Jubilaciones: una bomba de tiempo

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Agosto
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Jubilaciones:
una bomba de
tiempo
Bajo el argumento de una
“reparación” que beneficia
a una franja de los jubilados
que verán incrementados
sus haberes, el gobierno
está creando condiciones
para el empeoramiento
de la sustentabilidad del
sistema previsional. ¿La crisis
del sistema es inevitable,
o hay alternativas que ni
Cambiemos ni la mayor
parte la oposición
parecen dispuestas
a discutir?
Ilustración: Joaquín Bourdieu
Martín Mikori
Actuario.
El “Programa de Reparación Histórica a
Jubilados y Pensionados” aprobado en julio
pasado como parte de un megapaquete legislativo que incluyó el blanqueo, representa una avanzada sobre el sistema previsional.
Tomando de forma parcial y unilateral una
demanda de franjas significativas de jubilados por haberes mal liquidados, cuestión ninguneada por el kirchnerismo, la política de
Cambiemos, al no acrecentar los recursos
que financian a la ANSES, llevará a un pronto agravamiento de la precariedad de un sistema que ya tenía inconsistencias.
Este Programa establece una serie de cambios que ameritan una urgente discusión. En
especial, aquel que propone la modificación
del sistema previsional en el mediano plazo,
sin una base de un diagnóstico ni propósitos explicitados. Considerando las incertezas
del origen de los recursos para el propio Programa, es claro que vamos a una profundización del desfinanciamiento del sistema
mientras comienza a reflotar la discusión sobre una insolvencia “intrínseca” al mismo.
Se argumenta para ello un supuesto problema de extensión de la esperanza de vida y
envejecimiento poblacional, pero por lo bajo
se va gestando el camino para avanzar ofensivamente sobre una extensión de la edad jubilatoria, un incremento de la edad mínima
de aportes, una nueva reprivatización y una
suerte de constitución de “jubilados de primera” y jubilados “de segunda”.
Es curioso cómo se menciona al incremento en la esperanza de vida de las personas y el
envejecimiento poblacional como algunos de
los motivos por los que la edad jubilatoria debería correrse por no ser suficiente al día de
hoy. Sin embargo, mientras que por un lado »
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economía
el capital intenta permanentemente extender
la edad de retiro de los trabajadores activos,
por otro lado millones de trabajadores en
edad y capacidad de trabajar van engordando el ejército de reserva, al no conseguir ocupación productiva o hacerlo en los márgenes
de la precariedad. De manera que no hay un
faltante de trabajo que obligue a extender la
edad en que se decide retirar a los trabajadores (“jubilarlos”), sino que lo que existe es una
puja por el destino de la plusvalía. Esta puede seguir siendo extraída (y no “perdida” por
el capital) en tanto los trabajadores no deban
ser apartados de la esfera de la producción.
Si parte de la plusvalía generada va a parar a
manos de población que ya no produce valor
(a los adultos mayores), debe ser un monto
tal que retorne rápidamente al circuito de valorización del capital, como por ejemplo por
la vía del consumo (alimentos, alquileres y
medicamentos). Pero esencialmente, una vez
que el cuerpo del trabajador no es capaz de
ser exprimido, lo único que queda al capital
es minimizar el gasto en su manutención. Los
adultos mayores adquieren así el status de ser
una carga para el sistema.
Jubilados precarizados
En Argentina, el 10,8 % de la población tiene
más de 65 años, y la proporción llega a 12 %
si se incluye a mujeres desde 60 años (Censo Nacional de Población, 2010). Son cerca
de 6 millones los jubilados y pensionados y
1,5 millones cobran pensiones no contributivas. Hoy, existen dos problemas acuciantes:
de un lado, el muy bajo monto promedio del
haber que reciben una mayoría de jubilados
para poder cubrir los gastos necesarios de vida. De otra parte, las dificultades crecientes
para alcanzar los 30 años de aportes exigidos
por la ley menemista de 1993 y mantenidos
durante el kirchnerismo.
