(Mitología y adoración hinduista de Visnú y Krishna)

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Mitología y adoración hinduista de Visnú y Krishna
Prof. Julio López Saco
Universidad Central de Venezuela
Universidad Católica Andrés Bello
Funciones del dios Visnú
Este dios de la estabilidad y la continuidad, preservador del orden establecido y capaz
de evitar los extremos, responde al conservador mantenimiento de la ortodoxia hindú
frente a la influencia extranjera, de ahí que su popularidad se incrementase
notablemente al comienzo del período Mughal, siendo renovada con la llegada
británica. Su desempeño como deidad salvadora, un rasgo que pudo haber sido
heredado del culto a los bodhisattvas budistas del Mahayana, se manifiesta a través de
sus continuadas apariciones sobre la tierra como encarnaciones o avataras: en tiempos
de declive espiritual y político, se presenta como un salvador que guía a una humanidad
errada, beneficiándola con la difusión del amor. Es por eso que Visnú es una divinidad
del amor y la emoción, de un amor altruístico que, al menos superficialmente, está
exento de sexualidad (Blurton, T.R., 2007: 111-112). Este carácter amoroso está
esencialmente conectado con el nombre de Krishna, parte de cuyo trasfondo
prehistórico remite al culto de un joven héroe-dios erótico. Es el dios, en consecuencia,
del comportamiento aceptado y del hogar. El carácter de Visnú no se hizo presente hasta
el siglo I de nuestra era, momento en que empieza a ser representado en pintura y en
escultura. Su iconografía más antigua fue concebida en Mathura, en donde se le
representaba como una figura joven y regia. Concebida como una deidad cuya esfera de
actividad era el conjunto de la creación, como sus primeras encarnaciones (Matsya,
Kurma y Varaha), demuestran, reunidas en torno a los mitos de creación, su
representación estándar prototípica es la de un ser de cuatro brazos que permanecen
hacia arriba. En ellos porta un caparazón de concha y una flor de loto, además de sus
dos armas distintivas, la maza (gada) y el disco (chakra). Otro de sus atributos
referenciales es su montura animal, el mítico pájaro Garuda.
Las encarnaciones de Visnú
Los avatara, personificaciones o encarnaciones de Visnú, tienen la finalidad de ayudar a
la humanidad en su continua pugna contra la oscuridad y sus temores simbólicamente
inherentes. La traducción del término sugiere la manera en que operan estas
encarnaciones: son formas del dios manifestándose o descendiendo hacia la humanidad
en tiempos de grandes necesidades. Algunas de ellas en formas animales, y otras en
formas humanas, algunas agresivas y otras pacíficas, todas pudieran responder a un
sistema a través del cual otros cultos fueron absorbidos en los de Visnú. La
incorporación de otros cultos, algunos asociados a lugares concretos, y otros vinculados
a características específicas, explica el extenso rango de personalidades asimiladas en el
propio carácter de Visnú. En un principio veintiocho, debido a la presencia de las
divinidades védicas en la literatura épica, más tarde fueron reducidas a diez
encarnaciones cíclicas, en particular en torno al siglo VIII. Las cuatro primeras son en
forma animal o con partes de animales; las del grupo central son épicas y heroicas en el
carácter de las encarnaciones, mientras que las dos últimas (Krishna y Buda), enfatizan
las cualidades propias del salvador. Las de Rama y Krishna, en concreto, ejemplificarán
los más altos valores de la vida sedentaria dominada socialmente por el varón, de la
generosidad, paciencia, el comportamiento real, la simplicidad de pensamiento y el
amor, además de simbolizar el poder inefable y el control de las fuerzas de la
naturaleza. Dentro de la variedad de encarnaciones de Visnú, descritas en detalle en los
Purana, y denominadas yuga-avataras o personificaciones en cada creación, únicamente
la de Krishna es considerada, en el seno de las sectas visnuistas, como una encarnación
total del dios Visnú (purnavatara), en tanto que las restantes solo son personificaciones
de un único y exclusivo aspecto del Ser divino (Daniélou, A., 2009: 247; Flood, G.,
1998: 129). En este sentido, Krishna poseerá todos los atributos de la divinidad
absoluta. Investido de tal condición divina es cuando pronuncia el Bhagavad Gita,
discurso o poema filosófico, fundamento de la filosofía del Vedanta, en el que se
proclama espíritu supremo universal, eterno, no nacido e inmanente, y donde se trata de
la inmortalidad del alma frente a la del cuerpo. En el Harivamsa también se observa con
claridad este carácter divino. En esta obra se narra su vida desde su nacimiento,
haciendo especial hincapié en sus juegos, amores y aventuras infantiles y adolescentes,
que suscitarán una profunda y gran admiración popular.
