EL POETA

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Año I I I
Béjar 24 de Febrero de 1912
Num.
71
BEJAR NUEVA
PERIODICO
ÓRGANO
DE
LA
REPUBLICANO
COALICIÓN R E P U B L I C A N O - S O C I A L I S T A
No se devuelven los originales, publíquense ó no.
La correspondencia administrativa, Colón 42.—La
de Redacción, Mayor de Reinoso, 12
Anuncios á precios convencionales.
No se publicará ningún trabajo si no viene firmado por su autor.
Número suelto 5 céntimos
quietud horrible de esta aurora larga, in¡QUIEN NO ANUNCIA NO VENDE!acabable,
en que tantas almas pierden la
con tiradas semanales de
400 á 500 números, admite anuncios económicos, desde 0'25 á 1 peseta, según tamaño, resultando baratísimo al anunciante
que ofrece semanalmente sus artículos.
Para más detalles, entenderse con Ciríaco Gil, Mayor de Pardiñas, 91.
BÉJAR NUEVA
E L POETA
¡Canta, poeta, canta! La lucha rinde.
La altiva cabeza se inclina sobre el pecho
fatigado. La robusta diestra ya- no puede
esgrimir el acero. La bandera cae sobre
los hombros. El combate no cesa y las
energías se acaban. ¡Canta, poeta! ¡Que
tus cantos lleven á la victoria al sagrado
ejército!
Sobre el campo de batalla yacen ensangrentados los muertos. Oyense los lamentos de los heridos, de los valientes que
agonizan en las tinieblas. En la tienda de
campaña, en derredor de la lumbre, descansan los bravos que no pudo abatir el
hierro enemigo. Son tantos los que faltan,
que nadie osa contar los que quedan. La
victoria fué cara. En los semblantes dibújase el horror de la espantosa carnicería.
Reina un silencio sepulcral. ¡Canta, poeta!
Canta la leyenda de los viejos héroes. Al
romper el alba, será preciso reanudar la
lucha. ¡Canta, poeta!
¡No! Así, no. No te burles del pobre
soldado. ¿Qué sabe él de tus vírgenes pálidas, de tus besos azules? ¿Qué sabe él
de tus lirios, de tus princesas? Deja ese
canto para halagar la pereza de tus doncellas cloróticas. Deja esos discreteos
para cuando estés entre damas ó entre
galanes frivolos. Al pobre soldado, que
llora á sus hermanos muertos, que tal vez
va á morir mañana, cuéntale la leyenda
de los viejos héroes.
Canta la tristeza, la tristeza inmensa de
esta gran lucha, la tristeza suprema de este crepúsculo sangriento que es la muerte
de una civilización, la hora postrera de una
gran época de la historia.
Canta el dolor, el dolor universal, el
dolor de los esclavos, de los parias, de los
réprobos.
Canta la inquietud, la inquietud febril,
angustiosa de este siglo demoledor que
tantos ídolos ha echado por tierra, la in-
fe en el nuevo día.
Canta el amor, el deseo creador de los
mundos, el deseo inmortal que mantiene
eternamente encendido el fuego sagrado
de la existencia.
Canta el odio, el odio á lo vulgar, á lo
mezquino, á la sombra en que se perpetra el crimen, á la noche siniestra en que
se agitan los espectros sombríos del pasado, espectros de dioses de mitologías
bárbaras, ávidos de cruentos sacrificios
humanos.
Canta los anhelos, las esperanzas de
esta generación que nace á la vida entre
el fragor del combate.
Canta la ira, la indignación, la cólera
de los que padecen, de los que se rebelan contra todos los fantasmas negros de
la tradición.
Canta la lucha, la lucha que salva, que
redime.
Canta todo esto, poeta, que es grande,
que es digno de tu musa.
¡Así! ¿Ves como tu canto reanima á los
que estaban á punto de desfallecer? Ya la
cabeza se alza soberbia sobre los hombros. Ya la potente diestra esgrime el acero con nuevo brío. Ya la bandera tremola
á lo lejos, en lo alto, frente á la fortaleza
enemiga.
¡Adelante! Sed vosotros, soldados, los
viejos héroes de la leyenda.
¡Canta, poeta! Canta la justicia, el porvenir, el progreso.
¡Adelante! ¡Adelante el ejército sagrado
que avanza majestuoso á la conquista de
la civilización!
ALVARO DE ALBORNOZ.
