44 LATERCERA Domingo 1 de mayo de 2016 Deportes Boxeo La pelea entre Cardenio Ulloa y Benito Badilla, librada en Antofagasta el 30 de abril de 1986 bajo una atmósfera de venganza, representó el duelo entre compatriotas más mediático de la historia del pugilismo chileno. Ayer sábado se cumplieron 30 años de aquella inmortal velada. Por Cristián Caamaño M. El combate de la revancha nacional “ Si puedo matarlo en el ring, lo haré”. La declaración de Benito Badilla, con ese sonsonete panameño que adquirió durante sus años en Centroamérica que tantos le reprochaban por ese entonces, pronunciada durante el pesaje previo al combate con Cardenio Ulloa, resonó fuerte en el hotel antofagastino, especialmente acondicionado para la ceremonia. Si algo le faltaba al púgil, que años atrás había fallado en su búsqueda de un título mundial al perder por nocáut ante Leo Cruz, para transformarse definitivamente en el deportista más odiado del país, era aquella declaración de guerra. A pocas cuadras de allí, bajo una expectación tremenda, pocas veces vista para un enfrentamiento en Chile, ambos pugilistas protagonizarían 24 horas después la denominada “pelea del siglo”, que representaba la revancha del combate que habían librado cinco meses atrás en Talcahuano. Pese al tiempo transcurrido desde el primer capítulo de este enfrentamiento, los recuerdos entre los aficionados seguían muy frescos. El triunfo, lleno de polémica y controversia, de Badilla, no había puesto fin a la rivalidad entre ambos pesos gallo. Al contrario, la había acrecentado hasta tal punto que había enfervorizado a los aficionados, en su mayoría simpatizantes del púgil oriundo de Puerto Varas, quien había quedado con el cartel de víctima tras lo ocurrido en la primera pelea. La revancha, programada en el Gimnasio Sokol de la capital de la Segunda Región, agotaría rápidamente los más de ocho mil boletos puestos a la venta. Todo lo que rodeó al primer enfrentamiento, antes, durante y después del pleito, sólo propició que el combate del 30 de abril de 1986 tuviese ribetes inéditos. Televisión para todo Chile, como si se tratara de un título mundial; una promoción digna de una pelea en Las Vegas; y un episodio propagandístico que se recordaría día a días desde el momento en que se decretó ganador a Badilla cinco meses antes. El recordado “stop, stop, pare, pare” del árbitro Luis Comte, instante clave del primer enfrentamiento, que provocó que Ulloa bajara los brazos -para algunos de manera imperdonable e irresponsable- y que Badilla, haciendo caso omiso a la instrucción del tercer hombre en el ring, lo conectara con un gancho que terminaría enviándolo a la lona para nunca más recuperarse, se convirtió en uno de los momentos deportivos del año. El audio de la transmisión de OO Imagen del segundo combate entre ambos púgiles, librado el 30 de abril de 1986 en el Gimnasio Sokol de Antofagasta. FOTO: ARCHIVO QQ Captura de televisión del célebre “stop, stop, pare, pare”, el momento en el que el juez Luis Comte trata de detener la primera pelea entre Badilla y Ulloa, en Talcahuano. FOTO: TV. TVN acabaría condenando al juez, sancionado por la Federación de Boxeo por su cometido y enterrado sicológicamente luego de que los otros árbitros lo desacreditasen públicamente. Haberse olvidado en el peor momento posible del micrófono que llevaba en la solapa, había sido su condena. “Comte, quien murió años después, recibió amenazas telefónicas por lo que pasó esa noche en Talcahuano. Le rayaron la casa. Incluso, en su viaje de regreso a Santiago, en tren, se lo vio muy afectado, a ratos balbuceando”, sos- tiene Camilo Zamora, periodista y juez de boxeo. Los condimentos para una revancha estaban listos, y cuando se fijó la fecha no hubo nadie que no anotara ese 30 de abril en rojo, porque pese a que en ese tiempo el boxeo era una industria próspera, pocas veces una pelea entre chilenos había despertado tanto fervor. “Te diría que en los últimos 50 años no hay quizás un enfrentamiento con esos ribetes. Primero porque los dos estaban en la cúspide de sus carreras, traían ya combates por títulos mundiales. Lo tenía todo. Quizás una pelea entre Martín Vargas y Héctor Velásquez, que se llevó a cabo a mediados de los 70, o los duelos de Látigo Uribe con Chifeo Mendoza, en los 90, podrían acercarse. Pero ninguno de ellos tuvo televisión. Y eso marca mucho”, subraya el periodista especializado Eduardo Bruna. Pese al optimismo que irradiaba Badilla en las horas previas a la revancha, su cuerpo le daba señales de lo contrario. Después del triunfo en Talcahuano había regresado a Panamá, donde estaba radicado desde hacía tres años, para sostener dos combates durísimos, de los que nunca se recuperaría: “Perdí ambos, ante rivales que después tendrían opción de títulos del mundo. Con Azael Morán perdí por puntos y con Bernardo Piñango por nocáut. Creo que eso me pasó la cuenta para el combate de Antofagasta”, recuerda Badilla, quien siempre se tomó con humor todo el revuelo que provocó su forma de promover su rivalidad con Cardenio y que le valió tantos ad- SIGUE EN PAG. 46 R