HERMANO FEDERICO BOUVET, HSF VIDA DEL

Anuncio
HERMANO FEDERICO BOUVET, H. S. F.
VIDA DEL REVERENDO HERMANO
GABRIEL TABORIN
Notas sobre el Reverendo Hermano Gabriel Taborin,
recogidas por el Hermano Federico
Versión española por Francisco Villamañán, H.S.F., del original francés VIE DU RÉVÉREND FRÈRE
GABRIEL TABORIN
Diseñó la portada Román Torrego, H.S.F.
DECLARACIÓN DE LOS EDITORES
Conforme al Decreto del Sumo Pontífice Urbano VIII, declaramos que sometemos todo el contenido de
esta publicación a la Suprema Autoridad de la Iglesia Católica y que nos atenemos, ya desde ahora, a sus
decisiones últimas.
Hermanos de la Sagrada Familia Septiembre, 1988
PROLOGO
El 32° Capítulo General ha consagrado definitivamente esta idea fundamental:
"El contacto continuo con el Fundador
y su conocimiento cada vez más profundo,
llevan a los Hermanos
a la gozosa afirmación de su identidad,
iluminan el presente
y orientan el futuro del Instituto". (Const. art. 3)
El "contacto y la presencia viva" del Fundador van unidos, naturalmente, a un conocimiento cada vez más
profundo de los escritos "del" Fundador y "sobre" el Fundador. El documento más importante "sobre" el
Fundador es, sin duda alguna, "Notas sobre el Reverendo Hermano Gabriel Taborin, recogidas por el
Hermano Federico".
La "Positio", y todo el aparato crítico que acompaña a esta primera edición, fruto de un largo trabajo
histórico, apasionado y preciso del H. Fiorenzo Stanga, ponen de relieve la importancia de este
documento. El Consejo General ha decidido que se publique lo antes posible, a continuación de la
Positio, porque ésta tiene una enorme relación con aquél.
Leyendo atentamente este documento "nuestro", los Hermanos podrán apreciar la visión de fe que guiaba
al H. Federico, cuando recogía y ordenaba los testimonios de las personas que habían sido los primeros
compañeros del H. Gabriel. El testimonio de estas personas y su aprobación del trabajo del H. Federico,
tienen para nosotros una importancia fundamental.
La obra del Espíritu Santo, que suscitó en la Iglesia al H. Gabriel, para que se diera en ella un nuevo
carisma, lleno de la fuerza humilde del espíritu de servicio y del espíritu de Nazaret, brota continuamente
de las páginas de este libro.
1
No nos cansemos de volver una y otra vez a estas páginas, que contienen hermosas intuiciones, capaces
de hacernos comprender quién es y qué sigue siendo verdaderamente para nosotros, Hermanos de la
Sagrada Familia, el Hermano Gabriel y qué identidad deben vivir y manifestar ante el mundo sus hijos,
continuadores de su obra y testigos de su espíritu de fe y de su celo apostólico.
El H. Gabriel escogió, para colaborar con la Iglesia, "la parte más humilde", como hicieron María, José y
Jesús de Nazaret, de modo que la obra de Dios se manifieste con mayor claridad.
H. Lino Da Campo,
Superior General
Roma, 10 Junio 1986.
PREAMBULO
Harían falta muchas páginas para presentar dignamente a los Hermanos de la Sagrada Familia la "Vida
del R. H. Gabriel Taborin", escrita por el Hermano Federico Bouvet y posteriormente corregida y
abreviada por el H. Amadeo y otros cuatro Hermanos de la Administración General. Pero como esta
presentación fue ya hecha de una manera exhaustiva en la extensa introducción al Documento XXIII de la
Positio (págs. 917-934), damos aquí lo esencial de la misma, respondiendo abreviadamente a las tres
preguntas siguientes:
¿Quién era el H. Federico?
¿Qué caracteres tiene su trabajo, en la forma llegada hasta nosotros?
¿Cuáles son las principales diferencias que pueden notarse entre el original del H. Federico y la redacción
corregida que presentamos aquí?
A estas tres preguntas intentan también dar respuesta las numerosas notas que acompañan al texto.
Indudablemente los Hermanos que tienen la posibilidad de reflexionar sobre los escritos contemporáneos
del H. Gabriel pueden comprender más fácilmente el mensaje que el Fundador transmitió a su generación
y que ésta y las siguientes nos han entregado a nosotros, sus hijos espirituales del siglo veinte. A lo largo
de las numerosas páginas del H. Federico, sentimos que el Fundador nos habla todavía hoy como hombre,
como religioso y, sobre todo, como Superior y Fundador. Puedo afirmar que, tras la cuarta o quinta
lectura de este trabajo mi estima y admiración respecto al primer gran biógrafo del Fundador no han
hecho sino aumentar, incluso aunque uno tenga que admitirle algunos descuidos y el hecho de que en
todo momento manifieste gran admiración hacia el héroe de su relato: como buen historiador, tendría que
haber sido más imparcial.
Dotado de una sensibilidad especialísima y de una gran experiencia, adquirida como Maestro de
Novicios, el H. Federico ha sabido aprovechar cualquier ocasión para subrayar, bien el temperamento y el
carácter fuerte e impulsivo del Fundador, bien su habilidad y prudencia como Superior en la dirección dé
los Hermanos y en el gobierno del Instituto, bien siguiéndole en las complicaciones de los
acontecimientos políticos o molestos, que cualquier otro biógrafo menos decidido, habría sepultado en el
olvido con toda facilidad. El tuvo particular cuidado, no obstante, de resaltar la gran piedad del Siervo de
Dios, que pudo llegar a decir: "Estoy profundamente convencido de que la fundación, la conservación y
la prosperidad material y espiritual de nuestro querido Instituto se deben a la oración".
Al leer al H. Federico, podría afirmarse también que la vida del Fundador es un canto a la Providencia.
Decía el H. Gabriel: "Día a día veo que la Providencia me ayuda de las más diversas maneras,
haciéndome comprender que la Congregación es obra suya, son muchos los motivos que tengo para
animarme y darle gracias al Señor". Podrían continuarse las consideraciones al respecto, pero corresponde
2
al lector suscitarlas a través de una atenta lectura. Ofrecemos a continuación una respuesta a las tres
preguntas planteadas más arriba:
1. El Hermano Federico.
El H. Federico, -Juan Bautista Bouvet-, había nacido en Saint-Pierre d'Albigny (Saboya), el lunes 5 de
Diciembre de 1825. Huérfano de padre desde la infancia, fue enviado por su madre a la escuela que los
Hermanos de la Sagrada Familia acababan de abrir en Saint-Pierre en 1840. Entró en el Noviciado de
Belley el jueves de Pascua, 31 de Marzo de 1842, profesando en presencia de Mons. Devie el lunes de
Pascua del año siguiente, 17 de Abril; pocos días después fue enviado a Habère-Poche (Alta Saboya)
como maestro y cantor de iglesia.
Trabajó sucesivamente en Grand'Combe-des-Bois (Doubs), en La Rochette (Saboya), en Ferney (Ain), en
Entre-deux-Guiers (Isère), en Ambronay (Ain), de nuevo en Entre-deux-Guiers y a continuación en SaintPierre de Chartreuse (Isère); finalmente, en la escuela de Saint-Laurent-du-Pont como Director en 1861.
Allí se encontraba cuando murió el Fundador.
El H. Amadeo le llamó a la Casa Madre para que ejerciera de Maestro de Novicios. Llegó allí el martes
26 de Octubre de 1869. Más tarde, el Superior le propuso ordenar las notas y los documentos de archivo,
relacionados con el Fundador y, en 1879, después de la muerte del sacerdote Juan-Claudio Buyat, debió
recibir la invitación para que redactara él mismo un proyecto biográfico sobre el H. Gabriel.
Durante catorce años tuvo que sufrir de hidartrosis en la pierna derecha, agravándose la dolencia hasta el
punto que en 1884 los doctores Brillat, Chaboux y Manjot decidieron cortarle la pierna el 29 de Agosto.
Este mismo año tuvo que ceder a otros el cuidado de los novicios. A pesar de su pierna de madera, a
partir de Enero de 1885, continuó ayudando por medio de sus consejos y su colaboración con la
Administración General, de la que formaba parte, y con la redacción de la Vida del Fundador. Este
trabajo le llevó seis años, sin poder acabarlo, puesto que, primero la debilidad, y, a continuación, la
muerte, pusieron punto final a su vida a las 8 horas y 35 minutos de la mañana del día 8 de Noviembre de
1891: iba a cumplir 66 años.
Dotado de un temperamento decidido y absoluto, se había hecho tan servicial, caritativo y bondadoso que
era sumamente apreciado por sus novicios, hermanos, alumnos y por todas las personas con las que se
relacionaba, gracias a su cortesía, a su tierno amor y a su paciencia. Pasó seis años en la enfermería. Para
él la vida común era la mortificación más meritoria. Todos los días permanecía largo tiempo rezando
fervorosamente a los pies de Nuestro Señor. Era admirable su gran amor a la pobreza, su lealtad a toda
prueba, su gran discreción, delicadeza de conciencia y piedad propia de ángeles.
Si el retrato escrito por su biógrafo (H. Amadeo, en 1893) es edificantísimo, sus alumnos y antiguos
alumnos reconocieron en él, unánimemente, todas las virtudes que integran la persona de un buen
Hermano maestro: sus alumnos le querían y él a ellos, constituyendo un gran consuelo tanto la docilidad
como la laboriosidad de los mismos. El secreto para que le quisieran y estimaran lo constituían una
abnegación y un espíritu de sacrificio sin límites en el trato con sus hermanos y alumnos; daba sus clases
con amor de padre y con celo de apóstol. Uno de sus novicios escribía: "En todas las cosas el querido H.
Federico me pareció un santo y perfecto religioso. Lo que más me impresionaba de él era su fe viva, su
gran amor a Dios, perseverante y animado por una sólida devoción al Santísimo Sacramento". Otro
añadía: ¡Qué hermoso era verle rezar! La actitud de su cuerpo dejaba traslucir el fervor de su espíritu.
"Me resultaba extraordinariamente dulce y agradable", -añade un tercero-, "ver de nuevo a este excelente
maestro todos los años en el retiro. Sus consejos me reconfortaban siempre. Todos mis compañeros de
noviciado iban a beber fuerza y consuelo en la misma fuente...".
El H. Federico, a ejemplo del Fundador, huía del lujo y del amor a pasarlo bien; los combatía
enérgicamente en cualquier ocasión: "Permanezcamos en la sencillez", -decía-, "si queremos parecemos a
la Sagrada Familia y merecer sus bendiciones".
Dos años antes de morir, el H. Federico envió a su Superior unas notas que podríamos llamar su
testamento espiritual; en ellas no hacía otra cosa que darle gracias a Dios por los favores recibidos y
terminaba diciendo: "Si tengo la suerte de ir al cielo, no me olvidaré de mis hermanos ni de mi
3
Congregación a la que tanto he querido siempre".
Un religioso tan inteligente y santo no podía escribir sobre su Fundador sino una biografía llena de afecto,
de agradecimiento y de amor; esta es la razón de que les guste tanto a los Hermanos.
2. ¿Qué caracteres tiene su trabajo en la forma llegada hasta nosotros?
La idea de escribir una biografía del Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia comenzó apenas
muerto éste en 1864. Oficialmente se puso en marcha el 18 de Marzo de 1865, con la Circular del H.
Amadeo y se fijó por escrito, de manera provisional treinta años más tarde (Agosto de 1895). Este
manuscrito no encontró redactor ni editor sino 32 años después (Julio de 1927). No puede decirse que
hayamos sido excesivamente rápidos en publicar la vida y las virtudes de nuestro Padre Fundador.
Pero lo que nos interesa hoy es la historia de este primer intento, que permaneció como manuscrito (ms.)
y escondido en nuestros Archivos hasta estos últimos años. Este trabajo ha pasado por las cuatro etapas
siguientes:
-Marzo de 1865 hasta Marzo de 1879: primeramente el H. Amadeo y luego el H. Federico recogen el
material necesario en los Archivos de la Casa Madre y consiguen que el sacerdote Juan-Claudio Buyat se
comprometa a utilizar este material.
-Marzo de 1879 a Marzo de 1884: tras el fallecimiento del Rvdo. Buyat, el H. Federico termina la
clasificación de las notas y comienza, probablemente, a escribir algunas reflexiones propias (ms.A).
-Enero de 1885 a Agosto de 1891: el H. Federico, tras cortarle una pierna y ser relevado de las
responsabilidades de Maestro de Novicios, redacta la "Vida del Reverendo Hermano Gabriel Taborin"
(ms.B).
-Noviembre de 1891 a Agosto de 1895: los Hermanos Amadeo, Raimundo, Domingo, Carlos y Ceferino,
miembros del Consejo de la Casa Madre, revisan y corrigen el ms.B y hacen que lo transcriban el H.
Plácido y el novicio Arnaud (ms.C).
En Septiembre de 1895, el texto que hemos dado en llamar ms.C se pone en conocimiento de los
Hermanos, mediante una lectura en público durante las comidas. ¡De esto hace ya noventa años! El H.
Amadeo parece querer justificar sus correcciones, preocupado porque se dé una "exactitud absoluta" en
todo cuanto había escrito el H. Federico. Nos queda por esclarecer, sin embargo, por qué los correctores
eliminaron unas 50 páginas y por qué no han quedado restos del cuaderno n.° 5 del ms.B.
3. Nuestra edición, 1986.
Nuestra edición del H. Federico quiere ser la redacción definitiva (ms.C), leída en público en 1895, pero
enriquecida con las notas, de la redacción original del H. Federico, cuando ésta es diferente (ms.B). La
Positio, por el contrario, ha publicado largos extractos del ms.B y sólo algunas notas sacadas del ms.C.
Sin embargo, antes de abordar este trabajo, conviene añadir todavía unas palabras sobre estos tres
manuscritos.
En nuestros Archivos de Belley se han encontrado, en una cajita de cartón, algunas hojas de diferente
formato y dos cuadernos, que han servido como borradores y que contienen páginas escritas y páginas en
blanco. A todo este conjunto de papeles le llamamos manuscrito A.
Al lado de esta cajita, había un paquete de cuadernos de formato grande, en número de ocho;
originariamente eran nueve; no hemos podido encontrar el cuaderno número cinco. Los tres primeros
están redactados de manera definitiva; los otros, algo menos cuidados en lo que se refiere a las divisiones
y a la caligrafía. En total, 663 páginas; es el manuscrito B.
Posteriormente, el texto anterior, menos los cuadernos 8.° y 9.°, fue transcrito en 21 cuadernillos, de
formato grande, constituyendo un total de 478 páginas, encuadernado más tarde en un volumen en
cartoné: se trata del ms.C. "Los cuadernos 8.° y 9.°", -escribió el H. Amadeo-, "se encuentran en muy
buen estado, tal y como los escribió el H. Federico. Convendría, sin embargo, examinarlos antes de poder
entregarlos a alguien para su redacción definitiva". Apreciamos aquí la intención, siempre mantenida, de
entregar estos manuscritos a un escritor para sacar de todos ellos un libro. Sólo en 1927, siendo Superior
4
General el H. Martín, cuarto sucesor del H. Gabriel, este deseo se hizo realidad.
El H. Federico había titulado su trabajo "Vida del Reverendo Hermano Gabriel Taborin" (encabezando la
primera página del primer cuaderno del ms.B, pero el H. Amadeo o un corrector de 1891-95 o, quizá,
algún otro después, escribió a lápiz, en una tira de papel, que pegó encima del título: "Notas sobre el
Reverendo Hermano Gabriel Taborin, recogidas por el H. Federico".
El motivo que ha impulsado a la Postulación de la Causa a editar estas páginas ha sido, principalmente, la
riqueza y hermosura del trabajo en sí mismo, expresado en numerosas ocasiones por los Hermanos que
han tenido la suerte de leer este manuscrito, hecho público en fotocopias, hace ya unos años. Un
historiador contemporáneo del protagonista no podía pretender ver los acontecimientos con la exactitud
escrupulosa de un historiador de nuestros días. Por eso, hemos optado por presentar el ms.C, que conlleva
ya una primera corrección, y hemos querido enriquecerla con notas, que implicarán algunas correcciones
más, que han sido posibles, gracias a la riqueza de nuestros archivos y de las investigaciones hechas para
la Positio, citada a menudo como fuente a la que puede uno remitirse.
El conjunto de la obra podría dividirse en siete partes:
1. Unas breves notas sobre Belleydoux;
2. Seis capítulos sobre la infancia y juventud en Belleydoux (1799-1824);
3. Cuatro capítulos sobre su actividad en la diócesis de Saint-Claude (1824-1826);
4. Once capítulos sobre el período comprendido entre Genay y Belmont (1827-1840);
5. Quince capítulos sobre los 24 años de Belley (1840-1864);
6. Consideraciones sobre las principales virtudes del H. Gabriel;
7. Finalmente, un extracto de sus escritos.
H. Fiorenzo Stanga
Turín, Pascua, 1986.
NOTA: Sin duda alguna al lector le habrá sorprendido la frecuencia con que se le remite a una obra
publicada hace un año y llamada Positio: se trata de un estudio exhaustivo sobre la vida y las virtudes del
Hermano Gabriel Taborin, compuesto bajo la dirección del Oficio histórico de la Sagrada Congregación
para las Causas de los Santos. Algunos datos que exigirían muchas líneas explicativas, puede
encontrarlos el lector en la Positio, obra impresa que no se ofrece al público en las librerías, pero que
puede consultarse en todas las Comunidades de los Hermanos de la Sagrada Familia y, además, en las
casas parroquiales y ayuntamientos de Belleydoux, Belmont, Belley, en los Archivos del Obispado de
Belley, Chambéry, Lyon, y en los Archivos de los departamentos de Ain, Saboya, Ródano, etc.
5
BELLEYDOUX
Belleydoux, del latín "belli adjutorium", auxiliar, ayuda de guerra, es un municipio de unos 700
habitantes, situado a 730 metros de altitud.
Belleydoux, Echallon y Saint-Germain-de-Joux, fueron dados a Obranus, abad del Monasterio de Nantua,
por Alberto II, Conde de Ginebra, y por su mujer Oda. Esta donación, que data del año 930, fue hecha
"para ayudar a la salvación de sus almas, etc.".
Puede constatarse en esta acta de donación que estos pueblos, cuyos términos están cubiertos de bosques,
servían a los Condes de Ginebra para sus cacerías.
Los abades de Nantua favorecieron la pronta llegada de colonos, mediante concesiones territoriales, con
pago de renta convenida, e hicieron construir en el término de Belleydoux el castillo de Gobet, en el lugar
mismo que ocupa hoy la aldea que lleva este nombre.
En el año 1159, Belleydoux constituía ya un municipio, y los abades de Nantua abolieron la servidumbre
en su territorio el año 1303.
La abolición de la servidumbre, respecto a los bienes, y de los trabajos gratuitos en favor del señor tuvo
lugar el 16 de Mayo de 1610, a cambio de algunas rentas. Dieciséis familias principales de Belleydoux
firmaron esta transacción. Entre esas familias se encuentran los Taborin y los Poncet, indudablemente los
antecesores paternos y maternos de nuestro Fundador.
Encontramos también el nombre de esos antecesores en un escrito del 16 de Abril de 1646, relativo a la
reconstrucción de casas que habían incendiado gentes procedentes del Franco Condado, que, como es
sabido, por aquella época llevaba unos doscientos años en poder de los españoles, y que no volvió al
dominio de Francia hasta 1694. Había una rivalidad entre los habitantes de este país fronterizo, llamados
Boucherans (pertenecientes a los Bouchoux y a los municipios de alrededor), a los que se llamaba
Cuannais, y los "grises", es decir, los franceses. Durante algún tiempo mantuvieron entre ellos una feroz
guerra de represalias. Dado que la vida de los habitantes de estos lugares no gozaba de seguridad, muchas
familias buscaron refugio en otra parte, de modo que Belleydoux, en la época en que acabaron estos
desórdenes, no pasaba de cuarenta habitantes. Echallon tenía alrededor de ochenta y Saint-Germain unos
setenta. Durante mucho tiempo, especialmente en momentos difíciles, Belleydoux estuvo bajo la
autoridad del Obispo de Ginebra 1.
1
El H. Federico tuvo que buscar estos datos sobre Belleydoux y sobre el Alto Bugey en los libros de historia local y de geografía
de la época; como no nos ha dejado indicación alguna sobre las fuentes, nos resulta imposible precisar cuáles son. De
todas formas, esta Referencia parece que fue añadida después de la redacción de los primeros capítulos.
6
CAPITULO I
LUGAR y FECHA DEL NACIMIENTO DE GABRIEL.
SUS PADRES.
En los límites de la diócesis de Belley, a veintidós kilómetros de Bellegarde y en la frontera del
departamento del Jura, se encuentra el pintoresco y apacible pueblo de Belleydoux por cuya parte inferior
discurre torrencialmente el río Semine. El aire es puro y el clima, saludable. Desde Belleydoux se
contempla una hermosa panorámica de las montañas y valles de Nantua. El 1 de Noviembre de 1799
nació allí Gabriel Taborin 2, Fundador de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. Su
madre lo pasó muy mal en el parto y, durante tres días, estuvo entre la vida y la muerte. El Señor quiso
devolverle la salud, para bien de sus hijos, todos ellos de muy pocos años 3.
Los estragos de la Revolución se habían hecho notar en Belleydoux y el paso de Albitte, Comisario del
Gobierno Revolucionario 4, por el departamento del Ain, no hizo sino llenarlo de ruinas, actitud que tuvo
en todas partes. Sin embargo, la fe de los habitantes de la región resistió la prueba y, en cuanto fue
restablecido el culto cristiano, Belleydoux recuperó su carácter religioso, conservado tiempo después, ya
que, todavía hoy, es una de las parroquias más cristianas de la diócesis de Belley.
***
El padre de Gabriel, Claudio-José Taborin, ejercía la profesión de posadero, comerciando, además, en
quesos. Si alguno de sus huéspedes hubiera pedido carne en día de vigilia habría recibido de él una buena
lección de moral.
Por la noche, al llegar la hora de acostarse, no le bastaba con reunir a toda su familia para rezar juntos,
sino que se dirigía a sus huéspedes y les decía con actitud educada y convincente: "Nosotros vamos a
rezar, antes de retirarnos a descansar; pueden venir Vds., si desean unirse a mi familia en este acto".
Generalmente aceptaban la invitación, yéndose después todos a descansar.
El señor Taborin gozaba de la estima y consideración de sus paisanos, de tal modo que, aunque no
hubiera estudiado y solamente supiera escribir su nombre, durante mucho tiempo fue elegido para
desempeñar el cargo de teniente de alcalde del municipio. Era de carácter amable y, habiendo llegado a
una edad avanzada, la alegría y el encanto que ponía en sus conversaciones hacían de él una persona
agradable a los niños, que se arremolinaban a su alrededor para oírle contar historietas. Tenía un carácter
fuerte, aunque moderado por su virtud. En la enfermedad que le arrebató a su familia, demostró una
paciencia tan continua y perfecta que producía admiración. Fue un cristiano modelo hasta sus últimos
momentos.
Al notar en uno de sus hijos (precisamente el que es objeto de estas páginas) cualidades y virtudes
especiales, quiso favorecerle en su testamento; pero el joven Gabriel, debido a su sentido de justicia y
equidad, le pidió que no lo hiciera, ya que no deseaba gozar de ningún privilegio con respecto a sus
hermanos 5. Murió a los 69 años de edad, el 6 de Marzo de 1826 6.
2
Cf. en los Archivos Municipales de Belleydoux, Registro Civil (1797 Año X) el Acta de Nacimiento de Gabriel con fecha del 1
de Noviembre de 1799 (Positio, p. 32).
3
Estos detalles se los debemos especialmente al testimonio de José Poncet (Positio, pp. 905-906).
4
El H. Federico ha creído inútil esta explicación sobre Antonio Luis Albitte (1750-1812), ya que este funesto personaje era
todavía muy conocido en su época: unos doscientos campanarios habían sido destruidos en el Departamento del Ain
por los soldados de Albitte durante la Revolución. Murió durante la campaña de Rusia.
5
Sea como fuere, en el testamento dictado tres días antes de su muerte, quiso tener un detalle de predilección por Gabriel. Cf.
Positio,. pp. 33-34.
7
La madre de Gabriel, María-Josefa Poncet-Montange, pertenecía a una familia con muchos parientes en
la parroquia. Era una mujer que se distinguía por su piedad. Uno de los párrocos, el reverendo Humbert,
que murió, hace pocos años 7, siendo religioso Marista, era de la misma opinión al respecto. Murió a los
ochenta y tres años, el 18 de Septiembre de 1837 8.
Tuvieron cuatro hijos 9. El mayor, llamado Francisco 10, se metió en negocios y fue víctima de injusticias
que le llevaron a la ruina. Se estableció después como carnicero en Oyonnax, pero tampoco prosperó y,
aquejado de la enfermedad que le llevaría a la tumba, fue ingresado en el Hospital General de Lyon,
donde murió cristianamente 11.
Francisco Taborin tuvo tres hijas: María Josefa, Virginia y Luisa. La mayor se casó con un tal señor
Gaude y tres de sus hijos ingresaron, todavía muy jóvenes, en el Noviciado y fueron admitidos a la
primera profesión con los nombres de Hermanos Fulgencio, Antelmo y Teódulo. Los dos primeros se
retiraron de la Congregación cuando todavía vivía su tío segundo, y el último, algunos años después de la
muerte de aquél.
Dos de los hijos de Virginia, que se había casado con un tal Demont, también iniciaron la vida religiosa
en la Congregación, permaneciendo en ella sólo algunos años, retirándose, uno de ellos el año 1860 y el
otro, en 1864. Este último había tomado el hábito religioso con el nombre de Hermano Teófilo 12.
6
En realidad tenía 67 años y 362 días.
7
El sacerdote Juan María Humbert (1795-1873) fue cura párroco en Belleydoux desde 1823 a 1827. Murió siendo Padre Marista
en Belley. La alusión a la fecha de la muerte prueba que el H. Federico había comenzado a redactar estas primeras
páginas de la Vida hacia 1879.
8
Tenía, en realidad, 82 años y 8 meses.
9
Creemos que el H. Federico desconocía la existencia de una hija y de dos hijos más, muertos en la infancia, dado que no
consultó, según parece, el Registro Civil de Belleydoux. Por ello habría que corregir el texto del H. Federico:
"Tuvieron siete hijos, de los cuales tres. murieron muy pequeños".
10
Los nombres compuestos, tal y como figuran en las actas de nacimiento, de matrimonio y de fallecimiento no le gustaban al H.
Federico, que escribe simplemente Francisco, en vez de escribir Francisco. María, José en vez de José María,...; en
esto sigue la costumbre de entonces.
11
Murió el 27 de Mayo de 1851. Aquí el ms. B, después de haber dejado el espacio en blanco para añadir la fecha citada más
arriba, dice "...como dice el sacerdote (Colletta), que escribió al respecto al H. Gabriel. Este se encontraba en París en
aquel momento. A petición del Reverendo (Colletta) envió la suma de (40 francos) para ayudar a su hermano.
Cantidad que fue destinada, con su consentimiento, en decir misas por el descanso eterno de Francisco Taborin,
fallecido antes de haberla recibido". Los datos que figuran entre paréntesis faltan en el texto. El H. Federico no tuvo
tiempo de investigar entre las Cartas (Vol. VII, pp. 47-48) y él mismo tachó este párrafo; o quizá fueran los
correctores, que, convencidos de que no podían completarlo, tomaron esta decisión.
12
Estos datos sobre la familia del mayor son un texto que los correctores pegaron al margen: una media página, escrita a lápiz
para reemplazar casi página y media del H. Federico, tachada con lápiz azul. Damos, a continuación, el texto del H.
Federico, que es más completo: "Francisco Taborin había tenido tres hijas: María Josefa, casada con un tal Gaude,
empleado de Aduanas, hoy ya retirado y que vive en St.- Germain-de-Joux. Tres hijos de Gaude fueron educados en la
Congregación por su tío segundo. Fueron Francisco, que tomó el nombre de Hermano Fulgencio; Celestino, que
escogió el nombre de H. Antelmo, y Emilio, que se llamó Hermano Teódulo. Después de no haberle dado muchas
alegrías a su tío, abandonaron la Congregación, cuando todavía vivía los dos primeros, y el tercero, algunos años
después de su muerte. Tenemos la obligación de decir, en alabanza del mayor, Francisco, que no tenía cualidades para
maestro ni tampoco para la vida sedentaria, por lo cual experimentaba auténticas enfermedades. Como creía que no
debía permanecer en la Congregación, hizo un cálculo de los gastos que ésta había tenido con él por su instrucción y
educación y permaneció el tiempo necesario para saldar su deuda económica con la Congregación. La segunda hija
fue Virginia, que se casó con un tal Demont que vivía en Bellignat. Dos hijos suyos fueron educados también en la
Congregación. El más joven, José Clemente, ingresó a la edad de 11 años, en 1857, y fue despedido en 1860. El
segundo, de nombre Francisco, entró en el Noviciado en 1858, a la edad de quince años y medio. Tomó el hábito y el
nombre de Hermano Teófilo en 1862 y fue enviado a Ars. Pero no parecía tener disposiciones para la vida religiosa y
se salió en 1864, con la aceptación por parte de su tío. La tercera hija fue Luisa, que se casó en Saint-Claude. El
8
El segundo hijo de Claudio-José Taborin se llamaba José, se casó dos veces, y estaba domiciliado en
Oyonnax; tuvo solamente una hija y se dedicaba al oficio de sillero. Sobrevivió a su hermano Gabriel 13,
muriendo en el mes de Marzo de 1868.
Santiago fue el tercer hijo de Claudio-José Taborin. Vivió siempre en Belleydoux, donde murió
cristianamente el 20 de Enero de 1863 a la edad de setenta y un años. Tuvo cuatro hijos: una hija, que se
casó en Belleydoux con un tal Peset, de profesión labrador; después, otra hija, casada con un Poncet de
Oyonnax. Un hijo suyo, Víctor, fue admitido en el Noviciado en 1859, a los catorce años y tres meses de
edad. Murió al finalizar su Noviciado, el cinco de Marzo de 1862, víctima de una tisis pulmonar. Era un
joven piadoso, con un brillante porvenir por delante; fue digno del gran dolor que sintieron por su muerte
14
. El tercer hijo se llamó Gabriel Taborin y era ahijado del Hermano Gabriel 15. Tomó el hábito de la
Congregación en Belmont, el 23 de Abril de 1835, recibiendo el nombre de Hermano Estanislao. Para
empezar se le colocó en Belley como sacristán; después en Pont-de-Beauvoisin (Saboya), para dar clase.
Como no se había graduado, el número que le cayó en suerte le obligó a cumplir el servicio militar.
Acabado éste, se hizo policía, llegando, por méritos propios, al grado de capitán 16. El Hermano Gabriel
había puesto, grandes esperanzas en él y no sin motivos, ya que las cartas que intercambió con su tío
están llenas de respeto, sumisión y una piedad sincera; todo en él señalaba a un joven elegido. El último
se llamó Luis Taborin y fue recibido muy joven en la Congregación 17. El Hermano Gabriel le hizo
estudiar como externo en el Seminario Menor de Belley, para que llegara a ser sacerdote. Cuando
estudiaba Retórica, contrajo una enfermedad larga y dolorosa, que le fue debilitando progresivamente.
Murió en la Casa Noviciado, lleno de piedad y resignación edificantes.
El cuarto y último hijo de Claudio-José Taborin es aquél a cuya memoria están dedicadas estas páginas 18.
Hermano Gabriel no sabía cómo se llamaba su marido ni tan siquiera si vivía o había muerto. Esta última afirmación
del H. Federico está en contradicción con una carta de nuestros Archivos, recibida por el H. Gabriel y enviada por su
sobrina segunda, María Francisca Clementina Petit-Prost, para comunicar la muerte de su madre Luisa María Taborin,
el 15 de Octubre de 1859. Cf. Registro Civil del municipio de Saint-Claude y carta del H. Gabriel a Francisco Poncet
del 17 de Julio de 1838: Cartas, I, pp. 78-79.
13
El H. Federico escribió: ".. .que le dejó una pensión vitalicia de 200 francos, mediante disposición testamentaria".
14
El Hermano Federico había añadido: "Estaba alegre y contento de marchar cuanto antes de este destierro a la patria celestial".
Esta frase fue suprimida. Cf. carta del H. Gabriel a los padres, con fecha de 5 de Marzo de 1862; Cartas, XVI, pp. 4142.
15
"Educado por él", -observación hecha al respecto en toda justicia por el H. Federico; efectivamente, Gabriel, nacido en 1818,
vivió seis años con su tío en Belleydoux (1818-1824); después fue recibido "gratis" en Belmont, en la primavera de
1833, profesó en 1838 y marchó a cumplir el servicio militar en Enero de 1840. No volvió a la Congregación. Como
era el único varón de la familia Taborin, de él descienden todos los parientes actuales del Fundador.
16
"Ha llegado a ser", --escribió el H. Federico--, "capitán, ascendiendo grado a grado". Había otras dieciséis líneas que los
correctores suprimieron y que son las siguientes: "Se encuentra ahora en París, ya jubilado. Ha conservado los
sentimientos de piedad y religión que le inculcó su padrino en su juventud, mostrándose amigo sincero de la
Congregación, a cuyos miembros que trabajan en París visita frecuentemente. Está casado y ha tenido varios hijos, ya
muertos. Le quedan dos hijos jóvenes y una hija. La salida del H. Estanislao disgustó mucho al H. Gabriel. Hizo
cuanto estuvo a su alcance para impedida. A través de la correspondencia con Monseñor Devie puede constatarse lo
que le había hecho sufrir y también las gestiones que hizo Su Excelencia para lograr la exención del servicio militar.
Gestiones que no tuvieron éxito alguno". ¡Cuántas informaciones sobre esta familia Taborin fueron desconocidas por
los primeros Hermanos a causa de las tachaduras de los correctores!
17
El Hermano Federico precisó; "...educado en la Congregación desde la edad de 4 a 5 años". Los correctores dieron algunos
retoques de estilo a este párrafo.
18
El Hermano Federico había escrito "estas páginas". Se debe al H. Amadeo la insistencia de llamar a la obra del Hermano un
conjunto de "Notas"; por otra parte fue él, quizá algún otro, quien puso esta palabra de "Notas" en el encabezamiento
del ms. C.
9
10
CAPITULO II
INFANCIA y PRIMERA EDUCACIÓN DE GABRIEL.
Desde su más tierna infancia, Gabriel dio muestras de un genio y de una impetuosidad poco comunes.
"Había que ver cómo se movía, incluso en la cuna", -dice Francisco Perrin, antiguo criado de los Taborin
19
; "cuando le cogía en brazos, apenas si podía disfrutar del pequeño 'torbellino', que hacía lo posible por
golpearme con sus manitas, en cuanto le llevaba la contraria. Pero, cuando fue creciendo y le entró la
sensatez, era, en todos sus actos, un muchacho muy ejemplar para sus compañeros y extremadamente
bondadoso con ellos y con todos".
San Juan Crisóstomo dice, dirigiéndose a los padres: "Sois los apóstoles y educadores de vuestros hijos".
Los padres de Gabriel comprendieron bien esta enseñanza, al igual que las palabras de la Escritura: "Si
alguno no cuida de los suyos, especialmente de los de su propia casa, renuncia a su fe y es peor que un
infiel" 20. Y estas otras: "Instruid a vuestros hijos con mis palabras para que las mediten" 21. No
desconocían, ni mucho menos, que los hijos, con que Dios había bendecido su matrimonio, eran un
depósito del que tendrían que rendirle cuentas. La señora Taborin educó a todos ellos en el santo temor de
Dios. Pero, bien porque Gabriel fuera el más pequeño, bien porque se recordase el peligro sufrido por
ella, al darle a luz, bien porque advirtiera en él disposiciones poco comunes para la piedad y la práctica de
las virtudes, lo cierto es que trabajó sin cansancio para hacer de su hijo un joven según el corazón de Dios
22
. El respeto, el recogimiento de Gabriel en sus oraciones, su deseo de agradar a Dios, la atención que
ponía en no molestar a nadie y en obedecer a su madre a la menor indicación, proporcionaron a la señora
Taborin la convicción 23 de que sus esfuerzos habían sido coronados con el éxito. Le quería con ternura.
De todos modos, ¿quién no habría amado a un hijo, que, aun siendo tan joven, estaba dotado de tan
buenas cualidades?
***
Cuando Gabriel cumplió los seis años, el párroco apellidado Rey 24, que veía el comportamiento
agradable e inteligente del muchacho, así como su excelente carácter, quiso que fuera monaguillo suyo. A
petición de sus padres, aceptó el encargo de enseñarle los primeros conocimientos del saber. El joven
Gabriel llegaría a ser, en opinión de su piadoso maestro, la gloria de su familia y buscaría la salvación de
19
Francisco Perrin, llamado Pirron (Positio, pp. 902-904), que tenía dieciocho años más que Gabriel y al que éste encontró aún en
Belleydoux en 1862 y 1863; el Hermano Gabriel le envió dinero y ropa en 1863-64 como puede comprobarse en
Cartas, Vol. XVII, p. 128 y Vol. XVIII, p. 83, donde leemos: "Eramos como hermanos desde ola infancia y mis
padres te querían como a un hijo".
20
1 Tim. 5,8.
21
Deut. 11,19.
22
Hay que sacar más provecho en nuestras clases de este retrato del joven Gabriel. Impresionó a Marta des Garets de Ars, que
resumió la infancia del Fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia i con estas palabras: "Un alma que escucha"
la voz de Dios (Positio, I p. 893); o bien, un alma sobre la que el Señor tenía "proyectos especiales" (Positio, p. 37).
23
Este párrafo ha sufrido numerosas correcciones. El texto original decía: "Su respeto, su recogimiento en la oración, su deseo de
agradar a Dios, su preocupación por no molestar a nadie y obedecer puntualmente los menores deseos de su madre,
revelaban a la señora Taborin, etc....".
24
José Rey, nacido en 1738, fue párroco de Belleydoux de 1803 a 1808 (Positio, p. 38). El futuro Fundador de los Hermanos de
la Sagrada Familia aprendió de las palabras y ejemplos de este sacerdote la fe y la piedad eucarísticas que marcaron
toda su vida y su espiritualidad.
11
muchas almas. De ahí que tratase especialmente de inspirar a su alumno la fe y la piedad que deben ser
siempre la base de la instrucción y de la educación de la juventud. Le enseñó a ayudar a Misa y a adornar
los altares. El alumno cumplía esos cometidos con un interés y habilidad impropios de un niño de su
edad.
Aquel digno sacerdote llevaba a su alumno a la iglesia para darle las lecciones de religión delante del
altar, y le decía: "Hijo mío, ¿ves el sagrario? Dios está ahí. No podemos verle pero El sí nos ve. Por eso
tienes que ser bueno. Vamos, dame la lección". De este modo, al mismo tiempo que le instruía, ponía en
su alma los cimientos de una fe que brilló siempre con gran resplandor y que orientó toda su vida 25.
Una educación tan profundamente religiosa y los buenos ejemplos que recibía en su cristiana familia
dieron pronto sus frutos. El joven Gabriel, indiferente a las diversiones propias de su edad, mostraba
interés solamente por los ejercicios de piedad y las ceremonias litúrgicas. La iglesia y la casa de sus
padres eran sus lugares preferidos.
Antes de continuar la historia de Gabriel, vamos a citar algunos rasgos de la infancia de San Bernardino
de Siena. Se parecen tanto a lo que tenemos que decir del joven Gabriel que bien podrá perdonársenos si
parece que damos cierta importancia a las primeras acciones de la persona que es objeto de estas notas 26.
Desde su infancia, San Bernardino de Siena fue devoto, piadoso, humilde y sencillo. Le encantaba rezar y
visitar iglesias; le gustaba ayudar a Misa y adornar los altares, oír misas y sermones. Imitaba a los
predicadores que había escuchado, reproduciendo sus gestos, su voz y los sermones que habían hecho.
Para ello se subía a cualquier parte y los otros pequeños le rodeaban, mientras él les predicaba,
ejerciendo, de este modo y tempranamente, las tareas en que habría de destacar más tarde... 27.
25
Este es el texto original del párrafo en el Ms. B.: "A veces, le llevaba a la iglesia y le ponía delante del altar para darle las clases
de religión y le decía: "Hijo mío, éste es el sagrario. Dios está aquí; no podemos verle, pero Él sí que nos ve. Por eso
tienes que ser bueno; venga, dame la lección". Así, al mismo tiempo que le daba las primeras nociones de los
conocimientos humanos, echaba en su alma, etc.".
26
Aquí, el Hermano Federico interpela al lector: "... que el lector", -había escrito-, "nos perdone"; a continuación, convencido de
la importancia que tiene la infancia en la vida de los hombres, da muchos detalles; en fin, en lugar de "estas notas", él
había puesto "este escrito". Los correctores no han dejado más que el primer párrafo y han tachado los seis siguientes,
es decir, dos páginas y seis líneas, que nosotros transcribimos íntegramente en la nota siguiente".
27
Los puntos suspensivos significaban la eliminación de las siguientes líneas: "Su tía Diana, que hacía las veces de padre y madre,
pues él los había perdido cuando era muy joven, le veía frecuentemente arrodillado ante una imagen de la Virgen,
llorando y rezando el Ave María con fervor angelical". "Aquel santo niño no sólo rezaba a María en casa, sino que
como tenía en Siena, cerca de la Puerta Camolia, una bella imagen de la Santísima Virgen, allí iba todos los días. Se
arrodillaba y se quedaba mucho tiempo en oración, entreteniéndose y alegrándose con esta tierna Madre. Le pedía que
le librase de todos los peligros en que podía caer durante la juventud y de la desgracia de perder la castidad, a la que
estimaba como una perla preciosa. En su casa construía altares y rezaba cada día el Oficio de la Virgen". "Después le
mandaron a la escuela para que aprendiera las primeras letras. A los trece años estudió ciencias humanas. Y si, por
casualidad, se le escapaba a alguno de sus condiscípulos alguna palabra malsonante o sospechosa, enrojecía de
vergüenza. Los compañeros no decían palabras de doble sentido en su presencia y, cuando le veían venir, si estaban
hablando de cosas inconvenientes, decían: "Venga, no hablemos más de eso, que viene Bernardino". "Aunque
Bernardino era de natural agradable, comprensivo, respetuoso con todo el mundo, no podía dominarse, cuando oía
relatos indecentes. Uno de los vecinos importantes del pueblo se permitió hacerle ; una proposición deshonesta en la
plaza pública y Bernardino le dio tal puñetazo en la barbilla que el golpe se oyó en toda la plaza. Aquel hombre, del
que se rieron todos los presentes, se retiró avergonzado, corrigiéndose de su mala costumbre".
"Muchos años más tarde, escuchando a Bernardino que predicaba al pueblo, le vieron echarse a llorar, al recordar sus faltas
pasadas. En otra ocasión, un libertino, que no era del pueblo, se atrevió a hacerle proposiciones deshonestas; Bernardino le
rechazó horrorizado, pero aquel miserable insistía una y otra vez. Entonces el santo dijo a sus compañeros que se llenaran los
bolsillos de piedras; en la primera ocasión, le persiguieron por calles y plazas, gritando, de manera que quedó convencido de
que, por suerte, había escapado de una muerte segura".
"Un día que se celebraba la fiesta de San Onofre en la ciudad de Siena, la iglesia estaba tan llena de gente que muchas personas,
que no habían podido entrar, permanecían junto a la puerta. Bernardino, al ver esto, lleno de amor de Dios y arrebatado por su
Espíritu, se subió encima de un pupitre que había por allí y, haciendo la señal de la cruz, empezó a predicar con tanto ardor,
devoción, gracia y sabiduría que todos los asistentes quedaron maravillados y alababan a Nuestro Señor por lo que acababan de
oír. Hubo algunas personas mundanas que, interpretando mal aquella acción del santo joven, le tuvieron por loco; pero, cuando
12
La piedad había arraigado de tal modo en el alma de Gabriel que no pensaba sino en cosas religiosas. Le
habría gustado, al igual que a su párroco, convertir a las almas y conducirlas a la práctica de las virtudes.
Comenzó por imitar las ceremonias religiosas, ceremonias que apreció mucho durante su vida 28,
esforzándose más tarde para que sus discípulos las apreciasen también. Como todos los días iba a misa,
pronto se le quedaron grabadas las principales ceremonias del santo sacrificio y el gusto innato que sentía
por dichas ceremonias le impulsaba a reproducirlas. Sus padres, lejos de ponerle obstáculos, le concedían
amplia libertad para ello y como su casa era grande 29, pusieron a su disposición un cuarto. Gabriel, lleno
de alegría, adornó aquella habitación lo mejor que pudo e hizo de ella una especie de capilla, en la que
levantó un altar. Había confeccionado un alba y una casulla algo rudimentarias y trataba de reproducir las
ceremonias de la misa. Un criado, que siempre estuvo con él 30, hacía de monaguillo, respondía a las
oraciones, tocaba la campanilla, etc. Algún tiempo después invitó a sus amigos a "su misa".
Como Gabriel les trataba muy bien y era tan juicioso, los muchachos del pueblo acudían en gran número.
Cuando era la hora, recorría el pueblo, tocando una campanilla. Los muchachos dejaban gustosamente
sus juegos, y en unos instantes 31 se llenaba la capillita. Alguien podría pensar que, durante estas
reuniones, quizá pudieran producirse algunos desórdenes: nada más lejos de la verdad. En lo religioso,
Gabriel adoptaba una seriedad y una compostura verdaderamente excepcionales. Parecía un monje en
oración. Por eso, ya desde el principio, tuvo un gran ascendiente sobre sus compañeros 32. Mantenía el
orden en estas reuniones, dominaba a la chiquillería y la manejaba como quería. Les daba conferencias,
imitando el tono de voz y los gestos del párroco a quien observaba cuidadosamente durante el sermón del
domingo.
Con el tiempo, personas de más edad acudieron a estas reuniones, de las que salían profundamente
impresionadas. Gabriel repetía el sermón del domingo, pero además, como leía mucho la vida de los
santos, especialmente la de los religiosos y monjes, trataba otros temas, los mezclaba con parábolas o
ejemplos, sacados de la vida de estos santos. Después de la lectura del Evangelio dirigía la palabra a su
pequeño auditorio.
***
Se dice que Gabriel era el benjamín de su madre, y que, a veces, le daba alguna golosina. Puede que,
efectivamente, sintiera predilección por él, al igual que el patriarca Jacob la sintió respecto a su hijo José
33
, pero, en modo alguno esta actitud perjudicó nunca ni la disciplina ni su progreso en la virtud. El hecho
siguiente puede servir para probado.
más tarde comprobaron los maravillosos efectos de su predicación, tuvieron que reconocer que este primer sermón era como
una anticipación de lo que el Señor quería hacer de él". (Vida de San Bernardino de Siena, por Rorhbacher y el Rvdo. Daras,
20 de Mayo).
28
Cf. Historique, en el que el Hermano Gabriel habla de "las santas funciones a las que yo me había dedicado con alegría, durante
mucho tiempo" (Positio, p. 807).
29
El Hermano Federico había escrito "muy grande". los Hermanos que conocen la casa de los Taborin en Gobet podían dudar de
este adjetivo "grande", pero ni el Hermano Federico ni el Hermano Amadeo hacen alusión a "las dos casas" de los
Taborin, la de abajo, que se hundió a finales del siglo pasado, y la de arriba, que aún puede verse en Gobet. La Positio
hace una breve alusión a este asunto en la p. 12 y en las pp. 33-35.
30
Se trata de Francisco Perrin; cf. nota 19.
31
Ms. B.: "La habitación (su capillita) estaba llena. Quizá alguno pudiera pensar que se producían jaleos o pequeños desórdenes,
etc. ...".
32
Ms. B.: "Que acudían en masa a estos ejercicios. Podría decirse que tenía un secreto poder de atracción. Mantenía...".
33
"Como el patriarca Jacob la sentía por su hijo Jacob" (Gen. 37,3), habría escrito por descuido el Hermano Federico. El poeta
Horario habría repetido en esta ocasión: "Quandoque bonus dormitat Homerus" (Arte poética, 359).
13
Un día que le había mandado hacer un recado a una casa, situada cerca del pueblo, en el camino de SaintGermain, fue acusado por un muchacho que dormía en el huerto de aquella casa, de haberle hecho, al
pasar, un gesto inconveniente. La madre del muchacho se quejó de ello a la madre de Gabriel. Esta creyó
que tenía que castigado y le dio unos cuantos latigazos. Gabriel dijo tan sólo que le habían acusado
falsamente y que no tenía culpa alguna. Sin embargo, su madre, como no podía comprender que se le
hubieran quejado sin razón, creyendo que era el temor al castigo lo que hacia que su hijo hablara de este
modo y, recordando sin duda las palabras de la Escritura que dicen: "Quien no emplea el látigo no quiere
bien a su hijo" 34 y también aquellas otras, todavía más significativas: "Golpea a tu hijo con el látigo y le
salvarás del infierno" 35, se dejó llevar por la indignación y no le perdonó. Cuando el muchacho que le
había acusado se enteró de que Gabriel había sido castigado, manifestó que no era cierto lo que había
dicho. Al enterarse de ello, la mamá Taborin le dolió lo ocurrido y le dijo a Gabriel: "Siento mucho
haberte dado latigazos, siendo, como eras, inocente. Seguro que me guardas rencor por esto". Gabriel
respondió: "Nada de eso, mamá; me di cuenta de que Vd. creía que yo era culpable y, por tanto,
comprendí que tenía que cumplir con su deber". ¡Admirable respuesta para un niño con apenas 7 u 8
años! Esto indica ya una gran capacidad de discernimiento y de juicio, al tiempo que muestra de un modo
no menos claro el gran respeto que sentía por sus padres.
***
Terminaremos la relación de estas ceremonias, contando un suceso doloroso para Gabriel. Un día que
celebraba su misa, llevaba puesta una casulla, hecha con papel de color; se la había traído un pastorcito.
En aquel momento entró el padre del muchacho, reclamando el rollo de papel, al tiempo que soltaba unas
cuantas blasfemias. La casulla y algunos otros ornamentos, que habían sido confeccionados también con
el papel en cuestión, fueron arrebatados violentamente, todo ello en medio de juramentos y golpes
propinados al piadoso pastorcillo. El disgusto fue tremendo, pero nadie dijo nada. Aquel hombre se
marchó, una vez satisfecha su cólera. Entonces, el celebrante, despojado de sus vestiduras sagradas, dijo
únicamente, con aquella sangre fría que le caracterizaba: "Amigos, pidamos perdón por todas las
blasfemias y por el escándalo que acabamos de presenciar". Acabada la oración, todos se retiraron muy
tristes.
34
Prov. 13,24.
35
Prov. 23,14.
14
CAPITULO III
VIDA DE GABRIEL COMO PASTOR,
ENCARGADO DE SU REBAÑO.
El celo de Gabriel no se limitaba a predicar ni a exhortar solamente en su capillita. Vamos a comprobarlo
en algunos detalles de la vida de pastor que llevó hasta que hizo su Primera Comunión. Al cumplir los
ocho años, sus padres le encomendaron el trabajo de llevar las vacas y las ovejas a pastar. Todos
coinciden en afirmar que en estas tareas fue tan diligente y piadoso como en su casa. En sus relaciones
con los demás pastorcillos les recomendaba el respeto y la obediencia a los padres; también, el servicio y
el amor de Dios y una profunda devoción a la Santísima Virgen. Sus consejos tenían siempre éxito,
puesto que él daba ejemplo de todo ello. A menudo reunía a los pastores alrededor de un altarcito u
oratorio que levantaba con piedras o tablas. Menos los que habían sido designados, mediante sorteo, para
guardar el ganado, todos se reunían allí. Entonces, Gabriel, después del rezo del Rosario, se subía a un
pequeño ribazo o a una piedra, dispuesta al efecto, y exhortaba a sus oyentes con su ardorosa palabra y
con la energía que le eran propias. A veces, a este sencillo ejercicio piadoso le seguía una procesión,
durante la cual se entonaban variedad de cantos, de los cuales el más corriente eran las Letanías de la
Santísima Virgen. Y todo ello dentro de la más exquisita corrección, "...ya que...", -manifiesta uno de sus
compañeros, que, alguna vez tuvo que deshacer estos altares-, "...todos los ejercicios de piedad teníamos
que hacerlos con gran recogimiento y seriedad. Si alguno quebrantaba esta regla, en seguida Gabriel
manifestaba su disgusto. Y era tan grande el respeto que los demás le profesaban que solía mantenerlos
en el silencio y el recogimiento convenientes" 36.
Concedemos la palabra al señor Francisco Perrin, antiguo criado de la casa 37: "A veces, organizaba una
procesión con estandarte al frente. De ordinario el estandarte era un pañolón atado a un palo y una cruz
algo tosca. Los demás pastorcillos le respetaban y obedecían. Y bien que les convenía, ya que no se
andaba con bromas en lo referente a los rezos. Había que ver cómo se esforzaba para que todo saliera
bien. Incluso exigía que le obedecieran personas ¡mayores que él. A veces, yo mismo tenía que formar
parte de la procesión, como los demás, a pesar de que le llevaba 18 años".
Cuando se acababan estos ejercicios piadosos, los pastores volvían a sus juegos, en los que apenas
participaba Gabriel, que continuaba orando con profunda piedad. Rezaba varios rosarios al día o
estudiaba sus libros favoritos, como el catecismo o libros de religión. También hacía rosarios que
regalaba a sus compañeros o a quien se los pidiera, pues era de natural desprendido.
***
Sin embargo, no todo era felicidad para Gabriel; también pasaba momentos de decepciones y angustias,
eso sin contar las críticas a las que estaba expuesto, y de las cuales hablaremos más tarde. Vamos a traer
aquí dos hechos, contados por testigos presenciales de los mismos. Uno lo cuenta el señor Santiago
Chapelu 38: "Gabriel construía con arte y simetría capillitas a las que daba forma de media luna. Con los
restos de tablas, sacadas de los escombros de una vieja casucha ruinosa, había hecho una que estaba
bastante bien. El dueño de la madera vino a recuperar lo que era suyo. Llevaba un hacha con el fin de
destruir la improvisada capilla o, al menos, el tejado, con el fin de hacerse con sus tablas. Era padre de
36
Cf. el testimonio de Poncet Gabriel, primo y compañero de infancia; este pasaje no ha sido citado en la Positio, p. 904.
37
Cf. Positio, p. 903, donde puede notarse la fidelidad aproximada de esta cita, comparada con el texto original, redactado por el
H. Nicolás Tardy en 1866, y conservado en los ASFB en "Notas de los Hermanos y de personas de Belleydoux acerca
del R. H. Fundador".
38
Cf. Positio, p. 904.
15
uno de aquellos pastorcillos, que, quizás, había propuesto a Gabriel que se sirviera del material para
construir su capillita, ya que su padre no iba a emplearlo. Los pastorcillos, que se encontraban alrededor
de la capilla, adivinando las intenciones de aquel hombre por las amenazas que profería, se escaparon
todos, quedándose en un pequeño montículo para ver lo que iba a hacer. Cuando vieron que echaba por
tierra, sin consideración alguna, el tejado de su capilla, lo sintieron mucho, al tiempo que gritaban,
manifestando su pena: "Mirad cómo ese desgraciado destruye nuestra capilla. No podían comprender
cómo podía destruirse con tanta sangre fría una construcción levantada por su piedad".
***
El señor Claudio Francisco 39 cuenta lo siguiente: "Un día que hacía frío, Gabriel estaba en el bosque con
otros pastores y los llamó, diciendo: Amigos, vamos a rezar el rosario; después encendemos una hoguera
y nos calentamos. Acabado el rezo del rosario, se desparramaron por el bosque en busca de leña que
amontonaron al pie de un abeto solitario. Encendieron la hoguera, sin sospechar siquiera que las llamas
pudieran hacerse tan grandes. En un instante, el fuego prendió en el abeto y comenzó a apoderarse de él.
En cuanto Gabriel vio que las llamas subían tanto, se puso a gritar: 'Estamos perdidos; vamos a morir
abrasados'. Recogieron rápidamente sus rebaños, obligándolos a alejarse de allí. Gabriel, muy asustado,
corría, entonando, a voz en cuello, las letanías de la Santísima Virgen, Kyrie eleison; Christe eleison, etc.,
que eran respondidas por los otros pastores, mientras todos ellos corrían. Menos mal que, casi al mismo
tiempo, cayó una lluvia, que apagó el fuego, contribuyendo a tranquilizar a los pastorcillos". Puede que,
incluso solamente se hubiera prendido el musgo que crecía en el abeto. Fuera como fuera, aprendieron la
lección.
***
Más o menos por la misma época, Gabriel tuvo otro disgusto. Un día, al ir a encerrar, vio que la vaca del
cencerro grande, que guiaba al rebaño, no lo llevaba. Le fue imposible a Gabriel encontrarlo en seguida y
sus padres le manifestaron su enfado. Al día siguiente, al volver a la zona de pastos, una de cuyas partes
estaba en el bosque, acudió a la oración, como había aprendido en el catecismo, y cuya eficacia
experimentaría más tarde frecuentemente. Le pidió al Señor que apareciera el cencerro, al tiempo que lo
buscaba con sumo cuidado. De repente, y en medio del tintineo repetido de todos aquellos cencerros, oyó
el sonido del que estaba buscando. Miró hacia donde sonaba y lo encontró colgado de las ramas de un
arbusto. Mientras pastaba, una vaca había agitado la rama y el cencerro. Gabriel agradeció al Señor que le
hubiera escuchado. Con mucha frecuencia contaba esta anécdota más tarde 40, asegurando que debía a la
oración el hecho de haber encontrado lo que buscaba.
***
Una falta cometió Gabriel, mientras hizo de pastor. Junto con sus vacas, llevaba una de una tía suya. Un
día, lleno de sed o cediendo al apetito, tomó un poco de leche de esta vaca. Puede que fuera algo más de
un poco, porque la tía lo notó y se lo dijo a mamá Taborin. Preguntado por su madre, Gabriel reconoció
francamente su falta, la cual fue subsanada de inmediato por ella.
39
Se trata de Claudio Francisco Humbert: cf. Positio, pp. 908-909. 37
40
La observación del H. Federico prueba que él también acudía a su memoria al redactar esta biografía, puesto que había
escuchado las conferencias del Fundador. Los compañeros de infancia no cuentan este hecho ni tampoco el siguiente.
16
CAPITULO IV
GABRIEL RECIBE CLASES EN LA CASA RECTORAL.
SU PRIMERA COMUNIÓN. SU CELO.
El Reverendo Rey, que había impartido a Gabriel los primeros conocimientos, fue trasladado de
Belleydoux en 1808. El Rvdo. Bouvier 41, que había ocupado su puesto, cambió también al año siguiente.
El Rvdo. Mercier 42, nombrado cura párroco de Belleydoux en 1809, sintiendo profundamente el
abandono en que se encontraba la juventud, por falta de maestro, abrió él mismo una escuela, e hizo de
profesor. Ese celoso sacerdote, que murió en Belleydoux el año 1814, se preocupó especialmente de los
niños en edad de hacer la Primera Comunión; Gabriel era uno de ellos y aprovechó cuanto pudo las
lecciones del párroco. Parece ser que no estaba especial mente dotado para las ciencias profanas 43; sin
embargo, su amor propio le obligaba a no quedar mal ante sus condiscípulos. Pero para lograr unos
resultados aceptables tenía que trabajar mucho.
En instrucción religiosa, especialmente en catecismo, sobrepasaba notablemente a los mejor dotados. Este
hecho, unido a la piedad que le distinguía 44, le mereció el honor de que el párroco le encargase, a veces,
de tomar el catecismo a los otros en la iglesia; también le hacía repetir, en momentos libres, las
enseñanzas dadas durante el retiro preparatorio a la Primera Comunión. Su fervor se acrecentó, al
acercarse este acontecimiento, que dejó huellas profundas en su espíritu: por decirlo de alguna manera,
había "echado el ancla" en el divino servicio. Hizo su Primera Comunión a los doce años, el día de la
Santísima Trinidad. Este día y el de Todos los Santos, fecha aniversario de su nacimiento, fueron siempre
para él dos fiestas especialmente estimadas. Reconoció siempre que, gracias a la intercesión de los santos
45
y a la ayuda de la Santísima Trinidad, había podido cumplir cuanto Dios le había exigido durante su
vida.
Estudiar la religión le atraía de manera especial. Durante los dos años que continuó en su parroquia,
después de su Primera Comunión, no dejó de asistir a las catequesis de niños, aunque nunca le obligaran
a ello ni el párroco ni sus padres.
Tras recibir el Pan de la Vida, en Gabriel se acrecentó de nuevo el celo por la gloria de Dios y la
salvación de las almas. Ya no se pertenecía a sí mismo; su celo era una pura llama y no pensaba ya ni le
importaba cosa alguna sino el bien; habría querido convertir al mundo entero. Como consecuencia de
todo ello, volvió a organizar sus reuniones de tipo religioso con renovado fervor. Pero, en vez de tenerlas
en casa de sus padres, las tenía en algún caserío de la parroquia. Aquellas buenas gentes que le
consideraban un joven modelo, le dejaban con sumo gusto algún cuarto y hasta le ayudaban a adornarlo.
Estas reuniones se celebraban, generalmente, los domingos, después del rezo de Vísperas. El día escogido
41
Antelmo Bouvier, nacido en 1763 y párroco de Belleydoux desde 1808 a 1809. Los datos sobre -los párrocos de Belleydoux,
que son muy breves, han sido tomados ordinariamente del Fichero de los sacerdotes de la Diócesis de Belley,
Archivos del Obispado en Bourg-en-Bresse.
42
Juan María Mercier, nacido en 1777, fue párroco de Belleydoux desde 1809 a 1814: (el Fichero .,. dice 1810-1814). Con
respecto a este párroco, el cardenal José Fesch, el 26 de Mayo de 1813, escribía en. su cuaderno de visitas pastorales,
que se encuentra en los Archivos secretos del Vaticano: "Sacerdote joven, de buena conducta".
43
Ms. B.: "Para las ciencias profanas tenía, como se dice vulgarmente, la cabeza un poco dura. Pero tenía suficiente amor propio
para no hacer el ridículo. Para conseguirlo, .. .etc.".
44
Ms. B.: "Esto le mereció la confianza de sustituir, a veces, al párroco para repasar el catecismo en la iglesia y para repetir a los
demás, en los momentos libres, las instrucciones, etc.".
45
Quizá no se haya destacado suficientemente hasta ahora este aspecto de la piedad de nuestro Padre Fundador, es decir, su
recurso frecuente a la intercesión de los Santos. Por el contrario, el H. Federico se complace en hacerlo, con toda la
fuerza que supone el testimonio de un contemporáneo: cf. Positio, pp. LXI-LXVIII.
17
para ello, avisaba por escrito a los jóvenes que tenían sus mismas inquietudes y que sacaban provecho de
sus conversaciones con él. Muy a menudo, el lugar de la reunión resultaba pequeño, ya que eran muchas
las personas que acudían. Si, por cualquier circunstancia, alguno faltaba al silencio, Gabriel lo mandaba
fuera. Y era tal su ascendiente que nadie recuerda que fuera desobedecido en ninguna ocasión. El caserío
de Bellevoîte, a kilómetro y medio de distancia de Belleydoux, era su predilecto, ya que las gentes eran
sumamente piadosas. El padre de Gabriel tenía allí una casita y éste, una tía, llamada Ana, que, durante la
época del Terror, había evitado que una estatua de Santa Ana cayera en manos de los revolucionarios, que
habían destruido la ermita dedicada a esta Santa. Ermita que había sido construida por sus abuelos. A
ejemplo de sus padres, Gabriel tuvo, desde muy pequeño, una gran devoción a Santa Ana. Siempre que
iba a Bellevoîte, se arrodillaba ante la imagen de la santa. Pasada la revolución, su padre hizo reconstruir
la capilla en el mismo lugar de antes 46.
Gabriel había madurado; de ahí que sus charlas de Bellevoîte fueran de mucho provecho. Incluso, a
veces, había quienes lloraban abundantemente, sobre todo si hablaba del pecado y de las virtudes más
importantes de nuestra religión, ya que entonces impresionaba mucho su palabra. Su seriedad, su energía
y la profunda convicción que se le notaba, calaban hondo en los corazones. En sus catequesis enseñaba
cómo había que confesarse y daba a menudo consejos que llamaban la atención. Enseñaba igualmente a
recibir la sagrada comunión. Llevaba una caja con hostias para que los más pequeños aprendieran a
levantar la cabeza y a hacer las demás cosas de modo que facilitasen la tarea al sacerdote. Como cuando
era pastor, de vez en cuando, a estas reuniones seguía una procesión a la que asistían devotamente
personas mayores. Si había que pasar por delante de una cruz, Gabriel se arrodillaba y los demás hacían
lo mismo. En una ocasión, al volver de una de estas procesiones, cogió entre las manos la cara de un
anciano que había asistido a ella y había cantado con fervor las Letanías de la Santísima Virgen. y le dijo:
"Abuelo, estoy seguro de que los dos iremos al cielo" 47.
Naturalmente, a veces, algunos jóvenes frívolos o mal intencionados asistían a estas reuniones. Un día en
que, como de ordinario, nuestro celoso predicador pronunciaba fogosamente su sermón, se había subido,
para hacerlo, a un tonelillo, colgado de un poste. A un joven se le ocurrió la idea de soltar el tonel para
ver qué gestos haría Gabriel al caerse. Se colocó detrás y aflojó la cuerda, reteniendo, no obstante, los dos
cabos de la misma para evitar un golpe demasiado peligroso. Gabriel, al darse cuenta de que aquello se
movía, dio un salto por encima del borde del tonel y se quedó de pie delante de su auditorio, rogándoles
que cogieran el tonelillo, al tiempo que continuaba su sermón. Para entonces, el gracioso se había
escurrido, desapareciendo sigilosamente 48.
Como puede imaginarse, no le faltaron las contradicciones. Aparte las de los jóvenes que no compartían
sus ideas, sus mismos hermanos le criticaron, sobre todo, cuando llegó a la edad de ayudar en el trabajo.
Ciertamente las labores del campo no le gustaban mucho; lo cual no quiere decir que permaneciera
ocioso: la oración, el estudio, la fabricación de rosarios, el cuidado del ganado y echar una mano a su
madre en las cosas de la casa, le ocupaban todos los momentos del día 49.
46
El H. Federico había puesto aquí un párrafo de ocho líneas que fue suprimido por los correctores; es éste: "Gabriel sentía
mucho que la nueva carretera de Nantua a St.-Claude lo hubiera dejado algo aislado y deseaba mucho que fuera
rehecha en un sitio más conveniente. Desde 1835 comunicó sus proyectos a Monseñor Devie y al párroco de
Belleydoux. Pero su deseo, compartido por los habitantes de su parroquia, no se hizo realidad hasta más tarde, como
veremos a su debido tiempo". Cf. las cartas a Mons. Devie de 22-10-1835 (infra, Cap. XVI, p. 129 y a M. Mermillod,
de 25-11-1835, Cartas, I, pp. 19-20. El tema de la capilla será tratado de nuevo en 1854-55).
47
Testimonio de Jacqueline Viondury: cf. Positio, pp. 906-907; Francisco Perrin, por el contrario, nos da una versión muy
diferente de esto: cf. p. 903.
48
Testimonio de Santiago Chapelu: cf. Positio, pp. 904-905.
49
Ibid., p. 905. Este párrafo, en el Ms. B., es diferente y más extenso: "Como podemos suponer no le faltaron, ciertamente, las
críticas. Aparte las de algunos jóvenes que no compartían sus ideas, tampoco le faltaron de parte de sus hermanos,
especialmente cuando llegó a la edad de trabajar. Ciertamente, no le gustaban los trabajos del campo. La oración, el
estudio, hacer rosarios y guardar el ganado le ocupaban la mayor parte del tiempo. Pero no estaba sin hacer nada.
Además ayudaba a su madre en las tareas de la casa.
18
Para entonces, Gabriel era ya indiferente al respeto humano. No se le daba nada el qué dirán; más aún, lo
despreciaba; se diría que le encantaba desafiar lo. Estaba encargado del grupo de monaguillos y
desempeñaba esta tarea con sumo gusto. Les enseñaba a ayudar a Misa con la modestia y la actitud más
convenientes, a pronunciar bien las palabras y a comportarse durante las ceremonias del culto divino con
el respeto debido a la Majestad divina 50.
Terminemos este capítulo con dos pequeños detalles relacionados con este cometido litúrgico. Preparaba
con exquisito cuidado a los niños para la fiesta del Corpus. Como ya hemos dicho más arriba, era muy
exigente con todo lo relacionado con el culto divino. Aquellos niños tenían que tener mucho cuidado y
evitar los más pequeños errores; de lo contrario, los reprendía enérgicamente. Le afectó muchísimo el
hecho de que algunos muchachos se negasen a ponerse unas túnicas de color negro en la fiesta del
Corpus. (Quizá fuera porque las llamaban refajos). Gabriel no podía comprender que se le negase a Dios
algo. Así que aquellos muchachos fueron severamente reprendidos y amenazados por Gabriel 51.
"Esta madre bondadosa, que, interiormente, se alegraba de haber dado a luz a aquel hijo, le hablaba más de una vez en
particular y le exhortaba a cambiar de conducta. Un día le dijo: "Vamos, Gabriel, déjate de hacer sermones. ¿No ves que se ríen
de ti? Venga, deja de hacer esas cosas por el buen nombre de nuestra familia. Pero como había sido ella misma la que le había
proporcionado cuanto necesitaba para sus ceremonias, el pequeño no hacía mucho caso de estas advertencias; sólo le
preocupaba hacer el bien. Por otra parte, las personas más piadosas y mejor intencionadas alababan su proceder, le respetaban
sinceramente y le consideraban un ángel, cuya misión era instruirlos. De tal manera le estimaban que todos deseaban que fuera
padrino de sus hijos. La unanimidad de sentimientos de tantas personas respetables no dejaba indiferente a la señora Taborin.
Comprendía que su hijo era un joven según los designios de Dios y sus reprensiones no tenían otra finalidad que la de mostrar a
los otros hijos que ella no era partidaria de aquellos sermones".
"El Rvdo. Mercier creyó conveniente hacer alguna advertencia a Gabriel y moderar su celo. El niño cedió; pero lo que no podía
hacer abiertamente continuó haciéndolo más modestamente, según el parecer del sacerdote". Cf. también el testimonio de José
Poncet, Positio, p. 906.
50
Este párrafo es también un extracto de diversos testimonios: cf. Positio, pp. 905-907.
51
Testimonio de Claudio Humbert, cf. Positio, p. 905; el otro detalle que sigue a este párrafo fue eliminado por los correctores; es
el siguiente: "Un día llevaron a un niño, que estaba en peligro de muerte, para que lo bautizaran. Recibido el
Bautismo, le llevaron a la habitación de Gabriel. Instantes después, murió. Gabriel no cabía en sí de gozo, al pensar en
la felicidad de aquel angelito que había volado de su habitación al cielo". Cf. Testimonio de Rosa Chapelu, Positio,
p.908.
19
CAPITULO V
GABRIEL VA INTERNO, PRIMERO A PLAGNE
Y LUEGO A CHÂTILLON-DE-MICHAILLE.
SUS PADRES LE DESTINAN AL SACERDOCIO.
SE PERFILA SU VOCACIÓN.
A los trece años de edad 52, Gabriel sólo pensaba en amar y servir a Dios, sin que experimentase
preferencia alguna por ningún género de vida. Como ésta había sido tan limpia y su formación religiosa
tan profunda, sus padres y el párroco creyeron conveniente prepararlo para el estado clerical. Le
mandaron primero al internado de Plagnes, aldea situada cerca de Saint-Germain-de-Joux, donde había
un educador de bastante fama. Les pareció conveniente esta primera etapa para facilitar después el
aprendizaje del latín.
Para Gabriel comenzaba el camino del sacrificio. Querido por su párroco, el Rvdo. Mercier, con quien
pasaba ratos agradabilísimos; adorado por sus padres que le amaban tiernamente, le resultó penosísimo
tener que salir de su pueblo. Muchas lágrimas le costó separarse de lo que más amaba en este mundo.
Durante un año sufrió mucho, dominado, como estaba, por la nostalgia. A menudo, al ir al retrete, subía
rápidamente a un pequeño repecho, desde donde podía ver la torre del campanario de Belleydoux 53;
lloraba un poco, pensando en sus padres, y entraba de nuevo en clase. El maestro de Plagnes era de una
dureza y rigidez sin igual. Daba un modelo de caligrafía a un alumno y le recomendaba: "Hazlo como
está ahí"; después hacía que le trajera la página escrita; aunque no fuera más que un punto sobre una i lo
omitido, golpeaba con la regla de modo despiadado al culpable de tal olvido.
Un día, el maestro les dijo a los muchachos que iba a faltar del internado durante tres días. Dio los avisos
oportunos para que pudieran trabajar y les recomendó que se portasen bien durante su ausencia. Una
señora se encargaría de hacerles la comida. Apenas se hubo marchado, todos los muchachos de los
pueblos cercanos se fueron también a ver a sus familias, con la sana intención de estar de vuelta en el
internado antes que él. Su sorpresa fue tremenda, cuando, al ir llegando, ya el segundo día, encontraron al
maestro, esperándolos en su puesto y con una mirada que no dejaba lugar a dudas acerca del castigo que
les esperaba por haberse escapado. Gabriel había hecho como todos. Al día siguiente, cuando le llegó el
turno, le llamaron a una habitación contigua a la clase y de la que había oído salir los gritos de cuantos le
habían precedido. El castigo consistía en recibir unos cuantos golpes, propinados por una vara, manejada
por alguien a quien no le faltaban las fuerzas. Al darle la orden de desnudarse, bajándose los pantalones,
Gabriel, sintiéndose atacado en su pudor, dijo con decisión: "Vd. no puede mandarme eso".
Desconcertado el maestro por esta reacción, contestó: "De acuerdo; recibirás diez golpes de regla en cada
52
Los dos primeros párrafos del Cap. V eran muy diferentes en el Ms. B.: los correctores quisieron resumirlos en algunas líneas.
El texto del H. Federico es el siguiente: "Gabriel iba a cumplir catorce años, siendo ya hora de que escogiese una tarea
a la que dedicarse. Su único proyecto, por entonces, era amar y servir a Dios. Estimaba a los sacerdotes y le gustaban
las ceremonias litúrgicas; le atraía también la vida de los monjes y de los religiosos, vida que había estudiado; pero no
había sentido todavía ninguna llamada positiva hacia ninguno de esos estados.
Su vida era tan pura y su instrucción religiosa tan profunda que tanto sus padres como el párroco juzgaron que suyo era la vida
sacerdotal. Le enviaron, para empezar, al internado de Plagnes, una aldea grande de St.-Germain-de-Joux, donde había un
maestro con bastante prestigio. La estancia allí le pareció conveniente al Sr. Taborin para que, en el futuro, su hijo pudiera
aprender más fácilmente el latín.
53
Si desde Plagne (nombre que ha de escribirse sin la s final, desde hace ya algunos años, habiéndolo dispuesto así la Prefectura)
no podía distinguirse más que el tejado del campanario de la iglesita parroquial, que se encontraba en medio del
cementerio, mucho más abajo de la iglesia actual, por el contrario podía verse entonces todo el caserío de Gobet con
las casas de los Taborin: era esta panorámica la que avivaba en Gabriel la nostalgia de la familia. Tras estas
consideraciones uno se plantea la duda de si el H. Federico estuvo alguna vez en Belleydoux, en Plagne, en
Bouchoux, etc. y de si había tomado estos datos de su experiencia personal o bien se los había pedido a sus
cohermanos de Belleydoux (José Silvino, Julio Benito, Antidio, Celestino, Antelmo: cf. Positio, p. 28).
20
mano". Sin oponer resistencia alguna, Gabriel presentó las dos manos, que quedaron lastimadas 54 de tal
manera que no pudo escribir durante los tres días siguientes.
***
Más tarde fue enviado a otro centro docente de Châtillon-de-Michaille para empezar los estudios de latín.
Su piedad ejemplar y su buena conducta le merecieron bien pronto la confianza del superior de aquel
internado, que le encargaba, con sumo gusto, la vigilancia de sus condiscípulos en determinadas
circunstancias.
El ejercicio de esta responsabilidad con respecto a determinado alumno le trajo como consecuencia ser
maltratado por éste. Todos los alumnos del colegio iban juntos a la parroquia para oír Misa. Uno de ellos
55
dejó caer un papelito, al pasar cerca de una alumna interna de la misma localidad; el papelito fue
recogido por la muchacha. Gabriel lo había visto todo y se lo comunicó al Director. Al poco tiempo, el
mencionado muchacho, llamado Martinet, pidió permiso al Director para hacer un viaje. La interna,
siguiendo, sin duda alguna, las indicaciones recibidas en la esquela, solicitó el mismo permiso de parte de
su directora. El informe que el Director del internado recibió acerca del modo como los dos jóvenes se
habían comportado durante el viaje que habían hecho juntos, obligó al Director a expulsar del internado
al joven Martinet, apenas regresó al mismo. Quizá adivinó o supuso que había sido la perspicacia de
Gabriel la que le había descubierto y, al salir de la casa, habiéndosele encontrado por casualidad, le
propinó tal patada en el bajo vientre que estuvo enfermo a consecuencia de ella durante varios días 56.
***
Un día le mandó su Director a recoger algo a la iglesia parroquial. Al encontrarse solo, le entró curiosidad
y subió al coro, donde había visto más de una vez a los penitentes y también a los miembros de la
Cofradía del Santísimo Sacramento con sus hábitos blancos, hábitos que quería ver de cerca. Mientras
estaba en el coro, entró en la iglesia un hombre muy mayor a hacer una visita al Santísimo. Gabriel se
quedó quieto para observar si aquel buen hombre que creía estar solo en la iglesia daba muestras de su
piedad y religiosidad. Grande fue su admiración, cuando vio a aquel anciano, cuyos miembros carecían ya
de flexibilidad, emplear un buen rato para hacer la genuflexión delante del altar 57. A menudo, el
Hermano Gabriel contaba esta anécdota para instrucción de sus religiosos.
***
En esta misma iglesia y, quizá, por la misma época, hizo el propósito de rezar todos los días el "Veni
Sancte..." para pedir al Espíritu Santo que le iluminase y dirigiese a lo largo de la jornada; en segundo
lugar, la "Salve, Regina,...", pidiendo su ayuda a la Madre de la Misericordia; finalmente, el "Angele
Dei..." para conseguir la protección del ángel de la guarda; también algunas otras oraciones de las que no
me recuerdo ahora. Observó fielmente estas prácticas durante toda su vida hasta tal punto que le he oído
decir que creía no que haberlas omitido ni un solo día. Durante su permanencia en este internado 58, un
54
Los compañeros de infancia del H. Gabriel han afirmado que, en los comienzos de su apostolado como educador (1817-1824)
en Belleydoux, el futuro fundador de los Hermanos de la Sagrada Familia era de una extrema severidad con sus
alumnos, pero que con el tiempo se corrigió de ella (cf. Positio, pp. 903-908).
55
El H. Federico había precisado: "... llamado, según me parece, Martinet".
56
Cf. las consecuencias probables de esta patada brutal, en la Positio, pp. 494-495; 540.
57
Ms. B.: "... cuyos miembros habían perdido la flexibilidad, esforzarse para doblar la rodilla y hacer la genuflexión".
58
El H. Federico había escrito sencillamente: "En Châtillon".
21
pensamiento importante fue apoderándose de él con tanta fuerza que llegó a obsesionarlo. Sin cesar, le
asaltaba la mente durante los estudios y clases, en el bullicio de los recreos; no le abandonaba ni de día ni
de noche. Empleamos sus propias palabras: "Era la idea de adoptar un género de vida que uniera a los
ejercicios propios de la vida religiosa la educación de los jóvenes, el cuidado y adorno de los altares y las
demás funciones secundarias del culto" 59. Como se ve, no se trataba de abrazar el estado de vida
sacerdotal como era deseo de sus padres. Quizá le apartase de ese género de vida una conversación que
oyó por entonces a dos sacerdotes que acaban de dar una misión. Hablaban de la responsabilidad de los
confesores y de los pastores de almas; uno de ellos estaba asustado y se expresaba de una manera que
impresionó mucho a Gabriel. Sin embargo, como experimentaba un profundo deseo de dedicarse al culto
divino y a la salvación de las almas, buscaba una situación que le permitiera entregarse a sus deseos sin
tener que asumir las responsabilidades anejas al sacerdocio. De esta manera la Providencia divina le iba
llevando a la fundación de un Instituto destinado a proporcionar sacristanes y educadores cristianos a las
parroquias.
Después de haberse tomado un tiempo prudente para examinar su vocación, abandonó el colegio y se
volvió a casa de sus padres para conseguir de ellos el consentimiento, al mismo tiempo que preparaba las
cosas para poder seguir su proyecto. Sus padres, que ya gozaban de antemano con la idea de tener un hijo
sacerdote, sufrieron una gran decepción. En modo alguno le dieron su permiso, máxime, pensando, como
pensaban, que el sacerdocio estaba muy por encima del estado de vida que él quería abrazar; aparte que
abrigaban la secreta esperanza de que Gabriel diera marcha atrás en su propósito. "Pero 60 Dios tenía sus
designios y Gabriel sus deseos al respecto. Cuando Dios habla a un alma y ésta le escucha, los planes
humanos no son sino vanas ilusiones. Dios manifestaba al joven Gabriel que consagrarse a la educación
cristiana de los niños era una vocación querida por El; que servir a los altares sería para él algo hermoso y
un buen ministerio. Y Gabriel decidió obedecer a esta llamada de lo alto, que, por otra parte, coincidía
con sus más íntimas aspiraciones".
***
Hoy que vemos la educación religiosa extendida por todas partes, apenas podemos hacemos una idea del
abandono en que se encontraban entonces muchas parroquias en el aspecto de la instrucción. Esta
antorcha, tan útil y luminosa, cuando la enarbola la religión, brillaba apenas nada en las zonas rurales
donde reinaban las tinieblas de la ignorancia. En casa, los niños no podían que, bajo el techo de paja de la
casa paterna, lo único que había era una gran pobreza y la más completa ignorancia. Para la Primera
Comunión acudían al sacerdote, pero antes de este acto solemne no recibían la necesaria preparación
remota de la escuela católica, de modo que, faltándoles esta ayuda después, la perseverancia en el bien no
era muy segura. Los niños se encontraban metidos de lleno en la vida, expuestos al peligro, sin una
instrucción que les aclarase las ideas, sin una educación que les confirmase en el buen camino. Estas
miserias morales afectaban mucho a Gabriel, que soñaba a menudo con remediarlas.
***
Otro fallo impresionaba a su fogoso temperamento. Sufría mucho al ver la pobreza de los altares de las
parroquias rurales, él, que había deseado siempre y en todo la mayor gloria de Dios. Cuántas veces, al ver
59
El H. Federico había añadido aquí una idea importante que los correctores creyeron interesante ampliar: éstas son las palabras
del Ms. :( B.: "Se sentía atraído hacia esta vocación con una fuerza irresistible. Lleno de gran confianza en la divina
ProvidencIa, daba señales ya entonces de una firmeza de carácter, sin la cual nada serio y duradero puede llegar a
hacerse". (Cf. al respecto las reflexiones sobre la personalidad del H. Gabriel en la Informatio de la Positio, pp. IX-X).
El H. Amadeo decidió añadir lo que sigue, oído, probablemente, al Fundador mismo. Cf. también Relatio et Vota, pp.
28-29.
60
Los correctores añadieron aquí esta Nota: "La cita siguiente ha sido tomada de la Vida del Hermano Jerónimo, escrita por la
Srta. Marta de Garets de Ars, a quien la había informado el H. Atanasio".
22
que la casa de Dios parecía más una choza que un palacio, se le oprimía el corazón. y sentía un irresistible
deseo de dedicarse al cuidado de los santuarios y formar a personas que quisieran cumplir junto con él
este ministerio. La llamada divina fue bien recibida por Gabriel y fue cambiando sus ardientes pero
imprecisos deseos; sus planes, que le exigían grandes sacrificios pero que no eran muy claros todavía, en
una vocación positiva e irrevocable. A partir de entonces, ya sólo existió una decisión: obedecer; y una
sola meta: realizar aquellos piadosos proyectos 61.
***
Lo más probable es que haya que colocar hacia esa época una enfermedad grave que sufrió Gabriel. Se
temió lo peor. Hasta él mismo creyó que su muerte estaba cerca, de lo cual se alegraba mucho,
preparándose a ella con la recepción de los sacramentos. Dios que le quería para ayudar a la salvación de
muchas almas, era de otro parecer y recuperó la salud. Sufrió tal desconsuelo, al verse fuera de peligro y,
con ello, lejos del momento de ir al cielo, que lloró amargamente. Habiendo visto a la muerte de cerca,
comprendió la inanidad de las cosas de este mundo. Hasta aquel momento había sido algo vanidoso.
Tenía muchos trajes, chalecos, etc., prendas todas en muy buen estado, experimentando dificultades para
elegir lo que tenía que ponerse en los días de fiesta. Había sentido cierta vanidad, al ponerse sus camisas,
llenas de adornos. Al recuperar la salud no quiso tener más vestidos que los indispensables. Un día de
colada, en que toda la ropa estaba tendida al sol, cogió un cuchillo y arrancó a las camisas todos sus
adornos. La criada, al presenciar lo que pasaba, corrió a avisar a la señora Taborin, diciéndole a voces:
"Venga pronto, señora. Gabriel se ha vuelto loco y está destrozando todas las camisas". Al acercársele, les
dio una explicación, que sólo sirvió para darse cuenta de que, efectivamente, empezaba a experimentar la
locura de la cruz 62.
61
Cf. Marta de Garets, Vida del Hermano Jerónimo, Bourg 1879, pp. 18.19. Positio, p. 1175.
62
La fuente que ha proporcionado los detalles de este episodio tan interesante de la juventud del Fundador no puede ser otra que
el H. Gabriel mismo o su madre, que pudo habérselos contado a los primeros postulantes de Belmont (1834), incluso
podía haber sido la criada Juana Vuillermoz en Belmont (1829-40) o en Belley (1840-46). Quizá pudieran ser la
fuente de información otros miembros de la familia (sus hermanos, alguna vez que lo visitaran en Belley). De pasada,
señalemos que éste es el método de Dios (Deut. 13,4), que pone frente a la eternidad a sus amigos, los santos, para
comprometerlos seriamente en su santificación: ¡cuántos santos han debido a una enfermedad el comienzo de una vida
santa!
23
CAPITULO VI
GABRIEL EJERCE DE MAESTRO, LITURGISTA Y SACRISTÁN;
SU CELO EN ESTAS FUNCIONES.
A la espera de que Dios quisiera ablandar e iluminar el corazón de sus padres, el piadoso joven se dedicó
en su parroquia a hacer de maestro, de cantor y de sacristán. Dio muestras de una aptitud no corriente
para la enseñanza y para ganarse a los alumnos. Sin embargo, más tarde contaba que, al empezar, en
Belleydoux, era demasiado severo con los alumnos. El ejemplo del maestro de Plagnes, cuya rigidez era
excesiva, con mucho, podía no ser del todo extraño a aquel modo suyo de comportarse. El alcalde, Sr.
Mermet y el párroco, el Rvdo. Charvet, que siempre le apreció bastante, creyeron conveniente hacerle
alguna observación al respecto. Observaciones que fueron recibidas por él con agradecimiento y
sencillez. A partir de entonces, supo conjugar profesionalmente una gran bondad con una gran firmeza 63.
A ejemplo del Divino Maestro, apreciaba sinceramente a los jóvenes y los llevaba a Dios con todo el
entusiasmo de que era capaz. El secreto de su éxito se basó en aquella actitud, y en su recurso a la
oración. Conocía perfectamente la frase de San Agustín: "Ama y haz lo que quieras". Los niños acudían a
la escuela contentos y manifestaban un gran aprecio a su maestro. Por la tarde, antes de salir de la escuela,
les daba una breve exhortación. Yo mismo he asistido a algunas de ellas 64: todos los alumnos coinciden
en afirmar que el Hermano Gabriel era un maestro muy capaz y estimado, del que guardan los mejores
recuerdos. Las cartas recibidas de algunos de sus alumnos ponen de manifiesto los buenos sentimientos
que les había inculcado y el amor y agradecimiento que le profesaban 65. Veamos dos ejemplos de esas
cartas, escritas ambas por el Hermano Bernardo, de apellido Alombert, que murió siendo superior de los
Hermanos de la Cruz.
"Bourg, 18 de Agosto de 1829
Querido y apreciado Hermano:
Aprovecho con toda rapidez la ocasión que se me presenta para ofrecerle mis respetos, cosa que Vd. tiene
bien merecida. Tras haberle visto la última vez, no sé dónde se encuentra Vd. Pero, ¿quién puede separar
dos corazones que se aman? Esto es lo que me pasa a mí con Vd., querido Hermano, si me permite que le
llame así. Mi afecto atravesará llanuras y montañas en pos de Vd. La Providencia nos unió (Deo gratias) y
en sus inescrutables designios nos ha separado; que se cumpla su santa voluntad. Jamás olvidaré que fue
Vd. quien guió mis primeros pasos por el camino de la virtud. La explicación de los mandamientos hecha
por Vd.; los sabios consejos con los que alimentaba mi espíritu, demasiado oscuro, y los conocimientos
con los que Vd. enriqueció mi alma, quedarán para siempre en mi memoria. Le pido que rece por mí. Ya
llevo dos años en Bourg-en-Bresse. Somos tres Hermanos en esta casa. Estoy muy contento aquí. Quedo
de Vd.,...
Firmado: Hermano Bernardo" 66.
63
Cf. nota 54.
64
Esta afirmación del H. Federico quiere decir que había tenido ocasión de hablar con antiguos alumnos del Fundador en Belley
o en Belmont (adonde podía haber ido el maestro de novicios más de una vez, antes de que enfermase de la pierna
derecha) o en Hauteville o, incluso, quizá en Belleydoux (? ),...
65
Ms. B.: "He aquí extractos de dos de ellas": Bourg, 18, etc.
66
El Ms. B. continuaba de la siguiente manera: "St. Omer, 8 de Septiembre de 1836. Queridísimo hermano, ... Quede bien claro,
querido hermano, que, a pesar de mi prolongado silencio, no le he olvidado, ni mucho menos; todos los días he tenido
presente su grato recuerdo y he pedido al cielo que le conserve la vida y le dé éxito en todos sus asuntos. Vivo siempre
con la esperanza de que vuelva a ser Vd. un segundo padre para mí; eso será cuando, habiéndome retirado del mundo,
después de pasadas tantas fatigas, es decir, superados los peligros de la vida militar, pueda encontrar una vida que me
24
Más tarde, el Hermano Amadeo, se dirigió a este mismo Hermano Bernardo, para pedirle algunos
informes; el Hermano respondió lo siguiente:
"... Vi al Hermano Gabriel (así le llamábamos ya entonces) en Poisat, yendo de Belleydoux a Belmont (no
es Belmont sino Brénod). No sé lo que le había llevado a esta localidad, donde el Rvdo. Charvet era
párroco. Este sacerdote había salido de Belleydoux en 1818. Estas dos almas estaban hechas la una para
la otra. Al Hermano Gabriel le gustaba consultar al sacerdote y aprovechaba las vacaciones para hacerlo.
Estas correrías las hacía siempre a pie y, de ordinario, al terminar el verano. Entre nuestros campesinos se
le estimaba tanto como al párroco. Algunas familias, a las que visitaba de paso, le ponían por las nubes, le
consultaban sus asuntos y le confiaban la educación de sus hijos.. Yo mismo fui a Belleydoux, donde
estuve interno los años 1821, 1822 Y 1823. El número era muy variable, ya que algunos sólo se quedaban
unos meses. No creo. que fuéramos más de doce a la vez. Todavía vivían los padres del Hermano Gabriel
y todos éramos como una familia. El Hermano Gabriel dirigía la escuela a la que asistían niños y niñas,
hacía de sacristán y tenía en la casa de sus padres un pequeño comercio de cerámica. Una criada, la
célebre Juana, era la que más cuidaba de este negocio. Pero Gabriel, que había sugerido muchas veces a
sus padres que abandonasen la profesión de posaderos, no mantuvo este negocio durante mucho tiempo.
Al ver que sólo se vendía los domingos, tuvo problemas de conciencia y lo dejó muy pronto 67.
El Hermano Gabriel rezaba todos los días el Oficio de la Santísima Virgen. En Cuaresma apenas comía
otra cosa que dos o tres patatas asadas. Se ocupaba personalmente de todos los detalles referentes al culto
sagrado. Siempre había en la Iglesia algún detalle nuevo y original. Un ejemplo: en una ocasión y para
adornar el monumento el día de Jueves Santo, nos envió a recoger cuantos pañuelos de color pudiéramos
hallar en el pueblo. Estos pañuelos, distribuidos por colores y sujetos con alfileres en forma de alas,
cubrían las paredes de la iglesia y representaban los nueve coros de los ángeles.
El párroco se prestaba a todas sus iniciativas y dejaba que el Hermano Gabriel decidiera, hasta tal punto
que la hora de celebración de los cultos la fijaba él. El Hermano Gabriel tenía a su disposición un cáliz,
un copón y todo lo necesario para celebrar Misa. Creo que estos vasos eran de estaño o de cobre
recubierto de estaño. No le vi nunca servirse de ellos, pero sí que me los enseñó varias veces. También
me enseñó los lugares en los que reunía, antes de su primera comunión, a los pastores y a cuantos querían
acudir. A cierta distancia de la casa de sus padres había un oratorio pequeño, levantado en terrenos de la
familia Taborin y a sus expensas. A menudo íbamos a pasear allí. Bien a la ida, bien a la vuelta
rezábamos el rosario. Camino de la capilla, incluso sin entrar en ella, cantábamos algunas canciones. La
puerta tenía una mirilla por la que se veían el altarcito y una estatua de la Virgen 68. Por esta mirilla
podían echarse las limosnas.
proporcione días hermosos y llenos de felicidad, en la que me sea posible ofrecerle, al mismo tiempo, mis pobres
posibilidades de ayuda... Querido hermano, le aseguro que he abandonado la capital con mucha pena, pues he tenido
que dejar el trato con un estupendo sacerdote que apreciaba mucho a los soldados y al que acudían para consultarle
oficiales e incluso generales. A muchos de ellos les ha convertido. Por las tardes hacía la meditación, a continuación la
oración; cuantos han asistido a estos actos están muy contentos de su conducta".
" . .. Sobre esta parte de la vida del Hermano Gabriel vamos a ceder la palabra al Sr. Alombert, que fue más tarde el R. P.
Bernardo, director del Internado de los Hermanos de la Cruz en Bourg. "Desde 1818 a 1823, nos dice, he visto pasar al H.
Gabriel por Pizat, etc.". En el margen: No valía la pena conservarlo.
Los correctores resumieron todo ello en las dos líneas siguientes".
67
El Ms. B. continuaba: "Junto a este almacén estaba la habitación del H. Gabriel y encima de ella, la clase. La casa había sido
edificada sobre el terreno en pendiente, de modo que se entraba directamente en el almacén; la línea de la casa
continuaba por una pendiente pequeña pero muy pronunciada. La clase tenía forma rectangular, con luz al este, el
suelo de madera y el techo de cielo raso. Era tan baja que el querido Hermano Gabriel, con una larga vara en la mano,
sacada de los hacecillos que se apoyaban fuera de la clase, daba unos terribles golpes con ella, ya en el suelo, ya en el
techo. Los castigos eran tan variados e imprevistos que todo el mundo temblaba". Cf. la continuación de la carta,
omitida por el Hermano Federico, en la Positio, p.900.
68
Los correctores habían puesto la nota: "Parece tratarse aquí más bien de la capilla y de la estatua de Santa Ana". En la Positio,
pp. 90. 901, pueden leerse los restantes párrafos de esta interesante carta, omitidos por el H. Federico.
25
Cuando el Hermano Gabriel tenía que hacer algún recado, le acompañábamos siempre alguno de
nosotros. Yo lo hacía con cierta frecuencia. Lo corriente era que, mientras caminábamos, hablásemos
sobre los religiosos y los monjes 69.
Ver al Hermano Gabriel inspiraba siempre un sentimiento de veneración. Y, sin embargo, a lo largo de la
conversación, cambiaba de tono, pasando de lo más serio a lo más excéntrico. Pero no por esto disminuía
la estima que nos inspiraba, ya que siempre era dueño de la situación y se veía que estas excentricidades
eran calculadas" 70.
***
El día en que sorteaban a Gabriel para el servicio militar (era el año 1820), no tomó parte en las
diversiones de los jóvenes de su quinta. Se juntó con dos reclutas piadosos y los tres se fueron desde
Belleydoux hasta Oyonnax, rezando y pidiendo la protección de María, mediante el rezo del Santo
Rosario. Los tres sacaron un buen número en el sorteo.
Aunque hacía ya de maestro, no había conseguido todavía el título. Más tarde consiguió el de segundo
grado, que le permitía no sólo dirigir legalmente una escuela, sino también abrir un internado. Hasta aquel
momento, las autoridades académicas le habían autorizado provisionalmente a ejercer, gracias a los
excelentes informes recibidos sobre él.
Aunque estuviera muy ocupado con sus tareas de maestro y de sacristán, Gabriel no descuidaba aquellas
reuniones a las que se había acostumbrado antes de ir al internado de Plagnes, ya que nada le resultaba
penoso, si se trataba de hacer el bien. Las reuniones tenían lugar en la escuela o en la casa rectoral,
cuando el párroco estaba ausente. Además de los jóvenes asistían también personas mayores. Se decía de
él que era un verdadero misionero. Por aquella época hizo mucho bien. El Rvdo. Montet, párroco de
Belleydoux desde 1818 a 1822, al marcharse, le extendió un certificado sumamente elogioso 71.
Damos mucha importancia al testimonio del sucesor del párroco Montet, el reverendo Humbert, que
murió hace poco siendo religioso marista. Hemos charlado mucho con este digno sacerdote, quien,
además de las notas que transcribimos a continuación, nos proporcionó diversas explicaciones y
aclaraciones sobre puntos que eran más o menos oscuros para nosotros. Veamos sus notas textuales.
"Gabriel estaba considerado como un joven totalmente entregado a la práctica del bien. Daba la clase con
una gran profesionalidad y se preocupaba mucho de los niños. Cuidaba con detalle el adorno de la iglesia
y el culto. Respetaba profundamente al párroco y procuraba que los fieles de la parroquia cumplieran con
sus deberes. Puede atribuirse a su celo, a sus palabras y ejemplos el hecho de que determinado número de
jóvenes llevasen una vida profundamente ejemplar en aquella parroquia. Su buena fama se extendía
también por las parroquias más próximas".
Como puede verse, Gabriel se dedicaba con generosidad a la instrucción y a la educación cristiana de los
niños que le eran encomendados; pero también se preocupaba de las personas mayores. Sin embargo, de
nada le habría servido todo eso, si se hubiera despreocupado de sí mismo, cosa que no ocurría, como
acabamos de ver, según el informe de su párroco. Daba de lo que le sobraba. La oración, la frecuencia de
sacramentos, el cuidado que tenía de sacar provecho de las misiones a las que le era posible asistir le
conseguían abundantes gracias del cielo. Así vemos cómo el 25 de Marzo de 1816 se inscribe en la
Cofradía de Nuestra Señora Auxiliadora. En su hoja de admisión se encuentra la breve oración que
estableció como obligatoria en la Casa Madre para rezarla todos los días, después de la Misa de
comunidad: "Santa María, Madre de mi Dios y Salvador Jesucristo,...", así como una breve jaculatoria,
que le era muy familiar: "Que mi corazón y mi alma estén unidos a Jesús y a María". En el mes de
69
Otra omisión, bien sea del H. Federico o bien de los correctores: ver Positio, p. 901.
70
Cf. la Positio para ver el texto íntegro de esta larga e interesante carta del 13 de Enero de 1869, pp. 901-902.
71
El Ms. B. dice el más "elogioso", y continúa sencillamente: "... y el Rvdo. Humbert, su sucesor, declaró que Gabriel era
considerado, etc. ...". Las líneas que siguen fueron añadidas por los correctores.
26
Octubre de 1820, asistió puntualmente a los ejercicios de una Misión, que o tenía lugar en Saint-Claude, y
en Mayo de 1823 asistió a otra Misión en Choux, haciendo ese mismo año la renovación, después de la
cual escribió estas palabras: "Recordaré igualmente los buenos y nuevos propósitos que he hecho al
finalizar la revisión que hemos tenido en Choux, el 13 de Julio de 1823".
De esta manera este joven piadoso se fortalecía en el bien y preparaba su alma para soportar las
dificultades que iban a sobrevenirle 72.
72
Ms. B.: "Así este joven piadoso se fortalecía en la práctica del bien y conseguía el valor que le iba a ser necesario para
sobreponerse a los ataques que tendría que sufrir".
27
CAPITULO VII
LA VOCACIÓN RELIGIOSA DEL HERMANO GABRIEL.
VIAJE A LYON. MONS. DE CHAMON.
En medio de la estima general y de los éxitos que conseguía, Gabriel no era feliz. ¿Estaba donde Dios
quería? Creía que no. El pensamiento de llegar a ser religioso no le abandonaba; incluso se había
convertido en una idea fija, en una convicción sólida. Se lo comunicó a sus padres, que, de nuevo, se
opusieron. También se lo comunicó al párroco, el Rvdo. Humbert, que deseaba grandemente que
continuara dedicándose a educar a los niños y a dar buen ejemplo a los habitantes de su parroquia. Sin
embargo, sus padres, viéndole irreductible en su decisión, temiendo oponerse a la voluntad de Dios,
decidieron darle, finalmente, su consentimiento, facilitándole, incluso, medios para seguir su vocación.
Sin ningún género de duda, Gabriel, a sus veinticinco años, podía haber prescindido legalmente de este
permiso paterno, pero el respeto y deferencia que profesaba a sus padres le movieron a hacer cuanto
estaba a su alcance para conseguir su aquiescencia 73.
***
Estamos en el mes de Junio de 1824. Las Congregaciones religiosas no eran muchas y el piadoso
aspirante no sabía a dónde dirigirse, máxime para encontrar una dedicada al ejercicio de las funciones que
tanto le atraían. En la situación de perplejidad en que le colocaba aquella dificultad acudió a la oración
con mucho fervor y con una constancia inaccesible al desaliento.
Por esta época hizo un viaje a Lyon; se puso en contacto con los Hermanos de San Juan de Dios y con los
Hermanos de las Escuelas Cristianas, decidiéndose por estos últimos. A la vuelta, dedicó algunos días a
poner en orden sus asuntos y preparar lo necesario para su ingreso. Habiendo comunicado sus proyectos a
su primo 74 y amigo Francisco Poncet, que compartía sus puntos de vista, decidieron ambos dirigirse a
Lyon. Se acercaba el día de la partida y Gabriel iba despidiéndose de sus conocidos y bienhechores. Fue a
Saint-Claude para saludar al Rvdo. Girod, secretario del Obispado, con el que mantenía muy buenas
relaciones, y a la Hermana Désirée, Superiora del Hospital de esta ciudad. Esta religiosa sugirió al Rvdo.
Girod que tomase a Gabriel como ayuda de cámara de Monseñor Chamon 75. Por aquel entonces, el
Obispo no tenía, y el Rvdo. Girod andaba buscando uno. Cuando Gabriel fue a despedirse de él, éste tenía
ya su plan. Sin proponerle directamente que abandonase la idea de hacerse religioso, le dijo que podía
esperar un poco; durante este tiempo podría madurar su proyecto con mayor amplitud; finalmente, entrar
al servicio de Monseñor era como haberse retirado ya del mundo. Estos argumentos y presiones y el
temor de disgustar aquel sacerdote, hicieron mella en su determinación: acabó aceptando la propuesta que
se le había hecho. A finales de Junio de 1824, se dirigió al Obispado de Saint-Claude 76.
73
Estas últimas líneas del Ms. B. decían lo siguiente: "... pero respetaba tanto a sus padres, les profesaba tanta deferencia y
sumisión que no quería aumentar su pena".
74
El H. Federico nombra a Francisco Poncet como "primo", mientras que el H. Gabriel le llama siempre "amigo y compatriota".
75
El texto primitivo de estas líneas era diferente Y más largo. Es como sigue: "Comunicó su proyecto a su primo y amigo
Francisco Poncet, que compartía sus puntos de vista; ambos debían marchar a Lyon. Faltaba poco para la partida y
Gabriel iba despidiéndose de sus conocidos y bienhechores. Se trasladó a St.-Claude para ver a la Hermana Désirée,
superiora del Hospital de esta ciudad, y al sacerdote Rvdo. Girod, secretario del Obispado, con el que mantenía muy
buenas relaciones. Creemos que iba a pedir a la Hermana que le alojase, cuando fuera a St.-Claude, que distaba
solamente 22 kilómetros de Belleydoux. Casi con toda seguridad, la religiosa le había alojado ya en 1820, cuando
había asistido en aquella ciudad a la misión allí celebrada. Sea de esto ,lo que fuere, la Hermana Désirée recomendó
mucho al Rvdo. Girod que no dejase marchar a Gabriel, etc. ...".
76
Estas últimas líneas están muy retocadas. El texto que sigue es el del H. Federico: "... que, durante este tiempo, podría madurar
28
Probablemente durante las gestiones previas entre Gabriel y el sacerdote Girad, el señor Obispo debió
invitar a su mesa a su futuro ayuda de cámara. Era viernes y habían servido una hermosa ración de atún
77
. Gabriel, pensando que se trataba de un trozo de carne, miraba con extrañeza, decidido a no probarla.
Al pasárselo, dio las gracias, pero no se sirvió. Volvieron a insistirle, pero tampoco aceptó esta vez.
Monseñor le dijo: "¿Por qué no come Vd. de lo que come su Obispo?". Gabriel contestó sencillamente:
"Monseñor, Su Excelencia puede tener razones que yo no tengo para comer ese manjar". Hubo risas,
explicándole a Gabriel (que jamás había visto atún) que aquel pescado estaba tan prohibido como
cualquier otro. Recibida la explicación, Gabriel se sirvió y, al contar l la anécdota más tarde, decía que,
realmente, aquel pescado estaba muy bueno.
Simón Poncet, uno de sus primeros Hermanos dice:
"Es cierto que las ocupaciones de ayuda de cámara no eran muy de su agrado, acostumbrado, como estaba
en casa de sus padres, a que le sirvieran a él 78. Sin embargo, hizo lo mejor que pudo durante el tiempo
que estuvo al servicio del Obispo, A pesar de todo, su primera vocación no le abandonaba en momento
alguno. Se decidió en su interior a fundar en Saint-Claude una congregación religiosa".
De vez en cuando, Monseñor le decía:
"¿Qué tal, Gabriel? ¿Está Vd. contento aquí? Gabriel respondía con sencillez: Claro, señor Obispo. Pero
me gustaría más ser religioso".
Simón Poncet continúa:
"Comunicar otra vez sus intenciones al Rvdo. Girad resultaba fácil, pero hacerlo al Obispo no era lo
mismo. No se atrevía y le daba miedo ser rechazado, así como causar pena a aquellas dos personas que le
habían recibido con tanta bondad. Gabriel había pedido al sacerdote Girod que comunicase al señor
Obispo cuáles eran sus deseos; pero, como era precisamente él quien se lo había proporcionado, no quiso
aceptar un encargo que terminaría, finalmente, con su marcha. Así que, un día, Gabriel se decidió a
hacerlo él mismo y, poniéndose de rodillas delante del obispo, le dijo: 'Monseñor, me siento honradísimo
por el hecho de estar al servicio de Vuestra Excelencia y me agradaría muchísimo continuar aquí; pero la
verdad es que continuamente me viene el pensamiento de ser religioso. Desde hace mucho tiempo deseo
consagrarme enteramente al Señor en un convento o, quizá, fundar yo mismo un Instituto religioso' 79.
Monseñor Chamon, que tenía un genio vivo y que no se esperaba, ni mucho menos, aquella actitud, no le
dejó continuar la explicación. 'Pero, hombre de Dios, ¿apenas lleva Vd. tres meses conmigo y ya quiere
dejarme? No es muy correcto su comportamiento. Me parece bien que Vd. quiera hacerse religioso,
faltaba más; pero comprenda que me resulte penoso tener que andar cambiando de criado con tanta
frecuencia. De todos modos, si el hecho de seguir Vd. su vocación no se compagina con su permanencia
en mi casa, búsqueme un sustituto y siempre encontrará Vd. en mi persona a un protector, que estará
dispuesto a ayudarle cuanto pueda'".
De inmediato, el Hermano Gabriel comenzó a buscar a un joven para que le sustituyera en su trabajo. y
resultó ser su primo, Francisco Poncet, el mismo que iba a acompañarle para hacerse Hermano de las
su vocación, y que, por añadidura, entrar al servicio de Monseñor era ya como estar retirado del mundo. Estos
razonamientos y las peticiones .. insistentes que le hizo, junto al hecho de no querer disgustar a este a sacerdote, con
quien, posiblemente, iba a vivir, echaron por tierra sus propósitos: acabó aceptando, aunque no con mucho
entusiasmo, la pro)posición del Rvdo. Girod. Se trasladó de Belleydoux a St.-Claude a finales de junio de 1824".
77
Ms. B.: "Gabriel, extrañado, observaba todo con atención, haciendo interiormente un firme propósito de no aceptado, pues
estaba le convencido de que se trataba de un trozo de carne. Cuando se lo pasaron, no se sirvió. Se dieron cuenta de su
rechazo e insistieron, pero lo rechazó nuevamente".
78
Aquí, tanto el H. Federico como los correctores posteriores a él, atribuyeron al Sr. Simón Poncet, uno de los primeros
Hermanos de Bouchoux, esta frase, que se debe, por el contrario, al amigo y compatriota Francisco Poncet: cf. Positio,
p. 911.
79
Ms. B.: "Monseñor Chamon, que era muy vivo de carácter, no le dio ocasión para que se explicase con mayor amplitud, ya que
no se esperaba esta decisión de parte de su ayuda de cámara, Gabriel. Amigo mío, -le dijo-, apenas hace tres meses
...".
29
Escuelas Cristianas. El joven Poncet, viendo que su primo había abandonado su idea, se fue a Lyon,
donde encontró un buen trabajo. Gabriel le escribió para que ocupara su puesto al lado de Monseñor.
Poncet le contestó, planteándole algunas dificultades, pero afirmándole que aceptaría aquella ocupación si
Gabriel le aseguraba que sería capaz de desempeñarla. (Por otra parte, en esta carta puede apreciarse
cómo se querían y comprendían aquellos dos corazones. ¡Cuántas y qué hermosas páginas se escribieron
uno a otro a lo largo de su vida!).
***
Se acercaba el momento en que Gabriel iba a ver cumplido su deseo más querido. Fue a comunicárselo a
su familia, que le planteó nuevas dificultades intentándolo todo para evitarlo. Sin embargo, ni los
consejos de los amigos ni las lágrimas de sus padres sirvieron de nada. Había llegado el momento 80 de
consagrarse a Dios en la vida religiosa y nada le hizo cambiar. Recibida la bendición paterna, se fue ante
el altar para pedirle al Señor la suya. Allí permaneció largo rato, llorando tiernamente, al recordar las
gracias recibidas en aquel sagrado lugar y las tareas desempeñadas con tanta satisfacción. Inmediatamente
se convenció de que debía ir adonde Dios le llamaba.
80
Ms. B.: "... tomada con decisión, se mantuvo inflexible".
30
CAPITULO VIII
TOMA EL HÁBITO RELIGIOSO EN BOUCHOUX.
SUS CINCO PRIMEROS DISCÍPULOS.
APERTURA DE UNA ESCUELA PRIMARIA EN SAINT-CLAUDE.
LE ABANDONAN SUS PRIMEROS HERMANOS.
Gabriel se entregó por completo a dar comienzo a su obra, apenas recuperada su libertad. Alquiló una
casa amueblada en La Poyat, Saint-Claude, por 300 francos y, ayudado por el. Rvdo. Desrumeaux,
canónigo de la Catedral, compuso los Estatutos y determinó el tipo de hábito que habrían de llevar los
miembros del Instituto, al que colocó bajo la advocación de San José. A continuación se dedicó a buscar
vocaciones. Se dirigió preferentemente a algunos jóvenes conocidos suyos, cuya inmejorable conducta le
parecía buena señal. Pronto reunió a cinco de ellos. Eran Simón Poncet de Belleydoux, Francisco
Guichon y Federico Perrin de Haute-Molune; Claudio Grand-Clément de Bouchoux y un joven de la
Bresse, llamado José, pariente de la Hermana Désirée. Todos ellos conservaron sus nombres de pila como
nombre de religión.
Gabriel comunicó su proyecto al Rvdo. Chavin, antiguo misionero y en aquel entonces, párroco de
Bouchoux. Este santo sacerdote, cuyo celo no conocía límites y cuyo maravilloso recuerdo se conserva
aún en estas montañas, se entusiasmó con el proyecto. Dio ánimos a Gabriel y se le ofreció para predicar
un retiro a estos jóvenes como preparación a la toma de hábito. El retiro se tuvo a finales de Octubre de
1824 y lo predicó el mencionado sacerdote. El Obispo de Saint-Claude nombró director del retiro al
Rvdo. Desrumeaux, que, en los momentos en que no había charlas, daba conferencias a los nuevos
Hermanos y avisos apropiados para aquellas circunstancias. Todo el tiempo que vivió en Saint-Claude,
este digno canónigo hizo de capellán.
La clausura del retiro y la toma del hábito, aprobado por el Obispo de la diócesis, tuvieron lugar en
domingo. El hábito era una sotana, un sombrero tricornio, un alzacuello blanco, un crucifijo y un cordón
negro de lana, del que colgaba un rosario de gruesas cuentas.
El número de asistentes a la ceremonia, venidos de Belleydoux, de Haute-Molune, etc., fue tan grande
que tuvieron que levantar una plataforma delante de la Iglesia para poder oír el sermón, que predicó el
Reverendo Chavin 81.
No existen palabras para expresar la dicha, el gozo interior que experimentó el Hermano Gabriel este día
en que se ofreció por completo en sacrificio al Señor. Le gustaba mucho recordarlo y siempre lo hacía
con emoción. Dios, que se comunica a las almas escogidas y que no se deja vencer en generosidad, le
llenó de consuelo aquel día y le infundió la fortaleza de alma que tanto iba a necesitar bien pronto.
Al día siguiente de la toma de hábito, Gabriel y sus compañeros se dirigieron a Saint-Claude. Este
puñadito de obreros de la causa de Dios comenzó en seguida a llevar adelante en las escuelas de la ciudad
y en la sacristía de la catedral los planes de su fundador. Los comienzos fueron felices y todo empezó a
marchar con gran satisfacción del Obispo, del clero y de la población. Con qué gusto se veía nacer en la
ciudad una institución cuya utilidad para la religión y la educación de la infancia del pueblo era notoria.
Más de ochenta alumnos se habían marchado de la escuela mutua o de monitores para pedir al Hermano
Gabriel que les impartiera cultura y educación cristiana.
El Rvdo. Girod, cuando se lo permitían sus ocupaciones, venía a dar algunas lecciones a los nuevos
Hermanos, ya que le era imposible al Hermano Gabriel, pues tenía que ocuparse de la dirección de las
clases, de la administración, de la formación para la vida religiosa de los Hermanos y de dos o tres
Postulantes, que habían venido de la Bresse y de Foncine-le-Haut 82.
81
"Esforzado confesor de la fe", había añadido aquí el H. Federico.
82
El H. Federico había puesto aquí un dato que luego suprimió. Es el siguiente: "Un poco más tarde, Monseñor encargó al
diácono Gaillard, que había estado quince años con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que ayudase al H.
Gabriel. Gaillard, cuya visión de la enseñanza y de la dirección de la comunidad no parece que coincidieran con la del
31
Lleno de bondad y simpatía para con el Hermano Gabriel, cuya pureza de intenciones y celo para obrar el
bien conocía perfectamente, Monseñor nombró al Vicario General, Rvdo. Darbon, Director espiritual de
la naciente congregación. Desgraciadamente, este venerable sacerdote, cuyas numerosas ocupaciones
absorbían casi todo su tiempo, no pudo dedicarse lo suficiente a la tarea que Monseñor le había confiado.
Los recursos económicos de la Comunidad eran insuficientes, ya que provenían tan sólo de la escuela y
de la sacristía, además del poco dinero que habían aportado los Postulantes y que se agotaba por
momentos. La penuria comenzó a hacerse sentir. Los canónigos deseaban confiar también a los
Hermanos el canto en la ceremonias litúrgicas y en los entierros; pero esto sólo podía hacerlo
adecuadamente el Hermano Gabriel.
Las lecciones de canto y de otros conocimientos, dadas a estos jóvenes no produjeron de inmediato,
según su propia opinión, los resultados que esperaban, ya que apenas si tenían una instrucción primaria
no demasiado cuidada. El trabajo incesante, la vida sedentaria, el abandono por parte del Rvdo. Darbon,
las presiones de los padres de algunos de ellos, debilitaron la firmeza de varios Hermanos. Hay que
añadir, como han hecho notar, tanto el Reverendo Humbert como el Hermano Claudio Grand-Clément
que el excesivo número de Superiores que tenían contribuyó también no poco a desanimarlos. Pues,
además del Fundador, había nada menos que otros cuatro: el Obispo y los Rvdo. Girod, Darbon y
Desrumeaux;
El Hermano Gabriel se daba cuenta del desánimo de sus Hermanos e hizo cuanto pudo para animarlos y
levantarles la moral. Le resultaba tan doloroso ver que su obra se le deshacía entre las manos que hizo
todo cuanto le sugerían la razón y la fe. Sin embargo, no pudo llegar a convencerlos. Aquellos Hermanos,
bisoños todavía en las virtudes religiosas, no supieron apreciar suficientemente la llamada que Dios les
hacía ni valorar las consecuencias que podía tener el abandono de su vocación. La salida de algunos
arrastró la de los demás y, a finales de Marzo de 1825, el Hermano Gabriel se quedó solo.
Este abandono le impidió continuar su obra. ¡Qué gran decepción para él! ¡Cuánto tuvo que sufrir! Pocos
meses antes, en Bouchoux, había experimentado algo semejante a la alegría del Tabor; ahora, como a los
discípulos que habían presenciado la transfiguración, el Señor le habla de la cruz y le hace participar un
poco de su cáliz. En Bouchoux tenía discípulos que parecían animosos, pero, como el divino Maestro en
el huerto de los olivos, él también se quedó solo. Esta obra tenía que pasar por el crisol del sacrificio y
comenzaba a experimentarlo 83.
En esta tremenda prueba no le faltaron ni la resignación ni el valor. Se sintió triste y humillado, pero no
abatido. Conservó la misma fortaleza de alma, el mismo valor indomable de que había dado prueba poco
antes. Analizó sus intenciones, al tiempo que examinaba su conciencia; oyó de nuevo la llamada de Dios
y, después de reconocerse ante El indigno de fundar una Congregación religiosa, a causa de sus escasos
talentos y virtudes, se dijo a sí mismo estas sencillas palabras: "Si esta obra es sólo mía, nacerá muerta;
pero si es obra de Dios, El sabrá sostenerla y hacerla prosperar".
Hermano Gabriel, permaneció poco tiempo".
83
De vez en cuando, se fueron haciendo algunos pequeños retoques de estilo. Estas últimas líneas sí que han experimentado
auténticos cambios. Ahí van: "Esta obra, como todas las obras de Dios, debía pasar por el crisol de las pruebas. Y
comenzaba a experimentarlas. Pero el Señor, que tenía entre sus manos a la Congregación, que estaba en los
comienzos, hizo que no le faltasen al Hermano Gabriel ni la fuerza ni la resignación necesarias".
32
CAPITULO IX
IDA A JEURRE. EXITO DE SU MISIÓN.
DEMOLICIÓN DE UNA CASA.
Monseñor de Chamon siguió estimando sinceramente al H. Gabriel, a pesar de su fracaso. Su Excelencia
conocía muy bien el celo que había desarrollado en sus tareas y el bien que había hecho a los alumnos
mediante sus conmovedoras exhortaciones. Por eso le manifestó que confiaba en él encargándole una
misión muy delicada.
El párroco de Jeurre, una pequeña parroquia a unos diecisiete kilómetros de Saint-Claude 84, acababa de
comunicar a su Obispo el escaso fruto de su tarea ministerial y su falta de ilusión de cara a un futuro que
no se presentaba prometedor. La causa de este fracaso era la presencia en la parroquia de un sacerdote que
había jurado la Constitución; anteriormente había sido párroco allí mismo y había fijado su residencia en
aquel lugar. Como gozaba de la confianza de la gente, había logrado convencer a los fieles de que su
legítimo pastor les enseñaba doctrinas erróneas 85. La gente asistía a los Oficios litúrgicos, pero, en cuanto
el párroco intentaba darles una instrucción religiosa, todo el mundo abandonaba la iglesia. De este modo,
la parroquia había caído en la más profunda ignorancia doctrinal. El H. Gabriel fue enviado por el Señor
Obispo a aquel lugar como maestro y catequista; su nombramiento lleva fecha de 4 de Abril de 1825.
El domingo siguiente a la llegada del H. Gabriel, el párroco quiso decir a sus fieles, después del
Evangelio, que aquella persona a la que, no conocían había venido a la parroquia para dar clase; quería
invitarles también a que le enviasen a sus hijos. Pero apenas se había dado la vuelta para dirigirles la
palabra, se levantaron para salir de la iglesia. El sacerdote les gritó diciendo: "Pero, hermanos, hermanos,
que no voy a predicar; solamente quiero deciros quién es la persona que está aquí entre nosotros". Cosa
que hizo en breves palabras.
Al día siguiente, algunos alumnos asistieron a clase. Antes de mandarles a casa por la tarde, les dijo el H.
Gabriel: "Tenemos que hacer siempre la oración de la tarde. Si queréis, hijos míos, podemos hacerla
juntos en la iglesia". Los alumnos acogieron gustosamente la propuesta de su maestro, cuya bondad les
había conquistado ya los corazones. Al entrar en la iglesia, dieron unas campanadas, según había decidido
previamente con el párroco. Algunas personas se dirigieron a la iglesia para ver qué pasaba.
Al terminar la oración, el Hermano Gabriel con la fluidez de palabra que le era natural, contó una
parábola del Padre Buenaventura, explicándola a continuación con un estilo que llegaba a los corazones.
De vuelta a sus casas, los niños contaron ilusionadamente todo lo que había sucedido durante aquel día.
Por su parte, aquellas personas que habían asistido a la oración de la tarde fueron por el pueblo diciendo:
"No nos han mandado a un maestro sino a un misionero; ¡si le oyerais hablar!, etc., etc.".
Al día siguiente, aumentó el número de niños, asistiendo muchísima más gente a la oración de la tarde. El
Hermano Gabriel volvió a explicar otra parábola. A partir de aquel día, toda la gente del pueblo acudió a
la iglesia diariamente, encantada, como estaba, de las pláticas de aquel maestro. Se lo contaban todo al
sacerdote constitucional, que no solamente lo aprobaba sino que, incluso les animaba a que asistieran. El
Hermano Gabriel se sirvió, a continuación, del ascendiente adquirido por él, para hacer volver las ovejas
a su legítimo pastor, empeño en el que tuvo un éxito completo 86.
***
84
Ms. B.: "... acababa de comunicar al Obispo su disgusto, el escaso fruto de su ministerio y lo poco que confiaba en el porvenir.
Había que convertir a la parroquia en su totalidad. El Hermano Gabriel tenía que dar clase en ella y también dar
catequesis. El nombramiento de parte de Monseñor lleva fecha de 4 de Abril de 1825". El Hermano Federico, ms. B.
y C., escribe Jeure con una solar; hoy se escribe con dos r: Jeurre: cf. Positio, p. 66, n. 30.
85
Ms. B.: "Todos los esfuerzos hechos para reconciliados con su pastor habían sido inútiles".
86
Ayudado en esto por la intervención del Señor, que el mismo año 1825 llamó a su Casa a este sacerdote constitucional
Francisco José Martine (cf. Archivos del Obispado de Saint-Claude, en Lons-le-Saunier).
33
Yo le he oído contar la siguiente anécdota un tanto graciosa. La tarde de un día de ayuno, pasaba por el
pueblo, justo en el momento en que la mayor parte de los vecinos tomaban la colación a la puerta de sus
casas. Uno de aquellos hombres que estaba comiendo una sopa de harina de maíz, al ver de lejos que se
acercaba el Hermano, recordando las explicaciones que les había dado en la catequesis acerca de la
obligación de ayunar, quiso, a toda costa, no ser cogido en falta. Así que se puso de pie cortésmente y
escondió el plato a la espalda para que no pudiera verlo el Hermano, a quien saludó, al pasar por delante
de él. Sin embargo, no contaba con que el plato no estaba en posición correctamente horizontal, por lo
que la sopa comenzó a caer cuerpo abajo, haciendo gritar a un convecino: "¿Pero, qué haces?", quedando
el asunto al descubierto 87.
***
Al Hermano Gabriel se le volvió a juntar el Hermano Francisco (Guichon), que podía ayudarle mucho a
intentar de nuevo fundar una comunidad. Se lo propuso otra vez y se lo comunicó a un tal Francisco
Grillet, cuyo padre era ya muy anciano. A Francisco Grillet le pareció bien el proyecto y ofreció a Gabriel
una casa que tenía en Jeurre, con un corral g espacioso, con la condición expresa de que él tendría que ser
admitido en la comunidad como Hermano lego.
El 25 de Marzo de 1826, el Hermano Gabriel empezó a hacer las reparaciones necesarias para poder vivir
en la casa regalada por Francisco Grillet; pero como aquello más que una casa era un cuchitril ruinoso, no
pudo aguantar las reparaciones 88, sobrevino un hundimiento y hubo que echarla abajo.
Se decidió a construir una nueva en un terreno contiguo. Le dieron algunas ayudas para ello, incluso él
mismo fue a Lyon a pedir limosna; sin embargo, las cantidades recogidas con este fin eran insuficientes y
tuvo que abandonar la empresa. Todos los trabajos que habían sido encargados fueron pagados
puntualmente, como acreditan los recibos correspondientes. Monseñor no pudo ayudarle en esta ocasión
más que a indemnizar a Francisco Grillet.
Hasta mediado el invierno de 1826, se había hospedado gratuitamente en casa del párroco. A partir de
entonces se hospedó en casa de la señora Bessonnat, donde vivió en comunidad con el Hermano
Francisco.
87
Al llegar a esta parte del manuscrito del Hermano Federico se encuentran seis líneas cubiertas por un trozo de papel bien
pegado encima del texto, lo cual hace que no pueda leerse. No sabemos si las líneas siguientes son un resumen del
escrito del Hermano Federico.
88
Las dos últimas páginas del ms. del Capítulo IX han sufrido la numerosas enmiendas; ¿será necesario que presentemos el texto
original? Nos parece útil, incluso a sabiendas de que las informaciones del H.Federico contienen inexactitudes
históricas que los correctores pretenden eliminar. Una comparación entre los dos textos resultaría sumamente
enriquecedora. He aquí las páginas aludidas: Ms. B.: "Hubo que echar(la) abajo. Como la casa estaba entre otras dos y
no respondía al destino que quería darle, decidió construir una nueva en el terreno que quedaba al lado mismo. La
señora Bessonnat, cristiana piadosa, le había dado mil francos para ayudarle a preparar la casa. Pronto desaparecieron
al igual que las limosnas que recogió en Lyon por esta misma época. No parece que fueran muy cuantiosas, ya que se
agotaron apenas empezó a construir la casa".