Casi la mitad de los jubilados tiene jubilaciones ordinarias, mientras que más del 40 % accedió a un haber por el régimen de moratoria,
lo que equivale a percibir un monto igual al
mínimo. Este hecho plantea un aspecto crítico del sistema. Actualmente, solo una pequeña proporción, estimada en un 15-20 % de los
adultos mayores en edad de jubilarse, reúnen
los 30 años de aportes requeridos para acceder a una jubilación ordinaria. Las condiciones de empleo en los últimos años estuvieron
marcadas por una fuerte inestabilidad y rotación laboral, en un contexto reciente de gran
desocupación a fines de los años ‘90 y una
masa importante de trabajo no registrado,
que fue uno de los pilares sobre el cual se
apoyó el modelo kirchnerista. De esta manera se afecta la frecuencia de aportes personales y se va alejando la posibilidad de millones
de acceder a la jubilación. El sistema, que no
tuvo nada más para ofrecer que precariedad
laboral o desempleo en sus años activos, al
momento de su retiro los condena, por sus
bajos aportes, a una jubilación de hambre.
Así, si bien hoy en día la cobertura del sistema previsional está cercana al 97 %, el 72 %
de los jubilados y pensionados cobran el haber mínimo, que en marzo llegó a $ 4.959 por
mes1, esto es, menos de un cuarto del valor
de la canasta básica2. Un algoritmo similar
se mantiene para los 1,5 millones de personas que cobran pensiones no contributivas.
Dato aún más crítico si se considera las necesidades especiales en salud, cuidados y
medicamentos que poseen los adultos mayores en relación con un individuo medio. Así,
la canasta básica del jubilado se estima en
$ 11.031 pesos3.
Para el kirchnerismo, la situación alcanzada hoy es el máximo nivel alcanzable al que
puede aspirar la clase obrera, negando cualquier posibilidad de incrementar los recursos
Gráfico Nº1: Ingresos del Sistema de Seguridad Social
17%
Aportes y contribuciones a la
Seguridad Social
52%
9%
Ingresos Impositivos
Renta de la propiedad
22%
15% Coparticipación
Fuente: Presupuesto Nacional 2016, Ministerio de Hacienda y Finanzas
que pueda significar una afectación a las ganancias capitalistas, como veremos abajo. De
esta forma, se jacta de haber incrementado el
haber mínimo en términos nominales más de
3.000 % acumulado desde el 2002 (cuando
estaba en $ 150), y señala el hecho de que este haber representa hoy casi el 82 % del salario mínimo vital y móvil, lo que hoy es apenas
superior a $ 6.000. En términos de capacidad
adquisitiva real de los jubilados, un haber de
esa magnitud es la condena a una vida de miseria, pero además, una tergiversación de su
demanda histórica del 82 % móvil. Las jubilaciones representan menos del 50 % de las
remuneraciones promedio y el haber medio,
por su parte, llega en la actualidad a un estimado promedio de $ 6.500 mensuales, no
muy alejada del mínimo. ¿Es que el sistema
no daba para más?
El macrismo, al mismo tiempo que se propone favorecer a un sector de los jubilados
que pasarán a cobrar varias veces la mínima gracias a la “reparación”, apunta a ir reduciendo la porción que sostiene a la franja
de la clase obrera más vulnerable. Una primera muestra de estas intenciones la constituye
la Pensión Universal que establece el Programa para aquellos adultos que no alcancen los
años suficientes de aportes. Esta involucra un
pago por tres años que es un 80 % del ya bajo
haber mínimo, y además avanza en dos niveles: de una parte, niega la edad jubilatoria de
60 años en las mujeres, en tanto dicha pensión se establece para adultos mayores de 65
años, tanto para mujeres como para varones.
De otra parte, elimina el derecho a las moratorias previsionales a futuro.
Los pobres sostienen a los jubilados
El defensor de la tercera edad, Eugenio Semino, manifestaba hace poco que
existe un sistema donde los pobres bancan
a los jubilados o los pobres jubilados se bancan a sí mismos a través del consumo. Disparatado, pero de esto no se habla porque sería
meterse en un tema de reformas fiscales, debatir porque sí el IVA y no otras fuentes como
la renta financiera y al juego (…)4.
