EUTIMIA M. PAIVA PALACIOS ASPECTOS RELEVANTES DE LA VIDA DEL LICENCIADO JUAN VICENTE GONZÁLEZ Ediciones “Librería Estelar” Caracas, 2010 1 TRABAJO DE INVESTIGACIÓN Presentado a la Cátedra de: “Técnica de Investigación Documental II” Escuela de Bibliotecología y Archivología UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA Caracas, Diciembre de 1977 2 ÍNDICE página Introducción I.EL INTIMIDAD HOMBRE 5 EN SU I.1.- Origen 7 I.2.- Infancia 11 I.3.- Formación 15 I.4.- Personalidad 18 I.5.- Pensamiento religioso 22 I.6.- El padre de familia 24 II.- SU VIDA PÚBLICA II.1.- Admirador y defensor de Bolívar 27 3 página II.2.- En medio de la tormenta 29 II.3.- Colegio “El Salvador del Mundo” 38 II.4.- La pluma encendida 41 III.- AL FINAL DEL CAMINO III. 1.- El ocaso del Licenciado 45 III.2.- La lámpara encendida 48 IV.- BIBLIOGRAFÍA 52 4 INTRODUCCIÓN Hace más de un siglo vivió y murió en Venezuela el personaje al cual voy a referirme en el presente trabajo. Nos dejó como herencia sus obras y lo más grande que hace resaltar la figura de un ser humano como es su honestidad y rectitud. Este ilustre ciudadano se llamó Juan Vicente González. En la elaboración de la presente monografía fui dirigida por nuestra profesora, y está señalada como objetivo de estudio para aprobar la materia de Técnica de Investigación Documental II. 5 Consta de tres partes con varias subdivisiones, en las cuales se intenta reflejar detallada y cuidadosamente aspectos relevantes de la vida y obra del Licenciado Juan Vicente González, mostrándose al hombre en su intimidad, su actuación en la vida pública hasta el final de su existencia terrena. Sinceramente considero que resulta difícil hacer un análisis de la vida de un personaje tan controversial como Juan Vicente González, ya que la falta de datos o la diseminación extrema de éstos hacen que la investigación no pueda realizarse con mayor extensión. Creo haber vencido todas las dificultades, recogiendo cuanto material encontraba, y espero haber dado cabal cumplimiento a los requerimientos exigidos por la cátedra. 6 I.- EL HOMBRE EN SU INTIMIDAD I.-1.- Origen.La Caracas de las postrimerías de la época colonial e inicio de la Venezuela Republicana fue escenario donde hicieron su aparición y actuaron numerosas figuras inmortalizadas por nuestra historia patria, así como por la realización de brillantes obras artísticas o literarias. De tratar en torno a un prohombre de singular relieve, cuya vida terrena abarcó un amplio espacio del siglo diecinueve “en esta tierra de gracia”, se ocupa el presente trabajo. 7 Resulta verdaderamente difícil hablar del origen de Juan Vicente González por cuanto sus raíces genealógicas constituyen un perfecto misterio. En efecto, su origen y nacimiento se encuentran envueltos en una bruma tan espesa de la gesta emancipadora que ni siquiera su propia confesión, cuando señala que una mujer del pueblo formó sus entrañas, es suficiente para abrir la brecha por la cual penetre la curiosidad de los investigadores. El apellido corresponde al del jefe de una familia, goda o conservadora por más señas, que le proporcionó el apoyo en sus primeros años a ese pequeño párvulo al cual muchos suponían hijo ilegítimo o expósito de un español realista. No se puede precisar la fecha exacta en que vió la luz por vez primera; aunque hay autores que 8 dan como fecha el 18 de mayo de 1810, y hasta otros años. Se le asigna generalmente el año de 1811 por cuanto el mismo declaró que nació en Caracas un año después que el Cabildo diera el grito de independencia y como es por todos sabido, la declaración del Ayuntamiento capitalino revelándose contra la dependencia de la Corona Española, se lleva a cabo el día 19 de abril de 1810. Es decir, la vida de Juan Vicente González comienza en momentos en que una ola de agitación independentista cubría a la casi totalidad del continente americano, con fervor y causa contagiante de una provincia a otra. El que se ignore quienes fueron sus verdaderos padres ha sido motivo, por demasiado tiempo, hasta de truculentas especulaciones y de muchos de los 9 ataques a que personalmente tuvo que enfrentarse; sin embargo es de justicia señalar que el misterio de su origen no representó la influencia negativa que obstaculizara el fulgor de su extraordinaria inteligencia, la cual viene a ser, realmente, el motor impulsador de su figura hacia la cúspide donde comparte sitial importante a través del tiempo con las más refulgentes personalidades del siglo diecinueve venezolano y de la cultura americana. 