"Hubo, pues, que abandonar la empresa. El Hermano Gabriel pagó todos los trabajos que había encargado, de los cuales se
conservan recibos entre sus papeles. Monseñor no pudo echarle una mano en esta circunstancia. Los recursos de la diócesis
tenían que dedicarse a necesidades más urgentes. Por otra parte, quizá Su Excelencia tuviera otros proyectos en perspectiva. Sin
embargo, Monseñor indemnizó a Francisco y Grillet".
"Hemos visto el bien que el Hermano Gabriel hizo en Jeure, como en cualquier otra parte, ya que ponía toda su alma en la tarea
encomendada. El poco tiempo libre que le dejaban sus ocupaciones lo dedicaba a la oración, a la lectura y a mejorar a su
Congregación (...) con el Hermano Francisco, cuatro novicios que tomaron el hábito religioso en la iglesia de Jeure y dos
postulantes. El hundimiento de la casa y la falta de recursos para levantar otra le pusieron en una situación embarazosa. Fue a
comunicárselo a Monseñor de Chamon. Su Excelencia, etc. (...) Pero, cuando la desgracia aprieta y se teme molestar a las
personas que nos han acogido, los días se hacen muy largos. Por otra parte, consideraba que su misión en aquella parroquia
había terminado. Por eso, fue a expansionarse.. .etc.".
34
Además del Hermano Francisco se le unieron algunos Postulantes de los cuales cuatro tomaron el hábito
religioso en la iglesia de Jeurre. El hundimiento de la casa y la falta de recursos para completar las obras
comenzadas le pusieron en un grave aprieto. Fue a comunicárselo al Obispo Mons. de Chamon que le
recibió cariñosamente, prometiéndole algún lugar donde cobijarse con los suyos.
Volvió Gabriel a Jeurre lleno de alegría. Pero, cuando la desgracia aprieta, los días se hacen largos. Por
este motivo expuso sus problemas por carta al Rvdo. Girod, que respondió lo siguiente:
Saint-Claude, 6 de Junio de 1826
Querido Hermano Gabriel,
"Es mediodía y acabo de recibir su carta. Se la he enseñado inmediatamente a Monseñor, que le aconseja
que, aprovechando el buen tiempo actual, vaya Vd. a ver Courtefontaine y haga reparar lo que sea
necesario para acomodar allí a los Hermanos. Visite detenidamente toda la casa antes de trasladar allí
nada. A la vuelta, puede Vd. visitar a Su Excelencia. Saludos a los Hermanos".
El Hermano Gabriel no perdió el tiempo y, habiendo visitado la casa, la encontró bastante aceptable.
Inmediatamente después, tras recibir los consejos e instrucciones de su Obispo 89, se trasladó a ella con su
pequeña comunidad. Pero nunca olvidó Jeurre. Lo bien que le habían recibido allí, el éxito de la tarea que
se le había encargado, el afecto que le tenían los habitantes de la parroquia y el pesar que sintieron, al
marcharse él, contribuyeron a que recordase aquella parroquia, donde, incluso, había podido poner de
nuevo en marcha su pequeña comunidad.
89
Ms. B.: "... abandonó Jeure el 15 de Junio y se dirigió a Courtefontaine, adonde llegó el 19. Allí fue recibido con todo cariño
por el párroco y los feligreses. Al Hermano Gabriel le agradaba hablar sobre Jeure. La buena acogida que le habían
dispensado allí .. .etc.".
35
CAPITULO X
COURTEFONTAINE. SALIDA, EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 1826.
El 15 de Junio 90 los Hermanos de San José salieron de Jeurre; eran seis y les acompañaban dos
postulantes. Courtefontaine es una parroquia pequeña, que dista de Dôle veintisiete kilómetros. La casa
en la que iban a vivir allí había sido anteriormente un monasterio. Una señorita piadosa se la había cedido
al señor Obispo, con la condición de que el prelado estableciera en ella a una congregación masculina o
femenina, dedicada a la educación de la juventud. Las construcciones estaban bastante bien y una de ellas
era una bonita capilla. Desgraciadamente, Courtefontaine se encuentra muy aislado, lo que hacía muy
difícil adquirir provisiones, grave inconveniente para la institución.
Apenas instalados, abrieron una escuela; pero habida cuenta de la escasa población de aquel municipio,
los alumnos no eran muy numerosos y las contribuciones escolares, mínimas.
El párroco de Courtefontaine, Rvdo. Roland, su capellán y, en cierto sentido, su Superior, era un hombre
sumamente entregado a ellos, y hacía cuanto estaba en su mano para ayudar al Fundador. Incluso venía a
dar algunas clases a los Hermanos, cuando el Hermano Gabriel no podía hacerlo por sí mismo. Sólo una
cosa faltaba: los recursos económicos. Había que alimentar y sustentar a ocho personas y el Fundador
había salido de Jeurre sin blanca. Monseñor de Chamon había prometido ayudar, pero no llegaba nada, a
pesar de los ruegos del Rvdo. Roland al Obispado. Este no podía llegar a todo. En aquellos momentos
había otras necesidades urgentes en la Diócesis y era necesario hacerles frente. El Fundador no tenía más
que lo que conseguía en sus salidas para pedir limosna y lo poco con que le ayudaba el párroco.
Otra dificultad más vino a añadirse a las ya mencionadas. Monseñor necesitaba un Administrador para su
Seminario mayor. Convenía para ese puesto un sacerdote enérgico y, al mismo tiempo, bueno y de
espíritu conciliador. Lo encontró en la persona del Rvdo. Roland, que se ocupaba en algo que no estaba a
la altura de sus méritos. Privarle al H. Gabriel del Rvdo. Roland era como cortarle el brazo derecho; lo
sintió muchísimo y la herida que le causó esta pérdida no cicatrizó nunca más. Se convenció de que Dios
tenía sobre él otros proyectos, de que no podía mantener por más tiempo su situación en Courtefontaine y
de que era necesario levantar la tienda para llevarla a otra parte. Habló sobre este asunto con el Rvdo.
Roland y con el señor Obispo 91 y decidió regresar a su diócesis de origen. Pero, ¿dónde encontrar sitio
para él y los suyos en la diócesis de Belley? El obispo escribió al Rvdo. Bochard, superior y fundador de
los Hermanos de la Cruz de Jesús, en Poncin, para pedirle que tuviera la bondad de admitir en su
Congregación a los Hermanos que quisieran unirse a él. Este aceptó de buen grado la petición del Obispo,
contento de recibir a unos jóvenes que habían adquirido ya alguna instrucción y las nociones más
elementales de la vida religiosa 92.
90
El Capítulo X comenzaba de la siguiente manera en el Ms. B.: "Courtefontaine es una pequeña parroquia a 27 kilómetros de
Dôle. Los Hermanos eran nueve a su llegada, contando dos postulantes. La casa en la que iban a vivir.. .etc.".
91
Ms. B.: "Pero, habiendo escogido la diócesis de Belley, ¿dónde encontrar un lugar para él y los suyos? El prelado escribió al
Rvdo. Bochard ...etc.".
92
Al llegar aquí, los correctores han tachado un párrafo bastante largo del Ms. B. que dice lo siguiente: "El Hermano Gabriel no
se desanimó ni dejó de lado el proyecto de fundar una congregación religiosa para cumplir lo que se había propuesto;
tampoco había perdido su energía. Tema el presentimiento de que en su diócesis de origen el Señor habría de bendecir
sus esfuerzos y él llevaría a cabo la obra emprendida. Sin embargo, acompañó a sus Hermanos a Ménestruel. El
Hermano Francisco Guichon le abandonó, una vez más, en aquel momento tan delicado. Este Hermano se parecía a
San Pedro, durante la Pasión de su Maestro. Lleno de entusiasmo y fuego, cuando las cosas iban bien, pero cobarde,
cuando se acercaba la adversidad. Sin embargo, daba la impresión de que era llamado a la vocación, ya que nos lo
encontramos de nuevo en Belmont, cuando nuestro buen Fundador vivió allí; pero poco tiempo después, volvió a
fallar".
36
El Hermano Gabriel hizo los preparativos para la marcha; tanto les quería la gente en Courtefontaine que
hubo que tomar medidas para que el pueblo no se diera cuenta de que se iban. Salieron antes de hacerse
de día y para que los carros que transportaban los equipajes no hicieran ruido se recubrieron las ruedas
con trapos. Era el 15 de Octubre de 1826 93.
Aunque el Hermano Gabriel siguiera con la idea de fundar una congregación religiosa para cumplir lo
que se había propuesto, se dirigió a Ménestruel con sus Hermanos.
Le costó mucho dejar una diócesis donde había sido tratado con simpatía y amabilidad por el clero y el
obispo; éste mandó al Rvdo. Roland que le acompañase a ver al Rvdo. Bochard.
Al despedirse, el Rvdo. Roland le entregó un certificado, que decía lo siguiente: "El abajo firmante,
párroco de Courtefontaine y Superior de los Hermanos de San José, establecidos en esta parroquia, da fe
de que Gabriel Taborin, conocido como Hermano Gabriel, de Belleydoux, ha sido continuamente en mi
parroquia ejemplo de piedad, de regularidad y dedicación y que la razón de marcharse de aquí ha sido
solamente la carencia de recursos materiales.
Courtefontaine, 16 de Octubre de 1826".
Este respetable clérigo fue siempre amigo íntimo del Hermano Gabriel y de su Congregación, a la cual
predicó los ejercicios espirituales en el retiro del año 1844.
93
Aquí termina el primer cuaderno del ms. B. del Hermano Federico y el Capítulo X. las líneas que siguen fueron añadidas, pues,
por los correctores.
37
CAPITULO XI
LLEGADA A MÉNESTRUEL. CHÂTILLON-LES-DOMBES.
VIAJE A LYON 94.
94
A este Capítulo XI le faltan cinco páginas y media al comienzo: después de una página de consideraciones generales, vienen
dos cartas del Rvdo. sacerdote Juan Francisco Roland, a quien cita el Hermano Federico para que el lector pueda
captar la importancia que el conocimiento y amistad de este santo sacerdote tuvieron en la vida del H. Gabriel. Los
motivos que pudieron aconsejar la eliminación de estas páginas no parece que existan hoy, por lo que hemos creído
conveniente citarlas en su integridad. Señalemos que el H. Federico conoció y pudo apreciar personalmente al Rvdo.
Roland, en 1844, con motivo del retiro que éste predicó en Belley a los Hermanos.
Capítulo XI. Poncin. Salida de St.-Claude. Viaje a Bourg. "Para Gabriel había llegado el momento de abandonar la diócesis de
St.-Claude, testigo de sus primeros intentos. Salió de ella sintiéndolo mucho. La bondad y simpatía constantes del clero para
con él y el alejamiento de aquel venerable obispo que le estimaba sinceramente, la entrega sin límites que le había testimoniado
el Rvdo. Roland, todo se juntó para. hacer que la marcha fuera triste y llena de dolor. El sacerdote Roland le acompañó hasta
Ménestruel, por encargo del señor Obispo. Este digno sacerdote siempre fue amigo íntimo del Hermano Gabriel y de la.
Congregación. Su correspondencia muestra, por una parte, un afecto entrañable, un enorme interés y consejos muy prudentes;
por otra, un respeto profundo, una gran confianza y una total docilidad. Más tarde, el Rvdo. Roland pudo ser testigo por sí
mismo de la prosperidad de la Congregación que había fundado aquel a quien le gustaba llamar su hijo; tuvo la delicadeza de
predicamos el retiro del año 1844 en Belley". "A continuación van extractos de las dos cartas que le dirigió.
Lons-le-Saunier, 18 de Noviembre de 1835
"... Querido Hermano, siempre será Vd. para mí una persona sumamente apreciada y todas sus obras me interesarán, dado el
excelente fin que las anima, como medios aptos para acrecentar la gloria de Dios. No cuenta nuestra diócesis con tantos
sacerdotes como para permitirse el lujo de que se vayan a otras. Ciertamente que, de vez en cuando, hay seminaristas que dejan
el seminario para volver al mundo o para presentarse en otras diócesis, rechazando a ésta; pero, sinceramente, no son la clase de
personas que le convienen a Vd. Escoja bien a sus religiosos. Tenga por norma: Pocos y buenos. No se precipite. Si su proyecto
es obra de Dios, El se encargará de atraer al mismo a los obreros necesarios, los cuales, si son llamados por El, tendrán las
cualidades apropiadas. Es bien triste para las instituciones religiosas tener entre sus miembros a personas que no tienen ni
vocación ni el espíritu del Instituto; tales personas son como palos metidos entre las ruedas, que no hacen otra cosa que estorbar
y que, incluso, a veces, son la ruina para los demás. Pruebe Vd. bien a sus aspirantes y asegúrese de que tienen vocación,
virtudes y cualidades, antes de admitirlos a contraer obligaciones que le comprometan con ellos".
Lons-le-Saunier, 10 de Enero de 1843
"... Necesito expresarle, querido hijo, mis mejores deseos para Vd. en este año que comienza. El Señor le ha destinado a
realizar una obra muy conveniente para su gloria y para salvar a las almas; quiera bendecir este Dios bondadoso, tanto sus
esfuerzos como la preocupación constante de su celo; que el Señor le colme de su espíritu de sabiduría, de interés, de entrega y
sacrificio. Que le conceda una voluntad fuerte y generosa, una pureza de intención que sólo busque a Dios, que no se preocupe
sino de cumplir su voluntad y agrado, que sólo esté preocupado por el sentido sobrenatural y el fin espiritual de las cosas; que
le otorgue la prudencia en cuantos proyectos emprenda; diría más, en el discernimiento y ejecución de sus designios, dentro de
los términos de la misión que El le ha confiado".
"Tanto por lo que interesa a su salvación como al mantenimiento y prosperidad de sus obras, deseo que el Señor le haga sentir
en su corazón y le grabe profundamente en su inteligencia la importancia de la siguiente verdad: que para quien está colocado
al frente de una institución no hay cosa más importante que la de ser jefe de todo y en todo; para él la voz más elocuente,
insinuante e imperiosa que existe no es tanto la de las palabras como la del ejemplo; sus órdenes, y decisiones no serán bien
comprendidas si sus ejemplos, su conducta, sus virtudes, su espíritu religioso no se las hacen comprender adecuadamente. Para
no ser víctima de las ilusiones propias del orgullo conviene que, mientras está situado por encima de todos, en virtud de su
autoridad, se encuentre por debajo de todos, gracias a su humildad de espíritu y de corazón; si él es el motor principal de la
comunidad debe ser también el primer moderador en virtud de su amor al espíritu de la regla y su preocupación por observarla;
si debe ser el canal por el que lleguen las bendiciones del cielo a todo aquello que le ha sido confiado, su alma debe estar
siempre fija en el cielo, no sólo por la gracia santificante y la amistad con Dios, sino también por su espíritu de oración y el
ejercicio de la presencia de Dios. Que el Señor le conceda todo esto para su mayor gloria y el bien de su Congregación".
"Voy a hablarle de una cosa, con la intención de serIe útil a Vd. y ofrecerle un conocimiento más profundo de sus deberes".
"Para un superior, hay dos cosas difíciles de armonizar; por una parte ha de procurar que la Regla sea observada en su
integridad y, por otra, ha de aparecer bueno, compasivo e indulgente, a veces. ¿Cómo evitar en una ocasión un exceso de rigor
y en otra, ser causa de relajación? En esto muestra el jefe su capacidad; en esa ocasión se aplica en toda su amplitud el
ascendiente que procura el buen ejemplo. La exactitud, la severidad de la regla deben darse en la comunidad; la indulgencia y
la compasión han de aplicarse al caso particular; mantener la regla a la altura que la dureza de la letra exige; mantener el
espíritu de la regla, gracias al aprecio y consideración que se le profese y del que se rodean todas las observancias; éste es el
38
Los Hermanos de San José pasaron por Bourg en el mes de Octubre de 1826, camino de Ménestruel,
donde les ofrecían su hospitalidad los Hermanos de la Cruz de Jesús. Las buenas gentes de Bourg no
habían visto nunca a religiosos con aquel hábito ni a jesuitas, por lo que parece, ya que les confundieron
con los fervorosos seguidores de San Ignacio. No se cansaban de contemplarlos, sintiéndose felices de
poder charlar con el Hermano Gabriel, que les hablaba, con toda la fuerza que le inspiraba su fe, sobre su
obra, sus esperanzas truncadas y su confianza en la divina Providencia. Sus compañeros de viaje sentían
la tentación de creer que el Hermano Gabriel había olvidado sus fracasos y alimentaba la esperanza de
éxitos venideros de su fundación, siendo así que cuantos la contemplaban la daban por muerta al nacer.
Según ellos, el Hermano Gabriel y sus compañeros no eran más que unos novicios de los Hermanos de la
Cruz. Los ociosos que estaban en las tabernas fumaban nerviosos, murmurando en voz baja que Francia
estaba perdida por la invasión de jesuitas. Sin embargo, el aspecto de aquellos pobres religiosos no podía
justificar en modo alguno los temores de aquellos caballeros. (Este párrafo es el resumen de una nota de
nuestro Hermano Hipólito 95, apellidado Favry, que era, por aquella época, novicio en Ménestruel, antes
de cumplir el servicio militar y de ingresar en la Congregación de la Sagrada Familia).
El Hermano Gabriel llegó a Ménestruel el 18 de Octubre de 1826. Le acompañaban cinco Hermanos: el
Hermano Benedicto, que llegó a ser sacerdote; el Hermano Juan; el Hermano Próspero, sencillo, pero
buen religioso; el Hermano Augusto, buen hortelano; desconocemos el nombre del quinto acompañante.
El Rvdo. Bochard les recibió con amabilidad y les admitió como novicios. Sin embargo, al Hermano
Gabriel le hizo la distinción de ponerle a la altura de los Hermanos de más dignidad y le sentó a su mesa
96
.
Ya al día siguiente, le explicó al Rvdo. Bochard que la Congregación de la Cruz no respondía a sus
proyectos, ya que no se dedicaba al cuidado de las iglesias; que él seguía manteniendo la idea de fundar
una, cuyos miembros se ocupasen de estas tareas, y que creía en su misión y en el éxito de su obra. Los
Rvdos. Bochard y Corsain no lograron convencerle. No creían que Dios le llamase a realizar aquella obra,
sobre todo, teniendo en cuenta los fracasos sufridos últimamente 97; no veían en él capacidad para
semejante empresa. Sin embargo, como necesitaban a un Hermano que ayudase al Director de su casa de
Châtillon-les-Dombes 98, le pidieron que aceptase aquel puesto. El Hermano Gabriel accedió a ir a ayudar
en aquel sitio, declarando previamente que no pensaba permanecer en la Congregación.
Apenas llevaba unos meses en Châtillon, cuando recibió la visita del Rvdo. Corsain, asistente del Rvdo.
Bochard, superior del Instituto. Venía a proponerle que ingresase en la Congregación. (Al parecer, en
secreto y el oficio del superior: severo para consigo mismo e indulgente para con sus subordinados; echando sobre sí mismo el
peso de la observancia de la letra, peso del que sabe descargar a los demás; manifestando en obras y palabras el respeto que
profesa a cuanto constituye ola expresión de la voluntad divina en los estatutos y usos que son ley en la Congregación".
"Así entiendo yo estas cosas, pidiéndole al Señor que, si es para mayor gloria suya, le haga comprender perfectamente lo que he
querido expresarle".
Al final del Capítulo anterior, el ms. C. transcribía el texto del certificado de buena conducta que el Rvdo. Roland entregó al H.
Gabriel, al despedirse de él.
95
El H. Federico había escrito solamente "Hipólito", convencido, como estaba, de que los Hermanos conocían su vida y su
carácter, inclinado a la broma.
96
Ms. B.: "... con sus parientes, todos ellos sacerdotes en aquella casa. Al venir a Ménestruel, la pequeña comunidad tenía la
intención de permanecer allí. Pero, ya al día siguiente de su llegada, el Hermano Gabriel se dio cuenta de que aquél no
era su sitio, ya que los Hermanos de la Cruz no cuidaban de las iglesias. Tuvo un intercambio, al respecto, con el
Superior de la casa. Los Hermanos de San José han dejado de existir como tales, pero el Hermano Gabriel conserva la
idea de su misión, etc.".
97
Ms. B.: "Estas personas no acertaron a ver en él ni la capacidad necesaria para semejante empresa ni la mano de Dios que le
guiaba".
98
Ms. B.: "... se presionó al Hermano Gabriel para que aceptase aquel puesto y él consintió en ir allá para hacer un favor, etc.".
39
aquella época, una permanencia de cierta duración en el Instituto creaba unos determinados vínculos
espirituales con el mismo 99. Esta proposición y los ruegos que le hicieron, precipitaron su salida. Le dijo
al Rvdo. Corsain que se marchaba. Todas las consideraciones que se le hicieron para que cambiara de
opinión fueron inútiles.
Marchó de Châtillon hacia mediados de Febrero, sin dinero para el viaje, pero con plena confianza en
Dios, dirigiéndose hacia Lyon. Un Hermano de la casa quiso seguirle y compartir su suerte. Caminaron
juntos desde primeras horas de la mañana y a una hora avanzada del día, el hambre y, por su causa, el
desaliento, se hicieron sentir. El compañero del Hermano Gabriel empezaba a desanimarse. Entonces le
habló en estos o parecidos términos: "¡Pero, hombre, con lo valiente que era Vd., a pesar de que le había
advertido que yo no tenía nada y ahora empieza a desanirmarse! Venga, Hermano, confiemos en el Señor
y no volvamos la vista atrás. ¡Adelante! La Providencia nos echará una mano".
Sin embargo, el hambre iba en aumento. Al pasar por una casa parroquial, se dirigieron a ella para pedir
limosna. Pero el párroco estaba ausente y la criada no sólo les negó un trozo de pan sino que, incluso, les
habló ásperamente. Con resignación, reemprendieron su camino, marchando con extrema fatiga; al poco
rato, un labrador que se los encontró, al verlos tan fatigados, les preguntó qué les pasaba. El Hermano
Gabriel se lo contó con toda sencillez y aquel hombre caritativo les llevó a su casa y les dio de comer.
Tras haber remediado su necesidad y haber agradecido a su bienhechor, se pusieron de nuevo en marcha.
El Hermano Gabriel quiso subrayar lo buena que era la divina Providencia con ellos y, hablando de cosas
espirituales, llegaron a Lyon.
No conocían a nadie en esta ciudad y tampoco podían alojarse en ningún hotel, ya que carecían de dinero
para pagar la pensión. Se fueron, pues, directamente a Fourvière, para ponerse bajo la protección de
María, a quien la Iglesia invoca con razón como Auxilio de los cristianos. Tras haber orado largamente,
salieron del templo, sin saber a quién pedir cobijo para pasar la noche. Un señor que se dio cuenta de que
algo les pasaba y de lo indeciso de sus pasos, se les acercó amablemente y les preguntó el motivo de la
penosa situación en que le parecía que se encontraban. El Hermano Gabriel se ni la explicó con tanta
sencillez que le ganó el corazón. Se trataba de una persona que vivía de sus rentas y que tenía su
domicilio en aquel barrio de Fourvière. Los llevó a su casa, donde los acogió caritativamente los tres o
cuatro días que permanecieron en Lyon. Durante la última comida, justo antes de marcharse, la criada de
la casa les regaló una cartera para guardar dinero. Al ver esto el dueño de la casa, le dijo: "Me parece que
te estás burlando de estos señores, querida; sabes muy bien que no tienen dinero, ¿para qué quieren una
cartera?". Ella respondió: "Señor, yo les regalo la cartera y Vd. pone el dinero". Nunca llegó a saberse si
los dos estaban de acuerdo; lo que sí fue cierto es que aquel caballero llenó la cartera de manera que no
volvieran a verse obligados a pedir limosna 100. Tras haber satisfecho su devoción en Fourvière y en otros
santuarios de la ciudad, ambos se separaron. El Hermano Gabriel, preocupado únicamente por su obra,
volvió de nuevo a su diócesis de Belley; su compañero tomó otro rumbo, desconocido para nosotros.
***
La salida del Hermano Gabriel no modificó la opinión que de él tenían los Rvdos. Bochard y Corsain.
Sólo veían a una persona testaruda, a un aventurero cuya voluntad no podía acomodarse a las exigencias
de la obediencia. Se comprende que la marcha del H. Gabriel sentase mal al Rvdo. Bochard, temiendo
que su ejemplo trajera como consecuencia la salida de algunos de los llegados de Courtefontaine. Esta
puede ser, sin duda, la razón de que, pasado algún tiempo, el Rvdo. Bochard hablase sobre el Hermano
Gabriel con expresiones muy poco apropiadas. "Este pobre Hermano", -decía a sus Hermanos-, "se ha
perdido por orgullo. No ha hecho caso de lo que le hemos dicho y, ahí lo tienen Vds., entregado a sí
mismo, sirviendo de burla al clero de nuestras montañas. Celebra jubileos en diversas parroquias, en las
que hace soberanamente el ridículo a causa de su pedantería, marchando de extravagancia en
99
Estas líneas que van entre paréntesis fueron añadidas por los correctores al ms. B.
100
Las pocas líneas que siguen, hasta la palabra "desconocida", no figuran en el ms. B.
40
extravagancia. Estén seguros que irá de fracaso en fracaso, sin que jamás llegue a poner los cimientos de
su Congregación".
Estas personas eran excesivamente severas con el Hermano Gabriel. No habían sido de la misma opinión
ni Mons. de Chamon ni su clero, como tampoco Mons. Devie ni los sacerdotes de las parroquias a las que
éste le había enviado 101. La ciencia y la virtud del Rvdo. Bochard no le hacían infalible en sus juicios. El
fundador de los Hermanos de la Cruz y especialmente el Rvdo. Corsain habrán tenido que reconocer más
tarde que estaban equivocados. Si hubieran prestado más atención a los diversos caminos que sigue la
Providencia divina para el cumplimiento de sus designios, habrían sido un poco más prudentes en sus
juicios. ¿Quiénes fundaron la obra de la Propagación de la Fe y la Congregación de las Hermanitas de los
Pobres? Débiles personas y de escaso prestigio en el mundo. Nosotros mismos podemos dar testimonio
de que en una diócesis de Francia hay una congregación de hombres y otra de mujeres (la fundadora de
ésta última no sabía leer), cuyos fundadores no tenían más instrucción que el Fundador de los Hermanos
de la Sagrada Familia; sin embargo, estas congregaciones han progresado y continúan haciendo el bien;
conforme a sus Constituciones. ¿Qué tenían estos fundadores? Sencillamente virtud y una íntima
convicción de que Dios les destinaba a iniciar las obras que han fundado. ¿Quién se atrevería a afirmar
que al Hermano Gabriel le faltaban esas cualidades? Así que, en ocasiones semejantes, seamos prudentes
y reservados, confiando en los designios de la Providencia sin intentar nunca estorbar su cumplimiento.
Al Hermano Gabriel jamás le oímos criticar lo más mínimo al venerable fundador de los Hermanos de la
Cruz. Muy por el contrario, conservamos una carta escrita por él al Sr. Mermet, alcalde de Belleydoux, en
la que alaba a estas personas 102.
101
Ms. B.: "¡Sabemos que la ciencia y la virtud no le hacen a uno infalible, porque los caminos de Dios son inescrutables! El
bueno y excelente fundador de los Hermanos de la Cruz especialmente (...). Un poco más de atención a los caminos de
la Providencia podría haber hecho que evitase aquella actitud".
102
Cf. Carta del 25 de Octubre de 1826: Positio, pp. 791-792.
41
CAPITULO XII
GENAY. BRÉNOD. CHAMPDOR. HAUTEVILLE.
Al marcharse de Lyon, el Hermano Gabriel se dirigió a Brénod, donde se encontraba el párroco, el Rvdo.
Charvet, que lo había sido de Belleydoux. Fue bien acogido, como siempre. Tras escuchar los consejos
que le dio el Rvdo. Charvet, se fue a Belley para entrevistarse con Mons. Devie. Le comunicaron que el
señor Obispo estaba de visita pastoral en el distrito de Trévoux. Allá se dirigió y tuvo el honor de ver por
vez primera a Su Excelencia en Genay. Era el 25 de Febrero de 1827. La entrevista fue conmovedora. El
Hermano Gabriel manifestó al Obispo cuáles eran sus aspiraciones, sus esperanzas y fracasos, al mismo
tiempo que el valor que le animaba. Pongo aquí una nota 103, referente al sacerdote que era entonces
párroco de Genay, el Rvdo. Desseignez. Este excelente sacerdote fue nombrado más tarde capellán de las
Hermanas de la Visitación de Bourg. En 1851 Mons. Devie le nombró canónigo titular de la catedral. A
petición de nuestro fervoroso Fundador, el prelado le encargó que ayudase a nuestro capellán.
Este venerable sacerdote, lleno de celo por la gloria de Dios y con experiencia en la dirección espiritual,
hizo mucho bien en la Congregación. Le gustaba estar con nosotros. Le encantaba sustituir a nuestro
capellán en las celebraciones litúrgicas, cuando éste se encontraba ausente. Este santo sacerdote, con más
de ochenta años de edad, quiso trabajar hasta el fin en la santificación de nuestras almas. Podemos decir
que murió con las armas en la mano, ya que, mientras estaba confesando, se sintió herido de muerte y
comprendió que el Señor estaba satisfecho ya de sus trabajos. Entregado totalmente a la voluntad divina,
modelo de paciencia y de piedad, durante las pocas semanas que todavía llegó a vivir, recibió muestras de
la veneración de todos y, lleno de méritos para el cielo, el venerable canónigo Desseignez, después de un
ministerio fecundo que había durado más de sesenta años, de los cuales nos dedicó veintiséis, abandonó
este valle de lágrimas para ir a contemplar la belleza siempre antigua y siempre nueva, razón única de su
existencia.
***
Mons. Devie, bajo cuya administración inteligente y laboriosa se organizaba la diócesis rápidamente, era
uno de esos hombres a los que Dios ha concedido el conocimiento del alma y del corazón, al mismo
tiempo que les inspira la palabra que ilumina y consuela. Acogió, pues, al Hermano Gabriel con aquella
ciencia divina que le hacía descubrir en aquel religioso, tan humilde y humillado, una de las futuras
glorias de su diócesis 104. Como buen padre que era, le animó y le prometió su protección; pero como era
también un maestro esclarecido, le dijo que tendría que experimentar todavía numerosas pruebas y que el
cáliz de la amargura no se le retiraría hasta que la hubiera apurado toda. Fortalecido por los ánimos que le
había dado su venerable Obispo, y aceptando de antemano las penas que había de enviarle la divina
Providencia, el Hermano Gabriel comprendió que, si todavía faltaba tiempo para la cosecha, ésta era
segura. A partir de aquel momento, se puso a la entera disposición de Su Excelencia para ir adonde
dispusiera. En esta primera entrevista con su Obispo, saboreó el amor, el respeto, la veneración que jamás
le faltaron en las pruebas a las que Su Excelencia juzgó conveniente someterlo.
Aquel mismo día Monseñor le mandó al cura párroco de Brénod para que éste le diera trabajo como
103
La frase " Voy a poner aquí una nota referente..." parece que i habría que atribuírsela a los correctores; la nota, sin embargo, es
del H. Federico (es el mismo tipo de papel, la misma caligrafía) y los correctores solamente introdujeron algunas
pequeñas modificaciones que omitimos. El biógrafo se olvidó de añadir que este sacerdote fue el último confesor del
H. Gabriel y el que recibió su última confesión general. Juan María Desseignez, nacido en 1794 y muerto en 1878.
104
Si la diócesis de Belley no parece que haya reconocido en el H. Gabriel a una de sus glorias, la culpa es de los Hermanos, que
no han dado publicidad, manteniendo en los archivos los documentos indispensables para hacer resplandecer ante la
consideración del público la personalidad e importancia del H. Gabriel. La circunstancia del 150 aniversario de
existencia en esta diócesis podría señalar el comienzo de una mayor divulgación.
42
maestro en su cantón. En aquella época la carta de Su Excelencia equivalía a un nombramiento
provisional. El Rvdo. Charvet le encargó en Brénod de la catequesis y de la preparación de los niños de
Primera Comunión. El los llevó en peregrinación a Mazière, cerca de Hauteville.
Algunas otras parroquias pudieron experimentar ese mismo año los efectos de su celo. Hacia finales de
Agosto, el Hermano Gabriel dejó al Rvdo. Charvet y se trasladó a Champdor, con el Rvdo. Gâche, cura
por aquel entonces de esta parroquia 105. Se llevó allí a tres aspirantes que tomaron el hábito. Parece que
conocía de tiempo atrás a este sacerdote, más tarde párroco de Belmont y auténtico pilar de la
Congregación. Por aquella época entró en contacto con el Barón de aquel lugar, de quien hablaremos más
tarde.
Sin embargo, el alcalde y el párroco de Hauteville, conocedores del interés que el Hermano Gabriel había
puesto durante un retiro predicado una semana antes de Pascua, deseaban tenerlo de maestro. Monseñor
Devie aceptó su petición y le dio el nombramiento para Hauteville el 30 de Octubre de 1827. El Hermano
Gabriel abrió allí una escuela hacia la fiesta de Todos los Santos. Acudieron los alumnos. Le ayudaba un
Hermano que se había traído de Champdor. Después de haber instruido lo mejor que pudo en catecismo y
doctrina cristiana a los niños en edad de hacer la Primera Comunión, recibió de parte del párroco el
encargo de prepararlos de modo inmediato a este importante acto de toda vida cristiana.
***
Nos parece que éste es el momento apropiado para citar dos anécdotas que muestran el bien que el
Hermano Gabriel obraba en aquellos niños, aunque tengamos que hacerlo con suma discreción. Se
ganaba de tal modo la confianza de aquellos niños que no les costaba nada abrirle su alma. Aprovechaba
estas circunstancias para disponerles a que fueran muy sinceros cuando se confesaran; los efectos de estos
consejos eran tales que muchos de ellos volvían a confesarse de nuevo para recibir una nueva absolución.
Un párroco, el último día de uno de estos retiros, le decía, llorando, mientras mantenía una de sus manos
entre las suyas: "Querido amigo, ¡cuánto bien ha hecho Vd. Y cuánto mal ha evitado!".
En otra ocasión, cuando pasaba por una de las parroquias en las que había dado un retiro de Primera
Comunión, el párroco le dijo: "¡Cuánto bien ha hecho Vd., Hermano Gabriel, a los jóvenes de mi
parroquia! Aún hoy mismo estos niños experimentan sus saludables efectos". -y continúo diciendo-:
"Escúcheme. Una noche, a eso de la diez, oí que llamaban a mi puerta; me levanto de la cama y pregunto
quién llama. 'Soy yo', me respondió una voz que no me era desconocida. '¿Qué pasa, amigo?', le dije.
'Señor cura, una persona, gravemente enferma, pide que vaya Vd. a verla'. Me levanto apresuradamente y
me encuentro a un joven de unos diecisiete u dieciocho años. Entra conmigo en la iglesia, pero me indica
el confesionario, al tiempo que me dice: 'Señor cura, el enfermo soy yo; confiéseme'. Entré en el
confesionario y el joven se confesó. Al tiempo que salíamos de la iglesia, no pude de;ar de preguntarle
cómo era que se había atrevido a venir desde tan lejos y en una noche tan oscura. El me contestó: 'Señor
párroco, yo no he podido olvidar el retiro de mi Primera Comunión que nos dio el Hermano Gabriel.
Entre otras cosas, hay una que espero no olvidar jamás. Nos dijo que no hay que ser nunca esclavos del
demonio y que jamás nos fuéramos a la cama con un pecado mortal en la conciencia, no fuera a suceder
que nos despertáramos en la eternidad. Este es el motivo por el que me he permitido interrumpir su
descanso, por lo que le pido que me perdone, señor cura'. Le despedí y volví a entrar en mi casa, querido
Hermano Gabriel, glorificando al Señor por las bendiciones concedidas por El a los trabajos realizados
por Vd. en mi parroquia".
El prestigio del Hermano Gabriel se iba acrecentando por aquella comarca y su capacidad para la
enseñanza no ofrecía lugar a dudas. Llevaba apenas un año en Hauteville y ya muchos padres de familia
de los alrededores le pedían con insistencia que admitiera a sus hijos como alumnos internos. Se decidió,
105
En los primeros capítulos de su trabajo, el H. Federico escribió el apellido Gâche con acento circunflejo; después lo corrigió,
suprimiendo el acento. Los correctores no cayeron en la cuenta de estas diferencias. El párrafo siguiente debió
experimentar retoques sin importancia. Marín Gâche había nacido el 9 de Noviembre de 1798 y murió en Belmont el
4 de Julio de 1853.
43
pues, a abrir un internado. Solicitó permiso a las autoridades competentes, adjuntando los dos certificados
siguientes:
"El abajo firmante, Alcalde del Ayuntamiento de Hauteville, cabeza de partido del distrito de Belley, del
Departamento del Ain, certifica ante los miembros de la comisión para la elección de los maestros de
primera enseñanza, que el señor Gabriel Taborin, cuya conducta sobrepasa todo elogio, ha impartido bajo
mi supervisión, lecciones de caligrafía, gramática y cálculo y, sobre todo, de instrucción religiosa para la
que está muy capacitado, a los niños de este pueblo, que han progresado mucho en las mencionadas
materias.
Por lo cual les pide que tengan a bien autorizarle para que continúe de maestro, en conformidad con lo
dispuesto por las ordenanzas y para que pueda tener alumnos internos, sólo de enseñanza primaria. El
local que ocupa es muy apropiado.
Dado en Hauteville, en el Ayuntamiento, el 12 de Diciembre de 1828.
Firmado, Collet 106
"El abajo firmante, Cura párroco de Hauteville, cabeza de partido, diócesis de Belley, certifica 1° que el
señor Gabriel Taborin, provisto de un Certificado de estudios, ha ejercido, durante más de un año, las
funciones de maestro de enseñanza primaria, con gran satisfacción por mi parte y de los vecinos de mi
parroquia; 2° que el comportamiento moral y religioso del mencionado señor Gabriel Taborin ha sido
irreprochable hasta este momento, habiendo dado pruebas de afecto y respeto por la Religión y por el
Rey; 3° certifica además que, habiendo asistido, como pastor vigilante, a diferentes actividades escolares,
he sido gratamente sorprendido, pudiendo afirmar que los jóvenes han progresado en su instrucción y han
recibido muy buena enseñanza religiosa. Por esto y, a petición del mencionado señor Gabriel Taborin
para continuar de maestro en mi parroquia, ruega personalmente al comité del distrito de Belley que le
otorgue el Certificado especial de autorización, conforme señalen las Ordenanzas, así como el permiso
para poder recibir internos, sólo de enseñanza primaria, conforme lo piden muchos padres de familia y
como lo necesita esta localidad.
En testimonio de lo cual extiende el presente certificado.
En Hauteville, 13 de Diciembre de 1828.
El párroco de Hauteville.
Firmado, Grillot 107
La solicitud fue aceptada y en muy poco tiempo tuvo unos sesenta alumnos internos. Además de la clase,
tenía que cocinar y parece que incluso cocía el pan, ya que no tenía ni ayudante ni criada con quienes
compartir el trabajo. Algunos alumnos le ayudaban en los diversos trabajos manuales de la casa y hacían
de monitores, especialmente el novicio que había traído de Champdor. Añadamos a este excesivo trabajo
la catequesis que, más o menos, diariamente daba en la parroquia.
Quedamos admirados de que un hombre solo haya podido atender a tantos trabajos. Naturalmente, la
vigilancia y el mantenimiento de la disciplina eran más fáciles entonces que lo son hoy; pero, a pesar de
todo, nos impresiona recordar tantas ocupaciones y empleos acumulados, que exigirían hoy no menos de
cinco o seis personas. Añadamos que, hacia el final de su estancia allí, Juana, antigua criada de la familia,
se le juntó en Hauteville y le acompañó a Belmont 108.
Hacía practicar a los internos las normas de educación, enseñándoles los papeles que tenían que
106
Pedro Meygret-Collet, alcalde de Hauteville de 1825 a 1833, era un sacerdote nacido en este pueblo y gran amigo del H.
Gabriel. Murió en 1846. Cf. Positio, pp. 80-82.
107
Juan Francisco Grillot (1769-1861) fue párroco de Hauteville desde 1803 a 1858; a la edad de 60 años, en 1829, cuando el H.
Gabriel tenía solamente 30 años, le resultaba difícil admitir cambios en la educación; hubo, por su parte, en 1829,
cierta incomprensión, que se calmó, tanto por la intervención de Mons. Devie como por la marcha del H. Gabriel a
Belmont. Los archivos parroquiales de Hauteville han conservado constancia de este "asunto Taborin": cf. Positio, pp.
81-83.
108
Juana Vuillermoz, a quien los primeros Hermanos llamaban simplemente "la Juana", llegó a Hauteville el 15 de Noviembre de
1828: cf. Positio, p. 83.
44
desempeñar en las visitas, recepciones, comidas, etc. y hacía que lo representasen, lo que, además de
agradar mucho a los alumnos, les era muy útil, ya que, de este modo, les señalaba los fallos que habían
cometido.
Estos ejercicios no se hicieron sólo en Hauteville sino que continuaron practicándose también en
Belmont; uno de ellos era propio sólo de esta última localidad. Incluso en Belley, el Fundador llevó a
cabo algunos de estos ejercicios. Yo se lo he visto practicar en 1842.
45
CAPITULO XIII
EL HERMANO GABRIEL SE DIRIGE A BELMONT
DONDE ABRE UN INTERNADO.
REVOLUCIÓN DE JULIO DE 1830.
EL BARÓN DE CHAMPDOR.
Del mismo modo que no era feliz en Belleydoux, donde todo le era favorable en 1824, tampoco lo era en
Hauteville. Así como el pez no puede vivir fuera del agua, así tampoco el Hermano Gabriel podía vivir en
la atmósfera del mundo: lo suyo era la vida religiosa. Por otra parte, Dios le hablaba en el fondo de su
corazón y había que obedecerle. Decidió, pues, abandonar Hauteville, acatando la llamada de Dios. En
los pocos momentos libres que hasta entonces le habían dejado sus muchas ocupaciones, repasaba los
Estatutos, escritos en Saint-Claude, introduciendo en ellos cuantas modificaciones le parecían necesarias.
Llevaba ya algún tiempo buscando una casa apropiada para noviciado y que, llegado el caso, pudiera ser
ampliada. Se fijó en Belmont, pintoresco pueblecito del Valromey, "vallis romana" 109, que los romanos,
conquistadores del mundo, escogían para fundar sus poblaciones.
Compró allí una casa, edificada en medio de un pequeño y bonito cercado, que le costó, en total, 6.000
francos. La situación de la casa era inmejorable. Cerca de la iglesia, frente al castillo del Sr. de Lauzière,
sobre una pequeña elevación del terreno, con aire puro y una hermosa panorámica, parecía reunir todo lo
necesario para hacer agradable la estancia en ella. También los Hermanos mayores echan de menos aquel
sitio encantador, al que el Fundador, en carta escrita a uno de los primeros Hermanos, natural de
Bouchoux 110, llamaba paraíso terrestre. Le escribía: "Creo que terminaré mi carrera mortal en este
paraíso terrestre". Los actuales dueños de la casa han tenido la delicadeza de no borrar el letrero que el
Hermano Gabriel había hecho pintar y que dice: "Casa religiosa de los Hermanos de la Sagrada Familia",
el cual puede leerse aún hoy. ¿No es esto una invitación a volver a adquirirla?
Antes de abandonar Hauteville, el Hermano Gabriel 111 celebró una toma de hábito en el santuario de
Mazière, lugar de peregrinación, situado en el término de Hauteville. Creemos que un tal Favier, que le
ayudó en Belmont y que dio clase hasta el mes de Mayo de 1830, es uno de los que tomaron el hábito en
esta ocasión. El Hermano Gabriel llegó a Belmont el día 4 de Noviembre de 1829. Era párroco entonces
un sacerdote al que estimaba sinceramente y que también le apreciaba mucho. Estaba muy contento el
Hermano Gabriel de encontrar en él la misma acogida que le había dispensado en Courtefontaine el
Rvdo. Roland. Este sacerdote, incluso le había prometido alguna ayuda económica para comenzar, cosa
que no pudo cumplir debido a cambios inesperados en sus recursos. De esto se siguió una situación
bastante penosa para el Hermano Gabriel 112, lo que ponía a prueba a su obra. La respetable familia de los
Lauzière le acogió igualmente con mucha amabilidad y siempre fue su protectora, demostrándole en
numerosas circunstancias cuánto le interesaba el éxito de su empresa, mediante verdaderos actos de
sacrificio personal en su favor.
Habiendo recibido la misión de parte de Mons. Devie y el nombramiento como maestro de parte del Sr.
Rector de la Academia de Lyon, el Hermano Gabriel, a la espera de que el Espíritu Santo quisiera
enviarle algunos novicios al sitio destinado a albergarlos más tarde, abrió allí un internado. Los alumnos
109
Esta nota fue colocada aquí por el Hermano Federico personalmente X nosotros la transcribimos tal cual: "Belmont,
ayuntamiento de 733 habitantes, a 444 metros de altitud, a 6 kilómetros de Virieu-le-Grand y a 18 de Belley".
110
Carta de Francisco Poncet al Hermano Amadeo, cf. Positio, p. 914; Y no, como dice el Hermano Federico: "... a uno de sus
primeros Hermanos de Bouchoux".
111
Ms. B.: "... celebró una toma de hábito en Mazière, pequeño lugar de peregrinación en el término de Hauteville. Se cree que
Favier, que fue con él a Belmont donde dio clase hasta el mes de Mayo, había tomado allí el hábito religioso".
112
Se trataba del sacerdote Santiago Verjus (1778-1838); fue párroco de Belmont desde el año 1823.
46
externos y los internos acudieron como en Hauteville y el local se quedó pequeño. A pesar de todo, el
Hermano Gabriel se ausentaba de vez en cuando para ayudar a los sacerdotes, bien fuera con motivo de
las Primeras Comuniones o por otras circunstancias. En especial ayudó al párroco de Vieux a celebrar el
jubileo, al iniciarse la Cuaresma de 1830. Veamos la petición de ayuda que le hizo este sacerdote:
"Vieux, 30 de Enero de 1830
Querido Hermano, me haría Vd. un gran favor si pudiera venir a hacer el bien a los fieles de mi parroquia
y dar algunas pláticas a los niños de Vieux para disponerles a aprovechar la gracia del Jubileo; el Señor se
lo premiará con generosidad. Me doy cuenta de que sus numerosas ocupaciones no le facilitarán acceder a
mi petición; pero, ¿no le sería posible desaparecer durante un corto tiempo y hacer como San Juan
Bautista, es decir, dejar a Dios por Dios? Sé que no debería decirle esto, porque las suyas han sido
siempre unas disposiciones inmejorables. Forzado por el deseo de tenerle con nosotros, he resuelto
decírselo con alguna anticipación para que Pueda Vd. prever con tiempo los obstáculos que pudieran
impedírselo" 113.
***
Con Favier, que daba clase y sustituía al Hermano Gabriel, durante sus ausencias, no estaba contento, ni
mucho menos. Puede que le gustase gozar de excesiva popularidad, como el tiempo se encargó de
demostrar. Lo cierto es que se convenció de que no debía retenerlo y le despidió en Mayo de 1830.
***
La revolución de Julio de 1830 fue un obstáculo más para la obra del Hermano Gabriel. Amenazaba una
persecución general; el clero y las comunidades religiosas temían por su supervivencia. No eran tiempos
muy apropiados para fundar una congregación religiosa. Aconsejado por Mons. Devie, cerró la casa y
esperó mejor ocasión.
***
Por entonces la vida del Hermano Gabriel corrió un gran peligro. Al regresar de Haute-Combe, según
parece, le sorprendió la noche entre Béon y Talissieu. Al llegar a un determinado caserío, del que no
quiso decir el nombre, un individuo se le acercó con toda rapidez e hizo contra él un disparo de pistola, al
tiempo que mascullaba las siguientes palabras: "¿Pero es que nunca van a acabarse estos clérigos?".
Afortunadamente, el disparo no dio en el blanco. El Hermano Gabriel se lanzó sobre su agresor y,
agarrándole por el cuerpo, le dijo: "Desgraciado, de mí depende solamente hacerte pagar o no tu culpa;
pero, en lugar de vengarme, prefiero rezar por ti". Aquel hombre, temblando de miedo le presentó sus
excusas. El Hermano Gabriel, tras haberle dado una buena lección de moral, le dejó y continuó su
camino. Ciertamente que no le había faltado valor en el momento del peligro, pero, una vez llegado a
casa, le agarró un temblor general de todo el cuerpo, que, afortunadamente, no tuvo consecuencias
nocivas.
***
El señor Barón de Champdor, que no alardeaba precisamente de ser un hombre muy piadoso, pero que
tampoco escondía sus costumbres religiosas, invitó al Hermano Gabriel a que se fuera a vivir con él y a
que le administrase sus asuntos. Aceptó la propuesta y dejó sola en Belmont a su criada Juana.
Tuvo la alegría de encontrarse de nuevo en Champdor con el Rvdo. Gâche. Su situación en el castillo del
barón no podía ser mejor. Según el criterio del mundo era una posición ideal: una mesa excelente,
113
Ms. .: "... para evitarlo".
47
habitaciones estupendas, apenas una hora de trabajo al día, un buen sueldo y muchas otras ventajas; pero
nada de aquello era capaz de saciarle. En medio de todo se encontraba triste y soñador. Sufría como un
pez fuera del agua. El barón de Champdor que quería ganárselo para toda la vida, le concedió por medio
de un escrito firmado por él, unas ventajas económicas considerables. Intentó también conquistarlo por
medio de razonamientos, capaces de hacer caer por tierra otras vocaciones menos arraigadas. Le decía:
"Fíjese Vd. en el gran porvenir que le espera a mi lado. Para toda su vida tiene Vd. asegurada una buena
colocación. ¿Va Vd. a cambiarla para dedicarse a educar a unos niños que, la mayor parte de las veces, no
le van a corresponder sino con ingratitud? ¿Qué va a sacar Vd. de fundar una congregación religiosa, sino
innumerables problemas y cuidados y una enorme responsabilidad?... Créame, quédese Vd. aquí, donde
ya es feliz". Pero no era así; el Hermano Gabriel no era feliz, porque el Señor le destinaba a algo muy
distinto que gozar de unas ventajas materiales que el mundo busca afanosamente. Así que las ofertas
seductoras del Barón no hicieron mella en él.
El gobierno del rey Luis Felipe había empuñado con firmeza el poder y si las pasiones de los
alborotadores pertenecientes a las sociedades secretas no se habían apagado, al menos, tenían que
moderarse. Había vuelto la calma y la administración central no era contraria a la religión. La tormenta
política se había calmado. El Hermano Gabriel comunicó al señor Barón su próxima partida. Este le hizo
nuevos ruegos, pero constató que el Hermano Gabriel era irreductible. Esta marcha molestó mucho al
Barón, pero no llegó a enemistarle con él, ya que mantuvieron siempre muy buenas relaciones y Gabriel
fue encargado de ser su hombre de confianza en la administración de los bienes que el Barón tenía en
Belmont.
El Barón no era hombre de una conducta intachable. Un día, conversando durante la comida, el Hermano
Gabriel dejó caer una palabrita que hacía referencia indirecta a las habladurías de la gente. Al instante, el
Barón se levantó de la mesa y, lleno de ira, se puso a insultarle. El Hermano guardó silencio, terminó su
comida y se retiró, como de costumbre. No recibió aviso para asistir a la comida siguiente a la hora
habitual; un poco más tarde le avisaron, pero tuvo que comer solo. Así lo hizo y continuó como si nada
hubiera sucedido. Viendo el Barón que el Hermano actuaba con toda naturalidad no pudo resistir más y se
dirigió a él en el patio, vomitando contra su persona las expresiones más injuriosas que pudo inventar su
furor. El Hermano permaneció imperturbable y no le respondió ni palabra. La furia del Barón alcanzó su
punto culminante y, agitadísimo, dio la impresión de querer echarse sobre el Hermano y aplastarlo,
gritando: "¿Pero es que no va a responderme Vd? Diga, al menos una palabra y me calmaré". Al oír esto,
el Hermano no pudo evitar echarse a reír, actitud que provocó en el Barón una crisis de ira tan violenta
que perdió el conocimiento. Al instante, el Hermano Gabriel pidió auxilio, llevó al Barón a la cama,
proporcionándole los cuidados oportunos. Superada la crisis, el Hermano se retiró, dejándole que se
recuperase de su agitación. Al día siguiente el Barón fue a buscarlo y le dijo: "¡Querido Hermano, Vd. es
mucho más feliz que yo!". Y no se volvió a hablar del asunto.
***
Nos parece conveniente copiar aquí, a continuación, la autorización del internado de Belmont y el
correspondiente reglamento, aprobado para el mismo.
"Lyon, 21 de Diciembre de 1830
Estimado señor,
Le comunico que el Consejo Real, mediante decisión aprobada por el Señor Ministro de Instrucción
Pública y de Cultos, con fecha de 26 de Noviembre, le autoriza a Vd. a recibir alumnos internos, tal y
como lo había solicitado.
Estoy seguro de que este favor será para Vd. motivo de no descuidarse en el cumplimiento de sus
funciones para satisfacción de sus superiores. Vd. sabe bien que debe actuar dentro de los límites que le
fija su diploma; sepa que se le ha concedido esta autorización de recibir alumnos internos con esta
condición; la más pequeña infracción sería suficiente para revocarle este permiso e incluso para
sancionarle a Vd. con más rigor aún.
Reciba la seguridad de mi sincero respeto.
48
El Rector de la Academia:
Firmado: Dutrey"
***
Internado para jóvenes
ESCUELA PRIMARIA DE BELMONT,
DISTRITO y DIOCESIS DE BELLEY, EN VALROMEY (Ain).
Esta casa está autorizada por el Consejo Real de Instrucción Pública para recibir alumnos en régimen de
internado. Ofrece a los jóvenes de Belmont y de otros pueblos grandes ventajas respecto a la educación
religiosa y civil, cosa que la mayor parte de los habitantes del Valromey y de las comarcas vecinas no
pueden disfrutar, ya sea porque casi todos los maestros rurales dan clase sólo en invierno de modo que un
gran número de jóvenes de la región vive en la ignorancia.
Dirigen esta casa maestros dedicados por vocación a educar a la juventud. Hacen a los padres y madres la
impresionante invitación que hizo el Salvador del mundo: "Dejad que los hijos cristianos que Dios os ha
dado vengan a nosotros para hacer de ellos buenos cristianos y convertirlos así en hombres útiles para la
religión y para la sociedad civil".
Enseñan lectura, caligrafía, ortografía, cálculo, educación y canto gregoriano; en una palabra, todo cuanto
necesitan los jóvenes para prepararse a los estudios superiores.
Para aprovechar las lecciones que se les imparten en la mencionada casa, los alumnos deben ingresar el
día en que se inauguren las clases y no salir hasta que acabe el curso escolar, durante el cual los padres no
podrán sacarlos del internado para dedicarlos a otros trabajos; sabido es que, si los alumnos interrumpen
sus estudios durante el año escolar, se malogran los conocimientos adquiridos o bien no obtienen sino
unos pobres resultados.
Todo se realiza ordenadamente y los alumnos están obligados a observar puntualmente el Reglamento de
la casa.
Para lograr que los alumnos cumplan con su deber y para corregirlos, los maestros emplean, como medio
ordinario, la dulzura. Si ésta no basta, tras haberlo intentado convenientemente, el alumno será devuelto a
su casa, con todas las precauciones necesarias para no lesionar el honor de la familia. Son causas
suficientes de expulsión la inmoralidad, la falta de religiosidad, la insubordinación y la pereza
incorregible.
Los padres que aprecien convenientemente la inocencia de sus hijos y que comprendan bien la influencia
que tienen sobre los corazones de los jóvenes palabras y ejemplos contagiosos, sabrán hacerse cargo de la
importancia de estas medidas.
Se tendrá muy en cuenta todo cuanto pueda favorecer la salud de los alumnos: alimentación buena, gran
limpieza, cuidados especiales, clima saludable, todo ello contribuirá a este fin. La casa está situada en uno
de los lugares más agradables del Valromey. Bosques, alegres y fértiles valles ofrecen a los alumnos,
durante los tiempos de recreo y los días de vacación, lugares de paseo variados y atractivos.
Si enferma algún alumno se le cuidará lo mejor posible: le visitará el médico, y, si la dolencia es grave, se
avisará rápidamente a los padres. Los maestros del internado, convencidos del alcance de sus
obligaciones, ejercerán una constante vigilancia; se esforzarán lo más que puedan para ocupar el lugar de
los padres y lograr que los alumnos internos se encuentren como en su casa.
La pensión se paga cada dos meses y por adelantado, sin que vaya a reducirse su importe por ausencias
que duren menos de quince días, a no ser que obedecieran a enfermedad. Se ruega a los padres que
reserven la plaza de sus hijos, si es que quieren tenerlos en régimen de internado, al menos quince días
antes de iniciarse el curso.
El precio de la pensión es de 25 francos mensuales y el de la media pensión, de 10 francos. Además los
alumnos deberán abonar 8 francos más al año, en concepto de calefacción, luz y otros gastos. No se hará
ninguna rebaja de esta cantidad, incluso cuando los alumnos abandonen la escuela antes de acabar el
49
curso escolar. El lavado de la ropa y los gastos del médico corren por cuenta de cada alumno, al igual que
libros, papel, tinta y plumas, cosas éstas que los alumnos pueden adquirir en el internado.
El curso escolar comienza el 3 de Noviembre y acaba el 30 de Septiembre. A lo largo del curso escolar se
darán a los padres informes sobre la actitud de sus hijos con respecto al estudio así como sobre su buena o
mala conducta. Aquellos alumnos que más se hayan distinguido por su ciencia o por su virtudes recibirán,
de vez en cuando, alguna recompensa.
Cada interno tiene que traer además de un equipo completo de ropa de cama, una blusa de color azul
celeste, una gorra negra, una maleta, un cubierto, seis servilletas y toda la ropa que necesite. Los
desperfectos ocasionados por los alumnos corren por cuenta de sus padres.
A pesar de que esta escuela no puede ser considerada como una Normal, muchos jóvenes han pasado por
ella con la intención de formarse en los métodos de enseñanza, en las virtudes y conocimientos necesarios
para llegar a ser maestros de primera enseñanza, y, habiéndolo conseguido, han sacado ya su diploma y se
dedican a estas tareas en muchos pueblos, estando muy contentos sus habitantes.
El señor Gabriel Taborin, director de la escuela, junto con sus colaboradores, formarán a aquellos
alumnos que quieran, con el tiempo, dedicarse a la dura pero bonita tarea de maestro de enseñanza
primaria.
El Director del Internado, Hermano Gabriel Taborin. Visto por el Rector. Lyon, 2 de Septiembre de 1831.
Por el Rector, ausente con permiso.
El Inspector Delegado.
Firmado: Juillard.
50
CAPITULO XIV
EL HERMANO GABRIEL REGRESA A BELMONT.
EL PÁRROCO BOSSON. EL CONSEJO MUNICIPAL; FAVIER.
El Hermano Gabriel volvió a Belmont con un tal Richard 114 que dio clase durante el invierno. Abrió de
nuevo el internado y no le faltaron alumnos. Desgraciadamente el local resultaba demasiado pequeño, ya
que el Hermano Gabriel había vendido la mitad de la casa al Sr. Dépommier el 3 de Septiembre.
Desconocemos los motivos que le obligaron a ello: podemos suponer que le faltaba dinero para hacer
frente a la deuda contraída por él mismo al comprarla; al no atreverse a pedir al Barón un préstamo por
valor de tres mil francos, se vio obligado a venderla. Por lo demás, ya vimos en el capítulo anterior que
las ayudas que esperaba de parte del párroco no pudieron hacerse efectivas.
Con el nuevo régimen, vinieron también nuevas autoridades municipales y las de Belmont no estimaban
mucho al Hermano Gabriel. Para colmo de males, el nuevo párroco de Belmont, Rvdo. Bosson 115, no
miraba con buenos ojos a la naciente Congregación 116.
Como no había sido nombrado ningún maestro, durante la ausencia del Hermano Gabriel, él era
legalmente el maestro de la escuela municipal: así, pues, solicitó del Consejo Municipal, por carta con
fecha del 22 de Mayo de 1832, la vivienda y los derechos anejos al maestro de la escuela municipal. El
ayuntamiento, mal aconsejado por el Rvdo. Bosson, rechazó la justa petición del Hermano Gabriel y le
comunicó que ya había elegido a otro maestro, que resultó ser Favier. Si podemos comprender, por una
parte, la pena del Hermano Gabriel, al ser rechazado, resulta más difícil hacerse a la idea de lo que
experimentaría al saber quién había sido el elegido para sustituirle. Además, el nuevo profesor tuvo poca
delicadeza, pues aceptó dar clase en un pueblo donde se encontraba su antiguo maestro y, lo que es peor
aún, ocupar su puesto 117.
Lo que más pena le daba al Hermano Gabriel era que había sido rechazado por el Consejo Municipal a
instancias del párroco. ¿Quería esto decir que los jóvenes de Belmont habían sido confiados antes a una
persona indigna? Con esta medida se había puesto en duda, de golpe, la honorabilidad del Hermano
Gabriel. ¿Sería, quizá, que, contrariamente a lo que había hecho siempre, se había negado obedecer al
párroco, teniendo obligación de hacerlo, como fiel suyo que era? Si es que el párroco tenía motivos
graves de queja contra él, ¿no habría sido más correcto dirigirse primeramente a la administración
diocesana para ponerle en su sitio o retirarle cuantos permisos le había concedido? Pero ya lo hemos visto
antes: siendo virtuosos, teniendo grandes luces de inteligencia, incluso, llenos de buenas intenciones,
podemos equivocamos, sobre todo si actuamos con precipitación o movidos por intereses personales. El
Rvdo. Bosson no supo evitar este escollo. Su posición se hizo muy delicada en Belmont y su ministerio
corría el riesgo de ser infecundo. Mons. Devie creyó necesario cambiarle de parroquia; pero, prudente
114
El "llamado Richard" es Juan Richard, que en 1834 fue a Vourles con el Hermano Gabriel y en 1835 tomó el nombre de
Hermano Constancio, encargado del servicio litúrgico de la catedral de Belley: cf. Positio, pp. 122; 440; cf. también
Entretien familial, n. 149, vol.XV, pp. 143-163.
115
Juan Claudio Bosson, nacido en Alta Saboya en 1796; párroco de Belmont, a partir del 1 de Agosto de 1830; después lo fue en
Corcelles, desde el 4 de Octubre de 1833, donde murió en 1844. Positio, p. 110.
116
El Hermano Federico había continuado el texto: "... y, sobre todo, su jefe. Por motivos sin importancia, el Domingo de
Quasimodo, 9 (29) de Abril de 1832 se había excedido, obligando al Hermano Gabriel a dejar el sobrepelliz en la
sacristía. Puede que este acto de imprudencia halagase a los miembros del ayuntamiento, pero tuvo que producir una
penosa impresión entre los fieles, que estimaban sinceramente al Hermano Gabriel".
117
Ms. B.: "Desgraciadamente, el hombre es débil y cae muy bajo, cuando se deja arrastrar por su naturaleza o por sus ansias de
venganza. En la primera entrevista que el Hermano Gabriel mantuvo con Monseñor Devie, en Genay, el prelado le
había manifestado que le esperaban otras pruebas, que tendría que apurar el cáliz de las mismas, hasta paladear su
amargura. Allí, ante sus ojos, tenía un acontecimiento que se lo demostraba".
51
como era, esperó a que renaciese la calma para llevarlo a cabo.
El maestro Favier llegó a Belmont el 1 de Diciembre de 1832 y abrió la escuela municipal. Fracasó: no
llegó a tener contentos a los padres ni a superar los prejuicios que se tenían contra él. Tras dar clase
durante diecisiete meses, tuvo que salir de Belmont, dejando a deber algunas cantidades. Aquel pobre
joven ignoraba, quizá, que en esta vida, a menudo, la Providencia castiga a quienes no van por sus
caminos. Algunos meses antes el párroco, Rvdo. Bosson había recibido otro destino. Monseñor le había
nombrado párroco de Corcelles, en el partido de Brénod, el 4 de Octubre de 1833.
Le sucedió el Rvdo. Gâche, párroco de Champdor, celoso sacerdote, muy conocido por el Hermano
Gabriel. El Barón comunicó la noticia al Hermano apenas lo supo. Diríase que Monseñor, al elegir al
nuevo párroco, quiso que el Hermano Gabriel olvidase los disgustos que le había dado el Rvdo. Bosson.
Sea lo que sea, la decisión de Su Excelencia fue acertada; el nuevo párroco llegó a Belmont sin
prevención alguna contra el Hermano Gabriel y con la decisión de proteger su obra cuanto le fuera
posible. Tomó posesión de su parroquia el 1 de Octubre de 1833. Este excelente sacerdote fue siempre el
apoyo del Hermano Gabriel 118.
Por esa época, el personal de la Congregación no reunía garantías suficientes para mantener la disciplina,
cuando el Hermano Gabriel se encontraba ausente. En esas circunstancias, el Rvdo. Gâche colaboraba
con su vigilancia y autoridad. Si algo no marchaba bien o se producía algún conato de insubordinación
entre los internos o los postulantes, él mismo daba! la reprensiones oportunas y era tal su ascendiente
sobre aquellos jóvenes que todo volvía a su sitio. Así continuó actuando hasta que el Fundador pudo tener
personas con suficiente autoridad para poder reemplazarle 119.
Cuando se pensó confiar la parroquia de Belmont a este buen sacerdote, el señor Obispo le invitó a que
fuera a verle a Belley, cosa que no pudo hacer a causa de una torcedura de pie. A uno de sus amigos le
escribió en los siguientes términos 120: "Querido amigo, esto me impide ir a Belley; cojeo mucho. Ya sabe
lo que pienso. Lo repito: Dios me llevó a Champdor, no saldré de allí sino cuando El disponga. Si lo que
me vayan a proponer entra dentro de los designios de Dios, no me negaré al trabajo y la obediencia será
mi lema preferido". Años más tarde, en 1839, le ofrecieron la parroquia de Virieu-le-Grand, pero él
premió continuar en Belmont, donde murió entre sus fieles, de cuya confianza y amor gozó siempre.
***
Hasta entonces, el Hermano Gabriel no había conseguido muchos aspirantes a la vida religiosa para
compartir con ellos sus trabajos y no había encontrado a ninguno que le ayudase económicamente a pagar
los gastos del noviciado. La mayor parte de ellos daban pronto muestras de no tener vocación religiosa y
se marchaban.
Para poder mantener a estos jóvenes pedía limosna en Lyon, provisto de una carta de recomendación en
la que el señor Obispo explicaba el fin y las necesidades de la Congregación, recomendándola a la
generosidad de los fieles.
Le costaba mucho tener que ausentarse, porque, como ya hemos dicho más arriba, no podía confiar la
118
Ms. B.: "... fue siempre la mano derecha del Hermano Gabriel".
119
Este párrafo es algo diferente del que había redactado el Hermano Federico, que es como sigue: "y como, por aquella época, el
personal de la casa no inspirase excesiva confianza, el Rvdo. Gâche no lo perdía de vista durante las ausencias del
Hermano Gabriel. Y así continuó hasta que pudo contar con algún Hermano serio y experimentado que pudiera
ocupar su 'puesto. Pero, en el caso que se diera algún fallo o cualquier insubordinación (...) el Rvdo. Gâche se
encargaba de la conveniente reprensión y gozaba de tal ascendiente sobre aquellos jóvenes inquietos que todo volvía
al orden en seguida".
"Cuando se trató de nombrarlo párroco de Belmont, el señor Obispo le invitó a que fuera a verle a Belley. No pudo ir porque se
había torcido un pie. Escribió a uno de su amigos (ver la nota siguiente): "Por lo cual, querido amigo, no puedo ir a Belley;
cojeo demasiado".
120
El cual no era otro que el Hermano Gabriel. En efecto, esta carta se encuentra en los ASFB: cf. Positio, p. 112.
52
dirección de la casa sino a personas inexpertas. Por otra parte, pedir limosna resultaba un trabajo: 1°,
penoso, puesto que había que pasar el día subiendo escaleras hasta un quinto o sexto piso; 2°, poco grato,
pues más de una vez recibía tratos humillantes; 3°, peligroso, puesto que, en ocasiones, los comisarios de
policía le hacían comparecer ante ellos, prohibiéndole que continuase mendigando. Uno de ellos, tras oír
sus explicaciones le dijo: "Estoy de acuerdo con el fin que Vd. se propone y quiero contribuir a su obra;
pero no puedo permitirle que continúe Vd. pidiendo limosna". Después de decide esto, le dio diez francos
121
.
A estos éxitos contribuía también la oración: antes de llamar a una puerta, se arrodillaba en la escalera y
oraba al Señor y a los ángeles custodios de aquellas personas a las que iba a dirigirse, pidiendo que las
movieran a darle alguna ayuda. Era raro que le rechazaran, aunque se tratase de protestantes o judíos; a
todos ellos se dirigía sin hacer distinciones, sin saber de antemano a quiénes iba a pedir.
Hasta 1836 o 1837 continuó empleando este sistema para poder subsistir, pero ya hacia esa época, la
policía prohibió en la ciudad de Lyon toda cuestación que no estuviera permitida por la autoridad civil. A
partir de entonces, la divina Providencia, siempre admirable, envió al Noviciado Postulantes que podían
pagar su pensión y que aportaron recursos a la casa, en vez de serIe un carga. Sin embargo, la mitad de la
casa, que anteriormente había comprado el Hermano Gabriel no bastaba ya para todos. Antes de salir para
un viaje bastante largo, que tenía en proyecto, hizo una nueva gestión ante el Consejo Municipal para que
le fueran concedidas algunas ventajas correspondientes a su titularidad, ya que resultaba imposible para él
conseguir la plaza de maestro; el ayuntamiento no accedió a sus peticiones. El 8 de Abril de 1834 volvió
a comprar la parte de la casa que había vendido al Sr. Dépommier, justo un mes antes de que se marchara
el Sr. Favier.
***
El mes de Diciembre de 1833 se planteó el problema de unir o no a la Congregación de los Hermanos de
la Sagrada !: ¡ Familia con la de los Clérigos de San Viator, recientemente fundada en Vourles, cerca de
Lyon, por el Rvdo. Querbes, párroco de aquel pueblo. Esta Congregación estaba ya aprobada por el
Gobierno. En una carta, fechada el 1 de Enero de 1834, dirigida al Hermano Gabriel por el Rvdo.
Querbes, puede leerse lo siguiente:
"Creo que podré salir de Lyon el próximo miércoles, 8 de Enero, a no ser que me lo impida cualquier
imprevisto. Me encantaría poder entrevistarme con las personas que parecen estar dispuestas a asociarse
con nosotros y nuestra obra. No creo que me sea posible pasar más de uno o dos días, bien sea con Vd.,
bien sea en Belley.
Mis dos Hermanos Favre y Magaud que ya le consideran a Vd. como Catequista y Hermano suyo me
piden que le salude afectuosamente".
El Rvdo. Querbes fue a Belmont el día indicado para charlar con el Hermano Gabriel y con el Rvdo.
Gâche a propósito de la fusión de los dos Institutos. Parece ser que en Belmont hubo un buen nivel de
entendimiento. Se trataba, pues, de conseguir permiso de Mons. Devie y de determinar los compromisos
recíprocos convenientes en aquel asunto. El Rvdo. Querbes fue a Belley, acompañado por el párroco de
Belmont. En el obispado pusieron algunas dificultades, más tarde solucionadas, al menos en parte, ya que
el Hermano Gabriel estuvo pasando en Vourles una seis semanas. Como sólo nos dejó constancia de la
fecha de su permanencia en aquella casa, pondremos, a continuación, los datos que hemos podido recoger
acerca, tanto de su estancia en Vourles como de las dificultades propias de la unión 122.
121
Ms. B.: "Se encontraba a menudo con otros que también pedían limosna y entre ellos hablaban del resultado de sus gestiones.
El Hermano Gabriel podía constatar que siempre le iba mejor que a nadie. Su aspecto externo, tan apropiado para
ganarse la confianza ajena, jugaba en favor suyo; sin embargo, su espíritu de oración no era, ...".
122
El H. Federico no quiso manifestar su opinión sobre este asunto, ya que, en realidad, no tenía una documentación muy
completa. En la actualidad, con las aportaciones de los Archivos de los Clérigos de San Viator en Roma-Mostacciano,
la neutralidad del Hermano Federico no puede ya mantenerse: cf. Positio, pp. 112-120.
53
Transcribimos la carta del Rvdo. Querbes, en la que habla de sus entrevistas con Mons. Devie.
"Vourles, 15 de Enero de 1834.
Querido amigo:
Me ha sido imposible comunicarle desde Belley las últimas decisiones del señor Obispo, ya que la última
audiencia que me concedió se prolongó hasta la hora de la comida, a la que siguió inmediatamente mi
marcha.
Como había intuido, al día siguiente todo era distinto. Me encontré a Monseñor acompañado por dos
consejeros, los señores De la Croix y Ruivet. Me propusieron algunas cuestiones de escasa importancia
para terminar diciéndome que el Párroco se llevaría los documentos que yo les había entregado y que los
examinarían.
Como el domingo, tenía que hablar con Su Excelencia acerca de otro asunto, le dije de inmediato que me
parecía, respecto a lo nuestro, que la mala impresión o la inquietud que yo había detectado se referían a
un solo punto; que sobre ello no tenía por qué preocuparse. En cuanto a que nuestros estatutos eran algo
complicados, le advertí que en ellos se encuentra el germen de un Instituto que puede desarrollarse
bastante; también pueden ser apropiados en el caso de que no crezca mucho.
Naturalmente, no hace falta decirle a Vd. que no se asuste por las dificultades que acaban de presentarse.
Si esto es obra de Dios triunfará, a pesar de todas las oposiciones.
Adiós, querido amigo, rece por mí y tenga la seguridad de que le aprecio sinceramente, etc.".
Después de todo esto, las cosas continuaron como estaban. Sin embargo, se reanudaron las negociaciones
poco tiempo después. Habiendo conseguido Monseñor que fueran aceptadas sus peticiones, escribió al
Rvdo. Querbes que aceptaba la unión (parece ser que una de las principales condiciones puestas era que
el Hermano Gabriel continuara siendo Superior de la casa de Belmont).
El Rvdo. Querbes envió a nuestro Fundador la carta siguiente:
"10 de Marzo de 1834.
Acabo de recibir una carta de parte de su Obispo, por lo que me he decidido a enviar de inmediato a mi
querido Hermano Magaud, para que ocupe el puesto de Vd., durante el tiempo que vaya a estar aquí con
nosotros. Si necesita uno o dos días para ordenar los asuntos de esa casa, este Hermano irá, mientras
tanto, a Belley para que Monseñor refrende su carta de obediencia...
Venga Vd. cuanto antes..;".
El Hermano Gabriel fue a Vourles el 15 de Marzo, acompañado de un novicio, llamado Richard. La tarea
principal era copiar las Reglas y el Directorio del Instituto, que todavía estaban en estado de manuscritos.
Sin embargo, el Hermano Magaud, que reemplazaba provisionalmente al Hermano Gabriel en Belmont,
no tenía contentos a los que estaban entonces en la casa. La marcha de su Director había disgustado a los
internos y el Rvdo. Magaud, a pesar de su celo y buena voluntad, no podía hacerse con la situación. Su
tesón no estaba a la altura de su inteligencia ni de sus virtudes. El internado estaba a punto de
desmoronarse. El párroco de Belmont informó de la situación al Hermano Gabriel el 7 de Abril. Le
escribió lo siguiente:
"Querido Hermano, me extraña que no haya dado Vd. señales de vida. Se nos presentan numerosos
internos. Su regreso de Vourles se hace tanto más imprescindible cuanto que el H. Magaud está decidido
a marcharse, incluso sin avisar si es necesario. Quería despedir a todos los internos el domingo e irse.
Dése cuenta de lo que esto habría significado para esta casa y qué habría dicho el ayuntamiento; Me
parece que el H. Magaud escribe lo que le conviene. Le espero a Vd., como mucho, el viernes por la
tarde; en caso contrario, se queda Vd. sin internado. No sé si conseguiré que el sustituto siga aquí hasta
entonces. Comunique al Rvdo. Querbes cuanto le escribo".
Firmado: Gâche.
Nuestro buen Fundador no podía permitir que se viniera abajo una obra que tanto le había costado
levantar. Tuvo, pues, que retomar la dirección de la casa. Esta molesta circunstancia contribuyó, sin duda
alguna, a que fracasase el proyecto de fusión, cuyos preliminares habían sido tan costosos.
Al marcharse de Vourles, recibió del Rvdo. Querbes el siguiente certificado 123.
123
El texto de ese certificado no figura en el ms. B.
54
"El abajo firmante, certifica que el señor Gabriel Taborin se ha comportado muy bien durante todo el
tiempo que ha permanecido en nuestra casa de la Institución de Catequistas; en testimonio de lo cual le
expido este certificado para que lo pueda presentar en cualquier ocasión que lo necesite.
Vourles, 30 de Abril de 1834".
Firmado: Querbes, sacerdote catequista.
El señor Couturier, quien, a continuación, va a proporcionarnos algunos datos sobre la permanencia del
Hermano Gabriel en Vourles, salió de Belmont por motivos de salud. Tenía también idea de hacerse
sacerdote, cosa que no realizó. En 1840 todavía no sabía bien qué hacer y escribió al Hermano Gabriel
con la intención de ingresar en la Congregación. En su nombre le contestaron que le recibiría si había
desaparecido la causa que le obligó a salir de Belmont. Se decidió, finalmente, por ingresar en la
Congregación de los Hermanos de San Viator.
Tras la muerte del Hermano Gabriel y, a petición del Hermano Amadeo, el señor Couturier nos envió los
datos siguientes:
"Epinouze, 25 de Abril de 1865 124
Estimado Superior,
Ya antes de recibir su carta del 6 de los corrientes, me había enterado de la gran pérdida que suponía para
su Congregación el fallecimiento del Reverendo Hermano Gabriel Taborin, de imperecedera memoria.
No me pondría a describir la pena que he experimentado, al enterarme de esta noticia, si no fuera una
prueba palpable de lo mucho que yo estimaba a este hombre de Dios el largo viaje que hice en Octubre de
1862 expresamente para verlo.
Desea Vd. que yo le envíe algunos datos acerca del tiempo que su Fundador permaneció en Vourles;
como, por aquel entonces, yo no me encontraba allí, me he dirigido al Hermano más antiguo de nuestra
Congregación, que actualmente se encuentra en Nivernais, al cual le he oído decir a menudo que había
conocido muy bien a su querido Superior. Si he tardado en responderle ha sido porque he estado
esperando que me comunicase sus recuerdos este Hermano.
A fin de proceder con un poco de orden, dividiré mis datos en dos partes: la primera tratará del tiempo
que su Fundador estuvo en Vourles y la segunda, de mi estancia en Belmont, donde viví con él desde
Diciembre de 1835 hasta Agosto de 1836.
Le envío primeramente los datos del Hermano, que se encuentra actualmente, trabajando como maestro
de la escueZa municipal en Nivernais:
Pasé en Vourles como un mes y medio en compañía del dignísimo Hermano Taborin; desconozco por
qué salió de nuestra Casa Madre; solamente sé que nuestro Superior y él no llegaron a un acuerdo acerca
de determinadas condiciones, cuyo contenido no recuerdo, en el caso de que alguna vez lo haya sabido. El
Hermano Gabriel Taborin era una persona muy digna e instruida, de buen carácter, amable conversador;
era capaz de hacer lo que llevó a cabo, es decir, fundar una Congregación que marcha bien...'".
(La segunda parte de esta carta puede verse en la página 148).
***
Constatando los serios inconvenientes que se seguían de estar juntos los internos y los postulantes con los
jóvenes de la parroquia, el Hermano Gabriel solicitó de Monseñor permiso para tener una capilla en la
casa. Un sacerdote ya mayor se había retirado allí en el mes de mayo de 1834. Se concedió la autorización
pedida el 18 del mismo mes y, como el Hermano Gabriel había preparado ya lo necesario para decir misa,
la capilla fue bendecida por el Rvdo. Gâche, que celebró en ella con toda solemnidad los sagrados
misterios en presencia de un gran número de fieles 125. Difícilmente puede uno hacerse a la idea de lo que
gozó ese día nuestro venerable Fundador. ¿No veía en todo ello la mano de Dios que le concedía su ayuda
y el éxito de su empresa?
124
La frasecita que precede a esta fecha no figura en el ms. B. 120
125
Ms. B.: "Sin embargo, Su Excelencia no dispensó a la pequeña comunidad de asistir los domingos a la iglesia parroquial".
55
El 12 de Junio recibieron la Primera Comunión en la capilla seis internos, número que demuestra que
éstos eran numerosos.
El señor Obispo dio permiso ese mismo año para que se erigiera el Via Crucis, ceremonia que presidió el
Rvdo. Gâche, acompañado por otros tres sacerdotes y que tuvo lugar el 31 de Diciembre de 1834 126.
Hasta aquel momento, el señor Obispo había exigido a la comunidad que asistiera los domingos a las
ceremonias litúrgicas en la parroquia; el mes de Noviembre, Su Excelencia dio permiso para que todas
ellas pudieran celebrarse en la capilla de la casa. La comunidad notó el cambio, pues a la natural
disipación, consecuencia de tantas idas y venidas por el pueblo, le siguió un espíritu más religioso y un
mayor recogimiento.
126
Ms. B.: "Finalmente, en Noviembre de aquel mismo año, Su Excelencia dio permiso para que todos los oficios pudieran
celebrarse en la capilla de la casa. A partir de entonces, no hubo que ir a la iglesia parroquial los domingos. La
comunidad notó el cambio, ya que a un cierto espíritu mundano y a la disipación, etc".
56
CAPITULO XV
ALGUNOS ACONTECIMIENTOS DE LA VIDA DEL HERMANO GABRIEL,
SUCEDIDOS MIENTRAS ESTABA EN BELMONT,
y CUYA FECHA DESCONOCEMOS.
Sucedió un año, que el predicador invitado para el sermón de la fiesta patronal de Belmont no pudo
asistir, sin que le fuera posible avisar con tiempo. Al iniciar el Magnificat, el párroco, que esperaba que
apareciera de un momento a otro, experimentó una enorme inquietud, al ver que no llegaba. La iglesia
estaba llena y una gran muchedumbre se apretujaba a la puerta para poder escuchar, al menos, algunas
palabras del anunciado sermón. Al párroco le habría gustado predicar, pero no había preparado el sermón
y no se atrevía a hacerlo. El conocía muy bien la facilidad de palabra del Hermano Gabriel. Por carecer de
capellán, el Hermano asistía a los oficios litúrgicos de la parroquia. Al volver de incensar, en el momento
del Magnificat, el párroco le dice, al pasar delante de él: "El predicador no viene; predique Vd.". "No
puedo; no lo he preparado". El párroco se fue a su sitio. Una vez terminado el rezo de Vísperas, el
párroco, dirigiéndose al Hermano, le dijo en voz alta: "Predique Vd., Hermano". El Hermano contestó
tímida y desconcertadamente: "Pero, señor cura, no puedo hacerlo; no he pensado en ello ni de lejos".
"Por favor, Hermano, predique Vd.", insistió el párroco, elevando el tono de la voz. Persuadido, entonces,
de que Dios le manifestaba su voluntad, a través de su ministro, se arrodilló en la primera grada, delante
del altar, pidió las luces de Espíritu Santo y comenzó la predicación, que duró una hora y que mantuvo a
su auditorio pendiente de sus labios. Después de manifestar los motivos por los cuales se veía obligado a
predicar, preguntó a sus oyentes por qué estaban allí reunido! (era la fiesta patronal), respondiendo él en
su lugar: les explicó, a continuación, lo que habían hecho los santos para serlo y lo que debemos hacer
nosotros, hablando sobre el tema con todo el calor de la improvisación. El párroco le dijo después:
"Nunca jamás predicador alguno lo ha hecho como Vd.; y, sin embargo, no quería predicar, alegando que
no estaba preparado... ¡Ojalá predicasen siempre como Vd. lo ha hecho!..." 127.
***
Yendo de viaje a Lyon, recibió de parte del párroco de un pueblo próximo, el encargo de entregar a los
señores Périsse la suma de 600 francos, que debía por la adquisición de objetos de librería. Parece ser que
estos señores olvidaron de apuntar esta cantidad como ingreso en sus libros de cuentas, ya que, dos años
más tarde, escribieron al mencionado párroco, reclamándole la suma en cuestión. El párroco fue a
Belmont y manifestó al Hermano su extrañeza. Este le contestó que había entregado a aquellos señores
los 600 francos y que, si no le había entregado el recibo, había sido por olvido; recibo que esperaba
encontrar. Dándose cuenta de que estaba en juego su reputación, cualidad que necesitaba a toda costa, se
arrodilló delante del crucifijo y se puso a orar. A continuación, se levantó y empezó a buscar entre todos
los papeles que tenía en su despacho. Finalmente, dio con el recibo y se lo entregó al párroco, poniendo
así punto final a este asunto.
***
Cuando se encontraba en Lyon y tenía tiempo libre, lo pasaba en las iglesias, en las que permanecía
durante dos o, incluso, tres horas rezando. En una de estas ocasiones, creo que en la iglesia de la Caridad,
a punto estuvo de ser asesinado. Al entrar en la iglesia, vio a un hombre arrodillado en el suelo, hacia el
centro de la nave. En la hora larga que pasó rezando, el individuo aquel ni siquiera levantó los ojos. Al
salir, se acercó a aquel hombre, al parecer totalmente absorto, y le tocó en el hombro, queriendo llamar su
127
Según los datos proporcionados por el Hermano Federico, nos parece que este episodio sucedió el 2 de Enero de 1834, jueves,
fiesta de San Oyen, patrono de Belmont.
57
atención y preguntarle quién era. Pero aquella persona, como si estuviera ajena a todo, no dio señales de
haberse enterado de nada. Sin embargo, nada más salir de la iglesia el Hermano Gabriel, aquel individuo
se puso a su lado y le preguntó dónde se hospedaba. El Hermano Gabriel le llevó a su alojamiento y, ya
en él, le preguntó quién era. La respuesta fue: "Yo soy el ángel Gabriel". Recordando la postura que aquel
hombre había mantenido en la iglesia durante tanto tiempo, el Hermano Gabriel quedó de momento,
impresionado, pero, rehaciéndose en seguida, se dio cuenta de lo absurdo de la afirmación de aquel
extraño personaje, que tenía un cuerpo de carne y hueso. El hombre le dio otras respuestas no menos
incongruentes, cuyo resumen era que no tenía que haber en el futuro más que una sola víctima (ofrecida
en sacrificio) a la mayor gloria de Dios; esa víctima tendría que ser el corazón de un niño... El Hermano
Gabriel no le dejó que siguiera hablando y le ordenó que se retirase, agarrándole por el brazo para
obligarle a ello. El movimiento del brazo, hizo que cayera al suelo un puñal. Viéndose frente a un
asesino, se puso a gritar ¡Socorro! El desconocido recogió su puñal y desapareció.
***
Dos novicios de la Abadía de Haute-Combe se habían escapado en secreto de su monasterio para pedir al
Hermano Gabriel que los admitiera en su Congregación. El les dio a entender que su conducta era
censurable, se negó a recibidos y les aconsejó que se volvieran al monasterio. Al hacerle notar ellos que
no les admitirían, dado lo irregular de su salida, se ofreció a acompañarlos él mismo e interceder para que
los perdonasen, cosa que consiguió, efectivamente, de parte del Padre Abad. Pero la travesía del lago
resultó ser bastante peligrosa. Se desencadenó una horrible tormenta y los barqueros estaban acobardados,
sin fuerzas ni confianza. Los dos pobres prófugos, que, probablemente, no tenían la conciencia tranquila y
que creían llegado el fin de su vida, estaban pálidos como muertos. En vez de dejarse vencer por el
abatimiento, ante la proximidad del peligro, el Hermano Gabriel rezaba, cantaba las letanías de la
Santísima Virgen e invitaba inútilmente a los demás a unirse a él. Estaban totalmente agotados. A pesar
de todo, las oraciones del buen Hermano fueron oídas en el cielo; disminuyó la fuerza del viento poco a
poco y llegaron sanos y salvos al puerto de Haute-Combe.
***
Probablemente, cuando estaba intentando fundar la Congregación en Belmont, el Hermano Gabriel fue a
hacer un retiro con el Padre Favre 128, célebre misionero de Chambéry. Al llegar a esta ciudad, manifestó
al sacerdote su deseo. Este le dijo: "Estoy a punto de ausentarme durante unos quince días; pero, si a Vd.
le parece que yo puedo ayudarle, pospondré mi viaje". Por deseo del Hermano, le predicó un retiro de
ocho días. El tema más importante de este retiro fue la elección de estado. Se trataba de iniciar de nuevo
la fundación de una congregación religiosa o bien, de renunciar a ello como proyecto que no era voluntad
de Dios. El Hermano Gabriel consideró de suma importancia manifestar su intimidad al sacerdote para
recibir sus orientaciones con respecto a la decisión que tendría que tomar. La opinión del confesor fue
más que opinión, una orden y una profecía: "Vd. fundará una congregación religiosa; tendrá muchas
dificultades para llevar a cabo este proyecto, pero triunfará y el Señor bendecirá su obra, que realizará
mucho bien. Se extenderá por Saboya, el gobierno sardo le concederá su aprobación y algún día Vd.
adquirirá la abadía de Tamié".
A punto estuvieron estas palabras de hacerle perder todo el fruto del retiro, nos dice el Hermano Gabriel,
ya que le anunciaban cosas que le parecían imposibles y que le hacían perder la confianza en su confesor.
Se trataba de una tentación, obra del demonio. La luz de la gracia triunfó en aquel corazón que tanto
deseaba cumplir la voluntad de Dios.
***
128
Durante el verano del año 1832. El Hermano Federico desconocía la carta de este sacerdote, José María Favre (1791-1838),
con fecha de 29 de Noviembre de 1832, en los ASFB. Cf. Positio, p. 578, donde se transcriben párrafos extensos de
esta carta.
58
A partir del día en que el Hermano Gabriel tomó el santo hábito en Bouchoux, ya no dejó de llevarlo
nunca, a pesar de haber pasado muchos años sin más Hermanos que él 129. Frecuentemente, gentes
desconocidas le preguntaban a qué Congregación pertenecía. Les decía el nombre y, como la mayor parte
pregutasen si eran muchos, respondía, con toda humildad, que él era el único miembro, añadiendo, si el
caso así lo exigía, las explicaciones pertinentes para aclarar su situación. ¡Cuántos otros se habrían
quitado el hábito que les obligaba a responder a preguntas tan humillantes! Porque no faltaban quienes se
burlaban de él, más o menos abiertamente. Pero nada podía desanimarle.
129
El Hermano Federico había sido más exacto aún, al escribir: "... entre ocho y diez años ...", de 1824 a 1833/34, cuando tuvo los
primeros postulantes; esto muy bien podía suponer "... entre ocho y diez años".
59
CAPITULO XVI
VISIÓN RETROSPECTIVA. VISITA DE MONS. DEVIE.
CAPILLA DE SANTA ANA.
Cerca de doce años habían transcurrido desde que el Hermano Gabriel tomó el. hábito religioso en
Bouchoux; nueve, desde su salida de la diócesis de Saint-Claude y cinco acababan de cumplirse de su
llegada a Belmont y aún no había podido establecer su Congregación de una manera firme ni fundar
ninguna casa. Había hecho el bien allí donde había estado; había consumido energías en favor de la
juventud en sus clases y catequesis, y de todas partes, como valiente soldado, había salido con brillantes
hojas de servicio. Muchas heridas había recibido, pero su fortaleza de ánimo las había asumido y
cicatrizado con toda rapidez. Siempre lleno de ánimo, confiado en la Providencia divina, creyendo
plenamente en su misión, se manifestaba como un atleta al que no puede hacer tropezar obstáculo alguno.
¿Quién no se habría sentido desanimado ante tantos fracasos, sinsabores y las más diversas miserias por
él experimentadas? ¿Quién no habría pensado que sus intentos eran puras quimeras, teniendo en cuenta el
abandono en que parecía tenerle Monseñor Devie, aunque éste le amase entrañablemente; y también, al
ver lo mal que le miraban algunos clérigos a causa de su hábito, muy parecido al de los sacerdotes? Al
entrar en la diócesis de Belley, Gabriel había colocado a su Congregación bajo los auspicios de la Sagrada
Familia y sabía muy bien que sus patronos habían vivido escondidos, humildes, sumisos, perseguidos
hasta que fue voluntad de Dios que el mundo los conociera. A ejemplo de esta trinidad terrena, como la
llama San Juan Damasceno, él también había vivido sumiso y resignado. Había llegado el momento en
que la Congregación de la Sagrada Familia, hasta entonces, en estado germinal iba a crecer para consuelo
de quien tanto tiempo había vivido sembrando en medio de las lágrimas 130.
Hemos visto lo bien que Mons. Devie recibió al Hermano Gabriel en la primera entrevista que tuvieron
en Genay, la predicción que le hizo el prelado de las pruebas que le esperaban en el futuro y la protección
que le prometió; pero antes de ayudarle de una manera eficaz y de hacer propia, de modo oficial, la causa
del Hermano Gabriel, el señor Obispo quería cerciorarse de que era voluntad divina el proyecto del
Hermano. Este era todavía joven y carecía de la madurez y de la experiencia de los hombres y de las
cosas, que es necesaria para emprender una obra de tal envergadura. Bastantes años habían transcurrido
desde entonces y Su Excelencia le había dado su aprobación, cuando era tan sólo un proyecto, pero nunca
le había patrocinado ni protegido de modo notorio, cosa imprescindible para llevar a término su obra. El
Hermano Gabriel era consciente de todo, pero también era bastante delicado y prudente y no lo daba a
conocer. Veía que el nombramiento del Rvdo. Gâche, como párroco de Belmont y su entrega generosa
eran una prueba de las buenas intenciones que Monseñor albergaba con respecto a él; sin embargo,
necesitaba una protección más clara de parte del Prelado, que era entonces una de las figuras más
eminentes del Episcopado francés. Creemos que fue hacia finales del año 1835 o a comienzos de 1836,
cuando Su Excelencia le dijo aquellas palabras tan alentadoras para él: "Hijo mío, hasta ahora le he
ayudado muy poco; ha tenido que trabajar casi solo. Quería comprobar si Vd. se desanimaba y si el
proyecto que Vd. tenía era verdaderamente proyecto de Dios. Me parece que ya no puedo dudar. Animo;
siga trabajando, prosiga su obra. En adelante su Obispo va a ayudarle mucho, más".
Gabriel se lo agradeció a Su Excelencia y, animado por aquellas palabras, quedó convencido de que, en el
futuro, la pequeña comunidad había de crecer. Sus esperanzas no se vieron defraudadas 131.
Cuando Dios quiere una obra hace surgir los obreros que han de trabajar en ella. A los de la primera hora
130
Ms. B.: "... hasta ese momento, en estado embrionario, iba a extender sus ramas y consolar a aquel que había sembrado con
lágrimas durante tanto tiempo".
131
Los detalles de predilección y de interés por el Hermano Gabriel y su obra de parte de Monseñor Devie son tan numerosos, a
partir del mes de Mayo de 1834, que habría que adelantar en un año, por lo menos, la fecha en que fueron
pronunciadas las consoladoras palabras de Monseñor Devie: cf, Positio, p. 121.
60
les da múltiples capacidades, laboriosidad, constancia, les llena de una fe generosa que se fortalece en las
pruebas y que se alimenta con el sacrificio. Los llena del espíritu propio de la obra del que nacerá el
carácter de la familia 132. Les da la prudencia, la ternura, el espíritu de entrega. Dispuestos a todo,
obedecen o mandan, pero multiplican siempre sus esfuerzos allí donde surgen las dificultades o los
peligros. Así han sido la mayor parte de nuestros Hermanos mayores en Belmont y para no hablar más
que de algunos, a quienes el Señor ya ha llamado a su gloria, mencionemos al querido Hermano Juan, el
primero de la lista de santos religiosos, junto con los Hermanos Carlos, Pedro, Jerónimo, Luciano,
Mauricio, Simeón, etc. 133.
***
Quizá se celebrase una toma de hábito el 23 de Abril de 1835 y probablemente el 6 de Mayo del mismo
año el Hermano Gabriel fundó la primera casa de la Congregación. Lo hizo para atender a la catedral de
Belley, adonde envió a dos Hermanos para que ejercieran uno de los fines de la Congregación: hacer de
sacristanes. El 25 de Abril, Domingo de Quasimodo, se celebró en Belmont, la Primera Comunión de los
niños de la parroquia. Encargaron al Hermano Gabriel los ejercicios preparatorios a este gran
acontecimiento de la vida de los niños.
Sin embargo, el señor Obispo no había visitado todavía a la comunidad de Belmont, aunque deseaba
hacerlo en persona, para poder juzgar con conocimiento de causa hasta qué punto podía confiar en la
naciente obra.
El 5 de Julio de 1835 Su Excelencia fue a Belmont. Al entrar en la casa, el Hermano Gabriel le dirigió las
palabras siguiente:
"Excelencia:
Me resulta muy difícil expresar los sentimientos de alegría que experimentamos, al recibir su visita, y
más en un momento en que, agotado por la fatiga, tras el largo via;e que acaba de hacer, no ha dudado en
aumentarla, con la sola intención de satisfacer nuestros deseos. Espero que esta visita que nos honra
produzca frutos de salvación entre nosotros. Al mismo tiempo que le pedimos, Excelencia, que reciba el
homenaje de nuestra entrega total y respetuosa, le rogamos que acepte las manifestaciones de nuestra
profunda gratitud que durará tanto como nuestro afecto.
Excelencia, Vd. es el padre y el apoyo de nuestra pequeña Congregación; reciba, pues, la llave de este
asilo de paz en el que nadie que no pretenda practicar las virtudes de las que Vd. es el modelo, debe
ingresar".
El Prelado se fue de Belmont muy contento, tanto del Hermano Gabriel como de cuanto allí había visto.
Poco tiempo después, Su Excelencia dio permiso para que tuvieran la reserva y dieran la bendición con el
Santísimo en la capilla. Estos dos favores llenaron de alegría al piadoso fundador. ¡Tenía en su pobre
capilla al Dios de todo consuelo él, cuyo corazón era sólo amor! ¡Con cuánto cariño iba a visitarlo! ¡Con
qué interés iba a exponerle sus penas y deseos, sus propias necesidades espirituales y temporales y las de
sus hijos!
***
Hemos visto en el Capítulo IV que el Hermano Gabriel profesaba una gran devoción a Santa Ana.
132
El Hermano Federico escribió un texto no muy diferente: "Los penetra con el espíritu propio del Instituto, de donde nacerán el
impulso de las obras y el carácter de la familia".
133
Se trata de Hermanos que nuestro biógrafo había conocido personalmente: Hermano Juan Charrière (1812-1874); Hermano
Carlos Bazin (1806-1860); Hermano Pedro Francisco (1821-1877); Hermano Jerónimo Dunoyer (1821-1875);
Hermano Luciano Bumier (1811-1860); Hermano Mauricio Beaudé (1810-1851); Hermano Simeón Granger (18151886): este último ha sido añadido, bien por el Hermano Federico, o por alguien distinto, cuando el manuscrito estaba
ya redactado; además, la fecha del fallecimiento lo explica. Cf. Positio, p. 967.
61
Pensaba, por aquel entonces, reconstruir la capilla de esta gran santa. Al tiempo que hablaba sobre el
asunto con el Rvdo. Mermillod, párroco de Belleydoux, pidiéndole que recogiera limosnas de las
personas piadosas de su parroquia, dirigía al señor Obispo la carta siguiente:
"Belmont, 22 de Octubre de 1835
Excelencia:
Conociendo su celo por la gloria de los santos, cuyas virtudes imita Vd. a la perfección, me tomo la
libertad, que yo considero un honor, de dirigirle la presente para satisfacer la necesidad más fuerte de mi
corazón 134. Me permito exponerle con toda humildad un proyecto, que creo pretende la mayor gloria de
Dios, la salvación de las almas y el bien de mis paisanos. Desearía restablecer en Belleydoux, mi
parroquia de nacimiento, el culto a la bienaventurada Santa Ana, madre de la Santísima Virgen, cuya
protección, de gloriosa memoria, se ha hecho sentir con frecuencia en nuestra comarca, en tiempos de
miseria, cuando las buenas gentes de nuestras montañas venían en procesión a una capilla particular,
dedicada a Santa Ana, para honrarla y pedir la protección de esta santa, tan grande que de ella dicen los
antiguos que nunca jamás pidió nada que no le fuera concedido.
La capilla de que le hablo fue levantada por mis bisabuelos y se encuentra en la parroquia de Belleydoux,
en medio del campo, casi en los límites del Jura y en la carretera que va de Nantua a Saint-Claude. El
lugar en que se encuentra situada de tal manera impresiona a los transeúntes que éstos jamás pasan ante la
capilla sin arrodillarse para pedir y exponer sus necesidades a la abuela del Salvador del mundo, dejando
de paso y casi siempre, alguna limosna.
En 1794 los impíos revolucionarios que ya habían contaminado con sus pestilencias las ciudades hicieron
lo mismo hasta en los rincones más apartados de nuestras montañas. Echaron abajo la puerta de la capilla
de Santa Ana y llevaron su saña diabólica hasta destruir totalmente el santuario.
Claudio José Taborin, mi padre, más piadoso que adinerado, una vez que la Iglesia volvió a vivir en paz,
se apresuró a construir un oratorio sobre las ruinas de la antigua capilla de Santa Ana, y los fieles
continuaron visitando este oratorio en sus necesidades. Muchas personas van allí en peregrinación,
persuadidas de que no verán frustradas sus esperanzas 135.
Heredero de esta preciosa capilla, desde hace ya muchos años, quería yo rendir homenaje a la piedad de
mis padres contribuyendo al mantenimiento de este edificio e incluso trabajando para agrandarlo y
adornarlo de una manera digna de aquella Santa en cuyo honor fue edificado. Sintiendo más que nunca la
necesidad de hacer realidad esta idea, fui a Belleydoux, en primer lugar para consultar el asunto con el
señor cura párroco y los habitantes de más prestigio y, seguidamente, visitar la mencionada capilla y
procurar, cuanto antes, su reconstrucción, ya que todos los habitantes del lugar lo desean mucho. El señor
cura párroco está muy contento y dará su permiso con sumo gusto; ha prometido también preocuparse de
este asunto. El señor Mermet, alcalde del lugar, autoridad distinguida, se ha ofrecido a colaborar de modo
especial en esta obra así como otras muchas personas, de modo que puedo decir que contamos ya, más o
menos, con los fondos necesarios para reedificar esta capilla.
Si, de vez en cuando, los fieles se acercan con ilusión a ella y los que pasan por delante se paran largo
rato allí, ¡cuánto mayor sería su devoción si pudiera haber en la capilla una reliquia de la santa!
Confío, Monseñor, que, si está Vd. de acuerdo, este proyecto se lleve a cabo, puesto que el señor Depéry,
que comparte con Vd. su interés por el culto y la gloria de los santos, me ha prometido ya que hará las
gestiones pertinentes para conseguir de Roma el precioso tesoro de la reliquia. Parece que todo marcha
bien en este asunto. Pero para completarlo, deseo que Vuestra Excelencia tenga a bien erigir en esta
134
En esta carta del Fundador, que no figura entre las cartas ya enviadas y cuya única redacción conocida es ésta del Hermano
Federico, los correctores han añadido (ignoro con qué autoridad) correcciones de estilo, lo que indica la nula
importancia que atribuían, a veces, a la fidelidad absoluta al texto en la reproducción de las fuentes. Como no
disponemos del original, es muy difícil señalar el texto exacto con la escrupulosidad que nos gustaría aportar aquí.
Como ejemplo, cito la frase del Hermano Federico, que pueden comparar con la del ms. C.: "... para satisfacer el
deseo más fuerte de mi corazón, sometiéndole a Vd. con toda humildad un proyecto, del que pienso que pretende sólo
la mayor gloria de Dios, etc. ;..".
135
Ms. B.: "... ya que ellas no tienen sino que felicitarse por sus loables gestiones, que nunca han quedado sin recompensa".
62
querida capilla una Cofradía en honor de Santa Ana, para conseguir una buena vida y una santa muerte, a
la manera de las de Hauteville y de Lochieu, salvo algunos detalles particulares, respecto al reglamento y
a las indulgencias para la mencionada cofradía de Santa Ana.
Conociendo por experiencia el celo del señor Depéry, estoy convencido de que, a la más pequeña
indicación de Su Excelencia, compondría inmediatamente un librito con la vida de Santa Ana, la bula de
las indulgencias de la cofradía, el reglamento de la misma y algunas otras cosas que Vuestra Excelencia
juzgue convenientes.
Si desea Vd. conocer otros datos sobre este proyecto, puedo dárselos con mucho gusto y, en cuanto sepa
su decisión, enviaré rápidamente una copia de la misma al párroco y al alcalde de Belleydoux.
Los fieles de Belleydoux y sus alrededores y yo le agradeceremos infinitamente a Vd. el permiso para
reedificar la mencionada capilla y fundar en ella la cofradía que he tenido el honor de proponerle. Estoy
persuadido de que todo ello hará mucho bien en nuestra región, pues los fieles están predispuestos para
esta clase de buenas obras.
Este es, Monseñor, mi proyecto; se lo he encomendado al Señor y a amigos míos piadosos.
Humildemente lo pongo hoy entre sus manos consagradas, dispuesto a someterme a lo que disponga
Vuestra Excelencia con su criterio, pues siempre he considerado como de Dios todas sus decisiones. Me
cabe el honor... etc.
Firmado: Hermano Gabriel".
Circunstancias ajenas a su por entonces aquel proyecto.
***
El 30 de Octubre el Hermano Gabriel escribió a su Obispo para comunicarle que un joven de la
institución de la Providencia del Rvdo. Collet de Lyon y dos Hermanos de la Congregación del Rvdo.
Bochard se le habían presentado para que los recibiera en la Congregación de la Sagrada Familia. Quería
pedirle su opinión al respecto. Mencionamos esta carta para mostrar al lector que en lo tocante a la
elección de vocaciones el Hermano Gabriel nunca dejaba de tener en cuenta los consejos de su Obispo,
cuando se presentaba la ocasión. Nos parece que este modo de actuar era muy prudente.
Mantuvo la misma actitud con algunos Hermanos que le habían conocido en Vourles. Escribió a uno de
ellos, M. R., el 14 de Abril de 1840:
"...Conviene que le diga que no me gusta que se salga Vd. de la Congregación del Rvdo. Querbes, a no
ser que tenga motivos serios para hacerlo... 136.
Me gustan las buenas vocaciones, pero, en modo alguno, me gusta hacer de demonio, apartándolas de una
Congregación. aprobada por la Iglesia... Vd. conoce mucho mejor que yo cuál es su situación y los
motivos que pueden impulsarle a ingresar en nuestro Instituto. Piénselo bien en la presencia de Dios y
haga ahora lo que querría haber hecho Vd. en el momento de su muerte. He dado a conocer a nuestro
venerable Obispo el contenido de su carta y le he comunicado muchos detalles sobre Vd. Su Excelencia
vería con buenos ojos que Vd. viniera aquí, en el caso de que nada tuvieran que oponer ni Vd. ni el Rvdo.
Querbes...".
***
Sin embargo, la Congregación de la Sagrada Familia no había sido aprobada por el Gobierno, sin que
hubiera esperanzas de serio en breve. Aunque el rey Luis Felipe no era opuesto a las Congregaciones
religiosas, el espíritu universitario se había introducido, desgraciadamente, en los responsables de estos
asuntos, que tenían que resolverlos por voto deliberativo. Por tanto, podía preverse que cualquier gestión
al respecto no tendría éxito.
136
Ms'. B.: "Tampoco querría, a pesar de lo mucho que le aprecio a Vd. y de la amistad que le profeso, que mi carta fuera causa de
que abandonase la casa del Rvdo. Querbes, a quien respeto profundamente". Este M.R. es el Señor Robín y esta carta
se encuentra en Cartas, vol. I, pp. 166-167.
63
No sólo los jóvenes ingresados en la Congregación podían ser llamados a filas, ya que era difícil que
pudieran sacar tan pronto el diploma de capacitación para enseñar, pues escaseaban los profesores que
pudieran prepararlos; es que, además, la misma comunidad podía ser disuelta con cualquier pretexto e,
incluso, sin él, ya que las leyes vigentes en la época daban al gobierno amplios poderes. Por esto,
Monseñor Devie invitó al Hermano Gabriel a unir su Congregación a la de los Hermanos Maristas,
autorizada por el gobierno, al haberse fusionado ésta con la de Saint-Paul-Trois-Châteaux. A nuestro
Fundador no le agradó el parecer del prelado y, confiando en Dios, le respondió con la siguiente carta 137:
"Excelencia, Respondiendo a su deseo, quiero exponerle con toda humildad, lo que pienso en lo referente
a la unión de nuestro Instituto de la Sagrada Familia con el de los Hermanos Maristas 138. Tengo que
decirle, Monseñor, con toda sinceridad que he rezado y meditado en presencia del Señor sobre este asunto
de un modo muy especial, tal y como Vuestra Excelencia me lo recomendó la última vez que tuve el
honor y la suerte de verle. Habiendo hecho todo esto con espíritu de fe, teniendo en cuenta el bien y
queriendo obedecerle a Vd., la realidad es que, en lugar de sentirme inclinado a unirme a otro instituto y,
a pesar de poner en ello toda mi buena voluntad, lo único que he sentido ha sido una gran aversión en el
caso de tener que hacerlo. Siento en mi interior una voz que parece decirme que, a pesar de mi debilidad
y de mi poco talento, Dios quiere servirse de mí para fundar una congregación distinta, por sus fines, de
todas las existentes hoy y que puede ser muy útil para las catequesis, las escuelas y el servicio en las
iglesias, trabajos que podrán desempeñar uno o varios Hermanos en las parroquias. Creo que me sentiría
muy culpable si no hiciera por mi parte los esfuerzos necesarios para llevar a cabo esta empresa; a pesar
de ser cierto que yo no soy más que un siervo inútil y que nada puedo por mí mismo, sí que lo podré todo
en Dios, si ésta es realmente obra suya.
¿Se trata de una ilusión o de un efecto de la gracia? No lo sé. Vaya atreverme a manifestarle a Su
Excelencia algunas razones, más o menos sólidas, que, expuestas en conjunto, puedan facilitar una
decisión definitiva, tanto sobre mi vocación personal como sobre el asunto de la proyectada unión.
1° Desde niño, mi inclinación me ha llevado a dar catequesis, a adornar las iglesias en las fiestas, a ayudar
a los sacerdotes en las ceremonias del culto sagrado y a dar clase a los jóvenes; tareas a las que me he
dedicado con toda ilusión, ya desde muy joven, lo que, tanto a mí como a mis confesores nos hacía
presentir que un día me habría de dedicar por estado a estas ocupaciones, consagrándome al Señor.
2° El Rvdo. Gomme, misionero de Besançon; un respetable y venerable padre capuchino de Chambéry; el
Rvdo. Favre, Superior de las Misiones de Saboya, a quien hace algunos años pude exponer mi proyecto y
darle a conocer mi conciencia, mis inclinaciones, mi falta de estudios y de medios, me manifestaron,
después de haberlo pensado seriamente delante de Dios, que no dudaban, en absoluto, de que el cielo
tenía planes particulares sobre mí y sobre esta obra y que podía, con toda seguridad, emprenderla sin
desanimarme, a pesar de las diversas pruebas que tendría que soportar y que aquella obra, toda ella de
Dios, prosperaría y tendría éxito, Monseñor, bajo vuestra poderosa protección.
La opinión de estas personas sabias y santas me ha servido de norma y de aliento hasta el día de hoy.
3° Empecé en Saint-Claude en 1824. Vuestra Excelencia sabe bien a cuántos fracasos y miserias me he
visto sometido para perseverar en mi vocación y poder darle continuidad a mi proyecto. Lleno de ánimo y
de confianza en Dios, nada ha podido apartarme de él. Tengo que manifestarle, Monseñor, que en
aquellos momentos tan tristes experimentaba una alegría imposible de explicar. Las dificultades eran
como presagios de que aquel proyecto marcharía bien algún día, especialmente si Su Excelencia se
decidía a protegerlo.
137
Se trata de la carta del 15 de Noviembre de 1835 sobre los Catequistas de St. Arthaud y la unión con los Padres Maristas o
Congregación de María del Padre Juan Claudio Colin: cf. Positio, pp. 122.124; 142.145; 159-161.
138
El Hermano Federico había escrito: "... a la del Rvdo. Colín". ,. Más tarde él mismo u otro, lo modificó de la siguiente manera:
"... a la de los Hermanos Maristas". En cualquier caso no pasó de ser un proyecto, que quedó en esbozo y puede que
sugerido a Monseñor Devie por el Rvdo. Robert: "... en la propuesta de unión, de que se acaba de hablar, -escribirá
más tarde el Hermano Federico no eran ajenas aquellas personas que no compartían sus puntos de vista". Después de
esta carta, bien fuera él mismo, bien fuera Mons. Devie, abandonaron el proyecto.
64
4° Rechacé situaciones ventajosas, especialmente con el señor Barón de Champdor, con quien podía
haber ganado mil doscientos francos anuales y una buena pensión, al fallecer este caballero. Gracias a
Dios, todas estas cosas me parecían barro y polvo, prefiriendo a Dios y mi vocación más que a todos los
bienes de este mundo.
5° Se intentó que nos uniéramos a la congregación del Rvdo. Bochard y a la del Rvdo. Querbes: Parece
que Dios se ha opuesto a ello. Vd. sabe muy bien cómo sucedieron todos estos acontecimientos.
Monseñor, le he manifestado lo que llevo en mi corazón, respondiendo a su pregunta; espero su decisión,
resuelto, como siempre, a respetar la más mínima indicación de Vuestra Excelencia. Vd. es un padre
bueno y espero que tenga en cuenta mi situación y los sentimientos que me animan para seguir haciendo
el bien en su diócesis.
Me declaro,...".
65
CAPITULO XVII
LLEGADA DEL HERMANO JUAN.
CARTA DEL RVDO. DEPÉRY.
DIFICULTADES PARA PEDIR LIMOSNA EN LYON.
TESTAMENTO DEL HERMANO GABRIEL. EL SR. COUTURIER.
Antes de hablar de sucesos ocurridos el año 1836, vamos a hablar ahora de la llegada a Belmont de Juan
Charrière, a quien nos gusta llamar nuestro decano. El fue, antes de 1836, el único compañero del
Hermano Gabriel, fiel hasta el final. Murió este buen religioso en Belley, el 24 de Junio de 1874, lleno de
méritos ante Dios, después de haber vivido cuarenta años en comunidad.
El mismo nos dice:
"En 1835 fui a Belmont, sede de la Congregación, para ponerme a las órdenes del Hermano Gabriel. Me
enviaba un sacerdote de la diócesis de Annecy, el Rvdo. Picolet 139, bajo cuya dirección había dado clase
yo durante algún tiempo. Este sacerdote había oído hablar del Fundador y del Instituto que quería fundar.
Aparentemente me mandó como si fuera yo un novicio que iba a ingresar en el Instituto; en realidad era
para que el Hermano Gabriel, que gozaba de un cierto prestigio en este campo, me instruyera y formara.
Tras haber permanecido un tiempo prudencial en Belmont, tenía que regresar junto al Rvdo. Picolet para
ayudarle a fundar una Congregación, más o menos parecida a la que proyectaba el Hermano Gabriel.
Al llegar a la casa de Belmont, estando ausente el Hermano Gabriel, fui recibido por la cocinera de
aquella pequeña comunidad, 'la Juana' 140, como se la llamaba, que en aquel momento estaba peinándose
en el hueco de una ventana; a su lado había una mesa y junto a ella, en un rincón, una silla caída en el
suelo, la cual sólo tenía tres patas y que hacía de palo de gallinero para una gallina que estaba encima.
Todos aquellos detalles no denotaban mucha riqueza; bueno, sigamos adelante. En realidad, yo no iba a
permanecer durante mucho tiempo.
Llevaba ya varios meses allí, no recuerdo exactamente cuántos, y el Rvdo. Picolet, que continuaba con
sus proyectos, me escribió para saber de mí y conocer, al mismo tiempo, cuándo pensaba regresar. Para
que el Hermano Gabriel no pudiera leer la carta, la mandó por medio de un propio. Al llegar éste a
Belmont, se encontró con el Hermano Gabriel, al que preguntó si conocía a un tal Charrière. El Hermano
Gabriel le contestó que le conocía muy bien, preguntándole qué deseaba. Respondió que tenía que
entregarle una carta. Naturalmente, el Hermano Gabriel se ofreció a llevársela. El joven no estaba muy
decidido a confiársela a un tercero pero, convencido por las palabras del Hermano de que cumpliría lo
dicho, se la entregó y regresó a la Alta Saboya.
Como puede suponerse, el Hermano Gabriel quiso saber el contenido, antes de entregármela. Cuando vio
de qué se trataba, pensó durante mucho tiempo qué era lo que tenía que hacer y, tomándome aparte, me
hizo reconocer, sin ninguna dificultad, que yo no había venido a Belmont con intención de hacer
Profesión; pero consiguió mucho más: me convenció para que renunciara a la idea de volver con el Rvdo
Picolet y me quedara definitivamente en la comunidad a la que el Señor me había llevado. Reconociendo
la mano de Dios en aquel pequeño acontecimiento, me convencí de que no haría cosa mejor que
permanecer con el Hermano Gabriel. En este sentido y, siguiendo las directrices de éste último, contesté
al sacerdote que me había enviado".
A partir de ese momento, el Hermano Juan no dudó de su vocación. Sin embargo, el Hermano Gabriel no
las tenía todas consigo y, para arreglar las cosas de un modo definitivo, fue a ver al Rvdo. Picolet. Parece
ser que le convenció de que dos obras semejantes, que iban a establecerse en lugares tan próximos lo
único que harían sería perjudicarse mutuamente. Prueba de ello fue que el Rvdo. Picolet se comprometió
139
El sacerdote María Francisco Picollet (1765-1851) Y no Picolet, como está escrito en los manuscritos B y C.
140
Según el Libro de Cuentas) en esta fecha, 16 de Noviembre de 1835, "la Juana" no estaba en Belmont; había sido sustituida por
la criada del capellán Juan Benito Jeannet, la señorita Perrine Guillermin,
66
a renunciar a sus planes de fundar un Instituto dedicado a la enseñanza. Por su parte, el Hermano Gabriel
prometió, en la medida de lo posible, mandar Hermanos a aquellas parroquias de Saboya que se los
pidieran. Nadie podrá demostrar que no ha cumplido su palabra.
De vuelta a Belmont, comunicó al Hermano Juan lo que había ocurrido entre los dos, el Rvdo. Picolet y
él, por lo que aquél se sintió más decidido aún a vivir y morir como' Hermano de la Sagrada Familia.
El Hermano Gabriel siguió escribiéndose con este respetable sacerdote, que era ya bastante mayor. Le
comunicaba los progresos que hacía el Instituto, las casas que fundaba en Saboya, de lo que el Rvdo.
Picolet se alegraba mucho. Apreció sinceramente a la Congregación a la que envió un buen número de
vocaciones.
Nuestro buen Hermano Juan, que entonces tenía veintitrés años, ayudó bastante al Fundador durante su
noviciado. Era piadoso, muy observante de la regla, obediente a toda prueba. El Hermano Gabriel se
convenció de que podía confiar en él; por ello le nombró su sustituto, durante sus ausencias. Cierto, día,
algunos internos o novicios, viendo a Charrière bajar a la bodega con una cierta provisión de agua,
quisieron gastarle una broma. Mientras andaba de mezclas, se pusieron a voltear la campana con fuerza.
El Hermano Juan salió precipitadamente de la bodega, haciendo notar que no era todavía la hora del
examen. Los jóvenes le respondieron: "Indudablemente que no es la hora del examen; pero es que
nosotros tocamos la campana por el bautizo del vino que está Vd. celebrando en la bodega". El Hermano
Juan, que era de natural rígido, no se lo tomó a mal y todo se solucionó con una gran carcajada.
***
1836 fue año de dificultades para el Hermano Gabriel. Por una parte, el director espiritual, Rvdo. Robert,
no tenía los mismos puntos de vista que el Hermano Gabriel y en Belley eran bien conocidas las
discrepancias existentes entre ambos. Si no hubiera existido el problema del hábito, podría haberse creído
que, contrariamente a lo esperado, aquel nombramiento había sido una equivocación del señor Obispo.
Por otra parte, los eclesiásticos que rodeaban a Monseñor distaban mucho de serIe favorables al Fundador
y podemos suponer que en la propuesta de fusión de la que acabamos de hablar habían influido quienes
no compartían sus puntos de vista; ya que si la unión con otro Instituto se hubiera llevado a cabo, la
cuestión del hábito habría carecido de importancia; en el caso contrario, rechazar la fusión propuesta
colocaba en una posición delicada al Hermano Gabriel con respecto a su Obispo.
Pero el Hermano Gabriel tenía en el Obispado amigos que le animaban y consolaban. Veamos la carta
siguiente, que el Hermano Gabriel necesitaba bastante en aquellos momentos. Se la escribió el Rvdo.
Depéry, por entonces Vicario general, y, más tarde, Obispo de Gap.
"Belley, 13 de Enero de 1836
Querido Hermano,
Le agradezco entrañablemente los deseos que, me expresa y los sentimientos por Vd. manifestados hacia
mí. Le correspondo diariamente, pidiéndole al Señor que bendiga su obra. Deseo sinceramente que el
grano de mostaza, por Vd.. sembrado en Belmont, se desarrolle y convierta en un árbol hermoso que
produzca frutos abundantes. Vd. sabe muy bien todo lo que pienso sobre sus proyectos. No dude de que si
salen adelante, estaré con Vd.; pero, en el caso contrario, que es lo más probable, me mostraré siempre a
favor de las casas que Vd. funde. Se trata de hacer el bien y, en este caso, todos estamos obligados a
colaborar cuanto nos sea posible.
Animo, pues. Los obstáculos no son otra cosa que las compuertas que retienen el agua. La gracia se
acumula detrás a de ellas, por expresarme de alguna manera, y, cuando llega el momento señalado, fluye
abundantemente, haciendo maravillas. Lo mismo ocurrirá con su fundación. Todavía le tocará a soportar
más pruebas que se añadan a las que Vd. ha pasado ya en estos últimos catorce años; pero, dése a la
oración, sea prudente y constante y verá cómo Dios interviene para resarcirle de tantos malos ratos.
Reciba..., etc.
Firmado: Depéry, V.G.".
***
67
El Hermano Gabriel continuaba pidiendo limosna, el medio más importante entonces para poder
mantener su obra. Aparte los Postulantes, casi todos ellos de escasos recursos económicos, y algunos
huérfanos para cuyos gastos Monseñor le aportaba una modesta ayuda, no había más que unos pocos
internos que proporcionaban algo de dinero. Cuando Mons. Devie llegó a la diócesis, todo estaba por
hacer y había que reconstruir unos doscientos campanarios. ¡Menudo panorama! Las necesidades eran
aquí más urgentes que en la diócesis de Saint-Claude, ya que, a su paso por estas tierras, Albitte, de
funesto recuerdo, había dejado aquí más ruinas que allí. Hasta la modesta ayuda, más arriba mencionada,
le vino a faltar a nuestro Fundador. En una carta del 1 de Mayo de 1836, escrita a Su Excelencia, el
Hermano Gabriel le comunica que no ha podido recoger más que 800 francos. La policía, a instancias de
la autoridad eclesiástica, le había prohibido que continuase pidiendo. Pero Dios, que vela por los suyos,
hizo que empezasen a llegar a Belmont postulantes que podían pagar sus pensiones y que contribuyeron
incluso a tener algunos ahorros 141.
El Hermano Gabriel había pagado la casa de Belmont con dinero de su patrimonio y de las limosnas
recogidas. La había adquirido para su futura comunidad o, en el supuesto de que no llegase a fundarla,
para regalársela a Mons. Devie. Aunque por aquella época su salud era estupenda, podía verse
sorprendido por la muerte, en la que pensaba con frecuencia. Por estos motivos tomó entonces las
medidas, -igual que lo haría más tarde, hacia el final de su vida-, para que la casa de Belmont no fuera a
parar a manos de sus herederos naturales. En consecuencia, el día 12 de Octubre de 1836 hizo testamento,
en los siguientes términos:
"El abajo firmante, Hermano Gabriel Taborin, el más antiguo de los Hermanos de la Sagrada Familia,
establecidos en Belmont, partido de Virieu-le-Grand, distrito y diócesis de Belley, departamento del Ain,
manifiesto que: Siendo mi intención la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, con sumo gusto
y de manera irrevocable, hago donación a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia de
todo lo que, a continuación, se menciona.
1°. La casa en la que vivo en Belmont, donde se encuentra el Noviciado de la mencionada Congregación.
2°. Toda la finca adyacente a la mencionada casa, situado todo ello en Belmont, tal y como lo he
adquirido, según consta en la escritura registrada en Belley el 18 de Febrero de 1833.
3°. Hago también donación del mobiliario que tengo en dicha casa, según las cláusulas y condiciones
siguientes:
1ª. Mientras viva, me reservo el uso de las tres cosas mencionadas y donadas.
2ª. La Congregación de la Sagrada Familia no podrá hacer efectiva en su favor esta donación, mientras yo
viva, a no ser que consiga el reconocimiento jurídico de parte de Su Majestad, el Rey.
3ª. Si, en el momento de mi muerte, la Congregación mencionada no hubiera conseguido el pertinente
reconocimiento y, como consecuencia, no pudiera hacerse cargo de la donación que le hago hoy, es mi
voluntad y así quiera expresarlo, que Su Excelencia el Obispo de Belley, que conoce mis intenciones de
hacer el bien y que las cumplirá, sin duda alguna, goce personalmente de la presente donación, sólo
después que yo haya fallecido y en el caso de que la dicha Congregación no pudiera recibir legalmente las
mencionadas donaciones.
4ª. Si mi madre siguiera viviendo, después de mi muerte, la susodicha Congregación o, en su defecto, el
Obispo de Belley, si a él correspondiera el disfrute de la presente donación, estarían obligados a pasarle"
mientras viva, una pensión anual de 70 francos".
Otorgado en Belmont, el 12 de Octubre de 1836.
Firmado: Hermano Gabriel Taborin".
***
141
Ms. B.: "Rvdo. señor Jeannet, que llegó a Belmont, como capellán, el 12 de Mayo de 1834, de donde se marchó el 11 de
Octubre': de 1836. El Hermano Gabriel obtuvo para el párroco de Belmont permiso para binar; también consiguió que
pudiera hacerla el sacerdote que le sustituyera por ausencia o enfermedad".
68
El señor Couturier, de quien ya hablamos (página 120) con ocasión de la estancia del Hermano Gabriel en
Vourles, en la casa del Rvdo. Querbes y que, más tarde se hizo Hermano de la Congregación de San
Viator, nos proporcionará algunos detalles acerca del año 1836, que pasó en Belmont.
Le cedemos la palabra:
"...Me toca ahora hablar, cosa que hago con sumo gusto, de los detalles que se refieren a mi estancia en su
casa de Belmont. Entré allí en Diciembre de 1835.
Al principio me ocupaba en dar clases de latín a dos jóvenes saboyanos; después me encargaron que
enseñara a los novicios. De vez en cuando, hacía de secretario del R. P. Superior. A propósito de estas
últimas tareas puedo decir que el estilo del R. H. Gabriel era muy fluido, y que podía dictar una carta con
suma facilidad.
