segismundo invertido - Club de Prensa de Ferrol

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Segismundo
invertido:
Lo que le habría sucedido si no
hubiese leído a Kant cuando
estaba en la cueva
I. Segismundo visionario
F a pensamento e política
Kant puede ser entendido como origen de la crítica atea si recordamos
que postuló la imposibilidad de que
el hombre conozca a Dios. Sin embargo, y como ya dijo Nietzsche,
Kant fue un «cristiano alevoso»: seguía siendo platónico, pudo encontrar y describir lo trascendental del
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bien (sabía que obrar según su imperativo categórico era obrar bien)
que es casi lo mismo que encontrar
a Dios. Advirtió que el hombre estaba en crisis por no poder conocer
a Dios pero a partir del imperativo
categórico (Crítica de la razón práctica) que él postuló, el hombre al
menos podía ser tan justo como el
Ser supremo redimiendo así lo poco
que quedaba de ese núcleo que tanto le interesa al hombre conservar
de sí mismo.
La duda, después del letargo medieval y, desgraciadamente, no tan
radical como se esperaba, fue sembrada por Descartes. En 1637 se
publica El discurso del método. Allí,
Descartes recupera las certezas (el
yo pensante y Dios) necesarias para
decidir si está despierto o dormido.
Es evidente que la respuesta cartesiana no ha sido contemplada como
satisfactoria por la propia Historia
de la filosofía (o, al menos, por su
vertiente académica) y, de hecho,
por eso tuvo Kant que continuar la
labor.
Sin embargo, un año antes de la
publicación de El discurso del método se publica (1636) y dos años
antes (1635) se estrena La vida es
sueño. Segismundo tiene la misma
duda que Descartes pero no la soluciona directamente (no encuentra
Rene Descartes.
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«Mas sea verdad o sueño
obrar bien es lo que importa
si fuera verdad, por serlo
Si no, por ganar amigos
para cuando despertemos»
El discurso de Segismundo (como
personaje conceptual de Calderón)
anticipa siglo y medio la reflexión
kantiana de la Crítica de la razón
práctica.
Así, Segismundo, a los ojos de
Nietzsche, sería también un «cristiano alevoso»; sólo que siglo y
medio antes (quizás, no lo afirmo
simplemente lo apunto, este hecho
pueda concederle mayor validez intelectual a Calderón que a Kant). Sin
entrar en jerarquizaciones, es claro
que resultan dos teorías paralelas
aunque expresadas en dos extremos distintos, casi caricaturas del
tipo de lenguaje que defienden.
Podríamos generalizar (basándonos
en María Zambrano: Filosofía y poesía), y decir que Calderón defiende
la supremacía ontológica del bien
con lenguaje poético y Kant con
lenguaje filosófico.
Parece que obtienen, sin embargo,
resultados equivalentes; así que
es posible sustituir las referencias
a Kant en nuestro escrito (cuando
queramos referirnos a este asunto
de la redención ética del ser humano) por la referencia a Segismundo.
Quizá porque se lo merezca más
Calderón por haberlo pensado siglo y medio antes; pero sobre todo,
porque Segismundo, a diferencia de
Kant ha seguido vivo desde el siglo
XVII hasta nuestros días y, como
ya explicaremos, ha sufrido un desarrollo para el que Kant, sencillamente, no tuvo tiempo (en el sentido más vulgar del término).
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II. Segismundo
idealista
Segismundo entonces, como
buen hombre barroco, sufre una
crisis y se repliega en su interior; es pesimista en su anhelo de conocer la realidad, pero
ha encontrado el supuesto comienzo de la dinámica humana
en la idea de Bien (y encontrar
el origen de algo es lo mismo
que encontrar su definición universal). Desde el Bien comienza el movimiento. Segismundo,
como Kant, no es más que un
refinamiento en la teoría idealista clásica (Platón, Sto. Tomás,
Hegel). La verdad ha sido destituida del trono platónico por no
poder conocer la realidad, pero
el bien no, sigue en lo más alto,
y esto hace que el esquema general de pensamiento se mantenga: la teoría baja al mundo (a
la caverna) y después debe volver,
desde los cuerpos, hacia la luz; o lo
que es lo mismo: necesitamos que
el Bien sea un concepto claramente definido para poder ser justos en
nuestros actos.
Sin embargo esto contiene un problema que el Segismundo del siglo
XVII no vio: ese bien que le redime y le da sentido a su vida se ha
colocado en un plano trascendente, tiene que existir. Y parece ser
que es posible conocerlo; porque
Segismundo, como ha sido educado
por Clotaldo, sabe lo que es el bien:
en cuanto se ilumina en la cueva
(con los versos antes citados) y descubre que debe hacer el bien, simplemente lo hace.
