Comentario a la ponencia de Ignacio Ramonet: información y comunicación. En la era de la globalización liberal, el quinto poder Por: Mauro Cerbino Ponencia de: Ignacio Ramonet* *Director de Le Monde diplomatique, Paris. *Profesor de Teoría de la Comunicación, Universidad Denis-Diderot, París-VII. La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. En efecto, los tres poderes tradicionales -legislativo, ejecutivo y judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores. Mucho más frecuentemente, por supuesto, en los Estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las violaciones a los derechos humanos y de todas las censuras contra las libertades. Pero también en los países democráticos pueden cometerse abusos graves, aunque las leyes sean votadas democráticamente, los gobiernos surjan del sufragio universal y la justicia - en teoría - sea independiente del ejecutivo. Puede ocurrir, por ejemplo, que ésta condene a un inocente (¡cómo olvidar el caso Dreyfus en Francia!); que el Parlamento vote leyes discriminatorias para ciertos sectores de la población (como ha sucedido en Estados Unidos, durante más de un siglo, respecto de los afro-estadounidenses, y sucede actualmente respecto de los oriundos de países musulmanes, en virtud de la "Patriot Act"); que los gobiernos implementen políticas cuyas consecuencias resultarán funestas para todo un sector de la sociedad (como sucede, en la actualidad, en numerosos países europeos, respecto de los inmigrantes "indocumentados"). En un contexto democrático semejante, los periodistas y los medios de comunicación a menudo han considerado un deber prioritario denunciar dichas violaciones a los derechos. A veces, lo han pagado muy caro: atentados, "desapariciones", asesinatos, como aún ocurre en Colombia, Guatemala, Turquía, Pakistán, Filipinas, y en otros lugares. Por esta razón durante mucho tiempo se ha hablado del "cuarto poder". Ese "cuarto poder" era, en definitiva, gracias al sentido cívico de los medios de comunicación y al coraje de valientes periodistas, aquel del que disponían los ciudadanos para criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente, decisiones ilegales que pudieran ser inicuas, injustas, e incluso criminales contra personas inocentes. Era, como se ha dicho a menudo, « la voz de los sin-voz ». Desde hace una quincena de años, a medida que se aceleraba la globalización liberal, este "cuarto poder" fue vaciándose de sentido, perdiendo poco a poco su función esencial de contrapoder. Esta evidencia se impone al estudiar de cerca el funcionamiento de la globalización, al observar cómo llegó a su auge un nuevo tipo de capitalismo, ya no simplemente industrial sino predominantemente financiero. En suma, un capitalismo de la especulación. En esta etapa de la globalización, asistimos a un brutal enfrentamiento entre el mercado y el Estado, el sector privado y los servicios públicos, el individuo y la sociedad, lo íntimo y lo colectivo, el egoísmo y la solidaridad. El verdadero poder, en la era de la globalizacion liberal, es detentado por un conjunto de grupos económicos planetarios y de empresas globales cuyo peso en los negocios del mundo resulta a veces más importante que el de los gobiernos y los Estados. Ellos son los "nuevos amos del mundo" que se reúnen cada año en Davos, en el marco del Foro Económico Mundial, e inspiran las políticas de la gran Trinidad globalizadora: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio. Es en este marco geoeconómico donde se ha producido una metamorfosis decisiva en el campo de los medios de comunicación masiva, en el corazón mismo de su textura industrial. Los medios masivos de comunicación (emisoras de radio, prensa escrita, canales de televisión, Internet) tienden cada vez más a agruparse en el seno de inmensas estructuras para conformar grupos mediáticos con vocación mundial. Empresas gigantes como News Corps, Viacom, AOL Time Warner, General Electric, Microsoft, 1 Bertelsmann, United Global Com, Disney, Telefónica, RTL Group, France Telecom, etc., tienen ahora nuevas posibilidades de expansión debido a los cambios tecnológicos. La "revolución digital" ha derribado las fronteras que antes separaban las tres formas tradicionales de la comunicación: sonido, escritura, imagen. Permitió el surgimiento y el auge de Internet, que representa una cuarta manera de comunicar, una nueva forma de expresarse, de informarse, de distraerse. Desde entonces, las empresas mediáticas se ven tentadas de conformar "grupos" para reunir en su seno a todos los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión), pero además a todas las actividades de lo que podríamos denominar los sectores de la cultura de masas, de la comunicación y la información. Estas tres esferas antes eran autónomas: por un lado, la cultura de masas con su lógica comercial, sus creaciones populares, sus objetivos esencialmente mercantiles; por el otro, la comunicación, en el sentido publicitario, el marketing, la propaganda, la retórica de la persuasión; y finalmente, la información con sus agencias de noticias, los boletines de radio o televisión, la prensa, los canales de información continua, en suma, el universo de todos los periodismos. Estas tres esferas, antes