Capital Humano y Crecimiento Económico en los Economistas

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Boletín de Lecturas Sociales y Económicas • UCA • FCSE • Año 2 • N° 4
Capital Humano y
Crecimiento Económico en los
Economistas Clásicos
por Javier Villanueva
1. INTRODUCCIÓN
Las
explicaciones
acerca de cómo actúan e
interactúan
los
factores
humanos, por un lado, y los de
naturaleza en general, por el
otro,
en
el
desarrollo
económico, constituyeron el
foco de las preocupaciones de
los
economistas
clásicos.
Aunque, en economía, es
prácticamente
imposible
encontrar contribuciones que
no reconozcan la existencia de
algún antecedente importante,
es generalmente aceptado que
Turgot fue el que primero y más
claramente expuso las características y los límites de las
contribuciones del Hombre y la Naturaleza al progreso
material de la Humanidad.
Este autor francés, de fines de siglo XVIII,
demostrando sus acotadas afinidades con los fisiócratas,
señalaba a la tierra como el factor primario de toda
producción económica. Pero, también señalaba que existían
limitaciones en los poderes de aquella, la que se encontraba
sujeta a las restricciones que le imponía la ley de los
rendimientos decrecientes. Restricciones que podían ser
paliadas, temporalmente, por la tecnología, pero que en
última instancia terminaban por imponerse. Por otro lado,
el mismo pensador, en sus años jóvenes, imaginaba al
hombre como una fuente inagotable de conocimiento. El
mismo se acumulaba, como el capital, y permitía abrirle
caminos al progreso.
Natura, al ser sometida a la explotación
económica, marchaba ineluctablemente hacia el muro de
los límites de la productividad.
El hombre podía avanzar
siempre hacia un horizonte de
infinitas posibilidades. Ambas
ideas de Turgot, de signo
opuesto, (rendimientos decrecientes en la tierra y
crecientes en el conocimiento) y
su intcrrclación formaban la
plataforma sobre la que se
construirían las reflexiones y
las
abstracciones
de
los
clásicos.
Smith,
Malthus,
Ricardo,
Say,
McCulloch,
Torrens, etc., todos ellos
preocupados
por
poder
escaparle a las presiones y
conflictos del "estado estacionario", procuraban establecer las dimensiones del poder
de las fuerzas mencionadas, ocultas siempre detrás del
cotidiano ajetreo económico, político y social. Dentro de
este contexto, en las próximas páginas trataremos de
presentar algunas de las contribuciones más importantes
del pensamiento clásico en lo relacionado con el "capital
humano", el avance del conocimiento del hombre y sus
posibles efectos sobre el crecimiento económico.
II. LAS LEYES DE TURGOT
Siendo todavía un hombre muy joven (tenía 22
años), Turgot, Baron de L' Aulne, seminarista de Saint
Sulpice, bachiller en teología y prior de la Sorbonne,
pronunció dos discursos I') en esta última institución. Estos
discursos se convirtieron en uno de los dos pilares de la
discusión Hombre - Natura a que hicimos mención más
arriba. Los puntos principales de sus reflexiones pueden
resumirse como sigue:
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a) La historia universal es testigo del progreso constante,
aunque lento, del género humano, del "poder del hombre
sobre la naturaleza". La naturaleza, entiende este autor, se
encuentra sometida a leyes constantes.
Es, esencialmente, la misma a través de los siglos. En
cambio, en cl hombre se abren permanentes posibilidades
de transformación. Las diferencias en el ritmo y en el nivel
de progreso de las naciones están determinadas así, por las
variaciones que existen en el grado de conocimiento que ha
alcanzado el hombre en cada una de ellas. En el hombre, "la
razón, las pasiones, la libertad, producen sin cesar nuevos
sucesos". Los avances intelectuales son, además,
acumulativos. El que más sabe, más puede saber. Debido a
que "existe una dependencia mutua de todas las verdades
entre sí, la que al encadenadas entre ellas, las aclara a las
unas por las otras... si cada día se agrega algo más a la
inmensidad de las ciencias, cada día hace a éstas más fáciles
... (así) los métodos se multiplican con los descubrimientos"
(Segundo Discurso). En otras palabras, la concepción
turgotiana conducía a plantear la posibilidad de que
existieran algo así como rendimientos crecientes, sin límites,
a las actividades ligadas al conocimiento. ("Les progrés
aménent d'autres progrés"). En última instancia, entonces,
la desigualdad en el progreso entre las naciones se debía
esencialmente a diferencias en el progreso del conocimiento
("Le peuple qui cut le premier un peu plus de lumiére devint
promptemet supérieur a ses voisins; chaque progrés donnait
plus de facilité pour un autre ... Ainsi la marche d'unc nation
s'accelcrait de jour en jour').(='
Años más tarde, lejos ya del priorato e inmerso entonces en
sus actividades administrativas ligadas con el Estado y en
su participación parcial en la escuela fisiocrática, Turgot
planteaba el segundo de los dos grandes temas subyacentes a
las preocupaciones de los economistas clásicos:
b) Por un lado, señalaba que el recurso tierra era el
genuino generador de la riqueza. Los clásicos británicos,
ciertamente rechazaron, después esta afirmación y la
reemplazaban por la idea de que lo único que podía originar
la abundancia era el esfuerzo del hombre. En cambio,
adoptaron la otra proposición del pensador francés respecto
de las características que definían al factor tierra. Es decir, la
que afirma que la misma estaba sometida a las leyes de los
rendimientos decrecientes. Toda la tierra no era de la misma
fertilidad y, por lo tanto, se presentaban diferencias de
productividad entre las distintas unidades. Como siempre
se ocupan primero las tierras mejores y posteriormente las
de fertilidad inferior, la producción de bienes con
intervención de Natura avanza siempre en dirección a los
límites que le plantean las tierras marginales.