10 I. 2.- Infancia. Los primeros años de la vida del niño Juan Vicente suceden en el calor del hogar de Francisco González, quien junto con la protección que le brinda, le otorga su apellido. Su permanencia allí dura muy poca, el hado benefactor que siempre le acompañó hace cambiar la fortuna del niño y es así como aparecerá a cargo de una honorable dama patriota que respondía al nombre de Josefa Palacios Obelmejías, viuda de Pedro de la Vega el que había sido víctima del sanguinario Rosete en 1814. Es a esta buena señora, doña Josefa Palacios Obelmejías, a quien retrata Juan Vicente González cuando recuerda a una mujer que amaba al pobre y era la compañera de la gente sufrida, 11 como el fiel y dulce regazo que protegió sus primeros años. El personaje que es objeto central del presente trabajo pasará los años de su infancia y juventud en tiempos en que el país se debatía entre los horrores de la guerra por nuestra independencia. En efecto, desde 1814 hasta mediados de 1821 -fecha en la que los patriotas alcanzan la victoria definitiva en Carabobo- la ciudad capital de Venezuela permaneció, casi sin solución de continuidad, bajo la dominación realista; por lo tanto será testigo del azaroso desenvolvimiento de la vida capitalina; a pesar de que algunos de sus años se encuentra tras de las apacibles paredes conventuales, devorando con la mirada pesados volúmenes que guardaban especiales tesoros para la infantil pero al mismo tiempo inteligente y 12 vivaz mente González. de Juan Vicente Es fácil suponer que la ternura y cuidados de doña Josefa Palacios Obelmejías junto con el interés y dedicación que el reverendo sacerdote José Alberto Espinoza pone al asumir la educación del pequeñuelo Juan Vicente González en los claustros del Convento de los padres Neristas, ubicado para aquellos tiempos en la esquina de San Felipe (llamada hoy día Santa Teresa) hacen feliz y normal la infancia del caraqueño Juan Vicente y modelan al futuro intelectual. Sin embargo tanto amor, un amor samaritano y los desvelos del religioso no podrán hacer olvidar al adolescente, menos aún al joven y al adulto, su nacimiento ilegítimo. En la ciudad de Caracas, donde vivirá todos sus años, en el 13 tiempo tan peculiar como el descrito anteriormente y en ese ambiente familiar va a transcurrir la infancia y juventud de Juan Vicente González, aquilatando su personalidad y culturizándose con esmero para la gran obra que en su adultez tendrá que realizar y la cual va a permitir ser obligadamente recordado por las generaciones futuras de americanos amantes de la historia y literatura venezolanas. El estudio y la meditación ocuparon por completo el tiempo que más tarde se refiera a su “juventud sin amores” al hablar recordando esa etapa de su vida. 14 I.3.- Formación.- Sus estudios formales van dirigidos a abrazar la carrera sacerdotal; pero a buen tiempo se convence que su inclinación innata no es precisamente la de oficiar en el altar de una Iglesia y en consecuencia abandona los estudios iniciados en el Seminario de Caracas. En la Universidad Central bajo el amparo del ilustre padre José Cecilio Ávila, se dedica al estudio de la Filosofía alcanzando el grado académico de Bachiller en 1828 y continuando con toda dedicación y renovados ánimos hasta lograr exitosamente, dos años después, en el mes de junio de 1830 asistir al Salón de 15 Actos de la referida Casa de Estudios para recibir como culminación de sus estudios universitarios, con el título de Licenciado en Filosofía, la prueba de que ha concluido su preparación para la vida y para emprender su obra imperecedera. Egresa como Licenciado, precisamente, en los días en que los bolivarianos y, en general, los amantes de la libertad se lamentan de la desaparición de ese gran Abel americano que fue Antonio José de Sucre; en el año más doloroso de la vida del Libertador Simón Bolívar hombre a quien Juan Vicente González dedicaba una muy ferviente y especial admiración y en defensa del cual tomará una posición firme y definida, que lo situaba en trinchera diferente a la que muchos oportunistas se aferraban para lograr posiciones-. 