tan diferentes, se imbricaron poco a poco para constituir una sola y única esfera ciclópea en cuyo seno resulta cada vez más difícil distinguir las actividades concernientes a la cultura de masas, la comunicación o la información1. Por añadidura, estas empresas mediáticas gigantes, estos productores en cadena de símbolos multiplican la difusión de mensajes de todo tipo, donde se entremezclan televisión, dibujos animados, cine, videojuegos, CD musicales, DVD, edición, parques temáticos estilo Disneylandia, espectáculos deportivos, etc. En otras palabras, los grupos mediáticos poseen de ahora en adelante dos nuevas características: primero, se ocupan de todo lo concerniente a la escritura, de todo lo concerniente a la imagen, de todo lo concerniente al sonido, y difunden esto mediante los canales más diversos (prensa escrita, radio, televisión hertziana, por cable o satelital, vía Internet y a través de todo tipo de redes digitales). Segunda característica: estos grupos son mundiales, planetarios, globales, y no solamente nacionales, regionales o locales. En 1940, en una célebre película, Orson Welles arremetía contra el "superpoder" del « Ciudadano Kane » (en realidad, el magnate de la prensa de comienzos del siglo XX, William Randolph Hearst). Sin embargo, comparado con el de los grandes grupos mundiales de hoy, el poder de Kane era insignificante. Propietario de algunos periódicos en un solo país, Kane disponía de un poder ínfimo (sin por ello carecer de eficacia a nivel local o nacional2 en comparación con los archipoderes de los megagrupos mediáticos de nuestro tiempo. Estas megaempresas contemporáneas, mediante mecanismos de concentración, se apoderan de los sectores mediáticos más diversos en numerosos países, en todos los continentes, y se convierten de esta manera, por su peso económico y su importancia ideológica, en los principales actores de la globalización liberal. Al haberse convertido la comunicación (extendida a la informática, la electrónica y la telefonía) en la industria estrategica de nuestro tiempo, estos grandes grupos pretenden ampliar su dimensión a través de incesantes adquisiciones y presionan a los gobiernos para que anulen las leyes que limitan las concentraciones o impiden la constitución de monopolios o duopolios. La mundialización es también la mundialización de los medios de comunicación masiva, de la comunicación y de la información. Preocupados sobre todo por la preservación de su gigantismo, que los obliga a cortejar a los otros poderes, estos grandes grupos ya no se proponen, como objetivo cívico, ser un "cuarto poder" ni denunciar los abusos contra el derecho, ni corregir las disfunciones de la democracia para pulir y perfeccionar el sistema político. Tampoco desean ya erigirse en "cuarto poder" y, menos aun, actuar como un contrapoder. 1 Léase Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación, Madrid, Debate, 1998; y Propagandas silenciosas, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 2001. 2 Véase, por ejemplo, en Italia, la superpotencia mediática del grupo Fininvest de Silvio Berlusconi, o en Francia, la de los grupos Lagardère o Dassault. 2 Si, llegado el caso, constituyeran un "cuarto poder", éste se sumaría a los demás poderes existentes - político y económico - para aplastar a su turno, como poder suplementario, como poder mediático, a los ciudadanos. La cuestión cívica que se nos plantea pues, de ahora en adelante, es la siguiente: ¿cómo reaccionar? ¿Cómo defenderse? ¿Cómo resistir a la ofensiva de este nuevo poder que, de alguna manera, ha traicionado a los ciudadanos y se ha pasado con todos sus bártulos al enemigo?. Es necesario, simplemente, crear un "quinto poder". Un "quinto poder" que nos permita oponer una fuerza cívica ciudadana a la nueva coalición dominante. Un "quinto poder" cuya función sería denunciar el superpoder de los medios de comunicación, de los grandes grupos mediáticos, cómplices y difusores de la globalización liberal. Esos medios de comunicación que, en determinadas circunstancias, no sólo dejan de defender a los ciudadanos, sino que a veces actúan en contra del pueblo en su conjunto. Tal como lo comprobamos en Venezuela. En este país latinoamericano donde la oposición política fue derrotada en 1998 y en 2000 en elecciones libres, plurales y democráticas, los principales grupos de prensa, radio y televisión han desatado una verdadera guerra mediática contra la legitimidad del presidente Hugo Chávez3. Mientras que éste y su gobierno se mantienen respetuosos al marco democrático, los medios de comunicación, en manos de un puñado de privilegiados, continúan utilizando toda la artillería de las manipulaciones, las mentiras y el lavado de cerebro para tratar de intoxicar la mente de la gente4. En esta guerra ideológica, han abandonado por completo la función de "cuarto poder"; pretenden desesperadamente defender los privilegios de una casta y se oponen a toda reforma social y a toda distribución un poco más justa de la inmensa riqueza nacional. El caso venezolano es paradigmático de la nueva situación internacional en la cual grupos mediáticos enfurecidos asumen abiertamente su nueva función de perros guardianes del orden económico establecido, y su nuevo estatuto