“Derain es motociclista en el norte, Georges Braque estaba

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“Derain es motociclista en el norte, Georges Braque estaba recientemente en El
Havre como suboficial, Fernand Léger está en el frente en el tren de aprovisionamiento,
Albert Gleizes está en el frente desde el comienzo de las hostilidades, Dufy se halla en
El Havre, donde espera: ha publicado la bonita postal 'Los Aliados', que hará parte de
esa imaginería que la guerra ha hecho surgir espontáneamente. R. de La Fresnaye está
sin duda aún en Lisieux. Groult ha sido herido en el brazo. El escultor Duchamp-Villon
es cabo mayor en Saint-Germain; el pintor y grabador Laboureur está a disposición del
ejército inglés como intérprete en el castillo de Nantes. Tobeen, del ejército de reserva,
siendo cuerpo de hierro, se ejercita para hacerse cuerpo de acero. El futurista italiano
Ugo Giannattasio y el polaco-austriaco Kisling están en los regimientos de infantería
extranjeros. Ha corrido el rumor de que Robert D*** estaba en San Sebastián, pero no
me resuelvo a aceptar la fidelidad de esa afirmación inverosímil. Robert Mortier se
recupera lentamente de una enfermedad dolorosa. Le hacen falta infinitos cuidados y
mucha calma. Édouard Férat trabaja duramente en un hospital [...]” (Apollinaire)
"(...) el arte joven, tan expuesto a la opinión pública como concernido por ella
en un periodo de extraordinaria renovación como lo fueron los primeros años 1910, vio,
por así decir, la imagen de su entusiasmo emulsionada en la movilización bélica. Las
adhesiones de la cultura al enfrentamiento fueron múltiples y se produjeron desde
todos los sectores, pero sólo quienes participaban de la experiencia del arte
emergente portaban como seña de identidad el distintivo de cultura de vanguardia. "
"(...) El pronunciamiento de las clases intelectuales y el mundo académico a
favor de la guerra fue contundente en todos los países beligerantes. Las universidades
alemanas, británicas y francesas se prodigaron en proclamas que iban firmadas por los
representantes más insignes del mundo académico. 'Por qué estamos en guerra' fue
una de las alocuciones lanzadas por los historiadores británicos en 1914, en ese caso
de la Universidad de Oxford. En octubre de 1914 se publicó en Alemania uno de esos
manifiestos, encabezado con el título 'Al mundo de la cultura'. Llevaba noventa y tres
firmas, entre ellas las de Max Plank, Wilhelm Wund, Max Liebermann y Julius Röntgen.
Las autoridades de la ciencia y de la cultura se dirigían al conjunto de la
intelectualidad alemana para encender el patriotismo, mover al juramento de las
armas y legitimar culturalmente la guerra. El libro de 1915 de Hermann Kellermann Der
Krieg der Geister aportaba un importante número de testimonios de intelectuales
alemanes y de otras nacionalidades que dictaminaban sobre el compromiso de las
culturas con la guerra. 'Amamos la guerra', decía el artículo de Giovanni Papini
aparecido en el número del primero de agosto de 1914 en Lacerba. Ese plural
mayestático era el sujeto intervencionista de una cultura italiana que previamente
había declarado la guerra a todo 'pasadismo'. Umberto Boccioni llamaba en 1916 al
combate por el arte a sus compatriotas en el Manifiesto a los pintores italianos: '¡En
Europa, y en Francia sobre todo, desde hace cien años se libran por el arte batallas
maravillosas que no conocéis! En estas batallas, convenceos, Italia no ha participado
hasta hoy'. Para el Boccioni soldado, la guerra no haría sino reforzar el valor único del
arte; en un escrito suyo de agosto de 1916 se lee:
'De esta existencia saldré con desprecio por todo lo que no es arte. No hay
nada más terrible que el arte. Todo lo que veo actualmente no es más que un
juego al lado de una pincelada bien dada, de un verso armonioso, de un
acorde musical bien compuesto. Frente a eso todo es una cuestión de
mecánica, de paciencia, de memoria. Sólo existe el arte.'
Ni la pugna por los intereses coloniales, ni la carrera de armamentos, ni los conflictos
de fronteras pesaban tanto en las explicaciones de lo que se ponía en juego en la
guerra como el desafío cultural y su dominio.
