juan vicente gonzález

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EUTIMIA M. PAIVA PALACIOS
ASPECTOS
RELEVANTES DE LA
VIDA DEL LICENCIADO
JUAN VICENTE
GONZÁLEZ
Ediciones “Librería Estelar”
Caracas, 2010
1
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
Presentado a la Cátedra de:
“Técnica de Investigación Documental
II”
Escuela de Bibliotecología y
Archivología
UNIVERSIDAD CENTRAL DE
VENEZUELA
Caracas, Diciembre de 1977
2
ÍNDICE
página
Introducción
I.EL
INTIMIDAD
HOMBRE
5
EN
SU
I.1.- Origen
7
I.2.- Infancia
11
I.3.- Formación
15
I.4.- Personalidad
18
I.5.- Pensamiento religioso
22
I.6.- El padre de familia
24
II.- SU VIDA PÚBLICA
II.1.- Admirador y defensor de
Bolívar
27
3
página
II.2.- En medio de la tormenta 29
II.3.- Colegio “El Salvador del
Mundo”
38
II.4.- La pluma encendida
41
III.- AL FINAL DEL CAMINO
III. 1.- El ocaso del Licenciado 45
III.2.- La lámpara encendida
48
IV.- BIBLIOGRAFÍA
52
4
INTRODUCCIÓN
Hace más de un siglo vivió y
murió en Venezuela el personaje al
cual voy a referirme en el presente
trabajo. Nos dejó como herencia
sus obras y lo más grande que hace
resaltar la figura de un ser humano
como es su honestidad y rectitud.
Este ilustre ciudadano se llamó
Juan Vicente González.
En la elaboración de la
presente monografía fui dirigida por
nuestra profesora, y está señalada
como objetivo de estudio para
aprobar la materia de Técnica de
Investigación Documental II.
5
Consta de tres partes con
varias subdivisiones, en las cuales
se intenta reflejar detallada y
cuidadosamente
aspectos
relevantes de la vida y obra del
Licenciado Juan Vicente González,
mostrándose al hombre en su
intimidad, su actuación en la vida
pública hasta el final de su
existencia terrena.
Sinceramente considero que
resulta difícil hacer un análisis de la
vida
de
un
personaje
tan
controversial como Juan Vicente
González, ya que la falta de datos o
la diseminación extrema de éstos
hacen que la investigación no
pueda
realizarse
con
mayor
extensión. Creo haber vencido
todas las dificultades, recogiendo
cuanto material encontraba, y
espero
haber
dado
cabal
cumplimiento a los requerimientos
exigidos por la cátedra.
6
I.- EL HOMBRE EN SU INTIMIDAD
I.-1.- Origen.La
Caracas
de
las
postrimerías de la época colonial e
inicio de la Venezuela Republicana
fue escenario donde hicieron su
aparición y actuaron numerosas
figuras inmortalizadas por nuestra
historia patria, así como por la
realización de brillantes obras
artísticas o literarias. De tratar en
torno a un prohombre de singular
relieve, cuya vida terrena abarcó un
amplio espacio del siglo diecinueve
“en esta tierra de gracia”, se ocupa
el presente trabajo.
7
Resulta verdaderamente difícil
hablar del origen de Juan Vicente
González por cuanto sus raíces
genealógicas
constituyen
un
perfecto misterio. En efecto, su
origen y nacimiento se encuentran
envueltos en una bruma tan espesa
de la gesta emancipadora que ni
siquiera su propia confesión,
cuando señala que una mujer del
pueblo formó sus entrañas, es
suficiente para abrir la brecha por la
cual penetre la curiosidad de los
investigadores.
El
apellido
corresponde al del jefe de una
familia, goda o conservadora por
más señas, que le proporcionó el
apoyo en sus primeros años a ese
pequeño párvulo al cual muchos
suponían hijo ilegítimo o expósito
de un español realista.
No se puede precisar la fecha
exacta en que vió la luz por vez
primera; aunque hay autores que
8
dan como fecha el 18 de mayo de
1810, y hasta otros años. Se le
asigna generalmente el año de
1811 por cuanto el mismo declaró
que nació en Caracas un año
después que el Cabildo diera el
grito de independencia y como es
por todos sabido, la declaración del
Ayuntamiento
capitalino
revelándose contra la dependencia
de la Corona Española, se lleva a
cabo el día 19 de abril de 1810. Es
decir, la vida de Juan Vicente
González comienza en momentos
en que una ola de agitación
independentista cubría a la casi
totalidad del continente americano,
con fervor y causa contagiante de
una provincia a otra.
