Promover la evangelización en el país y en el extranjero

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Promover la evangelización en el país y
en el extranjero
por el padre Michael Montoya, MJ, DMin
Director ejecutivo de la Asociación Misionera Católica de
los Estados Unidos
Todo bautizado recibe de Cristo,
como los Apóstoles, el mandato
misionero: “Id por todo el mundo y
proclamad la buena nueva a toda la
creación” (Mc 16:15). (Discurso de Su
Santidad Benedicto XVI, V Conferencia
General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe,
Aparecida, Brasil [AD], no. 3,
http://www.vatican.va/holy_father/bene
dict_xvi/speeches/2007/may/documents
/hf_ben-xvi_spe_20070513_conferenceaparecida_sp.html)
Nueva evangelización es sinónimo
de misión; exige la capacidad de partir
nuevamente, de atravesar los confines,
de ampliar los horizontes. (Sínodo de
los Obispos, XIII Asamblea General
Ordinaria, La Nueva Evangelización
para la transmisión de la fe cristiana,
Lineamenta [LNE], no. 10,
http://www.vatican.va/roman_curia/syn
od/documents/rc_synod_doc_20110202_l
ineamenta-xiii-assembly_sp.html)
Vaya a cualquier parroquia, en
cualquier domingo, y pregunte a la
congregación quién entre ellos sabe de
un misionero, y sólo unos pocos
levantarán la mano. Luego, pregunte
quiénes de ellos son bautizados, y la
mayoría, si no todos, levantarán la
mano. Esta ha sido mi experiencia
durante los últimos cuatro años,
haciendo las mismas preguntas cada vez
que voy a una parroquia a predicar
acerca de la misión y la evangelización.
¡Todos nosotros, en virtud de
nuestro Bautismo, somos misioneros!
Sin embargo, rara vez se nos conoce
como misioneros. De hecho, si uno mira
los diferentes programas que tenemos
en nuestras parroquias —educación
religiosa, RICA, preparaciones
sacramentales, pastoral juvenil,
pastoral de adultos jóvenes— pocas
veces escuchamos hablar de nuestra
identidad como misioneros, a pesar del
hecho de que afirmamos que la Iglesia
por su propia naturaleza es misionera
(véase Concilio Vaticano II, Sobre la
actividad misionera de la Iglesia [Ad
Gentes] [AG], no. 2,
http://www.vatican.va/archive/hist_cou
ncils/ii_vatican_council/documents/vatii_decree_19651207_ad-gentes_sp.html).
O como el Santo Padre, el papa
Benedicto XVI, nos recuerda a través de
su discurso a los obispos de América
Latina y el Caribe, “La Iglesia tiene la
gran tarea de custodiar y alimentar la fe
del pueblo de Dios, y recordar también
a los fieles de este continente que, en
virtud de su bautismo, están llamados a
ser discípulos y misioneros de
Jesucristo” (AD, no. 3).
Tenemos que recuperar y celebrar
nuestra identidad como misioneros
para poder promover la evangelización.
Como el papa Pablo VI afirmó,
comenzando por citar a la Asamblea de
1974, “‘La tarea de la evangelización de
todos los hombres constituye la misión
esencial de la Iglesia’. Una tarea y
misión que los cambios amplios y
profundos de la sociedad actual hacen
cada vez más urgentes. Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y
vocación propia de la Iglesia, su
identidad más profunda. Ella existe para
evangelizar” (Pablo VI, exhortación
apostólica La evangelización en el
mundo contemporáneo [Evangelii
Nuntiandi] [EN], no. 14,
http://www.vatican.va/holy_father/paul
_vi/apost_exhortations/documents/hf_pvi_exh_19751208_evangeliinuntiandi_sp.html)
misma medalla: cuando el discípulo está
enamorado de Cristo, no puede dejar de
anunciar al mundo que sólo él nos salva.
En efecto, el discípulo sabe que sin
Cristo no hay luz, no hay esperanza, no
hay amor, no hay futuro” (AD, no. 3).