Los artistas y sus críticos intervinieron asimismo en calidad de cómplices intelectuales
de los intereses que se dirimían en la contienda. El arte joven era necesariamente
partícipe de una voluntad de crisis porque se reservaba lo nuevo como misión. El
reclutamiento masivo y la llamada al alistamiento voluntario, que afectó al conjunto
de la sociedad, movilizó, cómo no, también a los artistas y poetas, pero en este caso
en un doble sentido: como soldados y como representantes de la cultura emergente.
'Me pregunto por el efecto que tendrá esta guerra en la vida intelectual alemana. Me
figuro que la guerra ayudará de una vez a la victoria del arte nuevo, que suplantará
con la energía del expresionismo al impresionismo quietista', escribiría el historiador del
arte Max Sauerlandt en una carta de septiembre de 1914.
Por primera vez en la historia, los artistas constituyeron un colectivo profesionalmente
empeñado en la guerra y para el que el combate arbitraba la suerte de ideales
estéticos. Al comienzo de la contienda creó el marchante de arte Bruno Cassirer
Kriegszeit, revista de guerra estrechamente ligada a la Secession de Berlín y órgano del
mundo artístico. Otra revista de propaganda bélica creada en Berlín por artistas y
como prueba de heroísmo de la cultura fue el semanario Wachtfeuer. El poeta Pierre
Albert-Birot fundó durante la guerra la revista Sic, dirigida en especial a la
comunicación artística de la vanguardia cultural francesa combatiente. La imagen
publicista y de propaganda fue el soporte de una conflagración paralela durante la
Gran Guerra y un espacio de trabajo para artistas e intelectuales. El pintor británico
Christopher Nevinson declaraba en 1915: 'Para nosotros no hay belleza más que en el
conflicto y no hay obra maestra sin agresividad'."
"(....) Pero casi al unísono el mundo de la cultura aplaudió la contienda como
episodio decisivo para una historia de la salvación que, en primer término, redimía a la
propia cultura de toda molicie. Y de hecho la movilización militar se escuchó como
una alerta entre los talentos artísticos. Boccioni celebraba en 1915 la fecundidad y la
deriva que había experimentado la pintura de Giacomo Balla al hilo del entusiasmo
belicista: 'En pocos meses sufre una evolución rapidísima y llega a las últimas obras
inspiradas en las violentas manifestaciones antineutrales. Hemos alcanzado un punto
en el que difícilmente se encontrará ningún otro en Europa'. En abril de 1915, aún
después de medio año de servicio en la ambulancia alemana, seguía intacto el
entusiasmo del pintor Max Beckmann por la vida en el frente:
'Para mí esta guerra es un milagro, si bien un tanto incómodo.
Mi arte tiene aquí de donde comer'.
Léger escribía desde Verdún en octubre de 1916: 'Hace falta un cataclismo como este
para juzgar plenamente los valores'. Insiste al mes siguiente: 'Hace falta haber vivido
aquí para aprender a apreciar los valores exactos del sentimiento y de los objetos,
todo está tan simplificado, tan depurado'. 'Adoro Verdún. [...] Verdún permite todas las
fantasías pictóricas', añade en otra carta. Si la guerra más cruenta se explicaba como
pugna entre culturas y estaba ahí para dar cumplimiento a metas espirituales, la
competencia de la lucha no la encarnaba en primer término el ejército ni la política,
sino quienes representaban la producción intelectual y artística. A la muerte de
Boccioni en acto de servicio Carlo Carrà describió al artista de vanguardia que se
había crecido en el fragor de la guerra:
'En un movimiento continuo, en salto siempre nuevo y siempre distinto, él se
preparaba a superarse, y sus últimas avanzadas espirituales nos hablan del
ardor agrandado de sus primeros combates'."
"(...) La guerra medía el destino de la cultura y facilitaba la amputación de lo
que Marinetti llamó la 'inmunda gangrena' de una cultura inerte. Cuando Marc escribe
sobre la muerte de su estrecho amigo el pintor August Macke en el frente, la guerra
aparece como una razón poderosa que se impone sobre el amigo y lo convierte en
héroe, caído por la cultura: 'La codiciosa guerra ha sumado a sus riquezas una muerte
heroica, pero el arte alemán es al tiempo más pobre al perder un héroe'."
JAVIER ARNALDO
comisario de la exposición,
extractos del texto de introducción del catálogo
EL ARTE DE VANGUARDIA EN LA GUERRA
A la muerte de Boccioni en acto de servicio Carlo Carrà describió al artista de
vanguardia que se había crecido en el fragor de la guerra:
“En un movimiento continuo, en salto siempre nuevo y siempre distinto, él se
preparaba a superarse, y sus últimas avanzadas espirituales nos hablan del ardor
agrandado de sus primeros combates.”
