las migraciones del sur o la nueva “invasión de los bárbaros”

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LAS MIGRACIONES DEL SUR O LA NUEVA “INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS”
Joaquim Sempere
Profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona
Ponencia transcrita, pronunciada en catalán
“La nueva invasión de los bárbaros” es una expresión irónica y de lo que trataremos en
esta última sesión es justamente del papel que las migraciones juegan también en
este contexto de inseguridad mundial que ha generado la guerra de Irak, la situación
en Palestina e Israel y que también se traduce en una creciente hostilidad entre
Occidente y el mundo islámico. En este contexto de hostilidad entre dos mundos
culturalmente tan diferenciados y con una personalidad tan marcada, el hecho
migratorio juega un papel complementario, y en cierta manera complica la situación
porque no se trata de una supuesta hostilidad –después hablaremos más en concreto
de qué quiere decir realmente esto de choque de civilizaciones-, esta supuesta
hostilidad no es entre dos mundos separados, Occidente por un lado y el Islam por el
otro, sino que se complica por el hecho que en el interior mismo de los países
occidentales hay una población islámica importante y cada vez más creciente. La
población musulmana en Europa ascendía hace un par de años a 20 millones de
personas, un volumen notable.
La inmigración musulmana no es la única, se enmarca en una inmigración más amplia,
procedente de países empobrecidos que es la que nos interesará aquí, y es un
fenómeno en progresión rápida, que había empezado ya al acabar la Segunda Guerra
Mundial, debido principalmente a que el crecimiento rápido de las economías
occidentales generó una demanda de mano de obra importante y esta inmigración se
alimentó básicamente de los países ex coloniales, que ya tenían unos lazos culturales
y políticos con las metrópolis y por tanto fueron a parar sobre todo a Gran Bretaña,
Francia, pero también a otros países en aquellos momentos muy dinámicos
económicamente, como Alemania, Suiza, etc. Esto, en esta época del gran
crecimiento que acabó aproximadamente en 1975 cuando la crisis del petróleo,
empezó a provocar una recesión y un aumento del paro que se ha convertido en un
aumento estructural, ya había empezado a crear bolsas de inmigrantes que
representaban entre el 5 y el 10 por ciento de la población y que mostraban un
complemento de fenómenos de integración, de esfuerzo de integración, por parte de
los países de destino y por parte de las instituciones de estos países, pero también
fenómenos de hostilidad, de desconfianza, de reticencias, etc. La inmigración, sobre
todo cuando empieza a ser masiva, genera unos problemas de reacciones sociales
que tienen estas dos vertientes, por un lado encontramos esfuerzos por parte de las
poblaciones de acogida para integrar a esta gente, para darles facilidades, muchas
veces estos esfuerzos son más institucionales que sociales, en la sociedad es más
frecuente encontrar reacciones de una cierta hostilidad. En todo caso, mientras duró la
prosperidad económica, hasta el año 1975, estos fenómenos de reticencia fueron
relativamente controlados y no dieron origen a conflictos importantes, dieron origen,
eso sí, incluso a movimientos racistas y xenófobos, recordemos que en los años
sesenta en Inglaterra, donde ya había mucha inmigración, aparecía el movimiento de
Enoch Powell.
Concretamente España es un país donde la inmigración llega con retraso debido a las
condiciones económicas del país. España fue más bien un país exportador de
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emigración y, por tanto, hasta el último decenio no empieza a haber un aumento
importante. Aquí hay un efecto sociológico a destacar, que es que aunque estamos
por debajo de los promedios de los países donde hay más inmigrantes, en España el
hecho de que el fenómeno se haya producido con tanta rapidez, en tan pocos años, y
además siendo España una puerta importante de acceso desde América y desde
África de inmigrantes a la Unión Europea, los problemas se han intensificado, se dan
con una intensidad tal vez inesperada y con una conflictividad potencial mayor. Pero
tampoco me centraré en los problemas de España porque el tema es más global, y me
referiré sólo a unos cuantos fenómenos que tienen relación con esta inseguridad, que
puede tener efectos políticos en la restricción de las libertades políticas. Cogeré unos
cuantos puntos porque es un tema demasiado amplio.