III. EL PENSAMIENTO DE ADAM SMITH
El gran pensador inglés, Adam Smith, que había
pasado algunos años en Francia, donde había tenido
oportunidad de conocer a Turgot y de participar en las
reuniones del Dr. Qucsnay, sin rechazar por completo las
doctrinas fisiocráticas, fue definiendo sin embargo sus
propios puntos de vista. Por lo pronto, rechazaba la idea de
que la única fuente de excedente fuera la tierra. Escribiendo,
como lo hacía, en el umbral de la primera revolución
industrial, Smith captaba las ventajas que pudieran provenir
de las actividades manufactureras. Esencialmente, el cambio
de énfasis respecto de los fisiócratas se relacionaba con el
hecho de que la producción manufacturera se apoyaba en
los esfuerzos del hombre, el que a su vez, podía ir
cambiando, mejorando, avanzando en el conocitiento.
Aunque, y acá aparece una contribución de fondo
en el esquema analítico smithiano, el mejoramiento infinito
de la capacidad del hombre estaba conectado con la
especialización y ésta con la división del trabajo. ("El
mayor adelanto en los poderes producidos del hombre, y la
mayor parte de la destreza, el conocimiento, la pericia y el
buen juicio ... parecen haber sido el resultado de la división
del trabajo"). (4'
En resumen, las ideas de A. Smith sobre el terna
pueden expresarse como sigue:
a) La especialización resultante de la división del
trabajo permitía elevar persistentemente la productividad
de la mano de obra, ya que, mejoraba las aptitudes del
trabajador ( " l e v n i n g by doing"), simplificaba las
operaciones y daba posibilidad para que se introdujeran
nuevas operaciones, nuevas máquinas, nuevas técnicas, etc.
Es decir, por la vía de la especialización en el trabajo
(físico o intelectual) se introducían, en pleno proceso
productivo, las posibilidades del proceso que imaginara
Turgot.
b) La especialización y sus consecuencias eran de
mayor aplicabilidad y de mayor efecto en las actividades
manufactureras que en las agrícolas. Este último tipo de
producción, a la larga, debía siempre enfrentar los límites
que ya hemos señalado.
e) La división del trabajo, y por lo tanto la
especialización, dependían en buena medida de la extensión
de los mercados (internos e internacionales). Los países
que tienen inicialmente un mercado más amplio, disponen
de una más temprana y más amplia división del trabajo.
Así los que empiezan primero, avanzan más.
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d) Adam Smith, era reconocidamente un
optimista. En sus concepciones el progreso era viable ya
que los poderes de avance del hombre (conocimiento educación) podían sobreponerse a los límites que pudiera
implantar la Naturaleza. Decía así, "El estado progresista
es, en rcalidad,el estado más feliz y alegre para todos los
órdenes de la sociedad. El estado estacionario es opaco y el
regresivo melancólico."'"
I V . L A E S C U E L A " S M I TH I A N A "
El pensamiento "smithiano" y sus reflejos
"turgotianos" constituyeron el corazón de la escuela de
economía política de la primera mitad del siglo XIX,
especialmente en Gran Bretaña. A veces con rechazos
parciales, otras con la inclusión de aportes propios, o con
reflexiones adicionales, los diferentes pensadores de la
época se apoyaban en los temas previamente mencionados
y en las inspiraciones que brindara The Wealth of Nations.