de poder antipopular y anticiudadano. Estos grandes grupos no sólo se asumen como poder mediático, constituyen sobre todo el brazo ideológico de la globalización, y su función es contener las reivindicaciones populares que tratan de adueñarse del poder político (como logró hacerlo, democráticamente, en Italia, Silvio Berlusconi, dueño del principal grupo de comunicación transalpino). La "guerra sucia mediática" librada en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez es la réplica exacta de lo que hizo, de 1970 a 1973, el periódico El Mercurio 5 en Chile contra el gobierno democrático del presidente Salvador Allende, hasta empujar a los militares al golpe de Estado. Campañas semejantes, donde los medios de comunicación pretenden destruir la democracia, podrían reproducirse mañana en Panama, Brasil o Argentina contra toda reforma legal que intente modificar la jerarquía social y la desigualdad de la riqueza. Al poder de la oligarquía tradicional y al de los típicos reaccionarios, se suman actualmente los poderes mediáticos. Juntos -¡y en nombre de la libertad de expresión!- atacan los programas que defienden los intereses de la mayoría de la población. Tal es la fachada mediática de la globalización. Revela de la forma más clara, más evidente y más caricaturesca la ideología de la globalización liberal. Medios de comunicación masiva y globalización liberal están íntimamente ligados. Por eso, es urgente desarrollar una reflexión sobre la manera en que los ciudadanos pueden exigir a los grandes medios de comunicación mayor ética, verdad, respeto a una deontología que permita a los periodistas actuar en función de su conciencia y no en función de los intereses de los grupos, las empresas y los patrones que los emplean. En la nueva guerra ideológica que impone la globalización, los medios de comunicación son utilizados como un arma de combate. La información, debido a su explosión, su multiplicación, su sobreabundancia, se encuentra literalmente contaminada, envenenada por todo tipo de mentiras, por los rumores, las deformaciones, las distorsiones, las manipulaciones. 3 Ignacio Ramonet,"El crimen perfecto", Le Monde diplomatique, edición española, junio de 2002. Maurice Lemoine, "Laboratorios de la mentira en Venezuela", Le Monde diplomatique, edición española, agosto de 2002. 5 Y muchos otros medios de comunicación, como La Tercera, Ultimas Noticias, La Segunda, Canal 13, etc. Léase Patricio Tupper, Allende, la cible des médias chiliens et de la CIA (1970-1973), Editions de l’Amandier, París, 2003. 4 3 Se produce en este campo lo ocurrido con la alimentación. Durante mucho tiempo, el alimento fue escaso y aún lo es en numerosos lugares del mundo. Pero cuando gracias a las revoluciones agrícolas los campos comenzaron a producir en sobreabundancia, particularmente en los países de Europa occidental o de América del Norte, se observó que numerosos alimentos estaban contaminados, envenenados por pesticidas, que provocaban enfermedades, causaban infecciones, generaban obesidad o cánceres y todo tipo de problemas de salud, llegando incluso a producir pánico en las masas como el mal de la "vaca loca". En suma, antes uno podía morirse de hambre, ahora uno puede morirse por haber ingerido alimentos contaminados... Con la información, sucede un poco lo mismo. Históricamente, ha sido muy escasa. Incluso actualmente, en los países dictatoriales, no existe información fiable, completa, de calidad. En cambio, en los Estados democráticos, desborda por todas partes. Hoy la oferta de información nos inunda y nos asfixia sin que seamos capaces de procesarla, organizarla, ordenarla en definitiva. Se calcula que un ejemplar de fin de semana del New York Times contiene tanta información como la que podía adquirir en toda su vida Cervantes o Shakespeare. Por consiguiente, evidentemente no hay posibilidad de procesar la cantidad de información que hoy nos llega. Informarse se ha transformado en una actividad extremadamente compleja a acusa de su abundancia. Empédocles decía que el mundo estaba constituido por la combinación de cuatro elementos: aire, agua, tierra, fuego. La información se ha vuelto tan abundante que constituye, de alguna manera, el quinto elemento de nuestro mundo globalizado. Pero al mismo tiempo, uno comprueba que, al igual que el alimento, la información está contaminada. Nos envenena la mente, nos contamina el cerebro, nos manipula, nos intoxica, intenta instilar en nuestro inconsciente ideas que no son las nuestras. Por eso, es necesario elaborar lo que podría denominarse una "ecología de la información". Con el fin de limpiar, separar la información de la "marea negra" de las mentiras, cuya magnitud ha podido medirse, una vez más, durante la invasión a Irak6. Es necesario descontaminar la información. Así como han podido obtenerse alimentos "organicos", a priori menos contaminados que los demás, debería obtenerse una suerte de información "organica". Los ciudadanos deben movilizarse para exigir que los medios de comunicación pertenecientes a los grandes grupos globales respeten la verdad, porque sólo la búsqueda de la verdad constituye en definitiva la legitimidad de la información. Por eso, hemos propuesto la creación del Observatorio