Nico Héctor Hernández Nunca supo bien cuándo comenzó todo, pero al principio no le tomó mucha importancia, creía que era algo natural en un bostezo, o por la gripa que nunca se le terminaba por declarar. A veces pasaba camino a la escuela, y otras más cuando por las tardes se sentaba frente al televisor, a ver como los personajes de cualquier serie tenían problemas que se convertían en sonrisas al final de cada capítulo. En realidad no le parecía algo importante, hasta que un día inesperado Nicolás comprendió lo que le sucedía. Aquél viernes las cosas fluían como el rio por el campo, o como la lluvia por el rostro de quien mira al cielo sólo para ver las nubes resplandecer por los relámpagos. — ¡Nicolás ya está el desayuno! —grito su mamá con esa típica voz de regaño que se compensa con un beso al sentarse a la mesa. — Ya voy mamá, ya voy –respondió Nico con una voz llena de flojera mientras entraba en la cocina. — Ay hijo, es que con tus calmas, estás igual que los del gas que nomás no pasan por aquí, y a mí que me urge porque siempre salgo más entumida que un pingüino en primavera. —Ay mamá, pues creo que vendría más seguido si supiera que no le vas a quedar a deber —Nico no pudo ocultar la sonrisa, y su mamá tampoco, pero eso no evitó que le diera un pequeño zape con sabor a caricia. Su mamá tenía razón, Nicolás nunca tenía ganas de ir a la escuela, y los del gas no habían pasado aún, porque el baño con agua fría lo puso de un color que terminaba contrastando con el sweater rojo con el 198 bordado en el pecho. Página 1 Ya en la escuela, el sol avanzaba por la ventana del salón, bañando de luz y de calor a todo lo que encontraba por su paso, una mañana normal. Pero esperen un momento, en realidad esa mañana no era normal. Aquél día Pedro había sido llamado desde temprano a la dirección, ¿los motivos?, bueno, con él siempre sobraban las razones para que estuviera ahí, pero aquella vez se trató de una pelea con uno de tercero. Nico pensaba que Pedro estaba bien así, lejos. Se lo imaginaba sentado con cara de arrepentido mientras la directora hablaba con su mamá, y ella excusando a su hijo, y él con su cara de temor que disimulaba una sonrisa por el recuerdo de sus manos hundiéndose en el cuerpo del de tercero. Así era él, pero eso no importaba ahora, porque Nico estaba en el salón, y ahí también estaba su amiga Laura y entonces el pensamiento se le desviaba, ahora su mirada y sus palabras saltaban sobre el pelo de Laura, su sonrisa y sus manos con pulseras de colores; la abrazaba con el pensamiento y ella no lo imaginaba, y si lo hacía en realidad nunca le molestó, porque ella también sentía algo extraño por él. Así, en el silencio del murmullo del salón, las miradas andaban de pupitre en pupitre hasta que se tocaban y entonces la sonrisa disimulada del que mira al otro sin querer, pero queriendo. El tiempo seguía bailoteando, hasta que: ¡Chhhhhhhhhhhhhhrrrrrrrrrrrrrrrrr! Sonó la chicharra viejita que nunca terminaba por silbar bien, pero que todos esperaban porque a esa hora anunciaba los sándwiches, las frituras y los frutsis congelados que calmaban el calor de la cascarita en medio del patio. — Lau, te encargo mis lentes, es que ahora me toca porterear. –dijo Nico mientras se sacaba el sweater y lo ponía con los de los demás en los postes de la portería. Era verdad, ese viernes las cosas no eran normales. Tal vez fue porque sabía que Laura lo miraba o porque Pedro no estaba gritándole, por lo que haya sido fue genial. Nico dio el partido de su vida, paro tres cañonazos de los del “A” y se le barrió a uno para dar una jugada de gol. Ya casi terminando el receso, mientras Página 2 Nico se secaba el sudor, le contaba a Laura que si Maradona o Messi