Las tres primeras avataras de Visnú son animales, esto es, un pez, una tortuga y un
jabalí, criaturas míticas de la cosmogonía védica, quizá relacionadas con las etapas
iniciales del mundo, cuando los animales conservaban un estatus similar al de los
hombres, y estos mantenían una estrecha asociación con la naturaleza; el cuarto es un
híbrido zoomorfo, un hombre-león, en tanto que el quinto, un enano. Es a partir del
sexto donde la forma humana se hace plena y clara, con Parashurama o Rama con el
hacha, mientras que el séptimo y el octavo son ya los avatares que conocemos como
Rama y Krishna, finalizando con el noveno, Buda, lo que demuestra las mutuas
influencias entre ambas corrientes brahmánicas, a pesar de sus diferentes orientaciones.
Kalki sería un décimo y venidero avatar (semejante al Maitreya budista) que, al final del
Kali yuga (la última de las cuatro eras que abarcan un período de deterioro moral y del
conocimiento) vendrá para ajusticiar a los malvados y premiar a los bondadosos y justos
para, de este modo, recomenzar un nuevo universo de Brahma.
Los avatara implican, por consiguiente, que en aquellos momentos cruciales de la
historia, Visnú se manifiesta en forma individual personificada para guiar el destino de
los órdenes de la creación, de las especies y las formas de vida del mundo. Cuando las
formas de conocimiento esenciales para realizar el destino no están presentes para un
hombre o un colectivo, Visnú se siente en la obligación de convertir en accesible tal
conocimiento a través de una revelación o un descenso divino a la tierra.
El carácter multifacético de la figura de Krishna
El carácter de Krishna aúna varios aspectos que hacen del dios una figura muy
compleja. Al igual que los cultos de Shiva, Skanda y el dios del Sol, Surya, el culto y el
trasfondo mítico de este personaje pueden remontarse a los primeros siglos de nuestra
era. Pueden trazarse varios y diferentes filamentos en el tejido de la rica personalidad de
la deidad. En primer lugar, es un dios niño constantemente inmerso en bromas jocosas y
burlonas. A menudo se nos muestra en actitudes propias de un pilluelo, robando
mantequilla, o haciendo diabluras a los adultos desprevenidos. Las partes más antiguas
de la vida de Krishna son asociadas con la ciudad de Vrindaban, sobre el río Jumna, al
sur de Delhi; en segundo término, es un dios pastor, renombrado por sus frivolidades
eróticas con las doncellas vaqueras o lecheras (gopis). El elemento sexual aquí implícito
en su adoración se suele conectar con un culto a la fertilidad. Muchas de las escenas
iconográficas de este período adolescente de su vida muestran a estas doncellas
bañándose en el río Jumna o llevando a cabo una danza circular (rasamandala); en tercer
lugar, es una deidad pastoril que toca la flauta con efectos mágicos. Este fondo pastoral
en su personalidad puede ser el que explique el distintivo color azulado de la piel de su
cuerpo. Se ha dicho que este color oscuro de su piel es un reflejo indicativo de su
pasado tribal no ario. Además, las plumas que suele portar en su corona también
sugieren un origen “boscoso” (natural-salvaje y nómada), por tanto no sedentario, del
dios. La tribu de pastores Bhil, que habitan en Rajasthan, Gujarat y Madhya Pradesh son
hoy muy reconocidos por sus habilidades para tocar flautas de bambú; en cuarto lugar,
es una divinidad que controla las deidades serpentiformes (nagas). En tal sentido, es
especialmente recordado en la tradición por la lucha llevada a cabo contra la serpienterey Kaliya, en Mathura, un episodio que es anualmente rememorado en el festival
Nagapanchami. Esta asociación con las nagas fue probablemente heredado del dios
Balarama, cuyo culto asociado a la serpiente fue muy popular en los primeros siglos de
nuestra era en una región cercana a Mathura llamada Braj, hoy centro fundamental de
adoración a Krishna; en quinto lugar, es un filósofo que, en una relevante sección del
Mahabharata (Bhagavat Gita) aconseja sobre los deberes propios del individuo en
relación a sus vínculos con la sociedad y las divinidades; finalmente, es también un
gobernante urbano que legisla desde su ciudad, Dvaraka, en la costa occidental de India,
Saurashtra. Esta ciudad es una de las cuatro dhamas o lugares de sacro peregrinaje, al
lado de Puri, Badrinath y Rameshvaram. Las leyendas nos muestran a un Krishna
gobernando desde Dvaraka al lado de su segunda consorte, Rukmini, que le acompaña
en sus años de madurez.