Como muy bien señala Vd. en su Carta circular, celebraba de manera muy solemne la ceremonia de la
Primera Comunión. Dirigía el retiro, subía al púlpito en estas ocasiones y pronunciaba sermones, llenos
de patetismo y salpicadas de ejemplos; insistía, sobre todo, en las ventajas que traía vivir en estado de
gracia. Antes de subir al púlpito, cosa que hacía alguna que otra vez fuera del tiempo de las Primeras
Comuniones, pedía la bendición de un viejo capellán, el Rvdo. Jeannet, que estaba asignado a la casa,
pero que por sus muchos años ya no podía predicar. El Hermano Gabriel tenía una voz penetrante y
cantaba muy bien los cantos religiosos, sin excluir lo que se entonaban desde el atril. De vez en cuando,
tenía que ausentarse de la casa de noviciado para atender a los asuntos de la Congregación que le
reclamaban fuera; pero, a su regreso, presidía el ejercicio de la Culpa, que duraba una hora y media yeso
que apenas si había unos doce novicios; pero su interés por ellos hacía que se olvidase del tiempo, que,
bueno es decirlo, se empleaba provechosamente, ya que se trataba de corregir los fallos que se hubieran
producido en su ausencia. No quiero hablar de su amabilidad 142, de su caridad para con los desconocidos
y para con los Hermanos, ya que cuanto yo pueda decir al respecto lo conocen Vds. muy bien.
Guardo un precioso recuerdo de Belmont y, cuando las circunstancias me obliguen a ir a Belley, no dejaré
de visitar la casa que fue la cuna de su Congregación. Pero, desgraciadamente, ya no veré en ella a su
padre. Nunca podré olvidar, cuánto me gustaba entregarme a dulces imaginaciones, cuando; al pasearme
por esa casa, que está en la parte alta del pueblo (no creo que deban habitar ese santo lugar personas
extrañas a la obra), divisaba a lo lejos la Saboya; oía los ruidos penetrantes de las serrerías y contemplaba
muy cerca de mí una gran catarata de aguas plateadas.
Para terminar, permítame, Rvdo. Padre, que le hable de Vd. Aunque apenas si pude conocerle en mi
rápido viaje a Belley; no me cabe la menor duda de que es el continuador fiel de la obra del R. P. Gabriel;
por propia experiencia puedo afirmar que continúa Vd.' ejerciendo la hospitalidad. Estoy convencido de
que el Señor misericordioso ha admitido ya en la patria de los bienaventurados a su venerable padre, cuya
fe y caridad jamás desfallecieron.
Añadiré que, desde lo alto del cielo, su santo Fundador seguirá protegiendo su obra y a aquél a quien ha
dejado el peso de continuarla.
Ojalá no, se olvide de quien un tiempo fue su secretario; éste es el voto más fervoroso que hago, pues
estoy convencido de que su recuerdo me será utilísimo, para mi salvación eterna.
Indudablemente, la pérdida de su amadísimo Padre constituye una prueba tremenda que Dios les ha
enviado; pero no crean que son sólo Vds. quienes experimentan esta clase de desgracias. El mes pasado la
muerte ha golpeado también de modo terrible a mi familia, arrebatándonos a un hermano, extraordinario
bajo todos los aspectos. Aunque murió con tiempo suficiente para recibir todos los auxilios de nuestra
religión, les pido que lo tengan presente en sus oraciones personales y en las de su Congregación. El
también conocía al R. H. Gabriel, a quien apreciaba sinceramente.. .".
Quedo de Vds..., etc.
Firmado: Couturier".
142
Ms. B.: "... alegría y [...] lo que podría contarle sobre esto".
69
CAPITULO XVIII
EL RVDO ROBERT Y EL HERMANO GABRIEL.
MONSEÑOR DEVIE. MUERTE DE LA SEÑORA TABORIN.
SITUACIÓN ECONÓMICA DE LA CONGREGACIÓN.
Hacia finales del año 1836 se fundaron dos casas para atender a dos escuelas en cabezas de partido:
Seyssel (Ain) y la Motte-Servolex, cerca de Chambéry. Con gran sentimiento por parte del Hermano
Gabriel, no pudo hacer nuevas fundaciones durante el año 1837, ni siquiera en Fernex, donde el señor
Obispo quería que hubiera dos Hermanos: los miembros del Instituto no estaban suficientemente
preparados 143.
Ya vimos que, desde niño, Gabriel se parecía a su padre; tenía un genio vivo y pronto. El Rvdo. Robert, a
quien Monseñor había nombrado director espiritual de la Congregación, era joven todavía y no se
quedaba atrás en cuanto a genio. Digamos, sin embargo, que ambos tenían un corazón de oro. Y, si bien
es cierto que no siempre pensaban el alcance de sus palabras en las pequeñas discusiones que se
producían, de vez en cuando, entre ambos, también es cierto que la paz quedaba sellada entre los dos sin
excesiva tardanza. Es hermoso ver al Hermano Gabriel reconocer humildemente sus equivocaciones y
pedir perdón de ellas, así como constatar también que el Rvdo. Robert olvidaba con suma facilidad todo
lo que hubiera podido molestarle en el comportamiento del Fundador. Desconocemos si Su Excelencia
juzgaba conveniente mantenerlos juntos para que se corrigieran mejor de sus defectos; de todos modos, lo
que es de admirar es la prudencia del prelado que les hacía serias advertencias a cada uno en particular,
sin que ni uno ni otro lo supieran. Sabemos por el mismo director espiritual que el señor Obispo le
reprendía con fuerza, diciéndole que "...iba demasiado deprisa, que entorpecía en exceso la actuación del
Hermano, que era orgulloso". Aquel buen sacerdote, cuyo respeto por Monseñor Devie estaba por encima
de todo; nunca jamás se dio por ofendido y, si bien es cierto que su amor propio se sintió herido más de
una vez, no dejó que sus sentimientos se manifestaran externamente, incluso después de la muerte del
Prelado. El Hermano Amadeo quiso que se añadiera aquí la siguiente nota 144 de alabanza en honor del
Rvdo. Robert 145: "En los últimos años de su vida, el venerable canónigo Robert me habló frecuentemente
de sus discusiones con nuestro Fundador y me impresionó su humildad. Sus distintos puntos de vista
procedían, sobre todo, de que el Hermano Gabriel, con unas ansias inmensas de extender su Instituto
ponía a trabajar a personas que no estaban suficientemente preparadas. ¿Estaba equivocado el Rvdo.
Robert? Lo que sí puedo afirmar es que, en presencia mía, asegurándome que había obrado siempre con
las mejores intenciones, se avergonzaba de haberle llevado la contraria al Fundador, ya que reconocía que
éste había sido guiado por Dios en su manera de gobernar a la naciente Congregación".
Teniendo delante las cartas que Su Excelencia le dirigía, podemos afirmar que también al Hermano
Gabriel le reprendía severamente. Le decía: "Vd. no respeta como debe al Rvdo. Robert; quiere caminar
con excesiva rapidez y no llega a comprender el afecto que le profesa el director espiritual, así como
tampoco el bien que le desea a Vd. ni el interés que siente por su obra. Le vengo repitiendo una y otra vez
que a Vd. le falta humildad; pida al Señor que se la conceda" 146.
143
Ms. B.: "... faltaba personal o no estaba formado. Hemos visto que en su infancia, Gabriel era como su padre, de genio vivo y
pronto. El director espiritual era todavía joven y no parece que se dejase ganar por el Hermano Gabriel en este
aspecto, sino que ambos... ".
144
En la página 154 del cuaderno 2°. del ms. B han pegado un trozo de papel con las palabras que, a continuación, transcribimos,
hasta donde dice "naciente congregación". ¿Quién fue el autor de este añadido? En cualquier caso, no parece que haya
sido el H. Federico.
145
Luis Francisco Robert, nacido en Belley en 1802, ordenado de sacerdote en 1825 y muerto en Belley en 1889. Cf. Positio} pp.
124-127.
146
El H. Federico hace aquí un extracto libre de las cartas de Mons. Devie, sin precisar fecha ni circunstancias. Cf. Positio, pp.
70
¡Santo y excelente Obispo!: cuantos tuvieron la suerte de acercársele o de vivir con Vd. reconocen
perfectamente estas palabras suyas y la prudencia de que estaba adornado; también cuánto estimaba Vd.
la humildad, virtud rara, si las hay, pero que Vd. practicaba más allá de lo obligatorio, pues recuerdo con
emoción cómo la vivía en las relaciones con uno de sus Vicarios Generales (el Rvdo. Buyat 147) que Dios
llamó a Sí el día mismo de su fiesta (día de San José).
"Era yo joven por aquel entonces y acababa de ser nombrado Vicario General; me faltaba el equilibrio
necesario para tratar determinados asuntos. Un día, durante el Consejo, que presidía el señor Obispo, yo
defendía mi opinión con testarudez. Su Excelencia, viéndome tan obstinado, me dijo, alzando la voz, una
palabra, que, sin ser ofensiva, bastaba para herir mi amor propio. Me calmé y la reunión continuó sin
ningún otro incidente. Después de cenar, y ya en mi habitación, oigo, al poco tiempo, que alguien llama
suavemente a mi puerta, entrando, a continuación, Mons. Devie, que me dijo, con una actitud sumamente
modesta: 'Rvdo., durante el Consejo le he dicho una palabra que ha podido molestarle; no puedo
acostarme, sin antes pedirle que me perdone'. Aquellas palabras me conmovieron hasta el fondo del alma,
por lo cual me quedé anonadado, acertando a decir sólo estas palabras: 'Soy yo, señor Obispo, quien tiene
que pedirle perdón a Vd. Aquello era demasiado para mí: Ver a Mons. Devie, gloria del Episcopado
francés 148, que había rechazado ser Arzobispo de Reims y de París, humillado ante mí, que le debía
cuanto yo era. Ya entonces le estimaba sinceramente y sentía por él un profundo respeto a partir de aquel
momento, sólo pude ver a un santo. Nunca jamás he recibido una lección de humildad más
impresionante".
No sabemos si nuestro querido Hermano Gabriel conocía las reprimendas que Monseñor Devie le hacía
al Rvdo. Robert 149, pero su manera de actuar se parecía mucho a la de Su Excelencia, cuando se daban
desavenencias entre los Hermanos e, incluso, entre los Hermanos y algunas autoridades; De ello dan
testimonio las cartas que escribía a unos y otros. Respecto al orgullo, si fue para él un profundo y
prolongado ejercicio de paciencia, 10 combatió enérgicamente, no sólo en su propia persona sino también
en las de sus discípulos. Allí donde lo encontraba lo asestaba los más duros golpes.
***
En el verano de 1837, a la edad de ochenta y tres años, se puso enferma la buenísima y querida madre del
Fundador. Este fue a visitarla consolándola con las palabras que sólo un hijo que tanto la quería podía
hallar en el fondo de su corazón afectuoso. La encontró muy decaída y se convenció de que Dios iba a
exigirle un penoso sacrificio. Tras despedirse de ella, se encaminó a Belmont. Pero no había salido
todavía del pueblo de Belleydoux, cuando un fuerte temblor se apoderó de él, impidiéndole seguir
242-244.
147
Los correctores han aclarado una cierta confusión que tenía el H. Federico entre los Rvdos. Robert y Buyat. Sobre el Rvdo.
Juan Claudio Buyat (1810-1879) cf. Positio, p. 625.
148
Esta larga cita, atribuída al canónigo Buyat, sufrió en el ms. C varias correcciones de estilo. ¿Cuál es el texto original?
Reproducimos el texto del H. Federico (pp. 154-155): "Era yo todavía joven y habla sido nombrado recientemente
Vicario General", -dice-; "me faltaba la serenidad necesaria para tratar determinados asuntos de importancia. Cierto
día, en una reunión de consejo, presidida por el señor Obispo, olvidé dónde me encontraba y defendí mis puntos de
vista con mucha testarudez. Su Excelencia, viéndome actuar con tanta tozudez, me dijo, alzando la voz, una palabrita,
en modo alguno ofensiva, pero suficiente para herir mi amor propio. Me apacigüé y la reunión prosiguió sin ningún
otro incidente. Después de cenar, me fui a mi habitación (por entonces yo vivía en el Obispado) y poco después oí que
llamaban suavemente a mi puerta. Vi que entraba Mons. Devie y que me decía con toda modestia: "Reverendo, me he
excedido hoy en el consejo y le he dicho una palabra que, quizá, ha podido molestarlo. Le ruego que me perdone".
Estas palabras me conmovieron profundamente, permanecí anonadado y no acerté a decir nada. ¿Cómo? Mons.
Devie, gloria del episcopado francés.. .etc.".
149
Tras la larga cita del Rvdo. Buyat, el hilo de la narración vuelve a ocuparse del Rvdo. Robert. El H. Federico parece haber
aprovechado esta circunstancia para extraer una lección de humildad de la vida de Mons. Devie.
71
adelante. El pensamiento de que jamás volvería a ver a su madre (ya que estaba seguro de que moriría
pronto) se manifestó de aquella manera en su cuerpo. Volvió a su lado para abrazarla una vez más y se
marchó 150.
***
En Belmont, las ceremonias litúrgicas se celebraban con toda la solemnidad posible, pero distaban mucho
de lo que deseaba la piedad del Fundador. Los pocos manteles, ropas y ornamentos que había los habían
proporcionado, casi en su totalidad, algunas personas piadosas, confeccionándolos ellas mismas y
recogiendo limosnas para comprarlos. El señor Ferrus y las señoritas Ducoin y d'Escrivieux tuvieron
muchos le detalles, dignos de la gratitud del Fundador. En una carta escrita al Rvdo. Robert, en 1837,
encontramos escrito lo siguiente: "Aprovecho la ocasión para comunicarle, señor cura, que somos
realmente pobres, de lo cual, en cierto sentido, me alegro, porque, vista desde la fe, nuestra pobreza es un
enorme riqueza que acrecentaremos muchísimo, siendo fieles a nuestra vocación y observando fielmente
las constituciones que obran en su poder para revisarlas y, si fuera necesario corregirlas, según deseo
expreso de Su Excelencia" 151.
Como consecuencia de las urgentes necesidades de la Congregación, el Hermano Gabriel se puso a pedir
limosna. Provisto de una carta de su Obispo, salió, a comienzos de Agosto, para hacer una nueva
cuestación. No sabemos hacia dónde se dirigió, aunque parece probable que no fue a Lyon, donde, el año
anterior, le habían puesto dificultades para pedir limosna.
***
Para terminar este Capítulo, ofrecemos al lector la situación económica de la Congregación, presentada a
Monseñor, a finales de Diciembre de 1837.
150
La madre del Fundador murió, efectivamente, el 18 de Septiembre del mismo año, y, según una carta del párroco de
Belleydoux-, (a el H. Gabriel ni siquiera pudo asistir al funeral, celebrado tres días después del fallecimiento, porque
su familia no le avisó.
151
La carta es del 18 de Agosto de 1837, cf. Cartas, vol. I, pp. 65-66.
72
BALANCE DE INGRESOS, GASTOS, DEUDAS, CREDITOS, HABERES y NECESIDADES DE LA
CASA DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA DE BELMONT, PRESENTADO A
FINALES DEL AÑO 1837 A SU EXCELENCIA EL OBISPO DE BELLEY, POR EL HERMANO
GABRIEL TABORIN 152.
152
Este encabezamiento viene precedido por un fascículo con la siguiente observación: "Copia de un escrito hecho por el
Hermano Gabriel, hallado en 1894", que, por tanto, no ha sido tenido en cuenta por el H. Federico, muerto ya en
1891. En el ms. C se ha hecho un resumen, omitiendo algunos detalles, entre los cuales las Observaciones
preliminares, interesantísimas, y que creemos útil presentar en estas notas (cf. también Positio, pp. 147-148); figuran
en las pp. 3-4 del fascículo añadido al Cuaderno 2°. del Ms. B. 135 ponemos a continuación:
"Observaciones preliminares.
Hace como unos ocho años que el Hermano Gabriel Taborin compró la casa de Noviciado de los mencionados Hermanos y en
ella vive. Inició la obra de la Sagrada Familia con un pequeño internado para estudiantes de enseñanza primaria; este internado
fue autorizado en 1830 por el Consejo Real. Los cuatro primeros años, el Hermano Gabriel sufrió abiertos ataques de parte de
quienes más deberían haberle ayudado y sostenido en el mantenimiento de la mencionada obra, tan apropiada; por sí misma
para trabajar por la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.
Solamente después del traslado del Rvdo. Bosson, párroco de Belmont, se dio inicio al Noviciado de los Hermanos, bajo la
protección del señor Obispo de Belley, que estuvo siempre de parte de esta obra y la animó cuanto pudo, y que dio permiso
para que hubiera una capilla en la casa de Noviciado, en la que pueden celebrarse con toda regularidad los oficios litúrgicos los
domingos y días de fiesta. También. concedió Su Excelencia permiso para guardar la reserva y tener un Via Crucis en esa
capilla. Desde hace cuatro años, como unas diez personas, entre novicios y Hermanos, han sido alimentados y mantenidos por
el Hermano Gabriel, sin otros recursos que las pequeñas ganancias provenientes de algunos alumnos internos y de la escuela de
alumnos externos de Belmont. También las limosnas y lo que algunos Hermanos han aportado en concepto de paga por gastos
de noviciado, han ayudado un poco a aquellos novicios que no podían pagar nada; pero el número de éstos era de 22, mientras
que los que podían ayudar algo no eran sino 12.
A pesar del número elevado de jóvenes que se presentaron y fueron recibidos en el noviciado, pocos eran aptos para la vida
religiosa y fueron mandados a sus casas; algunos otros, por desgracia, abandonaron su santa vocación para volver al mundo, de
modo que, en la actualidad, la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia está integrada por once Hermanos, un
clérigo regular y dos novicios.
Los datos que damos a continuación vienen a demostrar, de una manera clara y convincente, lo cierto de que la Providencia,
con pocos recursos materiales, se las ha arreglado para que nada les faltase a quienes han confiado en ella".
Lo que el ms. C pone bajo la denominación de Entradas, la copia del H. Gabriel lo explicita algo más, diciendo: "Ingresos
procedentes de limosnas, de los Novicios y de los Hermanos"; del mismo modo, el primer escrito abunda en explicaciones que
los correctores han resumido, como, por ejemplo:
1° Las diferentes cuestaciones, después de pagados los gastos de viaje, han dado 2.000 francos
2° El Hermano Félix Bourcier, de Vallière (Saboya), persevera en su vocación; ha dado por pensión y equipo 1.000 francos
7° Antelmo Garrote, de Virignin (Ain), murió siendo novicio; dio a la casa
742 francos
8° El Hermano José Gruffat, de Crempigny (Saboya), se volvió al mundo; dio, en concepto de pensión
200 francos
11° El Hermano Francisco Gal, de Veigny (Saboya), se retiró por enfermedad; dio por pensión
300 francos
12° Francisco Savarin, de Montange (Ain), ha sido despedido; dio en concepto de pensión 100 francos
13° José Cartier, novicio de Chilly (Saboya), se ha retirado; dio por su pensión
40 francos
A continuación hay una larga Nota de los que han sido recibidos en el Noviciado y que no han abonado nada. Son 22, de los
cuales cito a algunos de ellos:
1° Napoleón Mermet, novicio, de Viry (Jura), ha sido despedido.
2° Claudio Morard, de Charancin (Ain), ha sido despedido.
5° El Hermano Antelmo Lavallette, de Vieux (Ain), persevera en la vocación.
7° El Hermano Estanislao Taborin, de Belleydoux (Ain), persevera en la vocación.
10° El Hermano Estanislao Tessier, de París (Seine), se ha retirado a la Trapa.
15° El Rvdo. sacerdote Favre, de Vallery (Saboya), persevera en la vocación.
16° El sacerdote Liauthaud, de Lyon (Ródano), ha sido despedido.
22° El Hermano Luis Convert, de Coligny (Ain), persevera en su vocación. Tenemos que pagar 200 francos por deudas suyas,
cantidad que se ha comprometido a pagar a la muerte de sus padres.
"NOTA. Muchos otros se han presentado y han permanecido en la casa varios días e incluso algunas semanas sin abonar nada
en absoluto".
Finalmente el concepto Gastos del ms. C, encuentra una explicación , más completa en el manuscrito anterior: Gastos por
intereses.
1° La adquisición de la casa y de la finca aneja ha costado seis mil francos. Los intereses han sido abonados puntualmente,
durante ocho años, ascendiendo a 2.400 francos. Pero como el señor Depommier no ha urgido el pago, durante 4 años, le
debemos 400 francos, no habiendo pagado en concepto de intereses sino 2.000 francos.
73
Ingresos
Las limosnas, una vez cubiertos todos los gastos,
han producido 2.000 francos
Recibido del Hermano Félix Bourcier,
en concepto de pensión y de ajuar
1.000 francos
Recibido del Hermano Mestralet,
por su pensión 700 francos
Recibido del Hermano Juan Charrière,
por su pensión 365 francos
Recibido del Hermano Antonio Yoreux
300 francos
Recibido del Hermano Julio 490 francos
Recibido del Novicio Antelmo Carotte,
difunto 742 francos
Recibido del Hermano José Gruffat 200 francos
Recibido de Jorge Gruffat
100 francos
Recibido del Hermano Francisco Gal 300 francos
Recibido de Francisco Savarin 100 francos
Recibido de José Cartier
40 francos
Total Entradas 6.537 francos
Gastos
Pagado por intereses de los 6.000 francos,
precio de la casa y de la propiedad de
Belmont
2.000 francos
Por impuestos y seguro contra incendios
400 francos
Por salario de ocho años a la criada 480 francos
Por pensión de 70 fr., que le pasa
el Hermano Gabriel a la Sra. Taborin 560 francos
Por la construcción de una bodega
513 francos
Por la construcción de dos habitaciones
437 francos
Por la transformación de una habitación
en capilla
220 francos
Por la construcción de un locutorio
y otros arreglos
154 francos
Por un pequeño campanario 80 francos
Por una campana pequeña
60 francos
Por una campana de 150 libras
300 francos
Por el entarimado de la clase pequeña
y el arreglo de la grande
36 francos
Por las mesas y bancos del comedor
y de la clase 180 francos
Total de gastos 5.420 francos
Deudas
2° Los impuestos anuales por puertas, ventanas, contribución territorial, mobiliario y personal, añadido al seguro contra
incendios, han ascendido a 50 francos anuales, lo que hace un total de 400 francos.
3° Salario de una criada que lleva ocho años en la casa de Belmont, a razón de 60 francos por año, da un total de 480 francos.
4° El Hermano Gabriel ha pagado a su madre una pensión de 70 francos anuales, que ya no deberá abonar en adelante, puesto
que su madre acaba de fallecer. La totalidad de la pensión durante estos ocho años ha sido de 560 francos.
Gastos por diversas reparaciones hechas en la casa.
1° Por la construcción de una bodega, 513 francos.
Etc. como en el ms. C.
74
Al Sr. de Lauzière
3.620 francos.
Al Rvdo. Dépommier 2.000 francos
A la criada de la casa 200 francos
A los Sres Périsse de Lyon
80 francos
Total de Deudas
5.900 francos
Deudas a nuestro favor
El Rvdo. Favre nos debe por su pensión y
otros conceptos
460 francos
El Hermano María Mestrallet debe aún
El Hermano Antonio Yoreux 200 francos
El Hermano Juan Charrière 300 francos
Total 1.260 francos
1°
2°
3°
4°
300 francos
NOTA. El antiguo Hermano Clemente ha salido de la Congregación, después de haber permanecido en
ella por espacio de dos años largos; debe aún unos 700 francos, que su padre se había comprometido a
pagar, en escrito dado al Hermano Gabriel, que lo conserva aún. Pero, como la Congregación no ha sido
reconocida todavía por el Gobierno, no nos atrevemos a plantear juicio para obligarle a pagamos.
Mientras nuestra Congregación no haya sido reconocida por el Gobierno, los Hermanos, y,
especialmente, los Superiores, tendrán que soportar estas situaciones desagradables. Sería conveniente
cobrar de inmediato, por muchos motivos.
Si los dos novicios que están actualmente en la casa perseveran, contribuirán con mil francos cada uno,
según han prometido; pero eso será después de la muerte de sus padres.
BIENES DE LA CASA DE LOS HERMANOS
La casa con el cercado adjunto, posesión de los Hermanos, ha costado seis mil francos; su precio actual,
es, al menos, diez mil; varias veces, el Hermano Gabriel no ha querido venderla
por ese precio. 10.000 francos
El inventario de los vasos sagrados, candelabros, manteles de altar y ornamentos de la capilla de los
Hermanos de Belmont arroja
un montante de unos 1.000 francos
El mobiliario de la casa, es decir, manteles, ropa de cama, vestidos, armarios, mesas, sillas, biblioteca,
menaje de cocina, vajilla, etc.,
puede valer alrededor de
2.000 francos
El total de lo que se debe a la comunidad es 1.260 francos
En la actualidad, la casa no tiene sino algunas escasas provisiones de comestibles y de combustibles, que,
a lo sumo, durarán hasta Pascua.
Total 14.260 francos
NECESIDADES DE LA CASA DE LOS HERMANOS
La casa de los Hermanos de Belmont no recibe nada del ayuntamiento ni tiene ningún otro ingreso;
solamente tiene tres interno, que aportan entre los tres 50 francos mensuales, pero solamente durante el
invierno; con esto, el Hermano Gabriel tiene que alimentar y mantener actualmente a unas diez personas,
como ha venido naciendo anteriormente.
Ni tenemos ni tendremos internos mientras se vean obligados a dormir en un pequeño dormitorio mal
ventilado, donde, por decirlo de alguna manera, hayan de estar unos encima de otros, como nos hemos
visto obligados a hacer hasta el momento, por falta de espacio. Esto nos obliga a agrandar la casa, si es
que queremos albergar en ella un internado y un noviciado permanentes.
Los novicios y jóvenes que quieren entrar en la Congregación se desaniman en seguida, al ver la
incomodidad con que han de alojarse. Esto no inspira mucha confianza. Nos es indispensable agrandar la
casa cuanto antes, con el fin de que todo esté acabado para la próxima fiesta de Todos los Santos.
Quiera el Señor ayudar a esta casa religiosa. Así lo desean todos los miembros de la comunidad de la
Sagrada Familia, especialmente el Hermano Gabriel.
75
1°
2°
3°
4°
Resumen
Total de ingresos
6.337 francos
Total de gastos 5.420 francos
Total de deudas
5.900 francos
Bienes de los Hermanos
Una casa y un terreno cercado que valen
10.000 francos
Los vasos sagrados y ornamentos de la
capilla valen, por lo menos 1.000 francos
El mobiliario de la casa vale 2.000 francos
El total de lo que se le debe aún a la
casa 1.260 francos
Valor total de los bienes
de los Hermanos
14.260 francos
NOTA. Podemos ver en este cuadro que los ingresos sobrepasan a los gastos en 1.117 francos, cuyo
excedente ha servido para alimentar y mantener a diez personas durante cuatro años en la casa de
noviciado, como queda demostrado.
Vemos también aquí que, hallando la diferencia entre deudas y bienes de los Hermanos, éstos superan en
8.360 francos a las deudas.
76
CAPITULO XIX
BENDICIÓN DE UNA CAMPANA. CONSTITUCIONES.
INSTALACIÓN DE UN SUPERIOR. PRIMERA COMUNIÓN.
PRIMERA PROFESIÓN EN EL INSTITUTO.
El 24 de Mayo de 1838, festividad de la Ascensión del Señor, tuvo lugar la Primera Comunión de los
niños de la parroquia y del internado. El Hermano Gabriel aprovechó esta circunstancia para mandar
bendecir una campana de 75 kilos de peso. Es la misma que todavía nos convoca a la oración de la
mañana.
Hasta entonces, los Hermanos tenían las Constituciones y Reglas de la Congregación sólo manuscritas. El
Fundador trabajaba en ellas desde hacía bastante tiempo 153: en Belmont, viendo que la Congregación
estaba ya fundada, les dio los últimos toques y se las envió a Mons. Devie, con el ruego de que las
examinara, las retocara e hiciera en ellas cuantas correcciones juzgara convenientes. Las mandó junto con
la siguiente carta:
"Belmont, 12 de Octubre de 1836
Excelencia,
Las muchas dificultades que he experimentado, durante casi quince años, para fundar una congregación
cuya finalidad es la de proporcionar a los párrocos de los pueblos y de las ciudades, para ayudarles en sus
trabajos, maestros piadosos, celosos catequistas, sacristanes y cantores permanentes y edificantes, me
habrían desanimado, al unirse a mi falta de estudios y mi poco talento, si no me hubiera dado fuerzas para
realizar mis proyectos, aquel que se sirve, a veces, de los débiles y sencillos como de instrumentos para
demostrar a los hombres que El puede hacer obras admirables y con éxito, en contra de todas las
previsiones, incluso en medio de contradicciones y en el momento mismo en que parece que van a
desaparecer. Con la intención de proporcionar a la Iglesia y a la sociedad hombres como los que acabo de
describir, también he querido completar mi proyecto, disponiendo que algunos de nuestros Hermanos
puedan dedicarse a toda clase de obras buenas.
Varios de mis directores espirituales, todos ellos hombres doctos y piadosos, a los que he comunicado
estos proyectos, en los que he trabajado desde mi más tierna infancia, siempre me han animado mucho
para que me entregue a ellos y para que ponga por obra mis ideas, considerándolas como procedentes de
Dios, imponiéndome como obligación de conciencia dedicarme tan sólo a esta vocación. Sus opiniones
me han servido siempre de norma y de aliento; los hombres de Dios, cuyos nombres comuniqué a
Vuestra Excelencia en mi carta del 15 de Noviembre de 1835, me habían predicho también las más
variadas dificultades que la malicia humana o la rabia de los demonios habrían de suscitar para impedir el
éxito de mi obra, que yo recomendaba a las personas buenas que la conocen, con la intención de pedirle a
Dios que ni mis pecados ni las culpas que pudiera cometer, mientras trabajase por llevarla adelante,
impidieran la realización de los planes y designios de su bondad y misericordia.
Por mi origen familiar humilde, por mi condición de simple laico, por carecer de medios económicos y de
protectores, creía que mi obra podía ser una empresa temeraria, incapaz de inspirar confianza alguna, y
que yo no podía orientarla hacia su finalidad; que para esto era necesaria otra persona más inteligente que
yo y más experimentada en el bien para poder llevar a cabo una obra tan importante. Pero encontrar a esa
persona no era asunto de poca monta; había que pedírselo, pues, a Dios, cosa que hice frecuentemente,
sin conseguirlo, viéndome obligado a llevar adelante yo solo el peso de una empresa tan grande.
El Señor sabe también con qué sentimientos e intenciones; determinadas personas de autoridad,
eclesiásticos o seglares, no hace mucho, intentaron hacerme daño ante quienes podían ayudarme y serme
útiles. Los perdono de todo corazón, incluso aun sabiendo, como sé, que sus acusaciones infundadas
llegaron a oídos de Vuestra Excelencia, que abiertamente se creyó en la obligación de someterme una vez
153
Ms. B.: "El Fundador las había estado preparando desde hacía ya muchísimo tiempo".
77
más a prueba y de examinar seriamente, con la prudencia sabia y justa que le caracteriza, si mi proyecto
era fruto de rectas intenciones y obra de Dios. También yo, por mi parte, hice el mismo examen, no fuera
a suceder que este proyecto estuviera inspirado por el padre de la mentira, que, transformado en ángel de
luz, me hubiera hecho salir del límite de mis posibilidades y, de este modo, perderme por orgullo, como
él mismo se perdió también por la misma causa en el paraíso.
Estas dificultades eran fuertes, pero tengo que manifestarle, Excelencia, con toda sinceridad de mi alma,
que nunca jamás como en aquellos momentos he experimentado tanta alegría; apenas si significaban
preocupación alguna para mí, puesto que toda mi confianza estaba en Dios. Esperaba que sabría llevar a
buen puerto su esfuerzo, si realmente era suyo y para animarme me decía a mí mismo: Veamos, o mi obra
es conforme a la voluntad de Dios o no lo es. Si lo es, Dios es suficientemente poderoso para encontrar
mil medios y recursos para hacerla triunfar; caso de que no lo sea, renuncio a ella ahora mismo. Pero
también tengo que reconocer que, en medio de estas reflexiones, la voz de mi vocación seguía resonando
en mi interior y que me sentía forzado como nunca a trabajar, consagrando mis fatigas y vigilias a reparar
los pecados cometidos por mí a lo largo de mi vida y a procurar la mayor gloria de Dios y la salvación de
las almas, estando dispuesto a sobrellevar con toda resignación otras dificultades, pruebas y
humillaciones si eran necesarias para cumplir todo lo que parecía pedirle el Señor al más débil e indigno
de sus siervos.
Llegado, al parecer, el tiempo señalado por la Providencia, con la benévola ayuda del señor de Lauzière,
compré en 1829 una casa en Belmont. Fue allí, donde, bajo su poderosa protección, Excelencia, pude
colocar los cimientos de la obra que tiene que convertirse en semillero de hombres plenamente dedicados
a los trabajos ya señalados, y que serán conocidos bajo la denominación de Hermanos de la Sagrada
Familia. Primeramente fundé en esta casa un internado para jóvenes; me parecía que debía empezar por
aquella obra. Algunos de esos jóvenes internos ya no quisieron separarse de mí y, con el permiso de sus
padres, decidieron compartir mis planes y dedicarse al estado religioso, como yo lo había hecho. Cuando
el número fue aumentando, se lo comuniqué en seguida a Vuestra Excelencia, que, con el celo que le
caracteriza, aprobó esta obra y la alentó cuanto pudo. De este modo, animado por aquel a quien yo había
respetado merecidamente hasta en sus más insignificantes deseos, y, sin cuya aprobación no habría hecho
nada referente a la fundación de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, ya no dudé un
momento que Dios quería aquella obra y, protegido por Vd., la llevé adelante con todo esfuerzo
considerándole, Monseñor, como Fundador de esta obra, que se añade a todas las demás que se le parecen
y que Vd. ha establecido en su diócesis, iluminada por el gran bien que Vd. ha realizado en ella, desde el
momento que le cupo en suerte ser regida por Vuestra Excelencia.
No podemos vivir sin Constituciones ni Reglamentos. Muchas parroquias nos han pedido Hermanos
nuestros para la fiesta de Todos los Santos. Los señores párrocos quieren conocer esas Constituciones y
Reglamentos para saber a qué atenerse en la dirección de los Hermanos que les mandamos. Después de
haber seguido el consejo que me dio Vuestra Excelencia de ponerme a trabajar en las Constituciones y
Reglamentos y, conforme a la promesa que Vd. me hizo de aprobarlas, me di prisa a trabajar en este
asunto, tras haberme preparado a ello de un modo especial, por medio de la meditación, de la oración y de
una novena que celebramos con toda solemnidad en nuestra casa, con el fin de no establecer ni ordenar
nada contrario a la voluntad del Señor y para convencerme yo a mí mismo de que siempre había obrado
en este asunto como si tuviera que morir al acabar su redacción. En consecuencia, mi intención, al fundar
la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia no ha sido nunca la de buscar mi prestigio
personal ni tampoco la de hacer destacar mi persona ni mi obra. Harto persuadido estoy de mi condición
de siervo inútil. Al redactar nuestras Constituciones y Reglamentos, he querido, en primer lugar, enviar a
Su Excelencia las Reglas, bajo las cuales, espero vivir y morir con la ayuda de Dios, Reglas que yo he
redactado con la mejor intención, de cara a quienes en el futuro vayan a colaborar en mis trabajos,
ciertamente duros pero honrados. Puede ser, Monseñor, que haya sido temeridad de mi parte ponerme a
dar Reglas a quienes quieran seguir los consejos evangélicos. Cierto que para escribir Reglas de esta
naturaleza tendría uno que estar dotado de la ponderación de los más ancianos, de las luces de los más
prudentes y de la prudencia de los más entendidos. Lo que me da una cierta seguridad es haberle
obedecido a Vd., al ponerme a escribirlas, y haber hecho, según creo, lo que me ha dictado, al respecto, el
78
Espíritu Santo, ya que jamás he oído leer ni he leído personalmente ninguna de esas Constituciones ni
imitado el estilo de nadie: todo es obra mía. He querido trabajar por mí mismo; espero que si hay algo de
imperfección en mis Constituciones, alguien con mejor estilo que el mío pueda corregir los errores que,
por inadvertencia o ignorancia, se me hayan podido deslizar.
Corrija, pues, Excelencia, por favor, lo que haya de imperfecto en las Constituciones que tengo el honor
de presentarle con alegría para que Vd. las apruebe; le pido que acepte ser el Superior General de nuestra
Orden o Congregación, como lo señalan nuestras Constituciones, ya que ha sido Vd. su fundador. Espero
que, a cambio, el cielo le otorgará la recompensa; añadirá Vd. otro motivo más, merecedor de nuestra
viva y sincera gratitud; encontrará Vd. en nosotros a unos hijos sin más voluntad que la de Vuestra
Excelencia. Esperando lo cual, solicitamos de rodillas su bendición. Reciba Vd., etc.". 154.
***
Las Constituciones y Reglas se imprimieron hacia finales de 1838 155, y el Prelado tuvo el detalle de
pagar los gastos de impresión de la obra, que contiene, además de las Reglas y Constituciones, el
Ceremonial de la profesión y las oraciones .. que ya estaban en uso en la Congregación. Señalaremos de
pasada los cambios más importantes que fueron introducidos 156.
1° Página 13: "Los novicios podrán ser recibidos en el noviciado entre los dieciséis y los treinta y cinco
años", había escrito el Hermano Gabriel. La nueva redacción dice de "quince a dieciséis años".
2° Página 13: "El noviciado", -decía el Fundador-, "durará dos años; sin embargo, podrá acortarse o
alargarse, si se ve que es necesario, todo ello conforme al deseo de los novicios y a la aprobación de los
Superiores, que no tomarán decisiones al respecto sino tras haber reflexionado con seriedad y madurez,
teniendo también muy en cuenta la necesidad de una buena formación de los interesados". La nueva
redacción dice: "El noviciado dura un año".
3° Página 40: "Los miembros del Instituto de la Sagrada Familia", -había escrito el piadoso Fundador-,
"no podrán ser admitidos a los votos sino después de haber perseverado durante tres años en la
Congregación, a partir del día de su ingreso en el Noviciado". La nueva redacción dice: "Cumplido el
tiempo de duración del noviciado, los novicios tomarán un nombre de religión y el hábito del Instituto,
haciendo, al mismo tiempo, votos por tres años".
4° Página 135: "Nadie será admitido a pronunciar votos antes de haber cumplido veintiún años y un día",
-decían las Constituciones escritas por el Fundador-. La nueva redacción se acomoda a la decisión del
Concilio de Trento, que fija en dieciséis años cumplidos, la edad requerida para poder hacer votos
religiosos.
Si hemos señalado estos cambios, lo hemos hecho con una intención. Al Fundador se le reprochó mucho,
sobre todo por parte del clero, el hecho de admitir a los novicios a la profesión religiosa mucho antes del
tiempo debido; que eran demasiado jóvenes y que, consecuentemente, no tenían tiempo suficiente para
formarse en la virtud; de ahí que muchos abandonaran su vocación.
Reconocemos que no deja de haber una cierta parte de verdad en estas afirmaciones, pero no podemos
dejar de hacer las siguientes observaciones:
1ª. Los comienzos son siempre penosos y duros; las fundaciones de casas religiosas al estilo de las de los
Hermanos de la Sagrada Familia, han pasado por los mismos problemas, aun cuando hayan tenido lugar
en circunstancias políticas mucho más favorables.
2ª. Nuestro Fundador tenía como intención prestar su colaboración en las parroquias rurales y, por lo
tanto, los Hermanos formaban pequeñas comunidades de dos religiosos; incluso, a menudo, trabajaban
154
Esta magnífica carta ha sido colocada como introducción al manuscrito de las "Constituciones de los Hermanos de la Sagrada
Familia", de 1836, en los ASFB.
155
Llevan la fecha de 1839, porque, efectivamente, fueron publicados en los primeros meses de este año.
156
Ms. B.: "... y no opinaremos ni sobre la prudencia mostrada en ellos ni tampoco sobre su oportunidad. Que juzgue el lector".
79
solos. Por esto, además de encontrarse más expuestos a determinados peligros que los religiosos de otras
Congregaciones, sus fallos eran mucho más notorios.
3ª. Finalmente, la curia diocesana de Belley, al hacer las correcciones que juzgaba pertinentes, respecto a
la duración del noviciado y a la admisión a los votos, se había ajustado a las leyes canónicas vigentes en
tales materias.
La aprobación de Mons. Devie, puesta al comienzo de las Reglas y Constituciones 157, bien merecía más
respeto y menos críticas 158.
***
Al igual que sus Hermanos, el Fundador tampoco había hecho votos en la Congregación. Lo había
pensado a menudo y se había sometido a lo que dispusiera Su Excelencia en este asunto, como puede
verse en la carta que dirigió al señor Obispo con motivo del Año Nuevo. Le pareció bien al Prelado que
los hiciera junto con sus Hermanos hacia finales del año 1838. Esta ceremonia tuvo lugar el día 3 de
Noviembre de 1838, en la pequeña capilla de Belmont, con todos los Hermanos reunidos allí para el
retiro anual. El Hermano Gabriel hizo entonces sus votos perpetuos y fue constituido Superior de la
Congregación; los otros Hermanos admitidos a la profesión, según las Constituciones, hicieron sólo votos
temporales por tres años, renovables anualmente por el mismo tiempo.
La alegría inundaba todos los corazones y se reflejaba en todas las caras 159. Veamos en qué términos el
nuevo Superior comunicó a los Rvdos. Roland y Desrumeau la profesión de sus votos y su nombramiento
como Superior.
"1 de Enero de 1839
...Sobre todo, tengo la satisfacción de comunicarles que el día 3 de Noviembre último hemos celebrado
en nuestra capilla una ceremonia emocionante y digna de memoria. Nuestro santo Obispo ha entregado el
hábito del Instituto a cierto número de novicios y ha recibido los votos de doce Hermanos. Intenten
comprender cuánto me ha consolado todo esto, especialmente el hecho de pronunciar mis votos y de
consagrarme a Nuestro Señor para siempre y totalmente. Espero que este sacrificio de mi parte haya sido
de su agrado; sin embargo, en esta ceremonia no he sido yo quien ha recibido la mejor parte, ya que
nuestro Prelado, mientras repartía coronas de rosas a mis Hermanos, me ponía a mí una de espinas en la
cabeza; ya empiezo a sentirlas y paso a explicarles cómo.
El señor Obispo de Belley es nuestro primer superior; le sustituye en estas funciones el Rvdo. Robert a
quien llamamos Padre espiritual. Tenemos también un Hermano Superior, que ha pronunciado, igual que
los demás, los cuatro votos de castidad, de pobreza, de obediencia y de estabilidad; sólo que los de éste
son perpetuos en razón de su cargo vitalicio de Superior. Este Hermano Superior ha sido constituido
solemnemente en sus funciones por Monseñor el día mismo de la profesión mencionada anteriormente;
por desgracia el cargo me ha correspondido a mí. Piensen y vean si esto no es superior a mis fuerzas. En
consecuencia, lo único que sé hacer es humillarme y echarme a temblar. Me da una cierta seguridad
pensar que, si Dios me ha confiado esta responsabilidad, me concederá cuanto necesite para cumplir con
ella".
Damos a continuación la lista, por orden de antigüedad en la Congregación, de los Hermanos que
hicieron sus votos, además del Fundador.
157
Ms. B.: "... y la aprobación del Instituto en 1841, por S.S. el Papa Gregorio XVI, a quien le fueron sometidas las mismas
Reglas, merecían ...".
158
Ms. B.: "En justicia, cuando uno encuentra que los otros tienen menos cualidades que uno, hay que darle a cada cual la parte de
responsabilidad con la que pueda".
159
Ms. B.: "Solamente el Hermano Gabriel veía el horizonte algo oscuro. Las dificultades que ya había conocido, las
humillaciones de que había sido objeto le anunciaban nuevas vicisitudes, otros disgustos e, incluso, quizá nuevas
desilusiones".
80
1° Hermano Estanislao, de nombre Taborin Gabriel (ahijado del Fundador), de Belleydoux 160.
2° Hermano Antelmo, de nombre Lavalette Antelmo, de Vieux (Ain).
3°. Hermano Juan, de nombre Charrière Juan, de Boëge (Alta Saboya).
4°. Hermano María, de nombre Mestrallet Francisco, de Chermont (Alta Saboya).
5°. Hermano Félix, de nombre Borcier Juan, de Clermont (Alta Saboya).
6°. Hermano Bernardo, de nombre Jacobo Luis Antonio, de Collonge (Cantón de Ginebra).
7°. Hermano Antonio, de nombre Yureux Juan Bautista, de la Motte-Servolex (Saboya).
8°. Hermano Julio, de nombre Dupont Julio, de la Balme de Sillingy (Alta Saboya).
9°. Hermano José, de nombre Doublier José, de Grand. Lemps (Isère).
10°. Hermano Luis, de nombre Convert Dionisio José María, de Coligny (Ain).
11°. Hermano Francisco, de nombre Dugnat Francisco, nacido en Solaise (Isère).
Cinco de estos Hermanos perseveraron en la Congregación hasta la muerte. Cuatro no fueron fieles a su
vocación y a uno le obligaron a hacer el servicio militar 161.
160
"Hermano Estanislao, etc." había sido olvidada en la primera redacción del Hermano Federico. Fue añadida por los correctores.
161
Además del Fundador, perseveraron hasta la muerte los Hermanos: Juan (1874); María (1852); Antonio (1874); José (1855);
Francisco (1839). Cuatro no fueron fieles a la vocación, de los cuales dos, los Hermanos Estanislao y Antelmo, -que
sacaron un número bajo-, tuvieron que hacer el servicio militar y no volvieron al Instituto.
81
CAPITULO XX
VISIÓN GENERAL DE LAS CONSTITUCIONES
Y REGLAS DE LA CONGREGACIÓN.
El 15 de Agosto de 1838 162, Y antes de aprobar las Reglas. Monseñor llamó al Hermano Gabriel para
que fuera a Brou y le dijo que, si quería seguir gozando de su protección a la naciente Congregación,
tendría que aceptar de por vida el cargo de Superior. Su Excelencia que conocía perfectamente por una
larga experiencia las dificultades anejas a la responsabilidad de dirigir a una Comunidad, especialmente si
se trataba de ser Fundador, exigía esta garantía para el futuro del Instituto y la consiguió. El Hermano
Gabriel se comprometió a ello por un voto, pronunciado durante la celebración de la Misa del señor
Obispo, antes de recibir la sagrada comunión. Muchísimas veces otros Hermanos y yo le oímos expresar
su deseo de dimitir como Superior, añadiendo que el voto se lo impedía.
Nos parece conveniente transcribir en este lugar algunos extractos del volumen de las Constituciones y
Reglas, contenidas en el primer Guía de los Hermanos de la Sagrada Familia.
Podemos leer en la carta suya, colocada al comienzo del volumen, lo siguiente:
"Desde hace ya bastante tiempo me vienen pidiendo Vds. con insistencia el Guía en el que se contienen
nuestros Estatutos, Reglamentos, el Ceremonial y el Devocionario de nuestro pequeño Instituto. Por fin,
podemos sentirnos satisfechos. Les envío hoy mismo este precioso libro, en nombre de Monseñor Devie,
obispo de Belley y primer superior nuestro. Debemos la fundación de la Congregación y nuestra
consagración en la vida religiosa al celo y a la piedad sobresaliente de este digno y venerable Prelado.
Agradezcámoselo al Señor, queridos Hermanos, y pidamos que nos conserve a nuestro padre común.
Las reglas que van en este libro han sido muy meditadas durante mucho tiempo 163. Después de haber
comprobado prácticamente que son fáciles de cumplir, las entregamos manuscritas para comenzar;
después les pedimos a Vds. su opinión sobre ellas; nos respondieron siempre que las estimaban y que
estaban decididos a observarlas durante toda su vida.
Sin duda alguna, cualquier pluma más hábil que la mía habría conseguido que la lectura de este libro
resultase más interesante y agradable; pero quede bien claro que no ha sido escrito para el mundo ni para
los sabios de la tierra, sino para Vds., para mí, para los sencillos y pobres de espíritu, llamados a seguir
los consejos evangélicos, acompañándonos en nuestros trabajos, duros pero merecedores de alabanza.
Recíbanlo, pues, queridos Hermanos, con sumisión y respeto, para que opere en nosotros una conversión
total y mantenga la uniformidad en todas nuestras casas. Leámoslo con sencillez y verdaderas ganas de
conocer nuestras obligaciones; así podremos sacar provecho de él y contribuir mucho a nuestra
santificación y a la de los demás".
Agrada ver al Fundador, ya desde el principio empeñado en hacer que sus Hermanos vivan con
abnegación total de sí mismos para mayor gloria de Dios y salvación del prójimo. ¡No hay nada más
hermoso, aunque también menos apreciado por el mundo que el párrafo siguiente, relativo a la renuncia a
sí mismo en favor de Dios y de su servicio!
162
Quizá no sea del todo exacta la fecha del 15 de Agosto, que es la oficial atribuida a la aprobación del Guía y a la emisión, por
parte del Hermano Gabriel, del voto de superior vitalicio. En efecto, en los ASFB, el original del acta de aprobación
lleva fecha de 12 de Agosto y no del 15; ¿no se habrá forzado, quizá, la historia al suponer al H. Gabriel fuera de su
comunidad el día de esa fiesta solemne de la Santísima Virgen? ¿Es posible que Monseñor Devie, precisamente en ese
día y en la localidad de Brou, pudiera dedicar tiempo a conceder largas audiencias? ¿No parece más lógico que eso
ocurriera algún otro día, por ejemplo el día 12, Domingo, pongamos por caso? ¿No podría haber tenido lugar en esa
misma audiencia la emisión del voto de superior vitalicio? El hecho de imprimir en el Guía la fecha del 15 de Agosto,
podría explicarse como un detalle de piedad mariana, bien de parte de Monseñor Devie, bien de parte del Fundador.
Cf. positio, p. 166.
163
Ms. B.: "... desde hace más de veinte años ...". Podemos calcular: 1838-20 = 1816/18, que corresponde a la época en que
Gabriel se encontraba en Châtillon-de-Michaille.
82
"En realidad de verdad, nada hay en nuestra profesión que pueda resultar atrayente, según los criterios del
mundo ni bajo el punto de vista del interés personal: no esperamos hacer fortuna ni conseguir prestigio;
nuestra vida va a transcurrir en medio de un trabajo monótono; cosecharemos como recompensa la crítica
o la ingratitud; tendremos que obedecer continuamente, sin poseer cosa alguna, muertos a los propios
gustos y decisiones; lo nuestro es vivir en medio del mundo sin participar en sus placeres; sacrificaremos
libertad, juventud, talentos, salud, incluso la vida misma para poder servir a los demás; en fin, nos
agotaremos, entregándonos por aquellos mismos que se aprovecharán de estos sacrificios, sin apenas
valorarlos y trabajaremos por los hombres, sin esperar recompensa alguna en este mundo. Pero, queridos
Hermanos, nos proponemos algo mucho más hermoso: la gloria de Dios, la salvación de las almas y
nuestra propia santificación, odiando el pecado y enseñando a odiarlo, amando a Dios y procurando que
se le ame allí donde nos manden nuestros superiores, ganándonos de este modo el inapreciable tesoro de
la eterna felicidad. Animo, Hermanos, porque, si es cierto que cuesta un poco vivir siendo buenos
Hermanos de la Sagrada Familia, será morir como predestinados".
***
ESTATUTOS
Artículo I
La pequeña Congregación de Hermanos de la instrucción cristiana, conocida con el nombre de Hermanos
de la Sagrada Familia, tiene como fin toda clase de obras buenas; pero su fin principal es ayudar a los
párrocos del campo y de la ciudad, como maestros en las escuelas parroquiales, como catequistas,
animadores litúrgicos, cantores y sacristanes.
Artículo II
Los Hermanos pueden desempeñar sus funciones en cualquier país, con tal que cumplan las leyes civiles
y eclesiásticas del Estado y de la diócesis donde vivan. Se distribuyen por las parroquias de uno en uno;
en este caso, sería de desear que se hospedasen en la casa parroquial o bien que el lugar donde residan se
encuentre cerca de otro o de otros dos, cuyos Hermanos pudieran visitarse entre ellos una vez por
semana...
Los Hermanos serán enviados a las parroquias contando siempre con la anuencia del Ordinario del lugar
y a petición del párroco.
Artículo V
Cuando ingresen, los postulantes deben saber, por lo menos, leer, escribir y las cuatro reglas
fundamentales de la aritmética; han de ser personas de buena conducta y costumbres, de todo lo cual se
les pedirán los oportunos certificados; tienen que traer sus partidas de nacimiento y de bautismo y, si son
menores de edad, el permiso escrito de sus padres...
Artículo XIII
Los Hermanos de la Sagrada Familia hacen votos de castidad, de pobreza, de obediencia y de estabilidad:
son votos simples, emitidos por tres años de duración... Una vez que han hecho sus votos, todas las cosas
son comunes entre ellos, y, a partir de ese momento, todos participan de los bienes espirituales de la
Congregación, mientras duren esos votos. No pueden disponer de nada sin el permiso de los superiores.
Sin embargo sus bienes patrimoniales o cualquier otro bien inmueble que adquieran por donación, no
pasan a ser propiedad de la Congregación: cada uno puede disponer de esos bienes como le parezca. El
voto de pobreza sólo concierne al destino que se dé al usufructo y a los objetos muebles.
Artículo XIV
Cualquier Hermano que no merezca la confianza de los Superiores y del Consejo, a causa de
desobediencias formales o por faltas graves probadas, puede ser expulsado de la Congregación y excluido
de ella para siempre, por el Superior, de acuerdo con su Consejo. Los Hermanos expulsados de este modo
o que se retiren por propia decisión, no pueden reclamar nada a la Congregación ni a los superiores, por
las aportaciones que hubieran dado al ingresar en el noviciado y en la Congregación, así como tampoco
por los trabajos en ella desempeñados; del mismo modo tampoco podrán reclamar nada sobre las
cantidades que hubieran ingresado en la caja de ahorro, durante todo el tiempo que hayan estado en la
83
Congregación.
Artículo XVI
Al Hermano Superior se le nombra mediante votación secreta; el nombramiento es vitalicio. Le deben
adhesión y obediencia todos los Hermanos sin excepción, ya sea que trabajen en Francia o en Saboya...
Artículo XXIX
Una vez al año, durante las vacaciones, todos los Hermanos irán a la casa principal del Instituto o a otra
casa de menos importancia, cuando así lo indique el Hermano Superior. Esta reunión tiene como
finalidad mantener a los Hermanos en el espíritu del Instituto, rectificar los errores que pudieran haber
cometido en sus métodos de enseñanza; establecer la mayor uniformidad posible en ellos y regular todo
cuanto sirva para aumentar la gloria de Dios, el bien del prójimo y el mayor bien espiritual de los
Hermanos.
El reglamento diario y semanal es admirable por su claridad y sencillez. Su estilo es lacónico. El
Fundador habla siempre en vocativo. A continuación van algunos párrafos.
N°. 18 Después de la clase de la tarde tendrán media hora de recreo, yendo luego a hacer una visita al
Santísimo Sacramento; a continuación recen Vísperas y Completas de la Santísima Virgen y el rosario.
Terminadas estas oraciones, retírense a descansar. En el caso de estar encargados de la iglesia, echen
aceite a la lámpara y cierren la iglesia. En verano háganlo a la caída de la noche.
N°. 45 En nuestro Instituto quedan prohibidos para siempre los castigos corporales, como la vara, el
látigo, la palmeta y mucho más todavía los golpes, las bofetadas, etc. Que sean los padres los que utilicen
esos medios; Vds. tienen que saber que un hábil jinete debe manejar a un caballo espantadizo y rebelde
más con caricias y mano blanda y halagadora, sin necesidad de usar ni el látigo ni las espuelas; ¿por qué,
pues, hemos de tratar a los hombres con más dureza que a las bestias? Además, Vds. llevan el nombre de
Hermanos y esto tiene que obligarles a ser amables con todo el mundo, pero especialmente con los niños.
N°. 59 En los ratos libres, sobre todo los jueves, domingos y días de fiesta, preparen a los monaguillos,
especialmente a los jefes de grupo de la escuela: 1° a saber estar correctamente en la iglesia; 2° a ayudar a
misa por parejas; 3° a ayudar a la misa cantada; 4° a saber hacer de acólitos, de turiferarios, y a llevar los
ciriales. Procuren atenerse a las indicaciones del ceremonial diocesano. Tienen que hacerles aprender el
Miserere, el Te Deum, las respuestas para la administración del bautismo, del matrimonio, del santo
viático, de la extremaunción y de los entierros, etc.
N°. 64 El sábado por la tarde o las vísperas de fiestas irán a confesarse, si lo necesitan o si es el día que
les corresponde. Después de la acción de gracias, si están encargados del cuidado de la iglesia, pongan en
orden los armarios de la sacristía, limpien y adornen el altar para el día siguiente...
Hablando a los Superiores, les dice:
N°. 103 Recuerden que en el tremendo juicio de Dios, les examinarán sobre dos cosas: sus conocimientos
doctrinales y la obediencia de los alumnos. Sepan Vds. que la falta de aprovechamiento que el padre de
familia encuentre en sus ovejas le serán imputadas al Pastor. Solamente les será perdonada, cuando Vds.
hayan hecho todo lo posible para educarlos bien, como hace un buen pastor.
N°. 104 No discriminen Vds. a las personas. Amen a todos por igual, a no ser que haya quienes destaquen
por sus buenas acciones y su obediencia. Profesen a todos un gran amor, gobernándolos con idénticas
medidas de disciplina, conforme a sus méritos, sabiendo compaginar la severidad del maestro con el
afecto de un padre indulgente. Procuren reprender con suavidad a los desordenados e inquietos. Exhorten
a progresar más y más en la virtud a los pacíficos, tranquilos y obedientes. En cuanto a los descuidados,
perezosos y altaneros corríjanlos ásperamente, recordándose de la caída de Helí.
Dirigiéndose a los súbditos, se expresa así:
N°. 108 Tienen que descubrir a Dios mismo en la persona de los superiores; este buen pensamiento es
una de las mayores gracias que un alma religiosa puede recibir en este mundo; tienen que pedirla, pues,
todos los días en sus mejores y más fervorosas oraciones.
N°. 110 Aunque el Superior ocupe con respecto a Vds. el lugar de Dios, no por eso es un ángel, sino un
hombre que, como Vds., es pecador y se encuentra sometido a todas las miserias de la vida. Si delante de
Vds. cayera en alguna debilidad, no vayan contándolo por ahí, ya que cometerían una falta grave; por el
contrario, sepan ocultar esos errores bajo el manto de la caridad; sepan perdonarlos, del mismo modo que
84
él también sabe excusar y perdonar los que, quizá, Vds. cometan cada día. Pidan por ellos y nunca
olviden que tienen la responsabilidad de sus almas y que, a lo mejor, son Vds. quienes con su propia
irregularidad y mala conducta aumentan sus penas y disgustos.
Hablando sobre los clérigos, el Fundador hace, entre otras, las siguientes recomendaciones:
N°. 114 Por su condición de sacerdote y de pastor procuren honrar de las más diversas maneras al párroco
del lugar donde Vds. trabajen; recuerden siempre que son ovejas de su rebaño y que, aunque lleven Vds.
el hábito clerical, nunca jamás pueden ponerse a su altura, ya que le son muy inferiores, tanto por su
carácter sacramental como por sus talentos. Observen la misma actitud con respecto a los vicarios y
demás eclesiásticos. Profesen al señor cura párroco el mayor respeto y una total confianza, escuchando
con docilidad y sumisión sus consejos, conformes todos ellos a la Regla que Vds. han profesado.
N°. 117 Ni con sus Hermanos de comunidad ni con persona alguna se permitan criticar la conducta del
Párroco ni de ningún otro eclesiástico, incluso, aunque les pareciera digna de censura; defiéndanlos
caritativamente y, en el supuesto de que no pudieran hacerlo, procuren guardar un respetuoso silencio.
Hablando sobre los inspectores de las escuelas, el Fundador recomienda lo siguiente:
N°. 123 Cuando desempeñen la tarea de maestros en una parroquia, procuren ser de trato agradable,
aunque sin bajezas ni imprudencias, con el señor Alcalde y demás autoridades del pueblo. Pórtense igual
con los sacerdotes, mandados por el señor Obispo y con los representantes de la Universidad que visiten
su escuela. Pongan sumo interés en dejar bien patente, por medio de los oportunos detalles, el respeto y
acatamiento debidos a las autoridades establecidas por Dios, en aquello que es de su competencia.
Procuren darles cuantos informes soliciten sobre la instrucción y la disciplina en las escuelas de la
Congregación. Procuren comportarse con la humildad y prudencia cristianas que exigen estas visitas.
Hablando a propósito de las gentes de fuera, dice:
N°. 126 Sean afables y sin altivez con las persona de fuera; pero no establezcan familiaridad alguna con
nadie, especialmente con sus vecinos; no reciban visitas en su habitación particular, especialmente si se
trata de mujeres, a las que nunca deberán hablar a solas, a no ser que sean su madre o sus hermanas.
Procuren ser amigos de los pobres y consoladores de los tristes, en la medida en que les sea posible 164.
El Fundador termina exhortando a sus religiosos a que pongan en práctica los dos lemas que han de
apreciar mucho todos los Hermanos de la Sagrada Familia.
1° Dios, Regla y Superior.
2° Estado de gracia, humildad y oración.
164
Sería muy interesante conocer el criterio seguido por el Hermano Federico para escoger estos artículos del Gula y estos
números del Reglamento. Hace referencia a los aspectos más importantes de la vida del Hermano y manifiesta, sin
darse cuenta, su larga experiencia de maestro de novicios. Muchas otras veces, en adelante, nos tocará admirar sus
intuiciones al elegir los escritos del Fundador.
85
CAPITULO XXI
EL RVDO. FAVRE. ACUSACIONES ANTE MONSEÑOR.
DOS HERMANOS INFIELES A LA VOCACIÓN.
EL RVDO. GOURMAND. EL HERMANO FRANCISCO.
Acababa de concluir el año 1838. El Hermano Gabriel había tenido la dicha de consagrarse a Dios de
manera irrevocable y de ver cómo sus Hermanos hacían votos temporales. Podría pensarse que las
dificultades le habían concedido una tregua o un respiro. No fue así. Empezó a experimentar las angustias
de un padre, mucho más duras que las anteriores. Las del año 1839 comenzaron con los problemas del
Rvdo. Favre, simple tonsurado, que había ingresado en el noviciado el día 15 de Diciembre de 1836.
Natural de Vallery (Valleiry), diócesis de Annecy, había estado algún tiempo con los Padres Maristas.
Como llevaba un certificado de buena conducta, firmado por el Rvdo. Colin, superior de esta
Congregación, y otro del Rvdo. Humbert, antiguo párroco de Belleydoux, que se había hecho marista, el
Hermano, Gabriel le admitió en el noviciado. Llevaba también una carta del Rvdo. Terrier, párroco de St.
Boys, cerca de Belley, que, entre otras cosas, decía: "Puedo asegurarle que va a estar Vd. contento del
Rvdo. Favre, al que conozco desde hace mucho tiempo. Estoy convencido de que va a sacar mucho
partido de este joven, cuya conducta ha sido siempre edificante y generosa". Como había hecho ya sus
estudios y deseaba ordenarse, el Fundador, que necesitaba un capellán, accedió a sus deseos, a los que
tampoco Monseñor Devie puso ningún obstáculo.
Dos años más tarde, el Rvdo. Favre fue ordenado sacerdote y el día de Navidad de 1838 subía por vez
primera al altar de la capillita del noviciado. Tras la marcha del Rvdo. Jeannet, el párroco de Belmont
había hecho de capellán de la comunidad. El Fundador estaba contento de tener ahora un sacerdote en
casa y de aliviar el trabajo del Rvdo. Gâche, cuyo espíritu de sacrificio conocía muy bien. Poco le duró
esta alegría.
El Rvdo. Favre, que había llegado a ordenarse de sacerdote gracias al apoyo recibido de parte del
Fundador, no supo ser delicado ni agradecido. No sólo no entró en la Congregación, conforme a lo que
parece había prometido, sino que incluso abandonó al Hermano Gabriel, antes de que éste hubiera podido
encontrar un nuevo capellán. Se marchó de Belmont el 10 de Febrero de 1839 165, sólo mes y medio
después de su ordenación, sin ni siquiera pagar las deudas que había contraído con la Congregación, ya
que vemos que el Superior tuvo que dirigirse varias veces a Monseñor para pedirle que obligase al Rvdo.
Favre a cumplir sus compromisos.
165
El Libro de Cuentas y el registro de Entradas de Novicios no están de acuerdo con el Hermano Federico en las fechas que
aportan: están de acuerdo en la fecha de entrada en el noviciado, el 15 de Diciembre de 1836, pero no lo están en la
fecha de la ordenación sacerdotal, ya que los libros dicen que fue el día de Navidad de 1837 y no de 1838; tampoco lo
están en la fecha de la salida, que allí dicen que fue el 10 de Enero de 1838 y no el 10 de Febrero de 1839. Otros
documentos como, por ejemplo, las Cartas parecen confirmar que el Rvdo. Favre permaneció en Belmont con el
Hermano Gabriel, sólo un año y algunas semanas. Una carta del 30 de Diciembre de 1837, que el Hermano Gabriel
escribió a Monseñor Devie (Cartas, Vol. I, p. 71), dice: "Le debemos también a Vd. el tener a un capellán en casa".
Favre había sido ordenado hacía 5 días. El 28 de Enero de 1839, el Hermano Gabriel escribía a Monseñor Devie: "Me
encantaría que el retiro fuera predicado por el capellán que Vd. vaya a destinarnos", lo cual supone que en aquel
momento no tenían (Cartas, Vol. I, p. 96); y el mismo día que el Hermano Federico da como bueno para la salida de
Favre, el Hermano Gabriel escribía al Obispo: "Por favor, señor Obispo, mándenos un capellán para nuestro
noviciado". Podría haber añadido "... que acaba de abandonamos hoy mismo ...", en el caso de que las fechas del
Hermano Federico fueran exactas (cf. Cartas, Vol. I, pp. 99-100). Dos días más tarde, el Hermano Gabriel escribía al
Rvdo. Robert: "Acabo de enterarme con pena, aunque, al mismo tiempo, con satisfacción de que nuestro digno cura
párroco ha sido nombrado párroco de Virieu-le-Grand. Haga cuanto pueda, por favor, querido padre, para que
Monseñor nombre párroco de Belmont y capellán de nuestra casa a dos sacerdotes que sean amigos de nuestra
Congregación" (Cartas, Vol. I, p. 100; cf. también carta del 2 de Marzo de 1839, Ibid., p. 104). Sabemos que el
sacerdote Gâche renunció a la parroquia de Virieu para quedarse en Belmont y que el Hermano Gabriel no consiguió
tener un capellán fijo hasta el 19 de Septiembre de 1839
86
Ocupó de nuevo la capellanía de la comunidad el buen cura Gâche que desempeñó estas funciones hasta
el mes de Septiembre de ese año 166.
***
La casa de Belmont se había quedado pequeña y escaseaban los recursos para mantener a aquella
comunidad no muy numerosa. El Hermano Gabriel no había pedido limosna el año anterior, los recursos
aportados por algunos postulantes eran insignificantes y las retribuciones escolares de unos cuarenta
alumnos externos (que, por cierto, sólo asistían a clase durante el invierno) no significaban gran cosa 167.
Y, sin embargo, se imponía la ampliación de la casa. Monseñor había enviado allí al Rvdo. Guigard,
sacerdote, que entendía un poco de arquitectura 168. Le acompañaba el Director espiritual; según su
opinión, era necesario añadir dos alas a la casa actual. El Fundador aprobó aquella idea. El Rvdo. Guigard
tenía que presentar los planos al Obispo, planos que se quedaron en proyecto. Había en venta una casa,
que estaba muy cerca del huerto y de la granja, cuyo precio era de 2.500 francos. El Fundador se lo
comunicó al Director espiritual. En realidad aquella casa sólo podía servir de dormitorio durante el
tiempo de vacaciones; de todos modos ya era una buena solución, porque los Hermanos permanecían
entonces en la casa madre, por lo menos un mes 169. No llegó a efectuarse la compra de la casa. Era a
principios de Septiembre y Monseñor tenía que ir el 21 de Octubre a recibir los votos de algunos
Hermanos; podemos suponer o que Su Excelencia quería ver las cosas personalmente o bien que tenía
algún otro proyecto como parece desprenderse de lo que ocurrió más tarde 170. Para salir del paso, el
Hermano Gabriel habría podido pedir un préstamo, pero, como le decía al Rvdo. Robert, no que. ría
endeudar a su comunidad. Si más tarde tuvo que hacerlo fue por tener en perspectiva la posibilidad de
enjugar la deuda en un tiempo razonable. Recomendó siempre a sus Hermanos lo que él practicaba en
estos asuntos: "Id poco a poco, les decía que no tenéis mucho, contentaos con poco, pero no endeudéis
nunca a la Congregación, ya que el final sería catastrófico" 171.
Algunas otras dificultades se unieron a las anteriores. La primera de ellas procedía del Director espiritual.
Transcribimos aquí, sin comentario alguno, la carta que sobre el tema envió a Su Excelencia el 4 de Abril
de 1839 172.
"Monseñor,
La marcha de los Hermanos Antelmo y Estanislao para hacer el servicio militar, por haber entrado en caja
este año, no es el único motivo de las penas que me agobian. Sólo a Dios y a Vd., Monseñor, puedo
166
Precisamente el 19, fecha de la llegada a Belmont del Rvdo. Juan Pedro Augusto Gourmand (1814-1872), que fue nombrado
capellán y profesor de matemáticas del Noviciado de Belmont y de Belley hasta 1848
167
Ms. B.: "Al exponer estas cosas a Monseñor, el Fundador añadía: "Y el padre espiritual quiere que yo no toque lo que
pertenece a los novicios!".
168
Ms. B.: "Un poco de arquitecto ...".
169
Ms. B.: "Este tiempo se empleaba en hacer el retiro, en profundizar en las asignaturas que se impartían y en formarse en los
métodos para enseñarlas provechosamente. Esto mismo se ha hecho en Belley durante muchos años".
170
Ms. B.: "El Fundador tuvo que resignarse y colocó como pudo a los Hermanos que vinieron al retiro. En aquellos momentos
estaba sometido a una doble limitación: por una parte, deseaba someterse a lo que dispusiera el prelado; por otra, no
tenía dinero. Sin duda, habría podido pedir un préstamo, etc.".
171
El Hermano Federico, de ordinario, no señala las fuentes de donde saca sus citas: no resulta siempre fácil llenar estos vacíos,
cosa que hemos intentado siempre que nos ha sido posible. Si tuviéramos un índice analítico de las ideas contenidas
en los escritos del Fundador, el problema resultaría más fácil. Esperemos.
172
La expresión "sin comentarios" se explica fácilmente, suponiendo que el Rvdo. Robert vivía aún en Belley, cuando el Hermano
escribía esas palabras. Cf. texto completo de esta carta en Cartas, vol. I, pp. 113-114.
87
contárselas, asegurándole que si no fuera porque la religión las suaviza y hace tolerables, gracias a la
esperanza de los premios celestiales, ya habría caído en la tentación de sacudirme de encima la carga de
las prolongadas pruebas que, con la gracia de Dios, llevo soportando desde hace más de quince años.
¡Cuánto desearía que el modo de pensar y de actuar de nuestro Director espiritual se pareciera un poco
más al que Su Excelencia tiene con nosotros! Que conste que no siento anima versión hacia él. Creo que
es un buen sacerdote; pero, con la mayor confianza le digo a Vd., Monseñor, que estoy convencido de
que, si nuestra Congregación no tuviera a nadie más para sostenerla y proveerla de recursos que a nuestro
Director espiritual, no tendría futuro alguno...
Ya sé que un buen religioso debe soportarlo todo sin quejarse; cosa que haría fácilmente si de mí sólo se
tratase. Le ruego, Monseñor, que me crea si le digo que esta carta ha sido escrita por el bien de la
Congregación y no por ninguna otra razón. Recíbala, pues, con esa idea y cuente siempre con la
obediencia de quien un día se la prometió por medio de un voto perpetuo".
En el mes de Mayo, el señor Obispo escribió al párroco de Belmont para preguntarle si, de verdad, el
Hermano Gabriel gastaba mucho en comida y si hablaba mal de su Obispo. Aquellas dos acusaciones le
dolieron mucho al Fundador. Creyó que debía defenderse, cosa que hizo con la carta.
"Excelencia,
Me dirijo a Vd. para hablarle sobre asuntos referentes a nuestra casa. Empiezo por decirle que el señor
párroco de ¡ Belmont me ha hecho saber algunas cosas que Vd. le comunicaba en su carta. Le pido,
Monseñor, que no haga caso de lo que hayan podido decirle a Su Excelencia acerca de nuestra
alimentación. Naturalmente, yo no soy perfecto, tengo fallos, pero procuro corregirme de ellos todos los
días. Creo, sin embargo, que no hemos quebrantado la regla en la cuestión de las comidas. Menos aún
creo haber dicho cosas que ridiculicen la bondad y protección que Vd. nos profesa. No me gusta que
cuenten a Su Excelencia cosas falsas, que, además, pueden perjudicar a nuestra Congregación y privarla
de las inmejorables disposiciones que Vd. tiene con nosotros y que valoramos inmensamente..." 173.
Creemos que fue a Belley, algún tiempo después, y que en esta entrevista Monseñor le dirigió las
siguientes palabras: "Dicen por ahí que tiene Vd. vino embotellado". "Cierto, Monseñor, tengo algunas
botellas para obsequiar al Padre espiritual y a Su Excelencia, cuando nos honra, aceptando alguna cosilla
en casa". -"Está bien, hijo", -respondió el Obispo- "decididamente, el Rvdo. Robert es un poco estrecho
de criterio; me parece que no ha entendido, nada del asunto".
***
A lo largo de este año, dos Hermanos le hicieron sufrir mucho, al no responder a la santidad de su
vocación ni al celo de su Superior para inculcarles sentimientos religiosos. Especialmente uno de ellos, de
25 años de edad, le había engañado. Hipócrita y trapacero, una vez admitido a los votos, se quitó las
máscara y se mostró como jamás se podría haberse pensado de él. No supo respetarse a sí mismo ni
respetar a la Congregación. Cegado por la soberbia, no hacía caso alguno de los avisos que le daba su
Superior, que actuaba con corazón de padre y de amigo. No le era posible al Hermano Gabriel retener por
más tiempo a aquel sujeto indigno y rebelde; pero, confiando en que pudiera volverlo al buen camino, no
quiso precipitar los acontecimientos; se armó de paciencia y siguió avisándolo paternalmente. Todo
inútil; aquel joven Hermano se burlaba de todo. Decidió expulsarlo.
Después de salir del Instituto, aquel pobre hombre engañó a un párroco que ejercía su ministerio a orillas
del Saône, en cuya casa se hospedó para estudiar, con la intención de ingresar en el Seminario Mayor. El
Hermano Gabriel estimaba mucho el honor sacerdotal; así que comunicó a aquel buen párroco la clase de
persona que era aquel a quien estaba protegiendo 174.
173
Cf. texto completo en Cartas, vol. I, pp. 118-119.
174
El Hermano de quien se habla es el H. Luis (Dionisio José; María) Convert, que entró en 1837 y salió el 5 de Junio de 1840. El
texto de las cartas que cita el H. Federico se encuentra en Cartas, vol. I, pp. 105, 108, 126-127. Los correctores las han
resumido en el párrafo precedente.
88
En medio de tantas espinas también encontraba algunas rosas el Hermano Gabriel. La mayor parte de los
Hermanos tenían contentos a los sacerdotes y a los fieles y trabajaban con fruto aquella parte de la viña
del Señor que les habían confiado. Si se producían salidas de Hermanos, éstas se realizaban sin
escándalo.
***
Otro motivo de consuelo para el Hermano Fundador fue el nombramiento del Rvdo. Gourmand como
capellán de la comunidad. Este sacerdote joven, inteligente, celoso y lleno de buena voluntad, llegó a
Belmont el día de la Sagrada Familia, 19 de Septiembre de 1839. Todos los Hermanos estaban allí
reunidos, como era costumbre. Pudo ir conociéndolos a lo largo de un mes, pues la clausura del retiro
tuvo lugar aquel año el 21 de Octubre. Monseñor la presidió y recibió los votos de cinco nuevos
Hermanos.
***
Este año concluyó con la muerte del buen Hermano Francisco Dugnat, nacido en Salaize (Isère) en 1810.
Fue el único Hermano fallecido en Belmont. El Hermano Fundador apreciaba mucho a este excelente
religioso. Recordemos aquí lo referente a su vocación.
Un día que estaba comiendo en un restaurante de Lyon, el Hermano Fundador notó que el camarero que
le atendía tenía un aire pensativo y que, incluso, a veces, lanzaba algunos gemidos. Se dirigió a él con
estas palabras: "Amigo, parece que está Vd. triste, ¿le ocurre algo malo?". -"Pero, cómo no quiere Vd.
que esté triste", -respondió aquel joven-, "al ver cómo los otros conquistan el cielo, mientras que yo voy a
condenarme?". Tras esta primera confesión, le contó más cosas. El Hermano Gabriel le dijo que se hiciera
religioso. La propuesta fue aceptada con mucho gusto y se concretaron todos los detalles para que el
joven ingresara en Belmont en una fecha determinada. El demonio hizo esfuerzos increíbles para retener
en el mundo a aquel postulante; le tentó del modo más seductor. Sin embargo, el joven se comprometió a
cumplir lo que se había propuesto y llegó incluso a la cuesta de subida a Belmont; el enemigo de la
salvación, redobló sus esfuerzos y le hizo retroceder, llevándolo hasta París. Volvió a actuar la gracia y el
postulante se puso de nuevo en camino. Pero, al llegar cerca de la casa de noviciado, otra vez le venció el
demonio y se volvió. Un tercer intento de este joven, en quien la gracia de Dios trabajaba con intensidad,
tuvo éxito, al fin, y aquel generoso postulante fue el primer Hermano a quien Dios llamó al cielo 175.
Enviado a la Motte-Servolex para dar clase, trabajó allí celosamente como buen religioso durante un año,
cayendo malo poco después y muriendo en Belmont el 15 de Noviembre de 1839.
175
La frase siguiente no figura en el ms. B. 192
89
CAPITULO XXII
NOVICIOS DE 1840. SENTIMIENTO DEL FUNDADOR AL ABANDONAR BELMONT.
LA CASA DE SANTA MARÍA. CARTA DE MONSEÑOR.
HÁBITO. VISITA AL PÁRROCO DE ARS.
Veinticinco novicios, la mayor parte de los cuales habían cumplido ya los veinte años y, lo que es más,
eran hombres maduros y bien dotados, llegaron al noviciado a lo largo del año 1840. La casa de Belmont
era, a todas luces, insuficiente; o se la ampliaba o había que buscar otra más grande. En la visita realizada
el 21 de Octubre de 1839, Monseñor Devie lo había examinado-todo y había reconocido la necesidad
imperiosa de un local más amplio. Después de la visita, ya no se planteó el problema de la ampliación, lo
cual hace suponer que Monseñor tenía otros proyectos. Podemos suponer que quería que la Casa Madre
estuviera en la ciudad episcopal 176.
Sabemos que el Hermano Gabriel amaba entrañablemente su querida casa de Belmont 177, pero también
apreciaba las ventajas de ir a Belley, donde la Congregación, protegida por el Obispo, podría
experimentar un mayor auge y ser más apreciada.
A partir del mes de Febrero, el Fundador se había interesado por el antiguo convento de las Hermanas de
Santa María, es decir de la Visitación, en Belley. Estas religiosas habían sido expulsadas durante la
Revolución y el convento era propiedad de la ciudad. A pesar de que no se había cuidado el
mantenimiento del monasterio, podía habilitarse una parte, mediante algunas reparaciones. El resto se
completaría cuando hubiera recursos y conforme lo fueran exigiendo las necesidades. Aquello significaba
además devolver al culto un lugar ya santificado por la oración y el sacrificio. El Fundador se lo
comunicó al Prelado que aceptó sus puntos de vista. Se iniciaron conversaciones con el municipio, que
sólo sacaba de este inmueble un beneficio económico de 387 francos anuales 178.
El Hermano Gabriel deseaba mucho que el Obispo lo comprara en su nombre o, por lo menos, le ayudase
por cuantos medios estuvieran a su alcance. El Fundador añadía que, aunque le agradaba mucho comprar
el convento de Santa María, no podía cargar a su Congregación con semejante deuda y que se mantendría
en la actual situación de apreturas, hasta que a la Providencia le pareciera bien ayudarle. Esta carta del 9
de Marzo, de la que no hemos ofrecido más que un resumen, indudablemente impresionó al Obispo. Lo
176
En el Ms. B. se leía también: "y el Hermano Gabriel no opuso resistencia alguna. Además, amaba tanto a su Obispo, le
respetaba tanto y estaba tan sometido a su voluntad, que habría hecho cualquier sacrificio para no desagradarle".
177
Ms. B.: "Porque en las Constituciones presentadas a Monseñor el 12 de Octubre de 1836, leemos lo siguiente, en relación con
la Casa Madre: "Como la Congregación ha nacido en Belmont, la casa que le sirvió de cuna y que se encuentra en ese
pueblo se ha convertido, naturalmente, en la casa del noviciado. La Congregación mantendrá allí el noviciado por
varios motivos: 1°. porque allí se encuentra la casa materna donde ha nacido la congregación; 2°. porque su clima es
de lo más sano, lo cual será muy conveniente para la salud de los Hermanos, todo el tiempo que vivan allí; 3°. porque
el agua de Belmont es excelente, lo que es estupendo para una comunidad; 4°. porque como la región tiene una tierra
muy productiva, los artículos alimenticios serán más baratos: sin tener que salir del pueblo podemos tener comestibles
y combustible; 5°. porque, aunque la casa está situada en uno de los lugares más bellos del Valromey, sin embargo, se
encuentra retirada del mundo, tiene la posibilidad de ofrecer en los momentos de recreo lugares de paseo muy
solitarios y alejados de las gentes del mundo; 6°. porque se dispone de cuanto terreno conveniente haga falta, en el
caso de que hubiera que ampliar la casa, aparte de poder comprar más terreno; 7°. porque esta casa se encuentra cerca
de Saboya, que puede damos buenas vocaciones para la Congregación; 8°. porque parece que el Señor ha querido que
se establezca en Belmont la casa madre; las contrariedades que hemos tenido que soportar para fundarla allí parece
que son señales de la voluntad de Dios al respecto". "Pero lo que aminoraba su dolor era que iba a estar más cerca de
Su Excelencia, su primer Superior y como un padre para el Hermano Gabriel. Pensaba que estando bajo la mirada
atenta de su Obispo, la Congregación crecería más y sería más respetada". Los correctores han resumido todo esto en
la frasecita siguiente: "Pero él consideraba también las ventajas.. .etc.".
178
Ms. B.: "Sin embargo pidió por ella 25.000 francos".
90
cierto es que autorizó al Fundador a vender la casa de Belmont, en cuanto encontrase un comprador
solvente. En seguida apareció uno, el señor Garin, abogado de Belley. El Hermano Gabriel se lo
comunicó a Su Excelencia el 1 de Abril, por medio de la carta siguiente:
"Monseñor,
Habiéndome dado Vd. su palabra en lo referente al traslado del Noviciado a Belley y a la adquisición de
la casa de Santa María, me he tenido que hacer a la idea de considerar nuestro traslado como algo seguro
e inminente. Estos pensamientos nos llenaban de alegría a mí y a la comunidad. Sin embargo, no dejaba
de preocuparme la idea de que la casa de Belmont iba a convertirse en una carga, por muchos motivos,
pues no veía fácil encontrar a alguien que quisiera comprarla; pero, lo que son los cosas, a la mitad de una
novena que habíamos empezado, la Providencia, que tan bien se ha portado siempre con nosotros, no ha
esperado a que la novena acabase para escuchar nuestra oración con gran contento por nuestra parte. Se
ha presentado un abogado de Belley, el señor Garin, quien, tras largas conversaciones sobre el precio y las
condiciones, ha comprado la casa de arriba y la de abajo, por el precio de 10.000 francos. Yo esperaba
sacar más de la venta; pero el señor de Lauzière.. el párroco de Belmont, nuestro digno y celoso capellán,
y la comunidad, me han aconsejado, después de consultarlos, que aceptase esta oferta, dadas nuestras
necesidades, los problemas que habrían de crearnos las dos casas, al marcharnos a Belley, y, sobre todo,
teniendo en cuenta que resultaría extraño y muy difícil encontrar a alguien a quien pudiera interesar
nuestra finca y que quisiera comprarla por ese precio 179.
Además, la he vendido aconsejado por Su Excelencia. Le confieso, Monseñor, que, al firmar el acta, he
tenido que encomendarme al Señor, para soportar el dolor que experimentaba, al tener que abandonar una
tierra y una casa donde he vivido, durante diez años y medio, y que han sido la cuna de nuestro Instituto.
Sin embargo, estoy contento de haber hecho este sacrificio; espero que el Señor me lo tenga en cuenta y
que sirva para mayor provecho de nuestro Instituto. Creo que también Su Excelencia estará contento de
mi decisión. Le envío, Excelencia, una copia de la venta que acabo de realizar, para que Vd. pueda
conocer todas las condiciones".
La compra del convento de Santa María quedó en suspenso y la adquisición de este edificio se volvió
problemática. Sin embargo, se solventaron las dificultades. El Fundador escribió al señor Alcalde el 6 de
Julio de 1840 para proponerle alquilar la casa durante 18 años, por 600 francos anuales, con la posibilidad
de comprarla, durante ese tiempo por 18.000 francos, precio de aquel momento, y con la cláusula de que
las mejoras y reparaciones del inmueble quedarían incluidas en este precio. El alcalde respondió ellO de
Julio, ofreciendo alquilar el edificio durante nueve años, por 600 francos anuales o bien, alquilarlo
durante dieciocho años y 750 francos anuales. En cualquier caso, las reparaciones del. inmueble
quedarían en favor de la propiedad en el supuesto de que no se llegase a realizar la venta. El Fundador
aceptó el alquiler por nueve años y las escrituras fueron otorgadas en el mes de Julio. El Hermano Gabriel
informó sobre el asunto a Su Excelencia por carta, cuyo contenido damos a continuación.
"28 de Julio de 1840
Excelencia,
Acabo de recibir copia de las escrituras de la compra de la casa de Belley. Han sido firmadas, aprobadas y
redactadas, palabra por palabra, según el modelo que el señor Guillemin tuvo la bondad de enseñarle a
Vd., al volver de Bourg. El señor Alcalde me ha escrito para que urja la aprobación de parte del señor
Prefecto, teniendo en cuenta que no podremos entrar en posesión del edificio mencionado, sin la previa
autorización de este último. Me dirijo de nuevo a Vd. Monseñor, para que con su acostumbrada bondad
recomiende estas escrituras a la prefectura, para que las gestiones no se retrasen...
Me comunican que Su Excelencia tiene que regresar a Belley a primeros de Agosto; si esto es cierto mi
gozo sería completo, ya que así podría Vd. examinar las reparaciones que haya que hacer, decidido a
aceptar en este asunto lo que Vd. quiera resolver, pues sentiría escrúpulos si hiciera algo por mi cuenta
sin haberlo dispuesto Vd. Lo mismo pienso respecto a toda información impresa, referente a la casa".
Nuestro querido Padre se encontraba exultante de gozo. Pero no le duró mucho su alegría. Le
179
Ms. B.: "He tenido que rendirme a todos estos razonamientos".
91
comunicaron, al poco tiempo, una noticia que le colocó en una situación sumamente embarazosa: una
desgraciada circunstancia había anulado la escritura de la que acabamos de hablar, de manera que se
encontraba sin sitio donde cobijarse. En esta circunstancia dirigió a su Obispo la siguiente carta
conmovedora.
"18 de Agosto de 1840
Excelencia,
Al colocarme Vd. al frente de nuestro Instituto, tuve que cumplir lo mejor posible y con exquisito
cuidado los importantes deberes que ese cargo me imponía, ya que había aceptado tan temible y penosa
responsabilidad. Incluso hice voto de ello el inolvidable día de mi profesión perpetua, día en el que Su
Excelencia, a pesar de mi indignidad, me honró, designándome solemnemente Hermano Superior. No me
gustaría que esto sonase a alabanza, pero creo poder afirmar, Monseñor, que, aunque no soy más que un
pecador y un siervo inútil, con la gracia de Dios he cumplido en conciencia los deberes que me han
impuesto tanto mi vocación como mi cargo de Superior; y lo seguiré haciendo siempre, sin ahorrar
esfuerzos con la ayuda del cielo y los consejos de Vd. Pero en estos momentos tengo que hacer cuanto
esté a mi alcance y encontrar casa para cuarenta y seis personas a las que parece que el Señor ha llamado
a vivir los consejos evangélicos y a observar las santas reglas que con su gran sabiduría Su Excelencia ha
dado a nuestro Instituto, cuya finalidad merece la admiración de la gente honrada, y sobre el cual tengo la
convicción de que es más la obra de Dios que de los hombres, puesto que muestra en sí todas las
características de serlo, sobre todo si pensamos en las diferentes pruebas a que ha estado expuesto desde
hace algunos años y, sobre todo, desde que hemos tratado de establecernos en la capital de la diócesis.
Monseñor, los jóvenes que Dios me ha confiado no han entrado en nuestro Instituto ni tampoco han
sacrificado sus personas, talentos, trabajos, voluntades ni pequeñas posesiones sino por el bien de nuestra
Congregación y para ser útiles al prójimo, tratando de conseguir su salvación y la gloria de Dios. Si
Nuestro Señor les ha prometido el ciento por uno en esta vida y los bienes eternos en la otra, bien
merecen aquí abajo casa, alimento y vestido. En lo tocante al vestido y al alimento nos sacaremos siempre
de apuros, gracias al orden, economía, trabajo e ingenio; tengo la confianza de que esto suceda así. Pero
en estos momentos, mi grande y única preocupación es el alojamiento; sólo esto bastaría para enfermarme
de verdad, si no fuera porque, desde hace ya muchos años, estoy acostumbrado a las dificultades y si no
tuviera, como tengo, una enorme confianza en la Providencia divina que siempre me ha protegido. Nos
encontramos en vísperas de abandonar Belmont, sin que sepamos aún a dónde tendremos que llevar
nuestras cosillas ni dónde podremos alojarnos. Por favor, Excelencia, sáqueme de este apuro y dificultad
presente, comunicándome en qué situación se encuentra el asunto de la casa de Santa María y
aclarándome dónde podría Su Excelencia acogernos, a la espera de encontrar otra casa o de poder
comprar una en Belley, donde siempre estará mejor nuestra Congregación que en otra parte, por motivos
que sería muy largo de enumerar ahora. No tengo a nadie a quien acudir si no es a Su Excelencia para
encontrar alojamiento. Vd. es nuestro primer Superior y nuestro padre, pues, al entrar en religión, tuvimos
la suerte de entregarnos totalmente a Vd. a quien pertenecemos sin reserva alguna...
Pedimos incesantemente para que todo se resuelva bien y para que el Señor nos bendiga y nos proteja en
la compra que hemos realizado o en el hallazgo de otra casa que sea apropiada para nuestro noviciado.
Por ello hemos comenzado una novena el día de la Asunción, pidiendo que la casa de Santa María no se
nos vaya de las manos. Junto con los rezos propios de esta novena nos hemos impuesto como penitencia
el más absoluto silencio. Mientras dure, ayunaremos y comulgaremos por la misma intención. Quiera el
Señor de toda bondad escuchar nuestras oraciones y conservarnos mucho tiempo en su amor. Con estos
sentimientos, me declaro, Excelencia, etc...".
En la misma fecha escribió al señor Garin, rogándole le concediera un plazo. Sólo le concedió ocho días.
A pesar de una búsqueda activa para encontrar otra casa en Belley, no hubo éxito. En cuanto a la casa de
Santa María, hoy subprefectura y cuartel de la Policía, había que renunciar definitivamente a ella; las
autoridades superiores tenían otros planes sobre aquel edificio y se negaron 180 a aceptar la escritura
aprobada por el señor Alcalde de Belley.
180
El Ms. B. no continuaba más.
92
Creemos que fue en esta circunstancia cuando el Prelado dijo las siguientes palabras, refiriéndose al
Hermano Gabriel: "Pero, bueno, no podemos dejar a este Hermano empantanado en esta situación; hay
que reconocer que está lleno de buena voluntad". Efectivamente, Su Excelencia le echó una mano,
ofreciéndole un cobijo en la casucha que hacía de invernadero en el recinto del Obispado. Era un
alojamiento bien pequeño, pero lo puso a disposición del Hermano Gabriel con una rapidez que hace que
se doble el valor de una buena obra.
Uno se siente penosamente sorprendido, al ver que en aquellas duras circunstancias para el Hermano
Gabriel, aumentaran las críticas contra el hábito que llevaban entonces sólo los Hermanos dedicados a la
enseñanza. En carta del 26 de Agosto el Fundador se expresaba de la siguiente manera: "En lo referente al
hábito, contra el cual solamente vuestro clero tanto protesta, puede Vd. tranquilizarlo; haremos todos
aquellos cambios que Su Excelencia nos mande. Sin embargo, pienso que sería conveniente ir despacio
en este asunto, a causa de numerosas razones. Su Excelencia encontrará siempre en nosotros a unos hijos
dóciles que respetaremos en todo momento cualquier indicación suya, por pequeña que sea". A Monseñor
le pareció conveniente no introducir cambio alguno en el hábito.
Desde el comienzo de nuestra Congregación se pretendió influir con engaños sobre el señor Obispo, a
propósito del hábito. El Hermano Gabriel, en carta escrita a Monseñor el 15 de Noviembre de 1835,
expuso las razones que abogaban en favor del hábito que había adoptado. En ella se dice que el
Arzobispo de Lyon había querido que los miembros pertenecientes a la Congregación del Rvdo. Querbes
usasen el hábito clerical; que los Hermanos de Santa María, establecidos cerca de París, también lo
llevaban; que los religiosos del Rvdo. Bochard usaban una verdadera sotana, a la que añadían una
esclavina: "Me parece", -decía a Su Excelencia" que este hábito le conviene mejor que a nadie a nuestra
Congregación, ya que todos sus miembros están destinados al servicio de la Iglesia, como ayudantes del
culto, consagrados a Dios, igual que los sacerdotes, por medio de votos. El señor Obispo de Saint-Claude
me dice que sería lo más conveniente".
***
Cuando el Hermano Gabriel estaba ya seguro de la adquisición de la casa de Santa María, escribió por
primera vez al venerable párroco de Ars para pedirle que le regalase algunos ornamentos para su capilla,
si es que podía. Le recordó en esta carta que en la anterior cuaresma había tenido la suerte de verle. Esta
primera entrevista fue tan emocionante que no podemos privar al lector de conocerla.
Estando el Hermano Gabriel en Lyon, vio una diligencia con el nombre de Ars, en la cual los peregrinos
se peleaban por ocupar sitio. Pensó: "¿Y si me fuera a ver a ese sacerdote que tiene tanta fama?". Sin
pensárselo dos veces, se subió a la diligencia y se dirigió a la pequeña, pero ya célebre parroquia. Llegado
al término de su viaje, siguió a la gente que se apretujaba en la iglesia, y, al día siguiente, después de la
misa del siervo de Dios, entró en la sacristía, siguiendo las filas de personas que iban a que les firmara
algunas estampas y a que les bendijera algunos objetos de piedad. Era cuando estaba comenzando la
fundación del Instituto 181 y al Hermano Gabriel nadie le conocía en Ars. Sin embargo, el párroco,
dirigiéndose hacia él, le dijo: "Buenos días, Hermano Gabriel, ¿cómo va esa pequeña comunidad?". "Pero, señor cura, ¿de qué me conoce Vd.?", -respondió emocionado el Hermano Gabriel-. El santo cura
le respondió, sonriéndole amablemente: "Los amigos de Dios se conocen muy bien".
181
Ms. B.: "... y el Hermano Gabriel llevaba puesto su hábito religioso que no le distinguía en nada, pero el conocimiento del
Párroco de Ars le hacia descubrir a las almas generosas, y, atravesando el grupo que le rodeaba, se dirigió hacia el
Fundador, diciéndole: "Buenos días, Hermano, etc. ...".
93
CAPITULO XXIII
DRUILLAT. LAS CASAS MARETY BROUILLARD.
POBREZA EN BELLEY.
Antes de abandonar Belmont, vamos a decir algunas cosas más sobre este lugar bendito y sobre las
pruebas y privaciones experimentadas por cuantos permanecieron fieles a su santa vocación.
Hacía falta un valor extraordinario para sobrellevar las dificultades en esta primera casa de la
Congregación. Parecía como si Dios se complaciera en someterla a un despojo total para hacerle
experimentar las estrecheces de una extrema pobreza. Sin embargo, las penas llenan de alegría a las almas
grandes y los Hermanos de Belmont, formados en las sólidas enseñanzas del Fundador de su Instituto 182,
soportaban aquellas pruebas, sin caer en la tristeza, y sin que se les pasase por la imaginación quejarse en
modo alguno.
La casa resultaba ya pequeña para aquella comunidad y había que ingeniárselas para que cada uno de sus
habitantes pudiera encontrar allí un rincón donde albergarse. Los dormitorios parecían cualquier cosa
menos un lugar de descanso: la estrechez del espacio era tal que obligaba a juntar unas con otras aquellas
cosas que la pobreza se empeñaba en llamar camas. ¿Qué eran, pues? Unos sencillos caballetes sobre los
que descansaban unas tablas y unos jergones 183.
Y, sin embargo, los Hermanos dormían estupendamente sobre aquellos camastros tan rudimentarios. La
paz interior ahuyentaba el insomnio que, quizás, podrían haber ocasionado aquellas camas duras 184.
***
El 7 de Septiembre había que entregar la casa al señor Garin 185. Se hicieron los preparativos para la
marcha y el 5 o el 6 de Septiembre se encaminaron a pie a Belley. Aquella pequeña Congregación, al
llegar a Belley, iba a experimentar lo mismo que María y José, cuando llegaron a Belén. ¿No era, en
verdad, apropiado que la nueva Sagrada Familia siguiera los pasos de la familia de Belén y Nazaret,
puesto que se encontraba colocada bajo su protección? Aquí una reducida habitación hizo las veces de
establo. En este pequeño espacio que servía de invernadero tuvieron que alojarse, sin embargo, las
182
Ms. B.: "... encontraban que, a pesar de las dificultades diarias, el yugo era suave y ligera la carga. Se aguardaba sin inquietud
que la prueba llegase, se la soportaba alegremente y se le daban gracias al Señor por manifestar de esta manera su
amor a la naciente congregación. Ningún verdadero religioso se quejaba y todos llevaban su cruz con alegría. La del
Hermano Gabriel era, con mucho, la más pesada de todas, ya que echaba sobre sus hombros una doble carga, pues
era, a la vez, fundador y padre; sin embargo, con su esfuerzo y obediencia, sus hijos eran para él auténticos cirineos".
183
Ms. B.: "... y además, nos dicen las notas sobre los comienzos del Instituto, estos caballetes estaban de tal modo juntos los unos
a los otros, que una tabla puesta verticalmente separaba la cabecera de uno de los pies del vecino, y para ir a su sitio, si
se encontraba al otro lado de la habitación, había que pasar por encima de los que estaban a la entrada".
184
Ms. B.: "... y tanto por la mañana como por la noche, la alegría del sacrificio les movía a agradecerle a Dios aquel austero (?)
descanso nocturno después de los trabajos del día; porque el día era también duro (?) de vivir, y, a menudo, los
Hermanos tenían que ayunar, si las limosnas, gracias a las cuales vivían, llegaban a faltarles". aquí había colocado el
Hermano Federico el párrafo siguiente: "En Belley había entonces tres congregaciones ...", y la cita que sigue.
Acertadamente los correctores la han colocado más adelante.
185
A partir de aquí hasta el final del Cuaderno 3°. (pp. 216-225) la redacción del H. Federico fue cambiada totalmente por los
correctores. Se justifica esto por la preocupaciÓn que tienen de la exactitud y por el hecho de que los correctores (por
lo menos algunos) habían sido testigos de los hechos que se narran y querían hacer que fuera más comprensible el
manuscrito que tenían que corregir. Nos resulta difícil ofrecer al lector una idea exacta de estas correcciones y de fijar
todos los cambios efectuados. Preferimos enviar al lector a los largos extractos-del Ms. B, incluidos en la Positio en
las páginas 985-989.
94
cuarenta personas de la comunidad, durante un mes, soportando con admirable paciencia aquella prueba a
la que las sometía la divina Providencia.
No fue pequeño estímulo para ellos el ejemplo del Rvdo. Gourmand, su capellán, quien, con espíritu de
sacrificio, quiso someterse a las privaciones de todos.
El alojamiento, que Monseñor había ofrecido como abrigo, comprendía: 1°. una planta baja, donde
todavía hoy se guardan las herramientas y las hortalizas que hay que proteger durante el invierno; esta
parte servía de cocina y de comedor; 2°. dos habitaciones en la parte superior del edificio: una servía para
sala de reuniones y de capilla; la otra, dividida en dos por medio de una mampara, era la habitación del
Superior y del Capellán. En el desván, justo bajo el tejado, se colocaron algunas camas, echando paja en
el suelo. Este era el dormitorio de la comunidad. Hacia finales de Septiembre se empezó a notar el frío de
las noches, pero esta molestia la aguantaron como las demás 186.
Nuestro buen Superior fue testigo de un espectáculo altamente consolador y muy apropiado para mitigar
la amargura de aquel momento; me refiero a la perfecta resignación y a la constancia inquebrantable de
todos y cada uno de sus hijos. Cuantos estuvimos allí lo recordamos con admiración 187: jamás se oyó ni a
novicios ni a Hermanos una palabra de queja; tampoco murmurar, ni siquiera ligeramente, ni expresar
desánimo en medio de aquella situación de incomodidad general, de extrema necesidad que se
experimentaba día y noche. Aquel espíritu estupendo hizo concebir las mejores esperanzas, de cara al
porvenir de nuestra naciente Congregación.
***
Había en Belley tres Congregaciones: 1ª. las de los Rvdos. Padres Maristas; 2ª. la de las Hermanas
Bernardinas; 3ª. la de las Hermanas Maristas de Bonrepos, sin contar la Comunidad de las Hermanas de
San José 188. Algunos sectores de gentes mal pensadas tenían la impresión de que los miembros de
aquellas Congregaciones invadían la ciudad. Por motivos diferentes a los anteriores, dos o tres
eclesiásticos no estaban contentos con la llegada de los nuevos Hermanos a la sede episcopal. Fueron con
sus falsas alarmas a Bourg, donde se encontraba entonces Monseñor Devie. Mientras el Hermano Gabriel
y sus hijos habían tenido que hacer esfuerzos sobrehumanos para poder alojarse en el miserable cobijo
que Su Excelencia les había proporcionado y en el que gozaban de un momento de respiro, en Bourg se
discutía sobre la conveniencia de trasladar a la Congregación a Druillat, cerca de Pont d'Ain, donde había
un antiguo monasterio. El Rvdo. Depéry, Vicario general, comunicó al Hermano Gabriel lo que se
tramaba; éste escribió inmediatamente a Monseñor. La carta lleva fecha del 20 de Septiembre. Después
de agradecer al Prelado, con palabras sinceras, el hecho de haberle proporcionado un refugio a su
comunidad, se centra en el asunto principal:
"... y digo en Belley, porque aquí estaremos mucho mejor que en Druillat, adonde piensa enviarnos Vd.,
por lo que me dice el Rvdo. Depéry. No creo en absoluto que estemos mal vistos en Belley, como, quizás,
hayan podido decirle a Vd.; de esto estoy absolutamente seguro. A lo sumo, algunos descreídos y un par
de sacerdotes o tres, que, a no ser que me equivoque, no son, precisamente, más piadosos que los demás,
pueden pensar que nuestra Congregación no les agrada o no se conforma a sus criterios.
Pero crea Vd., Monseñor, que, aunque fuéramos nosotros tan santos como San Juan Bautista y nuestra
Congregación tan buena como la Iglesia apostólica y romana, aún entonces tendríamos que experimentar
pruebas y contrariedades. No conozco a muchas congregaciones que carezcan de pruebas y miserias, ¿por
186
El texto de este párrafo ha sido retocado de tal forma que los correctores terminaron por volverlo a copiar en un trozo de papel
pegado en este lugar. Cf. Positio, p. 989.
187
Esta frase parece situar al H. Federico en el grupo de novicios de Belmont y del invernadero del Obispado; pero nosotros
sabemos que no entró en el Noviciado de Belley, calle del Capítulo, hasta el 31 de Marzo de 1842.
188
Desconocemos las razones que tuvieron, tanto el H. Federico como los correctores, para no nombrar aquí a la pequeña
comunidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas, que regentaban la escuela libre de niños de Belley por aquella
época.
95
qué no iba a experimentarlas la nuestra? ¿Y qué méritos tendríamos ante el Señor si todo sucediera
conforme a nuestros deseos? Todo esto que pienso y comunico a mis Hermanos me da ánimos y me
impulsa a buscar más bien la estima y el aplauso de Dios y no los de los hombres; me lleva a confiar cada
día más en la Providencia de Dios en cuyas manos he puesto nuestros asuntos; también los he puesto en
las de Vd., Monseñor, que ha tenido la amabilidad de adoptarnos como hijos espirituales, al establecernos
como Congregación y al declararse en los estatutos recibidos de su generosidad, como nuestro padre y
superior".
A continuación, el Hermano Gabriel expone los motivos para no aceptar esta propuesta. Después, como
hijo obediente que es, termina así: "Sin embargo, Monseñor, le agradezco lo que nos propone Vd. y, si
nos lo manda, iremos a Druillat, en el caso de que Vd. no apruebe los motivos que me he tomado la
libertad de exponerle".
La mayor parte de las razones del Hermano Gabriel eran tan justas que había que tenerlas en cuenta por
fuerza. El Obispo las encontró válidas y los adversarios del Fundador se vieron forzados a comprender
que cualquier otra tentativa en este sentido no iba a prosperar.
El Hermano Gabriel pudo encontrar finalmente una casa en venta, propiedad del señor Maret. De nuestra
casa actual es la parte que da al poniente. Monseñor, por su parte, le cedió la casa contigua, donde vivía el
canónigo, Rvdo. Brouillard 189. Estas dos casas no eran suficientemente amplias como para albergar a la
comunidad, pero se confiaba en poder añadir más tarde a lo ya adquirido los edificios y predios contiguos
que daban a oriente, previsión que se llevó a efecto cuatro años más tarde. El 6 de Octubre de 1840 el
Fundador entró en posesión de las casas Maret y Brouillard.
Apenas instalado en ellas, escribió (el día 11 de Octubre) al Rvdo. Desgenettes, párroco de Nuestra
Señora de las Victorias de París, pidiéndole que inscribiese a la Congregación en la Archicofradía,
petición que fue aceptada.
El 6 de Noviembre solicitó el permiso para abrir un internado de alumnos de primaria en Belley. Además
de su diploma de maestro, del plano de las instalaciones, acompañaban a la solicitud los dos certificados
siguientes:
1°
"Belmont, 4 de Septiembre de 1840
El abajo firmante, párroco de Belmont, declara y certifica ante quien convenga, que en los siete años que
lleva trabajando en la parroquia de Belmont, nadie se ha quejado del señor Gabriel Taborin, maestro de
primaria, que ha regido de modo excelente su casa; que en ella los niños han recibido una esmerada
educación y que se ha ganado el afecto y el respeto de todos, a causa de sus buenos ejemplos y del bien
que ha realizado. Todos le echan de menos y yo, de un modo especial, siento mucho su marcha.
Firmado: Gâche, párroco".
2°
"Belmont, 5 de Septiembre de 1840
Yo, Francisco Torombert, alcalde del municipio de Belmont, teniendo como testigos a los señores
miembros del consejo municipal, declaro: 1°. que el señor Gabriel Taborin ha desempeñado hasta el día
de hoy y durante once años las responsabilidades de maestro de escuela y de director de un internado para
la educación de los jóvenes en nuestro ayuntamiento; 2°. que merece dedicarse a la enseñanza, dada su
integridad moral; 3°. que, de modo ininterrumpido, ha hecho el bien en Belmont, donde ha admitido
gratuitamente en su internado a algunos alumnos de este departamento, hijos de padres pobres; 4°. que el
señor Taborin, al tener que abandonar Belmont, se lleva consigo el afecto de sus alumnos, de los padres y
madres de familia y de las personas más notables de este ayuntamiento.
189
Esta casa, conocida entre nosotros como la casa Brouillard, debía pertenecer a Monseñor, que la había cedido al canónigo
Rvdo. Brouillard para que viviese en ella; pero, en realidad, desde el punto de vista jurídico, era propiedad del padre
Colin, fundador de los Padres Maristas, que la había recibido en herencia del canónigo Rvdo. Pichat. Por medio de
escritura privada, con fecha de 2 de Diciembre de 1850, registrada el 10 de Febrero de 1851, el Rvdo. Colin la vendió
al Hermano Gabriel por 3.000 francos, mediante recibo. Creemos que esta suma fue puesta como base para pagar los
derechos de inscripción.
96
Como testimonio de lo anteriormente expuesto, le entregamos el presente certificado, justamente
merecido, para que haga de él el uso que convenga.
Firmado: Torombert, alcalde".
Carecemos de datos que indiquen si esta petición fue aceptada o rechazada 190.
En una carta, fechada el 7 de Noviembre, el Hermano Gabriel expresa de nuevo a Su Excelencia el
profundo agradecimiento que siente por haberle recogido cuando llegó a Belley; también por su
amabilidad, al permitirles que cogieran en la huerta del Obispado las hortalizas que necesitaran y por
haberle regalado a la Congregación la casa Brouillard.
***
Las facultades otorgadas al Hermano Gabriel para la capilla de Belmont fueron también concedidas por
Su Excelencia a la capilla de Belley, exceptuada la erección del Vía Crucis, que fue concedida al año
siguiente. La ceremonia religiosa tuvo lugar el 26 de Septiembre de 1841 y la presidió el venerable señor
cura párroco de la catedral, el Rvdo. Bouveyron, cuyo buen recuerdo se conserva todavía en Belley.
Las casas adquiridas en Belley eran insuficientes para albergar a las treinta personas que integraban la
comunidad. La habitación más espaciosa fue dedicada a capilla. Se juntaron los dos jardines anejos a las
casas para hacer de ellos el patio de recreo; pero eran muy pequeños para tantas personas. En Belmont
había un extenso jardín y un patio bastante grande, donde se daban hortalizas y frutas. En Belley
carecíamos de estas ventajas. Teníamos que contentarnos con una alimentación muy frugal, ya que
solamente los jueves y domingos se comía un poco de carne de vaca 191. Con excesiva frecuencia faltaba
el dinero, sufriendo las consecuencias la alimentación de aquella pobre comunidad; pero nadie le daba
importancia a aquello. Una excelente criada 192 de la familia Taborin, que nunca había querido separarse
del Fundador, tenía que hacer de proveedora en momentos de gran necesidad. El Hermano Atanasio me
ha dicho: "Un día vi que estaba llorando y, al preguntarle por qué, me enseñó unas monedas, que
sumaban en total treinta céntimos, que el Superior acababa de darle: era todo lo que tenía y con aquello
había que preparar comida para treinta personas. Probablemente ella suplió con su lo que faltaba y nadie
se enteró de nada" 193.
Otro día, a finales de 1842, aquella buena mujer se dirigía al mercado con la tristeza reflejada en la cara.
El Superior no había podido darle más que algunos centavos. Sin duda alguna que, una vez más, ella
había tenido que hurgar en su propio bolsillo; sea de esto lo que fuera, se encontró con una Hermana
Marista que le preguntó qué le pasaba, porque tenía un aspecto bastante afligido. "Es que no tengo nada
que dar de comida", respondió la buena de Juana. Y añadió, mostrando, al mismo tiempo, los centimillos:
"Mire Vd. todo lo que ha podido darme el Superior". ¡Qué admirable es la Providencia y cómo cuida de
sus hijos! Aquella buena Hermana comunicó a su superiora lo que pasaba y la caritativa superiora dijo al
Hermano Gabriel que enviara a alguien a la huerta de la comunidad para recoger algunas verduras.
Fueron dos novicios (Gorjus y otro) y se encontraron ya preparada una cesta enorme, llena de acelgas.
Tuvieron para varios días. Sabemos que estas santas religiosas en algunas ocasiones más hicieron muchos
190
Frase añadida por los correctores.
191
Ms. B.: "Cuando en Belley se dieron cuenta de la pobreza de la comunidad, los proveedores no entregaban los artículos de
primera necesidad, a no ser que fueran pagados al contado".
192
Juana había sido presentada por el H. Federico con más realismo y poniendo con más relieve la abnegación de esta mujer en
favor de la casa donde servía: "Una pobre criada, educada en la casa paterna de la familia del Fundador, y que no
había querido abandonarle nunca, se convertía en la proveedora de la casa en aquellos momentos de penuria; iba a
pedir limosna y volvía a preparar la comida con lo que había recogido".
193
Ms. B.: "La fe del Fundador y su confianza en la Providencia se comunicaban a todos. Ni él ni nadie se preocupaban por el
porvenir. El futuro, en efecto, habría de proporcionarles la recompensa de tantas privaciones, ya que está escrito que
se cosecha con alegría lo que se ha sembrado con lágrimas" (Ps. 126,5).
97
otros donativos a nuestra comunidad. Hay que aclarar que lo que hace a estos regalos más meritorios es
que en aquella época las Hermanas, no vivían en la abundancia ni mucho menos. Más tarde, también el
Fundador le decía a uno de aquellos Hermanos que habían ido a recoger las acelgas: "Tenemos que
estarles muy agradecidos a estas buenas religiosas, porque nos han hecho muchos favores" 194.
Sabemos que, a veces, el Fundador no tenía dinero para pagar un sello de Correos. En estas ocasiones se
dirigía a la buena de Juana, que le prestaba algunas monedas. Esta santa mujer murió en 1846 de edad
avanzada y dando pruebas de una piedad edificantísima.
***
Para comprar la casa Maret, el Hermano Gabriel se vio en la necesidad de contraer deudas. Los gastos
para trasladar las cosas desde Belmont a Belley, el coste de la alimentación de cuarenta y siete personas,
durante un mes largo, la compra de la nueva casa, cuyo importe ascendía a 11.000 francos, así como las
reparaciones que tuvo que hacer, habían reducido bastante los 10.500 francos obtenidos por la venta de la
casa de Belmont. Es cierto que los Hermanos que tenían un trabajo le habían ayudado con unos mil
doscientos francos; sin embargo, esta cantidad, unida a lo que habían aportado los novicios, no bastaba ni
con mucho. Muy a pesar suyo, tuvo que seguir con deudas. De ahí procedía la penuria de la que
acabamos de hablar; de ahí también la estricta economía en el modo de vestir. Los novicios usaban hasta
cuando no podían más los vestidos que habían traído de sus casas sin hacerse otros nuevos.
Se llamaban pobres y lo eran efectivamente, sin que les impidiera salir de paseo la multiplicidad de
colores de los hábitos. Claro que, en aquella época eran poco frecuentes los lujos, incluso entre las gentes
bien acomodadas 195.
194
Los correctores han dado a este párrafo varios retoques formales más que de contenido, cf. texto en la Positio, pp. 987-988.
195
Sabemos del amor que tenía el H. Federico a la pobreza y vemos que se ha eliminado aquí una de sus reflexiones al respecto;
con ella termina el Cuaderno 3°. (163-225): "Es cierto", --escribe el H. Federico"que por aquel entonces apenas si era
conocido el lujo, incluso entre las gentes acomodadas del mundo. ¡Felices tiempos aquellos! Si se hubieran
prolongado hasta nuestros días, quizá habríamos podido tener entonces y podríamos tener todavía hoy en las
congregaciones religiosas más virtudes que admirar y menos abandonos que lamentar".
98
CAPITULO XXIV
LA ROCHETTE. BODAS DE ORO DE MONS. DEVIE.
APROBACIÓN DE LA SANTA SEDE. EL CONDE ROSSI.
RETIRO DE LOS HERMANOS 196.
La casa de La Rochette, fundada en el mes de Octubre de 1839 no duró más que un año. Los Hermanos
Bernardo y Antonio, que fueron enviados a aquel puesto, cumplieron su cometido celosa y
abnegadamente y se ganaron la confianza y la simpatía de toda la población, que sintió muchísimo su
marcha. La tristeza del pastor, el Rvdo. Valloire, fue grande. El motivo de la salida de los Hermanos fue
una desavenencia, surgida entre el sacerdote y uno de los notables de la localidad. Al no conseguir que
fuera trasladado el Párroco, se vengó de él, perjudicándole en una de las obras que más estimaba aquel
buen eclesiástico. Nuestro Fundador, que sabía que lo sentía mucho, al manifestarle su pena, le comunicó
algo que ya presentía y que se cumplió años más tarde. Le escribía lo siguiente el 18 de Marzo de 1841:
"Rvdo. señor Cura Párroco:
Me uno sinceramente a la pena que Vd. tiene que haber experimentado por el despido de los dos
Hermanos que yo había confiado a su sabia y paternal dirección. Ante Dios Vd. no tiene responsabilidad
alguna de los infundados motivos que han dado lugar al despido ni tampoco de las causas que le impiden
llamar a los Hermanos para que vuelvan a su ciudad. Los padres de familia le estarán siempre
agradecidos por las estupendas disposiciones que le han animado con respecto a la educación de sus
hijos. El Señor le recompensará el celo, los sufrimientos y sacrificios que ha tenido que soportar para
lograr que fueran a su parroquia y mantener en ella a unos educadores religiosos, sin otras pretensiones
que el bien de sus feligreses. Esperemos que quienes le han perjudicado en sus buenos proyectos
recuperen sentimientos más cristianos y descubran de nuevo cuáles son los auténticos intereses de su
ciudad; reciba mis más ardientes deseos y los de mi comunidad al respecto".
Efectivamente, este personaje y sus partidarios abandonaron más tarde sus prejuicios contra el párroco,
gracias a la habilidad de un vicario, que había sido bien escogido para solucionar el problema. Ellos
mismos pidieron que volvieran los Hermanos, petición que fue atendida en 1845 197.
***
En el mes de Septiembre de 1841 198, la diócesis, la ciudad de Belley nuestra Comunidad estaban de
fiesta. Monseñor Devie celebraba sus bodas de oro, asistiendo a ella unos seiscientos sacerdotes. Siete
Obispos, entre los que se encontraba S.E. el cardenal de Bonald, arzobispo de Lyon, vinieron a felicitar al
santo Obispo de Belley y a desearle largos años de vida. Aquellos buenos deseos y aquellas felicitaciones
emocionaban a nuestro buen Fundador, al que todo aquello le alegraba mucho.
196
La presentación externa de este Cuaderno cuarto (pp. 227-339) del Ms. B., así como la de los siguientes, está mucho menos
cuidada que la de los tres primeros: ¿podría deberse esto a las molestias que tuvo que sufrir el H. Federico como
consecuencia de su hidartrosis? ¿Quizá, a que no le dio tiempo de pasar a limpio esta parte de su trabajo, antes de
morir?
197
En Enero de 1846 el H. Federico fue enviado como maestro, precisamente a La Rochette (cf. Positio, p. 918), lo que explica y
justifica el comienzo del Capítulo XXIV; conviene subrayar aquí la preocupación del biógrafo por enriquecer su obra
con documentos de archivo, lo que proporciona un valor real a su trabajo.
198
En el Ms. B. se leía, por el contrario, lo siguiente, que los correctores no transcribieron: "Durante el año 1841, el piadoso
Fundador y su comunidad pasaron unos cuantos días muy malos, preocupados como estaban por su dignísimo Padre
en el Señor, Mons. Devie. Y, después de seis líneas en blanco, continuaba: "El Hermano Gabriel estaba desolado. Por
fortuna, este accidente no tuvo fatales consecuencias". Al margen,. frente a las líneas en blanco, puede leerse, escrito a
lápiz y apenas visible, lo siguiente: "No he podido averiguar de qué accidente se trataba".
99
***
Desde hacía algunos años le decían a nuestro piadoso Fundador que convenía que formase a algunos
Hermanos para dedicarlos a los trabajos manuales en los Seminarios. El Rvdo. Roland, especialmente, le
explicaba las ventajas que se seguirían para esos centros si adoptaba aquella decisión. Como 199 se
presentaban jóvenes a quienes no les iba a resultar nada fácil adquirir los conocimientos necesarios para
dar clase, el Fundador terminó por acceder a aquellas peticiones. Le comunicó su decisión al Rvdo.
Roland el 10 de Mayo, haciéndole notar que él era el autor principal de aquella iniciativa y que, en el caso
de que no se produjeran resultados satisfactorios, él sería también el principal responsable. Fundó varias
casas de este tipo, especialmente en Grénoble, (seminario menor de Rondeau) en Romans, en Montciel
(Jura), en Bonneville, etc. Posteriores inconvenientes le obligaron a suprimirlas 200.
***
El Fundador, viendo que Dios bendecía su obra y los buenos resultados que se habían seguido de la
aprobación de Mons. Devie, deseaba conseguir una aprobación más importante: la de la Santa Sede.
Apenas instalado en su pobre casa de Belley, en la que quería establecer de modo definitivo la Casa
Madre, se dedicó a la realización de este proyecto. Para él, hombre de fe viva, que veía en el sucesor de
Pedro a Cristo mismo, la aprobación del Sumo Pontífice sería la señal de Dios tanto sobre su persona
como sobre su Congregación. Según él, y tenía razón, la aprobación de la Iglesia era de más valor que
todo el oro del mundo. Se decidió, de acuerdo con Mons. Devie, que el Hermano Gabriel escribiera una
carta de petición a Su Santidad, carta que sería avalada por Su Excelencia y por el Arzobispo de
Chambéry, si era posible. El Vicario General, Rvdo. Depéry, que tenía que ir en breve a la Ciudad Eterna,
podía entregársela al Papa. Era por el mes de Marzo. El Fundador fue a Chambéry para hablar sobre el
asunto con Mons. Billiet, que apoyó con entusiasmo esta propuesta y dijo que la aprobación de Roma
contribuiría decisivamente a conseguir la del gobierno sardo, que era imprescindible para que nuestros
Hermanos saboyanos quedaran exentos del servicio militar. Pidió al Hermano Gabriel que le enviase
copia de la petición de Mons. Devie a la cual él adjuntaría la suya propia.
El señor Arzobispo dijo al Hermano Gabriel que debería ir él personalmente a Roma para que, si le
pedían que explicara algunas cosas, pudiera hacerlo sin pérdida de tiempo. Por otra parte, decía el
venerable señor Arzobispo, era conveniente y además lo acostumbrado por parte de los Superiores
regulares de las Ordenes y Congregaciones religiosas, ir ellos en persona a presentar al Santo Padre las
Constituciones de sus Institutos.
Al informar sobre esta entrevista a su Obispo, que se encontraba en Bourg, el Hermano Superior
terminaba su carta así: "Me gustaría muchísimo, Excelencia, disponer de unos cientos de francos para
costearme un viaje tan rápido y útil para nuestros intereses; si a Vd. le parece conveniente, me pondré de
inmediato en marcha hacia la Ciudad Eterna, con sumo interés y lleno de fe, esperanza y caridad; pero
quiero someter todo esto, como siempre he hecho con mis proyectos, deseos y quereres a los vuestros y a
los de Dios".
Monseñor Devie pensaba lo mismo que el Arzobispo de Chambéry. Creemos conveniente transcribir, a
continuación, la carta de súplica del Fundador al Santo Padre y las cartas de recomendación que
adjuntaron los dos venerables prelados mencionados.
***
199
El H. Federico tuvo el cuidado de precisar: "Como en los primeros tiempos se presentaba ...".
200
El H. Federico había añadido esta amarga reflexión: "Mejor dicho, esto es lo que nos parece: valdría mejor no haberlo
intentado".
100
CARTA DEL FUNDADOR AL SANTO PADRE
PARA PEDIR LA APROBACION DEL INSTITUTO
"Yo, Hermano Gabriel Taborin, Superior de los Hermanos de la Sagrada Familia, humildemente
arrodillado a los pies de Su Santidad, con profundos sentimientos de fe y pretendiendo la mayor gloria de
Dios, la salvación de las almas y el bien espiritual del prójimo, dentro de la Santa Iglesia Católica,
Apostólica y Romana, a la que tengo la dicha de pertenecer y en la cual quiero vivir y morir, expongo
humildemente a Su Santidad que la Divina Providencia me infundió, hace ya muchos años, la idea de
trabajar en la fundación de un Instituto, llamado de los Hermanos de la Sagrada Familia.
Su finalidad es realizar toda clase de obras buenas, pero de un modo especial, la santificación de sus
propios miembros. Su objeto principal es ayudar a los párrocos del campo y de la ciudad, trabajando
como maestros, catequistas, cantores y sacristanes.
También hay Hermanos dedicados a los trabajos manuales en los seminarios y en cualquier otro
establecimiento de utilidad pública.
Los Hermanos dedicados a cumplir las tareas que acabo de mencionar pueden hacer el bien y establecerse
en cualquier parte, cumpliendo siempre las leyes civiles del Estado y las eclesiásticas de la diócesis donde
se encuentren. Pueden, incluso, ayudar a extender la fe en los países de misión, acompañando a los
misioneros y ayudándolos, según sus posibilidades.
El mencionado Instituto regenta orfanatos para niños pobres; los educa cristianamente, les enseña un
oficio para que puedan algún día ganarse honradamente la vida en el mundo, a no ser que quieran hacerse
Hermanos de la Sagrada Familia.
Las primeras casas del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia han sido fundadas en la diócesis
de Belley, por Mons. Alejandro Raimundo Devie. Mi propia formación para la vida religiosa se la debo al
celo y a la profunda piedad de este dignísimo y venerable Obispo; de idéntico modo, nuestro Instituto, del
cual él es también el primer Superior, se congratula de vivir bajo su báculo y le considera justamente
como su protector.
La Congregación de la Sagrada Familia se extiende ya por varias diócesis, en las que los Obispos han
querido aceptarla bondadosa. y favorablemente, en especial los Obispos de, Saboya y el Piamonte, que no
cuentan con una Congregación que, se le parezca y que me piden que funde casas en sus diócesis. Ya
hemos fundado allí algunas, que van prosperando y que han sabido conquistar la benevolencia y
protección de los Obispos. El gobierno de los estados sardos nos ha prometido aprobar nuestro Instituto
en cuanto consigamos que lo haga la Santa Sede.
Santísimo Padre, vengo a postrarme humildemente a sus pies para pedirle que examine los Estatutos y
Reglamentos de nuestra Congregación, de los cuales tengo el honor de ofrecer un ejemplar a Vuestra
Santidad. Han sido ya aprobados por el señor Obispo de Belley y pido con todo encarecimiento que nos
conceda la autorización y la aprobación apostólicas.
El protestantismo progresa excesivamente en Francia; los apóstoles de Calvino se multiplican e intentan
arrastrar a su secta a las ovejas del rebaño de Vuestra Santidad. Nos agradaría muchísimo, Santísimo
Padre, que el Señor se sirviera de nuestra Congregación para impedir el mal que pretenden llevar a cabo
nuestros desgraciados hermanos y seríamos felices en el Señor si pudiéramos robustecer en su fe y salvar
con nuestros ejemplos y exhortaciones, a cuantos se encuentran en peligro de perderse. Me atrevo a
asegurarle, Santísimo Padre, que, confiando más en la ayuda del cielo que en mis propias fuerzas,
trataremos de hacer cuanto nos sea posible los Hermanos a mí confiados y yo para formar en la piedad y
en la ciencia, desde sus primeros años a los jóvenes de las clases pobres, ayudándolos a adquirir buenas
costumbres, que hagan de ellos honrados ciudadanos para la sociedad civil y santos para el cielo.
