Málaga hoy MIÉRCOLES 25-7-2007 TRIBUNA Ángel Rodríguez Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Málaga La crítica política está especialmente protegida por la Constitución, incluso cuando adopta la forma de sátira: hay mucha jurisprudencia sobre el ‘valor preferente’ de la libertad de expresión Seis razones contra un secuestro SÓLO los calores del estío han podido hacer que una viñeta que, en otras circunstancias, no habría merecido más reproche que el de su pésimo gusto y su incorrección política haya sido objeto de uno de los pocos secuestros judiciales que se recuerdan en democracia. Existen un buen número de razones para manifestarse en contra del secuestro. Por supuesto que también hay razones a favor (siempre las hay), pero, en mi opinión, no con la fuerza suficiente como para invalidarlas. Sobre todo si tenemos en cuenta que son muy diferentes los argumentos que pueden esgrimirse a favor o en contra del mensaje y las razones que pueden justificar o no la restricción del derecho a emitirlo. Esta distinción, sin embargo, es la clave para un correcto análisis jurídico de la cuestión. Ahí van algunas de estas razones. La primera es que se trata, precisamente, de una viñeta, en donde no aparecen los Príncipes, sino su caricatura. Por supuesto que una imagen real (aclaremos, dado el contexto, que el término “real” quiere decir aquí “no ficticia”) habría lesionado muy gravemente derechos fundamentales de sus protagonistas. Pero una caricatura no es una imagen. Sólo podría lesionar la intimidad o el honor de los aludidos, fácilmente identificables, si de ellos se dijera algo que pudiera lesionar su intimidad o su honor. Pero la viñeta no lo hace porque no pretende tener verosimilitud, esto es, no tiene la intención de que nadie crea lo que en ella aparece, y es totalmente improbable que nadie que la vea y lea el texto que le acompaña llegue a creer que la revista secuestrada atribuye lo que allí se relata a quienes solamente se usan como vehículo para la sátira. La segunda es, precisamente, que se trata de un mensaje satírico. Por eso no vale el argumento –ciertamente muy esgrimido, a mi juicio con excesiva amplitud, por el Tribunal Constitucional– de que se trata de algo “inne- Aqué tanta prisa? Sigo sin entender por qué después de 20 meses de investigación y cuando sin duda ha conseguido colocar en su cabeza las piezas de tan complicado puzle, el juez Miguel Ángel Torres tiene que marcharse a ocupar un puesto que le espera desde hace tiempo, dejando en Marbella un caso del que siguen llegando datos, aunque la investigación se haya dado por cerrada. Los 86 procesados del caso Malaya pueden aumentar de número cuando se dicte el auto de conclusión del sumario, lo dice el propio juez Torres en su auto de procesamiento. Está claro que queda mucho por hacer, no sólo las declaraciones testificales que ya ha ordenado el juez, luego vendrán las comparecencias indagatorias de los 86 procesados. Sin duda, en alguna de ellas tendrá cierta importancia el análisis de la documentación bancaria que aún está por llegar. No parece lógico que sea un nuevo juez el que tenga que sentarse a analizar los nuevos datos que vayan apareciendo, por mucha ayuda que tenga por parte del fiscal Juan Carlos López Caballero. Se va el juez, se van los principales investigadores policiales del caso... Da la impresión de que el equipo se queda cojo sin que a cesario” para trasmitir el mensaje. La sátira, entonces, no tendría amparo constitucional, pues nunca sería necesaria: siempre habría otra manera de decir las cosas sin emplearla. Por el contrario, aquí, el derecho que ejercen sus autores versa sobre lo que, según el auto judicial, es superfluo: decir las cosas precisamente de un modo satírico y no de otro. Es ridículo pensar que la viñeta debería haberse sustituido por un sesudo editorial contra la manera de incentivar la natalidad y lo gravoso para el erario público de unos herederos de la Corona pretendidamente ociosos. La tercera razón contra el secuestro es que no sólo es una sátira, sino una sátira de contenido político. Sobre la Monarquía, es cierto, pero, sobre todo, sobre el presidente del Gobierno y los famosos 2.500 euros. Y la crítica política está especialmente protegida por la Constitución. Incluso cuando adopta la forma de sátira. La jurisprudencia sobre el “valor EL PUCHERO Teresa Santos Investigadores nadie parezca importarle salvo a los abogados de la defensa. A nivel policial parece explicable. Los métodos empleados en el caso Malaya a la hora de hacer determinadas detenciones no han gustado a muchos profesionales de la Policía acostumbrados a prácticas más discretas. Por otra parte, que un investigador policial sienta que no tiene los medios que necesita es habitual, pero que los dos investigadores del caso Malaya presentaran aquella carta pidiendo su traslado por falta de apoyos no ha sido entendida por muchos de sus compañeros, que los creen endiosados por un caso que ha conmocionado a todo un país. Lo cierto es que dos policías superpreparados van a abandonar el grupo tercero de blanqueo de capitales para preferente” que hay que atribuir a la libertad de expresión cuando trata, incluso cuando roza, asuntos de interés público, es ingente, tanto en nuestro país como en todos los de nuestro entorno. La cuarta razón es que el secuestro