Uno es el de las reacciones de miedo, reacciones de desconfianza, de hostilidad, de
inseguridad, que provocan esta afluencia importante de inmigrantes. ¿Por qué? En
general, y sobre todo en poblaciones poco acostumbradas al contacto con personas
de otros países y otras culturas, hay un miedo al desconocido, al que es diferente, un
miedo a aquello que no podemos prever y que nos parece que amenaza las certezas
en que vivimos, que amenaza y pone en cuestión nuestras normas con las cuales
estábamos muy seguros. Es decir, la sola presencia del otro genera una incertitud y
una inquietud que puede degenerar en hostilidad. Después la alienidad del otro genera
estereotipos, tendemos –es una tendencia muy universal, también de otras épocas, no
sólo de ahora- a construir unos esquemas muy elementales que atribuimos a todo un
colectivo, a colectivos nacionales a los que atribuimos una característica, por ejemplo
que los franceses son muy antipáticos, que los catalanes son tacaños, hay
estereotipos colectivos que son esquemáticos y que normalmente tienden a hacer
cristalizar desconfianzas que no siempre son del todo arbitrarias, que pueden tener
una base real, pero que son exagerados y, sobre todo, abusivamente generalizados
para atribuirlos a todo un colectivo.
Entre los estereotipos que aplicamos a los inmigrantes está, por ejemplo, el de que
son pobres, a los inmigrantes ricos ya ni siquiera los consideramos inmigrantes, son
pobres y por el hecho de ser pobres amenazan, porque pueden robar, etc. A menudo
sucede que como hay muchos inmigrantes que vienen solos, por el hecho de ser
solteros, los vemos como una amenaza para nuestras chicas, la vejación de la mujer,
la violación, son una amenaza latente, sobre todo si les atribuimos –y eso tiene una
base, evidentemente- un machismo en las costumbres como por ejemplo a casi todas
las poblaciones que vienen de culturas en que la situación de la mujer está en peores
condiciones que aquí. Después hay todo tipo de propiedades estereotipadas, que son
sucios por ejemplo, que son ruidosos, etc. Cada anécdota real que confirma uno de
estos estereotipos se extiende y siempre se hace una bola que ayuda a consolidarlos.
Pero aquí me interesa más centrarme más en un colectivo de inmigrantes, que son los
que en estos momentos entroncan con este tema de la seguridad que estamos
tratando en este ciclo y que son los árabes y musulmanes, porque los árabes y
musulmanes además de ser machistas y todas esas cosas, hoy en día son
sospechosos de terrorismo, lo que hace aún más agudo el factor de posible
enfrentamiento y hostilidad con las poblaciones autóctonas y dispara todas las alarmas
y los miedos asociados a esta alteridad, a esta diferencia, entonces cuesta aceptar
tenerlos de vecinos por ejemplo, pueden tener explosivos en casa, no gusta que se
reúnan y, por tanto por ejemplo los lugares de oración tampoco los queremos al lado
de nuestra casa, etc. Se generan una serie de dinámicas particularmente nocivas y
acentuadas en el caso de los árabes y musulmanes.
También hay que decir que a veces las animadversiones y las hostilidades tienen que
ver con otro fenómeno que es que odiamos a aquellos a quien maltratamos y a los
inmigrantes pobres del Tercer Mundo la verdad es que los maltratamos, porque les
damos ocupaciones mal pagadas, y no sólo los empresarios, eso pasa en la
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agricultura, en la construcción, hay empresarios que cumplen y les pagan lo que toca y
les aseguran, etc., pero hay muchos que se aprovechan de la situación de ilegalidad
para maltratarlos, para explotarlos, para no ayudarles a legalizarse, pero también hay
gente que les paga salarios bajos por hacer tareas domésticas, y aquí no hablamos de
empresarios sino de personas “normales”, hay quien no les quiere alquilar pisos o que
les pone alquileres abusivos, es decir, que hay situaciones de maltrato. Y eso me
recuerda una reflexión que leí a propósito de los hechos de El Ejido en que se reveló
en aquellos momentos que aquellos inmigrantes, que casi todos eran magrebíes, eran
muy explotados justamente por campesinos que hacía diez o quince años que eran
ellos mismos de los más pobres de España y que de golpe, con la prosperidad, habían
adquirido una especie de avidez extrema que hacía que fueran particularmente
explotadores con estos inmigrantes. Y en este comentario que leí se explicaba este
fenómeno de psicología social que hace que odiemos al que maltratamos, porque de
alguna manera es un espejo que nos devuelve una imagen que no querríamos ver de
nosotros, nos devuelve esta imagen de abusadores, de explotadores que no nos
gusta, y entonces la reacción, muy a menudo inconsciente, es de denigrarlos porque
parece que considerándolos inferiores es más tolerable que se les trate mal. Pienso
que es una observación psicológica que vale la pena considerar.
