Promover la evangelización en el país y en el extranjero por el padre Michael Montoya, MJ, DMin Director ejecutivo de la Asociación Misionera Católica de los Estados Unidos Todo bautizado recibe de Cristo, como los Apóstoles, el mandato misionero: “Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación” (Mc 16:15). (Discurso de Su Santidad Benedicto XVI, V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil [AD], no. 3, http://www.vatican.va/holy_father/bene dict_xvi/speeches/2007/may/documents /hf_ben-xvi_spe_20070513_conferenceaparecida_sp.html) Nueva evangelización es sinónimo de misión; exige la capacidad de partir nuevamente, de atravesar los confines, de ampliar los horizontes. (Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, Lineamenta [LNE], no. 10, http://www.vatican.va/roman_curia/syn od/documents/rc_synod_doc_20110202_l ineamenta-xiii-assembly_sp.html) Vaya a cualquier parroquia, en cualquier domingo, y pregunte a la congregación quién entre ellos sabe de un misionero, y sólo unos pocos levantarán la mano. Luego, pregunte quiénes de ellos son bautizados, y la mayoría, si no todos, levantarán la mano. Esta ha sido mi experiencia durante los últimos cuatro años, haciendo las mismas preguntas cada vez que voy a una parroquia a predicar acerca de la misión y la evangelización. ¡Todos nosotros, en virtud de nuestro Bautismo, somos misioneros! Sin embargo, rara vez se nos conoce como misioneros. De hecho, si uno mira los diferentes programas que tenemos en nuestras parroquias —educación religiosa, RICA, preparaciones sacramentales, pastoral juvenil, pastoral de adultos jóvenes— pocas veces escuchamos hablar de nuestra identidad como misioneros, a pesar del hecho de que afirmamos que la Iglesia por su propia naturaleza es misionera (véase Concilio Vaticano II, Sobre la actividad misionera de la Iglesia [Ad Gentes] [AG], no. 2, http://www.vatican.va/archive/hist_cou ncils/ii_vatican_council/documents/vatii_decree_19651207_ad-gentes_sp.html). O como el Santo Padre, el papa Benedicto XVI, nos recuerda a través de su discurso a los obispos de América Latina y el Caribe, “La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo” (AD, no. 3). Tenemos que recuperar y celebrar nuestra identidad como misioneros para poder promover la evangelización. Como el papa Pablo VI afirmó, comenzando por citar a la Asamblea de 1974, “‘La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia’. Una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Pablo VI, exhortación apostólica La evangelización en el mundo contemporáneo [Evangelii Nuntiandi] [EN], no. 14, http://www.vatican.va/holy_father/paul _vi/apost_exhortations/documents/hf_pvi_exh_19751208_evangeliinuntiandi_sp.html) misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva. En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro” (AD, no. 3). De la misma manera, con el fin de evangelizar, un misionero por el Bautismo debe tener una relación profunda con aquel que es la Buena Nueva. Jesús dijo: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer” (Jn 15:5). Jesús es el camino, la verdad y la vida (Jn 14:6). Como se hace eco el papa Benedicto XVI: “Ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida ‘en él’ supone estar profundamente enraizados en él” (AD, no. 3). En pocas palabras, los Lineamenta nos recuerdan: “No se puede transmitir aquello en lo cual no se cree y no se vive” (LNE, no. 12). No podemos dar testimonio de Jesús y la Buena Nueva que él anuncia, si no sabemos quién es ni qué es. El discipulado es, después de todo, “participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas” (AD, no. 131). La misión evangelizadora de la Iglesia “no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo” (AD, no. 145). Enraizados en Cristo El llamado a participar en la misión de Dios y anunciar la Buena Nueva exige estar enraizados en Cristo Jesús que nos llama y nos envía: “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20:21). El mismo Jesús que dijo “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20:22) sigue encendiendo en nuestros corazones la pasión por la misión de Dios. Es Jesucristo, la fuente de la Buena Nueva, quien nos llama al discipulado y la misión, la Buena Nueva que estamos llamados a anunciar. “Discipulado y misión son como las dos caras de una 2 La Iglesia es misionera por su propia naturaleza Este proceso