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La familia Bécquer en Sevilla
La pintura romántica adquirió en Andalucía una personalidad diferenciada del resto de
museo de bellas artes de sevilla
12 de noviembre 2013 – 12 de enero 2014
España. Sevilla concentró un elevado número de artistas que llevaron a cabo una pintura
basada en la captación de un entorno cotidiano, que refleja unas costumbres y tipos concretos. Entre 1830 y 1868 el costumbrismo fue tratado profusamente por la mayoría de
los pintores que trabajaban en Andalucía, llegando a formar un grupo definido dentro del
panorama artístico español del momento.
En este contexto los Bécquer constituyen una de las sagas de pintores más relevantes
para la génesis y el desarrollo de este género. José Domínguez Bécquer (Sevilla 1805-1841)
fue el iniciador de una de las familias más prolijas en lo que a producción artística romántica se refiere. Centrado fundamentalmente en escenas costumbristas, tambien cultivó el
retrato aunque su trayectoria destaca por ser el creador de una serie de temas y motivos
que sirvieron de base y modelo para otros pintores. Llegó a tener un estudio en el que se
formaron un gran número de artistas, incluyendo su primo Joaquín con el que mantuvo
una colaboración muy activa.
Joaquín Domínguez Bécquer (Sevilla 1817-1869) se conformó como uno de los pintores más solicitados de su tiempo, llegando a trabajar para los Duques de Montpensier.
Fue mentor de su sobrino Valeriano e, incluso, de Gustavo Adolfo, al que le llegó a decir:
–“No serás nunca un buen pintor, sino un mal literato”–. En su trayectoria fue profesor y
posteriormente director de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. Se empeñó fundamentalmente en la realización de escenas costumbristas, basadas en un certero dibujo y en un
manejo formidable del color, así como en retratos de gran calidad en los que se aprecian
influencias velazqueñas y detalles espontáneos.
HORARIOS:
De martes a sábado de 10:00 a 20:30 horas
Domingos y festivos: de 10:00 a 17:00 horas
Lunes cerrado
En 2013 el museo cerrará los siguientes días:
1 de enero y 31 de diciembre
En 2013 el museo abrirá el 9 de diciembre en horario
de 10:00 a 17:00 horas
El horario de taquilla finaliza 15 minutos antes
de la hora del cierre del museo
D.L.: SE 2242-2013
Valeriano Domínguez Bécquer esta considerado como uno de los principales referentes de la pintura romántica española, sobre todo en lo que a la plasmación de escenas y
tipos costumbristas se refiere. Nacido en Sevilla en 1833, se formó junto a su padre José
Domínguez Bécquer, su tío Joaquín, en cuyo taller permaneció hasta los veinte años y
finalmente con Antonio Cabral Bejarano. Será entre 1861 y 1862 cuando el pintor inicie
un encargo que le llevará por tierras castellanas y aragonesas junto a su hermano Gustavo
Adolfo. Fruto de este viaje son sus numerosos dibujos, apuntes y cuadros de tipos y costumbres populares de estas zonas geográficas. Valeriano murió en Madrid en 1870, unos
meses antes que su hermano Gustavo Adolfo.
Gustavo Adolfo Bécquer es sin duda la figura más emblemática y reconocida de esta
saga. Su obra e imagen han traspasado la frontera de lo meramente literario y artístico
para convertirse en mito. Nacido en Sevilla en 1836, falleció en Madrid, como su inseparable hermano, en 1870. Demostró tener una sensibilidad extraordinaria como poeta,
literato y dibujante, como quedó patente en los numerosos apuntes y bocetos que de su
mano se conservan y que destacan por su calidad y espontaneidad. De un modo u otro
Gustavo Adolfo y Valeriano compartieron sus años de su plenitud artística, circunstancia
que demuestra una convivencia extraordinaria, no sólo en lo personal, sino en lo artístico.