Por otro lado, todos estos fenómenos de miedo se acentúan por los fenómenos de
guetización, de segregación residencial que son bastante inevitables, que cuesta
mucho evitar porque al ser gente con pocos recursos, además de que los pocos que
ganan tienen mucho interés en ahorrarlos para enviarlos a sus países de origen
habitualmente, van a parar a sitios con alquileres bajos y, además, tienden a
concentrarse porque también buscan la comunidad, buscan estar cerca de los suyos
para sentirse más protegidos, de manera que eso les segrega y al segregarlos los
junta y, al juntarlos, la población autóctona tiene más tendencia a verles como una
masa, una masa además amenazadora. Es curioso, por otro lado, que nos den miedo
los pobres cuando hay extranjeros ricos que tal vez son una amenaza mayor para la
seguridad cotidiana, me refiero a las mafias, las mafias del narcotráfico y de la
especulación inmobiliaria, que en algunas zonas de este país se han implantado
desde hace unos cuantos años y que han generado unos climas de delincuencia,
incluso con secuestros, con asesinatos; éstos no son inmigrantes pobres, son ricos,
muy a menudo de Rusia, de países del Este, de algunos latinoamericanos también, y
éstos en cambio no acostumbran a formar parte de esta constelación de miedos que
sentimos.
Todo esto me lleva al segundo punto que querría destacar, el de la xenofobia y el
racismo. Estas tendencias siempre se han basado en identificar a un supuesto
enemigo imaginario, construido artificialmente, a veces con argumentos reales pero
estereotipados, exagerados, etc. Los sectores más favorables a la xenofobia son los
sectores más pobres y más frágiles, con un nivel de estudios más bajo y más
amenazados por el paro, por la precariedad y la exclusión. Normalmente éstos
coinciden con los que han de convivir más de cerca con los inmigrantes pobres y, por
tanto, con los que sienten que se les roba el territorio. Aquí he podido escuchar
entrevistas por radio de gente que vive desde hace muchos años en Ciutat Vella
quejarse de que ya no sienten en su casa porque hay demasiada gente de fuera.
Estos sectores populares más excluidos, más marginados, son los que están más
expuestos a las seducciones de la xenofobia y a interpretar al extranjero como a un
enemigo. Y evidentemente todo esto se alimenta todavía más cuando se pueden
hacer reproches a las administraciones porque parece que mimen a los extranjeros en
detrimento de los autóctonos y entonces cualquier caso en el que un extranjero haya
recibido un piso de protección oficial, por ejemplo, o que haya tenido más facilidades
para hacer entrar a su hijo en la escuela o para recibir una determinada prestación
social, se exhibe como un caso de que los extranjeros nos están robando el pan. Pero
claro, los sectores que normalmente lo experimentan son justamente los sectores
populares que están en situación más frágil y vulnerable.
