Derrotar el golpe institucional

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Publicación de la LITci. Nueva época. Núm. 108 Agosto 2004
Venezuela: ante el plebiscito
Derrotar el golpe institucional
El 15 de agosto se realizará el plebiscito para definir la continuidad del presidente venezolano Hugo Chávez. Si
triunfa el SÍ (impulsado por la derecha venezolana y el imperialismo yanqui), Chávez deberá renunciar. Por el contrario,
en caso de ganar el NO, permanecerá en su cargo hasta la terminación de su mandato. Polarizando la votación Chávez
ha planteado que el plebiscito era “entre Bush y yo”. Aunque el mecanismo plebiscitario está previsto en la nueva
constitución aprobada por el chavismo (si se presentan una cantidad de firmas exigiéndolo), se llega a esta situación
por la claudicación y el espacio que el propio Chávez les dejó a los golpistas de abril del 2002. La LIT-CI llama a votar
por el NO para derrotar lo que sería un verdadero “golpe institucional” proimperialista.
Seguramente, en esta posición coincidiremos con la mayoría de las corrientes populares y de izquierda de Venezuela
y de Latinoamérica. Pero la unidad en este punto no puede ocultar el hecho que existen fuertes polémicas y que
tenemos grandes diferencias sobre el carácter del gobierno de Chávez, por un lado, y qué deben hacer los revolucionarios
ante él, por el otro.
¿UN
LÍDER REVOLUCIONARIO?
Las definiciones de Chávez que hacen la mayoría de estas corrientes pueden ser agrupadas en dos grandes bloques.
El primero lo define como el líder de un “proceso nacional revolucionario antiimperialista” en su país y en Latinoamérica.
Dentro de Venezuela, además del “chavismo puro”, esta posición es la de la Coordinadora Simón Bolívar, el Movimiento
13 de Abril y numerosos dirigentes sindicales y organizaciones políticas. Fuera del país, la comparten, entre otros, el
Partido Comunista do Brasil (PCdoB, integrante del gobierno de Lula), la Corriente Patria Libre de Argentina (uno de
cuyos principales dirigentes acaba de ingresar al gobierno de Kirchner) y el sector que se expresa a través del periódico
Le Monde Diplomatique, especialmente en su edición en español. Se trata de sectores que defienden la concepción
teórica de la “revolución por etapas” y el frente populismo (Esta concepción teórica plantea que, en los países dominados
por el imperialismo, la revolución debe pasar por una primera etapa de alianza entre la burguesía nacional y los
trabajadores (expresada a través de un “frente popular” o de “liberación nacional”) para luchar contra el imperialismo.
La revolución obrera y socialista debe quedar para una segunda y futura etapa, posterior a la derrota del imperialismo
en el país.) O que limitan los objetivos de la lucha a “humanizar el capitalismo” (como Le Monde).
Excede las posibilidades de este artículo resumir el largo y profundo debate que por décadas, han dado el leninismo
y el trotskismo contra estas posiciones. Sin embargo, es importante señalar que esta caracterización choca de frente
con la realidad: Chávez no ha tocado seriamente ninguna de las raíces del dominio capitalista-imperialista en Venezuela.
Algo que, como veremos, es aprovechado a fondo por los golpistas, que mantienen intactas sus bases económicas.
Por ejemplo, la familia Cisneros (uno de las grandes impulsoras del golpe) mantienen intactos sus bienes por varios
miles de millones de dólares. Entre ellos, la propiedad de los grandes medios de comunicación del país, desde los que
agitan contra Chávez. Tampoco ha cambiado sustancialmente el régimen político burgués. Un claro ejemplo de ello es
el propio plebiscito que puede obligarlo a renunciar para que la derecha retorne al poder. En general, estas corrientes
reivindican globalmente la política chavista o, en el mejor de los casos, le hacen leves críticas por sus “debilidades”.
¿UN
NUEVO
PERÓN?
