UNIDAD DIDÁCTICA IV

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UNIDAD DIDÁCTICA IV
EL LEGADO CULTURAL DEL CRISTIANISMO EN LA EDAD MEDIA
Tema 10. Arte prerrománico
10.1 La «renovatio» carolingia
Mientras tanto, en el Occidente europeo asistimos desde el siglo V al VIII a una situación que en
su estado más puro representa la auténtica liquidación de las estructuras políticas y territoriales
de lo que había sido el Imperio Romano como consecuencia de las grandes migraciones que
culminan con la formación de los primeros reinos germánicos y con la implantación de unas
tradiciones culturales que aún cuando tienen un importante componente oriental, no podrán
obviar el substrato romano debido a la fuerza del fenómeno romanizador que afecta a buena
parte de estos territorios, de tal manera que siempre habrá que contar con la presencia de una
concepción clásica que a pesar de su debilitamiento, nunca llegará a desaparecer. Por todo ello
a la hora de señalar las fuentes de inspiración artística que caracterizan este periodo, tenemos
que citar, en primer lugar, las herencias clásicas grecorromanas materializadas sobre todo en
sus concepciones arquitectónicas así como en algunos aspectos decorativos u ornamentales; en
segundo lugar, los influjos orientales, en los que el componente bizantino ocupará un lugar muy
destacado; en tercer lugar, las tradiciones artísticas autóctonas, especialmente desarrolladas en
el campo del trabajo con metales dirigido a la fabricación de armas, joyas y otros utensilios
ornamentales. Por último, y sobre todo ello, no puede pasarse por alto la aportación cristiana, a
través especialmente de una temática en la que se expresan los contenidos religiosos de la
época.
Hubo, sin embargo, numerosos intentos por devolver a esta parte importante de Europa su
antigua unidad como vemos en la época carolingia. Al unificar bajo su autoridad toda una suerte
de principados más o menos independientes, los carolingios dieron estructuras políticas y
fidelidad ideológica al Imperio. Bajo la dirección de personalidades excepcionales como Pipino II,
Carlos Martel, Pipino el Breve y Carlomagno, la voluntad de restablecer el prestigio del regnum
francorum fue tan importante como el sueño de renovar la idea del Imperio Romano.
De todos ellos sería Carlomagno quien consiguió unir bajo un poder central un inmenso imperio
que desde Sajonia y Baviera alcanzaba la Italia lombarda, Cataluña y la Marca Hispánica.
Cuando fue coronado por el papa León III en el año 800 el imperio carolingio se confundía ya
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con el imperio cristiano, pues considerándose heredero de Constantino el Grande, e incluyendo
en su imperio la ciudad de Roma, Carlomagno se propuso restaurar el Imperio romano1.
Durante la época de máximo esplendor, aproximadamente el siglo que va desde la coronación
de Carlomagno en el año 800 hasta la disolución del Imperio carolingio en el 879, este estado
modificó profundamente las estructuras de Europa occidental y central. A pesar de todo ello, este
renacimiento cultural carolingio no se había producido bruscamente con la llegada de
Carlomagno, sino que había sido preparado, tanto en Italia como en las Galias o en las islas
Británicas, desde fines del siglo VII. Los reyes lombardos, por ejemplo, habían hecho de Pavía
su capital y un gran centro de cultura y parece que Pipino el Breve quiso imitarlos residiendo en
aquella ciudad. La gran empresa de Carlomagno, fue, por tanto, hacer realidad un sueño que
venía fraguándose desde atrás.
La época carolingia supuso un intenso proceso de renovación y reforma de buena parte de los
esquemas políticos, sociales, económicos, culturales y hasta religiosos de la Europa medieval.
Este último, por ejemplo, se centró en la reforma litúrgica, utilizada y deseada por Carlomagno
como elemento esencial de unión para sus reinos. A su llegada al poder, Europa poseía muchos
sistemas litúrgicos, el viejo sistema hispánico, los de cada provincia eclesiástica de las Galias, y
los tres italianos, el de Roma, el de Milán y del Aquilea. Al intentar imponer la liturgia romana en
todos sus reinos, Carlomagno daba cohesión política y religiosa a su Imperio.