De la misma manera, con el fin de
evangelizar, un misionero por el
Bautismo debe tener una relación
profunda con aquel que es la Buena
Nueva. Jesús dijo: “Yo soy la vid, ustedes
los sarmientos; el que permanece en mí
y yo en él, ése da fruto abundante,
porque sin mí nada pueden hacer” (Jn
15:5). Jesús es el camino, la verdad y la
vida (Jn 14:6). Como se hace eco el papa
Benedicto XVI: “Ser discípulos y
misioneros de Jesucristo y buscar la
vida ‘en él’ supone estar profundamente
enraizados en él” (AD, no. 3). En pocas
palabras, los Lineamenta nos recuerdan:
“No se puede transmitir aquello en lo
cual no se cree y no se vive” (LNE, no.
12). No podemos dar testimonio de
Jesús y la Buena Nueva que él anuncia,
si no sabemos quién es ni qué es. El
discipulado es, después de todo,
“participación de la Vida salida de las
entrañas del Padre, es formarse para
asumir su mismo estilo de vida y sus
mismas motivaciones, correr su misma
suerte y hacerse cargo de su misión de
hacer nuevas todas las cosas” (AD, no.
131). La misión evangelizadora de la
Iglesia “no se limita a un programa o
proyecto, sino que es compartir la
experiencia del acontecimiento del
encuentro con Cristo, testimoniarlo y
anunciarlo de persona a persona, de
comunidad a comunidad, y de la Iglesia
a todos los confines del mundo” (AD, no.
145).
Enraizados en Cristo
El llamado a participar en la misión
de Dios y anunciar la Buena Nueva exige
estar enraizados en Cristo Jesús que nos
llama y nos envía: “Como el Padre me ha
enviado, así también los envío yo” (Jn
20:21). El mismo Jesús que dijo
“Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20:22)
sigue encendiendo en nuestros
corazones la pasión por la misión de
Dios. Es Jesucristo, la fuente de la Buena
Nueva, quien nos llama al discipulado y
la misión, la Buena Nueva que estamos
llamados a anunciar. “Discipulado y
misión son como las dos caras de una
2
La Iglesia es misionera por
su propia naturaleza
Este proceso de discernimiento
requiere de momentos de escucha, de
comprensión y de interpretación (véase
LNE, no. 3). Es un proceso que nos llama
al “discernimiento de los cambios que
están afectando la vida cristiana en
varios contextos culturales y sociales,
de relectura de la memoria de la fe, de
asunción de nuevas responsabilidades y
energías en vista de una proclamación
gozosa y contagiosa del Evangelio de
Jesucristo” (LNE, no. 5).
Frente a las realidades de hoy,
somos convocados como individuos, y
como comunidad eclesial, a tener “el
coraje de atreverse a transitar por
nuevos senderos” (LNE, no. 5) para
responder eficazmente a los desafíos de
la misión. Los Lineamenta son claros
con respecto a “encontrar nuevas
expresiones para ser Iglesia dentro de
los contextos sociales y culturales
actuales, en proceso de continua
mutación” (LNE, no. 9). Esto hace eco al
documento conclusivo de la V
Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe en
Aparecida (a veces llamado el
Documento de Aparecida), en que los
obispos recordaron a la Iglesia su
llamado a “repensar profundamente y
relanzar con fidelidad y audacia su
misión en las nuevas circunstancias
latinoamericanas y mundiales” (AD, no.
11). No se trata simplemente de repetir
el pasado, o de un juicio sobre sus
fracasos, sino que es propuesta “como
un medio de comunicación de energías
en vista de un nuevo fervor misionero y
evangelizador” (LNE, no. 5). Ante esta
postura sobre la misión, “el ‘business as
usual’ ya no es válido” (LNE, no. 10) en
nuestros esfuerzos de evangelización.
Por el contrario, “es tiempo que la
Iglesia llame a las propias comunidades
cristianas a una conversión pastoral, en
La misión es parte de nuestro ADN
como católicos. Es parte integral de
quiénes somos y de qué somos.
Pertenece a la esencia misma de la
Iglesia (“Preámbulo”, Testimonio
cristiano en un mundo multi-religioso,
Recomendaciones para la conducta,
Consejo Mundial de Iglesias, Pontificio
Consejo para el Diálogo Interreligioso y
Alianza Evangélica Mundial, 2011, 1).