Internacional de Medios de Comunicación (en inglés: Media Watch Global). Para disponer finalmente de un arma cívica, pacífica, que los ciudadanos podrán utilizar con el fin de oponerse al nuevo superpoder de los grandes medios de comunicación masiva. Este observatorio es una expresión del movimiento social planetario reunido en el marco del Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil). En plena ofensiva de la globalización liberal, expresa la preocupación de todos los ciudadanos ante la nueva arrogancia de las industrias gigantes de la comunicación. En una era de globalizacion economica y de reestructuración mundial de los medios de comunicación a una escala sin precedentes, con la propiedad de los medios concentrándose en las manos de muy pocos, el acompañamiento crítico de los medios se convierte en un elemento central de la democracia. Los grandes medios de comunicación privilegian sus intereses particulares en detrimento del interés general y confunden su propia libertad con la libertad de empresa, considerada la primera de las libertades. Pero la libertad de empresa no puede, en ningún caso, prevalecer sobre el derecho de los ciudadanos a una información rigurosa y verificada ni servir de pretexto a la difusión consciente de informaciones falsas o de difamaciones. La libertad de los medios de comunicación es sólo la extensión de la libertad colectiva de expresión, fundamento de la democracia. Como tal, no puede ser confiscada por un grupo de poderosos. Implica, por añadidura, una "responsabilidad social" y, en consecuencia, su ejercicio debe estar, en última instancia, bajo el control responsable de la sociedad. Es esta convicción la que nos ha llevado a proponer la creación del Observatorio Internacional de Medios de Comunicación, Media Watch Global. Porque los medios de comunicación son actualmente el único poder sin contrapoder, y se genera así en nuestras sociedades un desequilibrio perjudicial para la democracia. 66 Armand Mattelart, «La clave del nuevo orden internacional", Le Monde diplomatique, edición española, agosto de 2003. 4 Antes había tres poderes que eran legítimos, pero que podían cometer errores. Para corregir esos errores se creó el « cuarto poder », la prensa. Hoy los medios forman parte, junto con los otros tres, de los poderes que nos oprimen. Hay que crear por consiguiente un nuevo contrapoder. Ese « quinto poder » es el Observatorio de los medios, es la crítica de los medios. Por un lado, en la mayoría de los países desarrollados y democráticos se están creando decenas de asociaciones de críticas de los medios, y por otra parte, observamos que la credibilidad de los medios dominantes está bajando mientras que la credibilidad de los medios alternativos está subiendo, lo cual nos indica que precisamente es el momento de crear este « quinto poder ». Un poder que sería el contrapoder especifico del poder mediático. La fuerza de este Observatorio es ante todo moral: reprende basándose en la ética y sanciona las faltas de honestidad mediática a través de informes y estudios que elabora, publica y difunde. El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación constituye un contrapeso indispensable para el exceso de poder de los grandes grupos mediáticos que imponen, en materia de información, una sola lógica -la del mercado- y una única ideología : el pensamiento neoliberal. Esta asociación internacional desea ejercer una responsabilidad colectiva, en nombre del interés superior de la sociedad y del derecho de los ciudadanos a estar bien informados. Propone además prevenir a la sociedad contra las manipulaciones mediáticas que, como epidemias, se han multiplicado estos últimos años. El Observatorio reúne tres tipos de miembros, que disponen de idénticos derechos: 1) periodistas profesionales u ocasionales, en actividad o jubilados, de todos los medios de comunicación, centrales o alternativos; 2) universitarios e investigadores de todas las disciplinas, y particularmente especialistas en medios de comunicación, porque la Universidad, en el contexto actual, es uno de los pocos lugares parcialmente protegidos contra las ambiciones totalitarias del mercado; 3) usuarios de los medios de comunicación, ciudadanos comunes y personalidades reconocidas por su estatura moral... Los sistemas actuales de regulación de los medios de comunicación son en todas partes insatisfactorios. Al ser la información un bien común, su calidad no podría estar garantizada por organizaciones integradas exclusivamente por periodistas, a menudo vinculados a intereses corporativos. Los códigos deontológicos de cada empresa mediática -cuando existen- se revelan a menudo poco aptos para sancionar y corregir los desvíos, los ocultamientos y las censuras. Es indispensable que la deontología y la ética de la información sean definidas y defendidas por una instancia imparcial, creíble, independiente y objetiva, en cuyo seno los universitarios tengan un papel decisivo. La función de los "ombudsmen" o « mediadores » o « defensores del lector », que fue útil en los años 1980 y 1990, está actualmente mercantilizada, desvalorizada y degradada. Es a menudo un instrumento de las empresas, responde a imperativos de imagen y constituye una coartada barata