Transcurrieron 120 años desde que el grito de independencia o

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MIÉRCOLES 25 DE FEBRERO DE 2015
JUVENTUD REBELDE
SUPLEMENTO ESPECIAL
Cuba
necesitará
siempre de
hijos leales
que velen
por ella
Transcurrieron 120 años desde
que el grito de independencia
o muerte estremeciera a la Isla
con fuerza martiana. El 24 de
Febrero se reivindicó como
fecha de eterna fundación
cuando los Cinco recibieron, de
manos de Raúl, y con el gozo y
el cariño de todo un pueblo, el
título honorífico de Héroe de la
República de Cuba y la Orden
Playa Girón. Hay y habrá
muchas maneras de defender
a la Patria, como lo
demostraron ellos
«De donde nacen los hombres», obra de Ernesto Rancaño.
02
ESPECIAL
25 DE FEBRERO DE 2015
juventud rebelde
MIÉRCOLES
Pusieron en alto su condición de jóvenes
cubanos formados por la Revolución
Intervención de Homero Acosta Álvarez, Secretario del Consejo
de Estado, en el acto por el aniversario 120 del reinicio de la
Guerra de Independencia y de condecoración a los Cinco Héroes,
en el Palacio de Convenciones, el
24 de febrero de 2015, “Año 57
de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
General de Ejército Raúl Castro
Ruz, Presidente de los Consejos
de Estado y de Ministros;
Compañeros Gerardo, Antonio,
Ramón, Fernando y René;
Compañeras y compañeros:
Mucho tiempo ha transcurrido
para la celebración de este anhelado acto, desde que el 29 de
Foto: Calixto N. Llanes
diciembre de 2001 la Asamblea
Nacional del Poder Popular decidió
otorgar el Título Honorífico de
“Héroe de la República de Cuba”
a los compañeros Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René, por
cumplir con dedicación, dignidad y
firmeza la sagrada misión de
defender a nuestro país, protegiéndolo del terrorismo, a riesgo
de sus vidas y soportando enormes sacrificios en un medio hostil
y agresivo.
Después de largos años de injusta prisión, en la que mantuvieron una conducta ejemplar y pusieron en alto su condición de jóvenes cubanos formados por la
Revolución, y en atención a su decidida defensa de nuestra Patria,
el Consejo de Estado, a propuesta
de su Presidente, el General de
Ejército Raúl Castro Ruz, ha decidido, según lo previsto en la Ley
No. 17 de 1978 y su Reglamento, otorgarles, como condecoración
anexa al Título Honorífico de “Héroe de la República de Cuba”, la
Orden “Playa Girón”.
Reciban, queridos compañeros, en nombre de este pueblo
que les admira, las condecoraciones a que se han hecho acreedores con su conducta de cada día,
a lo largo de sus vidas, y en especial por la valentía y firmeza demostradas en más de dieciséis
años de injusto y cruel encierro,
en que hicieron suyo el pensamiento del General Calixto García
Íñiguez durante su exilio en España y cito:
“Soy ante todo cubano y por
nada ni por nadie sacrificaría los
ideales de mi pueblo y de mi
Patria”.
Muchas gracias (Aplausos).
Nos alienta saber que en el seno de este pueblo
revolucionario hay muchos “Cinco” dispuestos
a sacrificarlo todo por su patria
Intervención de Gerardo Hernández Nordelo, en el acto
por el aniversario 120 del reinicio de la Guerra de Independencia y de condecoración a los Cinco Héroes, en el
Palacio de Convenciones, el 24 de febrero de 2015, “Año
57 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Querido compañero General de Ejército Raúl Castro Ruz,
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros;
Compañeras y compañeros:
Honrar a las cubanas y cubanos que un día como hoy, hace
120 años, decidieron retomar las armas para luchar por la
independencia de la patria, es la mejor manera de recibir el Título Honorífico de “Héroe de la República de Cuba” que generosamente se nos otorga a cinco cubanos de estos tiempos
cuyo mérito no es otro que haber cumplido con nuestro deber.
José Martí, alma de aquel levantamiento nacional del 24
de febrero de 1895, sentenció que la capacidad para ser
héroe se mide por el respeto que se tributa a quienes lo han
sido. Por ello, en un día como hoy, nuestro primer pensamiento es de gratitud y fidelidad hacia todos los que a lo largo de la historia, con su sacrificio, han hecho posible que
vivamos en una Cuba socialista, revolucionaria y victoriosa,
conscientes de que corresponde a nuestra generación, y a
las que nos siguen, defender la continuidad de esta obra, los
sueños y los ideales de nuestros libertadores.
El primer pensamiento de Los Cinco en este día ha de
ser para un hombre cuyo liderazgo y visión estratégica fueron decisivos en la batalla que condujo a nuestra liberación,
y quien con su ejemplo nos inculcó siempre el espíritu de
lucha, resistencia y sacrificio. Un hombre que nos enseñó
que la palabra rendición no existe en el diccionario de un
revolucionario, y que desde muy temprano aseguró a todos
los cubanos que Los Cinco regresaríamos a la patria. Comandante en Jefe: esta condecoración que hoy con orgullo
recibimos, es también suya (Aplausos).
Foto: Calixto N. Llanes
A nuestro General de Ejército Raúl Castro, quien no descansó hasta cumplir lo que Fidel había prometido, y a las
compañeras y compañeros que como él llevan ya en sus
pechos esta honrosa estrella, y fueron siempre un ejemplo
para Los Cinco, les decimos que esta condecoración es
también de ustedes (Aplausos).
Al pueblo cubano que hizo suya la causa de Los Cinco,
y que aún hoy no deja de alentarnos con sus muestras de
apoyo y de cariño; a la dirección del Partido y del Gobierno
de nuestro país; a las organizaciones de masas, instituciones, abogados, religiosos, personalidades y gobiernos de
otros países que se solidarizaron con nuestra causa: esta
condecoración es también de ustedes (Aplausos).
Agradecemos también a los hermanos de todo el mundo que lucharon codo a codo durante más de 16 años de
batallas legales y políticas, y les decimos que esta condecoración es también de todos ustedes (Aplausos).