Así parece que el escepticismo que
se aplica a la realidad («Mas sea verdad o sueño») y, aunque de manera descaFéinada como nos advirtió
Nietzsche, a Dios; no se aplicará al
concepto de Bien. Segismundo decide hacer el bien y lo hace, perdona a su padre cuando éste le ofrece
su cuello y como consecuencia de
su supuesta moralidad obtiene el
trono de Polonia.
Los monólogos centrales de
Segismundo, cuando es devuelto a
la cueva después de verse en palacio, son análogos al proceso que
debió experimentar Kant escribiendo la Crítica de la razón práctica.
A primera vista puede parecer que
a Kant le costó mucho más encontrar el imperativo categórico que a
Segismundo (que inmediatamente
supo lo que era el bien cuando lo
necesitó saber); pero en realidad
no podemos comparar lo que vivió
Segismundo con lo que pensó Kant
por la desproporción evidente entre
un personaje de ficción y un filósofo real (quizá, tampoco lo afirmo,
esto pueda ser entendido irónicamente).
III. Invirtiendo a
Segismundo
La cuestión es que Marx les hubiera considerado a ambos presos
del idealismo; tanto Segismundo
como Kant podrían haber sido
los destinatarios de las tesis que
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certezas para el conocimiento), sino
que realiza un giro hacia la moral y
ahí encuentra el sentido de la vida:
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históricamente fueron lanzadas
contra Feuerbach.
F a pensamento e política
Marx quiere devolver el pensamiento a la terrenalidad (y en esa línea
formulará Deleuze más tarde su propuesta «geofilosófica»), la materia
tiene que dejar de ser pasiva, dejar
de necesitar la visita de la idea de
Bien para poder afectar. Al postular
sus tesis contra Feuerbach, contra
el idealismo o contra el Segismundo
barroco, Marx está invirtiendo definitivamente el esquema platónico.
Su concepto de «praxis» es justamente esta nueva relación entre
teoría y práctica, idea y materia:
el inicio del movimiento intelectual
se sitúa en la materia para después
examinarse teóricamente y comprobarse de nuevo en la práctica;
es decir, no podemos usar recetas
ideales y universales para ser justos
en cada caso concreto, las infinitas
diferencias que existen entre cada
situación singular no se pueden reducir a una ley general, el comportamiento humano no puede ni debe
ser objeto de una ciencia exacta.
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La inversión del platonismo sigue
siendo problemática en nuestros
días, pero cuando digo que el problema ha vuelto a ser pensado no
quiero insinuar que suceda algo
análogo a lo que antes mencioné con respecto a Descartes: que
su respuesta fue poco satisfactoria
para la filosofía académica y por
eso Kant la retomó. No quiero invalidar las tesis de Marx porque se
haya seguido pensando el conflicto que él resolvió sino, más bien,
mostrar la presencia marxista en
cualquier inversión incisiva (por no
decir auténtica, que es un término
demasiado pretencioso) del platonismo.
Deleuze constituye, en mi opinión,
una de las críticas más sólidas al
platonismo de la filosofía contemporánea. En Lógica del sentido, más
concretamente en el apéndice 1
«Platón y el simulacro», Deleuze lleva a cabo su particular deconstrucción del platonismo, partiendo de
una convicción anti-idealista como
la de Marx.
Para fundar su teoría de las ideas
Platón necesita sacar al simulacro
fuera de la tríada ontológica, a saber: idea, copia y simulacro. Los
simulacros son las copias que no
pretenden la idea, que no quieren
ser como los originales. Por tanto,
simulacros y copias estarían ambos en el nivel de la materia, con
la única discrepancia localizada en
sus respectivas pretensiones hacia
el original. Platón fue muy astuto
al sacar al simulacro de su teoría
ontológica, porque él era justamente la puerta abierta a la inversión
marxista.
Que la copia quiera ser original (idea)
significa que el movimiento viene desde arriba, que primero está la idea y
la copia quiere volver hacia ella, que
el hombre no puede actuar responsablemente si no
hay idea de Bien,
o análogamente: si
no hay Dios. En este
sentido (en el de no
tener en cuenta el
simulacro) es en el
que Deleuze califica
la Historia de la filosofía como Historia
del platonismo, y
pienso que no es
muy
exagerado
creer que Marx estaría de acuerdo con
él: la visión marxista de la Historia de
la filosofía como
Historia del idealismo es análoga a la
de Deleuze.
Con el simulacro fuera de la escena ontológica el esquema idealista está a salvo, si sólo pensamos
en términos de copia-original nunca podremos salir del platonismo
y, por tanto, como Marx critica a
Feuerbach, seguiremos jugando en
su terreno.
