Tipo de documento: Capítulo de libro Autor: Agustín Prina Título del libro: La guerra de Vietnam Páginas: 127-130 Temas: Fuerzas populares, Fuerzas políticas, Movimiento social popular Dos revoluciones hermanas Al igual que el pueblo vietnamita, los cubanos tienen una larga tradición nacional de resistencia y lucha contra la invasión imperialista. En 1959 triunfó en Cuba una revolución antiimperialista y socialista (a partir del 16 abril de 1961), liderada por Fidel Castro. La cuestión nacional y el socialismo se unieron en un mismo proceso revolucionario. El pueblo cubano logró conquistar su independencia y soberanía nacional, iniciando el tránsito al socialismo en un país atrasado. Vietnam y Cuba forman parte de las revoluciones socialistas que han puesto en jaque al imperialismo. El terreno es el mismo: los pueblos oprimidos del Tercer Mundo. Ambas revoluciones tenían una base material muy pobre para la construcción socialista, pero superaron eso mediante la organización y la voluntad popular. A partir del triunfo de estas revoluciones, se fue generando una conciencia sobre la necesidad de impulsar la solidaridad internacional, con todos los sacrificios que ello implicaba, sin medias tintas. Para esto, no alcanzaban los discursos ni las declaraciones. La solidaridad debía expresarse en la extensión de la revolución a los pueblos oprimidos por el imperialismo. El espíritu combativo y la resistencia a muerte contra la invasión yanqui era el ejemplo que todos los pueblos debían seguir. En este sentido fue que el Che Guevara dijo «no se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o a la victoria». Por eso lamentaba el hecho de que Vietnam se encontrara «trágicamente solo», y apuntaba las críticas a las dos superpotencias socialistas, China y URSS. Estas daban cierto grado de ayuda material y lanzaban declaraciones solidarizándose con el pueblo vietnamita, pero no apoyaban a fondo a las revoluciones del Tercer Mundo, ni planteaban una confrontación a muerte contra el imperialismo. El Che Guevara, que había surgido de la Revolución cubana, se dio cuenta rápidamente de la importancia que tenía el proceso revolucionario que el pueblo vietnamita estaba realizando. En esa experiencia encontró la búsqueda de los mismos objetivos que se perseguían en Cuba y la identificación del mismo enemigo. Esa conciencia lo había llevado a la necesidad de plantear la creación de «dos, tres… muchos Vietnam». La visión que el Che tenía sobre la guerra de Vietnam se basaba en el objetivo estratégico de confrontación contra las potencias imperialistas. La batalla contra el capitalismo debía darse a escala mundial, e impulsarse desde los pueblos oprimidos de Asia, África y América Latina. Esta convicción la llevó a la práctica, y murió en combate por la revolución mundial en la guerrilla de Bolivia. Para el Che esa era la verdadera forma de solidarizarse con el pueblo vietnamita: poner el cuerpo y arriesgar la vida para combatir al capitalismo en todas las regiones explotadas del mundo. La Revolución cubana formaba parte de esa estrategia. Por eso, desde Cuba se les prestó siempre ayuda concreta y material a todos los revolucionarios dispuestos a cambiar el mundo. Vietnam no fue la excepción, sino que influyó y estimuló poderosamente a los cubanos. Es significativo tener en cuenta que el Héroe Nacional cubano, referente histórico ineludible de los revolucionarios, José Martí, haya estudiado las tierras vietnamitas a fines del siglo xix, dejando un pequeño relato: «Un paseo por la tierra de los anamitas». Lo publicó en la revista que editó para los niños de América, La Edad de Oro, y en él Martí escribe que «pelearon, y volverán a pelear, los pobres anamitas (vietnamitas), los que viven de pescado y arroz y se visten de seda, allá lejos, en Asia, por la orilla del mar, debajo de China». Sin embargo, el vínculo entre Cuba y Vietnam se produce concretamente con el triunfo de la Revolución en 1959. Ambos pueblos, a través de sus direcciones políticas, entablan una relación fuerte de solidaridad revolucionaria, que se expresa de múltiples formas, tanto en las alegrías como en los momentos difíciles. Particularmente, sobresale la ayuda material brindada por Cuba a Vietnam en un momento de la guerra verdaderamente tenso y agresivo. En 1963 se fundó el Comité de Solidaridad con Vietnam del Sur y en 1965 la Asociación de Amistad Cuba-Vietnam. Estudiantes de ambos países realizaron intercambios para aprender la lengua y la cultura del otro pueblo hermano. Compartieron sus experiencias revolucionarias y se divulgó en cada país una cantidad enorme de literatura revolucionaria respecto al otro. Al puerto de Haiphong, en el Norte bombardeado continuamente, arribaron barcos cubanos cargados de azúcar. Pero no solo eso, sino que también mandaron contingentes de personas para que ayuden con sus propias manos: cientos de técnicos trabajaron durante la guerra en el territorio. Llegaban brigadas cubanas para construir hospitales, carreteras y medios de comunicación y transporte. También levantaron una cantidad importante de granjas agrícolas para la producción de carne y huevos. A su vez, en los años difíciles que vivió Cuba durante el llamado «período especial», el pueblo vietnamita hizo importantes donaciones de arroz y otros alimentos, e incluso de recursos monetarios. El mismo Ho Chi Minh, en 1966, pronunció un discurso en honor a la delegación cubana que visitaba su país, concluyendo: «Eterna sea la amistad vietnamita-cubana, ¡Cuba y Vietnam, unidos vencerán!». Y en julio de 1969, en respuesta a la pregunta de una periodista cubana, el Tío Ho dijo que: La fuerza y grandeza del pueblo vietnamita reside, según mi opinión, en su resistencia; reside en la unidad, fundamentalmente, y en que goza del apoyo de los pueblos del mundo y, como ejemplo, está el hermano pueblo cubano. Cuando los cubanos, en la otra parte del globo terráqueo, organizan actos y manifestaciones en solidaridad con nuestra lucha, eso nos estimula mucho, pero sobre todo los discursos de Fidel nos gustan mucho. Nosotros seguiremos luchando decididos a vencer. Lo hemos dicho y lo reiteramos. La unidad entre los dos pueblos estaba sellada por la firme creencia en la revolución socialista y en la derrota del enemigo imperialista. Esa hermandad quedó expresada por Fidel Castro cuando, en una de sus tantas visitas al país, dijo con todas las letras que: «Por Vietnam, Cuba está dispuesta a dar hasta su propia sangre».