LA COMUNICACIÓN EN LA RELACIÓN DE PAREJA Lic. Marlene Escobar Peraza, Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”, Cuba La incapacidad o las dificultades al comunicar es una de las quejas más corrientes que escuchan los psicólogos y especialistas dedicados a la orientación y terapia de pareja. El término comunicación proviene del latín “com” que significa estar juntos, unir o conjuntar, y “munus” se traduce por oficio u obra, por tanto, comunicación es hacer algo en común, compartir algo conjuntamente; en este caso una información. Según algunos diccionarios, comunicar significa: “Dar e intercambiar ideas y sentimientos.” Para Torroella “La comunicación, en sentido general y profundo implica la transmisión de actitudes, sentimientos (movimientos inconscientes). Es decir, se expresa y comunica a través de todas las formas de manifestación de la personalidad en cada situación social que nos encontremos. Lo que ocurre es que hay diccionarios que fijan la significación de las palabras que decimos, pero carecemos de los “diccionarios” que cubran, traduzcan o interpreten toda la gama de posibilidades expresivas y comunicativas de la personalidad”. 1 De esta cita podemos inferir que cuando una persona, hombre o mujer, se comunica con los demás de su sexo o del otro, trata de compartir informaciones, ideas, actitudes, sentimientos, y el contenido de otros procesos psicológicos (etc.). Lo esencial está dado en mantener la comunicación al unísono, de forma horizontal, dialógica, simétrica, superando toda manifestación de poder, fuerza y discriminación a través de las vías de intercambio entre quien envía el mensaje y quien lo recibe. La comunicación es, además, un proceso complejo de carácter material, espiritual y social interpersonal que posibilita el intercambio de información y de estados afectivos, la interacción y la influencia mutua en el comportamiento humano a través de su función reguladora del comportamiento. La capacidad comunicativa depende de cómo aprendemos a comunicarnos, si somos capaces de trasmitir a los demás no solo mensajes informativos y reguladores, sino también nuestros códigos emocionales que permitan compartir el uno/a con el otro/a de forma equitativa o, como suele ocurrir, 1 Torroella, G. (2002). Aprender a convivir. Ciudad de La Habana, Cuba: .Editorial Pueblo y Educación. convertirla en una vía de control de unas personas por otras, como es el caso particular del control y superioridad que ejerce el hombre sobre la mujer, condicionando la discriminación y devaluación de ésta. La relación de pareja constituye el vínculo interpersonal más complejo del ser humano, multiplicidad de factores de índole sociológico, personológicos, y especialmente educativos e interactivos, influyen en su calidad, sus particularidades, la estabilidad, solidez y satisfacción, o por el contrario, con frecuencia, en vía de conflictos, frustraciones e insatisfacción, como es el caso en que a través de la comunicación se establezcan las relaciones de poder y discriminación entre personas y grupos humanos diversos. Lamentablemente esta es la situación que suele caracterizar las relaciones de interacción y comunicación intergenéricas en el marco de la pareja y también en otras dimensiones de la vida de hombres y mujeres de todas las edades y contextos sociales. La comunicación es el vehículo que la pareja tiene de acercarse, atraerse, conocerse, amarse, dialogar, consolidar sus vínculos en una relación de paridad, o por el contrario, como suele suceder en las sociedades patriarcales androcéntricas, entrar en contradicciones y resolver los conflictos, generalmente condicionados por la necesidad aprendida por el hombre de imponerse sobre la mujer, y someterla a sus criterios y prioridades, e ignorando las de ella. Como proceso de interacción, la comunicación opera en diferentes niveles y formas de manifestaciones (verbal y no verbal, consciente e inconsciente). Es por ello que este proceso es imposible no abordarlo; cuando de estudiar la relación de pareja se trata, según W. Masters, V. Johnson, “La relación de pareja es la relación de dos personas de forma dinámica, abierta y enriquecedora, donde se transforma lo mío y lo tuyo en lo nuestro, permitiendo conservar los dos yo, donde se establecen vínculos afectivos y eróticos en una interacción física y espiritual dando lugar a un espacio de crecimiento común donde se respete la individualidad y la integridad de ambos”. 