El que se ignore quienes
fueron sus verdaderos padres ha
sido motivo, por demasiado tiempo,
hasta
de
truculentas
especulaciones y de muchos de los
9
ataques a que personalmente tuvo
que enfrentarse; sin embargo es de
justicia señalar que el misterio de su
origen no representó la influencia
negativa que obstaculizara el fulgor
de su extraordinaria inteligencia, la
cual viene a ser, realmente, el
motor impulsador de su figura hacia
la cúspide donde comparte sitial
importante a través del tiempo con
las más refulgentes personalidades
del siglo diecinueve venezolano y
de la cultura americana.
10
I. 2.- Infancia.
Los primeros años de la vida
del niño Juan Vicente suceden en el
calor del hogar de Francisco
González, quien junto con la
protección que le brinda, le otorga
su apellido. Su permanencia allí
dura muy poca, el hado benefactor
que siempre le acompañó hace
cambiar la fortuna del niño y es así
como aparecerá a cargo de una
honorable dama patriota que
respondía al nombre de Josefa
Palacios Obelmejías, viuda de
Pedro de la Vega el que había sido
víctima del sanguinario Rosete en
1814. Es a esta buena señora,
doña Josefa Palacios Obelmejías, a
quien
retrata
Juan
Vicente
González cuando recuerda a una
mujer que amaba al pobre y era la
compañera de la gente sufrida,
11
como el fiel y dulce regazo que
protegió sus primeros años.
El personaje que es objeto
central del presente trabajo pasará
los años de su infancia y juventud
en tiempos en que el país se
debatía entre los horrores de la
guerra por nuestra independencia.
En efecto, desde 1814 hasta
mediados de 1821 -fecha en la que
los patriotas alcanzan la victoria
definitiva en Carabobo- la ciudad
capital de Venezuela permaneció,
casi sin solución de continuidad,
bajo la dominación realista; por lo
tanto será testigo del azaroso
desenvolvimiento
de
la
vida
capitalina; a pesar de que algunos
de sus años se encuentra tras de
las apacibles paredes conventuales,
devorando con la mirada pesados
volúmenes
que
guardaban
especiales tesoros para la infantil
pero al mismo tiempo inteligente y
12
vivaz mente
González.
de
Juan
Vicente
Es fácil suponer que la ternura
y cuidados de doña Josefa Palacios
Obelmejías junto con el interés y
dedicación que el reverendo
sacerdote José Alberto Espinoza
pone al asumir la educación del
pequeñuelo Juan Vicente González
en los claustros del Convento de los
padres Neristas, ubicado para
aquellos tiempos en la esquina de
San Felipe (llamada hoy día Santa
Teresa) hacen feliz y normal la
infancia del caraqueño Juan Vicente
y modelan al futuro intelectual. Sin
embargo tanto amor, un amor
samaritano y los desvelos del
religioso no podrán hacer olvidar al
adolescente, menos aún al joven y
al adulto, su nacimiento ilegítimo.
En la ciudad de Caracas,
donde vivirá todos sus años, en el
13
tiempo tan peculiar como el descrito
anteriormente y en ese ambiente
familiar va a transcurrir la infancia y
juventud de Juan Vicente González,
aquilatando su personalidad y
culturizándose con esmero para la
gran obra que en su adultez tendrá
que realizar y la cual va a permitir
ser obligadamente recordado por
las
generaciones
futuras
de
americanos amantes de la historia y
literatura venezolanas.
El estudio y la meditación
ocuparon por completo el tiempo
que más tarde se refiera a su
“juventud sin amores” al hablar
recordando esa etapa de su vida.
14
I.3.- Formación.-
Sus estudios formales van
dirigidos a abrazar la carrera
sacerdotal; pero a buen tiempo se
convence que su inclinación innata
no es precisamente la de oficiar en
el altar de una Iglesia y en
consecuencia
abandona
los
estudios iniciados en el Seminario
de Caracas. En la Universidad
Central bajo el amparo del ilustre
padre José Cecilio Ávila, se dedica
al
estudio
de
la
Filosofía
alcanzando el grado académico de
Bachiller en 1828 y continuando con
toda dedicación y renovados
ánimos hasta lograr exitosamente,
dos años después, en el mes de
junio de 1830 asistir al Salón de
15
Actos de la referida Casa de
Estudios
para
recibir
como
culminación de sus estudios
universitarios, con el título de
Licenciado en Filosofía, la prueba
de que ha concluido su preparación
para la vida y para emprender su
obra imperecedera.