de discernimiento requiere de momentos de escucha, de comprensión y de interpretación (véase LNE, no. 3). Es un proceso que nos llama al “discernimiento de los cambios que están afectando la vida cristiana en varios contextos culturales y sociales, de relectura de la memoria de la fe, de asunción de nuevas responsabilidades y energías en vista de una proclamación gozosa y contagiosa del Evangelio de Jesucristo” (LNE, no. 5). Frente a las realidades de hoy, somos convocados como individuos, y como comunidad eclesial, a tener “el coraje de atreverse a transitar por nuevos senderos” (LNE, no. 5) para responder eficazmente a los desafíos de la misión. Los Lineamenta son claros con respecto a “encontrar nuevas expresiones para ser Iglesia dentro de los contextos sociales y culturales actuales, en proceso de continua mutación” (LNE, no. 9). Esto hace eco al documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida (a veces llamado el Documento de Aparecida), en que los obispos recordaron a la Iglesia su llamado a “repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales” (AD, no. 11). No se trata simplemente de repetir el pasado, o de un juicio sobre sus fracasos, sino que es propuesta “como un medio de comunicación de energías en vista de un nuevo fervor misionero y evangelizador” (LNE, no. 5). Ante esta postura sobre la misión, “el ‘business as usual’ ya no es válido” (LNE, no. 10) en nuestros esfuerzos de evangelización. Por el contrario, “es tiempo que la Iglesia llame a las propias comunidades cristianas a una conversión pastoral, en La misión es parte de nuestro ADN como católicos. Es parte integral de quiénes somos y de qué somos. Pertenece a la esencia misma de la Iglesia (“Preámbulo”, Testimonio cristiano en un mundo multi-religioso, Recomendaciones para la conducta, Consejo Mundial de Iglesias, Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y Alianza Evangélica Mundial, 2011, 1). Sin misión, no hay Iglesia. En las palabras de nuestros obispos, “Decir ‘Iglesia’ es decir ‘misión’” (To the Ends of the Earth: A Pastoral Statement on World Mission, no. 16, http://old.usccb.org/wm/earth.shtml; versión del traductor). Esta afirmación tiene implicaciones profundas en cuanto a cómo promovemos la evangelización. El mismo latido de nuestro corazón deben ser las palabras de san Pablo: “¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!” (1 Co 9:16). Esta importancia de la misión y la evangelización para la vida y el ser de la Iglesia es lo que hace que el Sínodo sobre la Nueva Evangelización anunciado por el papa Benedicto XVI sea de necesidad imperiosa. La Iglesia Católica, en su conjunto, debe volver a entrar en un profundo discernimiento sobre este aspecto de su identidad. Los Lineamenta para el sínodo son claros en su mensaje. “El cristiano y la Iglesia o son misioneros o no son tales” (LNE, no. 10.). Son enfáticos al proclamar, “Quien ama la propia fe se preocupará también de testimoniarla, de llevarla a los otros y permitir a los otros de participar en ella. La falta de celo misionero es carencia de celo por la fe” (LNE, no. 10). 3 sentido misionero, de sus acciones y de sus estructuras” (LNE, no. 10). En medio de las realidades permanentes y siempre cambiantes de nuestros tiempos, el llamado a evangelizar nunca ha sido más urgente. La misión y evangelización debe estar presente en cada acción, decisión y compromiso que asumamos como Iglesia. Es la sangre que corre por nuestras venas como Iglesia viva. cinco componentes de la misión y evangelización: anuncio, transformación social (justicia y paz), testimonio, diálogo y espiritualidad/oración. Al igual que Evangelii Nuntiandi, lo que estas dos reuniones pusieron de relieve fue el aspecto multidimensional de la misión. Estas reuniones reconocieron la compleja realidad de la evangelización (EN, nos. 17 y 24) y el hecho de que la misión evangelizadora de la Iglesia debe penetrar todos los estratos de la humanidad (EN, no. 18). Esto, sin embargo, a veces contribuye a la confusión (y a veces incomodidad) de lo que constituye misión y evangelización. En varias ocasiones, he escuchado a gente que propone sólo un componente por encima del otro como si el uno pudiese existir sin el otro. La Asociación Misionera Católica de los Estados Unidos (USCMA), la red oficial de todos los misioneros católicos estadounidenses que sirven en todo el mundo, ha