se toma como una medida cautelar contra sus autores por haber incurrido en el delito de utilizar la imagen del Príncipe heredero “de cualquier forma que pueda dañar el prestigio de la Corona”. Con independencia de la franca duda de constitucionalidad que debería suscitar este precepto, que la protección de la imagen de la Corona adopte una forma penal y no civil implica exigir al acto punible una serie de requisitos (tipicidad, antijuricidad, culpabilidad) que no parece que se den en este caso. La quinta razón es que el secuestro no sólo ha sido inútil, sino que ha tenido efectos contrarios a los que pretendía. Prueba de ello es que no haya sido necesario aclarar ni una sola vez de lo que estamos hablando. Personalmente, hacía 20 años que no veía una viñeta de la revista secuestrada, y supongo que a muchos le habrá pasado lo mismo. Ahora bien, si no se ha conseguido la finalidad perseguida –evitar o al menos disminuir el supuesto daño causado–, la medida se queda sin justificación constitucional. Por último, está el sentido del humor. Humor zafio y grosero en este caso, en mi opinión, pero del gusto de los que hacen esa revista y de todos sus lectores. Umberto Eco ya fabuló con un fanático monje medieval que no dudó en matar a medio monasterio antes de incendiarlo, todo para evitar que se difundiera un supuesto capítulo de la Poética de Aristóteles donde se instruía al pueblo sobre el modo de reírse de los poderosos. Seguro que, en nuestros días, no habría dudado en secuestrar El Jueves. 5 Opinión LA ESQUINA José Aguilar Espía por dinero L A realidad raras veces deja de traicionarnos. Por eso lo mejor es adelantarse a ella y no alimentar espejismos y ensoñaciones (cierto que la vida resulta así más aburrida, vaya lo uno por lo otro). Si el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), o sea, el jefe del espionaje español, se decide a dar una rueda de prensa para desvelar que un agente ha cometido traición, uno está tentado de pensar: “¡Notición! Un agente doble, un conflicto de lealtades, un lío de faldas, un caso de idealismo, una historia turbulenta...”. Luego nos bajan a tierra. Roberto Flórez, de 42 años, ex guardia civil, ni es un idealista que ha cambiado de bando como aquellos intelectuales de Oxford que espiaban para la URSS o los personajes torturados de John Le Carré, ni ha traicionado a su patria por el amor de una mujer ni ha sucumbido víctima del chantaje o las sevicias. Lo que ha hecho lo ha hecho por dinero, una de las motivaciones más antiguas y poderosas de los seres humanos, pero más bien vulgar y grosera, muy alejada del aura de romanticismo y oscuridad con que nuestra imaginación reconstruye el mundo del espionaje. Todo ha sido más simple. Flórez estuvo 12 años trabajando para el CNI y se dio de baja Lo que no cambia es la naturaleza humana. Siempre hay alguien dispuesto a traicionar su juramento irse a la comisaría de El Palo sin que nadie se inmute. Claro que en la Comisaría Provincial todo son cambios. Carlos Vázquez, el que era mano derecha de José Gutiérrez Valenzuela, va a ser trasladado a Documentación y su puesto va a ser ocupado por Salvador Ferrer Sánchez, que estaba al frente de la UDEV. El nuevo comisario está creando su equipo. La etapa Gutiérrez Valenzuela se ha cerrado al completo. Ferrer Sánchez se pone al frente de la UCOP, la unidad de coordinación operativa de la que dependen todas las brigadas. El comisario provincial Juan Jesús Peñalver no parece haber tenido en cuenta de cara a su nuevo equipo al ex comisario Víctor Olmo, que lleva tres años en un despacho esperando que alguien aproveche su formación para realizar algún trabajo en concreto. Son cambios a analizar porque sin duda el modo de hacer de los equipos policiales influye en la investigación y, por tanto, en el desarrollo que cada asunto acaba teniendo en los juzgados. Empezamos hablando del caso Malaya. Para sacar conclusiones habrá que esperar. voluntariamente en enero de 2004, pero durante los tres años anteriores pasó información de la llamada “sensible” –identidad de otros espías españoles, organización del CNI, procedimientos– a los servicios secretos de un país extranjero, que las autoridades españolas han filtrado que es Rusia y las autoridades rusas, lógicamente, lo niegan. Se ofreció él mismo y a cambio de dinero, insisto. “Mucho dinero”, ha precisado el director del CNI, aunque eso no aclara mucho porque en cuestiones de dinero las cantidades son siempre relativas. Dependen de la necesidad y la ambición de cada cual. Como decía la protagonista de El caso de la viuda negra: “Ser rico es algo extraño. Nunca consideras que ya tienes bastante”. Han cambiado mucho las cosas en los Servicios de Inteligencia de España desde los tiempos en que, como contó Pilar Urbano en su Yo entré en el CSID, los espías llevaban una tarjeta en la que el ministro o el subsecretario rogaban a toda clase de autoridades prestar su colaboración con el portador, un auténtico disparate en un oficio en que el secreto es esencial. Lo que no cambia es la naturaleza humana. Siempre hay alguien dispuesto a traicionar su juramento y poner en almoneda su patriotismo. Lo insoportable para los lectores y cinéfilos adictos al género es que lo hagan sólo por dinero. Como una persona cualquiera. Sin gloria ni grandeza. ,[email protected] ,[email protected]