Santísimo Padre, el señor Obispo de Belley y el señor Arzobispo de Chambéry han tenido la amabilidad
de apoyar esta humilde petición mía con unas cartas suyas que han querido que la acompañen.
La aprobación de Vuestra Santidad, además de constituir la culminación de mis deseos, llevará consigo
un crecimiento mayor y el robustecimiento de nuestra entrega y espíritu de sacrificio, al mismo tiempo
que un enorme alivio a nuestras penas y un estímulo para pedir por la Santa Sede, a la que queremos
manifestar que es para nosotros una gloria llevarla en lo más profundo de nuestro corazón. Santísimo
101
Padre, humildemente arrodillado ante Vuestra Santidad, le pido con insistencia que nos conceda a nuestra
Congregación y a mí personalmente vuestra bendición apostólica, y que crea de verdad que seré siempre
de Vuestra Santidad un hijo humilde, sumiso y respetuoso en Nuestro Señor Jesucristo.
En Belley, en nuestra casa de noviciado, a 15 de Mayo de 1841.
Hermano Gabriel Taborin
Superior General de los Hermanos
de la Sagrada Familia".
***
CARTA DE PETICION DE MONS. DEVIE
AL PAPA PARA OBTENER LA APROBACION
DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA
"Alejandro Raimundo Devie, por la misericordia de Dios y la gracia de la Santa Sede apostólica.
Santísimo Padre,
Nuestro querido hijo en Cristo, Hermano Gabriel Taborin, nacido en nuestra diócesis, en la que vive
desde hace muchísimos años, ha fundado una Congregación llamada de los Hermanos de la Sagrada
Familia.
La hemos aprobado y también sus Estatutos y su Regla, teniendo en cuenta la gracia de Dios y el celo y
dificultades que ha tenido que experimentar para llegar a fundarla. Nos parece, sin género de duda, que, si
tuviera la aprobación apostólica, podría servir mejor a la causa de la religión y a la propagación de la fe,
sobre todo entre los niños, a los que cuida con mucho cariño y con los que trabaja para prevenirlos contra
toda clase de errores y engaños. Además, si se les concediera facilidad de hacerlo, los Hermanos que se
sintieran llamados a ello, podrían ofrecer su ayuda a los misioneros en países lejanos.
Por todo ello, para robustecer más y más a la mencionada Congregación y aumentar el fervor de la
caridad en sus trabajos, unimos nuestra petición a la de nuestro querido Hermano Gabriel, y, postrado a
los pies de Su Santidad, solicitamos con insistencia la aprobación de la Santa Sede.
Pedimos también con sumo interés para Nos y para el rebaño que nos ha sido confiado la bendición
apostólica.
De Vuestra Santidad, etc.".
***
CARTA DE PETICION DE MONS. DE CHAMBERY
PARA OBTENER LA APROBACION
DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA
"Alexis Billiet por la misericordia divina y la gracia de la Santa Sede apostólica caballero de la Orden de
los Santos Mauricio y Lázaro.
La Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, fundada, hace ya unos veinte años, bajo la
protección del Reverendísimo e Ilustrísimo Monseñor Devie, obispo de Belley, y por los trabajos del
reverendo Hermano Gabriel Taborin ha ido extendiéndose, de un tiempo a esta parte, por la diócesis de
Chambéry, haciendo mucho bien a los fieles. Los Hermanos de esta nueva Congregación, a semejanza de
los Hermanos de las Escuelas cristianas, pero con trabajos más humildes, se ocupan de la enseñanza de
los niños pobres, menos favorecidos económicamente, que, por falta de recursos, no pueden educarse con
los Hermanos de Lasalle y que, por eso, pueden hacerlo con los Hermanos de la Sagrada Familia. Hace
algunos años, estos Hermanos han venido estableciéndose en algunas localidades de nuestra diócesis".
***
102
El día 17 de Mayo, acompañado por el Rvdo. Depéry, nuestro Fundador salió de Belley hacia Roma. Se
detuvo en Avignon, donde visitó el palacio de los Papas, llegando a Marsella el día 19. Permaneció allí
tres días, a la espera de un barco que saliera para Civita-Vecchia. Durante este tiempo, visitó los
monumentos de la ciudad, yendo a orar con frecuencia a Nuestra Señora de la Garde. Pidió limosna en
dos casas solamente, recogiendo veintiún francos. Desde Roma, escribió: "A los habitantes de Marsella
les gusta hacer buenas obras; me he propuesto ir a esa ciudad a pedir limosna, en cuanto pueda". Salió de
Marsella el 21 de Marzo y llegó a CivataVecchia el 23. Al día siguiente marchó de esta ciudad, camino de
Roma, adonde llegó el 25, a la una de la mañana. Como a esa hora hoteles y pensiones estaban cerrados,
le tocó, igual que a los demás compañeros de viaje, pasar la noche a la intemperie.
En carta dirigida al P. Capellán y al Hermano Mauricio y fechada el 11 de Junio, dice, entre otras cosas:
"Tengo que comunicarle que en el viaje éramos más o menos, ochenta personas, de las cuales tres eran
sacerdotes y otras tres, religiosos. Apenas embarcados, empecé a marearme y, durante dos días, lo he
pasado muy mal. No he podido comer ni beber, en todo este tiempo; no he hecho más que vomitar y
sufrir enormemente; al tercer día he mejorado y, al desembarcar, me he vuelto a encontrar perfectamente.
La primera noche de viaje fue malísima, temiendo, incluso, que íbamos a naufragar, por el estado del
mar. Pero, como habíamos ido a rezar a la capilla de Nuestra Señora de la Garde, antes de embarcarnos,
la Santísima Virgen no permitió que fuéramos pasto de los peces.
Ya he hablado de nuestro asunto con varios eclesiásticos eminentes, próximos al Papa y que parece que
se preocupan seriamente de nuestra obra. Creen que conseguiremos la aprobación del Sumo Pontífice,
pero que habrá que esperar mucho tiempo, porque en esta clase de asuntos Roma va despacio.
Además, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, encargada de estos temas, tiene que reunirse
y, como sus reuniones no son muy frecuentes esto también contribuye a que la cosa se retrase. Por otra
parte, me han dicho que se acostumbra a imprimir en latín o en italiano las Reglas que hay que presentar
y que los cardenales que tienen que examinarlas han de tener cada uno un ejemplar, que estudian en
particular para poder juzgar de ellas con mayor seriedad y así discutir mejor el asunto en Consejo. Estoy
persuadido de que vamos a conseguir en este largo viaje nuestros propósitos; sin embargo, no creo que,
cuando me vaya de aquí pueda llevar conmigo la aprobación del Instituto, por los motivos que acabo de
exponer.
Aquí, en Roma, he visto ya tres veces a Mons. Vibert; hace cuanto puede para ayudarme; el lunes de
Pentecostés se va de Roma a Turín y de allí, a su diócesis.
Hay muchas gestiones que hacer, antes de que pueda uno visitar al Santo Padre; el día y la hora los fija él;
sucede, a veces, que le recibe a uno en audiencia, ocho o diez días después de haberlo solicitado. No creo
que pueda tener la suerte de ver a Su Santidad antes de los primeros días de Junio. Creo que el
Penitenciario Mayor le ha hablado ya de los documentos que le he presentado; le han parecido bien y me
ha dicho que nuestro asunto no puede fracasar. El Penitenciario Mayor ve al Santo Padre todos los días.
He visitado ya algunas iglesias de Roma; necesitaré mucho tiempo si quiero verlas todas, puesto que hay
más de quinientas; no hay nada más bonito en el mundo. Podemos ver en Roma a muchos sacerdotes y
religiosos; son tan poco numerosos aquí los seglares como los sacerdotes y religiosos en Francia. El calor
es insoportable; desde mediodía hasta las cuatro de la tarde, las calles están desiertas, porque todo el
mundo se echa la siesta.
Cuando todos los asuntos se pongan en marcha, me volveré a casa; continuar aquí, en Roma supondría
enormes gastos; por otra parte, hago falta en el Noviciado, sin con esto querer decir que Vds. no estén
haciendo las cosas lo mejor posible para que todo vaya bien. En Roma, las fiebres son frecuentes y
dañinas; a causa del calor aumentan cada día; razón de más para que vuelva a Francia cuanto antes.
El Rvdo. Depéry y yo nos alojamos en la casa de los Padres Capuchinos. Sólo tomamos al día dos
comidas, bastante frugales por cierto, comidas que hacemos en la ciudad. ¡Cuánto echo de menos el vino
y la sopa de Belley! En Roma abunda la piedad, pero no tanto la generosidad. Nos fastidia soberanamente
no entender el italiano, sobre todo a mí; y también que no nos puedan entender.
Saldremos de Roma el 1 de Julio y, si Dios quiere, estaremos de vuelta en Belley, hacia el 10 o el 12 de
ese mes.
Pido al querido Hermano Carlos que no les mate de hambre; claro que me parece que no tiene mucho
103
dinero. Paguen a diario al panadero, si es que pueden hacerlo, y no dejen que se les acumulen las
facturas".
Las previsiones del querido Fundador no se cumplieron y tuvo que permanecer en Roma, como ya se lo
había anunciado Mons. Billiet, para dar explicaciones adecuadas sobre determinados puntos de las
Constituciones, en especial por qué el Superior General tenía que ser vitalicio, punto que, al parecer,
presentaba numerosos inconvenientes. El Fundador, que había enviado la carta que va a continuación a
los Cardenales encargados de examinar los estatutos y los documentos referentes a la aprobación, tuvo
que dirigirles la nota que le sigue, por los motivos ya apuntados.
***
CARTA DIRIGIDA A LOS CARDENALES POR EL HERMANO GABRIEL
HACIA FINALES DEL MES DE JUNIO DE 1841,
MIENTRAS PERMANECIO EN ROMA
"Respetuosa memoria dirigida a Sus Eminencias Reverendísimas, los Señores Cardenales de la
Congregación particular que el Sumo Pontífice se ha dignado nombrar para el examen y la aprobación del
nuevo Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, ya establecido en Francia y en Saboya.
El Superior General de dicho Instituto, que se encuentra en Roma, ruega a Sus Eminencias
Reverendísimas que extremen su bondad, al examinar a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada
Familia, así como las cartas del señor Obispo de Belley y del señor Arzobispo de Chambéry, que, unidos
al Superior anteriormente mencionado, piden insistentemente la aprobación de dicho Instituto. Ruego
también a Sus Eminencias Reverendísimas, proponiéndome solamente el mayor bien espiritual, que se
dignen prestar atención a las consideraciones siguientes:
1ª. Para el Instituto de la Sagrada Familia la aprobación, mediante un Breve de la Santa Sede, sería de un
valor incalculable, ya que contribuiría en gran manera a fortalecerlo; también a que sus miembros puedan
soportar con mejor espíritu las dificultades de su estado de vida; finalmente, tanto aquellos que quieran
ingresar en la Congregación como quienes deseen ser sus bienhechores confiarán más en ella.
2ª. Si, en vez de concederle la aprobación, la Santa Sede sólo le da un documento de alabanza, aunque
éste sea muy digno de estimación, no responderá a los deseos de los Hermanos de la Sagrada Familia ni a
los de los dos dignísimos Prelados mencionados más arriba, que son los dos grandes protectores de la
Congregación de la Sagrada Familia, que ya produce y que producirá en el futuro grandes frutos en la
viña del Señor.
3ª. En Saboya, los Hermanos de la Sagrada Familia encuentran más facilidades para su vocación y allí se
esfuerzan ellos también más para extender el buen olor de Jesucristo.
El gobierno les protege y esperamos que, en cuanto el Instituto goce de la aprobación solemne de la Santa
Sede, conseguirá con suma facilidad la aprobación de Su Majestad, el Rey de Cerdeña; en consecuencia,
todos los Hermanos de la Sagrada Familia, nacidos en Saboya, quedarán libres del servicio militar.
También podrá el Instituto aceptar donaciones hechas en su favor. Pero, y esto es lo más importante,
tendremos que presentar los estatutos del Instituto a Su Majestad, y, si no tenemos más que un decreto de
alabanza del Santo Padre, es probable que no se consiga la deseada aprobación de parte del Rey, a efectos
de exención del servicio militar de unos diez Hermanos que tienen que entrar en caja el mes próximo.
4ª. El Superior General de los Hermanos del Instituto, unido de todo corazón a la Santa Sede y obediente
a la misma, pide con insistencia a Sus Eminencias Reverendísimas, los señores Cardenales, que examinen
con su sapientísimo criterio sólo los estatutos de los Hermanos de la Sagrada Familia y que les den su
aprobación, tras haber quitado o añadido cuanto crean necesario para mayor bien de la religión y de los
Hermanos.
El Superior del Instituto tendría que hacer solamente algunas observaciones sobre los artículos de los
estatutos referentes a los votos, al ejercicio del cargo de superior, al hábito, como ya lo hizo en nota
presentada a Mons. Bizzarri sobre la historia de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia.
5ª. Su Santidad Gregorio XVI aprobó el día 21 de Mayo de 1839 a la Congregación de clérigos
104
parroquiales o catequistas de San Viator de la diócesis de Lyon, lo cual me hace esperar que Su Santidad
no negará el mismo favor a la Congregación de la Sagrada Familia, ya que tiene el mismo fin, siendo casi
idénticos los estatuto; la diferencia está en que la Congregación de San Viator admite sacerdotes mientras
que la de la Sagrada Familia se conforma en este punto a los Hermanos de la Doctrina Cristiana, que
nunca han querido tenerlos" 201.
***
El Sumo Pontífice zanjó, personalmente, la cuestión del superior, tal y como consta en el Breve
apostólico del 28 de Agosto. Hasta el 18 de Agosto no fue recibido el Fundador en audiencia privada por
el Papa, oyendo de Su Santidad mismo que la Congregación recibiría su aprobación y que el Breve le
sería enviado a Mons. Devie cuanto antes. Es imposible describir la alegría que esta promesa proporcionó
al Fundador ni reflejar su agradecimiento al Señor y a la suprema autoridad de la Iglesia.
Después de haber cumplido las obligaciones de cortesía con los príncipes de la Iglesia y con las personas
que le habían prestado una eficaz colaboración, se dio prisa en volver a su querida comunidad, llevando
el decreto favorable de la Sagrada Congregación.
La travesía desde Civita-Vecchia a Francia, a diferencia de lo ocurrido al salir de Marsella, no le ocasionó
molestia alguna. Fue directamente a Bourg para informar a Monseñor del éxito de su viaje, llegando,
finalmente, a Belley a últimos de Agosto, después de haber estado ausente más de tres meses. Podemos
figuramos la alegría del Padre y de los hijos, que le esperaban con ansias comparables a las de los
Patriarcas, deseando la llegada del Mesías. Al día siguiente, jueves, se tuvo la Santa Misa y comulgó la
Comunidad, pidiendo por todas las buenas personas que tanto nos habían ayudado. Hubo también
exposición del Santísimo Sacramento y se cantó el himno de acción de gracias en honor de Dios
Todopoderoso. Nuestro querido Fundador viajó de inmediato a Chambéry para agradecer a Mons. Billiet
201
En el Ms. C. no se han transcrito las dos páginas que el H. Federico había dedicado a la Nota dirigida por el Hermano Superior
a los Cardenales hacia finales del año 1841, la cual nosotros sí que citamos para dar al lector una idea completa de la
documentación que enriquecía el Ms. B. del H. Federico. Es la siguiente:
"Al pedir a la Santa Sede la aprobación de la Regla de los mencionados Hermanos, deseaba el Hermano Superior (queriendo
evitar los conflictos que podrían surgir en el futuro con respecto a algunos puntos de la Regla y especialmente el referente a los
votos, al alcance de la autoridad del Superior y al hábito de los Hermanos maestros) que se hiciera, en la medida de lo posible,
un cambio de estos artículos, que fueran redactados en los siguientes términos y que se los mencionara en el Breve de
Aprobación que deseaba obtener.
Sobre los votos. Los votos del Hermano Superior General serán perpetuos; la razón es la duración del tiempo que ejercerá su
autoridad, que es de por vida. Los otros Hermanos harán votos temporales por tres años; después de tres años de perseverancia
en el Instituto, y con permiso de su confesor y del Superior General, pueden hacerlos perpetuos. Serán votos simples, que
pueden serles dispensados a los Hermanos por el señor Obispo de Belley, con el consentimiento del Superior General.
Sobre el cargo de Superior. La autoridad del Hermano Superior General, tal y como se perfila en los Estatutos de la
Congregación, se extiende a todos los miembros y a todas las casas del Instituto. Sólo a él y a sus sucesores y representantes
legítimos harán voto de obediencia-los Hermanos y les prometerán fidelidad. El General sólo prometerá obediencia a la Regla.
La autoridad de los Obispos protectores, señalados en los mencionados Estatutos, se extenderá solamente a la Casa de
Noviciado y a los Hermanos que se encuentren en su diócesis. Sólo a ellos o a su delegado les está reservado el derecho de: 1°
examinar a los novicios sobre su vocación y capacidades, antes de ser admitidos a la profesión; 2° dar el santo hábito a los
novicios y recibir los votos de los Hermanos; 3° revisar anualmente las cuentas de la casa de noviciado; 4° presidir el
nombramiento del Superior General y su instalación, según el modo prescrito por las Reglas del Instituto.
Sobre el hábito de los Hermanos maestros. Los Hermanos maestros llevarán en adelante un alzacuello azul, con ribete negro.
Los botones de la sotana irán cosidos a una distancia de dos pulgadas uno de otro y llevarán impreso el sello del Instituto, con
las imágenes de la Santísima Trinidad y de la Sagrada Familia; serán idénticos los botones que lleven en sus hábitos los
Hermanos legos". (En el margen, frente a este párrafo puede leerse: "Parece ser que esto no fue admitido").
"Llevarán, como ceñidor, un cordón de lana que dará tres vueltas, y en el lado izquierdo terminará por dos franjas de seda
colgantes de sólo ocho pulgadas de largo por pulgada y media de ancho. Lo demás referente al vestido permanecerá como
figura en el artículo XII de los Estatutos de la Congregación". (En el margen puede leerse: "La Congregación ha sido aprobada
y lo demás ha quedado Statu quo"). Hemos puesto esta larga nota para probar la preocupación del H. Federico por documentar
su historia.
105
y comunicarle los providenciales favores conseguidos para su Congregación.
A la vuelta, tras unos días de relativo descanso, escribió a cuantas personas le habían acogido con tanta
amabilidad y que tanto le habían ayudado en Roma. Mencionemos, en particular, al Muy Reverendo
Padre Eugenio de Rumilly, Superior General de los Capuchinos, que le cedió una habitación particular
todo el tiempo que estuvo en Roma y que le dio consejos muy acertados en cuestiones de gobierno del
Instituto en general y de los Hermanos en particular; también nombraremos a un Arzobispo griego,
residente en Roma, que le regaló un hermoso cuadro de Santa Verónica y que le invitó insistentemente a
que se hiciera sacerdote. Con respecto a lo cual, nuestro querido Fundador le hizo notar que sentía mucho
no poder seguir su consejo, ya que carecía de los talentos y virtudes necesarios para un estado de tanta
santidad.
Finalmente, al R. P. Vaures y al señor Rossi, que, junto con su hijo Juan Bautista, célebre arqueólogo, tan
piadoso, bueno y caritativo como su dignísimo padre, le habían hecho cuantos favores habían podido en
sus gestiones con los Cardenales y Prelados romanos 202.
***
DECRETO DE LA SAGRADA CONGREGACION
DE OBISPOS Y REGULARES
"En la reunión especial, celebrada el día 16 de Agosto de 1841, referente a la aprobación del Instituto y de
las Estatutos de los Hermanos de la Sagrada Familia, establecida en las diócesis de Belley y de Chambéry
así como en otras partes, los Eminentísimos Padres de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares
han decidido proponer a Su Santidad que, por medio de un Breve epistolar dirigido al Obispo de Belley,
apruebe a la Congregación de las Hermanos de la Sagrada Familia, que viven en comunidad, bajo la
autoridad de un solo Superior y en entera dependencia de los Ordinarios y que hacen votos simples y
temporales, hasta que la Santa Sede quiera manifestar su juicio sobre las Reglas que le han sido
presentadas.
Sobre el informe hecho a Su Santidad Gregorio XVI por el abajo firmante, Cardenal, Prefecto de la
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, el 18 de Agosto de 1841.
C. Cardenal Patrizi, Prefecto".
BREVE DE APROBACION A NUESTRO VENERABLE
HERMANO ALEJANDRO-RAIMUNDO DEVIE,
OBISPO DE BELLEY, GREGORIO XVI, PAPA
"Venerable Hermano, salud y bendición apostólica.
Nuestro querido hijo Gabriel Taborin vino a esta nuestra santa ciudad y, tras venerar los sagrados restos
de los Apóstoles, nos suplicó humildemente que diéramos nuestra aprobación apostólica a la piadosa
Congregación llamada de la Sagrada Familia, que él mismo ha fundado, después de muchos años, bajo tu
autoridad, venerable Hermano. Esa Congregación, viviendo bajo reglas que tú mismo has aprobado, y
dirigida por el Hermano Gabriel como Superior, ha crecido, no sólo en tu diócesis sino también, con la
bendición del Señor, en diversos lugares de Francia y de Saboya.
Nos ha presentado este querido hijo nuestro, junto con su petición, las Reglas de la mencionada
Congregación y, al mismo tiempo, otras dos cartas, escritas, una por ti y la otra por nuestro venerable
Hermano el Arzobispo de Chambéry, en las cuales ambos dais un magnífico testimonio sobre este
Instituto y pedís con insistencia su aprobación.
Al recibir estos documentos Nos hemos alegrado muchísimo en el Señor por encontrar una nueva ayuda
202
El H. Federico dedica aquí dos páginas y media al señor Pellegrino Rossi, político italiano al servicio de Pío IX, a quien llama
"de Rossi"; parece que le confundió con Juan Bautista de Rossi, célebre arqueólogo de las catacumbas romanas.
Omitimos, como hicieron los correctores, estas dos páginas y media.
106
en estos obreros, que, sin acceder al sacerdocio, teniendo sólo votos simples, renovados de tres en tres
años, han escogido la parte más humilde, que es la de educar a los niños en la piedad y enseñarles los
rudimentos de las ciencias, dispuestos, sobre todo, a ayudar a los párrocos, y a dedicarse, allí donde los
llamen, a otras obras de religión y caridad.
En cuanto a la aprobación de la Congregación, queriendo actuar con la conveniente prudencia, como es
costumbre de esta Santa Sede, hemos entregado todos estos documentos a algunos de nuestros venerables
Hermanos Cardenales de la Santa Iglesia Romana, dignos por su celo prudente y esclarecido, que han
sido propuestos como consultores de Obispos y Regulares y en los cuales Nos hemos delegado. Estos
mismos Cardenales, después de haber examinado el asunto con todo cuidado y atención, tal y como Nos
les habíamos mandado, son de opinión que conviene aplazar la aprobación de las Reglas hasta tanto que,
mediante una experiencia más prolongada de las mismas, se pueda juzgar con mayor claridad qué cosas
conviene añadir o quitar de ellas para el mayor bien de la Congregación. Mientras tanto, nos han
aconsejado que aprobemos ya la Congregación en sí misma, considerándola digna de encomio, tanto por
la santidad del fin que se propone como por el espíritu de sacrificio de sus miembros y la utilidad de sus
trabajos, ya reconocida en varias diócesis.
Por lo tanto, teniendo en cuenta la opinión de los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, antes
mencionados, y, después de haber reflexionado profundamente Nos mismo, aprobamos gustosamente y
de todo corazón, por medio de las presentes Cartas y confirmamos con nuestra autoridad apostólica a la
mencionada piadosa Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia que, bajo la autoridad de un
solo Hermano Superior y con total dependencia de los Ordinarios del lugar, se dedican a toda clase de
obras buenas, pero especialmente a la instrucción de la juventud. Los mencionados Hermanos seguirán
haciendo votos simples temporales, hasta que esta Santa Sede, al pronunciarse definitivamente sobre las
Reglas presentadas, cuando lo crea conveniente para la gloria de Dios, decida otra cosa. De este modo
confirmamos y sancionamos esta decisión, sin que obste nada en contrario.
Finalmente, Nos pedimos humildemente al Señor que derrame sobre ti, venerable Hermano, abundantes
gracias celestiales y que te conceda toda clase de prosperidades, al igual que a nuestro querido hijo
Gabriel y a todos los miembros de ese piadoso Instituto y Nos os enviamos de todo corazón y con sumo
afecto nuestra bendición apostólica.
Dado en Roma, en Santa María la Mayor, el 28 de Agosto del año 1.841, undécimo de nuestro
Pontificado.
Gregorio XVI, Papa".
***
No le faltaron a nuestro querido Fundador las felicitaciones por el éxito de su viaje a Roma. Llegaron de
todas partes. Esto le consoló mucho, ya que era la expresión del sincero interés que sentían por su
pequeña Congregación y claro exponente de su futura prosperidad. Comunicó a su querido Padre
espiritual, el Rvdo. Roland, el feliz resultado de su viaje. Transcribimos aquí una parte de su carta.
"Al Rvdo. Roland, 5 de Octubre de 1841
Queridísimo Padre,
Habría sido, tanto para mí como para nuestra comunidad motivo de gran alegría haberlo tenido algunos
días en casa. He sentido verdaderamente no haber disfrutado de esta suerte, que tanto y desde tanto
tiempo deseo gozar. Si me lo permiten mis ocupaciones, yo mismo me trasladaré a Lons-le-Saulnier para
pasar unos días con Vd., querido Padre, de quien conservo tan buenos recuerdos. Ahí, a su lado, tendré
ocasión de manifestar a su corazón lo que llevo en el mío y de recibir sus consejos, que brotan de una
fuente pura, limpia y llena de sabiduría.
No veo, sin embargo, cuándo podré tener esta alegría; espero que el año que viene.
También tengo que comunicarle una noticia buenísima. He ido a Roma, donde he pasado tres meses. He
tenido la satisfacción de ver al Padre común de todos los cristianos unas catorce veces y he podido
hablarle en varias ocasiones; me ha colmado de gracias y favores. Ha aprobado solemnemente por medio
de un Breve a nuestra Congregación y la ha enriquecido con muchas y valiosas indulgencias. Al contarle
107
todo esto, me siento emocionado por tantos beneficios.
Hace algunos años, particularmente en los comienzos de nuestra Congregación, no se me pasaba por la
cabeza que el Instituto, con tantas dificultades y tan sacudido de una y otra parte en su origen, llegaría a
ser aprobado algún día por el Sumo Pontífice; pero está visto que, cuando el Señor pone su mano en un
asunto, éste llega siempre a buen puerto.
Tendría miles de cosas que contarle de mi viaje a Roma y de cómo la Divina Providencia me ha ayudado
en la ciudad santas en mis gestiones ante muchos Cardenales a quienes he tenido que hablar
frecuentemente así como ante el Santo Padre, del que no puedo hablar sin emocionarme. Espero que la
aprobación de la Santa Sede nos atraiga más y más las bendiciones del cielo y haga prosperar a la
Congregación que Vd. ha visto nacer, Reverendo Padre, a la que Vd. ha dirigido en sus comienzos y al
frente de la cual me gustaría que se encontrara Vd. siempre, pues sé por experiencia que está Vd. muy
capacitado para dirigir comunidades religiosas. A menudo me digo: sería conveniente que, puesto que no
podemos tener entre nosotros al Rvdo. Roland al menos, viniera algunas veces a predicarnos el retiro
anual. Espero, querido Padre, que nos conceda este favor el año próximo. Díganos que sí. Hace bien en
predicar a las Hermanas de Santa Clara y a otras comunidades; extienda Vd. su celo y venga a hacer el
bien a los Hermanos de la Sagrada Familia".
***
Durante su estancia en Roma, nuestro querido Fundador no se olvidó de sus amistades. Aparte los
encargos y peticiones de favores espirituales de que se había responsabilizado, le gustaba dar sorpresas
agradables. Así, en carta al Rvdo. Mermillod, párroco de Belleydoux, le escribía lo siguiente, el 26 de
Noviembre de 1841:
"Estimado señor cura Párroco, Aprovecho la ocasión que se me ofrece hoy para decirle que no me he
olvidado de Vd. ni siquiera en el Vaticano; los pequeños favores espirituales y las preciosas reliquias que
le he traído de la ciudad santa y que le envío con verdadera alegría, lo prueban. Conociendo, como
conozco, su celo apostólico y su amor por la gloria de Dios y la salvación de las almas, me habría gustado
traerle de allí una mitra, si hubiera estado en mi poder hacerlo. No le vendría mal, si tenemos en cuenta
sus méritos y categoría, y le sentaría muy bien en su hermosa iglesia parroquial a la que cuida cada día
más, de tal manera que sobrepasa en belleza a muchas catedrales...
Jamás habría imaginado que me tocaría hablar con Cardenales, ministros, con el rey ni con el Papa; pero,
cuando Dios quiere impulsar una obra, ésta consigue siempre triunfar, a pesar de las contrariedades y sale
adelante, incluso sirviéndose de los instrumentos más débiles. ¡Bendito sea siempre en todo un Dios tan
bondadoso! ¡Qué se cumpla siempre su voluntad!
Sí, señor párroco, digo todo esto para mayor gloria de Dios, confiando siempre mucho más en la ayuda
del cielo que en mis propias fuerzas; estimo el bien ahora como siempre lo hice desde mis más tiernos
años, y deseo hacerlo con toda mi alma en Saboya, su querida patria, a la que tanto aprecio, teniendo en
cuenta que ahí podemos realizarlo mejor y con más éxito que aquí en Francia, donde apenas si se apoya a
las instituciones religiosas, que tanto bien podrían hacer, mirando las cosas con ojos de fe, si se supiera
apreciarlas, máxime a las que se dedican a la instrucción de la juventud y al cuidado de los altares.
Saboya nos ofrece ventajas y garantías que jamás podremos encontrar en Francia: por eso la estima que
siento por ese país es muy grande. Tenemos ya algunas casas en las diócesis de Chambéry y de
Maurienne. El venerable obispo de Annecy nos pide un grupo de Hermanos para su diócesis. Accediendo
a los deseos de este digno Prelado, empezaré por enviar, dentro de poco, a dos Hermanos a Saint-Jeoire,
en Francigny, bajo la dirección del celoso y digno Sr. Nachon, párroco de esa localidad.
La Providencia se sirve de Vd. y de sus buenas hermanas para hacer el bien en mi parroquia natal; se lo
agradezco en nombre de mis paisanos y deseo con todo mi corazón que Dios corone cada día con éxitos
mayores los trabajos de Vd. ahí, por los que le recordarán siempre en Belleydoux y que le harán acreedor
de una recompensa eterna. Quiera el Señor concederle que sus ovejas escuchen su voz y conservarle
mucho tiempo en ese pueblo que le aprecia merecidamente y que le tiene por uno de los mejores pastores
108
que Belleydoux haya tenido nunca" 203.
El buen cura párroco le respondió:
"Belleydoux, 28 de Diciembre de 1841
Querido Hermano,
¡Qué sorpresa tan agradable ha sido para mí, después de haber abierto el paquete dividido en siete partes,
recorrer, contemplar y venerar sucesivamente las preciosas reliquias! El contenido de cada uno de los
pliegos iba aumentando la alegría que me habían proporcionado los anteriores. Parecía que Vd. iba
diciéndome: 'Ahí tiene las reliquias de los dos Santos Antonio, ahí tiene las de San Agustín y de Santa
Filomena; estas otras son las de San Sebastián y de San Anselmo. Estas, de San Francisco de Sales.
¿Quiere algo más importante? Pues, ahí lo tiene Vd. Lea bien: Túnica interior de la Virgen Madre María..
Y si todavía sus deseos van más leías, puedo ofrecerle lo mejor en esta clase de cosas: una partícula de la
cruz'.
Muy querido y apreciado Hermano, no encuentro palabras para expresarle la alegría que Vd. me ha
deparado, 'Superabundo gaudio, gaudio magno valde'. ¡Qué bien sabe arreglárselas Vd. para hacer felices
a sus amigos! En realidad, si tuviera que juzgar la amistad que nos profesa en función del regalo que nos
ha enviado, tendría que echarle en cara que nos aprecia Vd. excesivamente. Quiero expresarle mi
agradecimiento y el de mis hermanas, que han recibido con la alegría que puede Vd. imaginarse las
reliquias de sus santos patronos y patronas; también quiero hacerla en nombre de la parroquia a la que
Vd. enriquece con tan preciosos regalos.
Le felicito por sus éxitos en Roma, pero no me sorprenden lo más mínimo, ya que Vd. ha trabajado con
tesón en el progresivo perfeccionamiento de la Congregación de la Sagrada Familia y Dios bendice
siempre la constancia de lo que procura su mayor gloria.
Le felicito asimismo por la buena acogida del Rey de Cerdeña y de sus súbditos; pero felicito más aún a
los saboyanos que a Vd., porque, sin que con esto quiera acusarlos de ingratos, estoy seguro de que Vd.
va a hacerles a ellos mucho más bien que ellos a Vd.".
***
Se acercaba el retiro de los Hermanos y era necesario preparar un lugar para albergarlos. Antes de salir
para Roma, el Fundador se había ocupado del asunto 204, pero urgía tener a punto la ropa de cama
necesaria para los Hermanos que iban a venir; el noviciado era numeroso, como puede deducirse por el
número siguiente: entre novicios que tomaron el hábito y Hermanos que hicieron sus votos, al finalizar el
retiro, el 7 de Octubre, sumaron veinticinco 205.
Los gastos por obras y provisiones, sin contar el viaje a Roma, habían dejado exhausta la cartera del
Fundador: Escribió varias veces al Obispo. Al finalizar el año 1841, su economía no podía estar peor, a
pesar de que casi todos los novicios aportaban lo necesario para sufragar la pensión 206. En tal situación,
se vio obligado a pedir prestados 2.000 francos al señor Barón de Silans. También escribió a la Reina
María Cristina, para pedirle ayuda en favor de sus huérfanos. Desconocemos el resultado de esta gestión
203
Ver el texto completo de esta carta en Cartas, Vol. II, pp. 55-57. 235
204
Ms. B.: "La Capilla provisional había cambiado. La cocina de la casa Maret se había convertido en comedor, y la cocina de la
comunidad había sido trasladada a una especie de leñera que estaba al lado. Pero se necesitaban jergones y la ropa de
cama necesaria ...".
205
Ms. B.: "No sólo faltaban camas sino que también faltaba sitio; cada cama tuvo que valer para dos, al menos en lo que toca a
los jóvenes, con permiso del Obispo. Esto obligó al Fundador, aunque sintiéndolo mucho, a permitir que durmieran
dos juntos, hasta que, autorizado por Monseñor, pudo comprar la casa del señor Tendret".
206
Ms. B.: "Creemos que pidió limosna algunas veces, a comienzos del año, ya que no encontramos más que un préstamo de 2.000
francos, hecho por el señor Barón de Silans".
109
207
.
***
En medio de todas estas ocupaciones, el piadoso Fundador no perdía de vista a los Hermanos en su
trabajo. Los que estaban en Pont-de-Beauvoisin cumplían muy bien como maestros; pero el Fundador se
había enterado de que no se guardaba bien la regla dentro de casa. Una carta del párroco que le daba
noticias sobre los éxitos escolares, le había informado también sobre el otro tema. Acudía, pues, a
quienes podían prestarle ayuda.
"28 de Diciembre de 1841
Al señor cura Párroco de Pont-de-Beauvoisin,
Estimado señor cura Párroco,
La carta en la que me comunica Vd. lo contento que está de los Hermanos encargados de la escuela de esa
localidad por lo que se refiere al comportamiento de los alumnos y al buen orden de las clases, me ha
proporcionado una gran alegría; también lo referente a la exención del Hermano Pablo del servicio
militar. Sin embargo, tengo que comunicarle que me he enterado confidencialmente de que no observan
muy bien las reglas que se refieren al comportamiento dentro de casa y que, habitualmente, el Hermano
Pablo, sirviéndose del violín, reúne a un grupo de jóvenes que se pasan gran parte de la tarde, cantando y
divirtiéndose con los Hermanos. Mucho me temo que todo ello pueda degenerar en abusos y que pierdan
el espíritu de su vocación. Le pido, por el interés de ellos y por el bien de esa casa, que les reprenda Vd.
enérgicamente, señor Arcipreste. Es Vd. su padre y su médico; no omita nada. Ese es el único medio de
mantenerlos en el bien y en la vocación. Los dos son todavía jóvenes y carecen de experiencia; le ruego
que les dé los avisos que juzgue oportunos, sin que sepan que soy yo quien se lo he dicho. Me parece
conveniente prohibir al Hermano que toque el violín. Estoy seguro, señor Arcipreste, de que su
reconocida prudencia, sabiduría y caridad encontrarán el medio de aplicar las medicinas más
convenientes para la curación de nuestros dos Hermanos" 208.
207
En 1841, el H. Gabriel recibió la ayuda de 100 francos (cf. Entretien familial, vol. III, p. 786) Y por este motivo renovó su
petición al año siguiente, el 29 de Abril, cf. Cartas, 11, pp. 92-93.
208
El H. Federico había añadido aquí una pequeña anécdota de corrección fraterna, que tiene el mismo sabor de las Florecillas de
San Francisco de Asís. Veámosla: "El buen Hermanito A., que sólo tenía 19 años de edad, se preocupaba
excesivamente de su compañero. Un día, mejor dicho, una noche en que este último se peleaba a brazo partido con un
joven que había venido acompañado de otros para pasar la velada con él, se vio obligado a separarlo a viva fuerza del
otro joven, e, indignado, le dio un puntapié en el trasero, obligándole a meterse en su habitación, lo que puso fin a
aquellas demostraciones de fuerza que, de no hacerlo, habrían degenerado fácilmente en una riña a puñetazos. Se
comprende que este adjunto no estaba dotado de las cualidades necesarias para llegar a ser un religioso de fuerte
temple. Poco tiempo después, el Fundador lo sustituyó por el Hermano Ant..., que le dijo, por todo saludo, al H. A. ...,
al entregarle una carta del Superior: "Querido amigo, a Vd. hay que meterle en vereda". El Hermano A... le respondió
con su natural sencillez: "y bien que lo deseo yo, querido Hermano; si no quiero otra cosa". El buen Hermanito
director permaneció mucho tiempo en aquella casa, donde hizo mucho bien".
110
CAPITULO XXV
NUEVAS CASAS. RECONOCIMIENTO LEGAL
DE LA CONGREGACIÓN POR EL ESTADO SARDO.
EXENCIÓN DEL SERVICIO MILITAR
PARA LOS HERMANOS DE SABOYA.
ACCIDENTE OCURRIDO AL FUNDADOR. ALZACUELLO AZUL.
A finales del 1841, el Fundador había hecho nuevas fundaciones 209: Grénoble, Romans, Echelles y SaintJeoire; al frente de esta última colocó al querido Hermano Amadeo. Es la primera vez que escribimos este
nombre; y lo citaremos pocas veces, ya que, si apareciera con frecuencia, su modestia se sentiría
incómoda. El Hermano Amadeo, cuyo nombre de pila era Carlos Dépernex, de Avressieux (Saboya),
ingresó en el Noviciado de Belmont el 27 de Febrero de 1840. Fue enviado como Director a la MotteServolex a finales de ese mismo año. Tengo que ser muy discreto, pues me ha enviado una nota, que dice
lo siguiente 210: "Si le doy información sobre el R. H. Fundador, corro el peligro de hablar en exceso de
mí mismo, ya que me hizo intervenir con frecuencia en sus cosas; y esto es, precisamente, lo que quiero
evitar. Sin embargo, creo que tengo que hacer una excepción, por tratarse de una profecía que hizo en
1841, al acompañarme a St.-Jeoire, en Faucigny, para fundar una casa allí. Me dijo que, andando el
tiempo, yo sería su sucesor en el cargo de Superior. No se trata de expresar aquí la extrañeza que me
producía aquella afirmación ni tampoco la inquietud que, desde entonces, he experimentado por su causa.
Lo único que he querido manifestar en honor suyo es este anuncio, hecho con veintitrés años de
antelación".
***
Vista con ojos de fe, la aprobación de la Congregación por el Sumo Pontífice, había llenado de gozo y de
total seguridad el alma del Fundador y fortificado sus ganas de hacer el bien. Ahora se trataba de
conservar en el Instituto a cuantos la Providencia le había enviado para ser los primeros obreros de la
buena causa. A eso se dedicó principalmente 211, en cuanto regresó de Roma. Entre Hermanos y Novicios
había unos cincuenta 212 miembros en la Congregación; por aquel entonces, todavía no estaban libres del
servicio militar los que enseñaban en Saboya. Hasta aquel momento, dos o tres de ellos habían quedado
exentos por recomendación expresa de Mons. Martinet y de Mons. Billiet, sucesor suyo; pero había
aumentado considerablemente el número, ya que en 1841, seis de estos jóvenes tenían que entrar en caja.
Por indicación del Obispo de Chambéry, que la apoyó, el día 6 de Septiembre de 1841, dirigió la
siguiente petición al Rey Carlos Alberto.
EL HERMANO GABRIEL TABORIN SUPERIOR GENERAL
DE LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA,
A SU MAJESTAD EL REY DE CERDEÑA
209
El H. Federico había comenzado este Capítulo de un modo algo diferente: "... el de Grénoble y de Romans, el de Echelles,
adonde había ido el H. Juan, y el de Saint-Jeoire, el primero que fue fundado en Alta Saboya y que fue dirigido por el
querido Hermano Amadeo".
210
Ms. B.: "Dice: Parece que en la vida del R. Padre Fundador tendría que hablar de mis relaciones personales e íntimas con este
digno Superior (éste es el título que le daré en adelante y con razón); pero hacerlo supondría tener que hablar de mí
tanto como de él; y esto no lo haré, en modo alguno. Sin embargo, creo que debo hacer una excepción ...".
211
La expresión del H. Federico es más fuerte: "... se ocupó de ello con una entrega que podríamos llamar sobrehumana".
212
No sabemos de dónde habrá sacado el H. Federico los registros de los Archivos no parecen ser tan optimistas.
111
"Señor,
Colocado a la cabeza de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, me atrevo a dirigirme
respetuosamente a Vuestra Majestad para exponerle que esta Congregación tiene como finalidad la
formación de religiosos, que de uno en uno o varios juntos, según lo exijan las necesidades, se dedican,
tanto en las ciudades como en los municipios más pequeños, a las tareas de maestros, catequistas,
cantores y sacristanes, dedicándose, además, a toda clase de obras buenas.
La Congregación de la Sagrada Familia ha sido aprobada por el Sumo Pontífice. Ya está extendida por
varias diócesis, en las que ha sido recibida bondadosamente y donde goza del aprecio de los Obispos,
especialmente de los de Saboya. Monseñor Billiet, arzobispo de Chambéry, Obispo bien conocido por su
celo, piedad e inteligencia, tiene, desde hace algunos años, cinco casas de nuestros Hermanos; él puede
juzgar acertadamente e informar a Vuestra Majestad sobre el bien que este Instituto está ya realizando en
vuestros Estados.
Señor, las numerosas peticiones que nos hacen desde las diferentes provincias de Saboya, el número
elevado de saboyanos que integran nuestro Instituto y otros muchos que desean pertenecer a él, me
animan a manifestar a Vuestra Majestad que nuestro Instituto se sentiría muy estimulado a trabajar por el
bien en Saboya, cosa que haría con mucho más éxito, si consiguiera el siguiente deseo que Vuestra
Majestad, por medio de Patentes, autorice a esta Congregación en sus Estados, y le conceda permiso para
establecer en ellos una casa de Noviciado y para aceptar cuantas fundaciones y donativos le hagan.
Pero no se trata en estos momentos de solicitar este gran favor de vuestra reconocida bondad. Unos
cincuenta jóvenes de Saboya pertenecen al Instituto de la Sagrada Familia, y algunos de ellos tienen que
hacer el servicio militar: Pido humildemente a Vuestra Majestad que tenga a bien declararlos exentos del
servicio militar a ellos y a cuantos, en el futuro, vayan a formar parte de nuestra Congregación; de lo
contrario, tendrán que ir al cuartel en vez de dedicarse a la educación de la juventud en vuestros Estados.
Señor, los favores que el Instituto de la Sagrada Familia pide con insistencia a vuestra bondadosa
Majestad, serán un estímulo más para los Hermanos que yo tenga que enviar a vuestra Patria. La
educación que den a los jóvenes contribuirá a hacer de ellos buenos ciudadanos y súbditos fieles de
Vuestra Majestad. Agradecidos, pedirán todos los días al Señor que proteja vuestro reino y que prolongue
la preciosa vida de Vuestra Majestad, tan amado por vuestros súbditos y con quien se sienten felices.
También nuestra Congregación bendecirá eternamente el nombre de Vuestra Majestad.
Me declaro..., etc.".
Esta petición no fue aceptada por entonces, ya que el Breve de aprobación del Santo Padre no había
llegado todavía y el Gobierno no quería favorecer sino a las Congregaciones que estuvieran aprobadas
por la Iglesia. Sin embargo, no se perdieron las esperanzas. El Breve llegó a Belley, hacia finales del mes
de Septiembre. El 7 de Octubre nuestro querido Fundador enviaba, por medio de un propio, al venerable
Arzobispo de Chambéry el original y la copia del Breve apostólico, acompañado de la carta siguiente.
"7 de Octubre de 1841
Monseñor,
Estoy infinitamente agradecido a Vuestra Excelencia por haber enviado al Rey mi solicitud, después de
haber tenido la delicadeza de recomendarla. Le agradezco muchísimo, Monseñor, las molestias que se
toma en escribir y hacer gestiones para librar a nuestros Hermanos del servicio militar; le pido con toda
humildad que siga haciéndolo, pues para nosotros tiene mucha importancia. Estoy preocupado, tanto por
la tardanza del Rey en contestarme como por el problema de la exención del servicio militar, y me
preocuparía más aún, si no tuviera yo puesta toda mi confianza en Dios y en Vuestra Excelencia.
Me permito adjuntar a mi carta los documentos que Vd. me ha pedido para conseguir la exención del
servicio militar de nuestros seis Hermanos que deben entrar en caja este año; he redactado a conciencia la
nota correspondiente.
Aprovecho la ocasión, Excelencia, para enviarle el original y la copia del Breve apostólico, por el cual el
Sumo Pontífice aprueba a nuestra Congregación y también otro en el que nos concede muchas
indulgencias. Le mando, además, algunos prospectos que acabo de imprimir, mediante los cuales Su
Excelencia podrá enterarse de las condiciones que ponemos para enviar a las parroquias a nuestros
112
Hermanos; le pido, por favor, que se sirva devolverme, por medio del portador, los originales de los dos
Breves, después de haberse enterado de sus contenidos".
Con estos documentos en la mano, el Prelado invitó al Hermano Gabriel a que fuera a Chambéry. Aquí
decidieron presentar una nueva petición a Su Majestad, rogándole que autorizase a la Congregación. El
Arzobispo creía que el momento era bueno.
Si se conseguía la autorización, se intentaría más tarde la exención del servicio militar, privilegio que no
podía conseguirse por el momento, ya que el ministro de guerra no estaba dispuesto a concederlo.
Monseñor aconsejó al Fundador, con mucha insistencia, que presentase personalmente su instancia al
Rey. Le pareció bien al Hermano Gabriel y salió inmediatamente para Turín. Visitó primeramente a los
ministros relacionados con el asunto y les mostró los documentos pertinentes. Le recibieron muy bien y le
dieron buenas palabras. El 18 de Octubre fue recibido en audiencia privada por Su Majestad. La acogida
por parte de este monarca tan bueno, tan cristiano y tan preocupado por el bien de sus súbditos, no pudo
ser mejor. El Fundador le entregó la siguiente instancia:
EL HERMANO GABRIEL TABORIN,
SUPERIOR GENERAL DE LOS HERMANOS
DE LA SAGRADA FAMILIA, PRESENTE EN TURIN,
A SU MAJESTAD EL REY DE CERDEÑA
"18 de Octubre de 1841 Señor,
Las numerosas peticiones que nos vienen de las diferentes provincias de Saboya para que les mandemos
Hermanos, cuya misión es hacer de maestros, catequistas, sacristanes y cantores (ya sea de uno en uno o
varios juntos) y el pensamiento del bien que pueden realizar en estas provincias, me fuerzan a pedir con
toda humildad a Vuestra Majestad que se digne aceptar benévolamente los servicios que ofrece nuestro
Instituto y autorizarlo, mediante Cartas de Aprobación pública, a enseñar a los niños de las escuelas
primarias. Pido también autorización para adquirir y poseer bienes y fundar una casa dentro de Vuestros
Estados.
Señor, le ruego se digne aprobar mi petición. Con ello, Su Majestad permitirá que se consolide para
siempre en sus Estados una obra dedicada totalmente a la formación de buenos súbditos suyos y dará
cumplimiento también a los deseos de padres y madres de familia, de las autoridades civiles y, de modo
especial, de los Obispos de Saboya, que, conscientes del gran bien que nuestro Instituto es capaz de
realizar en los lugares de sus diócesis que no pueden tener a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, han
sido los primeros en pedirnos Hermanos, especialmente Mons. Billiet, Arzobispo de Chambéry, y Mons.
Vibert, Obispo de Maurienne, que ya conocen el bien que nuestros Hermanos realizan en sus diócesis.
Las cartas que estos dignos y celosos Prelados han dirigido a Sus Excelencias, los señores Ministros de
Asuntos Exteriores, al Marqués de Costa y a Monseñor, el Arzobispo de Turín, muestran claramente el
deseo que tienen de que Su Majestad acoja mi súplica insistente y humilde. Adjunto a la presente
petición: 1°. los Estatutos de nuestra Congregación; 2°. el Breve apostólico por el cual el Sumo Pontífice
Gregorio XVI aprueba a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia...
Me pongo etc... y me declaro...".
El Rey aseguró al Hermano Gabriel que su petición sería tomada en cuenta y que se cursarían órdenes
para que se llevase a efecto.
Ciertamente, la mano de Dios estaba allí. En un solo año el Hermano Gabriel había conseguido dos cosas
de suma importancia, que habrían exigido años de trámites. Bendijo e hizo que bendijeran a esta
Providencia adorable, oró e hizo que orasen, durante mucho tiempo y con toda insistencia por Su
Santidad, por el rey Carlos Alberto, por cuantos habían favorecido a la Congregación. De nuevo en
Belley, se lo comunicó a Mons. Devie por medio de la carta siguiente:
"26 de Octubre de 1841
Monseñor,
Tengo el honor y la satisfacción de comunicarle que Su Majestad, el rey de Cerdeña, a quien acabo de
visitar en Turín, ha autorizado a nuestro Instituto por medio de Cartas de Aprobación pública para que
113
pueda establecerse en sus Estados, con autorización para enseñar, adquirir y poseer bienes y fundar en
ellos una casa de Noviciado.
El señor Arzobispo de Chambéry me aconsejó que fuera en persona a Turín para facilitar mis gestiones.
Bendigo mil veces al Señor por el feliz resultado de mi viaje, del que no puedo contarle hoya Su
Excelencia todos los detalles agradables, puesto que estoy lleno de trabajo; esperaré a que Vd. llegue.
El Arzobispo de Chambéry, Mons. Billiet y el Obispo de Maurienne, Mons. Vibert, me han pedido que le
transmita sus mejores sentimientos.
Reciba Vd... etc.".
"26 de Octubre de 1841
Al señor Marqués Costa de Beauregard,
Gentilhombre de S.M. Carlos Alberto, en Turín.
Señor Marqués, Respetuosamente me tomo la libertad de dirigirle la presente para pedirle que acepte mi
profundo agradecimiento por la acogida tan amable que me ha dispensado en Turín, cuantas veces he
tenido el honor y la suerte de visitarlo, así como para agradecerle, señor Marqués, el inapreciable favor
que ha dispensado Vd. a nuestra Congregación, al hablar positivamente de ella al mejor de los reyes, a
quien tendré siempre presente en mis oraciones y por quien nuestra Congregación rezará a diario, al igual
que lo hará por la prosperidad del reino que gobierna con tanta prudencia; también oraremos para que el
Señor dé larga vida a Su Majestad, a quien tanto aman sus súbditos, y con quien se sienten felices...".
Después de haber pedido al señor Marqués que se interese, si es que hace falta, por la expedición de las
Cartas de Aprobación, nuestro Fundador termina de la siguiente manera:
"El gran favor que espero alcanzar, gracias a la influencia que Vd. tiene ante S.M. será otro motivo para
que recemos todavía más por Vd. y su digna familia, cuyos antepasados se distinguieron siempre por su
piedad, su celo en favor de la religión, su servicio a la corona y de los cuales Vd. encarna tan
perfectamente las virtudes.
Reciba el homenaje... etc.".
A pesar de todo, transcurrieron siete meses antes de que recibiera las Cartas de Aprobación. El retraso
inquietó profundamente a nuestro querido Fundador. Temía que alguien, contrario a la Congregación,
hubiera dificultado la concesión solicitada al monarca. Nada de esto; Mons. Billiet le tranquilizó al
respecto. La tardanza obedecía solamente a las formalidades que había que cumplir en los diversos
departamentos por los que tenía que pasar. Finalmente, S.M. firmó el documento el 31 de Mayo de 1842.
Damos a continuación el texto 213:
CARLOS ALBERTO
por la gracia de Dios
REY DE CERDEÑA, DE CHIPRE Y DE JERUSALEN
DUQUE DE SABOYA, DE GINEBRA, ETC.
PRINCIPE DEL PIAMONTE, ETC., ETC.
"El celo y entrega que los Hermanos de la Sagrada Familia han demostrado en muchos pueblos, donde
han sido recibidos para instruir a la juventud y los excelentes resultados de sus enseñanzas, basadas en la
doctrina de nuestra santa religión, nos obligan a acoger favorablemente la respetuosa petición que nos ha
presentado el Hermano Gabriel Taborin, Superior General de esta Congregación, solicitando la
aprobación real del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia, que tiene por finalidad proporcionar
maestros a las Escuelas primarias en los pueblos; por todo ello, con estas Cartas, según nuestro
conocimiento y autoridad real, habiendo oído el parecer de nuestro Consejo, hemos dispuesto y
213
Las líneas anteriores han sido retocadas en algunas expresiones simplemente de estilo, con respecto al Ms. B. mientras que,
sobre las líneas siguientes, un trozo de papel, pegado en la parte inferior de la página del ms. B., advierte: (El copista
tiene que pedir al secretariado el registro donde se encuentra este documento y ha de transcribirlo aquí). Se trata del
párrafo: "El celo y entrega de que los Hermanos...", seguido de los artículos 1 a VII de las Cartas de Aprobación, con
la conclusión: "Estas Cartas de Aprobación han sido... etc., etc.".
114
disponemos lo siguiente:
Artículo 1
El Instituto, conocido como Hermanos de la Sagrada Familia, queda autorizado, conforme a las
condiciones que, a continuación, se expresan.
Artículo 11 Los Hermanos de la Sagrada Familia se dedicarán exclusivamente a los fines de su Instituto,
según puede verse en el Breve de Su Santidad, con fecha de 21 de Agosto de 1841. Cualquier
reglamentación posterior será sometida a nuestra aprobación.
Artículo 111
El Instituto queda autorizado a fundar un noviciado en el ducado de Saboya; para ello puede adquirir
inmuebles, mediante contrato, donación entre vivos, por testamento, hasta un importe de cincuenta mil
libras; estos bienes serán regidos y administrados por la institución misma y, en lo referente a venta y
otros actos concernientes a la propiedad, tendrán que observar lo establecido en la pragmática de 26 de
Diciembre de 1836.
Artículo IV
Las donaciones a las escuelas de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia en ciudades y
pueblos serán dirigidas y administradas como obras de beneficencia, conforme está dispuesto en la
pragmática de 26 de Diciembre de 1836.
Las dichas obras de beneficencia, observando lo dispuesto en esta ley, podrán recibir legados y
donaciones hechos en favor de las escuelas de la mencionada Congregación, con la obligación de que sus
escuelas disfruten de los legados y donaciones de que acabamos de hablar, según las intenciones de los
legatarios y donantes.
Artículo V
Si el testador o donante no hubiera designado a una escuela en particular, se entenderá que las donaciones
se han hecho en favor de la escuela del núcleo más importante del ayuntamiento o en la parte de éste en la
que el testador tuviera su domicilio.
Artículo VI Las escuelas regentadas por los Hermanos de la Sagrada Familia tienen que observar las leyes
y reglamentos referentes al régimen universitario; el responsable de la reforma y las autoridades a él
subordinadas ejercen la inspección de las mencionadas escuelas y dispondrán lo necesario para que la
enseñanza que se imparta en ellas, se acomode al sistema de instrucción pública adoptado en nuestros
Estados.
Artículo VII
El Arzobispo de Chambéry es el primer superior de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada
Familia, autorizada para establecerse en Saboya; ejerce todos los derechos correspondientes al primer
superior, según los estatutos de la Congregación.
En el aspecto religioso, los Obispos, por sí mismos o por medio de su delegado, supervisarán la
enseñanza de los Hermanos establecidos en su diócesis.
Ordenamos a nuestro Senado de Saboya que registre las presentes Cartas, que serán expedidas sin pago
de derecho alguno, ya que tal es nuestro beneplácito. Dadas en Turín, el treinta y uno del mes de Mayo
del año de gracia de mil ochocientos cuarenta y dos, duodécimo de nuestro reinado.
Carlos Alberto".
Estas Cartas de aprobación fueron ratificadas por el Senado de Chambéry el 14 de Junio de 1842.
Parece que nuestro digno Fundador tendría que haberse contentado con el gran favor conseguido, pero,
por una parte, ¿ de qué no es capaz la preocupación por el bien y el amor auténtico hacia quienes son para
uno como hijos? Por otra, no ignoraba el Fundador que había, entre los Hermanos procedentes de Saboya,
algunos que habían hecho sacrificios económicos, relativamente considerables para pagar los 1.000
francos que costaban la pensión y el equipo. Había un novicio, huérfano de padre 214, cuyos haberes
apenas si podían llegar a 1.500 francos. Había dicho a su madre que si se veía obligado a ir al servicio
militar, tendría que perder esta cantidad. La madre le había contestado que ella no permitiría que se lo
214
Que no es otro que el H. Federico y el hecho que nos refiere es emocionante.
115
llevasen; que constituiría una renta vitalicia 215, y en el caso de que sacase un número malo, podría hacer
que lo reemplazasen, valiéndose de aquel dinero. Y esta madre se quitaba el pan de la boca, ya que, por
testamento, su marido le había dejado solamente el usufructo de la mitad de los escasos bienes que
poseía. ¡Qué fe tan viva teníais, santos y buenos padres de antaño! ¡Grande ha debido ser también vuestra
recompensa! ¿Qué ha sido de vosotros, hermosos tiempos de entonces?
No puede extrañamos que nuestro Fundador, que conocía, al menos, parte de estas realidades, se
esforzase por hacer santa violencia al cielo, con sus oraciones y las de su comunidad, y también a la
tierra, con la constancia que le caracterizaba en estas ocasiones. Era consciente, además, de que el favor
que iba a pedir dependía de un excelente rey cristiano. Por tanto, escribió el 27 de Julio la carta siguiente
a Mons. Billiet:
"Monseñor,
Para mí y para mi comunidad es un honor poder llamarle, por muchas razones, nuestro padre, nuestro
primer Superior en Saboya y nuestro protector. Todos nos congratulamos de ello, agradeciéndoselo
sinceramente al Señor y pidiéndole que nos le conserve durante muchos años 216.
La autorización por parte de Su Majestad ha sido para nosotros un favor enorme: apenas se ha conocido
la noticia, Chablais, Faucigny y vuestra diócesis nos han enviado aspirantes, a quienes quiero recibir con
sumo gusto, ya que cumplen, más o menos, las condiciones que exigimos, lo cual constituye para
nosotros una garantía, desde el punto de vista de la vocación. Pero resulta, Monseñor, que como todavía
no han sido sorteados, me tienen preocupado por el problema del servicio militar. Después de haberlos
formado, después de los gastos que han tenido que hacer, después de haber hecho sus votos, ¿no resulta
penoso verles quitarse el hábito religioso para empuñar la espada y quedar expuestos a los peligros de las
armas, como ya nos ha ocurrido con un Hermano nuestro?
Monseñor, estos pensamientos me obligan a pedir a Su Excelencia que tenga la amabilidad de intentar de
nuevo que el Rey libere del servicio militar a nuestros Hermanos saboyanos. Con ello pondría Vd. el
remate a todas las gestiones que ha hecho en nuestro favor ante Su Majestad. Si le parece que es
necesario que presente esta petición por escrito o que vaya yo mismo en persona a Turín, seguiré su
opinión, aunque creo que Su Excelencia se arreglará mejor solo. Tengo la impresión de que es un poco
pronto para hacer la socilitud, pero resulta que varios de nuestros Hermanos tienen que entrar en caja y
esto me preocupa. Si consiguiéramos la exención, sería con la condición de que cuantos se beneficiasen
de ella tendrían que dedicarse durante doce años a la educación de la juventud, y que si, antes de haber
cumplido ese tiempo, salieran del Instituto, tendrían que hacer el servicio militar" 217.
Al Arzobispo, no le pareció oportuno ni escribir ni viajar a Turín. Creía Su Excelencia que el momento
no era muy apropiado. Había que esperar, sin precipitar las cosas.
Pero, la verdad era que tres Hermanos iban a tener que marchar, y que otros seis tenían que sortearse
inmediatamente. El Hermano Gabriel escribió de nuevo al Arzobispo de Chambéry, comunicándole que
iba a viajar a Turín. La fecha de la partida era el 2 de Noviembre y pedía a Su Excelencia a quien iba a
visitar en Chambéry, que continuase protegiéndole y que apoyase con interés su petición. Hizo lo mismo
con Mons. Vibert, Obispo de Maurienne. En esta ocasión, nuestro Fundador no podía resignarse a esperar
218
. Dio entonces una prueba más de constancia en sus empresas y del fuerte temple de su carácter.
Llegado a Chambéry, visitó a Mons. Billiet y al Marqués Costa de Beauregard, que hicieron cuanto les
215
Es una especie de renta vitalicia.
216
Cf. el texto completo de esta carta en Cartas, 11, pp. 121-122.
217
Este documento, como tantos otros citados por el H. Federico, siendo, como es, fiel al original, es sólo una parte del mismo; el
Hermano no hizo indicación alguna para advertir de ello al lector. Este podrá darse cuenta también de las libertades
que se tomaban los correctores en las modificaciones del texto original, como acaba de hacerse con el último párrafo.
Cf. Cartas, II, p. 122.
218
El ms. B. pone aquí una frase que ha sido suprimida por los correctores: "Creía en su buena suerte y no se equivocó".
116
fue posible para disuadirle 219. El Hermano Gabriel, a pesar del profundo respeto que sentía por aquellos
buenísimos consejeros suyos, estaba convencido de que tenía que seguir adelante. En Saint Jean de
Maurienne le hicieron las mismas recomendaciones, llenas de interés, pero el resultado fue idéntico.
Parecía como si una voz interior le dijera: "Marcha y pon tu confianza en el Señor". Una vez llegado a
Turín, dos ministros a quienes conocía y a los que expuso el motivo de su viaje, le dijeron que lo mejor
que podía hacer era volverse cuanto antes. Lo que guiaba a todos estos personajes para aconsejar al
Hermano Gabriel que desistiera no era, ni mucho menos, oposición a él sino, más bien, el deseo de
ayudarle; querían evitarle un fracaso que ellos daban por seguro, ya que creían que era imposible
conseguir el consentimiento del ministro de guerra, señor de Villamarina, cuya oposición a concesiones
de esta naturaleza era bien conocida. Pero Dios, que maneja los corazones de los hombres, y que los
dispone como quiere para conseguir sus fines, cambió completamente el del ministro. En la primera
audiencia que concedió al Hermano Gabriel, aceptó la petición que le presentaba, diciendo: "Sus
Hermanos hacen tanto bien que no puedo negarles el favor que Vd. pide. Quédese tranquilo; yo seré su
valedor ante el Rey y ante el Consejo de Estado y le será concedido lo que solicita".
Una vez dada su palabra, el ministro hizo que el asunto a se resolviera con rapidez militar; pocos días
después, el Fundador recibía la disposición real que transcribimos a continuación en atención al lector 220.
DISPOSICION REAL CONCERNIENTE A LA
EXENCION DEL SERVICIO MILITAR CONCEDIDA
POR SU MAJESTAD A LOS HERMANOS DE LA SAGRADA FAMILIA
CUANDO LES LLAMEN A FILAS
1° Los jóvenes reclutas que pertenezcan a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, están
exentos del servicio militar, siempre que los reclamen los Superiores del ; mencionado Instituto ante los
Consejos de reclutamiento de la provincia en que han de ser sorteados.
2° Si, por cualquier motivo, estos jóvenes dejan de pertenecer a la mencionada Congregación antes de
cumplir treinta y seis años, tendrán que entrar en sorteo y someterse al destino que les depare el número
que hayan sacado. ellos mismos u otros en su nombre o que les haya sido asignado por la inspección.
3° Procuren los comisarios de reclutamiento no olvidarse de incluir todos los años en las listas de sus
cartas respectivas, conforme el artículo 37 del reglamento general, a los Hermanos de la Sagrada Familia,
que, perteneciendo a la última quinta, hayan sido reclamados, según se ha dicho.
4° Para que no se sigan perjuicios a terceros ni se sobrepasen las disposiciones de la ley, los jóvenes que
hayan sido reclamados y que estén exentos del servicio militar no tendrán que ser sustituidos por nadie;
en consecuencia las cartas a las que pertenezcan tendrán que proporcionar el número de reclutas que les
corresponda, menos el número de Hermanos que hayan sido reclamados.
5° Al comienzo de cada año, el Superior General de la mencionada Congregación de la Sagrada Familia,
tiene la obligación de comunicar al Ministro de Guerra si los jóvenes por él reclamados siguen
perteneciendo al Instituto en que han ingresado, así como la lista nominal de los que hayan salido.
Turín, 14 de Noviembre, 1842.
Por decreto de Su Majestad el primer Secretario de Guerra y de Marina.
De Villamarina.
219
El texto original decía: "Una vez llegado a Chambéry, dos personajes importantes y que le querían bien pretendieran, de
entrada, retenerlo e impedir que hiciera semejante viaje. Se trataba de Mons. Billiet y del Marqués Costa de
Beauregard. El Hermano Gabriel, a pesar de... etc.".
220
En la primera redacción del H. Federico, podían leerse estas 1 palabras: "Viendo el n.°4 puede comprenderse el exquisito
sentido de justicia que tenía el Rey para con sus súbditos. Ya hemos dicho que en esta época, en los Estados Sardos,
las congregaciones no estaban exentas del servicio militar". Alguien (puede que fuera el mismo H. Federico) suprimió
estas líneas.
117
***
Creemos que tienen que ver con este viaje a Turín el incidente y el accidente que referimos a
continuación.
Nuestro Fundador había sacado billete para la diligencia de Chambéry. Al llegar al cambio de postas de
Saint-Jean de Maurienne, tenía que visitar a Mons. Vibert. Le dijeron que le daba tiempo, pues los
viajeros tenían que tomar algo, antes de continuar el viaje. En el Obispado le entretuvieron más de la lo
conveniente y, cuando llegó para coger la diligencia, ésta había hecho ya varios kilómetros. Le era
imprescindible llegar a Turín a una hora determinada; por tanto, se vio obligado a alquilar un coche
particular. Ya de noche, entre Modane y Lans-le-bourg, el viaje se hizo peligroso, a causa de la lluvia,
acompañada de fuerte tormenta 221. El coche volcó; el camino estaba bordeado de espantosos precipicios
y, como al cochero se le había olvidado llevar una linterna, corrían un gran peligro. Un solo paso en falso
podía dar con ellos en el precipicio; por añadidura, el cochero no hacía nada para levantar el coche. Lo
que sí sabía era blasfemar, como es costumbre entre estos profesionales. El Rvdo. Padre Superior le dijo:
"¡Desgraciado!, pero ¿qué hace? Dice Vd. que estamos al borde de un precipicio, en el que podemos caer,
si damos un paso en falso; en vez de ofender a Dios, blasfemando su santo nombre, encomiéndose a El,
como yo". -Aquel hombre violento respondió: "Bueno, ¿Vd. cree que Dios va a venir a sacarnos del
peligro en que nos encontramos?". -"Pues claro que puede hacerlo y que lo hará con toda seguridad si se
lo pedimos". lo. En aquel momento, un relámpago vivísimo y prolongado les permitió ver el abismo que
se abría a sus pies y el camino que tenían que seguir. Levantaron el coche y reemprendieron la marcha,
sin ningún otro contratiempo. El R. P. Superior aprovechó esta ocasión para aleccionar a aquel pobre
cochero y enseñarle a rezar a Dios en vez de blasfemar, cuando nos manda algunas contrariedades.
Hacia finales del mes de Febrero, el Rvdo. Pajean, párroco de Montmélian, que deseaba mucho tener a
algunos Hermanos para que instruyesen a los niños de su parroquia, escribió a nuestro Fundador para
pedirle que uniera sus oraciones y las de la comunidad a las suyas para que Dios, por intercesión de la
Sagrada Familia, en especial la de San José, le proporcionara los medios para adquirir una casa que
deseaba, eliminando los obstáculos que se oponían a ello. El Fundador le respondió lo siguiente:
"7 de Marzo de 1842
Estimado señor Arcipreste,
Me cabe el honor de responder a su carta, llena de excelentes ideas; en ella me comunica sus santos
proyectos y las sabias medidas adoptadas por Vd. para conseguir el éxito. Estoy convencido de que la
Sagrada Familia le concederá su protección, ya que ella se preocupa especialmente de cuantos la invocan
con fe. Yo he fundado mi Congregación, bajo su patronazgo, sin otros medios que los que la Sagrada
Familia tenía en el establo de Belén; gracias a ella todo marcha bien y nuestra Congregación sigue
prosperando. María, nuestra querida madre común, ha dicho con frecuencia a su hijo que no teníamos
vino y que sólo quedaba un poco de pan para una comunidad numerosa. Nuestro Salvador, compasivo y
lleno de amor, multiplica todos los días el pan, como lo hizo en la montaña en otras circunstancias;
también nos da algo de vino, como hizo en las bodas de Caná. El querido San] osé nos ha proporcionado
una casa. No me extrañaría, en absoluto, que la Sagrada Familia le concediera a Vd. Hermanos para su
escuela, para su iglesia y para su hospital, según es su deseo, y que, al mismo tiempo, le concediera los
recursos necesarios para todo ello.. Por mi parte, señor Arcipreste, cuente con que haré todo lo que pueda
para proporcionarle los Hermanos que Vd. desea en bien de su parroquia, persuadido, como estoy, de que
donde mejor podrás estar es bajo su experta dirección. Nada más recibir su carta, he hecho que toda
nuestra comunidad se pusiera a rezar a San José; espero que este santo patriarca escuche las oraciones que
le dirigimos por sus intenciones..." 222.
San José escuchó las oraciones de aquel respetable clérigo, El que, rebosante de alegría, se lo comunicó al
Fundador en el mes de Septiembre.
221
Hay algunas correcciones hechas a las líneas anteriores, pero sin que hayan cambiado el sentido en nada.
222
Cf. el texto completo en Cartas, n, pp. 80-81.
118
***
Conforme se había concertado en Roma y con Mons. Devie, los Hermanos de la Sagrada Familia, que,
hasta entonces, las no habían usado alzacuello, adoptaron el alzacuello azul, en el retiro del año 1842; así
podían distinguirse con más facilidad de los sacerdotes.
CAPITULO XXVI
PROYECTO DE FUNDACIÓN DE UN NOVICIADO EN LA MOTTE-SERVOLEX (SABOYA).
ADQUISICIÓN DE LA FINCA DEL SEÑOR TENDRET. REPROCHE INJUSTO HECHO AL
FUNDADOR Y CONSIDERACIONES RELATIVAS AL MISMO.
Por aquella época los habitantes de la tranquila Saboya eran verdaderos cristianos. Los buenos ejemplos
empezaban por arriba: el jefe del estado y las autoridades mismas vivían su religión. Los príncipes de la
Iglesia de Saboya, Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos Martinet, Billiet, Rey, de Thiollaz, al
igual que en Belley, Mons. Devie, encarnaban ante el pueblo las virtudes, el celo, la bondad y la entereza
de los Padres de la Iglesia. El clero, por ellos formado, y sostenido por las acrisoladas virtudes de los
sacerdotes de más edad, muchos de ellos auténticos confesores de la fe, habían cicatrizado muchas
heridas causadas por la Revolución. Gracias a su esfuerzo se había producido una hermosa reacción en
favor del bien. Los párrocos eran conscientes de que los jóvenes necesitaban una instrucción sólida y una
educación cristiana; y los padres estaban de acuerdo con los puntos de vista de sus pastores. Aunque la
calumnia y la perversidad hayan podido acusar al clero de oscurantismo, en realidad esta acusación es
totalmente falsa. La historia de siempre lo confirma. Pero, si fuera necesario demostrado, las peticiones
que hacía el clero de Saboya en esta época, serían una prueba evidente. Por emplear una expresión,
podemos decir que a nuestro Superior le arrancaban de las manos a los jóvenes religiosos, apenas sin
formación; el celo con que el clero favorecía las vocaciones religiosas competía con el interés que ponía
en pedirlos, después de su formación. Por eso la Congregación crecía, gracias a la protección de Dios.
Desde 1844, las diócesis de Annecy, de Chambéry, de Saint Jean de Maurienne en Saboya y las de
Belley, Besançon, St.-Claude, Dijon, Grénoble y Valence tenían casas de los Hermanos de la Sagrada
Familia 223.
Después de haber sido aprobado el Instituto por S.M. el rey Carlos Alberto, el R. P. Fundador pensaba
seriamente en fundar una segunda casa de noviciado en Saboya. Desde los más diversos lugares le
llegaban ofrecimientos de donaciones y ventas para que la fundara. Pero la mayor parte de aquellas casas
223
Para documentar las preocupaciones que sentía el Fundador por la expansión del Instituto, al H. Federico le parece bien citar, al
menos, una carta de un párroco, de entre miles que llegaban a la Casa Madre. Los correctores, sin embargo, han sido
de diferente opinión y han eliminado este documento, que ponemos a continuación:
"Reverendísimo Hermano. Espero que no piense Vd que, por el hecho de haberme retrasado en escribirle, ya he olvidado las
insistentes súplicas que le hice, Cuando pasó Vd. por St. Pierre d'Albigny, para que me envíe Hermanos, unos para la enseñanza
y otros para los trabajos manuales, Tampoco he olvidado las promesas que Vd. me ,hizo con tanta bondad, promesas que
deberían haberse hecho realidad ya en Noviembre del año pasado. Querido y respetable Hermano, si Vd. no me da una
respuesta afirmativa, tendré que decirle que ha consentido Vd. en un malísimo pensamiento y que es de extrema necesidad que
lo rechace cuanto antes.
Reverendo Padre, espero que, a pesar de las circunstancias en que se encuentra Vd. en estos momentos, la respuesta que le pido
sea totalmente favorable, ya que si lo hiciera de modo diferente, se nos seguirían graves inconvenientes... Para mí esto sería
muy fuerte; se me echaría en cara que no he hecho lo necesario para conseguirlo; la casa sería para quienes la han comprado, a
los Cuales no les serviría de nada, teniendo, sin embargo, que pagar los intereses. Le advierto también, querido Hermano
Superior, que, si, por desgracia, su respuesta no es la que deseamos, iré a Belmont a arrodillarme a sus pies para pedirle y, si
hace falta, molestarle, hasta que me conceda Vd. un sí total. No tiene Vd. modo de escapar".
Esta petición lleva fecha de 1839: hay documentos que se relacionan con este asunto directa o indirectamente: cf. Cartas, 1, pp.
138, 177, 192; no olvidemos que el H. Federico, natural de St. Pierre d'Albigny, citaba con justificada complacencia las fuentes
de los orígenes de su vocación..
119
no respondían a sus puntos de vista o bien exigían fuertes inversiones para acomodarlas a la finalidad
deseada. Los dueños de los antiguos monasterios de Sixt y de Contamine, en la diócesis de Annecy, se los
habrían vendido en muy buenas condiciones. El Rvdo. Piccolet, rector del seminario menor de Evian, le
escribía cartas y más cartas, intentando convencerle para que fundase un noviciado en Alta Saboya,
prometiéndole su apoyo y el de Mons. Rendu. Ellos se encargarían de buscar una casa apropiada. Por otra
parte, los Religiosos de Haute-Combe, que mostraban mucho interés por nuestra Congregación, deseaban
que se estableciera cerca de ellos; en Châtillon, el señor Barón de Silans ofrecía el castillo de Saint
Innocent; el señor Barón Despine ofrecía gratuitamente su castillo del Châtelard, en Beauges. Pero el
Fundador se había fijado en la antigua abadía de Tamier, que Mons. Billiet, podía cederle en buenas
condiciones. Sin embargo, tuvo que posponer este proyecto, ya que carecía de fondos y de las personas
necesarias para ello 224.
Por su parte, el Marqués Costa de Beauregard y el párroco de la Motte, donde los Hermanos dirigían la
escuela municipal desde 1836, deseaban con mucho interés que se fundase una de estas casas en su
región. El castillo del señor Fernando Costa, primo del señor Marqués Costa de Beauregard, podía
adquirirse por 50.000 francos. El señor Marqués ofrecía colaborar, por su parte, con 15.000 francos, con
la condición de que los niños de la Motte, ayuntamiento de más de tres mil habitantes 225, recibieran
enseñanza gratuita. Como se ve, esta donación se hacía con condiciones bastante duras. Los señores
Marqueses daban a entender que harían más donaciones; por su parte, el municipio ofrecía algo, pero
todo ello resultaba bastante dudoso. En su carta de 19 de Marzo, el párroco pedía al Hermano Gabriel que
hiciera sus propuestas, por lo que éste fue personalmente a la Motte. Hubo entendimiento sobre algunos
puntos, pero no se fijó el precio de venta 226.
A la vuelta, el Fundador comunicó a Mons. Devie las gestiones llevadas a cabo en la Motte y la opinión
de Mons. Billiet, que, aunque deseaba la fundación de esta casa, era partidario de postergar el asunto, para
no complicar a una comunidad tan pobre con una deuda bastante grande, a la vista de las importantes
reparaciones que había que hacer en el inmueble para ponerlo a punto. Mons. Devie opinaba lo mismo y
aconsejó al Hermano Gabriel que haría mejor estableciéndose en Belley 227. El Hermano Gabriel tuvo que
reconocer que las observaciones que le habían hecho eran razonables y las aceptó, sin mayores
problemas, ya que además de carecer de recursos económicos tampoco parece que dispusiera de hombres
capacitados para la fundación de una casa como la que se pretendía. El 24 de Abril de 1843, el párroco de
la Motte le escribía:
"Estimado Superior,
Le comunico con toda rapidez una noticia que, supongo, le va a agradar. Se trata del resultado de las
gestiones que con tanto interés han realizado los señores Marqueses de Costa. Después de unas cuantas
reuniones con el señor conde Fernando, se ha podido llegar a fijar la cifra que se negociaba, cuando
estuvo Vd. en la Motte. No vale la pena explicarle todas las dificultades que se oponían a nuestros planes;
ya se lo contaré en una próxima conversación. Los precios de las casas eran tan elevados que, durante
unos días no se podía ni tratar con el vendedor. Finalmente, ayer por la tarde, el señor Marqués consiguió
la respuesta que deseábamos, es decir, que él cedería el castillo, los tres edificios adjuntos y los jardines,
dentro del recinto, por 45.000 francos, y como Vd. tenía la intención de hacerse con las obradas de tierra,
que están más arriba del castillo para que pudieran trabajar los Hermanos, ha conseguido la promesa de
224
Ms. B.: "Tuvo que resignarse, ya que en aquel momento no podía emprender aquella obra".
225
Es un dato interesante, añadido por los correctores.
226
El ms. B. tenía algunos detalles más, que oscurecían un poco la comprensión del asunto; por eso, algunas líneas del H. Federico
fueron eliminadas.
227
El H. Federico había puesto aquí algo que nos parece conveniente destacar: "El Consejo de la Casa Madre sobre la situación
económica y el personal de la Congregación estaba de acuerdo con el criterio de los dos Obispos ... Tuvo que batirse
en retirada". Señalemos .la sinceridad del H. Federico, que no tiene miedo de resaltar que el Consejo se había opuesto
-en este asunto de la Motte- a los planes del Fundador. Lo mismo sucedió con Tamié y con otros asuntos más.
120
venderlas en 5.000 francos; todo ello hace un total de 50.000 francos. Esta cantidad de cinco mil francos
no empeora su situación, sino que, 18 por el contrario, la mejora, ya que Vd. no tiene nada que ver con
eso; así me lo ha afirmado el señor Marqués, que está dispuesto a hacer muchas otras cosas en favor de
Vd. Y, si no, al tiempo.
Estimado Hermano Superior, ahora tendrá que entregar le Vd. treinta mil francos por las propiedades
arriba mencionadas, las cuales pasarán a ser propiedad de su Comunidad. Esto es imprescindible para
poder tratar con el consejo municipal, que está decidido a levantar la casa rectoral. En cuanto hayamos
recibido respuesta de Vd., el señor Marqués reunirá o, al consejo para saber hasta dónde va a
comprometerse en nuestro asunto, haciendo cuantas gestiones y gastos sean requeridos para conseguir
que acceda Vd. a la posesión. La prueba de lo que digo está en una frase de una carta suya que yo he
recibido y que dice: 'Señor párroco, escriba Vd. inmediatamente al buen Hermano Superior y úrjale una
respuesta pronta y categórica. Si la carta es como esperamos que sea, yo me encargo,... etc." 228.
El 25 de Abril, respondía nuestro Fundador:
"Estimado señor cura párroco,
Agradezco infinitamente a los señores Marqueses el vivo interés con que están actuando para
proporcionarnos una casa de noviciado en la Motte. El Señor les recompensará todo cuanto en su bondad
han hecho en este asunto. Se resuelva como se resuelva el problema, les estaremos siempre agradecidos y
pediremos al cielo que vivan largos años tan dignos y piadosos protectores, a quienes profesaremos
nuestro afecto y nuestro amor.
Si el señor Marqués no se ha comprometido demasiado en las negociaciones de compraventa, dígale, por
favor, señor cura, que no siga adelante, ya que ahora me encuentro en un mal momento: nuestro Obispo y
el Arzobispo de Chambéry, así como el Consejo de nuestro Instituto, que son mis consejeros, no están de
acuerdo en que nos metamos en deudas, adquiriendo inmuebles; me han indicado que no siga adelante y
que vea otros lugares, donde podrían favorecernos en el asunto de la fundación de un noviciado. Y mire
Vd. por dónde nos acaban de ofrecer gratuitamente una hermosa finca en la diócesis de Besançon 229.
Muchas otras localidades aprecian asimismo las ventajas de tener un noviciado. Pero, ¿qué puedo hacer
en esta difícil situación en que me encuentro? Estando al frente de una Congregación, tengo que defender
sus intereses: por una parte, conviene aceptar lo que acaban de ofrecernos, y, por otra, sería también muy
bueno recibir lo que nos brindan el señor Marqués Costa y su dignísima esposa, y, en consecuencia, ir a
Saboya y colocar a nuestro Instituto bajo su amable y poderosa protección 230. Estas serían las
condiciones para llevar adelante el asunto en cuestión:
1°. Como tendríamos que hacer frente a gastos enormes para amueblar y acondicionar el castillo de
manera que pueda servir de noviciado, así como los otros tres edificios adjuntos que dependen de él,
junto con los jardines dentro del recinto, al igual que las obradas de tierra que se encuentran más abajo,
nosotros no podríamos aportar para la compra de todo lo mencionado anteriormente, más de veinte mil
francos; incluso necesitaríamos varios años para pagarlos.
2°. Los treinta mil francos que faltan para completar la suma de cincuenta mil, precio estimado de los
edificios mencionados, provendrían, por una parte, de los quince mil francos que los señores Marqueses
han ofrecido generosamente para esta buena obra, y, por otra, del ayuntamiento de la Motte o de otros
bienhechores, corriendo a nuestro cargo solamente proporcionar el local de la escuela comunal de la
228
Nos ha ocurrido ya varias veces que no hemos señalado la fuente de las cartas recibidas; se debe a que la ordenación de los
Archivos de la Sagrada Familia de Belley, relativos al Fundador, no se ha terminado aún ni con mucho y las
indicaciones de los legajos de documentos y de las carpetas podrían experimentar algunos cambios en el futuro;
además, en este momento, nos encontramos lejos de esos archivos, por lo que no podemos indicar exactamente el
lugar de los documentos. Perdonen nuestros lectores.
229
Ms. B.: "... hace algunos días, nos ofrecieron una casa en Seyssel, que está mucho más cerca de aquí". Estas palabras, que
figuran en la copia de las Cartas (cf. Cartas, III, pp. 26-27), han sido eliminadas por los correctores.
230
El Ms. B. contenía esta breve reflexión, por otra parte, idéntica también a la copia, conservada en los ASFB: "Creo que puedo y
debo hacer mejor" (cf. Cartas, III, p. 26).
121
Motte y el y alojamiento de los Hermanos de la Sagrada Familia que se o encargarán de dirigirla.
Si se aceptan estas condiciones, haremos la escritura, en cuanto desee el señor Marqués; pero conviene
que le diga vd. que no podríamos hacernos cargo antes del mes de Mayo o del año que viene. Tenga la
bondad de comunicarme, señor o párroco, si pueden aceptar nuestras condiciones" 231.
Por esta carta, el señor Marqués comprendió que el Superior se desentendía de este proyecto. Lo sintió
mucho, le escribió, haciéndole saber que se daban por no existentes todas las anteriores negociaciones. El
señor Marqués que, como le había expresado a nuestro Fundador en su carta del 8 de Mayo, veía en este
asunto una obra buena que quería hacer él en favor de su pueblo y de la enseñanza gratuita de la juventud,
se dirigió a otra congregación 232 que tenía más medios económicos que nosotros. Nuestro Fundador
experimentó un profundo dolor, no tanto por no poder fundar un noviciado en la Motte, cosa que no veía
factible en aquellos momentos, cuanto por tener que abandonar el lugar donde había fundado la primera
casa del Instituto en Saboya, y, sobre todo, por no poder corresponder a los requerimientos y buenas
intenciones del señor Marqués, que siempre le había apoyado con interés ante el Rey y sus ministros. Le
expresó estos sentimientos emocionadamente en una carta escrita el 13 de Mayo, pidiéndole, al mismo
tiempo, que no dejase de ser su protector.
Esta decisión del Hermano Gabriel disgustó a muchos Hermanos de Saboya, que, como eran jóvenes y
carecían de experiencia, no podían comprender todos los motivos que le obligaban a actuar así 233.
Habrían preferido que la Casa Madre se hubiera establecido en la Motte, pero el Fundador habría sido
ingrato con su Obispo, aparte otra serie de inconvenientes graves que se habrían seguido, de hacerlo así
234
.
Habiendo descartado para un futuro próximo el establecimiento de una segunda casa de noviciado en
Saboya, nuestro Fundador se dedicó a ampliar la casa de Belley, aunque todavía no había completado el
pago de la parte comprada al señor Maret, en 1840. La casa Tendret, al lado de la nuestra, con patio,
jardín y una amplia finca, pertenecía a las señoritas Manjot, que regentaban en ella un internado 235. Este
edificio nos convenía mucho. Las señoritas Manjot, que lo habían comprado, mediante escritura privada,
accedieron a vendérnosla por seis mil francos más de lo que ellas habían pagado. Como la escritura de
compraventa no estaba registrada, el Fundador adquirió los derechos de las mencionadas señoritas ante el
señor Tendret, con quien la venta se hizo registrar por medio de escritura pública. Esta compra, que
importaba un total de 36.000 francos, no pudo ser cancelada del todo hasta el año 1861.
Hecha la adquisición, el Fundador se dedicó a instalar en aquellas dependencias un dormitorio y un
comedor, que eran indispensables para las vacaciones que se avecinaban, ocupándose también de
aprontar la casa. Los novicios y los Hermanos trabajaron con gran entusiasmo. Se resintieron los estudios,
ciertamente, pero no se podía hacer de otra manera, por falta de medios con que pagar obreros. Hay que
231
Cf. en Cartas, III, p. 27 el pequeño párrafo conclusivo.
232
La frase que sigue es de los correctores; el H. Federico, más sencillo, había escrito: "... cuyos recursos económicos eran más
abundantes que los nuestros". Se trataba, como bien sabemos, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
233
Incluso, aunque entre los correctores había Hermanos saboyanos, es útil señalar la diferencia respecto a la primera redacción
del H. Federico, Hermano muy joven y saboyano: "Esta carta le atrajo algunas críticas, incluso de parte de algunos de
los suyos, Hermanos saboyanos, que, por ser jóvenes todavía ...".
234
El ms. B. añadía este párrafo que fue suprimido: "Si la Casa Madre hubiera estado en los Estados Sardos, ¿Cómo podría
haberse extendido en Francia, hasta el momento de la anexión? Examinando todas las cosas lo mejor posible, y, tal y
como podían preverse en aquel momento, creemos que el Fundador tuvo buenos consejeros y que obró correctamente
al seguir sus consejos" (p. 296).
235
Las cinco páginas siguientes del Ms. B. (297-301) han sido muy cambiadas y corregidas por el equipo de 1891-1895. A decir
verdad, el H. Federico, al escribir muchos años después de los acontecimientos, no podía recordar todos los detalles ni
tampoco acudir continuamente a las fuentes; en efecto, él pone aquí algunas líneas sobre el asunto de Santa María, que
había sido olvidado, a partir del año 1840. La. Positio en las páginas 1007-1009, ha intentado reproducir el texto
primitivo del H. Federico, muy retocado en el original. le remitimos allí al lector.
122
hacer notar aquí que, de no haber sido por esta extrema carencia de dinero, las reparaciones y
construcciones se habrían hecho de un modo mejor y más conveniente a las necesidades de la casa y que
ésta no habría dejado tanto que desear en lo referente a la distribución de sus diversas partes; nuestro
buen padre, que temía mucho endeudar a la Congregación, disponía que las cosas fueran haciéndose poco
a poco; así fue que sólo pudo acabarlas el año de su muerte.
Señalemos que, contrariamente a lo ocurrido a casi todas las Congregaciones, él no recibió nunca una
donación de cierta importancia. Podemos decir que, habiendo colocado a su Congregación bajo el
patrocinio de la Sagrada Familia de Nazaret, estos santos patronos han querido, como todavía lo siguen
queriendo, mantenerla en la pobreza y en la humildad, al mismo tiempo que en la pequeñez de sus obras:
esto es una realidad que no podemos negar. Así, pues, el Hermano Gabriel vivió siempre al día,
recibiendo de Dios solamente los medios con que cobijar pobremente a sus hijos, a medida que
aumentaban, y alimentarlos con gran austeridad. ¡Dichosos los Hermanos que llegaron a comprender
entonces y que comprenden ahora que ésta es la voluntad de Dios para con nosotros! ¡Más dichosos aún
si saben obrar el bien sin esa ostentación que da prestigio ante los hombres, pero que no hace falta para
trabajar por la gloria de Dios!
El Hermano Gabriel deseaba mucho tener una capilla adecuada. Hasta entonces, el comedor había hecho
de capilla, pero esta situación no podía seguir así, por muchos motivos. Nuestro Fundador se dio prisa en
poner a punto la antigua capilla de San Vicente, que formaba parte de la casa que acababa de comprar.
Pudo ampliarla con una habitación contigua y, a partir de las vacaciones de 1844, se pudieron celebrar en
ella las ceremonias litúrgicas y los retiros. Grande fue su alegría, comunicada a los Hermanos en la
circular de 26 de Agosto de 1844, al convocarlos para los ejercicios del Retiro. Les decía: "La compra que
acabamos de hacer para ampliar nuestra Casa Madre, la capilla que hemos hecho y que bendecirán
solemnemente, el próximo 2 de Septiembre, nuestro venerable Obispo y otros tres Prelados más; todo
ello, queridos Hermanos, debe consolarnos, animarnos e impulsarnos a agradecer a Dios sus beneficios y
hacernos merecedores de recibir otros más. Seremos dignos de ello si vivimos continuamente en gracia y
si practicamos fielmente las virtudes que exige de nosotros nuestra profesión" 236.
Nos parece oportuno hablar aquí de algo que se le reprochaba a nuestro Fundador, incluso por parte de
algunos sacerdotes, que no se retraían de hacerlo. Decían de él que era tremendamente exigente, cuando
le debían algo, bien fueran los ayuntamientos, los fundadores de alguna casa o los novicios, cuando se
trataba de admitirles en el Instituto. Hablemos, en . primer lugar, de los ayuntamientos.
¿Es que acaso era mucho 200 francos anuales, asignados a cada Hermano, además de su alimentación?
Solamente en vestirse y en comprar algunas otras cosillas, podían gastar ya unos 100 francos. Parte del
resto se iba en el viaje anual a la Casa Madre y en el pago de la pensión, durante el tiempo que en ella
tuvieran que estar. Incluso había quienes hacían cálculos económicos sobre el tiempo que permanecían
los Hermanos en Belley. De ordinario, llegaban en la primera quincena de Septiembre. El ideal habría
sido que no volvieran a las casas hasta la apertura del curso escolar. Varias de las fundaciones, más que
ayudar a los gastos de la Casa Madre, eran una auténtica carga para ella. No vamos a dar los nombres de
los lugares, en los que se actuaba como si para el Fundador fuera suficiente paga el honor de haber
aceptado a sus Hermanos 237.
Y en la admisión de los novicios, ¿es que no era conforme a justicia exigirlo? Lo prometido es deuda y,
tanto los padres como cuantos les daban la razón, carecían de ella en sus reclamaciones. ¿Acaso no eran
libres de aceptar o rechazar las condiciones de admisión, que siempre se discutían antes de entrar? El
hecho de que otras Congregaciones admitieran a los interesados con menos cargas económicas no
significaba nada, ya que nadie les impedía llevar a sus hijos a esas Congregaciones. Tenemos a mano
bastantes cartas, dirigidas por el Fundador a los Postulantes, en las que les dice que nuestras Reglas
exigen determinada cantidad, pero que, si prefieren ir a otras Congregaciones que les convienen más en
236
Cf. el conjunto de la circular en Circulares a los Hermanos, Reimpresión de 1969, pp. 9-13. La cita anterior está en la p. 12.
237
Aquí terminan las páginas de este capítulo, que han sido las más retocadas por los correctores y cuya redacción original puede
verse en la Positio. Cf. la Nota anterior, n°. 234.
123
este aspecto, que cada uno haga lo que prefiera. Si es cierto que el Fundador se mantenía firme, cuando
los padres estaban en situación de abonar los gastos convenidos, no lo es menos que admitía en
condiciones más favorables a quienes no tenían muchos bienes de fortuna y hacía cuantas concesiones
podía a aquellos que, habiendo prometido pagar, después no podían hacerlo fácilmente. En lo que se
refiere a los novicios, nos parece que hacía bien en exigir, antes de la profesión, lo convenido y esto,
según las distintas posibilidades. Porque la experiencia enseña que, una vez hecha la profesión, los padres
no se preocupan demasiado de pagar sus deudas. En este caso, resulta bastante molesto importunar a unas
personas, que, aunque puedan pagar, se han hecho a la idea de que no van a expulsar a su hijo, una vez
que ya ha hecho los votos. También resulta molesto al profeso presenciar estos problemas. Claro que
habría sido y será siempre mejor admitir gratuitamente a cuantos se presenten y tengan las cualidades
exigidas, pero para ello hay que contar con medios económicos suficientes; aunque sería de desear, no
siempre es factible todo lo que se desea. Visto lo anterior, constatamos que el Fundador no podía hacerlo
y que para asentar a una Congregación y albergarla, hacen falta recursos económicos. ¿Era justo, pues,
que le criticasen porque reclamaba el cumplimiento de sus obligaciones a quienes se habían
comprometido a ello?
Nos permitimos aquí hacer una observación, que, sin duda alguna, él había tenido bien presente en los
comienzos de la Congregación, observación que encontramos expresada en una! carta dirigida, el 5 de
Diciembre de 1855, al Hermano Víctor, que acababa de mandarle dos postulantes. Escribía: "La
experiencia me ha enseñado que, a menudo, quienes piden que se les reciba gratuitamente en las casas
religiosas, lo hacen sencillamente porque no saben qué van a ser en el futuro o porque lo único que
quieren es recibir una buena educación, sin que tengan intenciones muy claras. A poco que se sientan
heridos en su amor propio, como consecuencia de las pruebas inherentes a la vida religiosa o si pueden
encontrar un trabajo que les convenga más, abandonan las comunidades, pagándolas con la ingratitud y
colmando de dolor a los superiores y haciendo sufrir a la vida religiosa" 238.
Se comprende fácilmente que un joven que se impone algún sacrificio para ingresar en la vida religiosa,
ofrezca más garantías de perseverancia; igualmente, que unos padres tengan que sacrificarse para facilitar
a sus hijos el seguimiento de su vocación quiere decir que encuentran en ellos algunas señales de que
Dios les llama. No creo que se pueda decir lo mismo de un joven con el que su familia no tenga que
gastar nada. La opinión del Rvdo. Guillot, antiguo profesor del seminario mayor de Bourg y párroco de
Ambérieu-en-Bugey en 1852, viene a confirmar lo que acabamos de decir. En aquella época, otros tres
Hermanos y yo trabajábamos con este excelente párroco. Uno de estos Hermanos, con el que se había
gastado mucho en su instrucción y que había dado muchos dolores de cabeza al Fundador para pagarle lo
convenido antes de admitirlo, no había aprovechado mucho las excelentes enseñanzas recibidas en el
noviciado. Estábamos charlando un día y la conversación recayó sobre el tema de la admisión de los
novicios. Este pobre religioso se permitió decir: "Para el Hermano Gabriel toda vocación es buena si
puede aportar mil francos". "Ciertamente, Hermanito, si un joven o sus padres hacen el sacrificio de mil
francos por este motivo, para mí que es una buena a señal de vocación. Viendo cómo en el mundo la
gente se apega al dinero, un joven no haría un sacrificio parecido, a no la ser que se sintiera
verdaderamente llamado por Dios, así como los padres no lo harían tampoco, si no contasen con la
perseverancia de su hijo. Mi opinión es que el sacrificio de mil francos es una buena señal de vocación".
El pobre Hermano se quedó cortado. No perseveró en su vocación y, después de haber hecho sufrir a sus
superiores, salió a buscar mejor fortuna en el mundo.
Quizá habría sido mejor pasar por alto estos acontecimientos, pero, como estamos escribiendo una
historia, creemos que tenemos que contarlos y dar a conocer cuál ha podido ser causa de la acusación
hecha a nuestro Fundador. Las persona que han renunciado al mundo no deben ocuparse de los bienes
238
Esta larga e interesante carta del Fundador -de la cual el H. le Federico no cita más que un párrafo- se encuentra en el Vol. X de
las Cartas. pp. 125-127, con fecha de 10 de Diciembre de 1855 y no del 5. Este H. Victor (Agustín Chevrier) entró en
el Instituto en 1842 y salió del mismo el 19 de Mayo de 1856; dato tomado del registro Entradas de los novicios, I.
Estas últimas páginas del H. Federico, que tienen un cierto tono apologético, dan testimonio, al mismo tiempo, de su
gran amor por el Instituto.
124
terrenales. Y se sentirían plenamente felices si pudiera desentenderse de ellos por completo; pero el
estado religioso no elimina las necesidades materiales de la vida 239.
239
El ms. B. contenía una reflexión que fue eliminada. Es la siguiente: "... y si las instituciones mismas no deberían ayudar a la
humanidad sufriente (o a esta parte de la sociedad), que no tiene bienes de fortuna. Es lo que hacía observar, con
mucha razón, el R. Padre dom Juan Bautista, de santa memoria, General de los Cartujos, a u religioso que le pedía
algún dinero para ayudar a los novicios que s congregación no podía admitir, por falta de recursos" (pp. 305-306).
125
CAPITULO XXVII
CAMINO DE SANTIFICACIÓN. CONVERSIÓN DE FRANCISCO TABORIN. MUERTE DEL SR.
DE LAUZIERE. EXAMEN DE LOS HERMANOS EN CHAMBÉRY. INTERÉS POR LA
FORMACIÓN DE LOS HERMANOS MAESTROS. COMPORTAMIENTO CON LOS QUE SALEN
O QUIEREN SALIR DEL INSTITUTO. INSTRUCCIONES AL RESPECTO.
Hasta el año 1844 el Instituto no había publicado ninguna obra propia con finalidades escolares. A pesar
de sus numerosos trabajos, el Fundador emprendió la composición de un libro de lectura para las escuelas
de la Congregación, titulado "Camino de Santificación". Según el autor, tenía que servir para muy
diversos fines, evitando así la compra de otros libros.
La primera parte, dedicada a la lectura propiamente dicha, trata de la existencia de Dios, de las grandes
verdades de la religión, de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, de los sacramentos, de los deberes
del hombre en las principales ocupaciones a las que puede ser llamado, etc. Esta primera parte, que es la
principal, tiene auténtico valor, ya que los domingos puede servir de lectura espiritual a los mismos
padres de los alumnos. La doctrina es segura, ya que revisó y corrigió las pruebas de imprenta, cuando fue
necesario, el mismo Mons. Devie, conforme las iban sacando. El estilo es correcto y tan atractivo como lo
permiten los temas tratados.
La segunda parte contiene la oración de la mañana y de la tarde, el ordinario de la misa, las disposiciones
necesaria: para recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, con las oraciones y ejercicios
apropiados para hacerlo CON las mejores disposiciones.
La tercera parte tiene el ordinario de la misa en latín los oficios del domingo y de las fiestas principales
del año los himnos, las secuencias, etc.; hacía las veces de Salterio.
Finalmente, la cuarta parte tiene una selección de canto religiosos propios de aquella época y algunos más
modernos casi todos ellos con coro.
Esta obra, como tantas otras de verdadero mérito, teniendo en cuenta los tiempos que corremos, no fue
del gusto de los maestros de entonces. Son preferibles otros libros para los jóvenes: agradables,
distraídos, interesantes, pero que, de ordinario, no dejan en el corazón ningún sentimiento noble elevado,
cosa que sólo la religión puede hacer. El Fundado! recibió felicitaciones, de las cuales citamos solamente
la de Mons. Vibert, Obispo de Saint Jean de Maurienne.
"Respetable Hermano,
He recibido el hermoso ejemplar que Vd. me envió de se libro para las escuelas. Quiero expresarle mi
más profundo agradecimiento. Las ocupaciones de estas últimas semanas no me han permitido leerlo;
solamente le he dado una ojeada; he podido ver que trata Vd. en él todas las verdades que conviene que
conozcan nuestros jóvenes. Además, la aprobación del señor Obispo de Belley es lo suficientemente
honrosa para que yo pueda añadir nada a ella".
El Fundador publicó años más tarde, "La Gramática francesa" y otro libro de lectura, titulado "Tesoro de
las escuelas" 240. La introducción de libros extranjeros en los Estado Sardos por aquella época, resultaba
muy cara, por el pago de los derechos de aduana. Nuestro Fundador obtuvo del Rey el permiso para
enviar a Saboya un determinado número de ejemplares, destinados a nuestros alumnos, y libres de
impuestos.
***
Los designios de Dios son misericordiosos e impenetrables; unas veces nos consuela y otras nos aflige;
nos humilla o nos enaltece, pero nunca nos abate del todo. Nuestro piadoso Fundador experimentó estos
240
La Gramática francesa para uso de las escuelas primarias publicada en (Julio-Agosto de) 1847; hacia finales de este mismo año
el Fundador publicó también "Elementos de lectura y de canto gregoriano"; hasta 1860 no publicó "Te.roeré de las
escuelas cristianas". Todas estas obritas tuvieron varias ediciones. Cf. Positio, Doc. XIX.
126
cambios y estos consuelos a lo largo de unos diez años. Ya vimos anteriormente que su hermano
Francisco había muerto cristianamente en el Hospital General de Lyon 241. Desde hacía algún tiempo este
hombre venía descuidando sus deberes religiosos. Nuestro digno Fundador sufría mucho por su causa, se
informaba de vez en cuando, preguntando al párroco de Belleydoux, para saber si aquella oveja
descarriada había vuelto al redil. Pero, desgraciadamente, de las respuestas no correspondían a sus
deseos. Le estaba reservado a él mismo llevarlo a Dios. Francisco, que andaba escaso de dinero, vino a
Belley a visitar a su hermano, quizá esperando alguna ayuda. El Fundador, ciertamente, no le pudo dar
más que una insignificancia comparado con lo que él pretendía; en cambio le proporcionó una
sobreabundante alimentación espiritual, durante los escasos días le tuvo a su lado. Francisco escuchaba a
su hermano, aprobaba lo acertado de sus razonamientos, prometía que..., pero... Ya se disponía a
marcharse, sin haber puesto en orden sus asuntos espirituales, cuando Dios escuchó las oraciones del
piadoso Superior: aquel hombre empedernido, que había reservado ya su plaza en la diligencia, cayó
enfermo y se convirtió, durante el tiempo que aquella enfermedad le retuvo aquí, con nosotros. El
Hermano Gabriel informó del asunto con toda rapidez al Rvdo. Mermillod, por medio de la carta
siguiente:
"Señor cura párroco,
Desde hace muchos años tenía un problema familiar, causado por el descuido y la indiferencia de mi
hermano Francisco en el cumplimiento de sus deberes religiosos; hoy, sin embargo, tengo la satisfacción
de comunicarle que Nuestro Señor se ha mostrado misericordioso con él. El mismo día que ya tenía
billete reservado en la diligencia para volverse a casa, cayó enfermo. He hecho cuanto he podido para
hacerle comprender lo que podría ocurrirle si le llegaba la muerte, sin haber puesto en orden su
conciencia. Me contestó que hacía tiempo que lo deseaba y que sentía enormemente su negligencia en
hacerlo. Me pidió que le ayudase a hacer el examen de conciencia y que luego le mandase un confesor.
Me di prisa y avisé al Rvdo. Padre Ducharne, religioso marista y confesor extraordinario de nuestra
comunidad. El enfermo y yo nos hemos sentido profundamente emocionados por este acto religioso, que
espero renueve, de vez en cuando, en el futuro, según me ha prometido. Confío mucho en que persevere
en estos buenos sentimientos que tiene ahora y que, en adelante, nos dará mayores consuelos aún,
cumpliendo fielmente todos sus deberes religiosos. Pido al Señor que le conceda esta gracia y que cuide
de él. Sin ello sería doblemente desgraciado" 242.
Las esperanzas del piadoso Fundador no se vieron defraudadas. Una carta del Rvdo. Colletta, párroco de
Oyonnax, donde vivía Francisco, antes de ir a Lyon, le comunicaba que su hermano cumplía con todas
sus obligaciones de cristiano.
***
Ese mismo año murió de un repentino ataque de apoplejía fulminante el buen señor de Lauzière, un
verdadero amigo del Fundador y de la Congregación. Le había ayudado, al llegar a Belmont; le había
animado en sus desfallecimientos y respaldado con su crédito y ayudas en sus dificultades y situaciones
penosas. Incluso después que la Comunidad se fue a Belley, nuestro Fundador siguió encontrando en el
señor de Lauzière el mismo espíritu de entrega, el mismo aprecio y el mismo desinterés que en Belmont
243
. El Hermano Gabriel recibió la noticia de esta muerte prematura por medio de una carta del Rvdo.
Gâche.
"1 de Diciembre de 1844
Querido Hermano y amigo,
241
Cf. Nota 11 y el. texto correspondiente del H. Federico.
242
Esta carta es del 29 de Febrero de 1844: cf. Cartas, m, p. 100.
243
El ms. B.: "Hasta el momento de su muerte, estuvo a nuestra disposición para ayudamos en la compra de alimentos al por
mayor para la comunidad, ya que éstos podían encontrarse en Belmont en mejores condiciones".
127
El viernes pasado me pidió Vd. noticias de la casa de Hostel 244. Le dije que todos estaban bien. Ahora
tengo que comunicarle una noticia tremenda: el señor de Lauzière ha muerto. Hoy, domingo, a la salida
de misa, tras invitarme a comer con él el martes próximo, ha tenido una discusión con ese gordo
repulsivo de Tronchon, y entre las localidades de Belmont y de Samonod, ha sufrido un ataque de
apoplejía fulminante. La señora de Lauzière y Clarissa se encuentran en una situación lamentable.
Como puede darse cuenta, querido amigo, no hace falta os mucho tiempo para morir, ya que puede uno
hacerlo en coche y sin padecer enfermedad alguna. Me había invitado en la sacristía para ir a comer con
él el martes; ése será el día de su entierro y de un gran duelo. No puede Vd. suponer cuánto lo siento; no
llego a encontrar consuelo para mí ni sé qué decirles a los demás, así como tampoco sé decirle a Vd.
apenas nada más. Todo lo que me retenía en Belmont ya no existe. No sé cuánto tiempo más aguantaré
allí" 245.
Aquella muerte tan imprevista afectó de tal manera a la señora de Lauzière, que tuvo que guardar cama.
Incluso llegó a temerse por su vida. El Fundador, al no haber podido manifestarle sus sentimientos el día
del funeral, lo hizo mediante una carta en la que su corazón agradecido supo encontrar expresiones, si no
capaces de cicatrizar aquellas heridas sí, al menos, apropiadas para aliviar un poco a aquella alma tan
desconsolada. Durante mucho tiempo, hizo elevar hasta el trono del Altísimo sus propias oraciones y las
de su comunidad en favor de aquel hombre bueno 246.
***
Con anterioridad al año 1848, no se exigía título alguno para enseñar en Saboya. Bastaba una
autorización, siempre renovable, y que otorgaba la persona encargada de la Reforma de los Estudios.
Antes de concederla, se examinaban los conocimientos del que la pedía, pero de un modo superficial; no
se trataba de un examen propiamente dicho, al que no estaban obligados, generalmente hablando, los
maestros pertenecientes a las congregaciones religiosas. El Fundador, bien lo hiciera para estimular a sus
Hermanos, bien para hacer ver que éstos tenían los conocimientos requeridos para enseñar
adecuadamente, pidió al señor Arzobispo de Chambéry que, al finalizar el año escolar, tuviera a bien
examinarlos sobre los contenidos de los programas de primera enseñanza. En una carta del 3 de Agosto,
le decía:
"Monseñor, como Vuestra Excelencia ha aceptado que le presente a los Hermanos dedicados a la
enseñanza de Saboya para examinar su capacidad y, mediante ello, animarles a trabajar y a
perfeccionarse, me gustaría que este examen pudiera celebrarse en el Seminario Mayor de Chambéry, el
día 24 de Septiembre, martes, así como que esos Hermanos pudieran comer allí mismo, naturalmente,
abonando los gastos correspondientes a dicha institución. Como son muchos, creo que no sería
conveniente que comieran en una posada. Le pido, Monseñor, que me comunique si está Vd. libre ese día
para al examinar a los Hermanos en la fecha mencionada y si es posible que se reúnan en el Seminario
Mayor. Espero su decisión sobre este asunto, para ponerla en conocimiento de los Hermanos, mediante la
circular que quiero enviarles inmediatamente, con motivo del retiro anual y de la bendición de la capilla
que acabamos de hacer en nuestra casa de noviciado de Belley.
Quiera..., etc." 247.
El Prelado se puso de acuerdo con el encargado de la reforma, que era el senador Coppier, y fijó el
examen para el día 17 de Septiembre. Los Hermanos se presentaron en número de cuarenta, y comieron y
244
Nombre del castillo del señor de Lauziere.
245
Esta carta --como todas las demás, citadas por el H. Federico-- se encuentra en los ASFB, clasificada en la carpeta Gâche.
246
Ms. B.: "... este hombre honrado, caritativo y buen cristiano ..."; cf. también carta del 4 de Diciembre de 1844, en Cartas, III, p.
186.
247
Cf. texto completo de esta carta de 1844, en Cartas, III, p. 148.
128
se alojaron en el Seminario Mayor, que Su Excelencia puso a su disposición. Nuestro Fundador,
acompañado del capellán, el Rvdo. Gourmand, recibía a los Hermanos que procedían de todos los
rincones de Saboya. Ya en Belley, comunicó a Mons. Devie los resultados del examen, por medio de la
carta siguiente, pues aquél se encontraba en Bourg.
"23 de Septiembre de 1844
Excelencia,
Aprovecho la ocasión para comunicarle que tres Hermanos le nuestros acaban de conseguir el título para
enseñar. Otros cuarenta han aprobado el examen, el martes pasado, ante el señor Arzobispo de Chambéry,
acompañado por su Vicario General y por el señor Magistrado de la Reforma. Este examen ha durado
desde las siete de la mañana hasta las dos menos cuarto de la tarde. Monseñor ha quedado contento de
nuestros Hermanos. Hablando en general, ha constatado que están capacitados para poder enseñar. Se ha
portado muy bien con nosotros y no ha querido recibir nada por los gastos que hemos ocasionado al
Seminario, durante el día y medio que hemos estado allí" 248.
Efectivamente, el resultado fue muy satisfactorio y capa de tapar la boca a quienes, si es que los había,
denigraban nuestros Hermanos. No todos destacaron de modo eminente pero todos ellos dieron pruebas
de que tenían la capacidad exigible para poder enseñar con éxito. Algunos de ellos presentaron dibujos
geométricos y muestras caligráficas de auténtico valor; especialmente los de los Hermanos A. y T.
suscitaron la admiración de Monseñor y de los demás miembros del tribunal 249. Estos trabajos sirvieron
más tarde de modelos a quienes quisieron perfeccionarse en el arte de la caligrafía.
Tenía que estar muy seguro nuestro Fundador de sus Hermanos para haberse atrevido a tomar la iniciativa
de este examen. El poco tiempo que permanecían la mayor parte de ellos en el noviciado y el escaso
número de libros con que se contaba entonces, no facilitaban mucho los estudios; pero él se había fiado
del trabajo constante de la mayor parte de ellos. Pocos libros había entonces apropiados para los estudios
escolares en la enseñanza primaria y, por añadidura, no había dinero para comprarlos. Lo que sí puede
decirse es que, escogida una obra, se la estudiaba, se la aprendía, hasta se la asimilaba, si es que podemos
hablar así. De este modo resultaba comprensible que, sin tener unos conocimientos extensos, conseguían
éxitos verdaderamente sorprendentes, constatables todos los años en los exámenes y en las distribuciones
solemnes de premios en las que, tanto los maestros como las autoridades locales rivalizaban para ver
quién estimulaba más y mejor a los alumnos. Igualmente se comprende que aquellos maestros fueran
auténticos pedagogos, que formaban a excelentes alumnos, sin haber podido estudiar todavía lo que más
tarde recibiría el pomposo título de Normas de Pedagogía. En aquella época, los maestros trabajaban
mucho y encontraban en el amor a sus alumnos, al menos parcialmente, un no sé qué que suplía, quizá,
con ventaja, las reglas escritas de la pedagogía. En esto, lo único que hacían ellos era seguir los ejemplos
de su Fundador, que tampoco había estudiado esos famosos tratados, pero había hecho de sus alumnos, si
no unos eruditos, sí, al menos, jóvenes capaces de sacarse de apuros en las circunstancias ordinarias de la
vida 250.
***
El corazón del Fundador se emocionaba mucho, al ver la desdicha de aquéllos que habían tenido la
desgracia de ser excluidos de la Congregación o que habían decidido por propia voluntad salir de ella, sin
razones verdaderamente sólidas y justas 251. No les perdía de vista ni a unos ni a otros, a no ser se que
248
Cf. texto completo en Cartas, III, p. 165.
249
Las dos iniciales A. y T. correspondían, probablemente, a los Hermanos Amadeo y Teodoro Dépernex, que siempre tuvieron
una excelente caligrafía, como puede verse en muchos documentos de nuestros archivos.
250
Estas reflexiones del H. Federico son preciosas para nosotros y nos ayudan a formular algunas consideraciones sobre la
pedagogía práctica del Hermano Gabriel y sobre sus escritos al respecto.
251
En esta página de la biografía los correctores han pegado una hoja, en la cual han resumido, en unas treinta líneas, la belleza de
18 páginas del ms. B., que la Positio ha reproducido en las pp. 1014-1021 Y en la Nota 97 de la p. 1014. La
129
fueran ellos los que evitasen relacionarse con él; les hacía llegar la ayuda de sus consejos en las
dificultades o malos momentos en que pudieran encontrarse.
Pensaba que nuestros votos, aunque fueran votos simples y pronunciados en una Congregación aprobada
solamente por el Obispo (como lo era la nuestra hasta 1841), eran unas promesas sagradas, de las cuales
no podía uno desligarse sino por es motivos verdaderamente graves. No podía comprender que por
Aburrimiento, fastidio, voluntad de los padres o cosas semejantes pudiera uno renunciar a sus votos. Con
mucha dificultad daba su asentimiento para que un Hermano pudiera ser desligado de ellos por la
autoridad eclesiástica, pues creía quizá, Dios no los dispensase.
Pedía a los párrocos de los lugares en que se encontraba! los Hermanos, que los orientasen, que los
animasen y, si h creían necesario, que los reprendieran. ¿Acaso no lo necesitaban los que vivían solos en
la casa rectoral, sin otra compañía que la del párroco? ¿No lo necesitaban los que trabaja han en los
seminarios, en trabajos manuales? Habiendo visto por experiencia, que la situación de estos Hermanos
favorecía muy poco la perseverancia en la vocación, creyó que era más conveniente no mantener ese tipo
de actividad en el futuro.
A algunos Hermanos, y después de mucho pedirlo, les permitió que se fueran a una Orden más austera;
pero esto nunca lo hizo sin antes hacerles ver lo difícil de sus pretensiones. Demasiado sabía él 252 que, de
no mediar planes especiales de la divina Providencia, cada uno ha de permanecer allí, donde Dios le ha
colocado en un principio. Los acontecimientos posteriores le dieron la razón. Exceptuando a dos o tres
que murieron en la Trapa 253, los demás, después de haber ensayado el género de vida de esas órdenes,
durante algunos meses, pedían volver junto a su padre, que los recibía siempre con suma bondad.
Si admitía con gran dificultad que pudiera abandonarse su: Instituto para irse a una orden más austera,
menos admitía aún que quisiera uno salir de un Instituto para ingresar en otro menos austero. Conocemos
a un religioso cartujo, con el que hemos charlado frecuentemente, que, llevando ya en la Gran Cartuja
algunos meses, pidió con mucha insistencia ingresar en nuestra Congregación como hermano lego.
Aceptaba todas las condiciones económicas que entonces se exigían. Decía, que, incluso tenía que hacer
un gran sacrificio, al abandonar aquella bendita casa de la Montaña, donde tenía un hermano sacerdote.
Esta es la respuesta que le dio el Fundador:
"Estimado señor,
No sé exactamente qué responderle a Vd., con respecto al deseo que me comunica en su carta del 1 del
presente mes. Si no se encontrase Vd. ya en un monasterio tan santo, le diría que se viniera
inmediatamente a nuestra casa, a pesar de que ésta sea, bajo todos los conceptos, muy inferior a la que
Vd. habita. Resulta siempre muy peligroso abandonar un estado más perfecto para consagrarse a otro que
lo es menos. Es verdad que Vd. no tiene todavía compromiso alguno con la orden de San Bruno, pero
créame, estimado amigo, piénselo bien y no se comprometa sino con aquel género de vida que querría
Vd. haber vivido en la hora de la muerte.
El deseo que me ha expuesto Vd. de ser religioso de la Sagrada Familia, claro que puede venir de Dios;
pero para asegurarse de que eso es así, acuda al Espíritu Santo en la oración y no haga nada, sin
consultarlo con su confesor, con el Reverendísimo Padre Superior General y con el venerable Padre
Procurador de la santa casa donde vive Vd., y, después la de haberles expuestos todos los motivos,
aténgase a lo que ellos decidan. El Espíritu de Dios les asiste y sus consejos la siempre serán buenos y
acertados. Si, después de haber seguido todo este proceso, Vd. cree que Dios quiere que trabaje con
nosotros, bien como maestro o como Hermano lego, le recibiremos con gran alegría y conforme a las
publicación de estas páginas allí nos dispensa de ofrecerlas aquí ahora.
252
Ms. B.: "... nuestro buen padre ...".
253
Ms. B.: "... en este lugar, los otros, después de algunos meses de probar el género de vida de esta santa orden, pedían a su padre
que tuviera compasión de ellos; él los recibía siempre bondadosamente". Un ejemplo, entre otros, lo tenemos en el
Hermano Doroteo (Pedro José Prudent), que en 1862 "sentía vergüenza de pedir por cuarta vez su admisión en la
Congregación" (cf. Efemérides de la casa madre, 22 de Febrero de 1862: Positio, p. 733).
130
condiciones que Vd. me propuso en su carta. Puede Vd. venir, cuando quiera y, cuanto antes lo haga,
mejor" 254.
El buen Hermano Juan Pedro Garnier siguió estos consejos; vive todavía hoy haciendo el bien en el
monasterio donde siempre ha gozado de la confianza de sus superiores 255.
A propósito de lo anterior, leamos aquí las instrucciones generales del Fundador, que se encuentran en el
Nuevo Guía.
"El consejo de San Pablo es que cada uno debe perseverar en la vocación a la que Dios le ha llamado. Es
también opinión común de los Santos Padres y en particular de San Alselmo.
Aquellos a quienes Dios, por una gracia especial, ha llamado a la Congregación de la Sagrada Familia no
deben salirse de ella temerariamente, ya que Dios no cambia de designio con respecto a nosotros y quiere
que permanezcamos allí donde nos ha colocado. Si nos hubiera querido en otro instituto, nos habría
dirigido a él, proporcionándonos los medio necesarios para ingresar allí y alejando los obstáculos que
hubieran podido oponerse a él.
Respecto a los Hermanos que quieren dejar su congregación para ingresar en otra más austera o perfecta,
conviene que sepan que, a no ser que tengan motivos relacionados con su salvación eterna, lo que tienen
que hacer es seguir donde Dios los ha colocado, porque allí es donde El quiere que estén. Uno es
culpable, al obrar de otro modo. Al ingresar en una orden más austera, se empieza a experimentar en
seguida que se ha echado uno encima una carga con la que no puede y el pesar que siente por ello resulta
ser uno de los primeros castigos de su inconstancia.
¿Qué le impide al Hermano que desea vivir una vida más austera en otra orden, añadir, con permiso de
sus superiores, nuevas penitencias a las que ya se practican en nuestra Congregación? No hace falta ir a
buscar lejos, con el peligro de perderse, una perfección que tiene uno al alcance de la mano, es decir, en
su propia comunidad.
Es difícil encontrar entre los religiosos que piden permiso para pasar a una orden más perfecta, alguno
que no padezca de testarudez, de debilidad de espíritu o de ciertas rarezas; el origen de su inconstancia se
encuentra en estos desarreglos de carácter.
Quien pretende ir a una comunidad menos austera hace mal, porque los motivos que le impulsan a ese
cambio no pueden justificarle a los ojos de Dios. Lo que mueve a este religioso es el deseo de pasarlo
bien; pero lo que tiene que saber es que su obligación es dedicarse por entero al servicio de Dios y
seguirle, tanto en el Tabor como en el Calvario.
Por lo demás, resulta extraño que un religioso que cambie de congregación en estas circunstancias vaya a
acertar mejor en ese nuevo sitio, porque no va a encontrar en él todos los consuelos que se había
imaginado y, porque, además, suele os encontrar, de ordinario, dificultades en las que no había reparado.
En todas las comunidades religiosas se prueba al hombre como al oro en el crisol. No podrá nadie
permanecer en ninguna de ellas, si no está decidido a renunciar a sí mismo totalmente, a morir al propio
yo, a obedecer y a humillarse" 256.
254
Cf. texto de la carta del 9 de Agosto de 1844, en Cartas, III, p. 151.
255
Ms. B.: "A pesar de que nunca leerá él estas líneas, si que sabrá perdonar a su autor, que se sirvió de él para conocer la opinión
de su Padre espiritual al respecto".
256
Los artículos del Nuevo Guío, que el H. Federico cita completos o en parte, son, puestos por orden, los siguientes: 183, 184,
205, 206, 207, 208, 209, 210.
131
CAPITULO XXVIII
VOTOS PERPETUOS. MONTMELIAN, ALBY, DOUVAINE. TESTIMONIOS EXCELENTES
SOBRE LOS HERMANOS. LA REPÚBLICA DE 1848. SITUACIÓN ECONÓMICA DE LA CASA
MADRE. ANIMOS DEL RVDO. ROLAND. EL RVDO. GOURMAND, NOMBRADO PÁRROCO 257.
Al final del retiro de 1844 258 se hicieron los primeros votos perpetuos en la Congregación. Convencido
de que los votos por tres años, renovables anualmente por quienes lo deseaban, no ofrecían garantías
suficientes a la Congregación, nuestro Fundador, contando con la autorización de Mons. Devie y de
acuerdo con el Consejo de la Congregación, decidió que aquellos Hermanos que quisieran
comprometerse para siempre con el Instituto, si los admitía el Consejo, podrían, en lo sucesivo,
pronunciar votos perpetuos simples; de lo cual se informó a la Santa Sede. En este asunto, lo que hacía el
Fundador era adelantarse al deseo de muchos de sus religiosos. Dieciocho de ellos hicieron sus votos
perpetuos, el primer año. Este acontecimiento le consoló mucho.
Aunque el Breve de aprobación del Instituto no mencionaba sino votos por tres años, el Obispo podía
autorizar que se hiciesen perpetuos. Lo prueba el hecho siguiente: En 1869, un Hermano, mal aconsejado,
negó la validez de los votos pronunciados por él en la Congregación, considerándose libre para ingresar
en otro instituto, lo que, en efecto, llevó a cabo. El Superior en aquella época le dijo que, puesto que no se
atenía a las justas indicaciones que se le hacían al respecto, aceptase un juez imparcial: la Santa Sede. La
propuesta fue aceptada. Mons. de Langalerie, Obispo de Belley, que se encontraba entonces en el
Concilio Vaticano, aceptó presentar la cuestión ante quien correspondiese por derecho. La Congregación
de Obispos y Regulares declaró que aquellos votos perpetuos eran válidos.
Ya antes que aquella decisión fuera pública, el pobre culpable se había sometido. Leamos el relato de sus
dudas, enviado al Superior.
"28 de Mayo de 1870
Amor, honor, gloria y agradecimiento a María, a José ya vuestro santo Fundador, el Hermano Gabriel. No
puedo esperar más: por una parte, me encuentro muy satisfecho; por otra, lleno de pesar. Siento mucho
todas las penas y disgustos que mi excesiva y culpable ligereza le han causado. Perdóneme.
Le comunico, en honor a la verdad, algo extraordinario que me ocurrió la noche del jueves al viernes (26
al 27 del corriente). Permítame que le diga, antes de pasar adelante, que nada más recibir su carta del día
18, y antes de salir de mi habitación, me puse de rodillas, y allí, ante mi pequeño oratorio, comencé una
novena a la Santísima Virgen, rezando tres veces el 'Acordaos', en tres momentos distintos, y otra novena
a San José, rezándole nueve veces el 'Dios te salve, José'. Todo ello con la intención de ver si, realmente,
había ya hecho bien o no en salirme de la Congregación de la Sagrada Familia. ¡Con cuánto fervor pedía
yo esta gracia! '¡Dios mío, Dios mío' -repetía- 'por intercesión de María y de San José, dadme a conocer
vuestra divina voluntad; que todo ello sea para vuestra mayor gloria y para la salvación de mi alma. Con
el correr de los días, aumentaba mi fervor. ¡Ojalá rezase yo así siempre!'