James Mill (6) señalaba, con entusiasmo, "los
efectos de la división del trabajo son sorprendentes, casi
milagrosos"; Senior ( 7 ) entendía que las invenciones y
adelantos técnicos resultaban, por cierto, de la división del
trabajo. Pero, a su vez, ésta era estimulada por las
invenciones y descubrimientos. Cada "gran invento
mecánico era seguido de un incremento en la división del
trabajo " y a la inversa. El trabajo en la industria
manufacturera permitía que las máquinas pudieran ser
objeto de "ilimitado mejoramiento". Me Culoch ( x ' confiaba,
como Turgot, en que el "género humano... conducido por
la razón ... era susceptible de ilimitados adelantos".
Hodgskin ""'sostenía una posición parecida a la de Senior y
remarcaba que el progreso en el conocimiento conducía a
la división de trabajo y que ésta, a su vez, estimulaba el
desarrollo del conocimiento. En este autor, el conocimiento
acumulado era equiparable al poder y permitía el avance
de las naciones. Say "", también absorbido por el
entusiasmo del conocimiento técnico e industrial de la época
señalaba que "si la naturaleza ha privado a los hombres de
medios para actuar directamente sobre lo físico, ella en
cambio le ha dado la inteligencia que lo puede Iodo ... es
la inteligencia la que le proporciona al hombre ayudas que,
aunque artificiales, son poderosas y le sugieren los medios
para modelar a su voluntad los seres de la naturaleza y para
cambiar, para decirlo de alguna manera, la fisonomía del
globo que habita". Finalmente, John Stuart Mill que
recogiera en su obra toda la sabiduría que tratara de
sembrar la escuela de economía política del siglo XIX,
insistía en que "todavía" no se habían entendido y
reconocido ... el valor económico de la difusión de la
inteligencia entre la gente ... la productividad del trabajo
se encuentra limitada por los conocimientos de las artes de
la vida que se pudieran tener ... cualquier progreso en
aquellas artes, cualquier mejora en los poderes sobre la
naturaleza ... permiten que la misma cantidad e intensidad
del trabajo de por resultado una elevación en la producción".
El incremento del conocimiento era una de las condiciones
del incremento de la productividad.
Algunos autores de la época, entre ellos Ricardo"",
se preguntaban cuáles podrían ser los motivos que pudieran
conducir al hombre a la búsqueda permanente de nuevos
conocimientos y a a su transformación posterior en nuevas
máquinas o métodos de producción.
La respuesta, en general, tendía a hacer referencia
a los límites que imponía la tierra para abastecer de
alimentos a la población. Presionado por la necesidad, así
generada, el hombre iba buscando nuevas vías de escape a
lo inevitable. A consecuencia che ello, incrementaba su
conocimiento, aguzaba su imaginación y diseñaba nuevas
máquinas y técnicas que le proporcionarán el auxilio
necesario. Así, para muchos analistas de la época el avance
del conocimiento no sólo provenía de la especialización
como quería A. Smith, sino que también de las tensiones
del abastecimiento. McCulloch, por ejemplo, decía "El
progreso continuado de la industria y de las artes queda
asegurado por un doble principio. El hombre no sólo está
ansioso por avanzar, sino que además no se atreve, sin
peligro de dañarse a sí mismo, a permanecer inmóvil" (The
Principies).
V . "E L P R O G R E S O "
E S TA C I O N A R I O "
Y
EL
"E S TA D O
El tema más agudamente controvertido entre los
economistas clásicos giraba alrededor de las posibilidades
de establecer en qué condiciones triunfaban las limitaciones
de Natura (estado "regresivo" o "estacionario") y en qué
circunstancias se sobreponían las virtudes del conocimiento
del Hombre ("estado progresivo"). ¿El problema era
realmente planteado por la naturaleza (Malthus), ose trataba
de que las dificultades se originaban finalmente en los
problemas institucionales, políticos y sociales de los países?
((iodwin " N'). La literatura económica de esos años da
evidencias cla r as de la profundidad de la preocupaciones
existentes sobre estos tópicos. Es que, de lo que se trataba
era de encontrar las rutas posibles para la concreción del
crecimiento económico deseado. Torrens "s " M a l t h u s ' n
Ricardo ('", West (' y' fueron, tal vez, los que mayores huellas
dejaron de su paso en este debate, en los primeros tramos
del siglo XIX. Pero, la lista de participantes en el mismo
puede extenderse con largueza.
