PONER LA PELOTA EN EL CENTRO

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PONER LA PELOTA EN EL CENTRO.
DIEZ TESIS Y MODESTAS PROPUESTAS
PARA UN GOBIERNO*
Massimo Pavarini**
** Profesor e Investigador de la Universidad de Bologna. Italia.
RESUMEN
El autor presenta y argumenta diez tesis fundamentales que deben ser
comprendidas, para el manejo de la seguridad en materia de criminalidad, y
centrando además, aquello qué no debe hacerse en la materia. Así, concluye
que la seguridad es un problema del cual “hay que hacerse cargo”, sin querer
decir que se pueda “resolver”.
Palabras clave: Seguridad, gobierno, gobierno de la seguridad, estado social,
orden, nuevo orden, desorden.
PUT THE BALL IN THE CENTER: TEN THESES
AND MODEST PROPOSALS FOR GOVERNMENT
AUGUSTO SANCHEZ SANDOVAL
ABSTRACT
The author presents and defends ten fundamental theses that should be
understood in order to handle the theme of security in elation to criminality, and
also centers on what they should not do in relation to this topic. Also the article
concludes that security is a problem in which something must be done, without
the expectation that it will be solved.
Key words: Security, government, the administration of security, social state,
order, new order, disorder.
Recibido: 03-07-2006 . Aceptado: 13-07-2006
en los últimos diez años me he ocupado profesionalmente y también
políticamente, del tema de la seguridad criminal. En este empeño profesional
he dedicado muchas energías y he obtenido pocas satisfacciones. Pero no es
trágico, era consciente desde el principio de que había que correr riesgos. Sin
embargo es difícil escapar a la desilusión. Las pocas satisfacciones nacen del
punto de vista profesional en el cual me he movido, esto es en el científico. He
llegado progresivamente a la conclusión, que este punto de vista profesional
tiene perspectivas muy cortas. Demasiado Cortas.
Como profesional de la seguridad, creo estar en posibilidades de conducir con
cierta pericia, la Pelota llamada “seguridad” a través del amplio campo de las
ciencias sociales: Seguridad y crisis del Estado social; representaciones
sociales y pánico respecto de la seguridad; riesgo victimológico y protagonismo
político de las victimas; democracia de opinión y gobierno local de la seguridad.
En verdad: ejercicios de moda.
La sustancia de la cuestión seguridad huye de las habilidades del técnico. La
pelota se coloca al centro y el juego se deja a los profesionistas de la política.
Es probable que éstos tengan poquísima habilidad en el juego y por eso se
espera un mal partido. Como Técnico puedo indicar algunos esquemas y
algunos trucos para buscar la sobrevivencia de las fuerzas progresistas. Pero
hay que tener paciencia y esperar que nuestros jugadores aprendan en el
campo. Pero esto no quiere decir que aprendan, o que aprendan en el tiempo
útil. Las ocasiones perdidas han sido ya muchas.
Poner la Pelota en el centro no es difícil, basta con hacer pocas jugadas que
deben ser intuidas y que las puedo indicar en diez tesis. Las presento
apodicticamente y argumentadas.
1. Tesis: El tema del “gobierno político de la seguridad de la criminalidad”,
reemplaza, no sólo temporal sino funcionalmente, al “gobierno político de la
seguridad social”. En las democracias occidentales dicho proceso se inicia a
partir de los años setenta del siglo pasado, en coincidencia con los tiempos y la
modalidades, en que se desarrolla en los contextos nacionales, la crisis del
estado social de derecho. Pero no tanto en los tiempos y las modalidades de la
crisis de Estado de bienestar en si, sino en los tiempos y las modalidades del
gobierno político de la crisis, en un contexto marcado por la penuria real o
presunta de recursos. Mi tesis se puede sintetizar así:
La emergencia Política de la seguridad de la criminalidad, no es otra cosa que
la imposición de un diverso punto de vista capaz de reorientar, o de dar una
diversa congruencia, a las cuestiones de la participación democrática frente a
la progresiva restricción del Estado social.
Por lo tanto el gobierno de la seguridad de la criminalidad estará íntimamente
ligado a la imposición de ese “otro orden” y a la prioridad en el acceso social a
las reservas económicas, Políticas y Jurídicas. Ese es en efecto, el modo
cultural más apropiado, para naturalizar la imposición de nuevos modelos
sociales de exclusión.
