DEPÓSITOS SEDIMENTARIOS La formación de sedimentos comprende una serie de procesos que comienzan con la meteorización de las rocas que afloran en la superficie terrestre. Estos se originan como consecuencia de la interacción de la litosfera con la atmósfera y la hidrosfera, con la formación y acumulación de materiales procedentes de la denudación de los continentes, tras experimentar diferentes procesos de alteración, transporte, precipitación, compactación, diagénesis, etc, siendo concordantes con sus rocas de caja. La mineralogía de las rocas sedimentarias viene caracterizada por dos tipos de minerales: los resistentes a la meteorización mecánica y química (resistatos), que se concentran como material granular, y los de nueva formación, procedentes de los productos de descomposición química, generalmente compuestos hidratados. Según su facilidad de meteorizarse, los materiales de las rocas eruptivas se disponen en dos series paralelas (series de Goldich): Estas series de estabilidad, no de reacción, tienen gran semejanza con la de Bowen, donde los minerales que se forman a mayor temperatura son los más susceptibles a meteorizarse. Estas series deben considerarse usuales pero en modo alguno universales. La mayoría de los procesos sedimentarios tienen lugar en presencia de agua donde la precipitación tiene lugar, generalmente, por uno de los tres mecanismos siguientes: Floculación, adsorción y cambios de Ph. En soluciones muy diluidas, las partículas coloidales se encuentran en suspensión sólo cuando se mantienen aisladas. Cuando la salinidad de la solución se incrementa repentinamente, las cargas se neutralizan y las partículas coloidales se adhieren unas a otras (floculan) y se depositan. La adsorción supone la atracción de un ión por una carga opuesta superficial. Muchos materiales tiene sus superficies cargadas negativamente, de forma que pueden atraer iones de metales; de esta manera los metales se separan de la solución. El tercer y más importante mecanismo de precipitación viene determinado por el carácter del medio, siendo el Ph el factor fundamental. Placeres y paleoplaceres. Los minerales de gran densidad, insolubles, de gran dureza y sin crucero pueden experimentar un escaso o acusado transporte y ser concentrados en arenas y gravas de ríos y playas, originando los yacimientos denominados placeres. El transporte juega un papel primordial a reforzar la disgregación y separación de minerales estériles o no útiles, y al reforzar también, en algunos casos, los procesos químicos. Los minerales que se concentran en los placeres son los que tienen gran densidad, son químicamente estables, difícilmente solubles, duros, y sin crucero. Son Au, Pt, casiterita, tantalita, columbita, magnetita, ilmenita, rutilo, cromita, monacita, circón y piedras preciosas: diamante, zafiro, rubí, berilo, topacio. Cuando quedan in situ los minerales estables, más pesados y útiles, o bien cuando éstos ruedan por gravedad laderas abajo, se originan acumulaciones residuales que corresponden a placeres residuales o eluviales. Su formación requiere una intensa y prolongada meteorización, la ausencia de posterior erosión o desmantelamiento, situándose sobre o en las cercanías de la roca madre o fuente. Los minerales resistentes y pesados, cuando alcanzan, por gravedad (laderas muy pendientes) o por arrastre, los cursos fluviales, se clasifican de acuerdo a su densidad, su forma, su velocidad y gradiente de la corriente de agua, etc, concentrándose en lugares favorables y dando lugar a los placeres fluviales o aluviales. Los minerales alcanzan las playas, tras un prolongado transporte, así como los procedentes de rocas aflorantes en los acantilados, fondos marinos, etc, pueden experimentar un más acusado enriquecimiento y concentración (placeres marinos, costeros o de playa). Los placeres formados en diferentes tiempos geológicos e incluidos en las secuencias sedimentarias, posteriormente plegadas, metamorfizadas, etc, se consideran placeres fósiles o paleoplaceres.