2 Podemos decir entonces que, cuando dos individuos del mismo sexo o de sexos diferentes, entran en una relación de diversos tipos y en particular de pareja, cada uno lleva consigo a la misma, su cultura, su estilo de comunicación particular, su historia personal y sus estilos de vida con experiencias distintas, que se deben mezclar para en una relación de paridad formar una unidad de intereses y objetivos comunes. Generalmente no suele ocurrir asi, cuando los hombres o las mujeres, han sido educados en un medio donde prevalecen los estereotipos sexistas, en el rol que cada uno debe desempeñar, de poder para el género masculino y de subordinación para el femenino. De ahí la importancia de que la familia esté libre de tabúes, mitos y estereotipos relacionados con la sexualidad, para que en la educación de sus hijos no se hereden estos y sean llevado en el futuro a su relación de pareja. 2 Masters W., Johnson V. y Colodni, R., (1989). La sexualidad Humana. Ciudad de La Habana, Cuba: Instituto Cubano del Libro. La comunicación en la relación de pareja es sencillamente la forma principal de aprender uno acerca del otro. Cuanto mayor sea la capacidad de comunicar y la calidad y equidad, tanto más profunda resultará la satisfacción de ambos en la relación, por lo que es necesario conocer las diferentes formas en que ésta puede manifestarse. Para Alberto Orlandini (1996)3 son muchas las maneras en que puede comunicarse una pareja; entre ellas plantea las siguientes: La comunicación auditiva: La voz humana representa el vehículo de comunicación simbólica que llamamos lenguaje, y de comunicación no simbólica o emocional que denominamos paralenguaje. El paralenguaje se expresa a través de variaciones del volumen, timbre, velocidad, inflexión y ritmo de la voz, y trasmite el efecto o la actitud emocional ante el otro(a), con palabras u otras manifestaciones. La comunicación táctil: La comunicación es muy importante e imprescindible en la relación sexual. Los gestos de amor, el erotismo, la ternura, la confianza, se ofrecen con las manos, la boca, los genitales y se reciben en toda la piel, en la boca, en el ano y los genitales externos. Las variantes de las señales táctiles son: soplar, apoyar sobre, apretar, enlazar, abrazar, sostener, sacudir, empujar, guiar, acariciar, frotar, pellizcar, arañar, rascar, palmear, besar, lamer, y mordisquear. La comunicación visual: Las señales de afecto, amor, satisfacción, respeto y paridad, provienen de las expresiones de la cara, las manos y el cuerpo. Las expresiones de la cara: El rostro es una de las partes del cuerpo más flexibles, expresivos y versátiles de nuestra anatomía. Algunos estiman que es capaz de expresar hasta 250 000 tipos de expresiones. El 75 % de las señales no verbales se trasmiten mediante la mirada y la gestualidad facial. Las señales del rostro se expresan mediante los movimientos de la ceja, los párpados, los ojos, la nariz, la boca, la mejilla y la barbilla. Los gestos del cuello añaden mas significados a la cara. La sonrisa es el signo más universal de interés, de aceptación y de invitación al galanteo y la comunicación positiva. Las expresiones de las manos: El lenguaje de las manos puede expresar, salud, llamado, solicitud, coquetería, erotismo, ternura y rechazo o violencia. Las expresiones del cuerpo: Los gestos del cuerpo sirven para la seducción, el galanteo y para expresar la medida del placer. La danza representa una de las comunicaciones eróticas más impactantes y sofisticadas. Estas formas de comunicación presentadas por el autor pueden ser una vía para que la pareja exprese lo que quiere, desea compartir, siente y alcance niveles más profundos, efectivos y equitativos en su relación, si están 3 Orlandini A., (1996). Diccionario del amor. Santiago de Cuba, Cuba: Editorial Oriente. sustentadas en la autenticidad, veracidad de los sentimientos, emociones, aceptación y respeto mutuo a sus gustos y preferencias La mayoría de las parejas que comparten equitativamente sus sentimientos y cuentan con un grado mayor de aceptación, respeto y de franqueza el uno con el otro, en igualdad de condiciones, son los que disfrutan de una relación armónica y satisfactoria. Por esa razón, para poder establecer la comunicación y el vínculo de pareja sobre bases de paridad (amar) es preciso dos cosas esenciales: tener la capacidad de ver y percibir en profundidad los valores, fortalezas y limitaciones de la otra persona, y tener la voluntad de aceptarla, comprenderla y respetarla, a su vez darse a conocer de la misma manera, dejarse ver tal y como es, tratando ambos, por igual, de establecer un vínculo de crecimiento individual y mutuo. Precisamente estas son las principales dificultades que se presentan en las relaciones amorosas, cuando la mujer es tratada por el hombre como un objeto o cuando la misma subvalora su autoestima, producto de la educación sexista que ambos han recibido