16 Su dedicación a los estudios, cultivado desde los días de su infancia, ya le ha empezado a causar íntimas satisfacciones. Por lo tanto una vez egresado de las aulas universitarias continúa, mediante la lectura y meditación, aquilatando más su etapa de formación. Claro está que para la fecha de la separación de Venezuela como parte de la Gran Colombia, 1830, ya Juan Vicente González está completamente preparado; aunque su etapa de formación ni siquiera culmina con su dedicación, casi exclusiva, a engrandecer el panorama cultural de su querido país. En realidad me da por pensar que hablar de la formación de Juan Vicente González, es referirse a toda su vida; porque en cierto modo siempre estuvo dedicado al estudio, al incremento de sus 17 conocimientos, para volcarlos luego en la práctica de la docencia, periodismo, etc. I.4.- Personalidad.- Ya se ha dicho anteriormente que el amor sacrosanto que le brinda doña Josefa Palacios Obelmejías y los desvelos del padre José Alberto Espinoza que lo educa en el Convento de los Neristas, no serían suficientes para hacer olvidar a Juan Vicente González su nacimiento expósito. Es esta condición, al decir de muchos, la semilla de su resentimiento determinante y en buena parte responsable de la vida 18 contradictoria y siempre atormentada, su agresiva manera de hacer periodismo y sin embargo, pedagogo ejemplar y generoso tal vez en demasía. La pasión romántica va a ser una constante de todo su existencia tanto en la cátedra, en la prensa, en su actuación política como en su literatura escrita. Pero fue una pasión que aunque turbulenta en el espíritu suyo no fue nunca un obstáculo para que adquiriera un vasto caudal de erudición. Esa siempre reconocida erudición algo desordenada, naturalmente a base de idiomas vivos y muertos, matemáticas, literatura, economía, historia y otras ramas del saber. Fue tan apasionado que resulta imposible no dejarse dominar por la pasión cuando se quiere enjuiciar a este singular personaje. Realmente se precisaba de un temperamento y 19 una sensibilidad especiales para hacer frente a los carujos, catilinas, aduladores, demagogos y enemigos del bienestar colectivo. Es por eso que funda periódicos y revistas, escribe, predica desde su curul de diputado o su cátedra como docente (enseñando las materias enmarcadas en las humanidades, tales como: historia, literatura, gramática, latín y griego) en “El Salvador del Mundo” o en la Sociedad Económica de Amigos del País, o en la Universidad, y fustiga sin cesar, dejando riendas sueltas a su ira y al placer mismo del furor cultivado por amor a la patria y para tranquilidad de su conciencia. Prueba de ello está en sus expresiones escritas en 1858 cuando recuerda que para el año 1846 ya iba a lanzarse nuestro país por el camino que tenía abierto para los adelantos materiales, cuando la 20 demagogia vino a absorber y consumir las fuerzas sociales y a distraer los espíritus de esa dirección. Muy lejos de mi intención está profundizar más sobre la personalidad de Juan Vicente González, a estas alturas. Para ello sería menester profundizar en lo posible sobre la historia, el momento social y los demás personajes que junto con él jugaron papel importante en esa etapa de la vida de la nación venezolana en particular, y de la Gran Colombia en general. Tendría que colocar al personaje en su circunstancia personal y social para el acierto en el cometido, a que he hecho referencia. 21 I.5.