Cartilla N°° 248 Septiembre de 2006 “El Farolero” “El Verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn 1,9) P. Ricardo E. Facci “Corría el año 1906… se aprueba la iniciativa de instalar cinco columnas de alumbrado en las esquinas más pobladas... El sistema funcionaba así: el Señor Evaristo Facci, conocido como el ‘farolero’, debía encender los faroles al anochecer y los mismos eran apagados a medianoche, por los agentes de policía que realizaban la ronda nocturna, los cuales recorrían las calles a caballo y así tenían la altura suficiente para proceder a apagar los faroles, sin necesidad de utilizar una escalera. El alumbrado funcionaba a gas de carburo y cada 8 días debían limpiarse los faroles, el depósito, los tubos de vidrio y renovar las cargas de carburo.” (Del Libro “Cien años de Elortondo”) Puede impactarles o extrañarles este relato. Lo encontré en un libro que recoge la historia de los primeros cien años de la localidad de Elortondo, ubicada al sur de Santa Fe, en Argentina -dicho sea de paso, la primera comunidad que abre las puertas a Hogares Nuevos cuando comienza su expansión-. Allí vivieron mis bisabuelos paternos, justamente de quien se hace referencia en la nota. Al leerla, inmediatamente surgió en mí una reflexión que hoy quiero compartirles. Veo en el “farolero” a Jesucristo quien viene a este mundo para iluminar. Los faroles somos nosotros. Jesucristo lleva la luz en Él mismo, con gran capacidad de encender a otros. Esto es, iluminarlos y brindarles la capacidad de iluminar desde ellos a otros. Jesucristo el sol, nosotros la luna, reflejo de la luz solar. La primera “luna” María, y ¡qué luna! Nos guía y orienta reflejando la luz de su Hijo. Verdadero farol encendido por su Hijo como iluminadora de nuestras vidas. Estamos invitados a lo mismo, a ser luna, faroles. Misión urgente de estos tiempos donde tantos hombres viven en la oscuridad. A veces me pregunto: ¿no será semejante oscuridad porque los faroles están sin carga de combustible o sucios y no permiten que pase la luz? El farolero usaba escalera, quienes lo apagaban utilizaban el caballo para alcanzar los faroles. Un farol a ras del suelo no ilumina, contiene luz en sí mismo, pero no irradia, no alumbra a los demás. La altura se consigue con la mirada puesta en grandes ideales de vida, fundamentalmente con el ideal que ya alcanzó el “primer farol”: María. El ideal del Reino de los Cielos, que debe movilizar todas nuestras acciones. Más elevada la meta de vida, mejor capacidad de iluminar se tendrá. Es muy importante el combustible. Sin él, no hay posibilidad de encender la llama que genera luz. Más aún, hay que renovarlo periódicamente. Esto se concreta al mismo tiempo que se hace la limpieza del farol. Es la renovación que cada uno de nosotros debemos hacer en el proceso de conversión, cuando periódicamente nos acercamos al sacramento de la reconciliación, y a la vez, con la ayuda del Señor, luchar contra aquellas manchas que son rebeldes para removerlas, aquellos vicios demasiados arraigados en nuestros corazones. Hoy en día hay muchos faroles sucios sin conciencia de su falta de limpieza. Se ha perdido la noción de mugre. Si, se ha perdido el concepto de pecado. Hoy todo vale. Cada uno “sabe” lo que está bien o está mal. No hay conciencia del amor de Dios, por lo tanto ha desaparecido el sentimiento de ofensa a Él. Ya no hay temor de Dios. A las acciones pecaminosas se las justifica como para que no pesen la conciencia. Alguna psicología actual hasta nos enseñó a echarle la culpa a nuestros antepasados. También se cambió el nombre, ya no se llama pecado, sino corrupción, impunidad, mafia, etc. El relativismo y el individualismo han conducido a la autodeterminación de la vida. Muchos faroles están sucios sin conciencia de su mugre. Esto conduce a la falta de renovación del combustible: la gracia de Dios. Estar en gracia garantiza la posibilidad de encender la llama que ilumina, que guía y orienta, desde un horizonte elevado para el hombre. Esto es lo esencial del cristiano: caminar hacia el Reino, buscando estar en gracia permanentemente, con combustible suficiente, estando limpio su recipiente (el corazón); y limpios los pies, las manos, los ojos, los oídos, la boca, la mente, la voluntad, que no son otra cosa que los vidrios a través de los cuales se manifiesta el ser luz para los demás (las acciones, el testimonio de vida). María nos enseñó: ella se dejó encender por la llama de su Hijo, luz para sí, luz para los demás, inmaculados sus vidrios para que nada entorpezca la capacidad de iluminar, y con un verdadero combustible, la gracia de Dios, que le permitió alcanzar el gran ideal de su vida: compartir la meta con su Hijo. Ella, que es Reina de la familias y de nuestro Hogar, nos muestre cómo debemos disponernos, para que el “farolero”, su Hijo, pueda encendernos y que la llama no se apague hasta el fin, por el bien de nuestra familia, de la comunidad, del mundo entero. Oración Señor Jesús, “farolero” de profesión, te pedimos que nunca permitas que nuestro farol ya no te sirva. Danos la gracia del combustible que precisa la llama de la luz, mantén siempre limpio nuestro corazón, para que nuestro testimonio de vida, personal, familiar y comunitario, sea siempre luz para los demás. Queremos ser faroles para la humanidad. Ayúdanos. Amén. Trabajo Alianza 1.- Como esposos y padres: ¿somos faroles para los demás? 2.- ¿Podemos decirle a los demás: “el que camina en pos de mi no camina en tinieblas”? 3.- ¿Somos conscientes del valor de la gracia de Dios? 4.- ¿En qué debemos limpiar nuestras vidas? Trabajo Bastón 1.- Trabajar las preguntas 2 y 3 del trabajo Alianza 2.- ¿Cuál es la altura de nuestros ideales? 3.- ¿En nuestras vidas y en nuestro entorno se minimiza el pecado? ¿Se le ha cambiado de nombre? 4.- ¿Qué propósito realizamos con el fin de ser verdaderos faroles en nuestras familias y comunidad? CELEBRACIÓN DEL JUBILEO DE HOGARES NUEVOS EN ROMA, setiembre 2007 Ya puedes inscribirte, hay cupos limitados, para informes: 54 3546 421130 / 54 351 155577775 [email protected] (Rosana y José Costa)