A nuestros familiares, que lucharon, sufrieron y resistieron
con firmeza durante tantos años, y a todas las personas que
merecieron ver este día, y que ya no están entre nosotros:
esta condecoración es también de ustedes (Aplausos).
A los héroes y heroínas sin rostros que nunca podrán recibir un homenaje público como este, pero que dedicaron,
dedican, o dedicarán mañana sus vidas a la defensa de la
patria desde anónimas trincheras: sepan, dondequiera que
estén, que esta condecoración es también de ustedes
(Aplausos).
Este honor que recibimos hoy, es a la vez un reto que nos
exige estar a la altura de los nuevos desafíos que enfrenta la
Revolución. No pocas veces, desde nuestro regreso, se nos
han acercado compatriotas para expresarnos que les hubiera gustado tener la oportunidad que tuvimos Los Cinco de
proteger a nuestro pueblo de agresiones. A ellos y a todos
los patriotas cubanos, les decimos que nuestra misión no ha
terminado, y que pueden sumarse.
La actualización de nuestro modelo económico en aras de
lograr un socialismo más eficiente, próspero y sustentable,
así como el proceso de restablecimiento de relaciones con
los Estados Unidos, conforman una coyuntura de cambios
que demanda de todos nosotros actuar con inteligencia, profesionalismo, compromiso y firmeza, para identificar y enfrentar los nuevos retos y nuevos peligros que se avecinan. Hay
y habrá muchas maneras de defender a Cuba, y Cuba necesitará siempre de hijos leales que velen por ella. Es por eso
que nos alienta saber que en el seno de este pueblo revolucionario hay muchos “Cinco” dispuestos a sacrificarlo todo
por su patria.
Junto a Ramón, René, Fernando y Antonio, recibimos con
orgullo y gratitud este alto honor que la patria nos confiere.
Cuente la patria con estos cinco soldados que hoy, ante todo
nuestro pueblo, reafirmamos el compromiso de servirle hasta el último de nuestros días, y de ser siempre fieles a las
ideas de Martí, del Che, de Fidel, y de Raúl.
¡Muchas gracias! (Aplausos.)
MIÉRCOLES
25 DE FEBRERO DE 2015
ESPECIAL
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juventud rebelde
La inmensidad probada de los héroes
Foto: Estudios Revolución
por NYLIAM VÁZQUEZ GARCÍA
OTRA vez Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio
y René tuvieron que hacer un esfuerzo colosal. De la mano de las mujeres de sus vidas
llegaron al salón. Madres y esposas los sostenían nuevamente y, a no ser por los gestos
de un día con el que seguro soñaron, parecía
que los Cinco tenían bajo control las posibles
emociones, que se advertían telúricas.
Este 24 de Febrero, en el día en que los
cubanos de 1895 se juntaron para reiniciar la
lucha por la independencia, se cumplió por fin
con lo decretado por la Asamblea Nacional
del Poder Popular el 29 de diciembre de
2001, al nombrarlos Héroes de la República
de Cuba. Entonces ya eran los héroes, pero
llegaron aún más inmensos este martes al
Palacio de Convenciones. Si para aquella decisión se tenía la certeza más absoluta del
material de que estaban hechos, la prueba
mayor estaba por venir.
Todo cuanto ocurrió entre el arresto en septiembre de 1998 y la noticia en la Asamblea
fue suficiente para la decisión: estuvo entre
los argumentos el valioso trabajo que evitó
más víctimas en la escalada terrorista de la
década de 1990, la certeza de que su única
misión era salvar vidas tanto cubanas como
estadounidenses, pero sobre todo, estuvo
su decisión de no rendirse, de no ceder a
las presiones en las más difíciles circunstancias, de ir a juicio para decir su verdad, por
más acuerdos que les propusieron.
Una vez ascendidos a la estrella limpia de
los Héroes de la República de Cuba, los Cinco
nos demostraron por más de una década
desde distintas prisiones estadounidenses
que eran héroes ciertos, esencialmente, por
su calidad humana y por la coherencia, valentía y optimismo con la que se tatuaron en el
alma nacional.
Cuba Libre sufrió con ellos. La cotidianeidad
terrible de saberlos privados del abrazo de
los suyos nos hizo guardarles abrazos. Ellos
fueron adentrándose en nuestros hogares y
nos fuimos en familia a la batalla de millones. Hacerlos volver era también necesario
para completar la imagen de esos héroes que
tenemos el privilegio de conocer antes que pasen a los libros.
Este 24 de febrero, colmado de tantos
simbolismos, apenas se honró lo más puro
de cuanto ocurrió durante 16 largos años.
Mientras sonreían o buscaban en la sala
rostros conocidos, quizá se concentraban para lo que vendría después,en un intento de contener los nervios.
En carta de Gerardo para Adriana del 7 de
enero de 2002, e incluida en el libro Retrato
de una Ausencia, él le susurró con letra de
molde todas las sensaciones vividas en
2001, aún en la prisión de Miami, cuando
supo por la radio la noticia del título que se
les había conferido.
«La emoción fue inmensa. No te voy a decir que lloré, “porque los hombres no lloran”, pero se me fueron las zapatillas de los
conductos lagrimales. Me vinieron muchas
cosas y muchas personas a la mente en
esos momentos. Sobre todo pensé en nuestras heroínas y héroes, en las compañeras y
compañeros que llevan con orgullo en sus
pechos esa alta distinción y en el enorme
honor y compromiso que conlleva estar junto a ellos…».
Cuando este 24 de febrero de 2015 cada uno de ellos se irguió en medio de tanta
emoción para saludar marcialmente a Raúl,
para abrazarlo, como seguro habrían querido
abrazarnos a todos, otra vez dieron cuenta
de su altura.
Y hubo mejillas de héroes pintadas del rojo intenso y lágrimas que saltaron todos los
diques y besos esenciales allí, donde por fin
recibieron la medalla, prendida desde antes
con alfiler de cariños.