Sin misión, no hay Iglesia. En las
palabras de nuestros obispos, “Decir
‘Iglesia’ es decir ‘misión’” (To the Ends
of the Earth: A Pastoral Statement on
World Mission, no. 16,
http://old.usccb.org/wm/earth.shtml;
versión del traductor). Esta afirmación
tiene implicaciones profundas en
cuanto a cómo promovemos la
evangelización. El mismo latido de
nuestro corazón deben ser las palabras
de san Pablo: “¡Ay de mí, si no anuncio
el Evangelio!” (1 Co 9:16).
Esta importancia de la misión y la
evangelización para la vida y el ser de la
Iglesia es lo que hace que el Sínodo
sobre la Nueva Evangelización
anunciado por el papa Benedicto XVI
sea de necesidad imperiosa. La Iglesia
Católica, en su conjunto, debe volver a
entrar en un profundo discernimiento
sobre este aspecto de su identidad. Los
Lineamenta para el sínodo son claros en
su mensaje. “El cristiano y la Iglesia o
son misioneros o no son tales” (LNE, no.
10.). Son enfáticos al proclamar, “Quien
ama la propia fe se preocupará también
de testimoniarla, de llevarla a los otros
y permitir a los otros de participar en
ella. La falta de celo misionero es
carencia de celo por la fe” (LNE, no. 10).
3
sentido misionero, de sus acciones y de
sus estructuras” (LNE, no. 10). En
medio de las realidades permanentes y
siempre cambiantes de nuestros
tiempos, el llamado a evangelizar nunca
ha sido más urgente. La misión y
evangelización debe estar presente en
cada acción, decisión y compromiso que
asumamos como Iglesia. Es la sangre
que corre por nuestras venas como
Iglesia viva.
cinco componentes de la misión y
evangelización: anuncio,
transformación social (justicia y paz),
testimonio, diálogo y
espiritualidad/oración. Al igual que
Evangelii Nuntiandi, lo que estas dos
reuniones pusieron de relieve fue el
aspecto multidimensional de la misión.
Estas reuniones reconocieron la
compleja realidad de la evangelización
(EN, nos. 17 y 24) y el hecho de que la
misión evangelizadora de la Iglesia debe
penetrar todos los estratos de la
humanidad (EN, no. 18). Esto, sin
embargo, a veces contribuye a la
confusión (y a veces incomodidad) de lo
que constituye misión y evangelización.
En varias ocasiones, he escuchado a
gente que propone sólo un componente
por encima del otro como si el uno
pudiese existir sin el otro.
La Asociación Misionera Católica de
los Estados Unidos (USCMA), la red
oficial de todos los misioneros católicos
estadounidenses que sirven en todo el
mundo, ha asumido su mandato de
promover la misión y la solidaridad
mundial en el sentido de integrar los
cinco componentes. El anuncio sin
transformación social o diálogo es
incompleto, como lo es el trabajo por la
justicia social sin espiritualidad o
testimonio. Cada componente es parte
integral del otro, y sólo cuando
integramos los cinco componentes
podemos verdaderamente apreciar el
amplio desafío de la misión y
evangelización. Cuando habla de los
diversos elementos que pueden abarcar
el complejo proceso de la
evangelización, la USCMA ha adoptado
la misma actitud expresada en Evangelii
Nuntiandi. “Estos elementos pueden
parecer contrastantes, incluso
exclusivos. En realidad son
complementarios y mutuamente
¿Qué constituye misión y
evangelización?
Alguien me preguntó una vez a qué
nos referimos cuando decimos misión y
evangelización. Di un discurso
etimológico y algunas definiciones de
especialistas en misionología, pero eso
no satisfizo. Pronto me di cuenta de que
esa persona no estaba preguntando una
definición técnica o un relato de la
evolución del significado de los
términos utilizados a lo largo de los
años. Me di cuenta de que la persona
estaba preguntando qué constituye
misión y evangelización en este día y en
esta época.