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¿Cuáles son los resultados políticos de la xenofobia y del racismo? En primer lugar,
una operación de confusión en el sentido de que es muy fácil que el extranjero, y
sobre todo el extranjero pobre y vulnerable, como es débil, a pesar de todos los
miedos que pueda generar él es débil y en el fondo todos lo sabemos, es muy fácil
convertirlo en un chivo expiatorio, es decir, en momentos en que un colectivo, una
sociedad, experimenta el malestar, un malestar difuso, en que no se sabe bien quién
es el culpable de qué y por tanto cuáles son los orígenes de los males que nos afligen,
desde el paro y la precariedad hasta el aumento del precio de la vivienda, hasta mil
cosas que nos afligen, en situaciones en que hay un malestar difuso, en que no hay un
causante claramente identificable, es muy fácil que el extranjero vulnerable se
convierta en una cabeza de turco. Es lo mismo que hicieron los nazis convirtiendo a
los judíos en los culpables de todos los males que afligían la Alemania de la época y,
por tanto, ésta es un arma que alimenta formas de populismo primario y que permite
movilizar, sobre unas bases muy sencillas pero que llegan mucho a la psicología de la
gente, de ciertos sectores sencillos, para movilizarlos entorno a proyectos políticos que
no tienen nada que ver con la solución de problemas reales, es decir, se trata de crear
problemas ficticios, con enemigos ficticios para arrastrar movimientos hacia soluciones
que, como el nazismo, pueden llevar a finales muy destructivos.
Por lo tanto, hay un primer peligro de la xenofobia y del racismo que es el de generar
movimientos populistas y de esto tenemos muchos ejemplos: antes he hablado de
Powell en Gran Bretaña, hemos tenido a Lepen en Francia, tenemos movimientos
racistas en Italia, en Alemania, etc., que acaban arrastrando incluso a los sectores que
se autoproclaman no racistas ni xenófobos pero que ven que aquí hay una reserva de
votos, y entonces hacen derivas populistas que también utilizan la xenofobia y el
racismo para atraer estos votos de la población que ya está sensibilizada por las
prédicas, lepenistas o de otros movimientos racistas. Aquí en Cataluña tenemos una
plataforma local en Osona, Plataforma per Catalunya, que también utiliza este discurso
racista para confundir, para marear la perdiz. Los que predican el odio al extranjero
abren la caja de los truenos y, a menudo, el resultado de sus prédicas escapa al
control de ellos mismos. Cuando los agresores fascistas, estos jóvenes o no tan
jóvenes fascistas que atacan a indigentes o a inmigrantes lo hacen por que se sienten
identificados en este discurso que flota en el ambiente, que mucha gente no es
consciente de serlo, de tener estos sentimientos racistas y que nadie se atreve a
expresarlos porque no es políticamente correcto y, además, fijémonos en aquella
expresión típica de cuando se quiere criticar a un inmigrante, siempre se dice “yo no
soy racista pero...” y se continúa. Querría subrayar el peligro de estos discursos que
denigran a determinados colectivos y que siembran una semilla de odio que se puede
expresar en sectores incontrolables de personas agresivas, como en el caso de esta
indigente o sin techo agredida en un cajero automático en Barcelona hace un par de
meses por unos jóvenes, por otro lado de familia de clase media, que seguramente
bebían de un discurso de denigración de los sin techo, del indigente, como si fuera una
escoria humana y, de alguna manera, aquellos chicos al expresar su agresividad
contra aquella persona estaban haciéndose eco de un discurso flotante, de un
discurso impreciso pero que está en el ambiente y que incluso alimenta algunas
normativas públicas. Y aprovecho para hacer una crítica a la normativa contra el
incivismo del Ayuntamiento de Barcelona, que de alguna manera, en determinadas
expresiones que se utilizaron culpabilizaban y denigraban a los sin techo como si
fueran unos incívicos.
Por otro laso, la xenofobia y el racismo degradan profundamente el clima político
porque colocan la conflictividad social en términos de nosotros y ellos y, por tanto,
desencadenan movimientos mentales y políticos de tipo identitario. Entonces el debate
político es bastante difícil porque ya no se habla de problemas concretos, de intereses
concretos, reales, de prioridades sociales o discutir en función de los derechos de las
personas en general, porque vivimos en una sociedad en que creemos o creemos
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creer que todos tenemos los mismos derechos, y que los derechos humanos son
derechos universales. El debate político normal tendría que superar las diferencias
identitarias, en cambio la xenofobia y el racismo tienden a situarlo en un terreno de
enfrentamiento entre ellos y nosotros, que ofusca todo el discurso. Y aquí ya volvemos
al núcleo básico, Islam contra Occidente es la suma, la culminación a nivel mundial de
este enfrentamiento de ellos contra nosotros, que borra las diferencias, Occidente
contra el Islam y eso se expresa de mil maneras, extrañas y confusas. Por ejemplo en
el tema de las caricaturas de Mahoma algunos comentaristas, algunos creadores de
opinión, han llegado a plantear el tema como o estamos a favor de la libertad de
prensa, y por tanto aquí no hay nada que decir, o estamos a favor del fanatismo,
cuando la cosa no era así, no se trataba de un problema de libertad de opinión de
prensa, en este caso se ha querido convertir casi en una confrontación entre la libertad
de expresión como símbolo de Occidente y de sus libertades y una gente que son
unos fanáticos y que no pueden admitir ni tan siquiera una broma sobre las cosas
sagradas que nosotros ya estamos muy acostumbrados a escuchar de las nuestras.