Es sólo uno de los numerosos testimonios escritos que nos han llegado de la mano de
los artistas que vivieron la dura experiencia de la guerra; una guerra total que, ya fuera
en primera línea de fuego, desde las trincheras, o desde la teóricamente segura
retaguardia, marcó la vida, las ideas y el arte de toda una generación. Cartas
enviadas desde el frente a amigos o familiares, epitafios en memoria del amigo caído,
escritos propagandísticos o más o menos entusiastas, manifiestos artísticos,
pensamientos o vivencias plasmados en esta rica documentación de la que incluimos
a continuación una pequeña pero significativa muestra:
APOLLINAIRE: "Querido amigo: te escribo desde uno de los lugares más tristes de la
tierra, pero de los más célebres de esta guerra también. Vivo ahora en un agujero
cavado en la tierra. El espectáculo es maravillosamente grandioso noche y día, el
terrible estruendo es incesante, la llanura arruinada se siembra sin cesar con el metal
de muerte en el que habrá de germinar la nueva vida."
GROSZ: “El Berlín al que retorné era una ciudad fría y gris. Los cafés cantantes y las
tabernas funcionaban a todo tren, produciendo un contraste sobrecogedor con los
oscuros y tenebrosos barrios de viviendas donde escaseaba la calefacción. Los mismos
soldados que cantaban, bailaban y se agarraban borrachos a los brazos de las
prostitutas, aparecían en otro lugar malhumorados, con paquetes colgándoles por
todas partes y sucios todavía de la trinchera, atravesando las calles y marchando de
una estación a otra.”
BOCCIONI: “Parece inminente la partida a la línea de fuego. Si tengo la suerte de
encontrarme de frente a los alemanes les pegaré un tiro gritando: ¡éste por Balla!”
VALLOTON: "La guerra no es ese 210 que estalla, ni ese árbol rapado, cuyo tronco se
ladea, ni esos tejados al descubierto, ni el desgraciado que arrastra su muñón hasta el
refugio ilusorio de una zanja, o más bien es eso durante el segundo en el que el ojo lo
advierte; ¡pero cuánto más vastas son sus repercusiones en el espacio! Puede decirse
que ella oprime el pensamiento del mundo y que todos los actos humanos en todos los
órdenes han sido alterados. El aire mismo que se respira en las líneas no es el de antes,
hay imponderables, una especie de rectificación del instinto, que se libera de largas
domesticaciones; el individuo ensanchado en todas sus posibilidades se muestra sin
afeites, en su medida exacta.”
MARC: “Los siglos venideros recordarán con ternura ese sueño feliz, envuelto en verdes
centelleos, de un mundo absoluto de formas. Pero la verdadera lucha por la nueva
Europa y la nueva forma se libra en otro campo de batalla. No en los sueños.”
KANDINSKY: “El arte va hoy por unos caminos en los que nuestros padres no podían ni
soñar; uno se encuentra ante nuevas obras como en un sueño, y se oyen los jinetes del
apocalipsis en los aires; se siente una tensión artística por toda Europa, en todas partes
se saludan nuevos artistas. ”
BUCCI: “En aquel ‘octavo pelotón’ de voluntarios que se había definido
modestamente como el de los Titanes y el de los Genios, en aquella singular columna
armada compuesta por, entre otros, Marinetti, Boccioni, Sant’Elia, Russolo, Funi y Piatti,
estallaban extrañas y violentas disputas cuando el nombre de Cézanne, del que
entonces sólo sabíamos nosotros, era voceado aquí y allá como si se tratara de un
oficial, de un soldado, de un mulo. La voz de tenor de Marinetti tronaba: - ¡Basta,
basta! Estamos aquí para forjar Italia, gente de todas las tendencias. ¡Basta de
discusiones de arte! Con pinceladas de acero hacemos cuadros de hombres. Sironi
suspiraba: Hemos de tener entusiasmo...”
LEGER: “A todos esos ceporros que se preguntan si soy o seguiré siendo cubista cuando
vuelva, puedes decirles que mucho más que nunca. Nada hay más cubista que una
guerra como esta que te divide más o menos limpiamente a un buen hombre en
varios trozos y los envía a los cuatro puntos cardinales. Por lo demás todos los que
regresen comprenderán mis cuadros enseguida: la división de la forma, me quedo con
ella.”
DIX: “Tengo que verlo todo. Todos los abismos de la vida tengo que vivirlos por mí
mismo. Por eso voy a la guerra. Y por eso, desde luego, me enrolé como voluntario.”