2. Tesis: El “gobierno de la seguridad de la criminalidad” coloca en el centro, la
cuestión ético-política de los merecimientos sociales a la tutela de los
derechos, provocando una inversión funcional de los criterios para el acceso a
la “seguridad de los derechos” operados por el estado social. Si la cultura del
welfare participa en la remoción de las condiciones materiales que dan acceso
a la plena tutela de los derechos para todos, la política neoliberal actúa en el
sentido de determinar los nuevos criterios de acceso a la tutela de los derechos
(sólo) para aquellos que los merecen. En las políticas neoliberales, el inicio de
la seguridad aparece en los estertores del Estado social: Jóvenes que están
asistidos con subsidios por su desocupación, se pierden en la drogas; familias
de nuevos inmigrantes que pretenden colocarse al costo social y que trafican
en lo mercados ilegales.
La forma culturalmente más aceptable para excluir algunos beneficios de
Estado social es la criminalización de su status.
El paradigma de los “meritos de exclusión” ocupa así, el lugar de aquello que
merece ayuda. Las políticas de “tolerancia cero” expresan felizmente este
cambio, no en el sentido, que se deba ser “absolutamente” intolerantes
(imperativo absurdo), sino en el sentido que se deba ser siempre menos
tolerantes. Los excluidos son aquellos que están socialmente visualizados,
como Intolerables para ser incluidos. La Tolerancia cero es el índice extremo y
virtual de la indignación social máxima.
3.Tesis: La práctica de la nueva exclusión social impone la adopción de una
cultura y de una estrategia de defensa social, por parte de quien es excluido.
Se descubre el Derecho a la seguridad de la criminalidad, como derecho de
defensa de quien no pudiendo ser incluido, será de todas maneras visto como
peligroso. Bajo esta óptica las políticas de seguridad del post-welfare tienen
algo que ver con el pánico social de la primera mitad del siglo XIX, con
respecto a las clases peligrosas. Entonces, como hoy, la cuestión era el
gobierno de un excedente social; sólo que entonces la exclusión de la disciplina
del salario, que convertía a lo pobres en peligrosos, era vivida como una
emergencia transitoria, en cuanto se podía confiar en el reequilibrio del
mercado de la fuerza de trabajo; hoy, no.
El acceso a la tutela de los derechos, hoy ya no puede pasar a través de la
inclusión en la cultura del trabajo.
4. Tesis: El paso de la tópica del orden público a la tópica de la seguridad
ciudadana implica poner énfasis en el derecho del ciudadano a la seguridad,
que ya no está garantizado por la pretensión estatal a la obediencia del
derecho; como decir, que el derecho a la seguridad es en sí otro, que no se
agota con la obediencia de los ciudadanos a la ley del Estado. El Estado se
defiende de la criminalidad porque históricamente encuentra en ella un
atentado a su autoridad; los ciudadanos quieren defenderse de la criminalidad
porque atenta contra sus derechos. Como decir, se garantiza la Tranquilidad
publica del Estado, mientras a través de la seguridad ciudadana se protege
siempre a los individuos privados.
Estamos frente a una tentativa de reapropiación de la sociedad civil de cuanto
se le ha quitado, desde su proceso de formación como Estado. Estamos
entonces, frente a una valoración de lo privado, fuertemente anti-Estatal, que
evoca escenarios de re-feudalización en las relaciones sociales.
La seguridad se ha tematizado como un nuevo bien privado, de los ciudadanos.
Hoy puede ser negociada contractualmente en el mercado que ofrece
seguridad privada, como las policías privadas y los sistemas de seguridad
situacional. Igualmente se tiene la oportunidad de encontrar satisfacciones en
la modalidad de acuerdos privados, como la mediación entre quien comete un
delito y su víctima.
5. Tesis: La seguridad ciudadana se manifiesta como una reserva escasa y
ontológicamente limitada, porque está llamada a satisfacer necesidades que se
determinan al exterior del sistema de producción de la seguridad misma. Los
ejemplos son evidentes: ¿La seguridad de los residentes de un barrio con
riesgo de robos en los apartamentos se satisface sin perjudicar la seguridad de
los residentes de un barrio limítrofe o la seguridad en el ejercicio de los propios
derechos por parte de los miembros de la comunidad Rom que se detienen
momentáneamente en la periferia de la ciudad? Claramente no, hasta que la
seguridad se entienda como reserva escasa. Es evidente que sólo los sujetos
contractualmente más fuertes lograran acaparar -a través del intercambio
político-, cuotas consistentes de seguridad, en detrimento de los actores
sociales más débiles. Pero no sólo eso:
La necesidad de seguridad, como necesidad de los individuos, impone la
necesidad de una ubicación social de responsabilidad, frente a otros individuos.