Krishna se nos presenta, en consecuencia, como un niño-dios travieso y bromista, pero
también, a la par, una divinidad pastoral, una personalidad juvenil, apuesto, moreno y
que se deleita en tocar la flauta, con cuya música embelesa y apasiona desaforadamente
a las pastoras o gopis. La magia de las melodías que emanan de su flauta está presente
en su danza circular característica, rasamandala, en la que logra multiplicarse sin fin
para dar la impresión de que cada gopi era la única en bailar con él. La poderosa
imaginería erótica aquí presente puede conectarse con un arcaico culto a la fertilidad,
aunque también se ha interpretado la peculiar danza como un irresistible mecanismo de
atracción de las gopis (almas humanas individuales, metáforas de las almas de los
devotos) hacia la llamada divina y la unión con el dios, simbolizada por la propia
música. En cualquier caso, solo tardíamente, hacia los siglos X u XI, una de estas
pastoras, Radha, se convertirá en la amada primordial de Krishna. Con el paso del
tiempo, el dios se deshace de su naturaleza pastoril y se hace estadista, un gobernante
modélico; se convierte, en el momento de su traslado a Mathura, en rey de los yadavas y
en asesor político y consejero filosófico de los pandavas, uno de los clanes
protagonistas del Mahabharata. La poderosa seducción de las gopis se ilustra en pinturas
y canciones populares. Sin embargo, no son muy abundantes las representaciones
plásticas
que
contienen
el
episodio
de
las
pastoras,
Radha
y
Krishna.
Fundamentalmente, se destacan los manuscritos y pinturas sobre papel de los siglos
XVII, XVIII y XIX, aunque también existen algunos relieves en piedra y bronces más
antiguos, especialmente en el sur de India, datados entre los siglos X y XII. En el
Sharda Purnina o luna llena de noviembre, se cuenta que Krishna empezó a tocar su
flauta en la selva, llegando sus notas hasta la aldea de las gopis que, en seguida,
quedaron cautivas del deseo. Hubo un frenético baile, acompañado de viandas y
diversas frutas, que duró más de un mes, durante el que la deidad poseyó a cada una de
las gopis participantes (Karapâtrî, 1926: 23-26; Waterstone, R., 2006: 63; O’Flaherty,
W., 1975: 42-45 y ss.). En definitiva, la figura de Krishna, al lado de su amada Radha,
es un tema principal en la literatura y los cultos místico-eróticos de India. Su idílico
amor representa alegóricamente la unión del hombre supremo Purusa, y la naturaleza,
Prakriti, de la que nace el Universo.
Vinculado al octavo descenso o personificación de Visnú, producido entre el inicio del
Kali yuga y al final de la tercera edad del mundo (Dvapara yuga), Krishna es el
atractivo y oscuro, el que encarna el amor de la felicidad divina. Pensar su nombre
supondrá para aquellos que lo adoren, en consecuencia, la disipación, la dispersión de
todos los males. Como destructor del mal inspira las formas del saber, simbólicamente
representadas por las mencionadas gopis. Leal aliado de los hombres, a los que ayuda
sin solicitar recompensa, Krishna es contemplado como un heroico aventurero, guerrero
y patriarca clánico. Como héroe yadava alcanza un culto que le define como bendito o
bhagavat. Sin embargo, como se evidencia en algunos pasajes, Krishna no siempre es
un ser virtuoso, mostrándose, en ocasiones, inescrupuloso y tramposo. Aunque es
probable que su personalidad haya estado definida a partir de la asociación de
personajes dispares y diversas situaciones confusas, un muchacho en el rol de caballero
andante profesional, y una divinidad de tribus pastoriles, luego inserta en un héroe
ksatriya que es promocionado a la categoría de encarnación de Visnú, desde la óptica
hindú solo existe un mismo ser, esto es, un dios avatara de Visnú.
