Ficha 6

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Ficha
6
Marcelino Champagnat,
padre de los maristas
L
a urna que contiene los restos de Marcelino Champagnat, en el Hermitage,
tiene dos hermosos esmaltes que dibujan su figura y su historia. En la parte
delantera de la urna se narra su vida interior impulsada por la fuerza del
Espíritu de Jesús y la cercanía de María; vida interior llena de fe, de fidelidad, de
oración y de las bellas virtudes de su corazón delicado y generoso. En la parte
trasera, se relata su escucha atenta al querer de Dios y a las necesidades de los
niños pobres y abandonados. En su figura está la imagen de un educador y de
una familia de educadores.
Provincia Ibérica
Marcelino
hombre de fe
Creo que lo que más me sorprende de Marcelino es que, a pesar
de todos los obstáculos que se le
presentaron, perseveró y siguió
adelante porque era un hombre
de fe. Dios debió tocarle muy
adentro, y él, como María, dijo
«Sí». Yo me quedo admirado de
su afabilidad y su decisión, su
lealtad, su confianza, su firmeza,
su sueño de un mundo mejor para
los jóvenes. (Australia)
Marcelino es nuestra
inspiración para
seguir a Jesús
Marcelino es nuestra inspiración
para seguir a Jesús. En él encontramos un modelo de vida
cristiana que nos conmueve, nos
seduce, nos impulsa cada día a
superarnos en el seguimiento
del único Maestro. (En torno a la
misma mesa, número 30.)
Introducción
En toda familia, las palabras y las historias de la casa y
de la vida en común modelan el ser de los hijos y quedan
como recuerdos constitutivos de su propia identidad.
Marcelino Champagnat es el padre de los maristas. Los
que hemos sido llamados a vivir su carisma encontramos
en sus palabras y en sus historias nuestro mejor ser de
hijos. En nuestra reunión de hoy traemos a la memoria
el relato de los orígenes, la casa que nos acogió y las
palabras de su corazón moribundo.
El corazón compasivo del Padre
El 28 de octubre de 1816 Marcelino subió a un caserío
lejano para atender a Juan Bautista Montagne, un joven
moribundo de 17 años. El chico no había oído hablar de
Dios y estaba tan enfermo que no se enteraba de nada.
Marcelino pasó dos horas largas con Juan Bautista. Palabras, gestos, manos que se dan calor, corazones rotos
que sufren. Toda la compasión de un joven sacerdote
que ha visto el dolor, la pobreza, el abandono de los
más débiles. Toda la pena de un pobre chico perdido
en el campo, agotado por fiebre y con la muerte en su
mismo lecho. Cuando Juan Bautista murió, después de
experimentar un rayo de luz y esperanza, Marcelino
recordó las dificultades que tuvo en su infancia para ir
a la escuela, la rudeza de unos métodos educativos llenos
de violencia. Después pensó cuántos chicos se encontrarán
a diario en la misma situación. Y no esperó más.
El dos de enero de 1817 una pequeña casa junto a la casa
parroquial en la que Marcelino hace con sus manos dos camas y una mesa de comedor, acoge a Juan María Granjon
de 23 años y a Juan Bautista Audras de 14 años y medio.
Es el principio de los maristas. Luego vendrán otros jóvenes
o casi niños. Y todo se acelerará.
La casa de los hijos
El 2 de enero de 1817 Marcelino Champagnat fundó los
maristas. En 1822 había más de veinte por lo que tuvieron que acondicionar la primitiva casa, ampliarla y vivir
en ella de forma muy incómoda. Por eso, Marcelino en
1824 adquirió unos terrenos en el valle del Hermitage y
construyó una nueva a la que en mayo de 1825 fueron
a vivir 20 hermanos y diez jóvenes aspirantes.
En la vida marista, la casa y la obra del Hermitage, fueron
muy importantes porque supusieron la consolidación de
la institución y su proyección al futuro.
El lugar, antes de 1824, era una pequeña aldea de tres
o cuatro casitas sobre la margen izquierda del torrente
de montaña o río Gier. El padre Champagnat se fijó en
él, compró terreno sobre la margen derecha e inició
en 1824 la construcción de la que se llamó Nuestra
Señora del Hermitage.
A primeros de mayo de 1824 se bendecía la primera
piedra y el 15 de agosto de 1825 se celebraba su feliz terminación.
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En la casa del Hermitage trabajaron el fundador y los hermanos, convertidos en albañiles, a las órdenes de los peritos de
la construcción contratados por el P. Champagnat. El padre y
los hermanos realizaban los trabajos de nivelación, el acarreo
de materiales, la preparación de la argamasa, etc...
El fundador, nos cuenta el hermano Silvestre (Félix Tamet)
en sus Memorias, se reservaba siempre los trabajos más
duros; entre dos le cargaban a la espalda las pesadas piedras que él acarreaba.
Aquí residió el fundador marista hasta su muerte, formando
a los primeros hermanos y dirigiendo desde aquí las escuelas que poco a poco iban aumentando.