para reforzar artificialmente la credibilidad de los medios. Uno de los derechos más preciados del ser humano es el de comunicar libremente su pensamiento y sus opiniones. Ninguna ley debe restringir arbitrariamente la libertad de expresión o de prensa. Pero las empresas mediáticas no pueden ejercerla sino bajo la condición de no infringir otros derechos tan sagrados como el de que todo ciudadano pueda acceder a una información no contaminada. Al abrigo de la libertad de expresión, las empresas mediáticas no deben poder difundir informaciones falsas, ni realizar campañas ocultas de propaganda ideológica, u otras manipulaciones. El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación considera que la libertad absoluta de los medios de comunicación, reclamada a viva voz por los dueños de los grandes grupos de comunicación mundiales, no puede ejercerse a costa de la libertad de todos los ciudadanos. Estos grandes grupos deben saber de ahora en adelante que acaba de nacer un contrapoder, con la vocación de reunir a todos aquellos que se reconocen en el movimiento social planetario y que luchan contra la confiscación del derecho de expresión. Periodistas, universitarios, militantes de asociaciones, lectores de diarios, oyentes de radios, telespectadores, usuarios de Internet, todos deben unirse para forjar un arma colectiva de debate y de acción democrática. Los globalizadores habían declarado que el siglo XXI sería el de las empresas globales; la asociación Media Watch 5 Global afirma que será el siglo en el que la comunicación y la información pertenecerán definitivamente a todos los ciudadanos. ANEXO MEDIA WATCH GLOBAL OBSERVATORIO INTERNACIONAL DE LOS MEDIOS Carta de Principios Nosotros, participantes en el II° Foro Social Mundial, realizado en Porto Alegre, Brasil, en 2002, y los firmantes de este documento, convocamos a los ciudadanos y entidades de la sociedad civil de todo el planeta a que se asocien y se integren en una red internacional llamada Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios) capaz de dar poder a los ciudadanos para analizar y cuestionar los medios de comunicación, y luchar por un peridodismo ético, en el ámbito local, nacional e internacional. Como lo afirma el Preámbulo de esta Carta de Principios: la información libre, completa y exacta es esencial para el buen funcionamiento de la democracia. Media Watch Global reitera el derecho de todos los ciudadanos consumidores de información – por radio, prensa, televisión o Internet – a analizar los medios y ha constituirse en una autoridad moral con vocación a sancionar éticamente - mediante la publicación de informes, denuncias públicas, manifestaciones colectivas, y otras formas pacíficas de protesta social – toda desformación voluntaria de la información y toda manipulación mediática. En una era de globalización económica y de reestructuración mundial de los medios de comunicación a una escala sin precedentes, con la propiedad de los medios concentrándose en las manos de muy pocos, el acompañamiento crítico de los medios se convierte en un elemento central de la democracia. La red de organizaciones que creamos con el nombre de Media Watch Global será de naturaleza planetaria, pero podrá tener características propias según cada país, estando siempre constituida por individuos y por organizaciones no gubernamentales de ciudadanos, de profesionales, de universitarios, de investigadores, de organizaciones de mujeres o de organizaciones de periodistas. Media Watch Global examinará la construcción del contenido de las noticias, señalando todas las distorsiones y manipulaciones que se hayan podido efectuar: ocultamiento de información, desprecio de la ética y de la honestidad, distorsión de los hechos, invención de falsas realidades, difusión de propaganda, etc. Además de examinar el contenido de las noticias, Media Watch Global tambien analizará las causas estructurales de una cobertura mediática inadecuada, distorsionada, manipulada o censurada, sea por motivo de la concentración del poder económico o por cualquier otra razón. Media Watch Global analizará tambien el modo de producción de las noticias, insistiendo en los deberes y obligaciones de los periodistas, oponiendose a toda censura y sin valerse de métodos que pudieran conducir a la restricción de la libertad de expresión. Media Watch Global se solidarizará con los periodistas que trabajen en empresas hostiles a un periodismo independiente y que pudieran sufrir presiones para distorsionar, modificar o censurar la información en beneficio de los propietarios de las empresas o de sus anunciantes. Media Watch Global valorizará especialmente la diversidad de la información, su equilibrio geográfico, la cobertura correcta de las minorías sociales, económicas, raciales, religiosas, étnicas y nacionales ; la diversidad 6 cultural, y los grupos que sufren o han sufrido discriminaciones de cualquier tipo; o que padecen o han padecido de la desinformación mediática. Media Watch Global se mobilizará para que los medios abran un espacio adecuado a todas aquellas personas que, históricamente, no tienen o no han tenido voz. Comentario a la ponencia por Mauro Cerbino: De la lectura de la ponencia de Ignacio Ramonet es posible