- Pensamiento religioso. Resulta por demás sencillo suponer cual pudiera ser el pensamiento religioso de Juan Vicente González al situarnos en su tiempo y correr la mirada por el sendero de su formación cultural. Criado en el ambiente de ternura que le brinda la distinguida señora Josefa Palacios Oblemejías, apadrinado desde temprana edad por el buen sacerdote José Alberto Espinoza, dentro de los claustros conventuales, escudriñando con la mirada pesados volúmenes repletos de sabiduría y de los mejores principios éticos. De allí que Juan Vicente González confiese ingenuamente que aquellos que excluyen toda creencia religiosa de los trabajos científicos podrán acusarle de 22 otorgado en la historia del mundo un papel importante y soberano al cristianismo. Por eso no está demás “decir con franqueza que mi fe es católica en el sentido más absoluto de la palabra”, y al mismo tiempo afirmar tranquilamente que “yo se que en el extremo de toda ciencia está Diós”. Consecuente con tal manera de pensar vive toda su larga existencia, Pero era muy a su manera como entendía los mandamientos de su religión, especialmente en cuanto al deber del amor a sus semejantes, ya que rebasa todo principio de humildad cuando su iracundia aflora incontrolada, ya sea cuando se trata de hundir al rival con certeros disparos de las frases que brotaban de su incomparable pluma o de su estentóreo verbo o de dedo acusador. 23 I.6.- Padre de familia. El joven Licenciado que hasta entonces se había dedicado al estudio, con un futuro que se avizoraba brillante como escritor, va a contraer matrimonio en el año de 1836 con la señorita Josefa Jorja Rodil en ceremonia efectuada en la iglesia de San Pablo. Para satisfacer las exigencias de su naciente hogar se dedica con redoblado ímpetu a dar clases de historia, gramática, etc., en varios colegios de Caracas, casas de familias y en la Sociedad Económicas de Amigos del País. 24 Esa tarea le permitió a su vez ejercitar y ampliar sus conocimientos humanísticos. Fueron cuatro los hijos del matrimonio González Rodil, a saber: Juan Vicente, Jorge, Luís Eduardo, e Isabel. Dos de ellos heredaron la decidida vocación del padre hacia la enseñanza: Jorge (obtiene el grado universitario de Bachiller en Filosofía en 1854 y de doctor en Cánones en 1863), llegó a ser orador de mucho éxito, profesor y autor de un texto muy utilizado en la enseñanza de la Gramática Castellana, y su única hija hembra fue educadora y fundó y dirigió el “Colegio de María”. Luís Eduardo alcanza, en 1858, el título de Licenciado en Cánones otorgado por la Universidad de Caracas. Buen esposo y buen padre de familia fue Juan Vicente González, 25 predicador y practicante de la honradez, con su actitud asumida ante la vida dejará a sus descendientes el ejemplo de cómo debe ser el hombre que contribuya, en la mejor forma, a la conquista de un futuro más brillante y promisor para la patria venezolana. En realidad era evidente su obligación de ser un buen padre de familia, puesto que había sufrido en carne propia la falta de un hogar bien constituido durante sus años de infancia y juventud. Por otra parte, en la Caracas del siglo diecinueve era por demás todavía la discriminación existente entre las personas, en función a la situación constitutiva de sus propios hogares. Para la tranquilidad, para la seguridad del hogar, allí estará el empeño y decidido esfuerzo del Licenciado Juan Vicente González. 26 Trabajando más que agotadoramente, alargando al máximo las jornadas dedicadas a la docencia y siendo ejemplo vivo del valor cívico. II.- SU VIDA PÚBLICA II.1.- Admirador y defensor del Libertador.- Desde la época de su vida estudiantil ya descollaba como sincero bolivariano. Precisamente, joven de diecisiete años de edad, le corresponderá en la Universidad, el 10 de enero de 1927, presentar a nombre del estudiantado un saludo 27 al Libertador que regresaba en el desesperado intento de salvar la unidad de la Gran Colombia y anular las facciones disolventes que existían. Juan Vicente González se caracteriza por ser un decidido y gran admirador de Simón Bolívar. No vacila al decir que “el amor por el Libertador es parte esencial del sentimiento de nacionalidad, y no se concibe que puede serse hijo de Venezuela sin ser bolivariano”, y ante la injusticia cometida a Bolívar se lamenta de que “esa imprenta que multiplicaba las producciones sublimes de Bolívar, los himnos de gratitud que entonaba un mundo agradecido, es el instrumento de rencorosas y oscuras pasiones contra el autor de la libertad”. Sus