A la casa del Hermitage acudían los hermanos en las vacaciones para compartir sus aciertos y para proponer mejoras
de cara al nuevo curso además de servirles como centro de
descanso y de animación religiosa. En las crónicas de los
orígenes maristas hay muchos relatos de este significativo
lugar: conflictos con las autoridades civiles, problemas
internos, situaciones difíciles por carencia de recursos…
La casa incluso llegó a copiar el esquema de los conventos de la época con sus hortelanos, sus sastres, con los
formadores de los jóvenes aspirantes y las dependencias
propias de quien tenía que atender y gobernar…
También hoy, el Hermitage es el recuerdo vivo del Padre,
de Marcelino Champagnat.
Las últimas palabras del Padre
Os encarezco muy queridos hermanos, con todo el cariño de mi alma y por el que
vosotros me profesáis, que os comportéis de tal modo que la caridad reine siempre
entre vosotros. Amaos unos a otros como Cristo os ha amado. No haya entre vosotros
sino un solo corazón y un mismo espíritu. ¡Ojalá se pueda afirmar de los hermanos
de María lo que se decía de los primeros cristianos: «Mirad cómo se aman…»! Es el
deseo más vivo de mi corazón en estos últimos instantes de mi vida. Sí, queridos
hermanos míos, escuchad las últimas palabras de vuestro Padre, que son las de
nuestro amadísimo Salvador: «Amaos unos a otros».
Constituyan siempre la humildad y sencillez el carácter distintivo de los hermanos
de María. Una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre os anime en todo tiempo y circunstancia. Hacedla amar por doquiera cuanto os sea posible. Es la primera
Superiora de la Sociedad.
¡Qué consolador resulta, cuando se va a comparecer delante de Dios, recordar que
se ha vivido bajo el amparo de María y en su Sociedad! Dígnese esta buena Madre
conservaros, multiplicaros y santificaros. Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo,
el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros. (Fragmentos del Testamento Espiritual de Marcelino Champagnat, leído por el mismo Padre
el 18 de mayo de 1840 en la casa de El Hermitage.)
Para compartir
* Subrayo lo que me resulta más evocador de estos textos y contemplo las
vidrieras de G. Hansen en la capilla del Hermitage.
* ¿Qué aportan estos relatos a mi identidad como marista? ¿Puedo de verdad sentir y evocar a Marcelino como padre?
* ¿Como puede vivir hoy nuestra familia marista estas historias de los orígenes? Señalamos tres insistencias que nos parecen importantes.
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Somos Champagnat
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«YO SOY CHAMPAGNAT.» Esto puede resultar gracioso
en la boca de un chaval. Pero para nosotros, maristas,
expresa una verdad profunda. Cada uno de nosotros es
Champagnat, y nos esforzamos por dar a los jóvenes lo
que el mismo Champagnat les daba: respeto, estímulo,
amor, verdad cristiana, educación en todos sus aspectos
y solicitud para con todos. En otras palabras, tratamos de
ser HERMANOS para ellos.
Permítanme que les recuerde lo que hace poco escribía en
FMS-MENSAJE de enero de 1989:
Somos Champagnat para los jóvenes necesitados, para los que buscan nuevos
valores, para los que buscan testigos auténticos del cristianismo.
Somos Champagnat para los jóvenes que necesitan hermanos, para quienes
necesitan de alguien que los escuche, los anime y los ame.
Somos Champagnat para los pobres, para los más desatendidos, para los marginados; somos hermanos de los más necesitados.
Somos Champagnat para nuestros propios hermanos, mediante nuestra entrega,
aliento, apoyo, oración y cariño.
Somos Champagnat para una Iglesia que se esfuerza por servir a la humanidad.
Somos seguidores de Champagnat en su gran amor a la Iglesia, pueblo peregrino
y cuerpo de Cristo.
Somos Champagnat para quienes no conocen a María, para quienes no entienden
el amor que ella les tiene ni reconocen su presencia.
(Fragmento de la circular «El fundador interpela a sus hermanos», del H. Ch. Howard)
Momento de silencio y de oración compartida
• Podemos escuchar la canción «Testamento espiritual» y sentir, en silencio, su
eco en nuestro corazón.
• Ser Marcelino hoy es ser hijos de quien nos envió al mundo para estar cerca de
los jóvenes, especialmente de los más desatendidos. La vidriera de la capilla del
Hermitage de esta página coloca a los maristas entre
los cuatro evangelistas para ser un evangelio vivo en el
mundo. (Aunque la vidriera sólo dibuja hermanos, es
claro que ahí estamos todos los maristas.)
• Presentamos al Señor nuestras peticiones por la familia
marista y por sus proyectos y obras, por los niños y los
jóvenes, por su ilusión de un mundo más justo...
• Terminamos esta oración compartida rezando el padre
nuestro.
Oración final
Padre santo, que por medio de tu hijo Jesús nos has
enseñado que el amor es nuestro único mandamiento y
que nos has dado a san Marcelino como ejemplo admirable del modo de vivirlo sobre todo en el campo de la
educación de los niños y de los jóvenes, te rogamos, que
también nosotros, mirándole a él, amemos a los hermanos de corazón, nos desvelemos por estar cerca de la
juventud en su camino hacia ti y conduzcamos el mundo
al conocimiento de la buena noticia que es tu Hijo Jesús,
que contigo y con el Espíritu Santo vive y acompaña a
nuestra humanidad hasta el fin de los tiempos. Amén
Comisión del laicado marista
E-mail: [email protected]
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