Referencias e historias míticas
Los padecimientos de la diosa Tierra, debido al desequilibrio imperante entre el bien y
el mal, provoca que Visnú arranque dos pelos, uno blanco (Balarama) y el otro negro
(Krishna), que renacen como humanos en la tierra. Ambos personajes serán,
respectivamente, el séptimo y octavo hijos de Vasudeva y Devakî. El nacimiento del
dios porta claros referentes míticos. Tras su venida al mundo, y después de escapar
milagrosamente de las garras de su tío Kamsa, Krishna es rescatado, en tanto que las
aguas del río Yamunâ se separan para llevarlo en una cesta a un lugar seguro. El
hermano de Devaki, Kamsa, había escuchado el pronóstico de su muerte a manos de
uno de sus sobrinos, ante lo cual asesina a todos los seis primeros hijos de su hermana.
Por intervención divina, ambos hermanos nacen en un poblado de vaqueros gobernado
por Nanda (alegría). No obstante, el caso particular de Krishna es, con mucho, más
sofisticado. Mientras Visnú desciende en el seno de Devaki, la diosa (Devi) lo hace en
el de Yasoda, esposa de un boyero, Nanda, que reside en Gokula, en las cercanías de la
localidad de Mathura, al lado del famoso río Yamuna. Ambos nacen de noche y al
mismo tiempo, de modo que Vasudeva debe llevar a su hijo a Gokula, sustituirlo en
secreto por la hija de Yasoda, y llevársela a Mathura. Krishna nace, según la tradición
popular, en el mes bhadrapada, entre agosto y septiembre, en la estación lluviosa. Al
igual que Rama, Krishna pertenece al varna (“color”, agrupación social) de los príncipes
guerreros y tiene la tez oscura. Este hecho, podría suponer que, históricamente, ambos
serían recuerdo de arcaicos héroes de la tradición pre aria, posteriormente incorporados
a la tradición hindú. Los dos serán criados en el vraja o campamento de los pastores
(Dallapiccola, A.L., 2006: 37-41). No es inconcebible pensar que la infancia de Krishna
entre los pastores es el eco simbólico de la renuncia y la vida de incógnito, concebida
como la consagración preparatoria al sacrificio de la guerra. En esencia, no puede ser
rey, pero sí ksatriya para servir como modelo válido del soberano.
Aunque en un principio es engañado, Kamsa envía posteriormente varios demonios con
la intención de destruir a Krishna, como Putana, la hedionda, y Trinavarta, que no
pueden con él, pues contrarresta su poder con su naturaleza divina, aunque lo normal era
que se comportara habitualmente como el común de los niños de su edad. En su
juventud el dios entra en conflicto con Indra al recomendar que los pastores no le
veneren a él sino al monte Govardhana (Bergaigne, A., 1956: 183-184; Dúmezil, G.,
(1977: 196-197). Finalmente, durante la celebración de un festival en Mathura, en el que
Kamsa pretendía que algunos luchadores y un elefante (kuvalayapida) apalearan al dios,
éste asesina al tirano y se va de Nanda. Instruido ritualmente, al lado de su hermano, en
el uso de varias armas, debe enfrentar al suegro de su tío, Jarasandha, que deseaba
eliminar a todo el clan del dios, los yadavas, así como al bárbaro Kalayavana. Tras una
fiera y cruenta lucha, ambos hermanos trasladan la población de Mathura a Dvaraka
(Dwarka). En esta última ciudad, ejerciendo el papel de rey, Krishna se casa con varias
princesas y participa en actividades de corte político-militar, en especial en la guerra
entre kauravas y pandavas, a fin de cuentas sus primos, que es el contenido esencial,
como es bien sabido, del gran poema épico Mahabharata. En estas aventuras jugará el
papel de consejero. Aparece estrechamente asociado al héroe Arjuna (blanco), del que
hará las veces de auriga. Será en relación con este personaje cuando acontezca uno de
los episodios más significativos del dios en el poema épico. Ante la desazón de Arjuna
al contemplar la presencia de amigos y parientes entre los kaurava, Krishna pronuncia el
sermón conocido como Bhagavad Gita o canto del señor (bienaventurado), en el que
muestra la esencia de la acción y la inacción, la transitoriedad de la vida, los modos de
llegar a la divinidad y el sentido profundo de la vida. En ese instante se le revela al
héroe como alma universal y como el tiempo devorador. Tras la autodestrucción del
clan yadava, al que pertenecía Krishna, se retira a la selva y allí es muerto
accidentalmente, momento en el cual se inicia definitivamente la última y oscura edad,
Kali yuga. Dwarka desaparece tragada por el mar y se expresa, simbólicamente, la
conciencia de la temporalidad finita de la creación del mundo.