El simulacro, como señala Deleuze
y como (si lo que digo tiene algo de
sentido) Marx habría intuido, tiene
un gran poder subversivo. Platón lo
sabía y por eso lo excluyó amparándose en razones lógicas (para evitar
problemas). Sin embargo, Deleuze
propone recuperarlo para llevar
a cabo la gran empresa que Marx
proyectó.
El simulacro invierte la dirección del
movimiento en el esquema idealista.
Karl Marx.
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Si el simulacro no quiere ser como
el original, como la idea, entonces
el movimiento parte de él mismo;
después podrá ser puesto a prueba
por la teoría (porque no toda acción
humana es válida), pero el simulacro ya ha actuado independientemente de cualquier mundo trascendente, es materia activa.
Si existe una idea de Bien, un canon moral o unos mandamientos de
Dios, el hombre bueno sería aquel
que se ajustara a ese modelo, el que
mejor cumpliera las órdenes, es decir, el hombre copia. Sin embargo, si
eliminamos el modelo sólo nos queda la posibilidad del hombre simulacro, que no quiere respetar el canon
establecido porque sabe que siempre será en parte injusto por el reduccionismo inevitable que supone
construir una ley general que contenga todos los casos particulares.
De algún modo, la apología que
Deleuze hace del simulacro es
equivalente al deseo de Marx de
cambiar el método de la filosofía
del idealismo a la praxis. Si todo
esto es verdad (de nuevo podría
ser interpretado irónicamente),
Segismundo también debería haber
sido invertido en el mismo momento que Platón.
«Sólo en nombre
de los derechos
generales de
la sociedad
puede una clase
particular vindicar
para sí el dominio
general».
Karl Marx.
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IV. Segismundo simulacro
Ahora podemos reforzar nuestra elección de Segismundo frente a Kant como referente. Repito,
Segismundo sigue vivo y Kant no.
Aclarémonos, no quiero decir que
no se siga pensando y replanteando
la teoría kantiana, en este sentido
sí estaría vivo. Hablo en un sentido
más superficial (evitándole lo despectivo a este término), quiero decir
que no podemos invertir a Kant y
escuchar lo que opina este nuevo
Kant al revés, porque nadie tiene legitimidad absoluta para poner palabras en boca de Kant; sin embargo no sucede así con Segismundo.
Éste, aparte de estar vivo porque
siga generando pensamiento, está
vivo en un sentido mucho más superficial, directo y material si se
quiere: es posible poner nuevas
palabras en su boca, Segismundo
puede haber pasado por la historia
y haber cambiado. Calderón, como
Kant, tampoco hubiese podido.
Aclarado este punto, veamos a dónde nos lleva nuestro Segismundo invertido, nuestro Segismundo simulacro. Necesitamos un Segismundo
que no quiera ser bueno, necesitamos encontrar otra razón para que
Segismundo perdone a Basilio, su
padre, cuando llega al poder; ya no
podemos admitir que lo perdone
por hacer el bien porque habríamos
vuelto al Segismundo idealista, cristiano, kantiano.
Otra buena razón para que
Segismundo no condene a Basilio,
diferente a la moralina kantiana
de actuar por el deber (otra manera de decir por el Bien) la encontramos en Calderón de Pier Paolo
Pasolini. Allí, Segismundo hablará
después de haber presenciado más
de tres siglos de historia desde su
aparición calderoniana. A diferencia
de lo que sucedió en el s.XVII, en
el s. XX Segismundo no asesina a
su padre porque no quiere hacerlo,
porque cuando llega al poder ya ha
perdido toda su fuerza revolucionaria (ya no quiere ser justo, lo único
que le interesa es permanecer en el
poder) y por eso perdona a su padre
el tirano, para demostrar que ya ha
aprendido las normas de protocolo
que exige la vida en palacio.
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En la versión de Calderón, Segismundo y Basilio se presentan como
poderes diferenciados: uno el establecido (rey) y otro el revolucionario. Parece que el rey arriesga
su poder al llevar a Segismundo
(«hombre entre fieras y fiera de los
hombres») a palacio la primera vez;
allí Segismundo se comporta como
un menor de edad (en términos
kantianos) que debe ser, por tanto, devuelto a la cueva y desde allí,
después de iluminarse hallando su
peculiar imperativo categórico, es
devuelto al lugar que le pertenece.
Calderón narra simplemente la historia de Segismundo cumpliendo la
mayoría de edad ilustrada (o escribiendo la Crítica de la razón práctica).
