superyo | adopción

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La adopción de más de un hijo abre en el interior de la familia una mayor
riqueza del vínculo y se distribuyen mejor las expectativas y exigencias
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adopción | superyo
Adopción
modelos Sergio Pinto (Agencia Talenticos) / Emma Villafañe (Agencia Niñitos) / Nicole Páez (Agencia Talenticos) / maquillaje martha ramírez
Desafío
afectivo
Hoy no es sólo un camino para las parejas
con problemas de fertilidad, es también
una alternativa para ampliar los horizontes familiares
y una de las más intensas aventuras de la vida
Elizabeth Levy Sad | fotografía Roberto mata
En las últimas décadas , la estructura, el
Alternativa familiar
funcionamiento y los valores de la familia
vienen experimentando grandes cambios.
Hoy existen modelos familiares que reflejan
variantes ya instaladas en el tejido social
(por ejemplo, la convivencia de hijos de matrimonios anteriores de cada miembro de la
pareja). Entre esas nuevas construcciones
afectivas, la adopción aparece como una
alternativa para quienes quieren ampliar
el círculo familiar, y no sólo para quienes
no pueden concebir hijos biológicos.
Padres adoptivos y especialistas en el
tema coinciden en que darle la oportunidad
de crecer en una familia a un niño que no la
tiene es una de las más intensas aventuras
del ser humano, pues abre una dimensión
insospechada en el territorio de las emociones y expande al infinito la capacidad
afectiva. No obstante, para afrontar este
desafío se debe estar preparado.
Si bien la posibilidad de la adopción no es
algo nuevo, las motivaciones que llevan a las
personas a adoptar han cambiado en los últimos tiempos: mientras que en el pasado los
padres adoptantes eran casi exclusivamente
parejas con problemas de fertilidad, hoy son
muchas las que buscan ampliar su núcleo
familiar aunque ya tengan hijos biológicos.
“Algunos padres buscan construir el vínculo de la adopción desde otra experiencia vital,
porque es una forma de paternidad diferente”, explica la psicólogo Alicia FernándezZúñiga. Otras veces, subraya la especialista,
“la motivación es darle la oportunidad de
tener una familia a un menor abandonado.
También están quienes no pueden tener más
hijos biológicos por un problema de salud
o de edad, pero quieren ampliar la familia”.
El otro cambio que presentan las nuevas
configuraciones familiares es que crece el
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número de adopciones monoparentales: una
madre sola o un padre solo. La legislación de
algunos países permite hoy que un adulto, aunque no esté casado ni tenga una pareja estable,
pueda adoptar a un niño.
“Hoy buscan adoptar mujeres de más de 40
años, muchas de ellas profesionales con independencia y movilidad económica. No obstante,
en este caso, es frecuente que se pregunten:
‘¿Tengo derecho a privar al niño de un padre?’”,
puntualiza la psicólogo Graciela Lipski. La conclusión de los especialistas es que la experiencia
puede resultar muy positiva, siempre y cuando
Frente a la decisión
Hay talleres en los que padres adoptivos comparten
sus experiencias y asesoran a los interesados. Es vital
conversar con ellos para saber bien de qué se trata. Todas
las dudas tienen su respuesta.
Si se trata de una pareja que no ha podido tener hijos
biológicos, antes de adoptar debe elaborar en el campo
psicológico su situación: despedirse de la ilusión de tener
un hijo parecido físicamente, por ejemplo. Eso lleva tiempo
y, por lo general, se debe recurrir a la terapia; de lo contrario,
le podría generar daño al niño adoptado.
Durante este complejo proceso es posible que la pareja
viva momentos de tensión y estrés: es frecuente que surjan
sentimientos encontrados y emociones contradictorias.
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el adulto sea consciente de todos los factores
que implica la decisión de adoptar en soledad:
• Debe realizar un mayor esfuerzo físico, psíquico y económico.
• Es preciso que tome conciencia de que el
niño no debe pasar a ocupar el lugar afectivo de
la pareja ausente.
• Tiene que generar una amplia red social para
el niño y para sí mismo, de modo que ninguno de
los dos quede encerrado ni confinado emocionalmente a un vínculo hermético entre ellos.
Otra de las nuevas tendencias, muy valorada
por sus resultados positivos, es el acogimiento de
grupos de hermanos. “La adopción de más de un
hijo abre en el interior de la familia una mayor
riqueza del vínculo y se distribuyen mejor las
expectativas y exigencias”, subraya Lipski.
Huella del pasado
Hoy más personas se animan a adoptar niños que
ya no son bebés. Por ejemplo, parejas de mediana
edad que manifiestan no tener las energías que
requiere un lactante o, simplemente, aquellos
que no necesitan un recién nacido para poder
sentirse padres. “La preocupación más generalizada del adoptante es la salud, tanto física como
mental, del menor. También las experiencias que
haya vivido anteriormente”, revela FernándezZúñiga. En efecto, quienes adoptan niños grandes deben saber que ciertas conductas hostiles
son reacciones propias del proceso de cambio o
de pérdidas que han sufrido.
“Entre los 2 y 5 años, el niño tiene una mayor
capacidad para guardar recuerdos significativos
y ya viene con algunas experiencias –pocas o muchas– que pueden haberle resultado dolorosas,
y que harán que su adaptación a la familia sea
más compleja”, manifiesta la psicólogo Yusmary
González. Los niños mayores de 6 años, advierte
la especialista, “tienen un equipaje de recuerdos
y emociones ambivalentes y, en muchos casos,
dificultades de vinculación afectiva; son más propensos a mostrar algún problema conductual y
pueden poner a prueba a sus nuevos padres para
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La legislación de algunos países permite
hoy que un adulto, aunque no esté casado ni tenga
una pareja estable, pueda adoptar a un niño
En la historia
• En distintas épocas, las civilizaciones han intentado
algunas respuestas sociales y jurídicas al tema
de la orfandad. Por ejemplo, en las antiguas Grecia
y Roma existía la figura de la adopción, pero como
la finalidad era la perpetuidad de la especie
y no el bienestar del huérfano, los adoptados solían
ser varones casi adultos.