No cabe duda de que ambos creadores encontraban en el otro la mejor de las críticas para
afinar su trabajo y alcanzar la excelencia.
Bécquer
Homenaje a los
1913-2013
Centenario del traslado de sus restos a Sevilla
Museo de Bellas Artes de Sevilla
Plaza del museo, 9
41001 Sevilla
Tlf. 955 54 29 42
museo de bellas artes de sevilla
Centenario del traslado de los restos
de los hermanos Bécquer a Sevilla
En este año de 2013 el Museo de Bellas Artes de Sevilla conmemora la celebración del
centenario del traslado de los restos mortales de Valeriano y de Gustavo Adolfo Bécquer a
Sevilla. Ambos hermanos fallecieron en 1870, siendo enterrados en Madrid hasta que en
1913 se procedió a la exhumación y posterior traslado a su ciudad natal. Tras su llegada
en ferrocarril fueron custodiados en la capilla de la Hermandad de las Siete Palabras de la
Iglesia de San Vicente.
Por este motivo el Museo de Bellas Artes de Sevilla organizó una velada poética en honor de ambos hermanos en la conocida como Sala Murillo. Estuvo presidida por los presidentes de las Academias de Bellas Artes y de Buenas Letras y en ella se leyeron varias
poesías de Gustavo Adolfo. Tras este evento, las autoridades se dirigieron a la Iglesia de San
Vicente para proceder al traslado de los restos hasta la iglesia de la Anunciación, perteciente
a la Universidad. Para el traslado, los alumnos de Bellas Artes habían diseñado una severa
carroza fúnebre perfectamente engalanada, de estilo clásico, con adornos en bronce y pebeteros en sus ángulos donde se quemaba incienso, en la que se dispusieron las cajas con
los restos. El cortejo estuvo escoltado por la Guardia Municipal montada y otra sección a
pie y acompañado por académicos, diputados, concejales y otros empleados municipales
que portaban cirios. En el corto trayecto que separa la Iglesia de San Vicente de la de la
Universidad se dio cita un gran número de público que quería rendir el último homenaje a
sus artistas.
Al final del recorrido el féretro fue depositado en la iglesia, en un túmulo realizado para
la ocasión. Aquí se procedió a una vigilia presidida por una orquesta y a un responso. Tras
la ceremonia, los restos fueron inhumados en la cripta, donde finalmente descansan.
En el centenario de este acontecimiento el Museo de Bellas Artes de Sevilla ha organizado una pequeña exposición en la que se muestran algunas de las obras más representativas
de esta saga de artistas. Julia Bécquer Coghan, hija del pintor Valeriano, fue quien donó a
esta institución los retratos de sus abuelos y el suyo propio, expuesto ahora al público por
vez primera. Su disposición en esta sala respeta la voluntad de Julia al manifestar su deseo
de que su retrato se expusiera junto al de sus abuelos José Bécquer y Joaquina Bastida. Completa esta pequeña muestra conmemorativa el magnífico retrato de Gustavo Adolfo pintado
por su hermano Valeriano.
Obras en exposición
José Domínguez Bécquer
Óleo sobre lienzo
h. 1830
Antonio María Esquivel
Donación Julia Bécquer Coghan, 1925
Este retrato muestra a un joven José Domínguez Bécquer. La
obra fue realizada, presumiblemente, antes de la estancia de
Esquivel en Madrid. Algunas de las características formales así
lo suponen, como el fondo neutro que en otras obras elaborará
con más esmero o el escaso empeño en los detalles de la vestimenta. Fue en esta ciudad donde Esquivel alcanzó los mayores
logros como pintor, consiguiendo una magnífica reputación
entre los pintores de la Corte como retratista.
Retrata al modelo sin elementos distintivos que presupongan
su oficio. A pesar de ello, la capacidad retratística de Esquivel confiere una especial naturalidad al personaje, visible en el
movimiento del cabello y la mirada que enlaza con el espectador de manera amable y directa.