Egresa como Licenciado,
precisamente, en los días en que
los bolivarianos y, en general, los
amantes de la libertad se lamentan
de la desaparición de ese gran Abel
americano que fue Antonio José de
Sucre; en el año más doloroso de la
vida del Libertador Simón Bolívar hombre a quien Juan Vicente
González dedicaba una muy
ferviente y especial admiración y en
defensa del cual tomará una
posición firme y definida, que lo
situaba en trinchera diferente a la
que muchos oportunistas se
aferraban para lograr posiciones-.
16
Su dedicación a los estudios,
cultivado desde los días de su
infancia, ya le ha empezado a
causar íntimas satisfacciones. Por
lo tanto una vez egresado de las
aulas
universitarias
continúa,
mediante la lectura y meditación,
aquilatando más su etapa de
formación. Claro está que para la
fecha de la separación de
Venezuela como parte de la Gran
Colombia, 1830, ya Juan Vicente
González
está
completamente
preparado; aunque su etapa de
formación ni siquiera culmina con
su dedicación, casi exclusiva, a
engrandecer el panorama cultural
de su querido país.
En realidad me da por pensar
que hablar de la formación de Juan
Vicente González, es referirse a
toda su vida; porque en cierto modo
siempre estuvo dedicado al estudio,
al
incremento
de
sus
17
conocimientos, para volcarlos luego
en la práctica de la docencia,
periodismo, etc.
I.4.- Personalidad.-
Ya se ha dicho anteriormente
que el amor sacrosanto que le
brinda doña Josefa Palacios
Obelmejías y los desvelos del padre
José Alberto Espinoza que lo educa
en el Convento de los Neristas, no
serían suficientes para hacer olvidar
a Juan Vicente González su
nacimiento expósito. Es esta
condición, al decir de muchos, la
semilla
de
su
resentimiento
determinante y en buena parte
responsable
de
la
vida
18
contradictoria
y
siempre
atormentada, su agresiva manera
de hacer periodismo y sin embargo,
pedagogo ejemplar y generoso tal
vez en demasía.
La pasión romántica va a ser
una constante de todo su existencia
tanto en la cátedra, en la prensa, en
su actuación política como en su
literatura escrita. Pero fue una
pasión que aunque turbulenta en el
espíritu suyo no fue nunca un
obstáculo para que adquiriera un
vasto caudal de erudición. Esa
siempre reconocida erudición algo
desordenada, naturalmente a base
de idiomas vivos y muertos,
matemáticas, literatura, economía,
historia y otras ramas del saber.
Fue tan apasionado que resulta
imposible no dejarse dominar por la
pasión cuando se quiere enjuiciar a
este singular personaje. Realmente
se precisaba de un temperamento y
19
una sensibilidad especiales para
hacer frente a los carujos, catilinas,
aduladores, demagogos y enemigos
del bienestar colectivo. Es por eso
que funda periódicos y revistas,
escribe, predica desde su curul de
diputado o su cátedra como
docente (enseñando las materias
enmarcadas en las humanidades,
tales como: historia, literatura,
gramática, latín y griego) en “El
Salvador del Mundo” o en la
Sociedad Económica de Amigos del
País, o en la Universidad, y fustiga
sin cesar, dejando riendas sueltas a
su ira y al placer mismo del furor
cultivado por amor a la patria y para
tranquilidad de su conciencia.
Prueba de ello está en sus
expresiones escritas en 1858
cuando recuerda que para el año
1846 ya iba a lanzarse nuestro país
por el camino que tenía abierto para
los adelantos materiales, cuando la
20
demagogia vino a absorber y
consumir las fuerzas sociales y a
distraer los espíritus de esa
dirección.
Muy lejos de mi intención está
profundizar
más
sobre
la
personalidad de Juan Vicente
González, a estas alturas. Para ello
sería menester profundizar en lo
posible sobre la historia, el
momento social y los demás
personajes que junto con él jugaron
papel importante en esa etapa de la
vida de la nación venezolana en
particular, y de la Gran Colombia en
general. Tendría que colocar al
personaje en su circunstancia
personal y social para el acierto en
el cometido, a que he hecho
referencia.
21
I.5.- Pensamiento religioso.
Resulta por demás sencillo
suponer cual pudiera ser el
pensamiento religioso de Juan
Vicente González al situarnos en su
tiempo y correr la mirada por el
sendero de su formación cultural.
Criado en el ambiente de ternura
que le brinda la distinguida señora
Josefa
Palacios
Oblemejías,
apadrinado desde temprana edad
por el buen sacerdote José Alberto
Espinoza, dentro de los claustros
conventuales, escudriñando con la
mirada pesados volúmenes repletos
de sabiduría y de los mejores
principios éticos.