Y esto nos lleva al tema que ya salió en una conferencia anterior, el choque de
civilizaciones, que es justamente una expresión que difundió Samuel Huntington, una
de las cabezas pensantes de la oligarquía capitalista norteamericana, que escribió un
libro con este título y que preveía, pronosticaba, que una vez desaparecido el sistema
soviético, la Unión Soviética, Occidente se vería confrontado al otro gran centro
mundial civilizatorio que podría hacer frente en términos de poder o de influencia a
Occidente y que además tenía una polaridad con Occidente en el sentido que tenía
unas características civilizatorias muy diferenciadas. Huntington nos estaba diciendo
que un gran imperio como es el de Occidente no puede vivir sin enemigos y entonces
acabaremos encontrando otro y este otro será el Islam. Esto se ha convertido en lo
que en Sociología se llama “profecía autocumplida”, algo que vas repitiendo y acaba
siendo verdad, pero no diría yo que sea verdad, no creo que hoy haya choque de
civilizaciones, pienso que el choque de civilizaciones es una gran estratagema y una
gran trampa semántica-política que tienen interés en atizarla aquellos que quieren que
el mundo esté constantemente en tensión bélica, y estos unos están perfectamente
identificados, son los gobernantes sobre todo de los Estados Unidos, como
representantes más cualificados y con una vocación militarista más clara y, por tanto,
que se presentan como los defensores hasta el final de los valores de Occidente, en
que a los actuales gobernantes de los Estados Unidos les interesa fomentar un clima
de guerra, porque este clima de guerra favorece las aventuras bélicas como la de Irak,
que tenía diversas finalidades, una de las cuales es mantener la tensión interna en el
país, una tensión unanimista contra cualquier disidencia, todos juntos contra el
enemigo común, que encontró una ocasión dorada en los atentados del 11 de
septiembre, de los que se ha dicho, creo que con razón, que si no se hubieran
producido -les interesaba a los Estados Unidos, al gobierno de Bush- que alguna cosa
de este tipo se produjera para estar justificados para lanzar alguna aventura agresiva
de cara a una operación muy clara desde el punto de vista geopolítico, que es el
control de una región estratégica para el suministro del petróleo. Y esta región no es
sólo Oriente Medio, que está claro, donde están las grandes reservas, que de aquí a
unos cuantos años se calcula que será las tres cuartas partes de todo el petróleo que
quedará en el mundo, pero además también poner un pie en Afganistán y en toda Asia
Central porque en estos momentos está saliendo en el horizonte económico mundial la
competencia de China y China será la gran devoradora de petróleo, y los Estados
Unidos saben que el gran rival por el control del petróleo será China y, por tanto, les
interesa también no sólo la aventura en Afganistán sino toda política entorno al
Kirguizistán, el Kazajstán y todos estos países que tienen gas natural y que pueden
ser un paso para el petróleo hacia China y hacia Occidente.
Por tanto el choque de civilizaciones es una gran estratagema ideológica para generar
este sentimiento unanimista y de guerra que además justifica la agresión, justifica la
guerra y que se voten los presupuestos de guerra y, por tanto, todo esto forma parte
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de un proyecto imperial de largo alcance que está muy ligado a los intereses del
petróleo, de la industria del automóvil, de la industria del acero, es decir, de todo un
sector importante, aunque no todo, de la oligarquía capitalista norteamericana. A esta
gente le interesa que los conflictos aparezcan no como conflictos sórdidos que son,
por intereses económicos, sociales y estratégicos, sino como conflictos culturales. La
primera agresión a Irak se consideró una reparación contra una violación del Derecho
Internacional, es decir, la ocupación de Kuwait por Irak, después vino el boicot de diez
años contra Irak que provocó centenares de miles de muertos debido a la falta de
alimentos, de medicinas, etc., y después la segunda guerra de Irak se justificó porque
Sadam Hussein era una amenaza debido a las armas de destrucción masiva y
además porque era un dictador sanguinario, ésta era la justificación, no se quería una
justificación de las motivaciones reales.