Raúl condecoró primero a Gerardo,quien justo un segundo antes le había hecho una seña a
«su Reina» para que ella supiera que también
estaba allí arriba, que la cinta tricolor a punto
de atar su pecho era también de ella. Tampoco Adriana le quitaba los ojos a su hombre… lo besó tanto cuando llegó a su lado…
Seguro habrá guardado para contarle a Gema
el instante en que Raúl, tras terminar de colocar la medalla, dio dos palmadas suaves
en el metal como diciendo: ¡Por fin!
Cada uno brilló a su manera. Ramón lucía
gigante: allí estaba su Elizabeth para acomodarle la ceja derecha, el cabello, alisarle el traje, para esperarlo con un beso cuando bajó
del escenario. Tony feliz,mimado por su madre,
no pudo quedarse en su asiento cuando su
hermano Gerardo terminó de hablar, saltó los
protocolos y fue a entregarse en ese otro estrechón. No hizo falta ser sabio para interpretar cuánto se dijeron esos dos, otra vez convertidos en Cinco. Fernando bajó para repartir besos a las mujeres a su lado, para volver a sostener la cabeza de Magali, en ese
acto de amor también con Mami. Mientras
saludaba, René barría todos los ángulos
con pupilas de aviador, buscando la sonrisa
de Olguita hasta que se encontraron al final de
la fila y se fundieron con el calor de esa medalla que forjaron juntos.
Para cuando los niños de La Colmenita
hicieron lo que mejor saben hacer: jugar al
teatro desde las esencias, ya todos los esfuerzos para atrapar emociones eran inútiles. Cada quien echó mano a lo que pudo para enjugar lágrimas mientras tenían en frente
una obra hermosa creada especialmente para hacerlos volver.
Otra vez inmensos, Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio y René pronunciaron muchas
veces la palabra «gracias». No necesitaban medallas o condecoraciones, pero la Patria que
nos resumiera Eusebio quedó más calma al
completar la entrega. Después del eco de la
promesa cumplida de Fidel, las raíces fueron
más profundas y más luminosos los luceros
de los que hablaron los niños, esos pequeños
que esta vez no tuvieron que apelar a fantasías: estaban inspirados en héroes de verdad.
04
ESPECIAL
25 DE FEBRERO DE 2015
juventud rebelde
MIÉRCOLES
Gerardo Hernández Nordelo
NACIÓ el 4 de junio de 1965 en La Habana. Transitó por los
diversos niveles de enseñanza estudiantil, caracterizándose por
sus buenos resultados académicos. En 1980 integró las filas
de la Unión de Jóvenes Comunistas y en 1989 se graduó de
Licenciatura en Relaciones Políticas Internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”.
Entre los años 1989 y 1990, cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola. En 1993 ingresó en el
Partido Comunista de Cuba.
Desde mediados de 1990, con el objetivo de proteger a
Cuba, cumplió misiones que previnieron a nuestro pueblo de
acciones terroristas. Fue detenido el 12 de septiembre de 1998
y condenado injustamente a dos cadenas perpetuas más 15
años de privación de libertad. Se le negó el derecho a resentencia. Durante el tiempo de reclusión su conducta fue un ejemplo a seguir para el resto de sus compañeros. El 17 de diciembre de 2014, como resultado de un acuerdo bilateral entre Cuba
y EE.UU. fue puesto en libertad.
Es caricaturista. Una parte de su obra ha sido publicada en
la prensa, expuesta en galerías de arte y recogida en varios
libros.
Fotos: Estudios Revolución
Ramón Labañino Salazar
NACIÓ el 9 de junio de 1963 en La Habana. Transitó por los diferentes niveles de enseñanza con buenos resultados docentes.
En 1986 se graduó con Diploma de Oro de Licenciatura en
Economía en la Universidad de La Habana. En 1987 ingresó a
las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas y en 1991 en el
Partido Comunista de Cuba.
Desde 1990 cumplió importantes misiones en los Estados
Unidos para impedir el accionar de grupos contrarrevolucionarios radicados en Miami. El 12 de septiembre de 1998 fue
detenido y posteriormente condenado injustamente a cadena
perpetua más 18 años. El 9 de diciembre del 2001, luego de
un largo proceso, fue resentenciado a 30 años de prisión.
Durante la estancia de encarcelamiento, su condición revolucionaria no claudicó y mantuvo sus principios por encima de
las ignominias. El 17 de diciembre de 2014, como resultado
de un acuerdo bilateral entre Cuba y EE.UU., fue puesto en libertad.
Antonio Guerrero Rodríguez
NACIÓ el 16 de octubre de 1958 en Miami, Estados Unidos. Su
familia regresó a Cuba a finales de este mismo año. Cursó sus
estudios medio superior en la Escuela Vocacional “Vladimir Ilich
Lenin” centro donde integró las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas.
En 1983 se graduó como Ingeniero en Construcciones de
Aeródromos en Kiev, antigua Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Trabajó en el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba
(IACC) y participó en la ampliación del Aeropuerto Internacional
“Antonio Maceo” de Santiago de Cuba. En 1989 ingresó en el
Partido Comunista de Cuba (PCC).
A partir de 1992 cumplió misiones dirigidas a prevenir acciones terroristas contra nuestro país. El 12 de septiembre de
1998 fue detenido por las autoridades norteamericanas y condenado injustamente a cadena perpetua más 10 años de privación de libertad. En 2009 fue resentenciado a 21 años y 10
meses de privación de libertad. El 17 de diciembre de 2014,
como resultado de un acuerdo bilateral entre Cuba y EE.UU., fue
puesto en libertad.
Durante los 16 años de prisión se dedicó a la creación de
una abundante obra plástica y poética; muchos de sus poemas
han sido musicalizados.
MIÉRCOLES
25 DE FEBRERO DE 2015
juventud rebelde
Fernando González Llort
NACIÓ el 18 de agosto de 1963 en La Habana. Durante sus
estudios en las diferentes enseñanzas se destacó por sus
resultados académicos. Ingresó a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en 1981. Realizó sus estudios universitarios en el
Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y ocupó responsabilidades políticas en la Federación Estudiantil Universitaria y en la UJC. Se graduó con Diploma de Oro
en 1987.
Entre 1987 y 1989 cumplió misión internacionalista en la
República Popular de Angola, integrándose a una brigada de tanques. Ingresó a las filas del Partido Comunista de Cuba en
1988.