El tema de la seguridad ciudadana implica que haya un permanente conflicto
entre victimas y culpables. Si yo me siento victimizado en mi derecho de vivir la
ciudad en la noche, ello comporta que tu prostituta, que tu drogadicto, sean
socialmente definidos como culpables de mi inseguridad. Mi seguridad puede
ser garantizada sólo, por una mayor inseguridad –como la reducción de
derechos- de otros. Así, las cosas no cambian, si se conviene que la seguridad
deba ser desigualmente distribuida en razón del peso político de los actores en
competencia “democrática”. Es decir la seguridad de las mayorías a cargo de
las minorías. Y temo que hoy se entienda así la distribución desigual de la
seguridad, tanto en la derecha (y por una cultura liberal o neoliberal coherente),
como en la izquierda (en la que no veo en este caso ninguna coherencia). Por
esta razón de fondo, hoy la derecha y la izquierda dicen la misma cosa cuando
se trata el tema de seguridad.
6. Tesis: Más allá de las apariencias, el gobierno de la seguridad y también
aquel en lo local, están fundamentalmente vinculados con las más tardías
políticas del welfare, como si fueran un tema de la parte final de la modernidad.
La idea de cómo gobernar el desorden de la ciudad, es una tópica que reenvía
a la fe del primado de la política, sobre el mercado.
Es un tema de la “izquierda” y llevándolo al extremo por razones de
simplificación, las políticas neoliberales de “derecha”, no están ontológicamente
interesadas en las políticas de seguridad que no sean cada vez más
represivas. Esto indica lo contrario, de cómo dar orden al desorden. Las
políticas neoliberales confían en el orden del mercado mismo, en la calificación
de la seguridad, como un bien esencialmente privado y por lo tanto no tienen
una idea de orden para contraponer al desorden. Esas políticas
paradójicamente condividen el desorden como un costo inevitable. Ahora,
confesémoslo, dar más poder a la policía, introducir leyes modelo que elevan
sólo virtualmente las penas, invertir reservas en video-vigilancia o encender
cualquier otra luz, no comporta tener una cultura del gobierno de la seguridad.
7. Tesis: Hoy el tema del gobierno de la seguridad tiende a salir del ara política
(que en verdad, en Italia nunca ha entrado). De la agenda de la política no
salen el pánico social, ni la demanda social de seguridad -en el sentido que
siempre estos fenómenos han sido una preocupación para el sistema político,
en razón del temor que estos problemas puedan jugar respecto del consenso
político-,
Pero por ello se debe tener en cuenta que para responder a estos problemas,
se requiere tener la capacidad de gobierno, de los mismos problemas.
La historia esta llena de ejemplos que confirman mis sospechas. En el
renacimiento del norte de Europa se respondió por dos siglos, al desorden
criminal que apareció a la caída de los feudos, con una legislación y una
práctica sanguinaria. Sólo en la segunda mitad del siglo XVI –con la Old Poor
Law como primera legislación de welfare –se desarrolló una idea, un proyecto,
de gobierno del desorden metropolitano, que ponía en su centro la estrategia
del disciplinamiento y de domesticación del trabajo asalariado. Pero para ello
era necesario que madurase la idea de un “nuevo orden” posible. La naciente y
revolucionaria burguesía de la época soñó ese “orden nuevo” y fue capaz de
imponerlo hegemónicamente
8. Tesis: El salto al tema de la seguridad en Italia es peculiar. Si por una parte
la Italia de estos últimos diez años encuentra algunas emergencias que son
propias de todo el mundo occidental como la crisis del sistema penal, el
sentimiento generalizado de privación relativa, la nueva pobreza, la crisis de
identidad frente a los procesos de inmigración y la micro-criminalidad predatoria
difusa etc., por otra parte, nuestro país empata con estos problemas de manera
naïf, sin memoria de políticas de gobierno de control social, simplemente
porque nunca se produjeron. No fueron parte de las políticas del Estado social
italiano, porque el control social estuvo siempre confiado al sistema penal. Sin
que esto deba sonar como justificación de la incapacidad del sistema de la
política, es por ello comprensible que no logre entender el novum y por lo tanto,
se comporte como dramáticamente “sorprendido”, con todo lo que se deriva a
nivel de capacidad reactiva y propositiva. Aquí desde mi punto de vista esta la
cuestión nodal.
El gobierno de la seguridad (también y sobretodo en su dimensión local), se
coloca en la Italia de esta ultima década, afuera de la cultura y de la practica de
control social. Repito: Culturas y práctica de control social del estado social de
derecho.