En términos generales, los impuestos no son
otra cosa que una masa de plusvalía captada
por el Estado, es decir, es una masa de valor
generada por los trabajadores. No obstante,
no es indiferente sobre quién recae en primer
lugar esa captación de plusvalía, si al capital
o al trabajo.
Existen cuatro fuentes de financiamiento
principales de la seguridad social: Los aportes y contribuciones a la seguridad social, los
impuestos con afectación específica a la ANSES (IVA, Ganancias, combustibles, cigarrillos, etc.), un porcentaje de la Masa Bruta
Coparticipable, que era hasta hace poco 15 %
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pero tiene prevista una paulatina disminución, y otros ingresos entre los más importantes las rentas de la propiedad, que han ido
ganando ponderación a partir de la estatización del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS), alcanzando entre un 7-10 % de
los recursos totales.
Más de la mitad de los fondos anuales (52 %
aproximadamente) provienen de la recaudación de aportes y contribuciones de los cotizantes en relación de dependencia, esto es,
un 60 % de contribuciones patronales y un
40 % de aportes personales. Los ingresos tributarios aportan alrededor del 22 % de los recursos totales, dentro de los cuales cerca de
la mitad corresponde a impuestos al consumo (con preponderancia del IVA), mientras
que la otra mitad corresponde a Ganancias,
que además en el último tiempo ha tenido
un comportamiento descendente en su participación del 17 % al 11 % y ha recaído en
una proporción creciente de los asalariados
debido a la no actualización del mínimo no
imponible.
El Sistema en su conjunto ha sido hasta hace poco apenas superavitario y terminaría el
2016 con ligero déficit de 0,6 % del PBI. En
los próximos años, de sostenerse un esquema como el arriba descripto y aplicándose los
cambios impuestos por la Ley de Reparación
Histórica, se profundizaría el rojo contable.
Para Fundación Germán Abdala, el incremento de los haberes del 30 % de los jubilados, en
un marco de no ampliación de recursos ordinarios llevaría al déficit previsional al 2,8 %
del PBI hacia 2018, aún en el mejor de los escenarios macroeconómicos que supone una
recuperación de la economía hacia 2017, una
disminución sustancial de la informalidad laboral y bajo desempleo, una estabilización
de la inflación y del tipo de cambio5. Por su
parte, según un trabajo del Centro Cultural
de la Cooperación6, el Programa significa un
aumento del costo previsional de $ 203.000
millones entre retroactivos y flujo anual, equivalentes al 4,5 % del PBI.
¿Hacia dónde va el sistema?
Las respuestas esgrimidas por el gobierno
apuntan a “resolver” este problema básicamente en tres direcciones. De ninguna hay
datos certeros ni cálculos que demuestren la
sostenibilidad del esquema planteado.
La primera, artificialmente unida por la ley
ómnibus al Programa, es la utilización de fondos provenientes del blanqueo de capitales,
para lo cual se estableció una serie de premios a los fugadores que declaren su dinero e
inmuebles en el exterior. Según la estimación
que realizan diversos analistas, esta entrada
podría otorgar una recaudación por multas
por única vez apenas superior a $ 30.000 millones, en el mejor de los casos. Lejos siquiera de hacer frente al pago de los retroactivos
de haberes que sumarían $ 115.000 millones.
A lo que debe sumarse la paulatina disminución del 15 % de la Masa Bruta Coparticipable que significa hoy un importante aporte de
recursos del sistema y serán en poco tiempo
devueltos a las provincias.
Una segunda fuente es la venta de activos
de empresas privadas en manos del Estado,
que constituyen el 12 % del FGS. Por ley se
estableció un tope mínimo de composición
del 7 % de acciones, lo que significaría poder
liquidar cerca de $ 40.000 millones. Nuevamente, es una entrada extraordinaria de una
sola vez, que si bien aporta fondos hoy significa resignar activos que generan ingresos
futuros.