aislar una serie de temas que permiten alimentar una discusión. Voy a señalar estos temas intentando establecer matices que viabilicen la discusión. El primero hace referencia a una distinción que opera Ramonet sobre el papel de la prensa y los medios antes y después de las condiciones económicas y políticas mundiales que rápidamente definimos como globalización. El argumento de él es que en los últimos 15 años los medios habrían perdido el significado de ser “un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes”. Se trataría en pocas palabras de la pérdida del papel de “watch dog” es decir de fieles guardianes de la democracia cuyo desempeño, de algún modo, habría permitido que los ciudadanos puedan “criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente decisiones ilegales etc. etc.” Esa manera de entender a los medios que configuraría el llamado “cuarto poder” era “la voz de los sin voz”. En la actualidad se asiste a un vaciamiento del sentido originario de ese “cuarto poder” dado que las nuevas condiciones del capitalismo mundial encarnadas en la figura y funcionamiento de los “nuevos amos del mundo” (los ocho países más industrializados del mundo) han sido el marco para una “metamorfosis decisiva en el campo de los medios de comunicación”. Esta metamorfosis se llama agrupación y concentración de los medios bajo el control de las grandes o gigantes empresas de telecomunicación mundiales. Sobre este punto esta es mi reflexión. Considero útil partir de la observación del paulatino y constante proceso de constitución y consolidación de grandes grupos y sistemas de comunicación. Los notables estudios de Herbert Schiller en Mass Communication and American Empire, un texto del 69 y sucesivas revisiones y ediciones posteriores como la del 92, así como textos, más tardíos por ejemplo de Armand Mattelart, van en esta dirección. Uno de los argumentos de Schiller bajo el rotulo de “imperialismo cultural” (podríamos discutir hoy la distinción con el término de imperialismo mediático, sin embargo creo que grosso modo se puede afirmar que el imperialismo mediático es cultural sobre todo y que buena parte del imperialismo cultural es posible gracias precisamente a los medios y sus “sucursales” llamadas industrias culturales), decía uno de los argumentos de Schiller es precisamente el de recalcar la naturaleza global de los sistemas de comunicación gracias a su fundamento tecnológico que es la electrónica y la afirmación fuerte de que estos sistemas son tales por la interconexión con los poderes económico, político y militar mundiales. Creo que este como otros argumentos han tenido la enorme importancia, en su época, de empezar toda una discusión sobre la relación entre valor y mercantilización de la cultura y el poder, el papel de los medios de comunicación en esta relación y el problema de la constitución de las hegemonías. Y es una importancia que se mantiene hoy en día sobre todo porque puede representar una alerta para repensar a fondo la consolidada tradición de estudios, al menos en AL, que se enmarcan en la denominada “teoría del receptor activo”. Haber en mucho casos abandonado la crítica basada en rigurosos análisis de los productos mediáticos de largo alcance, haber subvaluado las condiciones sociales, económicas y simbólicas de los sujetos receptores y que caracterizan una profunda desigualdad ante las posibilidades de intercambio, aprovechamiento y uso de los flujos mediáticos, ha tenido y tiene elementos problemáticos para discutir. La apología con la que se ha tratado el tema del sentido abierto y negociado de los mensajes, de su “pacifica” resignificación, del cual siempre es portador un sujeto y la simplona asociación con las capacidades de resistencia y de criticidad (consecuencia tal vez como lucidamente señala A. Mattelart de una lectura de muchos intelectuales latinoamericanos demasiado optimista de Michel de Certeau) ha hecho perder de vista o ha 7 empobrecido el análisis de la dimensión política y de las relaciones de fuerza en las que se encuentra inmersa el asimétrico intercambio simbólico. Creo que hoy una tarea imprescindible para los investigadores en comunicación al menos en cuanto a medios es hacer un puente entre etnografía de los medios que contempla estudios de recepción y análisis del discurso de medios con estudios de las condiciones económicas, políticas y simbólicas en las que las audiencias se desenvuelven en la vida cotidiana sin perder de vista la necesidad de afinar el pensamiento, volverlo crítico y capaz de dar cuenta de los nuevos procesos de globalización de los mercados, las relaciones de propiedad e intereses económicos que sostienen la circulación de modelos y formatos dominantes de la información. Regresando al tema del cuarto poder, lo que me parece que habría que discutir no es tanto si en el pasado los medios han configurado realmente ese “cuarto poder” sino más bien preguntarnos sobre la naturaleza de este poder sobre todo en los términos aquí planteados por Ramonet de un “poder ciudadano”, una reflexión que podrá servir también para referirnos a la necesidad de constituir un “quinto poder” en la actualidad. Es un tema ciertamente complicado que tiene que ver con la efectiva participación de los