• Luego de las dos guerras mundiales del siglo XX,
en las que familias enteras fueron truncadas y miles
de niños quedaron desamparados, se propagó
una mayor conciencia social sobre la importancia
de la adopción. A partir de ella, fueron evolucionando
los marcos legales que la regulan, que hoy tienen como
principal objetivo el bienestar del niño sin familia.
confirmar si éstos los aprecian de verdad y no los
abandonarán”.
Entre las conductas más frecuentes de estos
niños –cuando llegan a la nueva familia– se
cuentan:
• Temor y rechazo. Pueden mostrar temor
frente a los nuevos papás y a otros adultos, o
rechazar marcadamente a uno de los padres y
aceptar sin problemas al otro.
• Sobreadaptación. Es posible que se porten “demasiado bien”, reprimiendo sus emociones, porque piensan que así lograrán ser más aceptados.
• Ira, actitud desafiante y agresividad. Pueden
revivir el maltrato sufrido en el pasado y proyectarlo en sus nuevos padres.
• Regresiones. Es posible que presenten incontinencia y otras conductas regresivas como
pedir el biberón. Esto se explica como un intento
de volver atrás en el tiempo, y “renacer” en esta
nueva familia.
Cuando los adultos saben cómo proceder,
todas estas dificultades suelen transformarse
en vínculos amorosos y felices, afirman las especialistas. Para ello, deben contar con ayuda
profesional. Si toda la familia tiene el deseo y
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El adoptante debe someterse a una exhaustiva
investigación clínica, psicológica, social y legal
para saber si está en condiciones de recibir
a un nuevo integrante en la familia
Compás de espera
la preparación necesaria para incluir afectivamente a un nuevo miembro, los obstáculos
se superan y la experiencia resulta plena para
todos los involucrados.
Derecho a la identidad
Aunque hayan sido adoptados de bebés, los
niños siempre tienen una historia previa a la
adopción y no dejan de tener recuerdos alojados
en su inconsciente sobre su madre, su rechazo
o su ausencia.
Los niños adoptados tienen fantasías tormentosas sobre las razones por las cuales no están
con su familia biológica. González advierte que
“es frecuente que piensen que ellos fueron los
culpables de que los abandonaran, lo cual les
provoca un enojo importante hacia sí mismos,
y pueden autolesionarse y hasta poner en riesgo
su vida”. Es importante, entonces, que sepan la
verdad sobre su origen cuanto antes. Y, llegado
ese momento, se debe crear el ambiente adecuado para que puedan preguntar sin angustia
todo lo que les inquieta.
“El niño debe escuchar que la palabra adopción o adoptado es dicha sin problemas ni tensiones”, agrega Fernández-Zúñiga. La información debe proporcionarse con mucho cariño y en
circunstancias apropiadas; debe ser verdadera
y adecuada a cada edad; la respuesta debe ser
tranquila, espontánea y sin darle demasiada
relevancia, con naturalidad, porque, de lo contrario, el niño interpretará que pasa “algo raro”,
subraya la especialista.
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Así como la llegada de un hijo biológico supone
un período previo de nueve meses en el que los
padres se van preparando para una nueva realidad, la adopción también implica una espera.
Los aspirantes a adoptar deben pasar por un
proceso legal, durante el cual un equipo interdisciplinario visita su domicilio y evalúa cuáles son
sus motivaciones y sus recursos emocionales y
materiales para garantizar el bienestar del niño.
Se trata de medir la responsabilidad de los adoptantes ante las obligaciones y la capacidad que
tienen de generar un ambiente familiar sano.
En ese proceso previo de adopción, advierte
Fernández-Zúñiga, también es frecuente que
surjan dudas: “¿El niño podrá querernos como
a sus padres?”. “¿Podremos quererlo como un
hijo propio?”. Toda esa ansiedad se disipa
cuando se comprueba la buena relación que
otros padres adoptivos tienen con sus hijos y
la integración de estas familias, con toda su
diversidad. Por ello, parte de este proceso de
pre-adopción consiste en participar de charlas
o talleres específicos, que sirven para evaluar
todas las aristas de esta decisión trascendental.
Es importante recordar que toda crianza, incluso la de los hijos biológicos, está expuesta
a situaciones conflictivas en algún punto de la
vida. Ésta no es la excepción.
•
F u e n t e s c o n s u lta d a s
ºAlicia Fernández-Zúñiga, psicólogo clínico. Directora del Instituto de Lenguaje
y Desarrollo. Coautora del libro Quiero adoptar, entre otros títulos. Psicólogo
del Turno de Intervención para Adopción Internacional de la Comunidad
de Madrid (España) / (www.ild.es).
ºGraciela Lipski, psicólogo. Directora de la Fundación Adoptare y de la revista
Familia y adopción. Coautora del libro Adoptar hoy (Argentina) /
(www.adoptare.com.ar).
ºYusmary González, psicólogo. Especialista en Terapia de la Conducta Infantil.
Coordinadora de Psicología y Grupos de Apoyo del Centro de Orientación
y Asesoramiento Psicológico de Maracaibo (Venezuela) / (www.corasca.com).
a g r a d e c i m i e n t o Alejandra Álvarez.
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