De allí que Juan Vicente
González confiese ingenuamente
que aquellos que excluyen toda
creencia religiosa de los trabajos
científicos podrán acusarle de
22
otorgado en la historia del mundo
un papel importante y soberano al
cristianismo. Por eso no está demás
“decir con franqueza que mi fe es
católica en el sentido más absoluto
de la palabra”, y al mismo tiempo
afirmar tranquilamente que “yo se
que en el extremo de toda ciencia
está Diós”.
Consecuente con tal manera
de pensar vive toda su larga
existencia, Pero era muy a su
manera
como
entendía
los
mandamientos de su religión,
especialmente en cuanto al deber
del amor a sus semejantes, ya que
rebasa todo principio de humildad
cuando
su
iracundia
aflora
incontrolada, ya sea cuando se trata
de hundir al rival con certeros
disparos de las frases que brotaban
de su incomparable pluma o de su
estentóreo verbo o de dedo
acusador.
23
I.6.- Padre de familia.
El joven Licenciado que hasta
entonces se había dedicado al
estudio, con un futuro que se
avizoraba brillante como escritor, va
a contraer matrimonio en el año de
1836 con la señorita Josefa Jorja
Rodil en ceremonia efectuada en la
iglesia de San Pablo. Para
satisfacer las exigencias de su
naciente hogar se dedica con
redoblado ímpetu a dar clases de
historia, gramática, etc., en varios
colegios de Caracas, casas de
familias
y
en
la
Sociedad
Económicas de Amigos del País.
24
Esa tarea le permitió a su vez
ejercitar
y
ampliar
sus
conocimientos humanísticos.
Fueron cuatro los hijos del
matrimonio González Rodil, a
saber: Juan Vicente, Jorge, Luís
Eduardo, e Isabel. Dos de ellos
heredaron la decidida vocación del
padre hacia la enseñanza: Jorge
(obtiene el grado universitario de
Bachiller en Filosofía en 1854 y de
doctor en Cánones en 1863), llegó
a ser orador de mucho éxito,
profesor y autor de un texto muy
utilizado en la enseñanza de la
Gramática Castellana, y su única
hija hembra fue educadora y fundó
y dirigió el “Colegio de María”. Luís
Eduardo alcanza, en 1858, el título
de Licenciado en Cánones otorgado
por la Universidad de Caracas.
Buen esposo y buen padre de
familia fue Juan Vicente González,
25
predicador y practicante de la
honradez, con su actitud asumida
ante la vida dejará a sus
descendientes el ejemplo de cómo
debe ser el hombre que contribuya,
en la mejor forma, a la conquista de
un futuro más brillante y promisor
para la patria venezolana.
En realidad era evidente su
obligación de ser un buen padre de
familia, puesto que había sufrido en
carne propia la falta de un hogar
bien constituido durante sus años
de infancia y juventud. Por otra
parte, en la Caracas del siglo
diecinueve era por demás todavía la
discriminación existente entre las
personas, en función a la situación
constitutiva de sus propios hogares.
Para la tranquilidad, para la
seguridad del hogar, allí estará el
empeño y decidido esfuerzo del
Licenciado Juan Vicente González.
26
Trabajando
más
que
agotadoramente,
alargando
al
máximo las jornadas dedicadas a la
docencia y siendo ejemplo vivo del
valor cívico.
II.- SU VIDA PÚBLICA
II.1.- Admirador y defensor del
Libertador.-
Desde la época de su vida
estudiantil ya descollaba como
sincero bolivariano. Precisamente,
joven de diecisiete años de edad, le
corresponderá en la Universidad, el
10 de enero de 1927, presentar a
nombre del estudiantado un saludo
27
al Libertador que regresaba en el
desesperado intento de salvar la
unidad de la Gran Colombia y
anular las facciones disolventes que
existían.
Juan Vicente González se
caracteriza por ser un decidido y
gran admirador de Simón Bolívar.
No vacila al decir que “el amor por
el Libertador es parte esencial del
sentimiento de nacionalidad, y no
se concibe que puede serse hijo de
Venezuela sin ser bolivariano”, y
ante la injusticia cometida a Bolívar
se lamenta de que “esa imprenta
que multiplicaba las producciones
sublimes de Bolívar, los himnos de
gratitud que entonaba un mundo
agradecido, es el instrumento de
rencorosas y oscuras pasiones
contra el autor de la libertad”.