Julia Bécquer COghan
Óleo sobre lienzo
1861
Valeriano Domínguez Bécquer
Donación Julia Bécquer Coghan, 1925
Exquisita muestra de la retratística de Valeriano es este pequeño retrato de su hija Julia Bécquer Coghan, siendo el único documentado pintado por el artista a su hija. Nacida el 5
de diciembre de 1860, se presume su realización en mayo de
1861, justo a los cinco meses de edad de la pequeña. En él se
aprecian algunos leves cambios en el estilo del pintor, aunque no deben ser valorados más allá de esta obra considerada como un trabajo personal, íntimo y privado. La pincelada
aquí adquiere un mayor protagonismo ganando en firmeza y
recorrido. Es también destacable la suavidad en el modelado
de los perfiles, hecho que otorga a la pintura una gran ternura
que la aleja de la rigidez de otras representaciones de esta época. En lo que al fondo se refiere, Valeriano
ha optado en esta ocasión por un sencillo mobiliario sobre el que se apoya la pequeña. La niña, erguida,
descansa sobre un impoluto almohadón, utilizado a su vez por el pintor para demostrar su maestría
en la plasmación de las gradaciones cromáticas con un complejo repertorio de blancos. La retratada
permanece ajena al momento, despreocupada, ofreciéndonos así una pose inusual, espontánea, y a la
vez moderna, infrecuente en el panorama artístico nacional del momento. Sin duda es este un año de
gran trascendencia en el recorrido artístico de Valeriano ya que a partir de este momento comienza su
periplo, junto a Gustavo Adolfo, por tierras castellanas y del norte peninsular.
Joaquina Bastida de Vargas
Óleo sobre lienzo
h. 1830
José Domínguez Bécquer
Donación Julia Bécquer Coghan, 1925
En este retrato de personalísima factura, el pintor evidencia
su maestría en este género artístico. Debido en parte a su
perfecto dominio del dibujo, José Domínguez Bécquer destacó especialmente como retratista. Su mujer, de media figura, posa en un escorzo de cierta complejidad, lo que confiere dinamismo, girando su rostro para mirar directamente
al espectador. Mención especial merece la iluminación del
personaje, de gran acento en su espalda, que produce sombras que modelan la silueta, a la vez que se resaltan detalles
de la vestimenta. Su rostro mantiene las características propias de los retratos del pintor, otorgando una gran capacidad
expresiva a los ojos, grandes, profundos y de mirada directa y penetrante.
Gustavo Adolfo Bécquer
Óleo sobre lienzo
1862
Valeriano Domínguez Bécquer
Adquisición Junta de Andalucía, 1995
La obra concentra en sí misma características suficientes
que la ensalzan como referente obligado de la pintura romántica española. El anhelo de su hermano, forjado por
la distancia que les separaba en ese momento, pudo ser el
principal detonante para la soberbia ejecución de esta efigie,
donde dibujo y color se manifiestan por igual. El retratado,
de tres cuartos a la derecha, aúna melancolía, ímpetu y ese
deseo aristocrático de perpetuación de la imagen. El sentimiento interior, tan propugnado por los artistas románticos, es reflejado aquí de forma desafiante y cautivadora,
ocultando cualquier indicio de debilidad física provocada
por la enfermedad que padecía el poeta. El fondo, se resuelve también a partir de pinceladas sueltas que definen un celaje de variadas tonalidades ocres, junto a
lejanías agrestes, propias del paisaje castellano, que sirve de escenario místico para el retratado. Es en
este sugestivo entorno donde Gustavo Adolfo Bécquer nos transmite con su mirada todo lo creativo de
su agitada sensibilidad. La apostura del protagonista, su mirada incitadora y su ademán son algunas
muestras de la capacidad retratística de Valeriano. De esta forma, el retratado, y la pintura en sí misma,
superan culturalmente la mera consideración etimológica de obra de arte para pasar a eregirse en verdadero mito artístico y literario.
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