SEDOS, el centro de documentación
y estudio sobre la misión mundial con
sede en Roma establecido por las
muchas órdenes religiosas dedicadas a
la misión, celebró una reunión de
consulta de diez días en 1981 en la que
sus miembros afirmaron cuatro
dimensiones de la misión: anuncio,
diálogo, inculturación y compromiso
con la liberación de los pobres. (Para las
actas de las reuniones, véase Joseph
Lang y Mary Motte, eds., Mission and
Dialogue [Maryknoll, NY: Orbis Books,
1982].) En el año 2000, el primer
Congreso Misionero en más de veinte
años se llevó a cabo en los Estados
Unidos. En ese congreso se afirmaron
4
enriquecedores. Hay que ver siempre
cada uno de ellos integrado con los
otros” (EN, no. 24). Los obispos
expresan claramente sus directivas
sobre misión y evangelización en los
Lineamenta para el Sínodo sobre la
Nueva Evangelización. “No se trata de
anunciar una palabra sólo de consuelo,
sino que interpela, que llama a la
conversión, que hace accesible el
encuentro con Él, por el cual florece una
humanidad nueva” (LNE, no. 13 ,
citando a Benedicto XVI, Exhortación
Apostólica postsinodal, Sobre la Palabra
de Dios en la vida y en la misión de la
Iglesia [Verbum Domini], no. 93,
http://www.vatican.va/holy_father/bene
dict_xvi/apost_exhortations/documents/
hf_ben-xvi_exh_20100930_verbumdomini_sp.html). Los Lineamenta son
igualmente directos cuando abordan la
integración de testimonio, diálogo y
justicia y paz. La Iglesia debe “sostener
con convicción el esfuerzo de ver a
todos los cristianos unidos en la
manifestación al mundo de la fuerza
profética y transformadora del mensaje
evangélico. La justicia, la paz, la
convivencia entre los pueblos y la
salvaguardia de la creación son las
palabras que han signado el camino
ecuménico de estas décadas. Los
cristianos, todos unidos, las ofrecen al
mundo como lugares en los cuales es
posible hacer emerger la cuestión de
Dios en la vida de los hombres” (LNE,
no. 7) .
La integración de estos
componentes básicos de la misión y
evangelización es una parte integral y
fundamental de nuestra respuesta de fe
como personas bautizadas. No podemos
limitarnos a escoger y elegir lo que para
nosotros es conveniente o más fácil de
abordar. La misión y evangelización
debe de hecho penetrar todos los
niveles de nuestra vida como cristianos:
la cultura, el sector social, los medios de
comunicación social, la economía, la
investigación científica y tecnológica y
la vida cívica y política (véase LNE, no.
6.). Y como estos cinco componentes
están integrados, también es holístico el
resultado de nuestra evangelización.
“Los frutos de la evangelización son
unas vidas y un mundo transformados:
santidad y justicia, espiritualidad y paz”
(Vayan y Hagan Discípulos: Plan y
Estrategia Nacional para la
Evangelización Católica en los Estados
Unidos [Washington, DC: United States
Conference of Catholic Bishops (USCCB),
1993], no. 18).
¿A dónde vamos desde aquí?
En 2006, la conferencia misionera
por las bodas de plata de la USCMA
trató el tema “A corto plazo, a largo
plazo, ¿quién pone los plazos?” En el
diálogo que siguió, se afirmó que ni la
duración de la estancia ni los límites
geográficos determinan la misión. De
hecho, en la era de la globalización, ni
cruzar físicamente una frontera
geográfica ni vivir en un país diferente
por largo tiempo constituyen
necesariamente misión. La misión y la
evangelización son mucho más
complejas y multifacéticas. Más
importante aún, como el padre Robert
Schreiter, CPPS, destacó en su discurso
central “¿Quién pone los plazos de la
misión?”, ¡en última instancia los plazos
los pone Dios! “Esta no es nuestra
misión; es la misión de Dios, en la que
estamos llamados a participar” (véase
www.uscatholicmission.org/files/uscath
olicmission/files/schreiterkeynote.pdf;
versión del traductor).
En esa misma conferencia, un
misionero de África enviado a los
5
Estados Unidos comentó: “¿Cómo es que
cuando sacerdotes y hermanas van a mi
país, se llaman a sí mismos misioneros,
pero cuando nosotros vamos a los
Estados Unidos, no quieren llamarnos
misioneros sino trabajadores
pastorales?” Este comentario apunta a
otra dinámica de la actividad misionera.
La misión es tanto enviar como recibir,
es tanto en el país como en el extranjero.