Ante la evidente insuficiencia de fondos para hacer frente a la Reparación Histórica, que
alcanzaría con suerte los $ 70.000 millones
entre estos dos rubros, no queda otra alternativa que la utilización de partidas especiales
en el Presupuesto para financiar a una ANSES deficitaria, y una posible nueva ofensiva que avance en una liquidación de todo el
FGS. Del desfinanciamiento del sistema previsional derivan las bases para la tercera vía
de “solución” que parece estar preparando el
gobierno de Cambiemos, intentando instalar
la idea de una inevitable y necesaria reforma
previsional.
Medidas urgentes de emergencia previsional
Como puede verse, la insostenibilidad latente no deriva esencialmente de un corrimiento
de la esperanza de vida. Por el contrario, sostenemos que es posible incrementar los recursos sin necesidad de recurrir, en primer lugar,
a la liquidación de los fondos de seguridad
social del FGS, y especialmente, sin avasallar
aún más las condiciones de vida de los trabajadores y jubilados.
Para ello podrían estar al alcance de la mano dos medidas inmediatas. En primer lugar,
una restitución de las contribuciones patronales al 33 %. Estas habían sido bajadas durante
el menemismo y así se mantuvieron durante
el kirchnerismo, pero además son numerosas
las exenciones que reciben las patronales en
este rubro como supuestos “incentivos” para
evitar la evasión impositiva o estimular la inversión, que rara vez tienen algún efecto más
que beneficiar al empresariado reduciendo
los costos laborales. Mediante este cambio,
que implicaría efectivamente avanzar sobre una porción de la ganancia, considerando que existen 11,5 millones de asalariados
aportantes, se podría elevar el gasto previsional en un 40 %.
En segundo lugar, la ecuación previsional
cambiaría sustantivamente si se llevara adelante un verdadero “blanqueo” del sistema,
aquél que refiere a los altísimos niveles de trabajo no registrado por el que las patronales
evaden el pago de impuestos, y que alcanzan
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el 32 % del empleo total. El combate contra
el trabajo en negro es una medida elemental
de defensa del salario y las condiciones de vida de la clase trabajadora, lo que junto con
la prohibición de despidos, además de incrementar los recursos resolvería la exclusión
creciente de trabajadores que no logran los
aportes exigidos hoy para jubilarse. La masa de aportantes se elevaría entonces al conjunto de la población económicamente activa
que se estima en 19,5 millones de trabajadores, lo que implicaría la posibilidad de ampliar el gasto previsional en otro 50 %.
Tomando estas dos medidas en simultáneo
sería posible incrementar hoy en un 165 % la
cantidad de dinero recaudado en concepto
de aportes y contribuciones, incrementando
sustancialmente los haberes de los jubilados y
pensionados y construyendo un sistema menos excluyente. No obstante, de conjunto está
planteado transformar el esquema de financiamiento en lo que hace a los recursos tributarios, que hoy recaen principalmente en el
consumo y el bolsillo de los asalariados.
En este camino, propuestas como aumentar
la edad jubilatoria no son necesarias ni responden a ninguna causa natural sino que demuestran que para el sistema capitalista la
vida de los trabajadores solo se mide según
cuánto se la puede explotar. Por el contrario, lo que se pone de manifiesto al realizar
el análisis de los recursos y gastos del sistema
previsional es que el mismo se apoya absolutamente sobre la base del trabajo asalariado y
que en su determinación se libra una disputa feroz entre las clases por el destino de la
plusvalía.
1. Estimación propia en base a datos de Ministerio
de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
2. Según el cálculo de la Junta Interna de ATE-INDEC, ningún trabajador debía cobrar en mayo menos de $ 19.163.
3. Dato calculado para abril de 2016 por la Defensoría de la Tercera Edad de CABA.
4. “A los jubilados los bancan los pobres”, La Izquierda Diario, 5/3/2016.
5. Fundación Germán Abdala, “Notas de economía Nº 2. La sostenibilidad de la seguridad social”,
Junio 2016.
6. Observatorio de Coyuntura Económica y Financiera, Centro Cultural de la Cooperación Floreal
Gorini. “Estimación del costo fiscal del ‘Programa
Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y
Pensionados’”, Documentos de Trabajo Nº 1.
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