Toda esta utilización de las diferencias civilizatorias para legitimar que existe este
conflicto, este choque, alimenta la misma visión y añade una idea todavía más
inquietante desde el punto de vista de esta sensación de inseguridad que se nos
quiere transmitir a todos, que es que los inmigrantes árabo-islámicos, los que están
viviendo entre nosotros, estos veinte millones o más que viven en Europa, son como
un caballo de Troya, se convierten en una pieza importante en esta batalla entre
civilizaciones porque son automáticamente calificables como posibles traidores, como
posibles agentes del enemigo, y por tanto eso genera una situación altamente
desagradable, primero para los propios árabes y musulmanes que están aquí, que no
tienen ninguna culpa de nada, que no tienen nada que ver, que a menudo ni siquiera
son creyentes y cuando lo son no son fanáticos ni estarían dispuestos a apoyar ningún
acto de terrorismo, pero éstos son las primeras víctimas. Pero además eso envenena
potencialmente las relaciones con las comunidades autóctonas, y entonces fenómenos
como la revuelta de las banlieus de Francia o las muchas otras revueltas que había
habido antes en Inglaterra, protagonizadas por inmigrantes en que la mayoría son de
países árabes-islámicos, se interpretan en estos términos, etc. Entonces, con todo
esto se está legitimando no sólo una política imperial de guerra, sino que se está
legitimando una política de restricción de las libertades. De momento los países más
afectados son los países anglosajones, que son los países que tienen tropas en Irak,
está la Patriot Act en Estados Unidos, que restringe las libertades, da más poder de
control a la policía y se alimenta de la paranoia que ya es consustancial a la sociedad
norteamericana desde hace tiempo y ha sido exacerbada por el 11 de septiembre,
pero también en Inglaterra ha habido tentativas de Blair, frenadas sólo parcialmente
por el Parlamento, de restringir las libertades y de alargar por ejemplo el período de
detención de los acusados de terrorismo, etc., y en toda Europa y el mundo se están
instalando ya como algo habitual los controles, los controles aéreos incluso en los
trenes, los controles que nos hacen pasar a todos y nos vamos acostumbrando a una
situación de vigilancia, de videovigilancia, de vigilancia policial, que no hace más que
restringir estas libertades, que hace que todo junto resulte una operación que contiene
muchos peligros no sólo para el mundo islámico, que está sufriendo ya las
consecuencias, sino también para nosotros y para nuestras libertades.
Por otro lado, si miramos qué quiere decir realmente seguridad y cuál es la seguridad
de estos señores de la guerra que son Bush, Blair y sus aliados, nos prometen, nos
ofrecen, ¿qué vemos? Vemos, de hecho, una cosa que ahora ya en las encuestas que
se hacen, que se han hecho aquí en España, en Europa y en los Estados Unidos,
cuando se pregunta: “¿Cree usted que vivimos en un mundo más seguro que antes
del 11 de septiembre?”, la respuesta ampliamente mayoritaria es “no, vivimos en un
mundo más inseguro”. Por tanto lo que se ha conseguido con la guerra de Irak es
exacerbar la sensación de inseguridad en el mundo. La mayor fábrica de terroristas es
la ocupación de Irak. Irak era un país que tenía muchos problemas, que tenía un
dictador feroz, pero que no tenía terroristas y, menos, terroristas islamistas. Hoy en día
es la escuela donde se forman grupos y brigadas de terroristas que van allí a hacer
sus pruebas porque están, entre otras cosas, excitados por la situación generada por
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la ocupación militar y por las humillaciones, las torturas y todas la vejaciones, además
publicitadas ampliamente por las televisiones, porque hoy en día los países islámicos
tienen también medios televisivos y también saben difundir mensajes, ya no son los
occidentales sólo los que controlan los medios de comunicación, por tanto eso hace
que bajo el argumento de que se trataba de derrotar a un régimen terrorista, un
régimen amenazador, se ha creado una situación absolutamente incontrolable en que
la producción de terroristas y de terroristas islamistas es mayor que nunca. Y
naturalmente todo eso repercute también en Occidente, justamente porque no es falso
que esta minoría islámica metida en el interior de Europa, o también en América del
Norte, no pueda ser un punto de reclutamiento, lo es, también es un punto de
reclutamiento, y eso complica las cosas porque aunque el 99% de los árabomusulmanes no tengan nada que ver con el terrorismo, sólo que un 1% lo sea genera
ya una situación de desconfianza generalizada que lleva a un aumento también de las
posibilidades de terrorismo y, por tanto, a aceptar la necesidad de más policías, de
más soldados, de más restricciones a las libertades y de menos garantías y eso
también tiene efectos morales, degradantes para nosotros.