Desde inicio de la década del 90 se le encomendó cumplir
misiones encaminadas a prevenir acciones terroristas contra
nuestro país. Fue detenido el 12 de septiembre de 1998 y condenado injustamente a 19 años de prisión. El 9 de diciembre del
2001 se le modificó la sanción a 17 años y 9 meses, la cual
cumplió íntegramente. Llegó a la Patria el 28 de febrero de 2014.
Una vez en Cuba fue designado Vicepresidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) y apoyó incansablemente la campaña de lucha por el regreso de sus tres
hermanos.
René González Sehwerert
NACIÓ el 13 de agosto de 1956 en Chicago, Estados Unidos.
En 1970 ingresó a la Unión de Jóvenes Comunistas.
En 1977 cumplió misión internacionalista en la República
Popular de Angola, y en 1982 se graduó de Piloto Instructor de
Vuelo y especialista en técnicas de aviación en la escuela “Carlos Ulloa” de Pinar del Río. Ingresó a las filas del Partido Comunista de Cuba en 1990.
A finales de 1990 partió hacia los Estados Unidos para cumplir misiones dirigidas a prevenir a Cuba de acciones terroristas.
Fue detenido el 12 de septiembre de 1998 y condenado injustamente a 15 años de prisión, los cuales cumplió íntegramente. El 7 de octubre del 2011 salió de prisión, viéndose obligado
a permanecer 18 meses en EE.UU. bajo el régimen de libertad
supervisada.
El 10 de mayo de 2013, la corte de los Estados Unidos accedió a que permaneciera en Cuba el resto del tiempo de su libertad supervisada, bajo la condición de que renunciara a su ciudadanía estadounidense.
Una vez en la patria, dedicó todos sus esfuerzos a la campaña de lucha por el regreso de sus cuatro hermanos.
Ternura de libertad
Fotos: Calixto N. Llanes
ESPECIAL
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ESPECIAL
MIÉRCOLES 25 DE FEBRERO DE 2015
juventud rebelde
Ahora más que nunca
hace falta la unidad de la nación
Intervención de Eusebio Leal Spengler, Miembro del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder
Popular, en el acto por el aniversario
120 del reinicio de la Guerra de Independencia y de condecoración a los
Cinco Héroes, en el Palacio de Convenciones, el 24 de febrero de 2015,
“Año 57 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Consejo
de Estado)
Querido General Presidente Raúl
Castro Ruz;
Queridos compañeros Gerardo,
Antonio, Ramón, Fernando y René;
Queridos compañeras y compañeros;
Cubanas y cubanos:
Un día como hoy, como se ha dicho,
hace 120 años comenzó el levantamiento del pueblo cubano para alcanzar su definitiva y total independencia.
El amor a esa libertad, a esa soberanía, a esa esperanza, se inició mucho
tiempo atrás, quizás desde el instante
mismo en que empezó a formarse lo
que llamamos comúnmente la identidad. Los que llegaron de distintas latitudes de Europa, ya de la España conquistadora o del África, o los vestigios
de las comunidades indígenas, en
trance de extinción pero sobrevivientes, unieron sus sangres para formar
algo que José Martí llamaría en palabras emotivas “dulcísimo misterio”.
El concepto de cubano viene del
nombre de nuestra isla, Cuba. Nunca
pudo ser cambiado, prevaleció por
sobre el intento de darle otros nombres, otras atribuciones. El nombre,
sonoro y breve, quedó prendido en el
corazón de los que lo escucharon por
vez primera. Más allá del mar azul del
Caribe, que se descubre desde la orilla
de nuestras playas o desde el aire,
Cuba aparece con la forma tan hermosa con que a las puertas del golfo de
México establece la isla su presencia
y su naturaleza.
En realidad nunca nos llamamos
isleños, a pesar de que no es una, sino
muchas islas las que conforman nuestra realidad. En el seno de ellas fueron
surgiendo, a lo largo de los años, percepciones donde todo lo anterior que
traía el conquistador o el conquistado
como memoria fue cediendo lugar a
algo diferente, que surgió en la manera de construir, que siendo igual o
pareciéndolo era distinta. Surgió en el
horizonte de la poesía, del canto campesino, de la voz de los poetas de más
vuelo. Surgió también, tempranamente, en el pensamiento de los más
Foto: Calixto N. Llanes
inquietos, entre los que comenzaron a
llamarse criollos.
Entonces éramos solamente un
país. El país es un espacio. La patria
comenzó a ser un sueño, una aspiración, y la nación, un derecho por el que
había que luchar, una nación con leyes,
una nación que sería depositaria y respetuosa de su propia cultura, una
nación que sabría ir al futuro desde el
pasado.
Allá en su retiro, muy cerca de Cuba,
adonde quiso ir a morir ante la imposibilidad de llegar a ella, el presbítero Félix
Varela exclamaba: “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad.” Pero, además, los últimos que le vieron afirman
que les dijo: “Ofrezco todos mis sufrimientos y sacrificios por Cuba.”
Ese mismo sentimiento llevó a
Heredia, en el padecimiento de su destierro, a sembrar en el alma cubana el
espíritu de una patria, y eso alentó a
los primeros que se rebelaron y encontraron que no había fronteras que cruzar más que el océano, que la lucha en
última instancia sería aquí; que contra
el cepo, el látigo, la discriminación, la
humillación y la negación propia de la
humanidad surgiría un día de redención y de libertad.
José Martí, autor del intento y del
fundamento de la unidad de la nación
cubana, creyó firmemente que no
venía nuestra América ni de Rousseau
ni de Washington, venía de sí misma.
Al mismo tiempo, en la medida en que
aun muy joven fue madurando su pensamiento, se acercó más a esa
sufriente raíz de los orígenes: a Guaicaipuro, a Hatuey, a Guarina, a Caonabo,
a todos los que enfrentaron el saber,
como ha afirmado un pensador latinoamericano, que un determinado día y
en una determinada hora nos habíamos enterado de que, primero, éramos
indios; segundo, que nuestras teologías
y nuestras ideas del bien o del mal
eran distintas; que debíamos soberanía a un rey distante y que todo debía
ser cambiado.