CUENTO
O l .ti
LiR MUÑECA HOTñ
I
Mi cuartito interior hospederil daba á un
patio lleno de luz, y mi ventana se abría muy
cerca, en á n g u l o con la de m i vecina. Ella
tenía la suya perinchida de flores, albahacas,
enredaderas, alelíes y claveles rojos. M i ventanuca estaba árida y seca.
Importa decir que las sesudas comadres de
mi vecindad, en complicidad fisgona con m i
patronal s e ñ o r a doña Remedios, huroneaban
en mi ausencia los libros, los apuntes, cuartillas, rimeros de periódicos hasta sacar en
claro que yo era un escritorzuelo. Dios sabía
de cuantos puntos en la pluma.
Y que cuando yo llegaba—un algo h u r a ñ o
siempre—hacíanse las casuales encontradi-
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Trimestre
Semestre
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PAGO A D E L A N T A D O
zas para, con frase acaramelada y zalamera,
sonsacar algo de mi vida irregular.
E item más que yo, dejándolas saborear
su pan de trastrigo, encerrado en mi torre
con el orgullo de un hijodalgo primogénito,
tapiaba labios y oídos á sus lagoterías.
Una sola excepción había de amistad y
conten-to: la de mi vecinita.
Cuando á la hora de comer libraba á m i
asendereado cuerpo de la cama esolarizadora, pálido, ojeroso, desmelenado, con el enervamiento y languidez aún del corto descanso,
abría m i ventana de par en par.
Consuelíto, mi vecina, ya estaba en la suya
observándome, con su carita de madrileña,
gitana, hermosa y picara.
—¡Vecinita, buenos días!
Y su voz de pájaro, en competencia con sn
parlero jilguerillo, contestaba cariñosa y burlona:
—Ya es hora, vecino. Buenos días. ¡Cuidado, no pise usted ese sapo!... ¡No hay derecho
á madrugar de esa manera!...
Y sonaba su risa de alegres cascabeles,
entraba el sol á raudales en m i cuarto, veía
yo un trozo de cielo azul, respiraba el oxígeno á plenos pulmones, y abría los ojos mucho,
muchísimo, llenando mi retina con la frescura sana de Consuelín.
El primer día nos miramos un instante con
curiosidad inquisidora. Un vecino ó vecina
joven que llega, es un misterio sin desflorar.
Hubo otro día el saludo, pretexto de conversaciones.
Consuelo era una ráfaga vibrante de alegría y robusto v i v i r que llenaba la casa y el
patio hondísimo con el eterno gorgear de
sus cantos y de sus risas. Sus ingenuidades,
extrañamente combinadas con las picardías
de mujer, llegaron á interesarme y á sujetar
en la lucha nerviosa mi pensamiento.
Las comadres respetables murmuraron
nuestras parlas ligeras.
Mas era la verdad que yo, galanteador implacable y práctico de todas las mujeres, no
crucé con aquella ni una sola palabra de esas
que traidoramente clavan su doble sentido.
Era tan deliciosamente bella, tan delicada y
sutil, tan mujer y tan chiquilla, que no osé
destrozar con la vulgaridad de unos amores
fugaces ó impuros aquella figurita de encajes
alados, que infiltraba en mi espíritu cotidianamente un mar de misterioso encanto, de
puros cariños, de amistad, de gloria, de vida
suave y mansa.
La q u e r í a yo... como á eso, como á una
muñeca con alma de ángel. Y, recíprocamente, yo v i ansias de afecto en sus ojos negrísimos, y en su voz un amoroso acento, algo
así como un maternal cariño. Que no en balde ha dicho Felipe Trigo que: «toda grande
amistad, entre la mujer que tiene belleza y
corazón y el hombre que tiene corazón no es
sino el principio del amor»...
II
Los niños todos la querían con sus amores
infantiles y Cándidos. Y á todos los mimaba
ella, los cogía en brazos, los corría y zarandeaba en alocados juegos confundiéndose con
el coro picotero y estrepitoso de los pequeñuelos.
Saltando incansables en los brazos de mi
vecina, asomábanse al patio las cabeoitas ra-
BEJAR NUEVA
diantes; y las madres miraban, encantadas,
bobaliconamonto, la candidez alegre de sns
hijuelos, acariciados por los caboTlos flotantes de la virgen juguetona.