Otras fuerzas, sin ir tan lejos, lo comparan con los dirigentes nacionalistas burgueses que, durante un período del
siglo XX, se enfrentaron a los yanquis, como el mexicano Lázaro Cárdenas, el argentino Juan Perón o el guatemalteco
Jacobo Árbenz. Recordemos que estos dirigentes encabezaron movimientos y gobiernos que tomaron algunas
importantes medidas contra el imperialismo y sus aliados, como la estatización del petróleo y la reforma agraria en
México o la estatización de importantes ramas de la economía argentina. Al mismo tiempo, para contrapesar la
presión del imperialismo, apelaban a la movilización controlada del movimiento de masas. Para lograr este apoyo,
realizaron algunas concesiones económicas que mejoraron mucho su nivel de vida. Pero incluso en su momento de
mayor apogeo, estos dirigentes y movimientos tuvieron dos límites infranqueables. En primer lugar, ninguno de ellos
avanzó a fondo en el enfrentamiento con el imperialismo, al que finalmente terminaron claudicando. Al no romperse
el marco burgués, el imperialismo mantuvo sólidas bases de apoyo económico-políticas y, en muchos casos, impulsó
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sangrientos golpes de Estado que provocaron gran sufrimiento a los trabajadores y las masas. En segundo lugar, para
evitar la división de las fuerzas armadas “nacionales”, se negaron a impulsar la organización y el armamento de los
trabajadores y las masas para enfrentar estos golpes. La actitud de Perón frente al golpe de 1955 (primero minimizar
su importancia y luego huir al Paraguay), anticipa, en este aspecto, la postura de Chávez en el 2002 de dirigirse a
quienes lo derrocaba y decirles “Terminen su golpe y asuman las consecuencias.” La diferencia entre ambos golpes
estuvo dada porque, en el caso venezolano, los trabajadores y las masas, a pesar de Chávez, junto con sectores medios
y bajos de las FFAA, fueron capaces de llevar adelante una movilización revolucionaria que derrotó el golpe y colocó
nuevamente a Chávez en el poder.
Esta comparación es realizada, mayormente, por figuras y corrientes provenientes del trotskismo, como el dirigente
sindical venezolano Stalin Pérez Borges, la UIT (Unión Internacional de Trabajadores) o la corriente encabezada por
el actual MAS argentino. Como vimos, tiene mucho más contacto con la realidad que la definición anterior. Pero se
transforma en profundamente equivocada si, al mismo tiempo, no se señala que, actualmente, las condiciones políticas
y económicas mundiales reducen prácticamente a cero las perspectivas de un desarrollo más o menos sostenido de
este tipo de procesos. Hoy no hay posibilidades serias de tener “juego propio” o de mejorar las condiciones de vida de
los trabajadores y las masas sin atacar las raíces del sistema capitalista-imperialista y avanzar hacia una revolución
obrera y socialista. Es lo que explica que las medidas antiimperialistas de Chávez sean muchos más débiles y estén
muy detrás de las que tomaron Cárdenas o Perón. Por ejemplo, respetó las concesiones que PDVSA (compañía
petrolera estatal) había hecho, bajo gobierno anteriores, a las compañías extranjeras, ha seguido pagando puntualmente
la deuda externa y aplica planes acordes con las exigencias del FMI. Las consecuencias de esta política es que, con
Chávez, las masas venezolanas no han experimentado prácticamente ninguna mejora en sus condiciones de vida:
salarios bajísimos, inflación galopante, desempleo muy alto, etc. (Parte de la misma realidad es el hecho que esos
mismo movimientos se transformaron luego en agentes directos del imperialismo y llevaron adelante planes
fondomonetaristas, las privatizaciones de las empresas estatales y durísimos ataques a las conquistas de los trabajadores,
como ocurrió con el MNR boliviano, el peronismo argentino, el PRI mexicano, etc.)