Sin embargo, más allá del dolor y el
sufrimiento de aquellas primeras comunidades, que soportaron la mordida de
los lebreles, el hierro de las cadenas y el
fuego, como Hatuey, en Yara, donde vivía
por los siglos la tradición de que en tiempos de tribulación o de esperanza un fuego misterioso se encendía en la noche
iluminando el monte, Cuba fue forjándose, fue haciéndose y fue, desde lo que
Martí juzga “la inocencia culpable” de un
patriciado que, obteniendo su riqueza de
la esclavitud, comenzó sin embargo a
darse cuenta de que ya sus hijos no
necesariamente pensaban como ellos,
que necesitaban ardorosamente un cambio y que ese cambio pasaba por una
autentificación de su identidad.
Cada pueblo nombrado, o cada una
de las siete primeras ciudades, excepto tres, llevaron la impronta del lar indígena. Así, Santa María del Puerto del
Príncipe sobre el Camagüey, San Salvador sobre el Bayamo, La Habana
sobre las huellas de Habaguanex, y así
cada uno de los rincones y lugares
repetían en la toponimia del suelo una
presencia más antigua que empezaba
a convertirse ya solo en una arqueología. O confundida con la sangre del
conquistador dio a luz, como ha señalado el que fuera ilustre diputado de
nuestra Asamblea, Cintio Vitier, el primer maestro, Miguel Velázquez que
allá en Santiago de Cuba, donde tiene
un modesto monumento, hablaba de
que era tierra dominada y como de
señorío. Un sentido de rebeldía antiguo vino desde abajo, y ese sentimiento rebelde se fue convirtiendo en
más fuerte en la medida en que la
esperanza de cualquier cambio político, fundado en la consideración del
conquistador sobre el conquistado, era
prácticamente imposible.
A la sublevación de los esclavos que
primero llevaron los nombres de su
lugar de origen: Juan Congo, Antonio
Carabalí, Miguel Fula; sucedió el apellido que en la pila recibieron de sus
amos: Morales, Armenteros, Cárdenas
y así de esa gran cofusión y amalgama
indo-hispano-africana, fue surgiendo
nuestra identidad orgullosamente mestiza de la sangre y de la cultura.
Se hizo pronto realidad en la música, como lo fue en la poesía; era diferente en el paisaje tan distinto a las áridas pero hermosas tierras de Castilla,
o la brumosa Galicia o Asturias, o las
Islas Canarias... era otra cosa. Y para
los propios africanos la tierra tenía sus
misterios: ciertos árboles les recordaban los suyos, algunos que consideraban sagrados fueron objeto de sus cultos. Y muy pronto fue naciendo, lentamente, lentamente, lentamente, una
aspiración que fue convirtiendo el país
en el sueño de una patria.
A los grandes precursores, a los que
murieron con la esperanza de construirla, debe Cuba todavía sentidos
homenajes.
Y como decía hace unas horas un
juicioso historiador: la historia de nuestras luchas todavía, a pesar de todo lo
que está escrito, está por escribirse.
Faltan muchas biografías, muchos
heroísmos, muchos silencios, muchas
lágrimas que nadie enjugó que deben
ser cantadas por los poetas, como
pedía José Martí a José Joaquín Palma, cuando le decía a su ilustre amigo,
biógrafo de Céspedes, bayamés de
cuna: “Lloren los trovadores republicanos sobre la cuna apuntalada de sus
repúblicas de gérmenes podridos; lloren los bardos de los pueblos viejos
sobre los cetros despedazados, los
monumentos derruidos, la perdida virtud, el desaliento aterrador: el delito
de haber sabido ser esclavo, se paga
siéndolo mucho tiempo todavía.”
Y luego dirá: “Nosotros tenemos
héroes que eternizar, heroínas que
enaltecer, admirables pujanzas que encomiar: tenemos agraviada a la legión
gloriosa de nuestros mártires que nos
pide, quejosa de nosotros, sus trenos
y sus himnos.”
Y los que se anticiparon y se conjuraron, estuvieron dispuestos a perderlo todo, a sacrificarlo todo.
Ya a principios del siglo XIX la América
parecía haber resuelto el problema y una
inquietud profunda sacudía de una u otra
parte el continente. Valientes pensadores explicaron los derechos de una América independiente, y algunos líderes se
MIÉRCOLES
25 DE FEBRERO DE 2015
ESPECIAL
07
juventud rebelde
atrevieron a desafiar el poder y a morir
como Gual y España en una plaza de
Caracas, siendo ejecutados antes de
que llegara la hora.
Exactamente en Cuba, en el silencio
de las logias, trabajaron “Frasquito”
Agüero y otros para hacer un texto
constitucional de una república ideal,
utópica y futura. Los años pasaron y al
parecer para muchos, unido a la trata
esclavista, el destino de Cuba pasaba
necesariamente por ser una estrella
más de la unión del sur de Estados
Unidos, algunos invocaban hasta la
providencia divina para asegurarlo. Sin
embargo, otros creían todo lo contrario: Cuba no debe esperar más que
solidaridad; pero nuestro problema
debemos resolverlo nosotros mismos,
y esa solución, invocada ya por Varela
y enseñada por Luz en su escuela,
como educador y formador de una
juventud rebelde, adquirió dimensión
en lo que él llamó “el sol del mundo
moral” que caerían reyes e imperios,
pero que jamás caería del pecho
humano.
Mucho debe Cuba a Luz, y Martí afirma que lloró dos veces, por Luz y por Lincoln, dice, sin haber conocido a Luz ni a
Lincoln. Luego, del segundo, dice que
supo, y aconsejado por un mal político y
por un mal hombre, quiso lanzar sobre
Cuba toda la hez del Sur derrotado.
Sin embargo, venidos de allá de
América, donde habían presenciado el
gran debate en el Sur y el Norte, no
pocos cubanos quisieron luchar también por la libertad de su patria. En
Cuba el movimiento de búsqueda de la
anexión a la nación norteamericana se
fue debilitando en la medida en que el
Sur iba siendo derrotado. Otros creían
que era posible un camino: reformas,
reformas y solo reformas. La aspiración a una concesión política, más que
a una conquista política.
