La “Hermosa Brigada” experiencia de unidad

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NUESTRAS RAÍCES: ESTUDIOS E INVESTIGACIONES
La “Hermosa Brigada”
experiencia de unidad
Siguiendo el pensamiento de Santa Catalina la apertura hacia la bondad divina nace del conocimiento de
sí mismo. Los primeros seguidores, como Catalina
impulsados sólo por el amor de Dios. El testimonio
de Stefano Maconi, acogido como un hermano. Ella,
joven y débil, se transforma en la “mamá” de cuantos
la rodean. Transformar la unión en unidad tangible.
N
La Santa en un vitral de D. Iturgaiz
(del Convento de Leon, España)
o se puede hablar de la
“Hermosa Brigada” (la
“Bella Brigata”), sin hacer referencia
a Catalina de Siena, nacida en Fontebranda, Siena, en 1347, dotada de
una personalidad y misión, rica y
compleja. Era estable en su “celda
interior” y al mismo tiempo andariega por compasión, cristiana y dominica por vocación y consiguientemente escudriñadora de la Verdad,
peregrina sin fronteras tras la comunión y la unidad. Fue instrumento de
paz en la Iglesia y en Italia, mujer
preocupada por la vida y la Vida
plena, amante de las pequeñas
cosas y de las alegrías más simples
como la de cultivar una flor o cantar
durante los viajes; de una delicada
caridad como lo es procurar el pan a
un pobre, visitar a una enferma o a
un preso. La “Mamma” como era llamada por hombres y mujeres, ilustres y no tanto, por enfermos del
cuerpo o del alma, del vulgo como
de la nobleza; esa mujer “viril” y tierna, que estaba lista para amonestar
pero más pronta aún para consolar.
Pero sobretodo, fue la mujer apasionada de Dios, su “Loco de Amor” (D.
153), el motivo de su entrega… el
motivo de su afán; viviendo para la
iglesia y muriendo por ella (1380).
Estas referencias son solamente pinceladas del inmenso panorama vital
que desplegó Catalina Benincasa en
aquellos tiempos turbulentos y
ambiguos1.
Desde sus primeros años la encontramos rodeada de gente: era miembro de una familia numerosa. Tenía
veinticuatro hermanos. Recibían con
asiduidad la amplia parentela familiar; también llegaban comerciantes
interesados en el teñido de telas,
profesión que ejercía en su propia
casa su padre Jacobo. Años después, entra en las “mantellatas”, un
grupo de mujeres dominicas, laicas,
que desde sus propias casa, vivían
para “hacer el bien”. Algunas de
ellas la seguirán, en lo sucesivo,
transformándose en parte de ese
cenáculo cataliniano, a imagen de
las primeras comunidades cristianas,
que a su vez, seguían el ejemplo de
Jesús y de sus discípulos. Desde
pequeña estuvo marcada por ese
signo de “vivir en familia”, en
“comunidad”. ¿Cómo no pensar
entonces que a lo largo de su vida
estos vínculos no se prolongarían o
mejor aún no adquirirían un significado nuevo?
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Santa Catalina encuentra el Papa ( técnica mixta de G. Hajnal), del Convento de los Frailes Dominicos de S. Sabina, Roma
El perno de su vida fue la revelación
que recibió: “Tú eres la que no es, y
Yo Soy el que es”, y al constatar su
experiencia exclama: “Nosotros no
somos nada por nosotros mismos”2.
Percibir esta verdad en su vida la
lleva a despojarse de sí misma, desnudarse de toda seguridad, a despejar el regazo para hacer lugar al
Amado. Es la predisposición que la
hace libre para acoger la inmensidad
de Dios desde el amor. Es porque se
sabe amada que se deja consumir
por ese amor que “transforma y hace
del amado y de quien ama una sola
cosa”3. Esta clara conciencia de la
“bondad de Dios en sí” es el efecto
de reconocerse como creatura
humana, como mujer pecadora; de
“ser sólo barro, hecho de la espuma
de la tierra”4, como la que no es
nada pero, en el conocimiento-amor
misericordioso del Amado recupera
no sólo su propia dimensión e identidad de hija, esposa y madre sino
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que se transforma en prolongación
concreta del amor apasionado del
Dios Trino hacia su creatura. Presta
su visibilidad para “amar a todas las
cosas que son amadas por el
Amado” y viendo “que Él ama tanto
a su creatura” Catalina, empujada
por el fuego de la caridad, servirá
con gran diligencia y solicitud a sus
hermanos5.
En esta intuición radican las bases
que sostendrán los primeros seguidores6, formando la “Bella Brigata”.
Una “brigada” que, en contraposición con las brigadas callejeras o
militares, luchaba armada con la sola
fuerza del Amor, por el deseo que la
sangre de Cristo se haga vida y luz
para quien no la tiene y las haga
arder y consumirse en la caridad.
Será la “pasión por Dios y por los
hombres” lo que los une en modo
compacto.
¿Es esto lo que llevó a hombres y
mujeres, religiosos y laicos, casados
y célibes, a compartir su vida en las
buenas y en las malas? ¿A formarse
en la profunda experiencia de Dios
de una mujer analfabeta a la cual
encima consideraban como su
madre y su maestra? ¿Qué buscaban
y qué encontraban en Catalina como
para unirse entre ellos y ellas?