lo hubieran visto, de seguro ya estaría en las fuerzas básicas del Barcelona. — Ni ellos ni yo nos hubiéramos fijado en ti, tonto. –dijo Pedro y Nico sintió sus palabras sobre la espalda, al igual que los jalones-. — ¿Qué quieres Pedro? No nos molestes. –dijo Laura al tiempo que cambió la sonrisa por un gesto de temor. — ¿Qué te dio hoy tu mami? A ver, trae para acá —Pedro movía las manos más rápido de lo que hablaba, pronto sacó el dinero del pantalón de Nico y le arrebato su refresco. — Pedro, eso es lo de mi camión, ¿cómo me voy a regresar a casa? — ¡Cállate cerdito!, ¡oink!, ¡oink! Eres un cerdito, ¿verdad? Mira ese jamón que tienes en la panza, de seguro tu mamá te recorta por las mañanas para hacerte el desayuno. ¡Oink!, ¡oink! Nico no decía nada, sólo miraba el suelo deseando con todas sus fuerzas que Pedro se callara, que Laura no estuviera ahí y que nadie lo viera. Quería desaparecer. Pero no pudo, porque mientras Pedro le gritaba, la de mate salía del salón de profesores. — A ver, ¿qué pasa aquí? Desde el salón escucho tus gritos Pedro. — Nada maestra, ¿verdad Nico? Sólo estábamos jugando, ¿o no Laura? — dijo Pedro, hablando por los tres. —Nicolás, ¿estás bien? Te veo muy pálido, come algo hijo, o toma algo, no te nos vayas a desmayar. — Si maestra, todo está bien, es el sol que ataranta. –dijo Nico, tratando de controlar el temblor en la voz. Página 3 — Bueno, pues a ver si ya se van a sus salones, porque el receso está por terminar y no los quiero fuera de la clase vagando por la escuela —sentenció la maestra mientras se alejaba por los pasillos de la dirección. Nico y Laura se levantaban de las escaleras pero Pedro los detuvo con una mirada retadora y les dijo: — Si dicen algo están muertos —y como quien necesita poner punto final, el puño de Pedro avanzó en directo al estómago de Nico. Laura agarró a Nico del brazo, porque el puñetazo le sacó el aire y apenas podía respirar. Nico trataba de respirar y aunque la sensación de dolor era muy intensa, finalmente tuvo el valor para comenzar a caminar y que Laura no lo viera frágil. Mientras se alejaban de la dirección, la risa de Pedro aún se escuchaba entre los ecos que la escuela guardaba en sus paredes. Después de unos pasos Laura miró a Nico y le sonrió, aún adolorido él le devolvió la sonrisa. Laura acercó la mano a la mejilla de Nico y le secó la lágrima que tímidamente le escurría. — Gracias Lau —ella le dio un beso en la mejilla mientras seguían caminando. Entonces todo cobró sentido, el ruido de los pasos y las voces de los alumnos rumbo al salón se apagó, el silencio llegó a la mente de Nico, y entonces fue cuando comprendió que aquella lágrima que Laura secó era la misma que lo tomaba por sorpresa cuando iba a la escuela, cuando el domingo pensaba en el lunes y en Pedro, inevitablemente en Pedro, insultándolo, quitándole el dinero, humillándolo. Esa gota brillante que Nico secaba sin preocupación, era la misma que ahora le hundía en el temor de volver a encontrarse con Pedro. Y entonces Nico comprendió que él lloraba así, porque no podía llorar, el silencio y el miedo le gritaban al mundo lo que Nico sentía, pero que sólo podía hablar con una lágrima, en un sollozo callado por todos los que no podían escucha lo que él sentía ese día, lo mismo que desde años atrás tenía que callar. Página 4 Actividad: En equipo, luego de leer la historia reflexionen y escriban un comentario para el foro en el que respondan a las siguientes preguntas. Recuerden que no es un examen: ¿Creen que Nico podría hacer algo para cambiar su relación con Pedro?, ¿qué? ¿Qué sentimientos creen que tenga? ¿Creen que la situación que Nico vive con Pedro tenga repercusiones en el futuro?, ¿cuáles serían? Página 5