ciudadanos en la elaboración de las agendas de los medios o a los debates que estos generan (El problema de reducidísima interlocución e interactividad). En otras palabras hay que pensar en la relación entre medios y esfera pública. Ésta pensada con Habermas como el espacio intermedio entre la sociedad civil y el estado se puede entender también como el conjunto de espacios materiales y virtuales a los que se accede libremente y en los que se discuten cuestiones que pueden desembocar en eventuales decisiones de relevancia colectiva. Tal vez en aquellas sociedades con fuertes tradiciones liberales los medios han contribuido a sostener y ampliar la esfera pública con un periodismo que muchas veces ha viabilizado el debate por ejemplo en el campo político. Habría que preguntarse si lo mismo ha sucedido con los medios en los países latinoamericanos. Diría que en una medida muy escasa y esto precisamente porque la calidad del trabajo periodístico depende en buena medida del nivel de capital social y simbólico que circula en la esfera pública. En un país como el Ecuador los medios, salvo algunas excepciones, no han contribuido a crear las condiciones para la circulación de ideas y contenidos de relevancia pública y esto es un problema si se tiene en cuenta que de modo ascendente, según datos últimos de una investigación en Ecuador que se llama “auditoría de la democracia” dos de tres ecuatorianos confían en los medios más que cualquier otra institución con la sola exclusión de la iglesia, es decir hay una disputa entre iglesia y medios por ocupar el primer lugar como institución de mayor confianza de los ciudadanos. Mi hipótesis, que obviamente necesitaría de sustento empírico es que los ecuatorianos mas que confiar (aquí podría haber un problema con el diseño de la encuesta) crean con los medios, y no es una mera coincidencia la cercanía con la iglesia una relación de creencia. En otras palabras en Ecuador parece ser que funciona muy bien el mecanismo operado por los medios de saber cómo poner en relación el acontecer con el creer, y ello sin ninguna mediación periodística. Considero que la ausencia de mediación es probablemente el problema mayor que hay discutir a propósito del quehacer periodístico. En todos sus ámbitos desde programas de corte político hasta reality show, para cualquier temática desde la violencia hasta nuevas identidades, con muy pocas excepciones en algunos medios escritos, el modo de cubrimiento, tratamiento y representación de la información es el inmediatismo, la yuxtaposición descriptiva, que opera dejando hablar las imágenes (que se pretende que hablen por sí solas), el recurso de la personalización, la generación de una información espectácularizada, las reconstrucciones dramatizadas y la puesta en escena de la realidad de los pobres, la fascinación, etc. Queda claro que el problema de la ausencia de mediación tiene dos consecuencias importantes. La una tiene que ver con la responsabilidad del medio y del periodista y la otra con el empobrecimiento del debate y la circulación de ideas sobre determinados temas. La necesidad de reintroducir la mediación de los periodistas y de que asuman la responsabilidad de sus decires, en el sentido de la reflexión que son capaces de proponer a las audiencias, son cuestiones fundamentales que un observatorio de medios tiene que tomar en cuenta. Volveré sobre ello. 8 Mi insistencia sobre la mediación, que es lo que limitaría la mediatización7, tiene que ver con otro punto que, aunque muy de pasada, señala Ramonet: Al afirmar que la actividad del periodismo se debería caracterizar por el respeto a la verdad (Ryszard Kapuscinski, también periodista, habla en los mismos términos) o que “los ciudadanos deben movilizarse para exigir que los medios de comunicación pertenecientes a los grandes grupos globales respeten la verdad, porque solo la búsqueda de la verdad constituye en definitiva la legitimidad de la información”, se nos pone frente a un problema teórico de peso: el problema de la verdad, que en este caso está referido a un tema recurrente: el de las "mentiras" de la prensa, contra un fondo de "verdad". ¿Quién sería su dueño? Ni en términos marxistas, ni foucaultianos ni deleuzianos, hay algo como la verdad; lo que hay son puntos de vista desde relaciones de fuerza situadas. Los medios en general no mienten: ven y retratan las cosas desde un punto de vista que muchísimas veces no compartimos, lo cual es muy diferente a afirmar que no dicen la verdad. Además, pensar en algo así como la búsqueda de la verdad me parece que es correr el riesgo de volver a viejas nociones como la de contrainformación. Se trataba en el fondo de asumir una visión estereotómica y bastante maniquea de la información, la que alimentó la discusión en los 70, cuando se decía que oponerse al poder instituido significaba hacer contrainformación. Entonces el esquema es que la verdad está del lado de la contrainformación, que la verdad es decir blanco cuando el poder dice negro. Hay algo de esto creo en la discusión sobre el papel de los medios en Venezuela. Los medios privados manipulan, mienten, están en contra del pueblo, son artífices de golpes de estado, etc., mientras que el canal ocho (eufemísticamente definido