Desde un punto de vista artístico y cultural, Carlomagno propició un Renacimiento tanto de las
artes como de la literatura no en el sentido de restauración de las formas y estilos de la
Antigüedad, sino en un intento de recrear lo que se consideraba que había sido la edad de oro
de la primera Roma cristiana. Es decir, una renovación más que un resurgimiento que trajo
consigo progresos en los más diversos campos: arte, letras, liturgia, administración, etc.
Carlomagno fue educado en la corte de su padre, donde recitaba plegarias en latín, leía algo en
griego y tenía inquietudes sobre cualquier materia. Supo rodearse de eruditos y si no estaban en
su reino, los atraía. Este es el caso de Pedro de Pisa y Pablo el Diácono, procedentes de Italia;
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Sin embargo, la vieja tendencia dinástica a dividir el patrimonio iba a imponerse poco tiempo después. Ludovico
Pío y Lotario I descendientes directos de Carlomagno llevaban aún el título imperial. En el tratado de Verdún, a
pesar de que Lotario era el único que ostentaba el título de emperador, el antiguo reino de los francos quedó
dividido en tres territorios. Este tratado significó el principio de una división profunda que llevaría al imperio
carolingio a transformase en un conglomerado de estados cuyos soberanos dejarían de pertenecer a la dinastía
carolingia a partir del año 879.
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Teodulfo, de España, y de Einhard el Germano. Estos nombramientos formaban parte de un
programa plenamente consciente que pretendía promover un nuevo Renacimiento romano.
Su modelo político y cultural fue la capital del fenecido imperio romano, no del pagano sino del
cristianizado por Constantino, por lo cual cuando se aclamaba a Carlomagno como imperator
romanorum se veía en él al Novus Constantinus. Carlomagno dio órdenes a los prelados y
obispos para que restauraran las iglesias viejas, y como consecuencia despertó una actividad
febril de recuperación de edificios, de objetos y de libros, pues se creía que se estaba viviendo
una Roma renovata vel restaurata. De este modo, los artistas carolingios imitaron, y a veces con
gran habilidad, el arte romano del siglo IV, de ahí que cuando se habla de un cierto
anticlacisismo en el arte carolingio, será porque tomaron como modelo lo que había en el arte
romano tardío. El arte carolingio surgió como expresión de una sociedad medieval, que estaba
supeditada conceptualmente a los citados modelos de Roma. Sólo así se entiende que
pretendiera convertir a Aquisgrán en una Roma secunda. No es de extrañar por tanto que en el
vestíbulo de su capilla palatina hubiera un bronce representando una loba, y que de Rávena se
trajera una estatua ecuestre paralela a la de Marco Aurelio, aunque entonces se creía que
representaba a Constantino, el primer emperador cristiano.
De la misma manera, la figura de Carlomagno es inseparable de su máxima creación
arquitectónica, la Capilla Palatina de Aquisgrán, conocida también como Aix-la-Chapelle, que
representa mejor que nada las aspiraciones del propio renacimiento carolingio.
El prestigio alcanzado por la capilla de Aquisgrán fue tan grande que durante dos siglos suscitó
numerosas imitaciones, principalmente en los territorios de las actuales Bélgica y Holanda. Ya en
la misma época del emperador, algunos edificios se inspiraron directa o indirectamente en la
capilla. Entre ellos destaca la pequeña Capilla de Saint Germigny-des-Près, en la región del
Loira y muy cerca de Saint-Benoît-sur-Loire. Allí Teodulfo, confidente de Carlomagno, poco
después de acceder a la sede episcopal de Orleáns en el año 799, hizo construir una lujosa villa
dotada de una pequeña capilla. Probablemente ésta es posterior al nombramiento de Teodulfo
como abad de Fleury, en el año 803. Su planta es un cuadrado dividido en tres naves y en nueve
espacios internos cuadrados o rectangulares. El central, más ancho, llevaba una pequeña torre.
La forma de cruz griega está subrayada por las bóvedas de medio punto de sus brazos. En las
extremidades de cada una de ellas se abría un ábside con planta ligeramente de herradura,
como también son de herradura los arcos del interior. Esta presencia de la herradura no debe
extrañarnos, pues si recordamos que Germigny fue construida por Teodulfo de Orleáns, que
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como ya hemos dicho, era de origen español, la sorpresa que producen estos elementos queda
en cierta medida justificada.