asumido su mandato de promover la misión y la solidaridad mundial en el sentido de integrar los cinco componentes. El anuncio sin transformación social o diálogo es incompleto, como lo es el trabajo por la justicia social sin espiritualidad o testimonio. Cada componente es parte integral del otro, y sólo cuando integramos los cinco componentes podemos verdaderamente apreciar el amplio desafío de la misión y evangelización. Cuando habla de los diversos elementos que pueden abarcar el complejo proceso de la evangelización, la USCMA ha adoptado la misma actitud expresada en Evangelii Nuntiandi. “Estos elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En realidad son complementarios y mutuamente ¿Qué constituye misión y evangelización? Alguien me preguntó una vez a qué nos referimos cuando decimos misión y evangelización. Di un discurso etimológico y algunas definiciones de especialistas en misionología, pero eso no satisfizo. Pronto me di cuenta de que esa persona no estaba preguntando una definición técnica o un relato de la evolución del significado de los términos utilizados a lo largo de los años. Me di cuenta de que la persona estaba preguntando qué constituye misión y evangelización en este día y en esta época. SEDOS, el centro de documentación y estudio sobre la misión mundial con sede en Roma establecido por las muchas órdenes religiosas dedicadas a la misión, celebró una reunión de consulta de diez días en 1981 en la que sus miembros afirmaron cuatro dimensiones de la misión: anuncio, diálogo, inculturación y compromiso con la liberación de los pobres. (Para las actas de las reuniones, véase Joseph Lang y Mary Motte, eds., Mission and Dialogue [Maryknoll, NY: Orbis Books, 1982].) En el año 2000, el primer Congreso Misionero en más de veinte años se llevó a cabo en los Estados Unidos. En ese congreso se afirmaron 4 enriquecedores. Hay que ver siempre cada uno de ellos integrado con los otros” (EN, no. 24). Los obispos expresan claramente sus directivas sobre misión y evangelización en los Lineamenta para el Sínodo sobre la Nueva Evangelización. “No se trata de anunciar una palabra sólo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva” (LNE, no. 13 , citando a Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal, Sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia [Verbum Domini], no. 93, http://www.vatican.va/holy_father/bene dict_xvi/apost_exhortations/documents/ hf_ben-xvi_exh_20100930_verbumdomini_sp.html). Los Lineamenta son igualmente directos cuando abordan la integración de testimonio, diálogo y justicia y paz. La Iglesia debe “sostener con convicción el esfuerzo de ver a todos los cristianos unidos en la manifestación al mundo de la fuerza profética y transformadora del mensaje evangélico. La justicia, la paz, la convivencia entre los pueblos y la salvaguardia de la creación son las palabras que han signado el camino ecuménico de estas décadas. Los cristianos, todos unidos, las ofrecen al mundo como lugares en los cuales es posible hacer emerger la cuestión de Dios en la vida de los hombres” (LNE, no. 7) . La integración de estos componentes básicos de la misión y evangelización es una parte integral y fundamental de nuestra respuesta de fe como personas bautizadas. No podemos limitarnos a escoger y elegir lo que para nosotros es conveniente o más fácil de abordar. La misión y evangelización debe de hecho penetrar todos los niveles de nuestra vida como cristianos: la cultura, el sector social, los medios de comunicación social, la economía, la investigación científica y tecnológica y la vida cívica y política (véase LNE, no. 6.). Y como estos cinco componentes están integrados, también es holístico el resultado de nuestra evangelización. “Los frutos de la evangelización son unas vidas y un mundo transformados: santidad y justicia, espiritualidad y paz” (Vayan y Hagan Discípulos: Plan y Estrategia Nacional para la Evangelización Católica en los Estados Unidos [Washington, DC: United States Conference of Catholic Bishops (USCCB), 1993], no. 18). ¿A dónde vamos desde aquí? En 2006, la conferencia misionera por las bodas de plata de la USCMA trató el tema “A corto plazo, a largo plazo, ¿quién pone los plazos?” En el diálogo que siguió, se afirmó que ni la duración de la estancia ni los límites geográficos determinan la misión. De hecho, en la era de la globalización, ni cruzar