de estado), en el que habla ilimitadamente Chávez, es el medio que dice la verdad. Pensar que exista la verdad en esos términos es hacer el juego de los promotores del pensamiento único. Históricamente, una característica constante de la izquierda ha sido el mantener viva la necesidad de un pensamiento crítico entendido como un pensamiento que muestra la “falta” constitutiva de cualquier afirmación o enunciado, sobretodo aquellos acompañados de un poder formal que los vuelve posibles. La noción de verdad remite a la idea de una totalidad, a un todo perfectamente constituido sin agujeros, el significado propio de la palabra, sin espacio a interpretaciones, cosa que el pensamiento de izquierda no aceptaría dado que su fuerza reside precisamente en dar cuenta del no-todo, de lo que es posible en base a ciertas condiciones de posibilidad y no en base a lo dado. Entonces el periodista no es alguien que debe decir la verdad (o buscar la objetividad que es su correlato) sino ser un profesional que sabe relatar los acontecimientos sosteniendo los elementos temáticos y argumentativos que contextualicen la información, planteando preguntas o mostrando la huella de las que lo guiaron; en otras palabras, asumiendo la responsabilidad en primera persona de querer contribuir o alimentar la discusión y aportar a la construcción de una opinión publica reflexiva. Finalmente, ¿por qué Ramonet muestra tanta preocupación por constituir poderes formales como es su propuesta de un “quinto poder”? Después de Foucault sabemos que a todo poder se opone otro en sentido contrario y podemos agregar que toda sustantivización del poder, o sea su institucionalización, esconde la trampa sobre la que se basan todos los poderes formales, la afirmación de una tautología: el poder de tener poder. Creo más en un poder de cuestionamiento de cualquier poder formal, como un ejercicio y una práctica inmanente, sin afanes de codificaciones trascendentales o estructurales porque además el número de poderes instituidos o por instituirse podría ser prácticamente infinito. Un ejemplo: el poder real de un ciudadano de construirse como tal empieza precisamente ahí donde está el límite puesto por la asignación de sus derechos formales por parte del estado. Sobre el observatorio de medios Además de otras iniciativas tendientes a democratizar la información mediática, por ejemplo a través de la conformación de medios alternativos, de micro alcance como es el caso de las experiencias de telestreet en algunos barrios de ciudades europeas, la propuesta de Ramonet de la constitución de Observatorios de medios globales y locales creo que es muy interesante. Nosotros también en Ecuador, en FLACSO, hemos elaborado un proyecto en tal sentido. Me limitaré entonces a señalar solo algunas consideraciones sobre la organización y el 7 Mediatización: lógica mercantil de los medios para reducir o simplificar los contenidos que ponen en circulación, apuntando a generar emotividad y nada más. 9 funcionamiento del observatorio. Creo que a partir de las ideas que arriba anotadas es necesario involucrar en el observatorio además de los ciudadanos y miembros de la sociedad civil, académicos e investigadores, a los periodistas, a los directores de medios y posiblemente a los propietarios. En Ecuador funciona una especie de observatorio de medios hecho por una sola persona que colateralmente habla de “víctimas de la prensa”, “prensa corrupta” y entonces el objetivo ahí es atacar a la prensa, contraponerse a ella, satanizándola y haciéndola responsable de todos los males de la sociedad. No pienso que es oportuno operar de este modo. Si algún poder debemos poner en práctica como ciudadanos es aquel de “obligar a los medios” a sentarse a una mesa de discusión para analizar a fondo y de modo riguroso los contenidos mediáticos y su posible influencia en el funcionamiento de la esfera pública. Estos análisis deberían permitir rastrear por ejemplo ¿de dónde hablan los periodistas o los medios, desde qué discursividades, desde qué dimensiones ideológicas y axiológicas, qué tipo de lenguajes usan para plasmarlas? En Ecuador al menos, las condiciones de la actividad periodística dependen en cierta medida de los intereses particulares y de toda índole de los dueños de los medios, su participación directa o indirecta en los procesos electorales, las enormes influencias que estos ejercen sobre los periodistas, además de un alto nivel de improvisación y precarización del diario ejercicio de la profesión, una impresionante impreparación y la imposibilidad, por muchas razones, de tener espacios de formación o de autorreflexión sobre su trabajo. Otro aspecto que quiero señalar tiene que ver con la necesidad de que los ciudadanos que participan en el observatorio deben recibir una formación que les permita consolidar conocimientos y destrezas sobre lectura crítica de medios. Una propuesta en este sentido es la que ha formulado recientemente el teórico de la comunicación Roger Silverstone, de alfabetizar en medios a los ciudadanos, es decir desarrollar herramientas para la lectura crítica. En síntesis, el observatorio de medios podría ser un espacio de formación continua, de análisis y de discusión en torno a los contenidos mediáticos. 10