No había vecino joven que no tuviera con
ella réplicas furiosas, ni albañil en la casa
que no alternara los chafarrinones de pintura á las mugrientas paredes con diálogos
chispeantes, ni vieja que mostrase las sucias
greñas en alguna ventana sin recibir como
un flechazo la frase acerada y burlona de
mi amiga.
En aquellas encendidas refriegas derrochábase la gracia madrileña sin que nadie
pudiera gloriarse de ganar sil predilección ó
de haber vencido su inconmovible pureza.
Así corría tranquilamente el tiempo, las
viejas murmurando, cantando horriblemente
las criadas del primero, gritando los chiquillos, poniendo mayor encanto nosotros en la
media hora diaria de ventana, luz, aire", y
alegría, cuando se habló de uno que rondaba... y más tarde, con firmeza ya, de un
novio para la gentil vecinita, impuesto por
la madre.
—«Eran muchos en casa», dijo al imponer
su voluntad brutalmente,—como otras mu
chas madres y otros muchos padr.es imponen las suyas á sus hijos, brutalmente también...
¿Será preciso hacer constar que la noticia
produjo en mí sorpresa, luego rabia, y que
la reflexión me trajo después una desolada
conformidad y tristeza?
A l abrir m i ventana sorprendí desde entonces una luz de congoja en sus ojos, que
dolorida apagaba lentamente.
Pasaron meses y oí algo de casamiento
próximo, de celos, de algún disgusto prontamente sofocado...
Hablamos de él: incompatibilidad de caracteres, celoso, desesperadamente celoso.
Y riñas diarias..., y, en humana bestialidad,
amenazas, ¡amenazas de bruto á la sensitiva,
á la aérea muñeca alimentada con alegres
amores y caricias!...
—Le tengo miedo—me dijo.—Celos de mi
reír, celos de mi charla, de mi andar, de todo. Rabias y celos que me asustan.
Usted que me conoce, dígame, ¿es malo
reírse? ¿es malo hablar, correr, estar siempre
alegre con todos? Pues mire usted; yo creo
que ser buena es querer á los niños, á los
pajarillos, á las flores, á todas las cosas, y á
todo el mundo. Y si esto e« ser buena, yo lo
soy.
El novio de mi amiga Antonia la pegó
ayer hasta hacerla sangre, porque la vió hablando con un conocido.
Me pasará igual. Le tengo miedo, le tengo
miedo...,--repetía mi vecinita. Y sus enormes
ojos, girando medrosos y azorados, se entornaban bajo el peso lacerante de su pena.
Me pareció que un aliento trágico pasaba
el patinillo, envolviéndonos en su manto de
terror. Enmudecimos. Sentí que mis cabellos
se erizaban y que una e x t r a ñ a angustia me
oprimía... Quise decir algo y un lazo de hierro me a n u d ó la garganta.
-¡Adiós!
—¡Adiós!...
Quise hablar otra vez y no pude. Cerramos lentamente las ventanas que chirriaron
siniestras...
Una g r e g u e r í a estrepitosa rompió al poco
rato mi hipnotismo, un ensordecedor concierto de patadas, gritos, silbos, carreras y baladres. Miré. Eran todos los chiquillos de la
vecindad que venían á jugar con mi a m i g a Noches después subía yo la interminable
•escalera. Distraídamente observé una inusitada animación en la casona, un nervioso
sube y baja de gente, cuchicheos, rostros
apenados. ¿Qué pasará? Ya cerca de mi cuarto oí extremecido un lloro implorante, deprecaciones, gritos de mujer... Luego un alarido,
ronco, y doliente, y prolongado... La madre
de Consuelo.
La puerta de su casa estaba abierta. Mucha
.gente en ella, la habitación casi á oscuras.
—¡Herida, muy mal herida! En la Casa de
socorro está—me clamó al lado una mujercilla insigniíioante y oficiosa...
Me dió una sacudida el corazón y se contrajeion mis nervios brutalmente. Compren
di. Salí como una tromba, •desceliuliendo á
grandes saltos la escalera...
Corría, corría desalado, sin parar, tropezando en las esquinas, con los transeúntes
maldicientes; sin ver nada, tapados los ojos
por una nube roja...
La Casa de socorro. En una mesa do mármol había un cuerpo extendido, r í g i d o . Alrededor varias personas.
Temblando, frío, con la muerte en el corazón, rae acerqué al grupo y miró, m i r ó como
debería asomarse al iníierno un condenado:
¡Era Consuelo!