físicamente una frontera geográfica ni vivir en un país diferente por largo tiempo constituyen necesariamente misión. La misión y la evangelización son mucho más complejas y multifacéticas. Más importante aún, como el padre Robert Schreiter, CPPS, destacó en su discurso central “¿Quién pone los plazos de la misión?”, ¡en última instancia los plazos los pone Dios! “Esta no es nuestra misión; es la misión de Dios, en la que estamos llamados a participar” (véase www.uscatholicmission.org/files/uscath olicmission/files/schreiterkeynote.pdf; versión del traductor). En esa misma conferencia, un misionero de África enviado a los 5 Estados Unidos comentó: “¿Cómo es que cuando sacerdotes y hermanas van a mi país, se llaman a sí mismos misioneros, pero cuando nosotros vamos a los Estados Unidos, no quieren llamarnos misioneros sino trabajadores pastorales?” Este comentario apunta a otra dinámica de la actividad misionera. La misión es tanto enviar como recibir, es tanto en el país como en el extranjero. “Hoy la misión se encuentra en todos los cinco continentes... Desvincularse de los confines geográficos, significa tener las energías para proponer la cuestión de Dios en todos aquellos procesos de encuentro, mixtura y reconstrucción de tejidos sociales, que están en acto en cada uno de nuestros contextos locales” (LNE , no. 6). Tres cosas deben recordarse a partir de las declaraciones anteriores: En primer lugar, la misión pertenece a Dios (Missio Dei) y estamos llamados a participar en ella. En segundo lugar, la geografía y la duración de la estancia no determinan necesariamente la misión. En tercer lugar, la misión es tanto enviar como recibir, tanto en en el país como en el extranjero. como misioneros y de la misión evangelizadora de la Iglesia? O en las palabras de los Lineamenta, “¿Estamos empeñados de corazón con la misión?” (LNE, no. 10) A medida que recorro el país predicando sobre misión y evangelización, muchos se sorprenden cada vez que comparto historias acerca de norteamericanos que han dedicado toda su vida a la misión, algunos aquí en los Estados Unidos y otros en el extranjero. También los hago conocer sobre misioneros norteamericanos que han sido asesinados en los últimos años. Sus comentarios van desde “No estaba al tanto de que hay estadounidenses en misión en el extranjero” hasta “No sabía que tenemos misioneros en los Estados Unidos” y “No estaba enterado de que se siguen asesinando misioneros en esta época y momento”. Y por supuesto siempre escucho el comentario habitual de que “nunca pensé en mí como misionero”. Tenemos muchas oportunidades para cambiar la percepción de los individuos y de nuestras comunidades parroquiales con respecto a la misión y evangelización. Una cosa es cierta: nuestro compromiso local con la misión (o la falta del mismo) afecta la promoción de la evangelización tanto en el país como en el extranjero. Como el papa Juan Pablo II nos recuerda en su encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero de la Iglesia, existe un vínculo necesario entre ambas cosas: “La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa” (Juan Pablo II, Encíclica Sobre la permanente validez del mandato misionero de la Iglesia [Redemptoris missio] [RM], no. 34, http://www.vatican.va/holy_father/john _paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp- Entonces, ¿cómo promovemos la misión evangelizadora de la Iglesia en el país y en el extranjero? Jesús dijo: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12:49). Al mirar hacia nuestra propia respuesta como individuos y como comunidades de fe, ¿podemos decir verdaderamente que nuestros corazones se están inflamando por la misión y la evangelización? ¿Cómo podemos afirmar la verdad de nuestra identidad 6 ii_enc_07121990_redemptorismissio_sp.html). ¿Cómo empezamos? Tenemos que empezar afirmando nuestra identidad como misioneros en virtud de nuestro Bautismo y usar eso como una lente cuando examinamos los diferentes aspectos de nuestra vida de fe. Para cada programa que hacemos en la parroquia, podemos preguntar “¿Cómo fortalece esto la identidad misionera de la parroquia?”, o “¿Cómo promueve esto la misión evangelizadora de la Iglesia?”, o “¿Cómo estoy siendo misionero?” También podemos crear deliberadamente oportunidades para reflexionar realmente sobre nuestra identidad misionera. Podemos invitar a misioneros de nuestra