primeros escritos publicados nos dan cuenta palpable 28 de su cualidad de admirador y defensor de Bolívar. Son escritos que aparecen en publicaciones periódicas y los cuales son reunidos en un volumen años después, a propósito del homenaje nacional a los restos del Padre de la Patria, con el expresivo título de “Mis Exequias a Bolívar”. Juan Vicente González fue siempre en pensamiento, palabra y acción un ferviente bolivariano. II.2.Tormenta. En medio de la Como importante actor del escenario político venezolano, desde la separación de la Gran Colombia en 1830 hasta su muerte ocurrida en 1866, casi en forma 29 ininterrumpida estará atrapado por el fragor de la política, viviendo y sufriendo intensamente las cambiantes actitudes ajenas. Toda una vida como hombre público, quien por su extremado romanticismo y aguda sensibilidad no era el más indicado para tales menesteres. Casi cuarenta años debatiéndose en medio de la tormenta de la política venezolana tan corrupta ayer como hoy, quien era apóstol de la honradez. Demasiado tiempo se mantuvo Juan Vicente González en el propio núcleo de la borrasca generada por las desenfrenadas pasiones políticas, quien como él era un hombre desprovisto de la ambición de figurar u ocupar cargos públicos, individuo conscientemente ajeno a la vulgar aunque generalizada práctica del desdoblamiento y el malabarismo político. 30 En realidad me da por pensar que, si bien ese fue el camino que lo condujo a la inmortalidad, su mejor sitio para cosechar seguros triunfos y menos sinsabores estaba en dedicarse con mayor intensidad a la creación literaria, pues para ello buena fibra tenía y la demuestra con esmero, principalmente, en algunos trabajos de sus “Exequias a Bolívar” o en “las Mesenianas” o muchos otros de sus escritos. Su entrada a la vida pública aconteció en 1830; pero se hace más evidente con la publicación periódica que identificó como “Catilinarias”, fogosos y desordenados escritos donde se aprecia el peculiar estilo que tantos enemigos le crearía. O sea que al entrar está de inmediato colocado en el propio centro de la batalla verbal, denunciando, atacando y tratando casi desesperado de 31 corregir entuertos y señalar derroteros transitables. Empero el periodista que se inicia en el combate no puede luchar solo contra el avasallante predominio de la oligarquía paecista, y como se forman grupos que se autodenominan liberales casi por obligación se une a ellos el Licenciado Juan Vicente González. A esos grupos llamados liberales, los abandera Antonio Leocadio Guzmán, un conocido y sagaz político, inteligente en el manejo de la pluma y de su verbo que pudo haber dado muchos frutos buenos para Venezuela si a esa finalidad superior hubiese dirigido sus acciones. Desde las páginas de “El Venezolano”, Juan Vicente González exponía sus convicciones políticas y atacaba en forma 32 vehemente a sus contrarios y enemigos. Por ejemplo, cuando escribe sobre la libertad de imprenta es para afirmar que es “un derecho imprescriptible de los venezolanos y no una concesión ni un privilegio acordado por partido alguno”. Pero las relaciones entre Antonio Leocadio Guzmán y Juan Vicente González, aquel político ducho y tortuoso mientras que éste franco e impulsivo no ha de durar, por cuanto resultan demasiados evidentes las ambiciones personales que están presentes en el Jefe del liberalismo. Juan Vicente González funda en 1846 su propio periódico que será el primer vespertino de Caracas, con el nombre de “Diario de la Tarde”, dedicado exclusivamente a hacer fracasar la 33 candidatura de su en otro tiempo amigo Antonio Leocadio Guzmán y allí pone de manifiesto su gran animosidad contra él a quien trata en forma por demás despectiva, utilizando su lenguaje satírico y punzante, no vacilando en llegar hasta el insulto. En uno de sus ensayos refiriéndose a Guzmán dice que “guzmancillo es el prodigioso abejón de la liberal colmena. Abejón y lo dicho y la colmena jamás hace preguntas al abejón y nadie tiene que dárselas a Guzmancillo de Alfarache”. Y así vemos como Juan Vicente González logra apartar a Guzmán de la silla presidencial. En los treinta y cinco años finales