De esa ardua batalla entre dos
corrientes surgió una victoriosa que se
empezó a manifestar en distintos puntos del occidente, el centro y el oriente.
Ya en 1851, en una plaza de Camagüey, Joaquín de Agüero era ejecutado.
Se dice que un joven, un adolescente
fue llevado al dramático escenario de su
ejecución y que mojó en su sangre su
pañuelo; sería el que algunos llamarían:
Bayardo y otros El Mayor, el letrado, el
poderoso defensor de las ideas políticas y sociales, el que sería Mayor General del Ejército Libertador y líder del pensamiento abolicionista en Camagüey.
Mientras, en Oriente, más allá de
Jobabo se reunían una y otra vez, y
así lo hicieron por penúltima vez en lo
que llamaron la Convención de Tirsán, en un lugar nombrado San Miguel del Rompe. Allí se escuchó la
voz del más inquieto, del hombre de
pequeña estatura, de grande y variado talento, abogado que había recorrido el mundo, buen jinete, jugador,
afortunado, amante del amor y los
placeres de la vida, pero dispuesto a
renunciar a todo clamó por un levantamiento sin esperar más.
Otros con más riqueza, pero con no
menos determinación aspiraban a un
nuevo período de zafra para reunir con
qué hacer la batalla definitiva, y sin
embargo un juramento surgió de todos
los conjurados: Si esta conspiración
es descubierta, el primero al que intenten apresar, se levantará.
La madrugada del 9 al 10 de octubre Céspedes, en el patio de su ingenio La Demajagua, con apenas 37
hombres, a la vista del Golfo de Guacanayabo y contemplando en el horizonte la sierra magnífica, se dirigió a
aquellos compañeros suyos proclamando no solamente la necesidad de
luchar y arrebatar las armas del adversario, único camino posible, sino lanzando un tizón encendido sobre una
isla esclavista. Sus propios esclavos
serían libres y tendrían el derecho a
luchar por su libertad y por su patria.
El concepto de patria se había unido
a la ambición por una nación y en una
fecha venturosa tomaron la primera de
las ciudades orientales. Esa primera
ciudad fue Bayamo, que después entregaron a las llamas en el momento en
que todo parecía perdido. A las puertas
de las casas de los conjurados o de los
jóvenes más comprometidos llegaron
los primeros guerrilleros solicitando pan
y armas. En San Luis uno tocó a la
puerta de Marcos y de Mariana, la
insigne Mariana —este año es el bicentenario de su nacimiento—. Poderosa
madre de una nación que en ese
momento pone a sus hijos de rodillas y
les hace jurar, ante el Cristo que toma
de la pared del aposento, que lucharán
hasta morir por su patria, juramento que
se cumplió para casi todos.
Años de lucha y de sacrificio. Ninguna historia, ni española ni cubana,
ha logrado hablar en toda su magnitud
de lo que sufrió la familia, el niño, la
mujer cubana, el campesino cubano.
Peleábamos contra un ejército aguerrido y batallador, que venía de vindicar
sus querellas en la península, en las
largas guerras carlistas y ahora, en
Cuba, por decenas de miles enfrentaban el levantamiento de los cubanos.
Ya habían surgido entre nosotros guerrilleros temibles. Ante el temor de la
toma inexorable de Bayamo, esperó
con un puñado de hombres escogidos,
en un punto llamado las Ventas de
Casanova, un guerrero dominicano
acostumbrado a combatir en la guerra
de restauración de su propia patria y
contra el invasor extranjero; allí demostró que esa arma, usada hasta ahora
para vindicaciones de honor o cortar
caña, sería la más importante en la
lucha. Todavía se conserva en un museo en la península, una carabina cortada de un solo golpe por un machetazo fiero; tal fue el combate que duró
segundos, que duró momentos, lo que
permitió dar cuenta al enemigo de que
había nacido un adversario, hijo de su
sangre, que sería capaz de luchar por
su libertad y alcanzarla.
Bayamo fue incendiada como una
nueva Numancia y eso les anunció el
futuro y el destino. Ya en 1853, en una
humilde casa de la calle Paula, hijo de
español y de española, había nacido
José Martí. En ese mismo año muere
el Padre Varela, en San Agustín de la Florida, y muere Domingo del Monte, en
Barcelona, dos poderosos pensadores
se extinguen. Pero más me interesa el
primero; el segundo, hombre de gusto,
literato, diseñador de vida social y pensador agudo. El primero, revolucionario
integral, que opta por la abolición de la
esclavitud, por el reconocimiento de la
independencia americana, que se convierte en defensor de los pobres, que
publica su periódico y lo envía a Cuba.
Sus discípulos le lloraron, pero
nadie sabía entonces que en la propia
pila bautismal en que había sido bautizado José Julián, había sido también
bautizado el Padre Varela. Cuando desapareció uno, nació el otro.
Y ese joven llamado a un poderoso
destino es el que hoy evocamos, al
conmemorar la hazaña de la unidad de
la nación que él hizo nacer de la desesperación por el fracaso del magno
esfuerzo después de tanto sacrificio;
él, que leyó con amargura lo que ocurrió en los Mangos de Baraguá y escribió al General Antonio que tenía ante
sí una de las páginas más hermosas
de la historia de Cuba; él, que sintió
como propio el honor de todo el pueblo
y las lágrimas de ese pueblo; él, que
sufrió las reconvenciones en su hogar;
él, que llegó a tener una relación tan
intensa y profunda con un padre, que
siendo soldado y español, alcanzó a
entender, al verlo herido y llagado, prisionero y enflaquecido, que su destino
era otro, quizás diseñado en su hermoso poema Abdala, cuando presenta
el duelo entre el yugo y la estrella y
pide lo uno y lo otro, y está convencido,
como afirma, de que esa estrella ilumina y mata.