Y aquí vuelvo al discurso de “ellos y nosotros”. Cuando vemos horrorizados las
torturas de Abu Graib y de Guantánamo, las vejaciones religiosas, las vejaciones
sexuales, uno piensa, uno acaba diciendo “eso lo hacen los nuestros” y puede haber
una tendencia subconsciente a exculpar, o dicho en otros términos tal vez más reales,
a acostumbrarnos a que en las guerras, y en guerras tan duras, es un choque de
civilizaciones en que hay terroristas que pueden suicidarse o inmolarse para matar,
para hacer daño a los demás, que puede que sí que valgan ciertas armas, es decir hay
un peligro de perversión de la conciencia moral que se puede ir instalando a medida
que se instala también entre nosotros la lógica del “ellos y nosotros”, si lo hacen los
nuestros lo podemos criticar pero siempre serán los nuestros.
Pero por otro lado, y vuelvo a lo que decía antes de la estratagema que es el choque
de civilizaciones, una cosa importante es no caer en esta dinámica del enfrentamiento,
del choque de civilizaciones, porque no hay un “ellos” y un “nosotros”, lo que hay son
millones de mujeres y hombres que quieren, que queremos vivir en paz allí y aquí,
nuestros aliados no son Bush, Blair y los representante del complejo militar industrial
de sus países, ni sus aliados como Aznar aquí, ni aquéllos que se benefician de los
negocios millonarios de la guerra, nuestros aliados para mí son más Salman Rushdie
o Naguib Maazouf, amenazados de muerte por los integristas islámicos, por ejemplo, o
Salima Ghezali, periodista, directora de un periódico de Argel, que ha sido
repetidamente amenazada tanto por los islamistas como por los militares que los
reprimían. Nuestros aliados son los periodistas egipcios, jordanos, sirios, iraníes, que
luchan para ampliar las libertades de expresión en sus países y se encuentran con un
integrismo que va creciendo a medida que la prepotencia de Occidente se manifiesta
en la guerra de Irak y en todos estos oprobios, va alimentando este clima de oposición
a Occidente que da armas a los más radicales integristas que se presentan como los
únicos defensores de la identidad colectiva del Islam, cuando no lo son. Y en definitiva
esta presión hace que todos aquellos elementos que buscan simplemente sobrevivir,
vivir bien y además ampliar estos niveles de libertad que a menudo no se han podido
ampliar por culpa de Occidente que ha apoyado regímenes dictatoriales opresivos en
sus países, pues son estos nuestros aliados y con quien nos hemos de sentir
vinculados y a quien tenemos que apoyar. Por eso episodios como las caricaturas de
Mahoma, que lo que hacen es azuzar justamente este clima antioccidental e integrista,
hacen un flaco favor a todas las fuerzas que se están renovando y que están
constituyendo un movimiento árabe muy reprimido, pero que continúa existiendo, de
lucha por sus propias libertades, que en definitiva serían las libertades de todos. No es
Bush quien lucha por nuestra seguridad, ni menos por nuestra libertad, son estos
periodistas, escritores, intelectuales, feministas, sindicalistas, que luchan por su
libertad y la nuestra, me refiero a la gente de estos países. Por tanto, no son dos
mundos y dos civilizaciones, islámico y Occidente, que se enfrentan, sino unos
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intereses imperialistas, belicistas, que favorecen el terrorismo islámico liberticida por
un lado y, por el otro, la gente que queremos vivir en paz y con un poco más de
libertad y de derechos humanos. Por eso creo que hemos de apoyar a esta idea que
tuvo en Occidente Rodríguez Zapatero de la Alianza de Civilizaciones y que ha
conseguido que la ONU hiciera suya, pienso que ha sido una iniciativa excelente para
dar una alternativa. Es decir, en este sentido pienso que Rodríguez Zapatero tiene el
gran mérito de haber sido el único líder occidental que ha sabido dar una alternativa
discursiva, un discurso diferente, no sólo diferente sino contrapuesto, de lo que se rata
no es de que las civilizaciones choquen sino de que se alíen para mejorar juntas.