9. Tesis: Es una gran tontería afirmar que para la cultura y la política de la
“derecha” es más fácil dar respuestas a la cuestión de la seguridad. Quizás se
piensa en una derecha imaginaria; pero para la “nueva derecha” imperante,
simplemente el problema no existe, en cuanto no hay soluciones posibles. Falta
la idea de un “orden” que no coincida con el presente desorden.
La seguridad es un problema político, sólo para una cultura política capaz de
pensar y construir un orden social diverso, al presente desorden
Y aquí esta mi lamento: Las fuerzas políticas progresistas no solo en Italia sino
en toda Europa, frente a la crisis del viejo Estado social y a sus efectos, han
sido incapaces de elaborar una “nueva idea de orden social” posible. Ergo: Se
han comportadote como las fuerzas de la derecha neoliberal.
Cuando se dice que la cuestión del gobierno de la seguridad no es de derecha
ni de izquierda, es verdad, si con ello se quiere expresar que nunca han sido
diversas: Piénsese en las políticas de seguridad del New labour de Blair,
respecto a las tacherianas, que eran idénticas y las primeras más de derecha
que las segundas. Por tanto se dice la verdad, si se asume que el gobierno de
la seguridad hoy, no lleva a la producción de un “nuevo orden social”, sino a la
conservación, y en la mejor de las hipótesis, al gobierno del presente desorden.
Por el contrario se dice una colosal mentira, en el sentido que el gobierno de la
seguridad pueda realizar –como producción y gobierno de las transformaciones
sociales a favor de un nuevo orden– sólo políticas reformadoras, en
contraposición con aquellas conservadoras.
10. Tesis: Retornemos entonces a los temas clásicos de la política: ¿Cuál
orden al presente desorden? ¿Cómo gobernar políticamente los procesos de
transformación hacia un nuevo orden? ¿Cómo hacer hegemónica –y también
cómo orientar socialmente a la colectividad hacia- la idea de un “nuevo orden”?
Temas de la política, -mejor del primado de la política, como se decía con
orgullo hace un tiempo- y desafortunadamente temas que la política
reformadora, es incapaz de elaborar.
En síntesis, la dramaticidad de la actual contingencia política, está toda en este
retardo de la política, respecto a las transformaciones en acto. Si así no fuera,
no hubiese surgido la cuestión de la seguridad.
Sobre la pregunta de “qué hacer”, no tengo idea. Está claro que la cultura
progresista sufre los mismos retardos de la política. Como “técnico” de la
cuestión –no sabría definirme de otra manera aunque esta identidad
profesional me parece excesiva-, he madurado progresivamente la convicción,
sobre pocas cosas “en negativo”, es decir, aquellas, que una fuerza política
progresista, no debería nunca hacer en temas de seguridad.
Lo diré en síntesis y con palabras simples:
Resignémonos El tema de la seguridad nos acompañará por mucho tiempo
todavía. Si eso es en su esencia, no hay nada más, en el modo como hoy, se
construyen en la realidad y en el imaginario colectivo, los problemas conexos a
los procesos de transformación en actos y seria un imperdonable error, esperar
que la “moda” pase. Por lo tanto, aunque “limitados”, conviene hacerse cargos
de ellos.
Pero no nos ilusionemos, porque la recuperación de la política progresista, si
se llega a dar, no será repentina, en el sentido que sea capaz de traducir y de
construir el tema de la seguridad, en la acción del gobierno hacia un “nuevo
orden”. En efecto este sería el objetivo, pero no puede garantizarse el
resultado. Quiero decir que por un lapso de tiempo, debemos contentarnos con
cometer menos errores, una suerte de reducción de los daños de la política,
más que presumir la posibilidad de centrar el objetivo.
Uno de los errores que no debemos cometer nunca más, es el de asumir el
tema de la seguridad como un problema que pueda resolverse. Se bien, que
decir esto, no es del gusto de la política, pero deberá habituarse a no ser sorda.
No todos los problemas pueden ser resueltos, por la buena razón, de que no
son problemas, o son problemas mal enfocados. Y el de la seguridad es tanto
un no–problema, cuanto un problema mal ubicado. No hay un Farmacum,
porque no hay enfermedad de la cual defenderse.
Afrontar al electorado prometiendo que se dará seguridad, quiere decir
garantizarse el fracaso, en el turno electoral sucesivo. La seguridad es un tema
(o el tema) de gobierno que comprende a la ciudad. Se puede y se debe
gobernar la seguridad, sin deber prometer la derrota de la inseguridad.
“Hacerse cargo”, no quiere decir “resolver”.