Llegué hasta ella. Desnuda y lívida.
—¿Herida?—pregunté.
—Muerta—respondió uno.
Sentí derrumbarse algo dentro de mi alma.
Una maldita vieja, comadre del barrio, con
cara sibilina se acercó y me dijo:
—El novio ha sido. Hablaban de usted. ¡Cosas de celos!
¡Pobrecita!... ¡una perdición!... U n tiro en
la cabeza. E l lloraba al entrar en \s cárcel...
Me mordió un escalofrío. Aparté, iracundo, á la bruja. Quise acercarme, besarla, y
me detuvieron unos brazos.
¡Oh! Es horrendo pensar en un hombre, un
hombre lleno de vigores, de fuerza pujante,
aplastando á un ser débil, á un bibelot!
Las mujeres mascullaban un padrenuestro.
Salí tambaleándome, lleno de horror. Y
sombrío, contraído, agónico, en la inconsciente huida ante la alegría muerta, ante raí
rota muñeca con alma de risas, ante el precioso capullo deshojado—terciopelo divino,
fragancia y sensación exquisita de juventud—sentía que mis ojos se quemaban en
ofrenda con llanto de fuego, con rabiosa locura, con desolado y amarguísimo dolor!!
A. NICOLÁS PINTO.
Arbitrios municipales
Cierto que los que rigen los destinos locales, son los llamados en primer término á
procurar el relativo bienestar de sus administrados, y con mayor interés los que afectan á la clase proletaria cuyos modestos presupuestos están desnivelados con el impuesto
de consumos, y que, á pesar de pesimismos
más ó menos sinceros de los defensores de
esta contribución, serán los primeros en disfrutar de los beneficios que la supresión proporcionará á la casi totalidad de los vecinos.
Para llevar á feliz término tan ventajosa
reforma, necesario y justo será que abandonando nuestra proverbial apatía unamos
nuestros esfuerzos á los que no solo por
espíritu de partido—aún cuando esto j'a sería lícito y honroso—, sino por coadyuvar á
mejorar las condiciones económicas de la mayoría, despliegan todas sus energías poniendo á contribución sus conocimientos, y arrostrando tal vez las iras de los que creen lastimados sus intereses, sin mirar que en tanta ó
mayor escala lo han de ser los de los iniciadores. Por lo tanto, cojámenos de su brazo y
marchemos con entusiasmo á la conquista de
mejoras tan anheladas.
Afortunadamente a ú n los más interesados
en la continuación del impuesto, no pueden
por menos de reconocer lo odioso, injusto y
hasta inmoral del tributo, y no teniendo ambiente para defenderle solo invocan la imposibilidad de encontrarle sustitución. Argucia
que ha caído por su base con la promulgación de la ley, la cual pone á disposición de
los municipios medios suficientes y aún sobrados para la buena marcha de sus presupuestos.
Por otra parte, la experiencia nos ha enseñado con la desgravación de las harinas,
arbitrio quizá el más importante de la tarifa,
que todo tiene compensación y que nuestro
Municipio no ha tenido que hacer uso de la
autorización que le concede la ley, apelando
al reparto vecinal, para cubrir déficit en sus
presupuestos.
Además, no ha mucho tiempo, y sentimos
no poder precisar la fecha, como sentimos
también ignorar los nombres de los señores
concejales que sin duda atenidos á la ley de
la desgravación parcial y periódica, suprimieron el impuesto que pesaba sobre los carbonos industriales, que se venía cobrando
á título de arrastre, basado seguramente en
el artículo Í36 de la ley municipal.
Aplaudimos sin reservas el acuerdo, por
más que, como dejamos dicho, desconocemos
por quienes y cuando fué tomado; pero el
resultado es que el precedente está sentado
y que se ha suprimido un impuesto de relativa importancia, sin que el nivel de nuestra
hacienda haya oscilado y sin que la mayoría
de los vecinos nos hayamos apercibido.
De sentir es que esta supresión tenga un
dejo do desigualdad, pues sin duda nuestra
limitada inteligencia no nos permite comprender el por qué no alcanzaron los beneficios á todos los artículos que estaban gravados por el mismo impuesto.
¿Es- que so quiso dar protección á la industria? En ese caso debieron de suprimirse
para la lana, que es de mayor importancia
industrial; para los materiales de construcción, que viene en segundo término, y para
los ultramarinos, y muy especialmente para
el bacalao, que viene ya suficientemente gravado en las aduanas.