DOS
PREGUNTAS
Antes de ver las diferencias de la política frente a Chávez, nos parece necesario responder a dos preguntas. La
primera es por qué, a pesar de lo muy limitado de su enfrentamiento, el imperialismo lo ataca y quiere derrocarlo. Es
que en las actuales condiciones económicas y políticas mundiales, cuando requiere el saqueo de volúmenes cada vez
mayores de riquezas para sostener las ganancias de las multinacionales, el imperialismo yanqui no puede permitir el
menor atisbo de independencia. Menos aún en medio de un continente que, como Latinoamérica está cruzado por
grandes movilizaciones revolucionarias de masas y en un país, como Venezuela, que aporta el 25% del petróleo que
consume EEUU. Como señala el periodista Gustavo Fernández: “Chávez emprendió un plan de fortalecimiento de la
OPEP que chocó frontalmente contra la política norteamericana de “liberalización” del mercado petrolero mundial,
que no es otra cosa que un eufemismo para encubrir el control planetario de la producción de energía por parte de las
corporaciones transnacionales. Igualmente, chocó con los aliados nacionales de estas corporaciones que… ha venido
promoviendo la privatización de la principal industria petrolera nacional (…) Si bien son tímidas las leyes petroleras
de Chávez, hoy eso sólo basta para desatar la ira del norte” (¿Por qué fracasa el golpe de derecha en Venezuela?).
La segunda es por qué, a pesar de no tener mejoras económicas, un amplio sector de las masas venezolanas sigue
apoyando a Chávez. En este sentido, hay que señalar que muchos de estos sectores sí han recibido algunos pequeños
beneficios. En especial, a partir del ingreso al país de 10.000 médicos y maestros cubanos, en la atención de salud y
educación en las barriadas más pobres de Caracas y las grandes ciudades. También se han repartido algunas tierras
fiscales a los campesinos. Sin embargo, la cuestión central es que los trabajadores y las masas comprenden, con
certero instinto de clase, que un golpe y un futuro gobierno proimperialista serán para ellos mucho peor que Chávez.
Al mismo tiempo, la ausencia de una alternativa de dirección revolucionaria, capaz de mostrar un camino distinto,
ayuda a mantener las expectativas en el actual presidente.
POR UNA POLÍTICA REVOLUCIONARIA FRENTE AL PROCESO VENEZOLANO
Este último punto nos lleva entonces a la segunda cuestión: qué política deben tener los revolucionarios en la
situación actual. La propuesta de los que reivindican a Chávez como un “líder revolucionario”, es decir, seguir como
una sombra al cuerpo su política, lleva, tarde o temprano, a una dura derrota de las masas, tal como nos enseña toda
la experiencia histórica.
Por otra, la mayoría de los grupos trotskistas, a la vez que llaman a derrotar el golpe militar o institucional, le
plantean muchas correctas críticas y exigencias. Pero lo que ninguno de estos sectores dice es que, al mismo tiempo
hay que preparar el derrocamiento de Chávez por parte de la clase obrera y el pueblo para que de ese modo el proceso
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avance hacia una auténtica revolución obrera y socialista. En este sentido, todos ellos terminan claudicándole al
gobierno chavista.
Al decir esto, no hacemos más que volver a las fuentes. Es decir, la posición de Lenin, Trotsky y los bolcheviques,
entre febrero y octubre de 1917. Lenin explicaba cómo actuar frente a un gobierno burgués, en su caso el de Kerenski,
que aún cuenta con amplio apoyo popular: “No depositar la más mínima confianza en ese gobierno burgués, explicar
pacientemente su carácter y construir una alternativa de poder de clase que se coloque contra el gobierno actual y
postule un gobierno de los trabajadores y el pueblo.”