“Hoy la misión se encuentra en todos
los cinco continentes... Desvincularse de
los confines geográficos, significa tener
las energías para proponer la cuestión
de Dios en todos aquellos procesos de
encuentro, mixtura y reconstrucción de
tejidos sociales, que están en acto en
cada uno de nuestros contextos locales”
(LNE , no. 6).
Tres cosas deben recordarse a partir
de las declaraciones anteriores: En
primer lugar, la misión pertenece a Dios
(Missio Dei) y estamos llamados a
participar en ella. En segundo lugar, la
geografía y la duración de la estancia no
determinan necesariamente la misión.
En tercer lugar, la misión es tanto
enviar como recibir, tanto en en el país
como en el extranjero.
como misioneros y de la misión
evangelizadora de la Iglesia? O en las
palabras de los Lineamenta, “¿Estamos
empeñados de corazón con la misión?”
(LNE, no. 10)
A medida que recorro el país
predicando sobre misión y
evangelización, muchos se sorprenden
cada vez que comparto historias acerca
de norteamericanos que han dedicado
toda su vida a la misión, algunos aquí en
los Estados Unidos y otros en el
extranjero. También los hago conocer
sobre misioneros norteamericanos que
han sido asesinados en los últimos años.
Sus comentarios van desde “No estaba
al tanto de que hay estadounidenses en
misión en el extranjero” hasta “No sabía
que tenemos misioneros en los Estados
Unidos” y “No estaba enterado de que
se siguen asesinando misioneros en esta
época y momento”. Y por supuesto
siempre escucho el comentario habitual
de que “nunca pensé en mí como
misionero”.
Tenemos muchas oportunidades
para cambiar la percepción de los
individuos y de nuestras comunidades
parroquiales con respecto a la misión y
evangelización. Una cosa es cierta:
nuestro compromiso local con la misión
(o la falta del mismo) afecta la
promoción de la evangelización tanto
en el país como en el extranjero. Como
el papa Juan Pablo II nos recuerda en su
encíclica sobre la permanente validez
del mandato misionero de la Iglesia,
existe un vínculo necesario entre ambas
cosas: “La misión ad intra es signo
creíble y estímulo para la misión ad
extra, y viceversa” (Juan Pablo II,
Encíclica Sobre la permanente validez
del mandato misionero de la Iglesia
[Redemptoris missio] [RM], no. 34,
http://www.vatican.va/holy_father/john
_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-
Entonces, ¿cómo
promovemos la misión
evangelizadora de la Iglesia
en el país y en el extranjero?
Jesús dijo: “He venido a traer fuego a
la tierra, ¡y cuánto desearía que ya
estuviera ardiendo!” (Lc 12:49). Al
mirar hacia nuestra propia respuesta
como individuos y como comunidades
de fe, ¿podemos decir verdaderamente
que nuestros corazones se están
inflamando por la misión y la
evangelización? ¿Cómo podemos
afirmar la verdad de nuestra identidad
6
ii_enc_07121990_redemptorismissio_sp.html).
¿Cómo empezamos? Tenemos que
empezar afirmando nuestra identidad
como misioneros en virtud de nuestro
Bautismo y usar eso como una lente
cuando examinamos los diferentes
aspectos de nuestra vida de fe. Para
cada programa que hacemos en la
parroquia, podemos preguntar “¿Cómo
fortalece esto la identidad misionera de
la parroquia?”, o “¿Cómo promueve esto
la misión evangelizadora de la Iglesia?”,
o “¿Cómo estoy siendo misionero?”
También podemos crear
deliberadamente oportunidades para
reflexionar realmente sobre nuestra
identidad misionera. Podemos invitar a
misioneros de nuestra comunidad local
a compartir historias sobre sus
experiencias en la misión. Podemos
organizar viajes de inmersión misionera
tanto a nivel local como internacional.
Podemos incorporar deliberadamente
la misión en nuestra predicación.
Podemos transformar el aspecto de
“aprendizaje en el servicio” de nuestro
programa de Confirmación, las clases de
catecismo o las actividades para jóvenes
y adultos jóvenes para que sean más
orientados a la misión. Podemos
construir alianzas y relaciones con
parroquias fuera de nuestra diócesis, ya
sea dentro de los Estados Unidos o en el
extranjero.