Sus
primeros
escritos
publicados nos dan cuenta palpable
28
de su cualidad de admirador y
defensor de Bolívar. Son escritos
que aparecen en publicaciones
periódicas y los cuales son reunidos
en un volumen años después, a
propósito del homenaje nacional a
los restos del Padre de la Patria,
con el expresivo título de “Mis
Exequias a Bolívar”. Juan Vicente
González
fue
siempre
en
pensamiento, palabra y acción un
ferviente bolivariano.
II.2.Tormenta.
En
medio
de
la
Como importante actor del
escenario
político
venezolano,
desde la separación de la Gran
Colombia en 1830 hasta su muerte
ocurrida en 1866, casi en forma
29
ininterrumpida estará atrapado por
el fragor de la política, viviendo y
sufriendo
intensamente
las
cambiantes actitudes ajenas. Toda
una vida como hombre público,
quien
por
su
extremado
romanticismo y aguda sensibilidad
no era el más indicado para tales
menesteres. Casi cuarenta años
debatiéndose en medio de la
tormenta de la política venezolana
tan corrupta ayer como hoy, quien
era apóstol de la honradez.
Demasiado tiempo se mantuvo
Juan Vicente González en el propio
núcleo de la borrasca generada por
las
desenfrenadas
pasiones
políticas, quien como él era un
hombre desprovisto de la ambición
de figurar u ocupar cargos públicos,
individuo conscientemente ajeno a
la vulgar aunque generalizada
práctica del desdoblamiento y el
malabarismo político.
30
En realidad me da por pensar
que, si bien ese fue el camino que
lo condujo a la inmortalidad, su
mejor sitio para cosechar seguros
triunfos y menos sinsabores estaba
en dedicarse con mayor intensidad
a la creación literaria, pues para ello
buena fibra tenía y la demuestra
con esmero, principalmente, en
algunos trabajos de sus “Exequias a
Bolívar” o en “las Mesenianas” o
muchos otros de sus escritos.
Su entrada a la vida pública
aconteció en 1830; pero se hace
más evidente con la publicación
periódica que identificó como
“Catilinarias”,
fogosos
y
desordenados escritos donde se
aprecia el peculiar estilo que tantos
enemigos le crearía. O sea que al
entrar está de inmediato colocado
en el propio centro de la batalla
verbal, denunciando, atacando y
tratando casi desesperado de
31
corregir
entuertos
y
señalar
derroteros transitables. Empero el
periodista que se inicia en el
combate no puede luchar solo
contra el avasallante predominio de
la oligarquía paecista, y como se
forman
grupos
que
se
autodenominan liberales casi por
obligación se une a ellos el
Licenciado Juan Vicente González.
A esos grupos llamados
liberales, los abandera Antonio
Leocadio Guzmán, un conocido y
sagaz político, inteligente en el
manejo de la pluma y de su verbo
que pudo haber dado muchos frutos
buenos para Venezuela si a esa
finalidad superior hubiese dirigido
sus acciones.
Desde las páginas de “El
Venezolano”,
Juan
Vicente
González exponía sus convicciones
políticas y atacaba en forma
32
vehemente a sus contrarios y
enemigos. Por ejemplo, cuando
escribe sobre la libertad de
imprenta es para afirmar que es “un
derecho imprescriptible de los
venezolanos y no una concesión ni
un privilegio acordado por partido
alguno”.
Pero las relaciones entre
Antonio Leocadio Guzmán y Juan
Vicente González, aquel político
ducho y tortuoso mientras que éste
franco e impulsivo no ha de durar,
por cuanto resultan demasiados
evidentes
las
ambiciones
personales que están presentes en
el Jefe del liberalismo.
Juan Vicente González funda
en 1846 su propio periódico que
será el primer vespertino de
Caracas, con el nombre de “Diario
de
la
Tarde”,
dedicado
exclusivamente a hacer fracasar la
33
candidatura de su en otro tiempo
amigo Antonio Leocadio Guzmán y
allí pone de manifiesto su gran
animosidad contra él a quien trata
en forma por demás despectiva,
utilizando su lenguaje satírico y
punzante, no vacilando en llegar
hasta el insulto. En uno de sus
ensayos refiriéndose a Guzmán
dice que “guzmancillo es el
prodigioso abejón de la liberal
colmena. Abejón y lo dicho y la
colmena jamás hace preguntas al
abejón y nadie tiene que dárselas a
Guzmancillo de Alfarache”.
Y así vemos como Juan
Vicente González logra apartar a
Guzmán de la silla presidencial. En
los treinta y cinco años finales de su
vida va a ejercer su apostolado
como escritor y político sincero e
interesado en corregir entuertos,
poniendo al descubierto a quienes,
a su juicio, anteponían personales
34
ambiciones a las conveniencias
nacionales.
