EL ÁRBOL DE LA CIENCIA Pío Baroja Breve comentario Fuente: del Moral, Rafael, Enciclopedia de la novela española, Madrid, Ed. Planeta, 1999 El árbol de la ciencia es la tercera novela de la trilogía «La raza» de Pío Baroja (San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) publicada en 1911. Los primeros títulos son La dama errante y La ciudad de la niebla. La relación entre las tres apenas concuerda por la coincidencia con algún personaje. Los hechos son cronológicamente anteriores a éstas. El asunto central es la protesta social y política, reflejo ideológico de la generación de 1898. El espíritu de Baroja combina con la condición humana, su interpretación y la adecuación del proceder del hombre, todo ello a través de la ficción novelesca. El ambiente refleja la vida bohemia madrileña entre los años 1887 y 1889. La trama es sencilla y está organizada en siete partes. Las tres primeras partes están dedicadas a la formación del personaje central, Andrés Hurtado, en el amplio sentido de la palabra: mundo familiar, ambiente universitario y hospitalario, medio social... La cuarta parte, centro de la obra, se dedica a la reflexión. Las tres últimas partes narran la experiencia personal y humana del hombre maduro. La primera parte cuenta la vida de Andrés como estudiante en Madrid que comienza medicina y pronto se decepciona (crítica de la situación universitaria y los hospitales, donde hace sus prácticas). En casa las relaciones de Andrés con su padre son difíciles, aunque más tiernas con sus hermanos. No encuentra acomodo en la vida que lo envuelve. Resalta la narración el entorno de los estudiantes madrileños de la época (sólo la burguesía tiene acceso) en unas aulas intelectualmente vacías, con profesores que no dicen nada de interés, y los libros de escasa utilidad. Encuentra Aracil lo absurdo de los hábitos de sus conciudadanos, todos ellos amparados en la tradición moral católica. En su familia no encuentra cariño porque no existe, sus amigos son egoístas. En la segunda parte Andrés visita la casa de Niní, novia de su compañero de estudios Aracil y conoce a Lulú, la hermana de ésta.. Las clases sociales españolas, despiezadas desde la familia real hasta las prostitutas de doña Leonarda, son rememoradas en un cruel y despiadado análisis. Los vicios de las costumbres humanas se presentan ante él como algo insuperable. El talante de los españoles es inaceptable y la idea de destrucción, de abulia, conducen al personaje a posiciones cada vez más tensas y extremistas, muchas veces en la línea radical revolucionaria, pero más ideológica que activa. En la tercera parte Andrés ya ha terminado la carrera. Pasa algún tiempo en un pueblo de Valencia para acompañar a su hermano menor que está enfermo en busca de un clima adecuado que mejore su salud. Marcha después a Burgos como médico sustituto de un pueblecito durante dos meses, y allí recibe la noticia de la muerte de su hermano. Se siente muy afectado y preocupado. Su conciencia se resiente por la maldad de la vida. La cuarta parte supone un denso paréntesis en la acción general para que el protagonista y su tío Iturrioz hablen en extenso diálogo sobre los pilares de la existencia humana: En el centro del paraíso había dos árboles, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso, y según nuestros santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice como era: probablemente sería mezquino y triste... Como la vida no tiene finalidad significativa y no puede explicarse por referencia a ningún sistema de verdades absolutas, comer del Árbol de la Ciencia conduce directamente a la miseria y la abulia. La vida no tiene ninguna finalidad explicable y tampoco puede explicarse con un sistema de verdades absolutas. Para el joven Andrés hay que seguir adelante con el análisis intelectual sin tener en cuenta sus consecuencias. El doctor Iturrioz, más experimentado y prudente, envuelve su comportamiento y razón en una serie de ponderados frenos para no interpretar con crueldad el «Árbol de la Ciencia» que conduce a la tragedia. Por eso se ha creado una ilusión, una falsa verdad que evite la cruel evidencia. La quinta parte es vivida por el protagonista como médico en Alcolea del Campo, donde las costumbres eran