LA HABITACIÓN O MORADA DEL ESPÍRITU SANTO. La

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LA HABITACIÓN O MORADA DEL ESPÍRITU SANTO. La Biblia menciona diferentes templos
establecidos en distintos tiempos para la habitación de Dios en la tierra.
1) EL TABERNÁCULO: (Tienda sagrada judaica): Fue la primera morada de Dios en la tierra
(Éx. 25:8 y 34:26) Cuando fue dedicado, "una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de
Jehová llenó el tabernáculo." Era el sitio de la adoración de Jehová (Éx. 33:7-11), durante los
primeros quinientos años después de la liberación de Israel de la tierra de Egipto.
2) EL TEMPLO: Cuando los israelitas ya estaban establecidos en la tierra prometida, Salomón
construyó un templo de piedras en Jerusalén. En la dedicación del mismo, Salomón dijo: "Yo, pues,
he edificado una casa de morada para ti, y una habitación en que mores para siempre" (2 Cr.
6:2).Y leemos que "no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube;
porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2 Cr. 5:14). Sin embargo, resulta
evidente, como dijo Esteban, que "el Altísimo no habita en templos hechos de mano" (Hch. 7:4750).
No muchos años después, cuando la medida de la maldad de los israelitas había llegado a su colmo,
el resplandor de la gloria de Jehová abandonó el templo por completo. (Ez. 10:4, 18, 19, 11:22 y
23). Poco después, Nabucodonosor destruyó el templo y dejó la santa ciudad en ruinas.
3) EL CUERPO DEL SEÑOR JESÚS: también era un templo (Jn.2:19-21). Juan dice del Señor:
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como la del
unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad (Jn.1:14). La palabra que se traduce como
"habitó" realmente significa que el Señor Jesús hizo su tabernáculo entre los hombres. Los judíos
procuraron destruir ese maravilloso templo cuando crucificaron al Señor, pero Dios lo levantó tres
días después.
4) LA IGLESIA DEL SEÑOR JESUCRISTO: En el Nuevo Testamento tenemos la revelación
más maravillosa: que la iglesia del Señor Jesucristo, es ahora "templo para morada de Dios en el
Espíritu" La Escritura dice: "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la
principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu (Ef.2:21-22). Por fin, pues, Dios tiene un templo, no
hecho de manos, que se está edificando sin ruido ni ostentación alguna (Comp, 1 R. 6:7). Cada uno
de nosotros, los creyentes, como piedras vivas, somos edificados como casa espiritual para Dios. (1
P. 2:5)
5) EL CUERPO DEL CREYENTE: Además del templo anterior, el cuerpo de cada verdadero
creyente en Cristo es también un templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19). El Señor habita en nosotros
(Ef. 3:17) y ello se refiere a una residencia permanente, ya que está en "su propia casa", y no como
una visita.
De acuerdo con esta gloriosa verdad, de que Cristo habita en el creyente por el Espíritu, en Gálatas
2:20 encontramos en pocas palabras el secreto de la vida espiritual.
Examinémoslo frase por frase:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado" ¿En qué sentido puede afirmarse que el creyente ha
sido crucificado con Cristo, quien murió hace dos mil años? Esto se refiere a su identificación con
Cristo. Los creyentes verdaderos están unificados con Cristo, tan orgánicamente, por el bautismo
con el Espíritu Santo, que todo lo que el Señor hizo, como nuestro representante, vale por nosotros
tan exactamente como si lo hubiéramos hecho nosotros mismos. "O no sabéis que todos los que
hemos sido bautizados en Cristo Jesús [por el Espíritu Santo], hemos sido bautizados [es decir, sumergidos
en, identificados con, y hechos participantes de Cristo] en su muerte?" (Ver Ro. 3:6-13).
"y ya no vivo yo" ¿Qué es lo que no vive ya? Es el "yo" el que ha muerto. Ese "yo" es la naturaleza
pecaminosa que recibimos de nuestro padre, Adán. Es la inclinación al mal que es propia de la
naturaleza de todos los hombres.
Cada incrédulo está muerto en el pecado, y cada creyente, sea carnal o espiritual está muerto al
pecado (Ro. 6:2 y 7), a la ley (Ro. 7:4) y al mundo (Gá. 6:14). ¿Cómo es posible afirmar que el
creyente está muerto al pecado, cuando sabemos muy bien, por nuestra propia triste experiencia,
que la naturaleza pecaminosa está muy activa en nuestras vidas? La Biblia lo explica, al decir:
"...que si uno murió por todos [Cristo, como nuestro representante], luego todos murieron. (2 Co. 5:1415) "porque en cuanto murió, al pecado murió” (Ro. 6:10). En consecuencia, nosotros estando
identificados con él por el bautismo con el Espíritu Santo, estamos muertos al pecado en él.
"Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del
pecado sea destruido [anulado], a fin de que no sirvamos más al pecado." (Ro. 6:6).
Debemos creer que estamos muertos al pecado, pero vivos para Dios. En vez de presentar nuestros
miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, debemos presentarlos a Dios como
instrumentos de justicia (Ro. 6:11-13).
"mas vive Cristo en mí" En el instante mismo en que alguien recibe a Cristo como su Salvador
(Juan 1:12) es hecho morada de él por el Espíritu Santo, para habitar allí para siempre "El que tiene
al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1 Juan 5:12) (véase Ef. 3:17,
Col. 1:27; 3:3-4) "¿O no os conocéis vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros?" (2
Co.13:5).
”...y lo que ahora vivo en la carne [el cuerpo físico], lo vivo en [o por] la fe del [o en el] Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Por la fe recibimos a Cristo en el corazón, y por la
fe vivimos en el poder de su vida.
Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar
Usado con permiso
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