Difíciles por demás fueron los
momentos que le correspondieron a
Juan Vicente González tanto en su
papel de actor como de simple
espectador en una etapa en la cual
los timones de la nace de la patria
eran guiados por hombres y no por
principios. De allí que su pluma,
palabra y acción se dedicara en
angustioso empeño de llevar hacia
los principios a quienes eran
arrastrados por los hombres.
En 1848 empieza para
nuestro personaje el período más
amargo y vejatorio de su existencia.
La sangrienta agresión al Congreso,
que rechazó la orden de sumisión a
Monagas, y del que González era
miembro le dejó una profunda
impresión y lo obligó a refugiarse en
la vida privada. Y se abre un
35
pequeño paréntesis en su agitado
mundo, con unos diez años algo
separado de la política y solo como
espectador del drama escenificado
durante la década de los Monagas.
Pero no puede permanecer muy
alejado de la trinchera un hombre
de tantos sentimientos y probada
convicción en pro de las mayorías
nacionales. Es por eso que lo
tendremos de nuevo en medio de la
tormenta.
En 1860 resulta nuevamente
electo Diputado por Caracas y
volveremos a oir resonar su voz
siempre
valiente
contra
sus
adversarios. En las sesiones de la
Cámara de Diputados va a
distinguirse lo mismo que sus
opositores Michelena y Rojas por la
manera de conducir los debates.
Valga recordar por ejemplo la
ocasión en que el diputado
Michelena le increpa diciéndole:
36
“Sepa el diputado que yo he viajado
por todo el mundo”, y González le
responde de inmediato: “Si, pero
como un tonel en el fondo de un
barco”.
Juan Vicente González sigue
adelante por su lucha por la patria y
como ve venir la dictadura se
dispone a combatirla y aparece de
nuevo su periódico “El Heraldo”,
donde lanza diatribas contra el
General Páez que en 1861 ha
tomado de nuevo el poder. Su
pluma no descansa, declarada en
feroz oposición y el Dictador lo
envía preso a las Bóvedas de La
Guaira; pero en poco tiempo estará
de nuevo en su valiente lucha
contra Páez, a quien años atrás
cuando fueron declarados los
honores al Libertador le había
brindado apoyo y muy sinceros
elogios.
37
Estaba contra Páez pero no
fue nunca partidario de la
Revolución Federal. Para Juan
Vicente González el triunfo de la
Revolución Federal no se distinguía
del predominio de la barbarie y de
la ignorancia, por eso es que a los
prohombres federales los pinta en
sus escritos con los colores más
sombríos.
II.3.- Colegio El Salvador del
Mundo.-
En páginas anteriores se ha
enfatizado
la
inclinación
del
Licenciado Juan Vicente González
hacia la enseñanza. Los diez años
en que escapó del medio de la
38
tormenta estarán ocupados por su
labor docente. Así, el 9 de febrero
de 1849 abre las puertas el colegio
“El Salvador del Mundo” situado
entre las esquinas de Veroes a
Jesuítas. Un centro de buenas
enseñanzas donde “el rico pagaba
una módica cuota y el pobre lo que
podía o no pagaba nada”, en el cual
“ninguno halló por pobre, cerradas
las puertas”. En palabras de su
fundador
fue
un
instituto
educacional donde se conservó “el
fuego del saber en una época de
barbarie”.
Diez años de labor cumplirá
este Instituto. En ese tiempo
relativamente corto realizará una
tarea verdaderamente fructuosa y
una misión cultural por demás
trascendente. En sus aulas se
forjarán personalidades relevantes
de la sociedad venezolana, a los
cuales nuestro personaje les
39
enseña y trata de inculcar los más
sanos sentimientos patrióticos, los
deberes que es preciso cumplir a
objeto de conducir a nuestro país al
lugar
privilegiado
que
históricamente le corresponde.
El Colegio El Salvador del
Mundo significó una vuelta a la
enseñanza de las humanidades y
lenguas clásicas, en algo parecido
(pero no igual) a como se había
hecho durante la Colonia; tradición
pedagógica interrumpida por las
guerras de emancipación y por las
pugnas partidistas que habían
tenido asiento en los tiempos de la
República.
