OBISPADO CASTRENSE DE ARGENTINA DUC IN ALTUM Buenos Aires, 16 de junio de 2009. Prot. 268 / 09. CARTA A LOS CAPELLANES SOBRE EL USO DEL HABITO ECLESIÁSTICO Queridos hermanos sacerdotes: Con ocasión de la Reunión Plenaria de la Congregación para el Clero de marzo pasado, el Papa anunciaba el comienzo de un Año Sacerdotal, con ocasión del 150º aniversario de la muerte del Cura de Ars, modelo de sacerdote y párroco. En dicho discurso el Vicario de Cristo puntualizaba: “También parece urgente la recuperación de la convicción que impulsa a los sacerdotes a estar presentes, identificables y reconocibles tanto por el juicio de fe como por las virtudes personales, e incluso por el vestido, en los ámbitos de la cultura y de la caridad, desde siempre en el corazón de la misión de la Iglesia”. Hoy quisiera reflexionar concretamente en un punto de lo trascripto: “estar presentes, identificables y reconocibles...incluso en el vestido”. La literatura reciente y con sentido más disciplinar está contenida en el Nº 66 del Directorio para el Ministerio y la vida de los presbíteros. Allí se señala con gran precisión y razones de peso, lo que sigue: “En una sociedad secularizada y tendencialmente materialista, donde tienden a desaparecer incluso los signos externos de las realidades sagradas y sobrenaturales, se siente particularmente la necesidad de que el presbítero hombre de Dios, dispensador de Sus misterios - sea reconocible a los ojos de la comunidad, también por el vestido que lleve, como signo inequívoco de su dedicación y de la identidad del que desempeña un ministerio público. (211). El presbítero debe ser reconocible sobre todo, por su comportamiento, pero también por un modo de vestir, que ponga de manifiesto de modo inmediatamente perceptible por todo fiel – más aún, por todo hombre (212) – su identidad y pertenencia a Dios y a la Iglesia. Por esta razón, el clérigo debe llevar “un traje eclesiástico decoroso, según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal y según las legítimas costumbres 1 locales” (213) El traje, cuando es talar, debe ser diverso de la manera de vestir de los laicos y conforme a la dignidad y sacralidad de su ministerio. La forma y el color deben ser establecidos por la Conferencia Episcopal, siempre en armonía con las disposiciones de derecho universal. Por su incoherencia con el espíritu de tal disciplina, las praxis contrarias no se pueden considerar legítimas costumbres y deben ser removidas por la autoridad competente. Exceptuando las situaciones del todo excepcionales, el no usar el traje eclesiástico por parte del clérigo puede manifestar un escaso sentido de la propia identidad del pastor, enteramente dedicado al servicio de la Iglesia”. A la luz de los dichos del Santo Padre, debemos considerarnos, tanto en el ejercicio efectivo de nuestro ministerio, cuanto en el modo personal de presentarnos en cualquier circunstancia, como ministros del Evangelio, Sacerdotes de Jesucristo y de su Iglesia públicamente reconocibles, dignamente presentados, claramente distinguibles. No es una formalidad ni una mera apariencia, sino que es una necesidad brotada de nuestra particular vinculación con el Buen Pastor a quien representamos, no solo en las acciones sacramentales, sino de Quien, siempre, somos signos. En la homilía del pasado IV domingo de Pascua, el Papa reflexionaba con los nuevos sacerdotes, diciendo: “El Apóstol, y por lo tanto el sacerdote, recibe el propio “nombre”, es decir, la propia identidad de Cristo. Todo lo que hace, lo hace en su nombre…”. Esto es una afirmación profunda y bellísima que vale toda una meditación. Es por ello que el Código de Derecho Canónico ordena esta disciplina al preceptuar en el canon 284: “Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres del Lugar.” Por su parte, la norma dada por la Conferencia Episcopal Argentina aplicando este canon, dice: “Usen los sacerdotes clergyman o sotana, como signo distintivo de ser un consagrado a un ministerio de la Iglesia.” (promulgado el 19 de marzo de 1986). Consciente que dentro de los múltiples deberes que me tocan como Administrador Diocesano, en la Sede Vacante de nuestro Obispado, está también la obligación de vigilar para que no se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica (cfr. CIC 392,2), es por ello que quiero recalcar la obligación del uso del hábito eclesiástico digno. La obligación recae como consecuencia de la disciplina eclesiástica tal como se expresa en el citado número del Directorio de los Presbíteros, allí están los fundamentos doctrinales y las razones pastorales. Dicho Directorio, tal como lo ha dejado claro el 2 Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, tiene un carácter ciertamente exhortativo pero es jurídicamente vinculante. El uso del hábito eclesiástico no es, por tanto, un elemento circunstancial, voluntario, unido a circunstancias, sino un modo “habitual” de presentarse. Pero, atento a la norma, no basta solamente que se use, sino que también debe ser “digno”. Esto incluye muchas cosas: que se distinga claramente de cualquier ropa de uso civil; que sea decoroso en su arreglo y presentación; de color oscuro –preferentemente negro cuando las temperaturas lo permitan– limpio; planchado, etc. Nuestro ministerio se desarrolla en un ámbito donde se hace un verdadero culto de la presentación. Además, cada Capellán recibe una asignación que hace posible cubrir las necesidades, y por lo tanto también, de su vestimenta, de manera tal que dentro de una verdadera austeridad, haya una legítima dignidad. Por ello, quienes usen el hábito talar, cuidarán de su aseo y presentación, que el alzacuello esté siempre colocado y que se lleve camisa por debajo. Si alguno optara por el clergyman, como se dijo, será oscuro, preferentemente negro, con la traba blanca siempre puesta, con pantalón de vestir y con saco, que destaque más y mejor la presentación. En nuestro ámbito, el Capellán puede llevar las insignias (Cruz) según su oficio de Capellán Castrense (dorada) o Sacerdote Auxiliar (plateada), en el cuello de la sotana o del clergyman; dicho distintivo está permitido aunque no es obligatorio su uso. Se debe evitar cualquier otro signo o distintivo de la Fuerza, la Unidad o ámbito donde se cumple su ministerio, ya que lo nuestro no consiste en una asimilación, sino en un servicio. Reciban mi renovada confianza en el ejercicio de su ministerio en unión de oraciones a la Patrona del Obispado, Ntra. Señora de Luján, orando por el nuevo Pastor. En Cristo Resucitado, Mons. Pedro Candia 3