Muerte y resurrección de Carlos Mejía Godoy Por Carlos Escorcia Polanco Carlos Mejía Godoy, la encarnación musical de la Revolución Popular Sandinista dejó de existir hace muchos años. Le sobrevive el album musical Sandinista mas impresionante de la historia de Nicaragua, el más famoso repertorio de canciones, cuyas ondas traspasaron las fronteras internacionales de un mundo estupefacto ante el heroísmo de un pueblo que se sacudió a una dictadura dinástica, la tiranía somocista. La calidad musical del cantautor de la Revolución no está en juego. Las canciones de Carlos eran, son y serán del gusto de todos los nicaragüenses, a pesar de la censura del mismo Carlos. Claro que el criterio político de las personas les hace seleccionar la canción de su preferencia. Los primeros en prohibir y censurar la canción “La Consigna” fueron los somocistas propietarios de restaurantes en el exterior, no fue Carlos su primer censor. El solo imitó el gusto político de su nueva reencarnación. En muchos restaurantes de Guatemala, Miami o Los Angeles, propiedad de exguardias, la canción “La Consigna” está terminantemente prohibida. En su lugar tararean “Clodomiro el ñajo”. Carlos Mejía Godoy cesó y se estancó para siempre en su impactante producción musical casi dos décadas antes que un nuevo gobierno Sandinista cometiera el crimen de “Lesa Humanidad” de engalanar con flores los eventos oficiales. Pero, ahora existe un nuevo Carlos. No el Carlos que electrizó a mas de una generación de nicaragüenses con su canto revolucionario, preñado de pueblo, el Carlos del “Dios de los pobres” a tono con la opción preferencial por los pobres de la Teología de la Liberación. El Carlos muerto a raiz de la derrota del 90, ha resucitado. El nuevo Carlos es ese energúmeno con el rostro descompuesto por la ira que carga a patadas a un periodista, cuyas preguntas hacen aflorar la verdadera naturaleza fascista del nuevo Carlos Mejía Godoy. El Carlos de hoy, es como Arnoldo Alemán, que por razones políticas le echó los “bulldozers” a unos murales destruyendo el testimonio de la cultura revolucionaria. El Carlos de hoy es quien imitando al fascismo del generalísimo Francisco Franco, que quemaba libros y encarcelaba poetas, se convierte ahora en el coronel somocista Alberto Luna censor de su propio canto revolucionario, solo porque, por consideraciones politiqueras, no le parece que otros canten esas canciones que Carlos entregó a la humanidad. Habrán leguleyos que hagan prevalecer el argumento legalista, pero sufrirán la mas severa condena moral de la historia. El nuevo Carlos que ha resucitado en la persona de ese grotesco matón de barrio que agrede a un periodista ante las propias cámaras de televisión, que consiente que su hermano Luis Enrique le recuerde a su progenitora al periodista Nelson Hurtado, es el Carlos que como en la época de Somoza, bañaban a insultos y vulgaridades a todo aquel que no pensara como ellos. Los Sandinistas estamos de luto. Aunque siempre dijimos que no hay que llorar a nuestros muertos, sino imitarlos, este caso es totalmente diferente. No podemos hoy imitar a Carlos. No podemos los Sandinistas agarrar a patadas a los oligarcas, chupacabras históricos del pueblo, mucho menos a ese pueblo pobre y humilde que engañado por los cuentos orientales con ojos oblicuos, sigue a energúmenos como Carlos y millonarios como Eduardo Montealegre. Quisiera decir, como decimos del fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca, que Carlos Mejía es de los muertos que nunca mueren. Pero, con dolor en mi corazón y ante los tercos hechos capturados para la historia en esas irrebatibles imágenes de televisión, tengo que admitir que el Carlos Mejía Godoy, el de la viejita de Mozambique, el de la Tumba del Guerrillero, el del seminarista que dejó el púlpito por la lucha del pueblo, ese Carlos que nos hizo sentir en la gloria de la Revolución Popular Sandinista, ese Carlos no existe, porque está muerto. Pero, como hacen todas las familias, que ponen en la sala la foto de sus deudos. Así como quedan los recuerdos, asi como quedan objetos de valor del ser desaparecido, los Sandinistas atesoramos su canto revolucionario aunque el mismo no lo aprecie. Los Sandinistas no somos los primeros, sino los únicos en lamentar la muerte en vida de Carlos Mejía Godoy, para tener que enfrentarnos a un fantasmagórico nuevo Carlos, que anda asustando en los mitines de la derecha y provocando el terror ante las propias cámaras de televisión. Carlos ha continuado cantando y componiendo música, en ese sentido ha resucitado, pero ahora su nueva producción musical es insabora, incolora, inodora e insípida. Ya no tiene el encanto envolvente de la lucha del Sandinismo, ya no posee el carisma y la euforia de esa generación que escribió con sangre las páginas mas gloriosas de su propia historia. Los Sandinistas no lloramos a nuestros héroes, sino que los imitamos en la lucha. Pero a este nuevo Carlos, muerto y resucitado, no podemos ni llorarlo, mucho menos imitarlo. Preferimos quedarnos con el primer Carlos que tanto nos deleitó, que tanto admiramos, que tanto respetamos en el pasado. Por supuesto la Oligarquía y los renegados prefieren al Carlos de hoy, no al de La Consigna. Hermanos nicaragüenses, ese Carlos de La Consigna, aceptémoslo, aunque sea duro reconocerlo, ya murió, el Carlos Sandinista, el Carlos revolucionario, el Carlos que tanto admiramos en nuestra juventud, ese Carlos está muerto. Paz a sus restos.