La intención de González al
fundar su Colegio está muy distante
de perseguir la obtención de
riquezas materiales; sin embargo su
Colegio prospera y en 1852 ya tenía
una matrícula de inscritos que
40
alcanzaba la importante cifra de
ciento cuarenta (140) alumnos entre
internos y externos. En el futuro la
dirección del Colegio estará en
manos
del
joven
caraqueño
Licenciado Agustín Aveledo (18371926) quien, a juicio de Juan
Vicente González, “tiene el amor al
estudio, el ardor de la enseñanza, la
obstinada resolución de aprender y
de comunicar lo que aprende”.
II. 4.- La pluma iluminada.-
Juan Vicente González, a mi
juicio, fue un gran escritor a quien el
fragor de la política y las
circunstancias en que le tocó vivir le
obstaculizaron la realización de una
41
obra literaria trascendente y más
voluminosa. En realidad era prolija
su pluma que parecía destellar en la
oscuridad a objeto de multiplicar y
hacer más abundante la producción
de nuestro personaje.
Hubo un período en que el
Licenciado decide no escribir para
los periódicos y se dedica a
redactar literatura, obras de historia
y libros para la enseñanza, escribe
versos,
y
escribe
nuevas
Mesenianas. Por eso es que resulta
grande su producción escrita. Nos
ha dejado las biografías de José
Félix Rivas, del padre José Cecilio
Ávila, Manuel Alegría, y de Martín
Tovar y Ponte. Se reconoce que su
mejor labor de literato puro nos la
dio en sus páginas como prosista
romántico.
Sin pretender en estos aspectos
relevantes de la vida del Licenciado
42
Juan Vicente González analizar su
obra de escritor, estimo conveniente
hacer una breve reseña de algunos
de los trabajos que brotaron de su
pluma iluminada y le ganaron un
puesto
destacado
entre
los
prohombres
de
la
cultura
venezolana.
En la biografía de Martín Tovar y
Ponte nos narra los sucesos
ocurridos desde 1772 a 1810. A
finales de la Colonia, Caracas era
una ciudad que había llegado a un
grado asombroso de prosperidad y
dicha, la cual fue alterada cuando
comenzaron a llegar noticias de la
invasión napoleónica a España.
Esto hizo que los venezolanos al
igual que otros pueblos de América
se situara al lado de la corona para
defender los derechos de Fernando
VII en un movimiento que culmina
con la caída de Emparan y a
43
nuestro
primer
independencia.
grito
de
En su libro sobre la vida de José
Félix Rivas, es donde nos habla con
detalles sobre nuestra guerra de
independencia. En estas dichas y
otras obras no estará todo su
sentimiento
tan
plasmado
y
evidente como en Las Mesenianas.
Es aquí donde podemos palpar los
propios sentimientos de Juan
Vicente González expuestos con
toda sinceridad. Surgieron siempre
de un motivo verdadero y por eso
es que unas están llenas de
vehemencia política, de admiración
a Bolívar, de odio a Guzmán, de
ataque a Páez, de rebeldía a
Monagas. Otras son de dolor ante
la muerte de personas queridas.
Como escritor romántico, Juan
Vicente González, superó a todos
los literatos de su tiempo y es
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considerado como el iniciador del
romanticismo en nuestra literatura.
III.- AL FINAL DEL CAMINO
III. 1.- El Ocaso del Licenciado.-
Juan Vicente González vivió
con el firme convencimiento de que
había nacido predestinado a la
desgracia. El cuento de la bruja en
el bautizo del infante para ofrecerle
desdichas era muy popular entre los
románticos. Para confirmar la
anterior aseveración valga recordar
que en un escrito de 1865 se
quejaba a Dios diciendo: “yo no
hallé regazo de tu providencia, en
mi infancia, sin madre, en mi
adolescencia abandonada, en mi
juventud sin amores. El dolor ha
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sido el pan de mis días y el sueño
de mis noches”.
La mirada acostumbrada a
tantear entre la penumbra de la
intimidad, se encandila y tropieza al
pretender moverse entre las cosas.
En Juan Vicente esa misma
impericia para la acción práctica
determina una pujante vida interior
y era precisamente esa riqueza de
interioridad la que hacía de él un
desdichado. Hasta el cristianismo
se trocó para González en una
mampara de resentimientos. En una
clase de literatura española se
cuenta que dijo a sus alumnos las
siguientes palabras: “Aquí el
cristianismo se ha convertido en
una fórmula para racionalizar el
odio; lo primordial no es el pobre, es
el no rico”.
Juan Vicente González verá la
República de Venezuela presidida
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por José Antonio Páez tres veces,
José
María
Vargas,
Carlos
Soublette dos veces, José Tadeo
Monagas dos veces, José Gregorio
Monagas, Julián Castro, Pedro Gual
en 1859 y en 1861, Manuel Felipe
Tovar, y Juan Crisóstomo Falcón.