españolas puras, es decir, de un absurdo completo, que Baroja aprovecha para lanzar durísimas críticas contra esa sociedad inmovilista y decadente, individualista, microcosmos de una nación económicamente paralizada y políticamente corrupta. Allí se agrava aún más lo que ya conocía en Madrid: la aristocracia vive en el pasado; la clase media está dispuesta a rebajarse siempre que la claudicación sirva para aumentar las arcas o mejorar su posición social; los obreros vegetan en la ignorancia y la resignación pasiva, manipulados por sus explotadores, y la solidaridad no existe. Andrés, desesperado, vuelve a Madrid. En la sexta parte se deja notar el ambiente madrileño que precede el desastre del noventa y ocho. Trabaja Andrés como médico de higiene (nueva crítica a los hospitales) y se enamora de Lulú. En la séptima parte Andrés consigue un trabajo de preparación y traducción de artículos científicos. Trabaja en casa y no ve a nadie. Se casa, desanimado y falto de voluntad, con Lulú (Hurtado no tuvo inconveniente en casarse en la Iglesia, como quería doña Leonarda), en busca de la salvación en el amor. Durante unos cuantos meses, los que siguen a la boda, vive feliz con ella en su trabajo intelectual (estudia, traduce...). Es un breve periodo de felicidad en el que las relaciones son óptimas, pero el conocimiento de su futura paternidad le hace recuperar el pesimismo, una responsabilidad tan grande sobre otro ser le asusta. Entiende entonces Lulú que su marido rechaza al hijo y, asustada, tiene un mal parto y mueren ambos. Andrés, atormentado, se suicida con veneno antes del entierro de su mujer. Ni la familia, ni la medicina, ni la ciencia, ni la clase intelectual española han servido a Andrés para encontrar una razón a la existencia. Agotadas las vías, solo quedaba la muerte. Incapaz de lograr un sistema satisfactorio de ideas mentales y espirituales Andrés va perdiendo progresivamente su identidad. Su pensamiento se inclina hacia el radicalismo revolucionario: ¿Tú quieres ser libre? Tienes que ser inmoral. El republicano Hurtado, el idealista Montaner y el oportunista Aracil son las personas más cercanas al personaje. Los comentarios cínicos de su amigo Julio Aracil ayudan a Andrés a adoptar una postura fácil de anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad, sin solución práctica ninguna. Se deja llevar por fantasías infantiles de quemar la ciudad y colgar a sus jefes políticos. En la práctica, al ser consultado por los jóvenes republicanos locales, su consejo es renunciar a todo intento de intervención en la sociedad y emigrar. La escena simboliza la resistencia de la Generación del 98 a enfrentarse a las consecuencias lógicas de su crítica sobre España: La verdad en bloque es mala para la vida..., se necesita una fe, una ilusión, algo que, aunque sea una mentira salida de nosotros mismos, parezca una verdad llegada de fuera. El tono es corrosivo y cruel en la descripción de personas y acontecimientos. La prosa es sencilla, ágil y directa. Baroja maneja la ironía y la mordacidad para dar vida a un texto lleno de fuerza, de teorías, de emoción contenida, de protesta social y política, de despiadado análisis de todas las clases sociales. Los años en que se desarrolla la acción la biografía de Baroja señala situaciones análogas: su carrera, su fracaso como médico, las ideas sobre la religión, la misan- tropía, la misoginia, las lecturas, incluso el carácter y la opinión del protagonista son reflejo de Baroja. La hermana de Andrés Hurtado, Margarita, recuerda rasgos de Carmen, la hermana del escritor; el episodio de la muerte del hermano de Andrés por enfermedad parece inspirarse en la muerte real de Darío, hermano de Pío Baroja a quien tampoco se consiguió salvar la vida. Iturrioz es la contrafigura de Justo Goñi, tío del novelista, partidario de la acción y la disciplina; y en la crisis de Andrés muchos críticos han visto la actitud y talante del propio escritor. En el lado negativo pesan sobre el orgullo de Baroja los prejuicios anticlericales, antirreligiosos y antisemitas. La novela está considerada como una de las más importantes de Baroja por su densidad, tratamiento y estilo, pero también por el número de ediciones en lengua original y en traducciones.