Exilio, Centroamérica, la América del
Sur, los cubanos dispersos, las acusaciones recíprocas, finalmente España,
los Estados Unidos. Allí vivió 14
años, y fue, como han afirmado sus
cronistas, el cubano que más entendió
en su tiempo aquella nación. Admiró
las virtudes de Emerson, las del padre
Flanagan. Admiró la obra colosal de la
construcción del puente de Brooklyn.
Asistió puntualmente a las conferencias de Oscar Wilde, a las exposiciones de teatro; enamorose candorosamente de la hermosa bailarina española Charito Otero. Pero más que
todo, se dio cuenta del gran fenómeno
que en aquella nación se forjaba y que,
como había afirmado Bolívar en un
momento de extraordinaria lucidez,
parece llamada por la providencia a
colmar a la América Latina de pobreza
y miseria en nombre de la libertad. Se
dio cuenta de que si en 1868 nada
pudieron esperar, de que, a pesar de
que allí siempre existieron, existen y
existirán amigos poderosos de Cuba,
hubo una dicotomía entre el sentimiento de los amigos y la voluntad de
un Estado que siempre quiso de una
manera manifiesta impedir la realización de una independencia que creyó
inoportuna. Creyó más bien en el cumplimiento de una doctrina trazada por
uno de sus políticos, que planteaba
que solamente extendiendo la mano
en el momento de la madurez de la
fruta, esta caería sencillamente en sus
palmas.
No obstante todo ello, pasó de ser
el orador de última fila, al primero.
Cada acto del 10 de Octubre, cada
conmemoración cubana, el horroroso
recuerdo del 27 de Noviembre, terrible
suceso que le sorprendió en España,
vuelve todos los años a llevar al orador
a la tribuna y a unir lo que estaba desunido. Y de mil octavillas surgió un periódico, Patria, y de mil discursos surgió
una orientación política, y de mil disposiciones y pequeñas organizaciones
soñó con la creación de un partido político para dirigir una guerra de liberación nacional, anticipándose al concepto de que es imposible hacer una
revolución sin una teoría revolucionaria. Su teoría no era otra que nuestra
historia, nuestro sacrificio, nuestro
esfuerzo. Éramos una nación en ciernes, de derecho, pero no de hecho.
Llamado a poner empatía en la discordia, unió a Gómez y a Maceo. Es inocultable que después del fracaso de
1884 y del encontronazo de Nueva
York, ya no había posibilidad de una
amistad fecunda para iniciar un nuevo
proceso. Hoy diríamos: no hay condiciones objetivas. Sin embargo, Maceo,
en Costa Rica, preparaba a su contingente. Preparaba Gómez, en la soledad
de Montecristi, en República Dominicana,o cuando antes se encontraron en la
construcción del canal de Panamá amigos dispuestos a ayudar, a dar amparo,
a ofrecer techo y pan a los emigrados
que por todas partes soñaban y querían
su patria. Y de esa forma surgió la organización un 10 de abril, que es un día
crítico en la historia de Cuba, el día de
la gloriosa Asamblea Constituyente de
Guáimaro, donde nació la utopía democrática del pueblo cubano; pero donde
también se le puso plomo a las alas de
la revolución, donde se pensó que era
posible hacer una república de leyes
cuando no éramos dueños más que del
espacio que pisaban los campamentos
y los caballos de los libertadores. En
medio de esa realidad, un 10 de abril
hace nacer su creación más completa:
el partido político, un partido unitario
que convocaría al pueblo cubano a una
guerra que él consideró inevitable y, después, necesaria.
Inevitable, porque en sus sentimientos nobles, generosos, en su íntima y profunda convicción él había reclamado en
su famoso Manifiesto a la República
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ESPECIAL MIÉRCOLES 25 DE FEBRERO DE 2015
juventud rebelde
Española, que no le pediría lo imposible, pero le pedía lo posible: los derechos conculcados de Cuba, la representación de Cuba, el derecho de estudiar, de interpretar, de conocer que éramos diferentes. Nada de esto fue escuchado, solamente muchos solidarios en España y en otras partes del
mundo creían en la causa de Cuba.
Ahora todo sería más difícil: había
un alto desarrollo de la tecnología militar, una situación nueva en el continente americano, las repúblicas sufrían
los padecimientos de sus propias divisiones cuando habían dejado intactos
trono y altar después del esfuerzo
inmenso de la primera batalla.
Recordaban aún las dolorosas palabras de Bolívar en Santa Marta: “He
arado en el mar”; la tristeza de San
Martín al regresar y encontrar su país
dividido; la pena de O’Higgins al morir
en Lima, apartado de su tierra amada;
el dolor tremendo de Francisco de
Morazán al verse capturado y ejecutado por sus propios compañeros, y aún
pesaba aquella maldición casi bíblica
que había lanzado Miranda, cuando el
gran precursor al ser entregado prisionero a las puertas de una nave española, que lo llevará a una prisión perpetua y definitiva, al reconocer los que
cometen aquel parricidio, responde:
“Bochinche y solo bochinche es lo que
saben hacer ustedes”.
Por sobre toda esa historia se levantó Martí, era vasta y grande su cultura
como ha señalado uno de sus biógrafos, subía y bajaba escaleras como
quien no tenía pulmones, su voz era
clara y nítida, su poder de convencimiento grande. Era, al mismo tiempo,
un escritor incansable, cuya hermosa
letra inicial se había transformado
prácticamente en líneas inteligibles
solo para los paleógrafos. Faltaba
tiempo, le faltaba tiempo.
Cuando todo estuvo preparado y
dispuesto, cuando creyó que todo estaba organizado, cuando había logrado
visitar a Mariana Grajales en Jamaica,
que ya ciega le acaricia la cabeza y
prácticamente con este gesto noble y
de rodillas envía un abrazo fraterno al
hijo que tanto amaba, a la madre que
nunca pudo ver su patria libre; cuando
ya separado de todo bien personal,
lejos su esposa, apartado de su hijo,
muerto su padre, dispersos sus amigos, se le vio pobre en Estados Unidos, trabajando en el invierno ganando
el pan, fundando la Liga para educar a
los negros cubanos, que bajo la orientación de Rafael Serra se reunían y le
llamaban, con cariño y con devoción,
Maestro y Apóstol. ¡Qué torpeza tratar
de despojarlo de un título tan importante, Apóstol: el que lleva la palabra,
el que trasmite un mensaje nuevo y
ese fue su mensaje!