a través de su vida. Al unirse dos personas de sexos diferentes o del mismo sexo en una relación de pareja se forma un espacio de convivencia, relación y comunicación en común, se unen dos personalidades, por tanto esto presupone conocer y aceptar sus diferencias, y es aquí donde se da la mayor prueba de la capacidad de ambos, en un esfuerzo común para amar, aprender y crecer en dicha relación, lo que implica un gran reto, pues requiere una buena dosis de adaptación, aceptación y comprensión por las dos partes a favor de ambos, superando toda manifestación de superioridad y supeditación, esta es la única manera en que los problemas, contradicciones y conflictos, siempre presentes de una u otra forma, puedan ayudar a fortalecer la relación en lugar de alimentar el desacuerdo y la polarización en mundos contrapuestos que germinan bajo formas de socialización sexistas del hombre y la mujer. La mayoría de las relaciones nacen con apertura y felicidad pero a menudo desembocan en hostilidad, conflictos, control y supeditación, que genera los desencuentros plagados de angustia, sufrimiento y frustraciones, en especial en la persona sometida, que en general suele ser la mujer. Esta forma de comunicación, condicionada culturalmente por la educación sexista, se convierte generalmente, si lo miramos simbólicamente, como en dos líneas paralelas destinadas a no encontrarse, o peor aún, en dos lanzas con las que hiere una persona a la otra en el contexto de una relación polarizada donde cada uno se atrinchera en su percepción particular de las cosas y se aleja, cada día mas de la vida del otro u otra. Sin embargo la relación de pareja también puede y debe ser la mayor oportunidad de cada miembro de la misma (tanto del hombre como la mujer por igual) de conocerse a fondo, de abrir la visión al punto de vista que tiene el otro(a), de compartir en un dar y recibir recíproco, que solo se logra sobre la base de vínculos y normas de convivencia basados en el amor, la reciprocidad, el respeto y la equidad. La persona que está a nuestro lado, en la relación de pareja, suele ser la que más y mejor nos conoce y la que capta mejor los diversos aspectos positivos y negativos de nuestra personalidad, que con frecuencia a nosotros mismos nos resulta difícil de ver o aceptar, e igualmente resulta a la inversa. Cuando ambos miembros de la pareja están conscientes de esto, y son capaces de propiciar en sí mismo, a la otra persona y en especial en el espacio común, “el nosotros”, una vía de desarrollo personal y del otro/a, solo así será posible construir una base sincera y sólida para el crecimiento individual y mutuo. La convivencia va dando paso poco a poco a lo que ambos pueden ofrecer y crear realmente al unísono. De esta forma lo que en sus inicios, en la etapa del enamoramiento y la pasión, tuvo un carácter mágico, va dando paso a otra realidad que permite profundizar progresivamente la relación, puesto que cada vez cada uno/a es más consciente de las dos caras de la relación que se conforma a partir de los que cada uno puede aportar en favor de ambos por igual. Esto hace posible verse tal como cada cual es realmente, y cuanto puede aportar a la relación, o como puede suceder, cuanto quitar o deteriorar dicha relación al imponerse o tratar de supeditar a la otra persona, que casi siempre suele ser la mujer, lo que da paso entonces del amor al desamor, los conflictos y, casi siempre a la discriminación y la violencia sobre ella que puede terminar con el rompimiento de la pareja con la consecuente afectación psicológica de otros de sus miembros, en especial de los hijos e hijas. Si el amor, el respeto mutuo, la reciprocidad y paridad los une y disuelve las barreras personales y sociales que los separan, las relaciones sustentadas en el poder, la discriminación y la violencia de género da lugar al desamor, el desencuentro que construye muros entre una persona y la otra. El amor pierde su razón de ser cuando en vez de deparar un reconocimiento y aceptación mutua sustentada en la equidad, se transforma en un intento de someter egoístamente al otro/a. Entonces ya no sirve para enriquecer a cada miembro de la relación sino que los encierra más en si mismo y los separa cada día mas. En cuanto se desea cambiar a una persona para que sea como uno quiera, no se le está amando de verdad, pues no se le percibe, ni escucha, y mucho menos se acepta como ella es. El amor solo es posible cuando podemos ser y expresarnos desde lo que realmente somos, de forma auténtica, pero abrirse a este nivel con otra persona a menudo suscita temor, e incluso miedo, si esa persona, generalmente el hombre, es la que tiene la autoridad y el dominio sobre