutos chocan contra las orientaciones convencionales y los compromisos obligados en nuestra sociedad, de tal modo que desempeñar un papel en ella les supone a veces alienación insoportable. Lo explica claramente un chico de dieciséis años en su carta de despedida: “Quiero demostrar mi protesta contra la violencia; para restablecer el amor y atraer la atención del mundo a los muchos problemas. “ Todo esto puede entremezclarse fácilmente con el sentimiento de que la enseñanza carece de sentido y es impotente frente a una realidad en la que resulta intolerable integrarse. La crisis se acentúa, en tales condiciones, hasta tal punto que lleva el comportamiento suicida, quizá como demostración última de que se tiene aún capacidad de disponer de la propia vida con autonomía. Una escuela para aprender a amar la vida Las consideraciones precedentes llevan subyacente la pregunta sobre si la escuela y los docentes pueden hacer algo para prevenir el suicidio de adolescentes. La respuesta es incondicional. Lo primero que debe intentarse es convertir la enseñanza y la escuela en una experiencia personal plena de sentido en campo vital complementario de la familia. No es fácil decir cómo puede lograse esto en concreto, pero sí pueden formularse sugerencias de carácter general, que van desde la conveniencia de no sobrecargar los programas y equilibrar el trabajo intelectual con las actividades físicas, hasta la relativización del valor de las notas o la mayor asistencia por parte de expertos profesionales. La escuela ha ido convirtiéndose progresivamente en un espacio cerrado en el que los escolares pasan la mayor parte de su tiempo aislados del mundo exterior. Muchos docentes se han convertido en meros informadores insuficientes de ese mundo externo y no saben salirse de programas muy definidos y apropiados solamente para unos pocos de sus alumnos con orientación predominantemente académica. Seria muy conveniente intentar crear situaciones reales en las que los escolares pudieran tener experiencias auténticas, lo que podría lograrse, por ejemplo, abriendo plenamente la actividad escolar a la vida en el entorno, mediante trabajos concretos en proyectos reales, estimulando la participación y presencia de padres y adultos en el acontecer escolar, intensificando la cooperación con centros para la juventud, con empresas, en iniciativas comunitarias que permitieran a los escolares experimentar activamente los problemas reales de la vida. Esencial es también que los docentes sean conscientes y se muestren sensibles a los problemas personales de sus alumnos y no se limiten a las cuestiones relacionadas con el aprendizaje o el rendimiento académico. Varios son los proyectos piloto que están llevándose a cabo en Suiza y en la República Federa de Alemania para sensibilizar a los docentes en este sentido. Lo que debe pretenderse, en último término, no es ya sólo prevenir el suicidio de adolescentes –aunque esto deba ser objetivo primordial de la política educativa y social-, sino aliviar en general los padecimientos (adolesco es padecer en latín) de muchos adolescentes que, con excesiva frecuencia, acaban solicitando ayuda o renegando de ella con un acto que puede resultar irremediable. Como decía Sigmud Freud en un debate de la Wiener Psychoanalytischen Verinigung sobre el suicidio en 1910: “La escuela no debe limitarse a no impulsar a los jóvenes al suicidio. Debe proporcionarles el placer de vivir”.