Como la reforma se siguió, á nuestro entender, sin los trámites usuales en asuntos de
tanta importancia, desconocemos en absoluto los razonamientos en que se fundaran
sus autores; como también desconocemos
si existen disposiciones legales que conceptúen de mayor importancia industrial los
carbones que las lanas y materiales de construcción, rogando á nuestros ediles se fijen
en lo injusto de las pretericiones y que hagan
desaparecer desigualdades que seguramente
no pasarán desconocidas para los interesados: que si hasta hoy el patriotismo les ha
vedado protestar de impuestos que entorpecen la marcha de sus industrias, éste tiene
sus límites, máxime cuando los sacrificios no
se exigen con igualdad.
PñHÉHTESISNo obstante ser fácil el comprender la actitud, y razones de la misma, en que se halla
colocada la minoría republicana de nuestro
Concejo, pudiera el silencio prolongado dar
ocasión á juicios y apreciaciones equivocados que se deben evitar, y para ello vamos á
ocuparnos, aunque á la ligera, de este asunto del que estamos perfectamente informados.
Dimos cuenta, tres semanas hace, de la resolución adoptada por la minoría de abstenerse de intervenir en las tareas concejiles
en tanto subsistiesen las anormales y peligrosas circunstancias creadas con los hechos
y gcontecimientos de que nuestros lectores
están al corriente y que no hemos de reproducir.
Dijimos también, y para hacerlo contábamos con la necesaria autorización, que la
minoría había participado al señor alcalde
su propósito de acudir á la opinión pública
pidiendo su juicio, después de darla á conocer detalles y pormenores de los acontecimientos.
Así mismo hicimos pública la decisión que
en repetida minoría existía de acudir á los
tribunales de justicia y de separarse de toda
violencia personal á que pudieran dar lugar
los sucesos indicados.
Ahora bien; como aunque no es mucho el
tiempo transcurrido es lo suficiente para que
se hubiera efectuado alguna ó las dos decisiones mencionadas, llevando la cuestión ante la opinión pública para ante ella justificar
su actitud de protesta, ó denunciando á los
tribunales de justicia las amenazas, provocaciones é injurias que se h a b í a n dirigido á
alguno de los individuos de mencionada minoría republicana del Ayuntamiento; y como
n i esto se ha hecho ni ha cesado la abstención ó retirada, sin que los escandalosos su-
BEJAR NUEVA
•oesos quo la motivaron so hayan roproduoido, procedo dar alguna explicación de todo
esto y quo se ponga en claro la pasividad ó
inacción observada, para que ello sea apreciado acertadamente.
Ni desconoce ni olvida ese grupo de concejales los compromisos y deberos indeclinables contraidos para con su pueblo y para
con su partido. Uno de ellos, acaso el de mayor trascendenoin, os el do la supresión del
impuesto de consumos, quo si no lleva á efecto no ha de ser porque deje do consagrarlo
toda su voluntad y todos sus esfuerzos. Siendo así, la abstención ó retirada no puedo implicar desostimiento ni abandono estable y
perseverante. No debe, no puedo sor otra
cosa que una tregua impuesta por los acontecimientos, que en puridad significa colocarse en plano más alto que ol bajo por donde
rastreaban los hechos.
Era v es replegarse para dejar al descubierto las repugnantes actitudes quo en el
asunto se adoptaban. Era y es declinar la
responsabilidad moral, forjando sanción ótica, no tanto hacia quien ejecutare reprobables fechorías, como sobre quien las consintiese ó amparase.
Tal ha sido ol fondo, la razón última do
ese apartamiento transitorio y do prueba,
puedo decirse.
Triste es la enseñanza obtenida con ese
medio probatorio; amarga experiencia quo
nos ha hecho patento algo en que nunca quisimos ni quisiéramos creer y es quo ol sentido moral muere y so extingue facilísimamonto bajo los menguados afanes y menudas inclinaciones aun en los que se amamantaron
con doctrinas y principios, al parecer tan solo, inquebrantables.