El día de la festividad de la Ascensión transcurrió sin novedad; por la noche me acosté, agitado más que
de costumbre, por extraños pensamientos y con una gran tristeza, ya que no había conseguido nada en mis
oraciones. Tardé mucho en dormirme. De repente, me incorporé en la cama: el cuarto estaba iluminado
sin luz alguna y el R. Padre difunto, permanecía de pie, al lado de mi cama... Esta visión o sueño, porque
no sé qué nombre darle, me ha impresionado de tal manera que no necesito ninguna otra prueba. Me
257
Los capítulos XXVIII XXIX Y XXX del ms. C. no tienen su parte correspondiente en el ms. B. El cuaderno quinto del H.
Federico se ha extraviado o, bien, --esto es una suposición fue destruido, después de haberlo copiado, -íntegra o
parcialmente, cosa que desconocemos- en los tres capítulos del ms. C. La solución de este problema, si se llega algún
día a ella, podría reservamos sorpresas; pero, de momento, es imposible lograrlo, mientras desconozcamos el texto
original de ese cuaderno quinto.
258
29 de Septiembre de 1844.
132
basta con ella. No podré volver a la Congregación antes de las vacaciones, que empiezan el 1 de Agosto.
Creo que he de corresponder a la bondad y a las pruebas de confianza que han tenido conmigo en esta
casa donde me encuentro. Sin embargo, siento un gran pesar al no poder romper antes con esto.
Señáleme, Reverendísimo Padre, a algún Hermano de París con el cual pueda y a entrevistarme; si le
parece, me gustaría que fuera el Hermano Abel o el Hermano Antonino. Le pido, por favor, que les
escriba y me lo comunique.
Perdón mil veces, querido padre, por todos los disgustos que les he ocasionado, tanto a Vd. como a sus
dignísimos colaboradores" 259.
Durante el año 1845 y siguientes, el Fundador hizo esfuerzos, conforme a sus posibilidades, para ampliar
la casa e introducir en ella las mejoras necesarias. Se terminaron el comedor grande y el dormitorio
mayor. Todo el personal de la casa, Hermanos y novicios, echó una mano, como lo había hecho el año
anterior.
También hizo lo que pudo por embellecer la capilla y celebrar el culto con toda la solemnidad posible.
Mandó componer un Oficio propio para la fiesta de la Sagrada Familia. Pidió al canónigo de St.-Claude,
el Rvdo. Montgaillard que compusiera la secuencia "Praeclare gentibus", que forma parte de este Oficio
260
. El órgano manual, que tanto tiempo nos ha prestado servicios, le costó 300 francos. Tenía en tanto
aprecio la solemnidad de esta fiesta, que nos la anunciaba cada año con renovadas expresiones de ternura,
ingeniándose siempre para sorprendemos con alguna novedad.
Como la predicación desde el púlpito era tarea propia di los sacerdotes, no aceptaba realizar este
cometido si no era con permiso de la autoridad competente. Ofrecemos al lector una prueba de ello.
Escribía el 19 de Septiembre de 1845:
"Monseñor, como no disponemos todavía de una sala suficientemente amplia para que en ella quepan
todos los Hermanos durante las conferencias que les doy anualmente sobre la Regla, le pido autorización
para tenerlas en nuestra capilla y poder yo hablar desde nuestro pequeño púlpito para que ellos me oigan
mejor y yo verlos a todos" 261.
***
No hemos hablado de lo relacionado con la fundación de las casas, porque este tema nos habría llevado
demasiado lejos; pero lo haremos de aquí en adelante, siempre que valga la pena. Vamos, pues, a decir
algunas cosas sobre tres nuevas fundaciones.
Un piadoso bienhechor nuestro de Alby, en Saboya, queriendo apoyar la enseñanza gratuita para los
alumnos de su pueblo, había legado en testamento al ayuntamiento una finca, situada cerca de Alby. El
consejo de administración de la fundación y el ayuntamiento hicieron exagerados elogios al Fundador,
tanto de los beneficios de la finca, como de las ventajas de tener el Instituto una casa en Saboya, sin que
nos costase nada. Nuestro buen padre se dejó embaucar y firmó el nos 17 de Septiembre de 1845 un
contrato de arrendamiento por un período de 60 años, en virtud del cual se comprometía él y
comprometía a sus sucesores a proporcionar dos Hermanos dos maestros para la escuela municipal de
niños y a correr con de sus gastos de manutención. Se obligaba además a proporcionar casa a los
Hermanos y un local para la escuela. El mantenimiento, las reparaciones y los impuestos corrían también
de su cuenta.
Habían engañado a nuestro buen padre: el producto de la finca no era lo que se le había hecho creer.
259
Se trata del ex-Hermano María Serafín (Augusto Baverey), nacido el año 1822 en Romagneux (Isère), ingresado en el Instituto
en Junio de 1864, hizo profesión el 17 de Septiembre de 1865. Salió la primera vez el 28 de Octubre de 1869 y volvió
al Instituto el 4 de Agosto de 1870 (atención a esta fecha, dos meses posterior al hecho relatado). Salió
definitivamente del Instituto el 6 de Diciembre de 1873: según Entradas de novicios, ASFB.
260
261
Cf. texto completo de esta carta en Cartas, IV, p. 74. .
133
Acompañado por dos Hermanos, volvió a examinar la propiedad. La renta de alrededor de unos 900 a
1.000 francos, que era todo lo que se podía sacar, no dejó lugar a dudas de que había sido víctima de un
engaño. Así se lo expuso al ayuntamiento, esperando que ayuda, por medio de una aportación fija o de
una pequeña cuota por parte de los alumnos que pudieran pagarla; pero el ayuntamiento no quiso saber
nada. Después de soportar sacrificios económicos, durante treinta y cuatro años, la Congregación pudo
conseguir la anulación de las duras condiciones firmadas en 1847 262, habiendo tenido que pagar antes, en
1881, una indemnización.
En 1846 se cerró la casa de Douvaine. Los alumnos habían adelantado mucho, según se desprende de una
carta, escrita en esta localidad, y dirigida al Correo de los Alpes, el 5 de Mayo de 1846, en la que se dice:
"Gracias a las actitudes paternales del gobierno, la enseñanza primaria y religiosa progresa en nuestro país
por todas partes; ya hemos hablado de los estupendos resultados de las Escuelas Cristianas de La Motte,
cerca de Chambéry; hablemos, a continuación, del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia,
establecido en Douvaine y en algunas otras localidades de Saboya.
Desde hace mucho tiempo, el ayuntamiento de Douvaine, en Chablais, cabeza de partido, creía en las
ventajas que supone poder confiar la educación de los niños a personas capaces de formar el espíritu y el
corazón de los jóvenes, dedicadas exclusivamente y por razón de su estado, a esa especie de sacerdocio,
tan digno de aprecio. Le ha parecido conveniente confiar una escuela municipal al excelente Instituto de
los Hermanos de la Sagrada Familia, aprobado en nuestros Estados sardos por Decreto real. Dos de estos
religiosos llevan adelante con fruto la provechosa tarea de la educación cristiana y social de un gran
número de niños de esta localidad. Aunque estos buenos Hermanos han abierto la escuela a comienzos de
la primavera, se ha podido constatar ya un notable cambio entre la juventud de Douvaine, presagiando
este feliz comienzo que los jóvenes aprovecharán en el futuro las útiles y sabias enseñanzas que los
piadosos maestros de la Congregación de la Sagrada Familia han venido a ofrecerles con un auténtico
espíritu de sacrificio.
Para satisfacción nuestra, constatamos que este Instituto está enteramente dedicado a obrar el bien en
nuestra pacífica Saboya: satisface plenamente las necesidades de nuestro país y responde totalmente a las
intenciones de nuestro dignísimo y augusto monarca, que tanto se preocupa de que todas las clases
sociales de nuestra patria consigan la gran riqueza de la cultura, que los Hermanos de la Sagrada Familia
extienden por doquiera, con mucho éxito, en ciudades y otros lugares importantes de nuestro Ducado.
Tienen fundaciones en Yenne, Pont-de-Beauvoisin, Echelles, Montmélian, Arbin, La Rochette, St.-Pierre
d' Albigny, Châtelard, Aiguebelle, Madone, Lans-le-Bourg, Frangy, Alby, Archamp, Boëge, Viuz-enSallaz, St.-Jeoire-en-Faucigny, Bonneville, Douvaine.
Muchos otros ayuntamientos desean tener a estos Hermanos, que, colocados de uno en uno, en los
pueblos pequeños, se alojan y comen en la casa parroquial, lo que les ayuda en su género de vida, al
mismo tiempo que resulta más económico para los ayuntamientos, cuya población sea pobre y no muy
numerosa".
***
En Febrero de 1840, el Hermano Gabriel, durante una visita a una escuela de adultos en Avressieux,
dirigió a los alumnos una exhortación piadosa y quiso ver, a continuación, o los trabajos de cada uno. El
Hermano Teodoro nos cuenta: "Me encontraba yo en el extremo de una mesa y mis trabajos fueron los
últimos que vio. Después de haberle hablado de mi condición, profesión y edad, pues me lo había
preguntado, él me dijo, al tiempo que me daba un golpecito en el hombro: 'Dentro de quince días, serás
de los nuestros...'. Efectivamente, quince días más tarde marchaba a Belmont" 263.
262
El lector podría hacerse una idea bastante completa de este desgraciado asunto, leyendo las cartas dirigidas al Rvdo. Pioton,
párroco de Alby, en Cartas (Vol. IV).
263
H. Teodoro (Pedro Antonio Dépernex, 1818-1911) era el hermano mayor del H. Amadeo; llegó a Belmont el 22 de Enero de
1840, un mes antes que su hermano.
134
***
El año 1847 estaba a punto de terminar. El Fundador y su Congregación habían tenido que soportar
muchas privaciones por la escasez y los altos precios de la comida. El padre bueno trataba de evitar
gastos de otro tipo para dedicar los fondos a la alimentación de sus hijos. Pero, si es cierto que los
recursos económicos no eran muchos o, incluso, faltaban, los consuelos y ánimos no escaseaban. Los
Hermanos trabajaban muy bien en las diversas casas. Los progresos que con seguían con sus alumnos
eran admirables. Las autoridades civiles y religiosas le enviaban testimonios sumamente halagadores al
respecto. Hemos echado una ojeada a las cartas correspondientes a los años 1845-46-47, que tratan de
esto asuntos. Hacerlo resulta verdaderamente consolador y edificante. El año 1846 no ofrece ni una sola
nota discordante. No resistimos el deseo de ofrecer algunas citas. Omitimos los testimonios referentes a
los Hermanos más capacitados, que trabajaban en lugares importantes. Dejaremos, pues, de lado St.Pierre d'Albigny, Montmélian, Douvaine, etc., donde el Fundador tuvo que sostener auténticas batallas, al
verse obligado a cambiar a los primeros directores.
***
Carta del Rvdo. André, Párroco de Echelles 264.
"Estimado H. Superior,
Quiero agradecerle por cuarta vez todos los favores que ha hecho Vd. a mi parroquia, por medio de los
excelentes Hermanos que nos ha enviado. Le agradezco, en especial, por el Hermano Marín, que se ha
ganado el aprecio de todos y, en particular, el mío por su modestia, regularidad y prudencia. Me atrevo
también, estimado Superior, a pedirle que nos le mande otra vez. Lo hago, tanto en mi nombre como en el
de muchas madres de familia. Esperamos recibir de parte de Vd. una vez más esta muestra de su bondad.
Quiero hablarle con toda franqueza. Si le fuera posible enviarnos un Hermano, capaz de enseñar el canto,
nos haría un gran favor. Ya sé que es mucho pedirle todo esto a la vez para una parroquia en la que los
Hermanos se encuentran peor tratados que en otras partes y en donde no gozan de la independencia de
otros lugares. Pero Vd. sabe bien que, precisamente por eso, pueden ganar más méritos. Yo espero que su
situación mejore una vez que hayamos terminado la construcción de la Iglesia...".
***
Orfanato de la Caridad, en Beaune 265.
"Hermano Superior General,
No queremos que se marchen los Hermanos, sin manifestarle a Vd. la gran satisfacción que hemos
experimentado, gracias a ellos, por todas las atenciones que han tenido con los alumnos que les hemos
confiado. Entre muchas otras cualidades suyas hemos de destacar su celo, su permanente asiduidad, su
inteligencia y su criterio, sin que, por el contrario, podamos reprocharles defecto alguno. Todas las
autoridades están encantadas de su modo de actuar y de los éxitos obtenidos, así como de los que se
esperan en el futuro. Deseamos que vuelvan otra vez los mismos, con preferencia a otros, si Vd. ve que es
posible, pues nuestros jóvenes huérfanos experimentan una gran alegría por la nueva manera de tratarlos.
Han cambiado su manera de ser, y su aspecto externo produce satisfacción. Todo nos hace esperar que
este nuevo centro tendrá mucho éxito".
***
264
La casa de Echelles en Saboya fue abierta en 1841 y cerrada en 1903, con motivo de la expulsión.
265
El orfanato de Beaune, departamento de Costa de Oro, diócesis pueden de Dijon, fue abierto e.n 1845 y cerrado en 1882.
135
Parroquia de Randan (Rendens) en Saboya 266.
"Reverendo Hermano,
Ayer mismo terminaron nuestros alumnos el curso, mediante un examen, que han superado con éxito y al
que ha a en la seguido el reparto de premios.
No vamos a entregarle un certificado a nuestro querido Hermano P. por lo mucho que se ha preocupado
de nuestros muchachos, ni por los adelantos que se han seguido de su actuación, ya que el certificado de
ese Hermano es él mismo.
Desde el principio del curso hasta el final ha sido un modelo de dulzura, de prudencia y de entrega.
Hombres como él hacen amar la religión. Crea, Rvdo. Hermano, que, al decirle esto, cumplimos con un
deber y seguimos los dictados de nuestro corazón...".
***
Párroco de Frangy 267.
"Muy Reverendo Hermano, Al ver que los Hermanos se van para hacer el retiro, me siento obligado a
decirle que estoy muy contento, porque puedo asegurarle que la escuela de Frangy cada día va mejor. No
hace falta que le hable del comportamiento religioso de nuestros queridos Hermanos, ya que es, como
Vd. espera con todo derecho, el que corresponde a unos excelentes religiosos. En este sentido, desde hace
ya mucho tiempo, se han ganado el respeto de toda la parroquia. Los progresos de los niños a ellos
confiados, han superado cuanto se podía esperar. Sintiéndolo mucho, yo no he podido asistir a los últimos
exámenes, pero el Rvdo. Chevalier, que los ha presidido, quedó encantado del modo de responder de
niños, que no parecían estar muy bien dotados desde el punto de vista de la inteligencia. Todos, sin
excepción, alaban, admiran y reconocen públicamente el gran esfuerzo y las sabias enseñanzas de
nuestros excelentes Hermanos.. .".
***
Señor cura párroco de Aiguebelle, en Saboya 268,
"Reverendo H. Superior,
Comunicarle el excelente comportamiento religioso de sus buenos Hermanos, los progresos de nuestros
niños, especialmente en caligrafía, y la satisfacción del párroco y del pueblo de Aiguebelle, es
manifestarle tantas verdades como palabras. Resumiendo, nuestros queridos Hermanos Hilarión y B. han
organizado este curso escolar maravillosamente, Reverendo Hermano Superior. Quiero añadir que me
satisface mucho dar este testimonio sobre sus personas...".
***
Rvdo. Cubit, Párroco de St.-Hélène-du-Lac 269.
"Reverendo Hermano,
266
La pequeña escuela de Rendens fue regentada por un Hermano , cerrada Y sólo durante un año, 1844-45 (H. Felipe Foulaz:
1827-1889, al que el H. Federico no menciona por su nombre, porque todavía vivía).
267
La escuela de Frangy (Alta Saboya), en la que trabajaban los Hermanos, fue abierta en 1843 y cerrada en 1882.
268
Aiguebelle, en Saboya, que en otros tiempos perteneció a la diócesis de San Juan de Maurienne, tuvo a dos Hermanos de la
Sagrada Familia desde 1840 a 1878: el Hermano Basilio (J. B. Vuillerme, 18221886) fue director de este puesto
durante treinta años, y su hermano, el H, Hilarión (1819-1877), fue durante algunos años colaborador suyo.
269
En Sainte-Hélène-du-Lac (Saboya) el H, Doroteo (Pedro José Prudent, 1823-1866) no estuvo más que dos años, 1846-48. Este
Hermano, que fue también director de Tamié durante algún tiempo, salió del Instituto cuatro veces para hacerse
trapense y otras cuatro volvió a entrar en la Sagrada Familia (cf. Positio, p, 733).
136
Si paso a informarle sobre el comportamiento del Hermano Doroteo en St.-Hélène-du-Lac, no lo hago
solamente para cumplir el artículo 77 del Reglamento de nuestra Asociación, sino por deber de
conciencia y por satisfacer una necesidad interior. Puede estar seguro, estimado Hermano, de que le
resultaría difícil a cualquiera cumplir mejor la Regla que como la viene cumpliendo este Hermano desde
el primero hasta el último día, ya sea en su aspecto religioso, en lo referente a la clase o a las relaciones
con las gentes de la parroquia, con el clero o con personas de otros lugares. Le admiran cuantos le
conocen y el mayor deseo de esta parroquia es que vuelva. Sentiríamos mucho que otro Hermano ocupase
su puesto, pues, aunque es posible, le resultaría sumamente difícil ganarse, como él lo ha hecho, la estima
y el respeto de la gente, que me encarga le pida a Vd. que nos lo mande otra vez el año que viene. Le
ruego encarecidamente, Hermano, que cumpla la promesa que me hizo de enviárnoslo...".
***
El año 1848 se presentaba bajo un aspecto totalmente distinto al anterior. La cosecha había sido buena y
todo anunciaba un año de paz y prosperidad, cuando, de repente, y con motivo de la reforma electoral, el
trono del rey Luis Felipe se vino abajo, a causa de una revolución, proclamándose la República en el
Ayuntamiento de París, el 24 de Febrero de 1848. Personas nefastas, denominándose gobierno
provisional, se hicieron con el poder. Por suerte formaron parte de él también algunas personas honradas,
que impidieron que el país se sumergiese en una completa anarquía. Entre ellas, se encontraba el señor de
Lamartine, a quien el seminario de Belley tuvo el honor de contar como alumno. Gozaba de una enorme
popularidad, de la cual se sirvió en esta ocasión. Influyó sobre los miembros del gobierno y sobre la
población de París con aquel ascendiente que deberían tener siempre la honradez, la ciencia y la virtud.
Consiguió, sin grandes desórdenes, mano tener tranquila a la capital, hasta la reunión de la Asamblea
nacional, el 10 de Abril. El general Cavaignac, vencedor de la terrible insurrección de Junio de 1848, fue
nombrado jefe del poder ejecutivo. En esta tremenda revuelta fue herido de muerte por un disparo Mons.
Affre, santo arzobispo de París, cuando iba hacia una barricada para intentar apaciguar a los insurrectos.
A quienes le habían hecho notar el peligro inminente a que se exponía, les había contestado: "El buen
pastor da la vida por sus ovejas".
La honradez, la energía y los servicios prestados, especialmente en Africa, por el general Cavaignac
hicieron renacer la esperanza. Las gentes recobraron la tranquilidad, pues aquella revolución inesperada
había turbado e inquietado los espíritus. Más que la ciudad de París las provincias habían quedado a
merced de gentes sin ley y las casas religiosas resultaron perjudicadas. En estas conmociones populares
nada está seguro.
Belley no se libró del todo de tales inquietudes, aunque la afectaron levemente. La mayor parte de los
habitantes de esta ciudad eran moderados y se impusieron a los revolucionarios. Lo más que se hizo
contra nuestra casa fue dar algunos gritos destemplados, reunirse pequeños grupos alrededor de ella,
apedrear puertas y ventanas. Se celebraron algunas reuniones populares, presididas por el abogado Roselli
Mollet, en nuestro comedor grande, cuya utilización no se atrevió a negar el Fundador. Durante una de
estas reuniones, uno de los vicarios de la parroquia envió una notita al abogado, preguntándole qué
opinión le merecían las congregaciones religiosas. Respondió que había algunas que no servían para nada
y que había otras útiles, como la que había cedido el local para la reunión que estaban celebrando. A
partir de aquel día no volvieron a apedrear las ventanas ni se oyó más grito de ¡abajo los Taborins!
Sin embargo, nuestro Fundador, al igual que otras Congregaciones, consideró más prudente enviar
durante un tiempo a casi todos los novicios a sus casas. Había unos cuarenta; sólo quedaron los que eran
huérfanos. Algunos Hermanos jóvenes, que estaban asustados, pidieron permiso para irse ellos también.
La comunidad quedó reducida a 28 personas. A finales de 1848, el príncipe Luis Napoleón se hizo con el
gobierno y la comunidad pudo reemprender su vida normal.
El Fundador, que estaba preocupado por los Hermanos que permanecían en sus puestos de trabajo, les
dirigió la carta siguiente:
137
"Belley, a 16 de Marzo de 1848 270.
Queridos Hermanos,
Los acontecimientos que acaban de tener lugar en Francia y el desasosiego en que se encuentra
actualmente Saboya obligan a intensificar nuestras oraciones en favor de la y tranquilidad de los pueblos;
también para pedirle al Señor que no se persiga ni a la Iglesia ni a las comunidades religiosas. Ya han
tenido lugar algunas manifestaciones en con de las comunidades en algunas partes; esto ha producido
también alguna inquietud. Sin embargo, confiados en el Señor, estrechemos nuestros vínculos fraternales
y, pase lo que pase permanezcamos fieles a nuestra fe y a nuestra santa vocación.
Quizá se avecinen tiempos malos para nuestra comunidad y para las demás; pero tenemos un doble
motivo, queridos Hermanos, para aumentar nuestra confianza en Dios y nuestra atención en el
cumplimiento de nuestros deberes, si recordamos que siempre, después de la tormenta, viene la calma.
No maltraten a sus alumnos ni hagan nada que pueda molestar a los vecinos del lugar donde residen,
porque, quizá no haga falta más para que a Vds. mismos los maltraten o, incluso, los despidan de su
trabajo.
Queridos Hermanos, no gasten mucho, para que podamos de esta manera, cubrir las necesidades de los
Hermanos que no pueden trabajar o que están enfermos o achacosos. Debemos ayudarnos mutuamente,
en razón de nuestra fe y de nuestra religión, que nos han mantenido unidos, a pesar de los
acontecimientos. Nuestra Congregación puede que tenga que sufrir pruebas o persecuciones, pero yo creo
que es obra, Dios y que va a mantenerse en pie si le somos fieles, tal y como se lo hemos prometido todos
al Señor.
Estamos pasando una crisis delicada. Hemos pensado que, mientras dure, puede ser conveniente que
algunos novicios y Hermanos que están aquí vayan a pasar unas semanas con sus familias. Nuestra
intención es llamarlos inmediatamente, una vez pasada la tormenta. Si algunos de ellos se encuentran en
la parroquia donde Vds. trabajan, procuren tratarlos como hermanos; anímenlos, denles buen ejemplo e
intenten que su conducta sea ejemplar.
Si le ocurriera algo grave a nuestra comunidad, les tendríamos al corriente; de momento, no se
preocupen.
Me encomiendo mucho a sus oraciones y les envío mi total y sincero afecto en Jesús, María y José".
El Superior General,
Hermano Gabriel
***
Aunque desde el punto de vista material, el año 1848 fue un año bueno y los alimentos podían adquirirse
a precios moderados, los miembros de la Casa Madre tuvieron que padecer grandes privaciones. El
Fundador, más tranquilo sobre la situación política, no lo estaba tanto acerca de la economía. Sin otros
recursos que los que aportaban los novicios y que les habían sido devueltos al volver a sus casas, así
como los cien francos que se asignaban a los Hermanos por sus trabajos, y que no podía cobrar sino en
vacaciones, lo pasó muy mal hasta la llegada de éstas. Además de que tenía que mantener a la
Comunidad, se encontraba apremiado por algunos acreedores, temiendo que cualquier día los agentes del
juzgado pudieran llamar a la puerta de casa.
Los acontecimientos políticos revestían particular gravedad para las congregaciones religiosas. Se temía
una orden de disolución, especialmente porque nuestra Congregación no estaba que aprobada. El
Fundador inspiraba confianza a los acreedores; pero, al mismo tiempo, buscaba en préstamo algunos
miles de n sus francos para poder pagar a aquellos que más le apremiaban. El señor Guillet hijo, al que
debía casi dos mil francos accedió a esperar hasta el mes de Septiembre y convenció a otros acreedores
para que hicieran lo mismo.
Con el fin de dar a conocer mejor la situación del Fundador en aquellos momentos, transcribimos, a
270
Esta circular ha sido policopiada en Cartas, V, pp. 105-106; sigue un facsímil de la carta de obediencia.
138
continuación, la carta que dirigió a Mons. Devie y la respuesta a la misma. Después podremos leer una
líneas de su amigo de Lons-le-Saulnier, el Rvdo. Roland.
"20 de Marzo de 1848
Monseñor,
Creo que es un deber mío de conciencia advertirle que nuestra comunidad está a punto de ser expropiada.
Los rumores difundidos, día tras día, acerca de la expulsión de las comunidades religiosas han alarmado a
aquellas personas a las que debemos algunas cantidades, cuyo pago está ya vencido en este momento:
ascienden estas sumas a cuatro mil franco. Nuestros deudores quieren que les paguemos inmediatamente
y, en caso contrario, nos citarán ante los tribunales para hace que nos expropien; tengo razones suficientes
para pensar que lo harán así. Además del descrédito y de la deshonra que van a caer sobre nuestra
Congregación, nos veremos obligados a salir de Belley inmediatamente y para siempre, teniendo además
que soportar el dolor de perder todas nuestras propiedades, viendo cómo nos las malvenden a un precio,
quizá veinte veces inferior a su valor real. Monseñor, si le es posible a Su Excelencia, evítenos semejante
desgracia, en virtud del interés que siempre ha manifestado en favor de esta Congregación, fundada y
defendida por Vd.
Con un préstamo de cuatro mil francos por uno o dos años podríamos conservar nuestra casa contra
viento y marea, de eso estoy seguro. La divina Providencia, que siempre nos ha ayudado nos ayudará
también en Belley, y les seremos deudores, Excelencia, a Vd. y a cuantos nos hayan tendido la mano, de
un beneficio que no quedará sin recompensa por parte de Dios ni tampoco sin agradecimiento por nuestra
parte. Estoy dispuesto a darle cuantas garantías pueda; por ejemplo, ceder por escrito a nuestro Padre, el
Rvdo. Poncet o al señor Guillemin, todos nuestros bienes, que valen mucho más de lo que debemos;
podría hipotecar la casa Maret; en fin, estoy dispuesto a hacer lo que Su Excelencia disponga. Pero, por
favor, haga cuanto pueda, Monseñor, para mantener a salvo nuestro prestigio y para impedir que lleguen a
producirse la vergüenza y las posibles críticas sobre este desgraciado asunto.
A algunos Hermanos y novicios de Belley, asustados a causa de la revolución, les he permitido que vayan
a pasar un tiempo a casa de sus padres, hasta que mejoren las cosas y pueda llamarlos de nuevo. He
entregado obediencias a quienes han abandonado momentáneamente y con pesar la casa de noviciado.
Habiendo disminuido el número de miembros por este motivo, la casa podrá tener provisiones hasta casi
el verano; así le será posible comer a la comunidad, formada por quienes han decidido permanecer
conmigo y morir, antes que abandonar el lugar donde Dios nos ha colocado y donde nos hemos
consagrado a El para siempre. Solamente los cuatro mil francos de deuda podrán vencernos y obligarnos
a abandonar nuestra casa. Si, como le pedimos a Dios todos los días, se arreglan las cosas, volveremos a
tener recursos económicos: más de cien Hermanos que tienen trabajo, nos entregarán algún dinero en
vacaciones y esto nos permitirá cancelar nuestras deudas; al menos, eso espero.
Si Su Excelencia puede proporcionarnos los cuatro mil francos, que necesito urgentemente y que nos
hacen mucha falta, nos habrá salvado la vida y podremos además mantener con nosotros a nuestro
bondadoso y digno capellán, que tanto nos ayuda, especialmente en estos momentos tormentosos. En
caso contrario, sentiré mucho ver que se marcha y que nuestra comunidad se disuelve y queda sometida al
saqueo. Y entonces, ¿qué será de estos hijos adoptivos suyos, Monseñor? ¿Bajo qué techo podrán
refugiarse y qué será del pobre Hermano Gabriel? Tenga compasión de él, Monseñor, y no le abandone
en estos momentos en que se siente aplastado por el peso de ser superior.
Después de haber llamado a todas las puertas, sin haber conseguido ayuda alguna, mi última esperanza en
este momento crítico en que me encuentro, es exponerle a Vd. las cosas como son, en última instancia y
sin exageraciones. He creído cumplir con un deber de conciencia: ahora lo dejo todo, a su decisión.
Tenga la bondad de responderme, pues me atendré a lo que me diga para ver qué hacemos.
Reciba Vd. el homenaje... etc." 271.
Respuesta de Monseñor, del 24 de Marzo de 1848.
"Me encontraba en el campo, querido Hermano, cuando llegó su carta aquí al mismo tiempo que la del
271
Cf. Cartas, V, pp. 107-108.
139
Rvdo. Gourmand. Esta circunstancia ha motivado mi tardanza en contestarle. Dice Vd. la verdad, cuando
habla de mi interés por el Instituto de la Sagrada Familia; por eso es mayor mi pena, al no poder ayudarle.
Me ocurre lo mismo que a Vd. y no hay quien me haga un préstamo.. Todo el mundo guarda su dinero.
Yo mismo no puedo continuar las obras emprendidas en Meximieux; lo único que puedo hacer es pagar
los trabajos ya realizados. Sin embargo, puedo asegurarle que esta crisis va a pasar pronto. Los Bancos de
Lyon y de París han suspendido sus pagos; puede Vd. manifestárselo así a los acreedores que le apremien.
Acabo de escribir yo una carta en ese mismo sentido a un acreedor de Lyon que me presentaba al cobro
una letra de cambio de Lyon. Sigamos pidiendo al Señor y confiando en El y en María" 272.
***
Carta del Rvdo. Roland del 28 de Marzo de 1848.
"Estoy muy preocupado por Vd. y por lo que más aprecia Vd., la pobre comunidad que ha dado a luz con
tantos sufrimientos.
Al aparecer nuestra república creía que, al menos, podría Vd. refugiarse en Saboya; pero ahora veo que
Saboya y el Piamonte se encuentran revueltos como nuestra Francia y que por todas partes parece que
agrada y forma parte del orden del día la ruina de las comunidades: ¿A dónde nos encaminamos, Dios
mío?...
Sin embargo, no hemos de perder la paz; esperemos que se manifiesten los designios de Dios, que, a
menudo, hace que los acontecimientos sirvan a los designios de su misericordia o de su justicia. Si quiere
probarnos, purificarnos, humillarnos para luego enaltecernos, etc., a nosotros nos toca sólo someternos y
adorarle.
También a mí me ha probado esta revolución. Mi casa de huérfanos, en la que había unas cuarenta
personas ha sido suprimida y no sé si será posible hacerla funcionar de nuevo.
Me temo lo mismo para su comunidad. Esperemos pacientemente que nos llegue el día de la libertad y
pidamos por la perseverancia de los justos y por la conversión de los pecadores.
Escríbame cuanto antes para tranquilidad mía o, al menos, para hacerme una idea de la situación en que
se encuentra.
Que el Señor le bendiga, querido hijo mío, y mantenga vivos sus proyectos, emprendidos para su mayor
gloria.
Sabe bien cuánto le aprecio".
Respuesta a la carta anterior.
"Belley, 4 de Abril de 1848
Muy querido y respetado Padre,
No sabe cuánto me ha emocionado la delicadeza que Vd. ha tenido, al escribirme con motivo de los
desórdenes que mantienen inquietas a las comunidades y a las gentes de bien. Querido Padre, le
agradezco sus constantes demostraciones de amistad conmigo y con la pobre Congregación que el Señor
me ha confiado...
Hasta el momento, nada desagradable ha ocurrido ni en el noviciado ni en ninguna de nuestras casas.
Únicamente, el primer día de la proclamación de la República en Belley, por la tarde vino un grupo de
individuos que gritaban: '¡Abajo los Hermanos! ¡Fuera las comunidades!'. Tiraron algunas piedras y
rompieron un cristal. Pero mucho me temo que las cosas no paren ahí, ya que el demonio, ahora más que
nunca, parece que quiere hacer grandes estragos a través de sus secuaces.
Por precaución, he despedido a cuarenta novicios, con la promesa de llamarlos, en cuanto estemos
seguros de que las congregaciones podrán dedicarse tranquilamente a sus ocupaciones y trabajos; incluso
he dado permiso a algunos Hermanos para que vayan a pasar algunas semanas en casa de padres. En estos
momentos nuestra comunidad está formada por veinticuatro personas, contando en ese número al
capellán que vive con nosotros desde hace nueve años.
272
Para comprender un aspecto desconocido del drama vivido en esta ocasión por nuestro Fundador, cf. Positio, pp. 419-421; 425;
482. 486; 489; 519-521.
140
Sería una gran pérdida para nosotros que obligasen a la Congregación a disolverse; el valor de las
propiedades y edificios construidos asciende ya a unos ciento cincuenta mil francos; quizá nos viéramos
obligados a vender todo esto por casi nada... Si Vd. conociera a alguien que quisiera prestarnos dos mil
francos, nos haría un gran favor en estos momentos; podría darle una buena fianza o una hipoteca sobre
nuestras propiedades.
A pesar de las circunstancias, todos nuestros Hermanos desean, igual que yo, permanecer fieles a nuestra
santa vocación. En el caso de que no nos dejaran vivir en Francia como una corporación religiosa,
seguiríamos viviendo en comunidad, regentando escuelas, trabajando en las iglesias y seminarios, sólo
que lo haríamos con traje seglar y presentándonos con nuestros nombres y apellidos. Solamente para los
sacerdotes y obispos seríamos los religiosos de la Sagrada Familia. ¿Qué le parece a Vd. esta idea?
Me gustaría saber cómo va la casa del Rvdo. Malfray si le han molestado en las presentes circunstancias y
si ha tenido que despedir a sus trabajadores.
Hágame Vd. un hueco en sus fervorosas oraciones; jamás lo he necesitado tanto como ahora, teniendo,
como tengo, a tantos religiosos bajo mi responsabilidad. Le manifiesto, una vez más, y con toda
sinceridad, la expresión de mis respetuosos sentimientos y de mi amistad religiosa, con la cual quiero ser
siempre para Vd. querido y amadísimo Padre, humilde y obediente hijo en Jesucristo" 273.
"Lons-le-Saunier, 9 de Abril de 1848
Queridísimo Hermano e hijo en Cristo,
Nuestra comarca es pobre y en dinero, más pobre aún. Hay familias respetables y ricas por sus
posesiones, que no encuentran quien les haga un préstamo, aunque se trate de pequeñas cantidades. Ni
siquiera puede encontrarse dinero por medio de fianza ni de buenas garantías. Creo que le sería a Vd. más
fácil este asunto si buscase en Ginebra o Chambéry.
La Ermita o comunidad del Rvdo. Malfray ha pagado su tributo en los primeros días de la república. Se
han dispersado todos: huérfanos, maestros, obreros, encargados, criados. No ha habido robo. La supresión
de este establecimiento la ordenado el Prefecto. A partir de ese momento, se han puesto en venta el
mobiliario, las máquinas de los talleres, según se ha podido; parece una obra definitivamente destruida.
Ha hecho Vd. muy bien en despedir a sus novicios. Es de sabios salvarse de la tormenta, tratando de
evitarla más que intentando calmarla. Aparte que los días malos puede que se prolonguen. Es conveniente
que las comunidades religiosas pasen desapercibidas, en la medida de lo posible. Quizá llegue a
producirse una dispersión momentánea, pero podemos y debemos esperar días mejores y el
restablecimiento del orden.
Parece que ahora todos los gobiernos y naciones se encuentran desasosegados, como si la sociedad
tuviera fiebre y se agitase frenéticamente. Más pronto o más tarde tiene que volver la tranquilidad a las
gentes y, cuando todos estén hartos del desorden, desearán la calma y la paz; pero, mientras eso llega,
tenemos que soportar la prueba. Vivamos día a día, sin preocuparnos excesivamente por lo que no
podemos prever con toda seguridad. A cada día le basta su pena y le va destinada su porción de gracia. El
Señor es todo para nosotros y su misericordia nos salvará.
Roguemos al Señor que acorte los días de prueba y que aligere los castigos. Adiós, querido Hermano,
sabe cuánto le aprecio".
Los Hermanos que estaban en sus puestos de trabajo escucharon lo que les decía su padre en Dios. El
Fundador comunicó su alegría a Su Excelencia en una carta, fechada el 18 de Septiembre, en la que
podemos leer lo siguiente:
"Excelencia,
Tengo la satisfacción de comunicarle a Vd. que el retiro va muy bien. Todos los Hermanos han venido, al
parecer, con tales disposiciones que estoy lleno de esperanza. Nadie ha dejado de traerme su modesta
ayuda pecuniaria, de modo que espero poder pagar casi todas las deudas que tanto miedo me daban.
Ciertamente, Monseñor, la Providencia mira por nosotros y sus maravillosos resultados acrecientan cada
273
Cf. texto completo en Cartas, V, pp. 109-110.
141
día más mi fe" 274.
***
Reseña sobre el Rvdo. Gourmand
En el mes de Septiembre de 1848, nuestro piadoso Fundador se quedó sin capellán, experimentando una
gran pena. Mons. Devie, quería premiar al Rvdo. Gourmand y le nombró párroco de Neuville-les-Dames,
parroquia de unas mil setecientas almas, situada en un hermoso lugar, a siete kilómetros de Bourg. El
nombre y el recuerdo de este respetable sacerdote serán recordados siempre con cariño en nuestra
Congregación.
Después de ordenarse de sacerdote, fue nombrado capellán de la pequeña comunidad de Belmont, a
donde llegó en 1839. Quiso a la comunidad y a su superior con todo su corazón, compartiendo las
alegrías y penas de la Congregación. Al constatar nuestra pobreza, supo contentarse con poco, en la
comida y en el alojamiento, ya que nunca dejó la pequeña habitación, no muy cómoda y con poca luz, que
el Fundador había podido ofrecerle, cuando llegó a Belley. Además de las tareas de su sagrado ministerio,
se encargó de la clase primera del noviciado, Para el Hermano Gabriel fue siempre un amigo fiel y un
buen consejero.
Compenetrado con el Fundador, podemos decir que contribuyó en gran manera a inculcar a los Hermanos
el espíritu de cuerpo, de pobreza, de abnegación y sacrificio que se ha notado en la mayor parte de
nuestros Hermanos antiguos, de los cuales, por suerte, quedan todavía entre nosotros algunos que sirven
de ejemplo a la generación siguiente.
Alejado de la comunidad físicamente, el Rvdo. Gourmand le dedicó siempre afecto de amigo. Sus cartas
al Hermano Fundador, demuestran el cariño que les unía y la estima que muatuamente se profesaban.
Este venerable sacerdote trabajaba haciendo el bien en Neuville, cuando el Señor quiso visitarle para
hacerle saber que se acercaba el momento de su recompensa. Enfermo de hidropesía, comprendió
inmediatamente que su muerte era sólo cuestión de tiempo. Por ello comenzó a prepararse para
presentarse ante Dios, juez supremo. Su aceptación de la voluntad divina era total. El Superior,
Reverendo Hermano Amadeo, acompañado por tres Hermanos a los que conocía mucho, fue a visitarle
en la primavera del año 1873. Les recibió con la cordialidad que le era natural. Esta visita, que no le había
sido anunciada, le impresionó mucho. Estaba sentado en un sillón del que no se levantaba nunca. Llamó a
su hermana y le dijo: Estos son viejos amigos de verdad; trátalos estupendamente y busca lo mejor que
tengas en la bodega. Parecía olvidarse este buen sacerdote de su situación. Hubo que contarle hasta los
más insignificantes detalles acerca de cuanto él había visto en otros tiempos así como sobre los Hermanos
que había conocido. El Superior y sus acompañantes quedaron penosamente impresionados, al ver
tendido en un sillón a aquel sacerdote, joven aún, en otros tiempos tan activo y vigoroso. No podían dejar
de pensar, sobre todo, que era la última que le veían. En efecto, la enfermedad hizo progresos inquietantes
y muy pronto Dios llamó a una vida mejor a aquel celoso sacerdote, que sólo había pensado ganar para El
almas que le habían sido confiadas 275.
274
Cf. texto completo en Cartas, V, p. 133.
275
Sobre el sacerdote Juan Pedro Augusto Gourmand (1814-1: que dejó de ser capellán de la Casa madre en 1848, cf. nota 21 c p.
425 de la Positio. Acerca de la fecha de la visita de los Hermanos a Neuville-les-Dames habría que corregir el año
1873 por el de 1872.
142
CAPITULO XXIX
ESTATUTO O CONSTITUCIÓN EN SABOYA. SUS PRIMEROS RESULTADOS. REUNIONES
ENTRE HERMANOS. ESPÍRITU DE INSUBORDINACIÓN. VIAJE DEL FUNDADOR A ROMA;
DETALLES. DISPENSA DE LOS VOTOS.
La sacudida de la revolución de Febrero había repercutido en el extranjero; corrió la sangre en las
principales capitales europeas. El santo Pontífice Pío IX, a pesar de su bondad, apenas pudo escapar
providencialmente de las manos de los revolucionarios y tuvo que refugiarse en Gaeta. Europa entera se
encontraba en plena agitación.
Si en Francia hubieran ocurrido acontecimientos más graves, la pequeña comunidad habría podido
refugiarse en la casa de Alby; pero los estados sardos estaban tan revueltos como Francia. Los Padres
Jesuitas habían sido expulsados violentamente de este país; las propiedades de otras congregaciones no
docentes se encontraban amenazadas y las congregaciones mismas a punto de ser disueltas. Estos eran los
primeros frutos de la Constitución o del Estatuto y, desgraciadamente, también eran los preliminares de
Novara y de las desgracias posteriores. Estábamos ya a punto de que se aprobasen determinadas
restricciones a la exención del servicio militar de nuestros Hermanos de Saboya. El comisario encargado
de la recluta de soldados en la provincia de Thonon comunicó al Fundador que para que los Hermanos
pudieran librarse del servicio militar tenían que estar trabajando en los Estados sardos. Creemos que el
Fundador hizo por entonces un viaje a Turín y que en su entrevista con el nuevo ministro de instrucción
pública Sr. Buoncompagni, consiguió que se mantuviera el "statu quo".
***
A partir del año 1846, las autoridades de algunas provincias de Alta Saboya, exigían a los Hermanos el
título acreditación. Algunos de ellos pasaron exámenes para conseguirlo, aunque el Fundador creía que
no se nos obligaría a ello, puesto que una cédula real de 1828 eximía a los religiosos. Pero el canónigo
Billiet, sobrino del Arzobispo de Chambéry, que formaba parte del Consejo de instrucción pública de
Saboya, informó al Fundador que el privilegio de la mencionada cédula, quizá no pudiera aplicarse en
este caso ya que nuestra aprobación era posterior y que las Cartas de la misma no hacían mención de esta
posibilidad. Le parecía prudente que, teniendo en cuenta los tiempos revueltos en que nos encontrábamos
y la oposición que comenzaba a manifestarse contra la enseñanza religiosa, lo mejor era no intentarlo. Era
preferible pasar el examen y aprovechar aquel momento en que todavía no habían sido reemplazadas las
autoridades escolares. El Fundador vio que aquel consejo era muy prudente. Por ello animó a los
Hermanos que trabajaban en Saboya a preparar el examen y a presentarse ante el Consejo de la reforma
en sus provincias respectivas, en cuanto les fuera posible. El mismo envió a Chambéry a algunos
Hermanos de Belley.
Los Hermanos respondieron a la llamada del Superior y más o menos, hacia finales del año 1849, casi
todos ellos habían conseguido su diploma. ¡Qué bien hicieron!; porque, pocos años más tarde, se
recargaron tanto los programas que resultaba más difícil conseguir este título que el francés.
A finales del año 1848 las congregaciones de enseñanza dedicadas a las clases populares, estaban
amenazadas de supresión. El Parlamento de Turín quería aprobar cuanto antes una ley sobre este asunto.
Saboya tenía, ella sola, veintidós diputados. Pocos eran claramente enemigos de la enseñanza de las
instituciones religiosas. Incluso algunos, aunque eran opuestos a las congregaciones propiamente dichas,
no habrían visto con buenos ojos la sustitución de los maestros religiosos en aquellos momentos. Eran
gentes oportunistas. Pero la mayoría de los diputados los defendían enérgicamente. Uno de ellos, el señor
Barón d'Espine, había pedido al Fundador que le proporcionara los datos necesarios para defender a
nuestros religiosos. Por su parte, el señor Marqués Costa de Beauregard defendió esforzadamente a
nuestra Congregación, demostrando, al mismo tiempo, que todas las Congregaciones estaban
verdaderamente al servicio de la sociedad. Así actúan las almas nobles. El Fundador le expresó su
143
agradecimiento por esta actuación, en carta fechada el 17 de Julio de 1848.
***
Ya vimos que en 184(2?) el Fundador visitó por primera vez al venerable Vianney, párroco de Ars. El
santo cura, que había fundado ya una escuela gratuita de niñas, quiso fundar también una de niños. Parece
que no había olvidado su encuentro con el Hermano Gabriel. Se dirigió a Mons. Devie para pedirle que
dos Hermanos de la Sagrada Familia se encargasen de la escuela. El Fundador se alegró mucho de poder
enviar a algunos de sus hijos espirituales a vivir bajo la dirección de aquel santo sacerdote. El 10 de
Marzo de 1849 acompañó a tres religiosos suyos, uno de los cuales iba para trabajar como sacristán. Al
buen Hermano Atanasio se le encomendó la dirección de aquella casa.
En Octubre de ese mismo año, el querido Hermano Jerónimo reemplazó al Hermano Constancio como
sacristán. Su piedad, celo y entrega mejoraron notablemente con las enseñanzas del santo párroco.
Después de haberle ayudado fielmente y haber vivido junto a él durante diez años, sufrió el dolor de
perderlo. Dios llamó a su seno al santo párroco el 4 de Agosto de 1859. Al Hermano Jerónimo le pareció
que todo se había acabado para él. Siguió trabajando en Ars, mientras le duraron las fuerzas, y el 23 de
Abril de 1875 fue a reunirse en el cielo con aquél que pronto veneraremos en la altares.
Al Hermano Jerónimo le gustaba la oración y dedicaba a la misma cuanto le permitían sus ocupaciones.
Frecuentemente el Señor ha querido mostramos que oía con agrado sus oraciones. Así ocurrió en algunas
circunstancias difíciles en las que nuestro Fundador le mandaba a la capilla a rezar por sus intenciones.
Hubo veces en que las peticiones del querido Hermano Jerónimo eran escuchadas el mismo día en que
habían sido hechas. (Véase la vida del Hermano Jerónimo, por la señorita Marta des Garets).
La fundación de Ars, ayudada por el santo Párroco, bajo el patrocinio y la protección del señor Conde des
Garets gran bienhechor de aquel pueblecito, se desarrolló mucho y, pocos años más tarde, los Hermanos
abrieron un internado, dedicado especialmente, según quería el santo cura, a facilitar a los jóvenes de las
parroquias vecinas, las ventajas de una sólida instrucción y de una educación cristiana, sin tener que
gastarse tanto dinero como si hubieran tenido que hacerlo en cualquiera de los otros grandes centros
educativos. Tenemos algunas cartas del santo párroco, cuyo laconismo es excesivo, Ahí va un ejemplo:
"Respetable Hermano Superior,
Estoy muy contento de sus buenos Hermanos. Mi mayor deseo es que estén siempre conmigo en la
parroquia. Mis humildes respetos, suplicando la ayuda de sus oraciones.
Vianney, Párroco de Ars".
***
El Fundador, según el artículo 60 de la primera edición del Guía, había permitido a los Hermanos que
trabajaban en puestos próximos unos de otros, visitarse de vez en cuando "para ayudarse y edificarse
mutuamente, instruirse, fortalecerse en la observancia de las Reglas y animarse a cumplir cada vez mejor
sus deberes". Hechas, conforme a la intención de la Regla, estas visitas eran muy útiles. Pero,
desgraciadamente, no siempre se realizaban así. A partir de 1848, empezaron a llegarle quejas al
Fundador: los Hermanos de dos casas próximas se perjudicaban mutuamente, como consecuencia de sus
frecuentes visitas. Desgraciadamente, era cierto; los dos Hermanos abandonaron su vocación.
Para poner remedio, al menos parcial, a esta clase de abusos, restringió el Fundador en el Nuevo Guía, el
número de estas visitas y fijó, como distancia mínima entre las casas, unos quince kilómetros. Nuestro
buen padre no quiso suprimir del todo algo que había dispuesto desde los comienzos, porque los
Hermanos piadosos, observantes y cumplidores de sus deberes encontraban en este permiso, sobre todo si
eran jóvenes, muchas ventajas para su formación y también buenos consejos y muchos ánimos. Por eso
siguió permitiéndolas, en atención una a esta última posibilidad. Un día nos decía lo perjudiciales que
eran si se apartaban de lo prescrito en la regla, en lo referente a las comidas y al espíritu que debía
animarlas. Añadía que los sacerdotes que no las veían bien tenían razón, ya ellos, mejor que nadie, podían
conocer y lamentar los abusos que se daban.
144
Las congregaciones docentes de los fundadores actuales han sido las primeras en autorizar las reuniones
entre Hermanos de diversas comunidades. Reuniones que han desaparecido, generalmente, por las causas
señaladas. Invitados por su Superior General y, tras habérselo razonado, los Hermanos Directores de una
de esas congregaciones religiosas, decidieron, hace unos años, suprimir estas reuniones, que, a pesar de
las repetidas indicaciones del Superior, no se celebraban convenientemente. Dichoso aquel Superior, que,
sin ordenarlo, encuentra en cada uno de los directores de sus casas a hombres llenos de buena voluntad y
de espíritu de sacrificio, disposiciones capaces de aligerar la pesada carga del Superior.
En aquellos tiempos, el espíritu del mundo, los gritos de libertad, el deseo de ganar dinero, etc.,
oscurecían las mentes. La insubordinación, propia entonces, de todas las clases sociales, penetraba hasta
en el interior de los monasterios. El Fundador sufría mucho por su causa y así se lo manifestaba a sus
superiores eclesiásticos y a los amigos de la Congregación. Al ponerse en contacto con los predicadores
que iban a dar ejercicios, les prevenía contra esta peste, pidiéndoles que, según su buen saber y entender,
dieran algún aviso al respecto en sus conferencias. Las cartas dirigidas por él a estos sacerdotes
mencionan este asunto, a lo largo de muchos años.
***
Al aprobar la Congregación en 1841, la Santa Sede no había aprobado las Reglas, juzgando que era
necesaria una experiencia más prolongada de las mismas, puesto que el tiempo y las circunstancias
podrían sugerir modificaciones, quizá, necesarias.
El mes de Junio de 1850, el Fundador, deseoso de visita de nuevo las tumbas de los santos Apóstoles
Pedro y Pablo y de arrodillarse respetuosamente a los pies del Santo Padre Pío IX para presentarle su
fidelidad personal y la de su congregación a la Santa Sede, llevó consigo los Estatutos de la
Congregación, esperando que fueran aprobados. Le recibió en audiencia particular el Sumo Pontífice, al
que entregó la siguiente petición.
"8 de Julio de 1850 276
Santísimo Padre,
Guiado por una fe verdadera y por un afecto filial, vengo a esta Ciudad Santa para gozar del gran favor de
arrodillarme a los pies de Vuestra Santidad y recibir la bendición apostólica, a la que doy más valor que a
todo el oro del mundo.
Conmovido profundamente al ver los males que padecía la Santa Iglesia y que llevaron al destierro a
Vuestra Santidad, como le manifestaba, Santísimo Padre, en mi carta del 8 de Noviembre último, pedí en
seguida a todos los Hermanos y novicios que la Divina Providencia ha querido confiarme, que rezasen
fervorosamente para que se aliviaran las desgracias que Su Santidad tenía que soportar, así como también
para que volviera cuanto antes a ocupar la sede de Pedro, a la que honra y enaltece con las más excelsas
virtudes.
¡Cuánto nos hemos alegrado. Santísimo Padre, al enterarnos del regreso de Vuestra Santidad a Roma!
Grande ha sido nuestra satisfacción y la de todos los buenos cristianos. También los Hermanos de la
Sagrada Familia; Santísimo Padre, hemos entonado con inmensa alegría, el himno de acción de gracias y
no dejaremos de pedir diariamente al Señor que dé a Vuestra Santidad un largo y feliz pontificado.
Rogaremos igualmente que conceda gran prosperidad a la Santa Sede, a la que siempre permaneceremos
fielmente unidos. Asimismo que conceda la paz a la Santa Iglesia Católica en cuyo seno queremos vivir y
morir, con la gracia de Dios.
Santísimo Padre, al venir a postrarme humildemente a los pies de Vuestra Santidad quiero expresarle que
Dios ha sido muy bueno al proteger de una manera admirable a la Congregación de los Hermanos de la
Sagrada Familia, que fundé yo mismo en la diócesis de Belley, unido al piadoso y venerable Obispo del
lugar, Mons. Devie. Hemos colocado a la Congregación bajo su protección, así como bajo la del
dignísimo y venerable Arzobispo de Chambéry, Mons. Billiet, Prelados ambos que son la honra del
276
Cf. también Cartas, VI, pp. 105-106. 316
145
Episcopado por sus muchos méritos y virtudes. Los Hermanos de la Sagrada Familia se han extendido ya
por unas doce diócesis a donde llevan la instrucción cristiana y social, tanto a los campos como a las
ciudades, con gran satisfacción por parte de Obispos y fieles. Desempeñan también las tareas de cantores
y sacristanes, dedicándose asimismo a toda clase de obras buenas, según se indica en los Estatutos de la
Congregación.
La Congregación de la Sagrada Familia, aprobada ya por el Papa Gregorio XVI, de feliz memoria, y por
el Rey de Cerdeña, crece de día en día y prospera más y más, incluso en los penosos momentos que
acabamos de pasar. Está destinada a prestar grandes servicios especialmente en Francia y Saboya que en
ellas se ha extendido mucho. Igualmente porque la favorece la nueva ley que se acaba de aprobar en
Francia sobre la enseñanza primaria. Se trata ahora, Santísimo Padre, de consolidar esta Congregación y
de animar a sus miembros. Pues bien, nada sería tan apropiado para ello como que la Santa Sede aprobase
los Estatutos de su Congregación. Ya en 1841 vine a Roma para pedir este favor; renové por escrito
petición, dirigiéndola a Vuestra Santidad, el 15 de Agosto de 1847 y la Santa Sede juzgó conveniente
aplazar la aprobación hasta que el Señor dispusiera otra cosa.
Ahora ya hemos podido juzgar por medio de una experiencia más larga lo que convenía añadir o quitar de
los mencionados Estatutos y, teniendo en cuenta la mayor gloria de Dios y el bien de los Hermanos,
declaramos que estos Estatutos impresos, que, humildemente, me permito presentar a Su Santidad, son
fáciles de observar y que todos los miembros la Congregación se comprometen a cumplirlos. Por esto,
Santísimo Padre, reiteramos hoy de nuevo nuestra humilde e insistente petición, convencidos de que
Vuestra Santidad, movido por su extraordinaria bondad, la acogerá favorablemente. De todo ello se
seguirá un enorme bien para nuestro Instituto ya que si la Santa Sede aprueba los mencionados Estatutos
éstos serán cumplidos con mayor respeto y fidelidad; los Hermanos se afianzarán en su santa vocación, se
entregarán con más ánimo y celo al desempeño de sus trabajos y bendecirán, Santísimo Padre, el nombre
de Vuestra Santidad, tan merecidamente respetado en todas las naciones.
Santísimo Padre, postrado humildemente a los pies de Vuestra Santidad, le pido que escuche mi petición
y que nos conceda, tanto a mí como a nuestros Hermanos y novicios la bendición apostólica.
Me declaro, Santísimo Padre,... etc.".
Reproducimos, a continuación, aunque parcialmente, las cartas que dirigió a los Reverendos Hermanos
Mauricio y Amadeo, sus sustitutos en Belley. 318
"8 de Julio de 1850
Querido Hermano Amadeo,
Probablemente esté Vd. molesto e inquieto, al igual que la Comunidad, por no haber tenido noticias mías;
para su tranquilidad voy a dárselas ahora. Les escribí desde Marsella que tenía que embarcarme el 19 de
Junio, como así fue. Creía que iba a realizar la travesía, sin experimentar molestia alguna, igual que al
volver de Roma en 1841, pero, desgraciadamente, no fue así. Ya desde la primera noche empecé a sufrir
mareos: vómitos, bilis; me resulta imposible explicarles todo lo que he pasado, durante estos dos días con
tres noches de navegación. En este tiempo nos sucedió una cosa digna de tenerse en cuenta: en Génova,
en Livorno, en Civita-Vecchia, donde se había implantado la cuarentena, venían a recoger los partes
oficiales con una varita de plata, en un balde lleno de agua. Sucedieron muchas otras cosas parecidas,
unas más dignas de mencionar que otras. En Civita-Vecchia, puerto de desembarco, fuimos sometidos a
cuarentena durante seis días de muerte, seis días de sufrimientos y de angustias, en un lugar llamado en
francés, lazareto y en italiano, 'prigioni sospetto', es decir, que hemos sido considerados como apestados.
De todos modos, si todo ello se hubiera reducido a que nos llamasen con tan repugnante nombre, podría
haber pasado; pero no; nos tocó sufrir: en la comida por su precio excesivo; en vernos sometidos a una
continua vigilancia; finalmente, en la salud, ya que aquel lazareto, malsano y sucio hasta la repugnancia,
era, por añadidura, refugio de una multitud de ratas, pulgas y chinches. Las pulgas molestaban tanto que
no podíamos descansar. No saben Vds, con qué alegría vimos llegar el día de nuestra liberación; pues
bien, a pesar de todo lo dicho, tuvimos que pagar por la prisión en que fuimos encerrados.
Por fin, llegamos a Roma el 27 de Junio a las diez de la noche. Asistimos el 28 a las Primeras Vísperas en
San Pedro y al día siguiente, 29, a la Misa cantada, que celebró solemnemente el Papa, como había hecho
el día anterior en las Primeras Vísperas. No hay nada más bello, impresionante, majestuoso e imponente
146
que estas ceremonias, presididas por el Jefe de la Iglesia católica. Por un privilegio especial, me
colocaron, durante estos oficios, casi a los pies del trono del Sumo Pontífice, desde donde podía
contemplar a mis anchas a este dignísimo Vicario de Jesucristo, que acaba de pasar por pruebas bastante
duras.
Desde el momento de mi llegada, no he dejado de ocuparme y de insistir para que aprueben nuestros
Estatutos. Tengo mucha confianza en que el Señor bendiga mi viaje, concediéndonos que la Santa Iglesia
tome en cuenta mi petición y apruebe las Reglas. La Sagrada Congregación de Obispos y Regulares ha
nombrado ya al consultor que las examine, y todo m lleva a esperar, según lo que me ha dicho éste y las
promesas que me ha hecho el Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación, que nuestros Estatutos
serán aprobados, sin que pueda precisar cuándo.
Hoy mismo el Papa me ha recibido en audiencia; otros catorce franceses y yo hemos sido admitidos en su
despacho. Como yo había pedido una audiencia privada, he tenido que esperar a que los otros salieran
para exponer a Su Santidad la finalidad de mi viaje. Ha sido muy complaciente y amable conmigo en el
trato; por tres veces me ha dado a besar su mano (cosa que no hace jamás ni con los reyes ni grandes de
este mundo); esto ha sido un detalle extremadamente bondadoso de su parte. Me ha concedido algunos
favores que yo deseaba desde hace mucho tiempo. Le he pedido que concediera indulgencias a algunos
objetos piadosos para nuestros queridos Hermanos, especialmente una cruz para Vd, y otra para el
estimado Hermano Mauricio. Deseo llevárselas cuanto antes, junto con un beso fraternal que les envío a
todos",
Otra carta del 14 de Julio de 1850.
"Mis queridos Hermanos Mauricio y Amadeo,
Acabo de escribir a nuestro venerable Obispo para tenerle al corriente de mis gestiones en Roma.
Pensaba salir de aquí el 24 del corriente, tal y como se lo había comunicado a Vds. en mi carta de la
semana pasada, pero veo que no va a ser posible. Están trabajando bien con nuestros Estatutos en Roma,
pero aquí las cosas avanzan con extremada lentitud. El Cardenal Prefecto, encargado de este asunto
nuestro, cree que haría mal en marcharme de Roma, antes del final. Dice que me necesitarán para poder
discutir algunos puntos de los Estatutos.
En estos momentos se están imprimiendo mi petición, las de los Obispos y el informe del consultor,
Padre de Ferrari (dominico), que ha informado muy elogiosamente sobre nuestro fin y nuestra
Congregación, al mismo tiempo que manifiesta que nuestras Reglas merecen, de verdad, la aprobación de
la Santa Sede.
Recen Vds. y hagan rezar mucho para que lo consigamos. Recen también, queridos amigos, por mi salud,
ya que de unos días a esta parte estoy mal de los nervios y de la circulación de la sangre, que me molesta
continuamente. Hace un calor tan pesado que uno no encuentra lugar apropiado para estar; apenas se
puede salir a la calle desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde.
Nos alojamos en la casa, antes mencionada. Un día con otro, venimos a pagar 6 francos por la pensión de
ambos, lo cual hace que nuestros fondos disminuyan poco a poco; sin embargo, creo que la divina
Providencia no va a abandonarme, puesto que hasta ahora me ha mostrado bien claramente su protección.
He tenido el honor de ver y hablar con el señor de Rayneval, embajador de Francia, y con el general
Gémeau. Todo esto ni se me había pasado por la cabeza, pero como me envió su tarjeta, me he sentido
obligado a visitarlo. Y he acertado. Este excelente general nos ha contado muchas cosas ejemplares sobre
el Papa y los militares franceses que se encuentran en Roma. Si el Señor me concede la gracia de volver a
verlos, ya se lo contaré todo; quedarán Vds. bien impresionados, al ver los efectos que la gracia obra en
los corazones.
Sigo preocupado por la salud del querido Hermano Mauricio. Procuren Vds. dos que vaya bien la barca,
mientras esto fuera, para que cuando llegue ahí, sólo tenga motivos de alabanza para Vds. y para el
comportamiento de nuestros queridos Hermanos y novicios de Belley" 277.
277
Estas dos cartas del 8 y del 14 de Julio de 1850 no figuran en el Vol. VI de las Cartas.
147
***
Las gestiones del Fundador no consiguieron lo que pretendía. Corrían tiempos difíciles y no le pareció
conveniente a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares aprobar unos Estatutos en los malos
momentos que estaban pasando Francia e Italia. Como puede verse a continuación en unos extractos de la
Correspondencia de Roma, del 4 de Abril de 1851 fueron modificados algunos artículos de los Estatutos,
decidiendo, finalmente, que continuaran en plan de ensayo, antes de recibir la aprobación definitiva. El
cardenal Orioli, Prefecto d la Congregación de Obispos y Regulares, dirigió un Rescripto a Mons. Devie
y al Fundador, con fecha de 30 de Mayo d 1851, en el que se indicaban las modificaciones que la Sagrada
Congregación tenía por convenientes.
Extracto del periódico "Correspondencia de Roma" Número del 4 de Abril de 1851.
Los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley.
"El 26 de Julio de 1850, se sometieron al juicio de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares las
Constituciones del Instituto llamado Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. Se
manifestaron algunas dificultades durante la discusión, por lo que la S.C. ha creído conveniente postergar
su decisión: encargó a un nuevo consultor que examinase las Constituciones y que diera su opinión sobre
ellas...
"El digno Prelado, encargado de examinar los Estatutos presentados, ha cumplido perfectamente con su
cometido", añade la Correspondencia de Roma. Veamos, según este periódico, los puntos principales
sobre los que ha hecho alguna observación.
"...La Congregación de la Sagrada Familia tiene por fin toda clase de obras buenas; convendría precisar
más este fin... Entre las ocupaciones de los Hermanos se nombra la de catequistas. Indudablemente, es
una cosa muy digna de alabanza que los Hermanos enseñen la doctrina cristiana así como que esta
enseñanza puedan desempeñarla los laicos; pero, ¿será conveniente que la Santa Sede confíe
explícitamente el oficio de catequista a laicos?
"Los Estatutos dicen que la elección del Superior General ha de hacerse por mayoría de votos; puesto que
se trata de elegir un superior vitalicio, podría sustituirse la expresión por la de mayoría absoluta de votos.
"Se concede al Superior General la facultad de nombrar a sus propios consejeros, cuya edad mínima será
de veinticinco años. Parece excesiva la mencionada facultad e insuficiente la edad establecida, tanto más
que entre los Consejeros se encuentra también el Maestro de Novicios.
"Sobre el artículo que admite como protectores de la Congregación a Mons. el Obispo de Belley para
Francia y a Mons. el Arzobispo de Chambéry para Saboya, hay que hacer notar que los protectores de los
Institutos deben serlo ante la Santa Sede y no en otros lugares distintos: su destino 'in partibus' sería una
novedad, que podría suscitar envidia en otras diócesis.
"La dispensa de los votos se confió, al principio, al Superior General y más tarde a los Obispos
protectores. Esto presenta algunas dificultades, ya que el voto perpetuo de castidad está reservado a la
Santa Sede. Lo mismo sucede con los otros votos, incluso temporales, hechos en un Instituto aprobado
por la Sede Apostólica...
"El artículo 3 dice que los Hermanos que se dedican a la enseñanza siguen unos estudios en el Noviciado,
sin especificar nada. Otro artículo establece que, después de haber profesado, se les forma en las virtudes
y en los conocimientos necesarios, pero sin determinar tiempo ni método. Como el noviciado no dura
más que un año, parece conveniente dedicarlo totalmente a poner las bases de la perfección y de las
prácticas religiosas, reservando los dos años siguientes para los estudios profanos...
El mencionado artículo 3 autoriza a los Hermanos maestros el uso de sobrepelliz o de roquete en la
iglesia. Efectivamente, hay sitios en Francia donde se usa una sobrepelliz de mangas estrechas; pero el
Instituto puede extenderse también a otros lugares en los que se limitan al uso de la sobrepelliz. Sería
mejor decir: 'Los Hermanos se atienen a las costumbres de los eclesiásticos del lugar, en lo referente al
uso de la sobrepelliz o del roquete'.
El consultor dice: "Al hablar de las casas de retiro, tengo que decir que las instituciones que se complican
mucho porque quieren abarcar el espíritu de todas las demás, son muy hermosas en teoría "<in
abstracto"), pero tienen en sí mismas todas las características de lo nuevo y contienen diversos elementos
148
de destrucción. Se trata de crear un Instituto dentro de otro, de donde se seguirá la imposibilidad de llegar
a establecer un orden determinado, una cierta uniformidad, que son esenciales para toda corporación
religiosa...
"El consultor termina por manifestar que, en general, los Estatutos le parecen más un proyecto que un
reglamento bien elaborado y que, puesto que no se han experimentado aún en su totalidad, no constituyen
una base sólida que merezca la aprobación apostólica. Por tanto, manifiesta su opinión en el sentido de
que sean corregidos y experimentados durante un tiempo, antes de que puedan recibir la aprobación
definitiva de la Santa Sede" 278.
***
Al cabo de algunos años, dos sacerdotes, que no conocían bien o que ignoraban totalmente las reglas
canónicas referentes a la dispensa de los votos, incluso simples, hechos en una Congregación religiosa,
sobre todo si estaba aprobada por la Santa Sede, como la de la Sagrada Familia, se jactaban de un
pretendido poder suyo para dispensarios. Ignoraban las Instrucciones del Papa Benedicto XIV, que, con
ocasión del trigésimo segundo Año Jubilar, se expresa de la siguiente manera (refiriéndose a quienes se
creen con capacidad para dispensar los votos): deben abstenerse de conmutarlos, cuando, de hacerlo, se
siga perjuicio a terceros. Por lo cual, eviten inmiscuirse en cuanto se refiera a los votos, incluso los votos
simples, ya sean de perseverancia, de estabilidad, ya se trate obre de cualesquiera otros votos que hayan
sido pronunciados en alguna Congregación o Comunidad; lo cual debe también entenderse de los votos
obligatorios recibidos por un tercero.
Los Obispos de Belley y de Chambéry, después de haber creído, en un primer momento, que podían
dispensar a un Hermano de sus votos, han decidido que se recurra a la Santa Sede.
El Fundador se opuso enérgicamente a semejante abuso de poder por parte de aquellos sacerdotes y los
denunció a su obispo correspondiente. Fue ésta una decisión acertada, porque, como puede comprenderse
fácilmente, de todo esto se derivaban graves desórdenes y una especie de anarquía en el terreno religioso.
Vamos a dar a continuación algunos extractos de las cartas que escribió sobre este asunto.
***
Le escribe a Mons. Billiet:
"Un sacerdote de St.-Pierre le había prometido dispensarle de sus votos y el Rvdo, Dumolard, ex-vicario
de esta ciudad, iba a recibirle en su parroquia o bien proporcionarle un trabajo; éstas son las razones que
parecen haber favorecido el censurable propósito que este Hermano tenía de abandonar su vocación. Me
entristece mucho tener que denunciar a Su Excelencia semejante escándalo, pero me he creído en la
obligación de hacerlo para que sepa, Monseñor, a qué atenerse con respecto a él, en el caso de que pida la
dispensa de sus votos y que solicite trabajar en una parroquia" 279.
***
Al enviar a otro Hermano Director a esa parroquia, el Fundador pone sobre aviso al Párroco.
"Estimado señor Arcipreste,
...Le comunico confidencialmente que hay sacerdotes en St.-Pierre que se atreven a dispensar de los votos
religiosos o que prometen hacerlo, sea como sea, a pesar de que no tienen autoridad para ello: esto ha
contribuido a desquiciar al Hermano Domingo. El sacerdote Curtet había dispensado de sus votos al
Hermano Juan Bautista; uno de los vicarios de Vd. quería hacer lo mismo con los votos de otro Hermano;
278
"Correspondencia de Roma", que se publica tres veces al mes, era una publicación romana, que también se vendía en París,
Brujas y Marsella: el artículo sobre los Hermanos de la Sagrada Familia se publicó a seis columnas.
279
A Mons. Billiet, 22 de Septiembre de 1847, Cartas, V, p. 63,
149
todo esto ha hecho mucho mal a nuestros jóvenes..." 280.
***
Dos años más tarde se vio obligado a escribir otra vez a un Obispo. Le decía: "Monseñor, creo
conveniente recordar a Su Excelencia que algunos de los sacerdotes han dicho a los Hermanos: 'Si
encuentras dificultades en los votos religiosos que has hecho en tu Congregación, no tienes por qué
inquietarte; yo te dispensaré de ellos en confesión y quedarás libre'. Vea Monseñor, con su respetable
criterio, si no convendría que Su Excelencia diera algún aviso al respecto en el próximo retiro sacerdotal".
Días más tarde respondiendo a una carta del Prelado, añadía el Fundador: "Cuando tenga la suerte de
visitar a Su Excelencia, ya le hablaré del sacerdote que se ofrecía a dispensar de sus votos a un Hermano"
281
.
***
Nuestro Fundador creyó conveniente poner en el Nuevo Guía lo siguiente, para orientación de sacerdotes
y de Hermanos:
"Cuando los Estatutos de la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia fueron presentados en
Roma para obtener la aprobación de la Santa Sede, uno de sus artículos decía que sólo dos Obispos (el de
Belley y el de Chambéry), designados para ello, tendrían autoridad para conceder las dispensas de los
votos pronunciados en la Congregación. Pero en la reunión del 26 de Julio de 1850, los Cardenales de la
Congregación de Obispos y Regulares, que se ocupaban del examen de los mencionados Estatutos
juzgaron que había inconvenientes graves en que pudieran dispensar de los votos los o dos Obispos que
allí se mencionaban. Con mucho mayor motivo les habría parecido fuera de lo normal que tuvieran esa
facultad simples sacerdotes, incluso aunque fueran Párrocos, Misioneros o Vicarios. Esto no quiere decir
que el Sumo Pontífice no pueda concederles esa autorización, mediante una delegación especial 282.
El artículo LVII de los Estatutos dice que los votos hechos en la Congregación, sólo pueden ser
dispensados por la Santa Sede. Estas son las condiciones con que se pronuncian, y existen razones para
ello: el voto perpetuo de castidad, incluso si se trata de un voto secreto, hecho en particular, está
reservado a la Santa Sede, al igual que los votos temporales, hechos en un Instituto, especialmente si este
Instituto ha sido aprobado por la Santa Sede. La profesión de esos votos confiere al Instituto un derecho
sobre la persona del que los ha hecho; por lo tanto, cualquier dispensa que implique daños a un tercero
está reservada al Sumo Pontífice, que puede dispensar de la ley por sí mismo" 283.
280
Al arcipreste de Saint-Pierre d'Albigny, Rvdo. Perrollaz, 8 de Octubre de 1847, Cartas, V, p. 66.
281
A Mons. Billiet, 18 de Julio de 1849, Cartas, VI, p. 39; y 25 de Julio de 1849, ibid., p. 41.
282
Nuevo Guía, art. 50.
283
150
CAPITULO XXX
NUEVAS AUTORIDADES DE LA ENSEÑANZA EN SABOYA.
DESLEALTAD DE DOS HERMANOS. ESCUELA DE METODOLOGÍA DE CHAMBÉRY.
MUERTE DEL HERMANO MAURICIO. YENNE.
COMPORTAMIENTO ADMIRABLE DEL FUNDADOR.
EL NOVICIO PAUL DE STE. FOI (GIRARD), POSTULANTE.
MUERTE DE MONS. DEVIE.
Después de su vuelta de Roma, nuestro Fundador necesitaba, sin duda alguna, descanso y serenidad, pero
no pudo tenerlos. Problemas de administración y la salida escandalosa de dos Hermanos directores 284 se
lo impidieron.
Durante la estancia del Reverendo Hermano en Roma, el Ministro de Instrucción Pública de Turín había
dado orden de que todos los maestros en ejercicio, sacerdotes, religiosos y laicos asistieran en la capital
de la Provincia a una Escuela de Metodología. El Fundador no había podido tomar las medidas necesarias
para enviar a ella a sus religiosos aquel año. Por eso hizo un viaje a Turín para solicitar que dispensasen a
sus Hermanos de asistir a esas escuelas y explicar los motivos de no haber podido enviarles antes. El
ministro le recibió muy bien y admitió sus explicaciones, pero en lo referente al permiso para no asistir a
esas escuelas, no había nada que hablar. Se pusieron entonces de acuerdo para que asistieran a esos cursos
de Metodología al año siguiente, junto con todos los demás maestros que no habían podido ir todavía.
Estas disposiciones del Gobierno tuvieron como consecuencia la pérdida de la fundación de Bonneville.
Como los Hermanos no habían asistido a la Escuela de Metodología en esa ciudad y no se había
informado a las autoridades del acuerdo habido entre el Ministro y el Superior de la Congregación, se
pusieron en plan exigente y negaron a los Hermanos el permiso para continuar enseñando en su escuela.
El Fundador habría querido reclamar en Turín contra esta medida, pero un excelente sacerdote le
aconsejó que aceptase los hechos consumados, puesto que las autoridades de BonevilIe estaban muy mal
dispuestas en este asunto. Este sacerdote, el Rvdo. Boccard, director del colegio le escribió lo siguiente:
"Bonneville, 21 de Diciembre de 1850
Querido Hermano Superior,
Cuando reciba Vd. esta carta, supongo que ya habrá leído la que le ha enviado el Procurador de
Bonneville. Tenía mis dudas acerca de si manifestar o no mis opiniones sobre la mala situación en que le
colocan a Vd. las decisiones tomadas. por los Consejos Municipal y Universitario de esta ciudad; De
todos modos, creo que tiene que tener Vd. en cuenta que les sería muy difícil a sus Hermanos trabajar en
una ciudad en las que las autoridades están contra ellos. Si Vd. se empeña en defender frente al Consejo
Municipal los acuerdos suscritos, es probable que se vuelvan contra los demás establecimientos de Vd. en
la región de Faucigny, en donde mucho me temo que se intente indisponer a sus Hermanos con los otros
Consejos Municipales, mientras que si Vd. acepta con resignación noble y clara la eliminación de sus
Hermanos de la ciudad de Bonneville, añadiendo además que Vd. está lejos de querer llevarles la
contraria en las escuelas municipales, creo que le será más fácil conseguir que no le planteen muchas
dificultades en el curso escolar que va a empezar.
Al comunicarle confidencialmente los vientos que corren por aquí mi intención es hacerle un favor".
El Fundador siguió este consejo y dirigió al Señor Procurador de Bonneville la carta siguiente:
"Señor Procurador,
No me esperaba la decisión que Vd. me comunicó en su carta de 20 del corriente. Me parece poco justa,
sobre todo tratándose de una Congregación entregada totalmente al bien público y a la que el queridísimo
284
Estos dos Hermanos fueron: H. Esteban (Juan Bautista Peyssel), que ingresó en 1844 y salió el 3 de Octubre de 1850: cf. Cartas
de 14 y 15 de Octubre de 1850 al Procurador y al párroco de Boëge, en Cartas, VI, p. 121. El otro fue el H. Eloy (José
Fontaine), que entró en 1843 y que salió el 8 de Enero de 1850: cf. cartas a Mons. Billiet del 19 de Enero de 1850, en
Cartas, VI, pp. 85-86.
151
Rey Carlos Alberto, de feliz memoria, autorizó legalmente y protegió en sus Estados. Señor Procurador,
nosotros somos amigos del orden y de las leyes y enseñamos que deben cumplirse. Nuestros Hermanos
tienen ya los diplomas que dan fe de su capacidad para la docencia y no han podido cumplir todavía las
nuevas exigencias de la ley que pide la asistencia a las Escuelas de Metodología, de lo cual ya he
informado al Señor Ministro de Instrucción Pública. Su Excelencia ha tenido la amabilidad de conjugar
este retraso con el cumplimiento de la ley. Podría haber hecho uso de esta decisión para forzar a ese
Ayuntamiento a mantener sus compromisos, cuando confió a nuestro Instituto su Escuela Municipal, pero
no se preocupe, que no le voy a molestar en modo alguno. Los Hermanos a los que había destinado a
Bonneville trabajarán en otro lugar donde sepan apreciar mejor sus enseñanzas, que siempre están
basadas en la legalidad y en la doctrina de nuestra santa religión" 285.
***
Lo que más hizo sufrir a nuestro Fundador fue la conducta netamente censurable de dos Hermanos,
encargado, uno de la escuela de Boëge, y el otro, de la de Grésy-sur-Isère. Los dos eran buenos maestros y
se habían ganado la confianza, de gentes que eran más o menos opuestas a la religión y a las escuelas
regidas por Congregaciones religiosas. Poco firmes en su vocación, siguieron malos consejos y
abandonaron la Congregación. Uno de ellos se trasladó a Bonneville para ocupar el lugar de quienes poco
antes había llamado hermanos y el otro se quedó como maestro seglar en el puesto que había ocupado en
Grésy como religioso. Así fue, cómo, a causa de la ingratitud, perdimos dos escuelas 286.
El escándalo de estos dos religiosos infieles a su vocación no volvió a repetirse. Nuestros buenos
Hermanos sintieron mucho lo ocurrido y consolaron al padre al que tanto amaban, Si es cierto que
algunos fallaron por aquella época tan revuelo también es justo decir que no lo hicieron con el abuso de
confianza del segundo ni con la malicia del primero.
Ateniéndose a lo convenido entre el Fundador y el Ministro de Instrucción pública, todos los Hermanos
que ejercían la enseñanza en Saboya, asistieron, a partir del 1 de Agosto, de 1851, a la Escuela de
Metodología en Chambéry. Eran 52. La mayor parte de ellos tenían su Diploma. Incluso los Hermanos
que tenían el Título francés y que enseñaban en Saboya tuvieron que asistir. El querido H. Amadeo fue el
encargado de dirigir al grupo que se alojó en el Colegio Nacional. Los profesores de la Escuela de
Metodología estuvieron a la altura de su cometido. Sobre todo las lecciones de Pedagogía, impartidas por
el señor Descole abrieron nuevos horizontes en la materia. Fueron bien aprovechadas porque el profesor
supo darlas con originalidad, al mismo tiempo que por el interés y la convicción que puso en ellas. A los
profesores ya titulados se les añadió al Diploma la expresión "Sufficiente profitto", "Con
aprovechamiento suficiente". Los que, al finalizar el cursillo, pasaron un examen, recibieron un Título
más completo que el francés. Y, ¡lo que son las cosas y las leyes! Vino a suceder que el Diploma francés
no servía para enseñar en Saboya y que el Diploma obtenido por Hermanos franceses en este cursillo no
valía para enseñar en Francia. Nuestros Hermanos dejaron muy alto el pabellón de la Congregación, ya
que de los 52 sólo uno no tuvo suerte. Volvieron a r Belley el 11 de Octubre. El Fundador, que, al
principio, tenía r sus reservas respecto a los inconvenientes de esta escuela, se tranquilizó en seguida. Se
nota en su circular del 23 de Septiembre, enviada con motivo del retiro anual, en la que podemos leer:
"23 de Septiembre de 1851
Queridísimos Hermanos, No puedo ocultar la pena que me ha causado la orden por la que nuestros
Hermanos se han visto obligados a asistir a la Escuela de Metodología, ya que las Congregaciones de
Hermanos de enseñanza tienen, por necesidad, su propia escuela metodológica para formales en las
ciencias que tienen que explicar. Pero, teniendo en cuenta que hay que someterse a las leyes, he mandado
a nuestros Hermanos de Saboya que obedecieran la llamada del Gobierno y sólo me queda bendecir a
Dios y alegrarme de los buenos resultados obtenidos en esta Escuela de la que nuestros Hermanos han
285
Cf. carta del 31 de Octubre de 1850, en Cartas, VI, p. 127.
286
De Bonneville y de Grézy-sur-Isère, no del de Boëge, que continuó hasta 1880.
152
quedado tan contentos" 287.
***
Mientras se asistía a la Escuela de Metodología, la Congregación sufrió la pérdida del querido Hermano
Mauricio Beaudé. Al que más le afectó fue al Fundador. Se trataba de uno de esos hombres bien forjados,
cuyo espíritu de entrega no tiene límites. El había sido el fundador de Yenne. Dios le ahorró el dolor de
ser testigo de su pérdida, aunque algún presentimiento ya tenía él. Pensamos que no hay que guardar
silencio acerca de la pronta sustitución de nuestros Hermanos en esa localidad por religiosos de otra
Congregación. Se trata de un caso que nos muestra el modo correcto de actuar que siempre tuvo nuestro
Fundador con respecto a las demás Congregaciones religiosas. Estamos convencidos de que hemos de ser
prudentes y trataremos, por tanto, de no faltar a ese deber. Sólo haremos una sencilla reflexión y vamos a
hacer de inmediato.
Un Instituto necesita absolutamente el espíritu de cuerpo. Sus miembros deben amarlo con preferencia a
cualquier otro, sin que esto suponga perjudicar a los demás. Hay que estimarlos, amarlos también y hablar
bien de ellos, porque todos trabajan en la obra de Dios, que ha inspirado a todos los Fundadores que se
empeñen en lo mismo: la mayor gloria suya y la salvación de las almas. Deben, pues, apoyarse,
defenderse mutuamente o incluso sacrificar, a veces, algunos intereses propios, en el caso de que los de
otros puedan resultar perjudicados. El campo del Señor es suficientemente amplio y proporciona trabajo a
todos los obreros; cuando en una parte hay demasiados es fácil encontrarles salida en otra. Siempre
hemos recordado con satisfacción que, en los comienzos, cuando estábamos en Belley, el Fundador decía
a los hermanos, reunidos durante las vacaciones: "Queridos Hermanos, me acaban de pedir seis
Hermanos para la ciudad de Tournus, pero no los mandaré, porque ya hay allí Hermanos de las Escuelas
Cristianas". Nosotros sabemos que nunca dejó de obrar así. La correspondencia que acabamos de
examinar nos le muestra tal y como le habíamos conocido. Podemos comprender lo penoso que tuvo que
resultarle la constatación de que en este punto no había la misma actitud en alguna otra institución
religiosa. Pero el Superior no tuvo que esperar mucho para declarar manifiestamente lo que pensaba al
respecto. Con motivo de haber despedido a los Hermanos de otra Congregación, el canónigo Rvdo.
Billiet, le escribió, rogándole que no aceptase ocupar su puesto.
"12 de Julio de 1845
Me he dado cuenta de que algunos miembros del Consejo de Aix están en contra de los Hermanos de la
Doctrina Cristiana, que llevan aquí mucho tiempo, Dicen que quieren sustituirlos por Hermanos de su
Congregación. No creo que puedan hacerlo, ya que los Hermanos de la Doctrina Cristiana tienen
firmados sus acuerdos con la ciudad de Aix, Sea lo que sea, confío en su delicadeza y pienso que Vd. no
va aceptar ninguna propuesta que le haga la ciudad de Aix. Cualquier tipo de rivalidad entre su
Congregación y la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas desagradaría a las autoridades encargadas
de la reforma de los estudios y al señor Arzobispo, que, a pesar del cariño que profesa a su Instituto, no
dará el permiso para que sus Hermanos se establezcan en Aix, en estos momentos. Actuaría igual si fuera
al revés, es le decir, si se intentase en alguna parte que los Hermanos de la Doctrina Cristiana ocupasen,
por rivalidad, el lugar de sus Hermanos".
El Fundador respondió a esta carta lo siguiente:
"Estimado señor Canónigo,
Pueden estar bien seguros Vd, y su venerable tío, el señor Arzobispo, de que jamás permitiré que nuestros
Hermanos vayan a un lugar donde ya se encuentren establecidos religiosos de otra Congregación, a los
cuales querrían enfrentarnos y hacernos rivales. Naturalmente, yo tengo que mirar por la prosperidad y el
crecimiento de nuestra Congregación, pero no lo haré nunca si eso conlleva algún perjuicio para otros,
aunque éstos sean los buenísimos Hermanos de la Doctrina Cristiana, a pesar de que ellos nos han
arrebatado, con la rapidez del rayo, la escuela municipal de la Motte, que dirigíamos desde hace ya unos
287
El texto de esta Circular, tal como nos lo presenta el H. Federico, es muy diferente del que figura en las Circulares a los
Hermanos, p. 134. ¿Dispuso el H. Federico del manuscrito del Fundador o del texto impreso en 1851?
153
ocho años, Por principio, señor Canónigo, no me gusta hacer a otros lo que me desagradaría que me
hicieran a mí. Ha corrido el rumor de que se quiere mandar fuera a los Hermanos que dan clase
actualmente en Aix y sustituirlos por los nuestros, pero a mí no se me ha notificado nada oficialmente. En
el caso de que esta ciudad diera muestras de confiar en nosotros y de preferirnos para dirigir su escuela, se
lo agradecería y respondería lo mismo que respondí, hace ya algún tiempo, a las autoridades de
Albertville y de Saint-Paul en Châblais: 'Conserven a los Hermanos; valen más que nosotros y lo hacen
mejor; si cambiasen perderían en el cambio y lo sentirían todos'.
Le agradezco sinceramente, señor Canónigo, y lo mismo hago con respecto a Monseñor, por lo que me
dicen Vds. en su carta, al prometernos su benevolencia, sin permitirnos, si llegase el caso, que
sustituyéramos a otros religiosos, allí donde la divina Providencia los hubiera colocado. Por lo demás,
siempre he estado convencido de su imparcialidad y benevolencia para con nuestro Instituto, que hará
cuanto esté a su alcance para conservarlas" 288.
***
Al hacer canónigo de Chambéry al Rvdo. Fillion, párroco de Yenne, y tener que marcharse de allí, la
fundación de Yenne corría peligro. El nuevo párroco, que había sido capellán de " los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, se inclinó por esta Congregación. A partir de 1849, el alcalde mismo de la ciudad
había informado al Fundador que el párroco estaba maniobrando con el Consejo Municipal para
sustituirlos. (Cartas del Fundador a Mons. Billiet de 26 de Mayo de 1849). En 1851 se completó este
trabajo sucio. El Fundador y la Congregación lo sintieron mucho, ya que esta casa estaba cerca; tampoco
habían mediado motivos para obrar con nosotros de esta manera, puesto que nuestros Hermanos habían
observado siempre una conducta intachable y habían trabajado en la instrucción y en la educación de los
niños con gran satisfacción por parte de todos los vecinos.
El Fundador intentó deshacer esta maniobra; incluso el Hermano Provincial de Chambéry, a mediados de
Septiembre, había dado seguridades al Rvdo. Hermano Amadeo y al Hermano Director de Yenne de que
no enviaría Hermanos a esta ciudad. Pero el buen Hermano sucumbió a la tentación. En consecuencia, el
Fundador se dirigió por carta al Superior General del Instituto.
"6 de Noviembre de 1851
Reverendísimo y respetable Hermano,
El año 1845 se quería echar de Aix, en Saboya, a los dignísimos Hermanos de su Congregación, que
daban clase en aquel lugar. Sabido esto por el venerable Arzobispo de Chambéry, Mons. Billiet, mandó
que me escribieran para comunicarme que ni él mismo ni el encargado de la Reforma de los Estudios del
Ducado de Saboya, verían con buenos ojos que yo enviase Hermanos a esta ciudad; que no convenía que
las Congregaciones religiosas se perjudicasen unas a otras y que no consentiría que nuestros Hermanos se
establecieran donde hubiera Hermanos de la Escuelas Cristianas, y que obraría de la misma manera,
respecto a las demás Congregaciones para a que no fueran allí donde hubiera Hermanos nuestros. Pero yo
d ya me había adelantado a las intenciones de nuestro santo Prelado, porque, en cuanto me pidieron
Hermanos para sustituir a los vuestros en Aix, en lugar de aceptar aquella petición, la critiqué
fuertemente, manifestando que yo nunca mandaría hermanos ni a esa localidad ni a ninguna otra de las
que quisieran echar a vuestros respetables Hermanos para darnos a nosotros la preferencia. Y es que esta
actitud sería inconveniente y opuesta al espíritu de caridad que ha de reinar entre las Congregaciones
religiosas. Si en los tiempos que vivimos, las gentes están ya demasiado predispuestas a hacerse el mal
una a otras, no me parece que sea apropiado que las Congregaciones religiosas les demos un mal ejemplo,
intentando suplantarnos las unas a las otras.
Últimamente me han pedido Hermanos para reemplazar a los vuestros en Tournus (Saône-et-Loire). Les
he respondido lo mismo, añadiendo que sólo a petición de los propios Hermanos de las Escuelas
Cristianas irían los nuestros a ocupar su puesto en ese sitio. Muy Reverendo Hermano, ésta seguirá siendo
288
Carta del 17 de Julio de 1845, en Cartas, IV, pp. 51-52.
154
mi norma de conducta con respecto a las Congregaciones religiosas. Creo que esto le será agradable al
Señor, ya que El no quiere que hagamos a los demás lo que no deseamos que los demás nos hagan a
nosotros.
La ciudad de Yenne, en Saboya, tiene a cuatro Hermanos nuestros dedicados a la educación de la
juventud de ese lugar, desde hace ya nueve años. Gracias a Dios, no ha habido nada que reprocharles
desde el punto de vista legal. Sin embargo, se ha tomado la decisión de sustituirlos este año, como
consecuencia de los manejos de personas mal intencionadas y de algunas gestiones, que, según me
comunican, han hecho algunos Hermanos suyos, ya que el dignísimo Provincial de Saboya manifestó
últimamente a nuestro Vice Superior y al Hermano Director de la escuela de Yenne que él no pensaba
enviar Hermanos a esa ciudad. Estando las cosas así, nos haría Vd. un gran favor, del que le quedaríamos
profundamente agradecidos, si no permite, y se lo pido con insistencia, que sus Hermanos vayan a Yenne,
teniendo en cuenta los perjuicios que se nos seguirían a nosotros" 289.
Desgraciadamente, el Fundador mandó copia de esta carta al Hermano Provincial de Chambéry. La
decisión del Rvdo. Hermano Felipe fue apoyada y el Superior General tuvo que ceder ante su súbdito.
Como la respuesta del respetable Superior no era de recibo, nuestro Fundador creyó conveniente cerrar el
debate con la siguiente carta:
"6 de Diciembre de 1851 290
Estimado y respetable Hermano Superior,
Le agradezco la amabilidad que me ha mostrado al contestarme. Sin embargo, las razones que Vd. me
comunica no me parecen de suficiente peso para que Vds. quiten a nuestros Hermanos la escuela de
Yenne, que regentaban desde hace nueve años. Precisamente porque algunos de sus Superiores en Saboya
han manifestado que enviarían a Yenne a Hermanos de su Congregación, se ha insistido en pedirlos.
Pero, si ellos os hubieran respondido que eso suponía faltar a las conveniencias y que no estaban
dispuestos a permitirlo, esté Vd. seguro de que no se habría intentado prescindir de unos ni tampoco se
habría insistido en buscar a otros. El alto clero de nuestro país y las gentes bien intencionadas sí que
lamentan y critican la falta de unión y caridad que existe entre ciertas corporaciones religiosas, que, sin
embargo, se dedican a lo mismo y cuyos miembros son todos, hijos de un mismo padre.
Quiero manifestarle, estimado Hermano Superior, mi convicción de que nuestros Hermanos no se han
comportado mal en Yenne, que allí los estimaba casi todo el mundo y que hacían el bien. Incluso me los
pidieron las últimas veces con una especie de insistencia, alegando que sólo una mínima parte del
Consejo Municipal de Yenne y el Procurador y el Párroco eran partidarios de que vinieran vuestros
Hermanos, mientras que los otros miembros del Consejo no aceptaban que los nuestros fueran echados de
allí. Es el mismo caso que ocurrió con vuestros buenos y respetables Hermanos en los dos lugares de que
le hablé a Vd. en mi anterior carta del 6 de Noviembre el de 1851. Yo solucioné las dificultades,
respondiendo que jamás enviaría a mis Hermanos para echar a los vuestros. En esa r e ocasión se alabó
mi manera de obrar, pero no quiero ocultarle, estimado Hermano Superior, que en ésta se le ha criticado a
Vd. por querer arrebatarnos esta fundación nuestra. Querían escribir un artículo en los periódicos, no hace
mucho. Menos mal que lo supe a tiempo y me opuse enérgicamente, por el escándalo que podía seguirse,
así como por los perjuicios que podrían experimentar aquellos contra quienes se había escrito el
mencionado artículo.
Puede estar seguro, estimado Hermano Superior, de que, a pesar de los perjuicios que se nos vayan a
seguir por la pérdida de la escuela de Yenne, ni mis Hermanos ni yo vamos a hacer gestión alguna ni ante
las autoridades ni ante la población de esa ciudad para continuar allí. Mi única intención era hablarle del
asunto, esperando que Vd. lo arreglara, rechazando formalmente la oferta. Quiero añadir que, si a pesar
de todo lo que a Vd. le han dicho, sus Hermanos no se establecen en Yenne, nuestros Hermanos volverán
allí. Estoy seguro de que serán bien recibidos así como de que la instrucción y educación de los niños de
la ciudad no quedarán en manos de seglares, como parece ser que le han dado a entender. Ya de Vd. sólo
289
Al Muy Reverendo H. Felipe, en Cartas, VII, pp. 100-101.
290
Cartas, VII, pp. 111-112.
155
depende, venerable Hermano, convencerse de lo expuesto y dejarnos seguir con nuestra escuela".
Podría pensarse que, después de este fracaso o, mejor, esta afrenta, el Fundador cambió de proceder. No
es así como actúan las almas nobles. Gozábamos oyéndole hablar bien de estos excelentes Hermanos,
defendiéndolos incluso, cuando era necesario. Pronto se le ofreció la ocasión. En 1851 le pidieron
Hermanos para la localidad de Tournus. Las peticiones se repitieron al año siguiente. En una carta suya
del 1 de Junio de 1852 podemos leer lo siguiente:
"...Cuando hayamos podido orillar todas las dificultades mencionadas, estimado señor Párroco, le enviaré
gustosamente esos cinco Hermanos; pero antes, y para cumplir con las normas de la educación, respecto a
los buenos Hermanos de las Escuelas Cristianas, preguntaré al Superior si ve algún inconveniente en que
yo envíe a mis Hermanos para reemplazar a los suyos. No vaya a parecer que queremos echarlos a ellos y
entrar nosotros, cosa del todo inconveniente entre religiosos" 291.
Y, como le insistieran, quiso eliminar cualquier clase de esperanza con su carta del 7 de Junio en la que
dice:
"Me apresuro a manifestarle que no cuente con los Hermanos de mi Congregación para sustituir a los
buenos Hermanos de las Escuelas Cristianas" 292.
Una nueva petición obtuvo el mismo resultado.
***
A finales de 1850, un individuo, llamado Girard, nacido en Grandville (Manche), se presentó en Belley,
estando ausente el Fundador, diciendo que le enviaba el R. P. Deschamps, antiguo canónigo honorario de
Belley, misionero apostólico, y, en aquellos momentos, religioso dominico. Como toda su documentación
era un pasaporte, el Fundador le dijo que tenía que retirarse. Suplicó, dijo que Dios le llamaba a la vida
religiosa y prometió que conseguiría cuantos certificados fueran necesarios. Escribió a una y otra parte,
pero no llegaba nada de nada, a no ser un certificado de París, en que se afirmaba que había trabajado
algunos meses como peón yesero. Finalmente, temiendo que le despidieran, se marchó de la casa en
secreto, llevándose algunas cosas de la comunidad. Fue a Ginebra y, sin que sepamos cómo, entró en
contacto con el pastor protestante Oltramare. De esta relación nació un famoso folleto, titulado "Los
jesuitas de Belley en 1850-51", firmado con el seudónimo de Paul de Ste. Foy, novicio.
Nota del Hermano Amadeo, que conoció a Girard en Belley.
"Girard se dirigió a Ginebra en plan vagabundo, diciendo que acababa de salir de una Congregación
religiosa. Probablemente inventase algunas historias para hacerse el interesante y para que los
protestantes creyeran que podían sacar provecho de él contra la Iglesia. Lo que sí es cierto es que el pastor
protestante Oltramare escribió un libelo, mediante el cual pude darme cuenta de la falta absoluta de
escrúpulos de este ministro protestante. Todo lo que cuenta sobre prácticas religiosas y sobre los
personajes que hace salir a escena es totalmente falso. Se trata de cosas absurdas, inventadas por una
imaginación en la que se ha concentrado un odio profundo al catolicismo. Su falta de honestidad llegó a
tal punto que hizo firmar lo que él había escrito a una persona a la que había emborrachado previamente
para que no se diera cuenta de lo que hacía. Si los demás pastores son tan honrados como el señor
Oltramare, ciertamente que nuestra religión tiene por enemigos a unas personas deplorables" 293.
Mons. Mermillod, por entonces Vicario de Ginebra, refutó contundentemente este libelo, basándose en
informaciones que le proporcionó nuestro Fundador. Probablemente, tras la firma, a Girard le dieron
alguna ayuda para que pudiera volver a su casa. El pastor Oltramare había conseguido los elementos
291
Cartas, VI, p. 166.
292
Cartas, VI, p. 168.
293
Esta nota del H. Amadeo prueba o bien que el H. Federico no había visto el libelo o bien que las investigaciones del H.
Federico no fueron aceptadas por los correctores, que creyeron que resumían el trabajo del H. Federico en este tema.
¿Podría haber sido intencionada la desaparición del Cuaderno 5°?
156
necesarios para tramar un escándalo y juzgó más prudente que aquel joven desapareciera de la escena, por
miedo a que se volviera atrás.
El Fundador se encontraba agobiado por el disgusto que le había ocasionado aquella malévola
publicación, cuando recibió la siguiente carta de Girard:
"Grandville, 5 de Diciembre de 1851
Reverendísimo Padre,
Hoy, de vuelta de mis errores y soportando sobre mi conciencia la carga de todo el mal que,
desgraciadamente, he cometido contra su respetable persona y contra el buen nombre de su
Congregación, deseo repararlo, en cuanto me sea posible, esperando, con la gracia de Dios y sus
fervorosas oraciones hacer justicia, retractarme de una doctrina tan perversa y dejar en evidencia a los
autores de ese odioso libelo, por medio de un escrito que pienso enviarle a Vd., pero necesito para ello un
ejemplar del folleto titulado 'Los Jesuitas de Belley. Si, fiel, como siempre, a su bondad, me quiere Vd.
enviar uno, le doy a Vd. mi palabra de que sólo lo quiero para hacerle justicia a Vd. y devolver la paz a
los corazones de a los católicos de la ciudad de Ginebra".
Nuestro Fundador, prudentemente, no le respondió a él, sino que se dirigió al Párroco de Grandville, a
quien envió el mencionado folleto. Le pedía al Párroco que se informase sobre si el tal señor Girard era
de Grandville, si había escrito verdaderamente la carta y si estaba sinceramente arrepentido. a Paul de Ste.
Foy estaba arrepentido y, después de haber leído el escrito, se apresuró a escribir su retractación. La
transcribimos a continuación, juntamente con el preámbulo escrito le por el Fundador al enviarla para su
conocimiento a los Hermanos de la Congregación.
"Queridos Hermanos,
Siendo, como somos, discípulos de un Dios pobre y sufriente, muerto por la salvación de los hombres y
penetrados por el pensamiento de que el discípulo no es más que su maestro, ¿no debemos estar
dispuestos a experimentar sufrimientos y hasta persecuciones de parte de gentes ingratas a quienes
incluso hemos podido hacer favores o también de parte de personas, que, por su condición, deberían ser
amigos y protectores normales en nuestra vida de trabajo, de abnegación y sacrificio? Pero Dios nos lleva
alguna vez a al Calvario, lo hará para nuestro mayor bien; de todo ello sabe no sacar gloria para confusión
de los malvados.
Vds. saben, queridos Hermanos, que el año pasado tuvimos un disgusto muy grande por causa de un
infame escrito de un pastor protestante. Este libelo, fruto de la impiedad y de la calumnia, se dirigía
contra Vds. y contra nuestra Congregación, y atacaba de la manera más burda la pureza de nuestra
santísima y bendita Madre, al mismo tiempo que la presencia eucarística de su divino hijo. El desgraciado
que había sido, en parte, autor de este escrito calumnioso, espontáneamente movido por un deber de
justicia y por los remordimientos que no le dejaban en paz, me ha escrito la carta siguiente, como prueba
de su arrepentimiento:
Grandville, 5 de Diciembre de 1851
Reverendísimo Padre,
Hoy, de vuelta de mis errores y soportando sobre mi conciencia la carga de todo el mal que,
desgraciadamente, he cometido contra su respetable persona y contra el buen nombre de su
Congregación, deseo repararlo, en cuanto me sea posible, esperando, con la gracia de Dios y sus
fervorosas oraciones hacer justicia, retractarme de una doctrina tan perversa y dejar en evidencia a los
autores de ese odioso libelo, por medio de un escrito que pienso enviarle a Vd., pero necesito para ello un
ejemplar del folleto titulado 'Los Jesuitas de Belley'. Si, fiel, como siempre, a su bondad, me quiere Vd.
enviar uno, le doy a Vd. mi palabra de que sólo lo quiero para hacerle justicia a Vd. y devolver la paz a
los corazones de los católicos de la ciudad de Ginebra".
A continuación hizo una solemne retractación, delante de testigos digno de todo crédito. La ofrecemos en
toda su extensión, tal y como la publicaron los periódicos y según el original que obra en nuestro poder.
"El abajo firmante, Francisco Luis Girard, nacido en Périers y con domicilio en Grandville (Manche)
desde el 29 de Septiembre último, habiendo sido con anterioridad novicio en el Instituto de los Hermanos
de la Sagrada Familia, fundado en Belley (Ain), lamentando las funestas consecuencias de un escándalo
del que yo soy culpable, movido solamente por un deber de justicia y de verdad, libremente, y sin que
157
nadie me haya obligado a ello, he decidido hacer y hago las declaraciones siguientes:
1ª. Protesto enérgicamente contra los hechos injuriosos de que han sido objeto el Hermano Gabriel,
Superior General del Instituto, los miembros que lo componen, los usos y prácticas de la comunidad antes
mencionada; hechos que me son atribuidos en un folleto 'in 8°.', sacado en la Imprenta de Carlos Cruaz,
plaza del Grand-Mézel, en Ginebra y que lleva por título 'Los Jesuitas de Belley en 1850-51'.
2ª. En honor a la verdad, declaro que, desgraciadamente, puse mi firma en el manuscrito, así como en el
acta de autorización para editarlo, sin haberlo leído con anterioridad, puesto que, habiendo sido víctima
de manejos execrables, me encontraba completamente borracho. Sólo ahora, al leer por vez primera este
folleto, me horrorizo al ver qué tipo de personaje me han hecho representar.
3ª. Declaro además que yo ingresé en esta Congregación sin haber sido forzado a ello, ni física ni
moralmente y sin que nadie estuviera vigilándome; que no tengo queja alguna de la manera como
procedieron conmigo el Superior y los miembros de la mencionada comunidad, que jamás tuve duda
alguna contra la fe católica, mientras permanecí en este convento y que nadie lanzó contra mí ningún tipo
de excomunión.
Lo que hice en Ginebra será objeto de una retractación, si el Señor me concede su gracia.
N.B. El Instituto arriba mencionado no está afiliado a los Jesuitas en modo alguno; los únicos lazos que
les son comunes son los vínculos del catolicismo y los de la profesión religiosa.
Hecho y firmado en Grandville, a 16 de Diciembre de 1851 en presencia de los siguientes honorables
testigos:
Señor Antonio Boniface, Alcalde de Grandville, Caballero de la Legión de Honor y de San Luis.
Señor Mauricio Hue, abogado, miembro del Consejo Municipal de esta ciudad, Caballero de la Legión de
Honor.
Reverendo Juan B. María Maudouit, canónigo honorario de Coutances, párroco decano de Grandville,
Caballero de la Legión de honor.
Reverendo Luis Víctor Lecaplin, Vicario de Grandville. Firmantes:
F. Girard 294
A. Boniface. Mauricio Hue. Maudouit, párroco. Lecaplin, Vicario".
***
En el mes de Julio de 1852, el santo Obispo de Belley fue a recibir la recompensa merecida por sus
grandes virtudes. Tenía 86 años. Con él, la Congregación perdía a su padre y protector y al guía
esclarecido de su Fundador. Este encontraba en la protección de aquel prelado tan querido, fortaleza y
consuelo en sus momentos de angustia y de duda. El Fundador se había quedado huérfano. En su Circular
del 3 de Agosto confiaba al corazón de sus hijos el dolor que le aquejaba, con las siguientes palabras:
"Un profundo sentimiento de tristeza me embarga y no puedo dejar de llorar. lloren conmigo, queridos
Hermanos, ya que nuestro venerable Fundador y Padre querido, nuestro santo Obispo ha muerto. No
podremos verle más acá en la tierra, ya que ha entrado en la eternidad y vive ahora en el cielo. Rico en
virtudes y en santidad, ya habrá entrado en posesión del palacio construido por la mano misma de Dios en
el otro mundo, el paraíso: ésta es mi convicción y estoy seguro de no equivocarme, porque al árbol se le
conoce por sus frutos. Al tener en cuenta la pérdida que acabamos de experimentar, queridos Hermanos,
resignémonos, movidos por la fe, gritando como Job en medio de su prueba: 'El Señor me lo dio, el Señor
me lo quitó: bendito sea su nombre; que se cumpla su santa voluntad' 295.
¡Cuántas cosas maravillosas podría contarles, queridos Hermanos, sobre la vida santa de Mons. Devie, si
tuviera espacio para hacerlo! Habría que haberle conocido de cerca como yo le conocí y como le
conocieron cuantos tuvieron la suerte de estar junto a el o de vivir con él. Tendrían que haber visto su fe
294
El H. Federico reproduce aquí los originales sobre esta cuestión, pero también cita las páginas de las Circulares a los
Hermanos, que el H. Gabriel había publicado en 1851: cf. op. cit., pp. 146-149.
295
Circulares a los Hermanos, 3 de Agosto de 1852, pp. 139-140.
158
viva, como la de los mártires y confesores; su piedad angélica, ejemplarmente firme hasta en la vejez y en
la enfermedad; su esclarecido celo, incansable cuando se trataba de la gloria de Dios y de la salvación de
las almas; su caridad, desconocida e ignorada más de una vez, pero muy grande, con los pecadores en
favor de los que acortó su vida a fuerza de predicar; su bondad, dulzura y amabilidad por las que todo el
mundo le apreciaba; su paciencia incansable en las penas y sufrimientos, virtud que me da envidia, al ver
qué poco me parezco a él, cuando el Señor me manda alguna prueba".
Después de haber resumido lo que el santo Obispo había hecho por la Congregación, el Fundador termina
de la siguiente manera:
"Casi ni nos atrevemos a rezar por este buen pastor y santo Obispo, que ya ha dejado este mundo. Más
bien nos inclinamos a invocarle, considerando cuántos ejemplos nos ha dado y lo santas que han sido su
vida y su muerte. Y es que creemos que se encuentra ya entre los bienaventurados habitantes del cielo,
desde donde seguirá protegiéndonos. Recordemos, no obstante, queridos Hermanos, que la justicia divina
encuentra manchas hasta en los más santos; por eso, ofrezcamos, cuanto antes, al señor misericordioso
nuestros sufragios en favor de nuestro querido Obispo difunto, que tanto rezó y tan a menudo por la
prosperidad de nuestra Congregación, y que nos exhortaba a la oración.. auténtica fuente de la gracia.
Para cumplir con esto, en cuanto hayan recibido Vds. la presente, pónganse de rodillas y recen
fervorosamente el 'De profundis'. Háganlo durante ocho días, añadiendo el 'Pie Jesu Domine, dona eis
requiem sempiternam'; ofrecerán también una comunión y un Via crucis por su eterno descanso. Cuando
nos juntemos todos para el retiro anual, celebraremos un funeral en la capilla de la Casa Madre, por la
misma intención".
159
CAPITULO XXXI
MONS. DEPÉRY, OBISPO DE GAP y MONS. RENDU, OBISPO DE ANNECY. EL REVERENDO
COLLETTA, PÁRROCO. EL REVERENDO NACHON, PÁRROCO. LA SEÑORA DE LAUZIERE.
CONSEJOS DEL REVERENDO PAJEAN. EL REVERENDO FOURNIER, VICARIO.
DEBILITAMIENTO DE LA SALUD DEL FUNDADOR 296.
Los capítulos precedentes nos han mostrado las dificultades, los disgustos y, más de una vez, los
sinsabores de nuestro piadoso Fundador. En medio de estas tribulaciones, hacía todo el bien que podía,
incluso fuera de su Congregación. Se preocupaba por sus amigos, consolándolos cuando lo necesitaban.
El mismo aceptaba consejos y hasta correcciones caritativas. Contribuyó a la mayor gloria de Dios y a la
conversión de los pecadores, escribiendo una obrita sobre la peregrinación a Ars, etc.
Este capítulo, que interrumpe el orden cronológico que hemos seguido hasta el presente, contribuirá al
descanso del lector, al mismo tiempo que nos muestra un aspecto desconocido del Fundador.
Recordamos el interés que Mons. Depéry sentía por el Fundador. Este interés no disminuyó por tener que
vivir lejos uno de otro. El Obispo de Gap fue siempre para el H. Gabriel y su Congregación lo mismo que
cuando era Vicario General de Belley. Quiso tener Hermanos de la Sagrada Familia en su diócesis, en la
que el Fundador estableció algunas casas. Su Excelencia quería tenerlos también en el santuario de
Nuestra Señora de Laus, pero no fue posible proporcionárselos. Resulta agradable ver cómo este Prelado
era cordialmente abierto con nuestro Padre. Deseamos reproducir algunos extractos de su
correspondencia, y así lo hacemos.
El Fundador escribía:
31 de Diciembre de 1844
Monseñor, el pasado invierno, aproximadamente por esta época, le visité, encantado de poder presentarle
mis mejores deseos para el año nuevo; verdaderamente fue para mí un momento de auténtica felicidad
cumplir este deber. Pero además se mostró Vd. tan amable, bueno y alegre que aquello me colmó de
dicha y alivió las penas que tenía. Jamás he pasados momentos tan agradables como los vividos a su lado.
Monseñor, la Providencia ha querido cambiar bastante las cosas; estaba yo convencido de que no le
volvería a ver al año siguiente en su acogedora casa. Teniendo en cuenta sus eminentes cualidades
personales y su entrega total, ya desde muy joven, a la administración eclesiástica a la que le habían
elevado su virtud y su gran talento, yo estaba convencido, y así se lo había expresado alguna que otra vez,
hiriendo su modestia, que Vd. merecía ser Obispo. Yo se lo deseaba con todas mis fuerzas. Y he aquí
que, de repente, el cielo y la tierra, representados por las personas del Rey y del Papa, han hecho buenas
mis previsiones y cumplido mis deseos.
¡Dichosa la diócesis que le ha recibido a Vd., como prenda del amor que el Señor le profesa! Me alegro
con ella, porque estoy seguro de que Vd. será para la misma felicidad y salvación. Se ha llevado con Vd.
el amor y la nostalgia de muchísimas personas y especialmente del pobre religioso que le escribe estas
líneas, al que le producen satisfacción la veneración, el amor y el respeto que profesa a Su Excelencia,
cuyo recuerdo jamás olvidará. Efectivamente, Monseñor, no hago sino pensar en Vd. y en su amable y
virtuoso sobrino. En Belley no puedo pasar por delante de su casa sin emocionarme, porque no se
encuentra ya allí aquel que era para mí un padre y un amigo sincero, sin embargo, de vez en cuando, paso
a visitar a su dignísima hermana y a su sobrina, girando todas nuestras conversaciones en torno a la
persona de Vd. y a la de su buen Ireneo, a quien sinceramente deseo lo mejor...
En Belley no hay noticias que puedan interesar a Su Excelencia. Las conciencias siguen aquí frías y
anquilosadas por el respeto humano y la indiferencia. Los Hermanos de la Sagrada Familia van adelante
296
Con el capítulo XXXI empieza el Cuaderno 6°. del ms. B. del ; Hermano Federico, que presentamos a los lectores en las notas
que I acompañan a este trabajo. La alusión a los problemas, disgustos y sinsabores del Fundador nos hace pensar,
naturalmente, que el H. Federico pudo haber tratado otros temas que los correctores decidieron por prudencia no
publicar (cf. Positio, Docc.. XI, XVII).
160
poco a poco; su pobre Superior sigue siendo algo insignificante. El Reverendo Girard no trabaja ya en el
Secretariado; trata de no pasar frío y piensa en las ceremonias. Al Rvdo. Guillemin le duelen las muelas
y, lo para colmo de males, está al corriente de que, hasta en los cafés de Belley, se lee actualmente un
impreso que no le hace mucha gracia. Los Reverendos Párrocos y nuestro Capellán gozan de excelente
salud y siguen tan celosos como siempre. Su hermana y su sobrina se encuentran estupendamente.
Gracias a Dios, nuestro querido Obispo está bien; esperemos que el cielo nos le conserve muchos años.
Para conseguirlo, rezaremos con fervor y si tenemos la desgracia de perderlo, rogaremos insistentemente
para que el sucesor sea Vd. Tales son nuestros deseos más fervientes y los de muchas personas más..." 297.
El Obispo le respondió el 6 de Enero de 1845.
"Reverendo Hermano,
Habría respondido antes a su estupenda carta, pero cómo encontrar un momento para ello en medio de las
ocupaciones que el año nuevo impone a un Obispo. Tanto la ciudad como sus alrededores han pasado
estos días por el obispado: los ricos para presentar sus buenos deseos, los pobres para buscar su
aguinaldo. Ahora les toca el turno a los niños que van todos detrás de mí. Se emocionaría Vd., como me
pasa a mí, si viera a estos niños seguirme y rodearme, en cuanto me ven por las calles. El pueblo, que
imita a sus autoridades y a las gentes burguesas, es muy religioso. Me doy cuenta de ello no solamente en
el templo sino también en las calles: cuando pasa el Obispo, todo el mundo se arrodilla para recibir su
bendición; incluso lo hacen dentro de los comercios.
Los consuelos que experimento me compensan en gran parte de las penas que acompañan a la carga
pastoral. El Señor se complace en mantener el equilibrio respecto a los trabajos que me da la diócesis;
para consolarme del amargo dolor experimentado al tener que abandonar mi tierra, me regala el afecto de
estos buenos habitantes de los Alpes. Ellos me quieren y yo les quiero también; tienen miedo a que les
abandone, como mis predecesores. Intento convencerlos de que nada será capaz de separarme de sus
montañas. Son pobres, pero Nuestro Señor dijo que había venido a evangelizar a los pobres. Además, ¿no
es un consuelo para un Obispo aliviar el destino de los indigentes? A diario, un gran número de mendigos
viene a recibir su alimento cotidiano en una dependencia del Obispado; al tiempo que se les distribuye el
pan corporal se les da también el pan espiritual, cosa que hago yo mismo con alguna frecuencia; esas
buenas gentes se marchan bendiciéndome; créame, esta bendición vale más que la mía.
Los alrededores de Gap son bonitos y el cielo es extraordinariamente hermoso; en estos momentos hace
un tiempo primaveral suave; le estoy escribiendo desde mi cuarto, con las ventanas abiertas de par en par.
Mis aposentos son muy cómodos, aunque hay que arreglar muchas cosas todavía. El señor ministro acaba
de conceder me sesenta mil francos para acabar de arreglar el palacio y construir una capilla, etc... La que
se está construyendo en estos momentos en el seminario o es muy hermosa; necesitaría una catedral como
la de Belley, pero, aunque viviera tanto como Matusalén, no alcanzaría a ver una iglesia nueva en Gap...
Venga a verme; le llevaré a Nuestra Señora de Laus, que es un santuario muy venerado. La devoción
aumenta tanto que me veo obligado a ampliar la casa de peregrinos y a doblar el número de sacerdotes; a
partir de la primavera, hay diez confesores que trabajan continuamente. El año pasado, entre Pentecostés
y la Asunción, se distribuyeron unas cuarenta mil comuniones. Me gustaría tener Hermanos suyos allí,
para que se ocupasen de la sacristía, de la escuela, de la oficina, de la cocina, de la ropa y de la hospedería
de peregrinos. Pero no podemos hacerle unas propuestas pecuniarias muy buenas. De todos modos, venga
a verlo. El viaje a Laus le dará fuerzas para subir al cielo. Es cosa bien distinta de la 'Scala Santa'. Cuando
me encuentro cansado y triste, me voy a Laus y enseguida me siento como nuevo. Tengo allí una vivienda
muy bonita, donde podría Vd. hacer un retiro, si se decide a venir. Ya sabe cuáles son mis sentimientos
respecto a Vd. y a su obra. Muchas veces he manifestado cuánto me gustaría verla crecer y procurar la
mayor gloria de la Iglesia; algún día se hará un árbol grande y dará mucho fruto.
Reciba, querido Hermano, la seguridad de mi afecto.
Ireneo, Obispo de Gap".
El Fundador no pudo acceder a los deseos de Su Excelencia hasta el día de Todos los Santos del año
297
Cartas, III, pp. 195-196.
161
1847, como deducimos al leer una carta del 27 de Septiembre de ese mismo año, que dice así:
"...Las correrías que tendré que hacer este verano para la distribución de los Hermanos y las restantes
ocupaciones, que me cuestan cada día más, especialmente ahora que los Hermanos llegan al Noviciado
para renovar sus fuerzas espirituales, me ocupan todo el tiempo; sin embargo, puedo asegurarle,
Monseñor, que tendré la alegría y el honor de visitarle hacia la fiesta de Todos los Santos; está decidido, a
no ser que el Padre Eterno me llame antes a presentarle mis respetos, y a darle cuenta de mi vida, cosa
que me hace temblar, por la responsabilidad que tengo y que tan mal desempeño..." 298.
***
Monseñor Rendu, en cuya diócesis tenía ya la Congregación algunas casas, protegió siempre a los
Hermanos y honró con su aprecio al venerable Fundador. Ofrecemos, a continuación, una de las cartas a
él dirigidas por el Prelado.
"Mi querido Hermano, le agradezco la atención que ha tenido conmigo, al escribirme con motivo del Año
Nuevo y manifestarme los deseos que formula en mi favor. He de decirle que no tiene Vd. mucho mérito
en ello, puesto que sus deseos son muy interesados. Vd. sabe perfectamente que nadie tiene más interés
que yo por la obra tan buena y útil que Vd. dirige.
Que el Señor quiera seguir dándole durante mucho tiempo la salud, el valor y las fuerzas que tanto
necesita para las empresas que su celo le inspira.
Adiós, querido Hermano; aunque, tanto en el aspecto civil como en el religioso, se encuentren en el
extranjero, les envío a Vd. y a los suyos mi bendición. Sé que el Rey de los franceses y Monseñor, su
Obispo, me van a perdonar este pequeño acto de contrabando.
Puede estar seguro del afecto que le profesa su amigo.
Luis, Obispo de Annecy".
***
El Reverendo Colletta, párroco de Oyonnax, conocía al Fundador desde hacía mucho tiempo. Este le
visitó en 1849. La débil salud de este santo sacerdote, la pobreza de su casa, la distancia de la parroquia y
la necesidad en que se encontraba de ir allá muchas veces durante el día; la facilidad de poder alojarse en
la sacristía, cosa que no presentaba excesivos inconvenientes, llegaron a preocupar a nuestro Fundador.
El párroco le pidió que le hablase al señor Obispo para anos y honró que le permitiera vivir en la sacristía,
que era bastante amplia.
Habría sido feliz si hubiera conseguido el permiso de Monseñor. Trabajó con mucho entusiasmo en ello,
pero el éxito no llegó tan pronto como a él le habría gustado. Hasta parece que el Fundador se pasó un
poco en su interés por este asunto. No podemos dejar de transcribir una carta tan emocionante como la
del Rvdo. Colletta, sobre todo teniendo en cuenta la realidad de una amistad y de una necesidad como las
presentes. Se expresaba así:
"4 de Septiembre de 1849
Querido amigo, le escribo desde mi cama, donde he tenido que meterme por prescripción médica, ya que
opina el doctor que mi enfermedad podría agravarse si no tomo esta precaución. Hay que mejorar el
funcionamiento del intestino y reparar las vías urinarias. Desgraciadamente un párroco que quiera
cumplir con su deber, viviendo en la casa en que yo vivo, caerá enfermo, porque hay que estar siempre en
la iglesia. ¡Son tantos los habitantes y tantos los centros a los que atender! Estoy convencido de que, si no
estuviera tanto tiempo en el confesionario, nadie me pediría confesarse; pero en ese caso mi conciencia
me lo reprocharía y no podría salvarme. El único modo que tiene un párroco en Oyonnax para poder
cumplir su deber a tiempo es vivir cerca de la iglesia; pero, ¿cómo puede uno estar cerca si no es viviendo
en una de las sacristías? Le he insistido a Monseñor en una carta que habrá recibido ya esta misma
298
Cartas, V, p. 64, donde figura la fecha del 22 y no del 27 de Septiembre.
162
mañana. Le he manifestado que, para poder vivir en la sacristía, tendría que condenar las dos puertas
interiores. También le he recordado que hay precedentes de casas rectorales, en Lyon y en otras partes,
adosadas a las iglesias y que debería aprobarlo para Oyonnax, ya que es el único modo de que el párroco
pueda cumplir con su deber. El Vicario podría muy bien alojarse en el colegio, sin mayores
inconvenientes.
Me resulta difícil creer, querido amigo, que Vd. haya intercedido por mí, pues en el supuesto de que
hubiera sido así, Monseñor le habría hecho caso, ya que Vd. conoce estos lugares mucho mejor que él;
estoy totalmente de acuerdo con Vd. Si el señor Obispo viera realizado este proyecto, seguro que lo daría
por bueno, porque, ¿iba a preferir perjudicar a una parroquia que dedicar una de las sacristías a casa del
párroco? ¿Es que iba a estar mejor alojado en una casa, si es que llego a encontrarla, mezclado con toda
clase de inquilinos? Suceda lo que suceda, antes de Todos los Santos tengo que ver cómo me voy a vivir
más cerca de la parroquia.
Me gustaría tener una fe más débil y así sufriría menos por encontrarme lejos de la parroquia. Me vienen
ganas de llorar, cuando veo que un Obispo extranjero se preocupa más de ayudarme que aquél al que amo
y obedezco desde hace ya más de veintisiete años. y, sin embargo, sólo pido los medios que me faciliten
un mejor cumplimiento de mi deber y la mayor santificación de mis feligreses.
Aunque Monseñor tiene la costumbre de no hacerme caso nunca, me siento siempre con fuerzas
suficientes para contarme en el número de sus mejores sacerdotes. Estoy convencido de que trabajo para
el cielo.
Gracias, querido amigo, por su visita y no deje de interceder por mí ante nuestro Obispo".
El Fundador le respondió el 9 de Septiembre. Esta es su carta.
"Respetable señor párroco,
No le tocaba a Vd. escribirme primero, después de la amable acogida que me dispensó en su casa y del
bonito regalo que tan bondadosamente me hizo. Por el contrario, me correspondía a mí escribirle ahora y
manifestarle mi agradecimiento y ofrecerle mis deseos: sírvase recibirlos. También tenía que darle
noticias mías sin tardanza, para comunicarle que cumplí con toda exactitud, pero sin éxito alguno, el
encargo que Vd. me encomendó para Monseñor.
Al volver de mi estupendo viaje a Oyonnax, lo primero n que hice fue hablarle al señor Obispo acerca de
su proyecto. Me respondió que era su deseo que el Vicario comiera y se a alojase con el párroco y que no
le daría permiso para que fuera profesor del Colegio. Le hice la observación de que no era muy fácil
encontrar sitio para dos habitaciones, cerca de la iglesia y que, aún en el caso de que lo encontrara, no
habría sito para el Vicario. Además le dije que Vd. estaba enfermo y que su régimen de comidas podría
no ser conveniente para el Vicario; que habría que hacer otra comida diferente, os lo cual no haría sino
aumentar los inconvenientes. Añadí que trabajaba como un auténtico apóstol y que sus obras hablan por
Vd.; y que es obligado tener cierta consideración con un ya sacerdote tan celoso y respetable. Me
respondió que reconocía sus méritos, pero que no podía concederle lo que pedía. Me despedí muy
disgustado, pero prometiéndome a mí mismo que volvería a insistir. Lo hice, ciertamente, unos días más
tarde. Monseñor me manifestó que no quería oírme hablar sobre ese asunto y que, además, acababa de
escribirle a Vd. Hoy mismo, de regreso de un viaje a Bourg, después de haber leído la carta que Vd. me
ha enviado, me he dirigido al palacio episcopal a interceder en favor de su causa que me parece muy
razonable. He hablado de ello a Monseñor, y a los Rvdos. Guillemin y Poncet, que se encontraban
reunidos. Poco ha faltado para que Su Excelencia me mandara a paseo. Pero a estas alturas, yo ya estoy
acostumbrado a todo y no me acobardo tan fácilmente. Les he dicho que Vd. podría alojarse fácilmente
en una de las sacristías y que esto yo lo había visto en Roma, en Turín y en muchos otros lugares de
Francia y que la idea había sido mía. También que sería perjudicial para su salud hacer repetidas veces,
como viene haciendo hasta ahora, el trayecto de su casa a la iglesia, ya que continuamente viene gente a
confesarse y que, además, Vd. se va haciendo viejo... Uno de los Vicarios me ha respondido que desaloje
el internado y que se vaya a vivir en su casa, a lo que yo le he respondido que eso no lo haría Vd. jamás,
aparte de que se seguirían grandes inconvenientes. Me ha argumentado que el internado podría trasladarse
a la antigua casa rectoral a lo que yo le he respondido que la antigua casa rectoral es muy pequeña para el
internado, que habría que ampliarla considerablemente para albergar a todos los alumnos y que ni Vd. ni
163
la ciudad ni el director disponen ahora de los fondos necesarios para eso; que Vd. pensaba alojar a
nuestros Hermanos en la casa rectoral y que esto último es prueba de cómo se preocupa Vd. de mejorar a
esa zona, mediante la instrucción y la educación religiosa que intenta proporcionar a la juventud.