Querría hablar de una cuestión ligada a todo esto, que es lo que llamaría el orgullo
blanco, el orgullo de los blancos como tales. Me ha llamado la atención cuando a
veces la policía ha hecho requisas en locales neonazis que los neonazis de aquí y de
toda Europa son muy europeístas. De alguna manera los europeos somos los arios
también, y por tanto el racismo nazi entronca con esta idea europeísta, esta idea de
que Europa es superior, de que nuestra civilización es superior. Yo pienso que
tenemos que estar muy alerta con este discurso, que es un discurso que
desgraciadamente está destinado a crecer, pienso que llegará un momento en que si
las cosas se complican y la conflictividad internacional aumenta saldrá gente que
explícitamente -ahora ya se expresa pero más implícitamente que explícitamenteafirmarán que hay una superioridad blanca, una superioridad europea, una
superioridad euro-norteamericana, y que los otros son culturas que no han sido
capaces de crear instituciones y conseguir las libertades que hemos conseguido
nosotros, los derechos, etc. Y ésta es un arma que refuerza este frente, que en el
fondo es un frente imperialista, pero que como todo frente político pretende, necesita
ocultar sus intenciones sórdidas y legitimarlas con un discurso que pretenda unir
detrás suyo al máximo de gente posible. Entonces, no entro en si tenemos motivos
para sentir un orgullo como europeos, de lo que sí estoy seguro es que aquello que
Europa haya podido aportar al mundo y creo que hay bastante, aunque también
tenemos cosas de las cuales autocriticarnos, no lo hemos de convertir en una especia
de herramienta de unanimidad para oponernos a las otras culturas y civilizaciones,
sino justamente como un patrimonio que hemos de compartir y que hemos de ayudar
a extender a otros lugares, y no es ni con una guerra como la de Irak, ni con unas
torturas como las de Abu Graib, ni con unas políticas de apoyo a un Israel desmadrado
en su tentativa de aniquilar o de anorrear políticamente al pueblo de Palestina, como lo
haremos. Por eso creo que es importante calibrar exactamente cuál ha sido la
aportación de Europa a la cultura humana, pero más importante aún es favorecer todo
aquello que pueda aportar al resto del mundo aquellas ventajas que nosotros hemos
podido conseguir.
Para acabar, es necesario decir que hay un discurso perverso y distorsionado sobre la
seguridad y un uso interesado de la inseguridad, reducida a amenaza terrorista por
otro lado, como si el paro, la precariedad, la devastación ecológica del planeta o las
amenazas de guerra o las guerras que hay realmente, impulsadas directamente por
los Estados Unidos o indirectamente por los traficantes de armas, que resulta que
además los traficantes de armas son los cinco países más importantes del mundo, que
están en el Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China,
por tanto aquí es donde está la inseguridad que se nos intenta reducir a la inseguridad
del terrorismo. De hecho la auténtica seguridad no se consigue exhibiendo y
practicando la violencia política, económica y militar como hacen los Estados Unidos y
Gran Bretaña en Irak y amenazan con extenderla por Oriente Medio. El imperialismo
ha abierto la “caja de Pandora” y no sabemos si el terrorismo islámico se acabará
fácilmente después de lo que está pasando, pero la única manera de reducirlo es
acabando con la guerra y estableciendo un clima de concordia y cooperación entre los
Estados y entre pueblos, las libertades de todos también saldrán ganando.
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