Poro no obstante ol pesimismo que el mal
ejemplo y el desengaño engendran; y queriendo, por el contrario, conservar por siempre y sobre toda realidad desconsoladora
algo del Panglos volteriano, entendemos, y
así lo transmitimos á nuestros lectores, que
si la susodicha minoría no ha llevado á vías
de hecho los dos propósitos que abrigara y
anunció, acusando ante ol tribunal de la opinión por los desmanes escandalosos registrados ó pidiendo acusación á los tribunales y
códigos do justicia; si no ha hecho nada do
eso no ha sido por causa de debilidad, ni de
negligencia, ni por descuido do lo que su dignidad y decoro le impuso, sino por otros humanos sentimientos elevados que neutralizaron el primer impulso, compeliendo á abrir
el paréntesis en que estas cosas se hallan.
Ni débiles ni crueles; así lo entendemos.
U CIVILIZACIÓN RELIGIOSA
LOS SUPLICIOS EN RUSIA
La sensacional campaña sobre la Inquisición española que sostiene «El Motin>, nos
demuestra cuales son los sentimientos humanitarios que las religiones desviadas desarrollan en los pueblos fanatizados é incultos.
Así en España, así en Turquí^, Marruecos,
Rusia...
¡Rusia!... E l nombre de esta nación colosal
no puede nombrarse en ol extranjero sin
evocar las cárceles negras y húmedas, el Zar
omnipotente, los grandes duques, los mujiks
esclavos, los militaros y los curas señores de
horca y cuchillo,—arbitros do las vidas rusas
en estos y los otros mundos. Y como en v i sión de trágica poesía, los revolucionarios do
ambos sexos, los nihilistas, pálidos, demacrados luchando desesperadamente contra el
abrazo mortífero del gigante oso blanco del
imperio. Y luego estudiantes, y médicos,
maestros, profesores, obreros, en largas filas,
sumergidos en las mazmorras horrendas de
que nos habla Gorki en «La Prisión», con su
cortejo de hambre, frío, y suplicios dolorosísimos, tenaces, interminables.
La pona más aplicada en Rusia es la del
Rnuí suplicio que lleva con facilidad la
muerte al condenado.
Su aplicación empieza por despojarle de
sus vestidos hasta la cintura y, poniéndole
los brazos en alto, le atan las manos á una
escala; después le izan hasta suspenderlo do
olla y hacer quo sus piés no toquen en tierra. Así colocado ol roo presenta toda la espalda á los golpes del verdugo.
El Kmit, instrumento del suplicio, os un
palo do monos do una vara de longitud, en
uno do cuyos extremos están clavadas varias
tiras de cuero blanco muy flexible do dos
pies do largas.
Antes do martirizar al roo ol verdugo sumerge el Knut en agua ó lecho á ü n do hacerle más pesado y flexible.
Cada golpe do esto horrible látigo deja su
huella en donde so aplicó y hace saltar la
sangre.
A los quince latigazos el mártir condonado
tiene la piel completamente levantada, la espalda en carne viva, y las carnes tan profundamente taladradas que las cortaduras
diríanse hechas por ouchillos.
Hay verdugos que al tercer golpe pueden
matar al supliciado. Se cuentan casos de familias ricas que pagaron al verdugo para
quo así lo hiciera con un deudo condenado,
para librarlo do los angustiosos sufrimientos
y de la vida en las minas de Siberia.
Cuando el verdugo los descuelga, los reos
están desmayados en la mayoría de los casos.
Si el atormentado es un penado vulgar, el
verdugo, con el auxilio do sus ayudantes, lo
hace un corte en la nariz, le abre los carrillos con un cuchillo y lo marca en la fronte
y en los muslos con un hierro al rojo.
Terminado el suplicio so lleva el paciente
al hospital donde se lo pono en cura hasta
que llega la orden de deportación.
Entonces se lo lleva á Siberia y se le hunde en las minas del Gobierno, en las cuales
trabaja toda su vida sin salir de ellas un momento ni ver más la luz.
Ante estos horrores que indignan y asombran, los hombres do corazón é ideas avanzadas han de agruparse más fuertomunte
que nunca y hacer valer la fuerza de la razón,
do humanidad y de justicia por encima de
las fronteras do todas las naciones inquisitoriales.
En muchas ocasiones la vida de un hombro bien vale un Estado.
N. P.
CINE CONCEJIL
Con soldados de la «Unión»
el martes hubo sesión.
Pero no asistió á la lista
la tropa «Conjuncionista».
Y el martes, cual día aciago,
no concurrió don Santiago.
Hay días de mal agüero
que ni da ni quita Agero.