la mujer, pues de alguna forma queda sometida, al controlar la parte mas sensible y vulnerable. Para algunos(as) el miedo a ser dañados(as) física y psicológicamente al destapar su corazón y abrir al otro/a sus mas caros sentimientos y deseos, puede llevar a cerrarse en las relaciones de control y sometimiento (a no comprometerse demasiado) pero la felicidad que aporta un vínculo así, será escasa o nula. Para que la relación pueda crecer en favor recíproco de cada miembro de la pareja, ha de sentirse entendido(a), respetado(a), aceptado(a) para poder actuar sin ser juzgado(a) o rechazado(a), discriminado(a). Ahora bien, esa confianza y respeto mutuo cruciales son fáciles de pedir o exigir y difíciles de dar, en especial si nos han educado desde patrones de género sexistas en una relación de disparidad donde el hombre es el sexo “fuerte”, dominante, y la mujer el sexo “débil”, dependiente, marginado. Para superar estas formas de comunicación de pareja históricamente condicionadas a través de los procesos de socialización sexistas en la familia y la sociedad. Por lo que es necesario aprender a respetar y aceptar al otro(a), saber ponerse en su lugar y evitar el enculpamiento, el predominio de nuestros criterios, de la autoridad y el control de uno, generalmente el hombre, sobre el otro(a), la mujer, al considerar como solamente son válidos nuestros criterios y actitudes, comportamientos, y se devalúan los de la otra persona, esta es la vía de perder la oportunidad de amar y ser amado, de disfrutar el placer y la armonía en una relación de paridad que enriquezca a ambos por igual sobre la base de la aceptación de las diferencias en una permanente búsqueda de la afinidad y el respeto. Para que los pequeños y grandes roces, contradicciones y conflictos no acaben matando el amor, el placer y la compenetración, es necesario y preferible, expresar con delicadeza, respeto y asertividad lo que nos irrita o desagrada. Sin embargo hay que tener en cuenta que con frecuencia es desagradable recibir críticas y por lo general se tiende a responder de forma defensiva a ellas, en especial si vienen cargadas de agresividad, autoritarismo y falta de respeto a nuestra integridad. Para que un buen comentario crítico sea bien recibido y pueda generar un cambio positivo, ya sea en el hombre o la mujer, o en la pareja del mismo sexo, cuando es una relación homosexual. Para que la comunicación fluya es muy importante que se escuchen, sopesen y respeten los argumentos de la otra persona, aun cuando se discrepe, pues solo así se podrá llegar a un entendimiento mutuo que ayude al enriquecimiento de ambos y no a luchas y divergencias permanentes. Negar o no expresar lo que molesta o afecta, por orgullo o por temores, solo conduce a acumular una tensión que seguramente explotará algún día perjudicando a ambos y en particular al la persona mas vulnerable, casi siempre la mujer. Para que la expresión de la comunicación sea constructiva, enriquecedora en ambos miembros, es crucial que exista cierto acuerdo o igualdad de condiciones a la hora de manifestar, escuchar y comprender las opiniones del otro(a). Si se hace una crítica cargada de agresividad y autoritarismo, es muy difícil que sea bien escuchada y aceptada, esta forma de discrepancia, es importante que ambos miembros de la pareja estén igualmente preparados para atender, asimilar y aceptar las críticas, siempre que se expresen de forma respetuosa, constructiva, de forma asertiva y en igualdad de condiciones, no de forma asimétrica, sobre bases de poder y supeditación sexual, como suele suceder. Si en vez de exigir, imponer un criterio o conducta, aludiendo el fallo que vemos en el otro(a) decimos: “necesito que, por favor, nosotros….”, hablamos de nuestra necesidad de ser atendidos, de recibir y dar, de compartir o intercambiar opiniones en igualdad de condiciones, evitando las relaciones de poder y supremacía del hombre sobre la mujer, seguramente entonces se obtendrá una respuesta más comprensiva, justa y equitativa que favorezca a cada uno y a la pareja. En todo caso, tanto si criticamos, imponemos o agredimos al otro(a) o se nos acusa de forma injusta o justa pero de forma autoritaria e irrespetuosa, podemos y debemos intentar imaginarnos como nos sentiríamos si estuviéramos en lugar del otro(a). Esta es una buena norma para ganar los espacios de convivencia y comunicación sustentados en la cooperación, el respeto, la equidad y la sinceridad. La cercanía y los vínculos estrechos que proporciona vivir en pareja hacen que se vea tanto el lado bueno como el menos favorable de la otra persona. La felicidad y armonía, el respeto mutuo en una relación depende de la medida