de su vida va a ejercer su apostolado como escritor y político sincero e interesado en corregir entuertos, poniendo al descubierto a quienes, a su juicio, anteponían personales 34 ambiciones a las conveniencias nacionales. Difíciles por demás fueron los momentos que le correspondieron a Juan Vicente González tanto en su papel de actor como de simple espectador en una etapa en la cual los timones de la nace de la patria eran guiados por hombres y no por principios. De allí que su pluma, palabra y acción se dedicara en angustioso empeño de llevar hacia los principios a quienes eran arrastrados por los hombres. En 1848 empieza para nuestro personaje el período más amargo y vejatorio de su existencia. La sangrienta agresión al Congreso, que rechazó la orden de sumisión a Monagas, y del que González era miembro le dejó una profunda impresión y lo obligó a refugiarse en la vida privada. Y se abre un 35 pequeño paréntesis en su agitado mundo, con unos diez años algo separado de la política y solo como espectador del drama escenificado durante la década de los Monagas. Pero no puede permanecer muy alejado de la trinchera un hombre de tantos sentimientos y probada convicción en pro de las mayorías nacionales. Es por eso que lo tendremos de nuevo en medio de la tormenta. En 1860 resulta nuevamente electo Diputado por Caracas y volveremos a oir resonar su voz siempre valiente contra sus adversarios. En las sesiones de la Cámara de Diputados va a distinguirse lo mismo que sus opositores Michelena y Rojas por la manera de conducir los debates. Valga recordar por ejemplo la ocasión en que el diputado Michelena le increpa diciéndole: 36 “Sepa el diputado que yo he viajado por todo el mundo”, y González le responde de inmediato: “Si, pero como un tonel en el fondo de un barco”. Juan Vicente González sigue adelante por su lucha por la patria y como ve venir la dictadura se dispone a combatirla y aparece de nuevo su periódico “El Heraldo”, donde lanza diatribas contra el General Páez que en 1861 ha tomado de nuevo el poder. Su pluma no descansa, declarada en feroz oposición y el Dictador lo envía preso a las Bóvedas de La Guaira; pero en poco tiempo estará de nuevo en su valiente lucha contra Páez, a quien años atrás cuando fueron declarados los honores al Libertador le había brindado apoyo y muy sinceros elogios. 37 Estaba contra Páez pero no fue nunca partidario de la Revolución Federal. Para Juan Vicente González el triunfo de la Revolución Federal no se distinguía del predominio de la barbarie y de la ignorancia, por eso es que a los prohombres federales los pinta en sus escritos con los colores más sombríos. II.3.- Colegio El Salvador del Mundo.- En páginas anteriores se ha enfatizado la inclinación del Licenciado Juan Vicente González hacia la enseñanza. Los diez años en que escapó del medio de la 38 tormenta estarán ocupados por su labor docente. Así, el 9 de febrero de 1849 abre las puertas el colegio “El Salvador del Mundo” situado entre las esquinas de Veroes a Jesuítas. Un centro de buenas enseñanzas donde “el rico pagaba una módica cuota y el pobre lo que podía o no pagaba nada”, en el cual “ninguno halló por pobre, cerradas las puertas”. En palabras de su fundador fue un instituto educacional donde se conservó “el fuego del saber en una época de barbarie”. Diez años de labor cumplirá este Instituto. En ese tiempo relativamente corto realizará una tarea verdaderamente fructuosa y una misión cultural por demás trascendente. En sus aulas se forjarán personalidades relevantes de la sociedad venezolana, a los cuales nuestro personaje les 39 enseña y trata de inculcar los más sanos sentimientos patrióticos, los deberes que es preciso cumplir a objeto de conducir a nuestro país al lugar privilegiado que históricamente le corresponde. El Colegio El Salvador del Mundo significó una vuelta a la enseñanza de las humanidades y lenguas clásicas, en algo parecido (pero no igual) a como se había hecho durante la Colonia; tradición pedagógica interrumpida por las guerras de emancipación y por las pugnas partidistas que habían tenido asiento en los tiempos de la República. La intención de González al fundar su Colegio está muy distante de perseguir la obtención de riquezas materiales; sin embargo su Colegio prospera y en 1852 ya tenía una matrícula de inscritos que 40 alcanzaba la importante cifra de ciento cuarenta (140) alumnos entre internos y externos. En el futuro la dirección del Colegio estará en manos del joven caraqueño Licenciado Agustín Aveledo (18371926) quien, a juicio de Juan Vicente González, “tiene el amor al estudio, el ardor de la enseñanza, la obstinada resolución de aprender y de comunicar lo que aprende”. II. 4.