En el Mahabharata, Krishna, al servicio de los valores de la vida hinduista, dharma,
artha y kama, afirma su condición de avatara en un nivel plenamente discursivo y no en
el de la acción. En su papel de señor supremo se distancia de la acción principal en
virtud de su condición de servidor del bien de los mundos. A diferencia del rey, Krishna
está aquí en una dimensión yóguica, si bien no puede negarse a actuar, en ciertos
momentos dramáticos, como una suerte de deus ex machina, en plan de divinidad
suprema, como ocurre en la gran batalla que dura dieciocho largos días. En un sentido
amplio, por lo tanto, las acciones avatáricas de Krishna en la epopeya son el simbólico
contrapunto de los episodios mismos acontecidos en el texto. Sólo en el asesinato de su
tío Kamsa, y en la incitación del de Jarasandha, se afirma en acto su papel de avatara
(Hiltebeitel, A., 1976: 25-34). En la muerte del segundo, suegro de Kamsa y rey de
Magadha, que había atacado Mathura en venganza por la muerte de su yerno, Krishna se
muestra como un verdadero líder que posee el arte de gobernar y de conducir. En el fin
de Kamsa, encarnación del asura Kalameni, es actor directo y asume su papel de avatara
permitiendo que el mundo supere la crisis que amenaza su propia existencia y
proponiendo un modelo a seguir a los héroes épicos, en tanto que en la muerte de
Jarasandha transfiere sus responsabilidades a los Pandava (Bonnefoy, Y., 2000: 190).
Esta cesión supone el fin del mundo pastoril de la infancia del dios, así como el
definitivo adiós a su actividad de avatara.
La bhakti devocional hindú
El devocionismo hindú hunde sus raíces, muy probablemente, en los siglos VI y VII,
una época en la que los devotos itinerantes del sur de India viajaban de santuario en
santuario cantando las alabanzas a los dioses y adorándolos ellos mismos. Recolectados
y recopilados, los diversos himnos han llegado a conformar un corpus de poesía
devocional en lenguas vernáculas. Con el paso del tiempo, los santos que consagraron
sus vidas a la adoración de las deidades a través de sus composiciones y recitaciones,
llegaron a ser ellos mismos objetos de veneración y adoración. Por su origen no védico
bhakti ha sido objeto de sospecha, y hasta de rechazo, de los brahmines. Los cultos
bhakti surgieron de grupos no ortodoxos, y por ello se han convertido en un excelente
medio para que los que no son brahmanes, o los miembros de castas inferiores, pudieran
tener acceso directo a los dioses.
La devoción reverencial o bhakti hinduista, cuyo origen quizá pueda conectarse con el
carácter compasivo y altruista del bodhisattva del budismo mahayánico, dedicada en
específico a Krishna, se fundamenta en la vinculación emotiva y amorosa del devoto por
un dios personal. En el Bhagavad Gita el dios enseña el camino devocional o bhakti
yoga como un sendero salvífico primordial, por encima del karma y del jnana o
conocimiento espiritual. Este culto emocional, expresado en términos de amor personal,
éxtasis y cortejo, se propagó desde el sur hacia el norte, perdurando sin grandes cambios
hasta comienzos del siglo XVI, aunque sus prácticas son muy comunes hoy en día.