Para nuestro personaje no hubo
tiempo pasado que no fuera mejor.
Lo reconoce una y mil veces, al
recordar las glorias de los gestores
de nuestra nacionalidad y no hay
aniversario patrio que no contraste
sobre las miserias del momento la
gloria de aquellos días que nunca
han de volver.
Hasta
en
sus
últimos
momentos, su pluma está vibrante y
aunque enfermo, las letras siguen
siendo su devoción y funda su
Revista Literaria. En 1865 escribe
sus dos últimas Mesenianas. Una
dedicada a la muerte de Andrés
Bello y la otra a la muerte de
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Fermín Toro, su compañero de
luchas, en la cual dice: “¡ Es que
acaba de abrirse una tumba y ha
caído en ella el último venezolano,
el fruto que crearon la aplicación y
el talento, y que sazonó la paz en
los envidiados días, que para
siempre huyeron, de gloria nacional
!”.
El Licenciado está enfermo, la
arterioesclerosis le hace guardar
cama, se le ha declarado la
cangrena y el primero de octubre de
1866 la muerte apaga los latidos de
su valiente corazón.
III. 2.- La lámpara encendida.-
Pero su muerte física no
significa que se apague el brillo
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de la luz que su pensamiento
proporcionaba. Su inteligencia le
fue reconocida en su tiempo y le
es reconocida en la posteridad. A
propósito, me permito copiar una
confesión pública hecha por
Antonio Leocadio Guzmán (en
una nota editorial del periódico
“El Venezolano” fechado el 2 de
marzo de 1844): “Preferimos a
nuestros propios editoriales el
siguiente escrito del señor Juan
Vicente González, joven ilustrado
y liberal que generosamente
consagra preciosas tareas al
bien de la patria. Merece la
gratitud de todos y la especial
adhesión de los pensadores y
justos. Capacidad que domina
todas las complicaciones de la
política que penetra con todas
sus fuerzas los sucesos y los
misterios, que prende la verdad
donde quiera que ella está, que
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se
hace
superior
a
las
preocupaciones, que desprecia
el poder del interés, es
capacidad que se abre campo y
que debe recibirse con la
sinceridad en los labios, con la
alegría en los ojos, con ademán
de consideración y respeto.
Callen los clamores de la
envidia; justicia al verdadero
mérito, estímulo a la generosa
independencia, gloria al talento y
al patriotismo. Por nuestra parte,
aunque no faltan puntos de
disidencia
entre
sus
pensamientos y los nuestros,
tenemos verdadero placer en
contribuir a que Venezuela
conozca a este hijo suyo,
llamado por su capacidad a
figurar noblemente en la escena
pública, aún a pesar de su
natural repugnancia a los difíciles
asuntos de la política”.
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Es nuestro personaje bien
conocido por su copiosa obra y
su ejemplo. Para finalizar, es
conveniente confesar que el
Licenciado
Juan
Vicente
González fue de los cuales
también corresponde expresar:
QUE
HOMBRE
Y
QUE
DESTINO. MODESTO Y PURO,
COMO SOÑAMOS A VIRGILIO.
51
IV.-
BIBLIOGRAFÍA.-
Arcila Farías, Eduardo: Juan
Vicente
González, Periodista.En: Revista Nacional de Cultura,
(Venezuela), N° 19, págs.. 163-174.
Gil Fortoul, José:
Historia
Constitucional de Venezuela. Tomo
III. Ediciones del Ministerio de
Educación. Caracas, 1954.
Cuenca, Héctor:
Juan Vicente
González.
Ediciones
de
la
Fundación
Mendoza.
Caracas,
1956.
52
González,
Juan
Vicente:
Biografía de José Félix Rivas.
Ediciones Villegas. Caracas, 1956.
González, Juan Vicente: Biografía
de Martín Tovar y Ponte. Ediciones
conmemorativas
del
sesquicentenario
de
la
independencia. Caracas, 1961.
Grases, Pedro:
Juan Vicente
González.
Colección
Clásicos
Venezolanos de la Academia
Nacional de la Lengua. Caracas,
1967.
53
Melich Orsini, José: Prólogo (de la
Biografía de José Félix Rivas, por
Juan Vicente González).
Ratto-Ciarlo, J. Hoy cien años de
Juan Vicente González. En el diario
“El Nacional”,
Caracas, 1 de
octubre de 1966.
Tosta, Virgilio:
Juan Vicente
González. En la “Revista Nacional
de Cultura” (Venezuela), N° 103,
págs.. 74-82.
54
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