Terminaron por decirme que le autorizarían a vivir en una de las sacristías, pero que eso sería una
humillación para la ciudad, al ver a su párroco alojado con tanta estrechez; además, que haría falta que el
municipio le autorizase a vivir en ella.
El señor Obispo añadió que le iba a escribir; veremos lo que le dice: yo no me las prometo muy felices.
Se me ocurre que una visita personal de Vd. al señor Obispo podría ser muy conveniente. Si se decide,
me alegraría mucho que la hiciera coincidir con la fiesta de la Sagrada Familia, que se celebrará el
próximo día veinte. Sería una doble fiesta para tenerle ese día en nuestra comunidad.
¡Cuánto siento saber que sigue Vd. enfermo! Le pido al Señor que le devuelva la salud cuanto antes y que
goce de ella durante mucho tiempo para bien de sus fieles y de sus numerosos amigos, entre los que me
cuento. Parece que los hombres de Dios, como Vd., respetable párroco, no deberían que estar sujetos a los
sufrimientos sino estar libres de toda molestia y disgusto; pero como no podemos ser discípulos de ora,
nuestro Buen Maestro más que con la cruz y los sufrimientos, envía los que El quiere a sus siervos, sin
que éstos hayan merecido. De este modo actúa con el santo cura de Oyonnax para que aumenten sus
méritos, que ya son bastante grandes, a causa del bien que nunca ha dejado de hacer en su hermosa y
santa vida sacerdotal!" 299.
Podemos deducir, leyendo cartas posteriores, que Su Excelencia no olvidó el asunto. Este respetable cura
párroco, a quien estimaba y quería Mons. Chamon, Obispo de Saint-Claude, siguió haciendo el bien en
Oyonnax, a pesar de sus achaques y dolencias, hasta que el Señor tuvo a bien llamarle a la otra vida.
No hemos dicho en el lugar que correspondía que, durante o se su viaje a Roma, en 1850, nuestro
Fundador no se había olvidado de sus amigos, como tampoco lo había hecho en 1841. Al ver el número
de cartas de agradecimiento que le enviaron, uno se queda asombrado de que pudiera haber conseguido
para ellos tantos favores espirituales. Es cierto que el R. P. Vaure, el R. P. General de los Capuchinos y el
Cardenal... dominico le ayudaron mucho 300: añadamos que también fue muy atento con él el señor De
Rossi.
Puesto que acabamos de hablar del respetable señor cura párroco de Oyonnax, vamos a transcribir la carta
que le dirigió en esta ocasión.
"20 de Diciembre de 1850
Estimado amigo, Gresset dice: 'Las atenciones más delicadas las tienen las monjas de la Visitación' y yo
digo, por mi parte, y con tanta o mayor razón: las atenciones delicadísimas son las del Hermano Gabriel.
Porque, ¿hay algo más delicado y fino que conseguirme de parte del querido Padre de todos los fieles,
favores que no me habría atrevido a pedir, sobre todo la bendición papal que me parecía imposible
pudieran concederle a un simple párroco? Mi primera reacción, después de haberme quedado anonadado,
ha sido la de humillarme y lamentar no ser una persona de más conocimientos.
Nada deseo tanto en estos momentos, querido amigo, como tener un corazón semejante al suyo. ¡Qué
gran categoría ha de tener Vd. ante Dios, que tanto aprecia los corazones bondadosos!
Ya que Vd. me ha enriquecido con tantas bendiciones del Sumo Pontífice, lo primero que quiero hacer
con ellas, es aplicárselas a Vd. con los mejores deseos de que soy capaz.
Oigo hablar muy bien de cómo trabajan sus Hermanos en Belleydoux. ¡Cuánto siento que no les aprecien
las autoridades!
De ordinario las cartas se terminan con expresiones de cumplidos; yo voy a terminar la mía con un
299
Cartas, VI, pp. 53-55.
300
Aquí, el H. Federico, no muy bien informado sobre el "Risorgimento" Italiano, se equivoca o confunde personajes, al suponer
que Juan Bautista de Rossi es hijo del Conde Pellegrino Rossi, ministro de Pío IX: el ms. B. dice efectivamente: "...
añadamos que el Conde J. B. de Rossi, hijo de la víctima muerta por la santa causa de Pío IX, fue, como su querido
padre, muy amigo del Fundador ..."; los correctores, que estaban mejor informados, corrigieron acertadamente este
pasaje.
164
reproche; sí, querido amigo, le reprocho que me alabe en su carta, cosa que no merezco; puesto que Vd.
me quiere de verdad, debe ayudarme a ser humilde y debe preocuparle que carezca de esta virtud. Por lo
demás, este reproche no va a perjudicar en nada los sentimientos de amor y gratitud con los que me
siento, querido amigo, sinceramente suyo.
Colletta".
***
Por aquella época, el Fundador, aunque era muy pobre, procuró ayudar a dos personas a salir de la penosa
situación en que se encontraban, como ya hemos visto que lo hizo también en favor del Rvdo. cura
párroco de Alby.
La primera era una señora, a la que debía muchos favores, la señora de Lauzière, que, aunque era rica,
necesitaba en aquellos momentos diez mil francos y temía no poder mantener intacto el honor de su
familia, a causa de sus deudas. Con toda franqueza y en plan confidencial manifestó al Fundador su
comprometida situación. Este arregló una entrevista con un personaje importante de Saboya, el señor De
Boigne. No hemos podido encontrar en sus documentos escritos cuál fue el resultado final de estas
gestiones.
***
El Rvdo. Nachon, párroco de St. Jeoire en Faucigny, sacerdote cuya memoria se conserva con veneración
en esa parroquia, había pedido Hermanos en 1841. Fue siempre para ellos como un padre e hizo, sobre
todo en los primeros tiempos, más de lo que estaba a su alcance para que su estancia allí se les hiciera lo
menos molesta posible. Es agradable leer una carta, como la siguiente, que nada tiene de exagerada.
"3 de Octubre de 1849
Respetable y respetado Hermano Superior,
El comportamiento del Consejo Municipal de St. Jeoire, que ha dedicado los fondos que estaban
destinados a una buena obra, a trabajos totalmente inútiles, me ha producido un gran dolor. La carta que
caritativamente me ha escrito el Hermano Amadeo, de parte suya, no me lo ha curado del todo, pero sí
que me ha aliviado de modo considerable sus molestias. Que el Señor de los religiosos buenos le bendiga
también a Vd., estimado Hermano Superior.
No he podido dar a conocer todavía su carta al Consejo; pero, aun sin haberlo hecho, y sin esperar la
respuesta, le pido que nos mande, cuanto antes, a sus buenos Hermanos. Aunque tuviera que dejarles mi
propia habitación, no consentiría que tuvieran que alojarse en una casa en que pudieran correr algún
peligro su reputación o su virtud. Si pudiera mandarme a los Hermanos Amadeo y Doroteo, esté Vd.
seguro de que sacrificar por ellos mis últimos recursos me resultaría sumamente agradable".
Como el bueno del Rvdo. Nachon tenía que hacer unas gestiones en Turín, pidió al Fundador que le
ayudara. Este hizo lo que pudo. A la vuelta, el digno sacerdote le escribió lo siguiente: "Querido y
respetable Hermano, al pasar por Annecy, me apresuro a cumplir la promesa que le hice. El interés que
Vd. se ha tomado para que mi viaje a Turín fuera un éxito me obliga a manifestarle de inmediato mi
agradecimiento. La ida a Turín ha dado frutos estupendos; me han prometido 18.000 francos para la
construcción de la iglesia; esto es más de lo que yo esperaba. ¡Qué bien han sido escuchadas sus
fervorosas oraciones! Incluso me han prometido que más tarde me ayudarán a edificar una escuela para
nuestros buenos Hermanos".
***
Hemos visto más arriba que el Rvdo. Fillon, antiguo párroco de Yenne, había sido nombrado canónigo
titular de la catedral de Chambéry. Sólo la muerte pudo separar a los dos amigos. Este digno canónigo
siguió profesando a nuestra Congregación y a su Superior el mismo aprecio que les había manifestado en
1842. Junto al Superior se encontraba muy a gusto. De ahí nacían las relaciones fáciles, las visitas llenas
165
de cordialidad y que siempre sabían a poco; de ahí, también, la sencillez y naturalidad en su
correspondencia mutua. Transcribamos algunos párrafos. A una carta en la que el Fundador se había
excedido un poco en los elogios le respondió lo siguiente:
"25 de Agosto de 1849
Muy Reverendo Superior y querido amigo, he recibido con indescriptible alegría su amistosa carta del 6
del próximo pasado mes de Julio, la cual está llena de cumplidos bondadosos. Respecto a nuestros pobres
saboyanos, no sé bien cómo hacer: tengo la lengua algo estropajosa. Sea lo que fuere, haga lo que haga y
diga lo que diga, le recordaré a Vd. siempre durante toda mi vida e incluso más allá de la muerte; espero
las de Vd. y de los suyos que se comporten conmigo de la misma manera.
Comenzaré el retiro el día 26 de Agosto por la tarde; quiera el Señor que aproveche esta gracia estupenda.
Espero que no se le haya olvidado a Vd. ponerme en comunicación, por medio de la oración, con el
párroco de Ars, cuya bien fundada reputación llega hasta nosotros.
Creo que es muy necesario para la subsistencia y el crecimiento de su Congregación que dedique a la
administración de su casa a algunos de sus mejores Hermanos, para formarlos; así, cuando tenga la
desgracia de perder la base del edificio, podrá contar el Instituto con buenos contrafuertes. Como puede
Vd. darse cuenta, querido amigo, me permito darle algunos consejos, pero esta idea nace del afecto que
les profeso a Vd. y a los suyos".
Sabemos que el Fundador hizo caso de este consejo, pues, tres meses más tarde, llamó a su lado al que
posteriormente había de ocupar su puesto.
El Fundador había ido a Chambéry el día del Corpus Christi; allí les recibió a él y al Hermano Mauricio
este canónigo con la bondad y la cordialidad que le eran características. Más tarde vino a pasar unos días
a Belley. Después de este pequeño viaje, escribió las siguientes líneas al Fundador.
"7 de Noviembre de 1849
Queridísimo amigo,
Cuanto menos escribe uno más pereza le entra para hacerlo. Por otra parte, ya conoce Vd. las ocupaciones
de los canónigos: ¡tienen tanto que hacer según la gente! Pero a los oías de Dios es bastante diferente: no
es poca cosa poder cantar en el coro las alabanzas del Señor, a la espera de poder ir a cantarlas
eternamente en el cielo.
Le debo un breve relato de mi viaje de Belley a Chambéry. Antes de nada he de decirle que tiene que
hacer penitencia por haberme retenido tanto tiempo en su casa. ¿Qué tal se encuentra, después de sus
caminatas? ¿Me cobrará Vd. la pensión? ¿Qué tal sigue portándose el señor Curial? ¿Sigue distribuyendo
lancetadas? Salude al Hermano Mauricio; dígale muchas cosas buenas de mi parte y que no se olvide que
me prometió venir a verme.
Le estoy haciendo perder el tiempo y mi carta está resultando excesivamente larga. Para no terminarla de
una manera vulgar, le doy fin a la manera piamontesa de Saboya; por tanto me inclino a sus pies y le beso
la mano, confesándome siempre y en cualquier parte, vuestro humilde servidor.
Fillion".
***
Los excelentes Hermanos de St. Paul-Trois-Châteaux (Maristas) le hicieron por aquel entonces algunos
grandes favores. (Nota: Probablemente se refiera al favor de haber preparado a tres Hermanos nuestros
para que consiguieran el Diploma el año 1844. No había entre nosotros, Hermanos que pudieran ayudar a
otros a obtener el título. Los Hermanos Maristas tuvieron la amabilidad de aceptar que tres o cuatro de los
nuestros asistieran a sus cursos preparatorios para este examen. Fueron ellos los primeros miembros del
Instituto que lo consiguieron. Siempre ha habido entre las dos Congregaciones y sus miembros un espíritu
de confianza, de amor mutuo y de simpatía, que jamás deben dejar de existir entre quienes trabajan por un
mismo fin.
***
166
Tal y como dijimos ya en el capítulo primero, tres sobrinos-nietos del Fundador ingresaron en la
Congregación de la poder Sagrada Familia: el primero lo solicitó con mucha insistencia y sólo fue
recibido al haberse interesado vivamente por él el Rvdo. Fournier, Vicario en la diócesis de Nantua. Se le
admitió y el Fundador escribió lo siguiente a aquel sacerdote:
"13 de Septiembre de 1847
Estimado señor, me ha impresionado verdaderamente el interés y buena voluntad que Vd. ha mostrado en
favor de mi sobrino y de sus pobres padres; me uno a ellos para manifestarle mi más sincero
agradecimiento.
Me gustaría mucho poder recibir a este pobre muchacho, ya; por ya que todo parece estar en su favor,
sobre todo el hecho de los peligros a los que quedaría expuesto, de seguir en el mundo. Pero admitirle
aquí y de modo gratuito presenta muchas dificultades, no sólo porque el mal año que hemos tenido ha
puesto a nuestra comunidad en una situación de verdadera penuria, sino también porque este niño es
pariente mío.
No me gustaría que mi comunidad viera que estoy demasiado apegado a mis familiares ni tampoco hacer
gastos en favor de ellos, ya que tengo doscientos religiosos que podrían reparado pedirme también que
recibiera a sus hermanos pequeños o a Diploma sus sobrinos pobres; si se lo negase, podrían decirme con
razón, que tanto derecho tienen ellos a que sus sobrinos ingresen en nuestro Instituto como yo de admitir
a los míos, de los gratuitamente; cosas de éstas pueden alterar los ánimos, ser causa de divisiones e
incluso de la pérdida de alguna comunidad. Claro que tengo interés por mis parientes pobres, pero mi
cargo de Superior, mi voto de pobreza y la situación de carencia en la que se encuentra nuestra
comunidad no me permiten realizar todo cuanto me gustaría hacer por ellos. Sin embargo, trataré de
recibir a mi sobrino Francisco, pero habrá que esperar todavía algún tiempo" 301.
***
A pesar de su celo, de sus instrucciones, de sus visitas a los Hermanos, el Fundador sufría, al no encontrar
en todos ellos el espíritu de recogimiento, de abnegación, de alejamiento completo del mundo, que tan
bien le va a un religioso. En aquella época esto era consecuencia del excesivo trabajo, ya que a las horas
de clase había que añadir, a menudo, las tareas de sacristán y de profesor de canto de los jóvenes de la
parroquia: todo ello contribuía, ciertamente, a fomentar lo mismo que el Superior lamentaba.
Pero la finalidad de la Congregación no permitía eliminar estos obstáculos. Era necesario, pues, poner en
guardia a los Hermanos, dirigirlos, inculcarles la pureza de intención que habría de ponerlos, poco a poco,
a cubierto de las dificultades inherentes a sus diversas ocupaciones. No era sólo el Fundador quien se
daba cuenta de esta realidad. El Rvdo. Pajean, dignísimo arcipreste, así se lo hizo notar en la carta
siguiente:
"24 de Septiembre de 1850
Muy querido y reverendo Hermano Superior,
Finalizado este año de tribulaciones, le envío a los dos Hermanos Simeón y Teófilo, cuyo
comportamiento ha sido muy bueno. Dentro de lo que me ha sido posible constatar en mis visitas a las
clases o en los exámenes, creo que, tanto el uno como el otro, han puesto mucho cuidado y aplicación en
sus lecciones y en la instrucción de los alumnos. De cara a la gente, no creo que se hayan dedicado a
relaciones ni reuniones mundanas, ni tampoco que hayan faltado en lo que su comportamiento les haya
exigido; sus formas sociales son Sin correctas y educadas.
Este es el informe que creo poder darle en conciencia sobre sus dos buenos Hermanos.
Pero como todos nosotros nos dedicamos a cultivar la viña del Señor, en estos tiempos en los que las
pasiones abundan, ya desde la cuna, en el alma de los niños, lo mismo que abundan las zarzas en los
campos baldíos, me voy a tomar la libertad de comunicarle, para un mayor aprovechamiento, cuantas
observaciones me llegan de fuera sobre la Congregación y sus miembros, para que Vd., con la prudencia
301
Cartas, V, pp. 57-58.
167
y el celo que le son propios, pueda encontrar soluciones a esas dificultades:
1°. Se constata que el fin de su Instituto es excelente, que entra de lleno en los designios de la
Providencia, en estos momentos en que nos encontramos, pero que la formación de los Hermanos deja
algo que desear: son buenos cristianos (éstas son las palabras que emplean) pero no llegan del todo a ser
auténticos religiosos; no conocen demasiado bien los caminos del espíritu y tampoco tienden con
suficiente anhelo a la perfección. Sin que me haya detenido mucho a examinar esta observación, creo que
algo tiene de cierto, al menos respecto a algunos Hermanos que yo conozco. Cuanto más perverso es el
mundo con mayor atención se fija en los que no le pertenecen; intentando sorprenderlos en falta y poder
criticarlos. Si alguna época necesita la perfección de religiosos y sacerdotes, ésa es la nuestra.
Si me permite que le haga una observación, trate de que sus jóvenes religiosos se comprometan
seriamente a entrar de lleno en el espíritu de oración o en la meditación propiamente dicha para poder
recibir la luz del sol de la verdad; también a que tomen en serio el examen de conciencia y, dentro de este
examen, a compararse día tras día con el gran modelo, Jesús. Yo les permitiría una comunión más por
semana. Jóvenes, metidos en medio del mundo, de sus pasiones y escándalos, que, por añadidura, se
fatigan en un trabajo agotador y fatigoso para el alma y el cuerpo, necesitan un alimento sustancioso y
frecuente, la sagrada comunión.
2°. En general, se ve que no se preocupan suficientemente de la vida moral y religiosa de los alumnos.
Parecería conveniente que, mediante prácticas sencillas, inspirasen a los niños la piedad y les enseñasen a
confesarse más frecuentemente, al menos a aquellos que ya han hecho su primera comunión.
3°. A mí me gustaría que todos sus Hermanos hicieran en todas partes lo que el Hermano Simeón ha
hecho aquí este año: enseñar el canto gregoriano y la música a los niños que tienen buena voz; esto ayuda
a que se aficionen a los actos de culto, y, por medio de ellos, a la religión. Me permito decirle esto,
querido H. Superior, por el interés que siento por su Instituto y por el bien general. Ya sé que no puede
Vd. hacerlo todo a la vez; pero esperemos que el Señor quiera ayudarnos a llevar a término la hermosa
obra que Vd. ha comenzado.
Con esta bonita esperanza, le ruego se sirva aceptar mi respeto más sincero y profundo.
Bautista Pajean".
El Fundador se lo agradeció y, seguro de la prudencia y conocimientos de este buen sacerdote, le pidió
que predicara el retiro anual, cosa que aceptó. Si en aquella época desconocíamos la correspondencia
epistolar que mantenía con nuestro Fundador, siempre tuvimos presentes los consejos de este santo
sacerdote, especialmente acerca de la vigilancia que había que ejercer sobre los alumnos para que una
oveja apestada no llegase a pervertir a otras o a toda una clase. Hizo cuanto pudo para que Jesucristo
fuera nuestra vida: tal fue el punto básico de sus instrucciones. La vida del religioso debe reproducir la de
Cristo.
***
Desde hacía tiempo, la salud del Fundador dejaba que desear. De ello se hacía eco él mismo en diferentes
cartas. Se trataba, sobre todo, de enfermedades de nervios, de neuralgias, agravadas por los cuidados y las
preocupaciones propias de una época de inseguridades que acababa de pasar. Incluso, tiempo atrás, llegó
a sentirse tan fatigado en Grénoble que no pudo llegar hasta Gap, donde le esperaba Mons. Depéry. Fue,
más o menos, en el verano del año 1860, cuan o tuvo lugar el viaje accidentado del que vamos a hablar a
continuación.
De ordinario, viajaba a pie, sin apenas cuidarse. Un Hermano que le acompañaba nos dice: "Le he visto
fatigarse hasta ponerse malísimo". Visitaba la región del Châblais y del Faucigny. Salió de Bons hacia
Thonon, llegando, a eso de las tres de la tarde, a esta última ciudad, y, sin haber tomado cosa alguna,
emprendió a pie el camino de Thonon a Gets, cuando ya el sol había bajado bastante. Después de haber
caminado, más o menos, hora y media por un camino muy malo, paralelo al cual se internaba el río
Drance por gargantas abiertas entre montañas espantosas, se hizo completamente de noche. Aún podía
distinguirse el sendero. Pero, al llegar a Bioges, se acababa y no podía ya verse ni rastro del que sube a
Forclaz, dando vueltas y revueltas, atravesando bosques; por una pendiente muy pronunciada. Algunos
168
leñadores con los que se cruzó en el camino y que en sus mulos llevaban carbón a Thonon o a Ginebra, le
indicaron la dirección y trepó por aquella pendiente escarpada. Pero estaba completamente agotado.
Llegó al pueblo de Forclaz a las dos y media de la mañana y buscó una posada para descansar un poco.
Le llevaron a la mejor habitación de la casa, donde tuvo que acostarse en una cama a la que, a pesar de las
afirmaciones en contrario, no le habían cambiado las sábanas; tampoco pudo cerrar el del todo la ventana
ni tapar un agujero de un pie cuadrado; más o menos, que había en el techo y que daba al tejado del
desván. Hacia las seis de la mañana, se levantó, sin haber descansado suficientemente. Desayunó café con
leche antes de llegar a Biot (no había comido nada, después de haber salido de Bons) y, siguiendo su
camino, llegó a Gets hacia las once de la mañana.
Rendido de fatiga, se acostó, no pudo comer y apenas si tomó alguna cosilla por la tarde. Me mandó que
visitara las clases; en las que estuvo un momentito para hacer algunas exhortaciones piadosas a los
alumnos, según era su costumbre. La noche siguiente no pudo descansar y, llegada la mañana se puso en
camino para ir a Taninges a pie; desde aquí, una diligencIa le llevó hasta St. Jeoire. Guardo un tristísimo
recuerdo de aquella bajada de Gets a Taninges. Nuestro querido padre Superior sentía un fuerte dolor de
vientre que le dejaba sin fuerzas y que le arrancaba gemidos impresionantes. Puede que más de treinta
veces tuviera que sentarse al borde del camino y tumbarse sobre la yerba, porque no podía dar un paso
más. Jamás me he sentido tan cortado como en aquella ocasión. Yo no podía aliviarle sus dolores y él
tampoco me dejaba buscar un caballo para que le llevase; no se veía ninguna casa a lo largo de aquel
camino, donde pudiera descansar y tomar algún alimento. Finalmente, después de sufrimientos
espantosos y de heroicos esfuerzos, en Taninges tomó una infusión de yerbas, subió a la diligencia y llegó
a St. Jeoire sin ningún otro incidente. Allí, el santo cura Nachon, que tenía un exquisito tacto y una
inteligencia poco común, se encargó de cuidarle él mismo, cosa que hizo con la delicadeza de una madre
que cuida a su hijo. Tras algunas horas de descanso, el enfermo experimentó una mejoría y, al expresar su
agradecimiento al buen sacerdote con las palabras: "... Vd. me ha resucitado... ", éste, lleno de alegría, le
contestó: "...estoy contentísimo, de haber resucitado a un santo". A pesar de sentirse mejor, no pudo
terminar la visita de las casas. Tuvo que volverse a Belley, día y medio después de haber llegado a St.
Jeoire.
Como consecuencia de esta fatiga, tuvo molestias en un ojo que le hicieron sufrir durante unos quince
días.
Puede que se nos ocurra decir: "¿Por qué no le cuidaba mejor su compañero de viaje? ¿ Cómo es que no
le aconsejaba moderación?", etc.
Claro que lo hacía y frecuentemente, pero el Fundador se fiaba tan sólo de su voluntad.
En este viaje le impresionó mucho el comportamiento de una señora de St. Jean d'Aulph. Cuando
pasábamos delante de una posada, en la que él había comido uno o dos años antes, la mujer fue a coger
una navaja que tenía guardada, y habiéndonos alcanzado, le dijo: "Tenga Vd., señor, esta navaja que se
dejó olvidada cuando estuvo de paso por aquí tal año".
Este acto de honradez escrupulosa es propio de una región en la que la fe influía mucho en las gentes. El
R. P. Superior quiso recompensar a aquella buena mujer, pero no pudo conseguir que aceptara cosa
alguna. Muchas veces después nos contó esta anécdota, lleno de admiración.
169
CAPITULO XXXII
EL ÁNGEL CONDUCTOR DE LOS PEREGRINOS DE ARS. CoMPRA DE LA FINCA DE
CHARIGNIN. RESTAURACIÓN DE LA CAPILLA DE LA CASA MADRE. NUEVA LLAMADA A
LOS HERMANOS EN ESTA OCASIÓN. EL SIGNO DE NUESTRA REDENCIÓN EN LA
FACHADA DE LA CASA MADRE. COLOCACIÓN DE LA ESTATUA DE LA INMACULADA EN
EL JARDÍN. ENVÍO DE CUATRO HERMANOS CATEQUISTAS A AMÉRICA. Los HERMANOS
QUE TRABAJAN SOLOS. UNIFORMIDAD DE HÁBITO. MODIFICACIÓN DE LOS PRIMEROS
ESTATUTOS DE LA CONGREGACIÓN. NUEVA EDICIÓN DEL GUÍA.
CONSAGRACIÓN Y VOTOS.
En 1850 el Fundador publicó un libro en 18°. de unas 500 páginas, titulado "El ángel conductor de los
peregrinos de Ars". Esta obrita contiene: 1°. Avisos y consideraciones acerca de los viajes; una reseña
sobre el venerable Párroco de Ars, con un retrato suyo; las obras que ya había fundado este santo
sacerdote y las indulgencias que al Fundador le había concedido Pío IX. 2°. Los ejercicios propios de un
retiro y algunas reflexiones sobre las obligaciones propias de los diferentes estados de vida. Todo ello
contaba con la aprobación de Mons. Devie. El santo párroco, que había animado mucho a nuestro
venerable Fundador para que la publicase, se negó a difundirla. Por lo que, a continuación, nos cuenta el
Fundador, podemos conocer las razones de esta actitud; el relato es de lo más conmovedor.
En 1850 el Fundador, que tenía y que siempre conservó un profundo respeto por la persona del santo
párroco de Ars le dijo un día: "Aunque carezco del talento necesario para escribir libros me siento
impulsado, a pesar de mi sencillez e ignorancia, a escribir uno que, quizá, pudiera ser útil a los peregrinos
que vienen a Ars. Se lo he enseñado ya a Mons. De. vie, que lo ha aprobado y que quiere saber su
opinión".
Aquel santo sacerdote respondió al Superior: "Apruebo de todo corazón ese proyecto suyo. Me gusta
mucho el plan del libro, tal y como Vd. me lo presenta. Publíquelo cuanto antes. Ya sabe lo que aprecio a
su Congregación, la prueba la tiene Vd. en el número de postulantes que le he mandado así como en los
pequeños donativos que le he hecho. Le demostraré además que sigo apreciando su obra, pues haré que se
vendan a la semana unos sesenta ejemplares de ese libro y puede que en algunas épocas del año la venta
de esos sesenta ejemplares sea diaria".
Animado por las palabras de aquel hombre de Dios, el Hermano Gabriel se puso inmediatamente a
trabajar en ello.
La obra completa llevaba la aprobación auténtica del señor Obispo de Belley. Hasta aquel momento
ninguna de las obras escritas sobre el venerable párroco o sobre las peregrinaciones a Ars habían contado
con aquella particularidad. El santo cura esperaba aquel libro con impaciencia, pensando en su humildad
que podría ser más eficaz para la santificación de los peregrinos que cuanto hacía él mediante sus
oraciones, consejos e instrucciones diarias. Preguntaba a menudo a los Hermanos de Ars si ya se había
impreso el libro y si se lo iban a traer pronto. Todos aquellos detalles eran, lógicamente, alentadores para
el autor de la obra.
Finalmente, cuando el libro estuvo ya impreso, se trasladó inmediatamente a Ars, contentísimo de poder
regalarle seis ejemplares al párroco con estas palabras: "Padre, acepte estos seis ejemplares de mi libro.
Bendígalo Vd. para que haga el bien entre quienes lo compren. Pero estoy convencido de que no hay nada
en este libro que pueda igualar el fervor que Vd. pone a diario en las santas enseñanzas que penetran el
corazón de los pecadores y que fortalecen a los justos".
El santo cura le respondió: "Querido amigo, no nos adelantemos. Sólo en el cielo podremos saber a
ciencia cierta quién de los dos, su libro o yo, ha hecho más bien. Pero sea de esto lo que sea, le agradezco
mucho que haya trabajado Vd. por la salvación de las almas. Esto le atraerá las bendiciones divinas sobre
Vd. y sobre su Congregación a la que estimo muchísimo. Mande cuanto antes un buen paquete de
ejemplares a nuestros libreros. Ya verá cómo todos querrán tenerlos, porque, con la aprobación
Monseñor, lo vendrán mejor que los otros. Por lo que a mí toca, le prometo que haré que haré que se
170
vendan muchos".
Sin embargo, ¡no vendió ni uno solo! La razón está en la profunda y sincera humildad de aquel sacerdote
ejemplar, como veremos en seguida.
Al despedirse, el H. Gabriel le manifestó su agradecimiento al Rvdo. Vianney y le dijo: "Padre, está Vd.
muy cansado; descanse bien esta noche. Mañana tendré la satisfacción de volver a verle, antes de irme".
"Bueno, mi querido amigo, voy a hacer como que descanso, pues sólo en el cielo podremos hacerlo de
verdad".
Parece ser que, en vez de retirarse a descansar, como nos los exige cada día nuestra pobre naturaleza
humana, aquel santo sacerdote se pasó la noche leyendo el nuevo libro. La Introducción y el Prefacio,
escritos en forma de cartas dirigidas al iban Rvdo. J. M. B. Vianney, párroco de Ars, le impresionaron
muchísimo y le pusieron fuera de sí. ¿Qué motivos tenía para ello? Simplemente que encontró algunas
palabras de alabanza sobre su santa vida.
Al día siguiente por la mañana, en cuanto vio al H. Gabriel en la iglesia, le hizo señas para que pasara a la
sacristía y allí, siendo ellos dos los únicos testigos, se desarrolló una escena emocionante. El santo se
puso a llorar y sus lágrimas que caían, empapando el roquete que llevaba puesto. Le dijo:
"¿Cómo ha podido engañarme Vd. de esa manera? No le creía capaz de semejante cosa. Ha escrito Vd.
un libro malo. No quiero que se difunda, incluso me alegraré de que desaparezca. Quémelo cuanto antes y
le pagaré lo que le ha costado la impresión".
El Hermano Gabriel se quedó helado. Estaba asustadísimo. Apenas si pudo replicarle al santo sacerdote:
"Pero, señor cura, ¿qué puede haber de malo en este libro? He escrito sólo cosas conformes al Evangelio,
tal y como Vd. las predica a menudo. Además, en el caso de que algo malo se me hubiera escapado,
nuestro señor Obispo, que ha sometido la obra al criterio de eminentes sacerdotes, no la habría aprobado".
Entonces, el santo párroco, con muestras de un gran dolor y llorando más copiosamente aún, le
respondió: "No se trata de eso, su libro es bueno y hará mucho bien; pero tendrá Vd. que eliminar las
falsas alabanzas que ha puesto Vd. al principio de su obra. ¿Cómo puede Vd. hablar tan elogiosamente de
mí, que no soy más que un pobre pecador, que soy el más ignorante de todos los sacerdotes y que no
estoy seguro de si me salvaré o me condenaré? Los otros sacerdotes sí que hacen mucho bien, mientras
que yo no hago más que tejer telas de araña" 302.
Como el señor Obispo no dio permiso para que se suprimiera nada de la obra, el santo no quiso jamás
firmar ningún ejemplar, como lo hacía con los demás libros de piedad que los peregrinos le presentaban.
Se comprende fácilmente el asombro del autor de un libro, que tanto había deseado el párroco de Ars y
cómo le impresionó aquel acto de profunda humildad que había presenciado. De inmediato informó del
hecho al señor Obispo; a Su Excelencia le conmovió mucho y le dijo al Superior: "Querido amigo mío,
ahí tenemos una gran lección de humildad para los dos, dada por este dignísimo sacerdote.
Aprovechémonos de ella, cuando nos alaben y consideremos todo el bien que hagamos como apenas
nada, si lo comparamos con el que realiza este buen sacerdote, que, sin embargo, piensa que lo único que
hace es tejer telas de araña".
El santo párroco manifestaba abiertamente su disgusto a cuantos le rodeaban. Hablaba de ello de modo
especial con su querido sacristán, el buen Hermano Jerónimo, que escribió un día a su Superior: "Le he
visto de tal modo disgustado, que me he sentido obligado a consolarle como lo hacemos con aquellas
personas carentes totalmente de cultura. Le comunico esto, querido Padre, lleno de profunda vergüenza".
El Fundador se atuvo a lo que le aconsejó su Obispo y dolor el libro no fue modificado en nada, aunque
de otras partes trata le llegasen opiniones en contra. Pero esto supuso una dificultad para su difusión, ya
que el párroco se negaba a firmar ejemplares de aquella obra.
***
El Venerable Vianney, que había llamado a nuestros Hermanos en 1849, quería ofrecer enseñanza
302
Ms. B.: "... si no lo dicen, lo piensan". "¿No se ve ahí un rasgo de profunda humildad? El obispo no permitió que se eliminase
nada de aquel libro; el santo sacerdote... etc.".
171
gratuita a los jóvenes de la parroquia. Le propuso a nuestro Fundador que se encargase de ello a
perpetuidad, recibiendo a cambio la suma de 20.000 francos, no comprendíendose en esa cantIdad los que
edificios escolares ni el sueldo legal del titular, obligaciones éstas que correspondían al ayuntamiento, en
el caso de que libro quisiera disfrutar de aquel favor. En el acta notarial se estipulaba que, en el caso de
que el Fundador o sus sucesores quisieran anular esta acta, tendrían la obligación de devolver a la fábrica
de la parroquia de Ars la suma de 20.000 francos.
Si no se continuaba con la escuela, por motivos independiente de la Congregación, los intereses de esa
suma pertenecerían al Instituto. Si el ayuntamiento renunciaba a la fundación o escogía a otros maestros
así como si las leyes llegaban a impedir a los miembros de las congregaciones religiosas ejercer la
enseñanza, la suma mencionada pasaría a ser propiedad del Instituto.
Gracias a esta cantidad el Fundador compró un terreno en el lugar llamado Charignin, de una extensión
aproximada de 419 áreas y 30 centiáreas. La Congregación adquirió más tarde otros terrenos, que se le
fueron añadiendo.
Fue para el Fundador una gran alegría tener un lugar para él y su Comunidad, donde descansar en los
momentos libres, aparte de lo que pudieran sacar del cultivo de las tierras. Su buena situación, el aire puro
que en ella se respira, en fin, todo en esa finca es agradable. Se dice que esos terrenos 303 habían
pertenecido en otros tiempos al Cabildo de Belley. Por esta razón, años atrás, Mons. Devie había querido
comprarlos, pero no pudo porque le pedían entonces 25.000 francos.
***
Ese mismo año 304 el Estado decidió abrir un acceso, en la parte sur de la catedral; eso nos obligó a ceder
un terreno de dos metros de anchura que tuvimos que quitarle a la capilla, circunstancia que nos obligó,
para no empequeñecerla, a alargarla por el lado sur, con perjuicio de la sala de recreo, que se encontraba
precisamente allí. De lo que se siguieron dos consecuencias lamentables: 1ª, la destrucción de unas
hermosas bóvedas de estilo gótico de la parte norte de la capilla (que, antes de la Revolución, formaban
parte de la capilla de San Vicente); 2ª, la prolongación de la capilla por la parte sur, que obligó a derribar
otras construcciones, solución de perjudicial e imperfecta.
Los 8.000 francos que nos pagó el Estado por el terreno expropiado y la subsiguiente demolición, no
cubrieron, ni de lejos, los gastos que tuvimos que hacer, y, sobre todo, no nos compensarán nunca por el
perjuicio indicado. Para hacer frente a los gastos, el Fundador acudió a lo que constituía su recurso más
socorrido: la oración. Además hizo un nuevo llamamiento a sus Hermanos, como lo había hecho en 1848,
en un momento de extrema necesidad. Les escribió lo siguiente:
"El Gobierno nos ha concedido 8.000 francos, ayuda importante, pero a todas luces insuficiente, pues
nuestros ingresos son, por lo demás, escasos. Me veo, pues, en la necesidad de hacer una llamada general
e invitarles a que pague cada uno una piedra de nuestra capilla. Costearán esta piedra con los ahorros que
pueden hacer este año. Y, si hay quienes conservan todavía algunos haberes en el mundo, pueden
costearla con ellos. A quienes no tengan nada en este mundo o no ha podido ahorrar porque han estado
enfermos o, simplemente, porque no han podido hacerlo, les ofrezco la siguiente reflexión: también
podrán traer una piedra grande para la casa del Señor, si se empeñan en buscarla en el seno mismo de la
divina Providencia, por medio de humildes y fervorosas oraciones. Ahí mismo, queridos Hermanos,
durante más de treinta años, yo he encontrado los materiales necesarios para construir nuestra querida
303
Ms. B.: "... donde se había construido un templo a la diosa Cibeles, durante la dominación romana".
304
El párrafo siguiente no está muy de acuerdo con el Ms. B., que reproducimos: "Ese mismo año, además de tener que ampliar el
dormitorio, tuvo que comenzar las reparaciones de la Capilla. Se tuvo que echar abajo el coro para dejar exenta la
Catedral y para ampliarla hubo que ocupar el espacio de la sala de recreo que estaba a continuación del comedor
grande. La suma aportada por el Gobierno, como compensación del terreno de la capilla y del patio que había sido
ocupado, no llegó ni con mucho a cubrir los gastos realizados ni pagará jamás las molestias causadas por la pérdida de
la sala de recreo" (pp. 374-375).
172
Congregación. Proclamo esto para mayor gloria de Dios y también para que conozcan esa cantera divina
de la que tantos y tan buenos materiales podemos extraer" 305.
La llamada fue atendida y, al año siguiente, pudo escribirles, cuando les convocaba para los ejercicios
espirituales anuales:
"Por fin hemos terminado la capilla nueva de nuestra Casa Madre, noticia que les comunico, lleno de
alegría. El 19 de Junio la bendijo solemnemente nuestro Obispo. El señor Sub-Prefecto, el señor
Presidente del Tribunal Civil, el señor Alcalde y los principales ciudadanos de Belley han asistido a un
ceremonia muy importante para nuestra Comunidad. Los reverendos señores canónigos y el clero de la
ciudad acompañaban a Monseñor. Lamento no poder describir en esta carta toda la impresionante
ceremonia, que nuestra Congregación recordará siempre. Sí que quiero comunicarles, sin embargo, que
Su Excelencia, dejándose llevar por su ardoroso celo, expresó emotivamente su agradecimiento a Dios, a
los Hermanos y los fieles congregados para la ceremonia; sus palabras animan y halagan mucho a nuestra
Congregación.
A continuación, el dignísimo Prelado ha dicho que la capilla iba a ser para los Hermanos un nuevo Sinaí,
un nuevo Tabor, un nuevo Cenáculo y un templo más apropiado para la oración que el de Salomón. Os ha
dado las gracias, por hecho de haber sabido encontrar, a pesar de vuestra pobreza mediante privaciones y
sacrificios, recursos con los que edificar al Señor un templo digno de El. Se ha mostrado especial mente
satisfecho, al ver al clero, a las autoridades y a la población de la ciudad rendir, con su presencia, un bello
testimonio de simpatía a una Congregación que defiende a la sociedad, ya que se dedica a la instrucción
religiosa y a la educación moral de los jóvenes. Su Excelencia ha recordado que su venerable antecesor,
que le tenía tanto cariño, creía que estaba destinada a llevar a cabo grandes servicios en favor de la
religión, citando aquellas palabras de Mons. Devie: 'Salvaremos a las familias por medio de la Sagrada
Familia'. Su Excelencia ha terminado deseando que la Congregación aumente mucho el número de sus
miembros para así poder atender a las innumerables peticiones que le hacen.
Monseñor Chalandon, nuestro dignísimo y estimado señor Obispo, cuya tarea episcopal brilla por su
extraordinario celo apostólico, por su virtud y ciencia, nos demostró ya en muchas ocasiones que ha
heredado todo el interés y el afecto que sentía por nosotros nuestro venerable padre en el Señor,
Monseñor Devie, de gloriosa y santa memoria. Impulsado espontáneamente por su generoso corazón de
Obispo y de padre, Mons. Chalandon ha contribuido al esplendor de nuestra capilla no menos que el
venerable párroco de Ars. Gracias a sus generosas aportaciones, ambos se han hecho más dignos aún de
nuestra gratitud, disposición que ya se habían ganado por muchos títulos.
¡Qué satisfacción tendrán también nuestros buenos Hermanos, que, con espíritu de fe y auténtico amor a
la Congregación, han contribuido, ellos también, a reconstruir y a adornar esta capilla! Su generosidad
será recompensada por el n Señor. (Nota: El santo párroco de Ars ha fundado a perpetuidad una misa
dominical por la conversión de los pecadores. El Obispado de Belley, depositario de la fundación, se
encargará de abonar los estipendios de las misas. El Rvdo. Vianney también nos ha regalado algunos
hermosos ornamentos, nuestra preciosa custodia, un copón, un cáliz, etc...). Por nuestra parte, se lo
agradecemos profundamente...
Siempre me ha dado miedo la ingratitud; este pecado desagrada a Dios y a los hambres. No seamos nunca
desagradecidos, queridos Hermanos, ni con nuestros protectores ni con nuestros bienhechores;
demostrémosles siempre que merecemos sus beneficios y que sabemos corresponder. Oremos para que el
Señor derrame sobre ellos sus divinos consuelos en la tierra y para que les devuelva en el cielo el ciento
por uno de cuantos favores nos han hecho en este mundo: tienen derecho a esperarlo de nosotros" 306.
El año 1852, según estaban las cosas y conforme a las previsiones de los más pesimistas, tenían que pasar
en Francia graves acontecimientos políticos. Mons. Chalandon, coadjutor de Mons. Devie, nos había
dicho, al predicamos el retiro de 1851 que no había que preocuparse por las amenazas que se propagaban
contra las instituciones religiosas. El Prelado nos había dicho: "Dios vela por nosotros; tengo la
305
Cf. Circulares a los Hermanos, 3 de Agosto de 1852, pp. 154-155.
306
Cf. Circulares a los Hermanos, 15 de Agosto de 1853, pp. 173-176.
173
convicción de que este año pasará como los demás e incluso que será mejor y más favorable para la
religión".
Sabemos que se cumplió esta predicción.
El mismo Fundador nos anima con las siguientes palabras: "Puedo afirmar que nada especial nos ha
ocurrido en 1852 y eso que dijeron que tenía que correr nuestra sangre y que iban a llevarnos al matadero,
junto con nuestro santo Obispo y con las mejores personas de esta ciudad, (Se refería a un cartel
amenazador, que habían pegado en las paredes de Belley, cuando la revolución de 1848), Gracias a Dios,
estamos todavía con vida; pero, si hubiera que morir por nuestra santa Religión, queridos Hermanos, no
dudaríamos, con la gracia de Dios, en aceptarlo generosamente, y Vds, tienen que estar en las mismas
disposiciones. Sin embargo, no nos atrevemos a decir, que merecemos esa gracia que ha abierto las
puertas del cielo a tantos mártires".
***
Ese mismo año colocó con toda solemnidad el signo augusto de nuestra Religión en la fachada de la Casa
Madre en presencia "...de una gran muchedumbre de gente de la ciudad, a la que la ceremonia había
reunido, Mons, Chalandon, después de bendecir la cruz, se dejó llevar por la inspiración de su espíritu e
hizo brotar de sus labios palabras elocuentes y suaves que encuentran fácilmente el camino del corazón e
inclinan al amor de la virtud" 307.
Nos decía nuestro buen Padre, al hablamos de la cruz:
"Nuestra condecoración es el santo crucifijo que llevamos en el pecho desde el día en que nos
consagramos a Dios en el estado religioso: Esta cruz es también un arma para defendernos, ya que, por
medio de ella, Jesucristo venció al mundo. La bendita condecoración que llevamos, queridos Hermanos,
es mil veces más valiosa que las cruces honoríficas que los reyes conceden a quienes juzgan dignos de
ellas. Si a nuestra cruz no le corresponde pensión civil alguna, sí que van anejas indulgencias plenarias,
concedidas por el Sumo Pontífice, las cuales son, en verdad, un gran tesoro con el que podemos aliviar a
las almas del purgatorio, cautivas y dolientes.
El soldado está expuesto al peligro en el combate, donde puede incluso perder la vida; pues bien,
recordemos, queridos Hermanos, que la vida es un combate permanente en el que podemos perder la vida
de la gracia (...). Pero, sean cuales fueren las heridas recibidas, no nos turbemos nunca. Jesucristo nos las
curará con su bondad infinita. Seámosle fieles, pues, y muramos con las armas en la mano en el combate
que hemos emprendido por su mayor gloria, por nuestra salvación y por el bien del país en el que nos ha
colocado la divina Providencia" 308.
El piadoso Fundador termina de la siguiente manera: "La cruz ha vencido al mundo. Esta señal sagrada
que hace huir a los demonios nos recuerda, al mismo tiempo lo que vale nuestra alma y el amor que nos
tiene nuestro Divino Salvador así como su bondad infinita que le llevo a darnos a María por Madre, desde
lo alto de la cruz.
La salvación y la vida se encuentran, queridos Hermanos, en la cruz; allí encontraremos, nos dice el
piadoso autor de la Imitación de Cristo, refugio contra nuestros enemigos, la dulzura de la gracia, la
fuerza para el alma, la alegría del espíritu, la perfección de las virtudes y la plenitud de la santidad. Sólo
en la cruz encontraremos la curación para nuestras almas y la esperanza de la vida eterna. Llevemos,
pues, nuestra cruz: es decir, todas las penas propias de nuestro estado, y cuantos sufrimientos quiera Dios
enviarnos; llevémosla con alegría, teniendo en cuenta que Jesucristo dijo que quien quiera ser discípulo
suyo tiene que renunciar a sí mismo, cargar con su cruz e ir tras él. Quien se separe de esta senda se
extravía, se pierde indefectiblemente. Pensemos en ello, queridos Hermanos, para no correr el riesgo de
llorar en compañía de los condenados por toda la eternidad ni ser privados del cielo que nos ha
307
Cf. Circulares a los Hermanos, 3 de Agosto de 1852, p. 150.
308
Cf. Circulares a los Hermanos, 13 de Agosto de 1853, pp. 172-173.
174
conquistado nuestro divino Salvador, con sus sufrimientos y su cruz" 309.
***
Cuando Su Santidad Pío IX, rodeado de Obispos de todo el mundo católico, proclamó, el día 8 de
Diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, nuestro piadoso
Fundador levantó en seguida, en medio de nuestro jardín, la hermosa estatua de María, a cuyas plantas
tanto nos gusta implorar su intercesión poderosa. Mons. Chalandon, que la bendijo solemnemente el 29
de Julio de 1855, concedió 40 días de indulgencia cada vez que se recite el Ave María, mirando al mismo
tiempo esta imagen.
Aquel día se celebró una fiesta emocionante y consoladora para la Congregación. En el refectorio de la
casa, comieron Mons. Chalandon y los señores Sub-Prefecto, Presidente del Tribunal, alcalde de Belley,
los canónigos y los demás sacerdotes de la ciudad, el inspector de las escuelas del distrito y muchos otros
personajes principales, amigos de la comunidad. También todos ellos asistieron, junto con la
muchedumbre de fieles, a la ceremonia y a la iluminación que tuvimos por la noche, en el patio, en honor
de la Inmaculada Concepción, cuya estatua brillaba como el sol. Con este motivo, el Fundador escribió
unas líneas a sus queridos hijos. Entresacamos de ellas los siguientes fragmentos:
"Desde hace tiempo deseábamos erigir en el patio de nuestra Casa Madre un monumento que fuera la
señal externa de nuestra tierna devoción a la Madre común, la gloriosísima Virgen, María Inmaculada.
Por fin se han cumplido nuestros deseos, queridos Hermanos: la imagen de la Reina del cielo y de la
tierra ha sido inaugurada solemnísimamente donde acabamos de decir. Al final del próximo retiro, nos
consagraremos todos, queridos Hermanos, a la Virgen Inmaculada, de rodillas, ante el monumento que
hemos levantado en su honor, llenos de gozo y de alegría, y en un lugar que, casi con toda seguridad,
hemos recibido de sus manos maternales.
La figura humilde y recogida de la Santísima Virgen, nos muestra la modestia santa que un cristiano y,
sobre todo, un religioso, debe guardar con todo cuidado. Al darnos a María por Madre, Jesucristo nos la
ha dado también como modelo.
¿No parece que los brazos poderosos de María se abren para recibir al pobre pecador, para consolar al
afligido, para as bendecirnos a todos y derramar la gracia sobre nosotros? ¿No parece también que
extiende sus manos para bendecir nuestras escuelas y a los numerosos alumnos que acuden a ellas,
escuelas que vosotros dirigís con tanto espíritu de sacrificio?
La columna de piedra sobre la que está colocada la bonita imagen, lleva grabada la inscripción 'A María,
concebida sin pecado'. Es una muestra de nuestro amor, de nuestra devoción y agradecimiento a la
Virgen. También nos recuerda la gracia especialísima con que Ella fue distinguida y nuestra obligación de
evitar el pecado actual, al que nos arrastra nuestra gran fragilidad. Avivemos, pues, nuestro amor, nuestro
agradecimiento y nuestra devoción a María a la que jamás invocamos en vano, y digámosle
frecuentemente, al pasar por delante de su imagen, la siguiente oración: '¡Oh María concebida sin pecado,
y refugio de los pecadores, ruega por nosotros que acudimos a ti!'" 310.
***
En 1854, como consecuencia de las insistentes peticiones de Mons. Cretin, nacido en la diócesis de
Belley y Obispo de San Pablo de Minnesota (Estados Unidos de América), el Fundador mandó a los
Hermanos Cirilo, Ernesto, María León y Timoteo para fundar una casa en aquella ciudad episcopal. La
elección de los sujetos no fue muy acertada. Faltaron una dirección prudente y firme, el espíritu de unión
y de obediencia, hasta tal punto que las esperanzas puestas en aquella fundación se desvanecieron
prontamente. El H. Timoteo volvió a la vida seglar; el H. Cirilo ingresó en la Congregación del Espíritu
309
Cf. Circulares a los Hermanos, 1 de Agosto de 1855, pp. 208-209.
310
Cf. Circulares a los Hermanos, 1 de Agosto de 1855, pp. 205-214.
175
Santo, llegando a ser sacerdote; el H. María León regresó a la Casa Madre, se fue después a su pueblo,
marchando más tarde a la República Argentina, donde se ordenó de sacerdote; finalmente, el H. Ernesto,
el más razonable de todos vino también, pero deshecho moralmente a causa del fracaso de la empresa y
de las cosas raras que había visto en sus tres compañeros, cumplió escrupulosamente sus compromisos
religiosos, retirándose después de la Congregación.
***
El artículo VII de los nuevos Estatutos, de los que hablaremos al final de este capítulo, dice que los
Hermanos no podrán trabajar solos más que cuando se vea que no van a correr ningún peligro moral. Al
mismo tiempo, tendrán que estar cerca de otros Hermanos de la Congregación, con quienes puedan
visitarse con frecuencia y ayudarse espiritualmente. Sólo si ha alcanzado una edad madura y si el párroco
acepta que viva y haga sus comidas en la casa rectoral, un Hermano podrá estar solo 311.
***
También por aquel entonces, el Fundador fue eliminando de poco a poco los puestos de trabajo de los
Hermanos legos, que desempeñaban en los seminarios tareas domésticas impropias del hábito que
llevaban, que se parecía mucho al de los Hermanos maestros. Otros dos motivos le obligaron a tomar esta
medida.
1°. Las quejas de los padres de algunos Hermanos 312.
2°. El descontento de varios de éstos, que se consideraban menos estimados que los religiosos maestros y
que deseaban trabajos más afines a sus gustos; incluso pudo influir el amor propio de estos mismos
Hermanos.
***
Tras la supresión de estas fundaciones, se iniciaron las comunidades de Hermanos sacristanes, en las
iglesias de las grandes ciudades, en las que siguieron trabajando algunos de los entonces llamados
Hermanos legos. A partir de entonces, usaron el mismo hábito que los Hermanos maestros.
Ya dijimos que los Estatutos presentados en Roma en 1850, por nuestro querido Fundador, tenían que
modificarse, conforme a los puntos de vista de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Su
Eminencia, el Cardenal Orioli Prefecto de dicha Congregación, los señaló en un Rescripto, fechado el 3
de Mayo de 1851, y enviado a Mons. Devie y al Fundador. Este se apresuró a modificar los Estatutos para
acomodarlos a las observaciones de Roma. Al llegar el tiempo del retiro de 1852, convocó a todos los
Hermanos de votos perpetuos. Esta asamblea, compuesta por 37 miembros, los revisó y los aprobó
finalmente.
311
El Ms. B. tenía aquí, además, estas líneas: "Era esto un modo de ir suprimiendo estas casas. El Fundador avisó con tiempo a los
ayuntamientos y lo llevó a cabo de un modo progresivo. Tres razones motivaron esta decisión:
1ª Cada titular tenía que tener el diploma.
2ª Algunos amigos verdaderos de la Congregación habían hecho notar que determinados Hermanos jóvenes, trabajando de esta
manera y alejajados, a menudo, de sus Hermanos, quedaban expuestos a perder su vocación. El buenísimo rey Carlos Alberto
mismo, al aprobar el Instituto, le había hecho verbalmente esta misma observación a nuestro Fundador.
3ª La experiencia, por desgracia, había confirmado, a veces, estas previsiones. El artículo 7, anteriormente citado, no prohibió
absolutamente estas fundaciones, pero las restringió mucho. El Fundador se atuvo a este artículo".
312
El Ms. B. añade aquí una explicación interesante:
"1°. Las quejas de algunos padres a quienes les parecía mal que sus hijos no tuvieran como futuro sino un trabajo manual
doméstico, después de haber tenido que esforzarse para pagar la pensión del Noviciado". 2°. lo formula de una manera distinta:
"2°. Las murmuraciones de algunos de estos Hermanos, que se consideraban postergados, en comparación con los Hermanos
maestros, y que deseaban, consecuentemente, unas ocupaciones más a su gusto y más conformes, quizá, con su amor propio".
176
Nombró también, por mayoría absoluta de votos, a los miembros que habrían de integrar el Capítulo de la
Congregación, que, hasta entonces, había estado formado por todos los Hermanos de votos perpetuos.
Destacamos del Guía algunos párrafos de la declaración del 29 de Septiembre referente a esto.
"Reunidos por motivaciones santas, presididos y convocados por nuestro dignísimo Superior General, el
Reverendo Hermano Gabriel Taborin, al que llamamos con todo derecho Padre, ya que, junto con el
Ilustrísimo y Reverendísimo señor Obispo de Belley, Mons. Devie, de santa y gloriosa memoria, es el
verdadero Fundador de nuestro Instituto.
Después de haber pedido con fe profunda las luces del Espíritu Santo, la ayuda de los Angeles y de los
Santos y, de modo especial, la de la Santísima Virgen y de San José, nuestros gloriosos patronos, hemos
examinado de nuevo con seriedad y a conciencia, los anteriores Estatutos y Constituciones, ya
mencionados, compuestos por setenta y cinco artículos.
Como consecuencia del examen de estos Estatutos y Constituciones, así como de la ya larga práctica que
hemos hecho de ellos, los hemos aprobado, después de introducir algunos cambios. Los aprobamos
libremente, desde lo más hondo de nuestro corazón y con carácter irrevocable. Nos comprometemos
religiosa y civilmente a cumplirlos con toda fidelidad para siempre y a hacer que los cumplan todos los
Hermanos que en estos momentos forman parte del Instituto, así como los que Dios quiera enviar en el
futuro.
Afirmamos con toda sinceridad que nos alegramos en el Señor de pertenecer a la mencionada
Congregación de la Sagrada Familia, en la que, con la gracia de Dios, queremos vivir y morir,
comprometiéndonos a buscar sus intereses espirituales y materiales y a hacer todo el bien que podamos,
conforme dispongan las Reglas, obedeciendo a nuestro respetable Superior General actual y a sus
legítimos sucesores.
Quiera el Señor aceptar como buenas, en todos sus puntos, las Reglas que acabamos de examinar y
aprobar, así como todas las decisiones que hemos tomado en su presencia.
Con esto sentimientos, firmamos la presente acta, redactada en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu
Santo y para su mayor gloria. Así sea" 313.
A continuación del acta de la Asamblea Capitular va una declaración del Padre Gabriel, en la que leemos:
"Quiero dejar constancia de que, sólo en nombre de Dios y por obedecer al Sumo Pontífice, Gregorio
XVI, de santa memoria, y a nuestro venerable Obispo, Mons. Devie, así como para responder al deseo de
mis Hermanos en religión, he aceptado el cargo de Superior General y lo conservaré hasta la muerte,
aunque no merezca esta distinción.
No permita Dios que me gloríe de ello, sino sólo de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en quien pongo
toda mi esperanza. Con la emoción propia del caso, quiero dejar constancia de que uno de los días más
felices de mi vida y que me ha hecho olvidar tantos días malos como he tenido que pasar para fundar y
gobernar nuestra querida Congregación, es, sin duda alguna, el día de hoy, 20 de Septiembre de 1852, día
en que se ha constituido y reunido por vez primera nuestro respetable Capítulo General, que ha redactado,
junto con otros Hermanos importantes, el acta que sigue.
Queriendo testimoniar abiertamente mi entrega religiosa a nuestra querida Congregación, renuevo ante
Dios y ante los hombres, las promesas que hice cuando fui instalado en el cargo de Superior, de
dedicarme legítimamente a procurar en todo momento los intereses espirituales y temporales de nuestro
Instituto. Renuevo igualmente, con profundo interés, mi promesa de permanecer siempre unido a la Santa
Sede. Quiera el Señor ayudarme. Así sea" 314.
Como consecuencia del ruego que se contenía en la declaración de la reunión capitular, el venerable
Fundador se puso a redactar de nuevo el Guía. Pero el escaso tiempo de que disponía para ello le impidió
publicado antes del año 1858. Tuvo la delicadeza de ir enviándonos, de vez en cuando, algunas partes
sueltas, que contenían los temas más importantes.
En el primer Guía, del que ya hemos hablado largamente, el P. Gabriel fue breve en la expresión. En el
313
Cf. Nuevo Guía, extractos de las pp. 40-44.
314
Ibid., pp. 46-48.
177
nuevo, aparte que las Reglas se han desarrollado, ha ido intercalando reflexiones, sacadas, en su mayor
parte, de los maestros de la vida espiritual. Se puede afirmar que en la doctrina de los votos y de las
virtudes religiosas y cristianas, el Fundador, como una abeja laboriosa, ha sabido integrar en la obra,
resumido indudablemente, lo mejor que los autores ascéticos han escrito sobre estas materias. Los
añadidos, quizá hayan podido perjudicar a la unidad de la obra, al diluir las reglas propiamente dichas
entre las instrucciones y consideraciones espirituales. Pero si consideramos que, cuando el Fundador las
escribió, los Hermanos no tenían al alcance de la mano los libros espirituales que luego han podido tener,
quizá podamos comprender una razón suplementaria que justifique esta mezcla.
El autor mismo lo explica en el Prefacio, cuando dice:
"La primera parte del Nuevo Guía comprende los Estatutos y las Constituciones... lleva la aprobación de
varios Obispos, cuyos nombres, al igual que el de Mons. Devie, serán siempre recordados en nuestra
Congregación. La segunda parte es una explicación ampliada de la primera. Comprende las observancias
y reglamentos de la Congregación. En ella encontrarán, entre las Reglas, algunas Instrucciones para su
vida espiritual.
Esta mezcla ha sido hecha intencionadamente: he pretendido que, al mismo tiempo que leen Vds. las
Reglas de nuestro Instituto, puedan encontrar doctrina apropiada para mejorar su vida de piedad" 315.
Sin embargo, como era obligatorio leer el Guía entero todos los años, esa lectura ocupaba casi todo el
tiempo que los va Hermanos podían dedicar a la lectura espiritual. Y como es bueno leer también otros
libros espirituales, pronto comenzaron los Hermanos a manifestar el deseo de que se separasen de los
avisos espirituales las Reglas y Constituciones, cuya lectura sería la única obligatoria. Al R. P. Fundador
le pareció bien aquella sugerencia, pero la muerte le impidió llevarla a cabo.
***
Por la confianza que tenía en nuestra Madre María Inmaculada y por su deseo de que todos los Hermanos
de la Sagrada Familia diéramos frutos de buen ejemplo y de salvación, el R. P. Fundador hizo el año
1855, junto con todos los Hermanos presentes en Belley, una consagración y un voto, redactado en los en
os siguientes términos:
"Yo, el abajo firmante... Hermano..., me consagro para siempre, en el día de hoy, a la Santísima Virgen
Inmaculada y le pido humildemente y de todo corazón que consiga de su divino y bondadoso Hijo Jesús
que ni los Hermanos Sagrada Familia ni yo dejemos nunca de tener un espíritu religioso ni de servir de
ejemplo y estímulo a quienes nos vean o nos oigan en cualquier parte.
Belley, en la capilla de los Hermanos de la Sagrada Familia, 2 de Febrero de 1855" 316.
Hermano...
315
Ibid., p. X; hay que hacer notar que todas las líneas que van a continuación, hasta el fin del capítulo, no figuran en el Ms. B.;
por el contrario, puede leerse lo que sigue y que va entre paréntesis: "Podría añadirse aquí algo de lo que ha dicho el
H. Amadeo al respecto , en su Circular (p. 58) Y lo que se dice al comienzo de las Constituciones nuevas". La
conclusión del capítulo es una página en blanco en sus cuatro quintas partes.
316
Este voto del Fundador había sido formulado al final grafía de H. Régis Bernard (de nacimiento Juan), muerto el 15 de enero de
1855. Esta reseña necrológica había sido escrita el 17 de 1855. Cf. Biografías de los Hermanos difuntos, p. 33.
178
CAPITULO XXXIII
COMPRA DE LA ABADIA DE TAMIER. EXCELENTE ACOGIDA POR PARTE DE LOS BUENOS
HABITANTES DE AQUELLAS MONTAÑAS.
PROYECTOS DEL FUNDADOR SOBRE TAMIER. DIFICULTADES PARA ENCONTRAR UN
CAPELLÁN Y UN DIRECTOR APTOS PARA DIRIGIR LA CASA. COMIENZOS PENOSOS. EL
HERMANO AMADEO INAUGURA EL INTERNADO; LE SUCEDE EL HERMANO RAIMUNDO.
EL RVDO. DURET, CAPELLÁN. PROSPERIDAD DEL INTERNADO. SITUACIÓN
FLORECIENTE DE LAS ORDENES RELIGIOSAS EN AQUELLA ÉPOCA. EL R. P. DOM BENITO,
ABAD DE LA ABADÍA DE LA GRACIA DE DIOS, ADQUIERE LA CASA DE TAMIER.
DIFICULTADES DEL. FUNDADOR DESPUÉS DE HABER LA VENDIDO.
No hemos echado en olvido el deseo del Fundador de tener otra casa en Saboya ni tampoco la profecía
del célebre misionero P. Favre, a quien había pedido que le predicara un retiro, cuando el Instituto estaba
todavía en sus comienzos. No había desechado nunca la idea de comprar Tamier algún día.
Vamos a decir algunas palabras sobre esta célebre abadía. La antigua abadía de Tamier pertenecía a la
Orden Cisterciense. Había sido fundada en 1132 por su primer abad, San Pedro II, arzobispo de
Tarentaise. Está situada en una colina encantadora, en la confluencia de las cuatro diócesis de Saboya,
cerca de las dos pequeñas ciudades de Faverges y Albertville. Este monasterio ha dado a la Iglesia,
además de cuarenta y cinco obispos, algunos beatos y santos canonizados por la Iglesia.
En 1793 la tormenta revolucionaria obligó a los religiosos a abandonar su santo monasterio, donde sus
felices existencias habían transcurrido en un ambiente de paz. Su marcha dejó un enorme vacío en la
región. Aquellos ángeles de la tierra se fueron al extranjero a buscar un refugio acogedor. A partir d
entonces, ya no resonaron en Tamier los cantos sagrados en la casa de Dios. Las gentes piadosas no
pudieron encontrar tampoco un refugio para su virtud, ni el hambriento pan para saciar su hambre, ni el
extranjero, huéspedes caritativos, ni el afligido, consuelo: el viajero que iba de paso se quedaba
espantado, al ver el convento solitario. ¡Oh revolución, hija de infierno, tu martillo sólo sirve para
destruir, tus manos pan cometer sacrilegios! ¿Quién puede amarte? Sólo las almas ciegas y los corazones
pervertidos...
El convento de Tamier, edificio construido simétricamente; el monumento más hermoso de aquellos
contornos, había costado una fortuna, pero fue vendido solamente por lo que valían los excelentes
materiales de que estaba hecho. Incluso lo habrían derribado de no haber sido por la intervención de S. M.
el rey Carlos Félix, que lo compró a sus expensas en 1827 y se lo cedió al Arzobispo de Chambéry. Mons
Martinet, Obispo de la diócesis, se gastó cuantiosas sumas para reparar el edificio y devolverle sus
primitivas comodidades, instalando allí a un grupo de misioneros que vivieron en él durante algunos
años. La autoridad diocesana dispuso que los celosos misioneros se trasladaran a otro sitio, sintiéndolo
mucho las buenas gentes de aquellas montañas, cuyo cariño se habían ganado a pulso y que apreciaban su
caridad.
Como acabamos de ver, el convento de Tamier había sido reparado en parte, pero se había convertido en
un cuerpo sin alma. No había sacerdotes, la campana del convento ya no convocaba a los fieles ni a la
oración ni a la santa Misa; la puerta del santuario permanecía cerrada y los fieles piadosos de los pueblos
vecinos no podían venir a presentar sus homenajes y adoraciones a Nuestro Señor en la amplia y hermosa
iglesia conventual. Sentían mucho haber perdido a sus misioneros, al igual que sus abuelos sintieron antes
haber perdido a los religiosos que constituían la gloria y la riqueza del valle. Las llaves del monasterio
habían sido entregadas a una persona de la región, el respetable señor Juan Favre, hombre de confianza,
dados los principios religiosos que siempre había profesado. (Nota: El señor Favre, cuyo padre ayudó a
huir a los religiosos, cuando el convento fue invadido por los revolucionarios en 1793, había conocido a
los antiguos religiosos. Fue un verdadero amigo para nuestros Hermanos. Lo sintió muchísimo, cuando
tuvimos que marcharnos de Tamier. Las el cartas que escribió más tarde a nuestro Fundador no podían a
ser más conmovedoras.
179
Así estaban las cosas, cuando el Hermano Gabriel hizo una petición de carácter oficial a Mons. Billiet,
Arzobispo de Chambéry. Le escribió lo siguiente:
"Excelencia,
Llevo mucho tiempo dándole vueltas en presencia de Dios en al asunto de Tamier. Si pudiera comprarla y
llevar a cabo los et, proyectos que tengo sobre esa casa, creo que llegaría a ser la puerta del cielo para
muchas almas. Podría hacerse allí también, que, posiblemente se desbordase y beneficiase a las cuatro
diócesis de Saboya, cuyo Metropolitano es Su Excelencia.
Hasta el momento, Monseñor, he vivido toda clase de pruebas: persecuciones, calumnias, fatigas y
escasez, pero, a Dios gracias, he mantenido un buen combate y nunca me he desanimado. Es cierto que ni
el que planta ni el que riega es quien poda el crecimiento; nada es mío; es más, yo diría que la Divina
Providencia se ha complacido en bendecir mis trabajos y en darles un éxito, más allá de toda previsión.
Espero, pues, que el Señor bendiga la nueva obra de Tamier, porque la llevaré a cabo bajo su dignísima
protección, lo que le constituiría a Vd. en el Fundador de la misma. Otra razón es que yo no haré nada sin
consultarle ni sin contar con su aprobación..." 317.
No pudo realizarse la compra, por las dificultades que puso el gobierno sardo. Eran tiempos distintos de
los del Rey Carlos Alberto. Pero, habiéndose solventado los inconvenientes, el Fundador volvió a la carga
el 28 de Febrero de 1856. Manifestó de nuevo a Su Excelencia sus proyectos e intenciones sobre Tamier,
rogándole que los aprobase. Consistían en hacer que la Abadía volviera a ser centro del culto divino, abrir
allí un Noviciado y establecer una casa de retiro, tanto para los Hermanos como para quienes quisieran
ingresar Congregación y vivir santamente en soledad; si fuera necesario, también podría establecerse allí
un internado.
El señor Arzobispo de Chambéry aprobó aquellas propuestas; sin embargo, los Consejeros del Fundador,
aunque sin llegar a oponerse frontalmente a la compra de Tamier, le presentaron objeciones muy serias.
La realización de aquel proyecto exigía hombres y recursos económicos, y éstos últimos faltaban del todo.
Por ello el Hermano Gabriel, en carta del 16 de Marzo de 1856, además de pedirle a Su Excelencia que
rebajase las condiciones económicas de la compra lo más posible, añadía:
"De esta manera, Excelencia, quiero decir, con estas condiciones, me ayudaría Vd. en mi buen proyecto,
lo que para mí un estímulo. Tengo que manifestarle con toda franqueza que necesito que alguien me dé
ánimos en estos momentos, ya que casi todos los Hermanos más responsables, intentan apartarme de este
proyecto de compra. Me dicen que la región es excesivamente fría, solitaria y con malas comunicaciones;
que las ventanas, las puertas y los pisos se encuentran completamente carcomidos y que si no los
rehacemos del todo, corremos el peligro de morir aplastados por la caída de los techos; que gastarnos
alrededor de cuarenta o cincuenta mil francos en reparaciones apenas se notaría, pues hace falta
muchísimo más dinero para poder poner a punto esta casa; que nos resultaría carísima la madera
necesaria para la reconstrucción.
Argumentan además que para poder fundar una casa, tal y como yo la veo, tendríamos que dedicarle los
mejores Hermanos con que contamos, que, por otra parte, necesitamos en otras casas, como una que
abrimos el año pasado en París. Sobre todo teniendo en cuenta que quieren que ampliemos estas
actividades (las cuales, desde el punto de vista económico, nos serían más rentables que Tamier).
También me hacen ver que no parece muy prudente fundar una casa en Tamier en un momento de
persecución como el presente. Este punto de vista lo comparten también las autoridades eclesiásticas de
esa diócesis, a quienes no les gustaría que nos instalásemos en Tamier. Son de la misma opinión los
Hermanos más importantes del Instituto. En el fondo, cuanto me dicen me parece acertado.
Sin embargo, créame, Monseñor, hace ya veinte años que me siento atraído por la soledad de Tamier;
todas mis inclinaciones me llevan a retirarme allí y a hacer el bien, ayudado por la gracia divina y por los
sabios consejos y la protección de Su Excelencia. Intento actuar en este asunto como me habría gustado
hacerlo en el momento de mi muerte, lo cual quiere decir que lo hago con las intenciones más limpias y
rectas. Si Su Excelencia me ayuda en esta compra, para mí será como un oráculo, revelador de los
317
Cf. A Mons. Billiet, 14 de Marzo de 1853, en Cartas, p.27.
180
designios de Dios. Con ello mis adversarios podrán ponerse más fácilmente de mi parte, ya que ellos se
atienen a las condiciones de mi carta del 28 de Febrero, de las que ya le he hablado..." 318.
Su Excelencia aceptó lo expuesto en la carta del 28 de Febrero y la escritura de venta fue registrada el día
(2-4) de 1856.
El Fundador se apresuró a realizar las reparaciones más urgentes para poder albergar a los Hermanos que
debían ver de Belley y el día de la Ascensión se celebraron públicamente los oficios litúrgicos en la
capilla del antiguo convento. El 13 de Mayo, el Fundador escribía desde Tamier a Mons. Billiet:
"Excelencia, nos encontramos, por fin, instalados en Tamier; se trata ahora de santificarnos allí y de obrar
el bien; esto nos va a costar y tendremos que luchar bastante para alcanzar el fin que pretendemos; sin
embargo, contamos con la gracia de Dios. Ojalá la merezcamos, junto con la protección de Su
Excelencia.
Tengo la satisfacción de comunicarle que las buenas gente de estas montañas han visto nuestra llegada
con muy bueno ojos. Todos han venido a presentarnos sus respetos, cada una su manera. Unos nos han
ofrecido su ayuda, otros se apresurado a traernos algunos productos comestibles, otros han hecho fuegos
artificiales durante casi todo el día de la fiesta de la Ascensión del Señor, día de nuestra instalación en
este lugar agradablemente solitario, en el que, por su alejamiento de los ruidos mundanos, parecen
gustarse ya anticipadamente las alegrías del cielo.
La iglesia de Tamier estaba llena de gente durante la Misa y las Vísperas del día de la Ascensión. Para
ellos se trataba de una fiesta doble; no hemos podido averiguar de dónde ha venido tanta gente.
Después de la Misa, me he creído en la obligación de agradecerles personalmente los religiosos detalles
de simpatía que han tenido con nosotros; pero, al mismo tiempo, les he hecho saber que nuestra iglesia
era un oratorio privado y que, a pesar de nuestras buenas disposiciones para ayudarles, no podrían
cumplir aquí con el precepto de la Iglesia, sin contar antes con el permiso de Su Excelencia; en caso
contrario, nos veríamos en la precisión de cerrar las puertas de la iglesia. A pesar de esta advertencia,
hecha en público, el domingo siguiente a la Ascensión vino muchísima gente, sobre todo al rezo de
Vísperas. Yo estaba decidido a cerrar la iglesia; pero el Padre Favre, el guardabosques de Mons. de
Moutiers y algunos otros ancianos respetables me han dicho que no convenía llegar a esos extremos, que
semejante actitud produciría, sin duda alguna, efecto negativos y perjudicaría a nuestra obra.
El Rvdo. señor cura párroco de Plancherine, al que nuestro capellán y yo hemos ido a visitar, nos ha dicho
que, lejos de sentirse molesto porque las gentes de Tamier, feligreses suyos asistan a la celebración de
nuestros oficios litúrgicos, lo verá muy bien y así se lo ha manifestado al Padre Favre.
Quiero que sepa, Excelencia, que no tengo interés alguno en que los seglares asistan a nuestras
celebraciones y que, si consiento en ello, es porque pienso que podrá ser provechoso para el bien
espiritual de estas gentes de montaña, que, por vivir tan lejos de su parroquia no pueden asistir a los
oficios, como ha ocurrido siempre, según me dicen. Creo que si nuestra iglesia se encontrase en una
ciudad o en un pueblo con iglesia parroquial, habría menos inconvenientes en cerrar la nuestra durante los
oficios sagrados, para obligar a los fieles a ir a la suya; pero las gentes de aquí viven muy lejos de sus
iglesias por lo cual se encuentran en la alternativa de faltar a sus obligaciones religiosas, no oyendo misa
los días de precepto, o, de poner en peligro su salud corporal, yendo a la parroquia, durante el mal tiempo.
Podrían correr también el peligro de que les robasen, al dejar abandonada la casa durante la mayor parte
del día. Son éstas algunas observaciones que me permito hacerle y que quiero que Vd. juzgue según su
prudente criterio. En modo alguno queremos hacer de nuestra capilla una parroquia: abrirla a los
ancianos, a los enfermos, a los viajeros, a los fieles de las montañas es facilitarles los medios de
salvación. Por lo demás, no les faltará la instrucción religiosa: los domingos habrá una, durante la Misa o
durante el rezo de Vísperas. Mucha gente de la montaña ha venido a confesarse con nuestro capellán y
nos han dado muy buen ejemplo, comulgando después. Estoy muy contento, Excelencia al constatar que
todavía se conserva una fe profunda en estas montañas. A pesar de todo esto, muchos han reconocido
voluntariamente haber descuidado el cumplimiento de sus deberes religiosos solamente por la dificultad
318
Cf. Cartas, X, pp. 179-180.
181
que les supone tener ir a la iglesia parroquial. Por tanto, ofrecerles nuestra iglesia es hacerles un gran
favor. De esta manera, el agradecimiento les llevará a estimar nuestra casa y esto nos bastará como
compensa. Sin embargo, no estoy dispuesto a hacer esta buena obra si Su Excelencia no da su permiso.
Le ruego, para orientación mía personal, para mi tranquilidad de conciencia y de nuestro capellán que me
diga qué tenemos que hacer.
Dénos su bendición paterna y pastoral. Esté seguro nuestra entrega para intentar hacer el bien y sírvase
recibir al mismo tiempo, el homenaje de mi profundo respeto, con el que quiero mostrarme... etc...
H. Gabriel" 319
El señor Obispo concedió de buen grado el permiso que se le pedía. El H. Gabriel abrió ya aquel mismo
otoño una escuela primaria en la que fueron admitidos gratuitamente niños de las aldeas vecinas. Esto era
un gran favor para aquellos muchachos, que vivían tan lejos de las escuelas municipales. Aquella escuela
funcionó hasta que tuvimos que marcharnos de Tamier.
El primer año, nuestro Fundador estuvo casi todo el tiempo en Tamier. Era necesaria su presencia allí, ya
para estar al tanto y dirigir los trabajos, ya para mantener el orden, observancia y para hacer que las cosas
empezasen a marchar bien. Pero no le era posible permanecer por más tiempo: habría salido perjudicada
la Casa Madre. El Padre Ausone, que hizo de capellán en los comienzos, tuvo que volver también a
Belley. El Fundador expuso la situación al Obispo de Chambéry, rogándole que le proporcionara un
sacerdote diocesano para capellán de la casa. Le decía, entre otras cosas:
"26 de Septiembre de 1856
Excelencia, le escribo para pedirle de nuevo y con el mayor interés, que nos proporcione un buen
sacerdote para Tamier... Podría buscarlo fuera de su diócesis pero estoy convencido de que no me
mandarían lo mejor del clero. Un sacerdote de su diócesis me ofrece más garantías, por el hecho de que
Vd. le conoce..." 320.
Y en otra carta posterior añadía:
"...Al emprender la fundación de Tamier y las adquisiciones allí hechas, sólo me he propuesto la mayor
gloria de Dios y el provecho de nuestra religión. Para conseguirlo he contado con la benévola ayuda de Su
Excelencia y he creído siempre que nos proporcionaría -pues lo necesitamos-, un sacerdote que reúna en
sí todas las cualidades físicas, morales y religiosas que le son necesarias a un capellán como el que
conviene a Tamier. La obra emprendida, Monseñor, se encuentra en sus comienzos y, si no podemos
contar con un sacerdote, conforme al corazón de Dios, y suficientemente inteligente para poder
ayudarme, se trataría de una obra muerta antes de nacida; las consecuencias serían catastróficas.
Los domingos y fiestas vienen fieles a los que hacemos un gran favor admitiéndolos a nuestra iglesia,
donde escuchan la palabra de Dios. Celebramos las ceremonias con cuanto esplendor nos es posible, para
darle gloria a Dios y buen ejemplo a estas gentes de la montaña y a los peregrinos que vienen a visitar el
monasterio. Intentamos ayudarlos a que cumplan sus deberes religiosos, sin otra finalidad que agradar al
Señor y obrar el bien desinteresadamente. Monseñor, hay que conservar esta casa, tras haberla ganado
nuevamente para la religión, cosa que yo he realizado con la aprobación y la ayuda bondadosa de Su
Excelencia. Si no tenemos capellán o si tuviéramos uno que no fuera apropiado, podrían pensar,
naturalmente, que el señor Obispo de la diócesis no se interesa por nuestra obra de Tamier, lo cual le
privaría de la estima que tanto necesita, especialmente en los comienzos. Puede que sea cierto,
Excelencia, que le falten sacerdotes en estos momentos, ya que tiene necesidad de ellos en los seminarios
menores y en los colegios de la diócesis, pero me parece que la casa de Tamier, tal como yo la veo en
presencia de Dios, con espíritu de fe, está llamada a hacer tanto bien, al menos, como un colegio, y
merece que se la proteja..." 321.
La falta de sacerdotes parece que fue el motivo de que señor Obispo no pudiera acceder a aquellos
319
Cf. texto completo, en Cartas, X, pp. 198-200.
320
Ibid., p. 220.
321
3 de Octubre de 1856, en Cartas, X, p. 228.
182
deseos. Como quería tener capellanes que fueran capaces de formar a los Hermanos en las virtudes
religiosas, el Hermano Gabriel dirigió a algunas comunidades de religiosos sacerdotes: el 8 Octubre
escribió al R. P. Dom Benito, que más tarde llegaría ser prior en Tamier; también lo hizo al R. P. Dom
Timoteo abad de la Trapa de Mortagne; igualmente a los RR. PP. Jesuitas de Lyon. Desgraciadamente y a
pesar de su buena voluntad, no pudieron ayudarle, porque sus Reglas no se lo permitían. El Fundador
tuvo que recibir a otros sacerdotes que no respondieron a sus pensamientos.
***
Puede que sea éste el momento más adecuado para hablar de la idea que siempre tuvo de que hubiera en
el Instituto Hermanos que, sometidos a nuestras mismas reglas y con los mismos votos religiosos, fueran
capaces de realizar el bien entre nosotros con mayor eficacia que los sacerdotes diocesano Con este deseo
recibió, en ocasiones diversas, a cuatro o cinco sacerdotes: unos salidos de alguna congregación religiosa,
otros que no tenían mucha categoría en sus diócesis. Se comprende que ninguno de ellos respondiera a
sus proyectos. También consiguió que algunos miembros de la Congregación accedieran al sacerdocio
(los Rvdos. Favre y Dumergue, ordenados por Mons. Devie y el Rvdo. Tardy, ordenado por Mons.
Chalandon. Ninguno de esos sacerdotes satisfizo a la Congregación. Sin embargo, si el Rvdo. Dumergue
(P. Ausone) hubiera tenido mejor carácter, quizá habría perseverado entre nosotros. Las Constituciones
aprobadas en 1882 no permiten admitir a un Postulante si ha sido ya promovido a las órdenes sagradas.
***
Hemos visto que el R. P. Fundador pretendía establecer en Tamier una casa de retiro, un refugio para los
Hermanos que deseaban vivir en la soledad y para aquellas almas piadosas que querían una Trapa
mitigada, por no tener fuerzas ni ánimo suficientes para observar un ayuno y un silencio perpetuos, como
los trapenses. Había redactado en el "Nuevo Guía" un plan para este tipo de vida y llamó a Tamier al
piadoso Hermano Doroteo 322 para dar comienzo a su realización, nombrándole superior de la casa. La
obra no tuvo éxito y el venerable Fundador sólo consiguió ante Dios el mérito de haber querido fundar
una casa de retiro.
Hemos dicho que para fundar una obra en Tamier, hacían falta hombres y dinero. Hasta aquel momento
esta casa no había proporcionado más que algunas hortalizas y cereales, para hablar mientras que la Casa
Madre veía cómo sus recursos cruzaban el Instituto la frontera para ayudar a Tamier. Había, pues, que
conseguir recursos económicos en Tamier mismo, para lo cual se decidió abrir un internado. Se
prepararon locales para poder albergar a unos cuarenta alumnos internos. Todo parecía favorecer el éxito
de aquella obra. El aire puro de la montaña era bueno para la salud de los alumnos. La situación de
Tamier, en los límites de las cuatro diócesis de Saboya, cerca de Albertville, Faverges y Annecy podía
atraer a numerosos internos. La soledad, agradable, por el hermoso paisaje de la comarca, podía
contribuir a la educación moral de los alumnos.
Para poner los cimientos de la obra que se había proyectado, se necesitaba un hombre. El Fundador
renunció a la ayuda del H. Amadeo, Vicesuperior del Instituto, y le mandó a primeros de Septiembre de
1858 para dirigir la casa. Esta cambió en seguida y los internos acudieron en buen número. Pero el
Hermano era insustituible en la Casa Madre: allí se le envió en las vacaciones de 1859. Sin embargo, la
obra había recibido un fuerte impulso y el internado conoció días prosperidad.
El H. Raimundo, que dirigía por aquel entonces, las escuelas de Montmélian, sustituyó al H. Amadeo. No
podía haber hecho mejor elección el H. Fundador. Por su parte, Mons. Billiet, accedió finalmente, a las
peticiones del Fundador, mostró el interés que sentía por la obra naciente, dándole un sacerdote según el
corazón de Dios. Reunía en su persona todas las cualidades necesarias: una gran bondad de espíritu,
sincera piedad, un celo ardiente por la gloria de Dios, auténtico amor a los Hermanos y a los niños;
322
Cf. Nota 251.
183
finalmente, este excelente sacerdote vivía con un espíritu de sacrificio que no cedía ante nada, sino que
más bien se crecía en las pruebas. Nos estamos refiriendo al Rvdo. Duret.
Lo que había sido el Rvdo. Gourmand, nuestro primer capellán en Belmont lo fue para Tamier el Rvdo.
Duret el primero ayudó muchísimo al Fundador y a la Congregación, el segundo trabajó en favor de
Tamier. Por eso su nombre es tan querido entre quienes le conocieron.
Durante los tres primeros años, pudo el Fundador vencerse del acierto de las objeciones que le habían
hecho consejeros, cuando iba a comprar el convento. Los escaso cursos de la Casa Madre los devoraba
Tamier, sobre todo los enormes gastos que exigían los arreglos y la puesta a punto de los locales.
Bajo la dirección del H. Raimundo y con la ayuda eficacísima del capellán, el internado creció mucho y,
al comenzar el curso de 1861, las solicitudes de inscripción hacían pensar que aquella obra iba a
prosperar más aún en el futuro. El Capellán y el Director estaban hechos para entenderse, pues ambos
tenían las cualidades de alma y corazón necesarias para que todos los estimasen, especialmente los
jóvenes. También se habían ganado la confianza y la estima generales. Y, sin embargo; cuando todo
parecía sonreír. al Fundador, la Providencia dispuso que aquella obra cambiase de dueño.
La República de 1848 (24 de Febrero), a pesar de los temores que había suscitado, trajo consigo una
reacción favorable a las ideas conservadoras y religiosas. Los hombres que habían relevado al Gobierno
Provisional, inspiraban confianza y la merecían. Bajo este régimen, la ley de 15 de Marzo de 1850
proclamó la deseada libertad de enseñanza, reclamada desde hacía tanto tiempo. Las Congregaciones
dedicadas a la educación aprovecharon las circunstancias para hacer todo el bien que les fue posible. El
Segundo Imperio, que sucedió a la República en 1852 no las molestó en absoluto. Con el Gobierno
imperial creció la prosperidad pública y la religión volvió a ocupar un puesto importante. Las antiguas
órdenes religiosas florecieron también y algunas de ellas entraron de nuevo en posesión de algunos de sus
conventos, que no habían destruido ni la primera revolución ni el paso del tiempo. La orden Cisterciense
era una de ellas y el Gobierno, teniendo en cuenta los servicios que prestaban a la agricultura y el bien
que hacían en torno a sus conventos no les ponía dificultades ni mucho menos.
Entre las casas que deseaba recuperar para devolverlas a su finalidad original, el convento de Tamier
ocupaba para la Orden del Císter el primer lugar, bien por la santidad de su fundador, bien, quizá, porque
después de la reforma del abad unto Rancé, Dom Cornuti, entonces abad de Tamier la introdujo en
seguida en su monasterio, que rivalizó pronto en fervor el de Mortagne. Esta reforma se mantuvo en
Tamier en todo su vigor hasta la salida de sus santos moradores en 1793.
Ya dijimos que el Hermano Gabriel había pedido capellanes a varias comunidades de sacerdotes. En sus
primeras cartas vemos que ya asoma el deseo de recuperar Tamier. Aunque así lo quería Dom Timoteo,
abad de la Trapa de Mortagne, no podía llevarlo a cabo por entonces; lo mismo le sucedía a Dom Benito,
abad de Nuestra Señora de la Gracia de Dios, en la diócesis de Besançon. Pero en 1861, esta última
abadía tenía posibilidades para hacer una nueva fundación. El R. Padre Dom Benito manifestó el vivo
deseo que sentía su Orden devolver a esta abadía a sus primeras funciones y confió varias ocasiones a
algunos Padres el encargo de tratar asunto. ¿Habría que mantenerse firmes ante deseos tan respetables o
abandonar esta casa, que tantas preocupaciones le daba desde hacía seis años? ¿Tendrían que dejarla,
precisamente ahora, que se encontraba en plena prosperidad? ¿Sería voluntad del Señor que se vinieran
abajo los proyectos de nuestro Fundador? ¿No se habría servido el Señor de él para preparar los caminos
a la reinstalación allí de los santos religiosos cistercienses? Estos parecen haber sido los pensamientos
que hicieron dudar al Hermano Gabriel.
Se aproximaban las vacaciones de 1861. El Capítulo tenía que celebrar su reunión trienal ordinaria. El
Superior expuso a la Asamblea la situación en que se encontraban las negociaciones relativas a la venta
de aquella casa y las razones en favor y en contra de la misma. El Capítulo, tras escuchar la exposición, se
pronunció en favor de la venta; mejor dicho dejó en plena libertad de acción al Superior.
Poco tiempo después, Tamier pasaba a los Padres Trapenses, a los que nuestro Fundador instaló el 13 de
Octubre de 1861.
Resultaría casi imposible describir la pena y la emoción del Superior y del Hermano Raimundo, que
había puesto corazón en Tamier y que veía aquella obra suya marchar tan bien. El disgusto y la tristeza de
los excelentes habitantes de aquellas montañas, que, durante seis años nos habían dispensado tantas
184
pruebas de afecto, contribuyeron también a hacer más intenso el dolor del Fundador y de sus Hermanos,
al tener que abandonar aquel santo lugar. Les consolaba solamente pensar que, en adelante, Dios sería
servido y glorificado allí más perfectamente por parte de los santos cenobitas que iban a vivir en el
monasterio.
El Superior no había podido pagar, sino parcialmente, lo que le habían costado Tamier y la granja de
Martignon; tuvo que pedir un préstamo para pagar la deuda y las mejoras introducidas en ambas
posesiones. Al ceder las dos propiedades, exigió que se tuvieran en cuenta las plusvalías de los
inmuebles. Si pensamos que en aquellos momentos Tamier proporcionaba ya algunos ingresos a la Casa
Madre, no puede considerarse exagerado el precio de 100.000 francos que le pagó la Orden Cisterciense.
Aquellos buenos Padres Trapenses, del mismo modo que nuestro Fundador, confiaban en la Providencia;
de ahí que para hacer frente a aquella suma, tuvieron que acudir a la ayuda de personas caritativas.
Desgraciadamente, algunos de los padres encargados de pedir, no supieron tener ni el tacto ni la
prudencia necesarios para no excederse en lo que hablaban. Actuando, sin duda alguna, en contra de las
intenciones de sus respetables superiores, y con el fin de excitar a compasión a las gentes, denigraron a
nuestro Fundador, que se sintió muy apenado por lo que ocurría. En carta del 7 de Agosto de 1861, había
comunicado al R. P. Abad de la Gracia de Dios, el precio de la venta de Tamier y de sus dependencias, el
valor del convento, de la finca, de los aperos de labranza, del ganado y de los muebles. Todo ello, en
opinión de Mons. Billiet, habría valido 500.000 francos. Nuestro Fundador lo cedió por la quinta parte de
este precio. Del mismo modo que las autoridades diocesanas, al no poder utilizar aquel convento, se lo
habían cedido casi gratis al Fundador, así lo hizo él a los Rvdos. Padres y con las mismas intenciones. Por
eso le dolieron tanto los procedimientos empleados con él. Lo mejor que podemos hacer para darlos a
conocer es transcribir, a continuación, parte de su correspondencia con el R. P. Dom Zacarías, prior de
Tamier.
"21 de Agosto de 1862
Reverendísimo Padre Prior,
...Cuando le vendí Tamier y sus dependencias, apareció un artículo en los periódicos que ponía en
conocimiento del público la llegada de sus religiosos a Tamier y nuestra salida, de esa casa, que echaré de
menos durante toda mi vida. Este artículo, sobre el que estábamos de acuerdo, tanto los tres primeros
Padres que vinieron a Tamier como yo, era un testimonio fidedigno. Alababa mucho a vuestra Orden y no
atacaba a nuestra Congregación. En general, fue recibido con pública satisfacción por parte del clero y de
las gentes de bien. Sin embargo, uno de sus Padres, que pide limosna en París, publicó en los periódicos
un artículo gravemente ofensivo para nuestra Congregación y sumamente injurioso para mi persona al
afirmar que yo le había engañado a Vd. vendiéndole por un precio exagerado la propiedad que ahora
tienen Vds. en Tamier. Por el modo de expresarse, daba la impresión de querer presentarme como un
estafador. Incluso escribió un folleto en la misma línea y lo repartió por los lugares adonde fue a pedir
limosna. Un gran número de eclesiásticos han criticado ásperamente estos escritos, sobre todo por
proceder de un religioso; algunos, que los leyeron y que sabían bien cómo se había realizado la venta de
Tamier, estaban indignados por esta actitud. Me enseñaron tres artículos que querían publicar en los
periódicos para refutar lo que el Padre había difundido y dar a conocer la verdad (estos tres artículos
contenían afirmaciones sumamente injuriosas contra los Trapenses que acababan de comprar Tamier).
Agradecí a estos señores el interés que me manifestaban y les pedí con toda insistencia que, por favor, no
publicasen aquellos artículos, que no iban a servir más que para perjudicar a vuestra casa, para
escandalizar y herir a la caridad.
Vd. sabe, Muy Reverendo Padre, que, desde el momento en que se trató de venderles Tamier, yo le
declaré, sin tardanza, cuánto me había costado. En modo alguno he intentado engañar a nadie; prueba de
ello es que Vd. decidió comprar voluntaria y libremente, sólo después de que dos Hermanos de su Orden
fueron a ver esta hermosa propiedad y sus dependencias. Si no le hubiera convenido hacerlo o la hubiera
encontrado Vd. excesivamente cara, no la habría comprado y nadie podría haberle obligado a ello. Así
pues, Vd. la compró porque se dio cuenta de su valor; en este caso, ¿qué sentido tiene publicar en los
periódicos cosas que nos perjudican a todos y que me han hecho sufrir mucho, ya que, al devolverles
Tamier, no se me había pasado por la cabeza otra idea que la de hacerle un favor a su Orden, a la que he
185
profesado sincero afecto y amistad?
Una cosa que me ha herido tanto como lo anterior, Reverendísimo Padre, es que me han dicho, como
cosa cierta, que algunos de los religiosos de Tamier se han quejado de que nosotros, al irnos de ese
convento, nos habíamos llevado cuatro enormes carros de cosas, ya vendidas a Vd. y que no eran
nuestras. Creo que tengo derecho a pedir una justa reparación por semejante injuria, puesto que nos
hemos llevado sólo lo que habíamos decidido de común acuerdo los compradores yo, todo lo cual consta
por escrito. Comprenda, M. R. P., que, cuando se deshonra a una Congregación de esta manera por parte
de religiosos de quienes se espera un trato justo y caritativo, no puede uno estar contento, ni sentirse
unido ni pretender visitarse, mientras no se haya restablecido la justicia...
Le ruego que me perdone Reverendísimo P. Prior, por decirle estas cosas; pero me hacían mucho daño y,
si no le he hablado de ellas antes, es porque he esperado a que se me presentase a ocasión. Su carta me la
ha proporcionado y he aprovechado, pero quiero que sepa, Rvdmo. Padre, que estoy persuadido de que
Vd., personalmente, desconoce lo que algunos de sus religiosos se han permitido hacer.
Pero como la calumnia hiere a la conciencia, exige siempre una retractación..." 323.
Y en una carta, fechada el 7 de Noviembre de 1862, el Fundador añadía como P.S.:
"Cuando iba ya a cerrar el sobre de mi carta, recibo una de mi dignísimo sacerdote de Saboya [el Rvdo.
Duret] en la que encuentro las siguientes líneas, que le transcribo literalmente: 'Me ha visitado
últimamente un Hermano Trapense. Con toda seguridad que no se habrá ido contento de mí:
escandalizado y molesto de cuanto he oído y que repiten por todas partes, acerca de que Vd. les ha
engañado, me he negado a acompañarle a pedir limosna para su convento. A menudo, cuando se tiran
piedras a los demás le caen a uno encima. Han creído que iban a ganarse la estima ajena hablando mal de
otros y pienso que les ha ocurrido lo contrario'.
Quiero añadir a lo anterior que un padre Capuchino qué comió últimamente en nuestra casa, me ha
confirmado que, estando él en una parroquia se encontró con uno de sus Hermanos que le dijo también:
'El Superior de los Hermanos de la Sagrada Familia nos ha engañado en la venta que nos ha hecho'. Había
oído muchas veces cosas parecidas, que me negaba a aceptar, pero ahora veo que la cosa es cierta. No
habría creído que fuera posible encontrar entre vuestros religiosos a unos enemigos, que nos hacen un
daño irreparable. Como cristiano y como religioso, dejo a Dios que juzgue los hechos. Pero, ya que se
mancha mi reputación y la de mi Instituto, mis Hermanos y las gentes honradas me imponen el deber de
exigir una reparación... Lamento mucho, Rvdmo. Padre, tener que manifestar a Su Reverencia hechos tan
opuestos a la justicia y a la caridad y que son obra de vuestros religiosos" 324.
Como consecuencia de estas cartas, el R. P. Abad de la Gracia de Dios y el R. P. Prior de Tamier
visitaron a nuestro respetable Fundador. Le expresaron su disgusto y le aseguraron que habían tomado
medidas para evitar esta clase de escándalos, añadiendo que serían castigados, una vez que se supiera
quiénes eran los culpables. A partir de entonces, siempre ha habido unas excelentes relaciones entre
ambos Institutos, que se han unido en comunidad de oración y de buenas obras. Si el año 1871 y, a
petición del Excelentísimo señor Cardenal de Chambéry, los Hermanos de la Sagrada Familia, hicieron
una rebaja de 6.725 francos sobre el capital y los intereses producidos, lo hicieron, porque el Rvdo. P.
Prior de Tamier les expuso una situación económica apurada. Se trató, pues, de una donación hecha en
favor de estos santos religiosos, cuyos comienzos en Tamier fueron bastante difíciles, como lo habían
sido también los nuestros.
Así fue cómo, según acabamos de exponer, el Señor quiso servirse de nuestro piadoso Fundador para
devolver a la orden del Císter aquel estupendo monasterio. Así lo entendió él, cosa que le sirvió de
consuelo hasta el fin de su vida.
323
Cf: Cartas) X, p. 2280
324
Ibid., p. 156.
186
CAPITULO XXXIV
ERMITA Y COFRADÍA DE SANTA ANA EN BELLEYDOUX.
Ya dijimos que, desde el año 1835, el Fundador tenía la intención de reconstruir la Capilla de Santa Ana
que sus antecesores habían edificado en honor de la Madre de la Virgen María. La falta de dinero y las
continuas ocupaciones le impidieron durante mucho tiempo llevar adelante la realización de este
proyecto. Más tarde, a petición del Rvdo. Mermillod, párroco de Belleydoux, mandó a nuestro Hermano
Administrador que hiciera un diseño. Los buenos habitantes de Belleydoux contribuyeron a la
construcción con aportaciones de dinero, de trabajo personal en las obras y con la donación de materiales.
Esto supuso un gran ahorro 325.
El Fundador, además de contribuir económicamente, hizo varios regalos a la capilla. Se encuentran
consignados en una carta del 3 de Diciembre de 1854, en la que podemos leer lo siguiente:
"Me habría gustado poder yo solo ampliar y reconstruir, a mis expensas nuestra antigua capilla. Muchas
veces lo pensé y otras tantas me tocó sufrir el dolor de no poder llevarlo 11 cabo, bien por falta de dinero
así como por mi voto de pobreza, que me impide tener bienes propios. Me gustaría que las buenas gentes
de mi pueblo llevaran a cabo esta buena obra. Por lo que a mí toca, haré lo que pueda, si me lo permite el
Consejo de mi Congregación. Como Superior me corresponden preocupaciones y problemas y una gran
responsabilidad ante Dios y ante los hombres.
Me comprometo a entregar la cantidad de 200 francos para la obra mencionada. Esta suma habrá que
deducirla del sueldo anual de los dos Hermanos que trabajan en la escuela. Además, para contribuir a su
embellecimiento daré también dos hermosos cuadros, de unos cuatro a cinco pies de altura, uno de ellos
de San José y el otro de San Joaquín, que vendrán a costar más de 300 francos. Si pudiera regalar una
imagen de la Santísima Virgen, lo haría; pero tendrá que ser de bronce, para poder soportar las
inclemencias del tiempo. El regalo de más valor que voy a hacer a esta capilla, en el caso de que se
construya, es un relicario con reliquias de Santa Ana, de la Santísima Virgen, de San José y de San
Joaquín. Esta joya me fue entregada en Roma por Su Santidad el Papa Gregorio XVI, con el documento
que la autentifica. De este modo, los peregrinos que vengan a la capilla podrán venerar las reliquias de
Santa Ana. Tengo la idea de volver a Roma; con toda seguridad podré conseguir grandes favores
espirituales para esta capilla y cuantos la visiten" 326.
En una carta posterior, fechada el 12 de Marzo de 1855 dice: "He tardado bastante en enviarle el plano de
la capilla de Santa Ana, que quiere construir; me ha sido imposible mandárselo antes. En mi opinión,
incluso lo que le envío no es más que un boceto; sin embargo, creo que puede servirle.
Si, como dice Vd. en su carta, sacar la piedra y la arena no va a costar nada y además las acarrean hasta el
pie de obra; si además regalan la cal, la madera y las vigas para el tejado y se hace gratis, esto va a ser una
ayuda muy grande, ya que así Vd. puede conseguir casi todos los recursos necesarios para la
construcción.
El trabajo de la piedra y la construcción de la ermita, según una estimación hecha por los empresarios de
la catedral de Belley, no llegará, conforme al presupuesto que le adjunto, a la suma de 1.271,70 francos.
Me alegra mucho constatar que está Vd. en situación de poder emprender la construcción mencionada.
Conforme al plano que le envío, la ermita tendrá en su interior, 8,70 metros de larga, 4 metros de ancha y
5,95 metros de alta. Lleva 6 ventanas. Si quiere que haya una imagen de la Virgen, tendrá que ir en el
frontispicio, como puede verse en el plano. No se ha dibujado el campanario; de este modo, Vd. podrá
325
El texto del ms. B. es idéntico, en el contenido, pero muy diferente en la expresión. Este cuaderno sexto no parece que haya
pasado por las manos de los correctores, ya que no se ve en él ninguna corrección. Sin embargo, el texto del ms. C.
presenta diferencias que no nos parece conveniente señalar a cada paso al lector. Esto es prueba también de que,
quizá, este cuaderno sexto ha tenido dos redacciones previas al ms. C.
326
Cf. Cartas, IX, pp. 157-158.
187
construirlo cuando reúna los fondos necesarios" 327.
La nueva ermita se encuentra a unos 20 metros de la antigua, y a la derecha de la carretera que va de
Belleydoux a Saint-Claude.
En 1862 ya estaba terminada la ermita de Santa Ana, construida más arriba de Belleydoux. El Fundador,
que deseaba propagar la devoción de esta gran santa, a la que tanto estimaba desde su más tierna infancia,
tenía entre sus viejos proyectos el de fundar una cofradía bajo la advocación de Santa Ana. Así se lo
manifestó al párroco en una carta de la que transcribimos algunos párrafos.
"6 de Febrero de 1862
Querido y respetable señor cura párroco,
A punto ya de abandonar este mundo de destierro y de pecado, mis sentimientos me llevan a Belleydoux.
Querría hacer algo y procurar favores espirituales a las gentes de mi parroquia de nacimiento y, si fuera
posible, a todo el mundo. Para ello, le comunico confidencialmente en esta carta, estimado señor cura
párroco, un proyecto ya antiguo, reanimado de nuevo, especialmente a partir de la reconstrucción de la
ermita de Santa Ana, que la parroquia de Belleydoux debe a su celo.
Mi proyecto consiste en pedirle al Santo Padre la constitución de una cofradía con el nombre de Santa
Ana e indulgencias para ella y para la capilla de nuestra buena santa, conforme le explico en el escrito
adjunto y que le ruego me devuelva, una vez que lo haya leído con atención. Mándeme, por favor, sus
observaciones. He dejado algo de espacio en el margen de este escrito; por eso le será fácil a Vd. anotar
sus acertadas observaciones junto a los artículos a que se refieran. Procuraré tenerlos en cuenta. Aunque
todo esto lo he pensado mucho en la presencia de Dios puede que se me hayan escapado algunos detalles.
Soy imperfecto en todas mis cosas; pero su inteligencia así como su profundo conocimiento de las
personas y de las cosas le capacitan, sin duda, para ver los errores, que le ruego se sirva corregir; hágalo
en los tres documentos que he querido enviarle, movido sólo por intenciones religiosas.
Si, como espero, aprueba Vd. mi proyecto, tomaré su aprobación como señal de que también el Señor lo
aprueba, en cuyo caso enviaré al Santo Padre la petición, junto con los documentos que han de
acompañarla. Parece conveniente que, cuando me devuelva mis escritos, adjunte Vd. una especie de
certificado aparte, en el cual declare que le gustaría muchísimo que se fundase la mencionada cofradía de
Santa Ana, por los favores espirituales que conseguirán los fieles que ingresen en ella. Diga también que
le agradaría enormemente que me concedieran los privilegios que deseo para la capilla de Santa Ana.
Conviene que nadie sepa nada en el pueblo sobre este asunto, antes de recibir la aprobación de Roma. Si
nos la conceden, es señal de que verdaderamente Dios me ha inspirado este proyecto que someto a su
aprobación. Sólo me han movido en este asunto el bien de las almas y el deseo de que sea conocida la
capilla de nuestra querida santa, tan venerada en muchas regiones en las que muestra su protección,
mediante milagros impresionantes.
Vd. fue siempre para mí, señor párroco, un buen padre y un excelente amigo (de lo que le estaré siempre
agradecido). Esto me anima a esperar que dedique Vd. algunos momentos de trabajo a ocuparse de este
proyecto y que me haga llegar, cuanto antes, sus atinadas observaciones al respecto. Ya de antemano, se
lo agradezco sinceramente" 328.
Aquel venerable pastor de almas, cuyo celo había mantenido y renovado tanto en la parroquia el culto de
la santa, aprobó el proyecto con enorme satisfacción. Provisto de la carta del señor cura párroco, el
Fundador dirigió al señor Obispo de Belley la carta siguiente:
"18 de Febrero de 1862
Estimado señor Obispo y Padre espiritual,
Con el mayor respeto quiero pedir a Su Excelencia que examine los documentos que le envío, referentes
a una Cofradía en honor de Santa Ana, que me gustaría fundar canónicamente en Belleydoux, mi
parroquia natal. Si a Su Excelencia le parece conveniente aprobar esta obra, enviaré estos documentos a
Su Santidad, después de que Vd. los haya examinado y corregido convenientemente, según su respetable
327
Cf. Cartas, X, p. 27.
328
Cf. Cartas, XVI, pp. 25-26.
188
criterio.
Me he creído en la obligación de comunicar este proyecto al Rvdo. Magnin, nuestro capellán y a los
Reverendos señores curas párrocos de Belleydoux y de Belley. Los tres me han animado a seguir
adelante, por lo que ahora me permito confiadamente solicitar la bendición y aprobación de Su
Excelencia para esta idea. Hace ya mucho tiempo que vengo pensando ante Dios en este proyecto y creo,
Excelencia, que servirá mucho para la gloria de Dios y el bien de las almas, especialmente de mi pueblo.
Monseñor, no he podido llevarle personalmente a Vd. estos documentos, pero pasaré a verle un momento
esta tarde para enseñarle la carta del párroco de Belleydoux en la que me comunica que se alegraría
mucho si se fundase en su parroquia la cofradía de que le he hablado" 329.
Mons. de Langalerie aceptó sin dificultad la petición y fundó canónicamente la cofradía. Pero ésta
necesitaba que la Iglesia le concediera algunos favores espirituales. Para conseguirlos, el H. Gabriel envió
la siguiente súplica al Sumo Pontífice Pío IX, con fecha de 1 de Marzo de 1862. ! "Santísimo Padre,
Postrado humildemente a los pies de Vuestra Santidad e impulsado por la piedad, me atrevo a exponerle
lo siguiente para conseguir de su reconocida bondad: 1° Un Breve apostólico de aprobación perpetua de
una cofradía de Santa Ana, cuya aprobación canónica, gracias a Dios, he conseguido en la parroquia de
Belleydoux, diócesis de Belley. 2° La concesión de indulgencias y otros favores espirituales a esta
cofradía.
Santísimo Padre, los verdaderos cristianos han tenido siempre una gran devoción a Santa Ana, madre de
la Santísima Virgen, y han conseguido gracias especialísimas por su intercesión: uno de mis abuelos era
de esta clase de cristianos y, en agradecimiento, mandó edificar en Belleydoux, mi parroquia de
nacimiento, una ermita bajo la advocación de la santa.
La tormenta revolucionaria de 1793 destruyó la querida iglesia parroquial, donde el Señor bueno y
misericordioso escucha las oraciones de los justos y de los pecadores arrepentidos y donde derrama de
modo especial sus gracias y bendiciones. La ermita de Santa Ana de Belleydoux corrió la misma suerte,
pero después fue restaurada, gracias a la piedad del difunto Claudio José Taborin, mi querido padre.
Como esta ermita era pequeña para dar cumplida satisfacción a la piedad de los numerosos (¿devotos?)
de mi pueblo a Santa Ana, dignísimo señor cura párroco de Belleydoux, Rvdo. Mermillod, con el celo
que le caracteriza, ha conseguido de la te generosidad de sus feligreses y de algunas otras personas de
Désertin (parroquia de Bouchoux), los recursos necesarios para la ampliación y construcción de nueva
planta de la ermita que se encuentra situada al lado de una carretera, en medio de un prado solitario.
Desde hace ya mucho tiempo, Santísimo Padre, ese santuario atrae a los peregrinos. Es un lugar respetado
por los piadosos habitantes de Belleydoux, sobre todo desde que hay allí algunas reliquias de Santa Ana,
que yo mismo traje personalmente de Roma el año 1841. Los esposos van ilusionados a pedirle a la Santa
que bendiga su matrimonio y les consiga las gracias que necesitan; los padres llevan allí a sus familias
para que ella se las cuide como cuidó también Santa María; los niños quieren honrarla como la honraba la
Santísima Virgen para que les concede el amor, el respeto, la sumisión que se merecen sus padres y la
gracia de cumplir fielmente sus deberes religiosos.
Santísimo Padre, siento una inmensa alegría al poder asegurar al Vicario de Jesucristo, que tan
dignamente ocupa hoy la cátedra de San Pedro, que los pueblos de estas religiosas y apacibles comarcas,
fueron siempre, como sus antepasados, fieles a la Iglesia y amantes del Papa, incluso en los tiempos
desastrosos en los que, desgraciadamente, doctrinas perversas extendían sus pestilentes venenos hasta los
rincones más apartados de nuestras montañas. La fe viva que aún hoy podemos encontrar entre estos
buenos católicos es una garantía de que han de rechazar siempre la seducción infernal, causa de los males
que todavía hoy aquejan tan injustamente a la Iglesia y a vuestro corazón paternal.
Permitidme añadir, Santísimo Padre, que, dada mi buena formación religiosa, he sido, desde mi infancia,
promotor del culto de Santa Ana. A menudo llevaba a los muchachos de mi edad a la ermita de nuestra
santa; allí rezábamos y cantábamos canciones ante su altar. Tengo motivos para creer, Santo Padre, que la
madre de la Santísima Virgen, aunque yo no lo haya merecido, me ha conseguido parte de las gracias que
329
Ibid., pp. 31-32. 418
189
ha colmado mi vida. Un año de espantosa sequía en mi pueblo la parroquia de Belleydoux fue de
rogativas a la ermita de Santa Ana. Al volver de la procesión, en la que me correspondió el honor de
llevar la cruz, la santa escuchó la oración del pastor y de sus fieles, pues cayó un aguacero que ayudó a
fecundar la tierra. Llegada la edad de cumplir en Francia el servicio militar, algunos jóvenes de mi
parroquia, entre los que estaba yo, fuimos a la cabeza de partido para entra en caja. Todos quedamos
exentos del servicio militar, gracia a que sacamos un buen número, excepto un compañero nuestro que no
quiso acompañarnos en las oraciones que yo le había recomendado hacer en honor de Santa Ana, para
que nos consiguiera un buen número.
Desde hace mucho tiempo, Santísimo Padre, siento la necesidad de trabajar con especial empeño en
extender la devoción a la madre de la Santísima Virgen y abuela de Nuestro Señor, para que los fieles la
honren y encuentren en ella un tesoro de gracias. Por esto, Santísimo Padre, humildemente postrado a sus
pies, le suplico que, impulsado por su gran amor a los fieles de quienes es Vuestra Santidad digno y
amadísimo Padre, además de Supremo Pastor, los anime, aprobando a perpetuidad, por medio de un
Breve apostólico, la erección canónica de la mencionada cofradía, ya establecida en Belleydoux, mi
parroquia de nacimiento, a la que tanto estimo en el Señor. Esta cofradía se ha fundado en favor de los
fieles, hombres y mujeres de cualquier país, que, movidos por una piedad auténtica, quieran inscribirse en
ella para cumplir los fines ya explicados y participar de las gracias y bienes espirituales que Su Santidad
quiera conceder.
Arrodillado a sus pies, también ruego a Su Santidad que, en el mismo Breve que le pido, se muestre
generoso, concediendo indulgencias y otros bienes espirituales a la mencionada cofradía y a la capilla de
Santa Ana. La lista de los favores solicitados va a continuación. La acompaña la explicación del fin y de
los estatutos de esta cofradía, aprobada ya por el Obispo. Yo he conseguido que fuera fundada en mi
parroquia de nacimiento, pues me he preocupado por su bien espiritual, pidiendo para sus habitantes las
luces y fuerzas de la fe y las gracias del Señor. Esta fundación ha respondido también al deseo del
dignísimo señor cura párroco, de los fieles piadosos de esta parroquia y de los de la comarca. Mi petición,
Santísimo Padre, se dirige a Su Santidad, después de haberla presentado a la aprobación de nuestro
venerado y santo Obispo, Mons. de Langalerie, con cuyo nombramiento ha querido favorecer Su Santidad
a la diócesis de Belley, en la que este santo prelado hace el bien con gran celo y piedad.
Santísimo Padre, ojalá mis oraciones fervorosas y continuas, las de mi Congregación, junto con las de los
Obispos y los buenos católicos consigan del Espíritu Santo, Consolador eterno y todopoderoso, que se
acaben cuanto antes los males que afligen a la Iglesia y las penas y deseos de este pobre religioso, que aún
recuerda la maravillosa bondad con la que Su Santidad me trató en la Ciudad Eterna.
Santísimo Padre, al suplicarle que acoja favorablemente la petición que le dirijo humildemente y sin
pretender otra cosa que la gloria de Dios, la salvación de las almas y la propagación del culto de Santa
Ana, le pido también, que nos conceda a mi Congregación y a mí, al igual que a los fieles de mi parroquia
de nacimiento, a su dignísimo párroco y a cuantos vayan a ingresar en la cofradía de Santa Ana, su
bendición apostólica.
Unido profundamente al Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, así como a esa Sede apostólica, con mi
respeto más profundo,
H. Gabriel".
Recomendación: "El Obispo de Belley, humildemente postrado a los pies de Su Santidad, une su petición
a la del R. H. Superior General de la Sagrada Familia, para pedir en favor de la cofradía, erigida
canónicamente en la parroquia de Belleydoux, bajo la advocación de Santa Ana, las gracias e
indulgencias, cuya concesión corresponde al Vicario de Cristo en la medida que a Su Santidad parezca
conveniente" 330.
Belley, 1 de Marzo de 1862.
Pedro Enrique
Obispo de Belley.
330
Ibid., pp. 34-36.
190
Su Santidad Pío IX accedió a lo que le pedían en la Carta de Petición. Desde el comienzo, el piadoso
Fundador había recogido los elementos necesarios para estar en condiciones (una vez que llegasen de
Roma los favores solicitados) de poder ofrecer a los cofrades de Santa Ana un manual en el que hubiera
un resumen de la vida de la santa, el Breve y los favores particulares concedidos por el Santo Padre; en
una palabra, todo aquello que podía servir para la difusión del culto a la madre de la Reina del cielo. Este
librito, provisto de la aprobación episcopal, estaba ya listo para la inauguración de la cofradía, cuyos
directores son el párroco y sus sucesores.
Este acontecimiento tuvo lugar el día de la fiesta de Santa Ana, con toda la solemnidad posible. El
Fundador asistió a ella, accediendo a los insistentes ruegos del venerable párroco; le acompañaban otros
cuatro Hermanos. Veamos el relato que sobre este acontecimiento figura en las Efemérides de la Casa
Madre.
"28 de Julio. Regreso del Superior de Belleydoux. Detalles sobre el viaje y las razones que lo han
motivado.
En fecha ya antigua, uno de los antecesores de nuestro Reverendo Padre Superior, edificó en Belleydoux
una ermita en honor de Santa Ana, para agradecer un favor especial que había recibido por mediación de
esta Santa. Destruida en la Revolución de 1789, la ermita fue reedificada más tarde por Claudio José
Taborin, padre de nuestro R. P. Superior. Lo ha sido una vez más, hace ya seis o siete años, según un
plano hecho por nuestro queridísimo Hermano Carlos. Nuestra Comunidad contribuyó a esta
reconstrucción con sus donativos. Regalamos además a esta ermita un hermoso relicario de plata con
reliquias de Santa Ana, traídas de Roma en 1841 por nuestro R. P. Superior.
Su devoción a la protectora de uno de sus antepasados y abuela de la Sagrada Familia, no se contentó con
aquellos regalos. Por eso quiso fundar en Belleydoux una cofradía de Santa Ana. Después de elaborar los
estatutos de la misma, los presentó al Obispo de Belley, Mons. de Langalerie, que los aprobó, erigiendo
canónicamente la cofradía el 24 de Febrero de 1862.
El R. P. Superior se dirigió seguidamente a Su Santidad para pedirle indulgencias en favor de la cofradía
y de la ermita de Santa Ana. Un Breve apostólico del 4 de Abril último ha accedido a los deseos
expresados en la Carta de petición.
La inauguración de esta cofradía se fijó para el día de la fiesta de Santa Ana, celebrada el 27 de Julio,
domingo. En esta circunstancia, el R. P. Superior, en nombre de la Comunidad, regaló a la ermita de
Santa Ana unos ornamentos y un cáliz; y a la fábrica de la parroquia de Belleydoux, un armonio, un juego
de ornamentos con dalmática, una custodia, dos ciriales para acólitos, floreros y flores para adornar los
altares, etc. Jamás se había celebrado en Belleydoux una fiesta tan hermosa. El volteo de las campanas y
los alegres repiques de las mismas, las explosiones de los cohetes, la misa de tres cantada, el son
agradable del armonio, unido a la voz de los cantores, el sermón, predicado por el Rvdo. Vénière, famoso
orador sagrado, la afluencia de fieles, venidos de todas las parroquias vecinas, todo ello contribuyó a dar
una solemnidad y una categoría a esta celebración, de la que Belleydoux conservará siempre un hermoso
recuerdo.
Hacia las seis de la tarde tuvo lugar la ceremonia de la recepción de cofrades de Santa Ana. Todo el
pueblo fue en procesión hasta la ermita de la Santa, en donde, tras una exhortación apropiada, la
muchedumbre se arrodilló, mientras se rezaban las preces de admisión, hecha por el señor cura párroco.
Seguidamente, la procesión, en medio de un orden y recogimiento impresionantes, regresó a la iglesia
parroquia' para la bendición con el Santísimo Sacramento. Al caer la noche, hubo fuegos artificiales en lo
alto de las colinas, mostrando a los pueblos de los alrededores la alegría de los vecinos de Belleydoux.
Al día siguiente por la mañana, el R. P. Superior y los cuatro Hermanos que le acompañaban, se
despidieron del querido párroco y de sus buenas hermanas, que los habían hospedado en su casa todo el
tiempo, y que habían tenido con ellos unas atenciones y una caridad inigualables. Por la tarde de este
mismo día, las puertas de la Casa Madre se abrieron para recibir al R. P. Superior y a sus compañeros de
peregrinación, tarea cumplida a la perfección en todos sus aspectos.
No podemos olvidar lo agradable que les resultó a los Hermanos que acompañaban a su digno y
venerable Superior, comprobar el cariño y el respeto con que los habitantes de Belleydoux acogieron a su
querido Padre. Sus compañeros de infancia hablaban de la piedad que siempre habían admirado en él;
191
quienes fueron alumnos suyos recordaban las buenas enseñanzas que, con tanto interés, les había
impartido; sus numerosos familiares gozaban, al explicarle los lazos de parentesco que los unían; quienes
no le conocían de nada, pero que habían oído contar sobre él tantas cosas buenas y admirables a quienes
sí le habían conocido, tenían también muchas ganas de verle; en fin, todos se apretujaban a su paso, y
difícilmente podía librarse de la multitud, feliz de pode, verle y manifestarle un amor y un respeto, tan
sinceros como merecidos.
La devoción a Santa Ana no ha disminuido desde entonces y todos los años, por la fiesta de la santa, el
pueblo vuelve a repetir las mismas muestras impresionantes de fe y de piedad, gracias a los esfuerzos
desplegados por los sucesores del venerable cura párroco. El Rvdo. Mermillod murió en Belleydoux,
después de 39 años de fructífero ministerio. Ni la edad ni los achaques habían podido con el celo de este
respetable eclesiástico. (Nota: El Rvdo. Mermillod había nacido en Villar-sur-Thônes, Alta Saboya.
Cuando en 1823 se creó la diócesis de Belley, trabajaba como sacerdote en el Departamento del Ain, que
entonces pertenecía a la diócesis de Lyon.
En 1826, Mons. Devie le nombró párroco de Belleydoux. Fue amigo del Fundador, a cuyos padres ayudó
mucho, pues lo pasaron mal, cuando eran ancianos. El H. Gabriel sintió por él un gran aprecio. Este santo
sacerdote consiguió, no solamente mantener las buenas costumbres cristianas que encontró en la
parroquia, sino que acrecentó la fuerza y fecundidad de la fe de sus feligreses. Estos, como es natural, le
apreciaban como a un padre, manteniéndose siempre fieles a sus enseñanzas. Después de su muerte,
aportaron entre todos lo necesario para costearle un panteón, donde sus restos fueron depositados algunos
meses más tarde. Se le recuerda con veneración en la parroquia.
Si nuestro Fundador, aun sintiéndolo mucho, no pudo pagar por su cuenta los gastos que supuso la
reconstrucción de la capilla de Santa Ana, se desquitó más tarde, con ocasión de la erección de la
cofradía. Tenía sumo interés en que todo fuera hermoso, que llamase la atención, que impresionase con el
fin de reanimar la devoción de sus paisanos por el culto de la santa madre de María y de su
bienaventurada padre Joaquín, al que invocaba frecuentemente. Permítasenos reseñar los regalos que
hizo, tal y como los encontramos en las cartas que dirigió al respetable párroco".
"5 de Julio de 1862
Respetabilísimo señor párroco,
Su última carta, con fecha de 19 de Junio me ha traído de una agradable noticia, al decirme que va a hacer
Vd. un altar res en la capilla de Santa Ana. Por mi parte, contribuiré, según mis posibilidades, mejor
dicho, será mi querida comunidad la que lo haga, ya que yo, como religioso, no puedo disponer de nada, a
causa de mi voto de pobreza; así, pues, la que aporte lo haré con el consentimiento del Consejo de nuestra
Casa Madre, que me ha permitido hacer algo por mi querida parroquia de nacimiento, a la que tanto
estimo, igual que a respetable pastor.
Le envío la lista de los objetos que vaya mandarle ante de la fiesta de Santa Ana. Esta es la lista exacta,
porque el mi carta anterior había olvidado ponerle algunas cosas que le van a gustar.
1°; Una hermosa casulla con las dos dalmáticas correspondientes. 2°; Una casulla buena para la capilla de
Santa Ana. 3°; Tres albas de buena calidad. 4°; Tres cíngulos. 5°; Cinco túnicas para monaguillos. 6°;
Cinco ceñidores de color rojo. 7°; Tres adornos elegantes para manteles de altar. 8°; Dos ciriales para
acólitos con sus pies. 9°; Un cáliz que tendrá que estar siempre en la capilla de Santa Ana para evitar que
haya que traer uno, cuando se quiera celebrar Misa allí. 10°; Una custodia que sea de calidad; espero que
le agrade 11°; Unas vinajeras plateadas, sólo para las grandes solemnidades. 12°; Un órgano pequeño,
que hace el mismo servicio que uno de 1.500 francos; desgraciadamente, no va a tener Vd. a nadie que lo
pueda tocar. De todos modos para la fiesta de Santa Ana, al menos, le enviaré a un Hermano, ya que e,
ese día se cantará la Misa de Dumont. 13°; Diez floreros con sus flores. Me habría gustado también
mandarle un Misal pero como, a lo mejor, hay que adoptar el rito romano, he pensado que era mejor
dejarlo para más tarde" 331.
El 25 de Febrero de 1863, escribía al Rvdo. Mermillod.
331
Ibid., pp. 94-95.
192
"Ha construido Vd. un precioso campanario en la ermita de Santa Ana; pero me parece un cuerpo sin
alma; haremos que la tenga, mediante una campana. Vaya a comprar uno pero necesito que me diga Vd.
la anchura del campanario fin de calcular así las dimensiones de la campana, para pueda voltearse 332.
Se fabricó la campana, que fue bendecida por el delegado del señor Obispo, el Rvdo. Buyat, ayudado por
el Rvdo. Bertrand. Pesaba 79 kilos, había sido fundida por el señor Burendin de Lyon y su precio fue de
327 francos. La inscripción que latina que lleva, compuesta por el Rvdo. Buyat, se traduce así:
'Escucha, tierra:
esta campana viene del cielo.
La regaló el H. Gabriel.
Te llama al cielo;
Ojalá la escuche el pueblo.
Que Ana, la madre de María te ayude:
El camino es fácil'.
A continuación de la inscripción latina, pueden leerse las siguientes palabras: 'Me llamo Ana María.
Existo, gracias a la generosidad de mi padrino, el R. H. Gabriel Taborin, Superior General de los
Hermanos de la Sagrada Familia. Me bendijo el Rvdo. Buyat, Vicario General de Belley. Soy propiedad
de la ermita de Santa Ana, donde me colocaron en el mes de Julio de 1863, gracias al interés del Rvdo.
Mermillod, cura con párroco de Belleydoux y del señor Francisco Périer, alcalde de la localidad'.
Al salir de la iglesia, el R. P. Superior ha ido a visitar a algunos familiares suyos que vivían cerca,
volviendo a la casa rectoral a las ocho y media. Durante la cena, voltearon las campanas y los cohetes
anunciaron la fiesta de Santa Ana. A eso de las diez, el Rvdo. Poncet, natural de Belleydoux, vicario de
Mognesneins, que había venido a Belleydoux para confesar durante la fiesta, llegó a cenar. No le había
sido posible hacerlo antes, porque hasta ese momento estuvo atendiendo a un gran número de fieles que
habían acudido a reconciliarse. Solamente él habrá confesado a unas doscientas personas esta semana.