Estos cultos devotos reaccionan frente a la rigidez y exclusivismo brahmin, a través de
la doctrina de la gracia divina y el amor extático, enseñando que el amor divino puede
expresarse por mediación del amor a los demás. Incluso con la llegada del Islam se
produjo cierto sincretismo, hasta el punto que la poesía musulmana señala como uno de
sus profetas a Krishna, principal personaje de la devoción hinduista. El bhakta o devoto
reúne en su seno profundos sentimientos y afectos hacia su dios personal, lo que facilita,
indudablemente, su figuración antropomorfa. En este sentido, el amor maternal será
esencial en el desarrollo iconográfico y mítico-simbólico de la infancia de Krishna. Con
el auge de la devoción hacia divinidades concretas de escuelas específicas, y con el
empuje de la veneración devocional o puja (público o privado), el sacrificio védico
cedió terreno. La celebración de la puja es la expresión personalizada del amor y
devoción hacia una divinidad particular, práctica que se acabará convirtiendo en la
principal, y más popular, del hinduismo. En consecuencia, la bhakti hacia dioses
personales, varones o hembras, configurará en India un tipo de religión todavía hoy muy
activa.
Algunas evidencias del culto a Krishna en India aparecen en objetos y textos datados
entre los siglos IV y II a.n.E., en especial en el norte del país, particularmente el
vinculado al Krishna Vasudeva (quizá un personaje histórico de Dvaraka), y al que nos
referiremos a continuación. En un principio, toda la familia del dios era objeto de
devoción. En el Harivamsa o Crónica de Hari (otra denominación de Visnú y Krishna),
su hermano Balarama hace las veces de una deidad agraria íntimamente asociada con la
fertilidad y el trabajo en el campo, probablemente relacionada, a su vez, con el culto pre
ario a la serpiente o naga (Wilson, H.H., 1967: 22 y ss.).
Las ceremonias cultuales vaisnava
El culto vaisnava primitivo destaca divinidades que se fusionaron, como el mencionado
Vasudeva-Krishna y Krishna-Gopala. Vasudeva, identificada con Krishna, era la deidad
superior de los satvatas, quizá originalmente un héroe o un rey. Los satvatas (o vrsnis),
se fusionaron con la tribu de los yadavas. El culto, testimoniado desde los siglos VI y V
a.n.E., fue especialmente seguido por los indo griegos de Bactria. Megástenes
(embajador de Seleuco I Nikator en la corte Maurya), afirma que las gentes de Mathura,
sobre el río Yamuna, veneraban al gran héroe panhelénico Heracles, un equivalente
griego cercano a Vasudeva. Heliodoro, por su parte, afirma, en una inscripción de
Besnagar, datada en 115 a.n.E., que erigió una columna en honor a Vasudeva. Parece
claro que en el siglo II a.n.E. se veneraba a Vasudeva-Krishna en calidad de dios
independiente, sólo posteriormente identificado con Visnú (Hardy, F., 1983: 18-20).
Hacia el siglo IV la tradición Bhagavata, aquella centrada en Vasudeva-Krishna,
absorbe la tradición del culto al joven dios de Vrndavana, es decir, el Krishna-Gopala o
protector del ganado, divinidad tribal de los abhiras que, junto a su hermano Balarama,
se consideran dioses pastores asimilados por la tradición vaisnava. Los relatos del
Harivamsa, Visnú Purana y Bhagavata Purana describen a Krishna-Gopala como un
joven amoroso errabundo que destruye demonios y baila desenfrenadamente con las
gopis. Sus aventuras eróticas serán motivo esencial de la poesía vaisnava posterior,
como el Gitagovinda de Jayadeva, del siglo XIII, así como de la de Candidas, de la
siguiente centuria. Las tradiciones devocionales centradas en el Krishna pastor de
ganado vacuno se desplegaron con fuerza en el norte de India, articulándose en torno a
la idea de la liberación devota, en la poesía en sánscrito y en los movimientos
devocionales populares, en especial en Bengala. El vaisnavismo bengalí, de hecho,
elaboró una teología en la que se refrenda la relación amorosa entre el dios y los
seguidores devotos.
Aunque Krishna debió haber sido ya una relevante deidad pastoril en el siglo I, no fue
hasta avanzado el segundo milenio cuando la adoración y representación del dios llegó a
ser verdaderamente dominante en la actividad religiosa, debido, esencialmente, a dos
destacados santos, Chaitanga (1486-1533) y Vallabhacharya (1479-1531). La tradición
vaisnava gaudiya hizo que las categorías de la experiencia estética se aplicaran en la
experiencia religiosa devocional. Es en este contexto, en el marco de la corte del rey
bengalí Laksman, hacia fines del siglo XII, en el que Jayadeva, poeta de la tradición
kavya (caracterizada por un lenguaje ornamental y por la presencia de estereotipadas
metáforas), expresó el amor de Radha por Krishna así como el del devoto por el dios.