KLEE: “Hace tiempo que ya pasó por mí esta guerra. Por eso no me toca lo más
mínimo. Para sacarme de mis propios escombros tenía que volar. Y volé. En ese mundo
en ruinas me quedo sólo en el recuerdo, como a veces pensamos con la memoria. Es
así que soy ‘abstracto con recuerdos’. ”
BARLACH: “La experiencia de todo este tiempo desde el primero de agosto sólo
puedo compararla con una gran aventura de amor, hasta tal punto me trastorna y me
saca de mí. Estar fuera de sí, liberado de sí mismo es un sentimiento enorme de
felicidad. Y eso tan grande es verdadero, no mera idea. En ese estado no podía dormir
durante los primeros días, de puro ensanchamiento.”
BECKMANN: “Ayer atravesamos un cementerio que las granadas habían reventado
por completo. Las tumbas estaban deshechas y los féretros yacían aquí y allá en
posiciones sumamente incómodas. Las granadas habían sacado indiscretamente a la
luz a sus señorías y huesos, cabellos y mortajas asomaban por las tablas rajadas de los
ataúdes. ¡Ah, querría poder pintar de nuevo! El color es un instrumento del que a la
larga no se puede prescindir. Si pienso nada más que en el violeta, el verde y el
blanco, o en amarillo negruzco, amarillo azufre y violeta, me recorre una descarga de
voluptuosidad. Entonces querría que la guerra hubiera terminado y poder pintar.”
“(...) mis ganas de vivir son en este momento mayores que nunca, aunque haya vivido
cosas terribles e incluso haya muerto ya varias veces con ellas. Pero cuanto más a
menudo se muere, más intensamente se vive. He dibujado, esto protege de la muerte
y el peligro.”
“Para mí esta guerra es un milagro, si bien un tanto incómodo. Mi arte tiene aquí de
donde comer.”
DUCHAMP-VILLON: “Es así que he recuperado el gusto por el trabajo; por mal instalado
que esté, aunque falten muchos elementos, empleo lo mejor que puedo los medios
fortuitos para continuar mis búsquedas. En Saint-Germain esto era casi imposible, y
hace falta un medio de actividad intensa como este para despertarme –curioso
mecanismo–. La situación que tengo es bastante independiente, he podido ver todo
lo que es interesante de ver, he podido tener cerca y seguir todas las formas de la vida
de guerra, apreciar los efectos de su genio infernal... [...] Se trata de la idea de la
muerte, siempre presente en el fragor tronante de los cañones y de los obuses que
caen... Siempre se trata de que el pensamiento sintético hace aquí grandes
progresos.”
DERAIN: “Me aburro de la vida, mi viejo Vlaminck. Me da rabia no poder ver todos los
días caras bonitas de mujer y de niños y paisajes sin humo de obuses. Pero entretanto
he tenido ese placer, ya que, por la circunstancia de una reparación, he vivido tres
meses en el bosque de Compiègne, que es muy bonito, entre nosotros... Pero los
árboles y las plantas son de locos. Qurría no volver a hacer más que retrato, verdadero
retrato, con las manos, los cabellos: toda la vida, vaya.”
GAUDIER-BRZESKA: “He estado combatiendo durante dos meses y ahora puedo medir
la intensidad de la vida. Las masas humanas pululan y cambian de lugar, son
destruidas y vuelven a brotar. Los caballos duran tres semanas, mueren en las cunetas.
Los perros vagan, son destruidos y otros aparecen. Con toda esta destrucción que
trabaja en torno nuestro nada ha cambiado, ni superficialmente. La vida es la misma
fuerza... Los proyectiles que estallan, las descargas, las alambradas, proyectores,
motores, el caos de la batalla no provoca el menor cambio en las líneas externas de la
colina que vamos a sitiar. [...] Esta guerra es un gran remedio. Mata arrogancia,
autoestima, orgullo en el individuo.”
BLANCHE: “La muerte de los camaradas llega a sernos indiferente. Entre mí y el joven
soldado boche que he matado con mi revólver hay más lazos de los que tengo con
mis hombres. Era un pintor. Tenía los bolsillos llenos de tubos de colores y de lápices.
Sobre su libreta estaba escrito Mahler, y he encontrado en sus cuadernillos el nombre
de Cézanne.”
KIRCHNER: “La guerra desgarra cada vez más. Ya casi sólo se ven máscaras, ningún
rostro; sería bueno y necesario que llegara pronto el final.”
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