Esa fue la perspectiva estratégica que guió todo su accionar en cada circunstancia concreta. En septiembre de 1917,
ante la intentona de golpe contrarrevolucionario encabezada por el general Kornilov resumió su propuesta en la frase
“disparar contra Kornilov apoyado en el hombreo de Kerenski”. ¿Qué significaba esta política? En primer lugar, la
más amplia unidad de acción con todos aquellos que estén a favor de derrotar el golpe, incluido el propio gobierno y
las fuerzas que los apoyaban. En el caso venezolano, se expresa hoy en el llamado a votar por el NO en el plebiscito,
tal como en el 2002 fue el llamado a derrotar el golpe cívico-militar. En segundo lugar, una política de exigencias al
gobierno de que ataque realmente a los golpistas: que deje de pagar la deuda externa, que expropie sus bienes y que
encarcele a sus responsables. En tercer lugar, impulsar la más amplia autoorganización de las masas (aprovechando en
este sentido, procesos nuevos como el surgimiento de la nueva central sindical UNT), incluyendo la necesidad de su
armamento, para enfrentar al golpe. En tercer lugar, impulsar la división de las fuerzas armadas burguesas, para lograr
que sus sectores medios y bajos se pasen al campo de las masas.
Tal como lo mostró la propia Revolución Rusa, una política de este tipo no sólo fue la mejor manera de derrotar el
golpe sino el camino para preparar el triunfo de la revolución obrera y socialista. Aprendamos de esas lecciones y
llevémoslas adelante en Venezuela.
EXIJAMOS A CHÁVEZ QUE LLAME A UN GRAN MOVIMIENTO LATINO-AMERICANO PARA ENFRENTAR AL IMPERIALISMO
Sabemos que muchos compañeros latinoamericanos tienen expectativas en que Chávez encabece un gran movimiento
antiimperialista continental. Nosotros no compartimos esas expectativas, pero les proponemos a esos compañeros
que le exijan a Chávez que ataque dos de las principales herramientas actuales de dominación imperialista: que salga
de las negociaciones pre-ALCA y que rompa con el FMI y suspenda el pago de la deuda externa venezolana. Al
mismo tiempo, que lance un gran movimiento latinoamericano por estos puntos. Tal como ya señalamos, no creemos
que vaya a hacerlo, pero si lo hace, desde la LIT-CI y sus partidos, estarán en primera línea para impulsar ese proceso.
Un poco de historia
El actual proceso venezolano fue iniciado con el “caracazo”, en febrero de 1989, una insurrección obrera y popular
contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que puso en crisis a todas las instituciones del país y fue reprimida
duramente, generando escisiones incluso en las Fuerza armadas. De esta crisis surgió un sector de oficiales que
rompió con él gobierno Pérez y se agrupó en torno a Chávez cuando en un intento de dar respuesta a esta situación,
este encabezó una tentativa de golpe militar, en 1992. Quedó preso, pero comenzó a ganar prestigio entre los sectores
obreros y populares porque aparecía opuesto al “sistema“. Carlos Andrés Pérez renunció en 1993, como resultado de
nuevas movilizaciones populares. Las elecciones siguientes fueron ganadas por el veterano dirigente burgués, Rafael
Caldera. En segundo lugar, quedó el dirigente sindical metalúrgico Andrés Velásquez. En 1994, por exigencia popular,
Caldera liberó a Chávez, que comenzó a formar su propia corriente política. En diciembre de 1998, la coalición
electoral de Chávez ganó las elecciones presidenciales y asumió a inicios del año siguiente.
EL GOBIERNO DE CHÁVEZ
La política chavista puede analizarse en tres aspectos. En relación a la economía, ha seguido pagando puntualmente
la deuda externa, aplica planes acordes con las exigencias del FMI y no ha tocado seriamente los intereses de ningún
sector burgués fuerte nacional o imperialista. Lanzó las leyes de Hidrocarburos, de la Tierra y de la Pesca que, a pesar
de las críticas burguesas, no significaron ninguna transformación importante. En el área petrolera mantuvo a PDVSA
como empresa estatal, pero nunca propuso revertir la apertura que permitió la entrada de las multinacionales en la
explotación del petróleo venezolano. En el terreno institucional, modificó la Constitución en perjuicio de los viejos
partidos patronales (COPEI y ADECO), pero todos los cambios introducidos se mantuvieron claramente dentro del
marco del Estado y del régimen burgués. Es en el plano de la política exterior donde Chávez se ha mostrado más
independiente del imperialismo yanqui. Aunque esa independencia se ha expresado más en “gestos” que en una
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