en que damos y tomamos de ella en igualdad de condiciones. Cuanto más nos implicamos en dar y recibir, más comprometidos en una relación de paridad nos sentimos pero, también hay mayor sensación de plenitud, satisfacción, placer y amor. Para que una relación de pareja prospere ha de estar dentro de un orden basado en el equilibrio, la equidad y el respeto mutuo. La relación tiene que ser como una balanza que se mantiene compensada entre lo que cada uno da y recibe a la par, inclinándose temporalmente hacia un lado u otro cuando uno está mas necesitado o fuerte que su compañero(a). Cuando existe una importante desigualdad condicionada por una relación de poder y supremacía de uno sobre otro(a), generalmente del hombre sobre la mujer, se produce una dependencia, marginación, discriminación e incluso de violencia de género que afecta a ambos, y en especial, a la mujer. Se establece así una dinámica en que uno es el que suele dar y el otro, usualmente el varón, solo recibe, sin reciprocar ni estar nunca satisfecho. De esta forma se crea una relación inadecuada, disfuncional de pareja. Ambas personas se encuentran encadenadas, sobre todo las mujeres, y cada uno para compensar, trata de utilizar diferentes armas de manipulación, control o de defensa, no siempre efectivos como vía para conseguir sus fines. El vínculo amoroso, placentero, maduro y creativo requiere dos personas independientes, responsables y, a la vez, cooperativas, solidarias, respetuosas en la vida de pareja, que permite enriquece el espacio que tiene en común de crecimiento personal y mutuo. Si el amor, los afectos y las normas de convivencia son flexibles y equitativos, se conforman un amplio espacio de desarrollo para la pareja que permite compartir y aceptar no sólo puntos de coincidencias sino también las diferencias. Entonces ambos miembros de la pareja se sienten seguros, reconocidos, respetados, aceptados y cuidados por el otro(a). Una de las sensaciones mas placenteras de las relaciones amorosas es saberse importante, aceptado(a) y respetado(a) por el otro(a) y sentirse mutuamente atendidos(as). A veces se cree que el amor y el placer en las relaciones sólo deben tener una cara: la que le gusta a uno de los dos, generalmente al hombre, sin valorar las necesidades del otro(a). Sin embargo, en estos casos detenemos el proceso del amor y una satisfacción recíproca, la relación se deteriora y el amor termina muriendo. Si no dejamos entrar el desacuerdo para que promueva un cambio, el amor no logra expresarse. Las desavenencias, los conflictos de poder y dependencia entre dos personas que no ocultan, ni disimulan, y no procuran esclarecer sus contradicciones, aunque éstas sean desagradables o tensionantes, si no son destructivas, antagónicas y se enfrentan y se resuelven con respeto, se puede lograr superarlas y recobrar la armonía. Al ser expresados los conflictos de pareja de esta forma, las relaciones que se establecen no generan formas de comunicación asimétricas, no equitativas ni el desencuentro constante, por el contrario propician una dinámica que les permite no sólo un lugar de paz, sino, sobre todo, un lugar para moverse continuamente y crecer juntos. De este modo, solo sobre la base de vínculos de paridad, la pareja se proporciona la oportunidad de ir más allá de las imposiciones y limitaciones inherentes a las formas de relación condicionadas por los patrones educativos que favorecen la discriminación y violencia de la mujer, y logra que ambos tengan y recuperen el poder de la transformación y del amor, el placer y el respeto recíproco, que es el, derecho y la meta de la pareja y de cada uno de sus miembros por igual. A decir de Cristina LLagostera, (2002)4 entre las actitudes que pueden influir en la incomprensión de la pareja están las siguientes: La manipulación: Surge cuando se pretenden satisfacer las propias necesidades a través del sacrificio de las de la otra persona. Esta situación se puede realizar de formas muy diversas, pero siempre es vivida por el otro(a) como una amenaza, una forma de discriminación o una exigencia injusta, aunque sea de manera encubierta. La exigencia: La persona percibe que se le exige algo cuando se siente coaccionada a actuar como se impone, ya sea por miedo, vergüenza o por hacer que se sienta inferior o culpable. Esto suele acarrear resentimiento, desconfianza y afectar la autoestima de la persona sometida. Victimizaciòn: Cuando unos de los miembros se hace la víctima en la relación, generalmente el hombre la utiliza para conseguir lo que desea pero después continúa igual. En otras es la mujer la que acude a este recurso pero no logra lo que se propone, pues el hombre no sede por