Nuestra Iglesia Católica ofrece
muchos documentos maravillosos que
nos pueden ayudar a profundizar
nuestra perspectiva misionera y
fortalecer nuestro papel como
evangelizadores. Podemos enriquecer
nuestra respuesta de fe valiéndonos de
la sabiduría y el aprendizaje contenidos
en documentos como Ad Gentes,
Evangelii Nuntiandi y Redemptoris
Missio, entre otros. También podemos
leer el Documento de Aparecida escrito
por los obispos del CELAM, que es uno
de los documentos de la Iglesia más
actuales sobre misión y evangelización.
Todos estos documentos son accesibles
ahora a través de la Internet. La USCMA
ha producido también un “Manual de
Estudio del Documento de Aparecida”,
recurso bilingüe que integra las
diferentes enseñanzas de la Iglesia
sobre la misión en un formato práctico.
Finalmente, desde luego, queremos
animar a la lectura de las Escrituras y
escuchar su mensaje con oídos de
misionero.
También animamos a familiarizarse
con los documentos producidos por
nuestros propios obispos de los Estados
Unidos, en particular Vayan y Hagan
Discípulos y Teaching the Spirit of
Mission Ad Gentes. Ambos documentos
contienen sugerencias concretas para
individuos, parroquias o diócesis, y
ambos documentos están en el sitio web
de la USCCB.
En resumidas cuentas, tenemos
muchas maneras de promover la misión
y evangelización y muchos recursos
disponibles para ayudarnos en el
proceso. Sólo estamos limitados por
nuestra propia creatividad y por
nuestra propia disposición para abrazar
realmente nuestra identidad como
misioneros.
Los Lineamenta para el sínodo sobre
la Nueva Evangelización nos han dado
los principios básicos que pueden
orientar nuestros esfuerzos. Citando la
exhortación apostólica post-sinodal del
extinto papa Juan Pablo II Sobre la
vocación y la misión de los laicos en la
Iglesia y en el mundo [Christifideles
Laici] (30 de diciembre de 1988, no. 35,
http://www.vatican.va/holy_father/john
_paul_ii/apost_exhortations/documents/
hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles7
laici_sp.html), los Lineamenta afirman:
“La Iglesia tiene que dar hoy un gran
paso adelante en su evangelización;
debe entrar en una nueva etapa
histórica de su dinamismo misionero.
En un mundo que, con la desaparición
de las distancias, se hace cada vez más
pequeño, las comunidades eclesiales
deben relacionarse entre sí [con redes,
colaboración, alianzas], intercambiarse
energías y medios [promoviendo y
construyendo solidaridad global,
alianzas e intercambio], comprometerse
a una en la única y común misión de
anunciar y de vivir el Evangelio
[testimonio comunal de una comunidad
orientada a la misión]” (LNE, no. 5).
¡Y el momento es ahora! “No podemos
desaprovechar esta hora de gracia.
¡Necesitamos un nuevo Pentecostés!
¡Necesitamos salir al encuentro de las
personas, las familias, las comunidades
y los pueblos para comunicarles y
compartir el don del encuentro con
Cristo, que ha llenado nuestras vidas de
‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y
de esperanza!” (AD, no. 548).
La verdad sea dicha, una vez que
adoptamos nuestra identidad como
misioneros, no podemos dejar de
anunciar la Buena Nueva. Como dice el
profeta Jeremías:
He llegado a decirme: “Ya no me
acordaré del Señor
ni hablaré más en su nombre”.
Pero había en mí como un fuego
ardiente,
encerrado en mis huesos;
yo me esforzaba por contenerlo
y no podía. (Jr 20:9)
“Vayan por todo el mundo y
prediquen el Evangelio a
toda creatura” (Mc 16:15)
En conclusión, preguntamos: “¿Por
qué debemos evangelizar?” Nuestra
respuesta es esta: ¡porque es el Señor
quien nos mandó anunciar la Buena
Nueva (Mc 16,15), ir y hacer discípulos
de todas las naciones (véase Mt 28:19)!
Este mandato es más urgente que nunca.
Copyright © 2012, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Reservados todos los
derechos. Se autoriza la reproducción de esta obra, sin adaptaciones, para uso no comercial.
Las citas de los documentos papales, del Concilio Vaticano II y de la XIII Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Todos los der echos
reservados.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III,
propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana,
copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos
reservados.
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