Cuando en el puerto de Fernandina
se perdieron las naves creyó enloquecer, pero transformándose de José Martí en Orestes, que fue siempre el seudónimo de sus escritos y su seudónimo
Foto: Calixto N. Llanes
político, viajó de inmediato a la República Dominicana para buscar al general
Gómez en Montecristi, en aquella casa
donde en breves días, el 25 de marzo,
se cumplirán también 120 años de la
firma del poderoso Manifiesto llamando
a las armas al pueblo cubano, a los
españoles que nada debían de temer si
respetaban la patria que había de fundarse. Hubo discordias, no se lograba
entender qué estaba ocurriendo. Hoy
es fácil para nosotros hacerlo a través
de un teléfono, de un mensaje; entonces solamente era el telégrafo con su
lenguaje críptico el que anunciaba que
la hora había llegado.
Maceo había estado años antes en
Cuba y conocía el estado político del
país, y en este momento, vacilaba en
poder salir hacia Cuba, porque no
sabía qué estaba pasando en Estados
Unidos y el dinero que se ofrecía para
fletar una nave y llegar sanos y salvos
no aparecía.
Gómez estaba igualmente pobre en
Santo Domingo, apenas unos centavos para poder tomar esa determinación, y otros patriotas esperando en
distintos lugares, y en Cuba mucha
gente avisada en Oriente, en el Occidente, en Matanzas. De pronto el
General dio la orden: “Es necesario el
alzamiento”, y Martí no vaciló en enviar
el telegrama, que su amigo recoge en
la estación de la Western Union en la
calle Obispo, en La Habana Vieja:
“Giros agotados”, lo cual significaba
que se había agotado el tiempo. Era la
noche del 24 de febrero; el Capitán
General tenía la convicción y las informaciones de que se tramaba realmente un movimiento.
Algunos dirigentes fueron capturados en La Habana. Juan Gualberto
Gómez, comprometido con su hermano y amigo José Martí, se fue a Matanzas, a Ibarra, en busca del ingenio
Vellocino de Oro donde había nacido,
para levantarse con un grupo de compañeros y cumplir su palabra.
En Santiago, Guillermo Moncada
quiso morir cumpliendo su palabra,
enfermo de tisis, pero en el campo de
Cuba libre.
En Baire se levantaron, y en Bayate
se alzó también Bartolomé Masó, y
todo el mundo esperaba solamente la
llegada de los líderes. Allá en España
la conmoción fue grande, se había desmentido la propaganda autonomista,
se había desmentido la propaganda
anticubana de que todos eran sueños
disparatados de un profeta enloquecido. Ahora solamente faltaba el arribo.
En admirable disciplina y en presencia de los generales y oficiales que estaban en Costa Rica, juraron Antonio y
Flor aceptar las condiciones de viajar en
las que el segundo le planteaba al primero, y así salieron hasta tomar la goleta Honor y arribar el 1ro. de abril a las
costas de Cuba, en un punto del litoral
baracoano: “Soy yo, Antonio Maceo,
que he vuelto”, gritó en lo alto del camino, mientras fogoneaba con su arma a
los guerrilleros de Baracoa. El 11 de
abril, día glorioso y memorable, en Playitas de Cajobabo desembarcaban Máximo Gómez y José Martí.
Hace 20 años el Jefe de la Revolución me pidió contar esta historia. Con
profunda emoción y como se sube a
encender la llama en lo alto del cenotafio donde están los restos de los caídos, traté de cumplir mi deber. Confieso que ha sido un gran honor aquel y
este que usted, General Presidente,
hoy me ha conferido.
Pero algo más debo decir: El hecho
importante y trascendental es que
entonces concluí mis palabras clamando porque se levantaran de las tumbas
los muertos gloriosos del 10 de Octubre
y del 24 de Febrero; clamé por los mártires, por las heroínas, por las cubanas
que bordaron banderas pidiéndoles
atravesarnos en el camino de un enemigo y adversario implacable que, todo
parecía indicar, venía esta vez a cercenar de forma definitiva, jugando con los
azares de la historia, el destino de Cuba; pero no fue posible.
Hoy, 20 años después, estamos
aquí de pie, en una coyuntura diferente. Nos hemos presentado con hidalguía bajo los mismos mangos orientales, para enfrentarnos con el caballeroso adversario que ofrece al menos
detener por un tiempo la mano agresora y darnos la oportunidad de discutir lo que lógicamente será necesario
debatir bastante.
Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación, ahora más que nunca
la prenda más preciosa debe ser conservada. La fortaleza que nos ha permitido llegar hasta aquí fue aquella que vi
esa otra noche de abril en Playitas de
Cajobabo cuando, convocados por el
líder de la Revolución, llegamos a aquella
hora oscura de la noche a la orilla de la
playa. Él llevaba la bandera cubana en el
asta que le trajo uno de sus ayudantes, y
entonces, entrando en el agua a la altura
prácticamente del tobillo, se abrió de
pronto en el cielo la luna blanca y movió
la bandera de Cuba hacia el Sur, hacia el
Norte, hacia el Este y hacia el Oeste,
diciendo: ¡Aquí estamos!
Y aquí estamos hoy, ¡oh, patria amada!, ¡oh, bandera dulce, por la cual tantos lucharon! No importa que tú,
Maestro generoso, te hayas ido tan
pronto, aquel 19 de mayo, tuviste una
profunda convicción, convicción profunda: “Yo sé desaparecer, pero mis ideas
prevalecerán.”
Y esas ideas han prevalecido. Fueron
las ideas que se defendieron en el proceso histórico del Moncada. Fueron las
que conquistaron a los muchachos que
se reunían en la calle de Prado para escuchar la voz de aquel joven que había
irrumpido en la universidad como un torbellino,y de quien me dijo una de sus hermanas: un día volvió a la casa y papá ya
lo sabía: “Vienes a buscar al chiquito”. El
chiquito está aquí con nosotros, y el grande está con nosotros todavía.
¡Viva Cuba! (Ovación.)
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