- La pluma iluminada.- Juan Vicente González, a mi juicio, fue un gran escritor a quien el fragor de la política y las circunstancias en que le tocó vivir le obstaculizaron la realización de una 41 obra literaria trascendente y más voluminosa. En realidad era prolija su pluma que parecía destellar en la oscuridad a objeto de multiplicar y hacer más abundante la producción de nuestro personaje. Hubo un período en que el Licenciado decide no escribir para los periódicos y se dedica a redactar literatura, obras de historia y libros para la enseñanza, escribe versos, y escribe nuevas Mesenianas. Por eso es que resulta grande su producción escrita. Nos ha dejado las biografías de José Félix Rivas, del padre José Cecilio Ávila, Manuel Alegría, y de Martín Tovar y Ponte. Se reconoce que su mejor labor de literato puro nos la dio en sus páginas como prosista romántico. Sin pretender en estos aspectos relevantes de la vida del Licenciado 42 Juan Vicente González analizar su obra de escritor, estimo conveniente hacer una breve reseña de algunos de los trabajos que brotaron de su pluma iluminada y le ganaron un puesto destacado entre los prohombres de la cultura venezolana. En la biografía de Martín Tovar y Ponte nos narra los sucesos ocurridos desde 1772 a 1810. A finales de la Colonia, Caracas era una ciudad que había llegado a un grado asombroso de prosperidad y dicha, la cual fue alterada cuando comenzaron a llegar noticias de la invasión napoleónica a España. Esto hizo que los venezolanos al igual que otros pueblos de América se situara al lado de la corona para defender los derechos de Fernando VII en un movimiento que culmina con la caída de Emparan y a 43 nuestro primer independencia. grito de En su libro sobre la vida de José Félix Rivas, es donde nos habla con detalles sobre nuestra guerra de independencia. En estas dichas y otras obras no estará todo su sentimiento tan plasmado y evidente como en Las Mesenianas. Es aquí donde podemos palpar los propios sentimientos de Juan Vicente González expuestos con toda sinceridad. Surgieron siempre de un motivo verdadero y por eso es que unas están llenas de vehemencia política, de admiración a Bolívar, de odio a Guzmán, de ataque a Páez, de rebeldía a Monagas. Otras son de dolor ante la muerte de personas queridas. Como escritor romántico, Juan Vicente González, superó a todos los literatos de su tiempo y es 44 considerado como el iniciador del romanticismo en nuestra literatura. III.- AL FINAL DEL CAMINO III. 1.- El Ocaso del Licenciado.- Juan Vicente González vivió con el firme convencimiento de que había nacido predestinado a la desgracia. El cuento de la bruja en el bautizo del infante para ofrecerle desdichas era muy popular entre los románticos. Para confirmar la anterior aseveración valga recordar que en un escrito de 1865 se quejaba a Dios diciendo: “yo no hallé regazo de tu providencia, en mi infancia, sin madre, en mi adolescencia abandonada, en mi juventud sin amores. El dolor ha 45 sido el pan de mis días y el sueño de mis noches”. La mirada acostumbrada a tantear entre la penumbra de la intimidad, se encandila y tropieza al pretender moverse entre las cosas. En Juan Vicente esa misma impericia para la acción práctica determina una pujante vida interior y era precisamente esa riqueza de interioridad la que hacía de él un desdichado. Hasta el cristianismo se trocó para González en una mampara de resentimientos. En una clase de literatura española se cuenta que dijo a sus alumnos las siguientes palabras: “Aquí el cristianismo se ha convertido en una fórmula para racionalizar el odio; lo primordial no es