No obstante, la figura que verdaderamente promocionó la bhakti centrada en Krishna
fue Krishnacaitanya o simplemente Chaitanya, considerado la encarnación de Krishna y
Radha en un solo cuerpo y el iniciador de la tradición, bien conocida, y relativamente
practicada en Occidente, que se manifiesta en el Hare Krishna.
La adoración que se desarrolló desde las experiencias místicas de Chaitanya incluyó el
frecuente canto de himnos en honor de Krishna. Estas canciones, conocidas como
kirtanas, se acompañaban de danzantes, si bien en muchos casos fueron reducidas solo
al nombre de Krishna, considerado suficiente para elogiarlo y para que los devotos
ganasen méritos por ello. Chaitanya identificó la región de Vrindaban y las cercanías de
Mathura con la tierra de la juventud y adolescencia de Krishna, precisas etapas sobre las
que se tejió una compleja mitología. A partir de siglo XVI, templos (mandirs), refugios
o asilos (ashramas), así como lugares de acomodación de peregrinos (dhamashalas),
fueron masivamente construidos por los fieles. Esta tradición devocional se centró, por
tanto, en el Krishna pastor de ganado, fue desarrollada en el norte y articulada en una
literatura devocional y poética en sánscrito, así como en devotos movimientos
populares.
Después de tomar los votos de renuncia al mundo, y cayendo en frecuentes estados de
conciencia extática, Chaitanya se traslada al centro de peregrinaciones de Puri, en
Orissa, donde Krishna es venerado como el señor Jagannatha. En el festival anual en su
honor, la imagen del dios es sacada en procesión en un gran carruaje, en tanto que los
seguidores lo acompañan bailando y cantando. Chaitanya establece, así, en su
comentario al Brahma Sutra, el vaisnavismo gaudîya, cuyo eje, el amor ideal entre
Radha-Krishna, es, en realidad, un amor erótico trascendente, semejante a la mística
nupcial cristiana (Flood, G., 1998: 156-158; Knott, K., 1999: 27-20 y ss.). La liberación
consiste en la extática experiencia del juego amoroso divino entre ambos en un cuerpo
espiritual. Se trata, en consecuencia, de un amor puro, o prema, en contraste con el
impuro y mundano propio del deseo egoísta. Aquí Krishna es el señor supremo, no tanto
un avatara de Visnú, que crea, mantiene y pone fin al Universo una y otra vez, mientras
que Radha es el poder del dios manifestado a través del Cosmos. La relación es,
entonces, señor-poseedor de poder, y sakti (Radha)-manifestación de dicho poder, una
diferencia de identidad no concebible.
La teología erótica devocional centrada en esta relación empática, fue reelaborada por
los gosvamins y desarrollada por los bauls, mendigos extáticos de casta baja,
absolutamente heterodoxos. Esta teología pudo haberse visto influenciada por la escuela
tántrica vaisnava conocida como sahajiyas, que establece que la unión sexual ritual se
sobrepone a la realidad y refleja el vínculo divino de Radha y Krishna. No obstante, la
tradición vaisnava gaudiya suele rechazar estas prácticas considerándolas una errónea
interpretación de la espiritualidad profunda.
El culto de Krishna que deriva de Vallabhacharya, no posee los elementos extáticos y la
experiencia espontánea del culto gaudiya vaisnava, sino que insiste en lo mundano y en
el goce; esto es, en disfrutar del confort y la vida material. Los líderes del culto vallabha
sampradaya se conocen como Maharaj, en tanto que sus templos como mansiones. El
centro devocional principal se encuentra en Nathdvara, en el sur de Rajasthan, en donde
prósperas familias de clase media se convirtieron en los primordiales miembros del
culto. En el templo mayor de esta ciudad Krishna es adorado como Shrinathji, un culto
que combina pastores de bajas castas con una deidad naga, en una actividad cultual que
no tiene lugar en un santuario o templo. El culto de este particular icono pudo haber
tenido su ancestro en ciertos elementos tribales, luego absorbidos en las elaboraciones
del sampradaya.
Referencias bibliográficas
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