La argumentación central, frecuentemente
compartida, conducía las más de las veces a soluciones
alternativas. La líneas principales del esquema básico de
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los clásicos eran las siguientes: las economías tienden a
expandirse en la medida en que los recursos naturales fueran
abundantes en relación con la población que dependía de
ellos. El capital, en estas condiciones, era atraído por las
oportunidades de inversión en los recursos aún no
plenamente explotados. La fuerza del trabajo se expandía
entonces en respuesta a la demanda del mismo a que diera
oportunidad la creciente acumulación de capital. Pero, dado
que los recursos naturales se encontraban fijos en cantidad y
eran de calidades distintas, los precios de los alimentos
tendían a ascender. Al expandirse la población (la fuerza
del trabajo), los salarios se elevaban haciendo descender la
tasa de beneficios. Al caer éstos, la demanda de mano de
obra declinaba y descendía la inversión. Con inversión nula y
el descenso obligado de la población se llegaba al "estado
estacionario".
A. Smith, y los "smithianos", confiaban en que el
incremento del conocimiento, el avance tecnológico, y la
introducción de maquinarias permitiría e l e v a r la
productividad y contrarrestar los efectos negativos de los
límites implantados por la Naturaleza. Para Malthus, la
solución se encontraba en la posibilidad de lograr que la
razón se impusiera y condujera, por abstinencia, a reducir
las presiones demográficas. En Ricardo, la salida había que
buscarla por el comercio internacional. Es decir, un
intercambio que permitiera obtener alimentos baratos y que,
al mismo tiempo, condujera a ampliar los mercados para las
manufacturas, facilitando con ello la obtención de los
beneficios de la especialización y de la división del trabajo, a
que nos hemos referido más arriba. Torrens, tal vez el más
claro y expresivo de los economistas referidos, mantenía
una posición similar a la de Ricardo, pero añadía a la misma
la posibilidad de favorecer la emigración hacia zonas de
colonización, especialmente áreas con abundantes recursos
naturales. (21) También imaginaba la posibilidad de
e s t a b l e c e r a l g u n a s formas de unión aduanera
("zollverein") con los nuevos territorios incorporados al
sistema.
V. CONCLUSIONES
Como se ha visto, en los clásicos, la marcha del
desarrollo dependía de los resultados del enfrentamiento entre
dos fuerzas poderosas. Para algunos, el balance finalmente
se inclinaba hacia el lado de los rendimientos decrecientes
enraizados en la misma definición de una naturaleza muda,
estática, inalterable. Para otros, el triunfo final correspondía
a los rendimientos crecientes que resultaban de las
capacidades de cambio, de las posibilidades, de acumular
conocimiento que caracterizaban al hombre. tD Sin duda,
Turgot había logrado establecer las reglas básicas del juego
intelectual de los economistas clásicos.
NOTAS
(1) TURGOT: Primer discurso (1750); "Sur les avantages que
1'etabli.s.seutent du christianisnte a procuré au genre humain" ;
Segundo Discurso (1750); "Sur les progrés successifv ele 1'esprit
humain ".
(2) Plan du Second Discours.
internacional en Turgot y los "economistas" franceses del siglo XVIII"1.T. Di Tclla, 1984)
(4) ADAM SMITH: An Jnquirv q uo the Nature and Causes of rhe
Wealth of Nations; London, 1776.
Elemetus q¡Political Econonnv ,
(12) JO! IN STUART MILL: Principies ofPolitical Economy;
London, 1848.
(14) J.
R. MCCULLOCH:
opus cit.
(15) ROBERT TORRENS: An Essay on the Production of
Wealth, London, 1821.
(16) D.
RICARDO:
opus cit.
(17) THOMAS R. MALTHUS: An Essay on the Principie of
Populatiou or a Viety of its Pa.rt and Present Effects on Human
Happiness; London, 1817.
(5) Ideen, Cap. ViIi.
JAMES MILL:
SAY: Coucs Complet d'Economie Politique,
(13) 1)AV I I ) RICARDO: On the Princ ipies of Political Economy and
Taxation, London, 1821.
(3) TURGOT: Réflexions sur la formation et la distribution des
richesses, París, 1766 (Ver, sobre el tema, J. Villanueva: "El comercio
(6)
( I I) JEAN BAI'TISTE
París, 1930.
London,
1826.
(7) NASSAU W. SENIOR: An outline of the Science of Political
Economy, London, 1825.
(18) WILLIAM GODWIN: An lnquiry Concerning Political
Justice and its Influence on General Virtue and Happiness, London,
1793.
(8) J. RAKMASAY MCCULLOCH: The Principies of Political
Economy, London, 1825.
(19) EDWARD WEST: Essay on the Application of Capital to Latid,
London, 1815.
(9) ídem.
(20) ROBERT TORRENS: Colonization of South Australia,
London, 1835.
(10) THOMAS
London, 1827.
HODGSKIN:
Popular Political Economy,
51
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