el pobre, es el no rico”. Juan Vicente González verá la República de Venezuela presidida 46 por José Antonio Páez tres veces, José María Vargas, Carlos Soublette dos veces, José Tadeo Monagas dos veces, José Gregorio Monagas, Julián Castro, Pedro Gual en 1859 y en 1861, Manuel Felipe Tovar, y Juan Crisóstomo Falcón. Para nuestro personaje no hubo tiempo pasado que no fuera mejor. Lo reconoce una y mil veces, al recordar las glorias de los gestores de nuestra nacionalidad y no hay aniversario patrio que no contraste sobre las miserias del momento la gloria de aquellos días que nunca han de volver. Hasta en sus últimos momentos, su pluma está vibrante y aunque enfermo, las letras siguen siendo su devoción y funda su Revista Literaria. En 1865 escribe sus dos últimas Mesenianas. Una dedicada a la muerte de Andrés Bello y la otra a la muerte de 47 Fermín Toro, su compañero de luchas, en la cual dice: “¡ Es que acaba de abrirse una tumba y ha caído en ella el último venezolano, el fruto que crearon la aplicación y el talento, y que sazonó la paz en los envidiados días, que para siempre huyeron, de gloria nacional !”. El Licenciado está enfermo, la arterioesclerosis le hace guardar cama, se le ha declarado la cangrena y el primero de octubre de 1866 la muerte apaga los latidos de su valiente corazón. III. 2.- La lámpara encendida.- Pero su muerte física no significa que se apague el brillo 48 de la luz que su pensamiento proporcionaba. Su inteligencia le fue reconocida en su tiempo y le es reconocida en la posteridad. A propósito, me permito copiar una confesión pública hecha por Antonio Leocadio Guzmán (en una nota editorial del periódico “El Venezolano” fechado el 2 de marzo de 1844): “Preferimos a nuestros propios editoriales el siguiente escrito del señor Juan Vicente González, joven ilustrado y liberal que generosamente consagra preciosas tareas al bien de la patria. Merece la gratitud de todos y la especial adhesión de los pensadores y justos. Capacidad que domina todas las complicaciones de la política que penetra con todas sus fuerzas los sucesos y los misterios, que prende la verdad donde quiera que ella está, que 49 se hace superior a las preocupaciones, que desprecia el poder del interés, es capacidad que se abre campo y que debe recibirse con la sinceridad en los labios, con la alegría en los ojos, con ademán de consideración y respeto. Callen los clamores de la envidia; justicia al verdadero mérito, estímulo a la generosa independencia, gloria al talento y al patriotismo. Por nuestra parte, aunque no faltan puntos de disidencia entre sus pensamientos y los nuestros, tenemos verdadero placer en contribuir a que Venezuela conozca a este hijo suyo, llamado por su capacidad a figurar noblemente en la escena pública, aún a pesar de su natural repugnancia a los difíciles asuntos de la política”. 50 Es nuestro personaje bien conocido por su copiosa obra y su ejemplo. Para finalizar, es conveniente confesar que el Licenciado Juan Vicente González fue de los cuales también corresponde expresar: QUE HOMBRE Y QUE DESTINO. MODESTO Y PURO, COMO SOÑAMOS A VIRGILIO. 51 IV.- BIBLIOGRAFÍA.- Arcila Farías, Eduardo: Juan Vicente González, Periodista.En: Revista Nacional de Cultura, (Venezuela), N° 19, págs.. 163-174. Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela. Tomo III. Ediciones del Ministerio de Educación. Caracas, 1954. Cuenca, Héctor: Juan Vicente González. Ediciones de la Fundación Mendoza. Caracas, 1956. 52 González, Juan Vicente: Biografía de José Félix Rivas. Ediciones Villegas. Caracas, 1956. González, Juan Vicente: Biografía de Martín Tovar y Ponte. Ediciones conmemorativas del sesquicentenario de la independencia. Caracas, 1961. Grases, Pedro: Juan Vicente González. Colección Clásicos Venezolanos de la Academia Nacional de la Lengua. Caracas, 1967. 53 Melich Orsini, José: Prólogo (de la Biografía de José Félix Rivas, por Juan Vicente González). Ratto-Ciarlo, J. Hoy cien años de Juan Vicente González. En el diario “El Nacional”, Caracas, 1 de octubre de 1966. Tosta, Virgilio: Juan Vicente González. En la “Revista Nacional de Cultura” (Venezuela), N° 103, págs.. 74-82. 54