Aunque es creyente sin fin
Santiago Agoró Brochín.
En martes de Carnaval
fué á la sesión Mayoral.
Y Manuel «El Patatero = ,
cronista concojaloro.
Y aunque el día estaba crudo
presidió el acto Cerrudo.
Y Popín por ver á Puente
fué al Concejo diligente.
Pues gusta á Pepín Caldera
la cuestión concejalera.
Y si yo no me equivoco
será edil dentro de poco.
Pues concurro al Ateneo
sin sor íntegro ni neo.
'
•H!'",l-P l .A O
.~ { i
Y al pan pan, y al vino vino,
llama á secas mi sobrino.
Cándido va impresionando
las cintas que van pasando.
P e p í n ni aplaude, ni pita,
ni pide que se repita.
Por no escuchar á su oído
donde vas con ese nido.
Zagal cruel pero cuerdo
respeta á Gómez y á Izquierdo.
Y respeta y algo más
á Gosálvez y á Tomás.
Non houbo n'o mund' enleiro
quien más respete á P i ñ e i r o .
Ni amigo más conseeuento
de Aparicio (don Vicente).
Ni quien más claro solfóo
do, si, la, sol, fa, mi, re.
Ni quien mejor canto a q u í
do, re, mi, fa, sol, la, si.
Pepín vió con desagrado
quo no salió de Asociado.
Cosa que á mí me remuerde
por lo quo Bójar so pierde.
Y porque viese la Unión
á un segundo Cicerón.
Y por poder admirar
á un segundo Castelar.
Y por probar á la gente
que os sabido y elocuouto.
Arias con él ha contado
para hacerse diputado.
Porque empresa que acometo
Pepín, la saca y la mete.
Si le disgusta la «Unión»
se pierde el primer peón.
Y entonces todos verán
cuantas torres se caerán,
Si presenta un candidato
bueno, bonito y barato.
—¿Por q u é don José es asív
—Do, re, mi, fa, sol, la, si.
—¿Por qué es así don José?
—Do, si, la, sol, fa, mi, re.
N O T I C I A S
Aclaración
En la reseña de la sesión publicada en
nuestro anterior número, al dar cuenta de la
solicitud presentada por Angel López pidiendo la plaza de fontanero municipal, decíamos
que este señor se comprometía á desempeñar
dicho cargo por la mitad del sueldo que per
cibe ol quo hoy la desempeña, y como quiera que esto fué debido á no haber oido bien
la lectura de mencionada solicitud, gustosos
aclaramos hoy que lo que se solicitaba era
desempeñar el cargo de fontanero juntamente con el que hoy lo ejerce, partiendo ol sueldo á medias.
Carnaval
Pasó el Carnaval de este año. Ha transcurrido como otros anteriores, con todo lo que
lo os propio. La gente joven, alegre y animada; los que pasaron ya a ñ o r a n d o sus tiempos buenos, los tiempos pasados, mejores
siempre.
Pocas máscaras. Mal tiempo. Una comparsa de turistas bejaranos. Escasez de serpentinas y confetti. Mal año para los comerciantes de estos papolitos de colores.
Los bailes, animados, sobre todos los del
Casino do Obreros y los del teatro, y... nada
más. ¡Ah!, sí; algo más; lo mejor aunque negativo. Excepción hecha do un choque sin
importancia entro mujeres, nada en que el
Juzgado haya tenido que intervenir, ni tratándose de personas n i de cosas.
Esto viene sucediendo en Béjar de años
atrás, pero cada vez más acentuado. De a ñ o
en a ñ o son en menor número los delitos de
una ú otra clase, y se nota mejor en fiestas
como las do los carnavales, propensas y expuestas á todo desmán.
Nuestro pueblo os un pueblo de cultura,
tranquilo y pacífico como el quo más.
BÉJAR.—Est. tip. de S. Sánchez.
BEJAR NUEVA
S K C C I O N
ID K
A N U N C I O S
^eutaster^ia, Rnerqla | Debilidad general
= su curación con el —^
MIOGENOL del Dr. M. Caldeiro
SALUD-FÜERSA-VISCR
Tónico reconstituyento á base de Nucloógono y Arríiénal. Remedio soberano para, el AGOTAMIENTO D E LOS
NERVIOS, CONVALECENCIAS, ENFLA(iUECIM.IENTO, ANEMIA, TISIS, INSOMNIOS, PARALISIS, VERTIGOS,
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