Como el párroco no tenía camas suficientes para todos sus huéspedes, ha mandado al párroco de
Châtillon que fuera a dormir en la habitación del Rvdo. Chappelut. Tenía que haber ocupado esa
habitación nuestro R. P. Superior, conforme al ofrecimiento que le había hecho este sacerdote. Pero el
señor cura párroco ha querido manifestar lo que estima a nuestro Superior, disponiendo que se quedase en
la casa rectoral en una habitación con dos camas: una para él y otra para el H. Amadeo, su compañero de
viaje".
"26 de Julio. Día de la fiesta de Santa Ana. Nos despiertan los cohetes y las campanas, que anuncian la
solemnidad y parecen llamar a fiesta a todos los habitantes de la región.
Ha habido dificultades para la celebración de las misas rezadas, entre las seis y las siete de la mañana, así
como para los otros oficios, ya que a todos ellos ha faltado el sacristán, que se ha presentado, al final de
las ceremonias. Al desconocer dónde están las cosas! se pone todo patas arriba y, en más de una ocasión,
hay que prescindir de lo necesario, como, por ejemplo, en la misa mayor, en la que el turiferario ha
actuado con su vestido de tela azul y rayas blancas, porque no se encontraban la túnica ni el alba ni el
roquete. Y, sin embargo, de todo hay en la sacristía. La falta de un maestro de ceremonias se hizo sentir,
como veremos en seguida.
A las diez, la iglesia estaba llena; mucha gente no pudo entrar, teniendo que quedarse a la puerta.
Comienza la ceremonia de la bendición de la campana: se hace, según el ritual vigente en la diócesis de
Belley; pero en el momento de tener que asperjar la campana, no aparece por parte alguna el hisopo de
boj, que hace falta en ese momento, y, como no lo encuentran, hay que omitir esa parte de la ceremonia.
Sólo hay un libro ritual que contiene los textos que se han de cantar, de ahí que algunas voces desentonen,
resultando pésimamente la ejecución del canto. El incensario, sin ascuas encendidas, no desprende la más
pequeña voluta de incienso bajo la campana, por lo que la pobre no se ve envuelta en esa especie de
nubes místicas que deben perfumarla, durante una parte de la ceremonia.
Terminada la bendición, el clero vuelve al coro, donde el Rvdo. Buyat dice, que va a bendecir el pan. Las
332
Cf. Cartas, XVIII, p. 37.
193
señoritas han sido encargadas de llevar el pan este año (el año pasado les tocó a las mujeres). Todos saben
que la mayor parte de ellas han de llevar velas, o bien globos de cristal con floreros para colocarlos en el
altar de Santa Ana; que las más jóvenes han de ir vestidas de blanco y llevar estandartes; que la más
pequeña de todas ha sido elegida para ofrecer el pan bendito; además tiene que llevar un cirio tan grueso
que apenas puede con él, Pero pasa el tiempo. El Rvdo. Buyat y el clero que le acompaña ha ido
ordenadamente hacia la mesa de la comunión y han vuelto a bajar, esperando la llegada del pan, que no
aparece por parte alguna. El clero se retira y el Rvdo. Buyat va al atril a entonar el introito de la Misa, que
celebra el Rvdo, Bertrand. En ese momento ve que entra la procesión del pan, el Rvdo. Buyat se aparta
del atril para dar comienzo a la ceremonia de la bendición del pan, mientras que la celebración de la Misa
sigue su marcha.
Después del Evangelio, sube al púlpito, y, al comentar la inscripción grabada en la campana (que ha
compuesto él mismo) 'Auribus percipe terra', hace un estupendo sermón sobre el uso de las campanas,
sermón que acomoda a la celebración de la fiesta de Santa Ana. No hace ningún comentario sobre las
palabras 'Frater Gabriel dedit', porque el R. P. Superior, debido a su modestia, le ha rogado
insistentemente que no diga nada sobre esta parte de la inscripción.
Se reparten más de trescientas comuniones, tanto en esta misa como en las que se han celebrado por la
mañana.
Durante la comida se han encontrado los Rvdo. Demornex, párroco de Oyonnax, que ha venido para
asistir a la fiesta y el sacerdote Grand-Clément de Désertin, director y profesor de Historia de la Iglesia en
el Seminario Mayor de Lons-le-Saulnier.
A las tres de la tarde, comenzaron las Vísperas. Estaba programado cantarlas yendo en procesión a la
ermita de Santa Ana; pero se puso a llover intensamente y hubo que hacerlo en la iglesia parroquial.
Después del Magnificat, el Rvdo. Bertrand subió al púlpito. Comenzó diciendo que al Señor le bastaba
con el deseo de haber hecho la procesión, pronunciando, a continuación, el sermón que tenía que haber
hecho en la ermita de la Santa. Al bajar del púlpito, el cielo estaba despejado y se celebró la procesión,
cantando las letanías de Santa Ana, que los sacerdotes leían en el Manual de la Cofradía de Santa Ana,
traduciéndolas del latín. Durante la procesión, se oía el dulce y agradable sonido de la campana nueva,
colocada en el campanario de la ermita, y que todos escuchaban con agrado.
Cuando la procesión llegó a la ermita, el Rvdo. Buyat, que había llevado las reliquias de Santa Ana en el
magnífico relicario de plata que regalamos a la parroquia de Belleydoux, hace ya algunos años, las
presentó para que los fieles las venerasen a la puerta del santuario. Durante todo el tiempo que duró el
acto de veneración de las reliquias, el R. P. Superior estuvo arrodillado devotamente delante del altar de
Santa Ana, rezando fervorosamente. Al terminar el acto, hubo que avisarle que había comenzado la
procesión.
A la vuelta, se cantó el Te Deum, y hubo bendición con el Santísimo Sacramento. Antes de acabar todo,
el Rvdo. Buyat se creyó obligado a dirigir unas palabras de agradecimiento a la parroquia de Belleydoux,
que le había dado tan buenos ejemplos durante la jornada; también a nuestro R. P. Superior, cuyos
antepasados levantaron la antigua ermita de Santa Ana, habiendo contribuido él personalmente a edificar
la nueva; además por haber hecho a la ermita y a la parroquia, diversos regalos, entre otros la campana,
colocada últimamente en la ermita: finalmente, por haber trabajado para fundar la cofradía de Santa Ana.
En la cena salió a relucir la cuestión de la liturgia. El Rvdo. Buyat, que, durante algunos meses ha rezado
el Breviario romano, dice que éste contiene auténticas simplezas y que el Breviario lionés es mucho más
hermoso y rico en himnos, secuencias, prefacios, etc.; al final ha dicho que habrá que acomodarse a los
deseos del Papa, que quiere que se adopte la liturgia romana.
El funeral por los cofrades difuntos lo presidió el Rvdo. Bertrand. Hacia las diez y media se celebró la
comida en la que participaron el párroco de Giron, el párroco de St. Germain, que había venido a la
peregrinación; el sacerdote Grand-Clément y el señor Rolandi, un seminarista joven, de Désertin, diócesis
de St. Claude.
A las doce y media fue la despedida, tras haber intercambiado una serie de afectuosos cumplidos. El
Rvdo. Buyat coge las riendas y el carruaje se desliza por una pendiente rápida hasta St. Germain. El Rvdo
Grand-Clément va en la expedición y todos se detienen unos momentos en la casa rectoral de St.
194
Germain, donde el párroco muestra su diario en el que pone por escrito con todo detalle, día a día, lo que
ve, hace y aprende. Ha llenado ya como unos quince cuadernos. Obsequia a todos los viajeros con un
pequeño refresco y, poco después, éstos llegan a Bellegarde, donde toman el tren para Culoz. Aquí les
espera el coche que les había llevado dos días antes y a las nueve menos cuarto llegan a Belley, sin haber
tenido incidente alguno en el viaje.
Tenemos que añadir que el R.P. Superior ha sido objeto de muestras extremadamente simpáticas y
afectuosas, por parte de sus numerosos familiares, que en todo momento le han asediado para poder
hablar con él, aunque no fuera más que unos momentos; también por parte de los habitantes y de las
autoridades de Belleydoux. Estas últimas no parecen estar muy interesadas en pedir Hermanos para
sustituir al maestro. Se quejan de él, porque descuida la clase; y, sin embargo, no se dan mucha prisa en
pedir Hermanos. Y no porque no tengan fondos. Uno no se explica la falta de interés que ponen en este
asunto, que ya llevan tratando desde el año pasado".
El R.P. Fundador escribió al querido párroco de Belleydoux:
"Ya se ha hecho cuanto era de desear en favor de nuestra cofradía de Santa Ana. Espero que le haya
gustado a la santa y que nos consiga, a todos los cofrades y a mí la liberación de los males espirituales y
corporales, la bendición de todas nuestras acciones y proyectos y la gracia de una santa muerte" 333.
A petición de las autoridades locales y pocos días antes de su muerte, el Fundador tuvo la satisfacción de
mandar a algunos Hermanos a Belleydoux, para que se encargasen de la instrucción y educación cristiana
de los niños y jóvenes.
333
Cf. Cartas. Hay que advertir que esta larga cita, sacada de las Efemérides de la Casa Madre de 1862-63, no se encuentra en el
cuaderno 6°., mientras que sí figura en el ms. C. Cf. reflexión hecha a este propósito en la nota 321.
195
CAPITULO XXXV
ANEXIÓN DE SABOYA A FRANCIA.
PROYECTO DE UNIÓN CON LOS HERMANOS DE SAN GABRIEL.
El año 1859 estalló la guerra entre Austria y el reino sardo, que intentaba, por todos los medios a su
alcance, apoderarse de Lombardía. Si hubiera estado solo, habría padecido, como en 1848 y 1849, otra
derrota como la de Novara. Pero, como confiaba menos en el valor de su ejército que su padre Carlos
Alberto, Víctor Manuel no se atrevió a pronunciar la famosa frase: "Italia actuará por sí misma". Supo
atraerse a Napoleón III a su causa, secundado fielmente por su primer ministro Cavour. Hubo un acuerdo,
al menos de palabra, en virtud del cual en la hipótesis de un resultado feliz de la guerra, el condado de
Niza y el ducado de Saboya, serían cedidos a Francia, en pago de su ayuda. De este modo Víctor Manuel
renunciaba al lugar donde había tenido origen su familia y se desentendía de un pueblo, que había
manifestado siempre un amor y una fidelidad extraordinarios a sus antecesores. La anexión tuvo lugar el
año 1860. Se hizo constar en el acta de cesión que los derechos concedidos por el rey Carlos Alberto y
sus antecesores, serían respetados en las dos provincias anexionadas 334.
Los esfuerzos del Fundador para conseguir la aprobación legal del Instituto en Francia no habían dado
resultado alguno hasta aquel momento. El hecho de haber sido aprobado nuestro Instituto por el gobierno
sardo le pareció un favor de la Providencia para que esta aprobación se extendiera a todo el Imperio. De
ahí que le diera mucha alegría la firma de aquel Tratado y con esta disposición de ánimo escribió a los
miembros del Instituto, el 1 de Agosto de 1860, algunas páginas relativas a este hecho, de las que
entresacamos los siguientes párrafos:
"Queridos Hermanos, quiero manifestarles, en primer lugar, la profunda y legítima alegría que he
experimentado a causa de la atinada y definitiva unión, efectuada entre Saboya y el Condado de Niza por
una parte y la gran familia francesa, por otra. Se trata de una adquisición que acaba de hacer Francia en
pago de la sangre vertida por sus valientes soldados y por la ayuda prestada en favor del Piamonte. Es
también la recompensa por el regalo estupendo que Francia ha hecho de la Lombardía. En estos felices
acontecimientos vemos, a la vez, la obra de nuestro ilustre y amadísimo Emperador y el resultado de la
actuación de la divina Providencia, que le orienta y que protege a Francia, hija primogénita de la Iglesia.
Creemos, pues, queridos Hermanos, que hemos de manifestar libremente nuestros sentimientos
patrióticos y deciros que nos alegramos mucho, al ver que nuestro país aumenta en extensión, alcanza sus
fronteras naturales y recibe en su seno a nuevos hijos, dignísimos de formar parte de ella. Hemos reunido
a nuestra querida comunidad ante el altar para presentarles al Señor nuestro obligado agradecimiento por
un hecho histórico tan glorioso y digno de memoria. Para nuestra Congregación este acontecimiento va a
sernos de mucha utilidad, razón por la cual hemos de darle gracias a Dios.
Siguiendo en esta línea de expansión personal, referente a la mencionada anexión a Francia, que
celebramos con alegría, queremos decirles, queridos Hermanos, que hace ya mucho tiempo que
empezamos a conocer la religiosa y apacible región de Saboya, por la que sentimos una especial
predilección. Admirábamos ya sus pintorescos paisajes y su fertilidad; para nosotros, ella y Niza, se
encuentran entre los países más hermosos del Continente. Apreciamos, especialmente, a sus gentes
buenas y agradables, a la interesante y dócil juventud del país, parte de la cual educan y dirigen nuestros
Hermanos en las escuelas públicas. También apreciamos mucho a sus piadosos y edificantes sacerdotes, a
sus santos Obispos, cuyo nombre y virtudes respetaremos siempre" 335.
334
El texto del ms. B. ha sido retocado un poco, pero no en lo esencial. Esta insistencia del H. Federico en los problemas de la
anexión se explica porque había nacido en Saboya (en Saint-Pierre-d'Albigny). De modo semejante, en las páginas
siguientes, puede que a uno le choque el entusiasmo del Fundador por la Francia de Napoleón III, hasta tal punto que
el H. Federico creyó conveniente hacer un pequeño comentario, naturalmente "post facturum".
335
Cf. Circulares a los Hermanos, 1 de Agosto de 1860, pp. 331-333.
196
Nos encanta constatar que el Fundador era un buen francés. Después de su amor a la Iglesia, estaba su
amor a Francia. Sería difícil entender que cualquier católico francés auténtico no experimentase los
mismos sentimientos. En lo referente a las consecuencias positivas que él preveía para la Congregación,
no todos los Hermanos eran tan optimistas. La desilusión no se hizo esperar mucho tiempo.
***
Por aquel entonces, algunos Hermanos nuestros fueron nombrados secretarios municipales; el primer
prefecto de Chambéry, señor Dieu, le pidió respetuosamente que permitiera a los Hermanos ejercer
aquellas funciones, ya que resultaba muy difícil encontrar en cada ayuntamiento a una persona
suficientemente preparada para asegurar el paso de la administración m sarda a la francesa, que era
mucho más complicada. El Superior aceptó la propuesta, aun previendo que se iban a seguir serios
inconvenientes; pero quiso mostrarse condescendiente.
El señor Dieu era una persona cabal, como hombre y como miembro de la administración.
Desgraciadamente (y aquí solamente hablamos de lo concerniente a la enseñanza primaria) las
autoridades encargadas de ella en Saboya, no tenían su mismo espíritu tolerante y justo. No solamente
actuaron como si el Instituto no estuviera aprobado en Saboya, sino que fueron más exigentes que otras
autoridades en el resto del Imperio. El Fundador encontraba enormes dificultades para disponer de los
Hermanos. Llegaron, incluso, a cambiarlos de puesto, sin haberse puesto previamente de acuerdo con el
Superior. La pobre Saboya fue tratada, durante algún tiempo,; como si fuera una nación conquistada.
Cerca de doscientos maestros fueron enviados de todas partes de Francia para regenerar a esta Provincia.
Era tachada de ignorante, a pesar de figurar en un puesto de honor en el mapa que, el entonces ministro
de Instrucción Pública, señor Duruy, hizo elaborar en 1865.
Queriendo conocer el grado de instrucción de los distintos departamentos, el ministro pidió con mucho
interés a las Juntas clasificadoras que llegasen a un conocimiento claro del grado de instrucción de los
reclutas de aquel reemplazo. A continuación, hizo elaborar un mapa en el que cada departamento
presentaba su situación particular en relación con su grado de instrucción, apareciendo también
clasificado, en comparación con los otros 89 departamentos. El de Saboya se situó en el puesto 19 y el de
Alta Saboya en el 17. Téngase en cuenta que los reclutas de que se trataba no habían asistido a la escuela
después de la anexión, ya que en aquella fecha " habían cumplido los 16 años.
En 1867, los maestros, elegidos uno por cantón, fueron a visitar la exposición universal y a recibir en La
Sorbona orientaciones pedagógicas. El ministro recibió a los delegados de cada departamento. Nosotros
formábamos parte del grupo de los de Alta Saboya, escogidos, casi todos, entre los maestros franceses
enviados allí, después de la anexión. El señor Duruy, tras haber preguntado a su secretario general, el
señor Robert, el número que le había correspondido al departamento, dijo lo siguiente:
"Ya lo ven Vds., señores, el departamento de Alta Saboya ocupa un lugar distinguido. Me gustaría
felicitarles si ello hubiera sido el fruto de sus trabajos, pero los jóvenes que han sido objeto de la
encuesta, no han asistido a la escuela después de la anexión. Por lo tanto, quiero decIr: ¡Rindamos honor
a los antiguos maestros de Saboya, cuyo esfuerzo en pro de la educación de los jóvenes ha producido
semejantes resultados! Quizá pueda asaltarme una duda: ¿estará su espíritu de entrega a la altura del de
ellos? No dejaría de ser penoso y humillante para la Universidad y el Gobierno que una encuesta posterior
arrojase resultados educativos en los a que se constatasen retroceso en vez de adelantos en esos
parlamentos. Pero yo sé que no será así, señores. El Gobierno y el Emperador, de cuya protección gozan
Vds. y que día a día se esfuerzan para mejorar su situación, confían en Vds.; yo estoy seguro de que van a
responder a sus expectativas, y acto seguido, los despidió".
Los resultados se debían, sin duda alguna, a los maestros o religiosos, que por aquella época habían
regentado numerosas escuelas en el Ducado. ¡Menuda respuesta y vaya lección para quienes juzgaban a
Saboya atrasada y que enviaban a maestros de la Francia antigua para, según su expresión, regenerar a la
nueva. A propósito del mismo tema, ofrecemos una carta de nuestro Fundador, dirigida a Su Eminencia,
el señor Cardenal de Chambéry. Por ella podremos enterarnos, al menos en parte de las molestias que le
hicieron sufrir entonces.
197
"30 de Diciembre de 1861
Excelencia,
Indudablemente, Vd. se da cuenta, como todos nosotros, de que los tiempos que corren no son buenos ni
para las congregaciones religiosas ni para la Iglesia. En Saboya, de un modo especial, las autoridades
encargadas de la enseñanza primaria nos molestan con su proceder arbitrario y mal intencionado: hasta
hoy no habíamos experimentado una actitud semejante en parte alguna. Le comunico dos hechos que no
me atrevo a calificar y que creo que debo contarle a Su Excelencia.
Últimamente, el Inspector de la Academia de Chambéry, señor Gunier, se ha permitido cambiar a dos
Hermanos nuestros, sin comunicármelo. Al que estaba en Arbin lo ha trasladado a Ruffieux y al que
estaba en Ruffieux lo ha trasladado a Arbin. Sin embargo, él sabe muy bien que nuestros Hermanos son
religiosos, que han hecho voto de obediencia y que los religiosos no pueden cambiar de puesto sin la
intervención de su Superior.
El otro hecho es el siguiente: sea que a nuestros Hermanos los consideren como religiosos o como
maestros laicos, la ley los dispensa en ambos casos de hacer el servicio militar, con tal que cumplan los
requisitos legales. Pues bien, tres Hermanos, uno de ellos en Aiguebelle y dos en el departamento de Alta
Saboya, cumplían estas condiciones. Sin embargo, los inspectores y el vicerrector señor Zévort de un
modo arbitrario y en contra de lo dispuesto por las leyes, se empeñan en no reconocerles el derecho de
exención. Esto es una injusticia y una tiranía que ningún Hermano nuestro sufre en otros departamentos.
¿Hasta cuándo querrá el Señor permitir estas injusticias? Excelencia, intentamos ser pacientes y confiar
en Dios, pero nos va a costar bastante ir a trabajar a los departamentos de Saboya. Claro que tenemos en
ellos derechos adquiridos, pero nuestros enemigos, que tienen el poder, quieren arrebatarnos injustamente
el pan que ganamos con el sudor de nuestra frente, trabajando en hacer el bien. Y todo ello, para darles
ese pan a más de 200 maestros seglares, rechazados en otros departamentos de Francia y que han sido
llamados a Saboya: ésta es la clase de hombres que quieren que en este país ocupen el lugar de los
Hermanos" 336.
***
Por aquella época, la ley de educación de 1850 había sufrido muchos abusos de interpretación: no se
aplicaba ya con la imparcialidad de los primeros años. La actitud de quienes estaban encargados de
aplicarla, era cualquier cosa menos buena voluntad para con las Congregaciones no aprobadas; por otra
parte, el Fundador temía que despojasen a la Congregación de los pocos bienes que poseía, adquiridos,
además, con tanto esfuerzo. Se planteó seriamente la posibilidad de unirse a alguna Congregación
autorizada por el Gobierno. El éxito y de este proyecto habría facilitado la fundación de nuevas casas y
habría defendido las escasas posesiones del Instituto. En este asunto seguía los consejos de Mons.
Chalandon que siempre había mostrado mucho interés por el Instituto y que, en a todo momento, había
aconsejado sabiamente al Fundador, cuando éste tenía dificultades.
Movido por estas consideraciones, el Fundador, acompañado por el M. R. H. Amadeo, hacia finales de
1861, fue a Saint Laurent-sur-sevres, donde se encontraba la Casa Madre de los Hermanos de San
Gabriel. La acogida amable que recibió de parte de los Superiores, la piedad de Hermanos y non vicios, el
ambiente de orden y silencio que percibió allí, todo ir parecía decirle que, si era designio de Dios que la
Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia tuviera que fusionarse con alguna Congregación,
sería con ésta. Comunicó sus preocupaciones al respetable H. Simeón, Superior General, que acogió muy
bien el proyecto. Se continuó tratando el asunto por carta. Para facilitar las gestiones, el Fundador estaba
dispuesto a sacrificarse; en su carta al V. H. Simeón encontramos, entre otros, los párrafos siguientes:
"22 de Diciembre de 1861
...Todo esto, Reverendísimo Hermano, me ha hecho pensar en la unión plena y total de la que hablamos
los dos, Creo que podríamos llevarla a cabo sin dificultad, si cada una de las partes sabemos hacer
336
Cf. Cartas, XV, pp. 193-194. 438
198
algunas pequeñas concesiones para mayor gloria de Dios. Juntas, nuestras dos comunidades llegarían a
ser una sola más fuerte y que podría extenderse por todas partes. Vds. no tienen Hermanos en nuestra
región, pero, como consecuencia de la fusión, ya los tendrían aquí, aparte de encontrarse con un hermoso
noviciado en la ciudad episcopal de Belley. Vds. han sido reconocidos legalmente en Francia y nosotros
lo hemos sido en los estados sardos, podríamos extendernos en estas dos naciones. Nuestra Congregación
disfruta de un estupendo privilegio: la aprobación papal como congregación religiosa para toda la iglesia
católica. Apreciamos esta aprobación más que la de todos los reyes de la tierra. Como consecuencia de
nuestra unión, Vds. gozarían de los mismos privilegios y de los grandes favores espirituales que nos ha
concedido la Iglesia.
No deseo el cargo de Superior General. Quiero declarar de antemano que no aceptaría, en modo alguno
serio, en el caso de que, como consecuencia de la unión de ambos Institutos, desearan que continuase en
el cargo. Tengo ya 63 años y siento la necesidad de prepararme a la muerte. llevo ya demasiado tiempo
ocupándome de los otros; creo que merezco la recompensa de que me dispensen de ser superior. Vd.,
dignísimo y reverendísimo Hermano, tendría que continuar en el cargo. y, en el caso penoso de que Vd.
presentase la dimisión, lo que constituiría una gran pérdida para las dos comunidades, correspondería a
uno de los santos religiosos de su congregación ocupar ese cargo tan importante.
Al efectuar la unión, aportaríamos unos doscientos religiosos y todas nuestras propiedades. No tenemos
deudas en la actualidad. Finalmente, pondríamos en común nuestra mejor voluntad, bastante buena
reputación y numerosas peticiones de Hermanos. Creo que Vds. harían lo mismo, al unirse a nosotros.
Piense ante Dios este asunto, M. R. H. Hágaselo saber a todos los miembros de su Consejo y de su
Capítulo, si es que lo juzga conveniente, pero me parece que ha de hacerlo a título confidencial, hasta el
momento en que la unión vaya a tener lugar, si es voluntad de Dios; yo no lo dudo, teniendo en cuenta la
inspiración recibida al respecto. Inspiración que creo haber recibido del arcángel San Gabriel, que desea
también que Vds. tengan como patronos a la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Mis Hermanos
aceptarán lo que yo les diga. Conmigo han nacido a la vida religiosa: querrán lo que yo quiera, porque
están convencidos de que yo siempre he intentado lo mejor para ellos y que sería también bueno juntar a
nuestros dos Institutos, que tienen la misma finalidad y cuyo hábito y Reglas apenas difieren entre sí.
Reverendísimo Hermano, le envío por correo, franco de porte, algunas obras relacionadas con la
Congregación, entre las cuales encontrará Vd. nuestras Reglas. Le pido, M. R. H., que las examinen Vd.
Y sus colaboradores más importantes; si las aceptan sus Hermanos como las han aceptado los nuestros,
nos encontraríamos con una obra ya hecha, que nos ahorraría dinero y trabajo. Si, no obstante, hubiera
algunos puntos que fueran muy diferentes de lo acostumbrado entre Vds., podrían modificarse mediante
un reglamento particular, que tendría que ser aprobado por los dos Superiores Generales y por los
Consejos y Capítulos de los dos Institutos en el momento de redactar el documento de unión. Se
comprende que, en adelante, las dos Congregaciones serían una sola, que habría de figurar civilmente
como Congregación de San Gabriel ante el gobierno francés y como Congregación de la Sagrada Familia
ante el gobierno sardo. Nuestro título oficial podría ser: 'Instituto de San Gabriel y de la Sagrada Familia',
con una Regla común para todos. Deseo, M. R. H., que me dé Vd. a conocer de modo formal lo que
piensa acerca de la unión, sobre la que hemos hablado de manera un tanto providencial. Mientras, voy a
pedir al Señor que le ilumine y que nos haga conocer a ambos cuál es su santísima voluntad. Por nuestra
parte, queremos que la sotana que Vds. usan tenga botones de arriba abajo y que se adopten el ceñidor y
el crucifijo. También queremos que en la iglesia se lleve el roquete o la sobrepelliz.
Me permito hacerle esta observación y someterla a su criterio, al igual que lo que le he señalado más
arriba..." 337.
Cada una de las dos Congregaciones tenía sus ventajas: la de San Gabriel aportaba la autorización legal
en Francia; nosotros, la aprobación de los estados sardos y de la Santa Sede: en esto había igualdad. Por
otra parte, las dos Congregaciones unidas podían abarcar Francia entera, ya que sus dos casas principales
se encontraban, una en el Este y la otra en el Oeste del Imperio.
337
Cf. Cartas, XV, pp. 187-188.
199
No hubo acuerdo en las cuestiones del nombre y del hábito, pues cada una defendía los suyos propios.
Resultaba muy difícil armonizarlo todo, de modo que cada uno de los Institutos pudiera gozar de las
ventajas concedidas al otro. En el fondo, la cuestión del hábito podía solucionarse sin demasiados
inconvenientes, a pesar de las dificultades experimentadas por el Fundador para conservarlo. Respecto al
nombre de la Congregación, la cuestión era distinta. El Fundador había escrito en la Regla que jamás
habría que cambiar el nombre de la Congregación: Si él lo defendía, también sus discípulos eran de la
misma opinión. Y en esta circunstancia el Fundador debía ser consecuente consigo mismo, ya que no
había peligro en mantenerse donde estaban.
***
Entre tanto, el venerable H. Simeón había presentado su misión al Capítulo General de su Instituto
(Agosto de 1862). Se lo comunicó a nuestro Fundador. La carta contiene sentimientos tan nobles que no
podemos dejar de transcribirla. Escribe:
"¿Qué ha pensado Vd. de mi prolongado silencio? A no ser por su bondad, me habría achacado un
descuido imperdonable. Tenga la bondad de escucharme, por favor, antes de juzgarme.
Después de su grata visita a St. Laurent, tuve el honor de manifestarle mi intención de que, si se llevaba a
cabo la unión de los dos Institutos, Vd. habría de ser el padre de las dos familias reunidas: se lo decía
entonces completamente en serio. Tenía la convicción de que no podría con el peso del cargo de Superior.
A partir de entonces, esta idea, que venía de Dios, cosa de la que no dudo en absoluto, se ha ido haciendo
cada día más fuerte en mi interior. Por ello, tras haber orado y consultado, manifesté de modo irrevocable
a los miembros del Capítulo, presidido por mí del 6 al 17 de Agosto que no podía aceptar un nuevo
mandato. A la mayor Parte de ellos les sorprendió esta declaración y, con toda sencillez, he de decirle que
vi correr muchas lágrimas; prueba de lo mucho que nos veníamos queriendo, desde hace muchos años:
yo, como a hijos; ellos, como a un padre. Pero el Señor quería esta separación y nos ha dado fuerzas, por
lo que las cosas se han arreglado para satisfacción de todos. Mi sucesor es uno de mis mejores hijos
espirituales; apenas si tiene la 39 años. Se ha preparado justo aquí, a mi lado, como Maestro de Novicios,
y también en Provenza, donde fundó y dirigió con prudencia y acierto un noviciado y un internado. Este
buen Superior quiere tenerme a su lado. Haré cuanto pueda para ayudarle a cumplir su difícil tarea.
Me pregunta Vd. cómo me encuentro en mi nueva situación. Le respondo, venerable Padre, que me
encuentro demasiado feliz. Desde hace 37 años era superior; supongo que no le sorprenderá a Vd., que
conoce muy bien los sufrimientos que van unidos al cargo de superior, la alegría que experimento de
verme obedeciendo. Sin embargo, no haga Vd. lo que yo he hecho, pues su caso es distinto del mío.
Recuerde que Vd. es Fundador. Mi opinión es que debe seguir ocupando el puesto que tiene hasta el
último momento de su vida. Vd. es un padre bueno; por tanto, no puede abandonar a los queridos hijos
que gobierna con tanto éxito y prudencia.
Sus buenos Hermanos le han aconsejado bien, al decirle que no necesitan juntarse a otra Congregación
para seguir adelante. Quien ha hecho de Vds. una congregación, y les ha protegido hasta ahora,
continuará haciéndolo en el futuro. Me da resultaría fácil probarle mi opinión de que Vds. están
establecidos con más fuerza que nosotros. Por lo demás, si el Señor quiere que un día nuestras dos
congregaciones sean una sola, la Providencia nos mostrará de manera clara su divina voluntad. Mientras
tanto, mantegámonos en actitud de aceptarla y dispuestos a ayudarnos mutuamente. Nuestro nuevo
Superior me encarga que le presente sus respetos. El seguirá apreciando a su Congregación como yo".
Tenemos motivos para pensar que si el H. Simeón no hubiera presentado la dimisión, se habría
encontrado un "modus vivendi" que habría allanado las dificultades, porque, al responder a la carta del
venerable Fundador, expuso ese "modus vivendi", capaz de mantener, a la vez, los privilegios concedidos
por los dos Gobiernos y el más apreciado aún de la Santa Sede.
El excelente ex-superior escribía lo siguiente en una nueva carta dirigida a nuestro piadoso Fundador:
"St. Laurent-sur-Sevres, 9 de Enero de 1863
Su última carta le ha gustado mucho a nuestro Superior. El modo en que trata Vd. el tema de la unión le
ha impresionado. Aunque no tiene el honor ni la satisfacción de conocerle, le estima y aprecia. Cuando se
200
encuentre algo más libre de las ocupaciones de estos momentos, creo que le escribirá; incluso tiene la
intención de visitarle; me gustaría mucho acompañarle, pero ni se me pasa por la cabeza, ya que mi
rebaño, numeroso y juvenil, reclama la presencia de mis canas. Más tarde, Dios mediante, tendré la
satisfacción de ir a verle. Por lo demás, no desespero de la idea de que algún día se realice la unión: no
parece que nuestro Superior esté en contra de su proyecto. Nuestros Hermanos son sencillos y obedientes,
de modo que lo que los Superiores decidan, ellos lo aceptarán de buen grado. Recemos, pues, a Jesús,
María y José, a Santa Ana, a San Joaquín, a San Gabriel y a todos los santos Angeles para que nos
comuniquen qué quiere Dios de nosotros en esta ocasión; son muy poderosos, hemos de confiar en
alcanzarlo todo de su intercesión ante el Padre Celestial.
Seguro que le gustará saber, M. R. P., que nuestros Hermanos están cada día más contentos con nuestro
Superior; su dulzura, firmeza y capacidad les han impresionado. Me alegro de todo ello en el Señor y le
doy gracias desde lo más íntimo de mi ser por una elección tan acertada: ojalá que este hombre
providencial enmiende todos los errores anteriores, nos gobierne muchos años y sea el instrumento y el
vínculo que haga una sola de las dos familias que han tenido por Fundador a San Gabriel en la persona de
dos hombres, evidentemente inspirados por el cielo para fundar dos Congregaciones que tienen los
mismos fines y que lo han hecho con los mismos medios. Me parece que me moriría contento si viera a
estas dos familias juntas y bien unidas por medio de los dulces vínculos de una misma Regla y de un
mismo amor. Quiera el divino Corazón ser el lugar de encuentro de todos los auténticos miembros de
nuestras dos congregaciones: en él podrán fundirse por obra del fuego del amor divino en un solo cuerpo
y en un solo espíritu. Este milagro de la gracia lo realizará, si Dios quiere, el Sagrado Corazón de Jesús,
bajo la protección de todos nuestros santos patronos, en ese mismo Corazón" 338.
El sucesor del H. Simeón, el H. Eugenio María, vino en el mes de Junio de 1863 a devolver a nuestro
Fundador la visita que éste había hecho a su antecesor. Se habló, sin duda alguna, de la cuestión de unión;
pero el buen Superior de San Gabriel no podía ocuparse entonces de este asunto: por haber sido elegido
recientemente, necesitaba orientarse, conocer a los Hermanos, y dedicó especialmente sus esfuerzos a
mantener la observancia religiosa, establecida por su venerable predecesor en el cargo, a quien mantuvo a
su lado para que le sirviera de guía y de consejero. La muerte de nuestro R. P. Fundador, en el curso de
aquel año, dejó el asunto sin resolver.
338
Estos dos textos de cartas, que se encuentran naturalmente en los ASFB, son la terminación del ms. B. que, en este lugar, no
contiene más que un signo "+ Página 18" en el margen, y "Añadir algunas cartas"; a continuación una página y media
en blanco.
201
CAPITULO XXXVI
AMPLIACIÓN DE LA CASA MADRE.
VISITA A LAS COMUNIDADES 339.
Nuestro querido Padre, que había restaurado y ampliado la casa del lado del jardín en 1862 (obras que
fueron bendecidas al año siguiente por Mons. de Chalandon), había hecho pocos trabajos de reparación
en la parte del poniente. La venta de Tamier le proporcionó algunos recursos, con los cuales decidió
levantar un piso y mejorar su interior. Los trabajos dieron comienzo el 18 de Marzo de 1864. Parece
como si el R. P. hubiera presentido su próximo fin, pues imprimía un fuerte ritmo a los trabajos. Decía
que quería dejar a sus queridos Hermanos una casa terminada, como recuerdo permanente de su
preocupación por ellos y del sincero amor que les profesaba en el Señor 340.
Nuestro piadoso Fundador sabía aprovechar, como ya dijimos anteriormente, cualquier circunstancia para
cultivar buenos sentimientos y para conseguir que sus religiosos estimaran más su santa vocación. En esta
ocasión les decía lo siguiente:
"Tengo la gran satisfacción de comunicarles que, a finales: de mes, se terminarán las importantes obras
que comenzamos el año pasado para ampliar nuestra Casa Madre. Los corazones de todos Vds.,
queridísimos Hermanos, llenos de admiración, se alegrarán muchísimo y, unidos a mí, bendecirán al
Señor por su maravillosa protección. Quiero manifestar con toda humildad que jamás habría creído que,
antes de morir, podría llegar a ofrecer a nuestra querida Congregación y a la Iglesia esta casa, sobre todo
si me pongo a pensar en nuestra gran pobreza del principio.
Pero el Señor nos ha proporcionado esos bienes, porque sabía que habríamos de emplearlos para procurar
su mayor gloria. Unámonos a El de modo irrevocable, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma;
seamos buenos religiosos y no permitirá que nos falte de nada. El dará su pan y su trigo a cuantos habiten
en nuestra casa; y en el cielo les dará los bienes, cuya enumeración resumimos en el párrafo segundo de la
presente carta. Pero, '...si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles...'. (Ps. 126: Nisi
Dominus...,.
Queridos Hermanos, tenemos que considerar nuestra Casa Madre como la obra de Dios, ya que ha sido su
Providencia Divina la que nos ha proporcionado los recursos necesarios para levantarla. Después de
haberos santificado fuera de ella, trabajando continuamente, aquí encontraréis todos vuestro lugar de
descanso y vuestra morada para siempre. Seguros en ella, contra los peligros y seducciones mundanas,
serviremos al Señor sin obstáculo alguno, amorosamente agradecidos por sus innumerables beneficios.
Queridos Hermanos, nosotros debemos sentir gran interés por cuanto afecte a nuestro Instituto y,
especialmente a nuestra Casa Madre. Como acabo de decirles, la hemos ampliado notablemente, para un
mejor aprovechamiento de la misma; pero ahora necesitamos unos muebles que respondan a las
necesidades del edificio. Todos tenéis que ayudar, no sólo mediante la pequeña contribución que debéis
aportar por regla, sino también con vuestros ahorros y, si podéis, con vuestros donativos particulares.
En ningún lugar estarán mejor colocadas vuestras piadosas aportaciones ni tampoco en parte alguna serán
mejor recibidas que aquí. Os lo agradezco de antemano en mi nombre y en miel de la comunidad, cuyos
hijos queridos sois todos vosotros. Que los Hermanos que ya han enviado sus ayudas en anteriores
ocasiones, encuentren en estas líneas la renovada expresión de mi alabanza y de mi agradecimiento más
afectuosos. También quiero manifestárselo sinceramente a nuestros Hermanos de París, que todos los
años se destacan por sus ayudas y contribuciones en la solemnidad de la fiesta patronal de la
339
A partir del capítulo dedicado a la capilla de Santa Ana, la numeración de los capítulos es bastante insegura. Este título y este
capítulo XXXVI llevan correcciones de autores diferentes. Por nuestra parte seguimos el orden que nos parece más
lógico, por tanto, XXXVI y no XXXV, como ha escrito alguno.
340
Ms. B.: "Como alguno (el Sr. Compagnon, su cochero ordinario) le decía un día (por aquella época): "Pero, Padre Superior,
Vd. padece verdaderamente la enfermedad de la piedra".
202
Congregación 341.
Para completar la hermosura de esta casa, le faltaban del lado del poniente unas obras de reparación y
ampliación para darla por terminada. Me he decidido a comenzarlas, confiado en la Providencia y, sobre
todo, en sus ayudas, procedentes de las aportaciones obligatorias en favor de la Casa Madre y de sus
ahorros. De este modo, colocarán otra piedra más en el bendito edificio, que es de todos, pues nos
pertenece por ser nuestro patrimonio religioso. La construcción nueva que estamos haciendo ahora, nos
obliga a gastar más de lo que habíamos presupuestado; ahí tienen, queridos Hermanos, una razón para
que rivalicen en interés y vean quién ayuda más a hacer frente a estos gastos, que sobrepasan nuestras
posibilidades.
Las casas y monasterios de muchas congregaciones religiosas fueron edificados, gracias a las limosnas de
la gente y a los donativos de personas ricas y piadosas; así procedió, por ejemplo, Tértulo, señor romano,
quien, junto con su hijo, hizo donación a San Benito de dieciocho pueblos que tenía en Sicilia. Nuestra
Casa Madre es obra, únicamente nuestra. Después de haber podido levantarla, hemos de bendecir al
Señor y darle gracias, pidiéndole, al mismo tiempo, que nos la conserve para hacer de ella el paraíso de
todos sus actuales y futuros moradores. Este paraíso será una realidad para todos y cada uno de nosotros,
si guardamos fielmente lo que se dice en los cuatro artículos que vienen al comienzo de esta carta. ¡Ojalá
se cumpla esto, queridos Hermanos! Así lo esperamos de vuestra fe, de vuestro amor y de vuestro interés"
342
.
Estas llamadas a la caridad de sus queridos hijos, que tenían algunos bienes en el mundo o a los ahorros
de quienes procedían de familias más pobres, dieron buenos resultados. En aquellos momentos eran
oportunísimos, ya que su buen Padre había agotado todas sus posibilidades económicas, de modo que,
meses más tarde de su muerte, para poder pagar los derechos reales por transmisión de bienes, tuvieron
que pedir un préstamo.
Al hacer con tanta rapidez aquellas obras, perseguía el Fundador otra finalidad de la que no hace mención
en esta carta: quería establecer una completa separación entre noviciado y comunidad; la falta de espacio
no se lo había permitido hasta entonces. Nos lo confirma una carta dirigida al R. H. Eugenio María,
Superior General de los Hermanos de San Gabriel, en la que podemos leer:
"...Por favor, continúe deseándonos, estimado H. Superior, que podamos tener una zona separada para
nuestros novicios. Hace ya más de 15 años que vengo queriéndolo, pues veo claramente que es necesaria.
Espero conseguirlo, gracias a las nuevas construcciones que estamos haciendo. Nada parece más
conveniente que separar a los novicios del resto de la comunidad; no ganan nada con ver y oír a
determinados Hermanos que, desgraciadamente, no viven el espíritu de su santo estado" 343.
***
La muerte no le concedió tiempo suficiente para ver terminado su proyecto. Ni la edad ni los achaques
podían frenar el ímpetu de nuestro buen Padre 344. Estaba en todo, cuando se ocupaba de las cosas
materiales. Digamos que lo controlaba todo y lo hacía todo personalmente, a pesar de que había en la
Casa Madre Hermanos de confianza y experiencia, capaces de hacer bien las cosas. Estos Hermanos
sufrían por este motivo, ya que veían que la salud de su queridísimo Fundador se debilitaba por
momentos. Sus fuerzas no alcanzaban ya a cumplir sus deseos. También él se daba cuenta de ello, pero en
cuanto se le pasaba un poco el cansancio, ya creía que estaba repuesto, como si nada hubiera pasado.
341
Circulares a los Hermanos, 10 de Agosto de 1863, pp. 427-432;
342
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, pp. 452-453.
343
Cf. Cartas, XVIII, 15 de Julio de 1864, p. 70. En el Ms. B. no se ha retenido esta cita, pero los espacios en blanco estaban
destinados a recibirla.
344
Ms. B.: "Después de los cuidados y problemas de Tamier, los trabajos de Belley; junto con las preocupaciones de la
Administración, la visita de las casas".
203
En mayo de 1864, a pesar de una salud bastante débil y de repetidas indisposiciones, comenzó a visitar
las casas del sur, aprovechando esta circunstancia para asistir a la solemne ceremonia de la coronación de
Nuestra Señora de Marsella (5 de Junio de 1864; Fue para él una gran alegría visitar de nuevo aquel
bendito santuario, donde, de paso para Roma en sus dos viajes, había rezado con tanta devoción a Nuestra
Señora por el éxito de sus gestiones ante la Santa Sede y para la conservación y prosperidad de su querida
Congregación.
A la vuelta, empezó la visita de las casas de Faucigny y de Châblais, visita que le agotó por completo.
Después de descansar menos de lo necesario, quiso emprender la visita de las casas del valle de Guiers y
las de las cercanías de la Gran Cartuja. ¡Era demasiado! La mayor parte de los Hermanos de estas casas se
dieron cuenta, dolorosamente, de que la salud de su queridísimo Padre era muy mala. El mismo lo sabía,
al menos en parte, pero nada podía impedirle demostrar el gran interés que sentía por sus queridísimos
hijos, a los que impulsaba, cada vez más, a marchar por el camino del bien. Volvió deshecho, pero lleno
de alegría. En la Circular de convocatoria para el Retiro (desgraciadamehte la última, manifestaba su
gozo, al tiempo que añadía algunos avisos, que los Hermanos que se encontraban en situaciones parecidas
no deberían olvidar jamás.
"Queridísimos Hermanos, he tenido este año la satisfacción de visitar algunas de nuestras casas.
Hablando en general, en ellas he encontrado todo, tal y como deseaba. Le he dado gracias al Señor por
ello, especialmente, al ver que todos nuestros queridos Hermanos gozan de buena salud y trabajan con
celo en el desempeño de sus santas ocupaciones. La respetuosa acogida que me han ofrecido, tanto ellos
como sus dignísimos y respetables señores curas párrocos, me ha emocionado ciertamente. Quiero
manifestarles aquí a todos mi agradecimiento más sincero. Como fruto de mis visitas, queridos
Hermanos, tengo que darles algunos avisos importantes, respecto a la enseñanza y a los alumnos; pero, al
no poder hablar de todo aquí, me limito a hacerles la siguiente observación:
Hay que vigilar, como maestros religiosos que son, a los alumnos, para desarraigar en ellos el mal, en
cuanto aparezca, para evitar los peligros apenas empiecen a amenazarlos, para animarlos a practicar las
virtudes e impedir que contraigan los vicios propios de su edad. Hay que vigilar su oración, su
puntualidad en asistir a la escuela, a la catequesis, a los oficios, a los sacramentos, su modo de
comportarse en la iglesia. Hay que vigilarlos para que eviten las malas compañías, las conversaciones
peligrosas, los modales groseros, las acciones escandalosas, los libros y folletos que puedan malear sus
costumbres o hacerles perder la fe. En la medida de lo posible, hay que vigilar a los alumnos
continuamente, ingeniándoselas para no perderlos nunca de vista. La policía tiene sus agentes y sus
espías; ¿por qué razón, queridos Hermanos, no van a tener Vds. personas que vigilen las escuelas,
personas piadosas y prudentes, personas discretas que vigilen a los alumnos, cuando se encuentren fuera
de la escuela, y que les puedan informar de su modo de comportarse? Naturalmente, corresponde a los
padres el ejercicio de este tipo de vigilancia, pero desgraciadamente, la mayor parte de los padres y
madres, adoran a sus hijos y difícilmente llegan a aceptar los errores cometidos por éstos, cuando se les
advierte de ello. Finalmente, los alumnos tienen que llegar a convencerse por experiencia personal de que
Vds. los ven constantemente, estén o no presentes; naturalmente, no tienen que saber de dónde vienen los
informes procedentes de otras personas. Si no se sienten vigilados, los niños no llegan a ser ni buenos ni
virtuosos. Así que, si no vigilan a los alumnos del modo que les he recomendado, para mayor gloria de
Dios y bien de los jóvenes de nuestras escuelas, no se extrañen si surgen problemas en su clase.
He tenido también la suerte de visitar a algunos de nuestros excelentes Hermanos que se ocupan de la
hermosa y digna tarea de trabajar en las iglesias y en las escuelas de canto de las parroquias, tanto en París
como en otras grandes ciudades. He quedado muy satisfecho de los excelentes testimonios que sobre
ellos me han dado los señores curas párrocos y otros clérigos de las iglesias donde estos buenos
Hermanos trabajan, dando muy buen ejemplo. A pesar de las dificultades que experimentan en el
ejercicio de sus funciones, se encuentran muy contentos. Los admiran cuantos los ven consagrar con gran
espíritu de fe sus vidas jóvenes al servicio de los altares. Esto hace que me pidan muchos Hermanos
sacristanes. El profeta exclama: '¡Benditos, Señor, quienes habitan en tu casa; te alabarán por toda la
204
eternidad!'. Y añade: 'Señor, he amado la hermosura de tu casa, no pierdas mi alma con los impíos'" 345.
345
Cf. Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, pp. 448-451
205
CAPITULO XXXVII
ENFERMEDAD DEL FUNDADOR. SU MUERTE.
TESTAMENTO ESPIRITUAL 346.
Al llegar para hacer el retiro, los Hermanos se dieron cuenta de que sus presentimientos tenían bases
sólidas. La salud de su querido Fundador se había debilitado considerablemente. Su misión en la tierra
había concluido. La corona merecida por tantos trabajos y virtudes estaba ya preparada por el Padre
celestial. Iban a tener que aceptar un gran sacrificio. Al igual que el Apóstol, también su querido Padre
podía decir en su favor respecto a la obra a él confiada por la Providencia: "He combatido el buen
combate".
Por lo que se refiere a la vida 347 y a la muerte de nuestro venerable Fundador, cedemos la palabra al M.
R. H. Amadeo, Vicesuperior en aquel momento. Encontraremos en su testimonio los detalles suficientes
y los sentimientos de amor filial de parte de su discípulo más querido, el cual, ya desde el principio, fue
para él una promesa y, a partir del año 1850, un colaborador celoso e incansable, su hijo sumiso, cuya
entrega no conocía límites.
"26 de Noviembre de 1864 348
...Desde el pasado mes de Julio, constatábamos dolorosamente una debilidad, que a pesar de no notarse
mucho, mostraba claramente el derrumbamiento de su fuerte constitución física. Lo poco que comía no
era suficiente para mantener sus fuerzas, que disminuían día a día. llegó el retiro con su acompañamiento
obligado de molestias para nuestro Padre, que quiso hacer frente a los trabajos propios de aquella
circunstancia, a pesar de su debilidad. Pero bien saben Vds., queridos Hermanos, cómo durante la
primera reunión para realizar los cambios de residencia de los Hermanos, le fallaron las fuerzas y se vio
obligado a guardar cama.
¡Cuánto sintieron Vds. tener que marcharse sin gozar de la alegría de poder verle y pedirle su bendición
paternal y sus sabios consejos! Pero ¡cuánto más lo habrían sentido, si hubieran llegado a saber que ya no
lo verían más en este mundo!
Durante mucho tiempo llegamos a confiar que el Señor, movido por nuestras oraciones, le devolvería la
salud y que nuestra querida Congregación tendría la dicha de conservarlo vivo muchos años más. En las
cartas que les han llegado desde la Casa Madre pueden haber visto a menudo expresiones que, encerraban
esta esperanza, y que, suponemos, eran para Vds. un bálsamo consolador. Con qué rapidez se
desvanecieron estas engañosas esperanzas. Poco a poco iban progresando los cambios de aquella salud
tan querida, aunque, al principio, de modo imperceptible; de nada servían los cuidados de la medicina.
Tampoco, las pruebas de afecto con que le honraba nuestro santo Obispo, ni la simpatía del clero de
Belley y de todos sus amigos. Ni el cariño ni las oraciones fervorosas de sus hijos espirituales, podrían
detener ya la enfermedad que se agravaba, sin dejar lugar a dudas.
Antes de emprender la visita pastoral, que continúa en estos momentos, el señor Obispo vino a verle una
vez más, oró de rodillas pidiendo su curación y le otorgó su bendición. Esta visita paternal llenó el
corazón de nuestro querido enfermo de dulce consuelo. Su Excelencia le encomendó a continuación a las
oraciones del clero de Belley, de las comunidades religiosas de la diócesis y de muchas otras personas
piadosas. Por eso, de todas partes subieron al cielo oraciones y fervientes deseos por la salud de nuestro
346
Como ya dijimos, el ms. B. presenta bastantes signos de incertidumbre en su organización: este Capítulo XXXVII ha sido
llamado XXXVI por alguien. Además, no hay separación entre el párrafo anterior y el que sirve de comienzo al nuevo
capítulo. Ante esta confusión, ¿no habrá que hacer cuanto se pueda para comprender y continuar las últimas páginas
de la biografía del H. Federico?
347
Esta palabra debe ser un fallo de transcripción: en efecto, el ms. B. trae exactamente la palabra enfermedad y no la palabra vida.
348
Es la fecha de la extensa carta circular o necrología que el H;. Amadeo dirigió a los Hermanos, después de la muerte del
Fundador.
206
buen Padre. Pero su tarea había acabado, se había colmado la medida de sus méritos, le había llegado el
momento de ir a recibir su recompensa y el cielo iba a pedirnos a todos un gran sacrificio.
Nuestro dignísimo Superior no se hacía ilusiones sobre su estado y ofrecía su vida a Dios con toda
generosidad. Nunca conseguimos que rezara con nosotros por su curación. Cuando le invitábamos a
hacerla, decía: 'Lo único que pido es que se cumpla en mí la voluntad de Dios; no diré ni tan siquiera un
Ave María para conseguir la salud'.
Veía acercarse el fin con la paz y la serenidad del justo y hablaba de ello con una tranquilidad admirable.
Un día nos decía: No hay que temer la muerte, ya que, gracias a ella, podemos ir al cielo, donde
tendremos la dicha de ver a Jesús, nuestro Salvador y Maestro'. De vez en cuando, pedía que le
recitáramos las Letanías de la buena muerte y abría totalmente su alma a los sentimientos conmovedores
que en ellas se contienen.
"El 18 de este mes, viernes, recibió los últimos sacramentos, acompañado por toda la comunidad. Jamás
olvidaremos la fe viva y la piedad enternecedora que manifestó durante esta emocionante ceremonia.
Cuando nos pidió a todos perdón por las penas que hubiera podido causarnos a lo largo de su vida y por
no habernos dado buenos ejemplos, como era su obligación, rompimos a llorar copiosamente.
El día 22, martes, recibió, visiblemente arrepentido, la indulgencia plenaria para el momento de la muerte
y dijo con voz en la que se traslucía la emoción: '¡Cuántos favores me ha concedido el Señor durante mi
enfermedad. Le doy gracias con toda mi alma'. Muchas otras veces le hemos oído manifestar el profundo
agradecimiento que brotaba de su corazón.
Durante el día 23 aumentó la fatiga, comenzó a respirar con dificultad, se daba cuenta de que se acercaba
el fin y lo decía con toda naturalidad. En un momento dado, recordando a sus hijos espirituales,
esparcidos por diversos lugares, dijo: '¡Ojalá estuvieran aquí todos mis queridos Hermanos para verlos
por última vez y darles a todos mi postrera bendición!'. Momentos después, añadió: 'Bendigo a mis
Hermanos en todo momento, ojalá mi bendición les alcance la felicidad'. A la caída de la tarde, empezó a
notársele un malestar más acusado, que continuó durante toda la noche, pero sin acentuarse. A las tres y
media de la mañana, sin agonía, nuestro querido Padre entregaba su alma a Dios, como alguien que se
duerme.
La capilla ardiente duró jueves y viernes y sus restos mortales fueron sepultados el día 26, sábado. El
cabildo de la catedral le tributó este honor espontáneamente, como testimonio de estima y afecto, al que
han querido unirse los Profesores del Seminario Menor, los R.R.P.P. Maristas, las restantes
Congregaciones religiosas, las personalidades de la ciudad y una gran parte de la población. Muchos
amigos nuestros, que viven cerca y que fueron avisados con tiempo, vinieron a acompañarnos en nuestro
dolor y a rendir su postrer homenaje a nuestro querido Padre.
¿Será necesario que les hablemos, queridos Hermanos, de la pena que nos abrumó en aquel día de dolor?
No encuentro palabras capaces de describirla, sobre todo cuando tuvimos que separarnos de la tumba
donde acabábamos de depositar los restos mortales de nuestro digno Fundador.
Pero en medio del profundo dolor que sufrimos por esta terrible pérdida, hemos de resignarnos, queridos
Hermanos, y conformarnos con la voluntad de Dios. Unidos al patriarca, del que habla la Sagrada
Escritura, y que fue modelo perfecto de paciencia, repitamos sus hermosas palabras: 'El Señor nos le
había dado, el Señor nos lo ha quitado; cúmplase la voluntad de Dios; ¡bendito sea su santo nombre!'
Nuestro dolor ha de mitigarse pensando que nuestro Rvdo. Padre goza ya de la recompensa merecida por
su vida, llena de obras buenas y que un día volveremos a verle en el cielo y que nunca más nos
separaremos de él. Allá nos espera; allá nos llama a todos; desde allí va a interceder por nosotros
continuamente ante el trono del Todopoderoso. Si no hacía más que preocuparse de nosotros, cuando
estaba en este mundo, ¿podrá, acaso, olvidarse de nosotros en el cielo?
En adelante, queridos Hermanos, nuestra mayor preocupación consistirá en ser cada día más fieles a las
santas reglas que nos dejó y a los sabios consejos que, frecuentemente, nos daba. Seamos dignos de él,
amando a su querida Congregación; viviendo indisolublemente unidos y amándonos con una caridad
auténticamente fraternal; también siendo fervorosos en el cumplimiento de todas nuestras obligaciones
religiosas. Conservemos en nuestros corazones, hasta el último momento de nuestra vida, el recuerdo de
los favores que nos hizo. Permanezcamos firmes, fieles y entregados, cada uno en el cometido que nos
207
fue asignado por él, sin olvidar que el mejor modo de honrar su memoria es ser perfectos religiosos,
llevando una conducta verdaderamente digna del hermoso nombre de Hermano de la Sagrada Familia.
A continuación de esta carta encontrarán Vds. el 'Testamento espiritual' de nuestro queridísimo Padre. Es
una expresión maravillosa del amor con que siempre nos amó y de la fe viva que informó toda su
existencia.
Reciban, queridos Hermanos, la expresión de mi afecto y entrega en Jesús, María y José.
Belley, en nuestra Casa Madre, 26 de Noviembre de 1864".
Hermano Amadeo,
Vice-Superior.
208
CUADERNO OCTAVO: 349
VIRTUDES MAS IMPORTANTES DEL H. GABRIEL.
La fe
Lo hemos dicho ya en otro sitio: esta virtud fue la antorcha que dirigió toda la vida de nuestro piadoso
Fundador. Desde su primera juventud tuvo una fe muy viva, que, en vez de debilitarse y disminuir, creció
con los años.
La época de su nacimiento se vio turbada por la Revolución. La religión fue prohibida; sus ministros,
desterrados o encarcelados; triunfaba la impiedad y parecía que la Iglesia estaba a punto de perecer en
nuestra patria. Sin embargo. Dios amaba a Francia y dispuso que hubiera en ella almas fuertes, padres y
madres profundamente cristianos y numerosos, especialmente en las zonas campesinas. Educado por
unos padres como los que acabamos de describir, aquel niño piadoso dejó que su corazón profundizase en
la virtud. En él, la madurez se había adelantado a la edad y, cuando se trataba de las cosas de Dios y de su
culto, por muy joven que fuera, lo hacía todo con una compostura y madurez difíciles de encontrar en los
muchachos de su edad 350.
De su fe vivísima brotaron su firme esperanza y su amor ardiente a Dios; de este triple manantial de fe,
esperanza y caridad nacieron en él una tierna devoción a los santos Patronos del Instituto, Jesús, María y
José; también la sumisión a la Iglesia y a sus ministros y la observancia de las normas del culto divino; su
firmeza inquebrantable en las pruebas y su confianza en Dios; su espíritu de oración, del que lo esperaba
todo; su gran celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas; la humildad sincera que atrae las
bendiciones del cielo, la bondad con los pecadores arrepentidos y el perdón de las injurias.
De todas estas virtudes nos parece conveniente dar, ordenada y brevemente, un pequeño resumen.
Fe, esperanza y caridad.
La fe de nuestro Fundador no sufrió nunca tentación alguna. Nos dijo muchas veces que jamás había
tenido dudas contra esta virtud. Ni los escándalos ni los contratiempos ni si. quiera los ataques que tuvo
que soportar de parte de quienes lo lógico era que hubieran aprobado y apoyado su obra, hicieron mella
alguna en su alma vigorosa.
Para fundar el Instituto necesitó, como San José, una fe que descubría a Dios en todo acontecimiento y
que iba adelante, a pesar de los pobres medios humanos, confiando siempre en Dios, después de haber
hecho, naturalmente, todo lo que le sugería la prudencia. Dios le había inspirado la fundación de la
Congregación. Convencido de que Dios y su Obispo lo querían, ¿qué podían importarle los abandonos y
desalientos humanos? Con mayor razón que en la diócesis de Saint-Claude, donde las había dicho por vez
primera, después de haber sido totalmente abandonado por sus primeros Hermanos, pudo repetir, durante
los seis o siete primeros años de su estancia en la diócesis de Belley, las siguientes palabras: "Si esta obra
es sólo mía será una obra muerta antes de nacer; pero si viene de Dios, como es mi profunda convicción,
seguirá adelante, a pesar de mi indignidad, de mi falta de luces y talentos y de cuantos obstáculos
349
Al llegar aquí (comienzo del cuaderno 8°.) el ms. B. no tiene ningún título, sino solamente un pequeño índice de materias a
lápiz, con indicación de las páginas entre paréntesis; estas líneas parecen haber sido añadidas después. El ms. C. lleva
el título, -destacado en medio de una página-, "Vida del Reverendo Hermano Gabriel, 1er. Superior General de tos
Hermanos de la Sagrada Familia (sus principales virtudes". Los correctores quisieron, en cierta manera, subrayar la
importancia de las páginas que iban a continuación y, al mismo tiempo, indicar que formaban parte de la biografía.
350
Ms. B.: "Esto no era algo particular del joven Gabriel. Muchos personajes ilustres de la época se distinguieron por sus virtudes,
ya pertenecieran al clero, ya al estado religioso, ya fueran seglares. En los designios de Dios, aquel ejército de obreros
decididos era necesario para perfeccionar lo que ya era bueno, para restaurar cuanto se estaba arruinando, para
devolver a la Iglesia el brillo oscurecido por unos diez años de desastres y de impiedad; también para fundar
instituciones nuevas, conforme a las necesidades de los tiempos".
"El Hermano Gabriel fue una de esas almas que la Providencia escogió para cooperar en una esfera modesta, ciertamente, en el
trabajo de restauración religiosa y social, y no defraudó en su misión".
209
humanos se le opongan" 351.
Así vemos que se lo repite a Mons. de Langalerie (Carta de 15 de Junio de 1858), al hablarle de las
personas que se le oponían y que intentaban engañar con artimañas a Su Excelencia: "Mi manera de
actuar no es la de ellos; sin embargo, la obra marcha, a pesar de todo. Los hombres nada pueden contra
aquel a quien Dios quiere proteger. Me concede su gracia de una manera visible. Las persecuciones y las
pruebas han podido herir mi amor propio, pero jamás me han desanimado. Estoy dispuesto a soportarlo
todo, incluso el destierro, cuando se trate de los intereses espirituales y materiales de mi Congregación, ya
que estoy convencido de que trabajo haciendo el bien" 352.
Nos decía: "La fe debe brillar en el espíritu y en el corazón de un religioso del mismo modo que brilla el
sol en el cielo los días hermosos y serenos. El religioso que no tiene una fe viva está muy expuesto a
perderse, formando parte de la espantosa muchedumbre de hombres ciegos e insensatos que descuidan
sus deberes religiosos, que olvidan, para tremenda desgracia suya, su eterno destino y que se encaminan
de este modo a pasos agigantados hacia la espantosa morada de los condenados" 353.
La fe y sus frutos (la esperanza y la caridad) fueron el alma de toda su vida. Guiado por la fe, animado por
la esperanza, dominado por el amor divino, hablaba de Dios a sus Hermanos, de sus perfecciones y de los
gozos inefables de los elegidos en el cielo.
Nos decía (Circular del 2 de Julio de 1863) 354: "Veremos a Dios y esta visión nos permitirá contemplar
cosas inefables. Efectivamente, queridos Hermanos, veremos a Dios, después de haber llevado una vida
santa o, en caso contrario, después de haber derramado en la tierra las lágrimas del arrepentimiento y de
la penitencia, camino recorrido por la mayor parte de los santos.
Veremos a Dios y en Dios admiraremos las efusiones de su bondad divina sobre nosotros, durante nuestra
vida. Veremos cómo, al mismo tiempo que pecábamos, Dios prodigaba en favor nuestro innumerables
muestras de su misericordia infinita; que nos llamaba con gran solicitud, después de haber caído nosotros;
que nos buscaba con mucho interés, después de haber huido de El; que nos aguardaba con enorme
paciencia, cuando le hacíamos esperar; que nos recibía con singular ternura a nuestro regreso; que nos
concedía el inapreciable favor de llamarnos al estado religioso que nos regalaba la gracia de perseverar
hasta el fin en nuestra santa vocación y en el camino de la santidad y de la justicia.
Veremos a Dios y en El adoraremos sus amables perfecciones, contemplaremos sin obstáculos su belleza
arrebatadora, la cual atraerá incesantemente los ojos y los corazones de los elegidos, sin que jamás
experimenten hastío de verle, sin que jamás lleguen a saciarse de poseerle; esta belleza siempre antigua y
siempre nueva que les ofrecerá cada vez nuevos atractivos, que les hará gustar siempre delicias nuevas.
Veremos a Dios y le veremos cara a cara, sin velos, sin nubes, tal y como es en Sí mismo. En el destierro
de este mundo sólo podemos verle en sus obras, en sus imágenes, a través de las sombras de la fe, de una
manera muy imperfecta; pero allí le veremos en Sí mismo, en el esplendor de su esencia, con todo el
brillo de su luz. Con la gloria que nos rodeará y envolverá totalmente.
Veremos a Dios, queridísimos Hermanos, y le amaremos con todo nuestro corazón. Todas nuestras
inclinaciones s, orientarán hacia él con fuerza extraordinaria. La piedra que tiende hacia su centro y el
fuego que se eleva por el aire son pálidas imágenes de la fuerza con que nuestro corazón se lanzará hacia
el objeto supremo que lo atrae para abrasarlo con fuego divino 355.
351
Cita sacada, con algunas modificaciones, de la nota Histórica o de la Circular del 26 de Noviembre de 1864 del H. Amadeo.
352
Cf. Cartas, XII, p. 78.
353
Circulares a los Hermanos, 10 de Agosto de 1863, pp. 411-412.
354
Los copistas han escrito "2 de Julio", en vez de "10 de Agosto de 1863", como en el ms. B.
355
El ms. B. es más completo. En efecto, aquí tiene además las siguientes líneas, eliminadas por los correctores: "Amaremos a
Dios, queridos Hermanos, y le amaremos de modo digno de Él y del amor con el que Él se ama a Sí mismo. Ya le
amábamos en este mundo, pero nuestro amor era débil e imperfecto. Llorábamos, estábamos afligidos. En el cielo el
alma tomará impulso y se dirigirá hacia Dios, amándole cuanto pueda".
"Amaremos a Dios y nos uniremos a los santos para amarle todos juntos, para felicitarnos mutuamente por la dicha de amarle,
210
Veremos a Dios y, viéndole, le amaremos amándole, le poseeremos, siendo esto el término y la
coronación de la felicidad.
Poseeremos a Dios y todos los bienes en El: las riquezas y tesoros, los honores y su brillo, los placeres y
todas las delicias. Lograremos todos nuestros deseos e incluso llegaremos a no desear nada. Poseeremos a
Dios y en El todos los bienes sin mezcla de mal alguno.
Poseeremos a Dios y en Dios todos sus bienes para siempre y sin miedo a perderlos nunca jamás.
¡Queridísimos Hermanos!, ¿Quién será capaz de comprender el gozo inefable que nos proporcionará la
seguridad de que esa dicha inmensa jamás acabará?".
Después de una reflexión tan apropiada para animar la fe, tan consoladora para el alma cristiana y tan
apropiada para encender el corazón en el amor divino, el Fundador quiere que sus hijos se adentren en su
propio interior. Conviene que examinen su conciencia y vean si se encuentran en el buen camino. Por
tanto, continúa, diciendo lo siguiente: "Sí, queridos Hermanos, la fe nos enseña que estamos destinados a
ir al cielo. Debemos emplear todos los instantes de nuestra vida para merecer alcanzarlo. Pero, ¿qué
hacen Vds., queridos Hermanos, para conseguir entrar en aquella morada de gloria y de felicidad?
Pregunten a su conciencia, tranquilamente y en presencia de Dios, al que nada se le oculta, ya se trate de
la acción más insignificante, ya de una pequeñísima omisión o de un mínimo pensamiento. ¿Cumplen
perfectamente sus deberes con Dios, con los Superiores, con los Hermanos, con la comunidad, con el
prójimo y con Vds. mismos? ¿Guardan fiel y escrupulosamente los mandamientos de la Ley de Dios?
¿Viven con total y piadosa exactitud los votos religiosos que hicieron, al ingresar en la Congregación?
¿Tratan de cumplir diariamente las Reglas escritas para dirigirlos, santificarlos y hacerlos dignos de las
gracias concedidas a los que las cumplan fielmente? ¿Reinan siempre entre Vds. la paz, la unión y la
concordia? Ahí tienen unas cuantas preguntas que han de hacerse para examinar cuanto haya de
defectuoso en su conducta y corregirlo. Será éste un medio excelente de prepararse al retiro, durante el
cual habrán de purificar sus almas en las divinas aguas del sacramento de la penitencia" 356.
Después, el Fundador, para animamos en el combate espiritual, nos presenta el ejemplo de Nuestro Señor
y el de los santos: "¿Cuánto no ha hecho y sufrido Jesucristo Nuestro Señor para merecernos el cielo? Sus
dolores, sus lágrimas, su sangre, su muerte incluso, son la respuesta. ¿Qué nos dicen los santos y qué les
oímos nosotros? ¡Cuánto tuvieron que sufrir para merecer la corona de la gloria! Unos vivían en retiro y
soledad; otros, entregados a todos los rigores de la penitencia o enterrados vivos en antros y cavernas.
Muchos murieron en los cadalsos o entre brasas encendidas, dichosos de poder entregar su vida en medio
de penosos tormentos manifestando así su fe y mereciendo la recompensa eterna. ¿Esperaban, quizás, un
cielo diferente del que nosotros aguardamos? ¿Era su esperanza distinta de la nuestra? ¿No estamos
hechos nosotros para la misma felicidad? ¿Qué hacemos para merecerla? Es cierto que el Señor ha
prometido el paraíso a quienes lo han dejado todo para seguirle, abrazando la vida religiosa; pero no
olvidemos, queridos Hermanos, que seguirle solamente hasta el Tabor, es decir, en aquello que no nos
exigía dolor ni sacrificio, no basta, sino que hay que caminar con valentía a su lado hasta el Calvario, si es
que también queremos subir un día al cielo con El.
La vida del religioso es una vida de abnegación, de renuncia y de sacrificio, sujeto, como está, igual que
todos los hijos de Adán, a las miserias de la vida, tristes consecuencias del pecado original: éste es su
calvario. No tenemos por qué extrañarnos, queridos Hermanos, si nos llega el sufrimiento, con la
enfermedad, la pobreza, las privaciones, las incomodidades, las persecuciones, las calumnias, las
pérdidas, los disgustos, las contrariedades, las humillaciones, la sumisión, la ingratitud de los hombres.
Tampoco hay que sorprenderse de la guerra que continuamente nos hacen el demonio, el mundo y la
carne. Pero, ayudados por la gracia de nuestro Salvador, vayamos al Calvario por el camino que El
decida; llevemos nuestra cruz con humilde resignación; será para nosotros un nuevo árbol de la vida,
para amar. nos unos a otros, como si fuéramos llamas juntas, que, unidas, aumentan el fuego y el calor".
"¡Oh, amor; oh, brasa ardiente; oh, incendio divino, abrasadnos, consumidnos ya por medio de ese fuego celestial" (pp. 484485).
356
Circulares a los Hermanos, 10 de Agosto de 1863, pp. 413-420.
211
gracias al cual podremos vencer a los enemigos de nuestra salvación y mereceremos la dicha del cielo"
357
.
La fe de nuestro Fundador se hizo patente no sólo en sus palabras o escritos: todas sus obras fueron vivo
reflejo de ella. Entre los deberes del cristiano, citemos solamente un pensamiento suyo, referente a la
confesión.
Su fe brillaba esplendorosamente, de modo especial en el sacramento de la Penitencia, al que se acercaba
con gran alegría y en el que experimentaba hermosos consuelos. Realmente veía en el sacerdote al
ministro de Jesucristo. Nosotros ya sabíamos esto; pero el canónigo, Rvdo. Desseignez, su confesor, nos
dijo, algún tiempo después de su muerte: "¡Qué fe tan grande tenía el Hermano Gabriel en el sacramento
de la penitencia! Así como era firme, cuando se trataba del gobierno de su Instituto, así también era
humilde y sumiso, cuando se encontraba ante su confesor: era un verdadero cordero. Podían percibirse
claramente dos hombres en él: el cristiano perfectamente sumiso, por una parte, y el hombre encargado de
dirigir una comunidad, por otra" 358.
Apreciaba mucho la Eucaristía. Si se sentía indigno de acercarse al Dios tres veces santo, también oía el
llamamiento del Señor y sus palabras sumamente dulces y consoladoras: "Venid a mí, todos los que estáis
cansados de vuestros trabajos y de vuestras cargas y yo os daré descanso" (Mat. 11,28). "El pan que yo
daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo" (Jn. 6,51). "El que come mi carne (cuerpo) y
bebe mi sangre vive en unión conmigo y yo con él" (Jn. 6,56). a Esta llamada y estas palabras tan
consoladoras le atraían a Jesucristo, creo yo. Del mismo modo, se acercaba a la Comunión o al altar santo
con gran respeto y con profunda humildad, aunque también con gran amor y total confianza. Muchas
veces, al hacemos reflexionar sobre este santo sacramento y en al exhortamos a no dejar nunca las
comuniones obligatorias os por regla, nos hablaba del amor de nuestro divino Maestro y de los ejemplos
de algunos santos, como Santa Gertrudis, santa Catalina de G., las cuales sentían tanta hambre de este
divino alimento, que, con tal de gozar del placer de comulgar habrían pasado por en medio de las llamas.
El buen religioso no tiene que extrañarse de esto, ya que es efecto de un las fuerza de su fe y de su amor.
Pero así como apreciaba enormemente y deseaba que los demás gozasen de la dicha de una buena
comunión, capaz de santificar a un alma, igualmente sentía espanto de una comunión sacrílega. Nos
decía: "A la vista de un crimen así, el mayor que podemos imaginar, la fe se asusta, tiembla la religión,
los ángeles se ponen tristes. El religioso santo no quiere ser testigo de algo tan horrible, tiembla por sí
mismo y su único deseo es no caer nunca en tal desgracia" 359.
En esta línea y para defender a sus religiosos de un pecado como éste, a partir de 1838, les recomendó lo
siguiente, con relación a las comuniones obligatorias o aconsejadas por la Regla, recomendación válida
para cualquier época y de suma importancia para los cristianos: "No comulguéis si no tenéis la conciencia
tranquila y limpia de todo pecado y de todo afecto al mismo; tampoco debéis hacerlo si no tenéis cierta
seguridad moral de estar en paz con Dios, con el prójimo y con vosotros mismos. ¡Qué desgracia, si, por
orgullo o respeto humano, os acercáis a comulgar con un corazón manchado por el pecado! ¡Quiera el
Señor librarnos de semejante maldad, que no podemos ni debemos pensar de un religioso, sin echarnos a
temblar de horror; ya que sus funestas consecuencias van casi siempre acompañadas, más pronto o más
tarde, de ceguera espiritual, de dureza de corazón, de la desesperación y de la condenación eterna!" 360.
Terminemos con este consejo, que, frecuentemente nos daba nuestro querido Padre: "Cuando me
encuentre en mis últimos momentos, no se olviden, esté donde esté, de cantar junto a mí el hermoso
Credo de Dumont, para que, en el caso de que no pueda ya pronunciar las palabras del símbolo de nuestra
fe, al menos pueda unir mis sentimientos a los de Vds. y exhalar mi último suspiro profesando la fe de la
357
Ibid., pp. 421-422.
358
La fuente de esta cita parece ser un recuerdo personal.
359
Cf. Nuevo Guía, art. 431.
360
¿Habrá recurrido el H. Federico a fuentes orales que desconocemos o, quizá, a recuerdos personales?
212
Santa Iglesia católica" 361.
La Devoción a la Santísima Trinidad y a los Patronos del Instituto.
Sabemos que hizo su primera Comunión el día de la Santísima Trinidad. Jamás dejó de celebrar el
aniversario. En sus meditaciones y oraciones invocaba el adorable nombre de las tres divinas personas.
Al comenzar los ejercicios de piedad decía: "En el nombre y para gloria del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo". de "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre no y por los siglos de los
siglos. Amén". A menudo, durante el de día repetía estas palabras. Cuando uno ama de verdad, goza
repitiendo frecuentemente las mismas invocaciones 362.
En una de sus Circulares nos decía: "Uno procura tener el retrato de los seres queridos y de los
bienhechores. ¿Hay, por ventura, alguien a quien tengamos que querer más que a Dios, a María y a José o
que, según nuestra fe, nos haya hecho mayores bienes que ellos? Movido por estos pensamientos he
mandado imprimir una estampa de la Santísima Trinidad y de la Sagrada Familia. Creo que respondo a
sus piadosos deseos, dándoles esta imagen de la Sagrada Familia, que es tan apropiada para estimular su
amor y agradecimiento a Dios y a nuestros Santos Patronos. La oración que se encuentra en la parte
inferior de esa estampa edificante y encantandora, contiene, resumido, cuanto un cristiano puede pedirle
al Señor para su cuerpo y para su alma" 363.
¡Con qué amor se dirigía a Jesús! ¡Con qué alegría celebraba sus fiestas! Sentía mucho, sobre todo al
principio, no tener ornamentos suficientemente ricos ni vasos sagrados a la altura de la Majestad divina,
tratando de suplir esta pobreza con la piedad.
Y ¡cuánto amaba a María! Desde 1855, poco tiempo después de que Pío IX la hubiera proclamado
Inmaculada, puso una estatua suya en medio de nuestro patio y se comprometió a ir a Marsella en 1864
para asistir a la coronación de Nuestra Señora de la Guarda. Se alegraba mucho, al ver que se aproximaba
el mes de Mayo y al levantar un altar a María.
¡Con qué entusiasmo hacía cantar cánticos en su honor!, aunque hay que señalar que prefería que se
cantasen los cantos que todo el mundo conocía.
Y, respecto a San José, ¿no le gustaba unir siempre su nombre a los de Jesús y María en sus peticiones?
¿Acaso no se celebraba siempre su fiesta con gran dignidad en la Casa Madre? Había experimentado con
frecuencia los efectos de su poder ante Dios, según se lo escribió a un Hermano: "Querido Hermano,
haga, de vez en cuando, novenas a San José; las comunidades religiosas nunca le invocan en vano,
cuando acuden a él, pidiéndole que les envíe postulantes. Puedo asegurarle que yo mismo he
experimentado los beneficiosos efectos de la protección de este gran santo, a quien hemos tenido la suerte
de escoger como Patrono y Protector" 364.
El Fundador instituyó en la Congregación la fiesta de la Sagrada Familia, que se ha venido celebrando
con toda solemnidad al final del retiro, cuando todos los Hermanos se encuentran reunidos. Nunca omitió
nada que contribuyera a que la solemnidad se celebrara con todo el esplendor conveniente: Pan bendito
en la misa solemne, Vísperas cantadas, procesión por el patio, veneración de las reliquias de la Sagrada
Familia y bendición con el Santísimo Sacramento. ¿No se trataba de la fiesta de sus tres santos Patronos
juntos? ¿Es que podía hacer demasiado por ellos? Era feliz, cuando el señor Obispo podía asistir y oficiar
de pontifical, cosa que ocurría con frecuencia, sobre todo al principio.
Nos decía: "Si es cierto que allí donde está nuestro tesoro se encuentra también nuestro corazón, el
corazón de un cristiano y especialmente el de un religioso de la Sagrada Familia debería estar a menudo,
361
Ibid. Esta misma idea había sido expresada ya por el H. Gabriel en la Circular del 24 de Junio de 1859, p. 323.
362
Ms. B.: "A Jesús, a María y a José estén unidos mi corazón y mi alma. Jesús, María y José, os doy mi corazón, mi alma y mi
vida. Jesús, María y José, ayudadme en mi última agonía. Jesús, María y José, que muera en paz en vuestra santa
compañía".
363
Circulares a los Hermanos, 6 de Agosto de 1861, p. 378.
364
Ms. B.: "... pero no admitáis nunca a personas que puedan ser una carga y que no tengan las cualidades, las virtudes y una
buena salud para ejercer vuestra profesión. Pedidle que sea vuestro administrador y vuestro proveedor".
213
mejor dicho, siempre, bajo el techo humilde de Nazaret, en medio de esta augusta Familia, que reúne en
sí todas las virtudes divinas y humanas. Única familia en relación directa con el cielo, esta trinidad
terrena, como la llaman San Buenaventura y San Juan Damasceno, se presenta como objeto de nuestro
amor por muchas razones: Jesús es el nuevo Adán; María, la nueva Eva y José, el guardián de esas dos
perlas preciosas; los tres son nuestro tesoro, no busquemos ningún otro en parte alguna; porque fuera de a
ellos no encontraremos más que polvo, mentira y engaño. u ¡Dichosos nosotros, Hermanos, ya que, por
vocación, hemos escogido este tesoro! No lo perdamos nunca de vista. El enemigo de nuestra salvación
nos lo arrebatará en seguida, si nos alejamos de nuestros augustos Patronos y Protectores, ya sea por no
practicar las virtudes de las que ellos son preciosos modelos, ya por abandonar escandalosamente la
Congregación que tiene el honor de llevar el nombre de esta augusta y santa Familia. Por esto hemos
establecido, de acuerdo con la nuestro venerable y santo obispo, una fiesta que nos reúna todos los años
en la Casa Madre y que estreche los vínculos fraternos que nos unen y preparan para las fiestas eternas.
¡Ojalá tengamos parte en ellas!" 365.
El 2 de Julio de 1864 (desgraciadamente faltaban unos meses para su muerte) nos lo anunciaba con estas
palabras: "El 11 de Septiembre, domingo, celebraremos la querida festividad de la Sagrada Familia con
toda la solemnidad que nos le gusta darle a esta celebración para honrar a nuestros santos Patronos Jesús,
María y José y conseguir que intercedan por nosotros. Esta fiesta, a la que tanto estimamos todos, tendrá
una nota de particular esplendor, ya que tendremos la suerte de contar con la presencia de Mons. de
Langalerie; Su Excelencia nos ha prometido, con paternal bondad, que vendrá a celebrar la ceremonia.
Pidamos a Dios que conserve muchos años para nuestra comunidad a un padre tan bueno; para su Iglesia,
a un obispo tan piadoso y lleno de celo, que viene a animarnos, a darnos buen ejemplo y a bendecirnos"
366
.
Respeto y afecto a los ministros de la Iglesia.
Celo por el culto divino.
Nos hablaba con mucha frecuencia del respeto que debíamos tener a los ministros de la Iglesia, en
general, y, en particular, a nuestros respectivos párrocos. Por lo que toca estos últimos nos dejó algunas
directrices que nunca debemos olvidar.
Después de advertimos que uno de los primeros deberes el de rendir honor, respeto y deferencia a cuantos
tengan derecho a ello y que el señor Párroco, el señor Alcalde, miembros del Consejo municipal, el señor
Inspector, etc. han de ser recibidos siempre con todos los miramientos que se merece su categoría,
continúa con las siguientes palabras: "Los Hermanos deben respetar profundamente al sacerdote, en
virtud del carácter que le es propio. Muestren siempre su sumisión, su respeto, su afecto sincero a los
pastores de la Iglesia y estén muy unidos con el clero. Hagan cuanto puedan para infundir esos mismos
sentimientos a sus alumnos 367.
Consideren al párroco como el padre suyo, en virtud de sus cualidades de sacerdote y de pastor. Todas
son ovejas de su rebaño, por lo cual han de recibir siempre con respeto sus avisos y amonestaciones. En la
medida de lo posible, hagan lo que él les indique, referente a la educación de los alumno; y a las
ceremonias del culto divino, así como en otras actividades que entren dentro del espíritu de la Regla" 368.
Quiere que dependan tanto de él que nunca duerman fuera de su casa (incluso aunque tuvieran permiso
del Superior General) ni que salgan de la parroquia sin haberle avisado antes. Continúa el Fundador: "No
se permitan nunca criticar ni censurar la actuación del párroco ni su manera de administrar la parroquia,
ya sea que hablen entre Vds. o con otras personas. Obren de idéntica manera, respecto a los demás
365
Circulares a los Hermanos, 23 de Agosto de 1847, pp, 48-49.
366
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, p. 458.
367
Nuevo Guía, art. 665.
368
Ibid., art. 666.
214
eclesiásticos 369.
Los Hermanos no deben meterse en asuntos de administración eclesiástica o civil, bajo ningún pretexto...
Puesto que han sido llamados para ocuparse de la instrucción y edificación de la juventud y para trabajar
en la casa de Dios en las ceremonias de la Iglesia, no tienen que ocuparse de otros asuntos..." 370.
Ya hemos visto qué respeto, veneración y sumisión profesó siempre a Mons. Devie, de santa memoria, y
a su inmediato sucesor, Mons. Chalandon. En honor a la verdad, hemos de decir, sin embargo, que entre
el R. P. Fundador y Mons. de se Langalerie, hubo alguna diferencia de opinión. Provenía esta situación de
que el prelado creyó que el Fundador había querido engañarle, al pedirle que aprobase el libro de las
reglas ni (Nuevo Guía), en cuya redacción había tardado cinco o seis años, y que no era sino la
explicación de los estatutos hechos por el Capítulo en 1852 y aprobados por Mons. Chalandon y Mons.
Billiet, arzobispo de Chambéry, en 1853. Dos puntos de desagradaban a Mons. de Langalerie. El primero
se refería a de la admisión de los sacerdotes en la Congregación (Artículos 37 y 38 de los estatutos
aprobados por Mons. Chalandon y Mons. Billiet) y el segundo era el hábito que el Fundador debía llevar
en las ceremonias de carácter interno de la Congregación. Este último no se encontraba en los estatutos,
pero se lo había enseñado a Monseñor antes de que el Fundador mandara que imprimirlo. O bien
Monseñor no se acordaba del asunto o bien había cambiado de opinión. En cualquier caso, no aprobó las
ido reglas, es decir, el comentario de los estatutos (Ver las cartas enviadas a Monseñor entre el 15 de
Junio y el 20 de Julio). Las dificultades provenían de determinados eclesiásticos, próximos a Su
ExcelenCIa, que intentaban indisponerle con nuestro Fundador. Pero una vez intercambiadas, por ambas
partes, las oportunas explicaciones, se deshicieron los malentendidos y todo se aclaró.
En 1848, el Sumo Pontífice Pío IX publicó una encíclica sobre la formación de los religiosos. El
Fundador después de habérselo comunicado a los suyos, se expresaba en los siguIentes términos: "Por lo
que, en las admirables y acertadas palabras del Jefe de la Iglesia, me toca como Superior, con la ayuda de
Dios, haré cuanto pueda para sacar provecho de ellas. Pero, queridos Hermanos, también Vds. por su
parte, procuren efectuar, tanto en sus personas como en sus lugares de trabajo, los cambios que desea el
Sumo Pontífice, que ocupa hoy gloriosamente la cátedra de San Pedro" 371.
Después de haber enumerado los bienes que puede procurarse un mal religioso, el Fundador añade: "Me
atrevo a decir que más de una vez nuestras Comunidades tienen que lamentar la desgracia de haber
recibido a personas que, olvidándose de sus santos compromisos, se dejan seducir por los vanos
atractivos de los placeres y de los bienes de este mundo.
Espero, queridos Hermanos, que las enseñanzas que nos ofrecen el Espíritu Santo y el Padre común de
todos los fieles y que la vaciedad de los falsos bienes, sobre los cuales les he dirigido algunas palabras
inspiradas, producirán algún fruto, que, juntos todos, recogeremos, así como también los recogerá la
juventud confiada a Vds." 372.
Poco tiempo después, en 1848, al Sumo Pontífice le obligaron a salir de Roma y a marchar desterrado a
Gaeta, ciudad del Reino de las Dos Sicilias. Nuestro Fundador, después de haberle enviado una carta
emocionante, escribió a sus Hermanos: "Tras mi última carta, queridos Hermanos, han sucedido
acontecimientos bien lamentables: el Padre común de todos los fieles, el ilustre Sumo Pontífice Pío IX ha
sido desterrado por la perfidia, la negra ingratitud de los malos y de los enemigos de la religión,
369
Ibid., art. 669.
370
Ibid., art. 670.
371
Circulares a los Hermanos, 23 de Agosto de 1847, pp. 42-43. La encíclica de Pío IX es del año 1846 y no de 1848, como
escribieron los correctores. El ms. B. tenía además este párrafo: "El Espíritu Santo nos pide también que no
retrasemos nuestra conversión y que hagamos penitencia por las faltas que pudiéramos haber cometido. San Gregorio
cuenta que un hombre desordenado, cuando se encontraba a punto de morir, gritaba con un tono de voz lastimero:
"Espera hasta mañana"; pero Dios no quiso escuchar su oración y aquel desgraciado murió en tan lamentable
situación. De ordinario éste es el justo castigo con el que Dios amenaza a cuantos viven retrasando su conversión".
372
Circulares a los Hermanos, 23 de Agosto de 1847, pp. 43-44,
215
precisamente cuando este augusto y respetable Pontífice daba muestras de su incomparable bondad para
con sus súbditos, mediante concesiones de carácter liberal y toda clase de beneficios. Me he
comprometido a acompañar en su destierro a este querido padre de los cristianos con nuestro afecto y
oraciones. He compartido sus penas y he rezado todos los días para que el Señor ponga fin a esta penosa
prueba, para que devuelva la paz a la Iglesia y reponga en la Ciudad Eterna al santo Pontífice, cuyas
virtudes y méritos reverencia el mundo entero. Aprovecharemos con sumo r empeño la circunstancia de
nuestra próxima reunión general parra manifestar al pie del altar nuestros deseos y oraciones en favor de
Nuestro Santo Padre el Papa" 373.
Cuando estalló la guerra en 1859, el Fundador nos decía: "Soy vuestro general y os ordeno que empuñéis
las armas de la oración: el soldado de Jesucristo no tiene otras. Son armas pacíficas que, sin embargo,
pueden alcanzarnos importantes victorias y proporcionar a las naciones una paz total. Templemos, pues,
nuestra espada mística en el fuego sagrado del fervor y, acampados en el santuario, hagamos brotar de
nuestros corazones oleadas de oraciones que suban hasta el trono del Todopoderoso y consigan la paz
entre los príncipes cristianos, ya que la guerra es una desgracia. Roguemos todos por el augusto Jefe de la
Iglesia, Pío IX. Pidamos al Señor que este santo Pontífice no se vea atacado en sus derechos temporales
ni en el ejercicio de su alto ministerio y que Francia sepa consolar su corazón. Para ello, queridos
Hermanos, recen todos Vds., durante diez días, después de recibir esta carta, las oraciones que vienen en
la página 27 de su Devocionario..."' 374.
Con motivo de esta guerra nefasta para la Iglesia, el piadoso Fundador envió a Pío IX una carta
admirable, de la que nos parece conveniente entresacar algunos pasajes.
"Santísimo Padre, humildemente postrado a los pies de Su Santidad, me siento impulsado por mi
inquebrantable adhesión y mi religioso afecto a Vuestra Santidad, a manifestarle por medio de este
mensaje respetuoso y filial, los sentimientos dolorosos que experimenta mi corazón, al contemplar la
amargura que colma el vuestro, como consecuencia del incalificable comportamiento de los
revolucionarios.
Nací en otro siglo, Santo Padre, y ya he visto a menudo acontecimientos que me han llamado la atención.
Guiado por mi fe, cuando se ha presentado la oportunidad, he compartido las tristezas y alegrías de la
santa Iglesia y las de su augusto jefe en la tierra.
Santo Padre, ahora que todos los verdaderos católicos del mundo entero derraman sus lágrimas y
lamentan desde el fondo de sus almas el hecho de que su amadísimo padre, el más digno e ilustre de los
Papas, resplandeciente de méritos y santidad, está siendo maltratado por los reyes, por impíos sectarios de
cualquier calaña, cuyas maquinaciones son arteras, tenebrosas y sacrílegamente atentatorias contra la
religión, pretendiendo arrebatar a su dignísimo y augusto Jefe, la posesión de sus Estados, soliviantar a
sus súbditos y conducirlos a la revolución, no puedo permanecer insensible ante tantos males y diabólicos
desórdenes, yo, pobre religioso a quien Vuestra Santidad colmó de bondades inimaginables en 1850,
cuando tuve la dicha de arrodillarme a sus pies y felicitarle con motivo de su regreso del destierro.
No, Santísimo Padre, protesto enérgicamente contra estos desórdenes, rechazados también por cualquier
hombre justo y honrado. Quiero, al mismo tiempo, expresar a Vuestra Santidad que tanto mis religiosos
como yo compartimos la pena cruel que inunda vuestro paternal corazón...
Nos atrevemos a esperar que nuestras pobres oraciones, unidas a las de Vuestra Santidad, a las de los
obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y a las de todos los fieles cristianos del mundo entero, serán
bien recibidas por el Señor, que es bueno, y que, sin embargo, está siendo gravemente ofendido en
nuestros días..." 375.
Dos años después, nos escribía: "Al igual que la barca de Pedro, la Iglesia está siempre expuesta a las más
temibles tempestades y, a menudo, parece que va a hundirse. ¿Quién no lo habría creído así más de mil
373
Circulares a los Hermanos, 29 de Agosto de 1849, pp. 116-117.
374
Circulares a los Hermanos, 24 de Junio de 1859, pp. 318-319.
375
A Pío IX, 28 de Octubre de 1859, Cartas, XIII, pp. 122-123.
216
veces, al verla a punto de ser muerta por la espada, sumergida por los errores, dividida por los cismas,
oprimida por el poder político? Pero ella sobrevive en medio de las tormentas. Los males que padece
hacen sufrir a sus verdaderos hijos, pero ni los escandalizan ni los desaniman. Sí, en la Iglesia y en la
barca de Pedro, Jesucristo está siempre presente. Sabe bien los asaltos que tiene que soportar y regula su
violencia y duración. A veces, parece que no tiene fuerzas ni se mueve ni actúa y que cierra los ojos ante
los insultos hechos a su Esposa. El Señor hace esto para purificarla, para poner a prueba su fe, para
testimoniarle con mayor fuerza su ternura y su amor. A Cristo se le despierta mediante la oración, llena de
amor, de serenidad, de confianza. El verdadero cristiano y, sobre todo, el buen religioso no emplea otra
clase de armas para defender a la Iglesia...
La Iglesia, queridos Hermanos, está segura de que gozará de la paz, cuando ésta le sea conveniente. En la
Iglesia, como en la barca de Pedro, Cristo, conforme a su beneplácito y siguiendo los designios de su
infinita sabiduría, dispone que a las mayores tempestades les siga una gran calma y que a la noche más
cerrada le suceda un día hermoso. A veces por medio de milagros impresionantes, a veces por medio de
la secreta acción de la gracia, cambia el corazón de los pueblos y de los reyes; en consecuencia, aquéllos
se someten a la Iglesia y éstos se convierten en sus protectores..." 376.
Celo por el culto divino. Hermanos cantores y Hermanos sacristanes.
Hemos visto cómo, desde el principio, el Fundador quería que sus religiosos pudieran desempeñar los
cometidos de maestros, de cantores y, llegado el caso, de sacristanes. De este modo llenaba un vacío
lamentable en las parroquias pobres, ya que sus Hermanos podían ser destinados a ellas, bien solos o en
grupos. Las otras Congregaciones, al menos en nuestra Patria, no se habían preocupado de este problema.
Ponemos a continuación algunas instrucciones suyas, relacionadas con el canto. Quienes formamos parte
del Instituto, casi desde sus comienzos, sabemos bien con cuánta fidelidad se cumplieron sus consejos.
"... Poder cantar es una de las facultades más admirable que el hombre ha recibido de Dios. Al
concedernos esta capacidad, el Señor pretende que, mediante ella le demos gloria a El. Debemos
servirnos, pues, del canto para rendirle homenaje, celebrar sus grandezas y ofrecerle nuestras acciones de
gracias y oraciones. Esta es la noble y santa tarea de los Hermanos cantores del Instituto.
Todos los Hermanos y Novicios de la Congregación deben aprender canto, a no ser que se encuentren
totalmente desprovistos de capacidad natural para ello 377.
En las casas de noviciado, etc., en donde las ceremonias a religiosas han de celebrarse con toda la
solemnidad posible, hay que eliminar de la música sagrada cualquier forma teatral, las entonaciones
rebuscadas en exceso, afeminadas o llenas de afectación, y cualquier adorno frívolo que el buen gusto
rechaza en el ambiente de las solemnes ceremonias de nuestra religión 378.
Los Hermanos deben sentir mucho interés por la formación de cantores y estar siempre dispuestos a
cantar, junto con sus alumnos y con los ministros sagrados, las alabanzas divinas. De acuerdo con el
párroco, tratarán de que haya muchos monaguillos en la parroquia, de modo que puedan interpretar los
cantos sagrados, cuyas ondas armoniosas, unidas a las nubes perfumadas del incienso, se elevarán a los
cielos, junto con los sentimientos de adoración, los deseos de la esperanza y los impulsos de la caridad,
de la oración y del agradecimiento...
Traten de infundir en sus alumnos el aprecio por el canto divino, enseñándoles que está escrito: ¡Dichoso
el pueblo que sabe cantar las alabanzas del Señor!; recibirá las bendiciones espirituales y temporales 379.
A los niños les gusta cantar en las escuelas", De esta afición infantil puede esperarse, que un día cierto
placer espiritual pueda sustituir en la gente a otros placeres que la embrutecen y la destruyen. Los cantos
376
Circulares a los Hermanos, 5 de Agosto de 1862, pp. 391-39;
377
Nuevo Guía, art. 872 y una parte del art. 875. El ms. B. tenía además el último párrafo del artículo 877 que dice lo siguiente:
"Si Regla de la Congregación nos recuerda todo esto es para mostrar a los Hermanos cantores el gran bien que pueden
hacer, al contribuir a la formación de monaguillos y cantores que ayuden en las festividades de la Iglesia".
378
Nuevo Guía, art. 878.
379
Nuevo Guía, art. 880.
217
que los niños aprendan s en las escuelas los cantarán frecuentemente a lo largo de su vida: esos cantos
alegrarán sus trabajos agrícolas, aliviarán sus penas, les alejarán muchas veces de la ociosidad y del
desorden y serán para ellos como un perfume excelente en el taller del trabajador 380.
Jueves y Domingos son los mejores días para que los Hermanos impartan estas enseñanzas.
Para no herir la susceptibilidad de los cantores seglares, a los Hermanos no deben dirigir los cantos en la
iglesia, a no ser que el párroco así lo disponga; en este caso, lo harán por obediencia. 381
¡Ojalá que los buenos religiosos, después de haber cantado en este mundo las alabanzas divinas con fe
viva y ardiente, puedan tener la dicha de ir a cantarlas eternamente en el cielo! 382.
La religión tiene en gran estima el cargo de sacristán. Los Hermanos que estén encargados de este
honroso trabajo han de cuidar de la sacristía y de todo lo relacionado con el culto sagrado. Tienen que
recordar con frecuencia que cumplen funciones importantes, alabadas en la Sagrada Escritura, las cuales,
durante siglos, fueron confiadas por la Iglesia solamente a personas ya probadas y recomendables por su
piedad y celo 383.
...San Jerónimo, hablando del presbítero Nepotiano, amado discípulo suyo, no sabía tributarle mayor
elogio que recordar su cuidado y celo en asear y adornar los altares, en limpiar y mantener curiosos los
vasos sagrados, los ornamentos, los muebles y todos los objetos de la iglesia 384.
Los Hermanos encargados de estas honrosas y santas tareas deben comprender que han de cumplirlas con
fe profunda, buscando celosamente la gloria de Dios, dando buen ejemplo a los fieles de las parroquias,
ganando méritos y honra, para su Instituto 385.
...No olviden que se les confía el cuidado de la iglesia, de la sacristía y de todos los objetos que hay en
ellas; son los principales responsables de las pérdidas o extravíos que se produzcan por su culpa por no
tener las cosas en orden. 386.
La lámpara del Santísimo Sacramento debe estar encendida día y noche. Es un símbolo que nos recuerda
que nuestro corazón debe mantenerse ardiendo de amor al Señor, nuestro Padre y Maestro; es también un
homenaje que los hombres rinden a Dios. Los teólogos consideran pecado grave 387 dejar que, por
negligencia, esté apagada durante varias horas.
Tienen que conservar en buen estado todo lo que pertenezca a la sacristía. Procuren doblar los
ornamentos sin arrugarlos, colgándolos convenientemente en el armario. Coloquen cada cosa en su sitio y
pónganla siempre allí. 388.
...Cuando haya varios Hermanos sacristanes en la misma iglesia, la caridad más exquisita ha de reinar
entre ellos. Deben darse buen ejemplo unos a otros, ayudarse mutuamente y mantener una santa rivalidad
para ver quién atiende a la iglesia con mayor esmero y diligencia.
Tiene que ser para ellos un honor muy grande ayudar a misa por día, si se lo permite el reglamento 389.
380
Nuevo Guía, art. 881.
381
Nuevo Guía, art. 888.
382
Nuevo Guía, último párrafo del art. 890.
383
Nuevo Guía, art. 838.
384
Nuevo Guía, art. 841.
385
Nuevo Guía, art. 844.
386
Nuevo Guía, art. 848.
387
Nuevo Guía, art. 853.
388
Nuevo Guía, art. 857.
389
Nuevo Guía, art. 863.
218
No tengan nunca familiaridades con los monaguillos ni con los jóvenes que ayuden a misa. Háganse
respetar, gracias a su porte modesto 390.
Les está rigurosamente prohibido hablar con los seglares y, con mayor razón, con las mujeres.
Para animarse a cumplir con fe profunda las santas ocupaciones de las que acabamos de hablar, los
Hermanos sacristanes meditarán frecuentemente estas palabras del Evangelio de San Mateo, capítulo 25:
'Muy bien, siervo bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te encargaré de mucho más. Entra y alégrate
conmigo'" 391.
Después de haber hablado de los sacristanes de profesión, habla de quienes ejercen de maestros, de
cantores y de sacristanes.
"Queridos Hermanos, la enseñanza de la juventud no es el único fin de nuestro Instituto. Tenemos que
ayudar a los sacerdotes en las ceremonias del culto divino. A quienes de Vds. se les haya confiado
semejante honor deben cumplir; cometido con mucho celo, piedad y maestría. Sobre todo deben hacerlo
con una profunda fe, que les llene de gran respeto a Nuestro Señor Jesucristo, a la casa de Dios, a las
cosas santas que en ella se encuentran, a cuanto se destine al adorno o a las ceremonias religiosas. Lean a
menudo en nuestras Reglas, en el ceremonial diocesano y en el libro de usos costumbres de la parroquia
donde trabajen, lo que se relacione con las actividades de cantor y de sacristán, de modo que todo
redunde en mayor gloria de Dios y buen ejemplo de fieles. La intención de la Iglesia es que las funciones
secundarias del culto las desempeñen personas experimentadas y recomendables por su celo y virtudes. A
ellos se dirigen las palabras del profeta: 'Manteneos puros los que estáis en contacto con los vasos del
Señor.
Si fuéramos sólo espíritu, queridos Hermanos, nuestra religión sería toda ella interior, pero como tenemos
cuerpo, necesitamos algo exterior que impresione nuestros sentidos; captarlos y orientarlos a la unión con
los sentimientos de nuestra alma. Por eso la Iglesia ha creado las hermosas ceremonias del culto que tanta
significación encierran y que son tan apropiadas para ofrecernos una idea adecuada de los misterios
celebra, así como para guiarnos a la práctica de las virtudes que quiere que practiquemos.
Queridos Hermanos, me gusta recordarles que, desde más tierna infancia, Dios me concedió la gracia de
apreciar mucho el canto divino y las ceremonias de la Iglesia. La música sagrada produjo con frecuencia
el mismo efecto San Agustín: cuando la oía en la catedral de Milán, rompía a llorar y su alma se elevaba a
Dios. Queridos Hermanos recomiendo que se perfeccionen cada día más en el canto. Enséñenselo a los
jóvenes para que puedan entonar desde atril las alabanzas de Dios, edificar a los fieles y atraer que asistan
a los oficios divinos en las parroquias donde trabajan.
Gozaba siempre con las ceremonias litúrgicas bien hechas. En cuanto pude participar de alguna manera
en ellas, lo hice de todo corazón y puedo afirmar con toda sencillez que parece que el Señor quiso
premiar mi interés, concediéndome la gracia de fundar una Congregación, cuyos miembros rinden un
doble homenaje al Señor en su templo santo. En él deben al cantar piadosamente, ocuparse de las
ceremonias del culto, de adornar los altares y de ayudar a los ministros del Señor en sus importantes
tareas. Todo esto agradó tanto al Sumo Pontífice que aprobó nuestra Congregación con gran alegría.
De este modo Dios me ha recompensado, queridos Hermanos, al disponer que nuestra Congregación
tenga unas cuantas iglesias hermosas. En ellas se celebran diariamente los sagrados misterios; allí se
encarna la divinidad, allí permanece día y noche para recibir el sencillo homenaje de nuestras
adoraciones. Soy feliz, al poder celebrar en ellas con toda la solemnidad posible, las ceremonias del culto
divino, que impresionan, emocionan los corazones y aumentan el amor a la religión. Viendo estas
ceremonias, uno se olvida de las cosas de este mundo y exclama: ¡Dios está verdaderamente aquí,
adorémosle!
No tenemos fondos ni rentas, no pedimos limosna a nadie, no hacemos colecta en nuestras iglesias y, sin
embargo, siempre hemos tenido lo suficiente para dotarla de utensilios y virtudes embellecerlas.
Bendigamos a Dios, queridos Hermanos, démosle gracias por todos estos beneficios y, sobre todo, porque
390
Nuevo Guía, art. 865.
391
Nuevo Guía, art. 860 y art. 869, I
219
quiere habitar en medio de nosotros, en nuestras iglesias, al aprecia: igual que lo hace en las parroquias.
Sin salir de casa, podemos visitarle en su templo, y esto es un hermoso privilegio del que no gozan las
personas del mundo. Han sido Vds., queridos Hermanos, quienes me han ayudado a tener estas iglesias,
anos, les donde todos hemos de adorar a Dios en espíritu y en verdad. Igualmente Vds. me han ayudado a
adornarlas y decorarlas; desde el se lo agradezco y les aseguro que Dios recompensará todo lo que Vds.
han hecho en este sentido.
No sé cuándo ni dónde moriré, pero, cuando me encuentre cerca de mi último instante, si me fuere
concedido, queridos Hermanos, terminar mi vida en medio de Vds., en nuestra Casa Madre de Belley o
en nuestra casa de Tamier, les pido que vengan a rodear mi lecho de muerte y no para llora, a quien fue su
Hermano y primer Superior religioso (ya qué la Providencia les prepara otro mejor que yo), sino que han
de venir para cantar juntos el símbolo de nuestra fe, el Credo en el caso de que no pueda unir mi voz a las
suyas, yo lo rezaré interiormente y de este modo, confesaré una vez más al entregar mi alma a Dios, que
he amado la hermosura de sus ceremonias y cantos y que me he complacido en bendecir al Señor en la
asamblea de los santos. Como señal de agradecimiento por el favor anticipado que les pido, querido,
Hermanos, les doy mi última bendición como Padre. Quiera el Señor que vaya después a esperarles en la
eternidad bienaventurada" 392.
Firmeza en las pruebas. Confianza en Dios.
Hemos visto que, desde los comienzos del Instituto, nuestro piadoso Fundador estuvo expuesto a las
contradicciones que algunos miembros del clero estaban contra él; que algunos Hermanos le
comprometieron seriamente 393, con su vida si no escandalosa, sí, al menos, irregular; que, incluso Mons
Devie, con intenciones llenas de sabiduría, durante diez año no le dio muestras de protegerle
externamente: a este abandono casi general, añadamos la escasez de dinero que experimentaba; porque,
como él mismo nos dijo con frecuencia comenzó su fundación con unos seis francos y vivió durante años
a base de cuestaciones y limosnas.
Si no hubiera tenido una firmeza a toda prueba y un confianza ilimitada en la Providencia, nos parece que
el Hermano Gabriel no habría llevado a término su obra. Es cierto que, en medio de sus tribulaciones,
recibía, a veces, ánima de parte de algunos amigos verdaderamente fieles. También la buena conducta y
el éxito de un número considerable de los primeros Hermanos algo le consolaban. Sin embargo, del cielo
procedían tanto sus energías como los consuelos más profundos. Cuando uno está convencido de que su
propia obra es, al mismo tiempo obra de Dios, vence todas las dificultades: va adelante, pase lo que pase.
En las charlas de los retiros nos hablaba, a veces, de las vicisitudes que había soportado la Congregación.
Le habría gustado que todos nosotros nos hubiéramos sentido tan convencidos en nuestra vocación como
lo estaba él y que hubiéramos compartido su misma confianza en Dios 394. También le dolía mucho ver a
algunos Hermanos vacilar o sentirse inseguros sin decidirse a ir adelante o atrás.
Su firmeza era tal que nos dijo un día: "Ya ven Vds., queridos Hermanos, que con la ayuda divina, la
Congregación de la Sagrada Familia es ya una realidad y que somos numerosos. (Entonces éramos un
centenar, contando a los novicios). Pues bien, estoy tan decidido, tengo tal confianza en Dios quiere
nuestra Congregación, que, aunque fueran todos Vds. tan flojos y pusilánimes como los primeros
Hermanos de la diócesis de Saint-Claude que me abandonaron, yo empezaría de nuevo, como si nada, y
no solamente ahora sino cuantas veces fuera necesario, mientras Dios me diera fuerzas para ello" 395.
Al Rvdo. Roland, su amigo íntimo de Jura, le escribía el e 1 de Enero de 1861: "Si, a veces, me ha
sucedido que lo único que he hecho ha sido tejer telas de araña, sin embargo, a siempre he tenido como
392
Circulares a los Hermanos, 24 de Junio de 1859, pp. 320-32:
393
El ms. B. dice: "... que el clero, que tendría que haberle apoyado, le hizo la contra; que algunos Hermanos, que deberían haber
llevado una vida ejemplar, en cambio, le ponían en aprietos".
394
El ms. B. ponía aquí este breve pero hermoso comentario: "... que él mismo poseía en alto grado".
395
La fuente de estas palabras habrá que buscarla, probablemente. en los recuerdos personales del Hermano Federico.
220
meta la gloria de Dios y la salvación de las almas. Aunque no sea más que un pobre pecador, sin
embargo, he combatido el buen combate, y, en medio de las s pruebas, he experimentado continuamente
grandes consuelos. Además he podido ver con alegría, y más allá de lo que se podía esperar, el
crecimiento y la prosperidad de este pequeño grano de mostaza que fue sembrado entre Vds. y que se ha
convertido hoy en un árbol frondoso. Atribuyo este hermoso crecimiento, más que a mí mismo, que he
sido solamente un pobre instrumento en sus manos, al Señor que ha querido protegerme" 396.
Nuestro antiguo capellán, el Rvdo. Gourmand, siempre celoso por la salvación de las almas, sufría mucho
al ver que, a pesar de sus instrucciones, los fieles de su parroquia vivían en una total indiferencia
(religiosa). A menudo, le contaba sus confidencias al Fundador y éste hacía lo mismo con él, cuando se le
presentaba la ocasión. Cuando en 1855, después de haber manifestado al sacerdote las dificultades que el
gobierno sardo ponía a la fundación y conservación de las escuelas, añadía: "¡Cuánto echo de menos los
viejos tiempos! No se arrepienta Vd., estimado señor cura párroco, de las buenas y hermosas
instrucciones que dirige con frecuencia y celo a sus fieles: más pronto o más tarde, darán su fruto, y por él
Vd. recibirá la recompensa en el cielo.
Tengo que decirle que, en medio de mis miserias y dificultades, nunca me he desanimado lo más
mínimo," he conservado siempre ,mi antigua energía y, con la gracia de Dios, no me echaría atrás ni
siquiera ante los cañones que en estos momentos están emplazados frente a Sebastopol (Carta del 11 de
Abril de 1855). Hago lo mejor que puedo la tarea que Dios me ha encomendado; cuento con su ayuda y
espero no ser nunca derrotado. Todos los días veo cómo me ayuda la Providencia de muchas maneras y
cómo me hace comprender que la Congregación es obra suya; muchas cosas me animan y estimulan a dar
gracias al Señor.
Actualmente experimento, el consuelo de ver que el espíritu religioso se mantiene vivo en nuestra Casa
Madre," esto, además de agradarme, es muy esperanzador de cara al porvenir. No olvide nunca, señor
cura, que Vd. tiene derechos especiales en esta casa de la Sagrada Familia que fundamos juntos en
Belley; espero, pues, que venga a ella con toda confianza y libertad; ojalá nos proporcione pronto esa
alegría..." 397.
***
Varias comunidades de Hermanos sacristanes y escuelas de música parroquiales se fundaron en París,
mientras todavía vivía nuestro querido Padre. Si, por una parte, algunos Hermanos que desconocían las
costumbres y hábitos de la capital no llegaron a contentar en su trabajo a los respetables párrocos que les
habían llamado, justo es reconocer que algunos eran excesivamente exigentes y, lo que es todavía peor, se
dejaban influir en exceso por referencias poco conformes a la verdad o, cuando menos, algo exageradas.
Dos de estos respetables sacerdotes, muy recomendables, por otra parte, a causa de su celo y virtudes,
probaron bastante la paciencia del Fundador, que, sin embargo, se las ingeniaba para tenerlos contentos.
Bien sabemos lo difícil que resulta que una persona tenga todas las cualidades; además, un pobre superior
de comunidad no puede siempre sustituir a un Hermano así, de repente, ni tampoco trasladar a otro de
casa, sin contar con las autoridades locales, cosa que se olvidaba con demasiada frecuencia. Para que todo
vaya bien, cuando es posible esperar, no conviene precipitarse; hay que procurar entenderse y hacer
concesiones por ambas partes. El Fundador que era partidario de la estabilidad de estas primeras
fundaciones de París, tuvo que soportar muchos sinsabores y vicisitudes. En aquellos momentos de crisis
agudas, de amargos reproches y de ruptura casi completa 398, un amigo de la Congregación, el Rvdo. D...,
que conocía bien al clero de París, hacía de mediador lo mejor que podía. Digamos que en aquellos
momentos penosos el Fundador hacía esfuerzos para comportarse bien con ellos y manifestaba que si
396
Cartas, XV, p. 1.
397
Cartas, X, pp. 33-34.
398
Ms. B.: "(Apresurémonos a decir que, en aquellos excelentes sacerdotes, estos malos momentos no duraban mucho".
221
había que soportar otra prueba más, la añadiría a tantas otras que había tenido que soportar en el pasado
399
.
Hablando un día acerca de las penas y persecuciones que habían tenido que sufrir la Iglesia y el Papa Pío
IX, el Fundador demostraba a sus Hermanos, recurriendo a la Historia, que la Iglesia no puede perecer. A
renglón seguido, añadía, de cara a aquellos Hermanos que andaban más desanimados: "Podemos decir, a
escala más modesta, que la barquilla de la Sagrada Familia también ha sido puesta en medio del agitado
mar de este mundo. Ya llevamos remando unos cuantos años con todas nuestras fuerzas, a menudo con
vientos contrarios y en medio de tormentas; pero, orientado por la brújula de la fe y sostenido por la
confianza en Dios, nunca jamás me he desanimado. ¿Hemos avanzado o retrocedido en nuestra travesía?
Les corresponde a Vds., queridos Hermanos, especialmente los más antiguos de la Comunidad, juzgar
sobre este punto. Vds. fueron llamados a la primera hora; tuvieron que soportar el peso del día y saben
bien cuáles fueron nuestros comienzos. Por lo que a mí me corresponde, sólo me toca agradecer a Dios y
alabarlo por sus beneficios y por su ayuda.
Las revoluciones, queridos Hermanos, son, indudablemente, tempestades que pueden asustar a los
encargados de pilotar las embarcaciones religiosas; pero, lleno de confianza en aquel que da órdenes a los
vientos y que calma la mar, cuando quiere, le hemos dicho siempre, como los apóstoles: 'Sálvanos, Señor;
sin ti pereceremos; Recen también Vds., conmigo, piadosos y fieles Hermanos. Sí, oremos juntos al
Señor, que ha sido siempre nuestro apoyo, y su infinita bondad alejará de nosotros cuantos males puedan
amenazarnos en el futuro. Recordemos, sin embargo, que no mereceremos su protección, si no le
agradamos con nuestras obras" 400.
Espíritu de oración.
Cuando la fe se encuentra profundamente enraizada en un alma, que ha captado perfectamente las
palabras del Divino Maestro: "Todo es posible para el que cree", así como estas otras: "Pedid y recibiréis;
buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá", es comprensible que se dirija a Dios con una confianza
total, una certeza absoluta en la eficacia de la oración y que, siga las palabras del apóstol Santiago: "Pedid
con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante a las olas del" mar, agitadas por el viento y
empujadas de una parte a otra. Un hombre vacilante no crea que va a recibir algo de Dios".
Nuestro venerado Fundador vivía profundamente estas palabras. Rezaba también con fe, entusiasmo,
confianza y con una perseverancia que siempre conseguía sus propósitos. Se esforzaba para que la
convicción íntima que él tenía penetrase en. sus religiosos, por medio de sus ejemplos, pláticas y escritos
401
.
¿Quién, de los que fuimos discípulos suyos, no recuerda aún con qué fervor se dirigía a Dios, cuando
tenía problemas y dudas? Todo lo hacía por la mayor gloria de Dios; en todas las cosas importantes,
comenzaba con estas palabras: "En el nombre y para gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén".
Cuando se trataba de tomar una determinación, se arrodillaba ante el crucifijo y pedía fervorosamente la
ayuda del Espíritu Santo; a continuación decidía tranquilamente lo que había de hacer 402.
Acudía con enorme confianza y fervor a la Providencia ,en las agobiantes necesidades en las que se veía
comprometido. En momentos críticos hizo muchísimos ratos de oración con los brazos en cruz y mandó
399
Ms. B.: "¿Es necesario entrar en estos detalles?".
400
Circulares a los Hermanos, 5 de Agosto de 1862, pp. 392-393. El ms. B. tiene una página más que los correctores han
eliminado. Reproduce el último párrafo de la Circular del 6 de Agosto de 1861, pp. 372-373, que el Hermano
Federico introducía con estas palabras: "Después les dijo", palabras que no figuran en la Circular en cuestión. La
extensión del trabajo no nos permite reproducir esta página admirable.
401
Aquí se han hecho pequeñas correcciones, con respecto al ms. B., pero sin alterar el sentido del texto. La cita a la que se refiere
el Hermano Federico más arriba está sacada libremente de las Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, p. 440.
402
El ms. B. tenía este pequeño párrafo, que fue eliminado: "Estaba convencido de que Dios no abandona a quienes dejan todo por
seguirle, y que si no entra en sus designios darles muchas cosas, al menos nunca les faltará lo necesario".
222
también a su Comunidad que los hiciera. En una de estas difíciles circunstancias, en 1854, estableció la
costumbre de rezar diariamente en la capilla las Letanías de la Divina Providencia, después de la comida,
práctica que se ha mantenido hasta ahora.
Un día, en una reunión de clérigos 403, uno de ellos, que ignoraba, sin duda, la situación económica de la
Congregación y que pensaba que lo que más le preocupaba a nuestro buen Padre era conseguir bienes
materiales, etc., se atrevió a burlarse de la Congregación, tomando como pretexto las oraciones del
Hermano Gabriel y de la Comunidad. Nuestro dignísimo capellán, el Rvdo. Gourmand, de santa
memoria, se puso serio y le respondió: "Por favor, deje ya de burlarse de las oraciones del Hermano
Gabriel. Conozco bien a la Comunidad y sus necesidades y puedo asegurarle a Vd. que sus oraciones
consiguen el pan y otras cosas indispensables para su familia religiosa" 404.
Estimaba de modo particular a los Hermanos y novicios piadosos. A menudo les mandaba que fueran a
rezar ante el sagrario para pedir vocaciones según el corazón de Dios: la experiencia demostró que esta
medida producía buenos resultados. Afirmaba frecuentemente que la fundación de la Congregación había
sido fruto de la oración. En sus charlas, en sus circulares volvía una y otra vez sobre el tema de la
necesidad que tenemos de la oración 405. ¡Con qué gusto recordamos todavía esta breve oración, para
antes de retirarnos de la capilla, al final del día!: "Dios mío, no quiero retirarme de este santo lugar, sin
que antes bendigas mis trabajos, sufrimientos y proyectos; bendice a la Comunidad y a los superiores que
la dirigen,' bendice a nuestros padres, bienhechores, amigos y enemigos; finalmente, Dios mío, dígnate
perdonarnos nuestros pecados. Amén" 406.
En su circular del 15 de Agosto de 1851 407, después de habernos recomendado que nos mantuviéramos
al margen de los enredos políticos de los ayuntamientos y de las familias, nos dice que uno de los fines de
nuestro Instituto es rezar todos los días por las necesidades de la Iglesia y del Estado y por nuestros
gobernantes, por la paz entre las naciones, por la conversión de los pecadores, la perseverancia de los
justos, la salud de los enfermos y de los pobres, la liberación de las almas del Purgatorio y por unas
cosechas abundantes. Y añade: "La oración bien hecha es fuente de muchas gracias; ésta es la razón,
queridos Hermanos, de que termine esta carta pidiéndoles con frecuencia que me tengan presente en sus
oraciones; lo exigen tanto mi cargo como nuestras necesidades" 408.
A principios de 1861, al darse cuenta de que su salud se iba debilitando, les dijo: "Toda la vida del
religioso es una oración continua, cuando todos los movimientos de su cuerpo están orientados hacia
Dios y, cuando su voluntad, pura y recta, sólo obra por El. Unido al Señor, acumula méritos
incesantemente; de este modo, atrae sobre sí mismo, sobre los pueblos y monarcas los favores del cielo.
Les invito, queridos Hermanos, a practicar juntos este piadoso apostolado. ¡Cuánto puede ante Dios la
oración del justo! Con ella es posible evitar enormes males, realizar cosas importantes, moverle a Dios a
ser misericordioso, abrir el tesoro de las gracias y la puerta del cielo. Estos consoladores pensamientos me
403
El Hermano Federico había especificado "de Belley", expresión que los correctores juzgaron conveniente eliminar.
404
El ms. B. tenía aquí un párrafo que fue eliminado y que es el siguiente: "Ciertamente, nuestro buen Padre y sus Hermanos
estaban -completamente influenciados por las siguientes palabras: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia y lo
demás se os dará por añadidura". Igualmente., en su pequeño preámbulo, pedía, siempre y sobre todo, los bienes
espirituales y el cumplimiento de la voluntad de Dios".
405
Este párrafo estaba así en el ms. B.: "Muchas veces dijo que la fundación de la Congregación era fruto de la oración y no se
cansaba nunca en sus conferencias y circulares de destacar la necesidad que de ella tiene el religioso, así como
también la obligación de rezar primero por sí mismo y luego por los demás".
406
La continuación de los cuadernos, que hemos llamado ms. B. y que llevan correcciones, párrafos tachados y páginas enteras
eliminadas, continúa aquí, sin indicación alguna, mientras que en los cuadernos, denominados m.s. C., que, en parte,
fueron encuadernados juntos, comienzan aquí el cuaderno número 9.
407
La circular en cuestión es del 15 de Agosto de 1848, pp. 88-89.
408
Circulares a los Hermanos, 6 de Agosto de 1854, p. 199.
223
impulsan, queridos Hermanos, a recomendarles que sean siempre fieles y dirijan al Señor todos los días
las oraciones que me prometen Vds. en su felicitación del Año Nuevo. Sí, Hermanos, recen por mí y
pidan para mí bienes espirituales, pero dejen que actúe la divina Providencia en lo que se refiere a la
duración de mi existencia. Ya he vivido bastante y mi destierro comienza a parecerme largo. Pidan al
Señor que cumpla siempre y en todo su santa voluntad y que muera santamente. Ojalá merezca este gran
favor" 409.
Nuestro buen Padre, que sentía que se le acercaba la muerte, redactó su carta circular anual para las
vacaciones de 1864 En ella pueden verse reunidas algunas enseñanzas muy atinadas, algunas de las
cuales se refieren a la oración. Habla sobre ella extensamente. Después de habernos hablado de la calidad
de la oración, añade: "Les hablo una vez más de la oración, porque, -fruto de la experiencia y de la fe-, he
aprendido que nada necesitamos tanto como la oración. Sin ella, no hay gracia alguna y, sin la gracia, no
hay salvación para el hombre, sean cuales fueren su categoría y condición.
Estoy profundamente convencido de que la fundación, conservación y prosperidad material y espiritual de
nuestro querido Instituto se deben más a las oraciones que a mis pobres esfuerzos e insignificantes
actividades. ¿Cuánto no hemos atribuirle a la oración cada uno de nosotros en nuestros propios
problemas? Sin ella, puede que aún estuviéramos en el mundo o, quizá, en el infierno, como
consecuencia de una muerte súbita e imprevista, que nos podría haber sorprendido en pecado.
Además, después de la caída de nuestro primer padre, todo en nosotros es débil: la razón, el corazón, los
proyectos, los propósitos, la prudencia, las virtudes. Al despojarnos de los dones del Espíritu Santo y del
tesoro de la gracia santificante, el pecado de Adán nos ha sumido en una espantosa indigencia. ¿Quién no
siente, dentro de sí mismo, la inclinación al mal, desde los primeros años? Y, ¿qué hacer en una situación
tan lamentable? Nuestro único recurso es la oración. Asemejándonos a esos pobres que intentan
impresionar la sensibilidad y la compasión de quienes pueden socorrerlos, elevemos nuestras manos al
cielo; dirijámonos al Padre que no le niega nada a una oración fervorosa. Dicen los doctores de la Iglesia
que la oración es el canal por el que discurren hacia nosotros las gracias; es la escala misteriosa de Jacob
por la que nuestros deseos suben hasta el cielo y del que nos trae los tesoros más preciados; es la llave
que abre el seno de la misericordia y detiene el brazo de su venganza. Sin la oración, nada puede un alma
contra el demonio la que hace cuanto puede para sorprenderla. Se perderá sin remedio. Hemos de
dedicarnos a este ejercicio con ganas y mucho espíritu...
Dice Santo Tomás que el Señor, desde toda la eternidad, ha decidido concedernos una serie de gracias;
pues bien, no nos las puede dar si no rezamos. San Gregorio es de la misma opinión. Nuestra fuerza
contra el demonio, el mundo y la carne descansa toda en la oración. Vivamos en estado de gracia, mejor
aún, permanezcamos siempre en ese estado para poder obtener ayuda del cielo. ¿Cómo queremos que
Dios escuche nuestras oraciones si somos sus enemigos? Hay que ser, mediante la gracia, hijo de Dios
para poder mover el corazón de este Padre misericordioso, con nuestras oraciones...
Queridos Hermanos, digámosle a Jesucristo, como le dijeron los Apóstoles: 'Señor, ya que has querido
hacer de la oración una ayuda para nuestras necesidades, el canal de tus gracias y el conducto para
recibirlas de tu misericordia, enséñanos a orar bien, a orar con el espíritu y el corazón más que con los
labios, a orar como conviene para que nuestros deseos te agraden y merezcamos percibir sus efectos
saludables'" 410.
Celo
El celo es una virtud que nos impulsa a darle gloria a Dios y a salvar a las almas, movidos por un gran
amor. San Juan Crisóstomo dice: "Quien mortifica su cuerpo por medio de austeridades tiene menos
mérito que aquel que gana almas para Dios". San Gregario añade, incluso, que no hay sacrificio que más
agrade a Dios que el celo.
Nuestro Fundador era un hombre lleno de celo. Ya vimos el amor ardiente que sentía por el Señor y las
virtudes que practicó para agradarle. A continuación diremos algunas palabras sobre el esfuerzo que
409
Circulares a los Hermanos, 1 de Enero de 1861, p. 365.
