EL CORAZÓN QUE DIOS AVIVA Los sacrificios de Dios

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EL CORAZÓN QUE DIOS AVIVA
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tu,
oh Dios (Salmos 51:17).
EL CORAZÓN ORGULLOSO
Enfoca los fracasos de otros.
Tiene un espíritu criticón que busca faltas;
mira a las faltas de todos los demás con
microscopio mientras ve las suyas con un
telescopio.
Se auto justifica; menosprecia a otros.
Tiene espíritu independiente y auto suficiente.
Siempre tiene que tener la razón.
Exige sus derechos; tiene espíritu demandante.
Protege su tiempo, sus derechos y su
reputación.
Desea ser servido.
Desea tener éxito.
Desea superarse
Siente la necesidad de ser reconocido y
apreciado.
Se siente herido cuando otros son
promocionados y a él le pasan por alto.
Tiene el sentimiento subconsciente, “Este
ministerio/iglesia tiene el privilegio de tenerme
a mí y mis dones;” piensa en lo que él puede
hacer para Dios.
Confía en todo lo que sabe.
Se preocupa por sí mismo.
Se mantiene distanciado de los demás.
Rápidamente echa la culpa a los demás.
Cuando lo critican, se pone defensivo e
inaccesible.
Se preocupa con ser respetado, con lo que los
demás piensan; se esfuerza para proteger su
propia imagen y reputación.
EL CORAZÓN QUEBRANTADO
Queda asombrado con el sentido de su propia
necesidad espiritual.
Es compasivo; puede perdonar mucho porque
se da cuenta de cuánto se le ha perdonado.
Estima a todos los demás como superiores a él
mismo.
Tiene espíritu dependiente; reconoce que
necesita de los demás.
Está despuesto a ceder el derecho de siempre
tener la razón.
Cede sus derechos; tiene espíritu manso.
Es abnegado.
Quiere servir a los demás.
Quiere ser fiel y hacer que otros tengan éxito.
Quiere promover a los demás.
Siente su propia falta de dignidad; se emociona
al pensar que Dios le pudiera utilizar.
Anhela que otros reciban el crédito y se
regocija cuando otros son exhaltados.
Tiene la actitud de corazón que dice, “No soy
digno de participar en ningún ministerio;” sabe
que no tiene nada que ofrecerle a Dios excepto
la vida de Cristo fluyendo a través de su vida
quebrantada.
Se humilla al meditar en todo cuanto tiene que
aprender.
No se preocupa por sí mismo para nada.
Está dispuesto a arriesgar el acercamiento con
otros y a tomar el riesgo de amar con
intimidad.
Acepta la responsabilidad personal y puede ver
cuando está mal en una situación.
Acepta la crítica con espíritu humilde y abierto.
Se preocupa con ser geniuino; lo que le es
importante no es lo que otros piensan sino lo
que Dios sabe; está dispuesto a morir respecto
a su propia reputación.
Encuentra difícil compartir con otros sus
necesidades espirituales.
Quiere asegurar que nadie le descubre cuando
ha pecado; por naturaleza intenta tapar los
hechos.
Encuentra difícil decir, “Me equivoqué, favor
de perdonarme”.
Tiende a expresarse generalmente cuando se
trata de la confesión de pecado.
Se preocupa por las consecuencias de sus
pecados.
Siente remordimiento por el pecado, está triste
porque lo han descubierto.
Espera que el otro le llega y pide perdón
cuando hay un malentendio o conflicto en una
relación.
Se compara con otros y se siente digno de
honor.
Padece de la ceguera en lo que se trata de la
verdadera condición del corazón.
No cree que tiene nada de que arrepentirse.
No cree que necesita ser avivado, pero está
seguro que todos los demás sí lo necesitan.
Está dispuesto a ser abierto y transparente con
otros según Dios lo dirige.
.Una vez quebrantado, no le importa quién
sabe o quién le descubre; está dispuesto a ser
expuesto porque no tiene nada que perder.
Está presto a confesar sus fracasos y, cuando
sea necesario, a buscar el perdón
Puede reconocer faltas específicas cuando
confiesa sus pecados.
Se entristece por la causa de sus pecados, la
raíz de ellos.
Real y genuinamente se arrepiente de su
pecado y lo manifiesta por el hecho de
abandonar su pecado.
Toma la iniciativa para reconciliarse cuando
hay malentendidos o conflictos en una
relación; se apresura ir a la cruz; intenta llegar
allí primero y no le importa cuan equivocado el
otro haya estado.
Se compara con la santidad de Dios y siente la
necesidad desesperante de su misericordia.
Anda en la luz.
Se da cuenta que necesita tener la actitud de un
arrepentimiento continuo.
Constantemente siente la necesidad de un
encuentro fresco con Dios y de una llenura
fresca del Espíritu Santo.
Contribución. No se sabe la identidad de la fuente original.
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