Pero “hacerse cargo” quiere decir de todas maneras, escoger un punto de
vista. Hasta las políticas maltusianas se hicieron cargo de la miseria “desde un
punto de vista”, específicamente aquel del genial recetario de cómo cocinar y
servir en la mesa los ¡niños Irlandeses!
La seguridad si es un “bien privado“ es un bien escaso y sometido a la
competencia. Y entonces ¿Cuál es el orden político de prioridad? El
oportunismo político señala claramente al centro, las clases medias,
precisamente donde se deciden las mayorías políticas. Temo que bajo el lente
de la cuestión “seguridad” las clases medias se manifiesten o muy
conservadoras o demasiado amplias, para ser tomadas en conjunto. Pienso por
tanto, que la cuestión sea diferente y se requiere que paulatinamente las
fuerzas políticas progresistas declinen la “seguridad” como “bien publico”, sin
caer en el fácil error de reducir el tema de la “seguridad ciudadana” a
cuestiones de “orden publico”. Se que no es fácil, pero si es necesario.
La seguridad puede ser entendida y administrada como un bien publico sólo en
la producción de mayor “seguridad de derechos para todos”, principalmente de
aquellos –los mas débiles-, que sufren de menor tutela de los propios. Se
puede entender que no es tan difícil: se necesita actuar políticamente en
sentido exactamente contrario, al sentido del gobierno de la seguridad como
bien privado. Se puede reducir el slogan: la seguridad como bien público se
produce y gobierna ampliando los espacios de acción de los derechos de las
personas; esto es, ampliando la cultura y las ocasiones para asumir riesgos. Si
la “política de la seguridad como bien privado”, convence al reducir nuestros
derechos, para correr menos riesgos, “la política de la seguridad, como
seguridad de todos”, se traduce en el correr más riesgos, para garantizar cada
vez más, el ejercicio de nuestros derechos.
El tema por excelencia político es la –seguridad- y debería ser gobernado en
términos no ideológicos, o menos ideológicos. No digo banalmente
pragmáticos, pero en términos laicos, si. Quiero decir que muchas cuestiones
de desorden social son producidas y amplificadas, por el culpable desorden
determinado artificialmente por el proceso definitorio, que coloca a las mismas,
en el campo de la ilegalidad. Los grandes mercados ilegales de la droga, de la
prostitución, del juego de azar, se han convertido en problemas de seguridad,
porque así se ha querido que sea .Y por igual voluntad, no los serian, sino se
quisiera que fueran.
Se dice y concuerdo en parte, que Italia no ha necesitado de políticas públicas
de control social (y en alguna forma de política sociales de desarrollo), porque
la disciplina social estaba garantizada en parte, por la presencia de fuertes y
difusos “capitales sociales”. Principalmente la familia, pero tambièn las
asociaciones, el voluntariado y otros retos. En verdad este “capital social” si no
se ha debilitado, si se ha transformado. Pero el tema permanece: ¿Es posible
todavía confiar –y de qué manera-, que el capital social se apropie de funciones
disciplinarias y de control? ¿Es posible todavía pedir y gobernar este
patrimonio en una prospectiva de progresiva reducción de la hegemonía
estatal, en las políticas de disciplinamiento social? Honestamente ignoro si todo
eso, sea posible, pero me parece que se haga poco políticamente, para poner
en juego nuevamente estos recursos.
Se sabe que el gobierno de la seguridad privilegia la dimensión local. El
gobierno de la seguridad es prevalentemente un gobierno de la seguridad, en
las ciudades. Si la cuestión se coloca a nivel local, deben existir los recursos de
gobierno adecuados, que hoy en Italia no existen. Los síndicos no tienen poder
suficiente para gobernar –sino con palabras- los problemas de la seguridad. La
hipótesis de la reforma federal y de la desconcentración administrativa a nivel
local deben buscarse como objetivos estratégicos fundamentales.
En fin, en el cuadro de las grandes reformas, sin las cuales temo que poco se
pueda hacer están: En primer lugar están las fuerzas de policía. El país de la
mil y una policía tiene una cultura policial de control del territorio, de un país
pre- moderno. Falta pues una policía legitimada desde abajo y dependiente de
los gobiernos locales. Pero existe también el tema de la reforma de la justicia
penal que se encuentra en colapso igual que la civil.
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* Traducido por: Augusto Sánchez Sandoval. Coordinador del Postgrado en
Derecho en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Doctor en Derecho Penal y Criminología de la
Universidad de Roma, Italia. Doctor en Ciencia Política de la Universidad
Autónoma de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
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