El edificio de Germigny-des-Loire no sólo es importante por la manera como define el modelo de
un pequeño edificio de ámbito palatino a inicios del siglo IX, sino también, por ser testimonio de
la decoración de yeso y de mosaicos en el mundo carolingio. Destaca de este modo el ábside
central conde se conservan aún los principales elementos del mosaico carolingio, que se
insertaría en un conjunto más amplio. El arca de la alianza, enmarcada por dos querubines, se
presenta bajo la mano divina mientras dos ángeles la veneran. La inscripción en verso recuerda
tanto el sentido profundo de la imagen como la intervención directa de Teodulfo en su
realización.
El arte carolingio significa también la época de las primeras codificaciones, o por lo menos, de
una voluntad de codificación de los espacios monásticos centroeuropeos, avanzando hacia lo
que habrá de ser el esquema general de la arquitectura monacal europea de los siglos
medievales. Será al final del reinado de Carlomagno cuando, aprovechando que muchas
construcciones se hallaban aún si acabar, algunos de estos proyectos se modificaran y se
mejoran. Los monasterios carolingios se convirtieron en centros tan densamente poblados que
superaban a muchas poblaciones de su época, y aunque no conservamos restos arquitectónicos
que nos permitan conocer estos grandes recintos monásticos, podemos restituir fácilmente su
aspecto.
Uno de estos ejemplos es el caso de la Abadía de Saint Riquier, obra original y novedosa en la
mayoría de sus características. La iglesia construida entre los años 790 y 799 por el abad
Angilberto, yerno de Carlomagno. Aunque no se ha conservado la obra original sino una
reconstrucción posterior, la conocemos por un grabado reproducido a partir de un dibujo del siglo
XII y por una descripción aún más antigua. En el exterior, se concedían la misma importancia a
la fachada oriental y a la occidental, ambas vivamente realizadas mediante las torres que se
elevaban sobre los cruceros, flanqueadas por otras torres menores de escalera. Estas dos
fachadas estaban definidas por sendos ábsides, y si el oriental estaba separado del transepto
por un presbiterio propiamente dicho, el occidental ofrece un esquema más complejo, con un
vestíbulo de entrada de poca altura y probablemente abovedado, y una capilla abierta a la nave
central en la parte superior.
Por otro lado, uno de los documentos histórico-artísticos más importantes de todo esto es el
plano de Sant-Gallen. En él podemos ver cómo los monjes del siglo IX realizaron el proyecto de
un monasterio, indicando no sólo la topografía del conjunto sino también criterios y fórmulas
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modulares para su construcción según diferentes tamaños. Además de diseñar los numerosos
servicios del recinto monacal, junto a la iglesia vemos reproducida la estructura de un claustro
plenamente definido, de tal manera que se puede decir que la imagen típica de las dependencias
claustrales de los edificios románicos y góticos aparece ya en este plano
La fecundidad arquitectónica de la época carolingia constituye una de sus características
principales, y como consecuencia de ello, propuso nuevas síntesis y modelos originales
adaptados a las estructuras políticas y eclesiásticas que estaban destinados a tener un gran
éxito durante la Edad Media. Será en Francia donde se pueden notar más claramente los influjos
de la arquitectura carolingia, y concretamente en Borgoña, donde se acentuó la evolución de la
arquitectura religiosa en cuanto a la orientación propiamente dicha, con la ampliación progresiva
de la cabecera de los edificios a través de una complicación cada vez mayor de las estructuras.
Éstas se desarrollaron también en elevación, con dos niveles que se han denominado criptas
inferiores y superiores. Tres de los ejemplos más destacados en este sentido son la Iglesia de
Saint-Germain d´Auxerre, iglesia abacial de principios del siglo IX, reformada y ampliada a
mediados de esa centuria que es cuando acoge e interpreta las novedades procedentes de
Centroeuropa, la Abadía de Saint-Pierre de Flavigny y la Iglesia de San Jorge de
Reicheanau, otro importante ejemplo de la progresión de los modelos y de las experiencias
carolingias, en relación con el paso a la arquitectura románica europea.
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