Administración y aplicación de la norma Por Luís Ancízar Villa A. El desconocimiento de elementos básicos de administración es, quizás, una de las causas por las cuales los docentes carecemos de de la autoridad que tanto demandan los padres de familia para dar una “idónea formación” a sus hijos. Y es que en las actuales circunstancias de desarticulación familiar los padres de familia ven en nosotros una tabla de salvación para inculcar el tan anhelado principio de autoridad que no han podido sembrar en sus hijos. De hecho, en las reuniones con los acudientes no faltan propuestas osadas de volver al viejo sistema de: “la letra con sangre entra”. Sin embargo, y aunque es algo que muchas veces uno quisiera hacer, en especial con ciertos muchachos, es un recurso improcedente, que más que antipedagógico, nos acarrearía serios problemas jurídicos. Más bien pensemos en las falencias que tenemos como administradores; entendiendo esto como la responsabilidad que nos fue encomendada para mantener un aula en armonía, equilibrando las áreas comportamental y disciplinaria. Un buen administrador, si quiere lograr los objetivos, conoce la norma, es estricto y vela por su respeto. Entiende que la disciplina escolar es la obligación que tenemos maestros y alumnos de seguir un código de conducta establecido en el Manual de Convivencia. Este reglamento define, entre otros aspectos, el modelo de comportamiento, el uniforme, el cumplimiento de un horario, las normas éticas y las maneras en las que se definen las relaciones al interior de la Institución Educativa. De la misma forma, dicho reglamento contempla una normatividad respecto al tipo de sanción que se debe seguir en caso que el estudiante viole la norma. Puesto que la “laxitud” y/o el desconocimiento de la norma por parte del maestro desemboca en la pérdida del respeto y en actos de indisciplina al interior del aula, se hace necesario que adoptemos posiciones y métodos administrativos efectivos y comprobados en otros ámbitos, así sean del sector privado. Una administrador docentes que motiva Aparte de la concepción que se tenga sobre la disciplina, ésta depende en gran medida del nivel de relaciones que establezcamos dentro del aula, del interés que motivemos en los chicos y del nivel de comunicación. Podríamos hablar también de disciplina dentro de ambientes de trabajo y en general en cualquier conglomerado humano en donde la norma sea necesaria para garantizar el cumplimiento de unos objetivos. Se afirma que el docente es un ejemplo para el estudiante porque éste sigue modelos, los imita y los hace parte de sí mismos. Pero también un estudiante indisciplinado le enseña a otro que optando por comportamientos inadecuados se puede ganar el respeto de los demás o por lo menos llama la atención de su grupo. Un buen líder reconoce las faltas de sus seguidores antes de que estas se vuelvan incontrolables. El diálogo y el estímulo no deben faltar en el proceso de formación del estudiante. Cuando el estudiante se da cuenta que el docente sabe hacerse respetar se siente seguro y no promueve la indisciplina. En su crítica a un estilo autoritario de educación y disciplina y a la falta de participación en lo que llama un sistema cerrado, dice el psicólogo Cornejo Chávez que dicho tipo de sistema es limitado y subordinado: "Como toda organización “totalizadora”, la escuela es una organización cerrada que, se resiste a incorporar los saberes y las prácticas que sus miembros construyen fuera de ella (en la vida cotidiana de profesores y principalmente de los alumnos). Otro rasgo central de esta organización cerrada es la administración de disciplina, que parece imposible, pudiera ser objeto de reflexión consciente entre sus miembros y menos de decisión conjunta. Esta disciplina es administrada desde la “nomatividad”, es decir, mediante la distribución y manipulación de recompensas y sanciones simbólicas, buscando el consentimiento moral de parte de los alumnos (previa internalización de las normas); o bien desde la coerción y la represión, apoyándose en la aplicación o amenaza de aplicación de sanciones físicas, la generación de frustraciones o el control forzado de satisfacciones. La administración de la disciplina, demanda la inversión de una gran cantidad de energía y determina la mayoría de los espacios cotidianos de la Escuela (desde el aula, hasta los recreos y reuniones técnicas). Además goza de un estatus de “independencia” respecto de las tareas propiamente pedagógicas”.