Muy diferente es, sin embargo,
la versión de Pasolini, en la que
Segismundo no supone nada diferente al poder establecido, porque
quiere exactamente lo mismo que el
rey: perpetuarse en el gobierno. Por
tanto, Basilio no arriesgaba nada al
traerlo a palacio la primera vez:
«nada me ha sorprendido
que todo lo tenía prevenido»
Sólo lo estaba educando, pero no
para hacer el Bien como habría hecho Kant, sino para que aprenda
como debe actuar para seguir en
el lugar privilegiado que le corresponde. Esta estrategia la desarrolla conscientemente sólo Basilio,
Segismundo sigue pensando que
es un monarca justo al perdonar
a su padre, pero no por ello queda
exento de responsabilidad. Este doblez que introduce Pasolini muestra
como la teoría kantiana, en manos
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Kant.
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del gobernador-marioneta, puede
justificar un objetivo último que no
sería tan loable como el Bien absoluto si llegara a explicitarse demasiado: la perpetuación de las estructuras de poder. Así, ha cambiado
la razón por la que Segismundo
perdona a su padre, pero, aunque
pueda parecer que por ello escapamos al idealismo, Pasolini pone al
descubierto que no es así. El poder
está prevenido contra la revolución,
no la teme porque sabe que Kant y
el imperativo categórico debilitarán
(a la nietzscheana) a Segismundo
cuando se quede a solas con su razón en la cueva.
haber invertido a Platón
a tiempo, o por creer
que Kant había mejorado sustancialmente la
situación. Esta sospecha
de Pasolini: pensar que
el idealismo esconde
una estrategia política
de dominación detrás,
es compartida por Marx
y por Deleuze y los pensadores que profundizaron en el pensamiento
político a partir de la
base ontológica deleuziana como Foucault.
haberse mantenido en la posición
que tenía la primera vez que llegó
a palacio: el hecho de que Basilio le
hubiese encerrado como a una fiera
toda su vida está mal, sin excusas
ni atenuantes. Es una acción que no
puede ser redimida por ningún tipo
de bien trascendente.
Así, podríamos decir que
el Segismundo del siglo
XX ya no es tan inocente como en el XVII.
Ahora sospechamos del
momento en el que perdona a su padre, ya no
podemos creemos que
lo haya hecho por el
bien (sino para acceder
al poder en la versión
de Pasolini); y lo que es
peor, aunque lo haya
hecho por el bien, las
consecuencias pueden ser funestas,
totalitarias.
no incluía ni a Marx ni a Deleuze.
Claro está que ninguno de los dos
había publicado cuando Calderón
escribía La vida es sueño, pero llegados casi al final de este escrito me
puedo permitir hacerle “la vista gorda a las palabras” y usarlas fuera de
las exigencias espacio-temporales
que las constriñen.
El Segismundo de Pasolini, no sería del todo un simulacro, sería más
bien una especie de copia que se
nos quiere presentar como simulacro, parece que no actúa siguiendo
el bien platónico pero las consecuencias políticas son las mismas.
Calderón no puso esto de manifiesto pero Pasolini sí. Él lo tiene
muy claro y por eso nos presenta
a Segismundo como pseudo-simulacro, para evidenciar los problemas que el idealismo conlleva; en
definitiva, para prevenirnos contra
Platón.
Parece evidente que la educación
que Segismundo recibió en la cueva
a manos de Clotaldo:
«Y aunque en desdichas tan graves
la política he estudiado
de los brutos enseñado»;
Segismundo, ya en el siglo XX, sigue sin haber leído a Marx; pero
Pasolini sí que lo ha hecho y por
eso nos presenta a un Segismundo
incapaz para quitarle legitimidad
al Segismundo kantiano. Y para
convencernos, sin explicitarlo
(como hacen las cosas los buenos
poetas) de que en realidad lo que
Segismundo debería haber hecho,
era, simplemente, matar a su malvado padre: el rey.
Bibliografía
Deleuze G., Lógica del sentido, Barcelona, Paidós, 1994.
Zambrano M., Filosofía y poesía, México, Fondo de Cultura
Económica, 2006
Kant I., Crítica de la razón práctica, Madrid, Taurus, 2005.
Platón, El sofista, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1959.
Calderón de la Barca P., La vida es sueño, Introducción y
comentarios: José María Valverde, Barcelona, Planeta,
1981.
V. Segismundo
revolucionario
Pasolini muestra las consecuencias
inquietantes que sufrimos por no
Por tanto, para conseguir un
Segismundo realmente invertido,
quizá éste no debería haber perdonado nunca a su padre; debería
Pasolini P.P., Calderón, Milano, Garzanti, 1974.
Marx K. Tesis sobre Feuerbach, Argentina, Calda, 1969.
Descartes R. Discurso del método, Madrid, Alianza, 2006.
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Manuel Bonillo López
Friedrich Nietzsche.
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F a pensamento e política
Yo os digo: es preciso tener todavía
caos dentro de sí, para poder dar a luz
una estrella danzarina.
Zaratustra
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