comunidad local a compartir historias sobre sus experiencias en la misión. Podemos organizar viajes de inmersión misionera tanto a nivel local como internacional. Podemos incorporar deliberadamente la misión en nuestra predicación. Podemos transformar el aspecto de “aprendizaje en el servicio” de nuestro programa de Confirmación, las clases de catecismo o las actividades para jóvenes y adultos jóvenes para que sean más orientados a la misión. Podemos construir alianzas y relaciones con parroquias fuera de nuestra diócesis, ya sea dentro de los Estados Unidos o en el extranjero. Nuestra Iglesia Católica ofrece muchos documentos maravillosos que nos pueden ayudar a profundizar nuestra perspectiva misionera y fortalecer nuestro papel como evangelizadores. Podemos enriquecer nuestra respuesta de fe valiéndonos de la sabiduría y el aprendizaje contenidos en documentos como Ad Gentes, Evangelii Nuntiandi y Redemptoris Missio, entre otros. También podemos leer el Documento de Aparecida escrito por los obispos del CELAM, que es uno de los documentos de la Iglesia más actuales sobre misión y evangelización. Todos estos documentos son accesibles ahora a través de la Internet. La USCMA ha producido también un “Manual de Estudio del Documento de Aparecida”, recurso bilingüe que integra las diferentes enseñanzas de la Iglesia sobre la misión en un formato práctico. Finalmente, desde luego, queremos animar a la lectura de las Escrituras y escuchar su mensaje con oídos de misionero. También animamos a familiarizarse con los documentos producidos por nuestros propios obispos de los Estados Unidos, en particular Vayan y Hagan Discípulos y Teaching the Spirit of Mission Ad Gentes. Ambos documentos contienen sugerencias concretas para individuos, parroquias o diócesis, y ambos documentos están en el sitio web de la USCCB. En resumidas cuentas, tenemos muchas maneras de promover la misión y evangelización y muchos recursos disponibles para ayudarnos en el proceso. Sólo estamos limitados por nuestra propia creatividad y por nuestra propia disposición para abrazar realmente nuestra identidad como misioneros. Los Lineamenta para el sínodo sobre la Nueva Evangelización nos han dado los principios básicos que pueden orientar nuestros esfuerzos. Citando la exhortación apostólica post-sinodal del extinto papa Juan Pablo II Sobre la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo [Christifideles Laici] (30 de diciembre de 1988, no. 35, http://www.vatican.va/holy_father/john _paul_ii/apost_exhortations/documents/ hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles7 laici_sp.html), los Lineamenta afirman: “La Iglesia tiene que dar hoy un gran paso adelante en su evangelización; debe entrar en una nueva etapa histórica de su dinamismo misionero. En un mundo que, con la desaparición de las distancias, se hace cada vez más pequeño, las comunidades eclesiales deben relacionarse entre sí [con redes, colaboración, alianzas], intercambiarse energías y medios [promoviendo y construyendo solidaridad global, alianzas e intercambio], comprometerse a una en la única y común misión de anunciar y de vivir el Evangelio [testimonio comunal de una comunidad orientada a la misión]” (LNE, no. 5). ¡Y el momento es ahora! “No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!” (AD, no. 548). La verdad sea dicha, una vez que adoptamos nuestra identidad como misioneros, no podemos dejar de anunciar la Buena Nueva. Como dice el profeta Jeremías: He llegado a decirme: “Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre”. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía. (Jr 20:9) “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16:15) En conclusión, preguntamos: “¿Por qué debemos evangelizar?” Nuestra respuesta es esta: ¡porque es el Señor quien nos mandó anunciar la Buena Nueva (Mc 16,15), ir y hacer discípulos de todas las naciones (véase Mt 28:19)! Este mandato es más urgente que nunca. Copyright © 2012, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Reservados todos los derechos. Se autoriza la reproducción de esta obra, sin adaptaciones, para uso no comercial. Las citas de los documentos papales, del Concilio Vaticano II y de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos han sido extraídas de la página Web oficial del Vaticano. Todos los der echos reservados. Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. 8