su condición machista. Culpabilizaciòn: Es la gran arma para someter a la otra persona. Si se consigue que alguien se sienta culpable por hacer algo que supuestamente no le corresponde en el rol social que se le atribuye en la dinámica de la relación de pareja, posiblemente le costará mas volverlo a hacer, o bien se le podrá fácilmente pedir algo a cambio. Los celos: Expresan la posesión, dominio e inseguridad en sí mismo y en la pareja, el creerse con derecho del control sobre la otra persona. Pero el miedo a perder la pareja a menudo acaba provocando lo que tanto se teme. 4 LLagostera, C., (2002). Aprender a convivir. En revista Cuerpo Mente. Madrid, España. Dar para recibir: Cuando se da solo como vía de recibir algo a cambio de la otra persona o para sentir que la otra persona le necesita, es también un forma de manipulación y control. El silencio: Supone una manera fría y pasivo agresiva de mostrar el enfado y de actuar y dominar al otro(a), quien suele creer que sólo cediendo su sus espacios y derechos podrá romper esta barrera. El castigo: Se amenaza, se actúa de forma violenta física o psicológica, aunque no sea siempre de forma explícita, con reprender, criticar, humillar de alguna forma al otro(a), por ejemplo no dándole lo que necesite. Estas actitudes deterioran el vínculo y la comunicación y conllevan al desencuentro, al rechazo y sólo pueden dar lugar al deterioro de la relación, e incluso, a la ruptura de la pareja. Es importante prestar atención al tipo y a la calidad del vínculo erótico y afectivo que damos y cuál recibimos o quisiéramos recibir, esto puede ayudarnos a descubrir nuestros vacíos y necesidades y los de la pareja, así como permitirnos una experiencia y una forma de relación más completa, equitativa, recíproca y equilibrada. Entre las formas más usuales de manifestar los vínculos afectivos y eróticos de pareja tenemos las siguientes: El amor por el placer: Está íntimamente ligado a la capacidad de goce. . Representa la capacidad de satisfacer los deseos eróticos compartidos y lograr el propio bienestar y el del otro(a), que supere la búsqueda solo de la auto complacencia egoísta. El amor bondadoso: Está ligado a la ternura y al cuidado del otro(a). Es el amor que se asume de forma semejante al materno o paterno, y que se expresa dando, nutriendo responsabilizándonos de lo que amamos, sin pedir nada a cambio Representa nuestra capacidad para cuidar y procurar el bienestar del otro(a). En su extremo es absorbente, dominante, exclusivo El amor valorativo: Está ligado a la capacidad de apreciar en el otro(a), la belleza, los ideales y los afectos compartidos. Se expresa valorando y admirando al otro(a), en contacto intimo solo con el propio ideal de amor y de pareja. Suele manifestarse con mucha frecuencia en la adolescencia por la tendencia de los chicos y chicas a sentir fuertes enamoramientos por una pareja idealizada, que al descubrir que no encarna el ideal esperado se rompe fácilmente. En las y los adultos puede encarnar la capacidad para valorar y agradecer el afecto y el placer que se nos brinda al dar al otro(o) en la misma medida que se recibe. En toda relación de pareja debe existir un equilibrio en las formas de manifestar y compartir los vínculos afectivos y de comunicación sobe la base de la comprensión, el respeto, la cooperación y la equidad. Vínculos que propician que el amor y la satisfacción emanada de la relación contribuya a que éste perdure, triunfe, y ambos miembros por igual se sientan felices y realizados como personas y como parte importante de la relación parental A pesar de todos los esfuerzos realizados por los diferentes medios de difusión masiva, por la escuela, la familia y la sociedad en general, sigue siendo un problema a resolver la comunicación en la pareja, pues continúan prevaleciendo modelos estereotipados patriarcales que se sustentan en las relaciones de poder del hombre y discriminación de la mujer, que afectan negativamente a ambos miembros en lo personal y en la relación de pareja como una unidad, que a su vez tiene su propia identidad, la cual debe ser respetada, por lo que es necesario continuar educando a las jóvenes generaciones para que comprendan la importancia de romper estereotipos obsoletos y buscar nuevas formas de comunicación e interacción que respondan a sus necesidades individuales y a los de su pareja, respetando las particularidades de ambos, con alternativas de vida que propicien el crecimiento mutuo y no afecten en lo individual, en la pareja, ni a aquellos que le rodean. Hay que partir del respeto a la diversidad, pues solo así contribuiremos a la felicidad de la pareja, de la familia y la sociedad en general.