410
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, pp. 437-438; 441
224
desplegaba con los Hermanos.
Nos dice nuestro Fundador: "Cuando los Apóstoles se unieron a Jesucristo, le dijeron: 'Maestro, ¿cuál
será nuestra recompensa, ya que lo hemos dejado todo para seguirte?'. Quizá también Vds. piensen y se
pregunten: '¿Qué recibiremos a cambio de haber dejado nuestro pueblo, a nuestros padres y amigos; por
haber renunciado a nuestra propia voluntad y a todo interés personal; por habernos dedicado a una
profesión tan humilde y laboriosa?' Les daré la misma respuesta que Jesucristo dio a sus Apóstoles:
'Recibiréis el ciento por uno en este mundo y la vida eterna en el otro'. ¿Hay alguna otra recompensa que
se le pueda comparar? Con toda seguridad, no. Trabajemos, pues, para merecerla. El ciento por uno del
que habla nuestro divino Salvador consiste en consuelos interiores, en gracias y bendiciones especiales,
en los siete dones del Espíritu Santo, en las virtudes..." 411.
"Al acercarse el retiro, -les decía una vez-, entremos seriamente dentro de nosotros mismos y, a ejemplo
de los santos, preguntémonos a menudo, desde lo más hondo de la conciencia: ¿Para qué me ha creado
Dios? ¿He cumplido hasta ahora la misión que El me ha encomendado en este mundo? ¿Para qué he
entrado en la vida religiosa? 412. ¿Ha sido para mandar u obedecer? ¿Para salvarme o condenarme? ¿Me
gustará en el momento de mi muerte haber vivido como lo he hecho? llamado, como he sido, para educar
a la juventud, lo hago con entrega total? Tengo que ser como un ángel visible para los alumnos, ¿no me
habré convertido en un demonio para ellos? ¿No les habré escandalizado, en vez de darles buen ejemplo?
Por vocación, trabajo para adornar los templos y cantar en ellos las alabanzas de Dios... ¿cómo he
cumplido con unas obligaciones tan santas, que deberían estar reservadas en exclusiva a los ángeles? ¿No
estaré siendo algo mundano, después de haberme consagrado a Dios, mediante mis votos de religión?
¿Por qué? ¿Aprobará Dios esto en el día del juicio? ¿Qué tal he confesado y comulgado durante este año?
¿Qué me dice la conciencia, respecto a mis pensamientos, deseos, acciones y omisiones? ¿Y sobre mi
vida pasada? Si no llego a experimentar las dulzuras de la vida religiosa ni tampoco las que se saborean
en el servicio de Dios, ¿me pregunto cuál puede ser la causa? Al cielo no podré ir si no es por medio de la
inocencia o de una auténtica penitencia. Puesto que, desgraciadamente, he perdido la primera, no me
queda sino el recurso a la segunda 413.
La eternidad se acerca para todos nosotros, -nos decía-, y, cuantos más años tenemos, debemos cumplir
con más celo y exactitud lo que nos hemos propuesto, al entrar en la vida religiosa. Si obramos de otra
manera, nos pareceremos al criado infiel y a las vírgenes necias, de los cuales habla el Evangelio, y
mereceremos la misma suerte que ellos, cuando el Juez supremo nos cite ante su tribunal. Tres de
nuestros buenos Hermanos ya se han presentado ante él, desde el último retiro; su muerte es un aviso de
que nos va a llegar el turno: ¡Dichoso el criado al que su amo le encuentre velando!...
Nos hemos consagrado al servicio de Dios: este pensamiento debe ayudarnos a hacer con gran fe y
piadosamente nuestras oraciones. Así no tendremos que oír esta terrible amenaza: 'Porque no eres ni frío
ni caliente, empezaré a vomitarte de mi boca'" 414.
En otra ocasión nos decía: "El superior de una comunidad debe ser como Jacob, hombre que trabaja por
la salvación de sus ovejas. Tiene que vencer el sueño, no descansar para atender a las necesidades de su
querido rebaño y protegerlo del lobo y de cuanto pueda perjudicarlo.
El Superior tiene que ser todo para sí y todo para los demás. Tiene dos ojos; con uno debe vigilarse a sí
mismo y con el otro a su comunidad. Tiene dos manos; con una ha de trabajar para sí mismo y con la
otra, en favor de sus religiosos. Un superior tiene que ser decidido y firme para soportar las penas y
411
Circulares a los Hermanos, 15 de Agosto de 1848, pp. 90-91.
412
Esta última pregunta no aparece en el ms. C., que tenemos presente, pero sí en todos los demás, e incluso en la reimpresión de
la redacción, llevada a cabo en 1969, p. 158. ¿Se trata de un error del copista?
413
Circulares a los Hermanos, 3 de Agosto de 1852, pp. 158-159.
414
Circulares a los Hermanos, 15 de Agosto de 1853, pp. 164-165. El ms. B. tenía un párrafo, que comenzaba con las palabras
"¡Qué alegría tan sincera..."!, etc., hasta "... en la impenitencia ...", que los correctores han omitido y que también
omitimos nosotros, enviando a las páginas 164-165.
225
dificultades que pueda encontrar en el ejercicio de su cargo.
Sí, queridos Hermanos, el cargo de Superior es muy penoso, sobre todo si uno tiene que verse obligado a
partir de cero, a proveer a las necesidades de una comunidad y de cada uno de sus miembros, a velar
constantemente por el comportamiento y la salvación de todos, que es, precisamente, lo que yo vengo
haciendo, con la gracia de Dios, desde hace ya treinta años. Sería todavía más penoso mi cargo, si me
hubieran tocado falsos Hermanos, religiosos carentes del espíritu de su santo estado. Pidamos que a
nuestra Congregación no le ocurra semejante desgracia, sino que todos sus religiosos sean santos, ya que
sólo ellos son capaces de hacer el bien y dignos de vivir en comunidad.
Los deberes de un Superior son tan numerosos y difíciles de atender que no puede cumplirlos cabalmente
sin una gracia especial del cielo. Les pido que me ayuden con sus oraciones, para que el Señor me
conceda las luces, gracias y virtudes que necesito. Esta es la razón de haberles dado la explicación
anterior y no para quejarme de un trabajo que quiero llevar adelante hasta el momento de mi muerte 415.
Para terminar, puedo decirles, queridos Hermanos, que Dios me es testigo del interés y de la persistencia
de mi amor por cuantos han llegado a ser mis hijos en la vida religiosa. Por su parte, también Vds. tienen
que mostrarme su afecto y el aprecio que sienten por su vocación. La mejor manera a su alcance es
cumplir como buenos religiosos con todas sus obligaciones" 416.
Otra vez les hablaba sobre el celo de la siguiente manera: "Muchas veces les he dicho que su vocación es
apostolado y que deben tener Vds. celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Este mismo celo
ha de animarlos a todos, queridos Hermanos, de modo que, llenos de su fuego divino, se preocupen por
comunicárselo a los jóvenes que les han sido encomendados y trabajen por ello. El celo no puede ser
inactivo. Es una llama que no descansa. Entréguense, pues, según su capacidad, a buscar medios para ser
útiles a las almas, procurando inspirar esa misma entrega a los otros Hermanos.
Como el medio más eficaz para producir buenos frutos es llevar una vida santa e irreprochable, procuren
dar buen ejemplo a los demás, especialmente a sus alumnos y Hermanos. Les moverán hacia la virtud
más que con palabras con acciones, a imitación de Nuestro Señor, a quien San Lucas dice que comenzó
por hacer aquello que iba a enseñar más tarde.
Deseen profundamente Vds. progresar en la perfección de su estado y que lo hagan sus Hermanos. Eviten
cuidadosamente darles malos ejemplos, temiendo ser responsables de ellos ante Dios o de ser causantes
de la pérdida de su vocación o de que la pierdan también los buenos novicios que quieren compartir sus
trabajos. La experiencia demuestra, sin lugar a duda, que no hay nada como el mal ejemplo para arruinar
una vocación" 417.
En otra parte (2 de Julio de 1864) dice: "Vivan religiosamente las virtudes teologales, como medio
necesario de santificación. La obediencia, la castidad, la pobreza y la humildad son las virtudes
fundamentales de la vida religiosa; así, pues, practíquenlas también. Suceda lo que suceda, permanezcan
fieles a los votos que hicieron al Señor; para Vds. es ésta una obligación sagrada:..
Vivimos tiempos malos para la Iglesia y sus instituciones. Mi deber de Superior me obliga a decirles,
queridos Hermanos: Vivan fielmente las virtudes cristianas y las de su estado de modo que sean para Vds.
escudo y antídoto contra los enemigos de la religión y de la salvación, los cuales, por cierto, son' muy
numerosos" 418.
El Fundador aprovechaba, sobre todo, los retiros para estimular el fervor de sus religiosos. Digamos que
no se cansaba de recomendarles el arrepentimiento. Les repetía con frecuencia: "Es lo más importante del
sacramento de la Penitencia y también lo más difícil de conseguir, porque, ¿cómo puede uno detestar y
aborrecer aquello mismo que ha amado, a no ser por una gracia muy especial de Dios? y, ¿cómo
415
Circulares a los Hermanos, 11 de Julio de 1857, pp. 250-251.
416
Circulares a los Hermanos, 30 de Julio de 1856, pp, 247-248.
417
Circulares a los Hermanos, 6 de Agosto de 1861, pp. 369-370.
418
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, pp. 442-443.
226
conseguir un propósito firme de no recaer en lo mismo que nos ha agradado hasta ahora? Dios quiere
concedernos esa gracia especial, pero tenemos que merecerla, mediante la penitencia y pedirla con
humildad y fervor" 419. Más adelante, para animamos, nos decía sobre un retiro bien hecho: "Nos renueva,
nos robustece y nos pone en una situación tal que ya no necesitamos confesarnos para comulgar; va uno
al confesor sólo para recibir su bendición y cumplir así con la Regla" 420. Indudablemente, esto lo decía
por experiencia propia, ya que sabemos que vivió siempre en gracia a partir de uno de los primeros retiros
que hizo, tras su llegada a Belmont.
En las conferencias de los retiros nos decía lo que no podía ponemos por escrito. Indudablemente, a
veces, sus maneras de hablar eran muy duras, pero justas 421.
Cuando se trataba de ayudar a un Hermano a superar un disgusto, una prueba de conciencia o un peligro
espiritual, todo le parecía poco. Cierto día, durante un retiro, estaba muy preocupado por encontrar
sustituto a un Hermano joven, cuyos motivos para pedir cambio le parecían razonables; sin embargo, no
le dio muchas esperanzas de poder complacerle, ya que creía que el peligro no era tan grande y porque,
además, no tenía a nadie para poder reemplazarlo. Sin embargo, el mismo Hermano contaba más tarde
que, a la mañana siguiente, vio al pobre superior que consultaba a alguien para que le ayudasen a buscar
un Hermano que pudiera cumplir los deberes que yo desempeñaba en mi puesto de trabajo. Ese mismo
día le llamó el Superior y le dijo: "En conciencia, no puedo enviarle otra vez al mismo puesto, a pesar de
las dificultades que encuentro en ello, si es que Vd. no puede darme seguridades de que, con la gracia de
Dios, y poniendo en práctica mis consejos, no va a superar ese peligro", Viendo el Hermano las
dificultades: en que se encontraba el Superior, creyó poder darle las seguridades pedidas y Dios bendijo
su obediencia 422.
Semejante al Buen Pastor, nuestro venerable Padre deja todo para ir en busca de la oveja descarriada o en
peligro de perderse. Un Hermano Director vivía en esta situación Este pobre Hermano, hacía años que,
desgraciadamente, había dejado de ser franco y sincero con su Superior 423.
No queriendo ser infiel a su vocación ni tampoco ir a Belley y contarle su triste estado, decidió, con buen
criterio enviar unas líneas al Fundador, exponiéndole globalmente su caso y su deseo de obrar bien. El
Fundador, que ya estaba algo preocupado por el Hermano en cuestión, viendo la mano de Dios en aquel
breve recado, no perdió el tiempo, le citó inmediatamente en la ciudad de X, varias leguas distante de
Belley, y allá se fue él solo, sin perder un instante. Se entrevistó con el Hermano, que encontró en su
Superior la bondad y la ternura del Padre del hijo pródigo. Recuperó la paz d su alma, la felicidad que
había experimentado al comenzar su vida religiosa y, lleno de alegría, volvió a su trabajo. Este ejemplo
nos muestra bien a las claras que un religioso no puede ser feliz en su estado ni perseverar en él si oculta
algo a su superior. La experiencia no ha hecho sino confirma esta verdad, siempre repetida por los
maestros de la vida espiritual 424.
419
Fuente difícil de localizar: ¿se tratará de un recuerdo personal del Hermano Federico?
420
Ibidem.
421
El ms. B. tenía este largo párrafo: "Así, hablando un día, en general, sobre los religiosos irregulares, poco respetuosos con sus
superiores, y sobre quienes critican a éstos y a su Congregación, escandalizando con este proceder a los jóvenes y a
los pusilánimes, se animó y dijo: "Son religiosos bastardos, unos revolucionarios en el estado religioso". Los
comparaba y asimilaba con los francmasones: "Lo mismo 369-370. que éstos", -continuó- "se proponen derribar al
Estado y destruir a la Iglesia, si fuera posible, del mismo modo los malos religiosos trabajan, quizá sin darse cuenta,
en minar los cimientos del Instituto y destruir la legítima autoridad que en él se ha establecido".
422
Este debe ser un recuerdo sacado de su experiencia personal.
423
Otro recuerdo personal, probablemente; el primer ms. añade: "Por una parte creía que Dios le llamaba y no quería ser infiel a su
vocación; por otra, no podía vivir con aquellas angustias, atormentado y torturado por una conciencia justamente
alarmada".
424
El H. Federico evoca aquí un recuerdo de su vida que, probablemente, había contado muchas veces a sus novicios.
227
Nuestro venerado Fundador (nos encontramos en las vacaciones de 1864, cuando caminaba rápidamente
hacia el sepulcro, no había perdido nada de su celo; todo lo contrario. Durante el retiro, como era habitual
en él, habló con todo y cada uno de los Hermanos. Oigamos a uno de ellos, que refiriéndose a sí mismo,
sobre este punto, nos dice: "Fui, como en años anteriores, a hablarle de mi vida interior. Le encontré,
respirando penosamente y muy cansado. Sin embargo, le abrí mi conciencia, sin pensar que aquello
pudiera aumentar su fatiga. Cuando le dije que mis meditaciones no eran n. del todo buenas, nuestro buen
Padre me hizo una exhortación dramática. Todo marchaba bien hasta aquel momento, aunque yo lo
pasara muy mal, viéndole respirar cada vez con más dificultad. Pero aquello no era suficiente para su celo
y quiso ayudarme a mejorar en el futuro. Para ello me explicó el segundo método ignaciano de hacer
oración, por medio del cual, -me dijo-, se puede hacer siempre una buena meditación. Seguidamente,
tomando como tema el Padrenuestro, hizo la meditación, aplicándosela a sí mismo, llegando hasta le la
segunda petición. Pensaba, y no sin razón, que yo desconocía ese método. ¡Qué bueno y amable era
nuestro Padre! Los dos sufríamos: él, a causa de su fatiga y del dolor de ver a un hijo suyo peor de lo que
él habría deseado; yo, completamente anonadado por ser la causa de aquel agotamiento que veía
aumentar por momentos. Me permití hacerle la observación de que estaba muy fatigado: no me hizo caso,
ya que, cuando se trataba de recibir confidencias no le importaba nada el cansancio. Sólo tenía en cuenta
el bien que podía hacer y nada le resultaba penoso. Me retiré completamente avergozado de mí mismo y
sintiendo mucho su gran malestar. ¡Padre bueno y maravilloso, al que tanto quise siempre! Al cabo de
dos meses escasos, Dios había de arrebatarte a mi cariño y al de todos tus hijos: el Señor te llamaba a la
dicha inefable a la que te esforzabas por llevarme a mí" 425.
Humildad.
Si la fe es el fundamento de las virtudes cristianas y religiosas, la humildad vela sobre todas ellas. Nuestro
Fundador tuvo la suerte de encontrar en Mons. Devie a un maestro excelente para enseñásela y, a la vez,
un modelo perfecto en la practica de esta virtud.
Este santo Prelado, que amaba a nuestro buen Padre, porque conocía bien su pureza de intención y su celo
por el bien y la gloria de Dios, supo ponerle en su sitio, siempre que fallaba en la practica de la humildad,
de la modestia y de la sencillez religiosas. Temiendo que pudiera aflojar en estas virtudes tan dignas de
aprecio, le obligó a hacer un voto de obediencia, antes de que le nombraran Superior General 426.
Con tal maestro, el Hermano Gabriel, que, por otra parte, estaba bien dotado para ello, progresó
notablemente en la práctica de la santa humildad. A veces, cuando se trataba del bien general de la
Congregación, creía que no tenía que ceder; pero no por eso dejaba de sentir en su corazón su pequeñez y
su falta de cualidades. Digamos en seguida, como en ocasiones anteriores, que, cuando intervenía Mons.
Devie, siempre se sometía, sin importarle sus propias opiniones ni el dolor que experimentaba. Podemos
afirmar que Mons. Devie siempre le tuvo sometido a su autoridad. Su Excelencia quiso que viviera en
actitud de humildad; que hablase poco de su Congregación; que él y los suyos hicieran el bien sin
ostentación, como lo habían hecho sus Patronos, Jesús, María y José en Nazaret. De ahí la aversión que
experimentaba aquel sabio Prelado por los anuncios, las hojas públicas y los prospectos que pudieran
desdecir de la sencillez religiosa.
En cuanto parecía que nuestro Padre se apartaba de su orientaciones o que no se sometía totalmente a
quienes Monseñor delegaba para tratar ciertos asuntos importantes, delegados que, más de una vez, no
solamente no confiaban, como lo hacía Su Excelencia, en el éxito de nuestro Fundador y que por ello, le
eran personalmente adversos, (al menos así creía él, sin que el transcurso del tiempo haya probado
contrario), le reprendía severamente. Sin embargo, se comprende que en estas circunstancias el Hermano
Gabriel tratase de recuperar algo de su libertad de acción. Las cartas siempre son de puño y letra del
Prelado. Daremos, a continuación, bien algunos párrafos de las mismas.
Estando todavía en Belley, el Fundador creyó conveniente imprimir papel con el membrete de la
Congregación. Monseñor le escribió lo siguiente: "Mi querido Hermano Gabriel, acabo de escribir al
425
Otro ejemplo que, sin duda, el primer biógrafo tuvo que extraer de sus recuerdos personales.
426
¿Se refiere esta reflexión del Hermano Federico al año 1827 al año 1838? Cf. Positio, pp. 79-80; 127-130.
228
Rvdo. Robert para pedirle que se ponga de acuerdo con Vd. para ver qué tiene que hacer en relación con
las obras de las que me habla en su carta.
No me ha gustado nada el papel membretado que ha empleado Vd. No hay que darse demasiada prisa en
imprimir su nombre ni en hacer ruido, créame: eche antes profundas raíces por medio de la humildad, la
vida escondida, mortificada, llena de fe y de confianza en Dios. Los árboles que crecen rápidamente
duran poco. Le deseo las bendiciones del Señor.
Alejandro Raimundo, Obispo de Belley" 427.
"Bourg, 19 de Julio de 1840
Estimado Hermano:
De El Rvdo. Guillemin viaje expresamente desde Belley para concluir el asunto que nos ocupa y llegará
ahí el miércoles por la mañana. Procure hacerle las observaciones que crea oportunas, con sencillez y
confianza, pero sin testarudez; permítale e sus decidir las condiciones con esos señores. También se
pondrá Monde acuerdo con el Rvdo. Robert, al que tiene que guardar las debidas consideraciones. Me
disgustó su proyecto de imprimir como cosas preparadas por Vd., incluso antes de que nos hubiéramos
puesto de acuerdo. Vd. hace figurar en ellas el nombre de Belley. ¿No le parece que va demasiado
deprisa?
¿Se ha dado cuenta de que no hemos perdido nada por haber ido despacio en este asunto? Y recuerde que
tiene Vd. un voto de obediencia. Pues bien, en virtud de ese voto y bajo pena de pecado, le prohíbo que
haga imprimir nada, sin mi permiso. Le prohíbo, igualmente, que haga ninguna obra en la futura casa, sin
habérmelo comunicado. Esta segunda prohibición es sólo temporal y durante tres meses: veremos más
tarde. Que el Señor bendiga sus trabajos y le haga dócil a su voluntad.
Alejandro Raimundo, Obispo de Belley" 428.
Este modo de proceder del santo Prelado, que no facilitaba las iniciativas al Hermano Gabriel, creemos
que tuvo, en general, una influencia excesivamente fuerte en el Fundador, el cual, a su vez, tampoco dejó
casi ninguna iniciativa a sus discípulos, que no sabían explicarse de dónde podía proceder aquella actitud:
la correspondencia del Hermano Gabriel con su Obispo y su voto de obediencia al Prelado nos han
proporcionado la clave del problema.
Las dos cartas siguientes están relacionadas con la aprobación del Instituto por la Santa Sede. Al recibir la
primera, se encontraba todavía en Belley. La segunda la recibió en Roma. En ambas el Prelado le
recuerda que desconfíe de sí mismo y que se abandone totalmente en manos de la Providencia y que,
incluso en las mejores cosas, el hombre o lo humano deben desaparecer para no tener como punto de
referencia sino la voluntad de Dios.
"Bourg, 23 de Febrero de 1841
Puede que Vd. crea, estimado Hermano, que no me ocupo de su asunto; sin embargo, aprovecho todos los
momentos para examinarlo cuidadosamente y este examen me revela, más que malas intenciones en Vd.,
una excesiva precipitación y algunas preocupaciones. Me impresionó bien la sumisión de que Vd. dio
pruebas dos días antes de mi marcha; espero que Dios bendiga esa disposición y que nos conceda nuevas
gracias para ser pacientes. El Rvdo. Poncet (en aquel entonces y protector de la Congregación y Vicario
General), no se encuentra ahora aquí y no quiero decidir nada sin contar con él. Tengo que añadir,
querido Hermano, que, aunque se encontrase aquí su asunto no iba a resolverse tan pronto como Vd.
desea, mete Vd. unas prisas, que me parecen mitad buenas mitad malas; en una cosa tan importante todo
debería ser bueno. Recuerde una vez más lo que prometió en mi capilla, hace ya algunos años (se trata del
voto de obediencia que el Fundador hizo al Obispo) antes de ser nombrado Superior General por
Monseñor): que este pensamiento le anime y le haga fácil la renuncia a sí mismo y un abandono total en
las manos de Dios, cosa que yo creo necesaria. Le saludo afectuosamente.
Alejandro Raimundo, Obispo de Belley" 429.
427
Carta sin fecha, pero escrita probablemente el 10 de Octubre de 1839. Cf. Positio, p. 242.
428
Cf. Positio, p. 291.
429
Cf. Positio) pp. 244-245; el ms. B. tenía aquí una página corregida a lápiz, que no tenía relación alguna con Mons. Devie, sino
229
"Bourg, 30 de Julio de 1841
Recibí su última carta, querido Hermano, y la nota que se encontraba en la anterior. Bendigo al Señor por
el buen cariz que están tomando sus asuntos, pero no creo que terminen tan pronto como Vd. cree. Me
comunican que se aferra ¡Vd. en exceso a sus propias ideas y que esto ha entorpecido la marcha de su
asunto. Tenga cuidado con ello: es su principal defecto. Confíe más en la oración que en su propio
criterio.
En Belley la casa marcha aceptablemente. El Rvdo. Poncet se da una vuelta por allí de vez en cuando y
próximamente pasará otra vez. Le aconsejo de nuevo que lo ponga todo manos de la Providencia. Le
saludo en Nuestro Señor Jesucristo.
Alejandro Raimundo, Obispo de Belley" 430.
Podemos deducir, por lo anterior, que en sus intercambios personales con el Fundador, las lecciones de
este santo Prelado fueron animadas y conmovedoras. En estas conversaciones, en estas comunicaciones
íntimas le insistía sobre la necesidad de la humildad y de la abnegación; finalmente, le enseñaba también
a no fiarse de sí mismo, a purificar sus intenciones y a someterse en todo a la voluntad divina; le instruía
en los caminos del espíritu y en el modo de hacer con fruto lo que en la Congregación llamamos
"dirección" o cuenta interior de conciencia. Para ello el Prelado (sabemos esto no sólo por los testimonios
de sacerdotes amigos del Instituto) sino también por el Fundador mismo,, hacía una dirección en vivo;
manifestaba algunos defectos, ciertas inclinaciones, exponía una situación peligrosa en la que podría
encontrarse un religioso y, a continuación, el Hermano Gabriel tenía que dar los avisos, los consejos
convenientes, tenía que enseñar a combatir una determinada tendencia, a superar ciertas inclinaciones, a
practicar tal cuál virtud y decir qué medios habría que emplear para cambiar a un religioso de casa o de
empleo, si es que en ellos corría peligro su salvación. Estos momentos tuvieron que ser penosos para el
Hermano Gabriel y muy aptos para hacerle progresar en la humildad, ya que no todo iba a salir bien. A
continuación venía la lección del Obispo. Con la bondad que le era connatural, con el celo que siempre
tuvo, con la ciencia religiosa que en él resplandecía y con el ascendiente de una santidad, que sólo él
desconocía, retomaba la conversación, alababa lo que había estado bien, corregía aquello que no lo había
estado tanto y añadía lo que había omitido.
Después de la gracia de Dios, hay que reconocer francamente que fue la escuela de Mons. Devie la que
enseñó a nuestro Fundador a desconfiar de sí mismo y a tener aquella baja opinión propia que todos
nosotros hemos conocido. Creemos que tuvo que hacer grandes esfuerzos para conseguirlo,
acostumbrado, como estaba, desde su infancia a que le sirvieran y a que nadie le llevara la contraria.
Después de su primera entrevista con Mons. Devie, abandonado a sus propias fuerzas durante unos ocho
años, tiempo en el cual sólo había recibido alabanzas por sus éxitos como maestro o en los diversos
asuntos que le encomendaban, convenía que experimentase las contrariedades. Ya vimos cómo poco
después de llegar a Belmont, el párroco, Rvdo. Bosson, y el Consejo municipal le hicieron practicar la
paciencia. Dos o tres años más tarde, cuando la Congregación comenzaba a echar raíces profundas, el
Rvdo. Robert, nombrado protector del Instituto le hizo aprender (yeso que deseaba hacer las cosas bien)
que, en lo tocante a la obra que intentaba fundar, no podía confiar más que en Dios.
Aquel buen canónigo, hoy, año 1888, deán del Cabildo de Belley, se dio cuenta, años más tarde, de que se
había equivocado. Vino a celebrar la santa misa en nuestra capilla de Belley hace dos años. Quiso
dirigimos unas palabras y sus ojos se llenaron de lágrimas. Después de decimos que los designios de Dios
suelen ser muy diferentes de las previsiones de los hombres, reconoció sinceramente que había juzgado
mal al Hermano Gabriel; que no había creído que fuera capaz de llevar a puerto su empresa; que nada,
por lo que se refería a cualidades le hacía destacar. Y añadió: "Sin embargo, era él, precisamente, el
hombre escogido por la Providencia... Primero la gracia divina y después su viva fe en la misión y una
constancia inquebrantable a la que nada pudo echar por tierra llevaron al resultado que podemos ver
con el escaso margen de iniciativa que el Fundador dejaba a sus Hermanos. I Cf. Positio, pp. 1077-1078.
430
La fecha de esta carta es 30 de Junio de 1841. Cf. Positio) p. 301.
230
ahora... ¡Qué poca cosa somos, Dios mío!, ¡qué cortos nuestros puntos de vista!, ¡qué impenetrables tus
caminos y qué fuerte aquél a quien sostienes!...". La emoción de aquel venerable anciano se hizo tan
intensa que no pudo continuar hablando.
Nuestro venerable Padre apreciaba de modo especial a los Hermanos profundamente humildes y contaba
con ellos para todo. Pero, por el contrario, sentía un temor profundo, y con razón, por la vocación de
quienes, a pesar de tener un aire exterior piadoso, carecían de humildad, y conservaban un carácter muy
suyo, actitud bastante opuesta al candor y a la sencillez religiosa. Un Hermano había sido acusado de una
falta grave y la justicia había intervenido en el asunto. Encontrándome de paso en Belley, le dije a nuestro
Fundador: "Ese Hermano es, sin ningún género de duda, inocente y víctima de una calumnia atroz.
Siempre ha sido muy piadoso". El respondió: "¡Ojalá sea así, querido Hermano, por mi par, tengo mucho
miedo y no descarto que sea culpable!". Yo repliqué: "¿Cuál podría ser la causa, si nunca ha dado que
hablar de su conducta?". Me respondió: "Cierto, Hermano pero es una persona orgullosa, que, en vez de
dejarse guiar por su superior, quiere guiarse por sí mismo; Vd. no ignora que Dios castiga de ordinario a
los orgullosos, dejándoles caer en pecados vergonzosos y humillantes". Sólo Dios sabe si es Hermano era
culpable, pero la justicia humana le condenó.
Si no hubiéramos sido testigos personales de que nuestro Fundador no creía en sus méritos propios, sus
cartas nos habrían demostrado. ¿Le hacen reproches amargos y amonestaciones severas?; pues los acepta,
sin quejarse y responde sin apenas hacer alusión a las mismas. ¿Que le alaban y felicitan? Lo agradece,
pero atribuyendo todo el mérito a Dios. Dice de sí mismo "Que sólo sabe tejer telas de araña; que es un
pobre y vil instrumento del que Dios quiere servirse para obrar el bien".
Cuando se trató de unir nuestra Congregación con la de los Hermanos de San Gabriel, dijo, en primer
lugar, que él presentaría su dimisión como Superior General y que no aceptaría jamás este cargo... Que
sus pecados, la edad y la carga que había tenido que soportar hasta aquel momento, le habían aplastado...
Escribió al Rvdo. Padre Dom Benito, abad de la Trapa de la Gracia de Dios: "Tengo una necesidad
enorme de la ayuda de Dios. Estoy lleno de celo y de ánimo para hacer buenas obras, pero, en realidad, no
soy más que un pobre pecador en toda la extensión de la palabra y temo mucho que, después de haber
trabajado en la salvación de lo.! demás, pueda condenarme yo" 431.
Hacia la misma época, el Rvdo, Dumax, subdirector de la Archicofradía de Nuestra Señora de las
Victorias, le escribía: "Reverendo Padre, he leído su circular con mucha satisfacción y provecho. Después
de hacerlo respetando los designios de Dios sobre Vd., no puedo dejar de sentir mucho que no pueda Vd.
predicar en nuestros púlpitos y confesonarios, Ya sabe lo que quiero decir. El Señor podía querer para
Vd. otro tipo de apostolado...".
El Fundador le respondió el 7 de Septiembre de 1863: caer "Estimado señor cura, no se preocupe porque
yo no sea sacerdote. El Señor no lo ha querido. Si hubiera visto en mi persona las virtudes y cualidades
que le adornan a Vd., me habría encontrado un sitio donde predicar y confesar. Me ha dado una carga que
supera, con mucho, mis fuerzas. No estoy a la altura de mi misión. Por ello necesito la ayuda y
comprensión de mis Hermanos y de aquellas personas con quienes me trato y que con toda bondad
aceptan leer cosas que yo escribo solamente para los religiosos que el Señor me ha confiado" 432.
***
Lo que más nos impresiona de nuestro Fundador es el cuidado con que conservó siempre las cartas que le
eran personalmente contrarias. Transcribimos íntegramente una, escrita por un vicario, la cual, aunque a
lo mejor, no era del todo desconocida por el párroco, no había sido escrita con su colaboración.
"16 de Mayo de 1863
Reverendo Padre Superior, aunque lamentándolo mucho, me dirijo a Vd., para comunicarle la penosa
431
Extracto de la carta del 29 de Agosto de 1854. Cf. Cartas, IX, p. 104.
432
Cartas, XVII, p. 95. El párrafo siguiente presentaba esta diferencia en el ms. B.: "Ponemos íntegra una carta de un clérigo y la
IIX, respuesta del Fundador. Es, sin exagerar, la más fuerte que se puede uno imaginar".
231
impresión que produce en el clero de la parroquia la falta de entendimiento que hay entre los Hermanos
de la Sagrada Familia.
¿Cómo puede armonizarse ese título, que tanto deberían estimar, con el modo de proceder de los
Hermanos entre sí, sus disensiones y enemistades que todo el mundo puede ver?
Vd. tiene la culpa de todo ello, Hermano Superior. Se le ha advertido suficientemente y no ha hecho casi
nada. Gran parte de la culpa es suya. Siento mucho tener que decirle esto, pero es la verdad. Su debilidad
resulta imperdonable, aunque pueda ser una excusa. Yo, que comencé estimándole, no puedo dudar de
sus buenas intenciones. Pero Vd. es débil. Se dice que Vd. no manda en su casa. Me inclino a creerlo, al
ver la falta de disciplina y de espíritu religioso de los miembros de su Instituto.
No me quejaría si no se resintieran notablemente por su causa los trabajos parroquiales. Pero esto me
obliga a manifestarle a Vd. mi disgusto, para que trate de poner remedio de modo que las cosas tomen
una orientación muy diferente.
Antes de prescindir de los servicios de los Hermanos de la Sagrada Familia, prefiero esperar que todo
mejore. Pero conviene que así sea. Conozco personalmente las impresiones del señor cura párroco de...;
se parecen mucho a las que yo mismo le comunico. Reciba, Hermano Superior, la seguridad de mi
profundo respeto,...".
La respuesta de nuestro Fundador a una carta, escrita en los términos expresados y, sin que lo supiera el
párroco, al que no menciona en absoluto, fue la siguiente:
"Belley, 19 de Mayo de 1863.
Estimado señor. Le agradezco las observaciones que me ha dirigido, respecto a lo que acontece entre
nuestros Hermanos.
Quiero advertirle, sin embargo, y tenga a bien admitirlo, que se equivoca Vd. completamente, al atribuir a
debilidad mi manera de proceder, siendo así que se debe a causas muy diferentes. Las cosas entre los
Hermanos se arreglarían mucho más fácilmente en... si pudiera sustituir a uno de ellos; pero hay quien
cree que es imprescindible y no me deja cambiarlo... Espero hacer en vacaciones la sustitución que Vd. y
yo deseamos tanto para el mayor bien de todos. Reciba, estimado señor sacerdote, etc.
Firmado: Hermano Gabriel, Superior General" 433.
Parece que el asunto no era tan grave, ya que el Rvdo. M. M., párroco, no había escrito nada al Fundador,
después de su carta del mes de Enero, en la que le manifestaba que estaba contento de los Hermanos. Se
trataba del Hermano Director: gozaba de la confianza del párroco, que quería mantenerlo allí a toda costa
434
.
433
Cartas) XVII, p. 62. El Director de esta comunidad de la Trinidad de París era entonces el H. Eduardo (Juan Bautista
Chamond, 1828-1901).
434
Con esta frase termina el ms. C. Efectivamente el cuaderno 9°. del ms. B. no se ha copiado: no queda de él más que un ejemplar
(si se exceptúa desde la p. 614 a la p. 659, de las cuales se conserva el borrador).
232
CUADERNO NOVENO
TRATA DE DIVERSOS TEMAS,
RELACIONADOS ESPECIALMENTE CON LA CONGREGACION
Y EL ESTADO RELIGIOSO.
El Fundador fue compasivo con los pecadores.
El Fundador se compadecía de los pecadores arrepentidos, actitud por la que le criticaron algunos. La
humildad del culpable y su arrepentimiento le impresionaban, sobre todo preveía un buen
comportamiento en el futuro. Había aprendido de su Obispo a obrar así. Le decía al H. Gabriel: "¡Cuántos
pecados mortales evita Vd., obrando con comprensión! Y, aunque no evitase más que uno solo, ya tendría
que estar muy contento".
Fiel a esta recomendación, el piadoso Fundador era delicado con los pobres culpables. Jamás se atrevió a
romper la caña [quebrada ni a extinguir la mecha] humeante, sobre todo si, en una primera falta grave, él
descubría más debilidad que malicia. Perdonaba, pues, muy a gusto. Pero cuando se daban casos de
obstinación o se recaía una y otra vez en las mismas faltas, cumplía con su deber, sin permitir que una
oveja apestada permaneciera entre sus Hermanos. No todos aprobaron esta manera de proceder; también
en el Evangelio vemos que San Juan y Santiago pedían al Señor que hiciera caer fuego del cielo sobre las
ciudades que no aceptaban su mensaje. El divino Maestro les reprendió y les dijo que El no había venido
a condenar a los hombres sino a salvarlos; que tenían que examinar qué espíritu los movía a ellos. Esto le
sucedió, sobre todo, al principio, cuando Mons. Devie, a veces, intercedía en favor de los culpables.
Digamos que, cuando se trataba de faltas contra las buenas costumbres, la expulsión se hacía
incuestionable. Sin embargo, creemos que el Fundador se excedió algunas veces, sobrepasando las
orientaciones recibidas.
El Fundador temía el cargo de Superior, actitud que se desprende de muchas de sus cartas, como hemos
podido constatar anteriormente.
(29 de Agosto de 1849) "Ya que la Providencia divina ha querido colocarme en medio de Vds., como un
padre en medio de sus hijos, como un centinela que ha de velar por todos y cada uno de Vds., me veo
precisado a cumplir celosa y fielmente las exigencias inherentes a este cargo que, por desgracia,
sobrepasa, con mucho, mis méritos y fuerzas; pero, ayudado por la gracia de Dios, no me echaré atrás
ante las dificultades ni ante las fatigas del mismo, aunque se vaya haciendo cada día más duro y penoso, a
medida que voy envejeciendo, que aumentan nuestras casas y crece nuestra Congregación. Queridos
Hermanos, trabajaré sin descanso para mantener la disciplina, la prosperidad del Instituto y nuestra
santificación, hasta el último momento de mi vida, en que Dios escoja un sucesor a mi persona. Al
enviarles esta carta y comunicarles la fecha del retiro de este año, me siento obligado a hablarles de
algunas cosas que me parecen importantes y a las que deben prestar Vds. particular atención. Quizá, me
fuera posible hablarles de todo ello en las conferencias anuales; pero, como todos Vds. saben,
frecuentemente se echan en olvido las enseñanzas que se imparten verbalmente, según está escrito: 'Las
palabras vuelan, los escritos permanecen'. Dios, conocedor de la ligereza e inconstancia de los hombres,
decidió grabar en piedra y con su dedo divino la ley que dio a su pueblo y lo hizo de esa manera para que
la olvidase. Yo también deseo ardientemente que Vds. no olviden jamás las enseñanzas recibidas durante
el Noviciado sobre la vida religiosa. Por eso he mandado imprimirlas; son como un breve análisis de las
que recibieron con anterioridad, para que conserven cuidadosamente un ejemplar de las mismas en sus
casas respectivas; así podrán leerlas de vez en cuando y ponerlas al alcance de los Hermanos que
necesiten recordarlas 435.
... Antes de dejar su puesto de trabajo, echen Vds. una mirada a su alrededor y miren con cariño a ver si
se queda alguna oveja que quiera huir y apartarse del querido rebaño que el Señor me ha confiado,
435
Circulares a los Hermanos, 29 de Agosto de 1849, pp. 95-96.
233
aunque no lo merezca. Si encuentran, aunque no sea más que a una que quiera escaparse, corran tras ella
y tranquilícenla si tiene miedo; cárguenla sobre sus hombros en el caso de que no pueda caminar: esto les
asemejará al Pastor divino de nuestras almas.
Sí, queridos Hermanos;traigan con Vds. a ese Hermano que es la imagen de la oveja de la que acabo de
hablar. Ha tenido la desgracia de desilusionarse del seguimiento del Señor, a pesar de que esa carga es
dulce y ligera. Hace como los israelitas que echaban de menos los ajos y cebollas de Egipto, y como la
mujer de Lot, que volvió la mirada hacia una ciudad maldita, en la que habría perecido también ella de no
haber huido. Recuérdenle que Dios, viendo que estábamos expuestos a perdernos en el mundo, nos
aconsejó también que huyéramos de él y que, después de haberle abandonado, no le dedicásemos ni
siquiera una mirada. Traten de convencer a ese Hermano infiel de que yo le recibiré con auténtica
bondad; de que seguiré estimándole como un padre; de que, durante el retiro, le llevaré, como a las otras
ovejas del rebaño, a los pastos del Señor, ayudado por la gracia divina y fortalecido por los sacramentos.
Si, en adelante, permanece en el rebaño de Dios, estará a salvo de las fauces del león infernal; así
aprenderá a desconfiar más de él, al haber sufrido con excesiva frecuencia sus dentelladas.
Quizá me digan Vds., queridos Hermanos, al cumplir con una obligación inspirada por el amor: 'Hemos
buscado alrededor de nosotros a la oveja extraviada y lo que hemos encontrado con dolor del alma ha
sido un falso Hermano, que, con suma malevolencia e ingratitud, como lobo rapaz con piel de oveja, ha
intentado perjudicar a la Congregación. ¿Qué hay que hacer con semejante persona?'. Animarlo al
arrepentimiento de su pecado y perdonarlo, conforme al ejemplo y al mandamiento de Jesucristo. Yo
tengo ya los brazos abiertos para recibirlo y la cabeza inclinada para darle el beso de paz. Quizá se me
diga que ese Hermano es una oveja apestada, como lo prueba, sin duda alguna, su conducta. En ese caso,
queridos Hermanos, lo sentiría mucho y me encontraría en una situación verdaderamente comprometida,
¿Qué le sucederá si lo rechazamos? Su desgracia será enorme; dejarle que continúe en el rebaño es
exponerse a que contagie a las otras ovejas y que eche a perder a esos pobres niños que le han
encomendado en una escuela y que son como los corderos del rebaño de Jesucristo, ¿Qué habrá que hacer
con ese pobre Hermano, Ha que (imaginando una suposición) esperamos, por la misericordia de Dios,
que no se encuentre en nuestro Instituto? Traerlo al retiro para intentar la curación de su alma, aunque no
podría permitir que siguiera en la Congregación un religioso sospechoso de ser una oveja apestada.
Al comunicar a sus alumnos que tienen que ausentarse para asistir al retiro, explíquenles en qué consiste
este santo ejercicio; díganles que los seglares tienen más necesidad de él que los religiosos;
recomiéndenles que recen por el éxito del suyo, ya que Dios ama y escucha la oración de los niños
inocentes.
Sus alumnos notarán los hermosos frutos de su retiro, queridos Hermanos, si lo hacen Vds, bien, ya que
serán más pacientes y celosos para vigilarlos en la iglesia, para cuidar de ellos en las clases y dirigirlos
por los caminos de la virtud, al mismo tiempo que los van instruyendo en los conocimientos de los
programas de enseñanza primaria. La parroquia en la que Vds, están destinados, también saldrá ganando
con su retiro, ya que su comportamiento será más ejemplar; harán el bien allí con más entusiasmo para
agradar a Dios y con un auténtico amor al prójimo, La vida retirada y ejemplar que lleven en ella será
testimonio de que son realmente religiosos y que se puede confiar plenamente en Vds. Así lo han dado a
entender, escogiendo maestros religiosos y no seglares. Yo mismo, queridos Hermanos, y los dignos
colaboradores que me ayudan a 'llevar la pesada carga de ser Superior, experimentaremos más que nadie
los benéficos influjos que la gracia del retiro produzca en sus almas. Esta esperanza me anima en medio
de mis penas y de mis continuos trabajos. Sí, queridos Hermanos, si perseveran en la gracia de Dios,
cumplirán muchísimo mejor todos sus deberes y nadie se me quejará de su comportamiento, antes bien,
sólo recibiré alabanzas. ¡Dios mío!, qué dulce es este pensamiento para mi corazón y qué apropiado para
aliviarme de las fatigas del gobierno de la Congregación" 436.
***
436
Circulares a los Hermanos, 6 de Agosto de 1854, pp. 188-191.
234
En la medida de lo posible, el Fundador visitaba todos los años a los Hermanos destinados a las
parroquias. Estas visitas le llevaban mucho tiempo y, a la vuelta se encontraba con mucho trabajo
atrasado. Pero las visitas producían su fruto. Todos estaban contentos de poder verle, de charlar con él en
particular, aunque no fuera más que unos breves momentos. Nunca sabremos todo el bien que hizo a sus
religiosos con estas visitas. Servían para mantener la observancia de la Regla en las casas. Allí donde no
había paz entre Hermanos, él la restablecía. Las clases marchaban mejor. Los ánimos que daba a
profesores y alumnos producían sus frutos.
Vamos a transcribir el Informe de su última visita, hecha en 1864; "... Este año he tenido, queridos
Hermanos, la satisfacción de visitar cierto número de casas. En general, puedo afirmar que he encontrado
las cosas tal y como deseaba encontrarlas. Se lo he agradecido a Dios, especialmente, al ver que todos los
Hermanos gozan de buena salud y trabajan con mucho interés; también al ver la acogida afectuosa que
me han dispensado tanto ellos como sus dignísimos párrocos. Por lo observado durante esta visita, tengo
que darles, queridos Hermanos, algunos avisos importantes sobre la enseñanza y los alumnos Como me
resulta imposible hacerlo todo en esta carta, me limito a lo siguiente:
Vigilen a sus alumnos, como maestros religiosos que son, para arrancar de ellos el mal, en cuanto
aparezca; para apartar los peligros en cuanto empiecen a constituir una amenaza; para ayudarles a que
practiquen la virtud y eviten los defectos propios de su edad; vigilen la oración, la puntual asistencia a la
escuela y a la catequesis, a los oficios, a los sacramentos; vigilen para que se dé un comportamiento
correcto en la iglesia; vigilen para alejarlos de las malas compañías, las conversaciones peligrosas, los
modales groseros, las acciones escandalosas, los libros y folletos que puedan pervertir sus costumbres o
hacerles perder la fe; vigilen siempre, si es posible inventando mil trucos para no perder de vista a los
alumnos. La policía tiene sus agentes e informadores, ¿por qué no pueden tener también Vds., además de
los vigilantes de clase, que deben ser prudentes y piadosos, personas discretas que ejerzan la vigilancia de
los alumnos y les informen sobre su comportamiento, Sin duda alguna, corresponde a los padres antes
que a nadie, esta vigilancia; pero ya sabemos que, ; desgraciadamente, la mayor parte de los padres y
madres (adoran a sus hijos y difícilmente admiten sus fallos) cuando se les avisa. Finalmente, conviene
que sus alumnos aprendan por propia experiencia que Vds. los ven siempre, ya estén presentes o
ausentes; no conviene que sepan de dónde proceden los informes comunicados por otras personas. Los
muchachos que no se sienten vigilados, en general ni son formales ni practican la virtud; en consecuencia,
pueden llegar a tener Vds., queridos Hermanos, más de un problema en las clase, si no ejercen sobre sus
alumnos una vigilancia que, en mi opinión, tengo que recomendarles para mayor gloria de Dios y bien de
los alumnos de sus escuelas.
He tenido también la satisfacción de visitar a algunos de nuestros Hermanos que desempeñan la hermosa
y digna tarea de trabajar en las parroquias y escuelas de canto, tanto en París como en otras grandes
ciudades. He quedado muy contento de los estupendo informes que sobre ellos me han dado los Rvdos.
Sres. Párrocos y otros eclesiásticos de los lugares donde trabajan estos buenos y ejemplares Hermanos. A
pesar de las penas que experimentan en sus ocupaciones, que, con frecuencia, resultan penosas, están muy
contentos: Los admiran también, al ver que consagran con fe su juventud y su vida al cuidado de los
altares. Esto hace que recibamos muchas peticiones de Hermanos sacristanes. 'Dichosos, ¡oh, Señor!', dice el profeta-, 'los que viven en tu casa; ellos te alabarán por toda la eternidad'. Y añade: 'Señor, he
amado la hermosura de tu casa; que no se pierda mi alma con los impíos'" 437.
1° En una de estas visitas del Fundador, un Hermano joven encontró ánimos y consuelo. Estaba en una
situación difícil de definir con claridad. Atormentado por temores sobre su vida pasada, obsesionado día
y noche por tentaciones de todas clases, incapaz de darse cuenta de lo que le pasaba atacado fuertemente
de escrúpulos, no sabía lo que era la paz del alma. Lo único que deseaba era morir, antes que ofender
gravemente al Señor y, a pesar de sus sufrimientos quería morir en el Instituto. Después de exponerle su
situación al Superior, éste le dijo: "Alégrese, querido Hermano alégrese. El demonio le tienta, le
437
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, pp. 448-451.
235
atormenta, pero no le vence Fíjese cuánto está Vd. mereciendo para el cielo. Piense que cada vez que
resiste a una tentación rechaza al demonio; se alista bajo la bandera de Jesucristo. ¡Cuántas victorias y por
consiguiente, cuántos méritos ganados a diario!".
2° Un Hermano deseaba salir de la Congregación para entrar en la venerable orden de los Padres
Cartujos. Expuso extensamente los motivos que le parecían válidos para ingresar: en aquel Instituto. El
Fundador le escuchó atentamente diciéndole a continuación: "Querido Hermano, no me gustaría
oponerme a los designios de Dios sobre Vd. ni llevarle la contraria en este asunto; pero, según lo que me
acaba de exponer, no veo que sean convenientes sus pretensiones. No se olvide de este dicho; 'Un hombre
casado por segunda vez, siempre echa de menos a su primera mujer'. No tengo más que decirle". El
Hermano no insistió y murió en la Congregación.
Relaciones con quienes habían salido de la Congregación
Cuando un Hermano que había salido de la Congregación recuperaba sus mejores sentimientos, reconocía
su falta o se había comprometido en el servicio militar, continuaba dándole consejos, sí no podía recibirle
de nuevo en la Congregación; obraba de la misma manera, cuando, dada la situación, aquél ya no podía
volver a ella. ¡Cuántas cartas encontramos en su correspondencia en las que, después de haberle hablado
al culpable sobre sus errores, inconstancia o apostasía, le anima, le consuela, le dice que, después de
haber fallado en su vocación, al menos, debe vivir como buen cristiano, indicándole el medio de hacerlo!
No podemos pasar adelante sin transcribir varios párrafos de cartas de algunos de estos descarriados.
Toulouse, 30 de Abril de 1853
Querido Padre,
Nunca jamás llegaré a quererle como Vd. me quiere. Porque, ¿qué padre muestra a su hijo una ternura y
una bondad semejantes a las suyas? ¿Qué padre habría hecho por mí lo que Vd. hizo, mientras permanecí
a su lado?... Querido Padre, deseo de todo corazón que Dios le conserve la salud y que pueda disfrutar de
muchos y felices años".
X...
***
"Viry, 25 de Diciembre de 1854
Reverendo Padre,
El mismo respeto, el mismo agradecimiento, el mismo amor filial que me movieron siempre a enviarte
mis mejores deseos, son los únicos motivos que me impulsan otra vez más a pedirle que siga creyendo
que los sentimientos más afectuosos, el agradecimiento más profundo harán palpitar siempre mi corazón,
al pensar que formé parte de sus hijos en Jesucristo.
¡Qué recuerdo, a la vez tan agradable y doloroso el mío!... ¡Qué desgraciado el hombre que se deja vencer
por la inconstancia! El religioso que se siente verdaderamente unido a su vocación y que la ama
sinceramente es, sin duda alguna, un hombre mimado por Dios... Perdone, querido Padre, si termino mi
carta bruscamente; es que no tengo fuerzas para continuar escribiendo".
D...
***
... He dado clase al regimiento, durante ocho meses y, cuando el general sub-inspector ha pasada revista,
nos ha visitado. Se puso tan contento, al ver cómo iba, que dijo al comandante que jamás había visto una
escuela tan bien dirigida como la del 58... Para recompensarme el comandante me ha ascendido a
sargento... He aquí un motivo más para agradecerle todo el bien que me ha hecho Vd... Lo conservaré
siempre en mi corazón, allá donde me encuentre y en cualquier situación que me toque vivir.
Gaude Célestin" 438.
438
Sobre este sobrino nieto del H. Gabriel, cf. Positio, p. 24, nota 92.
236
***
"La presente puede que le extrañe un poco; su finalidad es traer a su memoria bondadosa y paternal a uno
de sus hijos, pobre huérfano, que Vd. recogió primeramente, y que después se llamó Hermana Fulgencio.
La última vez que tuve la satisfacción de verle fue en Belley, donde estuve acompañando a mi madre en
sus últimos momentos. Ahora, que me siento perdonado, me arrodillo ante Vd., como en otros tiempos,
cuando le abría el secreto de mi conciencia, y quiero pedirle que acepte mi profunda gratitud por todo el
bien espiritual y material que me han hecho Vd. Y la Sagrada Familia. Siento mucho no haber
perseverado en mi vocación; seguro que sería más feliz que aquí, aunque, gracias a Dios, no me puedo
quejar; de todos modos, en el cuerpo de aduanas, si uno no tiene recomendación, no es fácil mejorar de
categoría... 439.
Rey, cabo".
***
"Annecy, 30 de Diciembre de 1863. Soldado
...Sí, querido Padre; me resulta agradable llamarle así todavía, con este nombre tan querido para mí, a Vd.
que me 'educó y que, durante tantos años, me dio hermosos ejemplos de virtud. Reciba el cariño y la
amistad que le profeso y le profesaré durante el resto de mi vida.
Paso a contarle, como haría un buen hijo con el mejor de los padres, todo lo que me ha sucedido, desde
que tuve la desgracia de salir del Instituto de la Sagrada Familia...
... No sé qué decirle, Reverendo Padre, de mi vida militar. Seguro que le resultará fácil comprender que
no me agrade en absoluto una ocupación que hago únicamente porque tengo que hacerla. No, no me gusta
y todavía me va a tocar aguantar mucho, a causa de la comida y de las maniobras, que hacemos dos veces
por día y con un frío espantoso. Pero lo que menos me gusta, es la mala compañía en la que me veo
obligado a vivir. Pobres gentes que sólo tienen en la boca palabras impías, desvergonzadas o blasfemas.
Reverendo Padre, jamás habría creído que los hombres pudieran ser tan perversos y estar tan llenos de
maldad".
***
"2 de Noviembre de 1859
1ª. Carta al H. Alberto.
No, querido Hermano, no se esconda tanto de mí. Creo que puedo ayudarle más de lo que a Vd. le parece.
Grábese bien esto en la cabeza: soy incapaz de hacerle daño, ya que le recibí, cuando Vd. era un niño, le
he formado, he sido su Superior mucho tiempo y voy a morir pronto, circunstancia que me impide hacerle
ningún daño. No quiero para los otros lo que no me gustaría para mí. Seguiré amando a cuantos fueron de
los míos y me llamaron Padre, a pesar de su mal comportamiento e infidelidad. Si puedo hacerles algún
favor, lo haré como cualquier padre; toda la vida seguirá siendo Vd. mi hermano querido. Así lo haré
siempre que pueda, créame.
Es cierto que le he reprendido duramente, al comienzo de esta carta, pero sólo Vd. va a leerla. Esta
reprensión pretende únicamente hacerle recapacitar, ayudarle a que se arrepienta y se ponga en paz con
Dios, a quien tiene que servir con suma fidelidad en el mundo, si quiere que El cuide de Vd. y no le
abandone, como a tantos desdichados apóstatas que han terminado su vida desgraciadamente" 440.
439
Esta carta y la siguiente son de Francisco Rey (ex-Hermano Alberto), nacido en Avressieux en 1827, ingresado en la
Congregación en 1842, profeso en 1843 y salido el 15 de Septiembre de 1859. El H. Federico publica también dos
cartas del H. Gabriel al mismo.
440
Cf. el texto íntegro de esta larga carta en Cartas, XIII, pp. 127-128.
237
***
"16 de Noviembre de 1859
Al Sr. Rey, Querido Hermano,
No voy a extenderme tanto en esta carta como en la anterior, donde le hice cuantos cargos creí. que
necesitaba. Los ha aceptado bien y esto me ha alegrado mucho. llega siempre un tiempo en que los
hombres se desilusionan de las cosas y vuelven a la verdad y a la justicia. Así lo espero de Vd. No es que
haya sido un buen religioso, pero creo que será un buen cristiano. Ojalá merezca esta gracia; pediré al
Señor que se la conceda. ¡Pobre Hermano!, el futuro le enseñará lo que le tiene reservado. En cualquier
caso, siempre terminaré diciéndole que Vd. hizo mal en abandonar el refugio donde pasó su infancia,
donde tenía paisanos, amigos y un Padre, que, que a pesar de los disgustos que en más de una ocasión me
dio, le quería mucho. ¿Qué ha ido a buscar? Creo que amarguras y disgustos. Aunque todavía no le hayan
llegado, no dude de que le llegarán; entonces dirá Vd.: 'Si lo hubiera sabido...'.
Bueno, querido Hermano, me ha afectado mucho nuestra separación. Ha llegado, precisamente, cuando
yo creía que nuestros lazos fraternales iban a robustecerse de tal modo que jamás llegarían a romperse.
Desgraciadamente, hay que esperar cualquier cosa en este mundo lleno de inconstancia, de cambios y de
vicisitudes" 441.
***
(...) En su carta me dice que su Congregación corre el peligro de disolverse... No contribuya Vd. a ello.
Por el contrario.. haga cuanto pueda para sostenerla, de modo que no tenga nada de qué arrepentirse ante
Dios... Ya me conoce y sabe que soy sincero... No puedo aceptar que me diga que no ha hecho votos con
seriedad. A Dios no le gustan las medias tintas y cuando se trata de votos o se hacen con seriedad o no se
hacen. En cualquier caso, los votos comprometen. Me parece que los que ha hecho Vd. no tienen que
estorbar a su salvación. Como es creyente, estoy convencido de que conseguirá las gracias necesarias para
poder cumplirlos" 442
***
"16 de Enero de 1861
A. M., soldado en el 58° Regimiento de combate,
2° Batallón, 6ª Compañía,
en Narbonne (Aude).
Querido Celestino, Estoy tan molesto con Vd. a causa de su salida de la Congregación, que había
decidido no tratarle ya nunca más; sin embargo, como veo que Vd. quiere guardar todavía algunas
normas de educación conmigo, me creo obligado a contestarle a la carta que me escribió Vd. con motivo
del Año Nuevo.
Le agradezco los deseos y votos que formula en mi favor. Quiero creer que son sinceros, bien sea porque
somos parientes, bien porque Vd. recuerda lo que hice en favor suyo y que me habría gustado seguir
haciendo; sólo que ya no puedo, en el sentido material del término, fuera de los límites de mi
Congregación, de la que Dios me ha hecho Padre y Superior. No obstante, esté seguro de que los
disgustos que me dio con su salida no han sido obstáculo para que le desee lo mejor, tan ardiente y
441
Cartas, XIII, p. 130.
442
El H. Federico no cita más que un poco de la larga carta (cf. ,. 127- Cartas, XVI, pp. )74-176) que el H. Gabriel escribe a este
ex-novicio (Cipriano de los Santos Boudes, Hermano Santos, nacido el 1 de Noviembre de 1833, ingresado en el
Instituto el 23 de Noviembre de 1858 y salido el 15 de Septiembre de 1859. Entró en los Padres Doctrinos de
Marsella, adonde va dirigida la carta.
238
profundamente como Vd. lo ha hecho. Si Dios me escucha, gozará de inmejorable salud, no dejará de
practicar sus deberes religiosos y militares, tendrá siempre presentes y pondrá por obra los sanos
principios que traté de inculcarle, conservará la fe, que le iluminará y mantendrá en medio de las
dificultades que le rodean por todas partes, no leerá nunca nada contra la pureza, la fe y la religión, huirá
con terror de los lugares de perdición a los que, con frecuencia, los jóvenes soldados se ven arrastrados y
donde pierden la virtud y contraen, de ordinario, enfermedades vergonzosas y repugnantes, que terminan,
más pronto ó más tarde, por ocasionarles la muerte, después de haberles hecho sufrir muchos dolores y
pesares, acompañados de lágrimas yeso si no les toca pedir limosna de puerta en puerta. Guárdese de los
peligros que le digo.
Para librarse de ellos, desconfíe de su debilidad y de los camaradas corrompidos y libertinos. Recuerde
sus primeros compromisos religiosos. No omita nunca sus oraciones de la mañana ni de la noche.
Levante su corazón con frecuencia al Señor, especialmente cuando presienta ocasiones de peligro y
pecado. Encomiéndese a la Virgen todos los días, recordando que un auténtico siervo de María no puede
perderse; ve siempre encima algún objeto de piedad en su honor. Asista a la misa del domingo, siempre
que te sea posible. No va nunca en pecado. Confiésese, cuando cualquier cosa inquiete su conciencia. El
sacerdote, cuando confiesa, acoge siempre con bondad extraordinaria, al soldado. Evite las malas
costumbres que tenga y corríjalas, cuanto antes, ya que pueden perjudicarle mucho ante Dios y de cara a
su porvenir. Sea humilde, cosa que te engrandecerá ante Dios y ante los hombres. Piense que ha sido Dios
mismo quien le ha dado este consejo por medio de mí, que le estimo y deseo su felicidad. No conseguirá
Vd. esa dicha, querido hijo, más que practicando las virtudes y los deberes cristianos.
No se persuada, como tantos otros lo hacen, de que el militar no puede ser buen cristiano, que no se
puede cumplir con las obligaciones en ese género de vida; se puede cuando se quiere. Como en cualquier
estado de vida, también en la vida de los militares ha habido santos. San Sebastián, patrono de
Belleydoux, mi parroquia de nacimiento, era militar. Le diré más, nació en Narbonne, donde está su
cuartel. Me ha impresionado este pensamiento. La vida de este santo militar realmente hermosa. No tuvo
miedo de confesar públicamente su fe; y como animaba a los cristianos de su tiempo y llevaba los
consuelos de la religión a la cárcel, el emperador le hizo apedrear, hasta el punto de creer que el santo
había muerto. Una mujer piadosa se llevó el cuerpo a su casa para enterrarlo, pero, cuando estaba allí,
volvió a la vida y no le dio miedo presentarse de nuevo ante el emperador pagano y confesar otra vez su
fe en Jesucristo. Le dijo el emperador: 'Hola, Sebastián, creí que habías muerto'. El santo respondió con
energía: 'He vuelto a la vida, Señor, para echar en cara a Su Majestad los crímenes que comete,
condenando a muerte a los cristianos'. Vea, querido hijo, cómo este santo, en honor del que hay una
iglesia en Narbonne, donde se conservan algunas reliquias suyas, se santificó en el ejército. El 20 de este
mes se celebra su fiesta; invóquele piadosamente para que le consiga la gracia de ser bueno y de
santificarse en la vida militar. ¿Por qué no ha de poder hacer Vd. lo que hicieron también otros santos
militares, como San Jorge, San Víctor, etc.?
Supongo que, cuando Vd. decidió hacerse militar perseguiría algún fin. No creo que haya sido el de gozar
de más libertad, de poder dedicarse a los placeres que una juventud ciega e insensata busca con culpable
avidez, no encontrando en ellos más que perdición, miseria y muerte. No me hago tampoco a la idea de
que haya ingresado Vd. en el ejército solamente para defender a la patria. Y, sin embargo, ése es su deber,
ya que se ha hecho militar; le aconsejo que lo haga con entera fidelidad. Creo que el motivo que le ha
impulsado a abrazar esta carrera, de la que podría haberse librado fácilmente si se hubiera dedicado a la
enseñanza, ha sido ir ascendiendo en el Ejército para procurarse un buen retiro. No voy a criticarle por
ello, pero le diré que no piense que va a ascender si no es por su buena conducta y la estima de sus jefes,
respetándolos, sometiéndose a sus órdenes y evitando merecer cualquier clase de castigo. Actitud de todo
soldado sensato y honrado. También debe Vd. comprender, querido amigo, que si, con la instrucción que
tiene, no asciende en el escalafón, no sería consecuente consigo mismo y sufriría la vergüenza de no
haber conseguido sus propósitos. En tal caso, en vez de quejarse de sus jefes, deberá quejarse de Vd.
mismo. Espero que no olvide estos pensamientos y que no me escriba sino cuando haya tenido un
ascenso. De donde habrá de concluir que su silencio no me va a agradar mucho, ya que sería señal de que
Vd. continuaba siendo soldado raso. Haga lo posible para cambiar de ideas y recuerde que Dios no le
239
bendecirá ni Vd. llegará a ser nunca nada si no es sensato. Entonces, echará de menos el hábito religioso,
pero ya no le será posible llevarlo, precisamente porque su conducta no ha sido buena. Puede que esto le
parezca duro, querido amigo; sin embargo, son palabras de un amigo: espero que lo comprenda.
Siguiendo su primera vocación, que jamás debería haber abandonado, podría haber servido muy bien a la
sociedad, educando a los jóvenes y formándolos en la piedad y en las buenas costumbres. Lo que hacía
tiempo atrás puede Vd. seguir haciéndolo ahora en su regimiento. Si se porta bien, puede ayudar a
aquellos soldados sobre los que Vd. tiene alguna influencia, a evitar el pecado. ¿No puede Vd. instruirlos
y encaminarlos al bien? Ellos y sus jefes le apreciarán más y esto le atraerá las bendiciones divinas y
contribuirá a algún ascenso. No sabe cuánto se lo deseo. Sea Vd. otro San Sebastián; aunque no muera
mártir por la fe, sea mártir de las pasiones que los jóvenes como Vd. experimentan en todo su vigor... No
pierda de vista, querido amigo, que el hombre ocioso vive casi siempre en la impureza y en el vicio; un
hombre así no recibe las bendiciones de Dios. Igualmente ¡qué difícil le resultará llegar a ser alguien en la
vida! Ame, pues, el trabajo; en primer lugar, el suyo profesional; en segundo lugar, aquél que le pueda
proporcionar algunos beneficios y, finalmente, el de su propia formación.
Debido al interés que siento por su alma, le recomiendo que jamás lea libros impíos o inmorales, ya que
con ellos se perderá irremediablemente. Vd. es joven y siente, como todos los demás, la fuerza de las
pasiones; decláreles la guerra; en caso contrario, experimentará la desgracia de embrutecerse poco a poco
y verá que las consecuencias son espantosas. No deje de rezar ni de asistir a misa los domingos, sin faltar
nunca a ella, a no ser que le sea absolutamente imposible hacerlo por exigencias de su servicio o por
disposición de sus jefes. No es tan raro encontrar hermosas virtudes, escondidas bajo el uniforme militar,
realidad que deberá notarse en Vd., a quien le formaron en la virtud desde muy niño" 443.
Circulares
"He leído con mucho interés la circular que Vd. ha dirigido a sus queridos Hermanos; los consejos que les
da están llenos de sabiduría y prudencia, que constituyen la fuerza de una Congregación.
El futuro de un Instituto depende de la acertada selección de sus miembros. Dios bendecirá sus propósitos
y ayudará sus esfuerzos,' Vd. va a llenar nuestras escuelas y asilos de almas' piadosas y abnegadas. El
porvenir depende de la educación 1, que se dé a las nuevas generaciones; todos y cada uno de nosotros
hemos de trabajar, según nuestras fuerzas, para mejorarlas. ¡Felices aquellos que, como Vds., disponen de
los me" lores medios para conseguirlo!
J. de Fontenay" 444.
***
"Virieu-sur-Bourbre, 25 de Abril de 1853
Muy Reverendo Padre Superior,
Su circular del 25 de Agosto ha sido ejemplar para mí, así como las anteriores, que Vd. ha tenido la
amabilidad de enviarme, desde que tenemos la suerte de contar con Hermanos de su Congregación 445.
Brunaz".
***
443
La extensión de esta carta, que el H. Federico no dudó en publicar íntegra, constituye un elocuente testimonio en favor del
afecto que el H. Gabriel sentía por aquel sobrino nieto (cf. nota 92, p. 24 de la Positio) y, en general, por cuantos
habían salido de la Congregación y querían aprovecharse de la dirección espiritual del H. Gabriel. Los cambios de
persona, que pueden notarse en las formas verbales en determinados momentos, pueden obedecer al H. Federico o al
original del H. Gabriel, escrito, quizá, en diferentes momentos.
444
El señor de Fontenay era el Presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl, en Autun, donde los Hermanos de la
Sagrada Familia dirigieron un Internado para Huérfanos, desde 1847 a 1853. La correspondencia activa y pasiva con
este señor es muy hermosa.
445
Tuvimos una escuela en Virieu-sur-Boubre (Isère) desde 1851 hasta 1903.
240
"31 de Agosto de 1863
Pero, encontrándome a punto de marcharme para tomar algunos días de descanso, he preferido esperar
para hacerle presente mi gratitud y también para poder decirle algunas cosas sobre su escrito. Lo he leído,
Reverendo Padre, con aprovechamiento y satisfacción. Después de leerlo, aunque, naturalmente, respeto
el designio o secreto de la acción de Dios sobre Vd., siento que no ocupe el puesto que le corresponde en
nuestros púlpitos cristianos y en nuestros confesonarios. Ya sabe Vd. lo que quiero decir. Dios podría
destinarle a otra misión, a un apostolado de otra clase...
Rvdo. Dumax,
Vicario de Nuestra Señora de las Victorias, París" 446
***
"1 de Septiembre de 1859
Gracias, muchas gracias por los excelentes consejos que da Vd. a sus Hermanos. Claro que son
apropiados para hacer el bien a cuantos los lean. Los encuentro llenos de la sabiduría que le orienta en sus
actos de gobierno, que admiro cada día más.
Rvdo. Párroco de Mayres" 447.
***
"Autun, 9 de Septiembre de 1863
... su circular, con enseñanzas sobre la meditación, la preocupación por ser obediente, el santo temor de
Dios y otras muchas cosas útiles, no sólo para sus Hermanos sino también para todos cuantos vivan en
comunidad; yo también me aprovecharé de ellas. Me ha impresionado lo que cuenta sobre un joven
Superior que se perdió de un modo lamentable por no haber mantenido la vigilancia sobre sí mismo y
haberse dedicado a la lectura de libros que ni tan siquiera debería haber tocado con sus manos. Hay que
ver a qué cosas se encuentra uno expuesto, a pesar de las muchas gracias recibidas, cuando le falta la
buena voluntad, aunque tenerla, cueste.
G. Ganier, sacerdote".
Asuntos varios.
En los últimos años de su vida, el H. Fundador tuvo que mar la voz contra los abusos introducidos en las
visitas que se hacían los Hermanos de casas vecinas entre sí. Estas visitas se apartaban de la finalidad
primera para la que habían sido establecidas. La caridad y la moderación dejaban bastante que desear en
algunas casas, aparte que había sitios donde las visitas eran excesivamente frecuentes.
Algunos antiguos Hermanos Directores y algunos sacerdotes no podían por menos de ver aquello con
disgusto, por los gastos superfluos que se originaban y porque no podían aprovechar espiritualmente a los
Hermanos. Sin embargo, nuestro buen Padre, al mismo tiempo que las criticaba con dureza en las
instrucciones de los retiros, evitaba, prudentemente, mencionar lugares o personas, pero todos sabíamos
que reprendía ásperamente en particular a los culpables. Un día que un Hermano Director le decía que, al
hablar siempre en general, podía sospecharse tanto de los inocentes como de los culpables, le respondió:
"Yo no he tenido la intención de hablar de su casa. Ciertamente, hay sitios donde las visitas se hacen en
contra de lo dispuesto en la Regla y agradezco sinceramente a los sacerdotes que me avisan. Ellos desean
lo mejor para nosotros y, si las visitas les parecen mal, es señal de que no conservan ya el buen espíritu
446
El H. Federico repite aquí lo que ya había citado: cf. nota 428.
447
Los Hermanos de la Sagrada Familia dirigieron la Escuela Parroquial de Mayres (Ardêche) solamente un curso escolar, 185859.
241
que deberían tener. Aunque no puedan intervenir, en absoluto, no por eso dejan de ver con toda claridad
los perjuicios que sufren los Hermanos, ya sea por las faltas contra la caridad en las palabras, ya sea por
los excesos en las comidas".
***
6. En otra ocasión, Juana, la criada había salido. El Hermano Elías, ayudante de cocina, sólo tenía diez
centavos para comprar lo necesario y hacer un plato de verduras. Se fue a la huerta del señor Duplâtre,
hijo, (que vivía cerca de la Cruz de Santa Catalina). Sólo estaba la madre. Le pidió que le diera las hojas
de remolacha que pudiera por diez centavos. Nos cuenta el Hermano: "La buena señora me dio tan pocas
que me resultaba imposible poder preparar el plato que quería, pero no sabía cómo decírselo. En esto,
llegó el señor Duplâtre hijo, que era, además, el propietario. Al parecer, había oído nuestra conversación
desde el interior de la casa. Me recibió con mucha amabilidad, le dijo a su madre que me devolviera los
diez centavos, él mismo recogió las hojas de remolacha y me dio una buena cantidad, añadiendo que, ya
que nos encontrábamos bastante mal de dinero, podía venir y recoger hojas cuantas veces lo necesitase.
He de decir que, aunque sin abusar, aproveché el permiso concedido. Aquella buena viuda, que, sin duda
alguna desconocía nuestra situación, no puso ninguna dificultad".
***
7. Después de la revolución de Febrero de 1848, el Fundador tuvo que prestar nuestro comedor para que
se celebraran en él algunas reuniones populares, presididas por el señor Roselly-Mollet. Esta
condescendencia del Superior produjo, como consecuencia, un apaciguamiento en los espíritus de
aquellos hombres extraviados e imbuidos de falsos principios contra las congregaciones religiosas. Las
canciones nocturnas, las amenazas y pedradas contra las ventanas fueron desapareciendo poco a poco.
Realmente no ocurrió nada censurable en aquellas reuniones que, por entonces, recibían el nombre de
clubs. Un día, alguna persona, mala o malintencionada, hizo llegar al presidente una notita, pidiéndole su
opinión sobre las congregaciones religiosas. El señor Mollet respondió, más o menos, lo siguiente: "Hay
que distinguir; entre las congregaciones religiosas las hay que en nada benefician al pueblo y, en
consecuencia, son enemigas de la República; y luego hay otras, que son amigas de las clases humildes y
que se dedican a la educación de los niños. A éstas hay que defenderlas y la que nos ha dejado esta sala,
en la que nos encontramos reunidos es, sin duda alguna, de estas últimas". Y, dejando de lado la cuestión,
pasó a otro asunto. La persona mencionada más arriba no volvió a insistir.
***
8. Habiendo sabido confidencialmente que dos Hermanos Directores salían de casa con frecuencia, sin
auténtica necesidad y con perjuicio de la regularidad, el Fundador fue a la ciudad donde vivían, sin avisar
antes. Se dirigió inmediatamente a las dos casas, a una hora en que ambos tenían que estar en ellas. Los
dos pájaros habían volado. Comprobada la falta, se volvió inmediatamente a Belley, desde donde les
reprendió ásperamente. Aquella visita, totalmente inesperada, y el precipitado regreso les enseñaron que
nada escapaba a la vigilancia de su Superior y les sirvieron para enmendarse.
***
9. Todos los Hermanos que alguna vez acompañaron al Fundador en sus viajes, fueron testigos de la
fidelidad con que cumplía las prescripciones de la Regla en aquellas circunstancias. Dentro de lo posible,
cumplía con los ejercicios de piedad a la hora fijada; incluso hacía el ejercicio de la culpa, viajando en
diligencia; claro que todo con discreción, es decir, sin respeto humano pero también sin ostentación
alguna.
242
***
10. Ya hemos hecho notar con alguna frecuencia que, en las dificultades que se suscitaban al tratar con
las autoridades, a pesar de que reprendía severamente a los Hermanos si es que habían faltado al respeto o
a las formas de educación, sin embargo, los disculpaba lo mejor C;:'le podía, a no ser que los errores
cometidos fueran claramente de ellos solos. Ahora bien, si llegaba a la conclusión de que habían sido
objeto de calumnias, aquel buen Padre no transigía en absoluto; los defendía hasta las últimas
consecuencias.
Determinado Hermano sacristán había sido acusado. de coger dinero de las colectas que él mismo hacía
en la parroquia. El Fundador, que conocía perfectamente a aquel Hermano, no aceptó en modo alguno, la
petición de cambiarlo que le fue dirigida. He aquí una carta dirigida al párroco, con respecto al caso (...)
448
.
***
12. Otro Hermano pidió algo justo y razonable al Ayuntamiento, que se lo concedió. Esta petición no
lesionaba los derechos del señor:.., aunque pudiera molestarle y contrariarle un poco. Por lo demás, le
había dicho anteriormente que aquello lo necesitaba. El Hermano fue acusado, dos días más tarde, de
haber perdido la confianza de los fieles de la parroquia, por haber tomado parte en la oposición contra el
párroco. Aquello era falso, ya que en la parroquia no se sabía nada de nada. Y menos se sabía aún que
quería presentar al ;Hermano como sospechoso de inmoralidad, añadiendo que pronto saldría a la luz
pública lo que todavía sólo era una sospecha. Había que cambiar, pues, al presunto culpable y llamar a
Belley inmediatamente, sin darle explicaciones. El Fundador intuyó una oscura maniobra en aquel caso.
Estando seguro de que aquel Hermano, ya de edad madura, no le había engañado, le contó todo lo que
sabía, pidiéndole que, a su vez, le dijera con absoluta franqueza toda la verdad y cuáles podrían ser las
causas de semejantes acusaciones. Habiendo hablado el Hermano con claridad y, contando además con
informes de los superiores eclesiásticos del acusador, que afirmaban que toda la culpa era de éste, el
Fundador le comunicó que el Hermano continuaría en la parroquia, según le habían aconsejado los
mismos a quienes habían consultado. Poco tiempo después, el delator, que con motivo de este asunto, se
había indispuesto con el Ayuntamiento, se vio obligado a cambiar de residencia por orden de sus
superiores.
***
13. No admitía, sobre todo en los comienzos del Instituto, que un Hermano, del que le habían llegado
quejas, se excusase con exagerada vehemencia. Menos aún admitía las quejas frecuentes e inoportunas.
Un sí o un no sinceros era lo que más le agradaba. Un Hermano muy joven había recibido una carta llena
de reproches. Creyendo obrar bien y sintiéndose herido en su amor propio, se extendió largamente por
escrito, según manifestó él mismo. Después de su larga carta, esperaba recibir de su Superior algunas
palabras que sirvieran para cicatrizar la herida insignificante que le habían infligido. En vez de una carta
le llegó una respuesta por medio de un Hermano Director. Era la siguiente: "He recibido, hace unos días,
una carta del Hermano X. Haga el favor de decirle que no me ha agradado en absoluto. Cuando uno es
culpable, sólo hay que decir: 'Es verdad, tengo que corregirme'; bien: 'No es verdad' y se acabó".
***
14. Los Hermanos que vivían solos, casi todos jóvenes, en virtud de las razones enumeradas, vivían más
448
El H. Federico no tuvo tiempo de copiar la carta de la que habla (y a mí no me resulta fácil localizarla entre (¡las 9.000!); en
consecuencia, el espacio correspondiente ha quedado vacío.
243
expuestos y con más peligros que los otros; de ahí que los cuidaba más que a los demás. Le resultaba
francamente agradable encontrar en el párroco a un verdadero guía espiritual del Hermano joven. En esa
circunstancia, permitía que éste hiciera la oración de la mañana, la meditación y la oración de la noche
con el señor cura. Desgraciadamente, pocos sacerdotes aceptaron colaborar en este modo de practicar la
Regla, a pesar de los buenos resultados que de él se derivaban. (...).
***
16. Cuando no podía visitar todas las casas, señalaba un lugar equidistante, en el que pudieran reunirse
los Hermanos de los pueblos próximos. Allí, antes o después de un intercambio general, cada uno de ellos
podía reunirse con él en particular, durante algunos momentos. Esta práctica daba excelentes resultados,
porque, en especial, los Hermanos más jóvenes, sentían la necesidad de confiar a un amigo fiel sus
dolores y alegrías, sus éxitos y fracasos; también sus penas interiores para recibir luces, consejos y
consuelos, sobre todo aquellos que, por vivir solos se encontraban más a merced de sí mismos.
***
20. La fiesta de la Sagrada Familia, que se celebra todos los años, al finalizar el retiro, tenía un encanto
particular para el H. Gabriel. Siempre la clausuraba con hermosas iluminaciones en el patio. Durante
algunos años, la gente podía estar en la parte baja del jardín. Pero, como también acudían algunas
mujeres, le dijeron que había quienes no veían bien aquello y que se sentían molestos por su presencia.
Nuestro querido Padre, que lo había autorizado sólo para hacer un bien y dar gusto a quienes se lo habían
pedido, dijo: "No creía que hubiera nada malo en ello, pero ya que Vds. piensan que se pueden seguir
algunos inconvenientes y molestias para determinados Hermanos, no lo volveremos a hacer. Siento que
no me lo hayan dicho antes". (Capítulo) Sesiones de 1861; Pero, como era una persona prudente, puso fin
a las cosas sin brusquedades; aquel mismo año, las gentes sólo pudieron permanecer en el jardín durante
la cena de la Comunidad; en lo sucesivo, la costumbre fue desapareciendo paulatinamente.
Instrucciones del Fundador sobre diversos asuntos y que pueden servir en parte para su biografía 449
"Si los religiosos son criticados, incluso cuando obran bien y aunque sean santos, ¿no lo serán más y con
razón, si St que tienen espíritu mundano? Es importante, pues, queridos Hermanos, para nuestra paz
interior y nuestra salvación, honra de nuestros padres y del Instituto al que pertenecen que cumplamos lo
mejor posible nuestros votos.
La vida religiosa ha sido fundada por inspiración divina. Guiada de modo especial por Dios, ha llegado a
ser cuna muchos santos". ¡Estado sublime, refugio sagrado de virtud, camino seguro de perfección,
imagen viva del cielo en donde el hombre existe sólo para Dios y en Dios!
Debemos amar nuestro estado. ¿Cómo no estimar un género de vida, al que Dios mismo nos ha llevado
de la mano, en el que gozamos de tantos medios de salvación, en el que encontramos defensa contra los
peligros de un mundo pervertido y del que esperamos salir solamente para ir a gozar la felicidad eterna?
Debemos amar entrañablemente nuestra vida; por me, de la profesión religiosa se ha convertido en
nuestra riqueza, en nuestra familia y herencia; de ahí que debamos sentir un gran interés, estimar mucho
cuanto la favorezca. Pensemos que el modo más auténtico y profundo de apreciar el estado consiste en
cumplir fielmente nuestros deberes, observar exactamente las reglas, desempeñar las obligaciones que
nos exija, mantener las santas tradiciones en él establecidas y las prácticas saludables en él mantenidas..."
450
.
Infidelidad a los votos.
449
De esta última parte tenemos también el borrador; el título II va además la frasecita "que podría servir para", puesta entre
corchete
450
Circulares a los Hermanos, 29 de Agosto de 1849, pp. 99-101
244
"El voto es una promesa deliberada, hecha a Dios para honrarle; hay que cumplir los votos hechos, bajo
pena de pecado, es decir, que se hace uno reo de una culpa muy grande, si se quebrantan en materia
grave. La infidelidad a los votos religiosos, hechos en una Congregación, aprobada por el Papa y los
Obispos, tiene, de ordinario, consecuencias fatales y deplorables. La historia nos lo demuestra.
¿Qué es un religioso infiel a sus votos y a su vocación, queridos Hermanos? Un monstruo de iniquidad y
de ingratitud ante Dios al que ofende; es un desgraciado que vende su alma al diablo y que resiste a su
conciencia, que le acusa constantemente de su infidelidad. El religioso quiere ahogar la voz de su
conciencia, pero ella le grita, cada vez con más fuerza: 'Tú has quebrantado tus votos; has perdido la
gracia de Dios, eres su enemigo; sólo mereces sus castigos, no eres ya digno del cielo. Y ¿qué le pasa en
el mundo a aquel a quien han visto quebrantar sus votos y abandonar su hábito? Se ríen de él, lo
desprecian; ya sólo verlo molesta a quienes lo conocieron antes en una Congregación; a menudo, le
niegan los puestos y trabajos que pide para ganarse la vida. Ya no inspira confianza. Razones suficientes
tiene este desgraciado para gritar: '...mis días mejores ya pasaron, no experimento los encantos de la vida
religiosa; sólo me queda el pesar de haberme hecho indigno de ellos a causa de mi traición'" 451.
El religioso debe seguir su vocación pase lo que pase.
"Por el voto de estabilidad nos hemos comprometido a perseverar en la Congregación. Mientras dure ese
voto, no podemos, por propia decisión, y sin quebrantarlo, salir del Instituto ni pensar en ello bajo ningún
pretexto, ya que así está determinado.
Pensar en dejar la vocación es ofender a Dios a quien nos hemos consagrado; es despreciar nuestro estado
y el Instituto al que pertenecemos; es dar señales de una gran inconstancia; es exponer la propia
salvación. Si no conseguimos santificarnos aquí, ¿podremos hacerlo más fácilmente en el mundo, al que
Dios ha maldecido y en el que todo son peligros y escocollos? Sean estables y firmes, queridos
Hermanos, en el camino del Señor, amen este género de vida más que otros: que no pueda aplicárseles lo
que dice la Escritura: 'Es propio de insensatos ser tan cambiantes en su modo de obrar como la luna en
sus fases'. Para animarse, recuerden los primeros años de su vida religiosa; ¡cuántos consuelos
experimentaban entonces!; ¡qué piadosos, entregados, fervorosos y edificantes eran Vds.! Constituían una
esperanza tan grande para la Congregación que; llenos de entusiasmo decían: 'Esta es la comunidad que
yo he escogido para mi descanso; en ella fijaré mi morada'. ¿Y quién podrá turbar su serenidad en el santo
estado que Vds. han escogido? Solamente la inconstancia, el demonio, padre de la mentira, que vendrá a
seducirlos y a decirles, como dijo al Salvador, mostrándole el mundo: 'Todo esto te lo daré, si,
postrándote ante mí, me adoras'. Pero él les engañará si Vds. no le responden del mismo modo que lo
hizo Jesucristo; si no lo hacen así, dejarán de saborear las dulzuras de la vida religiosa; el mundo, del que
habían huido con tanta presteza, volverá a ser su morada habitual; ¡tremenda falta de lógica!
La mayor parte de Vds., queridos Hermanos, son todavía ,muy jóvenes; la voz de la antigua serpiente les
engañará en seguida, si no se defienden contra el espíritu del mal y enemigo de la virtud.
Desgraciadamente, hemos visto más de una vez a personas consagradas dejar el hábito religioso para
convertirse, a continuación, en una cruz para sus padres, en escándalo para sus conocidos y en una
desgracia para su comunidad.. ¡Que el Señor nos libre de semejante apostasía! 452.
Al aproximarse el retiro, entremos seriamente dentro de nosotros mismos, queridos Hermanos, y,
siguiendo el ejemplo de los santos, preguntémonos desde lo más profundo de nuestra conciencia: ¿Para
qué me ha creado Dios? ¿He cumplido bien, hasta este momento, el fin para el que me trajo al mundo?
¿Para qué he ingresado en la vida religiosa? ¿Para mandar o para obedecer? ¿Para salvarme o
condenarme? A la hora de la muerte, ¿me gustaría haber vivido como estoy viviendo? He sido llamado
para educar a la juventud: ¿lo estoy haciendo con interés? Tengo que ser un ángel visible para los niños,
¿no me habré convertido en un demonio para ellos? ¿No les habré escandalizado, en vez de darles buen
ejemplo? He sido llamado a adornar el lugar santo, a cantar en él las alabanzas divinas, a ayudar a los
sacerdotes en las ceremonias litúrgicas, ¿cómo he realizado unas tareas tan santas que deberían
451
Circulares a los Hermanos, 29 de Agosto de 1849, pp. 100-101.
452
Ibid., pp. 113-114.
245
desempeñar solamente los ángeles? ¿No me mueven deseos mundanos, después de haberme consagrado a
Dios por medio de mis votos religiosos? ¿Por qué? ¿Aprobará Dios esto el día del juicio? ¿Cómo vengo
confesándome este año? ¿Qué me dice la conciencia sobre mis pensamientos, deseos, palabras, acciones
y omisiones? ¿Y sobre mi vida pasada? ¿Cuál es la causa de que no experimente las dulzuras propias de
la vida religiosa y del servicio de Dios?" 453.
Penitencia para ir al cielo.
"La inocencia o la penitencia son los dos únicos medios para entrar en el cielo. Como ya no conservo la
inocencia, pues la he perdido, es indispensable que practique la penitencia; pero, ¿cuándo? Desde ahora
mismo, porque no sé si viviré mañana o el año próximo. Pero para ello, ¿será necesario que, en adelante,
viva a pan yagua, comiendo sólo raíces, como los santos anacoretas, o que vaya a enterrarme en una
Trapa...? Lo cierto es que no me van a dar la salvación a menor precio que a los santos, que la compraron
con su vida inocente o penitente. ¿Me condenaré si no hago penitencia? Sí, y no hay cosa más cierta que
ésta. Pero, entonces, ¿qué tengo que hacer para estar en paz con la justicia divina a la que he ofendido? Se
impone renunciar al pecado; dominar las malas costumbres adquiridas; pelear continuamente contra mi
orgullo y contra las demás pasiones; crucificar la carne, sometiéndola en todo momento al espíritu; en
último término, tengo que luchar decididamente contra mí mismo y cumplir con la mayor exactitud
posible los mandamientos de Dios y de la Iglesia y las Reglas de la Congregación a la que pertenezco. Me
costará mucho vivir así. Pero, ¿dudaron, acaso, los mártires en derramar su sangre por Jesucristo, con el
fin de salvar su alma? Además, ¿no es suave y ligero el yugo del Señor, cuando uno lo lleva con fe y
amor? La conciencia es un terrible juez al que hay que responder continuamente. Nos persigue en todas
partes, repitiendo día y noche: '¿Por qué has hecho eso?'. Y si se calla, su silencio es peor aún, ya que
significa la condenación" 454.
Las malas lecturas.
"En 1852 (¿1822?) uno de nuestros antiguos alumnos, al que su profunda piedad impulsaba a la
perfección, entró en una comunidad religiosa para consagrarse a Dios en ella. Dos años después de su
profesión, fui a verle al monasterio donde vivía. Era dichoso y daba hermosos ejemplos de piedad y
observancia regular a sus Hermanos y conocidos. Yo mismo le tuve por un religioso santo y lo era
efectivamente. Los Superiores de la Congregación no tardaron en ponerlo al frente de una casa
importante que estaban fundando en Francia. Los comienzos fueron estupendos; el joven Superior
continuaba siendo piadoso, activo, trabajador. Todo marchaba bien y las autoridades de su Congregación
se felicitaban por haberle confiado aquella responsabilidad. Sin embargo, su alegría se cambió bien
pronto en tristeza.
La casa que acababan de comprar tenía una biblioteca llena de libros, entre los cuales, sin que nadie lo
advirtiera, había algunos malos. Queriendo poner en orden todos aquellos libros, que estaban a su
disposición, el nuevo Superior dio con algunos que contenían el veneno de la inmoralidad y de la
impiedad, teniendo la desgracia de leerlos. Estas lecturas lo pervirtieron rápidamente, llevándole a
renunciar al santo estado, en el que había vivido con tanto fervor. y alegría.
En 1825, algunos años después de que el Señor me hubiera concedido la gracia de poner los cimientos de
la Congregación, a pesar de mi indignidad para ello, fui enviado por Mons. de Chamon, Obispo de SaintClaude, a un pueblecito, del que guardo un excelente recuerdo y que se encontraba cerca de la ciudad
episcopal. Estaba un día explicando el catecismo a los alumnos en la iglesia, lugar donde quería el
párroco que tuviéramos esta hermosa y santa práctica, cuando; de repente, apareció por el fondo de la
iglesia, el joven del que acabamos de hablar. Al verle, me puse pálido de la impresión recibida, ya que los
vestidos que llevaba y su mirada esquiva indicaban que ya no era de Dios ni amaba el cumplimiento de
sus obligaciones. Momentos después, me pude convencer de que no me había equivocado.
Cuando terminó la catequesis, entré en la sacristía, adonde acudió al instante. Me eché a llorar, al verle
tan cambiado y, al oírle decir que yo era feliz por conservar aún la fe y los principios religiosos, que tenía
453
Circulares a los Hermanos, 3 de Agosto de 1852, p. 158.
454
Ibid., p.159.
246
desde joven. 'Respecto a mí, -me dijo-, no creo en nada'. Yo le respondí: 'Lo he visto con toda claridad,
cuando, al entrar en la iglesia, ni tomó agua bendita ni se puso de rodillas para adorar, al menos un
instante, a Dios presente en el Santísimo Sacramento del altar. También lo he notado en el modo
mundano que tiene de vestirse, con el cual ha sustituido neciamente el hábito religioso, que tanto le
honraba a Vd'. 'Tiene razón' -me dijo-. Estaba de acuerdo en que los libros perversos, antes mencionados,
le habían pervertido de tal manera y conducido a tales desórdenes que no se atrevía ni siquiera a
mencionarlos. Tras haber probado el ,veneno de aquellos malos libros, había encontrado que el yugo de la
religión era excesivamente pesado y se lo había sacudido de encima, huyendo del monasterio, donde
reconocía haber pasado días hermosos y felices, que echaba de menos.
Mientras me contaba estas cosas, yo no dejaba de llorar. Intenté que se arrepintiera, hablándole de la gran
bondad de Dios y de su misericordia infinita con los pecadores y recordándole la maravillosa parábola del
hijo pródigo; le ofrecí, finalmente, hacer gestiones personales para conseguirle el perdón de sus
Superiores, de modo que pudiera volver al monasterio para reparar allí los desórdenes cometidos, hacer
penitencia y volver a ser feliz donde antes lo había sido. Pero, aunque su corazón se sintiera conmovido
por mis palabras, todo fue inútil. De repente, me agarró la mano y se marchó diciéndome: 'Adiós, Vd. es
más feliz que yo; he llegado a la incredulidad y, si de verdad hay infierno, estoy seguro de que iré a él'.
Poco tiempo después, me escribió para decirme que sus padres, irritados por su apostasía, no habían
querido recibirle en casa ni tenerlo ya por hijo y que su huida del monasterio le había acarreado el
desprecio de todos sus conocidos; que maldecía el día en que aquellos libros le habían corrompido el
alma y el corazón; que, si mis oraciones podían convertirle, vendría pronto a ingresar en nuestra
Congregación. Pero el veneno de los libros malos había contagiado su alma totalmente y el abuso de la
gracia le había atraído la indignación divina. Continuó llevando una vida desordenada vivió errante por el
mundo, donde, según mis noticias, murió como un miserable. Así castiga Dios, de ordinario, a aquel que,
habiéndose consagrado en la vida religiosa, abandona su profesión sin motivos serios. Se convierte en
una cruz para su comunidad y sus padres, y en escándalo para cuantos le han conocido.
Vean, queridos Hermanos, adonde conducen, en realidad; el olvido de nuestro fin, el abuso de las gracias
y las malas lecturas, tan abundantes en nuestros días. Los protestantes las divulgan profusamente ahora y,
cuando no pueden venderlas, las regalan, distribuyéndolas por todas partes, incluso en los pueblecitos
más pequeños y apartados. Prohíbanse Vds. la lectura de esos libros perversos, ideados por el demonio,
padre de la mentira. Eviten que caigan en manos de sus alumnos. Hagan lo mismo con los impresos
obscenos, las canciones eróticas y folletines de ciertos periódicos que ni siquiera Vds, pueden leer. Esta
guerra abierta contra los malos libros, queridos Hermanos, será provechosa para las familias y la religión;
tendrá su mérito y será recompensada por Dios, ya que habrán combatido Vds. el buen combate, llevando
en la mano la antorcha de la fe, que el Señor ha querido entregarles para guiarlos por el camino del cielo"
455
.
Un retiro provechoso.
"Al mismo tiempo que les doy algunos avisos paternales en esta carta, al invitarles a los santos ejercicios,
les recomiendo, queridos Hermanos, que eviten cuidadosamente recibir en vano la gracia de Dios. Es
muy importante para todos nosotros hacer bien estos ejercicios: puede ser que, antes de los próximos,
hayamos tenido que presentarnos ante Dios para recibir la sentencia sobre nuestro eterno destino.
Lo cierto es que desde toda la eternidad, Dios ha preparado, entre todos los tesoros de su gracia, estos días
para nuestra salvación y santificación; también podemos afirmar que no hay retiro que no tenga sus
gracias especiales; que todo se puede esperar y nada se puede temer de unos ejercicios bien hechos, así
como que todo puede temerse, si los vivimos con indiferencia y descuido. Queridos Hermanos,
convénzanse de que hay un gran numero de santos en el cielo, que deben su salvación a un buen retiro,
como también hay muchos que se condenaron y fueron arrojados al infierno, por haber descuidado tan
excelente medio de salvación. No duden de que alguno de ellos será el último para nosotros. Si fuera éste
al que los convoco a Vds., ¿cómo les gustaría haberlo hecho, si se encontrasen en el momento de la
455
Circulares a los Hermanos, 15 de Agosto de 1853, pp. 166-169.
247
muerte? Háganlo así, sin más; no guarden nada en su conciencia que pueda inquietarlos; no busquen otra
recompensa que Dios mismo; comprendan, cada día más, la vaciedad de las cosas humanas y hagan
cuanto puedan para ponerse en aquel estado de alma en que querrían encontrarse cuando les llegue la
muerte. Si lo hacemos así, la Santísima Virgen, cuya gloriosa Asunción celebramos en el día de hoy,
querrá interceder por nosotros y abrirnos la puerta del cielo. ¡Que Dios nos conceda esta gracia!" 456.
Huida del mundo y alejamiento de él.
"Vivan alejados de los acontecimientos que se suceden unos a otros en la continua agitación del mundo;
no se dejen llevar por la curiosidad de saber qué es lo que pasa en él ni de enterarse de los chismes que se
cuentan, porque no les interesan. Preocúpense, más bien, de la vida eterna y de los mejores medios para
pasar santamente el poco tiempo que nos queda aún. Para ello, luchen continuamente contra el demonio,
únanse a Dios lo más íntimamente que puedan mediante su gracia; manténganse vigilantes, oren,
acérquense fervorosa y frecuentemente a los sacramentos, no pierdan nunca de vista al Señor invisible
que pesa todas nuestras acciones en la balanza de su justicia y prefieran hablar con El a hacerlo con los
hombres, ya que, frecuentemente, tendrán que arrepentirse de haber tratado con éstos, a no ser que sean
personas eminentes por su piedad y sus virtudes y que Vds., siguiendo el consejo del sabio, hayan medido
siete veces sus palabras, antes de hablar" 457.
Nuestros estudios.
"Queridos Hermanos, las ciencias profanas ilustran el espíritu, pero no saben regular el corazón. No
estudien para ser sabios, sino solamente para adquirir los conocimientos necesarios a su profesión de
educadores de la juventud. Pongan especial interés en conocer la ciencia de los santos, que pueden
encontrar en la Sagrada Escritura y en los libros espirituales recomendados por nuestra Santa Regla; este
estudio es imprescindible. Recuerden que siempre es provechosa la lectura de las vidas de los santos,
porque resulta imposible leerlas, sin que surja en nosotros el deseo de imitarlos. Además, al contarnos lo
que los santos hicieron, su vida nos enseña lo que hemos de hacer nosotros. Lean, queridos Hermanos,
sobre todo en el libro de su conciencia; los conocimientos que nos ofrecen los otros libros son inútiles, si
no somos grandes expertos en éste.
Uno de los fines principales de nuestro Instituto es la educación de los niños en la escuela primaria.
Cultivemos inteligente y cuidadosamente esta hermosa parcela, que nos han confiado en el campo del
Padre de familia, porque es de sumo interés para el porvenir de la Iglesia y de la sociedad. La instrucción
y la educación son dos cosas que se confunden con frecuencia. Por ello, me veo en la obligación de
pedirles que expliquen a los niños la diferencia que hay entre ellas; de este modo les predisponen a
estimar las acertadas y útiles lecciones que Vds. puedan darles sobre la educación.
Por sí sola la instrucción no basta para formar a un hombre honrado, a un ciudadano, a un verdadero
cristiano. Hay que añadir a todo ello la educación, es decir, hay que enseñarle a encauzar su conciencia y
sus costumbres y proporcionarle a la vez, luces y fuerzas, que le ayuden poderosamente a cumplir sus
deberes para con Dios, para consigo mismo y para con sus semejantes" 458,
El nuevo Guía.
"Queridos Hermanos, esta Regla es la herencia más hermosa que puedo dejarles a Vds. Practíquenla con
fidelidad y experimentarán la alegría de una paz profunda. Por una hermosa coincidencia, se publica el
día en que conmemoramos la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, la
promulgación de la Ley Nueva del Evangelio y la fundación de la Iglesia. ¡Ojalá nos anime a todos este
Espíritu de amor y nos haga dignos de sus preciosos dones; ojalá podamos morir por nuestra santa
religión! Sin embargo, esta gracia no se concede ni a los tibios ni a los flojos, ni tampoco a aquellos que
no tienen el valor de vencerse en cosas pequeñas ni de hacer el más mínimo sacrificio por Dios.
Ahora, queridos Hermanos, yo ya he cumplido la misión que me encomendó la Providencia. Me alegraría
456
Ibid., p. 184.
457
Circulares a los Hermanos, 30 de Julio de 1856, p. 242.
458
Ibid., pp. 244-245.
248
mucho haberlo hecho como se lo merecen Dios, la religión y Vds. Lo que sí puedo afirmarles es que ésa
ha sido mi intención. He trabajado con entrega total, sin respeto humano, esforzadamente, afrontando las
dificultades, convencido de que los hombres no pueden nada contra aquel a quien Dios protege. Pronto se
va a acabar mi vida, me voy acercando al sepulcro, que me revela la vanidad de todas las cosas humanas;
estoy próximo al momento crucial en que tendré que rendir cuentas de mi vida y de las incontables
gracias que el Señor me ha concedido. También tendré que responder a todas las personas que confió a
mi responsabilidad y a las que, desgraciadamente, no he sabido dar siempre buenos ejemplos;
humildemente les pido perdón a todos. Si San Pablo, después de haber predicado a los otros, temía ser
condenado, ¿qué no habré de temer yo, que soy tan imperfecto? Queridos Hermanos, ¡cuánta necesidad
tengo de sus oraciones! Les pido, que, como hijos que son, recen por mí. La oración, digámoslo una vez
más, ha sido la piedra angular de nuestro Instituto; será también una de las columnas más fuertes para
mantenerlo en pie" 459.
En Dios está nuestro origen. A El hemos de volver.
"No perdamos nunca de vista, queridos Hermanos, las enseñanzas que nos vienen de Dios y de quienes El
ha encargado que nos instruyan y dirijan por el camino de la salvación. Sobre todo, no olvidemos que
venimos de Dios, que es El quien nos ha colocado en este mundo y que nos conserva la vida para
conocerle, amarle, servirle y así conseguir la vida eterna. Venimos de Dios, luego a El hemos de volver,
por que es nuestro fin. Propongámonos ir a El para merecer poseerle eternamente, después de haberle
servido en esta vida: debemos tender diariamente hacia ese fin glorioso y conveniente para nosotros.
Debemos ir a Dios a través de nuestros deseos y acciones, haciéndolas todas para acercarnos más a El.
Sí, queridos Hermanos, hemos de practicar el bien e, incluso en las obras más insignificantes, tener la
intención de agradarle a Dios y de hacernos dignos de poseerle en el cielo, porque las obras más pequeñas
pueden proporcionarnos esa dicha, si las hacemos por Dios. Vamos a Dios, cuando le bendecimos tanto
en lo bueno como en lo malo. La necesidad que tenemos de El debe comprometernos a buscarlo con
sumo interés. Si nuestra alma es muy pobre en su presencia, se debe a que somos flojos en la práctica de
la mortificación, de la penitencia, de la humildad y de las demás virtudes importantes. Debemos ir a Dios
constantemente, no aflojando en la práctica de las virtudes ni en el cumplimiento de nuestros deberes.
Semejantes a una corriente de agua que va hacia el mar como hacia su centro, así debemos volver
nosotros a Dios que nos ha creado. Debemos proponérnoslo en el comportamiento general de nuestra
vida y en todos sus detalles. Igual que la corriente de agua que va hacia el mar no se detiene entre las
piedras ni las zarzas que encuentra, ni tampoco en los canales de metal o de piedra que recorre, ni contra
las riberas cubiertas de verde hierba y de flores, sino que atraviesa todos los obstáculos que parecen
estorbar su paso; de la misma manera tampoco nosotros, queridos Hermanos, debemos pararnos en el
camino que nos lleva a Dios: el demonio, el mundo y la carne, los contratiempos, los sufrimientos, en una
palabra, nada debe impedirnos la práctica de las virtudes que nos encaminan a Dios, nuestro supremo
bien. El agua parece que siempre está inquieta; se diría que murmura y se queja por encontrarse lejos del
mar. Si amásemos a Dios, no nos gustaría estar lejos de El y abandonaríamos con toda tranquilidad este
mundo de destierro para reunirnos, cuanto antes, con ese buen Padre. Estas disposiciones sólo las tienen
el cristiano y el religioso que viven santamente, cumpliendo el fin para el que Dios los ha colocado en
este mundo" 460.
Estado religioso, estado de paz.
"Hay un camino que, con su bondad infinita, Dios ha abierto para guiarnos hasta El con mayor seguridad
y facilidad y para vivir en este mundo con paz y tranquilidad. No todos los hombres pueden seguir este
camino, queridos Hermanos; sólo los humildes de corazón, los pobres que por propia voluntad lo dejan
todo y renuncian, incluso a sí mismos. El Señor ha concedido a tales almas privilegiadas esa gracia
insigne. Todos nosotros, queridos Hermanos, hemos escogido este hermoso camino, al abrazar la vida
459
Proclamación del Nuevo Guía, en Circulares a los Hermanos, 23 de Mayo de 1858, pp. 292-293. Y Nuevo Guía, pp. XXVIIXXVIII.
460
Circulares a los Hermanos, 24 de Junio de 1859, pp. 298-300.
249
religiosa. La mayor parte de los santos han encontrado en él la perfección, como pueden Vds.
comprobarlo, leyendo el santoral. La Iglesia ha estimado y animado siempre a las Ordenes religiosas, ya
que en ellas encuentra a sus hijos más piadosos y fieles y los adornos más hermosos de su corona. Dios,
que es el origen de las instituciones religiosas, ha inspirado sus fines y planes a aquellos que El ha
escogido para fundarlas, bajo su protección y para su mayor gloria. En estos santos trabajos, ¡cuántas
penas y dificultades no han tenido que soportar los piadosos Fundadores, de parte del demonio, de sus
secuaces e, incluso, de quienes, por el lugar que ocupan, deberían ser los primeros en animarlos,
ayudarlos y sostenerlos! y, a pesar de todo, han sido fundadas miles de instituciones religiosas, con
diferentes fines, constituciones, usos y costumbres; todas ellas, para procurar la gloria de Dios y su propia
santificación. Dios ha permitido que sufran persecuciones e, incluso, que, durante algún tiempo, hayan
sido derribadas por tierra, como ha pasado en diversas partes de la cristiandad; pero Dios, que ha
enriquecido a su Iglesia con estas piadosas instituciones, quiere que sigan adelante, a pesar del demonio y
de sus perseguidores. Ahí va una prueba impresionante de lo que acabo de decir.
En el período de sesenta años, se han fundado en la Iglesia católica, especialmente en nuestra querida
Francia, más Congregaciones religiosas que durante los dieciocho siglos precedentes. Nunca jamás el
catolicismo ha sido más fecundo que después que la Revolución desterró a las Congregaciones religiosas,
destruyendo monasterios, apoderándose de sus bienes, arrojando a los calabozos o arrastrando al cadalso
a los religiosos fieles a sus compromisos, de manera que podríamos decir, parafraseando a Tertuliano, 'las
piedras de los monasterios destruidos han sido, en cierta manera, semilla que ha producido una cosecha
del ciento por uno'".
Estado religioso, imagen del cielo.
"Sabemos que las Congregaciones religiosas deben ser imágenes del cielo, en donde reine una paz
perfecta, donde todos estén animados por los mismos sentimientos y una misma voluntad y donde todos
se amen mutuamente en su Creador. La dicha, la santidad, la salvación son también los bienes buscados
por nosotros, al abrazar la vida religiosa. Sepamos que nada de esto encontraremos si no vivimos el
espíritu de nuestro estado, si no estamos perfectamente unidos entre nosotros, si no descubrimos a Dios
en la persona de nuestros Superiores y si no guardamos la Regla, exacta y fielmente. Quizá digan Vds.:
'¿Y cómo podremos cumplir todo esto?, Lo conseguirán, queridos Hermanos, si alimentan a diario su
alma, meditando las verdades de nuestra religión, sobre todo, las tremendas consecuencias que se siguen
del pecado. También han de tener presentes los novísimos, tema que creo deben Vds. reflexionar. Estas
meditaciones han llegado hasta rebosar los conventos, ya que hicieron ver a muchas personas la inanidad
de las cosas de este mundo" 461.
La Congregación es nuestro tesoro.
Bienes que nos proporciona.
"Dice San Lucas que allí donde está nuestro tesoro allí también se encuentra nuestro corazón. La
Congregación ha de ser para nosotros nuestra riqueza en este mundo. Con un tesoro uno puede adquirir lo
que quiera; ¿no es esto lo que nos ocurre con nuestra comunidad? ¿No nos proporciona diariamente todo
lo que necesitamos en el campo espiritual y en el material, estando sanos o enfermos? Se ha
comprometido a ello, mientras seamos de los suyos, mediante los místicos clavos de los votos que hemos
hecho al Señor. Debemos permanecer en la Congregación toda nuestra vida, ya que solamente la mala
conducta o una infidelidad culpable pueden excluirnos de pertenecer a ella. Las tres cuartas partes de
seres humanos de la tierra no gozan de los mismos bienes que los religiosos; éstos no poseen riquezas
terrenales, pero no les falta lo imprescindible. La Providencia vela por ellos y los ayuda en sus
necesidades. En cuanto a la vida espiritual, pocas personas hay que disfruten de tantos bienes y riquezas
como los religiosos" 462.
Los pecados de un religioso.
461
Ibid., pp. 300-303; el H. Federico no ha transcrito el ejemplo del joven virtuoso (pp. 303-304) Y termina con el hermoso
párrafo del 8-300. amor al Instituto.
462
Circulares a los Hermanos, 24 de Junio de 1859, pp. 304-305.
250
"A ejemplo de nuestro divino Salvador, un religioso ha de intentar no cometer pecado alguno, ya que sus
pecados son más graves que los de las gentes del mundo y, si, además, llegan a conocerse, hacen mucho
daño a la religión, la deshonran y atraen sobre él mismo grandes males. Los pecados de un religioso son
más graves, porque tiene muchas más gracias para evitarlos y vive en un estado de santidad. Pertenece a
Dios, en su calidad de servidor oficial, de discípulo suyo, de hijo. Está consagrado a El mediante votos
religiosos; por el pecado, le abandona y se entrega a su enemigo. Con mucha razón, queridos Hermanos,
Nuestro Señor se queja de esto, cuando dice con tristeza: 'Si fueran sólo mis enemigos los que pecan, lo
sentiría menos; pero son los que se llaman mis amigos los que me ofenden'" 463.
Desgracia de los niños cuyo maestro vive en pecado mortal
"Aborrezcamos los pecados de nuestra vida pasada, compadezcamos a tantos pecadores, corrompidos por
sus vicios y pidamos en favor de aquellos Hermanos nuestros que tuvieran esta desgracia. Tanto para
ellos como para nosotros esto es un gran desastre; igualmente para los jóvenes a ellos confiados. Esta
situación tiene que dolernos mucho. ¿No es de lamentar realmente que su maestro sea un demonio? ¡Dios
no lo permita, porque el que comete un pecado se convierte en demonio! ¿Qué parroquia desearía a
semejante maestro al frente de sus jóvenes? Sus alumnos no descubrirán ni entrega ni bondad ni dulzura
ni amabilidad; por el contrario, sólo le verán nervioso y malhumorado, ya que no hay paz para el impío ni
para el pecador. ¿Podrá un maestro así acercarse a Dios o guiar a la juventud hacia Dios? No, en cuanto
se den cuenta de que este miserable vive en pecado, dirán con toda razón: 'Nos han engañado, nos han
hecho un flaco servicio. Se levantarán quejas bien fundadas y no tardarán en llegar a las autoridades y a
los Superiores de la Congregación, en el caso de que se trate de un religioso. En esas circunstancias, en
vez de ser causa de alegría para sus Superiores, les hará llorar frecuentemente, llenando su corazón de
tristeza. Les proporcionará también el amargo pesar de haber aceptado en su Congregación y en las tareas
educativas a una persona indigna de a ellas, a un verdadero castigo para las mismas" 464.
Los buenos religiosos, amigos de Dios.
"Por lo demás, queridos Hermanos, los buenos religiosos no tienen nada que temer; son amigos de Dios y
Este los protege en todo tiempo y lugar. ¿No es El quien da a todos el pan de cada día y quien ha creado
todas las cosas para todos? ¿No nos anima el dulce pensamiento de una buena muerte? El ha dado fuerzas
a los mártires, en medio de las persecuciones y sufrimientos...
Decía nuestro divino Salvador a su Padre, refiriéndose a los judíos que le condenaron a muerte: 'Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen'. Como El, pidamos también nosotros, queridos Hermanos, por
aquellos que quieren hacer desaparecer a las Congregaciones religiosas, porque tampoco ellos saben lo
que hacen. No les demos ocasión de queja con nuestro modo de proceder. Si, a veces, se encuentra cizaña
entre el trigo bueno y falsas virtudes entre las auténticas, hagamos que eso no se dé entre nosotros. Sólo
eso bastaría para avivar la crítica de los enemigos de la religión. Con que tuviéramos una pequeña motita
en el ojo, ellos con el microscopio de la falacia la harían aparecer del grosor de una viga" 465.
Nuestra clausura.
"Piensen, queridos Hermanos, que Vds. no se encuentran al abrigo del claustro, defensa poderosa contra
las seducciones del mundo.
Dios nos ha llamado, como a los misioneros, a trabaja, en el mundo. A no ser que tengamos que estar en
nuestra Casa Madre, desempeñando alguna tarea, uno no está bien; protegido sino durante el Noviciado y
en los retiros espirituales; también cuando uno enferma o ha llegado a viejo. Vds necesitan armas
poderosas para defenderse de los escollos que van a encontrar en el mundo, donde tienen que trabajar. Su
armas místicas son la moderación, la vigilancia y la fe. También les recomiendo, queridos Hermanos, que
sean siempre piadosos como verdaderos hijos de Dios, que tengan una conciencia recta y un porte
modesto, que sus conversaciones sean edificantes y una conducta conforme a la Regla. Con estos medios
463
Ibid., p. 310.
464
Ibid., p. 311.
465
Circulares a los Hermanos, 1 de Agosto de 1860, p. 338.
251
se mantendrán en pie, darán buen ejemplo a los fieles; para la juventud Vds. serán un regalo y, después de
haber merecido de la patria, irán al cielo a recibir la recompensa del Dios a quien sirvieron y amaron en
este mundo" 466.
Vigilancia de los Hermanos
"Para conseguir este fin, queridos Hermanos, uno de los primeros actos de gobierno de este año ha sido
pedirles a Vds., de modo especial y con mucho interés, la observancIa regular en lo espiritual y en lo
material. Esta regularidad, tan necesaria, constituye la gloria, el adorno, la riqueza, la hermosura, la fuerza
y la dicha de un religioso, al que le da, además, una gran paz interior: ¿hacen falta más motivos para
sentirse obligado a observarla con una fidelidad inquebrantable?
A pesar de las numerosas razones que tengo, queridos Hermanos, para creer que Vds. hacen bien todas
estas cosas, según la Regla y, en consecuencia, según Dios, mi deber me exige cerciorarme de ello, de vez
en cuando, ya se trate de su bien personal o del bien del Instituto. Nadie tiene que molestarse. Porque, ¿no
son las ovejas que mejor están vigiladas aquellas que no se extravían y que no caen en las fauces del
lobo? Aunque el deber me obliga a estar atento, no puedo ejercer esa vigilancia en todas y cada una de
nuestras casas; pero, confío en que el respetable señor cura Párroco y el querido Hermano Director de
esas casas sean dos centinelas clarividentes y dignos de sus responsabilidades. Impulsados por motivos
religiosos, los señores curas Párrocos, al fin de cada año escolar y en conformidad con el artículo 1.010
de nuestro Guía, me envían una carta certificada con un informe sobre el comportamiento de los
Hermanos que trabajan en sus parroquias. Yo les agradezco profundamente este acto de caridad fraterna.
Cada uno de los Hermanos Directores, sin otro móvil que el cumplimiento de su deber, debe también
mantenerme al corriente del comportamiento de los Hermanos que están con él. Tengo que decir que
algunos Hermanos Directores no han cumplido siempre este deber con aquella exactitud y puntualidad a
las que están obligados en conciencia" 467.
La vanidad, causa de la perdición del religioso.
"Terminamos, queridos Hermanos, con un ejemplo que puede enseñarles que deben ser Vds. buenos
religiosos, tanto interior como exteriormente, para no perder su hermosa y santa vocación ni ser objeto de
crítica en ninguna circunstancia.
Dos religiosos fueron un día al castillo de un noble para tratar asuntos de su casa religiosa. El aristócrata,
habiéndose, fijado bien en su hábito y en la manera de actuar de uno y otro, dijo a su esposa en privado:
'Me parece que uno de ellos no conoce bien todavía la vida religiosa o está a punto de abandonarla'.
Extrañada su esposa, le preguntó por qué decía aquello. El respondió: 'Lo deduzco de la diferencia que
hay entre la manera de vestir y de actuar de uno y otro'. Y tenía razón; aquel que más le había llamado la
atención salió al poco tiempo de su Congregación y volvió al mundo, donde fue objeto de general
desprecio" 468.
Hay que lamentar, cuando se cae en la relajación.
"Hemos de esforzarnos, queridos Hermanos, para perseverar hasta el fin en la vocación y en la práctica
del bien; porque, sin esa constancia, todo es inútil. Pidámosela a Dios todos los días y nos la concederá.
Por nuestra parte, mantengámonos vigilantes, examinemos con frecuencia nuestros progresos y, si en
alguna ocasión constatamos que nos hemos descuidado en la práctica de la virtud y en el cumplimiento de
nuestras obligaciones, oremos, lloremos, lamentémonos y no cejemos en nuestro empeño, hasta volver al
punto en que empezamos a desviarnos. Temamos las consecuencias funestas del deterioro, aunque sea
pequeño, del fervor y del espíritu de nuestro santo estado, Eso significa que el empeño empieza a
debilitarse y que se vendrá abajo si no remediamos pronto esa situación... 469
466
Ibid., pp. 347-348.
467
Circulares a los Hermanos, 1 de Enero de 1861, pp. 354-355.
468
Ibid., pp. 362-363.
469
Circulares a los Hermanos, 5 de Agosto de 1862, p, 387.
252
Recuerden, queridos Hermanos, que la exacta observancia de la Regla es la gloria, el ornato, la riqueza, la
fuerza, la hermosura, la dicha del religioso y su santificación, ¿Es que, acaso, necesitamos más razones
para animarnos a guardarla con toda fidelidad? Ojalá que estos avisos paternales les confirmen en el amor
que todos Vds, profesan indudablemente a nuestra santa Regla y les ayuden a cumplirla como les gustaría
haberlo hecho en la hora de su muerte" 470.
Espíritu de penitencia.
"Aprovecho la circunstancia de la muerte de nuestro Hermano para animarlos, queridos Hermanos, a que
se identifiquen con el espíritu de la Iglesia que nos invita, durante este santo tiempo de Cuaresma, a
honrar e imitar la penitencia que Jesús practicó en favor nuestro. Es duro trabajar en la instrucción y
educación de los niños. Los religiosos que, como Vds., se dedican a esta tarea, tienen que estar
preparados para las preocupaciones, disgustos y fatigas que les han de llegar. Unan, pues, a esto el ayuno,
recordando que tienen que dedicarse a la mortificación de un modo especial en estos días de penitencia,
privándose de todo cuanto pueda halagar sus sentidos y pasiones, Dediquen también más tiempo a la
oración y más aún a reflexionar sobre la Pasión de Nuestro Señor, que ha de ser el tema central de sus
meditaciones. Si se ven Vds. con defectos, declárenles la guerra, muriendo así al pecado y resucitando
con Cristo" 471.
"La carta que les mando hoy, queridos Hermanos, me brinda la ocasión de expresarles el deseo que tengo
de que todos nuestros Hermanos que trabajan como educadores, se esfuercen en perfeccionarse en el
conocimiento y la enseñanza de la Ortografía, la Caligrafía, la Aritmética, el Dibujo, la Historia y la
Geografía. Se lo exigen imperiosamente a Vds. su prestigio personal, el honor del Instituto, las
necesidades de los tiempos actuales. Serán Vds. muy culpables y dignos de reprensión si no aprovechan
este aviso; pero estoy seguro de que no va a ser así, porque tengo la certeza de que muchos de Vds.
estudian cuidadosamente las ciencias necesarias en su profesión. Les felicito y, si continúan por ese
camino, como les animo y aconsejo, gozarán de la estima de las gentes y de las bendiciones del cielo" 472.
El religioso no está libre del pecado.
"¡Qué culpables serán, queridos Hermanos, si su comportamiento no corresponde a su santo estado!; de
ser así, atraerán sobre Vds. las maldiciones del pueblo sencillo y Dios dejará de bendecirlos, aparte de
haber abusado de la confianza de la gente.
Soy bien consciente de que el estado religioso, aun siendo el más perfecto de todos, no libera del pecado a
quienes lo abrazan: pretender liberarse del pecado y de la debilidad humana, equivaldría a dejar de ser
una persona humana. Quizá, me argumenten Vds.: 'Nosotros no somos religiosos claustrados, tenemos
que vivir en medio del mundo, en el que presenciamos toda clase de escándalos y donde, más de una vez,
nos tienden lazos para seducirnos y perdernos'. Esto es bien cierto, queridos Hermanos, pero si Vds. se
mantienen en actitud de vigilancia y son personas modestas y amantes de su casa, el Señor les ayudará a
mantenerse en pie" 473.
El Hermano Marcelino.
"Especialmente durante su enfermedad, el Hermano Marcelino ha sabido apreciar las riquezas de la vida
religiosa. ¡Qué bien me atienden mis Hermanos en lo material y en lo espiritual! ¿Qué he hecho que no
hayan hecho otros para merecer tanto bien? ¿Qué haré para pagarle a Dios las muchas gracias con que me
favorece? 'Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor'. Con estos sentimientos
piadosos, queridos Hermanos, acostado en el lecho del dolor, este dignísimo Hermano pedía que le
llevasen la sagrada comunión jueves y domingos. ¡Cuántas veces le vimos, cuando aún le quedaban
algunas fuerzas, ir andando penosamente hasta la capilla para gozar de la alegría de ofrecerle allí a
470
Circulares a los Hermanos, 2 de Julio de 1864, p, 445,
471
Biografías de los Hermanos difuntos, H. Fernando muerto el 20 de Febrero de 1846, p. 8.
472
Ibid., H. Zacarías Bonnard, muerto el 26 de Abril p. 9.
473
Ibid., H. Mauricio Beaudé, muerto el 23 de Septiembre de 1851, p.17.
253
Nuestro Señor sus actos de adoración y pedirle las gracias que necesitaba!
Digamos de paso, queridos Hermanos, que con mucha razón decía el padre Baltasar Alvarez: 'Cuánta
suerte tienen los que viven en las comunidades religiosas, ya que, sin salir de casa, pueden recibir y
visitar, día y noche, al Señor en su templo: inapreciable ventaja que no tienen las gentes del mundo" 474.
La observancia de la Regla favorece la salud corporal.
"Queridos Hermanos, el Señor es dueño de nuestra vida; únicamente El tiene derecho a poner fin a la vida
corporal, vez, cuando quiera; sin embargo, nosotros tenemos que cuidarla razonablemente y no contribuir
a su deterioro. Los libertinos e impíos la destruyen con sus excesos y desórdenes, como la impureza, la
embriaguez, la ira, las noches de juego y las diversiones profanas y mandan a su cuerpo a la tumba,
incluso en plena juventud. Vds. no son, queridos Hermanos, personas que se suiciden así y que pierdan el
cielo, para el cual hemos sido hechos.
Sin embargo, y lo decimos con mucho pesar, hay entre Vds. quienes merecen una severa reprensión
porque acortan también su vida con otra clase de excesos de muy distinta índole que no vamos a
comparar con los citados anteriormente. Nuestra Santa Regla ha fijado las horas de levantarnos y de
acostarnos, el tiempo dedicado al trabajo y al recreo y cómo hay que actuar en la clase y en los demás
trabajos, Sin embargo, queridos Hermanos, hay quienes, desoyendo las prescripciones de la Regla,
perjudican gravemente su salud y acortan su vida. Por ejemplo, quienes hablan excesivamente en clase,
en vez de emplear la señal los que inclinan demasiado la cabeza y se apoyan mucho, al escribir los que
prolongan sus horas de clase y, después de haberse desgañitado, durante el día, atienden a los adultos,
hasta muy entrada la noche. Me gusta que enseñen el canto gregoriano a los niños, para que se aficionen a
formar parte del coro en los divinos oficios; pero algunos de Vds. cantan excesivamente, al dar esta clase,
en lugar de hacer que canten más los alumnos" 475.
Fidelidad a los votos.
"Estemos dispuestos, queridos Hermanos, a perder la vida, antes que quebrantar los votos y promesas que
hicimos al Señor. Lo hicimos para seguir la inspiración de Dios y por el bien de nuestra alma. Con toda
seguridad que esto desagrada al demonio y no hay por qué extrañarse, si, durante nuestra vida, vemos a
este espíritu maligno dar vueltas a nuestro alrededor para tentarnos y perdernos; se servirá de los
atractivos del placer, del brillo de las riquezas y de los honores; intentará que nos cansemos de nuestra
profesión y de nuestra vocación. Pero, la humildad, la oración, la vigilancia de nosotros mismos, la
mortificación de nuestras pasiones, la vida retirada, las frecuentes invocaciones a nuestros santos
Patronos Jesús, María y José, serán, queridos Hermanos, otros tantos escudos y armas con que
defendernos. Usémoslos, pues, con cuidado, y nuestra muerte será parecida a la del justo, como lo ha sido
la del Hermano Régis" 476.
(Hermano Jerónimo).
"El (Hermano Jerónimo) había sido formado en la vida religiosa por un hombre, del que la señorita des
Garets hace un estupento retrato: se trata del Hermano Gabriel, Fundador de los Hermanos de la Sagrada
Familia de Belley, cuyo nombre es, en estos momentos, desconocido por los hombres, a pesar de haber
sido gran santo. Francia, según nuestra opinión, entregada al mundo y al demonio, también siente por
todas partes la influencia de santos desconocidos, que hacen grandes obras y crean instituciones que la
Revolución querría destruir, ya que proporcionan al pueblo los beneficios de la educación y de la fe. Las
dificultades del Hermano Gabriel fueron enormes y su paciencia fue bien probada. Durante mucho
tiempo, sus esfuerzos resultaron inútiles y vio muchas veces cómo se venían abajo y cómo caían por
tierra sus primeros intentos. Muchas veces le abandonaron sus compañeros, desanimados por la vida de
pobreza que les ofrecía y por él..." 477.
474
Ibid., H. Marcelino Allamand, muerto el 23 de Febrero de 1853, p. 25.
475
Ibid., pp.27-28.
476
Ibid., H. Régis Bernard, muerto el 15 de Enero de 1855, p. 31.
477
Este último párrafo, que no concluye, parece revelamos la intención del H. Federico de completar, quizá, su antología de los
254
escritos del Fundador, con escritos sobre el Fundador, como éste, sacado de la biografía del H. Jerónimo, escrita por
la señorita Marta des Garets de Ars.
255
Descargar