Stefano Maconi cuenta que cuando
la vió por primera vez lo recibió con
una sonrisa luminosa y, sintió que
“me recibió con apasionada caridad
como si hubiese visto un hermano de
sangre que volvía de algún país lejano...7” Tenemos en éste y en otros
textos de la Leyenda Mayor de Raimondo de Capua, la clave que nos
permite atisbar algunas hipótesis. El
Maconi, náufrago de la vida, se
encontró finalmente... en casa! Por
Catalina él se descubre como el hijo
pródigo rescatado, por el cual el
Dios Padre-Madre festeja, en y con
los otros miembros del grupo se descubre como el hombre que en el
camino de la vida, desde Jerusalén a
Jericó, fue herido y abatido, pero es
curado y protegido por su prójimo.
La experiencia de este hombre es la
experiencia que hizo cada uno de los
catalinianos.
Nadie es excluído, no importa condición social, ideas, proveniencia, estilo de vida, alejamiento o recaída en
el pecado. La “Mamma” está allí,
esperando, confortando, guiando,
sosteniendo, acompañando, generando vida... Los seguidores recorren
el mismo camino de Catalina y,
tomados de su mano, descubren su
propia insignificancia, se conocen a
sí mismos como Dios los conoce. Y
sumiltaneamente en Él se sienten
valorizados y amados incondicionalmente de modo que necesitan gritar
La vocación de Santa Catalina de William Tode
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al mundo su alegría.¡He aquí la fuerza que consolida la unidad y los vínculos!
Con gestos de mujer, simples y cotidianos y valiéndose de su maternidad, Catalina los lleva a descubrir
que son amados hasta la locura por
Dios, que la sangre de Jesús es la
expresión sublime de este enamoramiento hecho de fuego y de pasión.
¿Cómo dar la espalda a la Vida y a la
Misericordia? ¿Cómo rechazar la
herencia de hijo y la identidad dada
por ser “familia de Dios”? ¿Cómo
abrazar la soledad cuando se tiene la
compañía de los hermanos y de las
hermanas? Estos vínculos de filiación
y de fraternidad, manifestados por la
caridad, ayudarán a conformar la unidad y la comunión que caracterizaron a la “Bella Brigata”.
Hoy, hijos e hijas de esta “Madre”
tenemos la oportunidad de recoger
su herencia, de formar la “Bella Brigata”. Como Catalina y los catalinianos tenemos una experiencia de
Dios que nos acompaña y nos mancomuna, que nos quema los labios,
que consume nuestros corazones.
Nuestra propia consagración religiosa es testimonio de ello.
Los vínculos de unidad en el amor
están “ya” floreciendo en la memoria siempre actual de la pertenencia,
de sentirnos y sabernos hijos e hijas
amadas y por ello en hermandad en
la misma familia y, con la misma nostalgia “del no todavía” en las relaciones de sororidad y fraternidad que
brotan de las mismas intuiciones que
Santa Catalina, Óleo de Dino Mosca, 1972
(también en la tapa), del Convento de los
Frailes Dominicos de Bari (Italia)
tuvo Catalina. Hoy, nuevamente este
sueño-misión de Dios nos viene
donado y confiado por la Madre
Iglesia con el fin de que seamos,
desde nuestra nada, la fascinante
imagen histórica del Dios comunión,
de la Dulce Tri-Uni-dad “fuego y
abismo de caridad”. Alguien dijo:
“¡Consagrados a la misión!”
¡Que la unión se haga unidad tangible, y que nuestra predicación sea
testimonio de esta gran misericordia
recibida y donada!
“Ahora es el tiempo ... que el amor
encontrado en el pecho de Cristo
Crucificado, ustedes lo manifiesten
sobre vuestro prójimo, llevándolo
por afecto de amor y gran compasión, a la presencia de Dios”.8
Hna. M. Juana Estela Segura o.p.
Para profundizar el tema: Manselli Raoul: “S. Caterina nel suo tempo”, en AAVV. Actas del Congreso Internacional de Estudios de Santa
Catalina”, Tip. Olímpica, págs. 33-34.
Catalina de Siena: Carta 116, cf. “Santa Catalina de Siena doctora de la Iglesia”, Vicenziane, Roma, pág. 189.
Carta 108
Carta 362, cuando se lee el texto, surge espontáneamente la asociación con una de las pocas frases que nos llegaron de la Madre Gérine:
“Nosotras somos menos que nada ya que la nada no ofende al Creador”.
Carta 51 y 279.
Algunos de los nombres más conocidos: Fray Tommasso Caffarini, Stefano Maconi, Fray Raimondo da Capua, Alessia Saracini, Francesca
Gori, Francesco Malavolti, Neri e Angiola di Landoccio, etc.
(7) Bartolomeus Senensis, “De vita ed moribus B. Stph. Maconi”, 1626, L I y VI, citado por Taurisano I en “Florecillas de Santa Catalina de
Siena”, pág. 300.
Carta 356
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